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Tema 6: Herejía

[6-5] ¿En qué Evangelio creen ahora? (1 Reyes 13, 33-34)

¿En qué Evangelio creen ahora?(1 Reyes 13, 33-34)
«Con todo esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino, sino que volvió a hacer sacerdotes de los lugares altos de entre el pueblo, y a quien quería lo consagraba para que fuese de los sacerdotes de los lugares altos. Y esto fue causa de pecado a la casa de Jeroboam, por lo cual fue cortada y raída de sobre la faz de la tierra».
 

Está lloviendo un poco. Ayer, cuando estaba viendo la televisión, vi una entrevista con Bill Gates en la que decía que es posible implantar microchips en el cuerpo humano. Hasta ahora se implantaban chips en objetos inanimados para poder rastrearlos, pero ahora es posible implantarlos en el cuerpo humano. Esto nos recuerda que, según Apocalipsis 13, el final de los tiempos se está acercando. Antes sólo se podían implantar chips en algunas partes del cuerpo, como el muslo o la mano, pero se podían quitar con una intervención quirúrgica simple. Sin embargo ahora se pueden implantar en órganos internos y no se pueden sacar tan fácilmente. Según Bill Gates, esto es posible. La gente del mundo, por supuesto, está muy emocionada con esta nueva tecnología. Esta tecnología tiene algunas ventajas, por ejemplo, si alguien es secuestrado, se le puede localizar mediante GPS operados por satélites. Cuando escuché esta noticia esta mañana, me acordé de la era del Apocalipsis y pensé que se está acercando cada vez más rápidamente.
Acabamos de leer unos versos de 1 Reyes. Hace poco prediqué sobre la herejía, y ahora me preocupa que algunas personas se sintieran ofendidas. Pero ahora voy a predicar sobre las herejías y lo seguiré haciendo hasta que nuestras mentes reconozcan a los herejes. Creo que las personas de todo el mundo deben comprender quiénes son los herejes para poder predicar el Evangelio del agua y el Espíritu mejor.
El pasaje de las Escrituras de hoy es 1 Reyes 13, 33-34: «Con todo esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino, sino que volvió a hacer sacerdotes de los lugares altos de entre el pueblo, y a quien quería lo consagraba para que fuese de los sacerdotes de los lugares altos. Y esto fue causa de pecado a la casa de Jeroboam, por lo cual fue cortada y raída de sobre la faz de la tierra». 1 Reyes 12, 33 dice: «Sacrificó, pues, sobre el altar que él había hecho en Bet-el, a los quince días del mes octavo, el mes que él había inventado de su propio corazón; e hizo fiesta a los hijos de Israel, y subió al altar para quemar incienso».
Ambos pasajes hablan de Jeroboam, un hombre que cometió grandes pecados a los ojos de Dios. Creó becerros de oro para reemplazar a Dios, cambió la fecha del Día de la Expiación por su cuenta, y nombró sacerdotes a hombres normales que no eran levitas. Incluso lo que es aún peor, él mismo ofreció los sacrificios a Dios.
Durante aquel entonces, apareció un siervo de Dios y rechazó las acciones de Jeroboam: «Aquél clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres» (1 Reyes 13, 2). Sin embargo, Jeroboam no cambió y siguió nombrando sacerdotes a gente normal para que sirvieran en los altares y ofrecieran sacrificios. Este era un pecado grave ante Dios.
Como la Biblia dice, Jeroboam construyó muchos altares por todo Israel. Se ofrecían sacrificios a ídolos en todos estos altares. Jeroboam construyó también becerros de oro en Dan y en Betel e hizo que el pueblo de Israel los adorase. Y construyó altares por todo el reino norte de Israel, donde vivían las diez tribus de Israel. Jeroboam construyó los becerros de oro porque tenía miedo de que la gente se fuera al reino del sur, llamado Judá. Esto era un pecado grave, pero aún así construyó un altar en cada aldea e hizo que su pueblo ofreciese sacrificios a los ídolos. Los pecados de Jeroboam provocaron la ira de Dios y por eso su casa y su reino fueron destruidos. Jeroboam no sólo ofreció sacrificios, sino que también hizo que gente corriente ejerciera el sacerdocio y así adorasen a los ídolos en los altares. Nombró sacerdote a cualquier persona que se ofrecía para el puesto. Y al hacer que el pueblo de Israel sirviera a ídolos, Jeroboam provocó la ira de Dios.
Como los pecados de Jeroboam provocaron la ira de Dios, el pueblo de Israel fue destruido por Dios. Por culpa de estos pecados Israel perdió su soberanía y su pueblo fue masacrado por extranjeros. La destrucción del pueblo de Israel no tuvo lugar por culpa del pecado de cualquier persona, sino que fue destruido por los pecados cometidos por Jeroboam contra Dios, y estos pecados siguen siendo cometidos en el cristianismo de hoy en día por los falsos profetas. Incluso en el cristianismo actual, esta fe falsa sigue siendo transmitida.
 


Los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu no deben convertirse en obreros de Dios


Cuando los líderes del cristianismo de hoy en día ordenan a los pastores, lo hacen arbitrariamente, como Jeroboam. Los clérigos se forman en seminarios y quien se gradúa en un seminario puede convertirse en un evangelista o un ministro. Algunos estudiantes de seminario estudian allí simplemente porque no se adaptan a la vida social. En muchos de esos casos, en los que uno no encuentra trabajo, piensan que Dios les está llamando y por eso deciden acudir a un seminario. 
En las comunidades cristianas de hoy en día cualquier persona que quiera convertirse en pastor sin ni siquiera conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, y sin recibir la remisión de los pecados, está cometiendo el mismo pecado que cometió Jeroboam.
Las tareas de los pastores o evangelistas tienen la finalidad de servir a la obra de Dios. Estos cargos eclesiásticos han sido establecidos por Dios para llevar a cabo Su obra. Podemos observar esto cuando pensamos en cómo Jesús llamó y escogió a Sus discípulos durante los tres años que duró Su vida pública. Estos discípulos de Jesús, tales como Pedro, Andrés y Juan, eran pescadores que se ganaban la vida pescando. Pero cuando Jesús fue a Galilea y los vio, les dijo: «Seguidme y os haré pescadores de hombres» (Marcos 1, 17).Jesús escogió a Sus discípulos, les enseñó y les convirtió en siervos de Dios mientras ellos le seguían. Mateo era un recaudador de impuestos cuando recibió la llamada del Señor. Pero fue Jesús quien lo convirtió en Su obrero. El Apóstol Pablo dijo en 2 Timoteo 3, 14: «Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido». Si alguien recibe la remisión de los pecados y se nutre dentro de la Iglesia de Dios, podrá enseñar y guiar a los demás con certeza.
Los obreros de Dios son establecidos por Dios o por Sus siervos, que llaman a los que están cualificados a convertirse en obreros de Dios. Los requisitos ara ser siervos de Dios no se consiguen en un seminario. Sólo los que han unido sus corazones al Evangelio del agua y el Espíritu pueden ser obreros de Dios, quien elige a Sus obreros personalmente. Así que no todo el que quiere convertirse en obrero de Dios puede serlo. A través de Sus siervos, Dios elige a los que se convertirán en Sus obreros, y los utiliza para hacer Su obra. Él elige a los que serán Sus obreros, les enseña y les hace obreros Suyos. Esta es la manera en la que Dios hace a Sus obreros.
Pero Jeroboam simplemente le preguntaba a todos los que él consideraba adecuados: «¿Quieres ser sacerdote?» y si la respuesta era sí, le nombraba sacerdote. En otras palabras, después de haber construido un altar en cada aldea, Jeroboam decía: «Levantad la mano si queréis ser sacerdotes en este altar». Algunas personas levantaban la mano. Entonces Jeroboam escogía la persona que él quería y decía: «Tú eres el sacerdote de este altar». Así es cómo nombraba a los sacerdotes, y estos tenían que postrarse ante ídolos, quemar incienso ante ellos, celebrar fiestas y practicar el mal, diciendo: «Este ídolo es el dios que os ha guiado». Lo que Jeroboam hizo era un gran pecado ante Dios.
En la actualidad, los que cumplen los requisitos para ser siervos de Dios, ante todo, deben hacer que sus pecados desaparezcan al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y después, deben unir sus corazones a la obra de Dios. Aquellos que tienen una fe sólida en el Evangelio del agua y el Espíritu, que son adecuados a los ojos de Dios, y que han puesto sus mentes en el Señor, son los obreros de Dios que los siervos que les precedieron han elegido.
Los obreros de Dios son escogidos de la manera en la que Elías escogió a Eliseo en el Antiguo Testamento. Elías tenía una escuela misionera en el Antiguo Testamento, como la que tenemos nosotros. Así que tenía muchos discípulos. Pero entre estos discípulos había un hombre llamado Eliseo que seguía muy de cerca de Elías. Le admiraba tanto que incluso le llamaba señor. Solía ir a buscar agua para que su maestro se lavase las manos. Un día, Eliseo le preguntó a Elías: «Por favor, dame una doble porción de tu espíritu» y al final tomó las vestimentas de Elías y recibió el doble de poder que tenía Elías. Así que sucedió a Elías como siervo de Dios que guió al pueblo de Israel.
Así Dios establece a Sus siervos personalmente. Hoy en día, los siervos de Dios que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu saben que Dios escoge a Sus obreros a través de Sus siervos. Sólo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden convertirse en siervos de Dios. Y estos son los que pueden ser obreros de Dios de entre la gente de Dios. Así es cómo uno se convierte en obrero de Dios. Del mismo modo en que esto ocurría en el Antiguo Testamento, también ocurrió en el Nuevo Testamento. ¿A quién estableció el Apóstol Pablo como siervos de Dios?
El Apóstol Pablo escogió a muchos obreros de Dios, pero de entre ellos, estableció a Timoteo, su hijo espiritual, como el siervo de Dios más fiel. Y a su vez Timoteo escogió a más discípulos. Así los siervos de Dios son escogidos por los siervos que les precedieron. Por supuesto, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Durante el reinado del rey Jeroboam, cualquier persona podía convertirse en sacerdote. Y esto también ocurre hoy en día. Cuando algunas personas tienen problemas con sus negocios, piensan: «¿Me está impidiendo Dios que tenga éxito? ¿Debería ir a un seminario?». En muchos casos es así como la gente acaba en un seminario. Cuando alguien hace esto, se gradúa con un número de créditos suficiente, y es ordenado pastor en su denominación. Entonces se le reconoce incondicionalmente como siervo de Dios, pero en realidad sólo enseña un seudo-evangelio, y no el Evangelio del agua y el Espíritu. Este es uno de los peores males del cristianismo actual, y constituye un pecado grave a los ojos de Dios.
 

¿Por qué está desolado el cristianismo actual? 

La razón por la que el cristianismo de hoy en día se ha convertido en una manada de lobos en pieles de cordero que sirve a becerros de oro, es que esta religión es un grupo de interés. Mis queridos hermanos, ante Dios, sólo porque una persona haya ido a un seminario, no significa que pueda convertirse en un ministro sin ninguna condición. Sólo los que han recibido la remisión de los pecados por creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu están cualificados para ser siervos de Dios. Dios les pregunta: «¿Habéis eliminado vuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Habéis sido crucificados con Cristo? ¿Iríais a la izquierda si el Señor os dice que vayáis a la izquierda y a la derecha si os manda a la derecha?». Si alguien contesta que sí y quiere vivir con el Señor, entonces puede ser un obrero de Dios.
El hombre no puede elegir a los obreros y siervos de Dios arbitrariamente. Los siervos de Dios que creyeron primero en el Evangelio del agua y el Espíritu deben examinar su fe con la Verdad del Evangelio, y sólo si tienen esta fe podrán ser obreros de Dios. Los pecadores no pueden elegir a los siervos de Dios. Algunos se preguntarán: «Incluso en la Iglesia de Dios, los predecesores de la fe eligen a los obreros y obreras de Dios, entonces ¿cómo puede decir que es Dios quien los elige en vez del hombre?». En la Iglesia de Dios, es Dios mismo quien elige a Sus obreros a través de los siervos de Dios de entre los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Nuestra iglesia ha nombrado a muchos siervos desde el principio. En aquel entonces, la Iglesia necesitaba muchos obreros de Dios. Aunque nuestros obreros ahora pasen por un proceso de selección mucho más riguroso, en aquel entonces, cualquiera que creyera en el Evangelio del agua y el Espíritu podía ser siervo de la Iglesia. Todos los voluntarios en Cristo eran aceptados. Y yo, como líder de la Iglesia, tenía que ponerme de rodillas y rogar: «Por favor, id a la Mission School para ser formados. No tenéis que pasar por el proceso de preparación de seis meses, tendréis bastante con tres meses. Nos gustaría que terminaseis el programa, aunque no os guste». Y así muchos de los que fueron siervos entonces acabaron dejando la Iglesia porque no eran fieles.
Sin embargo, ya no elegimos a los siervos de esta manera. Si alguien quiere convertirse en siervo en la Iglesia de Dios, los siervos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu deben elegirle. Pero si miramos a Jeroboam vemos que nombraba sacerdote a quien el quería. Esto era un grave pecado a los ojos de Dios y por eso llevó al pueblo de Israel a cometer abominaciones y al final todos fueron destruidos. No debemos olvidarlo.
Incluso hoy en día, muchas personas que cometen el mismo pecado que Jeroboam siguen apareciendo en las comunidades cristianas. En la actualidad, si alguien se gradúa en un seminario dentro de su propia denominación, es ordenado siervo de Dios, aunque no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque no todo el mundo que obtiene un diploma en un seminario se convierte en siervo de Dios, si lo hace dentro de su denominación, puede convertirse en siervo de Dios. Y cuando ya se ha convertido en siervo de Dios, puede ser un pastor en su denominación. Así que cuando se presenta a la gente, dice: «Soy pastor de esta denominación».
Pero por el contrario, nuestra iglesia primero pregunta a los candidatos si conocen el Evangelio del agua y el Espíritu a través del cual el Señor nos ha salvado del pecado, y si sus pecados han sido eliminados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón. Todo aspirante a pastor debe contestar positivamente a esta pregunta. Pero hay muchos pastores en las comunidades cristianas que predican aunque tienen pecados en sus corazones. ¿Acaso predican el Evangelio del agua y el Espíritu los seminarios? ¿Hacen que los estudiantes reciban la remisión de los pecados por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Hay algún curso en los seminarios que enseñe el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Conocen los profesores este Evangelio? ¿Están enseñando el Evangelio del agua y el Espíritu a sus alumnos? ¿Nombran a sus alumnos siervos de Dios después de haber predicado este Evangelio y de que crean en él? No, no es así. En los seminarios de hoy en día, no hay ningún profesor que enseñe el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto los estudiantes no conocen este Evangelio. Además la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu no sirve de requisito para ser ordenado ministro, sino que por el contrario, cada denominación nombre a los que creen en sus doctrinas, y no a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Quien quiere convertirse en un verdadero siervo de Dios debe ante todo, creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y debe decidirse a vivir por la predicación del Evangelio. Además debe tener un don adecuado para el cargo al que quiere acceder, y debe hacer recibido de Dios la habilidad de predicar. Cuando se reconoce que es una persona adecuada para servir al Evangelio, entonces puede ser siervo de Dios. Sin embargo, hoy en día, muchas personas son ordenadas pastores porque tienen una base teológica, aunque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Además el requisito en el que se basa la elección no es el Evangelio del agua y el Espíritu. Cualquiera que crea en las doctrinas de la denominación puede ser un ministro. Así es cómo los pastores de hoy en día son ordenados en sus denominaciones. Y por eso son herejes en el cristianismo.
Todo el mundo puede recibir la remisión de los pecados cuando cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. La Verdad es que sólo a través del Evangelio del agua y el Espíritu podemos librarnos de todos nuestros pecados. Cuando la gente cree en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, todos sus pecados se borran de sus corazones. Esto significa que si un seminario no enseña el Evangelio del agua y el Espíritu, y no limita la condición de siervos de Dios a los que creen en este verdadero Evangelio, estos seminarios no son más que instituciones que producen herejes. Por eso los seminarios de hoy en día no hacen lo correcto.
1 Reyes 12, 32 dice que Jeroboam instauró a sus sacerdotes en Betel. Reunió a todos los que querían ser sacerdotes y escogió a aquellos que él quiso. Jeroboam nombró sacerdotes a quien él deseaba, diciendo: «Será sacerdote de este región; y tu de esta otra». Entonces los escogidos se iban a sus regiones respectivas.
Hoy en día, cualquiera puede ir a un seminario. La verdad es que si alguien estudia en un seminario y se gradúa allí, pasa a realizar estudios de postgrado y vive según las enseñanzas de su propia denominación, después es ordenado pastor aunque no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Acaso los pastores que le precedieron predican el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Predican este Evangelio que borra los pecados los profesores de seminario de hoy en día? En vez de predicar este Evangelio, nombran pastores a cualquiera que tenga un diploma de un seminario, y por eso su denominación se convierte en una herejía. Como los cristianos de hoy en día no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y predican cuando se gradúan, se producen herejes en las iglesias. Y como son pastores en todas las regiones del mundo, reúnen a gente de todos los pueblos en las iglesias establecidas por sus denominaciones y predican un evangelio falso que sólo proclama la sangre derramada en la Cruz, en vez del Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso convierten a sus seguidores en cristianos herejes que sirven a ídolos.
 


Para los que no han eliminado sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, el camino más corto para convertirse en herejes es hacer hincapié en el don de la curación 


Hoy en día, los que predican en las comunidades cristianas intentan recibir el don de la curación porque creen que es un factor necesario para prosperar en la carne y predicar correctamente. Todo lo que le dicen a sus congregaciones es: «Oro para que prosperen y tengan salud, tanto si prosperan sus almas como si no». Se reúnen e invitan a gente para curarla, y así hacen que los que no creen entren en sus iglesias. Ponen anuncios y les dicen a la gente: «El pastor X realizará una reunión en tal sitio tal día. Vengan. Si vienen, serán curados. La obra de la curación se realizará en ustedes. Todas las enfermedades se curarán cuando el pastor ore, desde el cáncer hasta la cojera. Muchas personas que vinieron a la última reunión fueron curadas». 
Entonces la gente va a esas reuniones en masa para poder ser curada y escuchar la Palabra de Dios. Cuando los pastores dicen: «Acercaos si queréis creen en Jesús», muchas personas se acercan. Entonces el predicador les hace orar para recibir a Jesús como su Salvador. Es tan simple hacerles creer. El pastor les dice que repitan: «Jesús, soy un pecador». Entonces les hace repetir: «Señor, estoy destinado a ir al infierno por mis pecados» y la gente repite esas palabras. El predicador sigue diciendo: «Tú moriste en la Cruz por mí, y Te doy las gracias. Derramaste Tu sangre por mí, borraste mis pecados y me salvaste. Así que creo en Ti. Hoy te acepto como mi Salvador. En el nombre de Jesús». Cuando alguien dice esta oración, se le considera como alguien que ha recibido a Jesús.
Los pastores que pertenecen a la Iglesia Pentecostal, suelen predicar lo siguiente: «Dios dijo: Oro para que prosperéis en todas las cosas y tengáis buena salud, al tiempo en que vuestras almas prosperan». Dios también dijo: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados». Nuestro Señor eliminó nuestras enfermedades e iniquidades. Mis queridos hermanos, nuestro Señor curó todas nuestras enfermedades. En este momento, les pido que pongan la mano donde les duela». Entonces todos los enfermos ponen la mano donde les duele (la mano, el corazón, la pelvis, la pierna, el pecho, etc.). «¡Salid, enfermedades! ¡Os lo ordeno en el nombre del Señor Jesucristo! ¡Sed curados! ¡En el nombre del Señor Jesucristo! Amén». Cuando el pastor termina la oración, la congregación está llena de emoción y dice amén. Entonces el pastor dice: «Los que han sido curados, que salgan aquí» y algunas personas se levantan y dicen: «Antes no podía levantar la mano, pero cuando oré sobre ella me curé y ahora la puedo levantar. ¡Amén! ¡Aleluya!». Otros dicen: «Tenía acidez pero ahora ya no». «Antes no podía caminar, pero ahora me levanto y corro». «Antes no podía ver bien, pero ahora que el pastor ha orado por mí, puedo ver. El Señor ha curado mi enfermedad». Muchas personas dan testimonio de haberse curado.
Hay muchas personas, cristianas y no cristianas, que ven esto y son engañadas, y entonces creen en Jesús pensando: «Si creo en Jesús seré curado, seré rico e iré al Cielo». Sin embargo, cuando esta gente vuelve a casa, la acidez vuelve y dejan de ver de nuevo. Y no son más que víctimas de un fraude espiritual.
Hoy en día, los herejes que siguen el camino de Jeroboam atraen a la gente y oran por ella porque dicen tener el don de la curación. Muchos enfermos están desesperados. Quieren curarse, cualquiera que sea la enfermedad que tengan. Cuando ni la medicina ni la cirugía pueden curarles, se les dice que deben recibir el don de la curación si creen en Jesús, y por eso van corriendo a estas reuniones. Y como el pastor ora por ellos, se sienten temporalmente aliviados o mejorados, dependiendo de la condición en la que está su mente. Sin embargo, cuando vuelven a casa, sus enfermedades pueden empeorar y pueden llegar a morir.
Mis queridos hermanos, tienen que recordar que hay mucha gente que muere en cuerpo y espíritu porque los carismáticos la engañan. Entre los herejes de las comunidades cristianas de hoy que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, son los ministros los que engañan a la gente con el don de la curación mientras invocan el nombre de Jesús. Cuando estos falsos profetas se presentan ante el Señor, le dicen: «Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en Tu nombre, expulsamos demonios en Tu nombre, e hicimos muchos milagros en Tu nombre?». Pero el Señor les dirá: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7, 22-23). Esto es lo que el Señor les dirá a estos estafadores: «Aunque no creísteis en el Evangelio del agua y el Espíritu, ni recibisteis la remisión de los pecados, tomasteis Mi nombre y lo utilizasteis en vuestras reuniones para ganar dinero, y aún así erais respetados como pastores. Cuando vivíais en este mundo, tenías de todo, pero ahora seréis juzgados. ¡Seréis arrojados al infierno! Y todo el que os escuchó será arrojado al infierno».
Mis queridos hermanos, ¿cuánta gente ha sido engañado por los carismáticos? Esto es lo que nos dice el pasaje de las Escrituras de hoy. La Biblia dice que Jeroboam no se arrepintió de sus pecados, incluso después de que se le avisara de que estaba pecando, y siguió ordenando a sacerdotes de entre todas las clases para que sirvieran en los altares. Y esto era un pecado que hizo que tanto su casa como su pueblo fueran destruidos.
Cambiar la ley de salvación de Dios es un pecado grave que sigue el camino de Jeroboam. En las comunidades cristianas de todo el mundo se cometen muchos fraudes que son la versión moderna de Jeroboam. Incluso hoy en día, el ministerio del engaño tiene mucha popularidad. Una característica muy peculiar de estos farsantes es que predican sólo la sangre derramada en la Cruz, y no el Evangelio del agua y el Espíritu.
Lo falsos cristianos predican esta falsa doctrina a sus seguidores mediante su propia idea de la salvación que afirma que los pecados se borran solamente con la sangre derramada en la Cruz. Como no conocen otra cosa que la sangre de Jesús, se engañan a sí mismos y piensan que sus pecados han sido borrados, cuando en realidad hay pecados en sus corazones. Así que acaban hipnotizándose y pensando: «He sido elegido porque no tengo pecados. Soy parte del pueblo de Dios». Todo el que ha sido engañado por los falsos profetas cae en este tipo de hipnosis.
Estas personas son seudo-santos que se encuentran en las comunidades cristianas. Son falsos cristianos que no son el pueblo de Dios, y que fingen serlo. Es un fraude fingir ser un siervo de Dios. Cualquiera que se parezca a un siervo de Dios pero no lo sea, no es nada más que un falso siervo. Los que parecen verdaderos santos pero son diferentes a los santos, son pseudo-santos y herejes que se encuentran en las comunidades cristianas. Estos cristianos y herejes son muchos y tienen muchas denominaciones por todo el mundo. Hay muchas herejías colectivas en el mundo y muchas personas que se convierten en herejes.
Yo también prediqué antes de nacer de nuevo. Era joven entonces, pero a pesar de ello, los ancianos me trataban con mucho respeto, como si fueran a recibir más bendiciones por tratar bien a un siervo de Dios. Pero antes de nacer de nuevo del agua y el Espíritu, mi corazón todavía tenía pecados. Cuando predicaba, ni siquiera podía mirar a los ojos a mis feligreses. Así que oré a Dios: «Señor, les he predicado aunque tengo pecados en mi corazón y estoy avergonzado por ello. Aunque lo que predico sea correcto, no soy justo». En aquel entonces me avergonzaba de mis pecados, y era un pecador.
Entonces el Señor me habló a través de un pasaje de un Salmo: «Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia» (Salmo 127, 1). Dios me estaba diciendo: «¿Te he hecho Yo evangelista? ¿Te he ordenado pastor? ¿No te convertiste en pastor por tu cuenta? ¿No estás intentando ser evangelista y pastor por tu cuenta? ¿Te he elegido Yo? No, no te he elegido como siervo Mío. Tú te hiciste siervo por tu cuenta. Eres un estafador espiritual». En aquel entonces yo sabía que no estaba bien decirle a la congregación que recibiera la remisión de los pecados porque yo tenía pecados en el corazón. Así que pensé en dejar el ministerio. Y entonces confesé a Dios: «Señor, no puedo llevar a cabo esta obra. Mi conciencia no puede tolerar lo que estoy haciendo».
Yo era un experto en la escuela de teología del calvinismo, y podía contestar cualquier pregunta acerca de ella. Cuando estaba en el seminario, pensaba que era muy importante saber teología correctamente, y estudié mucho para conocer las teorías. Pero el problema de los pecados de mi corazón no estaba resuelto. Por eso estaba tan preocupado por mis pecados ante Dios. Esto se debía a que no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu en aquel entonces, y a que creía sólo en la sangre de Jesús derramada en la Cruz. En aquellos tiempos, todos los teólogos del mundo y todos los ministros predicaban sólo la sangre derramada en la Cruz.
Yo oré y oré a Dios sin cesar. Al final, Dios me permitió encontrar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Yo pensé que si el Sumo Sacerdote en el Antiguo Testamento pasaba los pecados de los israelitas al sacrificio mediante la imposición de manos, debería haber algo similar en el Nuevo Testamento. Esto se debe a que la Palabra del Antiguo Testamento tiene una correspondencia en el Nuevo Testamento. Así que busqué en la Palabra de Dios y pensé: «Si los pecados de los israelitas fueron pasados mediante la imposición de manos en el Antiguo Testamento, debe estar escrito en el Nuevo Testamento cómo los pecados se pasaban mediante la imposición de manos». Cuando leía Mateo 3, 13-17, siempre me preguntaba por qué Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y me preocupaba no conocer la respuesta. Pero un día, la luz de la Verdad llegó a mi corazón, y por la gracia de Dios, vi la Verdad de repente.
Este pasaje dice: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Entonces me di cuenta de quién era Juan el Bautista. No era sólo un profeta, sino que era el siervo de Dios que pasó los pecados de la humanidad a Jesucristo de una vez. Entonces busqué por toda la Biblia para encontrar más información sobre Juan el Bautista. Como Jesús le llamó Elías, busqué la historia de Elías desde 1 Reyes hasta Malaquías en el Antiguo Testamento. Y también centré mi atención en el nacimiento de Juan el Bautista, y averigüé que era el representante de la humanidad. Jesús mismo dio testimonio de Juan el Bautista: «Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él».
Si Juan el Bautista era el mayor hombre nacido de mujer, entonces era mayor que Moisés, Elías, el profeta Isaías y el profeta Daniel. Era el representante de toda la humanidad. Era el Sumo Sacerdote espiritual que pasó los pecados del mundo a Jesucristo. Era el último profeta del Antiguo Testamento. Me di cuenta de que los pecados del mundo acabaron cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús. Entendí que cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús, todos mis pecados fueron pasados a Jesús junto con los del resto del mundo, y que Jesús cumplió toda la justicia de Dios al aceptarlos. En aquel momento, mi mente llegó a entender: «Este es el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso Jesús habló de toda justicia en Mateo 3, 15».
¿Qué significa «toda justicia»? Significa todo lo que es correcto. Significa que al ser bautizado mediante la imposición de manos, Jesús cumplió todo a la perfección. La palabra «así» es hoo’-tos gar; (οϋτως γάρ) en griego significa «de esta manera», «de la manera más adecuada», o «no hay otra manera aparte de esta». En otras palabras, al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús cumplió toda la obra con justicia.
«Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús cumplió toda la justicia de Dios. Del mismo modo en que el Sumo Sacerdote en el Antiguo Testamento pasó los pecados del pueblo al imponer las manos sobre la cabeza del cordero, Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús mediante la imposición de manos y el bautismo. A través de este bautismo Jesucristo tomó todos los pecados del mundo. Al recibir el bautismo de Juan el Bautista, Jesús cargó con todos los pecados del mundo. Yo encontré este Evangelio gracias a Dios, porque Él me enseñó el Evangelio del agua y el Espíritu. Para saber más acerca del Evangelio del agua y el Espíritu, leí el Antiguo y el Nuevo Testamento y leí todas las versiones de la Biblia que pude, incluido el texto original. Nuestro conocimiento de esta Palabra debe ser correcto bíblicamente, y por tanto debemos leer e interpretar el texto original de la Biblia tal y como es.
Después de conocer al Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu, intenté predicarlo por mi cuenta. Nunca había hecho algo así. Toda mi vida la había pasado estudiando. Pero cuando encontré el Evangelio del agua y el Espíritu, mis labios no podían permanecer sellados. A cualquier persona que me encontraba tenía que contarle el Evangelio del agua y el Espíritu, y no podía evitar hablar de esta Verdad. Hasta que una persona no recibía la remisión de los pecados, predicaba el Evangelio del agua y el Espíritu. No me importaba con quién estuviese hablando; ya fuera una mujer joven, una mujer casada o una mujer mayor. Me tenía que sentar y hablar, y ella tenía que escuchar la Palabra de la Biblia. Aunque al principio a la gente no le complacía escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu, al final me lo agradecían cuando se daban cuenta y creían en el Evangelio y recibían la remisión de los pecados. Todos estaban agradecidos y decían que no podían estar más contentos. Aquí encontré mi recompensa.
Entonces, como me había graduado en Teología, sabía muy bien que no había ningún teólogo que predicase el Evangelio del agua y el Espíritu. Por mucho que investigase, no encontraba ningún teólogo. Los líderes cristianos de hoy en día nombran pastores a cualquier persona y aceptan a cualquiera en sus seminarios. Cuando algunos de los miembros de la congregación no encuentran trabajo, ¿qué les dicen sus pastores? Les dicen: «¿Por qué no vas a un seminario?». Al mismo tiempo, cuando algunos miembros de la iglesia muestran dedicación al trabajo de la iglesia, les dicen: «¿Habéis considerado ir a un seminario?».
Los pastores recomiendan a todo el mundo que vaya a un seminario. Cuando una persona va a un seminario y estudia Teología, en Corea se le llama «evangelista». Y cuando completa su educación y es ordenado pastor, se convierte en pastor. Entonces implanta una iglesia.
Hay muchos herejes en este planeta. Como los teólogos y pastores nombran a cualquier persona para el ministerio, son herejes. En el cristianismo de hoy en día, cualquiera puede ser un clérigo, aunque no conozca la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, ni haya recibido la remisión de los pecados por creer en este Evangelio en su corazón. Y como consecuencia, los cristianos están aprendiendo sólo la doctrina de la sangre de Jesús por culpa de estos líderes ciegos que no han sido redimidos. Como resultado de creer en esta doctrina cristiana que afirma: «Todos nuestros pecados fueron eliminados con la sangre derramada en la Cruz», están seguros de que están sin pecado aunque sus pecados permanezcan en sus corazones. Cualquiera que aprenda de estos ministros es un hereje. Por eso hay muchos cristianos que se han convertido en herejes. Esta gente no tiene nada que ver con Jesús. Esta es la diferencia entre las iglesias mundanas y la Iglesia de Dios.
Cuando los cristianos mundanos tienen un problema grave y tienen que pedirle ayuda a Dios, sus labios no pueden decir: «Por favor, Dios, ayúdame» porque hay pecado en sus corazones. Así que cuando los herejes oran, lo primero que hacen es ofrecer una oración de penitencia. Aunque están orando a Dios para pedirle ayuda, primero ofrecen oraciones de penitencia. Algunos ofrecen oraciones largas, otros más cortas, pero esa es la única diferencia en la manera en la que se acercan a Dios. Siempre ofrecen oraciones de penitencia.
Pero cuando los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu hacen algo mal a los ojos de Dios, lo admiten ante Él. Y se acercan a Dios con fe seguros de que han sido salvados de sus pecados, y con fe en que Jesucristo tomó sus pecados a través de Su bautismo y os eliminó al derramar Su sangre en la Cruz. Sin embargo, los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu tienen que ofrecer oraciones de penitencia cuando oran al Señor. Como sus corazones todavía tienen pecados, no pueden dejar de ofrecer oraciones de penitencia diciendo: «Señor, por favor, perdóname porque he pecado». Cuando intentan acercarse a Dios y orar, primero intentan eliminar sus pecados mediante oraciones de penitencia.
Pero por el contrario, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu meditan sobre el Evangelio una y otra vez. Las mentes de los justos meditan sobre el Evangelio y recuerdan lo siguiente: «No tengo pecados. Con el Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor ha eliminado todos mis pecados. A través de Su bautismo, ha cargado con todos mis pecados, y los ha eliminado al derramar Su sangre y levantarse de entre los muertos. Y así me ha hecho puro».
Por tanto, nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos acercarnos a Dios y orar. Aunque seamos insuficientes en nuestras acciones y cometamos pecados, podemos orar a Dios: «Padre, por favor, ayúdame». Porque Dios dijo: «Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1, 17). Por eso los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son hijos de Dios, Su pueblo, y Sus obreros. Y Dios siempre les ayuda. A los ojos de Dios, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son ortodoxos.
Pero los que no conocen o no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son herejes. Los que sólo predican la sangre derramada en la Cruz y creen que están salvados por creer en Jesús, aunque tengan pecados en sus corazones, son herejes. Esta gente está cometiendo el mismo pecado que Jeroboam descrito en el pasaje de las Escrituras, y toda esta gente está condenada al juicio de Dios. Todos serán exterminados de la faz de la tierra, como está escrito: «Y esto fue causa de pecado a la casa de Jeroboam, por lo cual fue cortada y raída de sobre la faz de la tierra». Al final, no podrán entrar al Cielo. Y están malditos en la tierra también. Hay demasiada gente maldita en este mundo que cree en Jesús.
Incluso entre los que dicen creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, hay muchos que han entrado en la Iglesia sin conocer la Verdad, y que viven sus vidas sin ella. Estas personas deben examinar sus corazones y preguntarse: « ¿De verdad creo en el Evangelio del agua y el Espíritu?». Debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. Debemos aferrarnos al Evangelio del agua y el Espíritu. Sólo entonces podemos caminar con Dios. Sólo entonces podemos vivir en Cristo y evitar convertirnos en herejes. Y sólo entonces no estamos malditos. Quien no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu estará maldito.
¿Y qué hay de ustedes? ¿De verdad creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? Como Dios nos ha llevado a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido nuestra salvación. Y Dios nos ha llevado a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu por lo que hemos recibido nuestra salvación. Así es cómo nos hemos convertidos en el tipo de gente que puede predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, y podemos señalar a los herejes ante Dios. Quiero que se den cuenta de que no estoy condenando a nadie, sino que quiero ayudarles a tener la opinión adecuada y a escapar de estos grupos herejes. Les pido que se den cuenta de esto. 
Ahora es el momento de que la gente escape de las herejías. Muchas personas cometen el pecado de la herejía. Ellos también deben ser salvados de los pecados del mundo. Deben escapar de la herejía colectiva, recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y alcanzar la verdadera salvación. Pero, ¿cuánta gente sigue sin poder hacerlo? Por eso precisamente queremos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Debemos decirles a los cristianos del mundo qué es una herejía y explicarles por qué son herejes.
Es una tragedia tan grande para mí que tantos cristianos del mundo sufran por sus pecados. Por eso estoy predicando la Palabra de Dios sobre la herejía, y por eso voy a publicar un libro de sermones sobre esto. Y este libro será traducido a todos los idiomas del mundo para ser distribuido. La gente de todo el mundo se dará cuenta de que ha estado atrapada por la herejía. Deseo de todo corazón que muchos se den cuenta de esto, acepten la salvación que ha llegado por el Evangelio del agua y el Espíritu y así vuelvan a Dios. Por eso estoy predicando esta Palabra. 
Pero no basta con predicar sobre este tema una o dos veces. Después de todo, ¿no estamos rodeados de muchos herejes? Los herejes se encuentran entre los que dicen creer en Jesús. Ustedes creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿tienen pecados en sus corazones? No tienen ni un solo pecado. Pero ¿qué hay de los que dicen haber recibido la remisión de los pecados al creer en la sangre de Jesús solamente? ¿Permanece el pecado en sus corazones o no? Por supuesto todavía tienen pecados y siguen teniéndolos. Todo lo que están haciendo ahora es llevar a cabo una vida religiosa atrapada en la herejía ante Dios. No son más que herejes que han caído en una herejía colectiva.
Deben ser capaces de diferenciar a los que están atrapados en la herejía colectiva de los nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben poder distinguir el verdadero Evangelio de los pseudo-evangelios. Los que predican sólo la sangre derramada en la Cruz son pseudo-cristianos. Aunque pueda parecer que está bien creer sólo en la sangre de la Cruz y predicarla, esta es una fe falsa. Es absolutamente necesario distinguir a los pseudo-creyentes y no dejar que nos engañen.
Incluso entre los periodistas de los periódicos, los hay verdaderos y falsos. Los periodistas falsos intentan sacar dinero de gente sin escrúpulos mediante la coacción, ya que les amenazan con publicar sus trapos sucios. A estos periodistas hay que pedirles su tarjeta de identificación. Ellos la enseñan rápidamente y la esconden. Entonces hay que decir: «Enséñeme la identificación de nuevo. Tengo que escribir el número. Después llamaré a su periódico y lo confirmaré». Entonces huyen. En el mundo espiritual, hay muchos falsos profetas que fingen ser siervos de Dios. Cualquier pastor que parezca ser verdadero pero que en realidad es falso, es un pseudo-pastor. En realidad, no es exagerado decir que casi todos los pastores son pseudo-pastores.
Entre los cristianos de hoy en día que dicen creer en Jesús, sólo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son verdaderos cristianos. Pero los que sólo creen en la sangre de la Cruz siguen teniendo pecados en sus corazones y son falsos cristianos, aunque parezcan verdaderos. Estas personas no son más que pseudo-cristianos. Por tanto, todos los que siguen siendo pecadores después de haber creído en Jesús, son falsos cristianos y herejes. De alguna manera, parece que son más verdaderos. Como cada vez más personas creen en estas herejías, parece que sean auténticas. Pero los verdaderos cristianos sólo son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estos creyentes son la verdadera gente de fe. 
Cuando alguien me enseña algo, yo me aseguro de que sea verdad. No soy el tipo de hombre que se deja engañar por un par de palabras de un teólogo. Antes de nada, confirmo el significado exacto de la Palabra y para ello leo el texto original de la Biblia en hebreo y en griego. En otras palabras, leo el original. Lo primero que hago cuando me encuentro una enseñanza nueva es ver si es una verdad bíblica. No desecho enseñanzas a ciegas, sino que primero averiguo si está basada en la Biblia y si está apoyada en las Escrituras. 
Y cuando la enseñanza está de acuerdo con las Escrituras, la acepto. No sólo defiendo mis propios argumentos. No creo que sólo mis ideas sean correctas, sino que acepto las enseñanzas de los demás, siempre que estén de acuerdo con la Biblia. 
Sin embargo, el problema es que todo evangelio predicado por los herejes de hoy en día es falso y por eso no lo puedo aceptar en mi corazón. No hay nada malo en llamar falsos cristianos a los que lo son. Los que sólo creen en la sangre de la Cruz dicen ser verdaderos cristianos, pero cuando les pregunto: «Entonces decidme cómo han desaparecido vuestros pecados», ellos dicen: «Mis pecados han sido eliminados con la sangre de la Cruz».
«¿Y ya está?».
«Sí, ya está».
«¿Entonces cómo borró Jesús vuestros pecados?».
«Mediante la sangre que derramó en la Cruz».
«¿Entonces qué ocurre cuando pecáis después?».
«Que seré un pecador y tendré que ofrecer oraciones de penitencia».
Sin embargo, no pueden contestarme cuando les pregunto: «La Biblia dice que el precio del pecado es la muerte, y si tenéis pecados, hay que derramar sangre. ¿Tiene que derramar Su sangre Jesús de nuevo para borrar vuestros pecados?». Entonces les digo: «Así no es cómo el Señor borró vuestros pecados. Los tomó sobre Sí mismo al ser bautizado, cargo con ellos hasta la Cruz y allí derramó Su sangre. Así es como los ha borrado». Si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu somos herejes. Por eso digo que el cristianismo de hoy en día ha caído en la herejía colectiva.
Sin embargo, cuando conocemos a gente y les decimos esto directamente, muchas personas quieren discutir con nosotros, se sienten ofendidos y heridos en su orgullo. Por eso he reunido mis sermones en este libro para compartirlo con la gente. Si a alguien no le gusta mi libro, puede tirarlo a la basura. Algún lector se puede sentir ofendido por mi libro, pero no intentará enfrentarse a mí en persona. Yo viajo a muchos lugares para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, pero muchos de los que lo han escuchado se han convertido en enemigos míos. Por eso estamos reuniendo fuerzas para llevar a cabo este ministerio literario para la gente de Corea y del mundo entero.
Creer en otra cosa que no sea el Evangelio del agua y el Espíritu es una herejía. Quizás piensan que estoy repitiendo lo mismo una y otra vez, pero lo hago porque s muy importante y tiene muchas implicaciones. Los que sólo creen en la sangre de la Cruz son herejes. ¿Quiénes son los herejes? Los que creen sólo en la sangre de la Cruz. Ante Dios, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predican son ortodoxos. 
Debemos rescatar a las almas atrapadas en la herejía del cristianismo. Debemos dedicar nuestras vidas a esta tarea. En el final de los tiempos, debemos dejar claro a todo el mundo qué es un creyente ortodoxo y qué es un hereje, y así llevar a todos los cristianos al Evangelio del agua y el Espíritu. Hasta ahora hemos predicado el Evangelio del agua y el Espíritu en cierto grado. Y de ahora en adelante, debemos exponer los errores de los cristianos de hoy en día al compararlos con la Verdad. Debemos enseñarles y predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu. Sólo entonces alcanzarán la salvación. Dios nos ha encargado esta obra a ustedes y a mí.
Doy gracias a nuestro Dios. Le estoy eternamente agradecido.