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Tema 24: SERMONES PARA LOS QUE SE HAN CONVERTIDO EN NUESTROS COLABORADORES

[24-70] Los justos deben cumplir su deber (Génesis 38:1-30)

(Génesis 38:1-30)
“Aconteció en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira. Y vio allí Judá la hija de un hombre cananeo, el cual se llamaba Súa; y la tomó, y se llegó a ella. Y ella concibió, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Er. Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Onán. Y volvió a concebir, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Sela. Y estaba en Quezib cuando lo dio a luz. Después Judá tomó mujer para su primogénito Er, la cual se llamaba Tamar. Y Er, el primogénito de Judá, fue malo ante los ojos de Jehová, y le quitó Jehová la vida. Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y despósate con ella, y levanta descendencia a tu hermano. Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano. Y desagradó en ojos de Jehová lo que hacía, y a él también le quitó la vida. Y Judá dijo a Tamar su nuera: Quédate viuda en casa de tu padre, hasta que crezca Sela mi hijo; porque dijo: No sea que muera él también como sus hermanos. Y se fue Tamar, y estuvo en casa de su padre. Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, mujer de Judá. Después Judá se consoló, y subía a los trasquiladores de sus ovejas a Timnat, él y su amigo Hira el adulamita. Y fue dado aviso a Tamar, diciendo: He aquí tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas. Entonces se quitó ella los vestidos de su viudez, y se cubrió con un velo, y se arrebozó, y se puso a la entrada de Enaim junto al camino de Timnat; porque veía que había crecido Sela, y ella no era dada a él por mujer. Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro. Y se apartó del camino hacia ella, y le dijo: Déjame ahora llegarme a ti: pues no sabía que era su nuera; y ella dijo: ¿Qué me darás por llegarte a mí? El respondió: Yo te enviaré del ganado un cabrito de las cabras. Y ella dijo: Dame una prenda hasta que lo envíes. Entonces Judá dijo: ¿Qué prenda te daré? Ella respondió: Tu sello, tu cordón, y tu báculo que tienes en tu mano. Y él se los dio, y se llegó a ella, y ella concibió de él. Luego se levantó y se fue, y se quitó el velo de sobre sí, y se vistió las ropas de su viudez. Y Judá envió el cabrito de las cabras por medio de su amigo el adulamita, para que éste recibiese la prenda de la mujer; pero no la halló. Y preguntó a los hombres de aquel lugar, diciendo: ¿Dónde está la ramera de Enaim junto al camino? Y ellos le dijeron: No ha estado aquí ramera alguna. Entonces él se volvió a Judá, y dijo: No la he hallado; y también los hombres del lugar dijeron: Aquí no ha estado ramera. Y Judá dijo: Tómeselo para sí, para que no seamos menospreciados; he aquí yo he enviado este cabrito, y tú no la hallaste. Sucedió que al cabo de unos tres meses fue dado aviso a Judá, diciendo: Tamar tu nuera ha fornicado, y ciertamente está encinta a causa de las fornicaciones. Y Judá dijo: Sacadla, y sea quemada. Pero ella, cuando la sacaban, envió a decir a su suegro: Del varón cuyas son estas cosas, estoy encinta. También dijo: Mira ahora de quién son estas cosas, el sello, el cordón y el báculo. Entonces Judá los reconoció, y dijo: Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a Sela mi hijo. Y nunca más la conoció. Y aconteció que, al tiempo de dar a luz, he aquí había gemelos en su seno. Sucedió cuando daba a luz, que sacó la mano el uno, y la partera tomó y ató a su mano un hilo de grana, diciendo: Este salió primero. Pero volviendo él a meter la mano, he aquí salió su hermano; y ella dijo: ¡Qué brecha te has abierto! Y llamó su nombre Fares. Después salió su hermano, el que tenía en su mano el hilo de grana, y llamó su nombre Zara.”
 
 
Todos los cristianos nacidos de nuevo de verdad deben llevar a cabo sus responsabilidades que Dios les ha confiado. Debemos conocer nuestras responsabilidades y cumplirlas completamente ante Dios. Entre los doce hijos de Jacob mencionados en este pasaje de las Escrituras, Judá es el antecesor de la tribu real. Está escrito aquí que Judá tomó una mujer para su hijo Er y su nombre era Tamar. Y era una mujer gentil.
 
 

Tamar: una mujer del linaje de la fe

 
Al principio del Evangelio de Mateo hemos leído acerca de la genealogía de Jesucristo, donde está el linaje de la fe. Mateo 1:3 dice: “Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram”. Está escrito aquí que Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Nos dice que Judá engendró a Farés y Zara con Tamar. ¿Quién es este Tamar? Era la mujer del hijo mayor de Judá. En otras palabras, era la nuera de Judá. Pero ¿qué ocurrió al final? Judá se acostó con su nuera Tamar sin quererlo después de varios acontecimientos. Queridos hermanos, ¿no es horrible que algo así esté escrito en la Biblia? Sin embargo, sé que nuestro Dios nos está hablando a través de esto de cómo somos verdaderamente.
Para los israelitas, como los coreanos, las mujeres tenían que continuar el linaje de sus maridos. Cuando una mujer se casaba, tenía la responsabilidad absoluta de dar a luz a un descendiente para continuar el linaje de su marido. Y así, si el hijo mayor de un israelita se casaba y moría sin tener hijos con su mujer, el hermano menor tenía que tener un hijo con ella. En el Nuevo Testamento, algunos de los saduceos le preguntaron a Jesús, diciendo: “Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano. Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos. Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos. La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia. Finalmente murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?” (Lucas 20:28-33).
En este contexto cultural, Tamar tenía el deber de continuar el linaje de Judá, pero los hijos de Judá no cumplieron esto. La Biblia dice que el primogénito de Judá, Er, era malvado a los ojos de Dios y el Señor lo mató. Lo que es muy extraño es que Er sabía que si tenía relaciones con su mujer ese hijo no sería suyo y por eso no quiso que concibiese. El Señor se enojó y lo mató. Por eso Dios le dio el hermano menor, Onán, a Tamar. Si leemos Génesis 38:8, dice: “Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y despósate con ella, y levanta descendencia a tu hermano”. Y por eso Judá le hizo ir a su cuñada Tamar. Sin embargo, este Onán hizo lo mismo que su hermano y fue destruido por ello. Si leemos el versículo 9, dice: “Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano”.
Entonces, ¿de quién era el turno? El tercer hijo de Judá, llamado Shelah, tenía que tenía que casarse. Pero Shelah era todavía muy joven. Judá tuvo que continuar su linaje, pero sus dos hijos habían muerto. Y su nuera tenía que esperar que el tercer hijo, Shelah, creciese, pero Judá sintió que Shelah moriría también si se lo daba a Tamar, así que no lo hizo. Le dijo: “Te daré a Shelah, pero tienes que esperar a que crezca”. Como padre tenía miedo de lo que le pasaría a su hijo menor. Judá pensó que, si les dejaba acostarse, su hijo menor también moriría. Pensó que su nuera era como una viuda negra que iba a devorar a todos sus hijos. Y al final no le dio a su tercer hijo a su nuera.
 
 
Tamar se acostó con su suegro
 
Génesis 38:12-16 dice: “Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, mujer de Judá. Después Judá se consoló, y subía a los trasquiladores de sus ovejas a Timnat, él y su amigo Hira el adulamita. Y fue dado aviso a Tamar, diciendo: He aquí tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas. Entonces se quitó ella los vestidos de su viudez, y se cubrió con un velo, y se arrebozó, y se puso a la entrada de Enaim junto al camino de Timnat; porque veía que había crecido Sela, y ella no era dada a él por mujer. Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro. Y se apartó del camino hacia ella, y le dijo: Déjame ahora llegarme a ti: pues no sabía que era su nuera; y ella dijo: ¿Qué me darás por llegarte a mí?”.
Este pasaje de las Escrituras dice que alguien le dijo a Tamar que su suegro había ido a Timnah, y podemos asumir que es donde Tamar vivía entonces. Parece que la nuera de Judá no llevaba la ropa de viuda, pero tenía la cara tapada y estaba sentada al lado de la carretera como una prostituta. Y Judá, aunque su mujer no había muerto hace mucho, se acostó con esta prostituta que estaba sentada al lado de la carretera.
Queridos hermanos, así era Judá. De esta manera la Biblia lo recoge todo tal y como ocurrió. La Palabra de Dios no esconde nada acerca de la humanidad. Como la Palabra es la Palabra de Dios nos lo dice todo acerca de los seres humanos. Las biografías de la gente solo mencionan cosas acerca de hombres grandes. Por ejemplo, está escrito que el General Lee Soon Shin de nuestro país era un genio y muy inteligente desde muy pequeño. Aún más, era valiente, honraba a sus mayores y tenía buenos modales. Sin embargo, la Biblia no habla de nuestros antecesores de la fe de esta manera. La Palabra de Dios nos habla de cualquier personaje bíblico de la manera en que era sin añadir ni omitir nada. Y así, incluso después de que Judá perdiese a su mujer y la hubiese enterrado, tuvo relaciones con una prostituta.
Los israelitas solían dedicar un día al año para esquilar a las ovejas. Lo mismo ocurre en nuestro país, donde en otoño recogemos todas las cosechas por las que hemos trabajado duro. Pero en Israel el trabajo era el ganado, así que el tiempo de esquilar las ovejas era cuando había una cosecha abundante. Pero el día en que Judá iba a esquilar a sus ovejas, vio a una mujer al lado de la carretera y tuvo relaciones con ella. Había una mujer al lado de la carretera con la cara tapada. Supongo que eso es lo que hacían las prostitutas de aquel entonces. Judá le dijo que tendría relaciones y ella seguramente le pidió dinero. Judá dijo que no tenía dinero y por eso ella le pidió una garantía. Judá le dijo que podía quedarse con su sello, cordón y báculo. Y por eso la mujer le pidió una garantía. En realidad, esta mujer no era una prostituta, sino la nuera de Judá, Tamar. Era la mujer de su primer y segundo hijo.
Después de un tiempo, Tamar dio a luz a un hijo. Y algunas personas se lo dijeron a Judá. La gente decía que su nuera había cometido adulterio y que estaba a punto de dar a luz. Dijeron que debería ser lapidada. Si esto fuese verdad, según el mandamiento de la Ley, su pecado merecía la muerte. Y por eso, Judá, para matar a su nuera, la tomó y se sentó y le preguntó quién le había hecho eso. Entonces Tamar dijo que el dueño del sello, cordón y báculo. Judá no sabía qué respuesta dar. Era como si Tamar estuviese diciendo: “Si me hubieses dado a tu hijo mejor Shelah a mí, esto no habría pasado. No cumpliste con tu obligación. Y como tenía la responsabilidad importante de continuar con tu linaje, no tuve otro remedio. Yo solo quería continuar con tu linaje”.
Queridos hermanos, cuando una mujer se casa en una familia tiene la obligación de continuar con el linaje de esa familia. Dicho de otra manera, debe asegurarse de que los descendientes de esa familiar no acaban. Nadie puede negarlo. Y por eso, si cualquier mujer israelita no podía tener hijos, era despreciada. Y así, por esto Judá no pudo matarla. Y la descendencia de Tamar y Judá se convirtió en parte de la genealogía de la fe. Y a través de esta genealogía, ¿quién salió? Jesucristo nació en la carne humana como el Salvador.
 
 

Debemos cumplir nuestro deber espiritual

 
Vemos aquí que la razón por la que los hijos de Judá, Er y Onán, murieron, porque no cumplieron su deber ante Dios. Su deber era tener hijos para continuar su linaje. Hay que llevar a cabo los deberes de manera adecuada. ¿Por qué expulsaron su semen en el suelo para no concebir?
Si es así, ¿cuál es la responsabilidad de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu? Queridos hermanos, está mal que no cumplamos nuestro deber ante Dios. Y no hay nada tan malvado que el hecho de que los que creen en la justicia de Dios no proclamen Su justicia. Es un pecado mayor que cualquier tipo de asesinato. Estoy diciendo que estos hombres mencionados aquí, que no eran leales con sus responsabilidades con sus familias y Dios y los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu que no proclaman el Evangelio del agua y el Espíritu son iguales. Los justos deben cumplir lo que se les ha confiado. Los que no cumplen sus responsabilidades no podrán evitar la muerte. Sin embargo, siempre habrá santos que no proclamen el Evangelio del agua y el Espíritu. No sirven la justicia de Dios y no se unen a la Iglesia de Dios. Deben tener cuidado y no hacer esto.
Vemos aquí que los dos hijos de Judá murieron porque no cumplieron su deber. Supongo que no estaban interesados en Tamar. ¿Por qué piensan que Dios mató a Er? Está escrito que Er, el primogénito de Judá, era malvado a los ojos del Señor, y el Señor lo mató. Pienso que, como Er había esparcido su semilla en el suelo, Tamar no pudo concebir un hijo. Y Dios vio este pecado y lo mató. El otro hermano, Onán, también murió. Judá dijo: “Onán, por favor, dale descendencia a tu hermano mayor. Acuéstate con tu cuñada para que conciba un hijo y continúe con el linaje”. Pero Onán pensó que, aunque tuviese un hijo no sería suyo, sino de su hermano mayor. Por eso no quiso que su cuñada tuviese un hijo con él. Y por eso Dios vio el pecado de Onán y lo mató también. Tendría que haber cumplido con su deber, pero no lo hizo. Y así, estos dos hermanos murieron por sus pecados.
Queridos hermanos, este pasaje de las Escrituras también trata de nosotros. Por eso debemos pensar en este pasaje de las Escrituras detenidamente. Hemos nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesucristo nos ha salvado de todos los pecados del mundo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Ha eliminado todos nuestros pecados. Pero si nosotros, los que hemos sido salvados de todos nuestros pecados, no cumplimos con nuestro deber de salvar almas, no somos diferentes a los hijos de Judá. Y por eso, el pasaje de las Escrituras de hoy es una Palabra con un significado profundo para los justos. Dicho de otra manera, los nacidos de nuevo que no se unen a la Iglesia no están cumpliendo sus responsabilidades espirituales. Si alguien entre los nacidos de nuevo se calla y no comparte el Evangelio del agua y el Espíritu con los demás, es igual que estos dos hombres que no cumplieron su deber.
Si alguien me preguntase qué es lo más malvado que un nacido de nuevo puede hacer, yo le diría que la persona más malvada de todas es la que ha recibido la remisión de los pecados, pero no sirve la justicia de Dios y sirve sus propios deseos de la carne. Una persona que no pueda proclamar el Evangelio directamente debe unirse a la Iglesia para que pueda compartir este verdadero Evangelio de cualquier manera posible, y debe hacer la obra de pasar la semilla y dar a luz a las almas compartiendo este Evangelio. Pero siempre habrá santos malditos que se niegan a hacerlo. Incluso los criminales más malvados no pueden compararse con esta gente. Lo que estoy diciendo es que estos criminales no son mucho más malvados a los ojos de Dios.
Por supuesto, el criminal ha pecado y es terrible. Pero alguien que haya sido salvado y creído claramente en el Evangelio del agua y el Espíritu ante Dios y ha sido salvado de todos sus pecados, pero se niega a cumplir la responsabilidad de servir al Evangelio del agua y el Espíritu uniéndose a la Iglesia de Dios, es un maldito que ha cometido un pecado que merece la muerte. Esta persona merece la maldición de Dios. Esta persona será arruinada espiritual y físicamente. Alguien que no cumpla esta tarea es la persona más malvada a los ojos de Dios. ¿Acaso el Señor no muestra Su tratamiento a estas personas en la parábola de los talentos? La Biblia nos dice que una persona en particular recibió un talento de su maestro y lo escondió en el suelo. Este maestro volvió después y exclamó después de averiguar lo que había hecho: “Arrojad a este siervo inútil de aquí”. Y la Biblia dice: “Habrá llanto y rechinar de dientes”. Por tanto, debemos unirnos a la Iglesia de Dios y la justicia del Señor mientras vivimos en este mundo.
Queridos hermanos, ¿cuál piensan que es el mayor pecado que un marido puede cometer contra su mujer en una relación de matrimonio? No cumplir su deber como marido. Si tienen una mujer y se niegan a vivir con ella, pero viven separados de ella, no hay nada más malvado que esto. Digamos que esa pareja tiene un hijo o hija. Si este hijo no pudiese cumplir su deber con sus padres, no pasaría nada, pero si pudiese y no quisiese cuidar de sus padres mayores, eso sería muy malvado.
Queridos hermanos, ¿cuál piensan que es el mayor pecado que puede cometer alguien que ha sido salvado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? El mayor pecado es no cumplir el deber que Dios le ha encomendado. Alguien que cree en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu a través de la Palabra ante Dios, pero no cumple sus obligaciones es la persona más malvada. Nuestro deber ahora es servir a la justicia de Dios, pero si alguien no cumple esta responsabilidad es un pecado que merece la muerte espiritual. Este tipo de pecado es el peor de todos. ¿Cuál es el mayor pecado que puede cometer alguien después de recibir la remisión de los pecados mientras va a la Iglesia de Dios? Es el pecado de olvidar la gracia de Dios justos después de recibir la remisión de los pecados.
Son como un espino en el costado de Dios. Y pienso que la gente que se comporta de esta manera es la gente que está deshaciéndose de las bendiciones que Dios les ha dado. Dios está planeando Su venganza: “Pensáis que sois sabios. Pero, veamos qué pasa cuando seguía haciéndolo”. Si los siervos de Dios en Su Iglesia prohíben que alguien venga a la Iglesia, ese será el fin de su vida. Queridos hermanos, ¿saben cuál es el peor castigo para un santo? Es no poder ir a la Iglesia de Dios. Será el fin para los justos si no pueden ir a la Iglesia de Dios más.
¿Quién es el espino en el costado de Dios? ¿Quién ha sido maldecido por Dios? Los que creemos en la justicia de Dios no maldecimos a los demás, sino que Dios los maldice. ¿Entonces quién será maldecido? Los que no han recibido la remisión de los pecados no son los que reciben las maldiciones de Dios. Son los que reciben Su misericordia. Son los que reciben la compasión de Dios. Pero solo les espera la muerte si han escuchado y creído en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero no se unen a la Iglesia de Dios y no cumplen sus obligaciones porque piensan que son más inteligentes que los demás y se niegan a unirse a la justicia de Dios hasta el fin.
Dios mató a Er y Onán, los hijos de Judá. Y Dios puso a Tamar en la genealogía de los antecesores de la fe. ¿Cómo puede Tamar, quien tuvo relaciones con su suegro, convertirse en un antecesor físico de Jesucristo? Pero la Biblia ha levantado la fe de Tamar y la ha puesto en la genealogía de la fe. ¿Quién es mejor en la fe, Judá y Tamar? Su fe era superior a la fe de Judá. ¿Por qué? Tamar se casó en esa familia y por eso tuvo que continuar la semilla de su familia. Y así cumplió su deber. La Biblia recoge la genealogía de Jesucristo, y Tamar aparece aquí: “Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram” (Mateo 1:3).
Así que, físicamente, ¿cuál fue su papel en la genealogía de Jesús? Se convirtió en la mujer de Judá. ¿No es esto cierto? Así es como terminó este acontecimiento. Es un poco extraño que en este linaje estuviese la nuera de Judá, pero más adelante se convirtió en su mujer. Sin embargo, hay muchas cosas extrañas en el plano de la fe.
Debemos darnos cuenta de que seamos débiles o no, debemos entender que es la voluntad de Dios que cumplamos las obligaciones que Dios nos ha dado. Nunca debemos olvidar cuáles son estas responsabilidades. La persona que cumple sus responsabilidades es la que recibe las bendiciones ante Dios y esta persona puede presentarse ante Él firmemente como alguien que ha cumplido su deber. Por tanto, cumplamos nuestro deber de proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu. El que un santo descuide sus responsabilidades es lo más malvado que hay. Los santos deben creer y servir la justicia de Dios y ser bendecidos por Dios. Debemos servir a la justicia del Señor y tomar parte en el cuerpo de la Iglesia. Deben decidir si van a vivir o morir con la Iglesia. Si la Iglesia prospera, ustedes prosperarán; si la Iglesia perece, ustedes perecerán también. Y debemos ser personas que quieran cumplir los deberes espirituales ante Dios y tener confianza ante Dios.
Queridos hermanos, han pasado años desde que pude visitar las tumbas de mi madre y mi padre. Esto se debe a que estaba ocupado sirviendo a la justicia de Dios. Servir a la justicia de Dios es mi obligación principal y por eso no puedo parar de hacerlo para hacer otra cosa. Mi obligación ante Dios y los santos es vivir por la fe que sirve a la justicia del Señor. Debemos hacer tres cosas en nuestras vidas: Creer en la justicia del Señor, proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu y unirnos a la Iglesia de Dios. Hagamos lo que hagamos, por lo menos debemos compartir el Evangelio del agua y el Espíritu. Y debemos servir a la justicia de Dios.
Lo que debemos saber es que nuestro Señor nos dijo que vino a este mundo no para ser servido, sino para servir a otros. Después de haber crecido en nuestra fe un poco más después de haber sido salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos aprender a servir a la justicia de Dios. Queridos hermanos, debemos saber cuáles son nuestras obligaciones espirituales. Debemos saber cómo vamos a servir a la justicia de Dios y qué debemos hacer. Y debemos aprender por fe a cómo servir a la justicia de Dios.
Debemos vivir nuestras vidas no como Er o Onán, a quien Dios mató por no cumplir sus obligaciones. Asimismo, no debemos ser personas que viven como necias y que piden que los demás les sirvan. Debemos unirnos a la Iglesia de Dios para recibir ayuda de Dios y Su Iglesia en tiempos de necesidad. Debemos hacer todo lo posible para ser obreros fieles que sirven a la justicia del Señor. Debemos ser las personas que cumplen sus obligaciones espirituales. La persona que cumple sus responsabilidades espirituales es la que proclama la justicia de Dios.
Hemos sido salvados de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que, si no cumplimos nuestras obligaciones, ¿no seremos considerados malvados por Dios? Dios se complace con la gente que cumple sus responsabilidades en Su presencia. Aunque seamos insuficientes en algún área de nuestras vidas, debemos seguir cumpliendo nuestras responsabilidades como podamos. Por supuesto, hay veces que cumplimos nuestras responsabilidades y otras que no. Pero nuestra falta de habilidades no importa. Lo que importa es tener un corazón dispuesto a cumplir estas responsabilidades. La gente así recibirá amor y ayuda de Dios.
 
 

Los santos deben unirse con la Iglesia de Dios

 
Queridos hermanos santos y siervos de Dios. Sé que, ya sean maduros o jóvenes en la fe, si han sido salvados de todos sus pecados, deben unirse a la Iglesia de Dios. Los justos deben cumplir su deber. Si no son buenos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu, deben cumplir sus responsabilidades de cualquier manera uniéndose a la propagación del Evangelio. Entonces, al cumplir sus deberes ante Dios recibirán el amor de Dios. Y cuando sientan que les falta algo, pueden orar a Dios para que les ayude, y recibirán Su ayuda y gracia en todas las cosas. De esta manera, la relación entre Dios y los santos se hará más fuerte porque tenemos confianza en Él. Queridos hermanos, debemos cumplir nuestras obligaciones para estar firmes ante Dios. Cuando cumplimos nuestras responsabilidades, aunque no seamos perfectos, seremos personas que pueden vivir en comunión con Dios y Su gracia y bendiciones abundantes.
 
 
Oren por la salvación de las almas
 
El Evangelio de Mateo 8:28-34 dice: “Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos. El les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas. Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos”.
En el pasaje de las Escrituras que hemos leído, dos hombres poseídos por demonios se encontraron con Jesús y fueron sanados de sus espíritus malvados. En el proceso de sanado, los espíritus malvados se metieron en unos cerdos que había cerca y se arrojaron al mar y se ahogaron. Cuando la gente de esa región vio esto, le pidió a Jesús que se fuese de la región.
Jesucristo hizo un milagro para liberar a estos hombres poseídos. Sin embargo, desde una perspectiva espiritual, este pasaje parece un poco extraño. Estas dos personas conocieron a nuestro Señor, quien tenía gran habilidad y autoridad, y el Señor expulsó a esos demonios. Pero a pesar de esto, estos aldeanos le pidieron al Señor que se fuese de esa región. Si esa gente hubiese pensado bien, aunque hubieran muerto esos cerdos, habría estado agradecida porque estas dos personas ahora estaban completamente sanas. Y habrían deseado que Jesús se hubiese quedado con ellos durante mucho tiempo en su aldea para sanar a los enfermos y poseídos, pero estos aldeanos no eran así. No estaban interesados en su salvación. Solo pensaron y se quejaron de que los cerdos habían muerto y quisieron que Jesús se fuese. Pensaron que, si Jesús seguía con ellos, se arruinarían en la carne y por eso le rogaron que se fuese.
Mientras vivimos nuestras vidas espirituales, nos preguntamos cómo vamos a vivir por fe. ¿Debemos seguir haciendo la obra de salvar a las almas perdidas de sus pecados? Estoy preocupado porque no quiero que nos convirtamos en personas carnales como la gente de Gergesenes. Y por eso nuestras vidas espirituales deben ser guiadas por el Espíritu. Por tanto, debemos concentrarnos en salvar a las almas perdidas de sus pecados. En este pasaje los dos hombres se encontraron con Jesús y fueron librados de los espíritus malvados que habían entrado en ellos y fueron salvados. Y por eso debemos tener cuidado de centrarnos en la salvación de las almas perdidas y no ser como los dueños de los cerdos que estaban demasiado ciegos como para ver otra cosa que no fuese su prosperidad física. ¿No es esto cierto? No debemos vivir nuestra fe de esta manera. ¿No es esto cierto?
Deberían haberle dado gracias a Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Deberían haber dicho: “Los cerdos han muerto y es una gran pérdida, pero muchas personas han sido salvadas de los demonios y estoy muy agradecido. Muchas gracias. Estos cerdos no son importantes. Queríamos comer bacon, así que, aunque no podamos venderlos, deberíamos hacer un banquete para la aldea. Vamos a por unos ganchos para coger los cadáveres y cortarlos. Les quitaremos el pelo. Marinaremos la carne y haremos una barbacoa. ¿Acaso no debemos estar contentos por esto?”. Pero en realidad persiguieron a Jesús y lo echaron de la aldea.
En nuestras vidas espirituales, debemos centrarnos en que muchas personas reciban la salvación y en ser salvados de todos los pecados del mundo. Para ello debemos tener un gran interés en la obra de Dios. Debemos darnos cuenta de esto y llevar a cabo la obra de Dios con más fervor. De cualquier manera, posible, debemos ser personas espirituales de fe. Si nuestros corazones no se dejan llevar por el Espíritu, seremos como los dueños de esos cerdos. Debemos pensar si vamos a perder las cosas de la carne y ganar las cosas del Espíritu, o si vamos a perder las cosas del Espíritu y ganar las cosas de la carne. La verdadera espiritualidad consiste en poner nuestros esfuerzos en salvar a tan solo un alma de sus pecados. Nuestro Dios requiere que tengamos fe y nos concentremos en Sus obras espirituales.
Durante una exposición de libros en Gangwon University, varias almas recibieron la remisión de los pecados. Sé que la Iglesia de Dios debe esforzarse más para hacer las obras espirituales durante el resto de las vidas de fe. Los objetos de nuestro evangelismo no deben ser solo los estudiantes universitarios, sino que debemos entrar en contacto con muchos estudiantes de secundaria también. En realidad, predicar a los estudiantes de secundaria puede ser ya tarde. Deberíamos empezar en las escuelas de primaria. Esto se debe a que los estudiantes de secundaria están muy ocupados. Creo que estaría bien organizar ferias de libros para estudiantes de primaria junto con otros eventos. Es bueno que nuestros corazones, cuerpos, pensamientos, tiempo y fe se inviertan en salvar a las almas de nuestros pecados.
Cuando nos dedicamos a la salvación de las almas perdidas, Dios nos da toda la fe necesaria para llevar a cabo esta tarea. Entonces, ¿somos personas que viven con las bendiciones de Dios? Pero ¿qué ocurrirá si no nos dedicamos a la obra de salvar a las almas? Dios no estará interesado en nosotros porque, aunque nos bendiga, solo buscaremos maneras de prosperar en nuestra fe. Por eso debemos estar interesados en la obra espiritual y vivir con fe espiritualmente. Todos debemos trabajar para proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu para salvar a las almas perdidas de todos sus pecados. Por eso, debemos dedicarnos al servicio del Evangelio. Y la mayor parte del tiempo debemos invertirla en esta obra de Dios. Nuestros pensamientos deben ser dirigidos espiritualmente. Nuestra fe debe ser espiritual. Debemos concentrar nuestros esfuerzos en salvar a un alma del pecado en vez de hacer cosas por la carne. Para lograrlo, debemos estar interesados en la justicia de la obra de Dios y dejar de lado nuestros fallos personales, dificultades y orgullo. Debemos contemplar, orar y hablar acerca de cómo podemos salvar espiritualmente a más almas cada día.
Si no podemos saber lo que es espiritual y lo que es carnal, iremos de un lado a otro entre la obra del Espíritu y la de la carne. Y por eso, al leer este pasaje de las Escrituras de Mateo 8, el Señor nos está pidiendo que tengamos en cuenta nuestras responsabilidades con las almas perdidas. En vez de estar agradecidos por el hecho de que los poseídos habían sido salvados, los aldeanos no lo tuvieron en cuenta, sino que le pidieron que se fuera después de discutir acerca de los cerdos. El Señor nos está diciendo que no debemos vivir nuestras vidas espirituales de esta manera. Debemos vivir nuestras vidas de fe espiritualmente. Debemos concentrarnos en salvar a las almas perdidas de sus pecados. Ya bebamos o comamos, debemos hacerlo todo por la gloria de Dios. Debemos trabajar duro y concentrar todos nuestros recursos en la gloria de Dios y la salvación de las almas. Para ello debemos marcar una línea de fe clara en nuestros corazones que nos permita buscar la obra del Espíritu primero. Cuando nuestra carne tenga conflictos y estemos preocupados, debemos practicar nuestra fe espiritualmente. Si no hacemos esto estaremos frustrados y todo parecerá laborioso y duro. Pero si buscamos la obra de Dios desde una perspectiva espiritual, todo es valioso y tiene significado.
 
 

Y por eso debemos prestar más atención a hacer la obra del Espíritu

 
Debemos prestar más atención a salvar a las almas perdidas. Más que cualquier otra obra, debemos dedicarnos a la obra de salvar a las almas. Dios nos está hablando de esto exactamente. Así que debemos preguntarnos lo siguiente: “¿Cómo debemos vivir ahora mismo?”. Debemos pensar si estamos pasando más tiempo en las cosas del Espíritu o de la carne. Como somos humanos, por supuesto que vamos a pasar tiempo haciendo las obras del Espíritu y la carne. Pero si hemos nacido de nuevo, debemos prestar atención a la obra del Espíritu. Debemos estar más preocupados por salvar a un alma perdida que por los cerdos que se ahogaron.
Sin embargo, incluso entre los que han sido salvados hay algunos que le piden a Jesús que se vaya porque no pueden olvidar que han perdido muchos cerdos. Estas personas deben arrepentirse. Esto no está bien. Han nacido de nuevo al aceptar el Evangelio, pero están diciendo que no pueden vivir sus vidas de fe de esta manera. Dicen que no pueden buscar solo la obra del Espíritu. Dicen que pueden seguir al Señor solo si están bien en la carne, es decir, solo si tienen más cerdos. Queridos hermanos, esto no es cierto. Hay muchas personas que piensan esto por desgracia.
La Biblia dice que nuestro espíritu debe estar bien primero para que nuestra carne prospere. Pero, los que tienen la mentalidad equivocada piensan lo contrario y creen que la carne debe estar bien primero para que el espíritu prospere. Cuando sus almas prosperen espiritualmente, su carne prosperará también. Está garantizado que cuando su espíritu está bien, su carne prosperará, como está escrito: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2). No hay pruebas de que la carne prospere primero y después el espíritu. Al hacer la obra de Dios, la Biblia dice que debemos buscar primero el Reino de Dios y Su justicia y todo lo demás se nos dará por añadidura. La obra de Dios es la prioridad principal. Cuando pensamos en qué debemos hacer primero y en qué debemos pensar primero, sin duda, es la obra espiritual. Debemos pensar primero en la obra del Espíritu. Un santo espiritual debe hacer la obra del Espíritu primero, antes de nada. Sea cual sea el estado de nuestra carne y seamos malvados o no, si servimos al Evangelio del Señor y lo proclamamos de todo corazón, Dios nos considerará la verdadera gente espiritual. Pero, por muy justos y virtuosos que seamos, si no trabajamos por el Señor, somos la gente de la carne. Como he mostrado anteriormente, nuestro Dios desea que vivamos según el Espíritu.
¿Por qué se ha incluido esto en la Biblia? No sabemos cuántos cerdos murieron en el pasaje de las Escrituras. Quizás fueron miles de cerdos. Pero no se pueden cambiar por una sola alma humana. Si alguien es verdaderamente espiritual, ¿puede cambiar a mil cerdos por las almas de dos seres humanos? Y así, el Señor nos está diciendo que debemos ser el pueblo de la fe.
Cuando Jesús fue a la región de Gergesenes, se consiguió una gran obra de la salvación. Sin embargo, por el sistema de valores carnal de estos aldeanos, expulsaron a Jesús. Nosotros podemos ser así también. Mientras vivimos nuestras vidas espirituales, si nuestra carne sufre y pasa por dificultades, abandonaremos al Señor. Pero no debemos ser cristianos depravados que acaban siguiendo su carne. No debemos seguir al Espíritu. Debemos pensar en la obra de Dios primero y la salvación de las almas. Debemos pensar en seguir a Dios primero y pensar en la voluntad de Dios mientras vivimos nuestras vidas de fe. Por supuesto que no es tan fácil como parece. Es muy difícil. Sin embargo, debemos vivir de esta manera. No podemos evitar vivir nuestras vidas en la carne, pero debemos pensar en la obra del Espíritu primero. Debemos vivir nuestras vidas espirituales de esta manera. Queridos hermanos, ¿entienden esto?
 
 
Debemos vivir por la salvación de las almas perdidas
 
“Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8:18-22).
En este pasaje de las Escrituras que acabamos de leer, el Señor nos habla de dos opciones: vivir por el Espíritu o por la carne, enseñándonos que lo correcto es que vivamos por el Espíritu. Jesús fue famoso cuando vivió en este mundo. Es cierto que Jesús fue abofeteado, desnudado y escupido. La gente le odió hasta que murió en la Cruz. Pero cuando Jesús estaba haciendo Su ministerio en este mundo, fue una superestrella. Hoy en día veo muchos pósteres de superestrellas. Pero Jesús fue una verdadera superestrella. ¿Quién es la superestrella que vuela por el cielo? ¿Es Superman? Sí, Superman. Jesús fue más popular que Superman y tuvo más poder que él. Superman no podría haber preparado comida para aproximadamente 10,000 personas sentadas en el campo, pero Jesús lo hizo. Cuando Jesús estaba en este mundo, fue famoso entre los hombres y mujeres. Fue famoso entre los enfermos y los poderosos. Si hubiera un voto de popularidad entre los israelitas, Jesús seguro que ganaría. Y por eso, el pueblo de Israel intentó hacerle su rey. Si Jesús quisiese, se podría convertir en el Rey de Israel. Pero Jesús quiso ser un Maestro para las multitudes que le rodearon y le siguieron diciendo: “Maestro, maestro”, mientras se caían al suelo.
Una vez un escriba se acercó a Jesús. Un escriba era un funcionario público con un cargo público importante. Esta persona fue a Jesús y le dijo: “Maestro, te seguiré dondequiera que vayas”. Este escriba había sido cautivado por Jesús porque había visto los milagros y maravillas que el Señor había hecho. Quiso seguir al Señor diciendo: “Jesús, Superestrella, Tú puede resolverlo todo. Si hay una enfermedad, se puede curar; aunque no haya comida, Tú nos darás comida para que no nos falte de nada. Te seguiré”.
Nuestro Señor le dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza”. Nuestro Señor le dijo esto al escriba. Y esto es lo que nos está diciendo: “¿Me seguís porque he mostrado Mi poder y os he dado todas las bendiciones del mundo? En realidad, no quiero ser vuestro Rey físicamente ni estoy interesado en ser popular. No estoy interesado en tener éxito en este mundo. El Hijo del Hombre no tiene donde descansar Su cabeza. Incluso los gorriones tienen sus nidos, pero el Hijo del Hombre no. No tiene casa. No vais a recibir nada de Mí por mucho que Me sigáis durante el resto de vuestras vidas”. Jesús estaba diciendo que el escriba debería haber estado buscando las cosas del Espíritu, pero en realidad estaba buscando las cosas de la carne y por eso estaba en el camino incorrecto.
Cuando seguimos al Señor, primero debemos examinar si seguimos al Espíritu o la carne. Queridos hermanos, después de recibir la remisión de los pecados al creer en Jesús, ¿cómo van a vivir el resto de sus vidas? Deben decidir si van a vivir por la salvación de las almas perdidas o si van a buscar la prosperidad de nuestra carne. Pensemos en esto una vez más.
Como seguimos en la carne, es normal que nuestra carne prospere. Como todavía vivimos en la carne, queremos que el espíritu y la carne prosperen. Pero, si tuviésemos que escoger entre las dos cosas, ¿cuál elegiríamos? ¿Cuál sería la opción adecuada? Esto es lo que estoy diciendo. Primero debemos preguntarnos si vamos a hacer la obra de salvar a las almas durante toda nuestra vida o si vamos a buscar los placeres de la carne. ¿Qué es prosperar? Por supuesto, dedicarnos a la obra de salvar almas es la opción correcta.
Alguien me podría preguntar: “¿Qué vas a escoger?”. Yo contestaría: “Voy a escoger hacer la obra de salvar almas”. Entonces esa persona me contestaría: “Todavía vives en la carne. ¿No deseas vivir por la carne?”. Por supuesto que quiero. Sin embargo, aunque vivo en la carne y quiero vivir por la carne, no debo seguir la carne solo y por eso no busco las cosas de la carne. No estoy diciendo que odie los deseos de la carne, sino que no sigo a la carne porque odio las cosas de la carne como un santo nacido de nuevo y no busco las cosas de la carne. La carne ama las cosas de la carne, pero como esto no es lo correcto, no busco los deseos de la carne.
Debemos ignorar la forma en la que hemos vivido hasta ahora. Ahora tenemos que considerar cómo vamos a vivir en el futuro. ¿Vamos a vivir por el Espíritu o por la carne? ¿Está bien vivir por la carne o el Espíritu? Obviamente, lo correcto es vivir por el Espíritu. Entonces, ¿qué significa vivir por el Espíritu? ¿No es hacer la obra de salvar a las almas? ¿No es compartir el Evangelio con la gente para que las almas reciban la salvación ¿No es la obra de vivir por el Espíritu? Entonces, sea cual sea la situación en la que nos encontremos, ¿vamos a vivir por el Espíritu, es decir, por las obras espirituales de Dios?
No tengo muchas habilidades, pero debo vivir por el Espíritu porque es lo correcto y quiero vivir por el Espíritu. Si me falta algo o tengo una necesidad, oro a Dios de la siguiente manera: “Señor, por favor, dame estas cosas. Si no me las das, no tendré nada, y si me las das, las recibiré. Pero me gustaría que me las dieses. Pero solo me puedo concentrar en una sola cosa. No me puedo centrar en dos cosas a la vez. Por favor, déjame hacer la obra de salvar a las almas. Me dedicaré a la obra espiritual. Lo correcto es vivir por el Espíritu. Con una fe sólida que busca lo que está bien, ya pueda hacer la obra de la fe bien o no, dedicaré mis manos, pies, labios, corazón, pensamientos, alma y todas mis posesiones durante mi vida”.
El Señor está diciendo que debemos vivir por la salvación de las almas perdidas. Debemos tomar la Palabra en nuestros corazones que dice “los pájaros del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde descansar Su cabeza”. Dios nos ha dado todas las bendiciones necesarias para todas las criaturas del mundo. Incluso los pájaros del cielo tienen donde descansar cuando llega la noche. Y por la mañana, se levantan y vuelan en el cielo abierto que Dios les ha dado, comen insectos y viven felices.
Sin embargo, nuestro Señor no tenía donde descansar Su cabeza cuando vino a este mundo. ¿Qué significa esto? Significa que el Señor no tenía Su propia casa. El Señor no tiene un hogar físico. Si el Señor desease la prosperidad de la carne, sería el rey de un país o el rey de todo el mundo. Podría haber recibido la adoración de todo el mundo y haber sido un rey. Pero nuestro Señor abandonó las cosas de la carne para salvar a las almas de los seres humanos, es decir, nuestras propias almas.
El Señor trabajó en la carne durante tres años, y un día antes de morir en la Cruz en el Jardín de Getsemaní, oró: “Si es posible, haz que pase de Mí este cáliz”. Jesús sintió dolor y gozo en la carne como nosotros. Nuestro Señor también sabía qué deseaba la carne. Sin embargo, nuestro Señor no siguió los deseos de la carne. ¿Qué buscó el Señor? Buscó la salvación de nuestras almas. Así, siguió solo al Espíritu Santo.
Cuando alguien muere, vuelve al polvo o a un puñado de cenizas. ¿Han visitado alguna vez un crematorio? Incluso cuando una persona dueña de un edificio grande muere y es incinerada, solo queda una botella de polvo. Si el cuerpo es incinerado completamente habrá menos de una botella de cenizas. El cartílago se quema, incluyendo los tobillos, las rodillas y los huesos pequeños. Casi todos los huesos se queman. Y se escogen algunos huesos grandes de entre las cenizas y se machacan. Con mucho más calor se puede quemar el resto, pero para no asustar a la familia se dejan algunas partes. De esta manera, cuando la gente muere, solo queda de ella una pequeña porción de polvo o cenizas. La cantidad de polvo que queda cuando la gente muere no es mucha. Cuando se abre una tumba, el cuerpo que hay dentro se ha podrido y ha caído aún más en el suelo. El féretro se ha podrido y solo se encuentran algunos huesos escondidos en el suelo. Pero este suelo es diferente del suelo normal. Cuando tomamos este polvo, solo queda un puñado. No podemos evitar ser un puñado de polvo un día.
Pero el alma del hombre dura para siempre. Si creemos que Jesús nació en este mundo, cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, fue juzgado en nuestro lugar en la Cruz y se levantó de entre los muertos, nuestras almas vivirán para siempre. Por tanto, el Señor cumplió la obra que dura para siempre, que es nuestra salvación de todos los pecados y quiere que Sus discípulos le sigan y hagan la obra del Espíritu. Y por eso el Señor nos está hablando a todos a través de Mateo 8:18-22 diciendo que debemos poner nuestros corazones en la obra del Espíritu durante todas nuestras vidas. No debemos hacer las obras de la carne. A menudo hacemos algunas cosas de la carne, pero debemos decidirnos a hacer la obra espiritual en nuestros corazones. El Señor nos está diciendo esto hoy.
Cuando Jesús estaba hablando a los escribes, un seguidor estaba junto a Él y le dijo: “Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre”. Jesús le dijo: “Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos”.
Nuestro Señor distinguió claramente entre la vida y la muerte, entre las cosas que mueren y la vida eterna. Dijo que no debíamos hacer las cosas que perecen, que son fútiles y sin sentido. La obra más valiosa y eterna es dejar que las almas de la gente reciban la remisión de los pecados y vivan para siempre como hijos de Dios. Y Dios quiere que hagamos la obra de salvar almas para que reciban la remisión de los pecados y las bendiciones celestiales de Dios durante su vida presente y en la vida eterna.
Nuestro Señor le dijo a Sus discípulos: “Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos”. Queridos hermanos, la Palabra que Jesús les dio a Sus dos seguidores es la misma Palabra que nos está dando a los que tenemos un corazón que desea seguirle después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Señor Jesús. ¿Cómo debemos vivir? ¿Está bien vivir por la carne o el Espíritu? Dios quiere que trabajemos por el Espíritu durante el resto de nuestras vidas. Y quiere que vivamos de esta manera. El Señor dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Dios quiere que hagamos la obra espiritual durante esta vida antes de ir a Dios.
 
 

Debemos fijar nuestros corazones

 
Nosotros todavía vivimos en la carne así que podemos pasar por muchas dificultades. Hay mucha aflicción en nuestros corazones sobre si vamos a hacer la obra del Espíritu o la obra de la carne. Sin embargo, aunque no puedo hacer todo bien del todo, he decidido hacer la obra espiritual durante el resto de mi vida porque estoy seguro de que hacer la obra del Espíritu es lo más correcto. De ahora en adelante, voy a hacer la obra del Espíritu y durante el resto de mi vida, antes de ir al Señor, voy a dedicarme a hacer la obra del Espíritu. Y de la misma manera quiero decirles a los santos que se decidan a hacer la obra del Espíritu en sus vidas, aunque sigan viviendo en la carne.
Deben hacer esto para no arrepentirnos de nada y vivir una vida bendita ante Dios. La gente recibirá así la remisión de los pecados a través de nosotros. Debemos recordar también el hecho de que, de la misma manera en que los que conocieron a Abraham fueron bendecidos, cuando vivimos según el Espíritu muchas personas de nuestro alrededor serán bendecidos, incluyendo nuestras familias. Si alguien deja de vivir según el Espíritu, no solo morirá, sino que muchas otras personas también serán destruidas. Y debemos saber que, si no cuidamos de nuestras responsabilidades, nuestras almas serán salvadas, pero nuestra carne será destruida, como está escrito: “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque, así como por fuego” (1 Corintios 3:15). Por tanto, lo que debemos hacer es las obras del Espíritu.
Debemos hacer la obra del Espíritu con el Señor durante el resto de nuestras vidas y después ir a Él. Aunque seamos débiles e insuficientes de muchas maneras, debemos hacer las obras del Espíritu y proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu a un alma más, orar por esa alma y vivir una vida preparándonos por la salvación de otras almas y compartir la nueva vida con ellas. Y entonces, cuando el Señor nos llame o si vuelve a por nosotros, iremos con Él. Debemos vivir una vida con significado con una fe sólida. La persona que ayuda a la gente a volver al buen camino, es decir al Señor, brillará como el sol. El Señor dice: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13:43). Y también dice:
“Los entendidos resplandecerán
como el resplandor del firmamento;
y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3).
Como está escrito en el Libro de Daniel y el Evangelio de Mateo, debemos vivir el resto de nuestras vidas como instrumentos que permiten a muchas personas a volver a Jesucristo y ser vestidas con Su justicia.