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Tema 11: El Tabernáculo

[11-11] No Somos de Aquellos que Retroceden para Perdición Debido a Nuestros Pecados (Juan 13:1-11)

No Somos de Aquellos que Retroceden para Perdición Debido a Nuestros Pecados

(Juan 13:1-11)
“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.”

 

 

Toda la Palabra de la Biblia es un misterio para los falsos maestros que no han nacido de nuevo. Por lo tanto, ellos tratan de interpretar la Palabra de Dios a su propia manera con pensamientos hechos por hombres. Sin embargo, ellos mismo no están convencidos de lo que enseñan. Como resultado, aún entre aquellos que creen en Jesús, no hay muchos que tengan la convicción de su salvación.
¿Por qué se da esto? Se debe a que dicen que creen en Jesús, aunque no conocen claramente el evangelio del agua y el Espíritu. Tales cristianos piensan que no serán destruidos porque creen en Jesús. Pero ellos necesitan darse cuenta que cuando se ve desde una perspectiva bíblica, tan solo es un hecho terminado el que sean destruidos a menos que nazcan del agua y el Espíritu.
Es una creencia general de la gente el pensar que, aunque no conocen la verdad, ya que ellos creen en Jesús ciegamente, por lo menos no serán destruidos. Sin embargo, ya que no entienden la Palabra escritural correctamente, no pueden darse cuenta por la misma Palabra que en realidad están creyendo equívocamente, ya que no han sido salvados correctamente.
Así que, si la gente interpreta la Palabra de la Biblia literalmente y llegan a sacar sus propias doctrinas basados en sus propios pensamientos, entonces tales personas, aún si creen en Jesús, no podrán recibir la remisión del pecado y finalmente terminarán en el infierno debido a sus pecados. Como tal, esto no es algo para ser descubierto por nuestros propios medios, sino que debemos esperar en Dios a que nos de entendimiento a través de Sus santos nacidos de nuevo con la Palabra de verdad. También debemos darnos cuenta de que toda la Palabra de Dios se explica dentro del evangelio del agua y el Espíritu.
Jesús dijo, “Que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5). Aquellos que conocen y creen en este pasaje correctamente pueden ciertamente ser liberados de todos sus pecados y entrar en el Reino del Cielo. Jesús dijo que aquellos cuyos corazones han sido limpiados del pecado por creer en el evangelio del agua y el Espíritu pueden entrar al Cielo. Pero si la gente cree sin entender el evangelio del agua y el Espíritu dado por el Señor –esto es, la verdad manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el fino lino torcido del Tabernáculo- entonces serán destruidos por sus pecados.
¿Cuán expresamente espantoso seria que fuésemos destruidos por nuestros pecados, aunque creamos en Jesús? Me entristece profundamente el pensar que aunque ahora en este mundo existe mucha gente que cree en Jesús como su Salvador, muchos de ellos no pueden responder confiadamente cuando se les pregunta si realmente están convencidos de que ellos han sido salvados de todos sus pecados. No es un error decir que todos los pecadores, sin importar el que profesen o no el creer en Jesús, serán destruidos por sus pecados. ¿Cuánta gente será realmente destruida, aunque cree en Jesús?
Mateo 7 nos dice que, aunque muchos creen en el Señor y le digan a Jesús que ellos han profetizado, echado fuera demonios, y hayan realizado muchas maravillas en Su nombre, aun así serán abandonados por Él. Jesús dijo que le diría a esa gente, “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:23). Nuestro Señor dijo que no todos los que llaman Su nombre entrarán en el Cielo. De esta manera, el Señor reprenderá a aquellos que han interpretado mal el evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, mucha gente ni siquiera se da cuenta que han mal interpretado y creído equívocamente en Jesús, una situación profundamente triste para nuestro Señor. Existe mucha gente que, ignorante del hecho de que el Señor en realidad los está reprendiendo por su fe agrietada, y se dirigen hacia su propia destrucción.
Es por eso que nuestros corazones se lamentan por los cristianos nominales de hoy. Ellos solo creen en Jesús vagamente, son incapaces de alcanzar una definición bíblica clara de lo que es el evangelio del agua y el Espíritu. Es por eso que para nosotros es una tarea importante y urgente el predicar el evangelio del agua y el Espíritu a todos ellos.
Es critico e importante que todos nosotros conozcamos y creamos en el evangelio de la verdad del agua y el Espíritu. Entonces, ¿cómo podemos nosotros conocer el evangelio de la verdad del agua y el Espíritu? Escuchando, desde luego, las enseñanzas sobre el evangelio del agua y el Espíritu contenidas en la Palabra de Dios. Realmente debemos conocer y creer en el evangelio de la verdad y ser llamados por Dios como sus santos. Es por hacer esto que podemos entrar en el Reino de Dios por fe, recibir la remisión del pecado por fe, y convertirnos en sus propios hijos por fe.
Es por es que el Cristianismo se enfoca en la salvación recibida por fe. Las religiones del mundo premian los propios actos de uno. Pero la verdadera realidad nos dice que la salvación es el regalo de Dios, no de las obras humanas, para que nadie se jacte (Efesios 2:8-9). El verdadero Cristianismo señala el camino para ser salvo del pecado y entrar al Cielo solo conociendo y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu.
El pasaje principal de Juan 13 también es acerca del evangelio del agua y el Espíritu. Sabiendo que el tiempo había llegado para que Él muriera sobre la Cruz, Jesús buscó lavar los pies de sus discípulos. Esto ocurrió poco antes de la Fiesta de la Pascua. La Fiesta de la Pascua es de profunda importancia para los judíos. Ya que fue el día en que el pueblo de Israel escapó de Egipto y fueron salvados de la esclavitud, se ha convertido en un gran día festivo para los judíos. Así que el pueblo de Israel recuerda la Fiesta de la Pascua del Antiguo Testamento y lo mantienen como recordatorio realizando rituales de Pascua juntos.
Durante la cena, Jesús reunió a sus discípulos y buscó decirles algo que tenía un gran significado. Al lavar los pies de Sus discípulos antes de que Él Mismo muriera sobre la Cruz, Él quiso enseñarles la verdad que ha lavado sus pecados actuales. Con la llegada de la Fiesta de Pascua, Jesús sabía que sería capturado como el Cordero de la Pascua, sería crucificado, moriría y se levantaría de entre los muertos nuevamente. Así que Jesús quería enseñarles a sus discípulos que, como el Cordero del sacrificio, Él ha lavado aún sus pecados actuales. Puesto de otra manera, Él lavó los pies de los discípulos para darles una enseñanza importante antes de morir sobre la Cruz.

 


La razón por la que el Señor lavó los pies de Pedro


Veamos lo que Jesús dijo cuando trató de la lavar los pies de los discípulos y Pedro se rehusó: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo” (Juan 13:8). ¿Cuán crítico y temible es esta expresión? Sin embargo, Jesús realmente quería enseñarles a Sus discípulos la clase de fe que se necesitaba para lavar sus pecados actuales, y cuán importante era para ambos, Sus discípulos y Él Mismo, que lavara sus pies antes de que Él muriera sobre la Cruz.
Así que Jesús se levantó de la cena, puso a un lado su manto, se ciñó una toalla y Él Mismo se inclinó, entonces puso agua en una bandeja y comenzó a lavar los pies de los discípulos. Entonces, llego el turno de Simón Pedro, pero Pedro seguía rehusándose. Le dijo a Jesús, “Señor, ¿tú me lavas los pies?” Pedro estaba asombrado porque Jesús quería lavar sus pies. Debido a que él había creído en Jesús y le servía como el Hijo de Dios, era duro para él aceptar una situación tan inconcebible. Es por eso que Pedro preguntó porque Jesús quería lavar sus pies, pensando que si alguien debía lavar los pies, debía ser Pedro mismo el que lavara los pies del Señor, y que no era correcto ni apropiado que él dejara al Señor lavar sus pies. Así que literalmente impactado por esto, Pedro dijo, “Señor, ¿tú me lavas los pies?” y rehúso ser lavado.
Entonces Jesús dijo en el versículo 7, “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.” Esto significa, “Tú no entiendes ahora el porqué estoy haciendo esto. Pero cuando Yo muera sobre la Cruz, me levante de los muertos y ascienda al Cielo, entonces entenderás la razón por la que Yo lavé tus pies.” Y entonces Jesús dijo firmemente, “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” A menos que Jesús lavara los pies de Pedro, éste y Jesús no tendrían ninguna relación él uno con él otro. El no tener parte con Jesús significaba no tener ninguna relación con Él, así que Pedro no tenía otra opción que la de poner sus pies ante Jesús. Entonces, Jesús puso los pies de Pedro en la bandeja, los lavó, y luego secó sus pies con la toalla.
Cuando el Señor dijo a Pedro, “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo,” Pedro, impactado por esto, dijo, “¡Entonces lávame aún más para que pueda tener parte contigo. Lava mis manos, mi cabeza y mi cuerpo entero!” Escuchando esto, entonces Jesús dijo, “Aquel que es lavado solo necesita lavar sus pies. Él está completamente limpio. Tú estás totalmente limpio, pero no todos ustedes.”
Jesús mencionó con frecuencia lo que hacía que la gente quedara momentáneamente perpleja y confusa. Incapaces de comprender lo que Jesús dijo, la gente tiende a mal interpretar, a creer equívocamente y a hacer cosas bizarras. Aquellos que no han recibido la remisión del pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu no pueden entender correctamente lo que Jesús le dijo aquí a Pedro. ¿Por qué? Porque aquellos que no tienen el Espíritu Santo no pueden entender el significado correcto de la Palabra de Dios.
No cualquiera puede darse cuenta de la verdad revelada en la Biblia, aún si él/ella es un genio dotado con prodigios brillantes del mundo. Mientras que tal gente entiende la Palabra de las Escrituras en su sentido literal, a menos que sepan la verdad del agua y el Espíritu, sin importar cuan duro lo intenten, no pueden juntar todas las piezas del rompecabezas y descubrir con qué clase de fe pueden lavar sus pecados actuales.
El Señor dijo, “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (Juan 13:10). Este pasaje es muy difícil de entender para muchos cristianos de hoy, ya que no pueden convencerse a sí mismos si han sido o no remitidos de todos sus pecados actuales. En realidad, toman este pasaje como la base de la doctrina de las oraciones de arrepentimiento, una de las así llamadas doctrinas ortodoxas en el Cristianismo.
Ellos interpretan este pasaje así: “Una vez que hemos creído en Jesús como nuestro Salvador, entonces somos perdonados de todos nuestros pecados incluyendo el pecado original. Pero, debido a que somos muy insuficientes para no pecar cada día, y por lo tanto somos pecadores nuevamente, debemos pedir el perdón de Dios para ser remitidos de estos pecados actuales. Al hacer esto, podemos ser limpiados de nuestros pecados, y así restaurar nuestra relación con Él nuevamente.”
¡No tiene sentido! ¿Realmente puedes limpiar tus pecados ofreciendo oraciones de arrepentimiento? ¿Qué hay de los pecados que puedas omitir al pedir perdón debido a tu descuido? Entonces, ¿cómo pueden se perdonados estos pecados?
La Iglesia, el cuerpo de Dios, es de hecho la reunión de aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu dado por nuestro Señor. Así que cuando Jesús dice que el cuerpo está totalmente limpio, pero que no todos los discípulos están limpios, Él dijo esto refiriéndose a Judas quién no creyó en Él. Debido a que Él sabía que Judas no creía dijo, “aunque no todos.”
Debemos creer que el Señor ha lavado todos nuestros pecados de una vez por todas con el evangelio del agua y el Espíritu, la verdad central de la Biblia. Así que, si fallamos en conocer los puntos clave de la Palabra de Dios y tratamos de entenderla a nuestra propia manera, podemos caer en grandes falacias. Aún ahora, mucha gente, habiendo caído en grandes falacias, están dando todas sus pertenencias y aún están siendo martirizadas cuando ni siquiera creen en Jesús correctamente, pero al final, serán finalmente destruidos por sus pecados.

 


La razón por la que Jesús tiene que lavar nuestros pies


¿Por qué Pedro podía tener algo que ver con Jesús solo si Él lavaba sus pies? La razón es que Jesús podía ser el verdadero Salvador de Pedro solo si Él borraba todos los pecados de toda su vida. Jesús vino a esta tierra, tomó los pecados de la humanidad a través del bautismo que Él recibió de Juan, murió sobre la Cruz, se levantó de entre los muertos, y por lo tanto lavó los pecados de Pedro y todos los pecados de sus discípulos de una vez y para siempre. Jesús quiso grabar esta verdad en sus mentes. Pero debido a que los discípulos pensaron que su lavado de sus pies solo era un asunto de ética, ellos no supieron la razón por la cual Jesús lavó sus pies.
Ellos tenían que darse cuenta que no solamente sus pecados actuales sino también los pecados que cometerían después les serian amenaza de muerte espiritual. Así que tenían que darse cuenta de que aún los pecados que cometerían en el futuro ya habían sido pasados todos sobre Jesús. Debido a que Pedro no tendría parte con Jesús a menos que fuera este el caso, Pedro tenía que darse cuenta de la gran lección que les daba Jesús al lavar sus pies y los de los discípulos. Jesús le tenía que enseñar a Pedro la verdad de que al ser bautizado, Él ha lavado “todos y cada pecado” cometidos por Pedro por sus insuficiencias y debilidades. Es por eso que Jesús tenía que lavar los pies de Pedro, y éste tenía que tener sus pies lavados por Jesús. Pedro podía tener parte con Jesús solo si él creía que todos los pecados cometidos durante su periodo de vida debido a sus debilidades e insuficiencias fueron también lavados de una vez y para siempre cuando Jesús fue bautizado por Juan.
Podemos entender la verdad del agua y el Espíritu escuchando la Palabra de Dios. Es por conocer y creer en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que ha remitido todos nuestros pecados por lo que podemos ser limpiados también de todos nuestros pecados actuales. Jesús dijo, “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies.” Debido a que Jesús ya ha lavado todos nuestros pecados y nos ha hecho limpios, aquellos que creen en esto son aquellos que han sido remitidos de todos sus pecados.
Jesucristo de hecho ha lavado todos los pecados siendo bautizado en el Río Jordán y tomando todos nuestros pecados. Y al ir a la Cruz, ser crucificado, derramado su sangre, muriendo y levantándose de entre los muertos, Él se ha convertido en nuestro eterno Salvador. Con el bautismo que Él recibió y con la sangre de la Cruz, el Señor se ha convertido en nuestro perfecto Salvador. De esta manera, a través del evangelio del agua y el Espíritu, nuestro Señor nos ha permitido a todos aquellos que creen en Él, ser lavados de todos sus pecados de una vez por todas por fe. 
Aquellos que conocen esta verdad y la creen pueden ser también perfectamente redimidos de sus pecados actuales. Viendo desde el punto de vista de Dios, es verdad que toda la humanidad ha sido lavada de todos los pecados por los justos actos de Jesús. Todo lo que tenemos que hacer para estar realmente lavados de todos nuestros pecados es recibir esta gracia gratuita teniendo fe en el evangelio del agua y el Espíritu. ¿No es este el caso? ¡Claro que lo es! Por nuestra fe que cree en esta verdad, podemos llegar a ser de aquellos que ya han sido lavados.
Jesús dijo que aquellos que por lo tanto han sido lavados solo necesitan lavarse los pies, ya que, aunque pecamos cada día por nuestra parte, Jesús ya tomó todos los pecados cuando Él fue bautizado y nos ha salvado totalmente. Por ser bautizado, Jesús ha lavado todos los pecados de toda la vida completamente, y es afirmando esto cada día por parte nuestra que podemos resolver nuestros pecados actuales.
Esto es lo que nos está diciendo este pasaje. La realidad es que aún aquellos que han recibido la remisión del pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu – esto es, Jesús aceptó todos los pecados a través del bautismo que Él recibió de Juan, murió en la Cruz mientras cargaba sobre sus hombros los pecados del mundo, y se levantó de entre los muertos – aun viviendo sus vidas mientras pecan, ya que ellos también tienen carne. Sin embargo, Dios ya tomó aún los pecados actuales que la gente comete día a día después de creer en Jesús, ya que Él es poderoso.
El tiempo trasciende, de eternidad a eternidad, y Dios ya ha completado esta obra que ha borrado todos los pecados de la humanidad. De esta manera, Jesús aceptó todos los pecados de toda nuestra vida a través de Juan después de haber sido bautizado, muriendo sobre la Cruz mientras los cargaba todos, se levantó de entre los muertos, y de esta manera ha lavado todos nuestros pecados. Sin embargo, a pesar de esto, ¿cómo creemos? A pesar de creer en esta verdad, cada día estamos apesadumbrados por los pecados que cometemos en nuestras vidas y por nuestras insuficiencias.
Es por eso que cada día debemos reafirmar, con nuestra fe, la verdad de que Jesús tomó todos estos pecados que cometemos a través de toda nuestra vida mientras que caminamos en esta tierra. Por ser bautizado, Jesús ha lavado los pecados del mundo de una sola vez, pero debemos afirmar esta verdad con nuestra fe día tras día, momento a momento.
Al igual que Pedro, para permanecer unidos a Jesús por fe, que tuvo que recordar que Jesús lavó sus pies, para que permanezcamos dentro de su salvación, nosotros, también, debemos afirmar cada día la verdad de que Él ya ha limpiado todos nuestros pecados con su bautismo y con la sangre de la Cruz. Pero aquellos que no creen en esta verdad no pueden lavar para siempre ninguno de sus pecados. Aquellos que no han lavado todos sus pecados no creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu son los que no tienen parte con Jesús. Aunque cada día tratan incesantemente de lavar sus pecados, sus pecados no son lavados, ya que los pecados que tratan de lavar ofreciendo oraciones de arrepentimiento no son pecados tan ligeros. Cada pecado es seguido por el temido juicio de Dios.
Como tal, aquellos que traten de lavar sus pecados con sus propias oraciones de arrepentimiento, en lugar de lavarlas creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, experimentarán y se darán cuenta que ni siquiera lo que vale un centavo de sus pecados se lava. ¿Podríamos lavar nuestros pecados dando tales oraciones de arrepentimiento cada día? Aún si nosotros mismos creemos que hemos lavado nuestros pecados con nuestras oraciones de arrepentimiento, estos pecados aún permanecen en su totalidad.
Solo aquellos que han lavado todo su cuerpo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu califican para lavar sus pies mientras viven sus vidas, y solo ellos están también revestidos en la gracia que les permite lavar sus pecados cada día con fe y de esta manera mantener su limpieza por siempre.
Al ser bautizado, Jesús tomó todos nuestros pecados actuales de una sola vez. Por lo tanto, nosotros creemos que, con su bautismo, Jesús también tomó todos los pecados que cometemos por nuestras insuficiencias mientras vivimos nuestras vidas, y que Él sufrió, también, de la misma manera toda la condenación. En otras palabras, Jesús nos dijo que no debería existir tal cosa como el tropiezo o el morir por caer en nuestras debilidades.
Después de que Jesús lavó los pies de sus discípulos, todo lo que ahora le quedaba a Él era morir en la Cruz, levantarse de entre los muertos, y ascender al Cielo. Ahora Jesús no estaría más al lado de los discípulos, sino como de acuerdo a la Palabra escrita, Él estaría a la diestra del trono de Dios Padre. Y Él vendrá de nuevo.
¿Pero si Jesús hubiera muerto sobre la Cruz sin enseñar a Sus discípulos acerca de esto, como podrían haber permanecido sobre esta tierra y proclamar el evangelio del agua y el Espíritu? Los discípulos de Jesús hubieran vivido cometiendo pecados cada día, ya que eran débiles e insuficientes, y no sabiendo que hacer cuando cometieran pecado de envidia, avaricia u odio, ¿hubieran compartido el evangelio a otros? No hubieran podido hacerlo. Es por eso que Jesús ciertamente tuvo que decirles a Sus discípulos que Él ya había lavado aún estos pecados, y es por eso que Él lavó sus pies.

 


Como la remisión del pecado manifestada en el Tabernáculo


Cuando abrimos y entramos por la puerta del atrio del Tabernáculo, primero veremos el altar del holocausto y la fuente de bronce. La primera lección que el Tabernáculo nos da para nuestras vidas de fe es que si tenemos pecado ante Dios, la condenación del pecado nos espera. Nuestras vidas de fe, como lo indica el altar de la ofrenda quemada, también, comienzan fundamentalmente con la condenación del pecado y la muerte. Estábamos para ser condenados ante Dios por nuestros pecados, pero el Señor vino a esta tierra para tomar nuestros pecados.
Al igual que la ofrenda del sacrificio del Antiguo Testamento aceptaba las iniquidades de los pecadores con la imposición de manos, derramaba su sangre y moría, y su carne era colocada sobre el altar de la ofrenda quemada, y quemada con fuego, de esta manera siendo condenada vicariamente por las iniquidades de los pecadores llevando el juicio de fuego, también así lo hizo Jesús por nosotros. En lugar de que muriéramos nosotros, Jesús recibió la imposición de manos de Juan, derramo su sangre y murió sobre la Cruz, de esta manera dio el pago por nuestros pecados con su propia muerte.
Pecamos cada día, y continuaremos pecando hasta el día de nuestra muerte. Tú y yo somos de los que no teníamos otra salida que la de morir. Pero para salvar a tal gente que es como nosotros de nuestros pecados y condenación, el Señor dejó el trono de la gloria del Cielo y vino a esta tierra, tomó nuestros pecados recibiendo el bautismo de Juan sobre su propio cuerpo, rindió su cuerpo sobre la Cruz, fue crucificado, y derramó su preciosa sangre, se levantó de entre los muertos, y de esta manera se convirtió en nuestro verdadero Salvador. Darse cuenta y reconociendo la ley de la muerte, que debemos ser condenados y morir por nuestros pecados, es el punto de partida de la fe.
Solo aquellos que conocen y creen que deben morir por sus pecados y se convierten en aquellos que pueden tomar la limpieza del baño del pecado y recibir la remisión del mismo, pasando estos pecados sobre Jesús por fe. La verdadera fe comienza con tal creencia. Y nosotros que hemos comenzado desde esta creencia hemos llegado a ser completos confirmando nuestra fe en que Jesús ha borrado todos los pecados que cometemos diariamente y aún lavó también los pecados que cometeremos en el futuro.
Aún el Sumo Sacerdote y sus hijos como se muestra en el Tabernáculo dieron sus ofrendas quemadas cada mañana y cada noche. Con regularidad traían su ofrenda del sacrificio, imponían sus manos sobre su cabeza, sacaban la sangre y la ofrecían a Dios. Es por eso que no había ninguna silla en el Tabernáculo. En otras palabras, continuaban dando ofrendas en todo tiempo y no había tiempo para que ellos se sentaran y descansaran. De esta manera, nosotros éramos las tales personas que pecaban incesantemente y que no podían evitar Su juicio por estos pecados, pero Jesucristo no ha salvado totalmente con el bautismo que Él recibió y con el derramamiento de Su sangre.
Debemos comenzar nuestra fe creyendo que no hay otra salida que morir por nuestros pecados. Para la gente como nosotros, Jesús vino a esta tierra y tomó nuestros pecados de una sola vez al ser bautizado. Habiendo tomado nuestros pecados con Su bautismo, entonces Jesucristo cargó todos estos pecados a la Cruz y dio el pago por estos pecados con el derramamiento de Su sangre al dar su propia vida. Y levantándose de entre los muertos, Él se ha convertido en nuestro eterno Salvador.
Romanos 6:23 afirma, “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Realmente éramos algunos de los que tenían que morir por los pecados, pero Jesucristo nos ha salvado perfectamente. En otras palabras, al ser bautizado, morir sobre la Cruz y levantándose de entre los muertos, nuestro Señor nos ha dado la remisión del pecado y la vida eterna. ¿Crees esto? Es desde aquí que la fe empieza.
De casualidad piensas, “¿Yo no puedo ya seguir a Jesús debido a que soy muy deficiente?” ¿Acaso tú tal vez pienses que eres una basura y muy carnal, y aún si tú crees en el evangelio del agua y el Espíritu, te es muy difícil seguir adelante? Esta es la fe que lleva a la perdición.
Veamos Hebreos 10:36-39: “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” Se dice que no somos de los que retroceden para perdición. Aquellos que creen en esta verdad son tremendamente perseguidos, despreciados y encaran muchas dificultades. Pero la herencia del Cielo, que nunca expira, nos espera. Todas las cosas en el Cielo nos están esperando a nosotros los dueños.
Hebreos 10:34-35 dice, “Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón.” Esto es cierto. Ya que tú y yo quienes creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, la herencia permanente del Cielo nos está esperando. Dios ha dado el Cielo como su regalo de herencia a aquellos que han recibido la remisión del pecado.
Es por eso que Él nos dijo que no nos deshiciéramos de nuestra confianza en su promesa. Sabiendo que vamos a recibir una gran recompensa por nuestra fe, no debemos retroceder para perdición, sino que debemos afirmar nuestra fe aún más y no hacer a un lado nuestra confianza. Debemos tener la fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu, la verdad real, pelear nuestra batalla espiritual hasta el fin, salvar almas y vencer.
Nosotros los santos debemos ciertamente poseer esta fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu. Debemos tener esta fe, ya que, aunque somos tan insuficientes y que pecamos cada día mientras vivimos sobre esta tierra, el Señor aun así nos ha salvado totalmente siendo bautizado por Juan y derramando su sangre sobre la Cruz por nosotros. Es por esta fe que podemos tener gran confianza y vivir nuestras vidas en justicia hasta el fin del mundo. Debemos venir ante Dios por fe, correr esta carrera de fe con este evangelio verdadero, proclamarlo, y vivir nuestras vidas sirviendo al evangelio. Es por eso que la Biblia nos dice, “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10:36).
“Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:38-39). Nosotros quienes vivimos con fe en el evangelio del agua y el Espíritu, somos los que también podemos salvar a otros de todos sus pecados. Cuando la situación es esta, a pesar de tener la fe que puede salvar a otros de todos sus pecados, ¿cómo podemos retroceder para perdición? Si no nos mantenemos viendo hacia el evangelio del agua y el Espíritu, entonces nuestra fe declinará y terminaremos en el pantano de la muerte y moriremos totalmente. Habiendo recibido la remisión del pecado, nuestra tarea ahora es continuar corriendo con nuestra fe siguiendo la voluntad de Dios, no cayendo en nuestras propias debilidades, permanecer ahí y terminar muriendo.
Nosotros que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu no somos de los que retroceden para perdición. Somos aquellos que tienen la clase de fe que también puede salvar las almas de las personas. Cuando somos tales personas, ¿cómo podríamos encogernos y morir debido a nuestras debilidades? Nunca podríamos hacer eso. Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu nunca retroceden para perdición. No importa cuán insuficientes y débiles podamos ser tú y yo, somos los justos que vivimos nuestras vidas de fe con gran convicción en el evangelio del agua y el Espíritu.
Tú y yo debemos pensar en donde comenzó nuestra fe, salir de la perdición y vivir por fe. Básicamente hemos sido personas que teníamos que morir por nuestros pecados, pero creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, el evangelio a través del cual nuestro Señor nos ha salvado a ti y a mí de todos nuestros pecados. Hemos recibido nuestra salvación eterna.
En otras palabras, debido a que comenzamos nuestra fe reconociendo totalmente todas nuestras debilidades, insuficiencias, incapacidades y maldades al 100 por ciento, cuando nosotros, habiendo recibido la remisión del pecado, caminamos sobre esta tierra mientras pecamos, no venceremos a menos que pasemos todos los pecados sobre Jesucristo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu y sean lavados con la fe en su bautismo. Es por eso que debemos darnos cuenta con toda certeza que no somos de los que retrocedan para perdición y realmente vivir nuestras vidas por fe.
Algunas veces, atados por nuestras propias circunstancias y situaciones, podemos caer en varias tribulaciones y dificultades, y como somos débiles, nuestras vidas de fe pueden también colapsarse, incapaces de seguir adelante. Fue para enseñar esto a Pedro que Él le dijo, “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Jesús borró todos los pecados de Pedro. Así como el Señor fue bautizado y tomó todos los pecados cometidos por Pedro a través de su vida completa, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y de esta manera lo salvó, el Señor también te ha lavado a ti y a mí de todos nuestros pecados y condenación.
A menos que Él hubiera hecho eso, ¿cómo hubiéramos podido tú y yo tener algo que ver con Jesús? Si no fuera por el evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo hubiéramos podido ser salvos de todos nuestros pecados y también guiar a otros a la salvación? No hubiéramos podido hacer nada de esto si no fuera por el evangelio del agua y el Espíritu. Esta verdad es la que Jesús le quería enseñar a Pedro.
Tú y yo hemos escuchado y entendido esta enseñanza, pero ¿cómo estamos realmente? ¿Acaso no nos sentimos deprimidos en el espíritu debido a nuestras insuficiencias? Entonces, ¿caemos o no en nuestras debilidades? Debido a que vemos que somos tan insuficientes y débiles, somos rápidos para caer fácilmente en nuestro auto-desprecio. Puede que aún te digas a ti mismo, “¿Cómo puedo seguir a Jesús hasta el fin? ¡Es mejor que en este momento deje de seguirlo a Él! Estoy seguro de que el Señor también piensa que es mejor que abandone su Iglesia.” Si no fuese por el evangelio del bautismo que Jesús recibió, hubiéramos terminado, por lo tanto, cayendo en la perdición eterna.
Cree en la verdad que, aun cuando tú y yo básicamente no teníamos otra opción que la de morir por nuestros pecados, nuestro Señor ya nos ha liberado de nuestros pecados y condenación. Aún si nuestra carne es muy débil y no podemos evitar pecar nuevamente, aún después de haber recibido la remisión, debemos reconocer la salvación perfecta y eterna de Jesús cumplida por el bautismo que Él recibió y su sangre derramada.
Tú y yo debemos confesar nuestra fe, “Básicamente hablando, yo no puedo morir por mis pecados. Esto es correcto. ¿Pero acaso el Señor no vino a esta tierra por mí y tomó todos mis pecados al ser bautizado? ¿Acaso no aceptó todos mis pecados pasados a Él a través de su bautismo? ¿Acaso no se levantó Él de entre los muertos y ahora vive? Ya que mis pecados fueron pasados sobre Jesucristo, no importa cuán insuficiente sea yo, y no importa el que mis insuficiencias se manifiesten, yo estoy limpio. Por lo tanto, yo no soy de aquellos que retroceden y mueren.” Por lo tanto, creyendo de esta manera, debemos hacer a un lado nuestras debilidades.
Aún si tenemos insuficiencias mañana una vez más, creyendo en el bautismo que Jesús recibió en el evangelio del agua y el Espíritu, siempre podemos hacer a un lado nuestras debilidades. Por nuestra fe, debemos poner de lado la muerte espiritual y las maldiciones que nos visitan por nuestras debilidades.
Tenemos que rumiar sobre esta verdad tan seguido como podamos, diciendo, “El Señor me ha salvado. Ya que todos mis pecados fueron pasados sobre el Señor, ¿continúo teniendo pecado o no? ¡Claro que no!” Así, creyendo, podemos hacer a un lado nuestras debilidades y pecados, afirmar el evangelio del agua y el Espíritu una vez más, y validar el hecho de que hemos sido perfectamente salvados por fe. Es así como podemos correr hacia Dios cada día.

 


Todos los pecados desaparecieron cuando Jesús fue bautizado


Hermanos y hermanas, ¿qué tan importante fue esta Palabra que Jesús habló a Pedro y a Sus discípulos? Él lavó sus pies para hacer que permanecieran firmes sobre el evangelio del agua y el Espíritu aún después de su muerte, especialmente cuando ellos cayeron en sus debilidades. Si Jesús no hubiese lavado los pies de Pedro y de los otros discípulos, ¿qué hubiera pasado a los discípulos cuando Jesús murió sobre la Cruz, se levantó de entre los muertos al tercer día y ascendió al Reino de Dios? ¿Cómo hubiesen resuelto sus debilidades cuando ellas se manifestaran? Ellos tuvieron que resolverlo por fe en el bautismo que Jesús recibió, y si no hubiesen creído, entonces hubiese sido difícil para ellos resolver sus debilidades.
Debemos resolver el problema de nuestras debilidades y de los pecados diarios con la fe que sabe y cree en la verdad manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido, los ministerios de Jesús. Si Jesús no les hubiera enseñado a sus discípulos acerca del poder del bautismo que Él recibió, sus discípulos hubiesen caído en la desesperación y hubiesen muerto espiritualmente. Ellos no hubiesen tenido la fuerza para poseer la fe para dedicar todo el tiempo de sus vidas al evangelio, comprometer sus vidas a salvar las almas de otros, al final, incluso a ser martirizados, y por lo tanto al final fallar en defender su fe y desesperarse.
Pero de acuerdo a la tradición oral legada a nosotros, se dice que los doce discípulos de Jesús predicaban el evangelio y que ellos fueron martirizados. Entre los discípulos de Jesús que tenía mayores dudas fue Tomas. Pero aún este Tomas fue a la India y fue martirizado ahí.
Entonces, ¿en dónde estaba esta fe que les permitió a los discípulos ser martirizados? Esta fe llena de confianza, en que Jesús tomó todos los pecados de toda su vida siendo bautizado, así ellos llegaron a estar completamente lavados ya que todos sus pecados fueron pasados sobre Jesús, y llegaron a ser completos convirtiéndose en los propios hijos de Dios y heredarán el Reino –fue precisamente debido a que ellos tenían esta fe que pudieron proclamar el evangelio del agua y el Espíritu sobre esta tierra e ir a Dios cuando Él los llamo. En otras palabras, todos nosotros podemos ser martirizados con esta fe cuando Dios así lo disponga.
Cuando Pedro negó a Jesús tres veces afuera de la corte de Pilato, él llego a darse con mayor claridad lo que Jesús quería decir cuando le dijo, “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Después que Jesús ascendió al Cielo, Pedro y los otros discípulos de Jesús llegaron a darse cuenta porqué Jesús había lavado sus pies, y comenzaron a creer y a predicar el evangelio del agua y el Espíritu con gran convicción.
Si los cristianos de hoy no conocen esta verdad sostenida en el bautismo de Jesús, también les será duro vivir sus vidas de fe y eventualmente dejaran de creer en Él. Si estamos atados por nuestras debilidades, nuestras conciencias serán corruptas por la incapacidad de resolver este problema, y debido a nuestras corruptas conciencias, no seriamos capaces de salir de la iglesia. Esto es verdad para cada uno de los miembros de Su Iglesia, aún para nuestros hijos.
Hermanos y hermanas, si estuvieras atado por el pecado, ¿serias capaz de alabar a Dios? En la actualidad, aún aquellos que no han nacido de nuevo van a la iglesia, ofrecen sus oraciones de arrepentimiento por sus pecados y adoran a Dios, y ellos hacen esto debido a que creen en Jesús solo como algo religioso.
Pero para aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu, si sienten que sus almas han pecado debido a sus debilidades y a que están atadas por ellas, no pueden venir ante Dios y adorarlo. En tiempos como estos, debemos limpiar nuestras almas creyendo en el poder del bautismo que Jesús recibió, creyendo que Jesús aceptó todos nuestros pecados a través de Su bautismo.
Esos cristianos nominales que ignoran la verdad del evangelio del agua y el Espíritu no conocen el camino de fe, así que ciegamente tratan de ser remitidos de sus pecados a través de sus oraciones de arrepentimiento. Igual que aquellos que siguen las religiones del mundo ciegamente suplicando a sus dioses, “Te ruego, por favor perdona mis pecados y bendíceme a mí y a mi familia. Yo haré cualquier cosa; yo te daré más ofrendas, yo haré buenas obras; por favor perdona mis pecados,” estos cristianos nominales meramente siguen una religión de su propia creación.
Jesús le dijo a Pedro, “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después. Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Si aún después de esto los discípulos de Jesús no se hubieran dado cuenta de la verdad escondida en esta Palabra, no hubieran podido nacer en este evangelio del agua y el Espíritu dado por Jesús y hacer las obras que salvan a otros del pecado. Si Jesús, mientras lavaba los pies de Pedro, no hubiese plantado en él la convicción de la salvación perfecta a través del poder del bautismo que Él recibió, Pedro no hubiese sido capaz de ser martirizado y cumplir su papel como líder de la Iglesia de Dios.
Si no fuese por la verdad del evangelio del agua y el Espíritu, no hubiéramos podido ser capaces de venir ante Dios y darla la adoración de fe por causa del pecado, por causa de los pecados que continuamos cometiendo. Aquellos que han sido limpiados y remitidos de sus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu pueden acercarse a su Iglesia. Y ellos son capaces de lavar sus pecados por fe en donde quiera que estén. Así, como dijo el Señor que aquellos cuyos cuerpos están totalmente limpios solo necesitan lavar sus pies, siempre que pequemos por nuestras debilidades, debemos recordar y creer que tales pecados nuestros también fueron pasados sobre Jesús cuando Él fue bautizado.
Nuestros pecados fueron pasados cuando Jesús fue bautizado (Mateo 3:15). Si los pecados que estaban en nuestros corazones fueron pasados sobre Jesús de una sola vez a través de su bautismo, hemos llegado a estar limpios ya que nuestros pecados fueron borrados por fe, y debido a que estamos limpios, no importa cuán insuficientes podamos ser, aún somos sacerdotes ante Dios. Es por eso que aquellos que creen en el evangelio de la verdad del agua y el Espíritu pueden salir inmediatamente de sus debilidades e ir ante Dios por fe, hacer sus obras por fe, darle gracias a Él por la salvación que les ha dado, darle la alabanza que lo glorifica y esparcir el evangelio del agua y el Espíritu también a otros.
“Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después.” ¿Conocías esta verdad cuando recibiste la remisión del pecado por primera vez? Puede que no. Sin embargo, todos hemos oído esta enseñanza y hemos llegado a conocerla. Aunque tú y yo pecamos cada día y se revelan nuestras insuficiencias, Él también ha lavado nuestros pies cada día.
En el principio, estábamos gozosos cuando creímos por vez primera que los pecados que habían estado en nuestro corazón durante mucho tiempo atrás y los pecados que hemos cometido recientemente, todos, fueron pasados sobre Jesús, pero hemos visto como nuestras insuficiencias son reveladas y cómo estamos atados por nuestras debilidades aún después de recibir la remisión del pecado. En tales momentos, es por conocer y creer que Jesús tomó aún tales pecados a través de su bautismo por lo cual nosotros podemos realmente pasar sobre Él todos los pecados que cometeremos también en el futuro.
¿Acaso los justos pecan libremente después de esto? Ellos nunca lo hacen. Romanos 1:17 dice, “Mas el justo por la fe vivirá.” Alguna gente se ha opuesto al evangelio del agua y el Espíritu diciendo absurdamente, “Hagamos males para que vengan bienes” (Romanos 3:8). ¿Pueden los nacidos pecar con mayor libertad después de que han recibido la remisión del pecado? ¡Absolutamente no!
Hermanos y hermanas cuando pensamos creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, ¿tenemos pecado o no? ¡Desde luego que no! Además, aún si tenemos insuficiencias, ¿somos perfectos o imperfectos por fe? Somos perfectos. Cuando Jesús nos dijo que todo nuestro cuerpo está limpio, Él quiso decir que, a través de su bautismo, sangre y resurrección, Él nos ha hecho ahora perfectamente limpios.
Nosotros también llegamos a conocer el poder del evangelio del agua y el Espíritu después de creer en Jesús. Como tal, debemos aplicar este poder del evangelio del agua y el Espíritu a nuestras vidas cada día. Mientras aplicamos esta fe cada día, tal vez podamos cansarnos con el tiempo, preguntándonos cuanto tiempo tenemos que hacer esto. Pero, en este momento, ¿a dónde tenemos que regresar una vez más? Debemos de regresar al Señor creyendo que, aunque básicamente solo podíamos morir por nuestros pecados, el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados tomando nuestros pecados a través de su bautismo, muriendo en la Cruz y levantándose de entre los muertos.
Recuerda que los sacerdotes tenían que ofrecer ofrendas quemadas en los atrios del Tabernáculo cada día y lavar sus manos y pies en el lavamanos de bronce cada vez que entraban. Como ellos, debemos pensar en el primer amor del Señor y rumiar sobre ello con nuestra fe. Básicamente solo nos quedaba morir, pero el Señor tomó nuestros pecados y los lavó, y siendo condenado por nuestros pecados sobre la Cruz, Él ha traído al fin la condenación del pecado. De esta manera, con el bautismo y la sangre del Señor, Él nos ha lavado perfectamente de todos nuestros pecados y condenación.
Cada día, debemos grabar en nuestro corazón este amor que nos ha salvado totalmente, a nosotros que íbamos a morir, y que venimos ante Dios por la fe que cree en esto. No teníamos otra opción que morir, pero gracias al Señor, hemos llegado a ser perfectamente salvados y nos hemos convertido en los justos hijos de Dios. Cuando el Señor nos ha dado tal fe, ¿no deberíamos tener siempre esta fe en nosotros?
Somos los peregrinos que vivimos en esta tierra solo por un lapso y luego nos vamos. La palabra ‘peregrino’ significa viajero. Viajeros son aquellos que se mueven de un lugar a otro. Somos los viajeros que permanecemos en un lugar durante un corto tiempo y luego nos movemos a otro lugar cuando hemos terminado nuestra misión ahí. Somos los peregrinos que hemos de regresar al Reino del Cielo, hay momentos cuando tan solo deseamos rendirnos y derrumbarnos al piso. Habrá ocasiones en las que tú, también, desearas enrollarte, en ambos, espiritual y carnalmente. Tiempos como estos pueden llegar ya que mientras que tú mismo estas completo, las circunstancias pueden no ser las mejores, o mientras que las circunstancias están bien, los pensamientos malvados de tu carne siguen levantándose.
A nosotros que somos de esta manera, nuestro Señor ha dado la Palabra que es tan necesaria para nosotros. “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después.” Si, ahora entendemos. Mientras vivimos nuestras vidas en el peregrinaje, siempre que nuestras insuficiencias son reveladas, y siempre que estamos atados por nuestras debilidades y atrapados por nuestras circunstancias, debemos recordar que hemos recibido la remisión del pecado totalmente creyendo en el bautismo de Jesús y en la sangre de la Cruz que ha borrado aún estas cosas. Al creer en el evangelio del agua y el Espíritu hemos recibido la remisión perfecta del pecado.
Cuando vemos el Tabernáculo, descubrimos cuan elaborado es. Como también se manifiesta en el altar del holocausto, que la paga del pecado es muerte. Debido a que pecamos diariamente, teníamos que ser condenados y puestos a muerte cada día por estos pecados nuestros. En el altar del holocausto se manifiesta la verdad de que Jesucristo vino como el Cordero del sacrificio, recibió la imposición de manos y murió en nuestro lugar. Pasando el altar del holocausto, la fuente de bronce aparece, en donde rumiamos acerca del evangelio del agua y el Espíritu para lavar nuestros pecados que cometemos cada día. Este evangelio del agua y el Espíritu es la verdad perfecta que nos ha salvado del pecado original y de los pecados de la actualidad.
¿Cuál es el regalo que está en Jesucristo nuestro Señor? ¿No es la remisión del pecado y la vida eterna? El Señor nos ha salvado perfectamente, Él nos ha salvado totalmente, a nosotros quienes íbamos a morir en cualquier momento. Todos los pecados que cometemos durante toda nuestra vida han sido limpiados por nuestra fe en el agua y en la sangre, y por la Palabra, que dice que el Señor ha lavado aún nuestros pies. Debido a que el Señor tomó todos nuestros pecados cuando fue bautizado y todos los pecados que cometeremos en toda nuestra vida fueron pasados sobre Él, Jesucristo, cargando nuestros pecados, fue condenado por ellos en la Cruz y murió, se levantó de entre los muertos, y por lo tanto así llego a ser nuestro perfecto Salvador. Es cuando creemos totalmente en este Jesucristo que llegamos a estar completos. Y aunque nuestra carne pueda ser insuficiente, ya que tenemos la fe perfecta, viviremos vidas bendecidas espiritualmente y entraremos al eterno Reino de Dios.

 


Ahora, ¿No eres como Pedro?


Así como Jesús lavó los pies de Pedro, ¿acaso Él no ha lavados tus pies? Es correcto también que Jesús ha lavado nuestros pies cada día. Es por eso que Jesús tomó todos nuestros pecados siendo bautizado, y por estos pecados, Él murió sobre la Cruz en lugar de nosotros. Y Él se levantó de entre los muertos en tres días. De esta manera, a través de su bautismo, su sangre sobre la Cruz y su resurrección, Jesús se ha convertido en nuestro perfecto Salvador. Nosotros creemos en este Jesucristo totalmente.
Es por fe que adoramos con todo a Dios, y es por esta fe que hacemos sus obras totalmente. Nuestros actos no pueden ser perfectos. Es nuestra fe la que nos hace perfectos. Es por eso que debemos vivir como los discípulos d eJesús creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Nosotros no somos de los que retroceden para perdición en la fe. Aunque podamos ser insuficientes, podemos correr por fe y de hecho debemos correr aún más por fe. “Mas el justo por la fe vivirá.” “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia.” Dado el hecho que llegamos a ser justos por fe, y por lo tanto somos los que salvamos las almas de otras personas, si no nos dedicamos nosotros mismos a la misión dada por Dios de salvar a otros, entonces caeremos en el pantano de la perdición y la desesperación y terminaremos muriendo en nuestros pecados.
Los limpios se regocijan mientras llevan a cabo sus justas obras. Ellos se regocijan al esparcir el evangelio de Dios que salva otras almas. Pero los pecadores no se regocijan en realizar lo que es correcto. Para aquellos que han recibido la remisión del pecado, hacer lo recto se convierte en su pan espiritual. El esparcir el evangelio que salva almas por todo el mundo es lo que debemos hacer, pero al mismo tiempo, también es nuestro propio pan de vida. Al hacer lo que es recto, nuestros corazones son llenos del Espíritu, y nuevas fuerzas saltan de nosotros. Mientras nuestros espíritus crecen y maduran, nos volvemos más audaces. Así que, para vivir como Abraham, para ser bendecidos por Dios y para compartir estas bendiciones con otros, debemos amar la justicia, amar lo que es recto y amar el proclamar el evangelio. Aunque somos débiles, si no continuamos haciendo estas justas obras, nuestras almas morirán. Nosotros los justos ciertamente moriremos espiritualmente si dejamos de realizar su justa misión. Es por eso que Jesús dijo, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).
Jesús también dijo, “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Aquellos que han recibido la remisión del pecado y creen que el Señor ha lavado completamente todos nuestros pecados llegan a ver a Dios. Y llegan a creer en Dios, a seguir y a proclamar las bendiciones espirituales por todo el mundo.
Hemos llegado a ser perfectos por fe. No nos quedaba más que morir por nuestros pecados, pero el Señor vino a esta tierra, fue bautizado y también murió en lugar de nosotros, y así nos ha salvado perfectamente. Esta es la verdad, y el camino al Reino del Cielo. Darse cuenta es poder ver el camino de fe. No hay otro camino que este. Nosotros no podemos entrar al Cielo por nuestras buenas obras. Solo por darse cuenta y creer en lo que el Señor ha hecho por nosotros es que podemos entrar al Cielo.
Por mucho, si fuésemos a dividir a la gente en dos clases, existen aquellos que son usados para lo que es recto, y aquellos que existen para lo que es malo. Aquellos que son usados para lo que es malo no son los que han recibido correctamente la remisión del pecado. Creyendo en lo que el Señor ha hecho por nosotros, hemos llegado a ser instrumentos de justicia, pero aquellos que no han recibido la remisión del pecado no pueden sino seguir siendo instrumentos del Demonio, a pesar de su propia voluntad.
En esta hora, yo te digo a ti confiadamente que Dios nos ha dado su perfecta salvación, la fe perfecta y la perfecta remisión del pecado. ¿Son tus obras insuficientes a pesar de que crees en este evangelio, y por casualidad, tu corazón retrocede a causa de esto? No hay necesidad de estar así, porque los justos pueden vivir por fe. ¿Acaso el Señor, en quién no hay la posibilidad de que ignore nuestras insuficiencias y debilidades, no ha tomado todas estas cosas con Su bautismo?
Permítame darle un ejemplo cotidiano de lo insuficiente que somos. Nosotros jugamos juntos fútbol algunas veces. Cuando mi equipo se encontraba en dificultades, cuando el balón venia hacia la portería, frecuentemente yo la aventaba o la tomaba con mis manos. ¿Era el portero? Claro que no. Yo solo quería ganar. Ante tal situación, todos nosotros, los ministros, santos y obreros de Dios, todos por igual hacían lo posible por tratar de ganar. Olvídense de hacerlo fácil; para ganar, cometíamos toda clase de foules. El juego es tan feroz que todos hacen lo posible solo para ganar, tanto que parecía que ningún otro juego como el fútbol revela mejor la desnuda conducta humana. Si nuestro equipo está en dificultades, no dudábamos en cometer foules, recurrir a toda artimaña e insistir en nuestras formas.
Todas estas cosas eran permitidas para nuestro equipo, pero si el otro equipo nos tocaba, llorábamos la falta y demandábamos que el árbitro sacara una tarjeta amarilla, pero aún el arbitraje no tenía efecto alguno en todo esto. Así somos realmente. Siempre queremos la ventaja en lo que es nuestro, para nuestro equipo y para nosotros mismos, solo queremos lo que nos beneficia. Aun así, Dios ha salvado a la gente como nosotros. Aunque aún estamos llenos de manchas y desenfrenados con injusticias, en lo que se refiere a nuestra fe, hemos llegado a ser aquellos que han nacido de nuevo sin ninguna mancha.
El Señor nos ha salvado completamente de todos nuestros pecados. Es por eso que llamamos al Señor el Dios de la salvación, y al Dios de la salvación le llamamos Señor. El Señor es nuestro Dios de la salvación. Pedro confesó, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Y el Señor aprobó esta bendita fe como la dada por Dios. La palabra Cristo aquí significa Aquel que tomó nuestros pecados sobre su propio cuerpo y los borró. Jesucristo es el Hijo del Dios vivo. Como el Hijo de Dios y como nuestro Salvador, Él nos ha salvado completamente. Así que sean atrevidos en sus corazones a pesar de todo, aunque te sientas demasiado insuficiente y débil para servir al evangelio.
Sus almas, corazones y cuerpos no deben retroceder y detenerse; en vez de eso, fortalézcanse por fe y vuélvanse atrevidos, grande gente de justicia que está esparciendo por todos lados la fe dada por Dios. Mírame. Yo no tengo nada de que jactarme en mi carne, pero ¿acaso no estoy esparciendo la fe por todo el mundo? ¿No eres tú también así? No pienses que aquellos que aparentemente no tienen deficiencias realmente están libres de faltas. Los pecadores son solo hipócritas. Los hipócritas, también son igual de humanos que tú, y ¿cómo puede su carne ser tan buena, digna y limpia? Lo que siempre es deficiente es la carne de los seres humanos. Tú tienes que darte cuenta que aquellos que están mostrando sus virtudes, especialmente en las comunidades Cristianas, meramente están mostrando su naturaleza hipócrita y fraudulenta.
Nuestro Dios nos ha salvado completamente. Por lo tanto, podemos servir al evangelio del agua y el Espíritu por nuestra fe que nos ha perfeccionado, llenos de poder por esta perfecta justicia de Dios. Damos gracias a Dios por permitirnos ser salvos por fe, a través de la verdad de la salvación que Él ya había planeado aún antes de la fundación del mundo. Todos tus pecados ya fueron lavados cuando Jesús fue bautizado y derramó su sangre sobre la Cruz. Yo espero que todos ustedes crean en esta verdad.​

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El TABERNÁCULO: Un Retrato Detallado de Jesucristo (II)