(Mateo 17, 1-13)«Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista».
El pasaje de las Escrituras de hoy viene de Mateo 17, 1-13. Aquí se dice que Jesús tomó a tres de Sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan, y se los llevó a un monte alto. Entonces allí ocurrió algo extraordinario. Moisés y Elías descendieron del Cielo. Entonces las vestiduras de Jesús se volvieron de un blanco deslumbrante, y Su imagen se transformó. Jesús habló con Moisés y Elías. Cuando Pedro vio esto, dijo: «Construyamos tres tabernáculos: uno para Ti, uno para Moisés y uno para Elías. Nos gustaría construir tres tabernáculos y vivamos junto a Ti». Entonces una nube cubrió el cielo y una voz habló desde una nube: «Este es Mi Hijo amado, en quien tengo Mi complacencia. ¡Escuchadle!».
Pedro, Santiago y su hermano Juan, subieron a la montaña con Jesús, y cuando llegaron a la cima, Jesús se transfiguró de repente y Elías y Moisés aparecieron para hablar con Él. Entonces una nube cubrió el cielo y una voz dijo: «Este es Mi Hijo amado, en quien tengo Mi complacencia. ¡Escuchadle!». Pueden imaginarse la misteriosa escena. ¿Por qué les mostró esto Jesús a Sus discípulos? Jesús les dejó ver cómo hablaba con Elías y Moisés, pero ¿qué significaba esto?
El versículo 2 dice: «Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz». En Daniel está escrito: «Y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad» (Daniel 12, 3). La Biblia dice aquí que las vestiduras de Jesús se hicieron blancas como la luz. Dios nos prometió que nos cambiaría el último día, tal y como Él cambió. Así que cuando nos transformemos el último día, seremos cambiados como Jesús fue transfigurado. Brillaremos como el sol ese día. Cuando el Señor vuelva, resucitaremos y nuestras imágenes serán transformadas. Por eso Jesús llevó a Sus discípulos a la montaña, para enseñarles estas cosas.
Después de enseñarles estas cosas a Sus discípulos en la montaña, Jesús les habló en el camino de vuelta. Como está escrito en el versículo 9: «Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos». Entonces los discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?». Entonces la Biblia prosigue: «Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista».
Los discípulos se preguntaban: «Señor, todas las Escrituras se completan con Tu bautismo, crucifixión y resurrección, pero ¿por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Las Escrituras fueron escritas hace mucho tiempo, y los escribas masotéricos afirmaban: «Para que nuestro Señor complete la profecía del Antiguo Testamento, Elías debe venir primero». Decían que solo cuando Elías viniese, la salvación de la humanidad podría cumplirse y todo lo que Dios prometió podría restaurarse. La restauración de todas las cosas se refiere al hecho de que al enviar al Señor, Dios librará a los descendientes de Adán, que fueron expulsados del Jardín del Edén por el pecado, y así nos hará hijos Suyos.
En otras palabras, los discípulos le estaban diciendo a Jesús: «Los escribas dicen que Elías debe venir primero para que esta salvación se cumpla, y para que todo lo que Tú prometiste sea restaurado, como el Jardín del Edén, y para que seamos de nuevo el pueblo de Dios. ¿Quién es Elías?». Jesús les contestó diciendo: «Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron». En otras Palabras, Dios ya había enviado a Elías, pero la gente no había creído en él. Entonces Jesús añadió: «Así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos», indicando que del mismo modo en que Juan el Bautista había sufrido mucho en este mundo, Jesús también sufriría. Cuando Sus discípulos oyeron esto, se dieron cuenta de que Juan el Bautista era Elías. El versículo 13 dice: «Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista». Como ya hemos visto Juan el Bautista es Elías, a quien Dios prometió enviar en el libro de Malaquías en el Antiguo Testamento.
Pasemos a Malaquías. En el último capítulo del Antiguo Testamento, antes de Mateo, está escrito en Malaquías 4, 1-3: «Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos». Entonces siguió diciendo en Malaquías 4, 4-6: «Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición».
Dios había prometido que enviaría a Su siervo, el profeta Elías antes de venir al mundo Él mismo. Dijo que Elías volvería los corazones de los padres a los hijos, y los corazones de los hijos a los padres. Esta es exactamente la función del Sumo Sacerdote. Él debe cambiar el corazón de Dios al ofrecer sacrificios. La ira de Dios es provocada cuando Su pueblo comete pecados, y el Sumo Sacerdote debe cambiar este corazón enfadado y hacer que se compadezca. En otras palabras, el Sumo Sacerdote es el mediador que cambia el corazón de Dios, de la ira a la compasión. También es su tarea cambiar los corazones de la gente y volverlos a Dios. Estas son las funciones del Sumo Sacerdote, que ofrece sacrificios a Dios en nombre de Su pueblo. Dios dijo que enviaría al profeta Elías, y Elías tenía que cumplir esta función al venir al mundo. ¿Cuándo tenía que venir? Dios prometió que lo enviaría cuando el juicio estuviera cercano. Está escrito: «No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición». Elías tenía que hacer de mediador para llevar los corazones de su pueblo a Dios, y el de Dios a Su pueblo. Pero la Biblia también dice que si la gente no escucha las palabras del Elías que está por venir, no vuelve sus corazones a Dios, y no cree en Él, Dios vendrá y destruirá la tierra. Borrará a toda esta gente y la arrojará al fuego.
Jesús se encontró cara a cara con Moisés y Elías en el pasaje de las Escrituras que hemos leído hoy. Se encontró con ellos en una montaña alta y habló con ellos. Este episodio es muy importante para nuestra salvación. Moisés es el representante de la Ley. Después de haber recibido la Ley de Dios, Moisés también recibió el sistema de sacrificios del Tabernáculo, que le permitía a su pueblo obtener la remisión de los pecados de Dios. Había hablado con Dios cara a cara. Así que los cinco primeros libros de la Biblia, el Pentateuco, fueron escritos por Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). En estos libros Dios habla de Sus bendiciones al pueblo de Israel y de toda la raza humana a través de Moisés, y también profetiza que Jesucristo vendría al mundo a salvar a la humanidad. Todo esto aparece en el Pentateuco. En el Antiguo Testamento la gente recibía la remisión de los pecados a través del sistema de sacrificio del Tabernáculo. Jesucristo habría de venir siguiendo los requisitos del sistema de sacrificios del Tabernáculo, para borrar todos los pecados del mundo para siempre. Dios dijo esto a través de Moisés.
¿Qué nos cuentan los demás libros del Antiguo Testamento, desde Josué hasta Malaquías? Nos dicen: «Cumplid la Ley de Dios. Si adoráis ídolos y no obedecéis la Ley, Dios os juzgará». Desde el libro de Josué hasta Malaquías, el Antiguo Testamento habla del ciclo del pecado y arrepentimiento del pueblo de Israel, y cuenta cómo fue castigado por no cumplir la Ley, cómo se arrepintió y cómo cayó en el pecado de nuevo. Por tanto el Pentateuco constituye la base fundamental de la salvación. Entonces podrán entender ahora por qué Jesús subió a la montaña y trajo a Moisés y a Elías para hablar con ellos.
Elías era un siervo de Dios, que había llevado al pueblo de Israel de vuelta al Señor, testificando: «Dios es el verdadero Dios. Jehová Dios es el verdadero Dios». Sin embargo, el profeta Elías profetizado en el libro de Malaquías, que tendría que venir antes que el Señor para preparar Su camino, se refiere a Juan el Bautista, de quien Jesús dijo que era el mayor hombre nacido de mujer (Mateo 11, 11). Jesús dijo en Mateo 11, 14: «Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir» y también dijo en Mateo 11, 11-12: «De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan».
¿Por qué sufre violencia el Reino de los Cielos desde los días de Juan el Bautista? Porque los pecados de la humanidad fueron pasados a Jesús a través del bautismo de Juan el Bautista. Por eso los que creen que todos sus pecados han sido pasados a Jesús a través de Juan el Bautista, pueden tomar el Reino de los Cielos por la fuerza. En otras palabras, entran en el Reino de los Cielos por fe. El versículo 14 dice: «Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir». ¿Quién dijo Jesús que era Elías? Juan el Bautista.
En otras palabras, este Elías es alguien absolutamente indispensable y necesario para nuestra salvación, y no es otro que Juan el Bautista. Solo cuando este Elías viniera, los pecados de todo el mundo podrían ser pasados a Jesús, y así estaríamos sin pecados. En otras palabras, Juan el Bautista, que era Elías, llevó a todo el mundo a la presencia de Dios al bautizar a Jesús y al pasarle todos los pecados. Como Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús y ofreció un sacrificio en nuestro lugar, cumplió el papel de Elías. Lucas dice, refiriéndose a Juan el Bautista: «E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lucas 1, 17). Esto es lo que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, había profetizado antes de que Juan el Bautista naciera.
Nuestra salvación es el cumplimiento de toda la Ley y de los estatutos del sistema de sacrificios que Dios habló a través de Moisés. Al enviar a Jesucristo, Su Hijo, a este mundo, Dios Padre nos ha salvado a los que estábamos destinados al infierno por no cumplir la Ley. Cuando Jesús vino al mundo, aceptó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, y al cargar con todos los pecados del mundo fue a la Cruz, donde murió y nos salvó a todos. Así es como hemos recibido nuestra salvación. Por eso Jesús, Moisés y Elías son indispensables para nuestra salvación. Son absolutamente indispensables para el cumplimiento de la salvación, es decir, para la restauración de la verdadera relación con Dios. Por eso Jesús llamó a Moisés y a Elías para hablar con ellos.
Los discípulos le preguntaron a Jesús: «Los escribas dicen que para que todo sea restaurado, Elías debe venir primero. ¿Qué dices Tú?». Jesús les dijo: «Elías ya ha venido. Pero no le recibieron, e hicieron lo que quisieron con él. Es Juan el Bautista, quien me bautizó». La gente no reconoció a Juan el Bautista y no creyó en lo que había hecho por nosotros.
Mateo 21, 23-27 continúa diciendo lo siguiente acerca de Juan el Bautista: «Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas».
Al mismo tiempo, Jesús había entrado en el Templo y había enseñado allí. Los sacerdotes, los escribas y los ancianos de aquel entonces se enfrentaron a Jesús, y rechazaron Sus enseñanzas. Le dijeron: «¿Con qué autoridad estás enseñando en el Templo de Dios? ¿Quién te ha dado autoridad?». En Israel, solo los maestros de la Ley, llamados rabíes, podían enseñar dentro del Templo. Por eso estaban enfrentados a Jesús y le preguntaron: «¿De quién has recibido esta autoridad? ¿De los líderes? ¿De los ancianos? Si no, ¿estás enseñando por tu propia autoridad? ¿Quién te ha dado autoridad?».
Sin embargo, en vez de contestar directamente, Jesús dijo: «Yo también tengo una pregunta; si la contestáis, yo os contestaré». Entonces Jesús les preguntó a los ancianos y a los sacerdotes: «¿De quién venía el bautismo de Juan? ¿Del Cielo o de los hombres? Juan le dio su bautismo a la gente y también Me bautizó. ¿Era este bautismo de la autoridad que vosotros concedisteis? ¿Le disteis vosotros esta autoridad? ¿Quién lo permitió? ¿Vino la autoridad del Cielo o de vosotros?».
Los escribas sabían que si contestaban: «Del Cielo», Jesús les diría: «¿Por qué no creísteis en la obra de Juan el Bautista entonces?». Pero si decían: «Del hombre», estarían negando a Juan el Bautista como un siervo de Dios, y la multitud los apedrearía. Así que, por miedo, dijeron: «No lo sabemos». Contestaron esto porque todo el pueblo de Israel creía que Juan era un siervo de Dios. Así que Jesús les dijo a los escribas: «Entonces no es necesario que os diga con qué autoridad estoy hablando a la gente».
Jesús utilizó otro ejemplo: «Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios» (Mateo 21, 28-31). Jesús le reprendió diciendo: «¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle» (Mateo 21, 31-32). Así Jesús dio testimonio de Juan, diciéndoles a los escribas y a los sacerdotes que los publicanos y las rameras entrarían en el Reino de los Cielos antes que ellos, porque esta gente creía en Juan, mientras que ellos no creían, aunque Juan hubiese venido por el camino de la justicia.
¿Qué dijo Jesús aquí? Dijo: «Juan vino por el camino de la justicia». Esto significa que Juan el Bautista vino por la obra justa que justificaría a la humanidad. Fue enviado al mundo para hacer la obra que le permitiría a la humanidad recibir la remisión de los pecados, y cumplió la obra al bautizar a la gente y a Jesús. Pero a pesar de esto, los líderes judíos de aquel entonces no creyeron que Dios Padre hubiese enviado a Juan el Bautista para cumplir esta obra de borrar los pecados del mundo, ni creyeron en el bautismo. Por eso Jesús les dijo eso. Además les dijo: «Incluso los publicanos y las rameras entran en el Reino de los Cielos antes que vosotros». Los publicanos y las rameras habían creído en Juan como siervo de Dios, y al bautizar a Jesús, pasó todos los pecados del mundo y los borró.
¿Cuál es el significado del bautismo de Juan? La palabra bautismo significa ser lavado. Como la imposición de manos del Antiguo Testamento, el bautismo implica la imposición de manos sobre otra persona y sumergirla en el agua. Cuando se imponen las manos, se pasan los pecados. Esta institución ha sido establecida por Dios y es efectiva para todo el mundo. Si dejan que una persona poseída por demonios les haga una imposición de manos, los demonios se les pasarán a ustedes. Cuando alguien intenta hablar en lenguas, otra persona que habla en lenguas por una posesión demoníaca, impone las manos sobre la otra y ora. Entonces el demonio se pasa a esa persona que acaba de recibir la imposición de manos y empieza a hablar en lenguas. Esta gente tiene ataques de repente, habla en lenguas incontroladamente, se revuelca por el suelo, y monta todo tipo de números. Esto se debe a que tienen demonios dentro. Por entonces los espíritus malvados que han poseído a la otra persona, los han invado a ellos también. Por eso la imposición de manos transfiere cosas.
Mis queridos hermanos, la palabra bautismo significa, ante todo, borrar pecados. Juan llamó a todo el mundo a ser bautizado: «Borren sus pecados. Deben borrar sus pecados». Juan el Bautista dio el bautismo del arrepentimiento al pueblo de Israel, para que recibiesen la remisión de los pecados (Marcos 1, 4), pero también bautizó a Jesús, y este bautismo era el que pasó todos los pecados de la humanidad a Jesús. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista era el bautismo que borró los pecados de todo el mundo. Por eso el bautismo también significa ser lavado, ser enterrado, y pasar.
Mis queridos hermanos, ¿qué tenía que pasar para que nuestros pecados fuesen eliminados? Para que nuestros pecados fuesen eliminados, era absolutamente indispensable que Juan el Bautista impusiera sus manos sobre Jesús y le pasase los pecados de todo el mundo. ¿Qué tenía que pasar cuando nuestros pecados fueran pasados a Jesús? Como Jesús aceptó todos nuestros pecados, tenía que morir y ser enterrado. Por eso Jesús, después de cargar con los pecados de la humanidad al ser bautizado, fue a la Cruz como el Cordero de Dios, y murió en nuestro lugar. Por eso Jesús fue enterrado.
Jesús había preguntado: «¿Qué es el bautismo de Juan?», pero los líderes religiosos de Israel no prestaron atención al bautismo de Juan. Así que Jesús les dijo: «Juan vino al mundo por el camino de la justicia, y aunque los publicanos y rameras creyeron en él, vosotros no os arrepentisteis ni creísteis en él a pesar de haberlo visto. Iréis al infierno. Como está escrito en Malaquías, el último día serán arrojados al fuego, con toda la ira de Dios».
Dios iba a enviar al profeta Elías y volver los corazones del Padre a Sus hijos. ¿Cómo? Al enviar a Juan el Bautista, el representante de la humanidad y al hombre más grande de los nacidos de mujer. Al bautizar a Jesús, el Hijo de Dios y nuestro Salvador, Juan el Bautista pasó todos nuestros pecados a Cristo. A través de esto, Juan cambió de dirección la ira de Dios que estaba reservada para nosotros, hacia Jesucristo, Su único Hijo, e hizo posible que los que no podíamos acercarnos a Dios por nuestros pecados, pudiésemos acercarnos a Él al creer en esta Verdad. Al creer en este Evangelio del agua y el Espíritu, Juan el Bautista pasó todos los pecados del mundo a Jesús al bautizarle, y Jesús cargó con todos estos pecados y fue condenado por ellos en la Cruz, la humanidad ahora puede estar en la presencia de Dios. Él hizo que Juan el Bautista cumpliese su función como hombre responsable del bautismo de Jesús, para que Dios tuviese misericordia de todos los que creen en Jesucristo y en el ministerio de Juan el Bautista y poderlos hacer hijos Suyos. En otras palabras, Juan el Bautista tenía un papel de mediador. Está escrito: «Volverá los corazones de los padres a los hijos». Como último sacerdote del Antiguo Testamento, Juan el Bautista cumplió su papel de mediador a la perfección.
Dios había establecido la institución del sistema de sacrificios y se lo había enseñado al pueblo de Israel a través de Moisés. Así que todos los israelitas ofrecían sacrificios a Dios basándose en el principio de representación, y Juan el Bautista cumplió su papel de Sumo Sacerdote. Él es el representante de la humanidad, el mayor hombre nacido de mujer. Jesús dijo que el Cielo sufre violencia desde los días de Juan el Bautista. Esto significa que Juan el Bautista es el último sumo sacerdote del Antiguo Testamento, que cumplió el papel crucial de pasar los pecados del mundo al Cordero de Dios, para abrir las puertas del Cielo.
Dios había prometido enviar a Elías, y este Elías es Juan el Bautista. Dios había dicho que Elías volvería los corazones de los padres a los hijos, y los corazones de los hijos a los padres. Juan el Bautista ofreció el sacrificio eterno en nuestro nombre.
En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel traía animales para ser sacrificados y el Sumo Sacerdote los sacrificaba en su nombre, pero ahora este sacrificio había cambiado. El Hijo de Dios se convirtió en nuestro sacrificio expiatorio. Juan el Bautista, como último sumo sacerdote, pasó todos los pecados de la humanidad al Hijo de Dios. A través de este bautismo que Juan el Bautista entregó, Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad.
En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel traía un animal para ser sacrificado y el Sumo Sacerdote lo sacrificaba en su lugar, pero ahora este sacrificio había cambiado. El Hijo de Dios se convirtió en nuestra propiciación. Juan el Bautista, el último Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento, pasó todos los pecados de la humanidad al Hijo de Dios. A través de este bautismo de Juan el Bautista, Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad. Como Juan el Bautista cumplió su función para romper el muro de pecados que había separado a la humanidad de Dios, volvió el corazón del Padre a los hijos, y el de los hijos al Padre. Por tanto, todo el mundo puede recibir la remisión de los pecados si cree en el bautismo de Jesús y en Su sangre en la Cruz. Dios nos ha dejado completamente sin pecados a todos los que creemos en la salvación que el Señor ha traído, a todos los que creen en este Evangelio del agua y el Espíritu, proclamando que Jesús aceptó todos sus pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y que los ha borrado todos. Como está escrito: «Juan vino por el camino de la justicia». Juan el Bautista pasó los pecados de la humanidad a Jesús mediante el bautismo.
Sin embargo, por mucho que gritemos que nuestros pecados han sido pasados a Jesús a través de Juan el Bautista, la gente de hoy en día no cree. Esto es ridículo. ¿No está claro quién es Juan el Bautista en la Biblia? Es Juan el Bautista, a quien Jesús aprobó más. Es Juan el Bautista, de quien Jesús dio un testimonio personal de aprobación. A través de Juan el Bautista, Jesús cargó con todos los pecados del mundo. Jesús no dijo: «Cargaré con todos vuestros pecados por Mi cuenta». Del mismo modo en que los israelitas en el Antiguo Testamento pasaban sus pecados a un animal a través del Sumo Sacerdote, Jesús vino al mundo como Cordero de Dios y nuestro sacrificio y aceptó nuestros pecados a través del bautismo. Esto está muy claro. A pesar de esto, la gente no cree.
Cuando Jesús estaba en este mundo, los líderes religiosos de aquel momento, los escribas de la Ley y los ancianos de los israelitas no solo se negaron a creer en Jesús, sino que no creyeron en lo que Juan había hecho por ellos. Se levantaron contra el ministerio de Juan el Bautista. Por eso Jesús dijo: «Seréis arrojados al infierno, porque estáis llenos de vuestra propia justicia y no creéis en el testimonio de Juan. Pero los publicanos y las rameras creyeron». En otras palabras, los publicanos y las rameras fueron salvados por Dios antes porque creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso hoy en día, la mayoría de cristianos no creen en este Evangelio.
Cuando Jesús estaba en este mundo, los fariseos y los escribas vinieron a verle de Jerusalén y le preguntaron: «¿Por qué no respetan la tradición de los ancianos tus discípulos? ¿Por qué comen sin lavarse las manos antes?». Ellos condenaron a los discípulos porque comían sin lavarse las manos. Se burlaban de Jesús diciendo: «Con ver a Tus discípulos, podemos ver que eres un hombre malo también. Tú también eres un hombre que no cumple la Ley. Estás por debajo de nuestro estándar». Así que Jesús los reprendió diciendo: «No es lo que entra por la boca del hombre lo que ensucia al hombre, sino lo que sale de su corazón. Del corazón humano salen 12 tipos de pecados, incluidos los malos pensamientos, y cuando estos salen de la boca del hombre, lo ensucian. Solo por comer sin lavarse las manos, no nos ensuciamos». Entonces, los escribas y fariseos, que observaban la tradición de los ancianos, se burlaron de Jesús diciendo: «Tú y Tus discípulos estáis acabados. Sois tan sucios que no queremos tener nada que ver con vosotros. ¿Cómo podéis comer sin lavaros las manos? La tradición de nuestros antepasados dicta que todo el mundo se lave las manos y los pies cuando vuelva a casa de fuera, y ordena que mantengamos esta tradición, pero vosotros no la observáis». Ellos denunciaron a Jesús por cosas superficiales.
Entonces Jesús les reprendió: «¿Creéis que cumplís la Ley? La Ley nos ordena que honremos a nuestros padres y los cuidemos, ¿pero lo hacéis? ¿Acaso no dejasteis de cumplir la Ley pensando que no tenéis nada que ofrecer a vuestros padres diciendo: “Todo lo que tengo es Corban (regalo de Dios)”? ¿Es esto cumplir la Ley? ¿No habéis cambiado los mandamientos de Dios y los habéis convertido en mandamientos del hombre y creéis en estos? Teméis a Dios en vano, aunque digáis creer en Él, lo hacéis según vuestros propios mandamientos». Entonces Jesús dijo: «Cuando un ciego guía a otro ciego, los dos se caen en un agujero».
Esta tradición de los ancianos se refiere a las doctrinas humanas. Incluso hoy en día muchos cristianos dicen: «Aseguraos de que vais a una iglesia grande. Aseguraos de que esa iglesia está registrada en el Ministerio de Cultura y Turismo. Aseguraos de que sus doctrinas estén claramente establecidas. En pocas palabras, debéis ir a una iglesia que pertenezca a una gran denominación y que esté reconocida por la gente secular. Deben aprender en este tipo de iglesia y creer en la Palabra de Dios como esa iglesia la enseñe». Si temen a Dios y le temen según los mandamientos humanos, será en vano.
Por mucho que una persona enseñe, ¿se puede comparar con una sola frase de Dios? Las enseñanzas humanas son inútiles. Pero los líderes cristianos de hoy en día se pasan en día diciendo quién dijo qué. Dicen: «Calvino dijo esto, Lutero dijo lo otro; Livingston dijo esto, Abraham Kuyper dijo lo otro; Hegel y Kant dijeron esto, mientras Confucio, Mencio y Sócrates dijeron aquello. Esto es lo que John Scout de Inglaterra dijo, y esto es lo que Abraham Lincoln de los Estados Unidos dijo, y cómo vivió». Todo eso es en vano.
Lo que es más importante es lo que la Biblia dice. Lo que la Palabra de Dios dice en ambos Testamentos es lo importante. Jesús dijo que Juan el Bautista era el Elías que estaba por venir, y que era el mayor hombre nacido de mujer. Cuando Dios dijo que Juan el Bautista pasó todos nuestros pecados al bautizarle, y que esto es lo que pedía el sistema de sacrificios, entonces debemos creer en esto y enseñarlo. Esto es lo que significa escuchar y creer en los mandamientos de Dios y Su Palabra, y al creer en esta Palabra, estamos salvados. Es absolutamente imperativo escuchar a Dios con atención según esta Palabra. Esta es la manera de temer a Dios.
No hay nada más estúpido que creer en doctrinas sin conocer la Palabra de Dios correctamente. ¿Conocía Juan Calvino de Francia el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios? Francia fue el lugar de nacimiento de este gigante teológico, pero el Evangelio del agua y el Espíritu está entrando en Francia ahora. Los franceses no conocen Corea muy bien, pero aprovecharemos esta oportunidad para hacernos conocer. Reconocerán que Corea no es «la nación ermitaña», sino un país de predecesores de la verdadera fe.
Aunque Juan vino por el camino de la justicia, muchos cristianos no creen en esto. No creen que Juan el Bautista fuera el Elías a quien Dios prometió enviar en el último día. La gente dice que Juan el Bautista era un fracaso, diciendo: «Juan el Bautista fue un fracaso. ¿Por qué? Porque acabó decapitado por denunciar al rey Herodes». Pero Juan el Bautista no era un fracaso. Si Juan el Bautista fuese un fracaso, Jesús también lo sería, y también Dios Padre. Para salvarnos a los humanos del pecado, Dios Padre envió a Juan el Bautista al mundo seis meses antes que Jesús. El Padre envió a Jesús a este mundo seis meses después del nacimiento de Juan el Bautista. Cuando los dos cumplieron 30 años, Juan bautizó a Jesús, y Jesús se dejó bautizar. Así es como Dios Padre puso los pecados del mundo sobre Jesús. Por eso, si Juan hubiese fracasado, también el ministerio de salvación de Jesús habría fracasado, y Dios Padre, que los había enviado, también habría fracasado.
A través de Moisés en el Antiguo Testamento, Dios dio la Ley a la humanidad que había caído en el pecado, el sistema de sacrificios que borraba el pecado, y los 613 estatutos y mandamientos que la humanidad tenía que cumplir. Todo lo contenido en la Ley, desde el sistema de sacrificios hasta la ley de salvación y la ley del juicio. Dios había prometido enviar a Elías. Tal como había prometido, envió a Elías. Seis meses después de enviar a Elías, Dios envió a Jesús al mundo. A través de Elías, pasó los pecados de la humanidad a Jesús. Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad a través de Elías. Jesús dijo: «Conviene así que cumplamos toda justicia. Conviene que dejemos a todo el mundo sin pecado y salvemos a todo el mundo de sus pecados». Como Jesús aceptó los pecados del mundo a través de Juan el Bautista al ser bautizado, y como Juan le pasó los pecados del mundo a Jesús, a través de Juan, que era Elías, y Jesús, que era el Cordero del sacrificio, Dios ha borrado todos los pecados de la humanidad. Pero a pesar de esto, la gente no cree en esto. Incluso en el Nuevo Testamento hay muchos que no reconocieron a Juan el Bautista y por tanto no pudieron ser salvados.
¿Han oído algo sobre los correos electrónicos que recibimos de un misionero en África? Cuando este misionero leyó nuestros libros por primera vez, reaccionó mal. Nos dijo: «Este libro dice que Juan el Bautista pasó mis pecados a Jesús, pero esta afirmación es demasiado grande para aceptarla. No puede estar de acuerdo con el contenido de este libro». Este hombre era un poco impaciente, ya que envió su primera carta de descontento sin haber terminado el libro. Después de unos días, volvió a escribir diciendo: «Tengo noticias santas». No había leído el libro entero la primera vez que nos escribió. Después de haber leído un poco nos dijo que no estaba de acuerdo, pero ahora había leído más y entendía de qué trataba el libro. Después de leer un poco más nos escribió otra carta: «Me gustaría darles buenas noticias. Yo también estoy de acuerdo con su postura acerca del bautismo de Jesús, con que Dios pasó nuestros pecados a Jesús a través de Juan el Bautista. Mis pecados fueron pasados y ahora no tengo pecados».
Muchas personas del extranjero están de acuerdo con nosotros. Están confesando que, aunque haya creído en Jesús durante mucho tiempo, era la primera vez que escuchaban este Evangelio. En mi libro había escrito: «A parte de los escritos de los discípulos de Jesús, este es el primer libro en el mundo entero que contiene el Evangelio del agua y el Espíritu». Estas personas no se oponen, sino que están de acuerdo en silencio. Incluso en este momento, muchas personas están confesando, después de haber leído nuestros libros: «Nunca he leído un libro así en todo el cristianismo». Admiten que Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús. Aceptan en sus corazones que Jesús tomase los pecados del mundo a través de Juan el Bautista. Lo aceptan con tan solo leer un libro. Al principio, como esta Palabra les resultaba un poco extraña, piensan que es exagerada, pero ¿qué ocurre cuando se les explica el Evangelio según la Biblia? Que lo aceptan.
Así que ahora muchos extranjeros están naciendo de nuevo. En este momento, hay nuevos creyentes que nacen de nuevo. En sus comedores y baños, muchas personas están leyendo nuestros libros con el ojo de la fe y ahora creen en el Evangelio, diciendo: «Entonces no tengo pecados. Esto es lo que dice la Biblia». Entonces nos escriben: «Me gustaría compartir estas buenas noticias con ustedes. Estoy de acuerdo con que Jesús cargó con todos mis pecados al ser bautizado».
Toda la humanidad está de acuerdo con que Jesús cargó con nuestros pecados en la Cruz y fue crucificado. Incluso el Diablo está de acuerdo con esto. Pero algunas personas me atacan diciendo: «¿Cómo es que solo el Pastor Jong sabe esto? ¿Por qué solo habla de esto todo el tiempo? ¿De verdad tiene que estudiar solo estas cosas?». Yo no tengo que encontrarlas, solo leo la Biblia. Cuando la Biblia entera habla de esta salvación, ¿no es inevitable que la veo aunque no la esté buscando? Cuando empiezo a leer la Biblia, leo mucho. La leo hasta que estoy lleno. Lo que estoy intentando decir es que conozco la Biblia tanto como los doctores de la Biblia.
Todo el mundo que cree en Dios creerá en el bautismo de la justicia que Juan le dio a Jesús, el camino de la justicia, porque este camino está claro. Esto es lo que dice la Biblia y estaba profetizado en el Antiguo Testamento. Está escrito: «He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición». La gente está volviendo a Dios en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús mediante el bautismo, como transfirió los pecados de la humanidad, todo lo que tienen que hacer los pecadores es volver a Dios al creer en esto. ¿Acaso no nos volvimos a Dios? ¿No dijimos que creíamos? Por supuesto que sí. Si Juan el Bautista no hubiese hecho esta obra, la muerte de Jesús habría sido en vano. La salvación no se podría alcanzar, por mucho que creyésemos, por mucho que llorásemos, nos martirizásemos, ofreciésemos nuestro dinero, o sirviésemos a los demás. Al final acabaríamos lamentándonos como Judas: «¿Por qué creí? Hubiese sido mejor no creer. Ojalá no hubiese nacido». Sin embargo, Juan el Bautista pasó todos nuestros pecados a Jesús al bautizarle, y por eso podemos creer con fe en Dios.
Mis queridos hermanos, Juan vino por el camino de la justicia, y nos convirtió en instrumentos de su justicia. Jesús aceptó todos los pecados del mundo al ser bautizado, para que la gente recibiese la remisión de los pecados. Al ser bautizado por Juan, Jesús borró todos los pecados del mundo, fue crucificado y nos salvó. Si la Palabra dice que es así, debemos creerla.
Jesús trajo a Moisés y Elías, y habló con ellos. Aunque no está escrito en la Biblia exactamente de lo que hablaron, está claro que los tres hablaron. Moisés representa la Ley. ¿Y Elías? Representa al Sumo Sacerdote. Es el mayor sacerdote de los nacidos de mujer, es decir, el representante.
La Biblia menciona la tierra a menudo. La tierra se refiere a los corazones de la gente. Se refiere a sus espíritus. ¿Qué dice el último versículo de Malaquías? Dice: «No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición». Esto significa que Dios derramará Su ira en los que no crean en la Verdad de salvación. Puede que se pregunten por qué estoy diciendo esto otra vez cuando ya creen. Pero lo estoy diciendo porque hay muchos que no creen todavía. Pero la cosa no se acaba cuando reciben la remisión de los pecados, sino que todavía hay demasiadas almas que son nuestra responsabilidad. Toda la raza humana debe creer en esto. Mucha gente ha empezado a creer en esto.
Seguiré publicando nuestro periódico del Evangelio por mucho que suba el precio del papel. Estoy seguro de que quien se encuentre con nuestro periódico por casualidad, lo leerá y vendrá a nuestra iglesia diciendo: «Por favor, ayudadme. Quiero escuchar la Palabra. No tenía idea de que esta Palabra existía». Hace un tiempo, nuestros santos en la iglesia de Daejeon visitaron a una mujer que tenía un salón de belleza y le dieron nuestro periódico. Después de leerlo, esta peluquera lo dejó encima de la mesa en su salón de belleza. Una de sus clientas lo leyó mientras esperaba su turno, y le dijo a la peluquera: «¿Sabe dónde está esta iglesia? ¿Me puede llevar a este lugar donde se predica esta maravillosa Palabra? He sido cristiana durante mucho tiempo, pero mis pecados no han desaparecido. ¿Me ayuda a encontrar esta iglesia?». Así que ella pudo contactar con nosotros por teléfono, y el pastor de la iglesia de Deajeon le predicó el Evangelio, y así recibió la remisión de los pecados.
Mis queridos hermanos, la Palabra de Dios nunca desaparecerá. Seguirá así para siempre. Las noticias más maravillosas del mundo son esta Palabra que proclama que Juan pasó nuestros pecados a Jesús al bautizarle, que Jesús cargó con los pecados del mudo y los llevó a la Cruz, murió y se levantó de entre los muertos de nuevo, y que así nos ha salvado. Estas noticias son las mejores del mundo; tienen tanto poder como la dinamita; y son más bellas que cualquier melodía. ¿Creen en esto, hermanos? ¿O están aburridos de escuchar lo mismo una y otra vez? Mis sermones eran más largos que este. Cuando eran muy largos, duraban tres horas. Hoy en día estoy siendo más considerado. Si tuviese que predicar todo lo que tengo en la cabeza, hablaría durante tres o cuatro horas. Así que, comparado con el pasado, hoy en día nuestros sermones son bastante moderados.
Mis queridos hermanos, pueden predicar esta Verdad del agua y el Espíritu solo si la conocen. ¿Han predicado este Evangelio antes? Cuando intentan predicar el Evangelio, ¿encuentras las palabras adecuadas? Solo si escuchan la Palabra de Dios con todo detalle, y la confirman, podrán predicar con precisión cuando alguien se levante contra la Palabra, y así le harán rendirse a la Palabra y salvarán su alma. ¿Preferirían ser salvados solos y quedarse con la Verdad para sí mismos? Si yo hubiera hecho eso, habría dejado de servir al Evangelio hace mucho, y entonces sería director de algún del centro de oración que mi madre adoptiva tenía. Entonces algunos de ustedes habrían venido a mi centro a orar. «Bienvenido. ¿Qué les trae aquí?». «He venido a orar». «Vaya a esa habitación a orar, pueden usarla». Entonces llorarían y sufrirían intentando ayunar. La gente que visita un centro de oración quiere que el director les ponga las manos en la cabeza. Los directores suelen pedir ofrendas por la imposición de manos. Ganan mucho dinero. Si me hubiese callado, en vez de haber predicado este Evangelio, ¿no irían todos camino del infierno? Si no hubiera hecho esta obra, Dios habría escogido a otra persona para hacerla, porque tiene el poder de convertir a piedras en descendientes de Abraham.
Sin embargo, no puede resistir la voluntad de Dios y por eso estoy predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la razón por la que sigo predicando el Evangelio del agua y el Espíritu una y otra vez. Les pido que prediquen este Evangelio a los demás con todo detalle, en vez de quedárselo para ustedes mismos. Intenten escribir lo que han escuchado sobre el pasaje de las Escrituras de hoy por completo, confírmenlo y predíquenlo a alguien. Vean por sí mismos si esa persona recibe la remisión de los pecados o no. Seguramente sí. Si la recibe a través de ustedes, el Reino de Dios descenderá en su corazón también.
Quizás algunos de ustedes están demasiado cansados a estas horas del culto, porque han jugado al fútbol esta tarde. He oído que nuestras hermanas juegan bien también. Yo soy buen delantero, pero hoy en día no tengo fuerzas para jugar. Tengo que pasar la mayor parte de mi tiempo cuidando mi salud y por eso no me muevo mucho. Como mi salud ha estado bastante mal últimamente, doy gracias a que puede estar ante ustedes y predicarles la Palabra. De hecho, Dios ha hecho que lo imposible sea posible.
Mis queridos hermanos, ¿no deberían todos los seres humanos creer en lo que Juan el Bautista dijo? ¿Por qué no cree la gente en esto, aunque la Biblia deja claro que Juan vino por el camino de la justicia? Todo el mundo debería creer en el testimonio de Juan y en su ministerio. El Evangelio del agua y el Espíritu que Juan el Bautista cumplió con Jesús, es el camino de la salvación que todo el mundo debe creer. Juan el Bautista vino por el camino de la justicia y pasó todos los pecados del mundo a Jesús mediante el bautismo. Al aceptar estos pecados del mundo al morir en la Cruz, Jesús nos ha salvado de nuestros pecados. Todo el mundo debe creer en esta salvación y en este camino del Reino de los Cielos.
Debemos alcanzar nuestra salvación por fe. Todo el que cree en Jesús debe creer sin excepción. La salvación no se consigue al creer solo en la Cruz. Es absolutamente necesario creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso me gustaría compartirlo con ustedes. ¿Ustedes creen en este Evangelio?
Puede que hayan escuchado esta Palabra cientos de veces, pero si no aman este Evangelio, deberían estar avergonzados de sí mismos ante Dios. Si Jesús aprueba este Evangelio del agua y el Espíritu, ¿por qué no amarlo? Mis queridos hermanos, les pido que amen este Evangelio. Deben guardarlo con fe y deben creer en él con el corazón.