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Κηρύγματα

Tema 3: El Evangelio del agua y del Espiritu

[3-15] La fe que vence este mundo (Juan 15:1-9)

La fe que vence este mundo(Juan 15:1-9)
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.”
 
 

¿Qué tipo de fe vence al mundo?

 
Nuestro Señor dijo a Sus discípulos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). También nos pidió que viviésemos por fe, diciendo: “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mateo 10:16). 
 
 
Espías sin fe
 
Cuando leemos el Libro de Números en el Antiguo Testamento, vemos que el pueblo de Israel estaba a punto de cruzar el río Jordán para entrar en la tierra de Canaán después de escapar de Egipto. Antes de que el pueblo de Israel entrase en la tierra de Canaán, Moisés envió espías. Se selecciono a un hombre de cada tribu, haciendo un total de 12 espías. Entonces Moisés les dijo a estos hombres: “Haced un mapa de la tierra de Canaán e informadme de todo lo que veáis”. Los doce hombres se fueron a la tierra de Canaán a espiar, hicieron un mapa y se llevaron un racimo de uvas con ellos, tan grande que tuvieron que llevarlo entre dos hombres. Entonces le dijeron a Moisés lo siguiente: “La tierra de Canaán es un lugar maravilloso y muy fértil. Las uvas son tan grandes que necesitamos dos hombres para llevar un racimo como esto, así que puedes imaginar lo fértil que es la tierra. Pero, aunque la tierra sea muy fértil, las tribus son demasiado grandes y muy fuertes para nosotros. También hay Nefilim (gigantes), descendientes de Anak. Aunque la tierra de Canaán es un lugar maravilloso para vivir, parecemos saltamontes comparados con sus habitantes. Así que, si entramos en esa tierra, nos matarán a todos. Por tanto, sería mejor que recogiésemos las cosas y volviésemos a Egipto. Si entramos en la tierra de Canaán, seremos completamente destruidos. Diez de los espías dieron este testimonio. A pesar de completar su misión con éxito, dieron un informe negativo porque no tenían fe. 
Al escuchar este informe, el pueblo de Israel se lamentó y culpó a Moisés y al Señor Dios diciendo: “¿Acaso no había sitio donde enterrarnos en Egipto que Dios nos trajo hasta aquí para matarnos en esta tierra de Canaán? ¿Por qué nos está ordenando Dios que vayamos a una tierra de gigantes para conquistarla? Esto debe ser que Dios nos quiere matar a todos”. No solo culparon a Moisés y a Dios, sino que incluso intentaron matar a su líder. 
Con esta situación deteriorada, dos de los jóvenes espías, Caleb y Josué, se levantaron y dijeron: “¡No! Dios no nos quiere matar. ¿Acaso no ha estado con nosotros todo este tiempo? Cuando pasamos por peligros, Dios nos protegió y nos cuidó, e incluso dividió el Mar Rojo para que lo cruzásemos. Golpeó al Faraón con diez plagas y nos libró de sus manos, del poder de la oscuridad. Este Dios prometió darnos la tierra de Canaán. Dios no nos pidió que entrásemos en la tierra de Canaán solo para matarnos. En realidad, nos dijo que entrásemos y tomásemos la tierra. Por muy fuertes que sean los habitantes de esta tierra, si Dios está con nosotros, los venceremos a todos. Debemos invadir la tierra con confianza. Son nuestro pan”. 
El pueblo de Israel se calmó al escuchar la fe de estos dos jóvenes. Habían hablado palabras de fe, invocando a los israelitas a confiar en el Señor Dios, a conquistar la tierra de Canaán y tomarla y conquistarla. A causa de esto, Dios solo permitió a Josué y Caleb que entrasen en la tierra de Canaán entre todo el pueblo de Israel en ese momento. Todos los demás que culparon a Dios, incluyendo los otros diez espías, murieron en el desierto del Sinaí. Todos murieron por culpar a Dios y no creer en Él. 
Como podemos recordar, Dios destruyó a las siete tribus de la tierra de Canaán y permitió que el pueblo de Israel tomase la tierra. Por muy fuertes que fueran los Nefilim, no pudieron vencer al pueblo de Israel que creyó en Dios. Así que fueron expulsados de la tierra de Canaán. Como el pueblo de Israel creyó que Dios estaba con ellos, conquistó la tierra por fe. 
Es cierto que este mundo es muy intimidante y amenazador. A veces parece como si todo el mundo fuera como los gigantes Nefilim. Sin embargo, como Jesucristo se ha convertido en el sacrificio de nuestros pecados, los santos que creen en el Señor han ganado la batalla contra este mundo. Dios nos ha dado una fe victoriosa y bendecida a todos. 
Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de cruzar el río Jordán, desde ese momento Dios utilizó a Josué como su líder. Dios levantó a Josué y le dijo: “Moisés está muerto, pero sé fuerte y ten valor, porque estaré contigo. Soy tu Dios, estaré contigo todos los días de tu vida, te protegeré y guardaré, y trabajaré contigo. Sé fuerte y ten valor”. Como prometió, Dios caminó con Josué, el nuevo líder de los israelitas. Así, confiando en Dios, Josué ordenó a los sacerdotes que llevaran encima el Arca de la Alianza y cruzaran el río Jordán, y cuando los sacerdotes lo hicieron, el río Jordán dejó de fluir. Ocurrió tal y como Dios se lo dijo a Josué. En otra ocasión, cuando los israelitas estaban asediando la ciudad de Jericó, Dios le dijo a Josué que hiciera que los sacerdotes marchasen alrededor de la ciudad una vez al día durante seis días, tocando las trompetas hechas de cuernos de carneros, y entonces marchasen alrededor de la ciudad siete veces el séptimo día. El Señor Dios le dijo a Josué: “Entonces los sacerdotes tocarán las trompetas, y cuando escuchen el sonido de las trompetas, toda la gente gritará muy alto. Entonces las murallas de la ciudad se vendrán abajo. Y la gente irá a conquistar la ciudad”. 
Cuando Josué obedeció esto, la ciudad de Jericó se vino abajo, aunque tuviese dos murallas para protegerla. Jericó fue conquistada por los israelitas. Dios había estado con Josué y el pueblo de Israel. De esta manera, siempre y cuando el pueblo de Israel estuviese con Josué nunca sería derrotado, sino que ganaría una y otra vez. Todas estas cosas se cumplieron exactamente como Dios se lo prometió a Josué. 
De la misma manera, tenemos a Jesucristo a nuestro lado y es nuestra justicia. El nombre de Jesús tiene el mismo significado que el nombre de Josué. El nombre Jesús significa Salvador. Josué también significa Salvador. Como Jesús se convirtió en nuestra salvación, cargó con todos nuestros pecados de una vez por todas a través de Su bautismo y murió en la Cruz. Jesús se ha convertido en el Señor de la salvación para todos nosotros. Se ha convertido en el Dios de todos los que creen en la justicia de este Señor Salvador y los ha salvado de todos sus pecados. El Señor se ha convertido en el Pastor de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al haber recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que ha venido del Señor, ahora estamos viviendo como los justos. Pero, mientras llevamos a cabo nuestras vidas de fe en este mundo duro, a veces nos preocupamos de lo que vamos a hacer y cómo vamos a vencer a la gente del mundo. Sin embargo, siempre que tengamos fe en el bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz, podemos vencer al mundo, conquistarlo y recibir todas las bendiciones de Dios en nuestras vidas. Les pido que crean en esto. 
 
 
El Señor nos dijo: “Ya estáis limpios por la Palabra que os he dado. Vivid en Mí”. 
 
Creemos que el Señor se ha convertido en nuestra salvación. Y sabemos que nuestro Señor nos ha dado la fe que puede vencer este mundo a los que creemos que el Señor ha eliminado todos nuestros pecados para siempre. Creemos que nuestro Señor se ha convertido en nuestro Salvador; que se ha convertido en nuestra salvación verdadera para eliminar nuestros pecados; y que, para esto, tomó todos nuestros pecados y pagó la condena de todos ellos. En otras palabras, creemos de verdad que Jesús cargó con todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, murió en la Cruz en nuestro lugar, y se levantó de entre los muertos de nuevo. A todas estas personas que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios Padre les ha dado esta fe para vencer al mundo. 
¿Y ustedes? ¿Creen que Jesucristo es su verdadero Salvador y su Dios? ¿Creen que Jesús se ha convertido en su Salvador y Señor? Es absolutamente imperativo que tengan fe en Jesucristo y el Evangelio del agua y el Espíritu. La pregunta más importante es si creen que Jesús se convirtió en su salvación para eliminar nuestros pecados, que se convirtió en el Cordero del sacrificio para cargar con sus pecados y morir en nuestro lugar, y que así se ha convertido en el Señor de la salvación. Si tienen esta fe, pueden vencer al mundo sin falta. Si tienen esta fe, entonces su yo antiguo ha muerto con Jesucristo, que es su sacrificio de salvación, y han resucitado con Él. Cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, todos nuestros pecados fueron pasados a Su cuerpo, y fue crucificado hasta morir cargando con nuestros pecados. En aquel momento, nuestro yo antiguo murió y resucitó. 
Por tanto, como nuestro yo antiguo ya había muerto, nuestras vidas ahora se viven siguiendo a Jesucristo, el Dios vivo. Hacemos lo que Cristo nos dice que hagamos. Vamos donde nos dice que vayamos, marchamos donde nos dice que marchemos y paramos donde nos dice que paremos. Todo lo que tenemos que hacer es dejarnos guiar por la Palabra de Dios y seguir a Jesucristo, nuestro Líder y Pastor, y Su justicia por fe. Todo estará bien siempre que creamos en la justicia de Dios y la sigamos por fe según lo que Jesucristo, nuestro comandante, nos diga. Somos más que capaces de seguir viviendo incluso en este mundo duro si tenemos fe en la Palabra de Dios como está escrito en las Escrituras, y en la Verdad que escuchamos a través de la Iglesia de Dios. Podemos vencer a Satanás fácilmente y a este mundo si luchamos por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Su corazón y el mío ya han sido lavados porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu del que habló nuestro Señor y que Él cumplió. Hemos vencido al mundo al creer en la salvación que nuestro Señor cumplió a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz. 
Jesús se ha convertido en nuestro Pastor y nuestra salvación. Con el Evangelio del agua y el Espíritu nuestro Señor ha lavado nuestros pecados para siempre. Nuestro Señor ha eliminado todos nuestros pecados con el agua y la sangre. Al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, eliminó todos nuestros pecados para siempre. Entonces murió en la Cruz para ser condenado por nuestros pecados, se levantó de entre los muertos al tercer día y así se ha convertido en el Salvador de Sus creyentes. Nuestro Señor se ha convertido en nuestro Pastor, nos prometió que estará con nosotros hasta el fin del mundo, y según esta Palabra prometida ahora vive en nuestros corazones como el Espíritu Santo. Las cosas falsas de este mundo no deben darnos miedo. Aunque parezcan intimidantes, siempre que tengamos fe en la justicia del Señor, no son nada. 
 
 

Podemos vencer al mundo cuando vivimos en la justicia del Señor 

 
Jesús dijo en el pasaje de las Escrituras: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4). Si vivimos en la justicia del Señor y en la Iglesia de Dios por fe, siempre podemos vencer al mundo. Así que es muy importante que nos examinemos a nosotros mismo correctamente para ver si estamos viviendo en el Señor. El Señor dijo aquí, en Juan 15, que, si vivimos en Él, podremos dar frutos abundantes. 
¿Qué significa entonces vivir en el Señor? Vivimos en el Señor cuando vivimos por fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, que constituye la justicia de Dios. En otras palabras, cuando creen en la Palabra escrita del Evangelio del agua y el Espíritu y están unidos a la Iglesia de Dios, pueden vivir en el Señor. Siempre que tengan fe en la justicia del Señor, están viviendo en el Señor. El Señor dijo que es la viña y nosotros somos las ramas. Si creemos en Su Palabra, entonces estamos en el Señor y Él está en nosotros. Y el Señor dijo que entonces daríamos frutos abundantes. No es porque tengamos alguna habilidad que damos fruto espiritual. Pero, como nuestro Señor nos da fuerzas, y como creemos en Su justicia, podemos dar el fruto de la justicia. El Señor es quien nos da sabiduría, inteligencia, poder y todas las bendiciones; es el Señor quien nos da fuerzas para luchar y vencer a nuestros enemigos; y es el Señor quien lo vence todo por nosotros. En otras palabras, nuestro Señor nos da fuerzas para que podamos superar cualquier dificultad. Como el Señor nos da todas estas cosas, podemos vencer al mundo por la fuerza que nos ha dado Dios. Como el Señor nos da fuerzas y poder, podemos superar al mundo y reinar sobre él poniendo nuestra fe en la justicia de nuestro Señor. 
Cuando pasamos dificultades en el mundo por primera vez, nos sentimos perdidos. En realidad, hay muchas cosas y muchos lugares que no hemos experimentado ni visto. Así que, cuando nos encontramos con nuevos retos, nos sentimos perdidos y desesperados. Pero no debemos temer nada, porque creemos en el Señor Todopoderoso. Cuando nos enfrentemos a nuevos retos y pruebas, y cuando los recibamos por fe, el Señor nos dejará superarlos todos. 
Como creemos en la justicia de Jesús, quien se convirtió en nuestra expiación, vivimos en el Señor; y como nuestro Señor vive dentro de nosotros como el Espíritu Santo y camina con nosotros, podemos superar al mundo. Cuando pasamos por dificultades, parece que estamos solos, pero en realidad nuestro Señor está con nosotros en todo momento. Por eso podemos superar al mundo y conquistarlo. Mientras vivamos en el Señor y la Iglesia de Dios, todos podemos vencer al mundo. 
Cuando el pueblo de Dios entró en la tierra de Canaán venció a las siete tribus de Canaán y conquistó la tierra entera. Por tanto, quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu puede superar todas las pruebas. Si los nacidos de nuevo quieren controlar cualquier área de este mundo por la justicia de Dios, así se cumplirá. Por tanto, todos debemos tener fe en la Palabra del Señor para vivir en Él, en vez de confiar en nuestros esfuerzos. 
Tengan fe en el Señor y vencerán al mundo. El Señor nos ha salvado y nos ha dado la fe para vencer al mundo. De ahora en adelante, todos debemos vivir en la Iglesia de Dios, escuchar Su Palabra y vivir en esta Palabra confiando en ella. Creer en la Palabra del Señor es vivir en el Señor. Esto es vivir en Jesucristo. Al creer en la Palabra de que vivimos en Dios vivimos nuestras vidas. Solo hay una manera de poder superar al mundo y es al creer en la Palabra del Señor que se ha convertido en nuestra expiación. La fe consiste en el Señor y Su Palabra. Al creer en todas las Palabras del Señor podemos vivir nuestra fe en este mundo. La creencia que nos da fuerzas para vencer este mundo es que el Señor está siempre con nosotros y camina con nosotros y nos ayuda. Por esta fe podemos vivir en este mundo duro victoriosos. La Iglesia de Dios proporciona fe y alimento espiritual a todos los siervos de Dios y Su pueblo. 
Dios da fuerzas a la Iglesia. A través de Su Iglesia Dios nos habla a Sus siervos y pueblo, y hace posible que todos vivamos en el Señor. A través de la Palabra del agua y el Espíritu, de la que el Señor nos ha hablado, ha limpiado nuestros pecados y nos ha permitido vencer al mundo. Nuestro Señor también nos ha bendecido para dar fruto espiritual abundante en este mundo. Por tanto, todos nuestros santos deben vivir en Dios como Su propio pueblo. Y todos debemos tener fe en el Señor, vivir por fe y vivir en la Iglesia de Dios. Vivir en la Iglesia de Dios es igual que vivir en Dios. Cuando vivimos en la Iglesia de Dios podemos escuchar Su Palabra y así es como podemos vivir en Dios por fe. 
Ya hemos vencido al mundo. Nuestras antiguas naturalezas han muerto. Ahora somos nuevas criaturas. Estamos conquistando este mundo por nuestra fe en la Palabra de Dios, gracias a la fuerza, fe y Palabra que el Señor nos ha dado. Por esta fe en la Palabra escrita de Dios podemos conquistar el mundo. Esto es todo lo que nos queda por hacer. En otras palabras, la única tarea que nos queda por hacer es conquistar a la gente del mundo con la Verdad, predicando este Evangelio de la verdad y gobernando sobre ellos. Si los nacidos de nuevo practicamos nuestra fe y confiamos en la Palabra de Dios que hemos escuchado en Su Iglesia, nunca caeremos en este mundo. Por el contrario, gobernaremos en este mundo para siempre. 
 
 

Ahora que se han convertido en personas justas, confíen en la Palabra de Dios

 
Han escuchado la Palabra justa de Dios en Su Iglesia. Ahora crean en esta Palabra de Dios. Cuando confían en la Palabra del Señor y se aferran a ella pueden vivir en el Señor. A través de Su sacrificio, Jesús ha eliminado todos nuestros pecados y hemos sido redimidos de todos estos pecados por fe. De ahora en adelante, todos debemos vivir confiando en toda la Palabra del Señor. Cuando creemos en la Palabra del Señor podemos vivir en el Señor y en este mundo victoriosos por fe. Así que les pido que crean en la Palabra del Señor y vivan por fe. Les pido que vivan en el Señor. Vivir por fe es la única manera de vivir en el Señor y cuando viven por fe pueden prosperar. Por fe pueden vencer a todos sus enemigos. Y también por fe pueden ser bendecidos. No se recibe ninguna bendición por sus propios esfuerzos o habilidades. Las bendiciones de Dios son tan abundantes e infinitas que no pueden ni imaginarlas, y estas bendiciones se reciben de Dios mismo solo al creer en Su Palabra justa; no tienen nada que ver con sus esfuerzos. 
Por tanto, es absolutamente importante que todos practiquemos nuestra fe en la justicia de Dios. Debemos vivir por fe creyendo en la justicia de Dios. Y debemos luchar nuestra batalla espiritual por esta misma fe, confiando en la Palabra del Señor. Cuando escuchan la Palabra de Dios y creen sinceramente en esta Palabra, esta fe es su camino a la felicidad, seguridad y todas las bendiciones. Cuando creen en la Palabra de Dios Sus bendiciones van hacia ustedes. No se ha acabado todo para ustedes cuando reciben la remisión de los pecados. En realidad, hay muchas más bendiciones esperándoles, y estas bendiciones están dirigidas a ustedes para que puedan vivir una vida bendita solo si creen en la Palabra de Dios. Por nuestra fe en Su Palabra Dios nos bendice, nos guía nos protege y obra en nuestras vidas. 
El Señor nos ha hecho el pueblo de Dios. Y Dios nos está preguntando: “Han sido salvados, pero ¿están intentando vivir confiando en Mi justicia?”. Dios nos bendice por nuestra fe, dependiendo de si vivimos confiando en nuestras fuerzas o confiando en Dios. Por tanto, debemos practicar nuestra fe en la Palabra del Señor, aunque esta fe sea tan pequeña como una semilla de mostaza. En otras palabras, todos nosotros debemos tener fe en la Palabra de Dios y confesar lo siguiente: “Creo en Ti, Señor. Aunque no pueda verte con mis ojos, creo en la Palabra de Dios que me estás hablando a través de la Iglesia de Dios. Eres mi Salvador y mi Dios, porque creo en Ti. Creo que cumplirás todo exactamente como me lo prometiste. Sé que me bendecirás. Y sé que siempre estarás conmigo”. Es absolutamente indispensable que tengan esta fe para creer en la Palabra escrita de Dios tal y como es. Esta fe en toda la Palabra de Dios que han escuchado en la Iglesia de Dios es lo que les da todas las bendiciones. Todos debemos tener fe en la Palabra de Dios. Por esta fe en la justicia de Dios podemos vivir en este mundo. Esto se debe a que esta fe de Dios nos hace vivir por fe. Y por eso debemos creer en la Palabra de Dios escrita. Solo conocer la Palabra de Dios no es suficiente; no solo debemos entenderla, sino también creer en ella. Cuando confiamos en Dios, podemos vivir una vida espiritual. 
Al principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra e hizo el Jardín del Edén, le dijo a Adán: “No comas del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día que comas de él, morirás”. Este era el único árbol que Dios le había prohibido a Adán; Adán podía comer de cualquier otro árbol. Si Adán hubiese tenido fe en Dios, no habría comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Pero Adán no tenía fe en la Palabra de Dios, así que comió del árbol prohibido cuando fue tentado y sufrió enormemente. Si creen en la Palabra de Dios, al contrario que Adán, serán bendecidos por Él. 
Todos podemos ser salvados de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, después de esto, el que seamos bendecidos o malditos depende de si creemos en esta Palabra o no. Si creemos en la Palabra de Dios seremos bendecidos, pero si no creemos, seremos malditos. Me entristece mucho ver cómo algunas se van de la Iglesia de Dios, incluso después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas personas no creen en la Palabra de Dios No creen en la Palabra, aunque se la hayan predicado. Y como no creen en la Palabra de Dios, estarán bajo la maldición de Dios. 
Los que creen en la justicia de Dios y Su Palabra de Dios, por otra parte, viven en las bendiciones de Dios, aunque sean débiles en su carne, o después de muchas dificultades, porque creen en la Palabra de Dios como la predicó la Iglesia. Aunque todo lo que hayan hecho sea creer en la Palabra de Dios de corazón, se encuentran en un lugar bendito para experimentar las bendiciones de Dios. Estos resultados benditos dependen completamente de si creen en la Palabra de Dios o no. En otras palabras, ser bendecidos por Dios no dependen de si son sabios o no, o de si sus acciones son rectas o no. La salvación de la remisión de los pecados se recibe por fe en la justicia de Dios, pero las bendiciones de Dios se reciben al creer en toda la Palabra de Dios. Por eso es imperativo que todos creamos en la Palabra de Dios. Es absolutamente indispensable que escuchemos la Palabra de la Verdad que Dios nos da a través de Su Iglesia. Y cuando escuchan esta Palabra, cuánto conocimiento tengan no es importante, lo esencial es cuánto creen en la Palabra que escuchan. Lo que es verdaderamente importante cuando escuchan un sermón es cuánto creen en la Palabra de Dios que se predica en ese sermón. Escuchar un sermón solo como un ejercicio intelectual no sirve de nada. 
Por eso Dios obra en sus vidas. ¿Por qué hace esto Dios? Lo hace para romper sus egos. Dicho de otra manera, Dios rompe su voluntad y terquedad basadas en su fuerza carnal para que puedan creer en la justicia de Dios, y les guía para que confíen en Él. Cuando se encuentran a sí mismos enfrente de una pared que no pueden escalar en sus vidas mientras intentan cumplir algo por su cuenta, deben examinarse a sí mismos y ver si pueden superar estas dificultades sin confiar en la Palabra de Dios. Cuando sus vidas están en peligro, no es porque Dios no les esté ayudando. En realidad, Dios permite que tengamos estas dificultades porque solo confían en sus fuerzas carnales. Así que deben darse cuenta de que, a través de estos problemas, Dios les está enseñando a vivir poniendo su fe en Su Palabra en vez de confiar en sus fuerzas. 
Cuando son salvados del pecado, vivir por fe es absolutamente crucial. Aunque la diferencia entre creer en la palabra de Dios y no creer en la Palabra no parezca obvia al principio, en realidad es enorme. Esta diferencia entre la fe y la falta de fe se hace clara más adelante. Por tanto, todos debemos creer en la Palabra de Dios de todo corazón. Si creemos en la Palabra de Dios, entonces no solo superaremos al mundo, sino que también lo gobernaremos; y no solo recibiremos la salvación de Dios, sino también Sus bendiciones. Al creer en la Palabra de Dios podemos triunfar y recibir la gloria de Dios. Por tanto, es absolutamente indispensable que todos practiquemos nuestra fe en la Palabra de Dios. 
La fe consiste en reconocer la Palabra escrita de Dios, afirmando esta Palabra y creyendo en ella tal y como es. La verdadera fe consiste en confiar en la Palabra de Dios que dice: “Estoy seguro de que pasará como está escrito en la Palabra”. En el pasado, algunos tuvieron dificultades para tener fe completa en la Palabra de Dios, pero tarde o temprano, esta fe les llegará. Si escogen tener fe, aunque sea poca, la verdadera fe empieza a obrar en sus corazones. Por ejemplo, digamos que pongo un palo aquí en el púlpito y lo mantengo de pie con mi dedo índice encima. ¿Qué pasaría si lo moviese hacia la izquierda y le quitase el dedo de encima? El palo se caería enseguida y se quedaría ahí. La fe es así. Por eso la Biblia dice: “Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará” (Eclesiastés 11:3). La fe consiste en plantar el corazón en la Palabra de Dios, diciendo: “Señor, tienes razón. Sé que todo ocurrirá según Tu Palabra. Todo lo que dices es cierto y creo en toda Tu Palabra”. 
Toda la Palabra de Dios que hemos leído es cierta. Toda la Palabra de Dios es perfecta. Estoy absolutamente convencido de que toda la Palabra de Dios se cumplirá tal y como está escrito, porque Dios es quien nos la dio. Cuando la Palabra de Dios fue entregada a la Virgen María a través de un ángel, María dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). Y esta Palabra de Dios fue cumplida exactamente como Dios la habló. Esto es exactamente lo que implica la fe. La fe consiste en creer en la Palabra de Dios, aunque estemos pasando por algo que parezca imposible, diciendo a Dios: “Señor, como me prometiste esto, sé que se cumplirá tal y como me lo has prometido. Creo en Tu Palabra”. Como Dios ha prometido estar con nosotros, creemos que está con nosotros. Y también creemos que Dios nos bendecirá, porque ha prometido bendecirnos. En resumen, la verdadera fe en Dios consiste en creer en toda Su Palabra. Creo en toda la Palabra bendita de Dios. Esto es de lo que se trata la fe.
Mis queridos hermanos, mientras viven en este mundo, estoy seguro de que tendrán muchos retos nuevos y dificultades. En momentos como este, deben vivir en el Señor con fe en Dios por encima de todo. Deben estar firmes en la creencia de que han recibido la completa remisión de los pecados a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu como nos lo dio el Señor. Y por esta fe en la Palabra del Señor, deben vivir en la justicia de Dios. Al creer en toda la Palabra de Dios, pueden orar por Su obra y pedirle ayuda. Si hacen la obra de Dios con este tipo de fe, Dios hará que puedan cumplir todas sus tareas, les protegerá y les bendecirá abundantemente. Dicho de otra manera, Dios les bendecirá y les dará fuerzas para que puedan llevar a cabo cualquier tarea que les haya confiado. 
Les pido que tengan esta fe. Les pido que crean que el Señor les está guiando en sus vidas de una manera mejor y más bendita. La fe no solo nos da la salvación, sino que también nos da la vida eterna y la felicidad. Por eso la fe en Dios y Su Palabra es tan indispensable. Por tanto, es absolutamente imperativo que tengan fe en la Verdad de Dios y crean en Su Palabra como fue entregada al pueblo de Dios a través de Su Iglesia y Sus siervos. A través de Sus siervos Dios revela Su voluntad y planes para cada uno de nosotros y creer en toda Palabra es tener fe. La verdadera fe consiste en creer en lo que Dios está diciéndonos a través de Su Iglesia. 
 
 
La obra de Dios no se hace aislados
 
No estamos viviendo en este mundo solo, ni hacemos nada solos. En realidad, caminamos con Dios por fe y trabajamos con nuestro Señor confiando en Él. Esto es lo que significa trabajar con Dios con nuestra fe en el Señor. No estamos viviendo solos. Estamos viviendo juntos con el Señor. En el pasado, trabajamos solos, pero ahora, como hemos recibido la remisión de los pecados, Dios está con nosotros todo el tiempo. Jesús está dentro de nosotros. No están solos, sino que el Señor está con ustedes. Como creen en la justicia de Dios, nunca están solos. Ya no están solos, sino que el Señor está con ustedes siempre que crean que Jesús se ha convertido en su sacrificio de expiación; el que cargase con todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y cargase con el castigo del pecado en la Cruz; el que Jesús se haya convertido en su Salvador, el que hayan recibido la remisión de los pecados; y el que todos sus pecados hayan sido eliminados completamente. El Señor está dentro de ustedes, ustedes están en el Señor y se han convertido en uno con el Señor. Aunque sigan teniendo su ego, el Señor vive en ustedes y por tanto son uno con el Señor. El Espíritu Santo vive en todos los santos nacidos de nuevo. 
El Espíritu Santo entra en el corazón de alguien que ha recibido la remisión de los pecados. Por tanto, está con todos nosotros. Cuando creemos en el Señor de todo corazón, el Señor obra en nuestras vidas; y cuando confiamos en el Señor, Él nos protege. Cuando confiamos en el Señor, nos da Su mano para sujetarnos, y cuando confiamos en la justicia de nuestro Señor, se convierte en nuestro Pastor. Y cuando confiamos en nuestro Señor, Él obra en nuestras vidas según nuestra fe. Por tanto, es absolutamente indispensable que todos estemos firmes en nuestra fe en Dios. Si no tienen fe en Dios, ahora deben tener esta fe. Todo lo que necesitan es fe, aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza, y deben decirle a Dios: “Señor, creo en Ti. Sé que me has salvado. Sé que te has convertido en mi Pastor. Y sé que siempre estarás conmigo”. Este es el tipo de fe que necesitan. 
Por otro lado, si ignoran al Señor, aunque lo hayan recibido en sus corazones, si hacen todo por su cuenta sin consultarle, el Señor estará defraudado. Aunque deban hacer todo lo que puedan, lo importante es que lo hagan según el deseo del Señor. Deben vivir confiando en el Señor por su fe en Su justicia. Esto es absolutamente indispensable. Dios les bendecirá abundantemente. Si confían en Dios, darán fruto espiritual abundante. Dios se asegurará de que esto se haga realidad. Y cuando den fruto abundante confiando en Dios, no solo será glorificado Dios Padre, sino que ustedes también serán glorificados. Este es el fruto de la fe.
 
 

Mientras viven su fe en este mundo difícil, deben tener fe en la justicia del Señor

 
¿No es al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que han recibido la remisión de los pecados? ¿Acaso no han vivido en la Iglesia de Dios hasta este mismo día al creer en Su justicia? ¿Y no es por cuenta de esta fe que han recibido las bendiciones de Dios hasta ahora? Sí, es por fe que han vivido todo este tiempo. Entonces deben seguir confiando en Dios. Todos debemos vivir por fe. Estaremos bendecidos si vivimos por fe. Como este mundo se volverá más oscuro en el futuro, debemos confiar en Dios aún más. Debemos escuchar y creer en la Palabra de Dios aún más. 
Todos los que no han recibido la remisión de los pecados deben escuchar el Evangelio para ser salvados del pecado. Todo el mundo debe conocer la Verdad. Como la Biblia dice que la fe viene de escuchar, deben escuchar la Palabra de Dios tanto como puedan. En vez de simplemente leer la Biblia por su cuenta, deben escuchar la Palabra de Dios como se predica en la Iglesia de Dios. Por supuesto, esto no significa que esté mal que lean la Biblia solos, sino que significa que deben escuchar la Palabra de Dios como se predica en la Iglesia de Dios. Al escuchar la Palabra de Dios pueden recibir las bendiciones y riquezas de la fe que Dios está haciendo caer desde arriba. Está escrito: 
“Es como el buen óleo sobre la cabeza,
El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras” (Salmos 133:2). Estas bendiciones fluyen a ustedes a través de sus predecesores de la fe que trabajan en la Iglesia como siervos de Dios. Como la fe de estos siervos fluye a todo el mundo en la Iglesia para alcanzar hasta el creyente más joven, todo el mundo en la Iglesia recibe las mismas bendiciones. 
Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos recibido las bendiciones de Dios. Y al creer en Dios y Su Palabra podemos vencer al mundo. Estoy absolutamente convencido de esto. Así que les pido que confíen en Dios, crean en toda Su Palabra que han escuchado a través de la Iglesia de Dios, confíen en ella y practiquen esta fe. Vean por sí mismos que ocurre cuando viven por fe. Entonces ven que Dios está con ustedes y que su vida está llena de las bendiciones de Dios. Aunque su fe en Dios sea tan pequeña como una semilla de mostaza, quiere alimentarles y hacer que esta fe crezca, y quiere bendecirles. Así que les pido que crean en Dios. Repitan después de mí: “Creo en Dios. Creo en toda la Palabra bendita que Dios me ha dado”. ¿Creen en toda la Palabra de Dios que han escuchado? Esto no es de lo que se trata la fe. 
Nadie puede tener fe por sí mismo, porque la Biblia dice que la fe viene al escuchar. Cuando escuchan la Palabra de Dios su corazón tiene fe. Por sí mismos no pueden tener fe, aunque pasen la vida entera intentando creer. Es absolutamente imperativo que escuchen la Palabra de Dios como la predican Sus siervos y mediten acerca de ella, porque solo entonces pueden tener fe en la Palabra de Dios. Entonces pueden recibir la remisión de los pecados y darse cuenta de que todos sus pecados han sido eliminados para dejarles sin pecados. Y su fe también crece paso a paso cuando escuchan la Palabra de Dios bendita predicada por Sus siervos y creen en esta Palabra, confiando que, de la misma manera en que la Palabra de Dios fue cumplida para Sus siervos, también será cumplida para ustedes. Siempre al escuchar la Palabra de Dios la fe nace, como está escrito: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Por eso la Iglesia de Dios es absolutamente indispensable para ustedes. Aunque pasemos muchas dificultades mientras vivimos en este mundo, como somos el pueblo de Dios, debemos vivir por fe todo el tiempo. Y como pueblo de Dios debemos vivir en la Iglesia y vivir juntos. Lo que deben recordar claramente aquí es que no deben estar solos nunca. 
Como el Señor dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy, Él es la viña y nosotros somos las ramas. Si una rama se cae de la viña, se marchitará. La viña se refiere a Jesús. Jesús es la Cabeza de la Iglesia y es su Maestro. El que toda rama deba vivir en la viña implica que, como han recibido la remisión de los pecados al creer en el Señor, deben vivir en la Iglesia. Por tanto, nunca deben decidir nada por su cuenta, sino que deben buscar el consejo de la Iglesia, hablar con sus líderes, pedirles que oren por ustedes y aceptar sus instrucciones. Entonces la fe nace y todo va bien. 
Por tanto, la gente de fe vive en la Iglesia. Consultan a la Iglesia todo. Ningún hombre de fe practica su fe por su cuenta. Tampoco decide nada por su cuenta. Cuando la gente de fe tiene problemas, busca el consejo de la Iglesia, intenta solucionar el problema juntos, confiar en el consejo de la Iglesia y seguir sus instrucciones. Aunque estas personas de fe tengan sus propios pensamientos, consultan a la Iglesia para ver qué dice la Iglesia de Dios. A través de la Iglesia, y al creer en la Palabra de Dios, estas personas de fe superan sus dificultades, son bendecidas, caminan por el buen camino y conquistan el mundo. Por eso todo el mundo que vive por fe siempre vive en la Iglesia. 
Por el contrario, quien no viva en la Iglesia no puede mantener su fe ni aferrarse a ella. Estas personas están destinadas a morir. En el pasaje de las Escrituras de hoy, ¿qué dijo nuestro Señor que le ocurriría a la rama que no vive en la viña? Dijo que se caería y se marchitaría y moriría. Esta es la verdad de Dios. Por mucho talento y fuerza que tenga una persona, si esta persona se cae de la viña, morirá sin falta. Y los que se caen de la viña lo hacen porque no tienen fe. 
Cuando reciben la remisión de los pecados y maduran espiritualmente, se darán cuenta de lo bendito que es ir a la Iglesia de Dios y escuchar Su Palabra. La mayor bendición de todas es que vengan a la Iglesia de Dios, vivan en ella con Su pueblo y escuchen la Palabra de Dios saliendo de los labios de Sus siervos. Cuando alcancen su madurez espiritual, se darán cuenta de que, al escuchar la Palabra de Dios, sus almas se llenan de vida y sus vidas se enriquecen. 
Así, nunca deben permitirse caer de la viña. Aunque tengan la mayor fe entre todos los santos y tengan pasión por entregar su vida por el Señor, si se van de la Iglesia y no tienen comunión con ella, irán por el mal camino y se convertirán en monstruos en un año o dos. La Iglesia es como un cuerpo. Todo el mundo en la Iglesia está conectado. Así que, si se separan de la Iglesia, no recibirán alimento espiritual y morirán como resultado. Por eso no dejamos a nuestros trabajadores solos en un campo de misiones durante demasiado tiempo. Debemos asegurarnos de que todos nuestros colaboradores vuelven a casa con frecuencia para tener comunión y así no vayan por el mal camino. Si dejan la Iglesia durante demasiado tiempo, morirán sin falta. 
Por tanto, todos debemos confiar en Dios y creer en la Palabra que hemos escuchado a través de la Iglesia. Entonces podemos caminar en el filo de la fe. La fe no es algo que pueden construir por su cuenta. La fe nace al escuchar la Palabra. Así que les pido que crean en la Palabra que han escuchado hasta el presente y vivan su fe. Y les pido que sigan escuchando la Palabra y vivan confiando en esta Palabra. Entonces prosperarán sin falta. 
Vivan confiando en Dios. Como eran demasiado débiles por su cuenta, deben tener fe en Dios y orarle. Todos nosotros debemos orar a Dios por el crecimiento de nuestra fe, pidiendo al Señor que trabaje en nuestras vidas y nos bendiga tanto como creemos en Dios y que nos dé fe para que estemos firmes en nuestra fe. Así que todos debemos vivir por fe y recibir las bendiciones abundantes de Dios.
 
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