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Tema 19: Efesios

[Capítulo 2-7] Jesús es nuestra paz (Efesios 2, 14-22)

Jesús es nuestra paz(Efesios 2, 14-22)
«Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu».
 
 

El Señor es nuestro Maestro que nos ha dado paz

 
Está escrito en el Cantar de los Cantares de Salomón 2, 10-13:
«Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Porque he aquí ha pasado el invierno, Se ha mudado, la lluvia se fue; Se han mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción ha venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne dieron olor; Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven».
E Isaías 6, 13 dice:
«Pero aunque quede en ella la décima parte,
volverá a ser consumida como la encina o el roble de los cuales,
después de ser derribados, aún les queda el tronco».
La Biblia dice que la semilla santa se ha convertido en el fruto de salvación. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos dio, hemos empezado a vivir una vida santa. Al venir al mundo como la semilla santa, nuestro Señor nos ha hecho a los creyentes Su pueblo.
El tema del pasaje de las Escrituras de hoy del libro de Efesios es la paz, como está escrito en Efesios 2, 14-15: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz». La Biblia dice que nuestro Señor es el tronco del árbol santo. Cuando se corta un árbol queda un trozo de tronco, y de él pueden salir muchas ramas. El Señor es el tronco santo de esta tierra.
Como todos los seres humanos son una raza de obradores de iniquidad porque son descendientes de Adán, todo el mundo comete pecados todo el tiempo, y por eso nuestro Señor vino a buscarnos para salvarnos. Cuando vivíamos bajo el pecado y estábamos destinados a ser juzgados por Dios, nuestro Señor vino al mundo y nos libró a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos sido salvados de todos nuestros pecados. El Señor es el que nos ha dado paz. Cuando el muro del pecado que nos separó da Dios y nos convirtió en Sus enemigos, nuestro Señor vino a buscarnos y restauró la paz con Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Todos nosotros estábamos destinados a ir al infierno por nuestros pecados y a ser condenados por ellos. Sin embargo, nuestro Señor ha derribado el muro del pecado que nos separaba de Dios y nos hizo ser uno con Él, porque Jesús es el Señor de paz. Cuando nuestro Señor vino al mundo, cargó con todos los pecados que nos separaban de Dios a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista; entonces fue crucificado hasta la muerte, se levantó de entre los muertos de nuevo y así se ha convertido en nuestro Salvador. Al borrar nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha salvado. Lo que debemos tener en cuenta aquí es que la semilla santa mencionada en el Libro de Isaías es Jesucristo mismo. Es absolutamente indispensable que no solo creamos en la justicia de Jesucristo, nuestro Salvador, sino que también la recordemos a todas horas. Como Jesucristo nos ha hecho santos, todos debemos reconciliarnos con Dios y convertirnos en hijos Suyos al creer en la obra de salvación de Jesús, y dar toda la gloria a Dios.
Como criaturas de Dios, los seres humanos debemos creer que Dios ha borrado todos nuestros pecados y nos ha hecho Su pueblo, y debemos alabar a Dios por esta bendición maravillosa. En otras palabras, debemos creer en la Verdad de salvación que Dios nos ha dado, y debemos darle gracias por Su gracia que nos ha revestido de la gloria del Cielo y nos ha hecho hijos Suyos.
Cuando leemos el Cantar de Cantares, vemos cómo Salomón está expresando su amor por una mujer sulamita. Este libro describe cómo el Señor nos ha hecho obreros de Dios, y expresa Su amor indescriptible por nosotros. Cuando leemos el Cantar de Cantares, vemos cuánto nos ama el Señor, cuánto nos aprecia, y cuánto nos ha bendecido. El Señor nos da el fruto de salvación. A través de la conversación del Rey Salomón y la mujer sulamita, podemos darnos cuenta de o que el Señor ha hecho por nosotros y entendemos Su amor.
A veces nuestros corazones están cansados y preocupados. ¿Qué debemos hacer cuando estamos en estas circunstancias tan difíciles? En esos momentos, debemos recordar que nuestro Señor nos ha salvado y nos ha encontrado con el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos pensar en cómo el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo, en qué condiciones estábamos cuando el Señor nos salvó y cuándo pudimos encontrar al Señor. Cuando recordamos que el Señor ha borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y meditamos sobre esta Verdad, podemos encontrar al Señor. No solo debemos recordar en nuestras mentes que Jesucristo nos ha salvado de nuestros pecados, sino que debemos pensar en esta Verdad constantemente en nuestras vidas diarias, porque solo entonces podremos mantener nuestra fe para siempre.
Creo desde lo más profundo de mi corazón que el Señor me ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Así que, cuando estoy cansado, deprimido, derrotado, asustado o ansioso, pienso en el Señor y recuerdo con gratitud cómo el Señor vino al mundo por mí, cargó con todos mis pecados al ser bautizado, y pagó la condena de mis pecados en la Cruz. Cuando hago esto, todo mi sufrimiento, mi dolor, mi preocupación y ansiedad desaparece, todo lo que bloquea mi mente se va y puedo seguir al Señor con lealtad de nuevo como si nunca me hubiese perdido.
Sin embargo, mientras sigo sirviendo al Señor, a veces estoy cansado físicamente. A veces, pienso en hacer otra cosa para deshacerme del estrés aunque se durante poco tiempo. He trabajado tanto para servir al Evangelio que todo aspecto de mi vida diaria se centra en mi ministerio, en predicar el Evangelio todos los días y pensar todo el tiempo en cómo puedo servir al Evangelio mejor. Estar tan preocupado por una tarea así me hace querer hacer otra cosa distinta.
Por eso juego al fútbol con mis compañeros de vez en cuando. Normalmente juego de delantero, pero ayer jugué de portero. Es muy divertido ser portero. Mi objetivo era evitar que el equipo contrario marcase gol. Por supuesto, el otro equipo no se pone contento cuando paro sus goles, pero es realmente reconfortante para mí parar goles, e incluso lo disfruto más que jugando de delantero. Una vez salí demasiado de la portería y acabé dejando que el equipo contrario marcase fácilmente, ya que vio que la portería estaba desprotegida y así chutaron la pelota por encima de mi cabeza. Por supuesto, cuando me di cuenta de lo que pasaba, corrí detrás de la pelota para intentar pararla desesperadamente, pero era demasiado tarde. Me quedé derrotado, pero el otro equipo estaba muy contento celebrando el gol. Por supuesto, es solo un juego, y por eso no importa que mi equipo gane o pierda. Sea cual sea el resultado, siempre disfruto jugando al fútbol ya que refresca mi cuerpo y mi alma.
Estoy muy contento ya que las noticias que llegan del extranjero son muy buenas y tan abundantes como las flores de primavera. Cuando llega la primavera, suelo ir a dar paseos para disfrutar del buen tiempo, y esto es suficiente para hacer que desaparezcan los últimos recuerdos del invierno. A pesar de nuestras dificultades, hemos estado sirviendo a la obra del Evangelio lo mejor que hemos podido, dedicando nuestros corazones a esta tarea. Como resultado, ahora estamos escuchando noticias maravillosas de la gente de todo el mundo que ha recibido la remisión de los pecados. Es muy reconfortante para nosotros saber que nuestro trabajo duro está dando frutos.
 
 

¿Quién ha derribado el muro de nuestros pecados?

 
Mi mensaje para ustedes hoy es que mediten de nuevo en sus corazones acerca de cómo el Señor les ha salvado de sus pecados. Esta Palabra de Dios debe grabarse en nuestros corazones para siempre. Para eso, leamos Efesios 2, 14-15 a la vez: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz». Es muy importante entender este pasaje claramente, ya que cada frase aquí contiene un significado extremadamente importante.
El que Jesucristo haya derribado el muro que nos separaba de Dios para crear en Él un hombre nuevo de los dos, significa lo siguiente: cuando estábamos separados de Dios por nuestros pecados, Jesucristo vino al mundo, cargó con nuestros pecados para siempre al ser bautizado, murió en la Cruz y así salvó a los creyentes de todos sus pecados. La Biblia dice que el Señor ha abolido en Su carne nuestra enemistad con Dios, es decir, la Ley de mandamientos contenida en ordenanzas. Cuando Dios nos dio la Ley contenida en ordenanzas, no nos la dio solo de manera oral, sino que nos la dio por escrito y para eso escribió Sus mandamientos sagrados que nos decían lo que teníamos hacer y lo que no teníamos que hacer. De los 613 estatutos de la Ley, Dios hizo que se escribieran los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra.
Si rompemos la Ley de Dios estamos pecando contra Él. Romper los mandamientos de este Dios santo es pecar, y quien peca debe ser condenado según la Ley de Dios. El pecado es entonces nuestro enemigo, pero la Biblia dice que Jesús ha abolido todos nuestros pecados en Su cuerpo. Esto significa que Jesús ha borrado todos los pecados de la raza humana, ya que los llevó en Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista. De esta manera, con Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz, el Señor ha erradicado todas nuestras maldiciones y ha abolido la enemistad con Dios. Jesús nos ha salvado al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantándose de entre los muertos. Ha borrado todos nuestros pecados perfectamente y se ha convertido en nuestro Salvador.
Está escrito en Efesio 2, 17: «Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca». A los que escucharon el Evangelio hace tiempo y los que están escuchando ahora, Dios les ha dado la paz de la salvación, así como a nosotros. Jesús, nuestro Salvador, nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu tiene paz en su corazón. Quien no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu no tiene paz. La Biblia dice que los que creemos en este Evangelio se han convertido en gente de paz, como dice Efesios 2, 19: «Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios».
Es Jesucristo quien nos ha convertido en el pueblo de Dios, nos ha dado paz en nuestros corazones, ha abolido nuestra enemistad con Dios y nos ha salvado. Jesucristo es el único Salvador que ha borrado todos nuestros pecados y nos ha salvado. Es absolutamente imperativo darnos cuenta de que Jesucristo es nuestro Salvador. A no ser que le conozcan, no solo serán malditos y destruidos en el próximo mundo, sino que además no podrán recibir ninguna bendición en este mundo.
La Biblia dice claramente que Jesucristo es nuestra paz. Nos ha reconciliado con Dios, nos ha santificado, nos ha convertido en el pueblo de Dios, y nos ha permitido recibir todas las bendiciones de Dios. Jesucristo nos ha dado esta paz y esta remisión de los pecados; ha abolido nuestra enemistad; nos ha convertido en el pueblo de Dios; y nos ha permitido recibir todas las bendiciones del mundo y todas las bendiciones espirituales del Cielo. Es Jesucristo quien nos ha bendecido tanto.
Les pido a todos y cada uno de ustedes que crean en Jesucristo como su Salvador. Si creen en Él como su Salvador, recibirán las bendiciones de salvación, pero si no creen, serán malditos y serán condenados por los pecados. Puede que conozcan ese himno que dice:
«¡Qué gran amigo tenemos en Jesús, que se lleva todos nuestros pecados y dolor!
¡Qué gran privilegio llevarlo todo ante Él en oración!» Hay otro himno que dice:
«Maravillosa gracia, ¡qué dulce el sonido
que me salvo cuando estaba perdido!
Una vez estaba extraviado, pero ahora encontrado,
ciego, pero ahora veo».
Por culpa de nuestros pecados, todos estábamos malditos; por culpa de nuestros pecados, estábamos destinados a ir al infierno; y por culpa de nuestros pecados, no podíamos recibir ninguna bendición de Dios. Por eso Jesucristo nos ha salvado personalmente al venir al mundo, cargar con los pecados del mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos. Todos nosotros debemos creer en Jesucristo como nuestro Salvador. Al creer en Jesucristo podemos revestirnos del amor del Señor. Si creen en Jesucristo como su Salvador, recibirán todas las bendiciones de Dios, tanto las bendiciones espirituales del Cielo y las bendiciones terrenales. Así que les pido que crean en el Señor firmemente.
 
 

Los que pueden recibir todas las bendiciones del Cielos de Dios

 
Hoy me gustaría recordarles a todos que es muy fácil creer en la justicia de Jesús. No hay duda de que todo el mundo comete pecados, y lo que nos hace darnos cuenta de estos pecados es la Ley. Cuando nos examinamos a nosotros mismos ante los 613 estatutos escritos de Dios que especifican lo que debemos y no debemos hacer, no podemos evitar admitir que somos pecadores. Esto es cierto incluso cuando solo miramos los Diez Mandamientos.
Los Diez Mandamientos nos enseñan que nos debemos tener más dioses ante el Señor Dios; no debemos tomar el nombre de Dios en vano; no debemos hacernos ídolos ni adorarlos; debemos guardar el Sabbath; debemos honrar a nuestros padres; no debemos asesinar; no debemos cometer adulterio; no debemos dar falso testimonio; no debemos robar; y no debemos envidiar la casa de nuestro prójimo. Cuando reflexionamos sobre estos mandamientos, ¿puede alguno de nosotros no cometer pecados? ¿Podemos evitar pecar aunque sea por un solo día? No, no podemos dejar de cometer pecados todos los días. Incluso sin la Ley sabemos en nuestra conciencia que somos pecadores, pero cuando miramos la Ley, queda todavía más claro que somos pecadores. Por culpa de nuestros pecados Dios no puede bendecidnos. Por eso Jesucristo vino al mundo a buscarnos, nos dio la remisión de los pecados, y nos reconcilió con Dios. Si creen en Jesucristo, entonces están salvados. No es muy difícil creer en Jesús. Es bastante fácil, pero para los que no tienen un corazón honesto ante Dios, es muy difícil.
He visto a muchas personas en este mundo ser bendecidas por Dios. Las he visto tanto en las Escrituras como en nuestra Iglesia. Una cosa que todas tienen en común es el hecho de que sus corazones son honestos ante Dios. Esta gente que es honesta ante Dios y no tiene nada que esconder, está bendecida por Dios, pero la gente cuyos corazones no son honestos no puede recibir ninguna bendición. Aunque a veces engañemos a otros seres humanos, es absolutamente indispensable que seamos francos y honestos ante Dios.
Quien es honesto ante Dios sabe que es un pecador y admite sus pecados constantemente. Estas personas creen que Jesús cargó con todos sus pecados al ser bautizado, y cree que el Señor fue condenado por ellas en la Cruz. Por tanto, solo los que son honestos ante Dios pueden recibir la salvación ofrecida por Él. Los que tienen un corazón honesto ante Dios pueden recibir las bendiciones de salvación. Aunque Dios quiere darle la salvación a todo el mundo de manera gratuita, solo cuando nuestros corazones son honestos, podemos recibir el don de la salvación de Dios y disfrutarlo. En otras palabras, solo cuando tenemos fe en Su salvación podemos recibir todas las bendiciones que Dios nos está ofreciendo. Este principio elemental no puede cuestionarse, porque es la Verdad de Dios. ¿Hay algo que sea incierto en la Palabra de Dios? No, no puede haber ningún error en la Palabra de Dios. Claramente Dios dijo que los que están benditos son los que son honestos con Él.
Jesús nos ha reconciliado con Dios Padre, quien hizo que Su hijo, Jesucristo, cargase con todos nuestros pecados al ser bautizado, hacer que muriera en la Cruz en nuestro lugar, y así ha cumplido Su amor por nosotros. Dios Padre hizo que Su Hijo Jesucristo llevase a cabo la obra de salvación. Todos nosotros creemos que Dios ha cumplido nuestra salvación para siempre a través de Jesucristo, y por eso estamos contentos de meditar sobre esta Verdad y predicarla todos los días. No hay nada en este mundo que sea más maravilloso que predicar el amor de Dios revelado a través de Jesús, nuestro Salvador. Por tanto, cuando dedicamos nuestras vidas a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, veremos con nuestros propios ojos que esta vida es la más bendita y gozosa.
Mis queridos hermanos, les pido a cada uno de ustedes que crean en Jesús como su Salvador. Si se dan cuenta de que están destinados a ir al infierno por los pecados que cometen todos los días, deben creer que Jesús se ha convertido en su Salvador. Si creen en Jesús, serán salvados de todos sus pecados y recibirán la vida eterna. Después de esto, mientras sigan escuchando la Palabra de Dios, su fe crecerá; y mientras crece su fe, obtendrán el pan de vida para su cuerpo y su espíritu; asimismo recibirán las bendiciones de Dios según su fe. Cuando reciban la remisión de sus pecados, serán bendecidos en proporción del crecimiento de su fe. Todos debemos entender esto claramente.
Según Dios no pueden ser bendecidos a no ser que su fe crezca. Este es un principio absoluto en el Reino de Dios, que cada uno es bendecido de acuerdo con el crecimiento de su fe. Es imposible que reciban ninguna bendición sin creer en Dios, del mismo modo en que es imposible que sean bendecidos sin recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu en primer lugar. Incluso después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden recibir ninguna bendición si no creen en la Palabra de Dios y la siguen. En el reino de Dios, cuando se unen con el Señor por fe, están benditos. Les pido que entiendan esto. Les pido a todos que crean en Jesucristo de todo corazón. Jesucristo nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu, y solo cuando creemos en este Evangelio podemos ser ciudadanos en igualdad de condiciones en el Reino de Dios.
Hace tiempo un cantante popular en Corea obtuvo la nacionalidad americana para evitar tener que realizar el servicio militar en Corea, después de haber prometido hacerlo. Esta cantante ya no es ciudadano coreano. Después de este suceso, el Ministerio de Justicia le prohibió la entrada a Corea. Como este cantante dejó de ser coreano por su propia voluntad y se convirtió en ciudadano americano, ya no es ciudadano coreano, y como no cumplió con su tarea de coreano, no tiene ningún derecho derivado de la ciudadanía coreana. La ciudadanía no se mantiene sin lealtad.
Mis queridos hermanos, como hemos recibido la remisión de los pecados por fe, ahora tenemos ciudadanía en el Reino de los Cielos. Como creemos en Jesús como nuestro Salvador, que ha borrado todos nuestros pecados con el agua y el Espíritu, ahora tenemos ciudadanía en el Reino de los Cielos. Puede que no aprecien por completo lo grande que es esta bendición, pero cuando llegue el momento en que ejerciten sus derechos como ciudadanos del Reino de los Cielos, se darán cuenta de lo maravilloso que es. El Apóstol Pablo dijo: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8, 18). Para todos los que se han convertido en ciudadanos del Reino de los Cielos al creer en Jesucristo, la gloria que recibirán de Dios Padre no se puede describir. No estoy exagerando o hablando de una enseñanza religiosa. Es la Verdad absoluta, y les pido que crean sin falta en esta Verdad. Del mismo modo en que gracias a la misericordia de Dios he sido salvado y soy quien soy hoy, también por la gracia de Dios ustedes pueden seguirle. Esta es la Verdad absoluta que no se puede negar.
 
 

La Biblia dice que Jesucristo se ha convertido en la piedra angular que nos une a Dios

 
Jesús se ha convertido en la piedra angular indispensable para construir una casa. Si quieren convertirse en el santuario de Dios habitado por Jesucristo, deben creer en Él de corazón. Por Su parte, Dios ha borrado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Al saber que son pecadores y que seguirán cometiendo pecados, Jesús ha borrado todos los pecados del mundo con el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Creen en esta Verdad? Jesús les ha salvado al ser bautizado por ustedes, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos. ¿Se dan cuenta de esto y lo aceptan? Deben aceptar este Evangelio de Verdad en sus corazones. Si lo rechazan, sus vidas no tendrán ningún sentido. ¿Qué harán entonces? ¿Creerán en Jesús como su Salvador? Les pido a todos ustedes que crean que Jesús es su Salvador. Les pido que mediten sobre el Evangelio del agua y el Espíritu tan a menudo como les sea posible, porque es muy fácil olvidarnos de lo que el Señor ha hecho por nosotros. No hay palabras suficientes para expresar lo contento que estoy de que el Señor me haya salvado.
Como el tiempo ahora es bueno, quiero salir a servir al Señor. Confiemos en Dios en todas las cosas, busquemos Su ayuda y sigámosle como fieles siervos. Hay muchas cosas que debemos pedirle a Dios y recibir por fe. En general tenemos el propósito de predicar el Evangelio por todo el mundo, y a nivel personal, tenemos problemas contra los que luchar. Sean cuales sean nuestras metas y necesidades, ya sean grandes o pequeñas, debemos orar a Dios y buscar Su ayuda en todas estas cosas.
Recibir las bendiciones de Dios en nuestras vidas por nuestra fe es lo que debemos hacer como obreros justos. Estoy completamente seguro de que cuando oro a Dios sin cesar, Él me escucha y me contesta sin falta. Estoy seguro de que Dios nos va a bendecir de esta manera. Como Dios nos quiere bendecir a todos, estoy seguro de que cuando le oramos por fe, Él nos contesta con la misma misericordia que nos dio cuando nos salvó. ¡Le doy gracias al Señor!