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Tema 9: Romanos

[Capítulo 7-4] Nuestra Carne Que Sirve Solo a la Carne (Romanos 7:14-25)

(Romanos 7:14-25)
“Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo se que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne, a la ley del pecado.”
 


¡Cuán sorprendente es su gracia!


Damos gracias a nuestro Dios quien nos ha permitido esta Reunión Bíblica del Verano y reinó sobre el clima, evitando huracanes para darnos estos días maravillosos. Él ha enviado almas y ha reunido a su gente para darnos su Palabra y permitirnos regocijarnos en comunión los unos con los otros y con el Espíritu Santo.
¡Dios esta vivo! ¡Cuán sorprendente es su gracia! La gente piensa que ahora el huracán “Doug” vendrá a nuestro país, así que los oficiales patrullan para alejar a los campistas del área del valle In-Jae. Esta tarde fui al centro de In-Jae. Escuche a la gente hablando unos con otros, preocupados por el huracán, especulando acerca de lo poderoso y destructivo que iba a ser.
Pero, ¿acaso todo pasará en la forma en la que ellos esperan, aún nosotros, los hijos de Dios, nos hemos reunido aquí en este retiro para el verano? Si oramos, no lloverá por la misericordia de Dios. ¿Esparcirá Dios a su gente? Dios reina sobre el clima, pero él lo hace tomando en cuenta nuestra fe. Él obra sabiamente y esto quiere decir que él no probará a aquellos de nosotros cuya fe apenas ha comenzado, haciendo que se pregunten “¿Por qué Dios nos dará este huracán cuando tenemos este retiro de verano?”
Cuando oí acerca del huracán “Doug” en las noticias, yo no tenía poder para evitarlo. Todo lo que podía hacer era orar. Esta Reunión Bíblica del Verano ya había sido programada, ya nos habíamos reunido y no había nada que yo pudiera hacer al respecto. Estaba preocupado porque la capilla podía no ser lo suficientemente fuerte como para resistir este huracán, dado el hecho de que estaba construida con materiales prefabricados. Así que no podía hacer otra cosa que confiar en Dios. Ore, “Ayúdanos Dios. Protégenos. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.” Y ciertamente, ¡Dios evito el huracán “Doug”! Yo creo que Dios lo sabe todo. Él nos guía a lo seguro, ya que él nos entiende mejor que nosotros.
El clima nos muestra a cada minuto que Dios está vivo. Escuche unos truenos como disparos de pistolas en mi tienda. Así que salí de mi tienda y mire al cielo. El cielo estaba oscuro y densas nubes venían sobre el valle. Así que pregunte, “Señor, ¿vendrán las nubes?” Mi fe comenzó a debilitarse, “Señor, ¿qué pasa? ¿Acaso el huracán ha llegado? ¿Realmente esta aquí?” Pero yo había orado y creía en Dios, me mantuve en esta fe, diciendo a Dios, “Yo creo que tú nos cuidaras Señor. Yo creo en ti. Yo ya creí que tú obrarías por nosotros.” Dios realmente nos bendijo, mientras creíamos. Le damos gracias con nuestro corazón.
 

La carne es egoísta y malvada

No podemos hacer nada si Dios no obra por nosotros. Nuestro Dios nos guarda y nos ayuda. Veamos en la Palabra de Dios en Romanos 7:14-25 que nos dice que el apóstol Pablo se vio a si mismo permaneciendo en la carne y habiendo estado vendido bajo el pecado. También descubrió que existía una ley en la carne que no podía evitar pecar mientras estuviera viva.
Nosotros quienes hemos nacido de nuevo también hacemos lo malo, aunque queremos hacer lo malo con la carne. Romanos 7:19 afirma, “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” Nos damos cuenta que ningún bien habita en nosotros. Debido a eso, lloramos lamentándonos, pensando, “¿seré capaz de guardar mi fe?” Estamos tremendamente dolidos debido a la desesperanza y maldad de nuestra carne. ¿Sabes lo egoísta que es la carne? Romanos 7:18 afirma, “Y yo se que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mí, pero no el hacerlo.”
Siempre estamos tomando nuestro lado, aún cuando somos semillas de hacedores de maldad. ¿Sabes cuán egoístas somos todos los seres humanos? Ciertamente sabemos que somos malos, pero no nos colocamos del lado del Señor; tomamos nuestro propio lado. El Señor ciertamente es bueno y su voluntad también es buena. Sabemos que somos malos, aún así nos amamos demasiado. Dios nos ordeno que no tuviéramos otros dioses ante él. Dios nos dijo esto para darnos el conocimiento del pecado. 
Nos amamos a nosotros mismos y todo lo hacemos para nosotros, aunque sabemos lo egoísta y autosuficientes que somos. ¡Nos agitamos cuando hay beneficio para nosotros, pero que avaros y miserables somos para el Señor! Es porque no tenemos ningún sentido. Los niños nunca sueltan sus galletas. Se apoderan de lo que hay en sus manos hasta que se rompe y nunca lo comparten porque son jóvenes y no poseen ningún sentido. No saben que existen cosas más preciosas en el mundo que las galletas. Los niños son así; nosotros somos así.
Nuestros pecados fueron lavados, pero aún somos egoístas. Damos gracias al Señor por limpiarnos y darnos el Espíritu Santo por su poder. Pero una guerra empieza dentro de nosotros después de recibir la remisión de pecados y nacer de nuevo. Esta guerra es entre la carne y el Espíritu. Estamos felices después de haber nacido de nuevo, pero pronto somos atormentados por esta guerra. Pero el Señor ahora quiere que trabajemos para el reino de Dios.
Nuestro Señor abandonó su gloria por nosotros. Él fue enviado en semejanza de la carne. No fue enviado al mundo como un hombre apuesto. Vino al mundo como un hombre humilde, tal vez como un hombre de piernas cortas y feo. De hecho, se dice que Jesús no era un hombre guapo. Isaías dijo, “Subirá cual renuevo delante de él, como raíz de tierra seca; No hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.” (Isaías 53:2). Aún, el Señor ha tomado todos nuestros pecados.
Nuestra carne solo sirve al pecado. Pablo sabía que su carne era una masa de pecado, así que dijo, “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago,” y así no comento en detalle porque se avergonzaba de sus pecados.
Somos como botes de basura. Somos masas de pecado. Cuan deplorables seríamos si nos viéramos dejando un rastro de basura tras nosotros. Pero golpeados por nuestra conciencia, le decimos a Dios, “Señor, no debería hacer esto y quiero vivir de acuerdo a tú voluntad, pero lo hice de nuevo. ¿Cómo puedo detener esto, Señor?”
 

Podemos dar gracias a Dios cuando conocemos Nuestra maldad

Debemos pensar acerca de la gracia que Jesucristo, nuestro Dios, nos dio. Debemos pensar acerca de lo que Dios hizo con nuestros corazones. Solo entonces podremos saber lo que es correcto y solo entonces podremos comenzar a servir al Señor. Es por la gracia de Dios y nuestra fe en él que buscamos a Dios, nos ofrecemos a él y vencemos cualquier reto que nos espere mientras seguimos a Dios con nuestros corazones y caminamos con él.
Comenzamos a negarnos cuando sabemos que somos malvados e inútiles ante Dios. Nos damos cuenta que evitar el pecado es imposible sin servir al Señor debido a nuestra carne, y que no podemos hacer nada, aunque estamos grandemente bendecidos, debido a nuestras debilidades. Doy gracias a Dios quien me bendijo para servirle. Si Dios no me hubiera puesto 
Habría permanecido meramente como una masa de pecado que aún seguiría en la carne y que nunca haría nada justo ante él.
Doy gracias a Dios por permitirme servirle a él. Es por eso que ofrezco una oración como esta. “Gracias a ti, Señor. Señor, necesito dinero, pero no tengo nada. Quiero hacer todas estas cosas por ti, aunque no tengo nada. Por favor ayúdame. No gastaré el dinero en mí, sino en el Señor. Si yo gasto dinero en mí, la carne se sentirá cómoda. Pero yo quiero gastarlo en el Señor y en obras de justicia. Este dinero es precioso para mí, porque trabaje muy duro por él. Y porque es precioso para mí, te lo ofrezco a ti. Por favor sea para tus justas obras.”
Aquellos que conocen su maldad saben que ninguna cosa buena habita en ellos. ¿Qué quiero decir con las palabras, ‘Ninguna cosa buena habita en ellos’? Quiere decir que solo tienen cosas malvadas en su carne. Es maldad el vivir para si mismo.
 

Damos gracias a Dios a través de Jesucristo Nuestro Señor

Pablo confesó, “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7:24-25) ¿A quien sirve la carne? La carne siempre sirve al pecado. Sin embargo, servimos a Dios con nuestro corazón. ¿A través de quien damos gracias a Dios? Damos gracias a Dios a través de Jesucristo, nuestro Señor.
Pablo dijo, “Gracias doy a Dios,por Jesucristo Señor nuestro” Yo también. Si el señor no hubiera quitado todos mis pecados, no hubiera podido ser salvado, ya que la carne aún sirve al pecado ahora.
“Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.” Damos gracias al Señor porque él quitó todos los pecados de toda la carne. Nuestra carne solo sirve al pecado, aún después de que recibimos el perdón de los pecados. Pero el corazón quiere servir a Dios. La razón por la que le damos gracias a Dios y el porque el corazón es hecho justo es por Jesucristo. ¿Crees esto? Damos gracias a Dios y le servimos porque él quitó todos los pecados de la carne. Si el Señor no nos hubiera salvado y quitado los pecados de la carne, hubiéramos muerto eternamente. ¿Crees esto?
¿Si el Señor no hubiera quitado todos nuestros pecados, como podríamos tener paz, como podríamos dar gracias al Señor y como podríamos servirle? ¿Cómo puede una persona que este bajo pecado ayudar a otra gente? ¿Cómo puede una persona que está en la cárcel rescatar a otros que también lo están? “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.” El Señor limpió todos nuestros pecados para que le sirviéramos a él y él nos ha dado paz en nuestros corazones.
 

Ya estamos muertos en el mundo

¿Como podemos predicar el evangelio, servir a Dios, trabajar para él y contribuir a su ministerio, sin nuestro Señor? Hacemos todas estas cosas a través de nuestro Señor. Continuamos siguiendo al señor hoy y el día de pasado mañana – sin cambiar. Esta es la fe correcta. Aquellos que sirven al Señor son como una mujer virtuosa y sabia que mantiene en orden su casa. No lleves una vida religiosa voluble, como un sartén para freír que se calienta y se enfría en poco tiempo. Debes seguir al Señor todo el tiempo, hasta que él vuelva de nuevo. Considérate a ti mismo como cortado y muerto para el mundo después de nacer de nuevo. Quiero que recuerdes que ya no eres una persona del mundo. Ya estamos muertos para el mundo.
Nuestros nombres son eliminados del árbol familiar del mundo. ¿Entiendes? Nuestros nombres no están ahí.
Puede que el mundo te diga, “Hace mucho que no te veo. ¿Qué hay de nuevo? Escuche que asistes a la iglesia. También oí que todos tus pecados fueron perdonados. ¿Así que no tienes pecado, eh?”
“No, no tengo pecado.”
“Es raro. Pienso que caíste en la iglesia equivocada.”
“No, no lo veo de esa manera. Ven a mi iglesia. Veras que agradable es.”
“Aún pienso que eres raro.”
Entonces pensamos, “¿Por qué no me entienden? Desearía que me entendieran.” ¿Pero acaso pueden entendernos aquellos que no han nacido de nuevo? ¿Cómo pueden aquellos que la gente puede llegar a estar sin pecado entendernos? ¿Como pueden ellos entender que Jesús quitó todos los pecados del mundo? No pueden. Así que no esperes que te entiendan. El Señor le dijo adiós al mundo por nosotros. Agitó un pañuelo amarillo sobre la cruz. Él dijo, “¡Consumado es!” (Juan 19:30), por temor a que nosotros no pudiéramos ser capaces de decir adiós al mundo, ya que somos fácilmente movidos por lastima. También él dijo, “Yo elimine sus nombres del árbol familiar del mundo.”
 

El Señor nos permitió, quienes nunca podíamos Servirle a él, servirle quitando todos nuestros Pecados

Nosotros, quienes nunca hubiéramos podido servir al Señor, fuimos hechos aquellos quienes podían servirle a través de Jesucristo. Por naturaleza, nosotros pertenecíamos a aquellos quienes no podíamos servir al Señor. Debemos alabar al Señor por traernos a su iglesia y aprobándonos para servirle. El Señor nos usa. No es cierto que nosotros hagamos sus obras. ¿Entiendes? El justo Señor, en otras palabras, nos usa en sus obras de justicia.
El evangelista Lee se refirió en sus sermones a las series-abono y dijo que él era tan sucio y despreciable como un montón de abono mal oliente. Pero aún eso es una expresión suave. Cualquier otra cosa que te puedas imaginar, aún estamos sucios. Jeremías 17:9 afirma, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas.” Dios permitió a aquellos cuyos corazones son engañosos por mas todas las cosas, vivir para la gloria de Dios, el Señor y el Altísimo. Él nos llamó para realizar sus justas obras.
Podemos seguir al Señor y vivir en su gracia porque el Señor lavó todos nuestros pecados. Podemos sufrir con él y ser glorificados con él. Ya estábamos muertos, pero por el Señor vivimos. Si el Señor no hubiera tomado nuestros pecados, hubiéramos quedado fuera de la salvación. Aún permaneceríamos como gente mundana, si hubiéramos vivido de acuerdo a la carne.
El Señor nos salvo eternamente de una vez y para siempre. El nos salvó y nos hizo instrumentos de su eterno ministerio. ¡Que malvados y sucios somos! Después de conocer al Señor, llegamos a descubrir más y más lo malvado y sucio que somos con el tiempo. Es por eso que nos regocijamos cuando vemos la luz. Pero cuando nos vemos a nosotros mismos, nos lamentamos con dolor, así Pablo confesó, “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Pero Pablo inmediatamente alabó al Señor, “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” El Señor lavó todos nuestros pecados. El Señor lavó todos nuestros pecados de la carne. ¿Cuántos pecados comete la carne todos los días? No pretendas, como si tu carne no pecara.
 

¿Le das gracias al Señor?

El Señor borró todos los pecados que cometemos en la carne. ¿Lo crees? El que el Señor haya quitado todos los pecados del mundo puede que no te parezca mucho a ti, pero cuando te des cuenta que él quitó todos los pecados cometidos por tu propia carne, gritaras, “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” ¡Gracias, Señor! ¡Yo te alabo!”
El pecado tiene su propio peso. El Señor ha quitado todos los pecados que cometeremos en toda nuestra vida, hasta el último día. ¡Cuan agradecidos estamos! Si hubiéramos pecado un poco, podríamos pedir al Señor su perdón con oraciones de arrepentimiento. Pero nuestros pecados son innumerables e incesantes hasta el final de nuestra vida. Cuando nos damos cuenta de esto, no podemos hacer nada, más que alabar a Dios, “¡Gracias, Señor! ¡Tú borraste todos mis pecados! ¡Te alabo!” Damos gracias a Dios, en otras palabras, “¡por Jesucristo Señor nuestro!” ¿Das gracias a Dios y confiesas así? “Gracias, Señor. Doy gracias a ti por llamarme y salvarme para servir en tu justicia. Doy gracias al Señor quien me salvó de todos los pecados de la carne.” ¿Das gracias a Dios? La verdadera redención de los pecados se mira simple, pero al mismo tiempo no es algo para tomarse a la ligera. Es muy profundo, grande, amplio, precioso y eterno.
 

Debemos seguir al Señor porque no hay nada Bueno en nosotros

Somos una masa de pecados. Debemos saber que nosotros mismos somos tinieblas. “Soy tinieblas, pero tú eres la luz. Tú eres la luz verdadera, mientras que yo soy oscuridad total. Tú eres el sol. Yo soy la luna.” La luna solo puede dar luz a la tierra porque recibe la luz del sol.
La luna sola no puede dar luz por si misma. Da luz reflejando la luz que recibe del sol. Todo es oscuridad. ¿Eres luz o tinieblas? Somos oscuridad sin el Señor. Podemos agradecer, servir y seguir a Dios debido a Jesucristo y porque en él no hay condenación. Servir solo a nuestra carne, por otro lado, es servir solo a las tinieblas. Ríndelo tan pronto como puedas. Nuestra carne no cambia no importa lo mucho que te esfuerces. No hay nada especial en nosotros. Nuestra carne no es eterna y por eso debemos vivir por cosas eternas. Él que vive por las cosas eternas es sabio. Debemos conocernos pronto y rendirnos pronto. Debemos saber que no hay nada que esperar de nosotros mismos y que no hay nada bueno en nosotros. Somos una masa de pecado que siempre y solo sirve a la carne. La carne dice, “Dame cualquier cosa que quiera,” y actúa como una sabandija que chupa sangre, adhiriéndose al cuerpo (Proverbios 30:15).
Sentimos hambre tan pronto como vamos al baño después de comer algo. No estamos satisfechos con la carne, no importa lo mucho que tratemos servirla. Nos sentimos hambrientos en cuestión de horas, a pesar de cuanto y cuan deliciosa haya estado la comida que acabamos de comer. Pero si le damos gracias a Dios y lo seguimos, nuestro gozo solo se hace más grande.
No nos sentimos vacíos cuando seguimos al Señor. ¿Quieres tener un gozo permanente después de tu redención? Entonces sigue al Señor. ¿Quieres vivir una vida de luz? Sigue al Señor. ¿Deseas vivir una vida de gracia? Sigue al Señor. ¿Quieres vivir una vida fructífera? Sabe que estas en tinieblas y solo sigue la luz.
Seguimos al Señor a donde él vaya y nos detenemos cuando él se detiene. Hacemos lo que él Señor quiere que hagamos y no hacemos lo que él Señor no quiere que hagamos. Debemos caminar y seguirlo a él. ¿Esperas algo de ti mismo? ¡Claro que no! Debemos seguirlo a él ya que no hay nada que se espere de nosotros mismos. ¿Tu carne es eterna? ¡Claro qué no! ¿Entonces porque sigues algo que no te puede ofrecer algo ni es eterno?
Hace mucho tiempo, solía cantar una canción que va así. “♪Devuélveme mi juventud♪” Pero ahora, estoy bien aún si Dios no me devuelve mi juventud. Después de pensarlo de nuevo, me di cuenta de que no sería feliz si regresara a mi juventud. Si seguimos al Señor, quien es la luz de nuestras vidas, la corona de gloria nos aguarda. No necesitas regresar a tu niñez de nuevo. En vez de eso cantamos, “♪No negare al Señor y lo seguiré por el resto de mis días♪” Esto muestra la fe verdadera con la cual no negamos al Señor en nuestras vidas y con la cual siempre damos gracias a Dios. ¡Cantemos esta canción de alabanza!
“♪Amo a Dios el Señor quien formo al hombre del polvo de la tierra; Quien sopló el aliento de vida; ♫Y quien envió a Su Hijo por nosotros. Estoy formado a su semejanza, así que dedicare mi cuerpo al Señor. ♫No negare al Señor y lo seguiré cada día por el resto de mis días.♪”
 

Realmente doy gracias al Señor

Realmente doy gracias al Señor. El Señor quito nuestros pecados y nos permitió servirlo a él y hacer sus justas obras. Si el Señor no hubiera borrado todos los pecados que cometemos en nuestra carne y se las hubiera llevado, ¿cómo podríamos realizar sus justas obras? ¡Ni siquiera un 0.1%! Un pecador aún es malvado, no importa lo maduro que él / ella puedan parecer. ¿Qué maravilloso es que el Señor lavara nuestros pecados y nos permitiera servirle? ¿Qué maravilloso es que el Señor eliminara todos nuestros pecados y nos bendijera, quienes habíamos estado sumergidos en la suciedad toda nuestra vida, viviera como un mísero, haya estado atado al infierno y viviera una vida vana sin el Señor?
Que el señor nos haya escogido para servirlo, quitando todos nuestros pecados y bendiciéndonos con la redención por fe, solo muestra cuan grande es la gracia de Dios. ¿Cómo podemos ser justificados con pecado en el corazón? El hecho que no tengamos pecado en nuestro corazón seguramente es una gracia extraordinaria. ¡Alabado sea Dios! La carne ciertamente cometerá pecado de nuevo. Aunque ahora escuchamos la palabra de Dios, pecaremos de nuevo, tal vez tan pronto como salgamos de la capilla. Por eso, yo alabo al Señor por lavar todos nuestros pecados. No tengas duda–¡nuestro Señor quitó todos nuestros pecados por su bautismo en el río Jordán y termino con el juicio por el pecado en la cruz! ¡Yo creo y alabo a Dios! Como, entonces, ¿podemos alabar a Dios? ¡Podemos alabar a Dios a través de Jesucristo!
¡Amados santos! No podemos compensar por la gracia de Dios, no importa lo mucho que nos esforcemos el resto de nuestras vidas. No es suficiente si eternamente le damos gracias al Señor, quien nos permitió hacer su obra justa y fructífera al tomar todos nuestros pecados, no importa lo débiles que seamos. No podemos alabarlo lo suficiente por el resto de nuestras vidas.
Sabemos en lo profundo de nuestras mentes que nada bueno habita en nosotros. Píenselo de nuevo. ¿Pecaras mientras vives? Seguramente lo harás, pero el Señor ya ha quitado tus pecados. El Señor nos bendijo para hacer la obra de Dios. El Señor nos permitió servirle a él. No podemos evitar el dar gracias al Señor. Yo quiero que alabes al Señor y vivas una vida de agradecimiento a él, a través de Jesucristo por toda tu vida. Nuestro Dios nos preparó para vivir una vida de agradecimiento a él. Dios nos salvo de todos nuestros pecados que cometemos en nuestra carne. Él nos salvó de todos nuestros pecados para que le sirviéramos con nuestros corazones. Debido a que la gracia de nuestro Señor es tan grande, queremos servirlo y seguirlo a él. Démosle gracias con todo nuestro corazón.
¡Cuan sorprendente es la gracia de Dios dada a nosotros a través de Jesucristo! Realmente quiero que sepas cuan mala y débil es tu carne, mirar lo que haces, pensar si realmente el Señor quitó tus pecados o no, dar gracias al Señor y vivir por fe. Doy gracias al Señor quien nos preparó para vivir vidas preciosas. “¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7:25). Amamos a Dios con nuestros corazones, pero con nuestra carne amamos al pecado. Pero nuestro Señor es hermoso. No es un pecado hasta que cometemos una obra ilegal en nuestra carne, pero el Señor ya borró aún los pecados que cometeremos en el futuro. Es por eso que nuestro Señor es hermoso y el porque hay que darle gracias.
Gracias, Señor. Te alabo por darnos el corazón para servirte y por salvarnos totalmente de todos los pecados de nuestra carne, cometidos a través de nuestras vidas.
 
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