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Κηρύγματα

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 15-5] Nos hemos convertido en amigos del Señor (Juan 15, 11-17)

Nos hemos convertido en amigos del Señor(Juan 15, 11-17)
«Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros».
 
 

Dios nos ha aceptado como amigos Suyos

 
El pasaje de las Escrituras de hoy dice que Dios ya no nos trata como meras criaturas, pecadores o esclavos, sino que nos ha hecho Sus amigos, y por eso nos ha hablado de Su plan para nosotros. Nos ha dicho la obra que hará y cómo la hará. Los siervos o esclavos no pueden entender completamente lo que hacen sus maestros, ni también necesitan saberlo. Solo tienen que hacer todo lo que les piden sus maestros. 
¿Cómo nos fue posible entonces convertirnos en amigos del Dios Todopoderoso y Omnisciente? Porque creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Quien no haya recibido la remisión de los pecados es siervo del pecado, y nada más que un esclavo de Satanás. Todos éramos así en nuestra naturaleza. Pero, para hacernos amigos Suyos, Dios vino a este mundo encarnado en un hombre y resolvió el problema de nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Para librarnos del yugo del pecado el Señor cargó con todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y pagó el precio del pecado al sangrar en la Cruz. Después se levantó de entre los muertos y libró de la esclavitud del pecado a los que creen en Él. Nuestro estado humilde por el que estábamos destinados a ir al infierno por nuestros pecados fue elevado al estado de amigos del Señor por Su amor por nosotros. Y ahora que nos hemos convertido en Sus amigos, Dios nos ha mostrado todo lo que quiere hacer por nosotros, y mientras estamos en este mundo, camina con nosotros siempre. 
Es realmente maravilloso el que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hayamos convertido en amigos de Dios. ¿Cómo es posible que los seres humanos, que somos al fin y al cabo meras criaturas, nos pudiésemos convertir en amigos del Dios Todopoderoso? Hay un dicho que dice: «Los pájaros de una pluma se juntan», y también la gente se suele asociar con otras personas del mismo estatus social. Los ricos y famosos hacen amigos entre los ricos y famosos. Así que, el hecho de que Dios sea amigo de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu implica que gracias a este Evangelio nuestro estatus ha cambiado al mismo que Dios. En otras palabras, el Señor no solo ha redimido nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que también nos ha aceptado a los que creemos en este Evangelio, como a Su propio pueblo, lo que es una bendición enorme. 
Éramos meras criaturas creadas por Dios y sacadas del polvo. Éramos seres insignificantes que vivían prisioneros de la oscuridad por culpa del pecado. Y como todos nacimos siendo pecadores incapaces de evitar el pecado, pudimos ser librados de la maldición de Dios al nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estábamos malditos por nuestros pecados, éramos seres sin ningún valor y no podíamos evitar ir al infierno. Pero a pesar de esto Dios nos hizo creer en la salvación que vino por el agua y la sangre, nos aceptó como Sus hijos nacidos de nuevo, e incluso nos trató como Sus amigos. Esto es un milagro increíble. 
El Señor nos está diciendo: «Os voy a hacer Mis amigos». Nos ha permitido participar de Sus atributos divinos y ser Sus hijos. El habernos convertido en hijos y amigos de Dios es una bendición impresionante. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu no solo hemos recibido la remisión de los pecados, sino que también hemos podido compartir nuestros corazones con Dios en nuestras vidas. 
¿Qué es un amigo? Un amigo es una persona con la que compartimos nuestros secretos más profundos. Como un amigo así, el Dios todopoderoso y omnisciente nos lo dice todo y quiere compartir Su corazón con nosotros porque nos considera Sus amigos cercanos. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, ahora tenemos una relación muy especial con Dios. El Señor nos ha hecho así. 
 
 

Dios nos ha confiado a Sus amigos Su obra y nos ha pedido que seamos fieles a esta obra

 
Como dice el pasaje de las Escrituras de hoy, los siervos no conocen la obra de sus maestros. Sin embargo, como Dios nos ha hecho Sus amigos podemos saber lo que Dios hará en el futuro. Dios nos lo describe en Su Palabra escrita en la Biblia. Y a través de la ayuda del Espíritu Santo, nos está guiando. Lo único que tenemos que hacer es seguir a Dios, nuestro Pastor, guiados por el Espíritu y obedeciendo al Señor por fe. Como hemos recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ahora está claro cómo debemos vivir el resto de nuestras vidas; y mientras caminamos con el Señor, no estamos solos. Nuestro estatus pasado de esclavos destinados a ser destruidos por nuestros pecados ha sido cambiado.
¿Cuál es nuestro estatus ante Dios? Somos Su pueblo y Sus amigos. El Dios Todopoderoso que creó el universo y todo lo que hay en él nos ha aceptado a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu como Sus amigos. Por eso estamos caminando con el Dios de Verdad por fe. 
Dios nos está confiando Su obra a los que nos hemos convertido en Sus amigos a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Nos está pidiendo que hagamos Su obra como amigos: «Mis amigos, quiero salvar a más personas del pecado y hacer que sean Mis hijas y nuestras amigas. ¿Podéis hacer esto por Mí?». Dios nos ha escogido como Sus obreros para que demos frutos abundantes. Además Dios no se queda de brazos cruzados después de pedirnos que hagamos Su obra, sino que escucha nuestras oraciones por la cosecha espiritual y nos ayuda. De la misma manera en que Dios nos pidió que hiciésemos Su obra, también nos ayuda. Por eso, cuando oramos, oramos en el nombre de Jesús, que se ha convertido en nuestro amigo. 
Cuando alguien le pide un favor a alguien que no es un amigo muy cercano, normalmente ponen excusas para no hacer el favor. Sin embargo, si un amigo cercano les pide un favor, normalmente se hace todo lo posible para ayudarle, aunque haya que dejar lo que se está haciendo en ese momento. Como personas que han recibido la remisión de los pecados de Jesús y se han convertido en hijos de Dios, somos amigos íntimos de Jesús. Así que Jesús siempre escucha nuestras oraciones y nos contesta, y así nos ayuda a dar fruto en abundancia. Jesús no es solo nuestro Dios y Salvador, sino que también es nuestro amigo eterno. 
Hay un dicho en Corea que dice que si una persona tiene un solo amigo verdadero, es una persona afortunada. Los amigos son muy importantes. Nosotros ahora tenemos un amigo verdadero. No solamente un amigo Fiel, sino además omnisciente y omnipotente. Esto significa que ahora tenemos un amigo que nos ayuda a dar más fruto. Por esta razón es absolutamente necesario que creamos firmemente que Jesús se ha convertido en nuestro amigo y así clarificar nuestra relación con Jesús. Si no fuésemos Sus amigos, seríamos Sus enemigos. Por tanto, debemos hacer la obra que nuestro amigo nos ha confiado y debemos hacer todo lo posible por merecer Su amistad. 
 
 
¿Cómo se sienten al tener un amigo tan maravilloso?
 
Si tienen un amigo de gran estatura y con mucho poder, tienen una gran ayuda. Imaginen que son amigos íntimos del presidente o primer ministro de su país. Se sentirían muy seguros. Jesús tiene más poder y autoridad que cualquier gobernante secular en este mundo. Así que cuando le pedimos ayuda, nunca nos la niega, sino que acepta nuestras peticiones con placer e intenta ayudarnos lo antes posible. Pero no contesta nuestras oraciones si son para satisfacer nuestra avaricia, porque estas oraciones no son buenas. 
Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos sido salvados de los pecados para siempre. Sin embargo, conseguir la salvación de nuestros pecados no es el fin de la historia. En cuanto fuimos salvados del pecado nuestro Señor quiso convertirnos en amigos Suyos a los que viven en Su Iglesia, y de hecho se ha convertido en nuestro amigo. En otras palabras, hay más bendiciones esperándonos después de nuestra salvación. No sé cuántos amigos tienen en este mundo, pero ¿puede alguno de ellos salvarles de sus pecados y darles el Reino de la vida eterna? Nunca encontrarán un amigo así en este mundo. 
Además, cuando Jesús se convierte en su amigo, seguirá siendo Su amigo aunque sean insuficientes. Así que, siempre y cuando no sean como Judas Iscariote, Jesús nunca dejará de ser Su amigo. Esto solo puede ocurrir si decidimos convertirnos en enemigos de Jesús. Por eso Juan 13, 1 dice: «Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin». Aunque Jesús sabía que Pedro le negaría tres veces y los demás discípulos saldrían corriendo para salvar sus vidas, los siguió amando hasta el final. Incluso les lavó los pies con amor sincero. Lo hizo para demostrar que había eliminado los pecados de los discípulos mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, porque sabía que eran demasiado débiles y pecarían de nuevo. Cuando Jesús se convierte en nuestro amigo, Su amistad dura para siempre, y sigue ayudándonos. Por eso estamos más felices que los demás, porque tenemos a Jesús, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, como nuestro amigo. 
Pasemos a Juan 15, 5: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer». Jesús está diciendo aquí, acerca de los que han sido salvados de los pecados, que se hace amigo de los que viven por fe y se aferran a la viña. La viña se refiere a Jesús. Así que estar unidos a la viña significa vivir en Jesús. Para estas personas Jesús se ha convertido en Su amigo eterno. En otras palabras, Jesús trata como amigos a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu; y como amigo nuestro escucha nuestras oraciones y las contesta. Dicho de otra manera, Jesús no solo es nuestro Salvador, sino también nuestro amigo. Por eso los que han sido salvados viven en la Iglesia y tienen una amistad íntima con el Señor. 
Repito que todos los que hemos sido salvados de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu somos amigos del Señor. ¿Cómo se siente al tener un amigo tan maravilloso? Yo estoy lleno de gozo por haber sido salvado del pecado, haberme convertido en amigo del Señor y por vivir en la Iglesia. Al vivir nuestras vidas en este mundo, todos los días recibimos ayuda y amor misericordioso de un amigo llamado Jesús. Así, Jesús nos da todo lo que puede a los que viven en Su amor y permanecen en la Iglesia de Dios como amigos especiales. Jesús les ayuda porque quiere que Su relación con ellos sea fiel e inamovible, no porque quiera alardear de Su amistad, y por eso los bendice durante todas sus vidas. 
Jesús quiere que todos los seres humanos sean amigos Suyos porque Su amor es infinito. Cuando estaba en este mundo, el pueblo de Israel pensó que Jesús era solo un profeta o Elías. Aunque sabían que no era un hombre corriente, no reconocieron que era el Señor hasta el final. Pero Sus discípulos sabían que era Dios. Pedro, por ejemplo, confesó lo siguiente: «Jesús, eres el Señor, el Cristo y el Dios vivo. Eres el Hijo de Dios y mi Salvador personal. Eres mi Rey y mi Sumo Sacerdote. Yo soy Tu oveja».
Nosotros también debemos confesar esto como Pedro. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en amigos de Jesucristo. Como hemos sido salvados del pecado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en el pueblo de Dios y en los amigos de Jesucristo. Por tanto, debemos reconocer siempre quién es Jesús y estarle agradecidos siempre. 
 
 

Yo también estoy contento de haber conocido a un amigo llamado Jesús

 
Somos amigos de Jesús. Ahora estamos viviendo en este mundo como amigos Suyos. Estamos viviendo como los amigos del Señor santo, y ya no somos pecadores destinados a ser malditos y destruidos. Podemos ver que, como hemos sido salvados de los pecados, nuestro estatus se ha elevado. ¿Quién puede caminar al lado del Señor y vivir según Su voluntad con Su ayuda? Nosotros, los que hemos recibido la bendición maravillosa de nacer de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y al mismo tiempo somos amigos del Señor omnipotente y omnisciente. Si hemos escuchado al Señor y nos hemos dado cuenta de quiénes somos, de por qué estamos en la Iglesia, por qué vivimos así, y por qué debemos servir al Evangelio del agua y el Espíritu; y si hemos decidido compartir nuestras vidas con nuestro amigo, el Señor, debemos entender cómo debemos vivir de ahora en adelante. 
Los que se han convertido en amigos de Jesucristo deben trabajar y vivir por la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor les ha encomendado. Esto se debe a que no es solo el gran mandamiento que nuestro Señor nos ha dado, sino que es nuestro deseo más sincero cumplir la obra que nuestro amigo, el Señor, nos ha encomendado. Ahora es nuestro deber predicar el Evangelio por el Señor, que nos ha dado todo tan generosamente. El Señor nos ha convertido en Sus obreros, a cada uno de nosotros, y nos ha confiado la gran tarea de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por el mundo entero. Al haber sido nombrados obreros de Dios, le pedimos ayuda a Dios para hacer la obra que nos ha confiado. Entonces el Señor nos ayuda porque es nuestro amigo y recibimos todo lo que le pedimos. Jesús dijo: «Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis» (Mateo 21, 22).
De hecho, el que nos hayamos convertido en obreros de Dios, amigos del Señor y personas justas es posible porque amamos a Dios en primer lugar. Todas estas cosas son posibles porque Dios Padre nos amó. El Señor nos perdonó y nos hizo amigos Suyos porque nos amaba. No porque le amásemos, sino porque nos escogió primero. Y entonces Dios nos dio a Sus amigos un mandamiento nuevo: «Este es Mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado». De la misma manera en que el Señor nos amó y nos salvó de los pecados, ahora nosotros debemos amar a los demás. Y de la misma manera en que Jesucristo se ha convertido en nuestro amigo, y Su Padre se ha convertido en nuestro Padre, y nosotros nos hemos convertido en Su pueblo, debemos amar a los demás y amar a Dios. Todos debemos vivir de esta manera. 
 
 
Debemos darnos cuenta de que somos amigos de Dios porque Él nos ha escogido
 
Lo que debemos entender claramente es que es Dios quien nos aceptó como Sus amigos. Esto significa que Dios nos ha confiado Su obra. Esto significa que es Dios quien nos amó primero. Debemos entender que somos amigos de Dios porque Él nos amó primero. Además debemos darnos cuenta de que Dios puso Su Iglesia en este mundo para mantener Su amistad con nosotros, y precisamente a través de esta Iglesia Dios evita que la relación se deteriore. 
Lo que debemos entender hoy es que Dios no solo nos ha salvado, sino que también nos ha hecho amigos Suyos. Debemos recordar esto y orar al Señor siempre, porque es nuestro amigo. Mientras intentamos hacer la obra de Dios en Su Iglesia, habrá momentos difíciles para nosotros. Sin embargo, si oramos a Dios Padre y le pedimos Su ayuda en vez de caer en la desesperación, el Señor nos ayudará sin falta y podremos hacer Su obra con Su ayuda. Por tanto, debemos mantener nuestra amistad con Jesús sin interrupción, practicar la voluntad de Dios padre, nuestro amigo, y servirla con nuestras vidas. Para servir la voluntad del Padre primero debemos creer que somos amigos de Dios, y debemos creer que nos hemos convertido en amigos de Jesucristo. Dios ha dejado claro que no solo se ha convertido en nuestro Dios, sino también en nuestro amigo y por eso dijo: «Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer». Por tanto, todos debemos estar en comunión con Dios como amigos Suyos, caminar con Él como amigos y tratarle como a un amigo en nuestras vidas. 
Nosotros no estamos en una relación de subordinación con Dios perpetuamente. Hemos sido salvados a través del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en hijos e hijas de Dios, y somos amigos de Jesucristo, ya que compartimos el mismo Padre. Llegará el día en que tomemos nuestras manos en señal de amistad eterna y caminemos en unos prados infinitamente bellos. Por eso debemos tener fe en este mundo como amigos de Jesús, quien nos ayuda, y darnos cuenta de lo que el Señor, nuestro amigo, desea, servir la voluntad de este amigo y ayudarnos los unos a los otros. Somos amigos de Jesucristo. No somos solamente Sus siervos, sino Sus amigos, y podemos compartir y hablar con Él. 
¿Y qué hay de los amigos en este mundo? ¿Acaso no se lo cuentan todo? ¿Acaso no comparten los secretos más embarazosos? Todos los buenos amigos lo hacen. A los amigos se les pueden contar lo que nunca le contarían a los padres. Este tipo de amistad debe cuidarse. Nosotros hemos encontrado esta amistad en Jesús. Le podemos contar todo, porque es nuestro amigo. Cuando hablamos con los que no han sido salvados de sus pecados, no nos entienden, ya que no han sido salvados de sus pecados y su relación con el Señor sigue siendo la de siervos, la de Creador y criatura. 
Pero nosotros ya no somos solo siervos. Somos amigos de Cristo. Así que le podemos pedir cualquier cosa a Jesús. De la misma manera en que les pedimos ayuda a nuestros amigos, debemos pedirle a Jesús que nos ayude en Su nombre. Entonces Jesús, nuestro amigo, intercede entre Dios Padre y nosotros para que recibamos lo que pedimos. Podemos recibir todo lo que necesitamos, porque Jesús se lo pide al Padre en nuestro nombre, diciendo: «Padre, estos son Mis amigos. Ayúdales. Haz esto por Mis amigos». Así que, mientras vivimos nuestras vidas en este mundo, todos debemos ser amigos de Jesús y debemos vivir cultivando esta amistad. 
 
 
¿Son ustedes amigos del Señor? 
 
¿Es su relación con Dios de subordinación entre Creador y criatura o de amigos? ¿Es Jesús solo su Dios y ustedes meramente Sus criaturas? Si su relación con Jesús no es de amigos, sino de Creador y criatura, ¿cómo de separados estarían de Jesús? ¿Qué relación tan distante, temerosa y sofocante sería? Nuestro Señor no nos escogió para estar en una relación de subordinación, sino para ser Sus amigos. El Señor nos enseñó la voluntad del Maestro. Aunque Jesús es nuestro Dios, nos trata como Sus amigos. Por eso debemos hablarle como amigos y debemos vivir nuestras vidas cultivando esta amistad. 
¿Podríamos acercarnos a Dios si no fuese nuestro amigo? Si nuestra relación con Dios fuese simplemente de subordinación, en vez de amistad, esta relación sería tan remota que nadie se atrevería a acercarse a Él a no ser que le llamase Maestro. Por tanto, el hecho de que Jesús nos hiciese amigos Suyos significa que quiere tenernos más cerca. Los amigos a veces se enfadan, pero aún así pueden reconciliarse; puede que haya un malentendido entre ellos, pero pueden resolverlo mediante el diálogo; y aunque a veces su amistad no sea tan cercana por culpa de algún problema, aún así pueden abrir sus corazones, hablarse con sinceridad y reconciliarse. Así los amigos no tienen ninguna barrera. 
Los trabajadores de nuestro ministerio son mis amigos. Yo considero a los santos mis amigos. Así que puedo abrir mi mente sin dudar y decirles todo tipo de cosas a los santos nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto se debe a que los verdaderos amigos pueden decirse cualquier cosa. Así que Jesús se ha convertido en un amigo así. Nuestro Señor nos lo dice todo y tolera nuestros fallos. Esto es lo que hace un verdadero amigo. 
Mis queridos hermanos, ¿es su relación con Jesús una relación de amigos? Jesús es su amigo. Por eso le pueden contar lo que quieran a Jesús, incluso cuando cometen errores, y pueden creer que el Señor Todopoderoso ha resuelto todos sus problemas. Y como están agradecidos por esto, pueden acercarse más a Él y mantener su amistad hasta el final. 
Yo soy su amigo. Y ustedes son mis amigos. Creo que todos los santos son mis amigos, ya sean jóvenes o viejos. Los que se han convertido en una familia al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu son todos amigos. Jesús dijo que es mi amigo y yo creo en esto de todo corazón. También creo que el Señor es su amigo. Los amigos se entienden mutuamente. Los verdaderos amigos se desean lo mejor. 
¿Somos extraños para Jesucristo y Dios? No. Somos familia. Jesús dijo que Él es la viña de la vida y nosotros somos las ramas. Por tanto somos una familia. Aunque somos amigos de Jesús, somos como familia también; y aunque somos amigos cercanos sin barreras, respetamos y honramos al Señor. Como Jesús es nuestro amigo, parece que no hay distancia entre nosotros, pero sí que hay una distancia, ya que Él es Dios y nosotros Sus criaturas. Por tanto, aunque compartamos nuestros secretos mejor guardados con nuestro amigo Jesús, también tenemos que mostrar respeto porque es nuestro Creador y Salvador. Esta es la diferencia con las amistades del mundo. 
Es maravilloso tener un amigo así, y le doy gracias a Jesús por hacernos Sus amigos. Viviremos como amigos de Jesús para siempre y haremos lo que nos pida como amigo nuestro. También le pediremos ayuda a Jesús como amigo. En mi relación con Jesucristo, creo que es mi amigo. Ustedes también son amigos de Jesucristo. ¿Creen en esto? Y el Padre de Jesús es nuestro Padre. Entonces, vivamos en esta vida con esta fe.
¿Qué dijo Jesús en el pasaje de las Escrituras de hoy? Dijo: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé» (Juan 15, 16).
Recuerden esto. Jesús nos ha hecho amigos Suyos. Por tanto, escucha todas nuestras oraciones y las lleva ante Dios Padre, intercediendo por nosotros, para que recibamos lo que necesitamos. Jesús nos concede todas nuestras peticiones porque somos Sus amigos, y también nos ayuda. Por eso le damos gracias al Señor fiel. ¡Aleluya!