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Tema 23: Hebreos

[Capítulo 3-2] La justicia del Señor nos ha vestido de Su salvación bendita (Hebreos 3, 1-19)

La justicia del Señor nos ha vestido de Su salvación bendita(Hebreos 3, 1-19)
«Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:
“‘Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: ‘Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos.’ Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.’”
Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: ‘Hoy’; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice:
‘Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.’ ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad».
 
 

Nuestro Dios nos ha hablado sobre la superioridad de Jesucristo en varios tiempos y de varias maneras

 
Está escrito en Hebreos 2, 1-3: «Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron». Este pasaje nos dice que no debemos olvidar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que hemos escuchado y creído hasta la actualidad.
Hoy, mientras creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones y ahora estamos viviendo en un estado de bendición en cuerpo y espíritu. Jesucristo, en el que creemos, nos ha bendecido a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es el único Salvador que nos ha salvado de todos los pecados de este mundo. Por tanto, si nuestras mentes están puestas en la justicia de nuestro Señor, no podemos pensar en nada más que en Su voluntad. Al haber venido a este mundo encarnado en un hombre para salvarnos de todos los pecados del mundo, nuestro Señor nos ha dado vida nueva al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Como personas que han recibido una vida nueva, creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto no podemos olvidar la justicia de Jesucristo.
Por eso el autor de la Epístola de Hebreos dijo a los santos de su tiempo: “¿Cómo no vamos a creer en la Palabra de Dios que hemos escuchado hasta ahora y la vamos a dejar pasar?”. ¿Hay alguien entre ustedes que no crea en la Palabra del Evangelio y el Espíritu? Cuando pensamos en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado, podemos ver lo grande que es la gracia del Señor. No hay nada más poderoso que el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor y no puede haber otra vida más bella que la que se vive para servir este Evangelio. Tampoco hay ninguna inversión mejor que esta. Por eso ponemos toda nuestra confianza en el Evangelio del agua y el Espíritu y dedicamos todas nuestras vidas a servirlo.
Los Apóstoles, que predicaron la Palabra de Dios al principio de la Iglesia Primitiva creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu. Después, cuando las tribulaciones llegaron a los santos que vivían en Israel, fueron esparcidos por todo el mundo conocido y lo que mantuvo sus corazones rectos entre tanto sufrimiento fue su fe inamovible en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz. De esta manera, quien cree en el Evangelio del agua y el Espíritu puede superar cualquier dificultad con la que se encuentre.
Hoy en día hay muchas personas en todo el mundo que nos envían sus testimonios de salvación diciendo que han alcanzado su salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En cada uno de estos testimonios de salvación hay una clara confesión de fe para dar testimonio del Evangelio de la salvación y la obra de redención que el Señor ha hecho por nosotros. Así que, tanto los predicadores como los que escuchan el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden evitar dar gracias a Dios desde el fondo de sus corazones. Todos podemos ver y experimentar el poder de Dios, porque la salvación que nuestro Señor nos ha dado a través del Evangelio del agua y el Espíritu es valiosa y su poder es enorme.
Creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Creemos que el Señor nos dejó sin pecados al ser bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos nuestros pecados, derramar Su sangre en la Cruz hasta morir y levantarse de entre los muertos al tercer día después de ser enterado en una cueva-tumba. Al haber borrado todos nuestros pecados Jesucristo está sentado a la derecha del trono de Dios Padre y volverá para llevarnos con él. Esto ocurrirá al final de los tiempos, en la era del caballo amarillo (Apocalipsis 6, 8). Entonces todos los que creemos en esto debemos tener esta esperanza verdadera.
Sin embargo, el problema es que todavía hay muchas personas que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón aunque lo conozcan. Por supuesto que sería difícil entender completamente la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu de inmediato después de escucharla una vez. Pero si la gente sigue escuchando el Evangelio del agua y el Espíritu repetidamente, entenderá el poder de este Evangelio. Y cuando se den cuenta de que son pecadores ante Dios, sabrán que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad de la salvación. Por tanto, debemos trabajar constantemente para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo para que todos los seres humanos se den cuenta de lo bendito y lleno de gracia que está este Evangelio.
Todos estábamos destinados a ser destruidos por nuestros pecados a los ojos de Dios. Pero a pesar de esto nuestro Señor nos ha vestido de la gracia de la verdadera salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso ahora esta gracia de Dios sigue obrando en nuestros corazones y almas y por tanto el poder de Dios y Sus bendiciones están obrando en las vidas de todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no tuviésemos esta gracia del Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros corazones no podríamos haber escapado de todos los pecados ni decir que hemos sido librados de todos ellos. Como fuimos pecadores a los ojos de Dios, tuvimos que admitir que no podíamos evitar ser arrojados al infierno por nuestros pecados. Sin embargo, como ahora creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos entrar en el Reino de Dios; esto se debe a que hemos recibido la remisión de nuestros pecados a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Lo que quiero decir aquí es que no debemos discutir acerca de nuestros méritos o faltas ante Dios. Es importante entender que si no tenemos la gracia de nuestro Señor en nuestras vidas ni tan siquiera por un día, no tendremos fuerzas para vivir de manera que valga la pena ser hijos de Dios. Con tan solo creer en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor hemos recibido la remisión de los pecados. En otras palabras, a pesar de que era fundamentalmente inevitable que fuésemos condenados y arrojados al infierno por nuestros pecados, todavía podemos ser salvados gracias al Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

Gracias a este Evangelio verdadero, todos podemos hacer lo que el Señor quiere que hagamos

 
En esta era del Nuevo Testamento, sería bastante improbable vivir como verdaderos cristianos sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, precisamente porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos hacer lo que le complace al Señor. Lo adecuado es que todos los pecadores vivan su fe cuando hayan nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dicho de otra manera, es solamente cuestión de tiempo que todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu prediquemos y sirvamos a este Evangelio verdadero. Ahora que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, servir la obra del Señor en nuestras vidas es seguir Su voluntad.
Aunque estábamos destinados a ir al infierno por nuestros pecados, nuestro Señor nos ha salvado de todos los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Así que, al creer en la justicia de nuestro Señor y estarle agradecidos, podemos hacer esta obra para complacerle. Y la obra de nuestro Señor ahora se ha convertido en nuestro gozo y bendición. Podemos abandonar nuestra tozudez si le complace al Señor.
Hay una canción pop en Corea que dice: “Puedo hacer todo lo que te complace”. Todos tenemos la misma mente hacia el Señor. Como hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado libremente, no podemos evitar seguirle. No podemos evitar honrar al Señor y no podemos evitar hacer lo que le complace al Señor.
Al haber recibido la remisión de los pecados ahora estamos viviendo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la justicia del Señor y es puro gozo para nosotros vivir esta vida. Sin embargo el problema es que todavía hay personas en la Iglesia de Dios que no encuentran gozo en predicar el Evangelio. Sufro cuando veo a estas personas. ¿Cómo no se puede creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Cómo no podemos creer en Dios cuando nos ama tanto? Es natural para nosotros trabajar por el que nos ama incluso hasta la muerte.
¿Podrían negarse a hacer algo por los que les aman? ¿Podrían negarse a hacer cualquier cosa que una persona querida les pidiese? No, estoy seguro de que no es así. Todo el mundo se siente obligado a cumplir los deseos de las personas a las que aman. Este es el poder del amor. Por eso si estamos haciendo lo que complace al Señor ahora que hemos recibido la remisión de los pecados, esto nos demuestra que amamos al Señor.
 
 

Dios Padre nos dijo que pensásemos en Jesús, el Apóstol y el Sumo Sacerdote de nuestra confesión

 
Hebreos 3, 1 dice: «Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús». ¿Y ustedes? ¿Están pensando en Jesucristo que nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu? Si aprecian de verdad la justicia de Dios, cuanto más piensen en ella más agradecidos estarán al Señor por Su gracia y amor.
Como Jesús es el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos, ha borrado todos los pecados del mundo para siempre con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz. Juan el Bautista, que es el Sumo Sacerdote de la tierra, pasó todos los pecados de la raza humana a Jesús, el Cordero de Dios; y Jesús, al venir al mundo encarnado en un hombre como Sumo Sacerdote del Cielo, cargó con todos los pecados de Su pueblo al ser bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado para siempre. ¿Cómo no vamos a apreciar lo que Jesús ha hecho por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote? Como el Señor ha hecho esta gran obra de salvación para borrar todos nuestros pecados, ¿cómo no vamos a pensar en Su gracia?
Estoy tan contento porque la gracia del Señor siempre está en mi corazón. Aunque antes no conocía la justicia del Señor, ahora me he dado cuenta de ella a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y gracias a esto puedo entender completamente el amor del Señor y creer en él.
¿Qué hay de ustedes? ¿Pueden vivir sin recordar el amor profundo que Dios y Su Hijo nos han enseñado a través del Evangelio del agua y el Espíritu? Piensen acerca del sacrificio de Jesús que constituye la justicia de Dios. Piensen en cómo Jesús nos ha salvado de todos los pecados al venir a este mundo como nuestro Sumo Sacerdote del Cielo, cargando con todos nuestros pecados sobre Su propio cuerpo al ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos de nuevo. Por eso, ¿cómo no vamos a creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y no predicarla? ¿Cómo no vamos a dar gracias a Dios con nuestra fe por Su gracia? De hecho, como conocemos y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu no podemos evitar apreciar el amor de Jesús profundamente. Después de todo, cuando nuestro Señor vino a este mundo como Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos, eliminó todos los pecados de la raza humana para siempre. Así que, ¿cómo vamos a olvidar esta salvación del Señor en nuestras vidas? En vez de olvidarla, ahora podemos vivir en la gloria de Jesús en todas las cosas.
 
 
Solo cuando nos damos cuenta de nuestra maldad, la gracia de la salvación del Señor brilla aún más en todos nosotros
 
Mientras que Moisés trabajó como siervo en la Casa de Dios, Jesús trabajó como Maestro en la casa de Su Padre. Esta obra fue llevada a cabo por Jesús, el Hijo de Dios, para darnos la salvación al venir encarnado en un hombre para cumplir la voluntad de Su Padre, ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos al tercer día. Así es como Jesucristo cumplió la voluntad de Su Padre. La obra justa que Jesús hizo por mí es fundamentalmente diferente a lo que Moisés hizo como siervo en la Casa de Dios. Gracias a la obra de salvación, todos creemos en la justicia de Jesucristo recibimos la remisión de los pecados, y por tanto no podemos evitar predicar la gracia del Señor durante el resto de nuestras vidas.
Sabemos que nunca es fácil conocernos a nosotros mismos durante nuestras vidas. Pero todos debemos examinarnos objetivamente. Debemos mirar y ver que no tenemos nada bueno. Y eso no se puede entender si no vivimos por la Ley repetidamente y caemos en el pecado una y otra vez. Solo entonces podemos apreciar la justicia de Jesús quien vino como nuestro Sumo Sacerdote para salvar a personas como nosotros. 
Los problemas que aparecen en el camino de la vida son oportunidades para encontrar la justicia de Dios. Nuestros problemas humanos nos dan las mejores oportunidades para creer en la Verdad del Evangelio de la salvación a través de la que el Señor nos ha salvado de todos los pecados del mundo. Sabemos que Dios nos ofrece estas dificultades en nuestras vidas para darnos fe en Su justicia y hacer crecer esta fe aún más fuerte. Todos debemos conocer a nuestro Salvador a través de nuestros problemas y superarlos por fe.
Amamos al Señor. No podemos evitar amar al Señor que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu. Y por mucho que sirvamos a nuestro Señor, lo que hacemos por Él no puede compararse con la obra de la salvación que ha hecho por nosotros. Es un gozo maravilloso conocer y servir al Señor y queremos que todo el mundo se dé cuenta de qué bendición es servir al Señor y esta es la razón por la que precisamente estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu sin descanso.
Esta obra justa que estamos haciendo ahora para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu es maravillosa. No hay palabras para expresar lo agradecidos que estamos de poder vivir así por el que nos ama tan abundantemente. El Evangelio del agua y el Espíritu es tan maravilloso que nunca deja de sorprendernos, y todos los que están sirviendo este bello Evangelio son personas maravillosas. Aunque no parezcamos personas tan maravillosas, si nos miramos por fuera, cuando lo miramos desde la perspectiva de nuestro Señor, vemos que estamos viviendo la vida más preciosa y feliz, porque tenemos la meta de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Estamos tan felices de vivir esta vida dedicada a nuestro Señor amado. Y estamos tan agradecidos porque nuestro Señor nos ha bendecido para llevar a cabo Su obra, para vivir con gozo y para vivir una vida que merezca la pena. Las palabras no pueden describir lo agradecidos que estamos porque el Señor nos ha permitido vivir esta vida bendita.
Mis queridos hermanos, Jesucristo ha borrado todos nuestros pecados al venir a este mundo desde el Reino de los Cielos como nuestro Sumo Sacerdote, ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos; y así nos ha salvado de todos nuestros pecados y nos ha librado de la maldición eterna del infierno. Así que no podemos olvidarnos de Jesucristo nunca. Entonces, ¿cómo no vamos a creer en la gracia del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado y dejar que nos pase? No podemos dejar que esto pase.
Pero, ¿todavía creen que como han sido salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu este es el final de la historia y no tienen que vivir con fe? Si piensan así se separarán de Jesucristo pronto. Han sido salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero si no expresan el gozo que hay en sus corazones a los demás, acabarán viviendo una vida extraña. Este mundo piensa que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son extraños, pero a los ojos de Dios, serían aún más extraño vivir mientras fingen creer en este Evangelio.
Para librarnos de todos los pecados del mundo y del infierno, el Señor vino a este mundo encarnado en un hombre; cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y nos ha salvado de toda la condena al ser crucificado hasta morir y levantarse de entre los muertos. Aunque Jesucristo está ahora sentado a la derecha del trono de Dios Padre, vendrá de nuevo algún día para llevarnos con Él. ¿Entonces quién es extraño entonces? Dado el hecho de que Jesús vino al mundo como nuestro Salvador para salvarnos a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ¿acaso los extraños no son los que no reconocen esta Verdad? La gente de este mundo no es la que debe mirarnos de manera extraña por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que somos nosotros los que debemos mirarles de manera extraña.
En particular, quien no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón mientras vive en la Iglesia de Dios es particularmente extraño. Estas personas no se conocen a sí mismas y tampoco saben que son débiles y malvadas a los ojos de Dios. El Nuevo Testamento incluye una lista de doce pecados que proceden del corazón humano, como está escrito en Marcos 7, 21-22: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez». Romanos 6, 23 «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». Y este don que Jesús nos ha dado es el hecho bendito de que ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha dado la salvación y la vida eterna.
Cuando pensamos en nuestra condición pasada antes de creer en la justicia de Jesucristo, sabemos que estábamos destinados al infierno inevitablemente. Todos éramos pecadores que iban a ser condenados por Dios por sus pecados. Sin embargo, cuando los humanos habían caído en el pecado de esta manera, el Señor vino a este mundo para salvarnos de todos los pecados del mundo, y nos libro a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Si no creen todavía en el Evangelio del agua y el Espíritu a pesar de todo esto, solo puede significar que son personas desesperadas que no conocen su maldad. Estas personas no se dan cuenta de que son pecadoras destinadas a ir al infierno y seguirán viviendo como pecadoras que serán arrojadas al infierno.
Como todo el mundo nació siendo descendiente de Adán, todo el mundo nace siendo pecador. ¿Acaso no estábamos destinados a ir al infierno? Todos fuimos pecadores destinados a ir al infierno sin excepción. Sin embargo, a pesar de esto, Jesucristo vino a buscarnos y nos salvó de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. A pesar del tipo de personas que éramos, todos pudimos ser salvados al escuchar este Evangelio del agua y el Espíritu y creen en él de todo corazón. De esta manera, la salvación no conoce discriminación y por tanto todo el mundo puede ser salvado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Todos nosotros hemos sido salvados igualmente al creer en el mismo Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Ha sido salvado alguien a pesar de ser solo un poco pecador? ¿Ha alcanzado algún hermano la salvación a pesar de haber sido un pecador horrible destinado al infierno? No, no hay nada que nos separe del resto; todos nosotros fuimos pecadores horribles y todos estábamos destinados a ir al infierno igualmente. Aunque hayamos pecado de manera distinta, esto no cambia el hecho de que todos éramos pecadores. Clasificarnos en diferentes tipos de pecadores no vale para nada. Si cometen fraude, entonces son defraudadores por muy grande o pequeño que sea el fraude. En realidad, todos somos defraudadores, ladrones y adúlteros destinados a ir al infierno por nuestros pecados. ¿No es esto cierto? Por supuesto que sí. El problema, por supuesto, es que la gente tarda mucho tiempo en darse cuenta de esto; y a mí también me costó mucho tiempo darme cuenta de que era un pecador malvado.
Todos los pecadores deben darse cuenta de que la salvación solo puede alcanzarse si se cree en la justicia de Cristo. Todos debemos darnos cuenta de que no hay nada que nos diferencie del resto en cuanto a nuestra salvación, y que todos hemos sido salvados igualmente al creer en el mismo Evangelio del agua y el Espíritu.
Incluso los monjes budistas conocen la crucifixión de Jesús. También saben que Jesús ha mostrado un amor increíble a la raza humana. Sin embargo, no conocen la justicia de Dios que Jesucristo ha cumplido a través del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Y qué hay de los cristianos de estos tiempos? ¿Acaso conocen los cristianos de hoy en día el Evangelio del agua y el Espíritu? No, no lo conocen. Hay demasiados cristianos que ni siquiera conocen la justicia de Jesús que vino a este mundo por el Evangelio del agua y el Espíritu. Hay muchos cristianos que dicen vivir una vida de fe sin entender la Verdad de la salvación, de que Jesús cargó con todos los pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y nos salvó al ser crucificado hasta morir. Yo tampoco sabía que era una pila de pecados durante los diez años que creí en Jesús como mi Salvador. Pero ahora sé muy bien que era un pecador desesperado, y he aceptado el Evangelio del agua y el Espíritu y he creído en este verdadero Evangelio. De esta manera, los que han recibido de verdad la remisión de los pecados han sido salvados al admitir sus pecados y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la justicia de Dios.
Hay multitud de personas que siguen sin ser salvadas aunque intentan tener méritos propios. Por tanto, el cristianismo tiene la responsabilidad vital de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos empatizar con los que no creen en la justicia de Dios y enseñarles el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso en este momento, hay muchas personas en este mundo que quieren creer en el cristianismo. Dada su alta demanda, si el cristianismo entendiese y predicase el Evangelio del agua y el Espíritu, muchas personas recibirían sin duda la remisión de los pecados.
 
 
A veces nuestros corazones se endurecen con nuestra codicia
 
Si nuestros corazones se endurecen alguna vez es por culpa de nuestras debilidades y no porque la gracia de nuestro Señor que ha eliminado todos nuestros pecados sea insuficiente. Si alguno de nosotros no ha recibido la perfecta salvación del Señor todavía, se debe a que no cree en la justicia de Dios. Y si siguen su propia codicia, solo endurecerá sus corazones.
El que nuestros corazones se endurezcan no significa que el Señor no cargase con todos ellos. De lo contrario, el Señor ha eliminado completamente todos nuestros pecados con Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz, desde los pecados del pasado hasta los presentes e incluso los futuros. Por tanto, si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, podrán ser liberados de todos sus pecados y disfrutar de la paz de Dios. Pueden descansar en la justicia de Dios.
Todos nosotros debemos meditar profundamente acerca de la justicia de Jesús y creer en ella de todo corazón. Jesús no es solamente nuestro Creador, sino también el Salvador que vino a este mundo encarnado en un hombre para salvarnos. Al ser bautizado por Juan el Bautista a los 30 años, cargó con todos nuestros pecados y los eliminó completamente, y al ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir tres años más tarde, fue condenado por todos nuestros pecados en nuestro lugar.
¿Quién nos ha dado la remisión de los pecados por nuestro bien? Solamente Jesucristo nos ha dado la remisión de los pecados. Esto es lo que Jesucristo ha hecho por todos nosotros, y por eso debemos creer en Él. Solamente al creer en la justicia de Jesucristo podemos darle gracias sinceramente por la obra de salvación que ha hecho por nosotros para eliminar todos nuestros pecados. Todos debemos estar agradecidos profundamente por la justicia de Dios Padre y Su Hijo Jesucristo. Nuestros corazones deben estar llenos de fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Como creímos en la justicia de Dios, Dios Padre pidió que Su Hijo pagase el precio del pecado en vez de nosotros. Como creímos en la justicia de Jesús hemos sido salvados y hasta hoy en día hemos seguido la voluntad del Señor por fe. El Señor nos ama y este amor contiene Su voluntad profunda de llevar la salvación a todos los seres humanos. Por eso estamos trabajando duro por el Señor, porque creemos en Él y le amamos. No tenemos otra meta en el mundo que predicar el amor del Señor por todo el mundo. Gracias al amor del Señor he podido servir Su justicia con toda mi devoción hasta este día. Solo después de encontrar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de Dios todos mis pecados fueron eliminados de mi corazón. Solo entonces entendí la Verdad de la salvación y me di cuenta exactamente de la Verdad de salvación y de cómo me ha salvado el Señor exactamente.
Está escrito en Mateo 3, 15-17: «Pero Jesús le respondió: ‘Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.’ Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: ‘Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia’». Cuando leo este pasaje, la Verdad de salvación se me hace clara y me doy cuenta de lo siguiente: “¡Exacto! El Señor cargó con todos mis pecados al ser bautizado por Juan el Bautista de esta manera. Entonces fue crucificado por mis pecados y se levantó de entre los muertos después de ser enterrado en una cueva tumba. Me ha salvado perfectamente de esta manera. El Señor tomó todos los pecados de la raza humana a través de Su bautismo. Todos y cada uno de los pecados de la raza humana se han acabado y ya no tengo pecados. El Señor no solo me ha salvado de mis pecados, sino que ha salvado a toda la raza humana”. Una vez comprendí esta Verdad de salvación por fe, estaba tan clara que no podía dejar de dar gracias a Dios por ella.
Cuando encontré al Señor de esta manera finalmente, mi corazón se sintió llamado a cumplir una misión religiosa. Tenía una nueva responsabilidad de dar a conocer el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Predicar el Evangelio por todo el mundo no es solo mi deber, sino también un deber crucial compartido por todos los santos que viven en este mundo. Una vez creí en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibí La remisión de los pecados en mi corazón, me di cuenta de que multitud de personas siguen sin conocer este Evangelio del agua y el Espíritu. Desde los teólogos a los reformadores religiosos, no había nadie que conociese el Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso vi lo importante que era para mí predicar el verdadero Evangelio por todo el mundo. Entonces empecé a orar a Dios, preguntándole: “Señor Dios, por favor, ayúdame a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo”.
Quise predicar la Palabra de Dios tanto que solo podía pensar en ella incluso cuando estaba en la cama. De hecho, estaba lleno de un deseo de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Mi mente no solo estaba llena del Evangelio del agua y el Espíritu, sino también de toda la Palabra de Dios que había leído. Estaba tan dispuesto a predicar esta Palabra del Evangelio de Dios que empecé a predicarla a todo el mundo con el que me encontraba. Así es como empecé a servir al Evangelio del agua y el Espíritu, y hasta este día, he trabajado duro con ustedes.
Gracias a que el Espíritu Santo nos guía hemos podido trabajar tan duro para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Es el Espíritu Santo quien nos ha movido para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso hemos estado sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu hasta este día con todo nuestro corazón mientras el Espíritu Santo nos guía, y por eso este verdadero Evangelio está siendo predicado por todo el mundo.
Estamos predicando la Palabra de Dios a través de nuestro ministerio literario y hemos dedicado todos nuestros cuerpos y corazones a esta causa justa. El amor del Señor nos ha convertido en trabajadores leales de Dios. Y como amamos al Señor hemos podido llevar a cabo nuestro ministerio literario por Él. Este ministerio literario empezó porque sabíamos que complacería a Dios. El momento en el que creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibimos la remisión de nuestros pecados, se nos dio el deber de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo a través de nuestro ministerio literario. Así es como estamos trabajando duro incluso ahora para predicar este bello Evangelio.
Mis queridos hermanos, la Iglesia de Dios en la que vivimos es el Reino de Dios increíblemente bello. Todos los que viven en la Iglesia de Dios están viviendo en el espacio espiritual más bello. La Iglesia de Dios es maravillosa.
Miren los testimonios de salvación que nos han enviado por todo el mundo. Normalmente solemos recibir por lo menos 10 testimonios de salvación al día. Esto significa que de 10 a 20 personas son salvadas todos los días. El hecho de que de 10 a 20 personas de todo el mundo estén recibiendo la remisión de los pecados todos los días es impresionante. Aún más, seguramente hay más personas que están recibiendo la remisión de los pecados de las que creemos porque no todos los lectores que han recibido la remisión de los pecados nos han enviado su testimonio de salvación.
Si hay otras personas en este mundo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predican como nosotros, estaré más que contento de darles un aplauso. Sin embargo, nadie más en este mundo entero está predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero estoy seguro de que muchos otros trabajadores se levantarán en cada país y en cada grupo étnico para predicar este verdadero Evangelio con nosotros.
Somos los únicos predicadores del Evangelio del agua y el Espíritu en este mundo entero y somos la gente más bendita. Estamos tan contentos de haber creído en el Evangelio del agua y el Espíritu y haberlo predicado. ¿Dónde en este mundo podemos vivir una vida tan justa y feliz? Le doy gracias a nuestro Dios por hacernos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.