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Tema 18: Génesis

[Capítulo 1-1] La Biblia es la Palabra de salvación, no un libro científico (Génesis 1, 1-2)

La Biblia es la Palabra de salvación, no un libro científico(Génesis 1, 1-2)
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».
 
 
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este pasaje de Génesis 1, 1 es el primer verso que encontramos cuando abrimos la Biblia. Dios dijo: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». Cuando dice: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo», se refiere a la condición de los corazones de los que no han nacido de nuevo.
La Biblia no es un libro científico. La Biblia es la Palabra de Verdad que salva del pecado. Es la Palabra que trae la remisión de los pecados a la humanidad. La Palabra de las Escrituras es la Palabra bendita de salvación de la que Dios hablo y que cumplió para la humanidad. Como está escrito: «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí» (Juan 5, 39). La Biblia es la Palabra que permite a la humanidad ser salvada del pecado y recibir la vida eterna. Por tanto, para que uno sea salvado de sus pecados, debe darse cuenta de la condición en la que se encuentra su corazón a través de la Palabra de las Escrituras.
Cuando Dios dijo: «Y la tierra estaba desordenada», estaba describiendo la condición de nuestros corazones. La Palabra de Dios nos está diciendo que los corazones de todo el mudo están desordenados y por eso están llenos de pecados por su naturaleza. En los corazones de todos están presentes estas tres condiciones: sin orden, vacíos y oscuros. Dicho de otra manera el corazón, la mente y los pensamientos de la gente están desordenados, vacíos y llenos de pecados. Decir que los pensamientos de la humanidad están «desordenados» puede aplicarse a los que no conocen la Palabra de Dios de Verdad y que consecuentemente no conocen a Jesucristo. La palabra «vacío» se refiere a los corazones de la gente, que están insatisfechos. Que haya tinieblas en las profundidades de los corazones de los pecadores significa que los pecados de la humanidad están escondidos en sus corazones.
Los corazones de los que no han encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos dio, están desordenados. En otras palabras, no conocen la Verdad de Dios, es decir que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso siguen sin saber adónde van, atrapados por sus propios pensamientos. La razón por la que la gente del mundo está perdida es que está confundida. Sus pensamientos confusos hacen que no puedan resolver sus problemas por su sí mismos.
La razón por la que los corazones de la gente están vacíos y desordenados es la ausencia de la Palabra de Jesús. Dicho de otra manera, al no guardar la Palabra de Dios de Verdad en sus corazones, sus mentes están vacías y confusas. Hay un gran vacío en sus corazones porque el Señor, que nos ha dado la remisión de los pecados, no puede vivir en ellos.
En el pasaje de las Escrituras de hoy las «tinieblas» se refieren a los pecados de la humanidad. Se refieren a los que no han borrado sus pecados porque no han entendido la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Los que aún tienen pecado están en esta condición porque no han creído en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, todo el mundo debe creer que la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad según la voluntad de Dios. Sin embargo mucha gente no cree todavía en el Evangelio del agua y el Espíritu y por eso sigue teniendo pecados en sus corazones hasta hoy. Esto se debe a que no reconocen el hecho de que Dios es el Señor que creó los cielos y la tierra, el universo entero y todo lo que hay en él y que Jesús borró todos sus pecados. Pero todavía la mayoría de la gente sólo cuenta con sus obras y no reconoce el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice que esta gente, que quiere establecerse por su propia justicia, no se somete a la justicia de Dios (Romanos 10, 2-3).
¿Qué les ocurre a los corazones de los pecadores? Como sus corazones siguen teniendo pecado, están llenos de confusión y no saben qué es la Verdad de la salvación de Dios. Los que no han aceptado la Palabra de Dios tal y como es, deben estudiar lo que es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Quien no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu revelado en la Palabra de Dios es atormentado por sus propios pensamientos confusos. Esta gente peca contra Dios.
Como ya he mencionado anteriormente, la palabra «tierra» en el pasaje de las Escrituras se refiere al corazón humano. El que la tierra estuviera desordenada y vacía implica que nuestros pecados impiden que conozcamos al Señor y por tanto, nuestros corazones están confusos y vacíos. En otras palabras, la confusión llegó a la mente de las personas cuando se separaron de Dios y se desviaron de la Verdad del agua, la sangre y el Espíritu, y cuando no creyeron en la verdadera Palabra de salvación de Dios. Mis queridos hermanos, a no ser que creamos en Dios como nuestro Salvador, quien creó los cielos y la tierra, no podemos conocer la Verdad. Cuando no conocemos esta Verdad de Dios caemos en la confusión. No podemos darnos cuenta de quién creó todo en este mundo y de quién es Dios. Mucha gente ha caído en esta confusión, sin sabes si Dios es una roca, el Sol, la Luna, un árbol grande o un elefante. Por eso Dios cuando se refería a que la condición de los corazones es pecadora está diciendo: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo».
Cuando la gente no reconoce la Palabra de Dios en sus corazones, se llena de confusión. Cuando no se dan cuenta de que Dios, que creó todas las cosas, es Jesucristo, de que Jesús vino al mundo encarnado en un hombre, de que tomó los pecados del mundo cuando fue bautizado por Juan el Bautista, de que derramó Su sangre en la Cruz, y de que se levantó de entre los muertos y ascendió a los Cielos, están destinados a vivir toda su vida sumidos en la confusión, el vacío y la oscuridad. Por eso mucha gente no puede ser salvada de sus pecados y siguen viviendo sumidos en la confusión, el vacío y la oscuridad.
Mis queridos hermanos, Jesucristo creó el universo con Dios Padre y el Espíritu Santo. ¿Es verdad o no? Por supuesto que sí. Esto significa que Jesucristo es el Maestro del universo. Los pecados de la humanidad están separando a los hombres del Dios de Verdad, que no creen en Jesucristo como su Salvador ni creen que Jesús viniera por el Evangelio del agua y el Espíritu (Juan 16, 9). ¿No es un pecado que los seres humanos no crean en el Señor que les creó como su Maestro y que no reconozcan a su Maestro original? Por supuesto que sí. En otras palabras, es un pecado no creer en Jesucristo como el Salvador y no creer que Él borró nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Si nos separamos de Jesucristo, estamos cometiendo un pecado que nos destruye. Este es el camino que sume a la humanidad en la confusión. Los que se separan de Dios y no creen en Él están perdidos porque no creen en la Palabra de Verdad.
 
 

El vacío y el pecado en los corazones de la gente

 
No hay nadie aparte de Jesucristo que nos pueda dar verdadera satisfacción. Sin embargo como la gente no acepta lo que Jesús, nuestro Salvador, consiguió cuando vino al mundo, Cristo no puede entrar en sus corazones y por eso están vacíos.
Para poder llenar el vacío de sus corazones la gente debe aceptar la Palabra de Jesús en sus corazones, porque Él posee todas las verdades. Para ello debemos creer en todo lo que Jesús hizo cuando vino al mundo. Debemos aceptar que Jesús fue bautizado para tomar todos nuestros pecados, que derramó Su sangre y murió en la Cruz, y que se levantó de entre los muertos. Si reconocen esto y aceptan lo que Jesús hizo por ustedes, el vacío de sus corazones desaparecerá.
El corazón humano se caracteriza por estar lleno de tinieblas. Cuando la Biblia dice: «Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo», significa que los pecados de todo el mundo están tan dentro de sus corazones que no se dan cuenta. También significa que los hombres intentan esconder sus pecados. Mis queridos hermanos, si escondemos nuestros pecados y nos negamos a reconocer nuestra naturaleza pecadora, seguiremos siendo prisioneros de las tinieblas y no podremos nacer de nuevo ni convertirnos en personas que complacen a Dios. Si no admitimos que somos débiles y malvados, no podremos reconocer al Dios misericordioso y no podremos conocer al Dios de la salvación a través de la Palabra.
A no ser que reconozcamos la Palabra de Dios, no podremos saber quiénes somos, y si no sabemos quiénes somos, estamos abandonando a Dios. Como la gente no reconoce a Dios, esconde sus pecados e intenta establecerse por su propia justicia y protegerse por sí misma. Esto es lo que ocurre cuando no reconocemos la Palabra de Dios de Verdad.
Mis queridos hermanos, esto es un pecado. Todos los que se han separado de Dios y los que o creen en Su Palabra son pecadores. Desde el principio Dios habló a estos pecadores y les dijo que sus corazones están desordenados y vacíos y que las tinieblas están sobre la faz del abismo.
 
 

Dios obra en nosotros a través de Su Palabra solamente

 
La Biblia ice que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. ¿A través de qué perdona Dios las transgresiones de los pecadores? A través de Su Palabra.
En la Biblia, las «aguas» se refieren a la Palabra de Dios de Verdad. La «tierra» se refiere al corazón humano. Y el «mar» se refiere al mundo.
Cuando dice: «El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas» se refiere a dónde obra el Espíritu de Dios e implica que el Espíritu Santo obra a través de la Palabra. Cuando la gente se aferra a la Palabra de Dios y cree en ella, Dios obra en sus corazones a través de Su Palabra, borra todos los pecados de sus corazones y los salva. Dios creó el universo con Su Palabra y a través de esta perdonó todos los pecados del mundo.
¿Qué significa que el Espíritu Santo, que es Dios mismo, se moviera sobre la faz de las aguas? Significa que el Espíritu de Dios, es decir el Espíritu Santo, no podía entrar en los corazones de los pecadores. Este pasaje nos dice que aunque Dios quiere vivir en los corazones de la gente y estar con ellos, no puede hacerlo si hay pecado en ellos.
El Espíritu Santo, que es Dios, quiere entrar en los corazones de todos, pero sólo puede entrar en los corazones de los que han recibido la remisión de los pecados. Por eso debemos creer en la Palabra que Jesús nos contó y aceptar la remisión de los pecados que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces el Señor puede vivir en nosotros.
¿Quién creó el universo? Jesús, Dios mismo. Jesús es Dios y creó el universo y a nosotros. Y Jesús es el Dios Salvador que vino al mundo para salvar a la humanidad de todos sus pecados. Jesús es el Dios que creó la naturaleza. ¿Cómo podemos conocer a este Jesús? A través de la Palabra de Dios de Verdad. Cuando creemos en la Evangelio de Verdad de la remisión de los pecados, podemos ser perdonados y conocer a Dios. Podemos entender quién es Dios, qué relación tenemos con Él, qué es el pecado, qué es la salvación o remisión de los pecados, qué es la vida eterna que Dios nos dio, y qué tipo de bendiciones nos ha dado Dios. Al creer en Jesús, creemos en Dios de todo corazón.
Dios obra en aquellos que creen en Su Palabra de salvación y salva a los que creen en esta Palabra, dándoles la remisión de sus pecados. El Señor ha dado la remisión de los pecados a los que creen en la Palabra de Dios de salvación. Sin embargo, si alguien no escucha ni cree en esta Palabra de Dios y los pecados de su corazón siguen intactos, Dios no puede entrar en su corazón. Por eso Dios se mueve a nuestro alrededor y nos dice que recibamos la remisión de los pecados que nos ofrece gratuitamente. Y por eso la Biblia dice: «El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».
¿Qué es el pecado de la humanidad? Es el rechazo de la Palabra de Dios de salvación que trae la verdadera remisión de los pecados y el no creer en ella de corazón. El no creer en la Verdad de Dios de salvación es cometer un grave pecado a los ojos de Dios. La gente cree que peca sólo cuando comete un pecado especialmente grave, pero no sólo eso es pecado. No creer en Jesucristo, que es la Palabra, es un pecado. El pecado más grave es no reconocer la Palabra de Dios ni creer en ella.
Pero a pesar de ello los que están sumidos en la confusión creen en su propia idea de Dios y creen que sólo pecan cuando son insuficientes. Pero cuando Dios creó los cielos y la tierra, habló a la humanidad y dijo que el pecado es no creer en Su existencia ni en Su Palabra, y dejó claro que este es el principio del pecado, su origen y su existencia.
¿En qué tipo de pecadores se han convertido los seres humanos al no creer en Dios ni en Su Palabra? Dios les dijo a Adán y Eva: «Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2, 16-17). Aunque Adán creyó en Dios, no creyó en Su Palabra completamente y por eso acabó comiendo del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Así es como empezó el pecado.
Como Adán y Eva no creyeron en la Palabra de Dios. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Los seres humanos, engañados por Satanás, se convirtieron en pecadores y dejaron a Dios atrás, cometieron pecado a Sus ojos, rechazaron la Verdad y lo que es peor, se pusieron de lado del Diablo. Al no creer en la Palabra de Dios, los seres humanos se convirtieron en pecadores y quedaron malditos. Los que se han separado de Dios por no creer en Su Palabra, se han convertido en pecadores a los ojos de Dios y la humanidad ha sido maldita y Dios la ha condenado.
Para que un pecador sea salvado de la maldición de Dios, debe creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que se ha convertido en la justicia de Dios. Sólo cuando la humanidad crea en esta Palabra de Verdad, podrá volver a Dios. Todos los seres humanos deben volver a la verdadera Palabra de Dios, aceptarla y creer en ella. Para que un pecador vuelva a Dios, debe arrepentirse de no haber creído en la Palabra de Dios de Verdad.
En el Libro del Génesis podemos encontrar lo que es el pecado según Dios, cómo Dios llega a los pecadores y cómo se prepararon Sus obras de salvación y Sus bendiciones. Cuando los seres humanos cayeron en el pecado, nuestro Señor Jesús, que es Dios mismo, vino a nosotros como el Salvador de los pecadores, y borró todos los pecados. Gracias a Su Palabra Dios creó los cielos y la tierra. Asimismo, con Su Palabra nos ha dado la remisión de los pecados y el Reino de los Cielos.
 
 

Cuando Dios creó los cielos y la tierra, lo hizo mediante Su Palabra

 
Cuando Dios creó todo lo que hay bajo el cielo y en la tierra, lo hizo mediante Su Palabra. Dijo: «Sea la luz»; «Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas»; «Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra»; «Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos»; y «Produzca la tierra seres vivientes según su género».
Dios creó todo con la Palabra que salió de Sus labios. Del mismo modo en que el universo entero existió gracias a la Palabra del Señor, la remisión de los pecados también vino por la Palabra del Señor. Para salvarnos a los que caímos en el pecado por no creer en la Palabra de Dios de salvación, nuestro Señor viene una vez más a buscarnos mediante la Palabra de Dios de justicia. Debemos darnos cuenta que Dios no viene a nosotros a través de nuestros sueños o visiones, sino a través de la Palabra de justicia. El Señor no nos encuentra a través de experiencias místicas.
Está escrito: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz» (Génesis 1, 1-3).
Este pasaje significa que del mismo modo en que Dios creó el universo con Su Palabra, también vino a los pecadores mediante esta Palabra de justicia cuando caímos en el pecado. Y esto significa que el Señor ha salvado a los pecadores de sus iniquidades y ha completado la remisión de sus pecados tal y como Dios dijo.
Para salvar a todos los seres humanos que cayeron en el pecado, Jesús vino al mundo para ayudarles con la Palabra de Verdad. Como Adán y Eva cayeron en el pecado, todos los demás se convirtieron en pecadores. ¿Cómo vino nuestro Señor a buscar a esta gente? Vino por la Palabra de Verdad y gracia. Pasemos a Isaías 55, 1-3:
«A todos los sedientos:
Venid a las aguas;
y los que no tienen dinero,
venid, comprad y comed.
Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.
¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan,
y vuestro trabajo en lo que no sacia?
Oídme atentamente, y comed del bien,
y se deleitará vuestra alma con grosura.
Inclinad vuestro oído, y venid a mí;
oíd, y vivirá vuestra alma;
y haré con vosotros pacto eterno,
las misericordias firmes a David».
Cuando los pensamientos de todo el mundo estaban atrapados en confusión y el corazón estaba vacío y oscuro sobre la faz de las aguas, nuestro Señor vino por la verdadera Palabra de salvación a todos los pecadores que habían abandonado a Dios y Su Palabra. «Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David». Dios vino a nosotros por la Palabra de Su justicia.
 
 

Deben volver a la Palabra de Dios

 
La Biblia es la misma Palabra de Dios que ustedes y yo tenemos. La Biblia es la Palabra de Dios. Debemos conocer la Palabra de Dios y aceptarla por fe. De las tres Personas de Dios (Padre, Hijo y Espíritu), el Hijo es la Palabra de Dios. Esta Palabra que estamos leyendo es Dios mismo (Juan 1, 1).
Cuando los que creen en el Señor leen la Palabra de las Escrituras, lo hacen creyendo que es la Palabra de Dios. Por el contrario, los pecadores que no creen en el Señor no creen que la Biblia sea la Palabra de Dios ni creen que la Palabra sea Dios mismo.
Dios es Espíritu, pero también es Logos (Palabra). La verdadera Palabra de la Biblia es la Palabra de Dios. Y la Palabra es Dios mismo. El Señor Jesús vino a los corazones de los pecadores mediante la Palabra de salvación, porque Él es el Dios de la Palabra. Cuando vino a los pecadores mediante Su Palabra, dijo:
«Buscad a Jehová mientras puede ser hallado,
llamadle en tanto que está cercano.
Deje el impío su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos,
y vuélvase a Jehová,
el cual tendrá de él misericordia,
y al Dios nuestro,
el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55, 6-7).
Si no fuera por la Palabra de Dios nos dio, ¿cómo podríamos creer en el Señor como nuestro Salvador? ¿Cómo podríamos conocer al Señor? Si nuestro Señor apareciera en nuestras visiones en toda Su gloria y nos llamara por nuestro nombre diciendo: «Voy a borrar todos tus pecados», nos desmayaríamos y moriríamos. Dios no tiene cuerpo. Vino a nosotros y nos habló a través de la Palabra de Verdad. Nos dijo: «Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar».
Dios está junto a nosotros a través de Su Palabra. Mientras que el Señor está en los corazones de los salvados, está en los pecadores a través de Su Palabra. El Señor siempre está cerca de los pecadores a través de la Palabra. Si los pecadores llaman a Dios cuando aún están vivos, y le buscan, Dios les encontrará a través de Su Palabra.
Para encontrar a Dios, los malvados deben dejar el mal camino y los injustos deben dejar sus malos pensamientos. La palabra malvados se refiere a los que no reconocen la Palabra de Dios de justicia. Los malvados deben dejar el mal camino de no reconocer la justicia de Dios. Los que son injustos a los ojos de Dios son los que no reconocen la Palabra de Dios de Verdad y cometen pecados, y junto con los malvados, deben dejar sus pensamientos y volver al Dios de Verdad. Los malvados y los injustos son todos pecadores y para que estos pecadores vuelvan a Dios, deben encontrar el Evangelio al creer en la justicia de Dios, sin importar qué tipo de pecado hayan cometido.
Para ello deben darse cuenta de que no han reconocido la Palabra de Dios de justicia. Todos los pecadores pueden encontrar a Dios y creer en Él si admiten que son malvados, reconocen su fracaso y la existencia de Dios y admiten que Dios es su Señor y Salvador. Todos los pecadores pueden volver a Dios, pero sólo si reconocen la Palabra de Dios de Verdad y creen en ella.
Cuando reconocemos la Palabra de Dios al creer en ella de corazón, podemos volver a Dios. ¿Lo entienden? Esta es la única forma de que la humanidad vuelva a Él. Un pecador puede ser restaurado y volver a Dios sólo si reconoce Su soberanía y Su Palabra.
 
 
Para volver a Dios debemos dejar de lado nuestras propias ideas
 
No se puede volver a Dios sólo diciendo el nombre del Señor, gritando: «¡Señor!». Algunos pastores afirman que sí se puede y citan un pasaje de Romanos que dice: «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10, 13). Pero esto no es así, no se puede volver a Dios con tal sólo decir: «Dios, creo». Esto no es más que una idea preconcebida. Sólo cuando se reconoce la Palabra de Dios se puede volver a Dios. Los malvados sólo pueden volver a Dios cuando dejan de lado sus propias ideas.
Nosotros, los justos que hemos sido salvados, y también los pecadores, hemos cometido muchos errores a los ojos de Dios. Pero a pesar de ello, Dios borró todas estas iniquidades a través de Su justicia. Tomó sobre Si mismo los pecados que cometemos por culpa de nuestras ideas, nuestros malentendidos y debilidades. Nuestro Señor se llevó todos estos pecados que la gente comete por sus debilidades y su ignorancia. ¿Se dan cuenta de lo ignorantes que somos los seres humanos a los ojos de Dios? ¿Cuántas veces hemos entendido algo mal y no hemos llegado al fondo de la cuestión porque no tenemos el conocimiento adecuado? Por eso acabamos cometiendo pecados. Pero a pesar de todo esto, ¿no borró Jesús todos estos pecados? Sí, cargó con todos nuestros pecados y los borró. Jesús es nuestro Salvador.
En el pasaje de Isaías mencionado anteriormente está escrito:
«Deje el impío su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos,
y vuélvase a Jehová,
el cual tendrá de él misericordia,
y al Dios nuestro,
el cual será amplio en perdonar.»
Dios nos está diciendo que dejemos de lado nuestras ideas y volvamos a Jehová. Mis queridos hermanos, ¿se dan cuenta de lo malvados que son nuestros pensamientos a los ojos de Dios? Nuestros pensamientos son la misma maldad.
Por supuesto nuestro Señor se llevó nuestras ideas preconcebidas también, pero aún así hay muchos filósofos eruditos y científicos que niegan la existencia de Dios. Esta gente tiene el corazón endurecido por sus propias ideas. Dicen: «¿Dónde está Dios? ¿Cómo puede ser Jesús Dios? ¿Y cómo puede ser Dios el Dios de la Palabra? ¿Cómo pudo crear el universo y la humanidad? Todo lo que conocemos se desarrolló por la evolución». Mucha gente de este mundo piensa así.
Sin embargo, Dios está diciendo a los malvados que dejen sus ideas y vuelvan a Jehová. Dios está diciendo que para que los pecadores sean perdonados, deben dejar de lado sus pensamientos malvados y creer en la justicia de Dios. Debemos darnos cuenta de que nuestros pensamientos son malvados. Y debemos darnos cuenta ante Dios de que la arrogancia de no creer en la Palabra de Dios es un pecado grave.
Aún así, nuestro Señor se llevó los pecados de la humanidad al ser bautizado, desde los pecados cometidos por culpa de nuestras debilidades hasta la maldad de nuestros pensamientos y acciones. Por eso podemos volver a Dios Jehová por fe. Dios está diciendo: «Que los pecadores dejen sus pensamiento y vuelvan a Mí». ¿Cómo son sus pensamientos ante Dios: equivocados o correctos? ¿Morales o inmorales? Tenemos que darnos cuenta de que todos los pensamientos que tenemos aparte de la Palabra, de nuestra fe en la Palabra de Dios y los que se derivan de ella, son malvados. Las ideas humanas son falacias. Entre sus pensamientos y los de la Palabra de Dios. ¿Cuáles son los correctos? Por supuesto que los de la Palabra de Dios.
Friedrich Nietzsche (1844-1900), un filósofo existencialista alemán, concluyó que Dios estaba muerto. Pensó: «Dios está muerto y por eso los malvados tienen tanto poder en el mundo aunque sean tan malvados. ¡Por eso Dios está muerto!». Mientras Nietzsche estaba de viaje, su barco naufragó y tuvo que subir a un bote salvavidas. Pero cuando las olas se hicieron altas y estaba a punto de ahogarse, empezó a rezar a Dios, suplicando: «¡Dios, por favor, sálvame!». Nietzsche, que había declarado que Dios estaba muerto, estaba pidiéndole que le salvara.
Así que Dios le salvó y puso sus pies en tierra firme. Al cabo de unos días, cuando Nietzsche estaba dando una clase, volvió a decir: «Dios no existe. Está muerto». En esa clase había algunos de los pasajeros que habían naufragado con él y se dice que se les oyó comentar: «Este Nietzsche es un tipo raro. Cuando estaba en el mar, dijo que Dios estaba vivo, pero ahora que está en tierra, dice que Dios está muerto. Así que sus ideas deben ser falsas».
Así es como piensan todos los seres humanos. Cuando se encuentran en una emergencia, buscan a Dios, pero cuando están a salvo, dicen que Dios está muerto. ¿Por qué? Porque no quieren rendirse ante Dios. Este es el pecado de no creer en Dios, y esta gente es la gete más malvado por haber abandonado a Dios.
 
 

La Palabra de Dios de Verdad es diferente de los pensamientos de la humanidad

 
Si quieren que sus almas sean salvadas del pecado dejen atrás sus pensamientos humanos. Y piensen en el bautismo y la Cruz de Jesucristo, que vino por la Palabra de Dios. Nuestras falsas ideas hacen que rechacemos la Palabra de Jesús. El Señor nos está diciendo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11, 28).
El Señor tomó sobre Sí mismo todos nuestros pecados a través de Su bautismo. Por tanto, para que los pecadores encuentren a Dios, deben abandonar sus propios pensamientos y volver a Jesucristo. La Biblia dice que Dios será misericordioso con ellos. Por su compasión Jesús tomó todas sus transgresiones sobre Su cuerpo al ser bautizado por Juan hace 2.000 años.
Está escrito:
«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra,
así son mis caminos más altos que vuestros caminos,
y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55, 8-9).
Los pensamientos justos de Dios y nuestros pensamientos humanos son totalmente diferentes. Están en un nivel diferente. En nuestros propios pensamientos nos quejamos: «¿Por qué me creó Dios para sufrir en este mundo? No entiendo por qué me hizo así, por qué nací así». Y los que culpan a Dios también culpan a sus padres. Piensan: «No sé por qué mis padres no me dejan herencia alguna, por qué me tuvieron si son tan pobres y por qué me hacen vivir así, sufriendo y siendo odiado por tantos». Pero no sólo lo piensan, sino que además se lo dicen a sus padres.
Sin embargo, nuestro Señor dice que permitió el sufrimiento para salvar a todos los pecadores que habían abandonado a dios y para revestirles de Su gloria, y así hacer que le buscasen. La humanidad no buscaría a Dios si no hubiese sufrimiento en este mundo y todo estuviera en su lugar. Y si los seres humanos no tuviesen insuficiencias o debilidades, no podrían convertirse en hijos de Dios al creer en Jesucristo. Por eso Dios ha permitido que la humanidad sufra en este mundo, pero sólo temporalmente. Esto se debe a que los pensamientos de Dios y los nuestros son completamente diferentes.
La gente dice: «Probablemente Dios nos creó como juguetes para entretenerse porque estaba aburrido». Mucha gente piensa igual. Por eso algunos maldicen a Dios y le señalan. Sin embargo, los pensamientos de Dios son diferentes de los nuestros.
Dios nos creó para hacernos Su pueblo y Sus hijos y para que así viviéramos felices en el paraíso terrenal y en el Reino de los Cielos. Dios creó a la humanidad para que disfrutara de la vida eterna como Él. Dios nos creó con esta idea en mente, y para ello Jesús fue bautizado, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos. Esta es la providencia divina.
Dios creó a la humanidad para darle felicidad y bendiciones. Sin embargo nosotros no creemos en esto y culpamos a Dios con palabras blasfemas: «Si Dios creó el mundo, no debería haber creado a la gente mala o al Diablo».
¿Creó Dios al Diablo? No, Satanás, el Diablo, era un ángel al principio. Este ángel cayó porque intentó exaltarse por encima de Dios. Por eso se convirtió en Satanás. Y ustedes deben entender que Dios permitió que el pueblo de Israel no le aceptara para que pudiéramos ser salvados creyendo en Su justicia.
Para explicar la voluntad de Dios más fácilmente voy a hacer una comparación con la relación entre un niño de 5 años y sus padres. Cuando los adultos se proponen desempeñar una tarea, primero hacen las preparaciones necesarias. Pero un niño no entiende esto por mucho que se lo expliques.
Imaginemos que estamos cocinando una sopa de fideos. Cuando hacemos sopa, primero ponemos agua en un cazo. El niño de nuestro ejemplo nos ve y pregunta: «¿Por qué pones agua en un cazo?». Entonces ponemos el agua a hervir. El niño pregunta: «¿Por qué pones el agua al fuego?». No puede entenderlo porque no tiene ningún sentido para él. Entonces ponemos los fideos. El niño pregunta: «¿Por qué pones los fideos?». Entonces echamos los demás ingredientes. El niño pregunta: «¿Por qué echas esas cosas en el agua?».
Para el niño todo es curioso y extraño. Cuando echamos la sal, el niño vuelve a preguntar: «¿Por qué echas sal?», cuando removemos la sopa, pregunta: «¿Por qué le das vueltas?». Cuando probamos la sopa, vuelve a preguntar: «¿Por qué la pruebas?».
Puede que no le contestemos hasta que hayamos terminado, pero cuando le dejamos que pruebe la sopa, entonces se da cuenta: «¡Ah! Así que esto es la sopa de fideos». Pero no ha entendido los pasos que hemos seguido para hacer la sopa. Sólo le importa el resultado, que es la sopa de fideos que se va a comer, y todo lo que ha entendido es: «¡Vaya! Esto es sopa de fideos. ¡Está muy buena!».
El niño no entiende todos los pasos que sus padres han seguido para hacer la sopa. Del mismo modo, por mucho que se nos explique el objetivo por el cual Dios nos creó y sin importar cómo se nos explique este objetivo y el proceso por el que Dios nos ha hecho Sus hijos, es muy difícil para nosotros entenderlo, porque somos como ese niño pequeño.
 
 
Debemos reconocer la infalibilidad de la Palabra de Dios
 
Si lo reconocemos estamos reconociendo la bondad de Dios. Dios nos creó para bendecirnos. Dicho de otra manera, Dios nos hizo nacer en este mundo para bendecirnos. Dios dice que ha creado Su viña y la ha sembrado con la más fina vid y entonces espera que de buenas uvas (Isaías 5, 2). Si Dios tenía un plan para hacer las mejores uvas y las hizo así, debemos aceptar todos los pasos que siguió.
Pero a pesar de ello, la gente no cree en Dios. Por culpa de esto serán arrojados a la basura. Si no se reconoce a Dios, como pena por el pecado, seremos arrojados al fuego para sufrir para siempre. Es sólo cuestión de tiempo que los que no creen sean arrojados al infierno.
Algunos se preguntarán: «Dios no debería haber creado el infierno. ¿Por qué lo hizo?». Mis queridos hermanos, no está bien que una criatura no reconozca a su Creador. La Biblia ilustra esta afirmación mediante una analogía con un alfarero. Si estuviéramos haciendo una vasija y no nos gustara como ha quedado, y la deshiciéramos y la tirásemos, ¿hemos hecho algo malo? No, como sus creadores no hemos hecho nada malo. Si pensamos en esto, entendemos que lo que debemos hacer, como criaturas de Dios, es creer en Él y aceptar lo que nos ha dado, y que no debemos culpar a Dios por nada.
¿Somos los creadores? No, sólo somos criaturas. El Creador tiene derecho a hacer lo que quiera con las criaturas. Dios nos creó con un buen plan y un buen objetivo y si no nos sometemos estamos siendo malvados. Esta es la maldad del Diablo. Esto es retar a Dios. Dios camina en la Palabra de Verdad y nosotros debemos darnos cuenta que no creer en Dios ni en Su Palabra es un pecado. Y debemos darnos cuenta de que el Espíritu de Dios se muevo sobre la faz de las aguas. Dios obra según Su Palabra. Cuando reconocemos esta Palabra, creemos en ella y la seguimos, podemos encontrar a Dios.
 
 

La Palabra de Dios obra en los corazones humanos

 
Si creemos solamente en experiencias místicas o revelaciones, en vez de creer en la Palabra de Dios, no podremos en Dios. ¿Lo entienden? Está escrito: «El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». La Biblia no dice que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas sólo porque estuviese aburrido. ¿Acaso no puede Dios moverse en la tierra? ¿Por qué no habría de moverse sobre la faz de la tierra? En realidad Jesucristo vino al mundo y caminó sobre él. Este pasaje significa que el Espíritu Santo no puede vivir en los corazones de los pecadores.
El mensaje especial que Dios nos está transmitiendo aquí es que los pecadores deben volver a la Palabra para encontrar a Dios. Así que sólo los que volvieron a la Palabra han encontrado a Dios y han nacido de nuevo. Por eso la Biblia explica estos dos puntos: «Para ser salvado del pecado, primero debes darte cuenta de que eres un montón de pecados, y segundo, de que debes nacer de nuevo a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu». En otras palabras, se nace de nuevo a través de la Palabra de Dios y el Espíritu Santo pone el sello de Dios.
Debemos saber lo que es el pecado a los ojos de Dios, y quién es Dios. Debemos darnos cuenta de que los corazones de los que han abandonado a Dios están confundidos y vacíos y de que las tinieblas están sobre la faz del abismo. No creen en la Palabra de Dios es un pecado. Para volver a Dios, debemos volver a la Palabra y sólo entonces podremos encontrar a Dios. La Palabra es Dios mismo, y Dios obra a través de Su Palabra. Debemos darnos cuenta y volver a la Palabra.
Nosotros, los justos, debemos dejar de lado nuestros propios pensamientos. Para ser bendecidos debemos desechar nuestras propias ideas. Cuando conocemos la Palabra de Dios podemos creer en Él. Y cuando reconocemos la Palabra, podemos creer en Dios, volver a Él y recibir todas Sus bendiciones. Los que han recibido la remisión de los pecados hace poco y los que todavía están confusos deben volver a la Palabra de Dios. Y deben escuchar la Palabra y meditar sobre lo que dice.
Esta misma advertencia sirve para los pecadores. Si los pecadores no vuelven a la Palabra y si no conocen la Palabra de Dios y vuelven a este camino, ¿cómo van a encontrar a Dios? ¿Y cómo van a recibir la remisión de los pecados de la mano de Jesús? Sólo cuando estos pecadores vuelven a la Palabra pueden encontrar a Jesús, a Dios, a su Creador y ser salvados de sus pecados.
Por eso decimos que la Palabra de las Escrituras es el Canon, que significa «la medida de la salvación, el barómetro que nos permite conocer a Dios y la norma para todo juicio». La Biblia no fue escrita por el hombre. Dios escribió la Biblia y en este preciso momento sigue transformando vidas. Cuando leemos la Biblia, podemos darnos cuenta de que hay Dios y podemos encontrarlo. Y cuando creemos en la Palabra, esta viene a nuestros corazones y obra en nuestras vidas.
La Palabra viene a nuestras mentes y obra en nuestras vidas y también derrumba nuestras ideas falsas. Y la Palabra permite que recibamos la remisión de nuestros pecados y sigamos la voluntad de Dios. Como la Palabra está viva y es dinámica, obra en los corazones de los creyentes con fuerza.
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra». ¿Cómo nos encuentra Dios a los que caímos en el pecado? En el pasaje de las Escrituras de hoy hemos encontrado la respuesta a esta pregunta de cómo Dios viene a nuestras vidas y cómo obra en ellas. Dios nos busca y obra en nuestras vidas a través de Su Palabra. ¿Se dan cuenta ahora?
Doy gracias a nuestro Señor. Habíamos caído en la confusión y en el vacío, pero aún así nuestro Señor vino a buscarnos a través de la Palabra. Los que todavía son jóvenes en la fe y los que acaban de escuchar la Palabra y de recibir la remisión de los pecados, deben escuchar atentamente la Palabra tantas veces como sea posible.
Les pido que no se pierdan las horas de culto y las reuniones y que tomen parte en ellas, porque «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10, 17). Cuando escuchamos la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu podemos conocer a Dios y nuestras preguntas son contestadas.
La Palabra de Dios no es un libro científico, sino que es la Palabra de salvación.