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Κηρύγματα

Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 2-14] ¿Qué significa caminar con Dios? (Lucas 2, 40-52)

¿Qué significa caminar con Dios?(Lucas 2, 40-52)
«Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él. Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Más ellos no entendieron las palabras que les habló. Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres».
 
 

¿Dónde podemos encontrar a Jesús?

 
¿Dónde podemos encontrar a Jesucristo? Podemos encontrar a Jesús en Su justicia y Él es Dios mismo. Los santos pueden encontrar a Dios solamente en Su justicia. La justicia de Dios implica que nuestro Señor tomó nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado, y que los que creen en ella no tienen pecados y encuentran a Dios. Esto significa que Dios ha borrado nuestros pecados completamente con el Evangelio del agua y el Espíritu. Siempre habíamos sido pecadores, pero para dejarnos sin pecados, nuestro Señor Dios tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y los eliminó con Su justicia. Cuando nos damos cuenta de esto podemos encontrar al Señor.
Mientras vivimos nuestras vidas ocupadas en este mundo, nos olvidamos de que hemos recibido la remisión de los pecados gracias a la justicia de Dios. En muchos aspectos de nuestras vidas, nos olvidamos de que el Señor está caminando con nosotros. Mis queridos hermanos, ¿cuál piensan que es el camino para caminar con nuestro Señor? ¿Dónde podemos encontrar al Señor, y vivir con Él? En la Iglesia donde estamos viviendo ahora. Al cumplir la justicia de Dios, nuestro Señor quitó los pecados de nuestros corazones, y gracias a su justicia, somos miembros de la Iglesia sin pecados por fe. Podemos encontrar a Dios y caminar con Él por fe en esta salvación mediante la que nuestro Señor tomó todos nuestros pensamientos falsos y nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista y al redimirlos para siempre.
Mis queridos hermanos, ¿están convencidos de que el Señor eliminó todos nuestros pecados, incluyendo los más pequeños, a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista? Levítico 2, 4-6 dice: «Cuando ofrecieres ofrenda cocida en horno, será de tortas de flor de harina sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite. Mas si ofrecieres ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite, la cual partirás en piezas, y echarás sobre ella aceite; es ofrenda». Esto implica que el Señor tomó todos nuestros pecados. Cuando conocemos la justicia de Dios y creemos en ella, podemos conocer al Señor y caminar con Él.
Es extremadamente importante darnos cuenta de que nuestro Señor borró para siempre los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre. ¿Cómo ha erradicado el Señor los pecados de la humanidad para siempre? Jesús, Dios mismo, completó esta obra al venir al mundo para salvarnos de los pecados del mundo, aceptar todos nuestros pecados a través del bautismo recibido por Juan el Bautista a los 30 años, y derramar Su sangre. Así es como nos ha dejado sin pecados para siempre. El Señor nos ha salvado para siempre al cargar con todos los pecados del mundo a través de Su bautismo y derramar Su sangre en la Cruz para pagar la condena de los pecados del mundo. Al levantarse de entre los muertos al tercer día se ha convertido en el Señor de la vida eterna para nosotros.
Si no creen en esto y creen que el Señor solo eliminó su pecado original, ¿cómo pueden ser lavados de todos los pecados que cometen por sus insuficiencias? Si una persona cree que el Señor tomó el pecado original solamente, no puede caminar con el Señor. Aún peor, seguirá siendo un enemigo del Señor porque no saben que es el Salvador que les dio la justicia de Dios. Con el Evangelio del agua y el Espíritu el Señor ha borrado todos nuestros pecados, hasta el más pequeño de todos, y todas las iniquidades cometidas con nuestros corazones y acciones. Cuando nos damos cuenta de esto podemos recibir la redención eterna de los pecados. Entonces podemos conocer al Señor, estar más cerca de Él y caminar con Él.
 
 

Jesús en el Templo

 
En el pasaje de las Escrituras de hoy, podemos ver que los padres carnales de Jesús fueron al Templo de Jerusalén durante la Pascua. Jesús también participó en la Pascua cuando tenía doce años. Después de terminar todos los rituales de la Pascua, José y María volvieron a casa con un grupo numeroso de personas. Pensando que el niño Jesús les seguía, iban de camino a su casa hablando con sus vecinos sobre todo lo que habían hecho en Jerusalén. Después de viajar durante algún tiempo se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ellos. Los padres habían pensado que, como el niño ya tenía doce años, no tendría problema en seguirles y por eso iban hablando con sus vecinos sin preocuparse, pero de repente se dieron cuenta de que el niño no estaba con el grupo.
Preocupados, José y María buscaron al niño antes de volver al Templo de Jerusalén para buscarle. Cuando fueron al Templo encontraron al niño Jesús, de tan solo doce años, sentado cara a cara con los expertos de la Ley que estaban conversando con Él. María y José encontraron a Jesús en el Templo.
Este pasaje habla a los santos y siervos de Dios que han encontrado a Jesucristo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solemos asumir que como hemos recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu el Señor está caminando con nosotros. Sin embargo, mientras seguimos viviendo nuestras vidas de fe después de nacer de nuevo, por alguna razón nos sentimos como si el Señor no estuviese con nosotros; como si estuviésemos solos. En otras palabras, en nuestros asuntos diarios, a veces nos sentimos solos y juzgamos con nuestras propias ideas, tomamos nuestras propias decisiones y actuamos por nuestra cuenta.
¿Por qué? Porque no hacemos la obra de Dios con los demás miembros de la Iglesia de Dios. Porque, aunque en nuestros corazones creemos que el Señor es nuestro Salvador, nos alejamos de la Iglesia de Dios que nos da el agua de la salvación. Cuando nos alejamos de la Iglesia de Dios o de la Palabra que fluye de ella, nos damos cuenta de que estamos solos. Así que, en vez de caminar con el Señor, todos nosotros debemos intentar hacer la obra de Dios por nuestra cuenta. En ese caso, ¿cómo podemos compartir la Palabra unidos con Jesucristo? Es imposible.
En momentos como este, debemos reconocer una vez más que nuestro Señor tomó todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, y debemos unirnos al pueblo de Dios. Debemos admitir el hecho de que nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados, ya sean graves o pequeños, ya se hayan cometido con nuestros pensamientos, corazones o acciones, ya nos demos cuenta de ellos o no, y aunque no los reconozcamos. Debemos acercar nuestros corazones a la Iglesia de Dios y unirnos a nuestros corazones con la Iglesia. Esto es lo que implica la historia de cuando los padres carnales de Jesús le encontraron en el Templo. Si estamos demasiado distraídos con nuestros problemas, los pecados de la carne saldrán de nuestros corazones pronto. Si viven así, están siguiendo sus propios deseos carnales en vez de caminar con el Señor, pero aún así piensan que están caminando con el Señor.
 
 

Admitan incluso los pecados más pequeños

 
¿Dónde podemos conocer al Señor quien ha cumplido toda la justicia de Dios? Podemos conocer al Señor en la Iglesia de Dios que predica el Evangelio del agua y el Espíritu. Para conocer al Señor, debemos reconocer Su justicia que eliminó incluso los pecados más pequeños. Sin embargo, solemos vivir día a día sin admitir nuestra culpa. Aunque nuestro Señor tomó todos nuestros pecados, a veces no nos tomamos en serio los pecados pequeños que cometemos todos los días e ignoramos la justicia del Señor que ha redimido nuestros pecados. Como resultado, acabamos perdiendo la justicia de Dios y perdiendo el rumbo.
Sin embargo, el Señor tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo, incluso los más pequeños de todos. Debemos darnos cuenta de que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y por eso nuestros pecados han sido redimidos y nos hemos convertido en personas sin pecados, y por eso debemos recordar esto siempre. Podemos encontrar al Señor de la justicia. De la misma manera en que María y José encontraron al Señor en el Templo, cuando nos damos cuenta de que no tenemos pecados, podemos seguir al Señor de la justicia y caminar con Él.
¿Cuándo perdemos la justicia del Señor? Cuando nos olvidamos del hecho de que el Señor eliminó incluso los pecados que cometemos todos los días. En momentos como este nos sentimos lejos del Señor. No debemos olvidar que el Señor tomó todos los pecados al ser bautizado. Todos los días, debemos recordar el hecho de que no hay pecados en nuestros corazones. Entonces podemos conocer al Señor sin pecados, estar cerca de Él y ser guiados por Él.
El lugar donde encontramos al Señor está dentro del Evangelio del agua y el Espíritu, en el Templo santo. El Templo santo era el lugar donde los israelitas, que cometían pecados todos los días, se encontraban con Dios con sus sacrificios. Por tanto, nosotros podemos encontrarnos con el Dios santo que ha redimido nuestros pecados cuando reafirmamos el Evangelio del agua y el Espíritu que ha borrado nuestros pecados, y cuando creemos que el Señor ha borrado todos los pecados del mundo, que los tomó sobre Sí mismo y que los ha eliminado aunque nuestros corazones vayan por el mal camino y por eso nuestros corazones pueden ser santos siempre.
Este tipo de fe nos permite estar cerca del Señor. A través de Su bautismo, el Señor tomó nuestros pecados para siempre. Por eso podemos caminar con el Señor santo desde el momento en que confirmamos que no tenemos pecados y que el Señor los ha eliminado. Entonces podemos caminar con el Señor y ser guiados por Él en nuestras vidas, sin perder Su justicia.
Después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿no se han olvidado a veces de la justicia del Señor y han hecho cosas según sus deseos? María perdió al niño Jesús cuando volvía de Jerusalén pero no tenía ni idea. Pensaba que Jesús estaba con su grupo. ¿Acaso nosotros no vivimos vidas como esta? Al darnos cuenta de que el Señor ha borrado todos nuestros pecados, podemos encontrar al Señor una vez más, estar más cerca de Él y caminar con Él. El Evangelio es lo que hace posible que conozcamos al Señor y caminemos con Él. Como el Señor ha borrado nuestros pecados, cuando nos damos cuenta de que estamos sin pecados, podemos caminar con el Señor. Cuando nos damos cuenta de que nuestros corazones están limpios y sin pecados, podemos caminar con el Señor todo el tiempo.
Aunque ahora no tenemos pecados, seguimos siendo insuficientes y seguimos cometiendo pecados constantemente. Sin embargo, debemos entender que el Señor eliminó todos esos pecados. Si no nos damos cuenta de esto no podemos caminar con el Señor aunque hayamos recibido la remisión de los pecados. Como hay suciedad en nuestros corazones, no podemos evitar perdiendo de vista al Señor y caminando solos. Por eso debemos volver a afirmar el hecho de que no hay pecados en nuestros corazones constantemente. Debemos confirmarlo siempre. Esta es la vida de fe que debemos vivir mientras caminamos con el Señor.
Al principio de este sermón hemos leído el pasaje de Levítico 2, 4-6 y el pasaje siguiente dice: «Y traerás a Jehová la ofrenda que se hará de estas cosas, y la presentarás al sacerdote, el cual la llevará al altar. Y tomará el sacerdote de aquella ofrenda lo que sea para su memorial, y lo hará arder sobre el altar; ofrenda encendida de olor grato a Jehová» (Levíticos 2, 8-9). Está escrito que los sacerdotes tenían que tomar la porción memorial de la ofrenda de grano y quemarla en el altar. Entonces el Señor Dios la aceptaba como un aroma dulce.
Mis queridos hermanos, todos los que hemos recibido la remisión de los pecados somos sacerdotes ante Dios. Cuando reconocemos que el Señor tomó todos nuestros pecados, cuando nos damos cuenta que eliminó los pecados que cometemos con nuestros pensamientos, corazones y acciones, cuando creemos que el Señor los ha eliminado por completo, y cuando afirmamos continuamente que estamos sin pecados, podemos hacer nuestra tarea de sacerdotes, vivir con fe y caminar con el Señor. Cuando entendemos que el Señor eliminó nuestros pecados, incluso los más pequeños, podemos caminar con Él. Sin embargo, si pensamos: «El Señor tomó todos estos pecados pequeños, ¿en qué más tengo que pensar?» La respuesta es bien simple: “No tengo pecados” y no confirmamos la Verdad todos los días, la suciedad se acumulará en nuestros corazones, nos apartaremos de la gracia del Señor y actuaremos por nuestra cuenta.
 
 

Limpien sus corazones con fe

 
Un espejo refleja las imágenes bien cuando está limpio, pero cuando está sucio, el reflejo parece más sucio de lo que es. Lo que está limpio debe mantenerse limpio. Mis queridos hermanos, gracias al Señor, hemos sido redimidos mediante la remisión de los pecados. El Señor eliminó todos nuestros pecados. Todos los pecados del mundo. Al tomar todos nuestros pecados que eran tan espesos como las nubes, nos dejó sin pecados. Nuestros corazones están tan claros como un espejo. Aunque tengamos polvo en nuestros corazones, debemos saber que el Señor ha eliminado nuestros pecados.
Entonces podemos dar gracias a Dios siempre. Podemos orarle y estar cerca de Él. Podemos caminar con el Señor siempre. Nuestros corazones tienen el deseo de orar al Señor y caminar con Él y podemos caminar si dejamos que nos guíe. Así que en toda ocasión oramos: «Señor, ¿qué puedo hacer? Ayúdame y protégeme».
Mis queridos hermanos, el Señor dijo que cuando estemos ante Él en Su Templo, caminaremos con Él. Como somos personas nacidas de nuevo, podemos vivir con fe. Nuestro Señor hizo que este pasaje esté escrito en la Biblia para los que los que nos hemos convertido en el pueblo de Dios podamos encontrar el camino a casa y volver a nuestro nido. Aunque la mayoría de los cristianos piensan que están caminando con el Señor en sus vidas de fe, en realidad están viviendo por su cuenta, según sus deseos. Por tanto, a través de la Palabra, el Señor está explicándonos la manera en la que los cristianos podemos encontrar al Señor de nuevo y caminar con Él en el Templo, en el Evangelio.
Mis queridos santos, ¿acaso no tomó el Señor nuestros pecados? Sí, los tomó todos. El Señor tomó los pecados grandes que admitimos y también los pecados pequeños. Sin embargo, solemos no admitir esos pecados pequeños. Esto es incorrecto, ya que debemos admitir incluso los pecados más pequeños y triviales. Como sabemos que el pecado es pecado, ya sean grandes o pequeños, no debemos ignorarlo, sino que debemos creer que el Señor tomó todos los pecados.
Sin embargo, los que han cometido muchos pecados graves, cuando cometen pecados pequeños, no se los toman en serio ni los admiten sinceramente, sino que asumen a ciegas que el Señor los eliminó también. Piensan que, como el Señor tomó todos sus pecados grandes, también eliminó los pequeños. Sin confirmar esta realidad, dicen: «Bueno, el Señor tomó todos nuestros pecados de todas formas». De esta forma llevan sus pecados en un rincón de sus corazones y cuando les pesan, piensan que el Señor también los eliminó. Muchas personas no se toman en serio sus pecados pequeños y piensan que es natural que el Señor los haya borrado, ya que eliminó los grandes también y que como la Biblia también dice: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» y por eso todos los pecados del mundo están incluido en el pecado del mundo. No quieren pensar más en eso.
Sin embargo, en realidad estos pecados pequeños nos llenan de oscuridad y nos hacen separarnos del Señor. Cuando los pecados graves nos molestan, solemos resolver este problema rápidamente. Por tanto, debemos recordar que no nos separamos del Señor por nuestros pecados graves, sino por nuestros pecados pequeños. Cuando no podemos ver las cosas pequeñas correctamente, no podemos vivir una vida santa como cristianos y acabamos separándonos del Señor. Así que, sin saber dónde perdimos al Señor nos preguntamos por qué somos tan miserables cuando creemos en el Señor. Además, cuando oramos, solo oramos por obligación en vez de por necesidad y entonces vemos que nuestra vida de fe es letárgica.
¿Por qué pasa esto? Porque no han ofrecido una ofrenda de grano. Por eso no pueden caminar con el Señor en cada paso que dan.
 
 

Nuestro Señor es Jesucristo

 
Jesús es claramente el hijo de María, nacido de su cuerpo. Sin embargo, aunque Jesús nació del cuerpo de María, no fue concebido por ella y por José. Jesús no nació por medios humanos, sino que Dios, el Creador, nació al tomar prestado el cuerpo de un ser humano para salvar a la humanidad.
La Biblia dice que el niño Jesús, con tan solo doce años, tuvo una conversación con los grandes estudiosos de la Ley en el Templo. Está escrito: «Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas».
Cuando llegaba la Pascua, todos los estudiosos de la Ley en Israel se reunían en el Templo. Jesús tenía doce años en aquel entonces, y por eso en términos actuales, no era más que un niño de sexto curso. María y los que estaban reunidos en el Templo estaban asombrados de ver a un niño tan pequeño manteniendo una conversación con expertos de la Ley y contestando sus preguntas. Después de todo, Jesús solo era un niño entonces. ¿Cómo podía haber aprendido tanto acerca de la Ley, llegado a ser un experto y haber sabido todo acerca de las Escrituras? Sin embargo, no debemos olvidar el hecho de que Jesús es Dios, quien creó el universo y todo lo que hay en él con Su Palabra. Es omnisciente y omnipotente y vino en la carne de un hombre durante un tiempo para salvarnos por Su amor. El protagonista principal de la Biblia es Jesucristo.
María encontró a Jesús en el Templo. Esto implica que nosotros debemos encontrar a Jesús en el Templo. Hemos recibido la remisión de los pecados en el altar de los holocaustos donde el Señor ofreció un eterno sacrificio por nosotros. Gracias al Evangelio, hemos eliminado todos nuestros pecados. Jesús fue bautizado como Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo y cumplió toda la justicia. La Biblia dice: «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado» (Hebreos 10, 18). El Evangelio a través del que Jesús ha redimido nuestros pecados, es decir el altar de los holocaustos, es donde hemos encontrado al Señor santo. Mis queridos hermanos, todos los pecados deben ser condenados sin excepción, ya sean grandes o pequeños. Pero el Señor los eliminó todos.
Sin embargo, en nuestras mentes no pensamos mucho acerca de nuestros pecados. Aunque el Señor tomó todos estos pecados al ser bautizado y fue condenado a muerte por ellos, nosotros no pensamos mucho en ellos. Así que acabamos siendo indiferentes a estos pecados. Acabamos cayendo en un estilo de vida de fe que no ve correctamente. Para escapar de esta vida de fe debemos entrar en el Templo de nuevo. Debemos volver a afirmar y reconocer que el Señor tomó todos nuestros pecados, cometidos intencionalmente o sin querer, incluyendo esos pecados que no tomamos en serio. Debemos darnos cuenta de que nuestros pecados no tienen pecados. Cuando nos damos cuenta de que no hay pecados en nuestros corazones, nuestra conciencia está libre de pecados, podemos confiar en el Señor, encontrarle y estar cerca de Él. Si nuestros corazones no están limpios, ¿cómo podemos estar cerca de Él?
Pasemos a 1 Juan 3, 21-22: «Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él». Este pasaje dice que si nuestros corazones no tienen nada por lo que ser condenados por Dios, tendremos la confianza de acercarnos a Dios y recibiremos todo lo que le pidamos al Señor.
¿Qué debemos hacer si queremos que nuestros corazones no tengan nada por lo que ser condenados? Debemos admitir nuestros pecados y lavarlos al reafirmar la Verdad del Evangelio cuando nos demos cuenta de nuestros pecados. Si no confesamos todos los pecados que cometemos en nuestras vidas, y los ignoramos, acabaremos perdiendo al Señor. Si esto ocurre, perderemos la confianza ante el Señor y no podremos encontrarle, por lo que lo perderemos para siempre.
Los cristianos somos muy sensible. Aunque parezcamos duros, en realidad somos muy sensibles. Esto se debe a que el Espíritu de Jesucristo que tenemos dentro de nosotros es muy sensible. Podemos estar cerca del Señor y caminar con Él cuando creemos que el Señor eliminó hasta los pecados más pequeños y que no tenemos pecados.
Si no reconocemos que el Señor tomó nuestros pecados, y los ignoramos, no estamos caminando con Jesús en nuestras vidas, aunque hayamos recibido la remisión de los pecados para entrar en el Cielo. Si hemos nacido de nuevo, tenemos que caminar con el Señor en nuestras vidas. De la misma manera en que María caminó con el Señor cuando fue al Templo en la Pascua, debemos caminar con el Señor hagamos lo que hagamos, ya sean nuestros negocios, nuestros trabajos, nuestras vidas diarias, nuestros proyectos o la obra de Dios. Es absolutamente imperativo que caminemos con el Señor en nuestras vidas. Solo podemos vivir si caminamos con el Señor en este mundo. Si no caminamos con el Señor no somos nada. Los que caminamos con el Señor tenemos honor. Pero los que no caminan con el Señor, aunque hayan recibido la remisión de los pecados, no tienen honor.
Un perro es un animal querido por su dueño cuando camina con él. Un perro sin dueño es un perro salvaje y acaba siendo abusado e incluso ejecutado. Ningún perro sin dueño puede ser querido. Un perro es protegido como mascota si tiene un dueño. Nosotros, cuando caminamos con el Señor, podemos ser santos queridos. Entonces podemos hacer brillar nuestra luz en el mundo como santos queridos. Mis queridos hermanos, si quieren ser honrados, deben caminar con el Señor.
Es posible tener malos deseos y pensamientos en nuestros corazones, y también es posible hacer lo que queramos. Sin embargo, si el Espíritu Santo les dice que algo está mal, deben admitirlo y confirmar que el Señor ha borrado sus pecados. Entonces pueden caminar con el Señor. Mis queridos hermanos, ¿cómo pueden caminar con el Señor? Como somos insuficientes, cometemos errores todos los días. Pero, ¿cuándo nos damos cuenta en nuestras vidas de que el Señor ha eliminado esos errores? ¿Cuánta seguridad tenemos en que nuestros pecados han sido eliminados? Debemos pensar en estas preguntas detenidamente y al entrar en el Templo de nuevo, en el Evangelio con el que el Señor ha borrado todos nuestros pecados, debemos confirmar que el Señor eliminó todos nuestros pecados y encontrar al Señor y caminar con Él en nuestras vidas. ¿Lo entienden? Nuestros corazones están llenos de oscuridad porque no podemos caminar con el Señor debido a la suciedad que hay en nuestros corazones.
 
 

Dos discípulos de camino a Emaús se encontraron con el Señor

 
Poco después de la resurrección del Señor, dos de Sus discípulos viajaron a Emaús, y el Señor se encontró con ellos. Sin embargo, aunque el Señor se les apareció a estos dos discípulos de camino a Emaús, no le reconocieron. Cuando pararon cerca de la aldea para pasar la noche, el Señor partió pan con ellos y lo bendijo y les explicó con todo detalle las profecías del Antiguo Testamento y cómo se había cumplido en el Nuevo Testamento. Esto era el Evangelio. Cuando los dos discípulos escucharon el Evangelio, se dieron cuenta de que el que rompió el pan con ellos era Jesucristo, pero entonces Jesús desapareció de su vista.
Estos discípulos de Jesús creían en el Señor. Nacieron de nuevo. Pero a pesar de esto, los dos discípulos no reconocieron a Jesús de camino a Emaús. Habían perdido su vista espiritual completamente y no pudieron reconocerle hasta que partió el pan con ellos. Como estos discípulos, nosotros también perdemos vista del Señor o no le reconocemos a veces. ¿Por qué? El problema no es nuestro Señor, sino nuestros corazones.
¿Cuánto afirmamos el Evangelio? ¿Cuánto meditamos sobre el Evangelio de la misma manera en que un espejo debe limpiarse todos los días? Esto es lo que el Señor nos está pidiendo. Tenemos muchas faltas. No solamente ofendemos a otras personas con nuestros errores, sino que además toleramos muchas cosas malas que entran en nuestros corazones. No podemos evitarlo porque somos seres humanos demasiado débiles, pero por eso debemos reconocer que el Señor tomó nuestros pecados. Esta es la vida correcta que viven los que han encontrado la Verdad, y la manera correcta de vivir su fe. Esto es de lo que se trata la fe.
Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?». Esto significa que Jesucristo estaba en casa de Su Padre. Dios Padre quería borrar nuestros pecados y convertirnos en Su pueblo, y Jesucristo cumplió esta voluntad de Dios Padre. Nos salvó de los pecados en esta voluntad. Jesucristo ha hecho todo esto en la voluntad de Dios Padre.
 
 

Todo el mundo debe volver al Evangelio del agua y el Espíritu

 
Para poder conocer al Jesús justo, debemos volver al Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque hayamos recibido la remisión de los pecados, debemos pensar en el Evangelio del agua y el Espíritu una vez más. Cuando nos examinamos detenidamente, ¿cuántos pecados cometemos en nuestras vidas? Cuando damos testimonio de la salvación después de recibir la remisión de los pecados, siempre hablamos solamente de nuestros pecados pasados. Hablamos de cómo solíamos embriagarnos, hacíamos cosas malas y nos peleábamos. Pero ahora no tenemos pecados porque Jesús tomó todos estos pecados. Pero tenemos que admitir incluso los pecados que cometemos ahora, y debemos dar testimonio de la salvación en el presente y no solo en el pasado. Tenemos que confesar de esta manera: «Admito que he cometido estos pecados ahora. Pero el Señor eliminó incluso esos pecados. Muchas veces estoy equivocado, pero el Señor eliminó todos mis pecados». Por eso, si damos testimonio detalladamente, hay mucho de lo que dar testimonio.
Por supuesto, no debemos tener una fe legalista. Debemos hacer brillar la luz de la Ley para reconocer nuestros pecados correctamente, pero esto no significa que estemos sujetos a la Ley. La Ley nos da la ira, pero la salvación de Jesucristo elimina la ira y nos da la verdadera salvación. ¿Cuántos problemas, grandes y pequeños, tenemos mientras vivimos en este mundo? ¿Cuántos obstáculos, grandes y pequeños, tenemos? A veces estamos en aguas tranquilas, a veces en aguas sucias, a veces en hielo, asfalto y pastos verdes. ¿Cuántas cosas nos pasan mientras vivimos? Entre todas estas cosas también hay pecados. Sin embargo, el Señor los borró todos. Los eliminó. Esto es lo que debemos reconocer cuando nuestros corazones estén oscuros.
Al ofrecer un holocausto a Dios, al aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestros corazones pueden encontrar al Señor. Debemos caminar con el Señor en nuestras vidas, siempre afirmando y reconociendo que no hay pecados en nuestros corazones. ¿Entienden esto, mis queridos hermanos? ¿Entienden qué tipo de vida es la vida que camina con el Señor? Podemos caminar con el Señor cuando admitimos hasta los pecados más pecados y afirmamos que el Señor los eliminó todos. Tenemos que reconocer que el Señor no solo tomó los pecados grandes que quedan expuestos, sino también los más pequeños que cometemos en nuestros corazones, así como nuestros pecados futuros. Entonces nuestros pensamientos malvados y nuestras acciones quedan obsoletos. Si cometemos pecados, estos pecados siguen en nosotros. Pero, como el Señor ha redimido todos nuestros pecados y los ha eliminado, como eliminó incluso los pecados que cometemos al planear cosas malvadas, este plan y esta maldad quedan obsoletos.
Los nacidos de nuevo podemos empezar de nuevo ante el Señor. Solo cuando construimos una casa en la roca del Evangelio podemos vivir una vida de fe sólida que nunca duda. Lo que no es bueno es siempre malo. Pero podemos empezar de nuevo. Podemos conocer al Señor, caminar con Él y darle gracias todo el tiempo y por eso es tan maravilloso. ¿Se dan cuenta de lo que está mal en su fe? Es incorrecto pensar que todo está bien ahora que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Quien haya recibido la remisión de los pecados debe vivir una vida de fe que camina con el Señor. Hasta hoy en día hemos caminado con el Señor desde que recibimos la remisión de los pecados y podemos seguir caminando con Él para siempre.
 
 

La vida de fe que ofrece una ofrenda de grano

 
La Biblia dice que Enoc caminó con Dios durante 300 años. La verdadera vida de fe empieza en el momento en que una persona recibe la remisión de los pecados. Para esto debemos reconocer que no hay pecados en nuestros corazones. Debemos darnos cuenta de esto. Debemos mantener esta Verdad en nuestros corazones. Debemos limpiar nuestros corazones, que son el templo del Espíritu Santo, todo el tiempo para que nuestros corazones no se ensucien. Esta limpieza de fe no solo la llevamos a cabo porque tengamos pecados, sino porque tenemos la fe que cree que el Señor eliminó nuestros pecados. Desde ese momento podemos caminar con el Señor. Podemos vivir con nuestra fe hasta al final. Estoy completamente convencido de que pueden conseguirlo. Al haber sido salvados, ahora pueden vivir una vida de fe que ofrece ofrendas de grano todos los días. Pueden caminar con el Señor en todos los aspectos de sus vidas.
El Señor nos ha dado esta gracia. Nos ha salvado. En vez de abandonarnos, el Señor camina con nosotros, nos protege, nos bendice, y siempre está con nosotros. Nos ha hecho ser el pueblo de Dios y se ha convertido en nuestro Señor. También es nuestro Pastor. Le doy gracias al Señor.
Si hay algo incorrecto en su fe, si hemos ofrecido simplemente la sangre y la carne de un animal en el altar de los holocaustos, debemos ofrecer ahora ofrendas de grano o de trigo. Así es la vida de un cristiano maduro. Tenemos que admitir nuestros pecados diarios con todo detalle y volver a afirmar el Evangelio del agua y el Espíritu para mantener la perfecta pureza de nuestros corazones. Una vida espiritual de trigo puro es lo que necesitamos. Al darnos cuenta de que el Señor eliminó incluso nuestros pecados más pequeños, debemos darle gracias.
Aunque somos muy sensibles y sabemos que tenemos pecados, no podemos vivir una vida limpia. Como somos seres humanos con deseos carnales, es inevitable que cometamos pecados, grandes y pequeños. Por eso es necesario borrar los pecados de nuestros corazones con fe.
Un monje budista en Corea llamado Sungcheol Lee dijo: «Una montaña es una montaña, y el agua es agua». Pero este dicho no tiene ningún significado. El Señor dijo: «Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Juan 3, 6). Aquí está hablando de la naturaleza de la carne. La carne solo siente cosas carnales y pide cosas buenas para la carne, pero el espíritu no hace esto. Aunque el espíritu no sea detectable mediante nuestros sentidos físicos, existe. El espíritu no tiene pecados y es diferente de la carne y del mundo. Esto es lo que el Señor está diciendo.
Debemos ofrecer las ofrendas de grano de trigo fino. Debemos ofrecer un sacrificio detallado todos los días. Nuestro Señor ha eliminado incluso los pecados más pequeños para que podamos ofrecer esta ofrenda de grano todos los días. Nos ha dejado sin pecados. No tenemos pecados. Le doy gracias al Señor. El Señor nos ha permitido ofrecer una ofrenda de grano todos los días y caminar con Él en todos los aspectos de nuestras vidas.