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Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 9-3] Aquellos que realmente han conocido a Jesucristo (Juan 9:1-12)

Aquellos que realmente han conocido a Jesucristo(Juan 9:1-12)
“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” Respondió Jesús: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.” Dicho esto, escupió en la tierra, hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, mas le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé” (que traducido es, Enviado). Fue entonces, se lavó, y regresó viendo. Luego, los vecinos y los que antes le habían visto que era ciego, decían: “¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?” Unos decían: “El es”; y otros: “A él se parece.” El decía: ‘Yo soy.’ Y le dijeron: “¿Cómo te fueron abiertos los ojos?” Respondió él y dijo: “Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo’: ‘Ve al Siloé, y lávate’; ‘y fui, y me lavé, y recibí la vista.” Entonces le dijeron: “¿Dónde está él?” El dijo: “No sé.”
 
 
La Iglesia de Dios es donde los justos que han recibido la remisión de los pecados están reunidos, y Dios se complace en esta iglesia y se preocupa profundamente por ella. Con sus ojos de gracia, Dios siempre cuida de Su Iglesia en este planeta Tierra. La voluntad de Dios y su corazón se manifiestan en Su iglesia. A medida que permanecemos en esta iglesia, Dios, por tanto escucha nuestras oraciones y responde a nuestras peticiones. Como ustedes saben, los ojos de una madre siempre están en su niño, y los ojos de un novio siempre están en su novia. Del mismo modo, como el Padre de los justos y nuestro novio, es sólo una cuestión de rutina de Dios, el que nos ame, como hijos de Él, por lo que dedica su atención a Su Iglesia, que es su novia.
Por lo tanto, solo es en la Iglesia de Dios es que podemos ver por nosotros mismos cómo le agrada al Señor que prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu, y cómo obra Él en nuestras vidas. Cuando se ve a través de los ojos del hombre, puede parecer como si fuera difícil el manejar la iglesia y que tiene poco poder para extender el Evangelio. Sin embargo, a pesar de esto, Dios ha bendecido a Su Iglesia para prosperar, mediante el fortalecimiento de las almas que están allí reunidas, Dios sigue produciendo trabajadores robustos que pueden llevar a cabo su obra. Nunca debemos olvidar el hecho de que Dios siempre se complace en Su Iglesia y que la bendice todo el tiempo.
 
 

¿Por qué estamos espiritualmente ciegos?

 
El pasaje de hoy gira en torno a las Escrituras sobre un hombre con deficiencia visual. Como ustedes saben, la gente con discapacidad visual se refiere a los ciegos que no pueden ver. Por diversas causas, sus ojos no tienen la vista y no pueden ver nada. Para aquellos de nosotros que no tenemos ningún problema de visión, no podemos ni siquiera comenzar a imaginar hasta qué punto pasan sufrimientos y penurias.
Pero ¿sabía usted que en realidad hay otras personas con deficiencia visual en este mundo que son aún más miserable que ellos? Ellos no son otros que los espiritualmente ciegos. Para aquellos que son físicamente ciegos, el único problema es que no puede ver los objetos físicos, pero para aquellos que están espiritualmente ciegos, su problema está en una dimensión completamente diferente. Hoy en día, muchas personas están viviendo como espiritualmente ciegos. En el mundo actual, hay demasiadas personas cuyas vidas se rigen por sus propias convicciones, en lugar de la fe que es aprobada por Dios. Aunque estas personas profesan creer en Dios a través del “religionizado cristianismo”, puesto que siguen siendo pecadores de corazón y que siguen sus propios planes en vez de la voluntad de Dios, pueden ser clasificados como espiritualmente ciegos. Nosotros los llamamos “los cristianos pecadores.” Estas personas no pueden verse bien ante la Palabra de Dios. Incluso a medida que escuchan y leen la Palabra de Dios, son totalmente ajenos a la voluntad de Dios, manifestada en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por lo tanto siguen siendo pecadores y siguen viviendo en este pecaminoso estado.
No importa cuántas veces les advirtamos que van a ir al infierno si han pecado, todo es inútil. Al contrario, replican diciendo: “Yo no soy ciego. Como creo en Jesús, ya he sido remitido del pecado original en el que nací, y ahora todo lo que necesito es sólo hacer oraciones de arrepentimiento para redimir mis pecados personales. ¿Entonces, por que voy a terminar en el infierno, si soy tan buen cristiano?” De esta manera, hay tantas personas espiritualmente ciegas en este mundo que son completamente ignorantes de la justicia de Dios y están llenas de arrogancia espiritual en su lugar.
En el pasaje de la Escritura de hoy, Jesús se encontró con un hombre que era ciego de nacimiento. Los discípulos le preguntaron: “¿A causa del pecado de quien, se ha convertido este hombre en ciego, por su pecado, o por el de sus padres”? Jesús les contestó: “No, es por ninguno, ni por los pecados de sus padres ni de él, pero para manifestar la obra de Dios.” Estaba ciego de nacimiento para que la obra de Dios se manifestara.”
A menudo Dios revela su voluntad a través de parábolas y símbolos en su palabra de las Escrituras. El ciego en este pasaje también trae una analogía a la gente espiritualmente ciega en lugar de los ciegos físicamente. En otras palabras, este pasaje explica por qué Dios permitió que nosotros los seres humanos naciéramos como ciegos espirituales. Jesús dijo aquí que, no es por nuestros pecados que nos volvimos ciegos. ¿Por qué, entonces, tenemos que haber nacido en este mundo con ceguera espiritual? Era para hacernos nacer de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos dio. Dios quería otorgar la gracia de la salvación sobre nosotros. Él nos permitió nacer con ceguera espiritual para que pudiéramos nacer de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para que Dios nos pudiera salvar y abrir nuestros ojos espirituales, y para que Su justicia se manifestara en nosotros.
Los espiritualmente ciegos son aquellos que, atrapados en el pecado, no pueden darse cuenta de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, incluso cuando oyen la Palabra de Dios. Todos los seres humanos nacimos como tales personas ciegas. Dios había permitido que naciéramos ciegos temporalmente para terminar su increíble obra de salvar a esas personas del pecado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, Dios nos había permitido el nacer espiritualmente ciegos con el fin de cumplir Su voluntad de hacernos su pueblo, libre de pecado. ¿Entiende usted esta voluntad de Dios?
El Señor dijo: “Tengo que hacer las obras del que me envió, mientras es de día, la noche viene cuando nadie puede hacer obras. Mientras yo estoy en el mundo, soy luz del mundo.” Como hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestros corazones ya no están mas en la oscuridad de la noche, sino a plena luz del día. Eso es porque el Espíritu del Señor habita en nuestros corazones. Es porque una vez que el Señor ascendió al cielo, dio el Espíritu Santo a los corazones de los creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por lo tanto, debemos llevar a cabo la obra de Dios hasta el día que el Señor regrese a este mundo y nos eleve al cielo. Una vez que los creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu seamos elevados por el Señor, la noche llegará cuando no vayamos a ser capaces de hacer obras, incluso si quisiéramos. De esta manera, el Señor quiere que prediquemos el Evangelio, mientras Él lo permita, si bien hay todavía aquellos que recibirán el perdón de los pecados.
Está escrito: “Y habiendo dicho estas cosas, escupió en el suelo e hizo lodo con la saliva, y ungió los ojos del ciego con el barro. Y Él le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Así que se fue, se lavó, y regresó viendo” (Juan 9:6-7). En relación con el ciego, el Señor había dicho: “Este hombre es ciego para que la obra de Dios se revele.” Luego escupió en el suelo, hizo lodo con su saliva, ungió los ojos del ciego, y le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé”.
La Biblia relata que cuando el ciego se fue al estanque de Siloé y se lavó los ojos según lo dicho, volvió con los ojos abiertos. Si se analiza desde la perspectiva del hombre, no tiene ningún sentido en absoluto el escupir en el suelo, hacer barro con la saliva, y ponerlo en los ojos del ciego para abrirle los ojos. Si hubiéramos hecho esto en estos tiempos, escupir en el suelo, haciendo lodo con saliva, y ponerlo en los ojos de algún ciego, diciéndole de ir al estanque de Siloé y lavarse, no sólo nadie escucharía, sino que nadie volvería con los ojos abiertos. De esta manera, hay muchas partes en la Palabra de Dios que no tienen ningún sentido en absoluto si las consideramos según nuestra propia lógica humana.
Sin embargo, la Palabra de Dios está siempre más allá de los límites de los que los seres humanos puedan pensar. La Biblia dice que para abrir los ojos del ciego, nuestro Señor escupió en el suelo, hizo lodo con su saliva, y se lo untó en los ojos. Dado que el motivo se refiere al corazón humano en la Biblia, que Jesús escupió en el suelo significa que el corazón del hombre está espiritualmente maldito. Si escupimos a alguien, es una maldad despreciable, que nadie soporta, cuando nos mostramos molestos. Entonces, que Jesús escupiera en el suelo significa que nosotros, los humanos estábamos malditos. Puesto que todos hemos nacido espiritualmente ciegos, el espíritu de todos está en un estado de pecado, que no es mas que un estado maldito. Esto significa que debido a que todos nacen con el pecado, y porque todo el mundo está por lo tanto condenado por Dios espiritualmente, a menos que el Señor haga algo por nosotros, el hombre no puede dejar de permanecer en ese estado maldito hasta su muerte.
Para ayudar a su comprensión, volvamos a Mateo 15:7-20 aquí: “‘Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.’ Y llamando a sí a la multitud, les dijo: ‘Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.’ Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ‘¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?’ Pero respondiendo él, dijo: ‘Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.’ Respondiendo Pedro, le dijo: ‘Explícanos esta parábola.’ Jesús dijo: ‘¿También vosotros sois aún sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.’”
Aquí el Señor está explicando qué tipo de pecados tenemos en nuestros corazones, y con qué clase de pecados todos nacemos. Arraigados en nuestros corazones están los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios y blasfemias, y estas cosas que proceden del corazón humano es lo que contamina la humanidad. El Señor está diciendo aquí que todo el mundo nace con tales pecados, y esto es precisamente, por qué el hombre ha nacido en este mundo en un estado maldito. La razón por la cual Jesucristo escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, y lo puso en los ojos del ciego fue para que nos diéramos cuenta de que por nuestra naturaleza fundamental de ser humano, todo lo que esté en nuestros corazones es pecaminoso, y debido a esos pecados es que estamos destinados a ser espiritualmente malditos. Se trataba de hacer que el hombre ciego se diera cuenta de la maldición de sus pecados del corazón, que Jesús le había puesto el barro hecho con la saliva en los ojos. Este pasaje también, no señala otra cosa, sino nuestro propio e imperfecto estado espiritual.
 
 

¿Por qué medios el Señor señala nuestros pecados?

 
Es la mera Palabra de Dios que señala nuestros pecados a través de la ley. A menos que nos miremos nosotros mismos a través de la Palabra de la Ley de Dios, nunca podremos darnos cuenta de nuestra naturaleza básica que está llena de pecados. Si no fuera por la Ley, permaneceríamos completamente ajenos al hecho de que estamos destinados a ser condenados por nuestros pecados, y que al final seremos destruidos. Si fuéramos a auto-evaluarnos en base al estándar ético del mundo, muchos de nosotros diríamos, “¿Qué tanto de maldad hay en mi? ¡Si hay alguien tan virtuoso como yo, que pase al frente!” Sin embargo, si es que realmente nos vemos nosotros mismos tal como se refleja la justa Palabra de Dios, entonces veríamos que somos maldad todo el tiempo. Todo lo que el Señor quiere de nosotros es reconocer que nada más que “los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, blasfemias” salen de nuestro corazón. Como tales pecadores depravados, no tenemos nada que decir, incluso si fuéramos maldecidos y echados al infierno por estos pecados. No hay nadie bueno en este mundo, sino sólo Dios. Cuando miramos nuestros corazones basados en la Palabra escrita de la Ley, no podemos dejar de admitir que todos verdaderamente merecemos el ser echados al infierno.
Que toda la gente haya nacido en este mundo con el pecado significa que todo el mundo nace en el estado de muerte espiritual. Sin embargo, las personas nacen sin darse cuenta de esta verdad, y muchas de ellas viven en este mundo ignorándolo. Una persona espiritualmente ciega no se da cuenta que su corazón está terminalmente enfermo. Estas personas están muriendo una muerte lenta, ni siquiera se dan cuenta de que son ciegos, como la luz de la vela parpadea por el viento y que sólo se extinguirá al final. Por lo tanto, como todas las personas en este mundo están destinadas a ser destruidas a partir del nacimiento, y sin embargo, que en realidad no se dan cuenta, se puede decir que caminan espiritualmente ciegas, hacia la muerte.
 
 
Debes darte cuenta que los que no han recibido el perdón de los pecados, en realidad no ven que van camino al infierno
 
Sin darse cuenta de que están condenados a la destrucción por el justo juicio de Dios, esas personas sólo tratan de hacer buenas acciones, o confiar en una de las religiones hechas por el hombre, mientras viven en este mundo. Antes de que usted y yo recibiéramos la remisión de los pecados, no nos habíamos conocido a nosotros mismos en esencia y sólo tratábamos de vivir virtuosamente en todo tipo de religiones. Sin embargo, hay un gran problema con todo este esfuerzo que se hace fuera de Dios: el corazón de cada persona es básicamente pecadora, pero nadie se da cuenta de esto. En otras palabras, los seres humanos viven y mueren sin siquiera darse cuenta de que ellos mismos son una raza de pecadores que nace con el corazón lleno de asesinatos, decadente, celoso, necio, y deseos de mentir.
Para los ignorantes, y la gente tonta como nosotros, Dios está diciendo a través del relato del ciego en el pasaje de las Escrituras de hoy, “Tú estás destinado al infierno y la destrucción.” Teniendo en cuenta el hecho de que todo el mundo tiene un corazón pecador, no es nada más que una mentira, el que cualquier persona pueda ir al cielo si hace buenas obras. Dios dejó claro que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). ¿Y entonces nosotros que? ¿Cómo éramos antes de nacer otra vez? ¿Sabíamos que estábamos destinados a ser destruidos? ¡No, no teníamos ni idea! En aquellos días, ni siquiera sabíamos que éramos pecadores, ni sabíamos que íbamos a ser destruidos por nuestros pecados, y es por eso que sólo tratábamos de vivir virtuosamente por razones éticas. Sin saber la verdad, estábamos condenados a pasar nuestro tiempo y esfuerzo inútilmente, sólo para ser echados al infierno, al final. Al igual que la caña cascada, fuimos seres malditos destinados a morir sin ni siquiera darnos cuenta.
Sin embargo, Dios dijo: “No quebrará la caña cascada,
ni apagará el pabilo que humeare;
por medio de la verdad traerá justicia” (Isaías 42:3). Nuestro Señor no quería que el hombre y su alma murieran, ni mucho menos, era el Dios de amor que quería encender la mecha humeante de vida para todos. Por lo tanto, dándose cuenta de que nosotros mismos estamos destinados a ser destruidos, debemos mirar a la Palabra de Dios a través de los ojos de la fe. Debemos ser libres de nuestra ceguera espiritual y abrir los ojos de la fe. Sólo así, podrá Dios encender la llama brillante de la vida dentro de nuestros corazones, que gotean de pecado por naturaleza.
El Señor dijo en Isaías 42:7-8, “Para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas. Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.”
Y los sordos que tienen oídos.” Refiriéndose a los humanos, el Señor está diciendo aquí que estamos ciegos a pesar de que tenemos ojos, y que somos sordos a pesar de tener oídos. Los ciegos, los sordos, la mecha humeante, y la caña cascada mencionada en la Biblia, se refieren a los pecadores. En otras palabras, el Señor está diciendo en estos pasajes que todo ser humano ha nacido esencialmente condenado al pecado. Y tal como él dijo, todos y cada uno de nosotros nacimos con un corazón pecador. A menos que recibamos el perdón de los pecados de Dios por la fe, estaríamos destinados todos a ir al infierno. Sin embargo, el Señor bendijo los pecadores para que se conocieran a si mismos. Al escupir en el suelo, haciendo lodo de la saliva, y ponerlo en los ojos de los ciegos, les abrió los ojos.
Mis hermanos creyentes, echen un vistazo a su propio corazón y vean cómo se refleja en la Palabra de la Verdad. Entonces ustedes se darán cuenta de su naturaleza primordial, que incita continuamente a inmundos y depravados deseos en su corazón. Como seres humanos, nuestros corazones a veces albergan deseos lujuriosos, y otras veces pensamientos asesinos, una mente arrogante y codicias necias también. Si fuéramos a ser juzgados por todas estas cosas, es inequívocamente claro que todos nos merecemos ser echados al infierno. Si nuestro Dios fuera a intervenir y nos juzgará por todos los pecados que están en nuestros corazones, ¿iríamos al infierno o entraríamos al Cielo? No podemos dejar de admitir que nuestra condición indefensa inevitablemente sería el destinarse al infierno.
 
 

Sin embargo, para nosotros que nacimos con un corazón pecador, Dios nos ha dado la luz de la salvación.

 
Como el Señor vino a este mundo y nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu, si creemos en esto de todo corazón, entonces no vamos a ir al infierno. Seremos salvados por la fe. ¿Qué hubiera sido de nosotros si nuestro Señor no nos hubiera salvado del pecado por su compasión? Me da escalofrío sólo de pensar en ello. El Señor escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, y untó los ojos del ciego con el barro. Y Él le dijo que se lavara en el estanque de Siloé. Así, dándonos cuenta de nuestros pecados y creyendo en el Evangelio del Señor del agua y el Espíritu, es que podemos abrir nuestros ojos espirituales.
Mis hermanos en la fe, si Dios no hubiera borrado nuestros pecados de una vez por todas con Su Palabra, entonces todos hubiéramos tenido que ser echados al infierno. Sin embargo, nuestro Señor vino a este mundo para salvar a todas las personas como nosotros a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y abrirnos los ojos de la fe. Todos deberíamos estar agradecidos por esto. Hemos recibido la remisión de los pecados y sido salvados por nuestra fe, habiendo estado destinados a la destrucción por nuestros pecados, esto significa que nuestro Señor nos ha llevado por la senda del amor y de la verdad. Por lo tanto, debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha llevado a la Verdad de la salvación. Si nuestro Señor nos ha liberado a través del Evangelio del agua y el Espíritu pese a que todos merecemos ser condenados a la destrucción por nuestros pecados, todos debemos agradecer sinceramente a Él por la fe y seguir la guía recta del Señor.
No es cosa de suerte que aquellos de nosotros que estamos en la Iglesia de Dios hayamos recibido la remisión de los pecados. Es porque Dios nos ha bendecido con el Evangelio del agua y el Espíritu, y porque creemos totalmente en el Evangelio del agua y el Espíritu, por lo que Dios nos ha remitido todos nuestros pecados, y por lo que hemos sido expiados de ellos. Por lo tanto, debemos dar gracias a Dios desde lo más profundo de nuestros corazones por su salvación, por hacer posible que podamos recibir el perdón de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, por este bendito método de salvación.
 
 

Hemos sido lavados del pecado a través de el agua del bautismo que el Señor recibió

 
Nuestro Señor dijo en Juan 3:5, “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. En el pasaje de la Escritura de hoy, el Señor dijo al hombre ciego que fuera al estanque de Siloé y se lavara los ojos allí. ¿Habría agua en el estanque de Siloé? Por supuesto, hubo agua allí. Cuando el ciego obedeció la Palabra del Señor y se lavó el barro de los ojos con esa agua, sus ojos se abrieron milagrosamente y vio la luz. Quiero reiterar aquí una vez más que el ciego en este pasaje no se refiere únicamente a aquellos que son físicamente ciegos. Más bien, nuestro Señor lo está diciendo por todos los que están espiritualmente ciegos, es decir, los pecadores, para lavar todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu.
Habiendo descendido del trono del cielo, nuestro Señor fue bautizado por Juan el Bautista. Cuando el Señor dijo al ciego: “Ve, y lávate en el estanque de Siloé”, el ciego se lavó los ojos por la fe y se ganó su vista física. Todo esto fue debido a que Jesucristo había liberado a la humanidad de todos los pecados y maldiciones cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Aunque ya han pasado más de de 2,000 años, aún hasta este mismo momento, tenemos la bendición de ver un nuevo dominio de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, al igual que este hombre ciego. Cuando nuestro Señor vino a este mundo encarnado en hombre, Él se llevó todos nuestros pecados, recibiendo el bautismo en su propio cuerpo. Por lo tanto, quitándonos todos nuestros pecados y muriendo crucificado, Él nos ha salvado. De esta manera, nuestro Señor ha permitido que todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu nazcan de nuevo. A través de Su bautismo, Jesús quitó todos nuestros pecados, incluyendo todos los que están en nuestros corazones y todos los pecados que cometemos con nuestro cuerpo, y con ello, Él ha abierto los ojos de cada persona espiritualmente ciega.
A pesar de que estábamos todos, inevitablemente, destinados a ser destruidos a causa de nuestros pecados inherentes, nuestro Señor ha hecho posible para nosotros el no ser destruidos por estos pecados, porque Él nos ama a todos. Jesucristo nos ha salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y al hacerlo nos ha permitido ver el Reino de Dios. Él nos ha liberado a los creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu de la destrucción y el poder de las tinieblas, y trasladado al Reino de Dios. Es por lo tanto, que al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu dado por Jesucristo, que nuestros ojos espirituales se abrieron y pudimos llegar a ser verdaderos hijos de Dios.
Está escrito en el pasaje de la Escritura de hoy; “Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy. Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista” (Juan 9:9-11). Este hombre ciego probablemente había sido un mendigo, sobreviviendo con las limosnas de caridad de los demás. Su ropa, sin duda, habrían sido trapos sucios. Sin embargo, una vez que sus ojos se abrieron por la bendición del Señor, habría tirado sus harapos y cambiado por ropa nueva y limpia. Así que los que no lo reconocían ya como hombre cambiado se le acercaron y preguntaron. “¿Es usted el hombre que estaba ciego?” Y el ciego dijo que sí. Entonces le dijo la gente: “Entonces díganos cómo sus ojos se abrieron de verdad”, a lo que el ciego respondió: “Un hombre llamado Jesús escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, la puso en mis ojos, y me dijo que me fuera a lavar al estanque de Siloé. Así que lo hice como me dijo, y mis ojos se abrieron.” Cuando la gente le preguntaba donde estaba Jesús, él dijo que no lo sabía. La razón por la cual le preguntaron por el paradero de Jesús se debe a que el día en que los ojos del ciego se abrieron no era otro que el día de reposo. Como el hombre que había sido ciego dijo que no sabía donde estaba Jesús, lo llevaron con los fariseos.
Los fariseos en aquellos días eran partidarios estrictos de la tradición de la Ley. Para mantener el día de descanso del Antiguo Testamento, se preparaban todos los alimentos el viernes, un día antes del Sabbat. Incluso alimentaban su ganado de antemano desde el viernes en lugar del sábado. Vivían en estricto apego a los estatutos de la Ley, y ni siquiera viajaban demasiado lejos en el día de reposo.
Está escrito en el pasaje de la Escritura de hoy: “Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos. Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta” (Juan 9:14-17).
Este pasaje muestra la escena en la que fue interrogado el hombre que había sido ciego, por los fariseos, después de recibir el perdón de los pecados de Jesús. Así, pensaban los fariseos que Jesús no guardaba el Sabbat, día en que nadie tenía que hacer nada, y que no era de Dios y como tal hombre, hizo un milagro, y debía ser detenido. Es por eso que preguntaban al ciego donde estaba Jesús. Hoy en día, en esta época, algunos religiosos también denuncian a los justos de una manera similar, diciendo: “La Biblia dice que no hay justos, que ni siquiera uno. Entonces, ¿cómo puede ser una persona justa? ¡Usted es un hereje!” Al igual que estos religiosos, los fariseos insistían solo en la Ley e interrogaron al hombre ciego que anteriormente había recibido el perdón de los pecados.
Mis compañeros creyentes, ¿estuvo mal que Jesús haya abierto los ojos del ciego en el día de reposo, cuando nadie tenía que hacer nada? No, eso no es verdad. Aunque Jesús nació en este mundo, Él fue el único que esencialmente no tenía pecado. Por lo tanto, independientemente de que si era o no el día de reposo cuando el Señor abrió los ojos del ciego, esto era una buena obra y no había absolutamente nada de malo en ello. ¿Es correcto imponer reglas, incluso en las buenas obras, diciendo: “No puedes hacer esto, que hoy es sábado, pero se puede hacer mañana, ya que es el Día del Señor?” Si alguien se está ahogando, ¿es correcto decir: “No pueden salvarte ahora ya que hoy es el día de reposo, pero si aún estás vivo mañana, entonces voy a salvarte”? Es por eso que nuestro Señor Jesús dijo: “¿Si uno de sus propios rebaños cae en una zanja, no se intenta salvarla?” ¿Este hombre era ciego y, no es más importante abrirle los ojos que guardar el día de sábado? ¿No es más mandatorio que las personas puedan recibir la remisión de los pecados espirituales?” Independientemente de que si fuera el día de reposo o no, era correcto el abrirle los ojos del ciego. A pesar de esto, los fariseos no se habían dado cuenta del amor de Dios escondido en la Ley, y fueron en cambio guiando sus vidas de fe tontamente obligados por las letras de la Ley.
Mis hermanos en la fe, al igual que el hombre ciego fue perseguido por los fariseos, es inevitable para nosotros el enfrentar también la persecución después de que recibamos el perdón de los pecados. Algunas personas nos dicen: “¿Cómo se atreve usted a afirmar haber recibido el perdón de los pecados? Hábleme de este Evangelio del agua y el Espíritu. El libro de Romanos dice que no hay un solo justo, ni siquiera uno. Entonces, ¿cómo puede decir que es una persona justa cuyos pecados han desaparecido por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Ciertamente es un hereje. Los que predican el Evangelio del agua y el Espíritu no son cristianos ortodoxos, pero son heterodoxos. Ellos son herejes. ¿Qué tipo de iglesia es esta?”
Hoy en día, hay muchos cristianos en todo el mundo que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu a través de nuestros libros. Pero he oído que después de recibir el perdón de los pecados, a menudo son llamados por sus pastores e interrogados como si estuvieran frente a un juicio religioso.
¿Sabe usted por quién Pedro y los otros discípulos de Jesús fueron arrestados por predicar el Evangelio del agua y el Espíritu? Fueron arrestados e interrogados por nada menos que los sumos sacerdotes, lo que puede ser descrito como los líderes del cristianismo en términos de hoy. ¿Usted entonces saben por quien serán interrogados al recibir el perdón de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Ustedes serán interrogados por los pastores y ancianos que habían estado guiando sus vidas religiosas, cuestionados por ellos, como si fuera un juicio religioso. Esto sucederá inevitablemente una vez que reciban la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, al igual que el hombre que antes estaba ciego fue bendecido por el Señor al abrirle los ojos espirituales fue más sabio que los fariseos, que sólo estaban cumpliendo con la Ley, ustedes deben darse cuenta de que aquellos de nosotros que hemos recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio el agua y el Espíritu somos también, más sabios que nuestros perseguidores.
Mis compañeros creyentes, antes de recibir el perdón de los pecados, hemos tenido que vivir como pecadores a pesar de que siempre creímos en Jesús. No era raro que usted y yo fuéramos a la iglesia a ofrecer oraciones de arrepentimiento con las lágrimas para tratar de ser remitidos de nuestros pecados. Al principio, nos sentimos muy bien después de orar con lágrimas pensando en la sangre que Jesús derramó en la cruz, sintiéndonos limpios de nuestros corazones, pero cuando seguimos ofreciendo tales oraciones de arrepentimiento en varias ocasiones, nuestras lágrimas se agotaron. Así que cuando no podíamos derramar más lágrimas, incluso tratábamos de pensar en todo tipo de cosas trágicas para escurrir falsas lágrimas. Lo hicimos porque, en esos días, habíamos pensado tontamente que, sólo los que entonces nos rodeaban nos aprobarían como buenos cristianos. Sin embargo, mis hermanos creyentes, esto era una trampa religiosas de Satanás para arrastrar nuestras almas al infierno. Usted debe darse cuenta de que tales falsas lágrimas y oraciones de arrepentimiento falsas, no son nada más que el engaño de Satanás, para lograr que los aún no redimidos tengan una fe falsa y al final, arrastrarlos al infierno.
Para ayudar a su comprensión, volvamos aquí, a la Biblia. Está escrito en Juan 9:18-23: “Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.” 
Mis compañeros creyentes, ustedes y yo hemos abierto los ojos de la fe al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. A pesar de que habíamos sido ciegos espiritualmente antes, los ojos de la fe se nos han abierto ampliamente. En otras palabras, nos hemos convertido en personas justas, a pesar de que habíamos sido pecadores ignorantes del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, si ustedes dicen en la comunidad cristiana en la que pertenecen, “Yo soy una persona justa, porque he recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu”, entonces ustedes serán excomulgados por los que todavía no han recibido la remisión de los pecados.
Es por esta razón que los padres del ciego decían: “Él es de hecho nuestro hijo. Es cierto que era un mendigo, y también es cierto que era ciego. Y también es cierto que nuestro hijo puede ver ahora. Todo esto es cierto, mas no conocemos a Jesús.” Estos padres ya sabían que si admitían el conocer a Jesucristo, serían excomulgados del judaísmo. Como no habían aún recibido la remisión de los pecados, tenían miedo de ser excomulgados, y por eso dijeron que no conocían a Jesús.
Pasemos al pasaje de las Escrituras de hoy de nuevo y veamos Juan 9:23-35: “Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él. Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.” Entonces él respondió y dijo: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.”
Los fariseos en ese momento estaban tratando de poner a Jesús como un pecador sobre la base de sus propias doctrinas. Cautivados por su propia comprensión convencional legalista, interrogaron al hombre ciego, diciéndole: “¿Cómo pudo Jesucristo haber quitado todos los pecados que cometemos cada día?” Estos actos de los fariseos eran blasfemar contra la gloria de Jesús. Era como la blasfemia de un pecador a la gloria de los redimidos. Sin darse cuenta ellos mismos, desafiaron el mismo Dios en quien creen.
Así como los fariseos, muchos pecadores cristianos en el mundo tratan de eliminar a aquellos que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si esta iglesia que Dios bendijo no estuviera aquí, entonces usted y yo habríamos sido oprimidos inevitablemente, y tendríamos que llevar de nuevo una vida tortuosa religiosa entre pecadores. Sin embargo, debe darse cuenta de que no existe una verdad que puede traer la salvación que no sea el creer que Jesucristo se llevó todos sus pecados a través de Su bautismo y los borró todos con la sangre de la Cruz. Jesús ha borrado todos nuestros pecados de una vez por todas con el Evangelio del agua y el Espíritu, por lo que si negamos este Salvador, ¿donde íbamos a alcanzar la salvación? Para repetir, no hay otra manera de ser salvado del pecado, sino que creer en el Evangelio de Jesucristo del agua y el Espíritu.
Por lo tanto, mis compañeros creyentes, los que hemos recibido la remisión de los pecados, tenemos que pelear la batalla espiritual de la fe en contra de la versión moderna de los fariseos. ¿Es malo recibir el perdón de los pecados al creer que Jesús vino por el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Estaba mal para Jesús el abrir los ojos del ciego en el sábado? Que haya sido o no ese día el Sabbat, no es lo importante. ¿Es más importante que usted pueda guardar el Sabbat, que recibir el perdón de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? El Señor dijo que el Sabbat fue creado para el hombre. Nuestro Señor dijo que Él es el Maestro del Sabbat. Dejó en claro que no es el día de reposo lo que es importante, sino que lo importante es creer que Jesucristo es el Salvador que ha borrado todos nuestros pecados.
Como los fariseos en el pasaje de las Escrituras de hoy, aquellos que no reconocen el Evangelio de Jesús del agua y el Espíritu en esta era y tiempo, blasfeman contra el amor de nuestro Señor y de su salvación, y lo están desafiando. El día en que los pecados de todos sean juzgados, el Señor infaliblemente condenará a la gente que no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, aún si lo conocen. ¿Cómo podemos decir que aún estamos en pecado cuando creemos que Jesucristo, que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, es nuestro Salvador? Si usted ya pagó el precio, ¿puede todavía decir que todavía debe dinero? Si es así, usted sigue siendo un pecador.
Sin embargo, el hombre ciego, decía: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo” (Juan 9:25). Dicho de otra manera, declaraba, “yo no se mucho acerca de Jesús, pero sé que lo he conocido y mis ojos se abrieron.” Aun así, los fariseos tachaban a Jesús de pecador e interrogaron el ciego, quien les dijo: “ya se los dije, y ustedes no escucharon. ¿Por qué quieren oírlo otra vez? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?” Entonces los fariseos se enfadaron y maldijeron al hombre, diciendo: “Tú eres su discípulo, pero nosotros somos discípulos de Moisés” (Juan 9:28).
Como un hombre bendecido por Dios, Moisés simboliza la Ley. Así que si su fe sigue siendo en Moisés, entonces significa que usted todavía está bajo la condenación del pecado. Sin embargo, los fariseos dijeron: “Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.” Respondió el hombre, y les dijo: “Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye” (Juan 9:30-31). El hombre que había sido ciego, no podía entender lo que los fariseos decían. Para aquellos que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, es muy raro el escuchar lo que es pronunciado por aquellos que no han recibido la remisión de los pecados. El hombre que antes estaba ciego y que acaba de recibir el perdón de los pecados ganó la batalla espiritual contra los fariseos, que solían ser sus colegas de la fe. De esta manera, permítame asegurarle que los redimidos también infaliblemente ganaremos nuestra batalla contra aquellos que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, porque creemos en este verdadero Evangelio.
 
 
Aquellos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu serán sacados de las religiones mundanas
 
Mis compañeros en la fe, como los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes y yo somos personas justas. Como estamos sin pecado, vamos a entrar en el Reino de los Cielos con seguridad. Sin embargo, cuando la gente cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, a menudo son excomulgados por los que no creen en este Evangelio. Así que los que no pueden ganar la batalla espiritual en contra de estas personas terminan negando deliberadamente su fe que les había traído la remisión de los pecados, y vuelven a la ceguera espiritual del pasado, que los había mantenido pecando, diciendo: “Mi corazón está También lleno de pecado, así que por favor no me saquen.” Lo hacen porque les permitiría evitar la excomunión.
Sin embargo, a los ojos de Dios es un acto indebido para los justos que han recibido la remisión de los pecados el volver a su fe falsa del pasado, y evitar así la excomunión. Incluso si usted está excomulgado, si sigue al Señor, junto con los justos, será feliz. Esto significa que desde que se ha convertido en un hijo de Dios, usted no tiene que volver a ser otra vez un hijo del diablo. Si alguien le dice: “Usted sigue siendo pecador, y es adecuado que pueda volver a su antigua condición de persona ciega”, entonces claramente dará testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu, diciendo: “Yo no se nada mas, pero una cosa clara es que a pesar de que era un pecador, ahora me he convertido en una persona justa.” Es una verdad inequívoca, que nos hemos convertido en personas justas y abierto nuestros ojos espirituales al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al igual que el hombre que era ciego en el pasaje de las Escrituras de hoy, les pido que den testimonio a sus antiguos colegas de fe falsa, de que ustedes han sido salvados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Y si los excomulgan, entonces yo los amonestaré con valentía.
El ciego en el pasaje de la Escritura de hoy también fue excomulgado por los judíos. Se dice aquí en el versículo 34, “Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.” A los ojos de los fariseos, este hombre que no siguió sus Ley fue un gran pecador.
Sin embargo, el hombre que había sido ciego, al abrir los ojos por la bendición del Señor ya no fue mas ciego. Al enterarse de que había sido expulsado, Jesús encontró al hombre que antes estaba ciego y le dijo: “¿Crees en el Hijo del Hombre?” El hombre respondió: “¿Quién es, Señor, para que crea en Él?” Jesús luego dijo: “tú lo has visto, y es el que está hablando contigo.” Entonces el hombre dijo: “¡Señor, yo creo!” y lo siguió.
Al igual que este hombre que había sido ciego, ¿ustedes también creen en Jesús como su Salvador que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu? ¡Amén! Quiero que comprendan aquí claramente que cuando el hombre que antes era ciego fue expulsado por los fariseos, el Señor lo encontró y se reunió con él. De esta manera, cuando ustedes sean expulsados del falso cristianismo, Jesucristo los recibirá a ustedes y la Iglesia de Dios los abrazará con entusiasmo. En otras palabras, cuando sean expulsados por los falsos creyentes, no deambularán por siempre, sino que, Jesús el Rey de reyes y la fuente de todas las bendiciones los acogerán en sus brazos y los bendecirán, esperándolos en la verdadera Iglesia de Dios. Por lo tanto, todos los que han recibido la remisión de los pecados deben escapar de sus viejas relaciones marcadas por falsedades. Usted debe darse la vuelta y salirse de las reuniones de los creyentes falsos antes de que lo echen fuera.
Si, mis colegas creyentes, si realmente han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y si no quieren ser expulsados por los creyentes falsos, entonces yo los exhorto a que salgan por si mismos. Salgan de ahí y digan: “No puedo seguir uniéndome a los pecadores que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.” ¿Cómo puede estar una persona justa con los pecadores? ¿Cómo pueden predicarme a mí cuando ni siquiera pueden borrar sus propios pecados? ¿Cómo pueden llamarse mis líderes, cuando no pueden ni traer la remisión de los pecados a mí? “Nuestro Señor Jesús entonces lo encontrará y se reunirá con usted, al igual como hubo encontrado al hombre ciego.
El Señor dijo: “Para juicio he venido a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.” Para aquellos que están espiritualmente ciegos, la vista es como tratar de ver a través del humo espeso de tabaco, solo ven algunas cosas espirituales, mas las ven vagamente y no pueden discernirlas adecuadamente. A pesar de que saben que Jesús ha borrado los pecados de este mundo de una vez por todas con el Evangelio del agua y el Espíritu, siguen teniendo dudas, preguntando: “Usted dice que Jesús ha borrado todos los pecados de este mundo, pero no estoy seguro de que realmente los haya borrado.” Y los que no pueden abrir sus ojos espirituales, y creen en doctrinas falsas hasta el final, terminan diciendo, “Jesús quitó el pecado original, pero no se llevó mis pecados personales.” Son estas las personas que el Señor dice que son ciegos espiritualmente. El Señor dijo que los que no ven, verán, y los que ven serán ciegos.
¿Fue entonces la intención del Señor el condenar a la gente espiritualmente ciega y echarlos a todos al infierno? No, eso no era su intención. Pasemos a Juan 9:41 aquí: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.” Aunque todo el mundo nace espiritualmente ciego, si alguien reconoce a sí mismo y reconoce que él es completamente ciego, entonces puede encontrar a Jesús, crea en el Evangelio del agua y el Espíritu, y así reciba la remisión de los pecados. Sin embargo, si uno no se da cuenta, y busca las bendiciones carnales solamente, entonces esas personas no serán capaces de recibir la remisión de los pecados. Por lo tanto, aquellos que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente, y en lugar de ello dicen que aunque Jesús les quitó el pecado original, no les quitó los pecados personales, es inevitable, pero no pueden dejar de permanecer ciegos espiritualmente hasta su último día. A pesar de que profesan creer en Jesús a su propia manera, a los ojos de Dios, no han sido capaces de lavar los pecados de sus corazones, ni recibir la remisión de los pecados. Debemos recordar que aunque los que saben que están ciegos pueden llegar a Jesús y recibir el perdón de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, para los que piensan que no son ni completamente ciegos, ni han abierto sus ojos espiritualmente, es decir, aquellos que piensan que no son ni justos ni pecadores, es difícil de recibir la remisión eterna de los pecados. Amonesto a ustedes para que lo entiendan de corazón, recordando que aquellos que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu están para siempre condenados a vivir con sus pecados y que serán juzgados por ellos mismos.
Mis hermanos creyentes, no solo cualquier persona puede recibir la remisión de los pecados. Aquellos que piensan que han abierto sus ojos, los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y no han recibido la remisión de los pecados de Jesús, aún que dicen conocer la Palabra de Dios como los fariseos, el arrogante que no se da cuenta de su verdadera personalidad y sólo grita a Jesús: “¡Yo creo! ¡Yo creo!”, Y el orgulloso que piensa que su fé es lo suficientemente buena a pesar de que su corazón sigue siendo pecador, todas estas personas no pueden recibir la remisión eterna de los pecados, y en su lugar, serán condenadas por sus pecados. Ellos son las personas espiritualmente ciegas que no han sido remitidos de sus pecados personales, aunque puedan decir que han sido remitidos de su pecado original. Si un hombre espiritualmente ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo. Del mismo modo, estas personas por sí mismas no sólo han sido destinadas a caer en el infierno mientras que soportan sus pecados, sino que también son destinadas a arrastrar a otros con ellos. Todos debemos darnos cuenta claramente de esto.
Mis hermanos creyentes, como ustedes y yo creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, ya no estamos ciegos espiritualmente. Aunque todos nacimos espiritualmente ciegos, ahora que hemos encontrado a Jesucristo que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, y ahora que creemos en Él, hemos abierto nuestros ojos espirituales. El Señor nos miró y vino hacia nosotros, que habíamos sido ciegos por naturaleza, y nos dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé.” En obediencia a esto creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu dado por el Señor, que el Señor lavó nuestros pecados de una vez por todas con el Evangelio del agua y el Espíritu, y con eso hemos abierto los ojos de la fé y vuelto a Dios con la vista completa. Nuestro Señor nos ha abierto los ojos tanto espiritual como físicamente como aquellos que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, todavía hay muchas personas que no han abierto sus ojos. Aquellos que se oponen a Jesús, es decir, aquellos que dicen que sus ojos de la carne están abiertos, todavía no pueden reconocer al Señor, sus ojos espirituales están todavía ciegos, y todavía no pueden ver el Reino de Dios apropiadamente. Sus pecados aún permanecen en sus corazones. Aunque muchas personas en estas épocas dicen haber abierto sus ojos espirituales por su propia cuenta, estas personas siguen siendo pecadores, ya que no han lavado los pecados de sus corazones. Usted ha escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu y tal vez incluso empezó a creer en él, pero si su reputación en la iglesia que está atendiendo y su lealtad a ella le obstruye el caminar por la senda de los justos, entonces, con valentía debe hacer a un lado esa reputación, y dirigir sus pasos hacia el camino de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. De lo contrario nunca recibirá el perdón de los pecados del Señor.
¿Han recibido ustedes realmente la perfecta remisión de los pecados de todo corazón por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu?. Si esto es cierto para ustedes, entonces al igual que el ciego registrado en el pasaje de la Escritura de hoy, también serán perseguidos por la iglesia mundana e incluso expulsados de ella. Pero ustedes no deben temer a esto. Si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces es normal para ustedes que los echen fuera, de donde habían pertenecido hasta ahora. Mejor aún, en realidad es una bendición para que dejen sus antiguas iglesias antes de que los expulsen. Cuando el hombre ciego en el pasaje de la Escritura de hoy fue excomulgado, Jesús lo encontró y lo bendijo. Espero que esto también les pase a ustedes. Yo los amonesto para que todos tengan verdaderamente la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Otra vez los amonesto para que dejen de lado la gloria y la fama de la iglesia a la que habían pertenecido, convirtiéndose en uno de los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu, y que lleven una vida de fe nuevamente. Mi oración y mi más sincera esperanza, es que ustedes se convirtieran en uno más de la Iglesia de Dios poniendo su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Unidos con su nueva iglesia, dando su testimonio de salvación para el bien de los que todavía no han encontrado a Jesús que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, e inducirse en este bendito camino para proclamar el Evangelio, junto con los santos-nacidos de nuevo.