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Tema 18: Génesis

[Capítulo 1-7] El segundo día Dios separó las aguas (Génesis 1, 6-8)

(Génesis 1, 6-8)(Génesis 1, 6-8)
«Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo».
 
 
Dios ordenó que hubiera un firmamento entre las aguas para separar las aguas de las aguas y se cumplió según Su Palabra. Dios llamó al firmamento cielo. En el pasaje de las Escrituras de hoy, Dios nos está explicando cómo separó las aguas de las aguas el segundo día de la creación. Originalmente sólo había un cuerpo de agua que cubría todo el planeta, pero Dios creó un firmamento y separó las aguas de encima del firmamento de las que estaban debajo del firmamento. Me gustaría explicar lo que significa este pasaje y compartir las bendiciones de Dios con ustedes.
Si contemplamos la creación del cielo y la tierra de Dios, podemos descubrir que el segundo día, Dios siguió separando, tal y como lo había hecho el primer día. El mensaje espiritual de la obra de Dios en este segundo día es el siguiente: es importante distinguir la Palabra de Dios de las palabras malvadas de Satanás. En otras palabras, Dios nos está diciendo que debemos tener la fe que separa espiritualmente las aguas de encima del Cielo de las de debajo de la Tierra.
Cuando Dios creó los cielos y la tierra, dividió las aguas de encima del firmamento y las de debajo. Lo hizo para decirnos que si queremos tener fe verdadera, debemos beber de las aguas de encima del firmamento. Debemos darnos cuenta del significado espiritual de por qué Dios dividió las aguas. Sólo entonces podemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado y sólo entonces podemos hacer la obra de Dios por fe. Dicho de otra manera, el pasaje de las Escrituras de hoy nos dice que a no ser que distingamos y separemos la Palabra de Dios de las palabras de Satanás, no podremos entrar en el dominio de Dios.
 
 

La Verdad debe ser separada de la mentira

 
Si no podemos separar la verdad de la mentira, no sólo no podremos hacer la obra de Dios, sino que además acabaremos levantándonos contra Dios. Por eso Dios nos habla de este asunto. Sin embargo, en el cristianismo de hoy en día, los legalistas y los evangelistas no pueden separar la verdad de la mentira, y creen en sus propias doctrinas humanas. Deben darse cuenta de que esta es la razón fundamental por la que no pueden entrar en el dominio de Dios a pesar de creer en él, porque todavía creen en las aguas de la tierra, es decir en las doctrinas humanas.
Los mentirosos de las comunidades cristianas de hoy en día confían en estas doctrinas humanas más que en lo que Dios les dice mediante la Palabra de las Escrituras. Debemos darnos cuenta de que ahora muchos líderes cristianos están haciendo mucho daño porque fingen hacer la obra de Dios y en realidad están compartiendo sus lecciones carnales mezcladas con la Palabra de Dios.
Debemos separar la Palabra espiritual de Dios de las lecciones que provienen del hombre y sólo entonces podemos hacer la obra de Dios correctamente. Para los siervos de Dios, las debilidades o insuficiencias de su carne no son un problema. Por el contrario, lo que es más problemático para los siervos de Dios es intentar hacer la obra de Dios sin separar la Palabra espiritual de las palabras carnales. Si alguien intenta hacer la obra de Dios sin distinguir las palabras de la humanidad de la Palabra de Dios, acabará trayendo la destrucción espiritual a las almas que no debían morir, y su propia alma también acabará destruida.
Los que nos hemos convertido en obreros de Dios debemos predicar la Palabra de Dios con un amplio conocimiento de la misma. ¿Por qué? Porque es la voluntad de Dios. Las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento son diferentes. Así que los obreros de Dios deben conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, separar los falsos evangelios de verdadero y predicar solamente el Evangelio de Verdad. Ahora, podemos saber exactamente lo que la Palabra de Dios nos dice a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Los obreros de Dios deben conocer el misterio del Evangelio del agua y el Espíritu correctamente y predicarlo a todo el mundo poniendo su fe en este Evangelio. Sólo entonces todos los pecadores conocerán la Verdad de la redención de Dios, y a través de esto, Dios será glorificado.
Si conocemos el misterio escondido en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predicamos, muchas personas recibirán la vida eterna, porque serán salvadas. Todo aquel que crea en las aguas de encima del firmamento que nosotros predicamos, es decir, la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, será librado de sus pecados y su confusión. Para que esto se haga realidad, los siervos de Dios deben poder predicar la Palabra del Espíritu y separarla de las palabras de la carne. ¿Acaso no nos dijo que nos ha salvado a todo el mundo de nuestros pecados a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu? Dios nos ha dicho que al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad que nos salva del pecado, nos hemos convertido en Sus hijos. Por tanto, debemos conocer la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y debemos predicarlo con fe. Debemos separar el verdadero Evangelio de los falsos y poner nuestra fe en el verdadero Evangelio y predicarlo a los que buscan la Verdad de Dios.
Algunas personas dicen que si creemos en Jesucristo, podemos ser salvados de nuestros pecados incondicionalmente sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero no es cierto. Los que no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu dicen: «Podemos ser salvados del pecado si creemos ciegamente en Jesucristo». Esto es mentira. En realidad las cosas no son así. Aunque al Diablo no le importe que la gente crea en Jesucristo, sigue intentado llevarlos a la destrucción al impedir que reciban la perfecta remisión de los pecados. Este es uno de los planes más astutos.
Satanás es lo bastante inteligente como para usar a la supuesta «Iglesia de Dios» para llevar a la gente por el camino de la destrucción de la manera más segura, pidiéndoles una fe legalista y atándoles al pecado. El objetivo último del Diablo es difundir falsos evangelios en el cristianismo para que lo cristianos no conozcan el Evangelio del agua y el Espíritu y al final sean destruidos por sus pecados. Como la pena del pecado es la muerte, la obra del Diablo es una obra de muerte también. El Diablo es muy bueno haciendo que la gente se separe de la Verdad de Dios al hacer que sólo escuchen las palabras de los falsos evangelios que satisfacen los deseos de la carne. Este es el objetivo último del Diablo. Al conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en ella, debemos escapar de las artimañas del Diablo y ser salvados.
Debemos darnos cuenta de que los siervos del Diablo han estado alimentando a las almas de la gente con las palabras de Satanás mezcladas con la Palabra de Dios y las han llevado a la muerte. ¿Qué ha resultado de mezclar las enseñanzas del Diablo con la Palabra de Dios? Una de las cosas que han resultado de esta mezcla son los falsos evangelios. Mientras los siervos de Satanás siguen predicando estos falsos evangelios, están destruyendo a muchas almas que no deberían morir. Esta es la obra de Satanás y los mentirosos. Sin embargo, Dios hace que sea posible salvar a los que escuchan el Evangelio y lo distinguen, y los que separan el verdadero Evangelio de los falsos evangelios. Por eso los siervos de Dios deben dedicar todos sus esfuerzos a separar la Palabra de Dios de las palabras del Diablo. Mientras hacemos la obra de Dios, debemos darnos cuenta de por qué Dios ha dividido las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento el segundo día de la creación.
 
 

Debemos construir unos sólidos cimientos de salvación para nuestras vidas de fe

 
Los que causan más problemas para la obra de Dios son los que lo hacen asiduamente pero sin ningún temor, si conocer la Palabra de Dios, ni saberla distinguir de las palabras del hombre. Debemos entender esto claramente. Debemos darnos cuenta de que cuando los que se llaman a sí mismos obreros de Dios predican la Palabra de Dios con las palabras del hombre, esto se convierte en el mayor obstáculo para la obra de Dios de salvar almas. El que los que se hacen llamar siervos de Dios prediquen la Palabra de Dios mezclada con las palabras de Satanás es la mayor falacia de su ministerio.
Por ejemplo, cuando se refieren a Juan 13, pasaje en el que Jesús lavó los pies de Pedro, lo interpretan de la siguiente manera: «Como el Señor le dijo a Pedro que los que están lavados, sólo tienen que lavar sus pies, así que nosotros debemos limpiar nuestros pecados todo los días mediante las oraciones de penitencia». A través de este pasaje, muchos falsos ministros engañan a creyentes inocentes con estas oraciones de penitencia. De hecho, si no hubiéramos recibido la remisión de nuestros pecados, ni hubiéramos nacido de nuevo de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, habríamos sido engañados por estos mentirosos que existen hoy en día y estaríamos destinados a ser destruidos.
Los que no tienen conocimiento espiritual han malinterpretado este pasaje y enseñan a otras personas que deben limpiar sus pecados todos los días. Sin embargo, los siervos de Dios que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no interpretan este pasaje como los falsos predicadores. Enseñan que cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, cargó con todos los pecados del mundo de una vez por todas, fue a la Cruz y allí derramó Su sangre y así nos ha salvado de todos nuestros pecados de una vez por todas.
Jesucristo es el Salvador que ha borrado todos los pecados del mundo de una vez por todas con el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice que este Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad. Al venir al mundo encarnado en un hombre, Jesucristo borró nuestros pecados por completo de una sola vez, desde el principio hasta el final, a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando Jesucristo vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista una vez; cuando cargaba con todos los pecados del mundo, fue condenado por nuestros pecados y murió crucificado derramando Su sangre; y al levantarse de entre los muertos se ha convertido en el Salvador eterno de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando Jesús lavó los pies de Sus discípulo en Juan 13, estaba hablando del Evangelio del agua y el Espíritu, la salvación de Verdad con la que ha borrado los pecados de los discípulos, incluso aquellos que cometen en el futuro. Pero a pesar de ello, mucha gente no se da cuenta de la Verdad de salvación porque no ha encontrado el verdadero Evangelio de Dios del agua y el Espíritu.
Los que se alimentan sólo de la Palabra de Dios que está encima del firmamento no quieren beber del agua de debajo del firmamento. Sin embargo, los que han bebido de las aguas de debajo del firmamento no quieren beber de las puras aguas de encima del mismo. Jesucristo dijo: «Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor» (Lucas 5, 39). En el mundo real, el vino añejo es mejor. Quien haya probado un vino añejo, no querrá volver a beber vino nuevo.
Sin embargo, en el dominio espiritual, sucede lo contrario. Cuando miramos la historia de la humanidad, podemos ver que por muy antigua que sea, las enseñanzas filosóficas y religiosas que han salido de los pensamientos humanos son completamente contrarias a la Palabra de Dios. Por muy antiguas y profundas que sean las filosofías y las ideas de este mundo, no son nada más que enseñanzas crudas y sin sentido, y no se pueden comparar con la Verdad de la salvación que libra a las personas del pecado, el Evangelio del agua y el Espíritu. El Evangelio del agua y el Espíritu, que es la Palabra de Dios, es la verdadera Palabra de vida que libra a las personas del pecado. Por tanto, los sabios son los que creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado en vez de creer en las enseñanzas tradicionales de las religiones del mundo.
Por muy sinceramente que la gente crea en Jesucristo como su Salvador, a no ser que establezcan una relación entre el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz y poner su fe en ambas cosas, serán engañados por mentirosos y perecerán. Si esto nos ocurre a nosotros, estamos destinados a separarnos de la bendición de la vida eterna de Dios. Es una maldición intentar hacer la obra de Dios sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, y sin estar salvados. En realidad quien hace esto está arruinando la obra de Dios, en vez de servirla. En otras palabras, entre los cristianos de hoy en día que dicen creer en Jesucristo, si alguien no tiene fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, no está haciendo la obra de Dios, sino la obra de Satanás. Estos pastores no están haciendo la obra de Dios, sino que están predicando para satisfacer sus propios deseos. Deben darse cuenta de que estos mentirosos no son los que están haciendo la obra de Dios, sino los que creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Muchos de los cristianos de hoy en día no pueden separar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de las palabras de Satanás predicadas por los mentirosos y por tanto son engañados por Satanás y conducidos a la destrucción. Así que deben intentar escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la Palabra de Dios. Pero ¿qué tipo de sermones buscan los cristianos del mundo ahora? ¿Están buscando a los siervos de Dios que predican las aguas que están sobre el firmamento? ¿O acaso buscan a los siervos que predican las aguas de debajo del firmamento?
Demasiados cristianos buscan a los que predican mezclando las aguas de encima del firmamento con las de debajo del firmamento. Si hubieran recibido la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, habrían buscado a los siervos de Dios que predican la Palabra que está sobre el firmamento. Ahora mismo, muchas personas que no han lavado sus pecados, porque no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, todavía siguen intentando vivir una vida de fe ante Dios. Sin embargo, los que todavía tienen que se salvados de sus pecados han sido engañados por mentirosos y por eso viven una vida religiosa carnal.
Incluso hasta el momento, muchos pastores que se llaman a sí mismos siervos de Dios han sido engañados por Satanás de esta manera y por tanto lideran un ministerio sin sentido. Pero hay una gran diferencia entre la fe de esta gente y la de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
En los corazones de los que creen en un falso evangelio que no es el Evangelio del agua y el Espíritu, vemos que no está el Espíritu Santo. Aunque crean en Jesús como su Salvador ahora, el Espíritu Santo no puede descender sobre ellos, porque la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu no están en ellos. La razón es que todavía viven en la oscuridad porque no saben que la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad de la remisión de los pecados.
En otras palabras, esta situación se debe a que tienen pecados en sus corazones. En los corazones de los que han nacido de nuevo y que han sido perdonados por sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, está el Espíritu Santo. Así que gracias a que el Espíritu Santo está en sus corazones, pueden distinguir las palabras del hombre de la Palabra de Dios. Por tanto pueden predicar la Palabra de Dios correctamente y como creer en la Palabra de la Verdad, pueden establecer Su Reino correctamente. Los justos pueden distinguir las palabras de Satanás de la Palabra de Dios, y por esta verdadera fe pueden predicar el verdadero Evangelio de salvación.
Los que ocultan la gloria de Dios hasta este momento son los que no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. No tienen nada que ver con Dios. Están muy lejos de Él. Es una gran tragedia que haya tantos pastores a nuestro alrededor que, aunque digan que hacen la obra de Dios por su propia voluntad, están haciendo la obra de Satanás en realidad. En vez de hacer la obra de Dios, están blasfemando, pero el problema más serio es que no se dan cuenta de ello.
Una característica de estos mentirosos es que no conocen la Verdad, pero aún así están muy ocupados. Ahora, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de Dios. Ahora, deben escuchar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que sale de la Iglesia de Dios. Ahora, la obra de Dios debe ser confiada a los que creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Y ahora, ustedes también deben servir a la Verdad del Evangelio junto con los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si dicen que están haciendo la obra de Dios ahora pero no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de Verdad, deben buscar el Evangelio del agua y el Espíritu aún más, porque son ciegos espiritualmente.
Del mismo modo en que es crucial construir unos cimientos sólidos cuando se hace una casa, para hacer la obra de Dios, debemos construir los cimientos de la fe correctamente al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Una persona puede salir como obrera de Dios que salva a otras almas sólo cuando esa persona ha sido salvada de sus pecados de una vez por todas. Si la gente hace todo tipo de cosas para intentar convertirse en obreros de Dios por su cuenta sin ser salvados, al final su fe se vendrá abajo. Para convertirse en la gente de fe ante Dios, deben recibir la remisión de los pecados primero a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, ser salvados de todos sus pecados y construir su casa de fe sobre los cimientos de la fe verdadera, de la salvación verdadera. Mediante la Palabra de Dios, debemos construir los cimientos de la salvación, de la verdadera remisión de los pecados y entonces debemos embarcarnos en el camino de la fe. Esta gente es sabia a los ojos de Dios. Todos debemos fundar la casa de la salvación mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y entonces tomar parte en la casa del Reino de Dios.
Ahora, debemos creer en Jesucristo como nuestro Salvador que vino al mundo por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos caminar con el Señor. Sólo entonces podemos predicar el Evangelio del Señor y caminar con Él hasta el final. Aunque cueste un poco de tiempo, debemos construir los cimientos de la salvación con la Palabra de Verdad y sobre esta debemos construir la casa de la fe tan sólida como una roca. A los ojos de las personas, puede parecer un poco largo construir los cimientos de la salvación y empezar la vida de fe, pero a los ojos de la fe, esto es sabio. Debemos construir nuestra casa de fe con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora que creemos en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, podemos conseguir la verdadera salvación. Y ahora que hemos construido nuestra casa de fe, de la verdadera salvación, podemos vivir en la paz del Señor sin tener nada que temer.
La razón por la que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu deben vivir en este mundo es permitir que todo el mundo sea salvado del pecado y se conviertan en hijos de Dios. Para ello, debemos construir los cimientos de la fe firmemente con el Evangelio del agua y el Espíritu, y entonces hacer la obra de Dios. Sólo entonces podemos escapar del juicio del pecado venga cuando venga Jesucristo al mundo. Sin embargo, los que empiezan sus vidas de fe sin conocer ni creer en el Evangelio del agua y el Espíritu son como los que construyen sus casas sobre la arena. Dios dijo que el día de Su juicio, quien construya su casa en la arena, no podrá escapar del juicio de Dios y su caída será grande. Por tanto debemos construir la casa de la verdadera remisión de los pecados al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
El segundo día de la creación, el Señor hizo el firmamento y separo las aguas de encima del firmamento de las de debajo del firmamento. Dios llamó al espacio entre los cielos y la tierra firmamento. Dios hizo que parte de las aguas que cubren el planeta se alzaran por encima del firmamento, e hizo que el resto de las aguas se reunieran en un mismo lugar. Mediante las aguas de encima del firmamento debemos construir los cimientos de nuestra salvación y nuestra fe, y vivir nuestras vidas de fe. ¿A qué se refieren las aguas de encima del firmamento de las que el Señor habló? Se refieren a la pura Palabra de Dios. De toda la palabra de Dios, la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es el agua de encima del firmamento.
A través del bautismo que recibió de Juan el Bautismo y la preciosa sangre que Jesús derramó en la Cruz, el Señor nos ha librado de los pecados del mundo y nos ha hecho hijos de Dios. Y el Señor nos ha confiado Su obra a los que se han convertido en el pueblo de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y al nacer de nuevo del pecado. Así Dios nos ha dado Su Reino, Sus bendiciones y Su amor. Dios bendice a los que han sido librados de sus pecados y son justos ahora al beber de las aguas de encima del firmamento. Estas bendiciones están fuera del alcance de los que no beben de las aguas de encima del firmamento. Recibirán lo contrario.
Ahora debemos creer que Dios nos ha salvado del pecado del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu y debemos predicar esto. Jesucristo nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando construimos los cimientos de la fe que nos salva de los pecados, debemos construirlos con el Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos predicar esta Verdad a los demás, para llevarlos a creer en Jesucristo que vino por el agua y el Espíritu y a alabar la luz de la Verdad de Dios.
Por otro lado, los que no han construido los cimientos de su salvación con las aguas que están encima del firmamento se convertirán en hijos de la destrucción. Nadie puede ser salvado de sus pecados a no ser que beba de las aguas de encima del firmamento, por muy inteligente y sabio que sea. Algunas personas dicen que han sido salvadas de sus pecados al creer en la sangre de Jesucristo exclusivamente, pero sus conciencias saben que no es así. Como estas personas creen en Jesucristo sin separar las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento, creen en Jesucristo en vano. En algunas congregaciones cristianas, la gente habla como si creyera en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero cuando examinamos sus enseñanzas, vemos que están predicando a la gente una mezcla de las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento. Estas personas no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, no son más que cizaña a los ojos de Dios.
Todavía hay siervos de Dios en este mundo que salvan a la gente del pecado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, hay muchos mentirosos en el mundo, que enseñan creencias de Satanás y dicen hacer la obra de Dios. Se lo dejaré claro: los que no han recibido la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu son mentirosos. Los que creen sólo en la sangre derramada en la Cruz como su salvación y la predican son mentirosos que engañan a la gente y a sí mismos. Casi todo el mundo cree sólo en la sangre de la Cruz y afirma que esta es la salvación, pero esta gente no ha sido salvada, ni está convencida de su salvación porque no tienen el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones. La Biblia dice que solamente el Evangelio del agua y el Espíritu es el Evangelio definitivo de la Verdad. Nada más en este mundo puede ser la Verdad de salvación aparte del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado.
Sé algunas cosas sobre la teología más extendida por todo el mundo. Sin embargo, cuando se investiga sobre teología, no se encuentra el Evangelio del agua y el Espíritu en ella. Toda la teología es agua de debajo del firmamento. Todas las teologías se basan en la noción de que «sólo podemos ser salvados si creemos en la sangre de Jesucristo derramada en la Cruz» y sobre esta base cada denominación hace diversas afirmaciones. Sin embargo, de entre todos los teólogos, no encontré ninguno que dijera: «Me he convertido en una persona sin pecado porque mis pecados han sido borrados completamente con la sangre derramada en la Cruz».
Si encontraba a gente que afirmaba lo anterior, lo hacía sólo doctrinalmente. Eran sólo seguidores de la religión que habían recibido la remisión de los pecados de manera constante y no como los verdaderos cristianos que conocen y creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Los muchos cristianos que hay en este mundo sólo se diferencian entre sí porque pertenecen a diferentes denominaciones; ninguno de ellos tiene nada que ver con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. En este momento, mucha gente cree que sus pecados se borran al creer sólo en la sangre derramada en la Cruz, pero no es así. Para esta gente, sólo cuando creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu sus pecados son borrados completamente; de lo contrario sus pecados nunca desaparecerían.
La Palabra de la Biblia dice claramente que todos nosotros debemos recibir la remisión de los pecados a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso creo en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso estoy dando testimonio del agua que está por encima del firmamento. Cuando escuchamos este Evangelio del agua y el Espíritu con nuestros oídos y reconocemos este Evangelio de la remisión de los pecados con nuestros corazones, la verdadera salvación llega a nuestros corazones. Si creen que han sido salvados de sus pecados sólo por la sangre de la Cruz, deben dejar de engañar a su conciencia, presentarse ante Dios y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
La Iglesia de Dios es el único lugar donde se está predicando el Evangelio del agua y el Espíritu en este planeta. Sólo la Iglesia de Dios es la congregación de los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si los siervos de Dios en este mundo predican el Evangelio del agua y el Espíritu claramente y permiten que la gente reciba la remisión de los pecados, no deben perder esta oportunidad de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si sólo creen en la sangre de Jesucristo derramada en la Cruz, aunque puedan convertirse en seguidores de la religión mundana, denominados cristianos, no se convertirán en verdaderos cristianos. Si rechazan el Evangelio del agua y el Espíritu, no podrán escapar los pecados durante toda la eternidad. No hay otra manera de escapar de los pecados de una vez por todas que creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Les pido que lo admitan por fe. Dios nunca les dice a los pecadores: «Sois justos, sois Mi pueblo», ni escribe sus nombres en el Libro de la Vida.
Uno de los atributos comunes a todas las herejías del cristianismo es que predican una mezcla de las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento. Por el contrario, la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu proclama que todos los pecados de este mundo se pasaron a Jesucristo de una vez por todas cuando fue bautizad por Juan el Bautista. Todos nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista de una sola vez, pero a pesar de esto, algunas personas ignoran esta Verdad e intentan salvarse del pecado al creer sólo en la sangre de la Cruz, y por eso no pueden ser salvados de verdad. Creen en Jesucristo en vano.
Esto se debe a que creemos que en el Evangelio del agua y el Espíritu somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y de Espíritu Santo después de ser salvados. Cuando los creyentes son bautizados en el agua como señal de su fe, de creer que al ser bautizado por Juan el Bautista y al derramar Su sangre, Jesucristo borró todos nuestros pecados de una vez por todas y pagó la pena del pecado. Como señal de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu somos bautizados de la misma manera en la que fue bautizado Jesucristo. Expresamos nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu con este ritual. Somos bautizados en el nombre de Jesucristo como señal de nuestra fe y para indicar que creemos de esta manera.
Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden estar con los que no creen en él. La Biblia dice: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?» (2 Corintios 6, 14-15).
La Iglesia de Dios es la congregación de los santos que han recibido la remisión de los pecados y se han convertido en santos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu (1 Corintios 1, 2). Así que los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden formar parte de la Iglesia de Dios.
Los cimientos de la fe de los santos no deben venirse abajo. Si nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, que forma los cimientos de la salvación en nuestros corazones, se destruye, no podemos tener a Jesucristo en nuestros corazones. Él se ha convertido en el Salvador que nos ha dado la salvación de la remisión de los pecados de una sola vez. Al venir a nosotros por la sangre y el agua, el Señor ha borrado nuestros pecados de una sola vez. Por eso vivimos por fe, reposando sobre los cimientos de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad de la remisión de los pecados y por eso Jesucristo vive en nuestros corazones. Sin embargo, si nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, que forma los cimientos de la salvación, se viene abajo, no tendremos ningún sitio donde poner nuestros cuerpos y nuestros corazones. Los corazones de los justos no tienen otro lugar donde vivir aparte del Evangelio del agua y el Espíritu, y sin este Evangelio, acaban perdiéndose.
Para que Jesucristo se convierta en su verdadero Salvado, deben construir su casa de la fe sobre el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios. Si no lo hacen, sus vidas de fe serán un fracaso. Si construyen los cimientos de su fe sobre las oraciones de penitencia, su fe fracasará. ¿Se completan sus vidas de fe creyendo en la sangre derramada en la Cruz y en las oraciones de penitencia? No, está fe se vendrá abajo constantemente. Por eso debemos creer en las aguas de encima del firmamento, es decir, en el Evangelio del agua y el Espíritu, como la Verdad de la remisión de los pecados.
Los que escuchan las palabras del hombre sin separarlas de la Palabra de Dios se separan de Dios. Así que debemos separar la Verdad de la mentira, y creer en lo que es verdad Los que creen sin separar la Palabra de Dios de las palabras del hombre, perecerán. Por tanto, debemos separar la Verdad de la salvación de la mentira, distinguirla claramente y creer sólo en la Verdad.
Mis queridos hermanos, ¿pueden nuestros pecados borrarse sin el bautismo que Jesucristo recibió de Juan el Bautista? No, los pecados de este mundo no pueden borrarse sin el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado. ¿Cómo podemos creer que los pecados del mundo son borrados sin el Evangelio del agua y el Espíritu? Como Jesucristo tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre y ha cumplido con la justicia de Dios, los que creen en esta Verdad de corazón han sido librados de sus pecados de una vez por todas. Aunque cometamos pecados todos los días, como creemos en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y no en las oraciones de penitencia, nuestros pecados han sido borrados completamente. ¿De qué otra manera se borraron los pecados de sus corazones? A través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestros pecados fueron borrados de una vez por todas y por eso hablamos en pasado.
Gracias a nuestra fe en el bautismo de Jesucristo todos los pecados de nuestros corazones se borraron de una vez por todas. Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista (Mateo 3, 13-17). La palabra bautismo significa «lavar». Todos los pecados fueron lavados y borrados a través del bautismo que Jesucristo recibió. La palabra bautismo también significa «enterrar» y por eso Jesucristo ha sido bautizado por Juan el Bautista y pudo morir en la Cruz diciendo: «Está acabado». Por tanto, quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu ha muerto con Jesucristo y ha resucitado espiritualmente con Él por fe.
En el Antiguo Testamento, cuando Arón, el Sumo Sacerdote, ponía sus manos en el chivo expiatorio, todos los pecados que el pueblo de Israel había cometido durante un año, se pasaron al animal. Así, cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, todos los pecados de la humanidad se pasaron a Jesucristo de una vez por todas. Y Jesucristo pagó la pena del pecado en nuestro lugar. Sin el bautismo que Jesucristo recibió de Juan el Bautista, los pecados del mundo no podrían haber desaparecido.
Así, en el capítulo 1 del Libro del Génesis, Dios está dando testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu, que es el agua de encima del firmamento. Debemos separar las aguas de encima del firmamento de las aguas de debajo, y debemos creer solamente en el Evangelio del agua y el Espíritu, el agua de encima del firmamento.
Jesús dijo en Mateo 7, 21-23: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». En el último día, habrá mucha gente que, a pesar de creer en Jesucristo ardientemente, será arrojada al infierno.
Hace un tiempo, edifiqué una iglesia en una ciudad portuaria llamada Changwon, en la costa sur de Corea y empecé a predicar allí. Alquilé una tercera planta de un gran edificio situado en el distrito comercial y empecé mi ministerio. Como era nuevo en la ciudad, no me di cuenta de que había una iglesia con el mismo nombre que la mía.
Un día, un pastor y su mujer vinieron a verme por la noche. Cuando les pregunté: «¿Qué les trae por aquí?», el pastor dijo: «Discúlpenos, soy el pastor de una iglesia y he venido aquí con algunas cosas que decir, ya que su iglesia tiene el mismo nombre que la mía». El pastor explicó que había estado predicando en esa iglesia durante mucho tiempo y que si había una iglesia con el mismo nombre, causaría mucha confusión, como por ejemplo, que el cartero se equivocara de dirección. Así que me pidió que cambiara el nombre de mi iglesia.
Yo le respondí que la dirección y la denominación de nuestras iglesias eran diferentes. Le dije: «Supongo que la gente se confundiría si la denominación fuese la misma, pero como la dirección y la denominación son diferentes, creo que no hay nada por lo que confundirse. Fíjese en nuestra señal. ¿No son su dirección y su denominación diferentes a las mías?». Pero el pastor empezó a ponerse terco y siguió insistiendo: «Aún así tiene que cambiar el nombre de su iglesia».
Tras hablar con esta pareja durante algún tiempo en la iglesia, les invité a pasar a mi oficina. Les serví una taza de té y les dije: «Les voy a decir lo que pienso de este asunto. Cambiaré el nombre de mi iglesia si decido que será mejor, pero si lo cambio, tendré que pedirles alguna compensación. Si cambio el nombre, tendré que cambiar el letrero y tendré que imprimir nuevos panfletos. Costará mucho tiempo y dinero informar a todos de los cambios. ¿Pueden compensarme por esto? Pero esto es algo que decidiré tras consultarlo con la almohada. De todas formas, ¿tiene pecados, reverendo?».
Para mi sorpresa el pastor contestó: «No tengo pecados».
Le pregunté de nuevo: «¿Por qué no tiene pecados?».
«No tengo pecados porque creo en la sangre de Jesucristo».
«¿Todavía cometen pecados? ¿Siguen estando sin pecado aunque cometan pecados todavía?».
«No tengo pecados».
«Cuando comete pecados, ¿ofrece oraciones de penitencia?».
«Sí».
«Acaba de decir que no tiene pecado, pero ofrece oraciones de penitencia cuando peca. ¿Cómo reza cuando se arrepiente? ¿Le pide a Dios que borre sus pecados, o sólo le da gracias por haberlos borrado?».
«Le pido que los borre, por supuesto».
«¿No es esta una prueba de que hay pecados en sus corazones? Puede que hayan venido a mi iglesia a discutir el problema del nombre, pero no voy a dejar que vuelvan con las manos vacías».
Desde entonces les explique el Evangelio del agua y el Espíritu y aunque me costó algún tiempo, el pastor y su mujer llegaron a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que decidieron acabar con sus ministerios pasados y servir al Evangelio del agua y el Espíritu, y me pidieron que les guiara. Por desgracia, oí que el pastor acabó uniéndose a una iglesia que creía sólo en la sangre derramada en la Cruz, y los cimientos de la fe se vinieron abajo. Aunque separé las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento mediante la Palabra de Dios para este pastor, Satanás mezcló el Evangelio del agua y el Espíritu que este pastor había recibido con un falso evangelio y derrumbó su fe.
Dios no aprueba cualquier evangelio. Debemos entender lo que la Biblia quiere decir con que Dios separó las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento, y debemos seguirla con fe. Debemos darnos cuenta de que si decimos que cualquier evangelio es correcto, acabaremos derrumbándonos espiritualmente. La debilidad de nuestra fe es el problema, no la Palabra de Dios. La Palabra de la Verdad de Dios es perfecta e inamovible. La Palabra de Dios es verdadera y completa. Así que los seres humanos no pueden decir que la Palabra de Dios es contradictoria, sólo porque sean débiles. Más bien deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
El Señor dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». La Palabra de Dios es la Verdad. Lo que el Señor dice es la Verdad. Es la vida. Es el camino. Una característica común a todos los mentirosos es que nunca predican el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que están obsesionados con atraer a más gente a su congregación. Para ello sólo predican lo que les conviene a la mente carnal de la gente. Enseñan que si los creyentes creen sólo en Jesucristo y son fieles a la iglesia, serán bendecidos para prosperar y vivir una vida sana y larga en este mundo.
Sin embargo, no debemos predicar a la gente las aguas que están encima del firmamento mezcladas con las que están debajo. Si lo hacemos, la gente no podrá nacer de nuevo, no podrá ser salvada de sus pecados. Los pecados afirman que son el pueblo de Dios de manera doctrinal, pero en realidad sus pecados siguen estando en sus corazones.
Los que han recibido el Espíritu Santo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden conocer a Dios a fondo con la ayuda del Espíritu Santo y así pueden ver los corazones de la gente revelados mediante la Palabra de Verdad. Cuando examinamos los corazones de la gente con la verdadera Palabra del agua y el Espíritu, podemos averiguar si hay pecado en sus corazones o no. Como Dios nos ha dado fe, sabiduría y capacidad de distinción espiritual, podemos averiguar si alguien es un pecador o una persona justa con tan sólo mirarle a los ojos y tener una conversación con esa persona. Todo lo que debemos hacer para saber si una persona ha sido salvada o no es pedirle que explique cómo ha sido salvada y escuchar su explicación.
Por tanto conocemos la condición espiritual de la gente al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, los que no han separado las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento son incapaces de diferenciar lo que es verdad de lo que no lo es.
Por eso es tan importante entender estas aguas que están encima del firmamento, creer en ellas y predicarlas a los demás. Las aguas de encima del firmamento deben separarse claramente como tales y las aguas de debajo del firmamento también, y así ser predicadas correctamente. Debemos predicar el Evangelio con conocimiento, separar el Evangelio del agua y el Espíritu de los demás evangelios. Debemos dividir las palabras del Diablo de la Palabra de Dios y predicar sólo la Palabra de Dios. Nunca debemos mezclar lo que es verdad con las mentiras. Dios dice: «Tu campo no sembrarás con mezcla de semillas» (Levítico 19, 19). Dios nos ordenó que no sembráramos nuestro campo con mezcla de semillas, y por eso debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos. Sólo debemos predicar la Palabra escrita de Dios.
Algunas personas preguntan: «¿Significa esto que nuestros pecados se borran sólo a través del bautismo?». Los pecados de la humanidad se borran a través del bautismo de Jesucristo y Su sangre derramada en la Cruz. Sin embargo, a través del bautismo de Jesucristo, la gente pasa sus pecados a Jesucristo y a través de Su sangre derramada en la Cruz estos pecados son condenados. ¿Dice esto Dios en el Antiguo Testamento? También en el Antiguo Testamento, Dios habla de la misma Verdad. Toda la Palabra del Antiguo Testamento es una sombra de la Palabra del Nuevo Testamento. La sombra del bautismo que Jesucristo recibió en la era del Nuevo Testamento es la circuncisión del Antiguo Testamento. En la era del Antiguo Testamento, los que no estaban circuncidados no podían comer el cordero de Pascua (Éxodo 12, 48). Quien quería comer cordero de Pascua tenía que estar circuncidado, aunque fuera israelita. Los que no estaban circuncidados no podían participar en la Pascua.
Esta regla se aplicaba del mismo modo en el Nuevo Testamento. No podemos entrar en el banquete del Cielo a no ser que hayamos nacido de nuevo. Y nacemos de nuevo de nuestros pecados si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor dijo que al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos nacer de nuevo de nuestros pecados y entrar en el Reino de Dios.
Por eso todo el mundo debe creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ser perdonado por sus pecados y nacer de nuevo. Debemos creer en el Evangelio, en que el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo a través de Su agua y Su sangre. La Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la Palabra que está encima del firmamento. Pero a pesar de ello, los cristianos de hoy en día no quieren conocer el Evangelio del agua y el Espíritu ni creer en él. Como el cristianismo ha rechazado el Evangelio del agua y el Espíritu hasta la fecha, se ha corrompido. Por eso todos los cristianos deben arrepentirse y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Por qué el cristianismo de todo el mundo está tan desolado? Porque no cree en las aguas de encima del firmamento y no las predica. En otras palabras, la gente ha creído en las palabras de debajo del firmamento y las han mezclado con la Palabra de Dios y por eso casi todas las almas están confusas. Mucha gente dice creer en Jesucristo y afirma estar sin pecado dogmáticamente, pero sigue teniendo pecados. Por eso este mundo está lleno de cristianos que fingen ser creyentes fieles, pero en realidad tienen una fe legalista.
El primer día, Dios salvó a los pecadores a través de la luz de la vida. El segundo día, Dios separó a los que habían sido salvados del pecado, es decir separó las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento. Cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo el mundo quedó cubierto de agua, pero Dios hizo que parte de estas aguas subieran al Cielo. Así que se creó un espacio entre las aguas llamado firmamento.
No subestimen lo que Dios ha creado. Su Palabra es Verdad. ¿No sería maravilloso que todo el mundo bebiera de las aguas de encima del firmamento? Si todo el mundo bebiera de esta agua, todo el mundo sería justo. Además, el cristianismo de hoy en día convertiría en el Reino de Cristo. Si los justo seguimos viviendo en este mundo, el mundo cambiará. ¿Practican el mal los justos? No, no hacemos el mal. Ninguna persona justa hace el mal.
Por el contrario, ¿cuánto mal hacen los cristianos que no han nacido de nuevo mientras viven en este mundo? Hacen tanto mal que hasta los que no son cristianos están hartos de ellos. ¿Por qué? Porque no han bebido de las aguas de encima del firmamento por fe. Porque han sido engañados por mentirosos y han bebido una mezcla de aguas.
La Biblia explica que los que predican las aguas de debajo del firmamento mezcladas con las de encima del firmamento no son siervos de Dios. Quien bebe de las aguas de encima del firmamento mezcladas con las de debajo acabarán muriendo. Sólo a través de las aguas de encima del firmamento nos puede salvar Dios de los pecados del mundo. Y nos alimenta con la lluvia que cae de arriba. Si de verdad queremos conseguir vida eterna, debemos beber de las aguas que están encima del firmamento. Si, por el contrario, bebemos de las aguas de debajo del firmamento, acabaremos pereciendo espiritualmente.
Dios nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y en esta gracia de salvación vivimos ahora. Dios nos ha dado la vida eterna, no ha dado bendiciones espirituales que pertenecen al Cielo, nos ha hecho obreros Suyos y nos ha confiado el «ministerio de la reconciliación» (2 Corintios 5, 18), para que podamos hacer Su obra.
Doy gracias a Dios una y otra vez. Sin falta debemos predicar sólo las aguas que están encima del firmamento y debemos condenar las aguas que están debajo del firmamento como palabras del Diablo. Todos debemos vivir dando gracias a Dios, confiando sólo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como nuestro Señor es el Dios que vino por el agua y el Espíritu y nos salvó, quien crea en Él ha recibido el don de la salvación. Todos debemos amar Su palabra en nuestros corazones, y debemos vivir en la verdadera voluntad del Señor. Ahora, vivamos correctamente poniendo nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
En este planeta que estaba cubierto de agua, Dios dividió las aguas. Así que el agua de encima del firmamento es diferente al agua de debajo del firmamento. Esto implica que entre las palabras que la gente predica, está la Palabra de Dios y las palabras de Satanás. En otras palabras, Dios nos habla con la verdadera Palabra del agua y el Espíritu, mientras que Satanás sólo miente. Es absolutamente indispensable que conozcamos y distingamos lo que es la Palabra de Dios y los que no los es cuando la gente predica.
«Separe las aguas de las aguas». En la Biblia, el agua se refiere a la Palabra de Dios. La Palabra de Dios espiritual viene desde arriba. Y la Palabra de Dios viene de la Palabra escrita de las Escrituras. Sin embargo, las aguas de la tierra salen de los corazones carnales de la gente. El origen de las palabras de la tierra proviene de los deseos carnales que salen de los corazones humanos. La Biblia dice que las palabras que vienen de los corazones de la gente son las palabras de Satanás, mientras que la Palabra que viene de los labios de Dios es el agua del Cielo. Por tanto, en este mundo las palabras de los falsos profetas coexisten con las palabras de los verdaderos profetas. Esto es lo que significa que Dios separó las aguas de encima del firmamento y las de debajo del firmamento.
En la era del Antiguo Testamento también los falsos profetas profetizaban mentiras que salían de sus corazones (Ezequiel 13, 2). Las palabras de Satanás pueden obrar en los corazones de la gente a través de maldad y mentiras. Cuando miramos a los que son utilizados por Satanás como instrumentos suyos, vemos que mienten según sus deseos carnales en sus corazones. Consideran que el Espíritu Santo como un objeto y por eso dicen mentiras y piden que sus seguidores reciban el fuego del Espíritu Santo, o dicen que ellos mismos lo han recibido de la misma forma. Cuando escuchamos con atención lo que ellos dicen, sólo escuchaos lo que sale de sus corazones. Todo lo que dicen es tan sucio y malvado que no podemos seguir escuchando. Cuando vamos a un retiro de oración o una reunión de la iglesia, mientras el predicador tiene la Biblia abierta, muchas veces no podemos distinguir si está hablando de la Biblia o de lo que sale de su corazón. Estos predicadores elaboran sermones que no tienen nada que ver con la Biblia.
Movilizan todo tipo de instrumentos, desde un coro enorme hasta una banda de música rock y altavoces gigantes y así llenan de falsas emociones a las almas que no han nacido de nuevo. Después les dicen a la congregación que reciban el Espíritu Santo e imitan el sonido del viento mientras gritan: «¡Recibid el fuego!». Sin embargo, esto no es nada más que sumir a la multitud en una especie de éxtasis colectivo. Pero Dios dice en la Biblia que el Espíritu Santo se recibe como un regalo cuando se recibe la remisión de los pecados. Aunque la Biblia diga que el don del Espíritu Santo se recibe junto con la remisión de los pecados (Hechos de los Apóstoles 2, 38), en vez de predicar esto, afirman ciegamente que el Espíritu Santo se recibe incondicionalmente. Por eso están tan equivocados. Mucha gente cree que puede recibir el Espíritu Santo sólo si lo pide, sin importar si ha recibido la remisión de los pecados o no. Sin embargo esto es totalmente falso. Deben recibir el don del Espíritu Santo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y la remisión de los pecados.
Los falsos profetas mienten siempre para satisfacer los deseos de sus corazones. Estas palabras que salen de la tierra son sus enseñanzas. En otras palabras, estos mentirosos se inventan su propia Palabra de Dios y atribuyen a Dios cosas que Él nunca dijo. Como sus palabras son muy diferentes a las de la Biblia, son todos mentirosos. Pronunciar las palabras de Satanás es inventarse lo que Dios nunca dijo y hacerlo pasar por Su Palabra. Estas son las palabras de Satanás. Y los que difunden estas palabras son los siervos de Satanás.
Deberíamos leer la Palabra de Dios que está escrita en las Escrituras y predicarla por fe. Debemos creer en la Verdad escrita en la Palabra de Dios y difundirla por fe. Por el contrario, cuando alguien que no ha nacido de nuevo habla desde su corazón, está pronunciando las palabras de Satanás. ¿A través de quién obran las palabras de Satanás? Obran a través de los que no han recibido la remisión de sus pecados. Y Satanás puede obrar a través de los que son débiles, aunque hayan nacido de nuevo del pecado. En otras palabras, las palabras de Satanás pueden obrar en la gente a través de los que son inmaduros espiritualmente. Como he mencionado anteriormente, Satanás también obra a través de los que no han nacido de nuevo, que son los mejores instrumentos para él.
Así que Satanás lleva a los que no han nacido de nuevo a ser devotos, les da el don de la decepción y a través de este don, confunde a mucha gente. Cuando Satanás incita a los que sufren, puede obrar a través de los que no han nacido de nuevo. A través de los que no han nacido de nuevo, Satanás puede obrar para asegurarse de que la gente sigue el camino fácil. Cuando miramos a los que creen bajo la influencia de los pastores que no han nacido de nuevo, podemos ver cómo están llenos de las palabras de Satanás. Todo lo que las iglesias de esta gente hacen es la obra de Satanás. Por tanto los pastores deben nacer de nuevo.
 
 

La Verdad debe ser separada de la mentira

 
Dios siguió separando el segundo día de la creación. ¿Cómo separó? Separó Su Palabra de las palabras de Satanás y separó Sus frutos de los frutos de Satanás. Si alguien no es justo aunque crea en Jesucristo, debe darse cuenta de que está bebiendo de las aguas de debajo del firmamento y que ha sido controlado por el Diablo. Si alguien sigue siendo un pecador aunque haya creído en Jesucristo durante 50 años, esto se debe a que ha creído en las palabras de Diablo. Si los que se han convertido en justos al creer en Jesucristo y al recibir la remisión de sus pecados en sus corazones y los que siguen viviendo según la Palabra después de creer en Jesucristo son los que beben de las aguas de encima del firmamento.
Estos dos tipos de personas deben ser separados. Debemos distinguir si una persona es pecadora o justa, si está destinada al infierno o al Cielo y si es hija de Dios o del Diablo. Los justos entrarán en el Reino de los Cielos, pero los pecadores serán arrojados al infierno.
Dios separó a los seres humanos en dos grupos. Lo ha hecho claramente. Pero aunque Dios lo haya hecho, mucha gente sigue engañando a su propia conciencia. Cuando uno examina su conciencia, se da cuenta de que pertenece a uno de esos dos grupos. Debemos distinguir si hemos nacido de nuevo o no al escuchar la Palabra de Dios, si somos santos o meros seguidores de una religión, si tenemos pecados en nuestros corazones o no, si tenemos los frutos del Espíritu Santo o no, si pertenecemos a la Iglesia de Dios a la congregación de Satanás.
 
 

Para ser salvados de nuestros pecados primero debemos confesarnos correctamente

 
Todos nosotros debemos darnos cuenta de que Dios ha separado la Verdad de las mentiras. Debemos darnos cuenta de que la gente está muriendo porque ha engañado a su propia conciencia, aunque Dios haya separado la Verdad. Dios ha hecho imposible que las personas podamos culparle por enviarlas al infierno. Esto se debe a que si las personas buscan a Dios de verdad y son sinceros ante Su Palabra, Dios encontrará a esas personas a través de Su Palabra de Verdad. Cuando miramos dentro de nuestros corazones sinceramente a través de la Palabra de Dios, podemos saber a qué grupo pertenecemos. Los que persiguen meras ilusiones y se engañan a sí mismos, y por tanto son destruidos, no tienen ninguna excusa.
Ahora hay luz en el mundo. Ahora la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu está en el mundo. Ahora tenemos la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Si aprenden está Palabra correctamente, la ven, la escuchan y creen en ella con toda convicción, ustedes también serán librados de todos sus pecados. Esto es cierto. Incluso las aguas de debajo del firmamento pueden transformarse en las de encima del firmamento. Del mismo modo en que el vapor del mar se eleva y baja en forma de lluvia, las aguas de debajo del firmamento pueden transformarse en las aguas de encima.
Pero a pesar del hecho de que una persona puede transformarse, las personas siguen engañándose y por eso siguen viviendo en la oscuridad y están destinadas a ser condenadas por sus pecados. Todos los pecadores deben confesar ante Dios que son pecadores, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y encontrar la luz. Esta es la confesión que deben hacer.
1 Juan 1, 9 dice: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad». Ustedes también deben creer en esta Palabra, confesar: «Señor, tengo pecados en mi corazón. Soy un pecador que ha estado bebiendo de las aguas de debajo del firmamento. Por favor, sálvame, Señor», buscar a los siervos de Dios y a Su Iglesia, escuchar la Palabra y recibir la remisión de los pecados.
Dios siguió separando el segundo día. Separó las aguas de encima del firmamento de las de abajo, es decir, separó Su Palabra de las palabras de Satanás. No debemos olvidar el hecho de que Dios ha separado la verdadera fe de la falsa. Dios ha separado la Verdad de las mentiras en los corazones de las personas. Los pecados que han bebido de las aguas de debajo del firmamento deben entrar en la congregación de los santos nacidos de nuevo sin falta y ser transformados. Aunque Dios ha separado y ha abierto el camino de la vida, si la gente sigue engañando a su propia conciencia y es arrojada al infierno, debemos darnos cuenta de que es culpa de las propias personas. Nuestras bendiciones y maldiciones, así como nuestra felicidad y desdicha dependen de en qué palabra creemos y seguimos.
 
 
La salvación del pecado depende de nuestra elección
 
Podemos creer en las aguas de encima del firmamento que Dios separó o en las aguas de debajo del firmamento. Está en nuestras manos. A los que les atraen las aguas de debajo del firmamento y las siguen, beberán de esta agua y como consecuencia se pudrirán y perecerán. Nuestro destino depende de nuestra elección.
¿Iremos al Cielo o seremos arrojados al infierno? Jesucristo nos ha preparado el Cielo y el infierno. Además ha cumplido nuestra salvación abundante para que todos seamos justos. Si preferimos seguir siendo pecadores, sólo tenemos que creer en las palabras que no pueden borrar nuestros pecados, es decir, las aguas que están debajo del firmamento; pero si queremos ser justos, debemos creer en la Palabra de Dios y beber de las aguas de encima del firmamento. El Cielo y el infierno dependen de nuestra propia elección y juicio. Dios lo ha hecho todo. Según lo que escojamos, seremos bienvenidos en el Cielo o seremos arrojados al infierno. Todo se cumplirá sin excepción ante Dios según en qué creamos.
Mis queridos hermanos, ¿se dan cuenta de por qué Dios separó la Verdad de las mentiras de esta manera? En el trono del juicio final, Dios dirá lo siguiente: «He separado las aguas de encima del firmamento de las que están debajo, y os he dicho claramente lo que es verdad y lo que es mentira. Aunque lo he dejado claro, habéis escogido la mentira y las palabras del Diablo en vez de la Mía, y por eso debéis ir donde está el Diablo. ¿Por qué? Porque no sois Mi pueblo».
Por tanto, los que son arrojados al infierno no tienen nada que decir a Dios. Sus labios quieren decir algo, pero no encuentran las palabras. Dios nos ha dado el Evangelio, la Verdad, la salvación, la vida eterna y las bendiciones. Y a los que buscan a Dios y han aceptado Su Palabra por fe, Dios les ha permitido recibir esas bendiciones. Sin embargo los que no beben de las aguas de encima del firmamento se enfrentarán a todas las maldiciones porque no pueden recibir la remisión de sus pecados. Dios ha separado Sus bendiciones de Sus maldiciones. Ha separado Su verdadera Palabra de las palabras falsas. Dios las ha separado así, del mismo modo en que creó la luz y separó el día de la noche.
El destino de todo el mundo depende de qué escoja mientras viva en esta vida. Dios nos sólo separó el día de la noche sin razón alguna. Hay luz durante el día, pro está oscuro por la noche. Hay dominios claros y dominios oscuros. En otras palabras, existe el dominio de los justos y el dominio de los pecadores.
Como Dios ha separado estos dominios, si queremos ir al Cielo tenemos que creer en la luz y si queremos ir al infierno, tenemos que creer en la oscuridad. Por mucho talento y poder que tengamos, no podemos transformar el día en noche, ni la noche en día. Del mismo modo, los seres humanos no pueden confundir lo que Dios ha separado ni cambiar lo que Él ha hecho.
Si nuestra conciencia es justa, no tenemos más remedio que creer en lo que Dios ha separado. Si miramos hacia la luz y la aceptamos, aceptaremos la Palabra de Dios que viene de arriba y recibiremos la vida eterna. Las aguas de debajo del firmamento, es decir, las palabras de la tierra, promueven las acciones de la humanidad. Deben recordar que decir que somos justos a través de nuestra devoción carnal y nuestros esfuerzos y vivir una vida santa (cumplir la Ley y ser santificado) es decir las palabras de Satanás. Convertirse en una persona justa al darnos cuenta de cómo la Palabra de Dios ha borrado nuestros pecados y al creer en ella, no tiene nada que ver con las acciones de la humanidad. La Palabra de Dios de Verdad que desciende sobre nosotros, el agua de encima del firmamento, es la salvación que Dios ha completado. El Evangelio de Verdad no exige que nuestras acciones humanas consigan nuestra salvación.
La Palabra de Dios desciende desde arriba, da fruto en la tierra y vuelve a ascender de nuevo. Si creen el la Palabra de Dios, el agua de encima del firmamento, encontrarán la felicidad, pero si creen en el agua de debajo del firmamento, serán malditos. Y sufrirán mucho para después ser malditos. El sufrimiento de los que viven con una fe legalista es enorme. Es muy trágico verlos sufriendo tanto por beber de las aguas de debajo del firmamento.
Los que han bebido de las aguas de encima del firmamento no pueden beber de las aguas de debajo nunca más. Los que han bebido de las aguas de debajo del firmamento no pueden beber de las aguas de encima. Por eso deben volver.
 
 

Los siervos de Dios en los que Él se complace

 
El segundo día, Dios separó en dos las aguas que cubrían el planeta, y para ello subió la mitad por encima del firmamento y dejo la otra mitad en la tierra. Y Dios les dio nombres: las aguas de encima del firmamento y las aguas de debajo. ¿Por qué dejó Dios esta Palabra escrita? ¿La escribió para enseñarnos un simple hecho? No, Dios la escribió para decirnos que la Palabra de Dios y las palabras de Satanás coexisten.
Esto es lo que Dios hizo el segundo día. Vimos que la Palabra decía que Dios separó la luz de las tinieblas el primer día y que separó las aguas del Cielo de las aguas de la tierra el segundo día. Dios se complace en separar las aguas del Cielo de las aguas de la tierra, y la luz de las tinieblas. ¿Cuál es el agua del Cielo y cuál es la de la tierra?
En este mundo hay dos tipos de personas que predican la Palabra de Dios. Un tipo son los que difunden las palabras de Satanás y el otro tipo lo forman los que predican la verdadera Palabra de Dios. Este último grupo conoce la Palabra escrita de Dios, cree en ella y la predica, pero el primer grupo interpreta la Palabra escrita de Dios basándose en sus propias ideas y predica lo que complace a Satanás y a la gente. Esta gente interpreta la Biblia como si fuera una guía ética para la humanidad y predica que si se cree en Jesucristo, se debe vivir virtuosamente. Sin embargo, no conocen el verdadero mensaje de la Palabra de Dios. Esto se debe a que no pueden predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.
En resuman, los que no predican el Evangelio del agua y la sangre ahora son los que predican las palabras de Satanás. Son los que predican la Palabra de Dios en una dimensión humanística, ética y moral. No son siervos de Dios. No son más que siervos de Satanás. No son más que «jornaleros» cuya profesión es predicar la Palabra de Jesucristo y con ella se ganan la vida. Si vivimos nuestra vida de fe bajo el liderazgo de esta gente, en vez de creer en la fe, moriremos.
Cuando bebemos de las aguas de este mundo, algunas son beneficiosas, mientras que otras son dañinas. El tipo de agua que bebemos es crucial para nuestras almas. Pueden ser bendecidos en cuerpo y alma sólo si escuchan la Palabra predicada por los que difunden el Evangelio del agua y el Espíritu. Si un predicador abre la Palabra de Dios y en vez de predicarla hace hincapié en la lección humanística, ética y moral, aunque los sermones sean buenos, es imposible que se produzca un cambio espiritual. Por el contrario, los que escuchan estas enseñanzas verán como sus almas mueren espiritualmente. Estos tipos de palabras hacen que los corazones de los cristianos caigan en más confusión. La verdadera Palabra del agua y el Espíritu trae paz y descanso a los que la escuchamos. Por tanto, cuando escuchamos la Palabra de Dios, lo importante no es el conocimiento del predicador o su apariencia o su voz, sino que lo que importa es si ese predicador cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predica.
El Evangelio del agua y el Espíritu es indispensable. En Mateo 7, 15, Jesús dijo: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces». ¿Cómo podemos reconocer a los falsos profetas? Jesucristo dijo que podemos reconocerlos por sus frutos espirituales.
¿Puede un manzano dar plátanos? Un manzano puede estar mal alimentado y por tanto puede dar sólo un puñado de frutos, pero siempre dará manzanas. Tenemos que darnos cuenta de que un arbusto no puede dar manzanas por muy bien nutrido que esté. En otras palabras, si alguien predica la Palabra y los que la escuchan nacen de nuevo, esta persona es un siervo de Dios. Sin embargo, si la gente no puede borrar sus pecados incluso después de escuchar las palabras predicadas por esta persona, está claro que ha aunque parece que haya predicado la Palabra de Dios, no es más que un simple profeta. Si la congregación no recibe la remisión de los pecados aunque escuchen las palabras de su predicador continuamente durante un día, dos, o incluso un año, el problema está en el predicador. En otras palabras, los falsos profetas no saben cómo nacer de nuevo del Evangelio del agua y el Espíritu ni creen en él y por eso predican sus propias palabras para recibir la remisión de los pecados.
No podemos saber si alguien es un falso profeta o no con tan sólo mirarle. Cuando pensamos en falsos profetas, solemos pensar que su apariencia física será cruda, despiadada y repulsiva, pero no es así. Los mentirosos se comportan de una manera más humilde, como corderos mansos. La Biblia dice refiriéndose a ellos: «Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Corintios 11, 14).
Por eso mucha gente es engañada. Un predicador que enseña mediante sermones sin haber nacido de nuevo es un falso profeta. Así son los falsos profetas de los que habla la Biblia. La apariencia física no tiene nada que ver con la Verdad. Así que aunque algunas personas nos ataquen personalmente, estaremos bien si creemos en la Palabra de Jesucristo.
Los falsos profetas llevan a muchas personas a la destrucción. No van al infierno solos, sino que hacen que muchos otros les sigan. Este es el trabajo de los mentirosos. Los falsos profetas son muy buenos en su trabajo de engañar a la gente y por eso no tienen que preocuparse por cómo ganarse la vida. Sus congregaciones, inocentes y sin idea de lo que sucede, los respetan como pastores, les dan ofrendas y les sirven. Así que los mentirosos viven en mansiones espléndidas, conducen coches lujosos y viven vidas extravagantes con el dinero que la congregación les ha dado. Por eso debemos tener cuidado de estos falsos profetas.
Sin embargo, en vez de criticarlos, lo que debemos hacer es alejarnos de ellos. Los que han recibido la remisión de los pecados no deben hacer la obra de Dios con los falsos profetas. Cuando los santos justos adoran a Dios, deben reunirse solamente con sus hermanos santos que han nacido de nuevo del Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice que donde dos o tres personas se reúnen en el nombre del Señor, Él estará con ellos. Estas dos o tres personas se refieren a los justos que han recibido la remisión de los pecados. Los justos sólo deben reunirse con sus hermanos justos, deben escuchar la Palabra y aprender de ella juntos, alabar a Dios y seguirle por fe; entonces estarán bien. Si hay sólo dos o tres personas que han nacido de nuevo, si el que ha nacido de nuevo predica la Palabra y todo el mundo cree en ella y se une a la voluntad de Dios, entonces estas personas estarán bendecidas. En vez de criticar a los demás debemos saber lo que la Palabra de la Biblia está diciendo y vivir nuestras vidas por fe. Esto es todo lo que tenemos que hacer.
Cuando el Señor vuelva en el futuro, los falsos profetas y los creyentes que los han seguido se presentarán ante el Señor y dirán: «Señor, Señor, he expulsado demonios en Tu nombre, he profetizado en Tu nombre y he hecho muchos milagros en Tu nombre». Dirán que cuando estaban en este mundo, construyeron grandes iglesias y llevaron a mucha gente a Jesucristo. En ese momento, nuestro Señor les dirá: «¡Charlatanes y ladrones!». Entonces les dirá: «¡Echadlos a las tinieblas!». ¿No es justo el juicio de nuestro Salvador? No hace falta discutir sobre cosas tan obvias. Dios arrojará al infierno a los que están destinados a ir al infierno y enviará al Cielo a los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el bautismo de Jesucristo y Su sangre en la Cruz. Jesucristo, que juzga con justicia, es el Jefe de la Justicia en el Cielo.
El primer día de la creación de los cielos y la tierra, nuestro Señor habló de cómo los seres humanos deben recibir la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y el segundo día, les dijo a los que habían recibido la remisión de los pecados que estuvieran alerta de las palabras de Satanás. Les dijo a los justos que nunca bebieran del agua que Satanás les ofrece, sino que tengan fe espiritual al alimentarse de la Palabra de Dios de Verdad.
Mis queridos hermanos, cuando interpretamos la Palabra de Dios, debemos interpretarla y creer en ella según el Evangelio del agua y el Espíritu. Y los que predican la Palabra de Dios deben predicar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Los que escuchan la Palabra deben alimentarse y vivir de la Palabra que viene de los siervos de Dios. En el pasaje de las Escrituras de hoy, el significado espiritual de las aguas de debajo del firmamento, las aguas de la tierra, está en las palabras de los falsos profetas. Por eso la Biblia nos dice que no les escuchemos ni nos alimentemos de sus palabras. Incluso entre los que han escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu y recibido la remisión de los pecados, hay muchas personas cuya fe espiritual es tan inmadura que no pueden diferenciar las enseñanzas de los falsos profetas, las aceptan y mueren espiritualmente.
Cuando escuchamos la Palabra de Dios, hay cosas con las que tenemos que tener cuidado. Primero debemos averiguar si los que predican la Palabra de Dios conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios, creen en ella y la predican.
Los siervos de Dios deben ser nacidos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para que todo el mundo tenga fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Todos debemos confiar en los siervos de Dios y seguirles siempre que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos aceptar las advertencias y los consejos de los que obedecen la voluntad de Dios. En otras palabras, lo que ellos dicen es la Palabra de Dios. Esto se debe a que Dios habla a sus santos a través de Sus siervos.
Otra cosa de la que debemos darnos cuenta es que es posible que los siervos de Dios tengan insuficiencias en la carne. Si los siervos de Dios creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predican, tenemos que reconocer y aceptarles tal y como son. Por ejemplo, si un siervo de Dios es feo, no debemos pensar: «Los siervos de Dios deben ser guapos, ¿por qué este es feo?». En vez de eso, debemos dar gracias a Dios por él, diciendo: «Dios ha escogido a alguien como él y le está usando como Su siervo».
En otras palabras, no debemos juzgar a los siervos de Dios que predican el Santo Evangelio por su apariencia física. Y tampoco debemos tener en cuenta cuestiones tan triviales como la educación que han recibido o su edad. Lo que debemos tener claro es si sus corazones aman la Palabra de Dios o no, conocen Su voluntad y la siguen por fe.
Sobre todo, los siervos de Dios deben tener fe en la Palabra de Dios. Lo que debemos amar y respetar es la fe de los siervos de Dios. Debemos amar el Evangelio del agua y el Espíritu tanto como lo aman ellos, debemos estar tan agradecidos a Dios como ellos y sacrificarnos por el Evangelio, trabajar duro para difundirlo, amar a las almas y dedicar nuestros corazones a la salvación tanto como ellos. Debemos respetar a los que se han convertido en siervos de Dios antes que nosotros y debemos seguirles con fe. Sólo entonces Dios nos amará.
Las obras de Dios requieren un orden espiritual porque Dios no es un Dios de confusión, sino un Dios del orden. ¿Tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Pueden decir con seguridad que han nacido de nuevo a través de la Palabra de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si es así, entonces han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando alguien les pregunta si tienen pecados, ustedes le pueden contestar con claridad porque ahora creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora pueden testificar que han sido salvados de todos sus pecados y han nacido de nuevo a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Si ustedes son así, entonces son el pueblo de Dios que es utilizado como Su instrumento.
Ahora hay una casa que deben saber. Cuando los siervos de Dios predican la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, deben saber si ustedes han nacido de nuevo por fe. Hasta este mismo instante, muchas personas han entrado en sus vidas y les han enseñado otras cosas que no son el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero cuando los siervos de Dios predican el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios, deben saber si ustedes han recibido la remisión de los pecados por fe. Todos debemos conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en ella.
De ahora en adelante deben vivir sus vidas de fe aceptando las palabras, el consejo y las advertencias de los siervos de Dios que han predicado la Palabra de vida antes que ustedes. Sus vidas de fe deben ser vividas creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu y deben tener fe en los siervos de Dios.
De alguna manera esto puede sonar como si les pidiera que me halagara, pero no es mi intención. Todo lo que he hecho es predicarles la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que se cumplió según la voluntad de Dios. Así que aunque hayan tenido pecados en sus corazones, ahora, al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu, se han dado cuenta de que: «Jesucristo me quitó los pecados al ser bautizado por Juan el Bautista».
Ahora creen que sus pecados fueron borrados por el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. Ahora, según se comporten podrán complacer a Dios o entristecerle. Del mismo modo en que la luz y las tinieblas se separaron, las aguas del Cielo y las aguas de la tierra fueron separadas, ustedes deben ser separados por el Evangelio del agua y el Espíritu, y su nueva fe debe ser separada de la antigua. Deben juzgar por sí mismos: «¿Soy un pecador ahora o soy justo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu?». El que sean pecadores o justos a los ojos de Dios depende de si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu o no.
¿Creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si es así, ¿son justos o pecadores? Son justos. Nuestro Señor les ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Así que han sido salvados al creer en esta Verdad.
Si es así, hay una cosa que deben hacer y es decidir si van a vivir como siervos de Dios o siervos de Satanás, y separar estos dos tipos en sus corazones. Predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los demás es vivir como un siervo de Dios. Ustedes también deben vivir así. Esto dependerá de en qué Palabra creen.
Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu con nuestros corazones hemos recibido la remisión de los pecados. Y para vivir nuestras vidas de fe y servir al señor debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. La base de nuestra fe no es otra que el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que han recibido la remisión de los pecados deben reunirse y adorar con sus hermanos santos y no deben beber más de las aguas que están debajo del firmamento. Nuestra fe debe ir acompañada de acciones.
En otras palabras, una vez creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos escuchar la Palabra del Cielo, no las palabras de la tierra. Si después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, caen en manos de los que no han nacido de nuevo, escuchan sus palabras y adoran en vano, caerán de nuevo y se convertirán en siervos del Diablo.
Debemos tener fe en lo que Dios dijo el segundo día de la creación. Debemos creer en lo que Dios hizo el segundo día y seguirlo. Lo que el Señor hizo el primer día (salvarnos a través del Evangelio del agua y el Espíritu) se cumplió y por eso deben confiar en la Palabra de Dios pura. Si creemos en lo que Dios hizo el segundo día y lo seguimos, Él nos bendecirá en abundancia. El que hayan sido bendecidos por Dios o no depende de si han seguido a voluntad de Dios o no. Sólo si seguimos la Palabra que el Señor dijo el segundo día podremos vivir nuestras vidas de fe correctamente.
Sé que son inteligentes. Al escuchar la Palabra de Verdad, probablemente estén preocupados por cómo vivir sus vidas de fe. Ahora hay algo que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu deben hacer. Una vez recibimos la remisión de nuestros pecados, debemos seguir a los siervos de Dios. Antes de nacer de nuevo, escucharon a los mentirosos predicando las palabras de la tierra. Pero esto no es lo que ustedes querían porque no conocían la Verdad. Antes de nacer de nuevo, no podían evitar escuchar las palabras de los que no han nacido de nuevo.
Sin embargo, ahora que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu deben escoger la justicia de Dios. «¿Qué palabras debemos escoger?», «¿Quiénes son los verdaderos siervos de Dios que predican Su Verdad?». Ustedes deben contestar a estas preguntas. Esto es lo que tienen que hacer. Nadie puede hacerlo por ustedes. Es cierto que los verdaderos siervos de Dios pueden aconsejarles, pero todos debemos desear vivir según la voluntad de Dios. Si esta es la voluntad de Dios, no tenemos otra opción. No hay nada más que debamos hacer por nosotros mismos. En otras palabras, no podemos hacer todo lo que queramos. Ahora que conocemos la voluntad de Dios, debemos obedecerla.
Ahora, deben renovar sus vidas de fe. Deben vivir vidas de fe diferentes de las que han vivido antes. Hay una vida de fe que es mejor que la que han vivido hasta ahora. Para poder vivir esta vida, deben ser guiados por otras personas. ¿Por qué? Porque esta es la manera de ser bendecidos por Dios. Mis queridos hermanos, ¿quieren que les guíen?
Deben ser los siervos de Dios los que les prediquen Su Palabra. Además espero que entre ustedes salgan nuevos siervos que prediquen la Palabra de Dios. Convertirse en un obrero de Dios no es algo que ocurra de repente por nuestra propia voluntad. Para convertirse en un ministro de la Palabra, deben seguir escuchando y aprendiendo las palabras de los que se convirtieron en siervos antes que ustedes, los que les predicaron la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Les he predicado la Palabra de Dios pero ¿hay algo que no entiendan? Escuchamos el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente.
Muchos de nosotros escuchamos esta Palabra por primera vez, ¿pero nos gustó? ¿Fue difícil de entender? Hay muchos misterios escondidos en la Biblia, no sólo el Evangelio de Verdad que nos permite recibir la remisión de los pecados, sino también misterios sobre la Iglesia de Dios, Sus siervos y la vida de fe espiritual correcta. Sin embargo, hasta el momento muchos de ustedes se han alimentado de cizaña y no han probado el grano espiritual de la Palabra.
Mi plan es reunir mis sermones sobre la Palabra de Dios, publicarlos y distribuirlos. Les seguiré proporcionando el agua que está encima del firmamento. ¿Es toda la Palabra que escuchan hoy en día la Palabra de Dios viva? Si es así, se debe a que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y a que yo creo en la Palabra viva del Evangelio del agua y el Espíritu y se la he predicado tal y como es. Damos gracias al Señor que nos ha dado las aguas de encima del firmamento.