(Juan 13:1-11)
“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.”
He llegado un día antes de lo previsto, así que me gustaría aprovechar esta oportunidad para compartir con ustedes Juan 3:1-11 de la Palabra de Dios que quiso compartir el jueves pasado en el campamento de discípulos, pero no tuve suficiente tiempo. En el pasaje de las Escrituras de hoy, vemos que Jesús lavó los pies de Sus discípulos. Jesús quiso lavar los pies de Pedro y todos los demás discípulos también, pero Pedro se negó al principio. Como está escrito aquí, Pedro protestó avergonzado, preguntándole al Señor cómo podía Él lavarle los pies. En el pasaje de las Escrituras de hoy podemos averiguar cómo Pedro pudo seguir al Señor con lealtad.
¿Me amas más que estos?
El jueves pasado por la mañana, en el campamento de discípulos, di un sermón basado en el capítulo 21 de Juan. Cuando pasamos a este pasaje podemos ver que el Señor le dijo a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas mas que estos?”. Pedro le contestó: “Señor, sabes que te amo”. “Alimenta a Mis corderos”, le contestó el Señor. Entonces le volvió a preguntar a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”. “Sí, Señor, sabes que te amo”, le contesto Pedro. “Cuida de Mis ovejas”. Entonces le volvió a preguntar a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”. Jesús le hizo la misma pregunta a Pedro tres veces. Pero la tercera vez Pedro le contestó: “Señor, Tú sabes todas las cosas, y sabes que te amo”. Pedro hizo esta confesión al Señor resucitado. Desde ese momento, Pedro siguió trabajando duro como discípulo de Jesucristo y siervo de Dios, y la razón por la que pudo hacerlo es que el Señor había eliminado todos los pecados de su vida. Esto se debe a que el Señor había cargado con todos los pecados del mundo, incluyendo los pecados de Pedro, cuando fue bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado hasta morir, se levantó de entre los muertos y se había convertido en el Salvador de Pedro, y nuestro Salvador.
Pedro pudo seguir al Señor y cumplir su deber como apóstol porque el Señor había eliminado todos sus pecados. Aunque Pedro hubiese negado a Jesús tres veces, todavía pudo seguir al Señor y el Señor le permitió hacerlo porque había eliminado todos sus pecados. Si el Señor no hubiese eliminado los pecados de Pedro de una vez por todas, es decir, si Jesucristo no hubiese cargado con todos sus pecados cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y si no hubiese sido condenado por estos pecados al ser crucificado, Pedro no podría haberle seguido. Y Pedro no podría haber hecho dicha confesión cuando el Jesús resucitado se le apareció. No podría haberle contestado lo mismo tres veces a Jesús, diciendo: “Sabes que te amo”. Cuando el Señor le preguntó lo mismo por tercera vez, Pedro dijo: “Señor, Tú sabes todas las cosas”. Pedro pudo contestar esto porque, aunque sabía lo débil e inadecuado que era, también sabía que el Señor había eliminado todos sus pecados.
¿Por qué le lavó los pies Jesús a Pedro?
El pasaje de las Escrituras relata lo que ocurrió antes de esta conversación entre Jesús y Pedro en el capítulo 21 de Juan. Justo antes de ascender, el Señor quiso observar la Fiesta de la Pascua por última vez. Después de compartir la Última Cena con Sus discípulos y haber hablado con ellos, el Señor se levantó de la mesa, tomó una toalla, echó agua en un recipiente y empezó a lavarles los pies a los discípulos y secárselos con la toalla. Después de lavarles los pies a los discípulos, le llegó el turno a Pedro. Pero Pedro le dijo: “Señor, ¿cómo puedes lavarme Tú los pies?”. Entonces Jesús le dijo: “Lo que estoy haciendo no lo entiendes ahora, pero lo sabrás después de esto”. Pedro le dijo: “¡No me lavarás los pies!”. Pero, Jesús le dijo: “Si no te lavó, tendrás que alejarte de mí” y entonces Pedro le dijo: “Entonces lávame el cuerpo entero”. Pero Jesús dijo: “Como ya estas completamente limpio, solo tengo que lavarte los pies”.
Parece ser que Pedro tenía una personalidad bastante fastidiosa. El Señor lavó los pies de los demás discípulos también, pero ellos no protestaron. Por el contrario, cuando le llegó el turno a Pedro, protestó y se negó diciendo: “Señor, ¿cómo puedes lavarme los pies?”. Anteriormente, Jesús les había preguntado a los discípulos quién decía la gente que Él era. Pedro había contestado en ese momento que el Señor era el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Pedro sabía que Jesús era el Hijo de Dios, Dios mismo que creó el universo, y su Salvador que había venido a salvar a la humanidad de sus pecados. Así que, cuando el Señor intentó lavarle los pies, protestó y preguntó cómo su Salvador podía lavarle los pies. Parece que la fe de los otros discípulos era tan fuerte como la de Pedro. Entonces Jesús le dijo: “Lo que estoy haciendo no lo entiendes ahora, pero lo sabrás después de esto”. Cuando el Señor le dijo a Pedro que no tendría que ver con Él si no le dejaba que le lavase los pies, Pedro le suplicó que le lavase el cuerpo entero. El Señor le dijo a Pedro: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio”.
Lo que podemos ver en esta conversación que Jesús tuvo con Pedro es cuánto amó el Señor a Su pueblo en este mundo. ¿Cuánto los amó? Los amó hasta el final. Esto significa que el amor del Señor no es circunstancial, como si fuese a dejar de amarnos cuando no le conviniese. Como dice Juan 13:1: “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”, el Señor amó a Sus discípulos hasta el fin. Ya había cargado con todos los pecados de la humanidad y todos los pecados de Pedro para siempre al ser bautizado. Como Jesús había cargado con todos los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, ya había lavado los pecados de Pedro. Así que lo único que le quedaba a Jesús era ser crucificado, morir y resucitar de entre los muertos, completando la salvación de la humanidad.
Sin embargo, Pedro no se conocía lo suficiente para darse cuenta de que negaría a Jesús tres veces. Pedro y los demás discípulos no se dieron cuenta de que seguirían cometiendo muchos pecados. Por eso Jesús quiso lavarles los pies antes de ser bautizado, para enseñarles cómo tratar sus pecados futuros. También quiso demostrarles a los discípulos que no solo los amaría a ellos, sino también a todo el pueblo de Dios para siempre, y por eso dijo: “Lo que estoy haciendo no lo entiendes ahora, pero lo sabrás después de esto”. Jesús dijo esto porque quería enseñarle a Pedro que había eliminado todos sus pecados mucho antes de que le hubiese negado tres veces en la corte de Pilato y mucho antes de que fuese sumido en la desesperación por la muerte de Jesús y volviese a pescar como hacía en el pasado.
La gente suele pensar que, si hace algo demasiado malo a otra persona, no habrá perdón. También tiene la tendencia a salir corriendo por vergüenza cuando piensa que ha cometido un pecado demasiado grave. Sin embargo, el Señor nos está enseñando aquí que ha eliminado todos los pecados que cometemos después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Para enseñar esta importante lección, el Señor les lavó los pies a los discípulos. ¿Cuándo y dónde cargó y eliminó el Señor todos los pecados de los discípulos? Justo antes de ser bautizado por Juan el Bautista dijo en Mateo 3:15: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia”. Como dice este pasaje explícitamente, todos los pecados de la humanidad fueron eliminados cuando Jesús cargó con ellos para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista. Era la voluntad de Dios Padre que el Señor cargase con todos los pecados del mundo sobre Su cuerpo, y por esta razón fue bautizado por Juan el Bautista. En ese momento, el Señor tomó todos los pecados de la humanidad para siempre y los eliminó. Jesús lavó los pies de Pedro y los demás discípulos para que lo supiesen. Y, Jesús sabía que sería arrestado pronto, y que Pedro era una persona tan débil que le negaría tres veces antes de Su crucifixión.
Incluso después de recibir la remisión de los pecados al creer en la justicia de nuestro Señor, cuando nuestras debilidades quedan expuestas, debemos pensar en esta justicia. Pero, es fácil perder la esperanza cuando demasiadas de nuestras debilidades quedan expuestas repetidamente mientras seguimos al Señor y los muchos deseos que habíamos intentado suprimir vuelven a surgir en nuestros corazones. Caemos en la desesperación, preguntándonos: “¿Por qué soy tan débil? ¿Es esto todo lo que puedo hacer?”. Recientemente, hemos recibido muchos testimonios de salvación de gente de todo el mundo diciéndonos que han sido salvados de sus pecados al leer nuestros libros sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando les preguntamos cómo han recibido la remisión de los pecados, dicen que han recibido al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando preguntamos acerca de los pecados que cometerán en el futuro, la mayoría dice que cree que el Señor cargó con sus pecados, pero algunos de ellos dicen que pueden solucionar sus pecados diarios al vivir según la voluntad del Señor.
Los que han recibido la remisión de los pecados recientemente al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu no conocen sus debilidades bien. Aunque las conozcan, tiene poco conocimiento. Así que piensan que es intolerable cuando se ven pecando de nuevo. Intentan superar sus debilidades con su voluntad. Como han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, intentan hacer todo lo que pueden por no pecar de nuevo. Sin embargo, aunque sus propios esfuerzos puedan ayudarles a evitar pecar durante algún tiempo, al final no pueden evitar sucumbir al pecado. ¿Cómo podemos resistir el pecado entonces? Lo resistimos al confiar en la justicia de Dios, unirnos con la Iglesia y recibir el consejo de los siervos de Dios. Por eso hacemos la obra de Dios como nos lo piden los siervos de Dios.
De un modo más general, los justos podemos superar el deseo del pecado que surge en nuestros corazones y hacer la obra justa. Superamos al mundo haciendo la obra justa de esta manera, teniendo comunión con nuestros santos hermanos y escuchando de nuevo el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de Dios. Cuando escuchamos el Evangelio del agua y el Espíritu en la hora del culto sabemos que estamos caminando en la luz siempre. Al confirmar una vez más que el Señor no solo cargó con nuestros pecados, sino también los pecados del resto del mundo cuando fue bautizado, y que fue crucificado para pagar la condena de estos pecados podemos darnos cuenta de que nuestros corazones han sido lavados.
Esto es lo que ocurre. Sin embargo, los que han sido redimidos recientemente no entienden esto bien y por eso se sienten intolerables y tienen problemas con estas cosas durante un tiempo. Recientemente he estado preparando un libro de sermones titulado “¿Cómo eliminan sus pecados personales?”. Esto libro habla de los pecados personales. Hay una necesidad importante de enseñar a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu acerca de sus pecados. Aunque creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, están destinados a caer en sus debilidades de nuevo, así que la Palabra de Verdad debe ser predicada a estas personas.
Por supuesto, como cuestión de conocimiento, el Evangelio del agua y el Espíritu puede ser entendido en cinco minutos. Pero hay una gran diferencia entre conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y escucharlo de nuevo cuando pecan y hay oscuridad en sus corazones. Aunque conocemos el Evangelio del poder del agua y el Espíritu, cuando escuchamos y confirmamos la Palabra del poder de nuevo, la oscuridad sale de sus corazones. Nuestros corazones están limpios, pero la oscuridad vino temporalmente. Esto se debe a que el Diablo está acusándonos de nuestros pecados. Entonces nuestros corazones están oscurecidos. La manera de expulsar esta oscuridad con la luz es confirmar una vez más en nuestros corazones las noticias gloriosas de nuestra salvación, que nuestro Señor cargó con nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos. Entonces, nuestros corazones están llenos de luz al confirmar que los pecados de todo el mundo fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado.
Por esta razón Jesús nos dijo a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu: “Sois la luz del mundo”. Somos la luz del mundo, porque hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, si hay algo que tape esta luz, la oscuridad nos envolverá. Así que podemos sentir como si la luz de la salvación se escondiese de nosotros. Asimismo, podemos sentirnos sin esperanza por las acusaciones de Satanás y puede parecer que estamos bajo el juicio una vez más, aunque en realidad seamos la luz del mundo. Consecuentemente, algunas personas acaban viviendo bajo la sombra del pecado y perdiendo su fuerza espiritual después de haber creído en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Como esta oscuridad se siente en la conciencia, es absolutamente indispensable que pensemos en el Evangelio del agua y el Espíritu de nuevo, sacando la oscuridad por fe. Debemos ofrecer oraciones de confesión confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu y renovando nuestra fe en que el Señor ya ha cargado con todos nuestros pecados para siempre cuando fue bautizado por Juan el Bautista y debemos pensar en esta Verdad. La oscuridad de nuestros corazones desaparece cuando recordamos una vez más que nuestros corazones han sido lavados de nuevo.
Cuando pensamos en el Evangelio del agua y el Espíritu y nos damos cuenta de lo siguiente: “Nuestros pecados diarios fueron pasados al cuerpo de Jesús. Por eso el Señor es mi Salvador. Sabiendo que pecaría de esta manera, cargó con todos estos pecados al ser bautizado por Juan el Bautista”, es entonces que nuestros corazones se han iluminado una vez más. Así que es bastante comprensible que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu tengan estos cambios de humor y tengan diferentes tipos de emociones, sintiéndose felices un día y decepcionados el día siguiente. Sin embargo, lo que no cambia es el hecho de que los creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu no tenemos pecados en nuestros corazones.
Simplemente nuestros corazones pueden tener oscuridad temporalmente a pesar de nuestro estado de no pecadores. ¿Por qué viene la oscuridad? Viene cuando nos permitimos seguir los deseos de la carne o actuar según estos deseos. En momentos como esto, cuando nuestros corazones se oscurecen temporalmente, la manera de librarnos de esta oscuridad es venir a esta hora de culto y escuchar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Al tener comunión con nuestros hermanos y hermanas en la fe, reunirnos con los obreros de Dios y hacer Su obra podemos vivir en la luz del Señor. Al pensar en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, reflejarlo y reafirmarlo en nuestros corazones, nuestros corazones oscurecidos son iluminados una vez más por la luz de la Verdad.
Los santos que reflejamos la luz del Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Nuestros corazones son como un espejo que puede llenarse de polvo y perder su reflejo con el tiempo. Sin embargo, de la misma manera que un espejo se vuelve claro y refleja todo sin mancha cuando se limpia con un trapo de microfibra, nuestros corazones se vuelven transparentes como el cristal de nuevo cuando los lavamos con el Evangelio del agua y el Espíritu. Así es como podemos vivir como la luz de este mundo. Y esto es lo que el Señor nos está enseñando aquí, en el pasaje de las Escrituras de hoy.
¿Por qué tipo de fe pueden los redimidos seguir al Señor, aunque pequen? Al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es posible porque nuestro Señor ha eliminado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, de la misma manera en que lavó los pies de Pedro. Hemos encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu y hemos recibido la remisión de los pecados al creer en este verdadero Evangelio. Así que sabemos que, por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido redimidos de todos los pecados que cometemos después de recibir la remisión de los pecados. Esto se debe a que nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Y como ya había sido condenado por nuestros pecados en la Cruz, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu siempre pueden vivir en la luz y seguir al Señor. En resumen, nuestro Señor se ha convertido en nuestro Señor eterno. Por tanto, nosotros podemos seguir al Señor justo.
Sin embargo, algunas personas tienen problemas para entender esta verdad. En particular, no logran entender el significado complete de Juan 13:9-11: “Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos” (Juan 13:9-11). Pregunta: ¿Están los justos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu completamente limpios o solo parcialmente? Están completamente limpios porque sus pecados han sido redimidos.
Desde que me encontré por primera vez la justicia del Señor, he estado predicando el Evangelio del agua y el Espíritu sin cesar hasta este momento. Cuando predico este Evangelio en la Iglesia de Dios, suelo hablan suavemente. Pero cuando lo predico en una reunión de resurgimiento espiritual lo predico con más energía aún. Podría predicar el Evangelio del agua y el Espíritu para siempre. Y cuando predico este Evangelio, los que ya han creído son aún más fuertes espiritualmente. Algunas personas pueden pensar que solo hablo del Evangelio del agua y el Espíritu porque eso es todo lo que sé. No, no es así. Predico el Evangelio del agua y el Espíritu todos los días porque es hermoso y majestuoso. Esta Palabra tiene el poder de dar nueva vida a la gente. Por supuesto, si alguien les dice lo que ya saben una y otra vez, pueden cansarse, y esto también le puede pasar al hablante. Sin embargo, el Evangelio del agua y Espíritu es muy diferente. Es maravilloso predicarlo día tras día.
El Evangelio del agua y el Espíritu debe predicarse todos los días porque, aunque hayamos recibido la remisión de los pecados al creer en este Evangelio, debemos seguir cometiendo muchos pecados en nuestras vidas. A veces, podemos pecar tomando la decisión equivocada en nuestras vidas, o siguiendo nuestros pensamientos propios y acabamos yendo en la dirección opuesta del camino del Señor. Por eso todos nosotros necesitamos el Evangelio del agua y el Espíritu. De la misma manera en que necesitamos oxígeno cada minuto de nuestras vidas, necesitamos el Evangelio del agua y el Espíritu cada minuta de nuestras vidas. Por eso el Evangelio del agua y el Espíritu nos ha dado nueva vida y tenemos esta tarea de reflejar la verdadera luz por todo el mundo.
Interpretación incorrecta del pasaje de las Escrituras de hoy
Por desgracia hay muchos cristianos hoy en día que no entienden este pasaje de las Escrituras. Volvamos a Juan 13:1 y leamos lo que la Biblia dice tan claramente: “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. El Señor habló así a los justos, a Su propio pueblo, sabiendo que moriría. No solo les dijo esto a Sus discípulos en aquel entonces, sino también a nosotros en el futuro que creeríamos en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cuánto tiempo dice la Biblia que Jesús amó a Su pueblo? ¿Dice que durante seis meses? ¿Durante 60 años? No, dice que los amó hasta el final. El Señor hizo que lo hizo en la Última Cena para enseñarnos esta lección. Y el Apóstol Juan, un discípulo de Jesús, escribió con todo detalle cómo les lavó los pies a los apóstoles para tratar este tema importante.
Como Jesús nos amó hasta el final podemos seguirle. ¿Cómo nos amó? Podemos encontrar la respuesta en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como Jesús cargó de una vez por todas con nuestros pecados al ser bautizado, podemos seguirle al creer en Su justicia. Algunas personas dicen: “¿Acaso este pasaje no habla de las oraciones de arrepentimiento?”. Así que piensan que Jesús estaba hablando de nuestros pecados diarios cuando dijo que Pedro estaba completamente limpio y solo tenía que lavarse los pies, y dicen erróneamente que nuestros pecados diarios se limpian cuando ofrecemos nuestras oraciones de penitencia.
Sin embargo, esto es totalmente infundado. Debemos ver lo que nuestro Señor hizo por nosotros. Debemos entender completamente lo que el Señor dijo cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Pasemos a Mateo 3:13-17: “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Cuando el Señor fue bautizado, dijo que convenía que cumpliesen toda justicia. La palabra “así” se refiere al método por el que toda la justicia fue cumplida. En otras palabras, se refiere al camino de la salvación por el que el Señor cargó con todos nuestros pecados, fue crucificado hasta morir y condenado por ellos. De esta manera, Jesús está hablando de nuestra salvación. Está diciendo que el Señor aceptó todos los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Al bautizar a Jesucristo, Juan el Bautista pudo pasar los pecados de este mundo a Jesucristo.
Juan el Bautista era el representante de toda la humanidad, porque era el mayor de los nacidos de mujer. Por tanto, era más grande que incluso los profetas. Juan el Bautista representó a todo el mundo y así cumplió su deber como el último Sumo Sacerdote terrenal. Es quien le pasó los pecados de la humanidad a Jesús al bautizarle. Por tanto, al pensar en esta Palabra una vez más podemos vivir siempre en la luz. Sabemos y creemos que todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús para siempre cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Como Jesús fue bautizado, pudo ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir como el Cordero de Dios que tomó los pecados del mundo. Y al levantarse de entre los muertos, se ha convertido en nuestro Salvador eterno. Y por eso Jesús gritó con Su último aliento antes de morir en la Cruz como confirmación final: “Está acabado”. Estas son las últimas Palabras del Señor en la Cruz. El Señor mismo había convertido la obra de la salvación final. Si fuera un libro, Él habría puesto el punto final en la última página del libro. Este fue el final de Su obra completa. Cuando Jesús murió en la Cruz, en otras palabras, Su obra de salvación se completó.
Jesús entregó toda la sangre que había en Su corazón. ¿Saben qué pasa cuando la gente sangra demasiado? Sus corazones laten muy rápido, sus caras se vuelven pálidas y a veces incluso se desmayan del susto. Cuando era un niño, se me perforó la mano con una máquina. Pero no escuché nada. Todo pasó tan rápido que solo vi mi mano siendo perforada. Estaba demasiado asustado para ver nada y para gritar de dolor. Así que me quedé ahí y empecé a sudar y a tener frío por todo el cuerpo. Una persona que estaba cerca vio lo que me pasaba y me llevó a un hospital. Si su cuerpo entero estuviese herido y sangrando, ¿podrían decir: “Se ha acabado”? No, por supuesto que no. Solo Jesús lo dijo. Vino a este mundo como el Salvador encarnado en un hombre. Había nacido en este mundo del cuerpo de María y había tomado todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Fue crucificado porque había cargado con todos nuestros pecados. Y antes de morir, encontró un poco de fuerzas para decir: “Está terminado”. De esta manera, quiso decirnos que nuestra salvación eterna había sido completada.
Hasta el último momento de la vida terrenal del Señor predicó el Evangelio del agua y el Espíritu diciendo: “Está terminado”. La hermana Soyoung tuvo un accidente en la mano mientras cortaba algo. Así que algunas de nuestras hermanas y la mujer de uno de nuestros pastores la llevaron al hospital, y el médico pidió que su acompañante entrase en la consulta. Pero la hermana Soyoung entró en pánico al ver su sangre, la cara se le volvió azul y se puso tan nerviosa que, en vez de pedirle a una de las hermanas que entrase como su acompañante, gritó histéricamente: “¡Entra en la consulta, acompañante de Soyoung Kwon! ¡Date prisa! Seas quien seas, ven ya”. La hermana Soyoung no era ella misma. Le entró el pánico porque estaba aterrorizada al ver su sangre. Cuando ven su propia sangre, pueden tener pánico de esta manera o estar en shock. De todas formas, la hermana Choi entró como acompañante y afortunadamente su lesión no fue grave, así que todos se rieron a gusto. Cuando escuché esta historia yo también me reí.
Por supuesto, la sangre no da risa. La gente se asusta cuando tiene un accidente y ve un poco de sangre, y algunas personas se quedan petrificadas. La gente entra en pánico cuando ven su sangre. Esto se debe a que la sangre es vida. Cuando tienen un accidente, pueden incluso morir del pánico. Los estudiosos de la Biblia dicen que cuando Jesús fue crucificado sus arterias fueron perforadas por los clavos. Con ambos pies y manos clavados a la Cruz, Jesús se desangró hasta morir. El sistema cardiovascular funciona gracias al corazón, que bombea sangre frecuentemente para que circule por todo el cuerpo. La sangre que se bombea desde el corazón vuelve al corazón y se vuelve a bombear. Así es cómo nuestra sangre circula por el cuerpo.
Cuando Jesús fue crucificado, Sus arterias fueron perforadas y Su sangre salió por estos agujeros. Después de desangrarse, la persona se deshidrata. Como la sangre es un fluido compuesto de agua y otros componentes, una hemorragia grave lleva a deshidratación grave. Por eso Jesús dijo que tenía sed. De esta manera, Jesús entregó toda la sangre que había en Su cuerpo. Estaba a punto de morir. Al haber perdido tanta sangre, empezó a perder el conocimiento. Pero, incluso en esta condición tan traumática, Jesús pudo gritar antes de morir en la Cruz: “¡Está acabado!”. Quiso enseñarnos acerca de Su obra de salvación. Estaba diciéndonos que había venido a este mundo, había tomado todos nuestros pecados a través de Su bautismo y cargado con la condena de nuestros pecados al ser crucificado y derramar Su sangre.
Es absolutamente importante que nos demos cuenta completamente de que nuestros pecados no se eliminan al ofrecer nuestras propias oraciones de penitencia. Entonces, ¿cómo fueron borrados nuestros pecados? Han sido eliminados porque el Señor cargó con ellos al ser bautizado por Juan el Bautista. Esto se debe a que Jesús fue condenado por todos nuestros pecados al ser crucificado hasta morir mientras cargaba con estos pecados del mundo. Y como el Señor se levantó de entre los muertos una vez más, y así se convirtió en nuestro verdadero Salvador. El Señor es quien nos ha convertido en nuestro Salvador. Por tanto, quien crea en esta obra del Señor no tiene más pecado. Esto es lo que la gente debe entender. Deben entender cómo el Señor ha borrado todos sus pecados. Al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, eliminó todos nuestros pecados de todas nuestras vidas. Cargó con todos los pecados del mundo para siempre, desde el principio al fin. Esto es lo que debemos saber y creer. No puedo dejar de hacer hincapié en lo importante que es que entendamos esto y creamos.
Hemos sido limpiados. Hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, mientras vivimos nuestras vidas, seguimos pecando. Pero todos estos pecados han sido eliminados por el Señor. De la misma manera en que el Señor lavó los pies de Pedro y los demás discípulos, el Señor también cargó con nuestros pecados personales cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Entonces, fue condenado por todos nuestros pecados al ser crucificado. Y al levantarse de entre los muertos, nos ha completado para siempre. Todos sus pecados han sido eliminados. Por eso Pedro se pudo convertir en el discípulo principal del Señor. Como el Señor eliminó todos los pecados de Pedro y lo amó hasta el final, Pedro pudo amar al Señor hasta el final, aunque hubiese negado a Jesús tres veces cuando Jesús fue interrogado en la corte de Pilato antes de Su crucifixión. Así que, cuando el Señor le preguntó si le amaba, Pedro le dijo que sabía que le amaba. Pedro no podía evitar amar al Señor, porque el Señor le amó primero hasta el final.
Nosotros también hemos recibido este amor del Señor. Pero algunas personas todavía piensan erróneamente: “No sé nada sobre este pecado. Es tan horrible que ni siquiera puedo perdonarme a mí mismo. Jesús no pudo haber borrado este pecado terrible”. Otros cristianos dicen que, mientras que casi todos los pecados pueden ser redimidos, los pecados que se cometen con el cuerpo no pueden ser perdonados. Pero ¿dice algo así la biblia? ¡Esto no se encuentra en las Escrituras! Sin embargo, algunos pastores todavía dicen que, aunque casi todos los pecados pueden ser redimidos, el pecado del adulterio no puede ser perdonado. Si esto es así, ¿entonces no significaría que quien cometa adulterio no puede entrar en el Cielo? ¿No implicaría que no puede haber remisión completa de los pecados? ¿Acaso no sugieren estas enseñanzas erróneas que Jesús no eliminó el pecado del adulterio?
Todo el mundo habla por su propia experiencia. Los pastores que no han nacido de nuevo no hablan basándose en la Palabra, incluso después de leerla. Tanto los predicadores como los que escuchan la Palabra deben hablar basándose en esta Palabra de Dios. Solo entonces pueden tener una comunión verdadera, plantar la Palabra en los corazones y responder estas preguntas por fe. Pero, los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu dicen que, mientras que casi todos los pecados pueden ser perdonados, el pecado del adulterio no puede ser perdonado o redimido. Esto está completamente mal, queridos hermanos. El Señor ha borrado todos nuestros pecados. Sea cual sea el tipo de pecado, no hay ni uno solo en este mundo que el Señor no haya eliminado. Ha eliminado todos los pecados que cometemos con nuestros cuerpos.
Sin embargo, hay un pecado que no puede ser perdonado. ¿Cuál es este pecado? Este es el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. Este pecado se comete cuando una persona niega que el Señor vino a este mundo encarnado, tomó los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en nuestro Salvador eterno. Este pecado no puede ser perdonado. Los que niegan el Evangelio del agua del agua y el Espíritu no pueden recibir la remisión de los pecados. Aunque escuchen el Evangelio del agua y el Espíritu, siguen negando que Jesús cargó con sus pecados, aunque fuese bautizado, y dicen que la remisión de los pecados se recibe al ofrecer sus propias oraciones de penitencia.
Esto es alterar las Escrituras. Este acto anula la obra del Señor y la corrompe. Por eso los que creen solo en la sangre de Jesús derramada en la Cruz para la salvación no pueden recibir la remisión de los pecados. Esto se debe a que han caído en una grave falacia. Estas personas no pueden recibir la remisión de sus pecados. ¿Por qué? Porque no creen en lo que el Señor ha hecho por ellas. Ellas anulan la obra de la salvación hecha por el Señor santo. Y porque están pisando la obra de salvación del Señor y no creen en ella ni la aceptan. Por eso no pueden ser perdonadas. Este es el único pecado que no puede ser perdonado.
Quiero explicar esto de nuevo. Algunos cristianos tienen una interpretación diferente de lo que significa el pecado de blasfemar el Espíritu Santo y dicen: “Cuando los creyentes hablan en lenguas y expulsan demonios, esta es la obra del Espíritu Santo. No considerar esta enseñanza u oponerse a ella es el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo. Este pecado no puede ser perdonado”. Muchos cristianos no hacen esta interpretación. Sin embargo, este no es el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo. Estas cosas no son la obra del Espíritu Santo, y por tanto, oponerse a esta enseñanza falsa no es el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo. ¿Cuál es la verdadera obra del Espíritu Santo? Es el hecho bíblico de que, para salvarnos de nuestros pecados, el Señor nació en este mundo del cuerpo de María, cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, sangró hasta morir en la Cruz mientras cargaba con los pecados del mundo y se levantó de entre los muertos. A través de esto, Jesús se ha convertido en nuestro Salvador. Esta es la obra del Espíritu Santo. Es la obra de Dios. Por tanto, quien niegue esta obra de Dios no puede recibir la remisión de los pecados en este mundo o en el siguiente.
Entonces ¿cómo podemos seguir al Señor para convertirnos en Sus obreros aprobados? Pasemos a Juan 15:3-4: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. El Señor dijo claramente aquí que estamos limpios por la Palabra que nos ha dado. Aquí, en el capítulo 15, el Señor nos está diciendo que hemos sido lavados por Su obra de salvación. La remisión de los pecados se recibe al creer en la Palabra de Dios. La Palabra de Dios está escrita en el Evangelio del agua y el Espíritu, y al creer en esta Palabra se recibe la remisión de los pecados.
Estamos sin pecados al creer en la Palabra del Señor. Entonces podemos vivir en el Señor y el Señor puede vivir en nosotros también. Por tanto, cuando aceptamos la Palabra del Señor no debemos hacerlo basándonos en nuestras propias experiencias. Cuando aceptamos lo que está escrito tal y como es recibimos la remisión de los pecados. Cuando escuchan la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, todo lo que tienen que hacer es decir que sí a esta Palabra y aceptarla en sus corazones con un amén. Solo entonces podemos recibir la remisión de los pecados. Está escrito: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). La fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. ¿Cómo vivimos en el Señor? Vivimos en el Señor al creer en Su Palabra. ¿Cómo vive en Señor en nosotros entonces? Él viene a vivir en los corazones de los que viven en Su Palabra. En otras palabras, el Señor vive en los corazones de los redimidos. Este Señor no es otro que el Espíritu Santo.
El Señor dijo que es la verdadera viña como está escrito en Juan 15:1-2: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”. Las ramas que dan fruto son las que aceptan la Palabra del Señor. ¿Y qué hay de las ramas que no dan fruto? Son las que, a pesar de haber escuchado la Palabra de Dios, no la aceptan con un amén. Estas personas no pueden dar frutos.
Mis queridos hermanos, ahora estamos trabajando duro para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Estamos haciendo todo lo que podemos para apoyar este ministerio. A través de nosotros, el Señor está predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. El Evangelio se predica cuando salen nuevos brotes. A medida en que la viña crece, salen nuevas ramas y crecen nuevos brotes. Las ramas conducen los nutrientes desde las raíces. ¿De dónde nace el fruto entonces? Cuando salen nuevos broten y florecen, entonces sale el fruto. De los nuevos brotes que nacen en la primavera salen flores y crecen uvas. Todos somos como ramas de la viña.
Nosotros recibimos los nutrientes del Señor y los llevamos a toda la gente del mundo. Y cuando escuchan el Evangelio de nosotros, florecen. Así es como reciben la remisión de los pecados. Así es como nacen los frutos. El Evangelio sigue siendo predicados a través de estos nuevos creyentes que han recibido la remisión de los pecados al escuchar el Evangelio de nosotros. Cuando la obra del Evangelio se hace de esta manera, los nuevos creyentes apoyan el ministerio como nosotros para que otros den frutos. Entonces, ¿quiénes son las ramas que dan fruto en el Señor? Son las que han recibido la remisión de los pecados al creer en la Palabra del Señor.
¿Cómo podemos seguir al Señor cuando tenemos tantas debilidades?
Podemos seguir al Señor y vivir como Sus discípulos a pesar de nuestras debilidades porque el Señor ya ha eliminado nuestros pecados. Se debe a que el Señor ya cargó con nuestros pecados para siempre cuando fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. Por eso el Señor se convirtió en nuestro Salvador al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos de nuevo. Por tanto, ahora que hemos recibido la remisión de los pecados, podemos hacer la obra del Señor y seguirle. En otras palabras, podemos seguir al Señor porque el Señor lo ha hecho posible. No somos nosotros los que amamos al Señor primero, sino que el Señor nos amó primero. Además, el Señor nos ama hasta el fin. Por eso podemos amar al Señor. Y por eso ahora es posible que vivamos como discípulos del Señor. Precisamente por esta razón los que tienen una fe madura no alardean de su propia justicia. Lo que hacen en realidad es someterse al Señor en todas las cosas para complacerle.
La justicia del Señor es suya, su justicia es del Señor y al final se convierten en uno con el Señor en unidad. Aunque los redimidos sigan cometiendo muchos pecados, podemos seguir al Señor porque ya había eliminado todos nuestros pecados para siempre, incluyendo nuestros pecados personales. Por eso podemos seguir al Señor. Por eso Pedro y los otros discípulos de Jesús pudieron amar al Señor y vivir según Su voluntad incluso hasta ser martirizados. Entre los discípulos de Jesús había un hombre llamado Tomás. Tomás no creyó cuando los demás discípulos le dijeron que habían visto al Señor resucitado. Era tan incrédulo que dijo que no creería si no ponía la mano dentro de las heridas de Jesús. Por esta razón, Tomás a veces lo llamaban Tomás el Incrédulo. Pero, incluso un hombre tan incrédulo era uno de los doce discípulos de Jesús. Y cuando por fin vio al Señor resucitado, exclamó: “Mi Señor y mi Dios”.
Según la tradición cristiana, Tomás fue a India a predicar el Evangelio y allí fue martirizado. Quizás por esta razón la fe hindú considera que el río Ganges en India es un río sagrado, y que limpiará los pecados de sus almas si se bañan en ese río. Se meten dentro del Ganges con frecuencia. Muchos hindúes que van a morir pronto van al Ganges para poder pasar su último momento en el río. Los muertos también queman sus cadáveres en las orillas del Ganges y esparcen sus cenizas en él. Piensan que esto les dará la salvación. Quizás esta sea una creencia derivada de la fe cristiana o influenciada por ella. Podría ser que alguien fue a India y predicó a la gente allí acerca del bautismo de Jesús, enseñando que Jesús había cargado con los pecados y los había eliminado al ser bautizado por Juan el Bautista, pero esta enseñanza se corrompió y llevó a la creencia budista de que el Ganges es sagrado. Esto, por supuesto, es pura especulación mía. No es la verdad. Solo lo que está escrito en las Escrituras es la verdad.
Aunque la historia del mundo parezca muy larga, en realidad es bastante corta. La modernidad tiene solo 500 años. Antes de esto el mundo estaba lleno de creencias supersticiosas. Cuando vemos la historia completa del mundo, podemos ver que la humanidad no empezó a progresar hasta hace 500 años. Hay miles de millones de personas viviendo en este mundo, pero en la antigüedad, la población del mundo era escasa, con menos de cien millones durante mucho tiempo. En tiempos del diluvio de Noé, el tamaño de la población seguramente era aún menor, aunque no sabemos exactamente la cifra. De muchas maneras tenemos mucha suerte de haber nacido en el presente.
Siendo coreanos, si hubiésemos nacido hace 70 años, estaríamos viviendo bajo el poder colonial japonés. Durante la colonización, Japón explotó a los coreanos como si fueran meros esclavos. Si hubiésemos nacido en ese momento, habríamos odiado a los japoneses tanto que no pensaríamos en otra cosa que vengarnos. Si tuviese la oportunidad de predicar el Evangelio a los japoneses durante el período colonial, seguramente les habría insultado. Hace tiempo tuve la oportunidad de predicarle el Evangelio a un hombre japonés llamado Sakamoto. Le expliqué que Jesús había eliminado los pequeños más pequeños, pero no me entendía bien. Me sentí tan frustrado que le dije a Sakamoto que estaba siendo demasiado espeso. Pero, en vez de sentirse ofendido por esto, Sakamoto simplemente dijo que no era demasiado inteligente.
Parecía un hombre bueno. Por lo menos conocía sus límites. Intelectualmente hablando, no es tan difícil entender el mensaje del Evangelio de que todos los pecados de este mundo fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista y que Jesús fue crucificado para morir después. Pero Sakamoto no entendía esto bien y por eso acabé perdiendo mi paciencia y no tendría que haberlo hecho. Estoy seguro de que, cuando Sakamoto llegue a un entendimiento claro del Evangelio, lo predicará por todo el mundo. Los japoneses son egoístas y calculadores, así que no pueden servir al Evangelio con tanta devoción como nosotros.
Los coreanos son ideales para ser utilizados por Dios. No son solo buenos para ser utilizados por Dios, sino que son perfectos. Los coreanos no dudan en preguntar a otros si tienen pecados o no. No tienen derecho a preguntar esto, pero son muy directos. Cuando los coreanos ven a alguien, les gusta preguntar dónde va esa persona. Cuando les responden, siguen preguntando por qué va allí, cuál es el motivo del viaje y qué hará allí. Vaya donde vaya esa persona, y sea cual sea el motivo, no es asunto suyo, pero ellos preguntan con curiosidad. Pero, a los coreanos no les importa dónde van y qué hacen. Así que, cuando miramos a los coreanos, vemos que tienen bastante empatía.
Quizás por eso Dios nos ama a los coreanos tanto y deja que el Evangelio sea predicado a través de nosotros. Y los coreanos son también sinceros. Sin embargo, hay muchos coreanos deshonestos, pero la mayoría de ellos suelen ser honestos. Cuando se enfadan, lo muestran sin esconderlo. Pero ser honestos no es lo adecuado para todas las ocasiones; si se puede hacer daño a los demás, no hay que ser demasiado honesto. Ser demasiado honesto puede tener resultados negativos a veces. Sin embargo, debemos ser honestos ante el Señor.
Todos debemos vivir en el Señor, ¿pero ¿cómo podemos conseguirlo? Podemos vivir en el Señor por fe. Por fe nos hemos convertido en discípulos del Señor. Por fe nos damos cuenta de esto podemos seguir verdaderamente al Señor. Incluso los que han recibido la remisión de los pecados siguen pecando por sus debilidades, pero pueden seguir al Señor, aun así. ¿Cómo es posible esto? Porque el Señor ha lavado nuestros pies, es decir, ha lavado nuestros pecados personales. Esto no es algo continuo. El Señor no nos está limpiando de nuestros pecados todavía. Es algo que ya está acabado. El Señor cargó con todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista cuando vino al mundo hace 2,000 años. Ha eliminado todos nuestros pecados. Y mientras cargaba con estos pecados, fue condenado por ellos al ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir. Y se levantó de entre los muertos de nuevo.
Todas estas cosas tuvieron lugar hace mucho tiempo. Este libro se escribió en el año 2014 y Jesús murió a la edad de 33, por ello todas estas obras fueron completadas hace 2,000 años. No hay nada más que hacer; todo se completó hace mucho tiempo. Lo que hemos escuchado, lo que hemos creído y lo que hemos predicado ahora es algo que se ha completado. Por fe se recibe la remisión de los pecados. Y por fe hemos recibido la remisión de los pecados. Al aferrarnos a la Palabra hemos seguido al Señor a pesar de nuestras debilidades.
Si pecamos ante el Señor, lo admitimos y lo confesamos. Y creemos que todos estos pecados fueron pasados al Señor. Al creer que el Señor ha redimido todos estos pecados también, podemos seguir al Señor con una conciencia limpia. Siempre podemos vivir como discípulos del Señor haciendo Su obra. El Señor nos ha bendecido como estas personas santas. Por eso estamos tan agradecidos al Señor. No podemos evitar darle gracias al Señor por estas bendiciones maravillosas.
Mis queridos hermanos, por muchas debilidades que tengan, siempre y cuando creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos convertirnos en obreros aprobados del Señor. Y pueden seguir al Señor siempre. Aunque sientan que no están hechos para seguir al Señor, cuando se miren a sí mismos, si miran hacia el Señor, podrán ser más que capaces de seguirle. Todo lo que tienen que hacer es mirar hacia Jesucristo, quien les ha completado. El Señor no solo ha eliminado todos nuestros pecados, sino también los pecados de todo el mundo. Ha eliminado incluso los pecados que hemos cometido después de haber recibido la remisión de los pecados por primera vez. Y al hacer esto, nos ha convertido en obreros de la justicia. ¡Le doy todas las gracias a nuestro Señor!
Este sermón también está disponible en formato de libro electrónico. Haga clic en la portada del libro a continuación.