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Tema 19: Efesios

[Capítulo 5-4] ¿Qué significa vivir con la plenitud del Espíritu? (Efesios 5, 1-21)

¿Qué significa vivir con la plenitud del Espíritu?(Efesios 5, 1-21)
«Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos los unos a los otros. Someteos unos a otros en el temor de Dios».
 
 
Pablo se convirtió en un Apóstol de Dios por la llamada de Jesucristo, y consecuentemente predicó solamente la voluntad de Dios como Su Apóstol. Como uno de los encargados de la Iglesia de Dios, el ministerio de Pablo tuvo mucho éxito. El ministerio literario era una de las actividades misioneras como podemos ver en las epístolas paulinas.
Pablo temía y tenía respeto por Cristo desde lo más profundo de su corazón. Su fe en Jesucristo era el centro de su ministerio. Predicaba constantemente que Jesucristo había salvado a todo el mundo de sus pecados y había bendecido a todo el mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Como siervo fiel de Jesucristo, Pablo predicó sin cesar la profundidad y el alcance infinitos del amor de Cristo hasta que fue a ver al Señor cara a cara.
 
 

La gracia de Dios que está hecha de Su justicia

 
En los capítulos 3 al 5 de Efesios, el Apóstol Pablo utilizó el adverbio por tanto continuamente para explicar la justicia de Jesucristo clara y lógicamente. Esta justicia revelada por el hecho de que Jesucristo, que es Dios, dejó Su trono celestial, vino al mundo, y nos salvó de todos los pecados del mundo cuando estábamos destinados a morir por nuestros pecados. Jesucristo sufrió de manera indescriptible para salvarnos de los pecados del mundo con Su justicia. Como un cordero humilde ante tu esquilador (Isaías 53, 7), cargó en silencio con todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista ante Dios Padre, y entonces triunfó sobre la muerte. Se ha convertido en nuestro salvador al ser bautizado por Juan el Bautista y levantarse de entre los muertos.
Ahora hemos recibido la verdadera salvación al creer en la justicia de Jesucristo, quien vino por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, porque nos ha bendecido a todos los creyentes para que podamos alcanzar esta verdadera salvación. Por eso el Apóstol Pablo predicó a todo el mundo en sus días que fuera salvado por fe a través de la justicia de Jesucristo, el Hijo de Dios Padre.
¿Se dan cuenta de cuánto nos amó Dios Padre a través de Jesucristo? Nos hemos dado cuenta de esto porque el Apóstol Pablo nos enseñó con todo detalle cómo Jesucristo nos ha dado las bendiciones de salvación. Pablo también habló de cómo Jesucristo nos ha revestido de su gloria magnífica del Reino de los Cielos. Como todos nosotros, fue por fe que Pablo recibió su salvación en el amor de Cristo, y por tanto a través de sus cartas quiso comunicar esta fe de salvación a todos los santos que viven en el fin de los tiempos, para enseñarles que sus vidas deben estar llenas del Espíritu Santo.
 
 

El Apóstol Pablo nos dijo que viviésemos una vida recta

 
El Apóstol Pablo dijo lo siguiente a los santos de Éfeso: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante» (Efesios 5, 1-2). Todos nosotros debemos caminar como nos dijo Pablo, porque en nuestro pasado todos estábamos destinados a ir al infierno por nuestros pecados.
Para estos seres humanos perdidos como nosotros Jesucristo fue enviado al mundo a través del cuerpo de la Virgen María según la providencia de Dios Padre. Cuando Jesús cumplió 30 años tuvo que cargar con los pecados de todo el mundo cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Por tanto Cristo tuvo que ser crucificado hasta morir porque había cargado con nuestros pecados. Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista para derramar Su sangre al ser castigado por todos los pecados del mundo. Al cumplir el Evangelio del agua y el Espíritu a través de Su Hijo Jesucristo Dios Padre nos ha salvado de todos los pecados del mundo para siempre a todos los que creemos en esta Verdad.
¿No es maravilloso que el Señor nos haya dado este amor tan abundante? De la misma manera en que estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu sin cesar, el Apóstol Pablo también predicó este Evangelio verdadero a todas las naciones del mundo conocido. Para animar a los santos de Éfeso a seguir sus pasos, les dijo: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados» (Efesios 5, 1). ¿Cómo podemos emular a Dios? Podemos emular a Dios imitando a Jesucristo, que es Dios. Refiriéndose a Jesucristo, el Apóstol Pablo también dijo: «Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante» (Efesios 5, 2). Por tanto, emular a Dios para nosotros es sacrificarnos por el Evangelio del agua y el Espíritu como hizo Jesucristo.
Yo mismo he sufrido mucho por mis pecados. Aunque ya no es así, ya que creo en el Evangelio del agua y el Espíritu, hubo un período de tiempo en mi vida en el que estaba tan atormentado por mis pecados que casi me volví loco y estuve cerca de suicidarme. Esto ocurrió porque Satanás acusaba constantemente mi conciencia por tener pecados. Mis pecados me causaron tanto sufrimiento que estaba medio muerto física y espiritualmente. El Diablo siguió acusándome de ser un pecador una y otra vez, pero todo lo que pude hacer para resistirlo era creer de manera abstracta que Jesucristo era mi Salvador.
En aquellos días, no sabía exactamente cómo mi Señor había borrado mis pecados con la justicia de Dios. Este fue un momento en mi vida en que solo creía que la sangre derramada por el Señor en la Cruz era mi salvación. Si hubiese escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu una vez en aquel entonces, no habría sufrido tanto. Pero no había nadie para predicarme el Evangelio del agua y el Espíritu. Todos esos años pensé que el Señor me había salvado de mis pecados al ser crucificado y haber derramado Su sangre, pero esto no quitó los pecados de mi conciencia ni de mi corazón. Así que constantemente el Diablo acusaba mi conciencia y yo me sentía culpable siempre.
 
 

No pude encontrar el Evangelio del agua y el spíritu por una razón: no había conocido a nadie que conociese este verdadero Evangelio ni lo predicara

 
Incluso mientras sufría tanto por mis pecados en aquel entonces, los pecados que estaban escritos en mi corazón no desaparecían por mucho que creyese en la sangre de Jesucristo. Esto no ocurrió hasta que entendí el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero cuando escuché y creí en este Evangelio verdadero, todos mis pecados fueron borrados por completo, del mismo modo en que el Señor dijo en Isaías 1, 18: «Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos».
Hasta que conocí este Evangelio del agua y el Espíritu, deseaba constantemente que mis pecados desaparecieran. Por eso estuve buscando el Evangelio del agua y el Espíritu tan desesperadamente. Justo antes de encontrar el Evangelio del agua y el Espíritu, confesé ante Dios que yo era un gran pecador. Admití mi estado pecador porque, aunque habían pasado más de 10 años desde que empecé a creer en Jesús, mi corazón todavía tenía pecados. ASí que oré a Dios para que me enseñase la Verdad y me enseñase el camino correcto. Como estaba destinado a morir por mis pecados, le pedí a Dios que borrase todos mis pecados. Hasta entonces había vivido como cristiano en pecado, sufriendo constantemente por mis pecados. Incluso cuando iba al seminario, cuando me examinaba a mí mismo, veía que tenía pecados en mi corazón. Así que para calmar mi conciencia, intenté engañarme a mí mismo para convencerme de que era un hombre de Dios, y como estaba bajo la Ley de Dios, intentaba cumplir Sus estatutos y ofrecer oraciones de penitencia constantemente.
En aquel entonces mi madre adoptiva y yo dirigíamos un centro de oración frecuentado por muchos cristianos. Pero yo no tenía apenas nada que hacer allí. Así que pasé la mayor parte de mi tiempo meditando y me di cuenta de lo vacío que estaba mi corazón. Los días lluviosos me daban más tiempo para examinar mi corazón, y caí en la cuenta de que no tenía fe en Dios. En momentos como ese, me vi a mí mismo alejado de Jesucristo y abandonado en un mundo desolado completamente solo. No tengo palabras para expresar el vacío que sentí cuando me di cuenta de que Cristo no estaba en mi corazón. Así que deseaba tener a Cristo en mi corazón para que viviese en mí, Por supuesto esto ocurrió aunque había orado millones de veces para recibir a Jesucristo en mi corazón.
Cuando confesaba mi fe en Jesús como mi Salvador siempre parecía que creía en Él, y por eso mi fe parecía buena. Pero a pesar de esto, mis pecados seguían intactos en mi corazón. Me di cuenta de que mi alma había sigo abandonada por completo en el desierto. Cuando me rodeaba de hermanos cristianos, sentía que estaba viviendo una buena vida cristiana y dando testimonio de Jesús; sin embargo, cuando estaba solo y me examinaba a mí mismo sinceramente y podía ver claramente que Jesucristo no estaba en mi corazón, y que mi corazón solo estaba lleno de pecados. Casi me di cuenta de que no había sido salvado de todos mis pecados a través de la justicia de Dios, y que en vez de estar en los brazos de Dios, estaba solo y separado de Él. En resumen, estaba completamente claro que era un pecador destinado a ser destruido.
Con el paso del tiempo, cada vez estaba más convencido de que era un pecador, y cuando esto ocurría intentaba hacer todo lo posible por deshacerme de estos pensamientos, desde leer la Palabra de dios toda la noche, hasta orar en voz alta e incluso ayunar durante varios días. A pesar de estos esfuerzos, siempre que intentaba mitigar mi conciencia culpable, se hacía cada vez más evidente que era un pecador separado de Cristo. Aunque está escrito en la Biblia: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él» (Efesios 1, 4), todavía era un pecador destinado a ir al infierno.
En su epístola a los efesios, Pablo habló a menudo sobre cómo todo verdadero creyente debía ser en Cristo, algo que yo no pude conseguir por mucho que lo intentase. Deseaba desesperadamente tener la convicción para creer en estaba en Cristo, tal y como la Biblia lo dice. Sin embargo, como mi conocimiento de la obra de salvación de Jesús estaba incompleto, no podía evitar seguir siendo un pecador, ya que solo creía que Jesucristo había sido condenado por mis pecados al ser crucificado hasta morir y derramar Su sangre. Por lo tanto entrar en Cristo estaba fuera de mi alcance. Aunque creía en Jesucristo como el Salvador de la humanidad, todavía era un pecador hasta que empecé a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
En otras palabras, siempre y cuando creyese solamente en la sangre derramada en la Cruz, no podría llegar a Cristo, ya que seguía siendo un pecador. Así que por mucho que creyese en Jesús como mi Salvador, seguía atormentado cuando sentía que estaba fuera de Cristo. Cuanto más sentía esto, más sediento espiritualmente estaba; a pesar de profesar creer en Jesús, tenía una vida de fe vacía, ya que mi corazón no tenía al Espíritu Santo ni la Palabra de Dios. En aquellos días estaba viviendo en la peor condición espiritual imaginable. Aunque gritaba cuando predicaba la sangre del Señor en la Cruz a los demás, cuando estaba solo, sabía que era un gran pecador y que no había llegado a Cristo.
 
 

Entonces se me concedió la oportunidad de descubrir el Evangelio del agua y el Espíritu

 
A pesar de todo este sufrimiento, se me presentó la oportunidad de leer Mateo 3, 13-17 después de haber ido a una reunión de resurgimiento espiritual. Cuando leí este pasaje, me di cuenta finalmente de que todos mis pecados se habían pasado a Jesucristo. Aunque había sufrido tanto por culpa de mis pecados durante todos estos años, este pasaje me enseñó claramente que mis pecados se habían pasado a Jesucristo a través de Su bautismo.
Pasemos a Mateo 3, 13-17: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».
En aquel día, en el mismo momento en que leí este pasaje, el Antiguo y el Nuevo Testamento empezaron a tener sentido juntos en mi mente. Por fin pude ver la conexión entre la imposición de manos realizada en los sacrificios ofrecidos en el Antiguo Testamento, y el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu estaba escondida ahí. A través del pasaje de Mateo 3, 13-17 en el Nuevo Testamento y del sistema de sacrificios en el Antiguo Testamento, me di cuenta por fin de qué era el Evangelio del agua y el Espíritu, y entendí y creí en la Verdad de salvación. El Evangelio del agua y el Espíritu era la Verdad de salvación que proclamaba que el Señor había salvado a todos los creyentes perfectamente al cargar no solo con mis pecados, sino con los pecados de toda la raza humana, a través de Su bautismo, Su crucifixión y derramamiento de sangre, y Su resurrección de entre los muertos. Entonces encontré el Evangelio del agua y el Espíritu por fin y así pude convertirme en un hombre justo salvado de todos mis pecados.
Había pasado diez largos años como un cristianos pecador, sin conocer la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Mi fe había sido en vano durante todos esos años, y había sido un hombre ciego espiritualmente.
 
 

¿Saben lo famosa que el la salvación imaginaria en el cristianismo de hoy en día?

 
Deberían darse cuenta de cuántos cristianos están sufriendo por culpa de la salvación imaginaria. Es similar al embarazo psicológico, del que estoy seguro han oído hablar muchas de nuestras hermanas. El embarazo psicológico es una condición médica en la que una mujer muestra varios signos y síntomas asociados con el embarazo aunque en realidad no esté embarazada. Esta condición no solo se muestra en mujeres, sino también en otros mamíferos. Se conoce también con el término médico pseudo ciesis y ocurre normalmente en mujeres en edad de tener hijos que tienen un gran deseos por ser madres. Las pacientes que padecen este trastorno presentan varios síntomas de embarazo que pueden detectar ellas mismas, tales como náuseas matinales, distensión abdominal, crecimiento de los pechos, cambios en la pigmentación, secreción hormonal, e incluso la sensación de movimiento del feto. En general, el embarazo psicológico parece ser causado por factores psicológicos. Cuando una mujer tiene un gran deseo por quedarse embarazada, esto puede causar cambios psicológicos para mostrar signos detectables de embarazo. Como los síntomas de los embarazos psicológicos son los mismos que los de los embarazos normales, las mujeres con esta enfermedad se engañan a sí mismas y creen que están embarazadas.
De una manera similar, muchos cristianos de hoy en día están experimentando una salvación imaginaria con su fe en la salvación. Estos cristianos mal informados piensan que Jesús les ha salvado de todos sus pecados al ser crucificado. Como creen en Jesús de manera tan obvia, piensan que han sido salvados aunque tengan pecados en sus corazones. De la misma manera en que una mujer que tiene un embarazo psicológico está convencida de que está embarazada aunque no lo esté, muchos cristianos de hoy en día tienen una fe falsa como si fuera verdadera. La salvación en la que estos cristianos creen y predican no tiene ningún fundamento, es completamente falsa y absurda.
He visto a muchos cristianos que piensan que han sido salvados con su propia imaginación. Cuando miro y veo cómo viví mi fe en el pasado, observo que yo también tenía una fe imaginaria, y que pensaba que había sido salvado. Aunque mi corazón estaba lleno de pecados, seguía creyendo que había sido salvado de mis pecados.
 
 

No importa lo que diga la gente, porque estoy absolutamente seguro de que he recibido la remisión de los pecados a través de la obra de Dios que me manifestó

 
Solía hablar en lenguas y tener visiones celestiales en el pasado, pero ahora tengo una fe que es más cierta y segura que cualquier lengua o visión.
Cuando me convertí al cristianismo por primera vez, no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no creía en él. Tenía una enfermedad grave en aquel entonces, y quizás por esta razón estaba invadido por mis propias emociones cuando leía en la Biblia que Jesús había muerto por un pecador tan terrible como yo. Por supuesto, en aquel entonces no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso estaba agradecido aunque tenía que morir por mis pecados, porque pensaba que Jesús me había salvado al ser crucificado y derramar Su sangre en mi lugar, y después levantarse de entre los muertos. Así es como creí en Jesús, pensando que por lo menos debía deshacerme de mis pecados antes de morir.
En cuanto creí en Jesús como mi Salvador, tenía tanto fervor que empecé a predicar la fe cristiana inmediatamente. Pero ahora que conozco la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, cuando miro mi pasado, está claro que tenía un caso grave de salvación imaginaria. También puedo ver que hay muchos cristianos que padecen una salvación imaginaria como yo. Aunque estos cristianos piensen que han sido salvados de sus pecados, en realidad, siempre tienen pecados en sus corazones. Muchos de ellos piensan que han sido salvados aunque sus corazones tienen pecados porque creen en Jesús. Dicen que como Dios les ama, han sido salvados de sus pecados a través de Su Hijo Jesucristo, y por eso no tienen pecados incondicionalmente. Pero esto es precisamente lo que significa padecer una salvación imaginaria.
Por el contrario, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu no hemos sido salvados por nuestra imaginación. Nuestra salvación está aprobada por Dios porque creemos en la Verdad de salvación llamada el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesucristo se entregó a Sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio a Dios Padre por un aroma dulce (Efesios 5, 2). En otras palabras, Jesús, el Hijo de Dios, nos ha salvado a la perfección al cargar con todos nuestros pecados en obediencia a Dios Padre, al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos.
Al creer en este Evangelio de salvación, el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido salvados de todos nuestros pecados. Y como ahora creemos en este Evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido salvados de todos nuestros pecados. Y ahora que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podemos dejar de dar gracias a Dios.
 
 

El Apóstol Pablo escribió su epístola a la Iglesia de Éfeso mientras estaba en prisión

 
Podemos ver que el tema subyacente de la Epístola de Pablo a los Efesios es su fe profunda en la altura, el ancho y la profundidad del amor de Cristo. Hoy, mientras llevamos a cabo nuestro ministerio literario, deberíamos pensar en la altura, el ancho y la profundidad del amor de Cristo, como hizo el Apóstol Pablo. Y con este entendimiento debemos dar gracias al Señor con nuestra fe, dar toda la gloria a Dios Padre, y predicar diligentemente el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo.
¿Cómo de profundo es el amor de Jesucristo por nosotros con el que nos ha salvado de todos nuestros pecados? Dios mismo nos ha salvado de todos nuestros pecados al convertirse en un Hombre, y esto nos demuestra lo grande que es el amor de Dios, como está escrito en Juan 1, 14: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad». Todo lo que Jesucristo hizo por nosotros cuando vino al mundo es la Verdad de salvación. No tiene nada falso, y está lleno de la justicia de Dios.
Cuando nuestro Señor vino al mundo, cargó con todos los pecados del mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista. Al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos, salvó a todo el mundo. Todos los que creen en esta Verdad están completamente sin pecados, porque no tienen pecados en sus corazones, y están dando testimonio de la Verdad por todo el mundo. Estamos dando testimonio al mundo de que Jesucristo nos ha salvado de todos nuestros pecados para siempre al venir al mundo, ser bautizado por Juan el Bautista y morir en la Cruz, y por eso estamos dando testimonio de que no tenemos pecados a los ojos de Dios.
Dios Padre ha borrado todos nuestros pecados a través de Su Hijo. Pasó todos los pecados de este mundo a Su Hijo, y el Hijo de Dios erradicó todos estos pecados al ser juzgado por ellos en nuestro lugar. Dado que Jesús ha borrado todos nuestros pecados de esta manera, ¿por qué hay todavía tantos cristianos que tienen pecados en sus corazones? Sus corazones siguen teniendo pecados porque creen en Jesús como su Salvador sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu.
El Apóstol Pablo siguió predicando el amor de Jesucristo durante toda su vida. Predicó a todo el mundo que Jesucristo había salvado a la raza humana a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso Pablo dijo: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos» (Gálatas 3, 27); y en Hebreos 10, 22 dijo: «Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura». Pablo siguió predicando la verdadera Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu sin cesar hasta que fue martirizado en Roma.
El Apóstol Pablo conocía el Evangelio del agua y el Espíritu tan bien y creía en él sin duda alguna. Sin embargo, muchos cristianos hoy en día creen en Jesús como su Salvador sin darse cuenta de que el Señor ha borrado los pecados de todo el mundo con el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que pueden imaginarse lo triste que se sentiría el Apóstol Pablo si viera lo que está pasando en el cristianismo de hoy en día. De la misma manera Dios se siente muy decepcionado.
Cuando Jesucristo vino al mundo, cumplió toda la justicia de Dios en el momento en que cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz fueron lo que cumplió la justicia de Dios. Este Evangelio es el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha salvado de nuestros pecados. Al ser bautizado, Jesucristo, el Hijo de Dios, no solo aceptó todos nuestros pecados sino que también cargó con los pecados de toda la humanidad; al entregar Su cuerpo para ser crucificado hasta morir, fue condenado por todos nuestros pecados; y resucitó de entre los muertos a los tres días. Así es como Jesucristo ha borrado todos nuestros pecados y nos ha devuelto a la vida después de una muerte segura, y así se ha convertido en nuestro Salvador.
Por tanto, todos los que reconocen y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu recibirán la vida eterna. Este es el amor que Dios tiene por nosotros. La Verdad a través de la que Dios nos ha salvado de todos los pecados del mundo se encuentra en el Evangelio del agua y el Espíritu. Quien cree en este verdadero Evangelio no tiene pecados en su corazón.
¿Qué dice el Padrenuestro? Dice:
«Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6, 10).
En Juan 3, 16 Jesús dijo: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Dios Padre ha borrado todos nuestros pecados y nos ha salvado de los pecados del mundo al enviar a Su Hijo al mundo, pasar todos nuestros pecados al Hijo, dejar que fuese crucificado hasta morir, y resucitarle. Al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesucristo borró nuestros pecados para siempre. Así es como el Señor ha borrado por completo todos nuestros pecados para siempre. Así es como el Señor ha cumplido la salvación de la perfecta remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, el problema es que muchas personas están siendo engañadas por doctrinas cristinas falsas y no se dan cuenta de la Verdad de salvación, es decir, no tienen ni idea de que Dios les ha salvado de todos sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Al ser engañados por el Diablo y sus falsos profetas, muchos cristianos están viviendo con sus corazones esclavizados por sus pecados aunque digan creer en Jesús. Estas personas están viviendo como pecadores porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y están siendo engañadas por las falsas doctrinas del cristianismo moderno. Por eso el Apóstol Pablo está tan afectado en su espíritu.
Al hablar de la altura, el ancho y la profundidad del amor de Jesucristo, el Apóstol Pablo nos ha dicho que, como nos hemos revestido del amor de Cristo, no debemos vivir según los deseos del mundo como hace la gente que pertenece al mundo. Entonces nos advirtió lo siguiente: «Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor» (Efesios 5, 3-9).
Este pasaje claramente nos enseña que si hemos entendido el amor de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu y lo hemos aceptado en nuestros corazones por fe, no debemos participar en los pecados cometidos por la gente de este mundo, y debemos alejarnos de esta gente. En otras palabras, el Apóstol Pablo nos está diciendo lo siguiente: «Todos los que siguen los deseos carnales y la maldad se enfrentarán a la ira de Dios sin falta. Los que no creen en el amor de Dios ni en que el Señor ha borrado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, también se enfrentarán a la ira de Dios. Pero ustedes han sido salvados de todos sus pecados, y por tanto no participan en estos pecados. Si viven como la gente del mundo incluso después de haber sido salvados de todos sus pecados, se enfrentarán a la ira de Dios».
 
 

«Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas» (Efesios 5, 13)

 
El Apóstol Pablo dijo en Efesios 5, 10-14: «Comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo».
Antes de este pasaje, Pablo había dicho en Efesios 5, 9: «Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad». Como Pablo nos enseña aquí, como hemos sido salvados de todos nuestros pecados y nos hemos convertido en los hijos de Dios, todos debemos vivir como hijos de la luz. Los justos nunca deben vivir como la gente del mundo. Ningún santo justo debería cometer los mismos pecados que los pecadores. Todos los hijos de la luz deben vivir de una manera que se ajuste a su nuevo estado, y para ello, deben juntarse y llevar a cabo la obra justa del Señor de todo corazón.
Cuando los justos se reúnen para hacer la obra de Dios de justicia, a veces ven muchos de sus errores expuestos a la luz. Cuando sus fallos quedan expuestos, quedan manifestados por la luz de la Palabra de Dios. Esto significa que los justos pueden entrar en la luz solo cuando sus errores quedan expuestos.
Pablo también dijo que nadie que se haya convertido en un hijo de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debería trabajar con una persona que no ha nacido de nuevo. Aunque tenemos fallos, si los justos predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu y seguimos al Señor en unidad, no nos faltará nada. Por supuesto, como todavía tenemos muchos errores, es cierto que podemos seguir cometiendo pecados, pero todos esos pecados ya han sido redimidos. Sin embargo, si juntamos nuestras manos con los pecadores que solo buscan hacer cosas malvadas, estamos cometiendo el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo, y este pecado no puede ser perdonado. Lo que el Espíritu Santo está intentando enseñarnos en el pasaje de las Escrituras es que todos los santos justos deben vivir con la plenitud del Espíritu.
Somos los justos que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero ¿significa esto necesariamente que no cometemos pecados carnales? Por supuesto que no. Incluso los justos todavía pueden cometer pecados en la carne y por tanto, cuando sus vidas van por el mal camino, sus predecesores en la fe deben regañarles por sus errores. ¿Por qué? Porque solo cuando se nos regaña por nuestros errores podemos darnos cuenta de que hemos ido por el mal camino; y solo entonces podemos admitir nuestros errores, entrar en la luz, meditar sobre el Evangelio, y una vez más darle gracias al Señor por darnos la remisión de los pecados. Por tanto, cuando vamos por el mal camino y no nos damos cuenta, la Iglesia debe regañarnos y hacernos ver lo que está pasando. A menudo cometemos pecados que nos parecen imperdonables. Sufrimos mucho y nos arrepentimos de los pecados que cometemos. Pero esto no es un problema tan grande. Esto se debe a que hemos sido salvados de todos estos problemas. Como el Señor ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en los hijos de Dios sin pecados por fe; y por tanto, cuando nos regañan por cometer pecados, se manifiesta aún más que somos hijos de Dios. Por eso el Apóstol Pablo dijo que todas las cosas que son puestas en evidencia, por la luz quedan manifiestas.
Sin embargo, este principio no se aplica a los pecadores que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Intenten regañarles por sus pecados, y verán lo que pasa. En vez de quedar expuestos por la luz, les odiarían y se volverían hostiles. Solo los que han sido salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu quedan expuestos por la luz cuando son reprendidos por ir por el mal camino. Cuando los justos son reprendidos por sus errores por sus predecesores de la fe pueden escapar de esos pecados, y así es como la Verdad de salvación puede brillar más para revelar de manera más clara que el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados. Por tanto, es absolutamente indispensable conocer el amor de Cristo, creer en el ancho y la profundidad de este amor y estar dispuestos a ser regañados por nuestros errores cuando vamos por el mal camino en nuestras vidas de fe.
 
 

Debemos aprovechar el tiempo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Está escrito en Efesios 5, 15-18: «Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu».
Examinemos este pasaje en más profundidad. Ahora que hemos aceptado el amor de Cristo en nuestras vidas, ¿cómo debemos vivir de ahora en adelante? Como hemos sido salvados de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos nosotros los que conocemos la altura, el ancho y la profundidad del amor de Cristo. ¿Cómo debemos vivir desde este momento? Debemos vivir con rectitud ante Dios, siendo sabios y no necios. Para ello debemos aprovechar el tiempo que el Señor nos ha dado. Todos los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos aprovechar el tiempo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Quién puede parar el tiempo? Nadie puede hacer que el tiempo se pare. Hoy es 2 de noviembre. Quedan menos de dos meses en este año. Como cristianos, debemos hacer la tarea importante de averiguar cómo podemos utilizar estos dos meses de la mejor manera posible para hacer la obra del Señor. Lo que debemos hacer ahora es pensar en cómo podemos servir al Evangelio del agua y el Espíritu durante estos dos meses y dedicar nuestros corazones a hacer esta obra. Por eso el Señor nos dijo que aprovechásemos el tiempo.
Aprovechar el tiempo es todavía más importante para los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu en estos tiempos. ¿Por qué debemos aprovechar el tiempo? Porque no queda mucho tiempo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, y por eso debemos aprovechar el tiempo aún más. Como la vuelta del Señor no está lejos, no debemos sucumbir a la necedad como la gente de este mundo, sino que debemos vivir por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y entender la voluntad del Señor.
¿Cuál es la voluntad del Señor para nosotros? Vivir el resto de nuestras vidas en este mundo al confiar en el Señor. Como el Señor nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, no solo debemos entender lo importante que es vivir por fe, sino que debemos también vivir esta vida de fe.
 
 

Si quieren estar llenos del Espíritu Santo, crean y sirvan solamente al Evangelio del agua y el Espíritu

 
Está escrito en Efesios 5, 18: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu». El que debamos estar llenos del Espíritu Santo significa que debemos sumergirnos en la obra de Dios, creer en Su justicia, e invertir nuestro tiempo en la predicación de esta justicia de Dios. La plenitud del Espíritu no significa hablar en lenguas o rezar como fanáticos. Lo que significa estar llenos del Espíritu Santo es dedicarnos completamente a la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, es muy importante darnos cuenta de la voluntad del Señor, creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que contiene la justicia de Dios, y obrar con lealtad para predicar este Evangelio.
Muchos cristianos piensan que vivir con la plenitud del Espíritu Santo significa gritar y orar fanáticamente toda la noche, pero no es así. Piensan que Dios les llenará con el fuego del Espíritu Santo si rezan con bastante fervor, y por eso sus emociones se agitan y piensan que están llenos del Espíritu. Pero esto es un gran error. Están siendo agitados por sus propias emociones.
La Biblia enseña claramente que todos los santos y colaboradores de todo el mundo deben dedicarse a sí mismos por completo al Evangelio del agua y el Espíritu por fe, y esto es lo que significa vivir con la plenitud del Espíritu. Ahora podemos apreciar esto todavía más cuando examinamos el pasaje de las Escrituras de hoy.
 
 

¿Cómo podemos estar llenos del Espíritu Santo cada vez más?

 
Pasemos a Efesios 5, 19-21: «Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos los unos a los otros. Someteos unos a otros en el temor de Dios».
¿Qué significa vivir con la plenitud del Espíritu? Aprovechar el tiempo y servir al Evangelio, ser sabio en vez de necio, entender lo que el Señor quiere de nosotros y dedicarnos a servir al Evangelio del agua y el Espíritu en vez de vivir por nosotros mismos, y sumergirnos en la obra de predicar el Evangelio para la complacencia de Dios en vez de embriagarnos con el vino de este mundo. Esto es lo que significa vivir con la plenitud del Espíritu como Dios quiere que vivamos. En resumen, servir al Evangelio del agua y el Espíritu en nuestras vidas es vivir con la plenitud del Espíritu. Por tanto todos debemos vivir en este mundo confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu y sirviéndolo.
Algunas de las personas que vinieron a nuestra última reunión de resurgimiento nos han dicho que no volverán porque están decepcionadas por el hecho de que el predicador no gritó aleluya como esperaban. Esta gente piensa que un buen predicador de resurgimiento debe tener la habilidad de agitar las emociones de los presentes gritando aleluya mientras predica. Pero gritar aleluya, orar en alto solo para destacar, o darse palmadas en el pecho con fervor emocional no es lo que significa vivir con la plenitud del Espíritu.
Es absolutamente importante que todos tengamos un buen entendimiento de lo que significa vivir con la plenitud del Espíritu. Al tratar cómo debemos estar llenos del Espíritu Santo en nuestras vidas, Dios dijo en Efesios 5, 19-21: «Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos los unos a los otros. Someteos unos a otros en el temor de Dios».
Vivir en la plenitud del Espíritu significa creer en Jesucristo, quien vino al mundo por el Evangelio del agua y el Espíritu, y predicar este Evangelio fielmente en nuestras vidas. Todos nosotros estamos viviendo por fe, alabando la justicia de Dios manifestada en el Evangelio del agua y el Espíritu. Precisamente como somos los justos que vivimos por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, confiamos en la justicia de Dios y la seguimos, y alabamos a Dios con acción de gracias. Como hemos nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos edificarnos los unos a los otros y vivir por una fe común. Cuando Efesios 5, 19 dice: «Cantando y alabando al Señor en vuestros corazones», significa que, como conocemos el Evangelio del agua y el Espíritu, confiamos en la justicia de Dios y le alabamos por ella. Vivir así es vivir con la plenitud del Espíritu.
Está escrito en Efesios 5, 20-21: «Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos los unos a los otros. Someteos unos a otros en el temor de Dios». Aquí el Señor nos dijo que nos sometiésemos los unos a los otros por el bien de la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu. Como el Señor nos dijo, debemos someternos los unos a los otros según el orden establecido por Dios en nuestros puestos. Los líderes de la Iglesia no deberían intentar dominar a sus seguidores mediante la coacción, sino que deberían servir a sus seguidores y cooperar los unos con los otros para cumplir la obra justa de Dios, y dedicar todas sus vidas a la predicación del Evangelio. Así es como pueden vivir con la plenitud del Espíritu. Creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, entender la altura, el ancho y la profundidad del amor de Dios y de Cristo, saber cuál es la voluntad de Dios para nosotros, y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, es vivir con la plenitud del Espíritu según la voluntad del Señor. Debemos vivir dándonos cuenta de esto.
Tenemos varios negocios para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y apoyar este ministerio del Evangelio. Invertir en estas obras justas, dedicarles nuestro tiempo y dedicar nuestra juventud a estas obras es vivir como el Apóstol Pablo. Este Apóstol predicó el Evangelio mientras se mantenía haciendo carpas; nosotros lo llamamos el ministerio de las carpas de Pablo, y muchos de los trabajadores de nuestro ministerio se mantienen a sí mismos con sus propios negocios y trabajando con sus propias manos. Así es como vivimos con la plenitud del Espíritu.
Hoy en día, afortunadamente hay una Iglesia de Dios que predica el Evangelio del agua y el Espíritu, y gracias a esta Iglesia, podemos vivir con la plenitud del Espíritu. Somos muy afortunados. Como el Apóstol Pablo, hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto hemos podido conocer la altura, el ancho y la profundidad del amor de Cristo, y como resultado, estamos sirviendo a la voluntad de Dios en nuestras vidas cautivados por el amor de Jesucristo.
Aunque la gente de este mundo vive completamente según los deseos carnales, nadie debería participar en esta maldad. Todos los hijos de la luz deben unirse, aprovechar el tiempo, servir el Evangelio del agua y el Espíritu, y hacer lo que complace al Señor.
Algunos de nuestros hermanos y hermanas han escrito poemas sobre las bendiciones espirituales que el Señor nos ha dado. Otros han compuesto melodías para estos poemas, y gracias a ellos ahora estamos cantando nuevos himnos para alabar la justicia de Dios. Como todos creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, estamos edificando nuestra fe y viviendo para predicar el Evangelio en unidad. El que estemos viviendo así por el Evangelio del agua y el Espíritu al confiar en este Evangelio, significa que estamos viviendo en Dios y la plenitud del Espíritu. Así que doy gracias a nuestro Dios. El Apóstol Pablo nos pidió que aprovechásemos el tiempo ahora que hemos recibido la remisión de los pecados, y nos advirtió porque tenemos que hacer muchas cosas para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso Pablo nos dijo que aprovechásemos el tiempo para llevar a cabo esta obra. Estoy tan contento de que nos hayamos dado cuenta de la voluntad de Dios para nosotros y de que vivamos con la plenitud del Espíritu.
Vamos a publicar dos libros sobre las herejías antes de que acabe el año. También tenemos planeado publicar un cuarto y quinto volumen de nuestras series de crecimiento espiritual. A través de estos libros, muchas personas de todo el mundo no solo recibirán la remisión de los pecados, sino que además se alimentarán espiritualmente. Muchas personas han recibido la remisión de los pecados, pero estoy seguro de que muchas más personas recibirán la remisión de los pecados en el futuro.
Por casualidad, ¿no estamos preocupados y heridos por las debilidades de nuestra carne? No tenemos tiempo para esto. Debemos aprovechar el tiempo y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Solo cuando cumplimos esta llamada la gente del mundo puede ser salvada de sus pecados. Por supuesto, el que escuchen la Palabra de Dios predicada por nosotros, creamos en ella, y así reciban la remisión de los pecados, depende de ellos. Todo lo que podemos hacer es predicar el Evangelio y orar por ellos; no podemos hacerles creer en el Evangelio del agua y el Espíritu a la fuerza. Estamos cumpliendo con nuestro deber de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y orar para que reciban la remisión de los pecados. No debemos malgastar nuestro tiempo como hace la gente del mundo.
Todo el que ha recibido la remisión de los pecados y se ha convertido en una persona justa por fe desea vivir confiando en Jesucristo. De hecho, estamos viviendo por la fe firme en que el Señor ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Al confiar en la justicia de Dios y servirla podemos vivir de una manera que complazca a Dios y así el Señor puede reinar en todos los aspectos de nuestras vidas. Dios nos ha bendecido a todos para que vivamos una vida maravillosa con la plenitud del Espíritu. Así que damos gracias a Dios. Estamos tan agradecidos por la salvación y la vida llena del Espíritu que Dios nos ha dado, y estamos todavía más agradecidos porque Dios nos ha bendecido para que no nos desviemos de esta vida santa y vivamos siempre en Él. No hay palabras suficientes para describir lo agradecidos que estamos porque el Señor nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu.
El Apóstol Pablo dijo en Efesios 5, 16: «Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos». ¿De verdad reconocen que estos tiempos son malos? Hace 10 años les dije que cada vez sería más difícil predicar el Evangelio. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Acaso no estamos viviendo en tiempos en los que cada vez es más difícil predicar el Evangelio?
¿Han visto la Lista de Schindler? La película está situada en la ocupación de la Alemania nazi en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, y la historia se desarrolla alrededor de un hombre llamado Oskar Schindler, un hombre de negocios alemán oportunista que está dispuesto a hacer cualquier cosa para tener éxito, incluyendo hacer la vista gorda a las atrocidades cometidas por el Ejército alemán. Schindler utilizó todo tipo de estrategias sucias para hacerse con el control de una planta en una ciudad polaca, desde convertirse en un miembro del Partido Nazi hasta sobornar a oficiales del Ejército que estaban a cargo. Sin embargo, cuando fue a un contable judío llamado Stern, empezó a escuchar la voz de su conciencia que le decía que el holocausto del pueblo judío era un crimen.
Cuando se enteró de que los judíos que trabajaban en su fábrica iban a ser deportados a la cámara de gas en Auschwitz, decidió salvarlos. Planeó salvar a todos los judíos que le fuera posible salvar mediante sobornos a los oficiales alemanes con su dinero, y junto con Stern hizo una lista de judíos que iban a salvar. A esta lista se la conoció como la lista de Schindler. Al final pudo salvar a 1.100 judíos. Cuando la guerra acabó con la derrota de Alemania, Schindler miró su anillo con gran pesar y dijo: «Podría haber salvado a unos cuantos judíos más si hubiese vendido este anillo». Estas palabras me impactaron mucho.
Gracias al trabajo duro que estamos haciendo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y apoyar su ministerio, muchas personas de todo el mundo están siendo salvadas. No son pocas las personas que están siendo salvadas. Por el contrario, el número de personas que están siendo salvadas gracias a nuestra labor sobrepasa nuestra imaginación. Si seguimos sirviendo al Evangelio y predicándolo como hasta ahora, muchas más personas recibirán la remisión de los pecados; pero si sucumbimos a la complacencia y no dedicamos todos nuestros esfuerzos a esta labor, muchas personas perderán esta oportunidad. Entonces acabaremos arrepintiéndonos por esta oportunidad perdida, del mismo modo en que Schindler se arrepintió al final de la película.
Cuando la Gran Tribulación descienda sobre este mundo, será imposible predicar el Evangelio. Cuando haya guerras, no podremos acceder a Internet. No tendremos otra opción que confinarnos en nuestro propio país y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a nuestros familiares. Cuando esto ocurra, estaremos llenos de pesar y desearemos haber trabajado más diligentemente mientras podíamos. Este momento llegará pronto y no podremos trabajar más. Por eso sigo haciendo hincapié ante ustedes y nuestros ministros en lo importante que es hacer la obra de Dios mientras aún podemos.
De hecho, para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, todos debemos someternos los unos a los otros en el temor de Cristo y vivir por fe en el orden establecido por Dios. Debemos vivir por el Evangelio ahora mismo, en este mismo instante, no más tarde, ya que estos tiempos en los que vivimos van a acabar pronto.
Estoy seguro de que todos han oído hablar de los problemas ecológicos que amenazan al río Amazonas. El Amazonas es el río más grande del mundo, pero se dice que las sequías recientes han reducido su flujo y queda una mera sombra de su gloria. Cuando oímos que el río Amazonas se está secando debido a las sequías, y que la selva del Amazonas, que una vez fue el bosque tropical más grande del mundo, está siendo destruida, podemos ver lo grave que es el cambio climático. Cualquiera puede deducir, a partir de estas tendencias preocupantes, que a la tierra no le queda mucho para enfrentarse a hambrunas, inundaciones, terremotos y epidemias devastadores. Cuando leemos el Libro del Apocalipsis, vemos que la Biblia profetiza que un tercio de los bosques del mundo se quemarán. El mundo sufrirá hambrunas, inundaciones y terremotos, y junto con estos desastres naturales, habrá una guerra y aparecerá el Anticristo.
Aunque estos acontecimientos tendrán lugar en el futuro cercano, no estamos preocupados. Esto se debe a que nos hemos preparado para estos acontecimientos. Sabemos que estos desastres son simplemente el cumplimiento inevitable de lo que tiene que ocurrir en este mundo, y por tanto, en vez de estar preocupados, estamos viviendo con la plenitud del Espíritu.
Todavía no es demasiado tarde, ya que aunque los desastres se están acelerando rápidamente, este mundo no va a ser destruido enseguida. Cuando empiecen los terremotos por todo el mundo y más de la mitad de la población muera a causa de estos desastres naturales, cuando podamos ver y sentir la Gran Tribulación, entonces deberemos esperar que Cristo vuelva pronto. Pase lo que pase, debemos seguir predicando el Evangelio mientras podamos. Por supuesto, no estoy sugiriendo que no hayamos sido fieles a nuestra llamada, ya que todos nosotros hemos trabajado diligentemente y sin descanso por el Señor. En realidad mi argumento es que debemos seguir trabajando diligentemente como hasta ahora.
Le estoy agradecido a Dios más que nada por el hecho de que podamos trabajar para complacerle. Y estoy así de agradecido por poder hacer esta obra con ustedes, mis colaboradores. No tengo palabras suficientes para describir lo agradecido que estoy porque Dios nos ha protegido y bendecido para servir al Evangelio hasta ahora. Espero y oro por que Dios siga bendiciéndonos para vivir con la plenitud del Espíritu.
Me gustaría terminar mi sermón de hoy deseándoles que todas las bendiciones de Dios estén con los que sirven al Evangelio y que vivan con la plenitud del Espíritu.