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Κηρύγματα

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 25-7] Lo que se les hace a los justos de la Iglesia del Señor se le hace también al Señor (Mateo 25, 31-46)

Lo que se les hace a los justos de la Iglesia del Señor se le hace también al Señor(Mateo 25, 31-46)
«Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartarálos unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.» 
 


Conocimiento

 
Nuestro Señor dijo que en los últimos días, cuando venga al mundo de nuevo con Sus ángeles, se sentará en Su trono blanco de gloria, reunirá a todas las naciones de la tierra y las dividirá como los pastores que separan a las ovejas de los cabritos. Entonces pondrá a las ovejas a la derecha y a los cabritos a la izquierda. Asimismo dijo que permitiría a los que estén a Su derecha heredar el Reino preparado para ellos, es decir, el Cielo. La razón por la que les da la recompensa del Cielo es la siguiente: «Porque estuve hambriento y Me disteis de comer; estuve desnudo y Me vestisteis; estuve enfermo y Me visitasteis.» 
Esto significa que nuestro Señor trata todas las cosas hechas a favor de la gente de Dios como si se las hiciésemos a Él. Declara que lo que no se haya hecho por los justos de Dios tampoco se le ha hecho a Él. Por tanto, les dice a los justos: «Cuando tenía hambre, cuando tenía sed, cuando estaba en la cárcel, cuando estaba enfermo, vosotros Me visitasteis y Me cuidasteis, así que seréis recompensados.» A la gente que haya a Su izquierda le dirá: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.»
En el versículo 44 la gente de la izquierda le preguntó al Señor: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?» Estos cabritos de la izquierda son los que creen según sus propios deseos, y por eso le preguntan al Señor descontentos: «¿Cuándo no Te servimos, Señor? ¿Cuándo no Te cuidamos? Lo hicimos todo. Hicimos todo por Ti. ¿Cuándo no Te dimos de beber cuando tuviste sed o no Te cuidamos cuando estabas en la cárcel? Lo hicimos. ¿Cuándo no lo hicimos?» En realidad estos cabritos de la izquierda intentaron servir a Dios a su manera, pero el Señor no tiene nada que ver con ellos porque no se lo hicieron a los justos, sino que se lo hicieron a los pecadores porque así lo quisieron.
Lo que le hacemos al Señor es lo que se les hace a Sus hijos, a los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios, y a los siervos de Dios. Como los cabritos hicieron estas cosas a los pecadores y no al Señor y a los justos, todos esos méritos no sirven de nada. El Señor juzga el último día como está escrito: «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis», y «en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.»
Sentimos que nuestros corazones se renuevan cuando leemos estas palabras. El Señor separará a las ovejas de los cabritos cuando venga al mundo. El Señor pone a los justos a Su derecha y a los pecadores a Su izquierda, de la misma manera en que los pastores separan a las ovejas de los cabritos. Y juzga. Les dice a los justos: «Cuando estaba hambriento y abatido, Me disteis de comer y vinisteis a visitarme cuando estaba en la cárcel y enfermo.» Entonces los justos preguntarán: «¿Cuándo hicimos esto por Ti, Señor?» En cuanto digamos que no le hemos servido de esa manera, Él dirá: «Lo que les hicisteis a los justos aquí, Me lo hicisteis a Mí, así que os merecéis heredar el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo», y nos dará esa recompensa. Él les da la vida eterna a los justos de esta manera, y los pecadores estarán sentenciados al fuego eterno. 
Los nacidos de nuevo debemos reconocer a la Iglesia de Dios y saber que lo que le hacemos a la Iglesia (es decir servir a la Iglesia, cuidar a las almas, unirnos a la Iglesia para servir a los hermanos y hermanas, y cumplir la voluntad del Señor) lo hacemos por el Señor. Él trata la obra que la Iglesia de Dios hace por los justos como si se hiciese por Él y por ello nos da la recompensa. Ahora estamos unidos a la Iglesia de Dios, cuidamos a los justos, nos interesamos por ellos y oramos por ellos. Muy a menudo nos decimos los unos a los otros que debemos unirnos a la Iglesia. Pero estas palabras son muy importantes. Las donaciones que hacen por el Reino del Señor deben utilizarse para la salvación de las almas y para el provecho del pueblo de Dios. 
Esto se debe a que todo lo que hacen por el Señor se le hace a Él. Por tanto deben saber cuál es la Iglesia de Dios y cuando lo averiguan, deben unirse a ella. El Señor dice: «Lo que se les hace a los justos, se Me hace a Mí. Lo que se le hace al menor de los justos, se Me hace a Mí.» Todas las cosas que hacemos en esta Iglesia nacida de nuevo se hacen por el Señor. En realidad, todo lo que hacemos en esta iglesia para servir al Señor, lo hacemos por otras personas. Lo hacemos por el Señor. Cuidar del pueblo de Dios es cuidar del Señor. 
¿Cuál es la obra que se le hace al Señor?
Los líderes están cuidando de ustedes en la Iglesia, pero no solo cuidan de ustedes, sino que hacen la obra por el Señor. Ustedes también deben cuidar de la Iglesia, proporcionar las partes insuficientes en ella, y cuidar de los hermanos y hermanas, pero todas estas cosas se hacen por el Señor. Después de recibir la salvación, debemos decidirnos a unir nuestros corazones con la Iglesia de Dios al reconocer dónde debemos servir, a quién y con quién debemos unirnos para hacer esta obra. Creo que la persona que ha decidido hacer esto ha escogido el camino bendito. 
Hermanos y hermanas, incluso si una persona que ha recibido la salvación va a una iglesia de pecadores, ofrece dinero y es fiel hasta la muerte, no le vale para nada. Si son personas justas, deben unirse a la Iglesia de Dios. Después de nacer de nuevo la Iglesia de Dios les cuida más de lo que sirven al Evangelio al principio. Sin embargo, por muy débiles o insuficientes que sean, tendrán muchas oportunidades de servir al Señor si están en la Iglesia. Es una gran bendición poder servir al Señor si están en la Iglesia. Es una gran bendición poder servir a la Iglesia de los justos. Como hemos podido servir al Señor, estamos benditos. El Señor ha dicho que haría esto en los últimos días y esto es lo que hace de verdad. 
Hemos nacido de nuevo y vivimos con fe ahora. Así que cuando hagan algo pequeño por los hermanos y hermanas en la Iglesia, están haciéndolo por el Señor. No se lo están haciendo a otras personas, sino que lo están haciendo por ustedes y el Señor. Sí, es cierto. Todo lo que se hace en la Iglesia no es nuestra obra personal, sino la obra del Señor, y como creo que lo que hacemos por los hermanos y hermanas se lo hacemos al Señor, no deseo recibir la aprobación de la gente. Su aprobación no vale para nada. Cuando hago algo por el Señor, Él me da una recompensa, y cuando hago cosas por la gente del Señor, lo hago para que puedan prosperar. No importa la recompensa, porque lo correcto es que los nacidos de nuevo trabajen por los justos. Nosotros no trabajamos por los pecadores, sino por los justos, y esto es lo que debemos hacer. Por tanto estamos muy benditos. 
Los que han recibido la remisión de sus pecados pero no son rectos y odian someter sus corazones, están destinados a abandonar la Iglesia de Dios. Van a las iglesias del mundo, les entregan su dinero y hacen buenas obras para que la gente les llame diáconos. Deben saber lo estúpido que es eso. ¿No creen que está mal que la gente no trabaje para su propia familia, o no viva su fe por el Señor?
Hay dos tipos de personas en este mundo. Están las ovejas y los cabritos. Hay gente que ha nacido de nuevo y gente que no. También hay dos tipos de iglesias. Están las iglesias de los justos y las iglesias de los pecadores. Asimismo hay dos tipos de servicio en el cristianismo. Uno de ellos es el servicio a Dios y el otro el servicio al Diablo. 
Dios da vida eterna a los justos y el fuego eterno a los que sirven al Diablo, o en otras palabras, a los pecadores. A los justos les da la vida eterna. En el pasaje de las Escrituras de hoy vemos que el servicio que se hace en la Iglesia se hace por el Señor. Cuando cuidan de las almas en la Iglesia y les predican el Evangelio, están haciéndolo por el Señor. Hacer esto es apoyar la voluntad del Señor. Es bueno para un alma recibir la remisión de los pecados. Podemos preguntarnos si es bueno para el Señor o no, pero cuando reciben la remisión de los pecados, se están cumpliendo la voluntad del Señor. Por tanto, trabajar por el Evangelio es servir al Señor. Predicar el Evangelio y hacer la obra de Dios es bueno para el Señor. Debemos saber qué camino tan bendito hemos emprendido y qué vida tan bendita estamos viviendo. Estoy muy agradecido a Dios porque el Señor nos ha permitido hacer la obra de Dios y vivir en la Iglesia, así como vivir por el Evangelio. 
En realidad, si nos hubiésemos desviado un poco del buen camino, podríamos haber acabado sirviendo al Diablo hasta recibir el fuego eterno. Por eso tenemos mucha suerte. ¿Cuánta suerte tenemos por poder servir al Señor y hacer todo lo que hacemos por Él? ¿No creen que vale la pena hacer lo que hacemos, no por la gente, sino por el Señor? ¿Dónde más podemos ir para hacer este tipo de trabajo seguro?
¿Cómo es la gente del mundo? No trata a los demás como un objetivo, sino como un medio. Si necesitan a los demás para su propio bien los tratan bien, pero si ven que no pueden sacar provecho de ellos, los tratan fríamente y acaban su relación con ellos. Pero los nacidos de nuevo no hacemos esto. Aunque algunos nacidos de nuevo son así de egoístas por naturaleza, como tienen al Espíritu Santo en sus corazones, quieren proteger a la gente débil, dar ánimos a los que tienen el espíritu herido, y ayudar a que la gente reciba la remisión de los pecados al predicar el Evangelio cuando ven que están encadenados al pecado. 
Hermanos y hermanas, espero que sepan que todo el trabajo que hacemos en la Iglesia se hace por Dios. Vivir con fe, predicar el Evangelio y servir a la Iglesia es todo por el Señor. Es así para nosotros. Todo esto no se hace por la gente. El Señor establece a los justos a Su derecha y dice: «Me habéis servido de esta manera y Me habéis visitado.» Lo que más le complace al Señor es que proclamemos el Evangelio. Él dice: «Luchasteis contra mentirosos por Mí y trabajasteis para Mí. Así que entrad y heredad el Reino que he preparado para vosotros desde la creación del mundo.» En el último día nos dará Su Reino. Entraremos en ese Reino para vivir allí. Parece un cuento de hadas, pero ¿cómo podemos negarlo ahora que creemos?
Está escrito: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11, 1). Si creen que es real, se cumplirá. Ahora estamos celebrando una reunión de resurgimiento que lleva el título de La remisión de los pecados por la Palabra solamente. Hace mucho tiempo utilizamos este título durante algún tiempo. Es cierto. El Señor nos dijo que heredaremos el Reino preparado para los justos desde la creación del mundo. Este Reino es el Cielo. Es el Reino de los Cielos. Hay una ciudad santa preparada por los justos y el pueblo de Dios. Esta ciudad es el Cielo. 
 


La vida que proclama el Evangelio es una vida espiritual

 
Hermanos y hermanas, prediquen el Evangelio por el Señor, apoyen Su voluntad y prediquen el Evangelio a sus familias también. Lo que más contento pone al Señor es que prediquemos el Evangelio. El objetivo de nuestra vida después de recibir la salvación es predicar el Evangelio. Dios, quien quiere salvar a todas las almas y permitirles entrar en la ciudad santa, nos mantiene en este mundo. Por tanto, mientras nosotros estemos vivos debemos hacer la voluntad de Dios y la obra de Dios que pone contento a Dios: es decir, debemos predicar el Evangelio a nuestras familias y a los que no tienen ningún parentesco con nosotros. 
Como el Señor quiere salvar a todas las almas, debemos predicar el Evangelio por el Señor a la gente con la que no tenemos ninguna relación. La obra de predicar el Evangelio es la obra más bendita y la mejor. Una de las cosas por las que el Señor nos recompensa más es la obra de predicar el Evangelio. Esta es la obra de repatriar a la gente de Dios que ha sido capturada por el Diablo. Por tanto, Dios ve esta obra como el mejor compromiso y nos da las mayores bendiciones a los que vivimos por este Evangelio.
Hermanos y hermanas, debemos proclamar el Evangelio, salvar almas y hacer todo lo que podamos por esta misión valiosa mientras vivimos en este mundo. Siempre que tengamos la oportunidad debemos predicar el Evangelio a las almas. Debemos salvar a las almas. Si no hiciésemos la obra de salvar a las almas, nuestras vidas no tendrían sentido. Como esta es una obra muy valiosa, debemos vivir para salvar a las almas predicando este Evangelio y viviendo bien. Mientras vivimos en este mundo, en este tiempo que Dios nos ha dado, debemos predicar el Evangelio a tantas almas como podamos. 
Sé que no hay nada más malvado que no predicar el Evangelio mientras vivimos. ¿Acaso la persona que recibió un talento no lo enterró en el suelo y se lo entregó al Señor cuando volvió? El Señor dictó sentencia para este tipo de gente: «Arrojad a este siervo inútil a las tinieblas de afuera donde habrá llorar y crujir de dientes.» El recibir un talento y enterrarlo en el suelo es lo mismo que recibir la salvación y no enseñarla a los demás. Este tipo de persona es como un espino en el ojo de Dios. 
Hermanos y hermanas, por muy débiles que seamos físicamente, debemos vivir por este objetivo. Debemos vivir por el Evangelio. Debemos vivir decidiendo al final que debemos vivir para proclamar el Evangelio, por la Iglesia de Dios y por el bien de todas las almas del mundo. En realidad ustedes y yo somos débiles físicamente, pero Dios nos llevó por el camino bendito de los justos. Asimismo preparó una vida justa para que pudiésemos vivir una vida que valiese la pena. Aún más, Dios nos dio la Iglesia, nos dejó trabajar en la Iglesia, y nos dio nuestras tareas para poder vivir como justos, y lo preparó todo para que pudiésemos trabajar por el Evangelio.
Nuestras vidas son las más benditas. Si yo también hubiese querido cumplir mis deseos después de ser salvado, me habría quedado con mi familia, que tenía un centro de retiro enorme. Me habría convertido en el líder de ese centro de retiro, habría comido y vivido bien y habría sacado el dinero a la gente mediante la imposición de manos. Pero este tipo de vida está maldito. Una vida que no se dedica a trabajar por la salvación de los demás después de haber recibido la salvación, es una vida maldita. Si alguien no vive para salvar a las almas, está maldito. Dios nos ha guiado para que vivamos para salvar a otras almas. Dios guió a Abraham y por eso nos guiará para que vivamos por el Señor. Dios nos salva para que trabajemos por el Evangelio del Señor, y nos pone en la Iglesia. No puedo explicar lo seguro que estoy de que esta es una gran bendición. Creo que Dios nos ha dado bendiciones enormes. 
 


Hermanos y hermanas, ¿están viviendo una vida bendita?

 
A veces estamos afligidos por culpa de nuestras debilidades. Esto se debe a nuestras debilidades individuales. Sin embargo, el Señor es tan grande que nos ha salvado por completo, incluso de estas debilidades, para que podamos vivir bien sirviéndole aunque seamos insuficientes, y nos ha abierto el camino para vivir vidas justas. Esta es la Iglesia, la Iglesia de Dios. Solo cuando estamos en la Iglesia de Dios, solo cuando vivimos unidos a la Iglesia, Dios nos permite vivir vidas benditas y justas. Si solo pensamos que tenemos que vivir por el Señor y el Evangelio, Dios nos da la Iglesia y Su Palabra para que vivamos por el Señor, y nos da todas las circunstancias adecuadas para servirle. Estoy muy agradecido por esto. 
Creo que somos personas benditas. Creo que yo también soy una persona bendita. Algunas personas me maldicen y mis amigos me menosprecian y me llaman estúpido. Dicen: «Eres un idiota. De verdad. ¿Por qué? Porque has dejado todo lo que tienes. Has dicho que lo odias y te has ido a plantar una iglesia por tu cuenta. ¿Por qué crees que la gente te insulta y te persigue? Si no eres ni un idiota ni un loco, ¿cómo haces estas cosas?»
Pero no soy idiota. Como este camino está bendito, como este es el camino que recibe las bendiciones de Dios, como este es el camino que entrega las bendiciones a otras personas, como esta es la obra que comparte las bendiciones, lo he escogido. A veces, la gente que tiene el Evangelio también me insulta. Dice: «Ese tipo es un idiota y un estúpido», y me mira y dice: «No sé por qué hace eso. No sé por qué dice que solo actúa según la Palabra de Dios y ministra en su iglesia con tanta terquedad. Si es tan estricto, la gente no irá a su iglesia y no donará grandes cantidades de dinero. La gente de otras denominaciones le odiará si habla así en sus sermones.» 
La gente de nuestra Iglesia que acaba de recibir la remisión de los pecados también me odia. La gente de la Iglesia no me entiende bien y me pregunta por qué hago que la gente que acaba de recibir la remisión de los pecados y solía venir a la Iglesia haya dejado de venir porque grito en mis sermones. Como todos servimos al Señor, no a la gente, me basta con hacer lo que el Señor dice y lo que le hace feliz. Basta con complacerle. Si le hacen feliz, no importa que otras personas no les entiendan. ¿Por qué? Porque esas personas no nos dan recompensas eternas. No me importan sus recompensas. Esta gente no saca ningún provecho de mí tampoco porque piensa que no les soy de ninguna ayuda, y por eso me dejan tarde o temprano. Como nosotros no hacemos cosas por la gente ni la servimos, estamos benditos. 
 


Hermanos y hermanas, ¿de verdad están viviendo por el Señor?

 
Hace poco hemos impreso 3000 copias de nuestro nuevo libro, y nos han costado 3200 dólares. Esta cantidad solo cubre los gastos de impresión, pero hay otros gastos que no están incluidos en el presupuesto. Como nuestro ministerio literario ha hecho todo el trabajo, desde el diseño de cubierta, hasta la escritura a ordenador y la edición del contenido, si les hubiésemos encargado este trabajo a gente de fuera, habríamos pagado mucho más. De todas formas hemos utilizado una cantidad pequeña de dinero y hemos conseguido 3000 copias de nuestros libros. Podemos compartir estas 3000 copias con 3000 personas que hablen inglés. Podemos compartir estos libros con quien queramos, aunque no crean en Jesús. 
¿Acaso no es esta una obra bendita? Dios nos ha permitido vivir para servir al Señor. El Señor nos ha permitido vivir esta vida bendita. Entonces, ¿por qué abandonaría alguien este tipo de vida? Si vivimos así, nuestras vidas y las de otras personas serán abundantes, y recibiremos el amor del Señor. Así que, aunque a veces no se nos entienda y nuestras familias, amigos, la gente de alrededor y los pecadores nos insulten, vivimos una vida bendita después de haber recibido la salvación. 
Pero no nos importa. ¿Por qué? Porque esta vida es la correcta. Cuando muramos, nuestro Señor nos devolverá a la vida para poner a los justos o a las ovejas a Su derecha, y a los pecadores o cabritos a Su izquierda. Hermanos y hermanas, ¿creen que el Señor les pondrá a Su derecha, ya estén vivos o muertos, dormidos o despiertos? Sí, estoy seguro. ¿Qué nos dirá el Señor entonces? Nos dirá que entremos en el Reino que ha preparado para nosotros desde la creación del mundo. Asimismo nos dirá: «Tuve hambre y Me disteis de comer; estuve enfermo y Me visitasteis; estuve en la cárcel y vinisteis a verme.» Entonces, ¿qué le diremos? Le preguntaremos: «Señor, ¿cuándo Te visitamos o Te dimos de comer cuando tenías hambre?» El Señor nos dirá: «Lo que le hicisteis a cualquiera de estos hermanos más pequeños que recibieron la salvación en el mundo, Me lo hicisteis a Mí. Lo que le hacéis a la gente y a la Iglesia de Dios, Me los hacéis a Mí.»
¿No creen que nos quedaremos con la boca abierta cuando nos diga eso? Puede que digamos: «No, no hicimos eso por Ti, Señor.» Pero sí que hicimos esas cosas por el Señor. Cuando hacemos algo por el mayor o menor de estos, todo lo que hacemos por los hermanos y hermanas por amor cuando intervenimos espiritualmente en sus vidas, lo hacemos por el Señor. El Señor nos dice: «Si vivís así, recibiréis Mi amor, y Yo recibiré más y más gloria, y vosotros más y más bendiciones.» Toda la obra que estamos haciendo, la hacemos por el Señor. No hemos muerto todavía, y no estamos sentados a la derecha del trono del juicio del Señor, pero estamos viviendo una vida bendita ante Dios por fe. Vivimos por fe y esto pone contento al Señor. 
Nos damos cuenta de lo siguiente: «Oh, nuestra Iglesia es la Iglesia de Dios. El Señor es nuestro Rey y la Palabra de Dios es vida para nosotros. Dios espera que busquemos Su Palabra y vivamos según lo que dice, aunque seamos insuficientes. Este tipo de vida le pone contento.» Una vida que se da cuenta de esto por fe, es una vida bendita. Nosotros a veces pasamos por momentos difíciles por nuestras circunstancias personales, nuestra codicia y nuestras debilidades. Sin embargo, debemos vivir por el Señor uniéndonos a la Iglesia. Si vivimos por el Señor, nuestro futuro está garantizado y el Señor recibe la gloria. La gente recibe la salvación. Si no viven por el Señor, están en contra del Señor. Debemos creer que todo lo que hacemos, lo hacemos por el Señor. 
¿Trabajan por el Señor? Sí, ¿verdad? Sí, trabajamos por el Señor. Esta es la fe correcta. Es la creencia correcta. Nuestras hermanas lo hacen, ¿no? Sé que vivir este tipo de vida es una bendición. Aunque seamos insuficientes, predicamos el Evangelio a las almas y pretendemos vivir una vida que apoye la obra del Evangelio. Esta vida por el Evangelio y por la salvación de todos los pecadores del mundo es una vida bendita. Los que nacen en este mundo y viven las vidas más benditas son los que trabajan para salvar a las almas con la Iglesia y viven unidos con el pueblo de Dios. Él nos ha dado este tipo de vida. El tiempo de predicar el Evangelio habrá terminado cuando el Señor diga: «Tenía hambre y Me disteis de comer; estaba en la cárcel y Me visitasteis. En cuanto le hicisteis esto al más pequeño de Mis hermanos, Me lo hicisteis a Mí.» Este será el momento del juicio final. 
Nuestro Señor dijo que los que predicasen el Evangelio «brillarían como el sol» (Mateo 13, 43). El Antiguo Testamento dice que la persona que ayude a otra a recibir la remisión de los pecados y vuelva a muchos a la justicia, brillará como las estrellas (Daniel 12, 3). Los que son fieles al Señor son los que brillan como el sol, según el Nuevo Testamento, y como las estrellas según el Antiguo Testamento. Esto significa que los justos brillan para siempre. El Señor les da esta recompensa a los que trabajan por el Evangelio. 
Dios nos ha permitido vivir este tipo de vida. Espero que crean en esto y vivan por fe. Asimismo espero que vivan para la salvación de las almas. Por muy bien que traten a la gente por un tiempo, no suele durar. Digamos que le dieron de comer a un vagabundo una vez. Esto se acaba cuando va al baño después. Pero si predican el Evangelio a la gente y le ayudan a recibir la salvación, esto brillará para siempre. Esto es algo que será recordado para siempre. 
La mujer de mala reputación en el vecindario, se presentó ante Jesús con un frasco de alabastro que contenía aceite aromático, y se lo puso en la cabeza a Jesús. Él dijo que se recordaría lo que esta mujer había hecho dondequiera que se predicara el Evangelio (Mateo 26, 13). Esta mujer vivió la vida más bendita de todas. Rompió el frasco y le ungió. El frasco era todo lo que tenía. Esto significa que lo rompió y sirvió al Señor con él. Vivió por el Señor después de recibir del Señor la remisión de los pecados. 
No debemos fijarnos solamente en nuestras debilidades físicas, sino que debemos vivir negándonos por el Evangelio. Debemos saber que esta generación es la última, y distinguir entre lo que es espiritual y lo que es físico, para ser personas que utilicen más fuerza en las cosas espirituales. Debemos considerar que Dios nos ha dado bendiciones y debemos estar agradecidos por esto, tener fe en que nos ha dado vidas benditas e ir al Señor después de vivir lo que nos queda de vida bendita.