(Génesis 12:10-20)
«Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra. Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti. Y aconteció que cuando entró Abram en Egipto, los egipcios vieron que la mujer era hermosa en gran manera. También la vieron los príncipes de Faraón, y la alabaron delante de él; y fue llevada la mujer a casa de Faraón. E hizo bien a Abram por causa de ella; y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos. Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram. Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete. Entonces Faraón dio orden a su gente acerca de Abram; y le acompañaron, y a su mujer, con todo lo que tenía».
La gente suele pensar que los padres de la fe como Abraham y Moisés en el Antiguo Testamento y los Apóstoles de Jesús en el Nuevo Testamento eran completamente rectos y sin ninguna falta. Piensan que estos hombres de fe eran especiales, muy diferentes de la gente normal y por tanto era natural para ellos caminar con esta fe en sus vidas. Cuando leemos la biografía de alguien famoso, suele estar llena de alabanzas, diciendo que esa persona no tenía ningún fallo humano, hizo contribuciones extraordinarias y era una persona maravillosa. Por ejemplo, hay una biografía del Admirante Yi Shunshin, quien a través de sus actividades patrióticas rescató a Corea de la invasión japonesa de 1592. Su biografía dice: “Desde que era muy pequeño, el Admirante Yi mostró gran potencial para ser un gran hombre. Tenía gran habilidad con la espada, era un gran hijo y era leal a su patria. Así que cuando se convirtió en gran admirante, libró a Corea de las manos de los invasores japoneses. Tenía todas las características de un gran hombre desde su infancia”. Lo que quiero decir aquí es que el Admirante Yi era bien distinguido entre la gente ordinaria desde su infancia y fue reconocido como un hombre casi perfecto. Esto también pasa en otras biografías.
Pero la Biblia no dice que la gente de fe sea perfecta. A veces muestra sus fragilidades humanas y sus fallos. La Biblia dice que Abraham era un seguidor fiel de la Palabra de Dios, que le obedeció por fe, aunque lo que dijera Dios estuviese más allá de su comprensión humana. Como Abraham creyó absolutamente en la Palabra de Dios decimos que era un gran hombre de fe. Dios también amó a Abraham por esta razón. Como Abraham creyó en Dios y le siguió, Dios le dio bendiciones especiales, diciendo:
«Bendeciré a los que te bendigan,
Y maldeciré a los que te maldigan;
Y en ti todas las familias de la tierra serán bendecidas».
En su carne también tenía muchas debilidades y no era diferente a los demás. Estos fallos de Abraham están escritos en la Biblia. Y en la lectura de las Escrituras de hoy leemos que Abraham dejó a su familia y la casa de su padre en Harán y se fue a Canaán como le dijo Dios, pero cuando hubo una gran hambruna se fue a la tierra de Egipto. En otras palabras, por su propia voluntad, y sin consultar con Dios, Abraham se fue de la tierra en la que Dios le había dicho que entrase y se quedase.
Después de entrar en Egipto, ¿cómo se comportó Abraham cuando se sintió amenazado por los egipcios y quiso salvar su vida? Los engañó diciendo que su mujer era su hermana y se la envió al Faraón. De esta manera, la Biblia también expone los fallos carnales de Abraham. Pero esto no es solo para culpar a Abraham o regañarle, sino para darnos lecciones a través de sus errores.
Como saben muy bien, la mujer de Abraham, Sara, era una mujer muy hermosa. Eran tan hermosa que podría haber competido en un concurso de belleza hoy en día. Abraham se había llevado a su mujer hermosa, su sobrino Lot y los siervos de la tierra de Canaán. Cuando hubo hambruna en la tierra de Canaán, se fue hacia el sur para escapar de ella y al final acabó en Egipto. Pero Abraham aprendió pronto que los egipcios no podían quitarle los ojos de encima a su mujer. La gente miraba fijamente a su mujer. No mostraban ningún interés por Abraham ni su sobrino, la mujer de Lot o ningún siervo o sierva, sino que solo mostraban interés por la mujer de Abraham. Era tan hermosa que incluso los soldados se quedaban mirándola con los ojos bien abiertos, y la historia de su belleza se extendió por todo Egipto. Todo el país escuchó esta historia de una mujer extranjera que era muy bella y había llegado a su tierra.
La noticia llegó al palacio real, y cuando escuchó esto, el Faraón sintió curiosidad por esta mujer. Sus súbditos le dijeron: “Su majestad, hay cierta mujer en nuestra tierra y se dice que es tan hermosa que todo el mundo esta maravillado. ¿Le gustaría verla?”. Entonces el rey les dijo que confirmaran esta noticia diciendo: “¿Es eso cierto? ¿Hay una mujer tan bella en nuestra tierra? Comprobad si esto es verdad”. Después de verificar la belleza de Sara los siervos del rey volvieron y le dijeron: “El rumor es cierto, Majestad. No hemos visto a esa mujer en nuestra tierra”.
¿Qué creen que el rey quiso hacer cuando escuchó esto? En la antigüedad, si la mujer de un hombre era demasiado bella, había gente que quería matar al esposo para tomar a su mujer. Abraham creía que le iban a matar por culpa de su mujer. Pensó para sí mismo: “¿Cómo puedo dejar que esto pase? No puedo morir así. No puedo perder mi vida por mi mujer”. Así que Abraham le dijo a su mujer Sara: «He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida. Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti».
Sus palabras eran respetuosas y amenazantes al mismo tiempo. “Moriré si dices que soy tu marido. Mira a esta gente. Me miran como si quisieran matarme. Así que, en vez de llamarme marido, llámame hermano”. La mujer de Abraham, Sara, era una mujer muy obediente. Así que hizo lo que le pidió Abraham. La mujer ideal que todo hombre desea es obediente, incluso más que bella. Sara, la mujer de Abraham, era una mujer así de hermosa.
Entonces el Faraón envió a sus hombres para que le llevasen a Sara. Al ver a Abraham al lado de Sara, le preguntaron: “¿Quién es este hombre?”. Entonces, obedeciendo a su marido, Sara mintió diciendo: “Es mi hermano”. Como esta mujer tan hermosa no estaba casada, el rey quiso hacerla su mujer. Así que invitó a Sara a su palacio junto con Abraham. Si no pasaba nada, Sara tendría que casarse con el Faraón. Esto sería casarse otra vez porque ya estaba casada con Abraham y Sara estaría cometiendo un pecado contra su voluntad. Por otro lado, si Abraham se hubiera arrepentido y hubiera dicho: “Es mi mujer”, estaba claro que su mujer y él habrían sido ejecutados por engañar al rey. Si esto hubiera ocurrido, la promesa de Dios de formar una gran nación con Abraham y hacer que fuese una bendición para muchos no se habría cumplido.
Conociendo este dilema, Dios resolvió este problema. Envió grandes plagas a la casa del Faraón. A través de estas plagas, el Faraón se dio cuenta de que Sara era la mujer de Abraham, y llamó a Abraham para decirle: “¿Por qué me has hecho esto? Podría haber cometido un pecado por tu culpa. ¿Por qué dijiste que tu mujer era tu hermana? Llévate a tu mujer de aquí”. Entonces echó a Abraham del palacio con muchos regalos. El Faraón tuvo que enfrentarse a muchas plagas de Dios porque intentó tomar a la mujer de Abraham, y aunque era un idólatra, sabía que quien estaba protegiendo a Abraham era el Dios de un poder inmenso. Por eso, en vez de castigar a Abraham y su mujer por engañarle, el Faraón solo quería deshacerse de ellos rápidamente, y como tenía miedo de que hubiese más plagas si los echaba con las manos vacías, les dio muchos regalos. Básicamente, Abraham vendió a su mujer, pero por esto ganó muchas riquezas.
Hoy me gustaría centrarme en las debilidades de Abraham. Mi mensaje es que la debilidad de Abraham es nuestra debilidad, y esta es la misma debilidad de todos los que viven en este planeta. Me gustaría explicarles cómo Dios amó a esta gente tan frágil como Abraham y como nosotros, y cómo nos ha dado bendiciones y la salvación.
Abraham no era diferente que los demás. Cuando se vio en peligro inminente traicionó a su propia mujer para salvar su vida. Nosotros también podemos comportarnos así. ¿Somos diferentes a Abraham? ¿Hay alguien en el mundo más valiente que él? ¿Somos tan valientes como para morir? ¿Estamos dispuestos a perder la vida para proteger a nuestros seres queridos? ¿Podemos ir a otro país donde nuestras vidas corran peligro?
El pasaje de las Escrituras de hoy demuestra nuestras debilidades. Esto nos dice, en otras palabras, que todo el mundo es débil como Abraham. Aunque la gente intenta establecer su propia justicia, fingiendo ser virtuosa y justa, cuando está en peligro y ve que no puede ganar, se comparta como Abraham. Esta es la naturaleza básica de la humanidad. Aunque todos los seres humanos quieren vivir sin vergüenza, cuando pasan por un momento difícil en sus vidas, dejan ver lo frágiles que son como Abraham. Esta es la naturaleza humana. Y solo Dios ha resuelto el problema de la fragilidad. A través de Abraham, considerado un padre de la fe, Dios está hablándonos de la fragilidad de la humanidad.
Algunas personas quieren establecer su propia justicia. Algunos cristianos alardean sobre cómo no se han perdido ni una sola reunión de oración matinal, mientras que otras alardean sobre como nacieron en una familia cristiana. Todos dicen esto de una manera u otra, que han vivido una vida de fe decente hasta ahora, y que han creído en el Señor sin dudar, y que han sido tan fieles al Señor que han perdido su trabajo y todo lo que tienen en este mundo. Así que insisten que a través de estos esfuerzos son personas justas.
Sin embargo, todos los seres humanos tienen un lado débil y por esta debilidad nadie puede evitar cometer pecados. Por tanto, nadie tiene nada de lo que alardear ante Dios. No hay ni una sola persona que tenga algo en su carne humana para alardear a los ojos de Dios. Una persona solo puede alardear si cree en la Palabra de Dios; de lo contrario no hay nada en la justicia propia de lo que se pueda alardear ante Dios. Los que todavía dicen ser justos a pesar de esto son simplemente arrogantes.
Mis queridos hermanos, ¿hay alguno entre ustedes que no sea débil como Abraham? Todos somos débiles, porque todos somos seres humanos. Cuando nos enfrentamos ante circunstancias peligrosas como Abraham todos cometemos pecados. Por supuesto, no es justo que nadie traicione a su mujer para salvar su vida; esto no se puede justificar en ninguna circunstancia. Antes de criticar a Abraham por traicionar a su mujer debemos darnos cuenta de que todo el mundo es igual.
¿Qué es todo ser humano ante Dios? Todos los seres humanos son una raza de víboras y obradores de iniquidad. Todo el mundo es débil y pecador. Por tanto, nadie tiene justicia que establecer o de la que alardear. Aunque estamos viviendo una vida de fe, seguimos siendo humanos y por tanto, ¿no seguimos siendo insuficientes? Por supuesto que sí. ¿Van a culpar a otra persona por sus errores preguntándole a Dios: “Señor, por favor, perdóname. Aunque puedo vivir una vida recta he pecado por culpa de otra persona. He caído por culpa de esa persona”? Por naturaleza, los seres humanos nacieron frágiles como Abraham. Por eso todo el mundo es insuficiente ante Dios y comete pecados. Nadie puede poner excusas y culpar a otra persona.
Pero, ¿qué hizo Dios? Decidió salvar a todo el mundo de los pecados, a todos los que creen en Dios y tienen la misma fe que Abraham. El Señor no nos ha bendecido porque seamos perfectos, sino porque tenemos fe en Dios. Por tanto, no debemos intentar ser salvados por medios o méritos humanos. Esto se debe a que Dios nos acepta como Sus hijos por nuestra fe en Su Palabra, en vez de bendecirnos por nuestra perfección humana. Dios nos hace justos cuando ve nuestra fe. Debemos creer que Jesucristo eliminó nuestros pecados y nos salvó a través del agua y el Espíritu. Jesucristo ha eliminado todos nuestros pecados y por eso Dios nos ha dado el Espíritu Santo. El Espíritu Santo vive en todos los que creen en esta Verdad, nos permite presentarnos ante Él como personas sin pecados, nos hace parte de Su pueblo y nos acepta como Sus trabajadores. Esto no se debe a que hayamos hecho algo bueno a los ojos de Dios, y esto es aplicable a todos los cristianos de todo el mundo que creen en Dios. Podemos presentarnos ante Dios porque nuestro Señor aceptó todos los pecados de la humanidad a través de Su bautismo, fue condenado en nuestro lugar al ser crucificado mientras cargaba con estos pecados, se levantó de entre los muertos, y así nos ha salvado; Todo porque creemos en este Señor. En otras palabras, nos hemos convertido en personas sin pecados y justas a los ojos de Dios porque creemos en todo lo que el Señor ha hecho mientras vivió en este mundo. Es Dios solo quien ha hecho esto.
¿Acaso desaparecen nuestras debilidades cuando recibimos la remisión de los pecados? No, esto no es así. En vez de no tener debilidades, experimentamos muchas. Pero a pesar de esto, podemos mantenernos firmes como personas sin pecados ante Dios, y esto se debe a que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu cumplido en este mundo, el verdadero Evangelio a través del cual Dios nos ha salvado. Así es como podemos convertirnos en personas justas.
Dios hizo a Abraham el padre de la fe. Y Dios nos ha hecho personas justas y sin pecados. Nos ha hecho personas de fe. Pero a pesar de creer en Jesús, muchos cristianos piensan que estarán sin pecados si son perfectos en sus acciones, ofrecen muchas oraciones de penitencia e intentan vivir una vida santa. Pero, ¿quién puede presentarse ante Dios de esta manera? Nadie.
A pesar de esta verdad, la mayoría de los cristianos todavía piensan de esta manera, así que intentan convertirse en personas justas a través de sus acciones pensando: “Con el tiempo, me convertiré en un cristiano decente”. Sueñan con ser cristianos perfectos, aunque no sea al 100%, por lo menos al 80% o 90%. Piensan: “Cuando encontré a Jesús por primera vez estaba al 50%, y después subió al 60%. Ahora que tengo una probado, mi nota como cristiano subirá al 70% y después al 80%. Así que cuando muera habré alcanzado el 100% y ascenderé Cielo con la aceptación de Dios”. De esta manera algunos cristianos dicen que su nota es 70, otros que es 80, mientras que otros dicen que solo es 30, e incluso algunos dicen que es 90. ¿Pero quién pone esta nota? ¿Los ve Dios así también? No tiene ningún sentido ponerse nota como cristianos, ya sea un 30 o 90. Todo es en vano. Esto no es de lo que se trata la verdadera fe.
Cuando miramos nuestros aspectos humanos, es simplemente imposible presentarnos ante Dios sin ninguna vergüenza. Solo mediante nuestra fe en Jesucristo podemos presentarnos ante Dios con confianza. Como somos débiles Dios envió a Jesucristo a borrar todos nuestros pecados y librarnos de todos ellos. Aunque seamos débiles como Abraham, cuando el Señor vino a este mundo, aceptó todos nuestros pecados al ser bautizado en el río Jordán, y a su vez, Jesucristo cargó con todos ellos a la Cruz y fue condenado a morir en nuestro lugar. Y al levantarse de entre los muertos, nos ha salvado.
Todos nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo. Como Jesucristo aceptó todos nuestros pecados al ser bautizado y cargó con la condena en la Cruz para siempre, estamos ante Dios como la gente de fe, Sus santos, Sus siervos y Sus obreros, todo al creer en Jesucristo de corazón, porque está vivo ahora. No podemos estar ante Dios por nuestros méritos humanos, sino al creer en la Palabra de Dios. Esto se consigue por fe, no mediante nuestras acciones. Nuestro Señor aceptó todos nuestros pecados a través de Su bautismo y por eso no tenemos pecados. ¿Podemos estar ante Dios como personas sin pecados asegurando que nuestras acciones son buenas todo el tiempo y ofreciendo muchas oraciones de penitencia? No, esto no es posible.
Miren a Abraham. Aunque Abraham es el padre de la fe, cuando las circunstancias amenazaron su vida se convirtió en un hombre despreciable que traicionó a su propia mujer. Pero a pesar de esto Dios aceptó a Abraham como padre de la fe. ¿Por qué lo hizo? Porque Abraham creyó en todo lo que Dios le había dicho completamente.
¿Y ustedes? Cuando abrimos la Biblia y escuchamos sermones, ¿acaso no nos negamos a creer si no lo entendemos? Aunque la Biblia dice: “La Palabra de Dios os guía. Vivid por fe. Dios os ha bendecido. Sus bendiciones descenderán sobre vosotros si esperáis por fe”, pero no creemos en esto. En vez de creer en la Palabra, intentamos hacer cosas por nuestra cuenta. Pero la religión es así, y no la fe. Y al confiar en la religión es simplemente imposible ser un hijo de Dios sin pecado. No es posible, por muy piadosos que sean, por mucho que lloren por sus pecados, y por mucho que intenten establecer sus propios méritos, por mucho que vayan a servicios de oración matutinos, aunque nunca se hayan perdido un servicio de adoración en su vida, aunque hayan nacido en una familia cristiana, o por mucho que hayan practicado el ascetismo intentando alcanzar la santificación.
¿Entonces qué debemos hacer? Debemos creer que como nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados para siempre cuando vino a este mundo y todos nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo, ahora nos hemos convertido en personas sin pecados al creer en este Jesucristo. ¿Están de acuerdo con esto, mis queridos hermanos? No somos diferentes a Abraham. Somos personas con la misma carne y sangre que Abraham. Pero, de la misma manera en que Dios aprobó a Abraham como padre de la fe, también nos ha hecho a nosotros. Y de la misma manera en que Dios hizo a Abraham siervo un siervo Suyo, Dios nos ha hecho siervos también.
La Biblia dice: «Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque» (Eclesiastés 7:20). Todo el mundo es insuficiente. Sin embargo, como el Señor cargó con todos los pecados de nuestras vidas para siempre, podemos convertirnos en justos ante Dios aunque seamos insuficientes. Hace 2000 años, Jesús tomó todos los pecados del mundo sobre Sí mismo al ser bautizado, y por tanto todos nuestros pecados fueron pasados a Él. Al creer en este Evangelio, a través del cual nuestro Señor nos ha salvado, nos convertimos en personas justas a los ojos de Dios. Gracias a nuestra fe, no tenemos pecados ante Dios. No tenemos pecados.
¿Tenemos pecados, mis queridos hermanos? No, por supuesto que no. Como no tenemos más pecados podemos servir al Señor, alabarle y predicar el Evangelio. Predicar el Evangelio mientras se sigue siendo pecador es practicar la hipocresía religiosa; no es el camino de la fe. Como el Señor tuvo compasión de nosotros, y por su compasión eliminó todos nuestros pecados y pagó la condena por ellos, hemos conseguido la salvación al estar sin pecados ante Dios. Como el Señor nos ha salvado, podemos servirle por fe a pesar de nuestras debilidades. Por eso el cristianismo es tener fe. Por esta fe Abraham pudo convertirse en el padre de la fe aunque era un hombre débil.
Esto se aplica a todo el mundo. Así que les pido que no se preocupen por sus debilidades. Lo que debemos tener en cuenta es que tenemos fallos ante Dios, debemos admitirlos y pasárselos a Jesucristo con nuestra fe cuando sean revelados. Debemos entender enseguida si Jesucristo tomó nuestros pecados o no, afirmarlo por fe y darnos cuenta de que no hay pecados en nuestros corazones. Desde el momento en que estamos sin pecados nos convertimos en un instrumento de la obra justa para salvar a otros del pecado con la confianza de un león. ¿Cómo puede una persona hacer la obra justa de Dios si está llena de pecados?
Aunque hay muchos cristianos que dicen vivir con fe estas personas solo están viviendo una vida religiosa. ¿Qué pasa cuándo cometen un fallo después de hacer 100 buenas obras? Que se convierten en completos pecadores. Esto es lo que hace la religión.
Pero, ¿qué es la verdadera fe? La Biblia dice que Abraham se convirtió en un hombre justo a los ojos de Dios al creer en Su Palabra. Dios le dijo: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan”. Como el cristianismo es fe, son salvados al creer en lo que Jesús ha hecho por ustedes cuando vino a este mundo.
Mientras viven sus vidas de fe, deben tratar sus fallos y debilidades por fe. Todos estos problemas pueden arreglarse con fe. Por el contrario, si intentan arreglarlo con sus propias acciones, no resolverán nada. Aunque se decidan diciendo: “Lo juro, intentaré mejorar”, es simplemente imposible mantener esta resolución, y se desesperarán. Y la fe en Dios no se trata de esto. Esto no es más que una vida religiosa.
Los que conocen bien sus insuficiencias pueden servir bien al Señor. Se aferran a Dios porque saben que son insuficientes y no pueden hacer nada por su cuenta. Entre los nacidos de nuevo, los que piensan que son perfectos no siguen al Señor con lealtad, sino que acaban dejando al Señor. Juzgan a los demás y les piden que les sigan, pensando para sí mismos: “Soy un buen cristiano, ¿cómo pueden los cristianos hacer otra cosa?”. En vez de seguir al Señor, le piden al Señor que les siga. ¿Qué tipo de vida cristiana vivirán? ¿Vivirán por fe o vivirán siguiendo una religión? Por fe estamos predicando el Evangelio en el extranjero. Esto se hace por fe, no como si fuera una religión. Debemos orar a Dios para poder vivir una vida de fe correcta. Si predicamos el Evangelio de Dios mientras oramos, muchas personas serán salvadas por todo el mundo para compartir la fe de Abraham.
Hoy hemos recibido una solicitud de libros de Alemania, Suecia, Francia y Rusia. La gente de estos países también es justa por fe. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado, nos convertimos en personas limpias ante Dios. Y estas personas son siempre nuevas criaturas, y pueden llevar a cabo la obra de Dios siempre. En sus vidas de fe, ¿tienen la habilidad de estar ante Dios firmes con tan solo decidir vivir con virtud e intentarlo? ¿O pueden estar firmen ante Dios al creer en Jesucristo diciendo: “Jesucristo ha cargado con todos mis pecados al ser bautizado. Y mientras cargaba con todos los pecados del mundo, pagó su condena en la Cruz en mi lugar. Y al levantarse de entre los muertos se convirtió en mi Salvador eterno”.
Mis queridos hermanos, no somos personas limpias ante Dios por nuestras propias acciones. Cuando creemos en la Palabra de Dios es cuando estamos sin culpa ante Él. La fe es lo que nos hace ser rectos ante Dios y el hombre, y la fe es lo que nos permite hacer la obra de Dios. Esta es la fe que tuvo Abraham. Es la fe que cree en lo que Dios ha dicho. Los que creen en la Palabra de Dios pueden mantenerse firmes en Su presencia; pero los que intentan acercarse a Dios con sus propias obras en vez de creer en Su Palabra caerán en la desesperación cuando se cansen de ser santos y no se levantarán jamás. Hay límites para sus esfuerzos y piedad humanos. Esto se debe a que siguen teniendo una naturaleza pecadora. Por tanto, quien intente acercarse a Dios a través de sus propios esfuerzos fracasará.
Nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados a través de Su bautismo en el río Jordán diciendo: «Permíteme hacer ahora pues conviene así que cumplamos toda justicia». En Mateo 11:12 Jesús dijo: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan». Pero la violencia no debe entenderse como ir al Cielo utilizando la fuera en un sentido literal. La violencia no está permitida por la ley. La regla es que solo los que no tienen pecados pueden entrar en el Cielo. Y Jesús nos dejó completamente sin pecados y nos hizo justos al aceptar todos nuestros pecados a través de Su bautismo y al morir en la Cruz en nuestro lugar. Aunque no hayamos hecho nada, el Señor se ha encargado de todo. Así hemos recibido el derecho a entrar en el Cielo aunque no estemos cualificados para esto.
Así hemos tomado el Cielo con violencia. Esto significa que el Cielo se ha rendido para los que creen que Jesús aceptó todos los pecados a través de Juan el Bautista y pueden entrar en el Cielo por esta fe. ¿Cómo se entra en el Reino de Dios? Por violencia, es decir, por fe. Los que creen en la Palabra de Dios, en la Palabra del agua y el Espíritu de Jesucristo, toman el Reino de los Cielos por violencia. Toman el control.
Cuando un país va a la guerra contra otro país tiene que tener poder para ganarla completamente y la habilidad de prevalecer sobre la otra nación. Aunque Japón invadió Corea y la esclavizó durante 35 años (1910-1945 d.C.) no pudo someterla permanentemente. A pesar de obligar a los coreanos a cambiarse los nombres por nombres japoneses, aprender a hablar japonés y adorar a dioses japoneses, los opresores japoneses no pudieron someter a Corea completamente. Si hubieran sido verdaderamente poderosos los coreanos se habrían convertido en sus esclavos y habrían sido asimilados completamente.
Cuando queremos entrar en el Cielo debemos tener suficiente poder. Y a través de nuestra fe en Jesús hemos recibido el poder para entrar en el Cielo con violencia. Si queremos entrar en el Cielo debemos invadirlo con violencia, es decir, por fe. Por eso Juan el Bautista pasó todos los pecados del mundo a Jesús a través del bautismo que le dio. Jesús dijo: «Permíteme hacer ahora pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3:15).
En el Antiguo Testamento, el Sumo Sacerdote pasaba los pecados del pueblo de Israel a la cabeza del chivo expiatorio mediante la imposición de manos. De la misma manera, Juan el Bautista, el representante de la humanidad pasó todos los pecados del mundo sobre Jesús al bautizarle. Esto se cumplió cuando Juan el Bautista y Jesús cumplieron 30 años. En aquel entonces Juan el Bautista estaba ocupado en el Río Jordán, y Jesús fue a ese río. Cuando Jesús le dijo a Juan el Bautista: “Bautízame”, Juan el Bautista le dijo que no podía atreverse a bautizar a Jesús. Entonces Jesús le dijo: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia. De la misma manera en que los pecados anuales de los israelitas fueron pasados al chivo expiatorio para siempre a través de la imposición de manos del Sumo Sacerdote, yo también tendré que aceptar todos los pecados de la humanidad a través de ti, el representante”. La palabra así es “οϋτως” (hoo’-tos) en griego, que significa mediante este método. En otras palabras, Jesús estaba diciendo: “Conviene que me pases todos los pecados al bautizarme, y solo de esta manera podré eliminar los pecados de todo el mundo y cumplir toda justicia. Conviene que eliminemos los pecados de todo el mundo mediante este bautismo”.
Así que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y por eso el Cielo sufre violencia desde los días de Juan el Bautista. De la misma manera en que los fuertes ganan una guerra suprimiendo a los débiles, el Cielo puede ser tomado por los fuertes armados con una fe firme en al bautismo de Jesús. Cuando Jesús vino a este mundo, Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado, los llevó a la Cruz, y murió por ellos en nuestro lugar, eliminando todos los pecados del mundo. Al creer en esta Verdad podemos entrar en el Cielo sin dudar, de la misma manera en que los fuertes vencen a los débiles con su poder. Y la fe es nuestro poder para entrar en el Cielo y conquistarlo, permitiéndonos hacerlo nuestro y decir: “Jesucristo me ha dado este Cielo a través de Su bautismo y muerte en la Cruz”.
Esta es la fe. Cuando tenemos fe en la Palabra de Dios nuestros corazones están sin pecados y son santos, y podemos tomar el Cielo que Dios nos ha dado y predicar este Evangelio verdadero a los demás. Y cuando tenemos fe, no tenemos culpa ante Dios y el hombre. Por el contrario, cuando no tenemos fe, nos convertimos en personas desgraciadas y avergonzadas y queremos escondernos en un agujero. Sin la verdadera fe, en vez de no tener vergüenza bajo el cielo, acabamos teniendo demasiada vergüenza.
¿Cómo debemos vivir nuestra vida cristiana? Debemos vivirla por la fe que cree en la Palabra de Dios. Pueden vivir una vida de fe correcta al creer en toda la Palabra de Dios escrita en ambos Testamentos de la Biblia. Todos los santos están llenos de debilidades. Los siervos de Dios no son perfectos. Pero a pesar de esto, estamos sin culpa ante Dios y podemos ser utilizados como instrumentos de Su justicia, todo porque creemos en la Palabra de Dios y porque nos ha dado el Espíritu Santo. ¿Creen en esto mis queridos hermanos? Debemos estar firmes en esta fe. Debemos trabajar por fe. Todo requiere fe. La Biblia dice: «Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17). Aunque Abraham traicionó a su propia mujer, fue bendecido por Dios, y esto es algo que no podemos entender si lo pensamos desde nuestra perspectiva humana. Abraham fue bendecido por Dios a pesar de sus debilidades porque tenía fe. No merecíamos recibir las bendiciones de Dios tampoco. ¿Entonces cómo podemos servir a Dios ahora? Por nuestra fe.
Esta es la fe que todos debemos tener: En primer lugar debemos tener fe en que el Señor nos ha salvado a través del agua y el Espíritu; en segundo lugar, debemos creer que el Señor ha erradicado todos nuestros fallos humanos y ha pagado la condena por esos pecados en nuestro lugar; en tercer lugar, debemos tener fe en que no tenemos ya más pecados o trasgresiones; y en cuarto lugar, debemos creer que nos hemos convertido en personas justas ante Dios y podemos hacer Su obra justa. Cuando tenemos fe para creer que el Cielo es nuestro y que Dios ha eliminado los pecados de todo el mundo, alcanzamos la salvación y la santidad por Dios, y no solo nos convertimos en Sus hijos, sino que también recibimos Sus bendiciones en cuerpo y espíritu para ser utilizados como Sus instrumentos de justicia. Por tanto, por fe deben vivir como cristianos.
Mientras viven en este mundo, deben tener la verdadera fe. Nuestro Señor ha salvado a personas tan insuficientes como nosotros. Nuestro Señor nos ha salvado a pesar de nuestras debilidades, y nos ha hecho el pueblo de Dios y Sus obreros. Al creer en esta Verdad hemos sido salvados y ahora estamos siendo utilizados como instrumentos de la justicia. No debemos olvidar esta gracia inmensa de Dios. No debemos olvidar la gracia con la que nuestro Señor nos ha salvado. Ya estemos solos o con otras personas, cuando tenemos problemas o cuando tenemos éxito debemos recordar al Señor en todos los aspectos de nuestras vidas. Debemos pensar en las bendiciones de Dios y creer en Él, recordando que nos ha aceptado para ser Su pueblo y nos ha hecho personas perfectamente justas a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Y debemos dar gracias y gloria a Dios. Sus vidas cristianas deben vivirse con esta fe. Esto se debe a que Jesús ha eliminado todos nuestros pecados y por eso podemos ser salvados. Le doy gracias al Señor por esta Verdad. De la misma manera en que Dios bendijo a Abraham a pesar de sus insuficiencias, también nos ha bendecido a nosotros y está trabajando a través de nosotros a pesar de sus insuficiencias. Todo lo que debemos hacer es estar profundamente agradecidos a Dios por eso.
¿Significa esto que no tenemos más que insuficiencias todo el tiempo? No, eso no es cierto. Aunque tenemos muchas insuficiencias en nuestras vidas, nuestro Señor se las llevó todas. Al creer que el Señor cargó con todos nuestros pecados a través de Su bautismo y fue condenado por ellos, podemos vivir una vida recta como personas justas y sin pecados. Esta es la bendición que el Señor nos ha dado. Por tanto, debemos estar agradecidos a Dios por hacer posible que vivamos esta vida bendita. No debemos alardear de nuestros propios méritos, sino que debemos glorificar a Dios por fe, servirle por fe y seguirle por fe. Debemos admitir que somos imperfectos. Y debemos reconocer que la salvación del Señor es completamente perfecta y darle gracias por esta salvación. Debemos presentarnos ante Dios por fe, tomar el Cielo por fe, alcanzar la salvación por fe, convertirnos en obreros del Señor por fe y compartir Sus bendiciones con otras personas por fe.
¿Y ustedes? ¿Creen en todo esto? ¿Están agradecidos? ¿Qué les ha hecho perfectos? ¿Su fe o sus propias acciones? Por fe se han hecho perfectos. ¿Hay alguien que sea perfecto en sus acciones? No, no hay nadie. Quien crea ser perfecto es una persona ciega espiritualmente. No son diferentes a personas que no pueden verse a sí mismas aunque estén delante de un espejo. El Señor ha salvado a las personas insuficientes. Si creen que tienen algún mérito deben abrir sus ojos espirituales y verse a sí mismos. Entonces llegarán a la conclusión inevitable de que no tienen otro remedio que ser salvados confiando en el Señor.
Nuestro Dios quiere predicar el Evangelio por todo el mundo. La Palabra también dice: «Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2:3-4). Tenemos mucho trabajo que hacer, porque debemos predicar el verdadero Evangelio por todo el mundo para salvar a todo el mundo como Dios quiere que hagamos. Y gracias a Dios nuestro trabajo ha producido buenos resultados, ya que muchos pastores cristianos nos están diciendo que han nacido de nuevo al escuchar el Evangelio que estamos predicando, algo que no habíamos escuchado antes. Por ahora, la mayoría de las personas que han recibido la remisión de los pecados son pastores y misioneros, pero en el futuro muchos cristianos laicos recibirán la remisión de los pecados.
Los cristianos coreanos son demasiado religiosos. Los cristianos de otras partes hablan mal de la fe de los cristianos coreanos y muestran poco respeto. Esto se debe a que los cristianos coreanos creen a ciegas. Pero eso es más una superstición; no es fe. La verdadera fe es la que se centra en la Palabra de Dios. Gritando, llorando y pataleando y causando gran conmoción no se consigue la fe. Su servicio de adoración es caótico, pero aún es peor cuando dicen recibir el Espíritu Santo, gritando al nombre del Señor y saltando por todas partes. Esto no es fe.
Mis queridos hermanos, deben conocer la Palabra de Dios, tomar el Cielo al creer en la Palabra, alcanzar la salvación y presentarse ante Dios por fe, predicar la Palabra confiando en ella y convertirse en los instrumentos de la justicia del Señor. Esta es la fe que Dios quiere que tengan. Toda la autoridad y las bendiciones bajo el cielo y en este mundo se reciben por fe. Los que han recibido la remisión de los pecados tienen esta autoridad y bendiciones. Estas personas somos nosotros. Así que le doy gracias a Dios por darnos estas bendiciones. ¡Aleluya!