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Tema 24: SERMONES PARA LOS QUE SE HAN CONVERTIDO EN NUESTROS COLABORADORES

[24-64] ¿Quién está bendecido por Dios? (Génesis 28:10-19)

(Génesis 28:10-19)
“Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero.”
 
 
Hoy me gustaría reflexionar con ustedes a través de la Palabra de Dios sobre la cuestión: “¿Quién está verdaderamente bendecido?”. Nuestro Dios dice claramente que no nos dará las bendiciones del Cielo solo por las acciones justas del hombre. En realidad, una persona debe darse cuenta de que Dios entrega estas bendiciones espirituales del Cielo, e incluso las bendiciones terrestres, solo a los que comen de la carne de Jesucristo y beben Su sangre por fe. Examinemos paso a paso cómo Dios entrega Sus bendiciones a todo el mundo y qué fe debemos tener para recibirlas.
 
 

Dios no mira nuestra apariencia externa o acciones

 
Debemos darnos cuenta de que Dios nunca da bendiciones por nuestra piedad externa o acciones. Nos dijo claramente que, cuando nos da bendiciones, nos las da solamente a los que comemos la carne y bebemos la sangre de Su Hijo Jesucristo.
En el pasaje de las Escrituras que acabamos de leer, vemos que Jacob huyó de su hermano Esaú y buscó refugio en la casa de su tío. ¿Quién es este Jacob? Es el que ha recibido todas estas bendiciones que debía haber recibido su hermano Esaú. Cuando Isaac, el padre de Jacob y Esaú, envejeció y perdió su vista, llamó a su hijo Esaú y le dijo: “Vé al campo y cázame algo. Entonces, prepárame mi plato favorito y me lo comeré y te bendeciré”. Antes de morir, Isaac quiso darle una última bendición a su primogénito que continuaría el linaje de su familia.
¿Por qué dio Isaac esta bendición cuando estaba casi ciego? La razón es que Dios Padre quiso darnos a conocer, a través de este evento, que no recibimos estas bendiciones por nuestros propios méritos o devoción, sino al creer en la carne y la sangre de Jesús. Ignora nuestros méritos y fallos porque los seres humanos deben ser maldecidos por cuenta de su conducta. Jacob recibió estas bendiciones de Dios. Pero ¿por qué comió Isaac esta comida sabrosa y después bendijo a Jacob cuando estaba ciego? En este suceso espiritual se esconde la voluntad y providencia de Dios que quiere revelarnos. Por eso Dios registró este evento específico que ocurrió cuando Isaac se quedó ciego y le dio su bendición a Jacob.
 
 
¿Qué más nos enseña el pasaje de las Escrituras de hoy?
 
Jacob fue bendecido porque escuchó y obedeció las palabras de su madre. Cuando Isaac le estaba diciendo a Esaú que le iba a bendecir, Rebeca estaba escuchando su conversación. Así que Rebeca llamó a Jacob, a quien amaba tanto, y le dijo: “Vete al rebaño y tráeme dos cabritos. Los mataré y prepararé un plato sabroso favorito de tu padre. ¡Date prisa! Ponte la ropa de tu hermano y cúbrete los brazos y el cuello con estas pieles de cabra. Entonces ve a tu padre y dile que eres Esaú. Así tu padre te dará su bendición”.
Cuando Jacob escuchó estas palabras de su madre, al principio tuvo miedo. Entonces contestó: “Mentir está mal; ¿qué pasará si mis mentiras se descubren y acabo siendo maldecido por mi padre en vez de ser bendecido?”. Pero su madre le aseguró: “Si eres maldecido, todas tus maldiciones caerán sobre mí. Dile a tu padre que te obligué a hacer esto. Entonces me maldecirá en vez de maldecirme a mí”. Aunque Jacob era un hombre deshonesto, malvado y maquinador, tenía un corazón débil. Sin embargo, también deseaba las bendiciones de Dios.
Confiando en las palabras de su madre, Jacob hizo lo que le pidió y fue a por dos cabritos, les quitó la piel y los cortó en trozos para dárselos a su madre. Y con esta carne Rebeca preparó la comida favorita de su marido. No sabemos exactamente qué tipo de plato era el favorito de Isaac, pero Rebeca lo sabía porque era su mujer. Así que le preparó su plato favorito y se lo dio a su hijo Jacob. Y después cubrió el cuerpo de Jacob con pieles de cabra y le puso la ropa de su hermano y le dijo: “Toma, llévale a tu padre esta comida especial y dile que eres Esaú”.
Todo lo que Jacob tenía que hacer era seguir las palabras de su madre. Su madre le había garantizado lo siguiente: “Haz lo que te diga. Si tu padre se da cuenta, cúlpame a mí. Dile a tu padre que te obligué a hacer esto. Si te maldice, yo recibiré todas las maldiciones en tu lugar”. Jacob solo tenía que acercarse a su padre confiando en las palabras de su madre. Si algo iba mal, su madre cargaría con todas sus maldiciones, pero si el plan funcionaba, recibiría grandes bendiciones.
Jacob era un hombre que no tenía casi pelo en su cuerpo, y era débil. Después de ponerse pieles de cabra sobre su cuerpo y vestirse con la ropa de Esaú, Jacob fue a su padre con el plato sabroso que su madre le había preparado. Le dijo a su padre: “Padre, tu hijo Esaú ha vuelto. Disfruta de este plato sabroso y bendíceme todo lo que quieras”. Aunque Esaú era un buen cazador, Isaac sabía que no volvería rápido de la caza y por eso preguntó: “¿Cómo es que has terminado de cazar tan rápido? ¿Y cómo has podido cocinar este plato tan rápido?” Jacob, disfrazado de Esaú, le dijo a su padre: “Porque el Señor Dios me ha enviado este animal”. Pero aún así Isaac dudó y le volvió a preguntar: “¿Eres mi primogénito, Esaú?”. El corazón de Jacob se paró. Tenía miedo de que, aunque su padre estuviese ciego, le reconociese, pero a pesar de este miedo, siguió adelante confiando en su madre.
“Acércate” dijo Isaac, y entonces tocó a Jacob para sentir su pelo. Jacob era un hombre con poco pelo, mientras que Esaú, el primogénito, era un hombre muy peludo. Cuando Isaac tocó el cuello de Jacob, sintió lo peludo que era y por eso creyó que el hombre que estaba delante de él era su primogénito. Convencido de que era Esaú, Isaac dijo: “Tu voz es la de Jacob, pero ahora que te he tocado, me he dado cuenta de que eres Esaú. Dame ese plato sabroso”. Entonces Isaac se comió el plato sabroso. Y después de disfrutar de esta comida, bendijo a Jacob, que estaba disfrazado de su hermano.
Está escrito en Génesis 27:25-29: “Dijo también: Acércamela, y comeré de la caza de mi hijo, para que yo te bendiga; y Jacob se la acercó, e Isaac comió; le trajo también vino, y bebió. Y le dijo Isaac su padre: Acércate ahora, y bésame, hijo mío. Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: 
Mira, el olor de mi hijo, 
Como el olor del campo que Jehová ha bendecido; Dios,
pues, te dé del rocío del cielo, 
Y de las grosuras de la tierra, 
Y abundancia de trigo y de mosto. Sírvante pueblos, 
Y naciones se inclinen a ti; 
Sé señor de tus hermanos, 
Y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. 
Malditos los que te maldijeren, 
Y benditos los que te bendijeren”.
Al acercarse a su padre como se lo pidió su madre, Jacob recibió por fin las bendiciones de su padre en vez de su hermano.
En cuanto Jacob dejó a su padre después de haber recibido esta bendición, su hermano Esaú volvió a casa. Y Esaú fue a su padre y le dijo: “Padre, soy tu primogénito Esaú. He vuelto”. Entonces dijo: “¿Quién eres? Hace poco Esaú estuvo aquí. Me trajo un plato de comida y vino y le bendije después de comer y beber”.
“No, yo soy el verdadero Esaú”.
“Entonces, ¿quién es el que estaba aquí conmigo hace un momento?”.
“Era Jacob, ese mentiroso”.
“Bueno, ya está hecho. Aunque es tu hermano mayor y me ha engañado, no puedo retirar las bendiciones que ya he dado”.
“Padre, dame por lo menos las pocas que quedan”.
“Ya está hecho. Vivirás por tu espada el resto de tu vida, y servirás a tu hermano. Recuerda esto. Si no escuchas a tu hermano, este yugo no se te quitará hasta que mueras y vivirás toda tu vida confiando en tu espada”. De esta manera, aunque Esaú le pidió a su padre que le bendijese, su padre le maldijo diciendo: “He aquí, será tu habitación en grosuras de la tierra, 
Y del rocío de los cielos de arriba; 
Y por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; 
Y sucederá cuando te fortalezcas, 
Que descargarás su yugo de tu cerviz”.
Por esta maldición todos los descendientes de Esaú están viviendo por la espada hasta hoy en día. Pero los que son bendecidos por Dios vivirán para siempre bendecidos. Así que podemos imaginar lo enojado que estaba Esaú por haber perdido esas bendiciones que deberían haber sido suyas.
Por eso Jacob estaba aterrorizado porque pensaba que su hermano se vengaría por haber mentido y engañado a su padre para recibir las bendiciones que su hermano debería haber recibido. Estaba garantizado que su hermano lo mataría. Su madre Rebeca se dio cuenta de que, si no se encargaba de esta situación crítica, podría perder a sus dos hijos a la vez. Así que le dijo Jacob: “Vete a casa de mi hermano. Vete a la tierra donde mi padre solía vivir. Quédate allí durante algún tiempo y después vuelve a casa”. Así que Jacob se fue de su casa pensando que volvería cuando se normalizara la situación. Pero Jacob se quedó en casa de su tío durante mucho más tiempo y no volvió hasta mucho después de casarse.
 
 
Jacob se fue de de Berseba y se fue a casa del hermano de su madre
 
Mientras iba de camino a casa de su tío el sol se puso y Jacob se echó a dormir. Puso su cabeza sobre una piedra como almohada.
Veamos lo que die la Biblia de este suceso: “Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Génesis 28:12-15).
Después de levantarse de este sueño, Jacob estaba sorprendido. Dijo: “Este lugar donde me eché a dormir es la casa de Dios. Es la entrada a Su Reino”. Había visto algo tan misterioso que estaba sobrecogido. Dios le dijo a Jacob en su sueño: “Estaré contigo siempre vayas donde vayas. Allá donde vayas te guiaré hasta la tierra donde solías vivir. Y difundiré a tus descendientes por todas partes, del Oeste al Este, del Norte al Sur. Soy el Dios de tus antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y tu Dios”. Entonces multitud de ángeles, grandes y pequeos, ascendieron y descendieron ante sus ojos. Y al final de la escalera estaba Dios diciendo: “Soy tu Dios, el Dios de Isaac y el Dios de Abraham. La tierra donde estás será entregada a ti y a tus descendientes. Tus descendientes serán tantos como el polvo de la tierra y se dispersarán hacia el Oeste y el Este, el Norte y el Sur, y en ti y en tu semilla todas las familias de la tierra serán bendecidas. Te devolveré a esta tierra sin falta y no te dejaré hasta que haya cumplido lo prometido”.
¿A quién bendijo Dios? Aquí tenemos que entender perfectamente a quién bendijo Dios. Jacob recibió la bendición de su padre Isaac en vez de su hermano, y por esa razón se fue de su casa huyendo de su hermano y tuvo que ir a casa de su tío. Pero de camino se quedó dormido y vio a Dios en un sueño y escuchó la Palabra bendita de Dios que le prometía que estaría con él y le protegería. Debemos darnos cuenta claramente de que Jacob fue bendecido por Dios verdaderamente.
De hecho, Jacob fue bendecido y no Esaú. ¿Qué explica esto? Esto se debe a que Jacob recibió de su padre la bendición que su corazón deseaba y heredó estas bendiciones que Abraham e Isaac habían recibido de Dios Padre. Esto también es cierto de nosotros. En otras palabras, somos nosotros los que hemos heredado estas bendiciones de Jacob. El que hayamos recibido las mismas bendiciones de DIos que Jacob recibió puede verse claramente en el pasaje de las Escrituras.
La Biblia dice que el padre de Jacob se comió el plato de comida sabrosa y le bendijo. ¿Cuál es el significado espiritual de este pasaje? Aquí podemos ver que nuestro Señor bendice a los que comen Su carne y beben Su sangre por fe. Dicho de otra manera, los que creen en el bautismo que Jesucristo recibió en la carne y los que creen en Su crucifixión son los que están bendecidos por Dios como Jacob. Son las personas que le llevan esta comida sabrosa a Dios. Hablando espiritualmente, esta comida sabrosa es la fe del Evangelio del agua y el Espíritu ante Dios.
¿Quiénes son los que van siempre acompañados de Dios, son protegido por Él y ayudados y bendecidos por Él? Jacob no fue bendecido porque hubiese hecho algo bueno. Fue bendecido porque recibió las bendiciones que Dios le dio a través de Isaac cuando se vistió con la ropa de su hermano como le pidió su madre, le llevó la comida sabrosa que le dio y se acercó a su padre en nombre de su hermano Esaú.
Esto también es cierto de nosotros. Cuando nos acercamos a Dios en nombre de Jesucristo por fe, según las instrucciones de la Iglesia de Dios, creyendo que Jesús nos ha salvado a través de Su agua y sangre, podemos recibir todas las bendiciones. Hablando espiritualmente, el que Jacob se vistiese con pelo de cabra se refiere al hecho de que creyó en la obra justa de Dios que nuestro Señor cumplió para salvarnos cuando vino a este mundo. Aunque la motivación de Isaac al bendecir a Jacob era parcialmente el plato de comida sabrosa, Jacob pudo recibir estas bendiciones porque se había acercado a su padre en nombre de Esaú vestido con su ropa.
 
 

Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de Jesús pueden recibir las bendiciones del Cielo

 
Como personas que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos recibir todas las bendiciones de Dios claramente. Por nuestra fe en la justicia de Jesús y al creer en Su acto justo de salvación que nos ha librado del pecado, hemos recibido todas las bendiciones. En otras palabras, los que creemos en la obra justa que Jesucristo cumplió al tomar todos nuestros pecados a través de Su bautismo y Su crucifixión hemos sido bendecidos por Dios. De la misma manera en que Jacob se acercó a su padre y fue bendecido en nombre de Esaú, nosotros nos acercamos a Dios Padre y recibimos las bendiciones al creer en la justicia de Jesús, quien nos salvó de todos sus pecados. En otras palabras, cuando vamos ante Dios Padre con la justicia de Jesús, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y le pedimos Su bendición, Dios Padre nos bendice abundantemente.
Dios Padre no nos bendice porque hayamos hecho algo bueno o virtuoso, ni porque no hayamos mentido o porque hayamos sido valientes. No, nos bendice solo cuando creemos en la justicia de Jesucristo solamente, cuando creemos que Jesucristo es Dios, cuando creemos que Jesucristo es el Salvador de los pecadores, y cuando creemos en la Palabra del agua y la sangre que ha salvado a la humanidad del pecado.
 
 

Isaac olió a Esaú en Jacob y lo bendijo

 
Cuando Isaac bendijo a Jacob, le dijo que se acercase para besarle. Y cuando Jacob hizo esto, le olió. Como Jacob llevaba piel de cabras, probalemente olía mal. Como saben, una cabra huele mal por muy limpia que esté. Esaú normalmente tenía un olor corporal muy fuerte y por eso allá donde iba dejaba un rastro de olor, así que Isaac pensó: “Este olor es claramente el de Esaú”. Este olor no puede proceder de Jacob. Convencido de que el hijo que tenía delante era Esaú, Isaac le bendijo en el nombre del Señor Dios. Esto se debe a que lo que Isaac olió era el olor de Esaú, como está registrado en Génesis 27:27-28: “Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos,
y le bendijo, diciendo: 
Mira, el olor de mi hijo, 
Como el olor del campo que Jehová ha bendecido; Dios,
pues, te dé del rocío del cielo, 
Y de las grosuras de la tierra, 
Y abundancia de trigo y de mosto”.
Así es como Isaac bendijo a Jacob, diciendo: “El olor de mi hijo es como el olor de un campo bendecido por el Señor”. Este es otro misterio que la Biblia ha escondido. Todo el mundo quiere ser bendecido por Dios, pero es imposible que todo el mundo sea bendecido si no emite el aroma de haber aceptado a Jesucristo correctamente. La Biblia declara: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden” (2 Corintios 2:15). ¿Tienen la fragancia de Cristo? Sí, la tenemos. En otras palabras, tenemos fe en la justicia de Jesucristo. Si desprenden el aroma de la fe emitido por la justicia de Dios, Dios Padre les bendecirá, pero si este aroma de fe no está en ustedes, Dios no les bendecirá. Aunque lleven el famoso perfume francés Chanel, no podrán ser bendecidos por el Dios de la justicia. Por tanto, deben emitir claramente el aroma de Jesucristo, el Hijo de Dios.
De hecho, El Señor Dios nos bendice después de oler el aroma de nuestra fe que cree en Su justicia de todo corazón. El que Dios nos bendiga o no depende de si nuestro aroma es el aroma de la fe en el bautismo de Jesús recibido de Juan y la sangre derramada en la Cruz. Por tanto, si queremos ser bendecidos por Dios deberemos ser salvados sin falta de todos nuestros pecados al creer en la justicia de nuestro Señor para que podamos desprender el aroma de la verdadera fe. Cuando creemos en la justicia de Dios de todo corazón, el Dios que se le apareció a Jacob se convierte en nuestro propio Dios y las bendiciones que se le entregaron a Jacob también fueron entregadas a nosotros.
Jacob fue bendecido en abundancia. ¿Cómo fue bendecido? Fue bendecido al obedecer a su madre al pie de la letra. Tomó prestada la ropa de su hermano y su nombre, tomó prestados dos cabritos y la cocina de su madre. De esta manera, lo hizo todo tomando prestado y nada era suyo.
Esto también es cierto de nosotros. ¿Qué debemos hacer para convertirnos en hijos de Dios y ser bendecidos por Él? Primero debemos ser salvados al creer en lo que Jesús hizo en este mundo para salvarnos de nuestros pecados con Su agua y sangre. Así es como se reciben las bendiciones del Cielo. Nunca recibiremos nada de Dios por hacer algo por nuestra cuenta o mediante nuestros méritos. Debemos darnos cuenta claramente de que solo somos bendecidos al creer en la justicia de Jesucristo.
Debemos reconocer este hecho claramente. Debemos creer que solo los que tienen la fe espiritual en la carne de Jesucristo y Su sangre están bendecidos por Dios. Por tanto, debemos creer que hemos recibido todas las bendiciones de Dios. Estas bendiciones no se reciben por otra condición. Estas bendiciones no se reciben por nuestros propios méritos, sino por el mérito de Jesucristo, como Jacob que recibió la bendición de su padre en el nombre de Esaú y se vistió de la ropa de Esaú.
Cuando Jacob se levantó después de ver a Dios en su sueño, puso un pilar de piedra, arrojó aceite sobre él y llamó a ese lugar Betel que se había llamado Luz anteriormente, y dijo: “Esta es la casa de Dios. Señor, si me proteges y me llevas a casa a salvo, te daré una décima parte. Y te construiré una casa. Si me permites volver a casa a salvo, serás mi Dios”. En resumen, le ofreció una oración de promesa a Dios. ¿Se convirtió en su Dios solo después de escuchar la promesa de Jacob? No, Dios declaró ser su Dios unilateralmente, sin tener nada que hacer con la promesa o la oración de Jacob.
Dios se convirtió en el Dios de Jacob sin obras humanas. Bendijo a Jacob. Y le dijo: “Te llevaré de vuelta a esta tierra sin falta”. Dios se convirtió en el Dios de Jacob por creer en Él y en Su Verdad. Hemos sido bendecidos por Dios. Dios es su Dios y mi Dios. No somos bendecidos por Dios por nuestras propias acciones. Hemos sido bendecidos por nuestra fe en Dios. Y al creer en esto, deberíamos seguir recibiendo y disfrutando estas bendiciones. Mis queridos hermanos, deben saber y creer que han sido bendecidos.
 
 
Jacob pudo heredar la fe de su padre
 
Por la fe de Jacob en las palabras de su padre pudo heredar la fe de su padre y ser bendecido por Dios. Por eso Jacob recibió todas estas bendiciones de Dios. Dicho de otra manera, esto no ocurrió gracias a Jacob.
En su carne, Jacob era un hombre astuto y sin escrúpulos. No tenía ningún mérito. Si Dios hubiese tenido que bendecir a Jacob por su carácter, no habría sido posible. Pero Dios no miró el carácter de Jacob o su integridad. En otras palabras, Jacob fue bendecido porque se acercó a Dios con el tipo de fe que era adecuado para Sus promesas de bendición. Dios bendices después de tomar comida sabrosa. Y Jacob le llevó a su padre este plato sabroso. A pesar del hecho de que su madre había preparado ese plato sabroso, lo que importa es que él se lo llevó. Asimismo, se acercó a su padre en nombre de su hermano Esaú. Se vistió con la ropa de Esaú. Y se acercó con el sacrificio de cabras. En resumen, aunque Jacob no tenía nada propio, se acercó a Dios con todos los requisitos para ser bendecido. Por eso Jacob pudo recibir las bendiciones sin problema. Fue bendecido precisamente porque cumplió todas las condiciones para recibir todas estas bendiciones.
Después de ser bendecido por Dios, se convirtió en un fugitivo. Como había sido bendecido en el lugar de su hermano, se convirtió en el enemigo de su hermano. Se convirtió en un fugitivo perseguido por su hermano y Jacob tuvo que dejar su hogar, pero Dios se le apareció en un sueño. En su sueño vio una escalera que llegaba al Cielo desde la tierra y ángeles que subían y bajaban por esta escalera. Y por encima de esta escalera se escuchó una voz diciendo: “Soy tu Dios, el Dios de tu abuelo Abraham y el Señor Dios de Isaac. La tierra en la queu te has acostado te la voy a dar a ti y a tus descendientes, y bendeciré a todos tus descendientes para que sean abundantes. Te llevaré de vuelta a esta tierra sin falta. Aunque estés huyendo ahora, estaré contigo allá donde vayas, te cuidaré y te protegeré y te devolveré aquí seguro. Estaré contigo y te bendeciré hasta que todas estas bendiciones se hayan cumplido”.
De la misma manera en que Dios bendijo a Jacob de esta manera, más adelante llevó a Jacob a Betel de nuevo. Después de esto Jacob tuvo doce hijos y de estos hijos salieron millones y decenas de millones de descendientes. Dios también le dio a Jacob toda la tierra de Israel. Cumplió toda Su Palabra al igual que bendijo a Jacob. Dios es un Dios fiel.
 
 

Las bendiciones de Dios que descienden como el rocío

 
Debemos darnos cuenta de que hemos sido bendecidos por Dios. Debemos reconocerlo claramente. Es muy importante que sepan que han sido bendecidos.
¿Se dan cuenta de que han sido bendecidos? ¿Entienden que han recibido las bendiciones de Dios por su fe en vez de por sus acciones, al creer en el nombre de Jesucristo y Su obra de salvación? El Dios del amor abundante nos ha bendecido. Nos ha bendecido a nosotros. Dios nos bendice con el rocío del Cielo y las grosuras de la tierra. Estas bendiciones de Dios no salen de manera abrupta como una catarata. Pasemos a Génesis 27:28:
“Dios, pues, te dé del rocío del cielo, 
Y de las grosuras de la tierra, 
Y abundancia de trigo y de mosto”.
Dios nos ha dado todas estas bendiciones sutiles como el rocío. Y nos ha prometido que estas bendiciones continuarán. ¿Han visto alguna vez la tierra y las plantas mojadas por el rocío de la mañana? El rocío humedece toda la tierra aunque apenas sea visible. Todas las plantas se nutren por este rocío. La Biblia dice que las bendiciones de Dios son como este rocío. De hecho, Dios nos bendice a escondidas. Así es como Dios nos da Sus bendiciones.
De esta manera, Jacob recibió estas bendiciones de Dios como el rocío y como resultado se convirtió en un enemigo espiritual de su hermano Esaú inmediatamente. Esto también es cierto de nosotros. Cuando alguien es bendecido por Dios, es natural que la gente de este mundo se convierta en enemiga de esa persona. ¿Qué deberíamos hacer ante estos adversarios? Debemos luchar contra ellos mediante nuestra fe espiritual, de la misma manera en que Jacob tuvo que luchar contra Esaú con la verdad, aunque fueran hermanos de sangre. También debemos luchar contra nuestros enemigos sin falta, aunque sean nuestra propia familia de sangre. Si alguien no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque Jesús, nuestro Señor, nos haya dado Su carne y sangre claramente, esa persona es mi enemigo y enemigo de Dios también. Un enemigo debe tratarse como un enemigo. Estas personas no aceptan la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, aunque la prediquemos continuamente, diciendo: “¿Cómo puede una persona tener pecados cuando cree en Jesús? Todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús completamente cuando fue bautizado por Juan el Bautista”. Estas personas se convierten en nuestros enemigos porque rechazan esta verdad inmediatamente. Nuestra relación con ellas se ha terminado. Y solo acumularán más maldiciones sobre sus cabezas hasta que mueran. Piensen en esto bien. ¿Cómo puede alguien que no ha aceptado la Palabra de Dios invocar el nombre del Señor y decir que hace buenas obras de evangelización y servicio a Dios? Estos esfuerzos son todos obras humanas y son en vano.
Todo el mundo debe creer en estas bendiciones de Dios de todo corazón. ¿Hay algo más malvado que negarse a aceptar la obra del Señor y negarla? Si amamos a alguien que no cree en la justicia de Dios es lo mismo que levantarse contra Dios. Por supuesto, tenemos compasión de ellos en nuestros corazones, pero si nos negamos a aceptar a Dios hasta el final, todos acabarán siendo nuestros enemigos.
Mis queridos hermanos, es natural y axiomático que, cuando recibimos la remisión de los pecados en nuestros corazones y somos bendecidos por Dios, muchos enemigos se levantarán contra nosotros espiritualmente. Si sabemos claramente quiénes son nuestros enemigos, debemos luchar contra ellos cuando nos atacan con la Verdad en la que creemos. Incluso ahora cuando miramos la situación actual del pueblo de Israel y las naciones de su alrededor, podemos ver que las bendiciones que fueron otorgadas a Jacob y las maldiciones que recibió Esaú siguen intactas hasta el presente. Los descendientes de Jacob y los de Esaú están todavía luchando hoy en día. Los descendientes de Ismael y los descendientes de Esaú creen en Alá. Pero los descendientes de Jacob, el pueblo de Israel, creen en el Dios de Jacob y el Dios de Abraham. Aunque los dos vienen del mismo padre son completamente diferentes.
 
 

Benditos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Por casualidad, ¿no se han dado cuenta de que han sido bendecidos por Dios? Si es así, nada puede ser más trágico. ¿Nos bendecirá Dios como compensación por nuestras acciones? No, esto no ocurrirá. Pero Dios ya nos ha bendecido. Como ya hemos sido bendecidos por Dios de esta manera estamos sirviendo a nuestro Dios, creemos en Él y le seguimos, vivimos según Sus deseos y estamos dedicando nuestras vidas a Él. Como hemos recibido todas las bendiciones de Dios podemos ofrecer nuestro diezmo a Dios, orarle y predicar Su Palabra para que nuestros descendientes sean bendecidos. Debemos tener esta fe sin falta.
De hecho, debemos creer de todo corazón que somos personas benditas ante Dios. Solo cuando tenemos esta fe podemos disfrutar de las bendiciones de Dios, compartirlas con los demás y vencer a los enemigos que se levantan contra nuestra fe. Solo cuando creemos que hemos sido bendecidos podemos recibir las bendiciones de la grosura de la tierra y el rocío del Cielo que Dios hará caer despacio sobre nosotros, compartir estas bendiciones con otros, luchar contra nuestros enemigos y pasar estas bendiciones con los descendientes de nuestra fe. Debemos tener esta fe. ¿Creen en esto?
Yo creo sin duda que soy un hombre bendecido. Mis queridos hermanos, Dios le dijo a Abraham: “Maldeciré a los que te maldigan y bendeciré a los que te bendigan”. También le dijo a Jacob: “Maldeciré a los que te maldigan y bendeciré a los que te bendigan”. Esto significa que Abraham y Jacob fueron bendecidos por Dios por su fe. Son los que recibieron la fe de Dios y Sus bendiciones. Esto también es cierto de nosotros. Hemos heredado esta fe. Debemos creer en esto. Debemos vivir por fe. Aunque este mundo esté conmovido y los cielos y la tierra sean agitados, debemos vivir por esta fe sin dudar. Dios dijo: “Si queréis ser maldecidos, vivid según vuestros deseos; si queréis ser bendecidos, vivid por fe”. Dios bendijo a los que bendijeron a Abraham y maldijo a los que odiaron a Abraham.
Muchas personas me han perseguido y en particular una persona. Cuando estaba recién casado, este hombre era un evangelista que me dijo que tenía que tomar la iniciativa sobre mi esposa cuanto antes. Así que intenté mandar a mi mujer en cuanto me casé, pero sufrí mucho después debido a esto. Por cierto, después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, me encontré con esta persona de nuevo. Así que compartí el Evangelio con él, pero se levantó contra mí. Me causó muchos problemas en el pasado con sus malos consejos y ahora se negaba a escucharme. Sé que Dios le maldecirá.
Debemos darnos cuenta de que hemos sido bendecidos por Dios. Debemos vivir por fe. En el pasaje de las Escrituras de hoy, la madre de Jacob, Rebeca, se refiere a la Iglesia de Dios. De la misma manera en que Jacob recibió todas las bendiciones al confiar en el consejo de su madre, nosotros creemos en las instrucciones de la Iglesia 100%, nos hemos unido con esta Iglesia y nos acercamos a Dios por nuestra fe en la carne y la sangre de Jesús. Si vivimos así, recibiremos todas las bendiciones de Dios Padre. Estamos verdaderamente bendecidos. Recibiremos todas las bendiciones de Dios. Les pido que crean en esto.
Dios bendijo claramente a Jacob. Nuestro Dios nos ha bendecido también. Nos hemos convertido en Su pueblo bendito. Le doy todo mi agradecimiento a Dios Padre y Jesucristo.