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Tema 19: Efesios

[Capítulo 4-2] Defiendan su fe en sus vidas (Efesios 4, 1-6)

Defiendan su fe en sus vidas(Efesios 4, 1-6)
«Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos».
 
 
Acabamos de leer Efesios 4, 1-6 en la lectura de hoy. El Apóstol Pablo dijo aquí en Efesios 4, 1: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados».
Cuando el Apóstol Pablo escribió esto, estaba en la cárcel por predicar el Evangelio, y por eso podemos imaginarnos lo deprimido que debía estar en su corazón. Cuando Pablo era libre podía pasar tiempo con los santos y compartir hermandad siempre que quería. Pero ahora que estaba en la cárcel no podía hacer lo que quería, y por eso su corazón deseaba predicar el Evangelio aún más. Nosotros también debemos amar al Evangelio del agua y el Espíritu mientras podamos servirlo. Pero aún así veo que algunos de nosotros no tenemos ese deseo y esto me entristece. Temo que cuando llegue la Gran Tribulación sea imposible servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando llegue este momento, sé que lamentaremos no haber servido al Evangelio ahora tan diligentemente como podríamos haberlo hecho. Aunque nuestra devoción y nuestro deseo por el Evangelio será mucho mayor que ahora, cuando llegue ese momento será demasiado tarde.
Como dijo el Apóstol Pablo: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados» (Efesios 4, 1), ahora debemos caminar según la llamada que hemos recibido del Señor.
 
 

Cuando nos demos cuenta de que el Señor nos ha llamado y salvado, debemos vivir de acuerdo con esta llamada

 
El Apóstol Pablo nos avisó en Efesios 4, 1 que debíamos caminar «con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor». Obrar con toda humildad ante Dios es dedicarnos a Él por fe. Como Dios nos ha llamado a salir del poder de la oscuridad, nos ha convertido en Sus hijos y nos ha confiado Su obra, no tengo ninguna duda de que la obra que estamos haciendo es la obra valiosa de Dios.
Las tareas que se nos han confiado a los justos son diferentes las unas de las otras. Todos tenemos una tarea que hacer para llevar a cabo la obra de Dios. Asimismo si amamos a todos los obreros, seremos humildes. La humildad no se trata de rebajarnos solo exteriormente y fingir ser humildes, sino de amarnos sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu, y haciendo la obra que se nos ha confiado con lealtad.
Del mismo modo en que Dios nos dijo que caminásemos con humildad y mansedumbre, debemos respetarnos los unos a los otros y cuidarnos. Debemos amar a todos los que están sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu, reconociendo sinceramente que, sin su labor, sería imposible servir al Señor. Así que ahora todos nosotros debemos amarnos y respetarnos. Pablo habló a menudo de la vida diaria, además de temas espirituales, y su mensaje principal para nosotros es que debemos tratarnos con humildad y mansedumbre.
Entre los que ahora estamos sirviendo ahora al Evangelio del agua y el Espíritu, ¿hay alguien que sea más valioso a los ojos de Dios? No, todos los que hemos recibido la remisión de los pecados, debemos nuestra fe, y obramos para predicar el Evangelio, somos valiosos a los ojos de Dios sin importar el cargo que tengamos en la Iglesia Nadie es más valioso que estos santos. Todos los que estamos sirviendo a la justicia de Dios somos Sus obreros preciados. Cuando Dios nos dijo que caminásemos con toda humildad y mansedumbre, nos estaba enseñando a amarnos los unos a los otros. La verdadera mansedumbre no consiste en mirar las debilidades de los demás y juzgarlas y condenarlas. En realidad consiste en amar a los demás por servir al Señor a pesar de las debilidades. En otras palabras, Dios nos está enseñando a entender las debilidades de los demás y compartir hermandad con los demás libremente con amor.
Desde la cárcel el Apóstol Pablo les dijo a los santos en la Iglesia de Éfeso: «Caminad con toda humildad y mansedumbre. Si de verdad creéis en el Evangelio del agua y el Espíritu, no os maltratéis».
Los obreros de la justicia que viven en la Iglesia de Dios son muy mansos. Pero hay cierto orden en la Iglesia de Dios que puede ser difícil de comprender desde un punto de vista humano. Así que, debido a este orden espiritual en la Iglesia de Dios, los que son débiles, física y espiritualmente, son los más respetados en la Iglesia. Dentro de la Iglesia de Dios, los santos más débiles con más faltas reciben más atención de sus predecesores de la fe. Todo se debe a la Palabra de Dios y a la obra del Espíritu Santo, por lo que los santos frágiles son protegidos y cuidados en la Iglesia de Dios.
Si ven las debilidades de un hermano santo y les parece una persona inútil, deben poder ver lo valioso que es este santo a los ojos de Dios. Los que tienen estos ojos espirituales están bendecidos. Todos los que hemos recibido la remisión de los pecados de Dios y por eso somos indispensables los unos para los otros. Si no aprecian la importancia de los obreros y los santos de Dios, y no perdonan sus fallos, serán reprendidos por el Señor.
Imaginen que echaran de la Iglesia a todos los santos porque pensasen que no los necesitan, y que adorasen a Dios solos en una iglesia grande. Entonces tendrían que hacerlo todo solos, desde limpiar la iglesia hasta arreglar las flores, encargarse del sonido, y mantener la calefacción. Si tuviesen que hacer todo esto solos, no podrían hacerlo aunque tuviesen todo el día. Así que es absolutamente indispensable que se den cuenta de que podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y servir a Dios solo si estamos unidos. Asimismo deberíamos darnos cuenta de la bendición que tenemos por poder ser colaboradores. Cuando piensan en sus hermanos santos que predican y sirven al Evangelio de Dios, ¿no ven lo valiosos que son todos? No hay ningún motivo por el que no podamos ser humildes con los demás, ni hay nada por lo que no podamos perdonar a los demás. Todos los justos que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, deben reconocer el valor de los demás y apreciarse mutuamente. Por eso el Señor nos dijo que caminásemos con humildad y mansedumbre.
Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son humildes y mansos, porque son el pueblo de Dios. Aunque los justos a veces expresan sus sentimientos con demasiada dureza cuando están enfadados, por lo menos sus corazones siguen siendo mansos ante Dios. Tanto los jóvenes como los mayores tienen manías personales y respeto mutuo. Del mismo modo, incluso los justos a veces pierden los nervios cuando se ponen tercos. Pero aún así todos obedecen la voluntad de Dios. Cuando se dan cuenta de su error se someten a la Palabra de Dios y la siguen en unidad. Por supuesto, nuestra raza humana es malvada, terca y vil, pero el pueblo de Dios recibe un tratamiento amable por los que sirven al Señor, sobre todo los débiles. Sin embargo, a los que se levantan contra el Evangelio, en vez de tratarles con amabilidad, los tratamos como si fuésemos leones feroces.
¿Por qué piensan que el Apóstol Pablo escribió a los santos desde la cárcel y les pidió que caminasen con toda humildad y mansedumbre (Efesios 4, 2)? Esto se debe a que debemos amar con humildad y mansedumbre a todos los que sirven al Evangelio en la Iglesia, así como compensar las debilidades de los demás con nuestra fe, juntar nuestras fuerzas en el Señor para hacer el bien, y servir a este Evangelio y predicarlo a todas las almas. Sin embargo, si hay alguien en la Iglesia de Dios que alardee de sus fuerzas carnales o intente expulsar a lo débiles de su posición de poder, debemos levantarnos contra esta gente. De hecho, en la Iglesia de Dios es completamente irrelevante a educación o el nivel social de las personas. Dios utiliza a los que obedecen la Palabra de Dios por fe como Sus instrumentos valiosos. Cuando entran en la Iglesia de Dios, deben amar a sus hermanos santos en Cristo sin tener en cuenta su nivel social o su cargo en la Iglesia.
 
 

Sin embargo, hay gente en la Iglesia de Dios que intenta mandar a todo el mundo, incluso a los que no han nacido de nuevo

 
Estas personas deben darse cuenta de durante cuánto tiempo los justos hemos tenido que tolerar a los pecadores. Incluso ahora los justos están dedicando todos sus esfuerzos a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los pecadores. Sin embargo, la naturaleza de un pecador le hace intentar destruir a los demás, tanto en cuerpo como en espíritu. Dicho de otra manera, el objetivo principal de todo pecador es esclavizar a los demás y destruirlos espiritualmente. Por eso hay una gran diferencia entre el fruto de los nacidos de nuevo y el fruto de los que no han nacido de nuevo.
Por supuesto que es cierto que, incluso los nacidos de nuevo, sucumben a sus debilidades carnales. Sin embargo, los justos todavía se aman, se tratan con amabilidad, y viven según el orden espiritual. Cuando los justos se cansan, se confortan y se ayudan los unos a los otros de cualquier manera posible, a veces parten el pan juntos y otras veces se toman un té juntos. Cuando sus fuerzas son renovadas vuelven a su trabajo para hacer la obra de Dios.
Sin embargo hay algunas personas que se enfadan y saltan sin motivo de vez en cuando. Pero incluso cuando esto ocurre debemos intentar entendernos, resolver los malentendidos, admitir nuestros fallos y reconciliarnos en Cristo. Cuando vemos en nosotros fallos que no veíamos antes, debemos admitirlos ante Dios, disculparnos a los que hayamos herido, y tolerar nuestros fallos en el amor de Dios. Así es como los justos deben vivir, ya que esta es la base de la vida de fe para convertirnos en un solo cuerpo unidos en la misma fe y en la justicia del Señor.
Incluso entre los justos hay algunos que lideran y otros que obedecen. Pero esto no significa que todas las ovejas obedezcan al líder. De hecho hay muchas ovejas en la Iglesia de Dios que son tercas. Sin embargo los predecesores de fe toleran a los miembros más débiles pacientemente, y admiten sus fallos cuando se dan cuenta de ellos. A veces incluso los santos más débiles se dan cuenta de sus fallos y humillan sus corazones para aceptar el liderazgo de sus predecesores de la fe. Así es como hemos llegado a estar unido en un solo corazón por nuestra fe en el Señor. En realidad cuando nuestras vidas de fe maduran, los justos nos damos cuenta de los valiosos que son los predecesores de fe, y al mismo tiempo amamos a los que nos siguen detrás para servir al Evangelio por fe a pesar de haber recibido la remisión de los pecados después de nosotros. De esta manera, al darnos cuenta de los valiosos que somos los unos para los otros, podemos servir a Dios en nuestras vidas.
Por este motivo el Apóstol Pablo nos dijo que caminásemos «con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (Efesios 4, 2). Cuando nos entendemos los unos a los otros y abrimos nuestros brazos en amor a Dios con fe, todos somos un solo cuerpo. Estoy seguro de que ustedes han experimentado esta sensación.
 
 

El Señor nos ordenó que defendiésemos nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Efesios 4, 3 dice: «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz». ¿Qué nos une a todos para mantener nuestra unidad de paz? Lo que nos hace uno es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu mediante el que el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados. Así es como hemos podido mantener nuestra salvación que se ha completado en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y así hemos recibido nuestra paz y disfrutado de la verdadera satisfacción por fe. De hecho, si no tuviésemos el Evangelio del agua y el Espíritu, sería imposible disfrutar de la verdadera paz, ni podríamos tolerar con paciencia, ni ser humildes, ni mansos, y mucho menos amarnos mutuamente. Gracias al Evangelio del agua y el Espíritu podemos tolerar pacientemente todas las dificultades de nuestras vidas. Como el Señor ha borrado todos nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu, no solo pudimos recibir la paz en nuestros corazones como Sus creyentes, sino que además pudimos predicar Su paz. Gracias a la paz de Dios somos uno.
El Apóstol Pablo dijo en Efesios 4, 4 pidiéndonos que defendiésemos nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu: «Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación».
¿Hay más de un cuerpo de Cristo? No, solo hay un cuerpo de Cristo. El cuerpo de Cristo aquí se refiere a los santos que constituyen la Iglesia de Dios. Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia de Dios, y como miembros de esta Iglesia somos el cuerpo de Cristo. La Iglesia de Jesucristo es un cuerpo. Gracias a la salvación que el Señor nos ha dado, todos somos uno. Asimismo hay un Espíritu, como Pablo dijo: «Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación» (Efesios 4, 4).
Jesucristo nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y ha sellado nuestros corazones con el Espíritu Santo. En otras palabras, Dios ha sellado con el Espíritu Santo todos los corazones que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu; y el Espíritu Santo a su vez nos ha hecho vivir en una esperanza. En resumen, Dios nos ha bendecido para estar unidos en una esperanza de entrar en Su Reino.
Entonces Pablo siguió diciendo en Efesios 4, 5-6: «Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos». De hecho solo hay un Señor, y este Señor que nos ha salvado de todos nuestros pecados es Jesucristo. Si Jesucristo no nos hubiese salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio de salvación cumplido con Su agua y sangre, entonces nunca habríamos sido librados de nuestros pecados. Por tanto, como dice la Biblia, hay un Señor, una fe y un bautismo. Del mismo modo en que solo hay un Señor que nos ha salvado, solo hay una fe por la que todos hemos alcanzado nuestra salvación, porque todos creemos en el mismo Señor a través del mismo Evangelio. Esta fe la comparten todos los santos que viven en la Iglesia de Dios.
También hay solo un bautismo que Jesús recibió por nosotros. ¿Hay algún otro bautismo que Jesucristo haya recibido para cargar con nuestros pecados? ¿O acaso tomó todos nuestros pecados de otra manera que no fuese Su bautismo? No, la única manera fue el bautismo que recibió de Juan el Bautista. Por tanto solo hay un bautismo que ha borrado todos nuestros pecados. Como Jesús cargó con todos nuestros pecados cuando fue bautizado, nuestros pecados fueron pasados a Jesús.
¿Alguna vez han desatascado una tubería? Cuando estaba predicando en Changwon City, la tubería del balcón trasero de la iglesia se embozó y causó tantos problemas que tuve que llamar a un fontanero para que la desatascara. La iglesia estaba situada en el segundo piso de un edificio, y en el piso de arriba había un instituto privado. Este instituto arrojaba muchos desperdicios por la tubería y por eso se acabó embozando. Estaba tan atascada que no la pude desatascar yo solo, y por eso tuve que llamar al fontanero. Pero incluso el fontanero tuvo problemas para desatascarla. Al principio me iba a cobrar 30 dólares por el servicio, pero enseguida me pidió más por la mala condición en la que estaba la tubería. Así que le ofrecí 50 dólares y la tubería fue desatascada en menos de un minutos. Me alegró mucho librarme de ese problema.
Debemos escuchar constantemente la Palabra del Evangelio que nos enseña que Jesús aceptó todos nuestros pecados y los borró al ser bautizado por Juan el Bautista. Cuando escuchamos esta Palabra sobre el bautismo de Jesús, nuestros corazones se desatascan de toda la suciedad que los embozaba. Nuestros corazones pueden compartir hermandad libremente, del mismo modo en que el agua fluye libremente cuando una tubería se desatasca.
¿A través de qué pueden nuestros corazones compartir hermandad? A través de nuestra fe común en el bautismo de Jesús. Cuando nos decimos los unos a los otros que nuestros pecados han sido pasados a Jesús a través de Su bautismo, podemos compartir hermandad los unos con los otro con amor y paz. Asimismo podemos predicar el Evangelio a los que tienen el corazón atascado, podemos enseñarles lo siguiente: «Del mismo modo en que mis pecados fueron pasados a Jesús, todos vuestros pecados han sido pasados al Señor. Después de todo, vuestros pecados forman parte de los pecados del mundo, y esto significa que vuestros pecados también fueron pasados a Jesucristo». Sus corazones serán desatascados y se comunicarán con los corazones de los demás santos nacidos de nuevo en una comunidad santa, como la Biblia dice que hay «un Señor, una fe, un bautismo» (Efesios 4, 5).
¿Y qué hay de la Iglesia de Dios? ¿Puede haber más de una? No, no puede haber más de una Iglesia de Dios, ya que la Biblia dice que hay un cuerpo (Efesios 4, 4). El que haya solo un Señor y un Dios significa que, como creemos que Jesucristo vino al mundo como nuestro Salvador, en obediencia a la voluntad del Padre, cargó con nuestros pecados a través de Su bautismo, y murió en la Cruz en nuestro lugar, hay solo un Señor y un Dios para nosotros. Aunque la gente adora a muchos dioses en este mundo, el Creador divino que hizo el universo y todo lo que hay en él al tiempo en que nos salvó, es el único Dios verdadero. Cuando decimos que este Dios es nuestro Dios, lo hacemos conociendo la premisa de que es bueno y está lleno de amor.
La Biblia también dice que nuestro Señor es el Padre de todos (Efesios 4, 6). ¿Quién creó todo en el universo, tanto lo visible como lo invisible? Dios creó todas las cosas. Dios Padre está por encima de todo como Creador absoluto. No es un ser bajo como Sus criaturas, sino que es nuestro Creador que está más exaltado que nadie, nuestro Salvador, y nuestro Dios, porque Él creó el universo y todo lo que hay en él.
Pablo también dijo en Efesios 4, 6 que nuestro Dios es a través de todo. Cuando Dios creó el universo y todo lo que hay en él, el hombre no era más que una criatura humilde ante Dios. Nosotros éramos así de bajos, pero Dios Padre nos ha hecho uno consigo mismo al enviar a Su Hijo a este mundo y salvarnos a través del agua y la sangre de Su Hijo. Dicho de otra manera, Dios nos ha bendecido para tener el estatus de hijos e hijas Suyos a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando la Biblia dice que Dios, nuestro Padre, es «sobre todos, y por todos, y en todos» (Efesios 4, 6), significa que Dios mora en los corazones de todos los que hemos recibido la remisión de los pecados. Algunos filósofos son panteístas y afirman que todo en este mundo es un dios, que incluso las escobas, las piedras, el Sol, la Luna, y los mares son criaturas divinas. Pero el Dios que llena el universo y vive en nuestros corazones es un único Dios verdadero. Este Dios verdadero es uno con nosotros, del mismo modo en que el Apóstol Pablo dijo: «Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos» (Efesios 4, 4-6). ¿De dónde venimos? Venimos de Dios. Todos los que nacimos de Dios somos Su pueblo. Por el contrario, los que no creen en Dios según Su obra de salvación no son Su pueblo, sino que son Sus enemigos y siervos del Diablo.
Por eso el Apóstol Pablo nos pidió que fuésemos «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4, 3). ¿Qué significa tener la unidad del Espíritu? Significa que nos hemos convertido en un cuerpo. Al creer que Jesucristo fue bautizado, crucificado hasta morir, y resucitado de entre los muertos en este mundo para salvarnos, hemos recibido la remisión de los pecados y la paz en nuestros corazones. Como creemos en esta Verdad nos hemos convertido en miembros de la Iglesia de Dios al ser redimidos de nuestros pecados. Jesús es la Cabeza y nosotros somos los miembros de Su cuerpo. Nos hemos convertido en uno con Jesucristo. Del mismo modo en que todas las partes y órganos se unen para formar un cuerpo, desde los dedos hasta los pies, nosotros, como miembros de un mismo cuerpo, cooperamos los unos con los otros, nos complementamos y nos unimos. En otras palabras, cada uno de nosotros es indispensable para los demás. Aunque nuestra necesidad por los demás no sea absoluta, nos sentimos muy solos cuando no nos tenemos los unos a los otros, y aunque a veces discutamos, nos necesitamos. ¿A quién necesitamos? Nos necesitamos mutuamente.
Todos nos necesitamos mutuamente. Cada uno de nosotros se ha convertido en un solo cuerpo por fe, ya que todos amamos al Señor, nuestro Salvador. En resumen, nos necesitamos. El Apóstol Pablo habló sobre la Iglesia, sobre el tipo de fe que deben tener los que han alcanzado la salvación mediante la remisión de los pecados, y sobre cómo hay que defender esta fe. Este es un tema muy importante. Cuando el Apóstol Pablo dijo que hay «un Señor, una fe, un bautismo; un Dios y Padre de todos» (Efesios 4, 5-6) nos estaba enseñando que nos hemos convertido en uno en el Evangelio del agua y el Espíritu a través de nuestra fe común en este Evangelio verdadero.
 
 

La verdadera fe no surge si creemos en Jesús y no en el bautismo que recibió de Juan el Bautista

 
El Apóstol Pablo y todos los demás Apóstoles siempre dieron testimonio del bautismo de Jesucristo cuando predicaban el Evangelio del agua y el Espíritu, sin dejarlo fuera. Pero a pesar de esto muchos cristianos actuales están predicando sobre Jesús sin el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista en el río Jordán.
Sabrán muy bien que la puerta del patio del Tabernáculo tenía hilo de color azul, púrpura y escarlata, y lino fino entrelazado (Éxodo 27, 16). ¿Hubiera sido correcto que Moisés les hubiera ordenado a los artesanos que solo utilizaran hilo púrpura y escarlata y lino fino entrelazado? La misma analogía se puede aplicar a los cristianos actuales que dicen creer en Jesús como su Salvador. Muchos de ellos no creen en el bautismo de Jesús como parte esencial del verdadero Evangelio. La fe errónea de estos cristianos es como una puerta del Tabernáculo sin los componentes requeridos. Dios romperá esa fe como hubiera roto esa puerta del Tabernáculo.
La Biblia nos enseña que el Reino de Dios es el reino de la salvación que nos ha dado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, el Señor nos dijo claramente que no debíamos dejar fuera de la obra de salvación Su bautismo o Su sangre derramada en la Cruz. Pero muchos cristianos ni siquiera creen que Jesús sea Dios. Toda esa gente no es más que practicante de la religión.
Los pluralistas religiosos afirman que hay más de un salvador, y que Jesús no es el único Salvador, sino que todo el mundo puede serlo, desde Buda, hasta Confucio y Mahoma. Esta gente les enseña a sus seguidores: «Si alcanzáis el Nirvana, os convertiréis en dioses. Santificaos y seréis justos». Pero estos líderes religiosos están intentando quitar la verdadera fe de nuestras almas para destruirnos. No son más que ladrones, ¿cómo van a salvar estos ladrones a nadie? Esto sabios del mundo y sus seguidores son solamente ladrones. Nuestro Señor nos avisó acerca de estos ladrones diciendo: «El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10, 10). Ningún líder religioso de este mundo puede darle la vida eterna a nadie; por el contrario, todos los líderes religiosos les están enseñando a sus seguidores a alcanzar su salvación a través de sus propios esfuerzos. Estos no son los predicadores del verdadero Salvador.
Por el contrario, nuestro Salvador no solo creó el universo entero y todo lo que hay en él, sino que vino al mundo para hacernos Su pueblo; entonces cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en nuestro Salvador. A través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz, Jesús ha cumplido nuestra salvación de los pecados, y nos ha dado la vida eterna y la remisión de los pecados a todos los que creemos en esta Verdad. Nos ha dado el camino de la salvación para conseguir ser libres por fe. Acabo de mencionar el secreto revelado en la puerta del patio del Tabernáculo, ya que al conocer la Verdad del hilo azul, púrpura y escarlata y el lino fino entrelazado, hemos sido salvados de todos nuestros pecados.
Si intentamos recibir la remisión de los pecados de Dios ofreciéndole nuestros propios méritos y logros, Él nos odiará. Jesús ya ha completado nuestra salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para que seamos salvados de todos nuestros pecados al creer en el justicia de Dios solamente. Por eso, si todavía ignoramos la justicia de Dios e intentamos entrar en Su presencia con nuestra propia justicia, en vez de ser bendecidos, seremos maldecidos. Ninguno de nosotros debe comportarse con arrogancia como Caín. Nuestra salvación se recibe solo a través de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. Esta es la única fe que Dios aprueba. Aunque tengamos muchos fallos, la verdadera fe nos pide que sigamos la Palabra de Dios en obediencia y nos unamos juntos.
Algunas personas justas todavía piensan que hay algo más que hacer a parte de vivir en la Iglesia de Dios y tener fe en el Salvador, pero no hay nada más que hacer a parte de tener fe en la Palabra de Dios, y la única verdadera fe es la fe en la justicia de Dios. ¿Y ustedes? ¿En quién creen? ¿En qué creen? ¿En qué tienen fe? Nosotros tenemos fe en Dios y en el Evangelio del agua y el Espíritu. Para salvarnos de nuestros pecados, el Señor vino al mundo encarnado en un hombre, fue bautizado, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos. Así nos ha salvado a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu según Su voluntad. Por tanto hemos sido librados de nuestros pecados al creer que nuestro Señor los ha borrado al venir al mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos. Al creer en el bautismo del Señor y Su sangre derramada en la Cruz, no solo somos librados de nuestros pecados, sino que también nos libramos de la condena. No hay otro evangelio además de este Evangelio del agua y el Espíritu, ni puede haber ninguna otra salvación por creer en otro evangelio.
Hace algún tiempo recibió un correo electrónico desde Costa Rica. El remitente me dijo que conocía a cierto pastor evangélico que había ido a su país a predicar el Evangelio en 1986m y que las enseñanzas de este pastor eran casi idénticas a las nuestras. Entonces nos dio su propia opinión y afirmó que el Evangelio que nosotros predicábamos era incorrecto. Puede que escuchase las enseñanzas de un evangélico que solo dicen que una persona se hace justa si cree en Jesús, pero sin explicar cómo Jesús ha borrado nuestros pecados. Pero deben darse cuenta de que estos evangélicos no creen en el bautismo de Jesús, y su fe es demasiado superficial. Por cierto, este hombre de Costa Rica creía que Jesús cargó con los pecados del mundo justo después de ser crucificado hasta morir, cuando Dios Padre le abandonó durante tres horas mientras oscurecía. Por supuesto que las creencias de este hombre eran completamente falsas, pero en vez de borrar su correo, decidí guardarlo como instrumento para dar testimonio de la Verdad.
Mis queridos hermanos, Dios odia a la gente que no cree en Su justicia completamente o que no cree en absoluto. Como está escrito: «Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apocalipsis 3, 16), Dios vomita a esta gente. Si alguien dice que el Evangelio del agua y el Espíritu es tan correcto como el evangelio de la sangre, la fe de esta persona es falsa. La verdadera fe no puede creer en más de un Evangelio, porque la Biblia dice que hay «un Señor, una fe, un bautismo» (Efesios 4, 5).
¿Por qué dijo el Apóstol Pablo específicamente que hay un bautismo? Porque todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Jesús pudo morir en la Cruz por nosotros porque había cargado con todos los pecados en el río Jordán, el río de la muerte, al ser bautizado por Juan el Bautista. Si Juan el Bautista no hubiese pasado los pecados del mundo a Jesús a través del bautismo, Jesús no tendía que haber muerto en la Cruz. Por tanto, si Jesús no hubiese sido bautizado por Juan el Bautista, Su muerte habría sido en vano. Del mismo modo en que no podemos obtener ningún resultado si no entendemos el proceso para obtener el resultado, mientras los cristianos de hoy en día sigan sin conocer el bautismo de Jesús, la sangre derramada en la Cruz será irrelevante. Así que siempre hago hincapié en el bautismo de Jesús.
 
 

Jesús aceptó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista

 
Jesús cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Después llevó esos pecados hasta la Cruz y murió en ella. Ahora, como Jesús ha resucitado, está sentado a la derecha de Dios Padre. Así es como Jesús se ha convertido en nuestro Salvador. Se ha convertido en nuestro verdadero Salvador que da testimonio de nuestra salvación porque está vivo. Para cargar con todos nuestros pecados al ser bautizado, Jesús nació en este mundo encarnado en un hombre para nuestra salvación. Como Jesús fue bautizado para cumplir este objetivo convertido en un Hombre, pudo morir en la Cruz, levantarse de entre los muertos y convertirse en nuestro Salvador de acuerdo con el plan de Dios Padre.
Jesús planeó hacer esta obra de salvación antes de llevarla a cabo, y la implementó de acuerdo con Su plan. Nos había prometido venir al mundo como Semilla de una mujer (Génesis 3, 15; Isaías 7, 14), y como prometió, vino al mundo encarnado a través de la virgen María, cargó con los pecados del mundo al ser bautizado, y derramó Su sangre hasta morir en la Cruz. Por eso, como nos prometió, Dios fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre hasta morir, se levantó de entre los muertos, y ahora está vivo para siempre. Como Jesús está vivo ahora, todo lo que hizo por nosotros es real y efectivo para siempre, y se ha convertido en nuestro verdadero Salvador.
Del mismo modo en que el Apóstol Pablo dijo que hay un Señor, solo hay un Salvador para nosotros. Por eso solo Jesús pudo salvarnos de todos nuestros pecados. ¿Hay algún pecado en sus corazones? No, no tienen pecados. ¿Desaparecieron todos sus pecados al creer solo en la sangre de Jesús? No, todos sus pecados fueron borrados al creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la sangre derramada en la Cruz. Solo a través de esta fe en el bautismo y la sangre de Jesús pudimos borrar todos nuestros pecados. Incluso ahora solo hay una fe y un Evangelio que puede librar a todo el mundo de sus pecado, no dos, y este Evangelio es el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Y ustedes? ¿Tienen el Evangelio del agua y el Espíritu que les puede salvar de todos sus pecados? ¿Es su fe diferente a la nuestra? Si su fe es diferente a la nuestra, esto quiere decir que se han colado en la Iglesia de Dios sin la fe correcta. ¿Qué fe se levanta contra la justicia de Dios? ¿Quién puede describirse como una persona que se ha colado en Cristo? Los que creen en otra cosa que no es el Evangelio del agua y el Espíritu como su salvación. Estas personas darán el fruto de la destrucción porque sus corazones tienen pecados.
Dios nos dio libre albedrío cuando nos creó, y nos ha permitido alcanzar nuestra salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, para «reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (Efesios 1, 10). Al salvarnos a través del Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha hecho hijos de Dios. Esta es la fe que nos permite estar unidos con Dios. Nuestro Señor nos dijo a todos: «Deseo salvaros de vuestros pecados y haceros hijos Míos, para que podáis disfrutar de la gloria del Cielo como hijos e hijas míos». Este, queridos hermanos, es el plan de Dios y el cumplimiento de Su objetivo.
 
 

El Señor mora en los corazones de todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Es absolutamente imperativo que creamos en el bautismo y en la sangre de Jesús como nuestra salvación de los pecados. Podemos tener hermandad con los demás solo a través de esta fe común. Nunca debemos hacer hincapié solo en la sangre de Jesús. Si alguien en la Iglesia de Dios enseña otra fe que no sea la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos pararle los pies. Si continúa con la misma fe falsa a pesar de nuestros esfuerzos por pararle, entonces debemos romper nuestra relación con esa persona. Si encontramos a personas así en la Iglesia de Dios, debemos ayudarles a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu como nosotros, o pedirles que se vayan de la Iglesia de Dios.
Es completamente apropiado que nos levantemos contra cualquier persona que no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de Dios. Si alguien no cree en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu aunque el Señor nos ha salvado a través de este Evangelio, esta persona está en contra de la justicia de Dios con su propia justicia. El Señor nos pidió que fuésemos «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4, 3). Así que no podemos quedarnos de brazos cruzados si alguien en la Iglesia de Dio no obedece este mandamiento y atormenta a sus hermanos santos insistiendo en que ha sido salvado por creer en Jesús de cualquier manera. Debemos encontrar a estos cristianos confusos y enseñarles a mantenerse firmes en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no nos obedecen hasta el final, deberemos expulsarlos de la Iglesia de Dios aunque nos duela.
Como hay tanta gente en la actualidad que no conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, ni siquiera sabe quién ha sido salvado y quién no. Por tanto es crucial que dibujemos una frontera de fe entre el Evangelio del agua y el Espíritu, y demos testimonio a todo el mundo de que la salvación solo se puede alcanzar dentro de esa frontera. Quien quiera entrar en esta frontera de salvación de Dios debe pasar por la puerta del Evangelio del agua y el Espíritu por fe. Quien no entre por esta puerta no puede ser salvado. Todos debemos creer en esta ley de Dios y practicarla por fe.
Mientras vivimos con esta fe, debemos dejar constancia de todo testimonio de salvación y experiencia de fe para ver si son ciertos o no. Hay muchas personas entre nosotros que ni son uno de nosotros, ni comparten la fe común en el Evangelio del agua y el Espíritu, y esta gente provoca mucha maldad. Hemos visto a mucha gente así. Por eso es necesario dejar constancia de sus testimonios para verificarlos. Aunque podemos tolerar cualquier debilidad carnal, no podemos ignorar a los que tienen una fe ambigua en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es absolutamente indispensable que les enseñemos a creer firmemente en el verdadero Evangelio, uno por uno, o que expongamos su falsedad. Solo entonces podremos caminar con Cristo firmemente los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Todo el mundo en la Iglesia de Dios debe vivir por la misma fe en el verdadero Evangelio, y por tanto quien no tenga fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podrá evitar rechazar la justicia de Dios. Si hay gente así en la Iglesia de Dios, que no cree en Su Evangelio del agua y el Espíritu, debemos echarle de la Iglesia de Dios o hacerle tener la misma fe que la nuestra, sea quien sea esa persona. No debemos tolerar a las personas que se han colado en la Iglesia de Dios sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por el contrario, debemos hacer todo lo posible para impedir que esta gente entre en la Iglesia de Dios.
El Apóstol Pablo nos pidió que fuésemos «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4, 3). ¿Qué nos dijo que guardásemos el Apóstol Pablo? Nos dijo que guardásemos la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, nada más. Dios nos está enseñando aquí a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y a defender esa fe nuestra. Algunos de ustedes se preguntarán: «¿Dónde dijo el Apóstol Pablo en este pasaje que debemos defender el Evangelio del agua y el Espíritu? Aquí no se menciona el agua o el bautismo del Señor». Pero no estoy hablando del Evangelio del agua y el Espíritu según mi propia interpretación, sino que Dios mismo está hablando de este Evangelio. ¿Se encuentra el Evangelio del agua y el Espíritu en la Biblia? Sí, está en todas las Escrituras. El Evangelio del agua y el Espíritu no es algo que yo defienda cuando me es conveniente. La gente está ciega espiritualmente y por eso no puede entender este verdadero Evangelio aunque lo vea.
Cuando miramos nuestra sociedad vemos que se sostiene mediante las leyes; del mismo modo, en la Iglesia de Dios también hay una ley que sostiene Su Iglesia. Asimismo, como la ley de Dios es diferente de cualquier sistema de leyes humano, siempre está en efecto. Aunque Dios tolera todas nuestras debilidades y es paciente con nosotros, hay una cosa que Dios no tolera. Esta cosa es aceptar cualquier otro evangelio que no sea en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, a no ser que defendamos nuestra fe en este Evangelio del agua y el Espíritu, que nos ha dado la unidad en el Espíritu y la paz, nuestra salvación y nuestra paz desaparecerán de nuestros corazones.
 
 

Defender nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es mantener la paz en nuestros corazones

 
Estoy seguro de que todos saben lo que es la paz. Nuestro Señor nos ha dado la paz como nos los prometió. Como nuestro Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido esta verdadera paz. Sin embargo, aunque Dios nos ha dado la paz, la perderemos si no defendemos el Evangelio. Así que, cuando recibimos la paz, es absolutamente imperativo defenderla para siempre. Por eso, para mantener esta paz hasta el final, debemos tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Quien quiera entrar en esta Iglesia de Dios debe, por lo menos, tener esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. Solo las personas de fe pueden ser nuestros hermanos y hermanas. Sin embargo, por muy poderosa que sea una persona, si no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, es un gentil espiritual destinado a ir al infierno. Debemos tratar a estas personas como gentiles y considerarlas ovejas perdidas a las que tenemos que predicar el Evangelio con paciencia y tolerancia. Pero si estas personas intentan gobernarnos aunque no crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, no debemos permitirlo. Estas personas deberían ser expulsadas y no deberían servir al Evangelio con nuestros hermanos y hermanas y los siervos de Dios. Como esto es lo que Dios nos dijo que hiciésemos, es lo que debemos hacer, no solo por nuestros bien, sino por el de la Iglesia de Dios. Todos debemos darnos cuenta que quien rechace el Evangelio del agua y el Espíritu será castigado por Dios.
Una vez vi un documental en la televisión titulado En las huellas de Cristo, que seguía los viajes misioneros de Pablo por Asia Menor hasta Macedonia, incluyendo las regiones de Éfeso y Filipos, situadas en lo que actualmente es Grecia y Turquía. ¿Hay alguien hoy en día que tenga el Evangelio del agua y el Espíritu? No, nadie. ¿Por qué ocurrió esto? Porque cuando los Apóstoles y la Iglesia Primitiva cesaron, el Evangelio del agua y el Espíritu dejó de ser predicado por los siervos de Dios, y por tanto nadie puedo evitar que se corrompiera.
El Apóstol Pablo nos dijo a todos: «Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros» (2 Timoteo 1, 14). Aquí Pablo llamó al Evangelio del agua y el Espíritu el buen depósito en vez de mencionarlo directamente. El Señor también nos dijo que guardásemos la unidad del Espíritu en paz, y esto también se refiere al Evangelio del agua y el Espíritu.
La Biblia es la Palabra de Dios escrita por los Apóstoles escogidos por Él e inspirados por el Espíritu Santo. Por tanto, la Biblia no solo es de un valor literario e histórico incalculable, sino que es la Palabra de Verdad perfecta que proporciona la fe correcta al alma. Incluso los escritores y poetas más afamados en este mundo no pueden escribir nada tan hermoso como la Palabra de Dios recogida en las Escrituras. La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu nos ha hecho uno y nos ha permitido vivir por fe, y todos debemos creer en esta Verdad maravillosa.
Hoy en día es bastante común encontrar películas sobre la vida de Jesús, pero la mayoría de ellas acaba con una lección predecible que incita a la virtud y condena la maldad. Asimismo propagan la noción de que quien cree en Dios está bendecido, mientras que quien no cree está maldito. ¿Pero quién pudo recibir la remisión de los pecados al ver estas películas? Habría sido maravilloso que por lo menos una de estas películas hubiera dado más detalles sobre el bautismo de Jesús y hubiese explicado lo que Jesús quiso decir cuando le dijo a Juan el Bautista: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia». La gente habría recibido la remisión de los pecados al ver esta película.
Hay un pasaje en Proverbios que dice: «Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; Y el desmayo de los pobres es su pobreza» (Proverbios 10, 15). La gente no cree en lo que los pobres dicen. Pero cuando alguien rico dice algo, sus palabras son aceptadas más fácilmente. Por eso estamos entregando nuestros libros gratuitamente por todo el mundo. Así es como la gente de todo el mundo puede recibir la remisión de los pecados al leer uno de nuestros libros sobre el Evangelio.
Es absolutamente necesario que todos continuemos haciendo la obra de predicar el Evangelio, pero también debemos defender nuestra fe hasta el final. Debemos defender esta fe hasta el final a toda costa porque la corona de victoria será entregada a los que lo consigan. Aunque hayan predicado el Evangelio por todo el mundo, si pierden su fe, han perdido su paz; si han perdido esta paz, han perdido su vida; y si han perdido su vida, solo les esperan las maldiciones. Por tanto es muy importante que defiendan su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final. Debemos darnos cuenta de lo valioso y maravilloso que es este Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso debemos defender nuestra fe en este Evangelio.
Me gustaría añadir que les amo a todos. No hay ninguna excepción. No solo les amo a ustedes, los que están aquí presentes, sino también a todos nuestros ministros y santos de la Iglesia de Dios por todo el mundo, e incluso a los que están fuera de la Iglesia. De hecho, como amamos a las almas perdidas, nos preocupamos por ellas y a veces nos frustramos por su terquedad. Para defender nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final, debemos tener misericordia por todos los que no creen y considerarles almas penosas que necesitan desesperadamente que les prediquemos el Evangelio. Al mismo tiempo necesitamos la fe que nos ayude a enfrentarnos a cualquier persona que se haya colado en la Iglesia de Dios con un falso evangelio.
¿Creen sin dudar que hay un Señor, una fe y un bautismo del mismo modo en que el Apóstol Pablo nos lo enseñó en el pasaje de las Escrituras de hoy? De hecho, todos los aquí reunidos lo creemos, porque tenemos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

Debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y defender esta fe hasta el fin del mundo

 
Hemos pasado algún tiempo hoy reflexionando acerca de la fe que Pablo nos enseñó. Hemos visto en el pasaje de las Escrituras de hoy que el Apóstol Pablo solo predicó el Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio proclama el bautismo y la sangre de Jesús. El Apóstol Pablo predicó la Palabra de Dios basándose en este Evangelio del agua y el Espíritu. Además este Evangelio es la Verdad de salvación que Jesús nos ha dado personalmente. Jesús dijo que nadie puede ver el Reino de Dios ni entrar en él si no ha nacido de nuevo por el agua y el Espíritu (Juan 3, 5).
De esta manera el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha enseñado está en la Palabra de Dios. ¿Cómo puede alguien decir que ha recibido la remisión de los pecados sin creer en este genuino Evangelio del agua y el Espíritu? Si pensamos que hay alrededor de 1500 millones de cristianos en el mundo, más de 1499 millones creen en Jesús sin entender el Evangelio del agua y el Espíritu. Como estos cristianos confusos no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, no han sido salvados de sus pecados. No estoy diciendo esto porque seamos muy selectivos, sino porque Dios ha decretado que solo se puede entrar en Su Reino si se ha nacido del agua y el Espíritu, y estoy aplicando esta ley de salvación a los cristianos actuales. Solo cuando aplicamos la ley de salvación de manera concreta podemos diferenciar a los que han sido salvados de los que se hacen llamar cristianos y utilizan el nombre del Señor al tiempo en que dicen creer en Jesús sin la verdadera fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Después de todo, el Señor mismo dijo: «Porque muchos son llamados, y pocos escogidos» (Mateo 22, 14). Esto significa que, aunque cualquier persona puede creer en Jesús, no todo el que utilice Su nombre puede recibir la salvación
¿En quién nos escogió Dios? Nos escogió en Jesucristo. ¿Cómo nos ha salvado Jesucristo de todos nuestros pecados? Nos ha salvado a través de Su agua y Su sangre. ¿Es correcto decir que Jesús cargó con los pecados del mundo antes de Su muerte en la Cruz, cuando la oscuridad descendió y Jesús fue abandonado durante tres hora, tal y como el hombre de Costa Rica afirma que ocurrió? No, no es correcto.
Si todavía no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, les pido que crean en este Evangelio ahora de todo corazón. Pueden disfrutar de la paz en este verdadero Evangelio solo si creen en él, lo defienden, y lo predican hasta el final, pase lo que pase. De hecho, aunque la mayoría de la gente no se da cuenta de esto, este Evangelio nos ha dado la paz. ¿Cómo podríamos haber conseguido la paz sin el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Podríamos haber encontrado la paz en algún otro sitio? Por supuesto que no. Por el contrario, deben darse cuenta de que si ignoran este Evangelio y no lo guardan, no solo perderán su paz, sino que también serán malditos.
Si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, o si no lo guardamos hasta el final después de creer en él, moriremos para siempre. Por eso no debemos dejar pasar que haya alguien en nuestra Iglesia proclamando otra fe que no sea la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos hacer esto por el bien de todos nosotros, para que nadie muera, y por eso debemos defender nuestra fe verdadera hasta el final. Perderíamos la fe y moriríamos si permitiésemos que esta gente sin fe se quedamos en la Iglesia de Dios. ¿Qué ocurriría si alguien aquí se levantase y dijese: «El bautismo de Jesús no es tan importante, solo Su muerte en la Cruz nos ha salvado perfectamente»? ¿No rompería esto nuestra fe? Por supuesto que sí. Como sabemos todos, gracias a que Jesús fue bautizado, pudo derramar Su sangre en la Cruz. Así que si ignoramos a la gente que dice tonterías porque no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu, muchas personas acabarán cayendo en la destrucción como consecuencia. Las consecuencias de esto son predecibles y devastadores igual que beber y fumar sin medida.
Mis queridos hermanos, no puedo hacer suficiente hincapié en lo importante que es que defiendan su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora. Deben defender su fe por su propio bien. Así es como pueden ayudar a otras almas, y así pueden servir a la justicia de Dios. Así que es absolutamente indispensable que mantengan la fe correcta que tienen ahora, es decir, deben defender su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si por el contrario desprecian el Evangelio del agua y el Espíritu, del mismo modo en que Esaú vendió su derecho como primogénito por un plato de lentejas, perderán las bendiciones de Dios. ¿Dirían entonces como Esaú: «Como soy el primogénito, voy a heredarlo todo de mi padre, pero te lo daré todo por un plato de lentejas»? Cuando Esaú volvió de cazar, tenía tanto hambre que solo podía pensar en comer, y cuando llegó a casa vio a su hermano pequeño, Jacob, cocinando lentejas. Entonces Esaú se lanzó sobre el plato de lentejas, se lo tragó y su derecho de hijo primogénito se fue para siempre. Estoy seguro de que saben lo que pasó después: Esaú perdió sus bendiciones. Del mismo modo en que Esaú fue maldecido por despreciar su derecho, ustedes tampoco recibirán nada si desprecian el Evangelio del agua y el Espíritu y lo abandonan.
Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios, podemos heredar todas las bendiciones del Padre y todo Su poder, así como la fe. Por eso, ¿no sería muy estúpido que vendiésemos nuestro derecho como hijos primogénitos por un plato de lentejas como Esaú? Así que no podemos abandonar el Evangelio del agua y el Espíritu, la unidad del Espíritu en la paz, solo porque alguien nos tiente con cosas de este mundo. Por eso estamos predicando este Evangelio y rechazando los valores sociales como hizo el Apóstol Pablo. Asimismo nunca abandonaremos este valioso tesoro que tenemos en nuestros corazones.
Estamos a punto de realizar algunos cambios en la organización, pero a pesar de eso seguiremos sirviendo al Evangelio pase lo que pase. Debemos hacer lo posible para cumplir la responsabilidad que el Señor nos ha dado, y para ellos debemos unirnos en el Evangelio del agua y el Espíritu. No podemos permitirnos tolerar a las personas que hagan que los santos tropiezan con enseñanzas diferentes al Evangelio del agua y el Espíritu. Si hay gente así entre nosotros, debemos enseñarle que está equivocada para que todo el mundo lo vea y el verdadero Evangelio no se corrompa.
La Verdad no puede pararse aunque alguien intente silenciarme a la fuerza. Aunque me pase algo, la Iglesia seguirá predicando el Evangelio del agua y el Espíritu sin cesar. Estoy decidido a denunciar alto y claro todo lo que es falso. Del mismo modo en que una llama grande se encendió en la Iglesia de Jerusalén cuando Santiago fue martirizado, creo que cuando pasemos por tribulaciones, nuestra fe se reforzará aún más y el Evangelio obrará de manera espectacular. Así que démosle gracias a Dios, defendamos el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final, y hagamos la obra del Evangelio unidos por esta fe común.