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Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 14-1] Dejen que su fe esté unida con el Jesús cándido (Juan 14, 1-14)

Dejen que su fe esté unida con el Jesús cándido(Juan 14, 1-14)
«No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré».
 
 
El Señor, que nos ha salvado de todos los pecados del mundo dijo: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí» (Juan 14, 1). Dijo que iba al Reino de los Cielos para preparar un lugar para nosotros y que volvería cuando Su Reino estuviera preparado. Entonces dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14, 6). El Señor también dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11, 25); «Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto» (Juan 14, 7); y «Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras» (Juan 14, 11). Además nos dijo: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (Juan 14, 13).
 
 
Pensemos en la oración para pedir ayuda al Señor
 
En el pasaje de las Escrituras de hoy que acabamos de leer, podemos ver que el Señor quiere que oremos y Él contestará nuestras oraciones sin falta. Él dijo muchas cosas acerca de la oración. Dijo: «Todo lo que pidiereis en Mi nombre, lo haré» y «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré». También nos dijo: «Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras» (Juan 14, 11). Esto significa que Jesucristo es igual a Dios Padre. 
Nosotros creemos que nuestro Señor tomó todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. En otras palabras, a través del bautismo que recibió de Juan, Jesús cargó con todos nuestros pecados para siempre, y fue crucificado y que resucitó. El Señor está diciendo que se ha convertido en el Salvador eterno de todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu hoy. El que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu significa que creemos que Jesús se ha convertido en nuestro Salvador y Dios. Al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos por nosotros, el Señor se ha convertido en el Salvador de todos los que creen en Él.
Creemos que este Jesús se ha convertido en nuestro Salvador y esa es nuestra fe inamovible. En realidad Jesucristo es nuestro Señor y Salvador y también es nuestro Creador. Él nos ha creado y después se ha convertido en nuestro Salvador que nos ha librado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y además responde a nuestras oraciones siempre. 
Ahora pensemos en las oraciones que le ofrecemos a nuestro Señor. Oramos al Señor por fe, confiando en Él porque nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿A quién tenemos que pedirle ayuda? Debemos orar al Señor que vino al mundo por nosotros, fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre por nosotros en la Cruz y así se ha convertido en nuestro Salvador. Cuando oramos a nuestro Señor Jesús, estamos orando a Dios. Cuando oramos a Jesús, Él nos escucha y responde a nuestras oraciones con Dios Padre. 
Jesucristo, Dios Padre y el Espíritu Santo son el mismo Dios Trinitario. Este Dios es el mismo Dios para todos nosotros. Ya le pidamos ayuda a Jesús o a Dios Padre, se la estamos pidiendo al mismo Dios. Jesucristo nos ha salvado de los pecados del mundo, y cuando le pedimos ayuda a este Señor, nos ayuda. No debemos pensar que nuestras oraciones deben ser grandiosas, sino que la verdadera oración se ofrece cuando se confía plenamente en que el Señor se ha convertido en el verdadero Salvador al encarnarse en un hombre, ser bautizado por Juan el Bautista, entrar en el río Jordán y salir. 
Jesucristo es el Dios Salvador que ha venido a nosotros por el Evangelio del agua y el Espíritu. Normalmente llamamos a Jesús nuestro Señor y esta designación quiere decir que es el Dios Salvador. Jesús es el Dios de todo el universo y el Salvador de la humanidad. El Señor es el que nos creó y el que ha borrado nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu. Además es el Dios Todopoderoso que escucha y responde nuestras oraciones cuando oramos. Este es Jesús para nosotros. Pero muchas personas suelen ver a Dios como una entidad diferente a Jesucristo. Y hay muchos cristianos que tienden a utilizar la palabra Señor como una palabra sin significado por costumbre cuando están orando. 
Por tanto, debemos reconsiderar cómo oramos al Señor. ¿Cómo debe ser nuestra actitud cuando oramos al Señor? Como Salvador del mundo el Señor fue bautizado por Juan el Bautista para tomar todos nuestros pecados. Al ser bautizado y entrar en el agua, cargó con nuestros pecados y los eliminó al derramar Su sangre hasta morir en la Cruz. Cuando creemos en este Dios Salvador y le oramos, es decir, cuando oramos a Jesús reconociendo que es nuestro Dios Salvador, Él responde nuestras oraciones. Cuando Jesús escucha nuestras oraciones y le conviene, las responde ejercitando Su poder. 
Así es como dijo: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré» (Juan 14, 13), «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14, 6). ¿Qué significan estos pasajes? Significan que Jesús nos ha salvado de los pecados del mundo, y que es nuestro Dios. En otras palabras, este Jesús que se ha convertido en nuestro Salvador puede escuchar nuestras oraciones y contestarlas. Así que tenemos que orar al Señor por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 
Debemos orar con un conocimiento correcto de Jesús
 
Cuando oramos al Señor debemos recordar un punto importante, que solo podemos ofrecer oraciones de penitencia cuando entendemos correctamente a Jesús, el Salvador. Lo que nos permite pedirle ayuda al Señor es el hecho de que el Señor, como el Salvador que vino a salvarnos de los pecados del mundo, es verdaderamente nuestro Dios. Jesucristo es el Dios de todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, y es el Salvador que ha borrado todos nuestros pecados. Cuando le pedimos ayuda a través de nuestras oraciones, Él las contesta. Tenemos que entender esta verdad correctamente antes de orar. Solo entonces nuestras oraciones serán sinceras, solo entonces serán verdaderamente de fe en vez de hipócritas; y solo entonces podremos orar correctamente al Señor. 
Alguien dijo: «La oración es la respiración del alma». Esto significa que debemos orar al Señor de la misma manera que respiramos. No orar al Señor es como dejar de respirar. Quien ore a Dios Padre con la fe verdadera puede pedirle cualquier cosa como si se la pidiera a su padre. «Padre, por favor, dame mi paga. Necesito estas cosas. Por favor, dámelas». Pedir estas cosas así es orar. En otras palabras, la oración se trata de pedirle ayuda al Señor cuando tenemos problemas en nuestras vidas. Se trata de dejarle saber a Jesús, nuestro Salvador, lo que necesitamos por fe, confiando en que el Señor tomó nuestros pecados al ser bautizado en el río Jordán. «Señor, necesito Tu ayuda en estos problemas. Por favor, deja que el Evangelio del agua y el Espíritu sea predicado. Bendícenos con prosperidad y danos salud para servir al Evangelio aún más. Voy a predicar el Evangelio a esa persona. Por favor, mueve el corazón de ese hombre y resuelve el problema de sus pecados». Cuando oramos así al Señor que nos ha salvado del pecado, responderá nuestras oraciones. 
Por eso oramos a Dios para que esté con nuestros traductores y colaboradores en el extranjero y le pedimos a Dios que bendiga a nuestros hermanos y hermanas para que prosperen en sus negocios. Le oramos a Dios para que proteja a nuestros hermanos y hermanas y sus hogares y que nos ayude a todos. El uso básico de la oración es pedirle a nuestro Dios Salvador que nos ayude. La verdad es que pedirle a Dios ayuda es tener la verdadera fe. Cuando oramos al Señor, estamos orando a Dios Padre y al Espíritu Santo. A veces llamamos a Dios “Padre” en nuestras oraciones, y por eso a menudo oramos a Dios Padre, pero sobre todo oramos al Señor Jesús. Jesucristo nos creó y como tiene al Padre y el Padre es nuestro Padre podemos llamar a Dios Padre. 
 
 
Jesús escucha y contesta nuestras oraciones
 
Jesucristo no es solo el Salvador que ha borrado todos nuestros pecados, sino que es también el Dios Todopoderoso que responde a todas nuestras oraciones. Por tanto debemos entender claramente, como cuestión de fe y conocimiento, quién es Jesucristo para nosotros. ¿Le piden al Señor que resuelva las dificultades de sus vidas? ¿O simplemente oran a Dios Padre cuando necesitan ayuda? Por supuesto, orar a Dios Padre es correcto. Sin embargo, no deben dejar a Jesús de lado, ya que nos ha salvado del pecado y nos ha dado Su poder, y por eso no debemos ignorarle. 
Como hemos recibido la remisión de los pecados y nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios Padre es nuestro Padre también. El Padre de Jesucristo es ahora nuestro Padre, ya que como Jesús somos hijos ante Dios Padre. Cuando los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu vayamos al Reino de los Cielos, seremos hermanos del Señor. Así es nuestra genealogía espiritual. Pero esto no significa que debamos considerarnos iguales a Jesús. Aunque Él nos quiere llamar amigos (Juan 15, 15) es nuestro Salvador y nuestro Dios. 
Cuando oramos debemos orar siempre en el nombre de Jesucristo al Señor Jesús o a Dios Padre. Dejar a Jesucristo fuera de nuestras oraciones está mal. Ahora vamos a explorar en profundidad los requisitos para orar. 
 
 
La fe de los que pueden orar
 
El Señor se ha convertido en nuestro Salvador al ser bautizado para cargar con los pecados del mundo por nosotros, derramar Su sangre en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Si oramos confiando en que este Jesús es nuestro Salvador y Dios, y que es el Dios Todopoderoso que contesta nuestras oraciones, no es difícil orar correctamente. Cuando tenemos fe en el Señor, que es el mismo Dios que Dios Padre, podemos orar íntimamente. A Jesús, que nos ha salvado del pecado y se ha convertido en nuestro Dios y Salvador, podemos pedirle ayuda libremente sin dudarlo, como un niño les pide ayuda a sus padres. 
Cuando oramos debemos evitar frases ostentosas como: «Dios santo, misericordioso, omnisciente, omnipotente y omnipresente». Jesús es nuestro Dios, es el Creador que nos hizo, y para librarnos de todos los pecados del mundo fue bautizado por Juan, derramó Su sangre en la Cruz hasta morir, y se levantó de entre los muertos para convertirse en nuestro Salvador. Este Jesús es nuestro Dios y es el Dios vivo. No debe haber ninguna duda de que podemos orar a este Dios. ¿Cómo puede haber duda alguna? Es imposible que nos sintamos separados de Dios. 
Si entendemos el significado profundo del bautismo de Jesús y Su Cruz no tenemos ninguna razón para dudar o temer cuando le pedimos ayuda. Este Salvador, Jesucristo, nos ama a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nos amó tanto que cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, e incluso resucitó y derramó Su sangre hasta morir. Ese Jesús entró en el agua cuando fue bautizado por Juan el Bautista y esto implica nuestra muerte y la erradicación de nuestros pecados. Jesús es el Salvador que tomó todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y que murió en la Cruz en nuestro lugar por todos esos pecados. Además, el hecho de que Jesús saliese del agua implica que se levantó de entre los muertos de nuevo para devolvernos a la vida. Jesús vino a este mundo por nosotros, fue bautizado, entró en el agua y salió de ella, nos salvó de todos nuestros pecados y ahora está sentado a la derecha del Padre. 
Por tanto, no hay razón por la que debamos sentirnos dudosos al pedirle ayuda al que nos ha dado todas estas bendiciones por Su amor por nosotros. Es natural pedirle ayuda a Dios, nuestro Salvador y confiar en Él. Jesús no es alguien lejano, sino nuestro Salvador cercano y por tanto podemos orarle íntimamente como si estuviésemos hablando a nuestros hermanos o hermanas. Jesús vino al mundo, fue bautizado, entró en el agua y salió de ella, y así nos ha traído la verdadera salvación a los que creemos en Él. 
 
 
Debemos aprender a orar sinceramente
 
Debemos aprender a orar al Señor por fe. Nuestras vidas de fe empezaron cuando creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu, recibimos la remisión de los pecados y nos convertimos en el pueblo de Dios. Pero como aún nos encontramos con dificultades en este mundo, ¿cómo vamos a vivir según la voluntad del Señor sin Su ayuda? El poder de la oración nos permite salvar los obstáculos de nuestras vidas y vivir por fe. El poder de la oración es nuestra fuerza. Todo lo que tenemos que hacer es orar al Señor por fe y entonces el Señor contestará todas nuestras oraciones por nuestra fe. Nosotros hemos podido vivir con fe porque el Señor ha contestado nuestras oraciones y por estas oraciones de fe podemos seguir viviendo con rectitud. 
Si nuestra fe y nuestras oraciones al Señor se dejasen fuera de nuestras vidas de fe, no tendríamos nada. Nadie puede vivir una vida de fe sin fe y oración. La oración de fe consiste en pedirle ayuda al Señor. Se trata de pedirle que nos ayude en todos los aspectos de nuestras vidas, tanto en cuerpo como en espíritu, diciéndole: «Señor, por favor, ayúdame. Bendíceme, Señor, porque no puedo vivir sin Tus bendiciones. Tengo muchos problemas, Señor. Por favor, protégeme y contesta mis oraciones».
No pueden vivir una vida de fe correcta si no oran con fe. ¿Por qué no? Porque la vida de fe no se apoya en nuestra fuerza física, sino en la fe y la oración, porque así recibimos las bendiciones. ¿Acaso no es cierto que nuestros corazones y mentes a veces tropiezan y caen cuando vivimos con fe? Si no pueden orarle al Señor para que les ayude por fe mientras viven en un mundo tan traicionero y se encuentran haciendo la obra de Dios, ¿cómo van a vivir en este mundo? ¿Son los santos nacidos de nuevo malvados con los demás? ¿Alguna vez hacemos daño a los demás con nuestra maldad? Por supuesto que no. Nuestra batalla espiritual no se libra con nuestras propias fuerzas, sino confiando en Dios. Y precisamente por eso, cuando nos encontramos en situaciones difíciles, debemos orar al Señor para que nos ayude. 
Jesús nos ha librado de los pecados del mundo, y es nuestro Dios y Salvador. Los justos le piden ayuda y esto es de lo que se trata la oración. Cuando le hacen peticiones al Señor y le piden Su ayuda, el Señor les ayudará y contestará sus oraciones. Por tanto, debemos saber cómo orar. Ahora que hemos nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos orar al Señor constantemente. 
La oración de fe se le ofrece al Dios de salvación que fue bautizado por nosotros, y quien entró en el agua y salió de ella. Esta es la verdadera oración. Quien haya sido salvado de sus pecados debe tener fe en que el Señor es su Dios. Si alguien recibe la salvación de Jesús pero solo ora a Dios Padre pensando que es más alto que Jesucristo, está equivocado. Si Jesús ha resuelto el problema de los pecados, pero solo le pedimos ayuda a Dios Padre en nuestras vidas diarias, nuestra fe puede venirse abajo e incluso terminarse. 
Por supuesto, no es incorrecto orar a Dios Padre. Pero lo que quiero decir es que Jesucristo es también el Señor Todopoderoso que contesta nuestras oraciones. En el pasaje de las Escrituras de hoy Jesús dijo: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré». Para los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, Jesús, Dios Padre y el Espíritu Santo son el mismo Dios. Estas tres Personas son el mismo Dios para nosotros. Así que tenemos que tener una relación estrecha con todos. 
¿Acaso no les gustan las personas amables? A mí me gustan. Me gustan las personas con las que se puede tener una amistad duradera. Es muy difícil para mí conocer a alguien nuevo y revelarles mi persona interior. Es difícil porque tengo que tener cuidado con cómo me percibirán y no puedo actuar casualmente. Pero, ¿qué pasa con sus viejos amigos? Como se conocen bien, pueden tener una relación estrecha con ellos. Como están tan cercanos a ellos pueden hablar de cualquier cosa sin problemas. Y como están tan cercanos a sus amigos, pueden compartir muchas cosas con ellos y saben qué pasa por sus mentes con tan solo mirarlos. Entonces pueden compartir con ellos, reprenderles y orar por ellos. Así, nosotros debemos tener una relación estrecha con Dios y Jesús, en los que creemos. 
Jesús, nuestro Salvador, es nuestro Dios. Es Dios mismo. Debemos estar cerca de Él y debemos orar a Dios, nuestro Salvador. Jesús dijo: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré». Por tanto, debemos orar a Jesucristo por fe. Debemos poder orar a Jesucristo en Su nombre. Así que debemos creer y pedirle ayuda a Jesucristo por fe. 
Aunque esto es lo que dice la Biblia, todavía hay muchas personas que dudan: «Pero, ¿no debería orarle a Dios Padre? ¿Por qué significa esto que debo orar a Jesucristo?». Sin embargo no les estoy diciendo eso. Lo que quiero decir es que si han estado orando a Dios Padre hasta ahora, también pueden orar a Jesucristo y sus oraciones serán contestadas. Los que creen que lo que Jesús dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy significa otra cosa, deben darse cuenta de que no se han unido a sí mismos con la Palabra de Dios, y que están despreciando la autoridad de Jesucristo. 
Durante un tiempo solía orar a Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo. Solía cambiar mucho. Pero, ¿van bien las cosas cuando oramos a Jesús? ¿Tiene Jesús poder para contestar las oraciones porque es el Hijo de Dios? ¿Es Jesús débil mientras que Su Padre es fuerte y todopoderoso? ¿Debemos orar solamente a Dios Padre? ¿Está mal orar al Hijo del Padre?
Por nuestra ignorancia a veces dudamos, y oramos un día a Jesús, y cuando esto no funciona oramos al Padre. Además el Espíritu Santo también está muy cerca de nosotros. ¿Significa que debemos orar al Espíritu Santo? ¿Le oran al Espíritu Santo para que les ayude y después al Padre, y después al Hijo, aunque piensen que está mal? Las oraciones deben ofrecerse a Dios Padre y a Jesucristo. Por supuesto, el Espíritu Santo es también Dios. Sin embargo, el Espíritu Santo es el Ayudante de Dios, y nos asiste en nuestras debilidades e ignorancia, y nos lleva a orar a Dios Padre y Jesucristo. Así que está mal orar en el nombre del Espíritu Santo. Pero aún ahora los cristianos nominales que no han sido salvados, como no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, siguen orando al Espíritu Santo. 
Para los que han sido salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, a no ser que su fe en la Verdad sea correcta y esté solidificada, no es fácil diferenciar a qué Persona del Dios Trinitario deben orar. Sin embargo, aunque este parezca un problema complicado, es muy simple y fácil de entender. Jesús es el Señor que vino al mundo por nosotros, cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, entregó Su vida en la Cruz y se levantó de entre los muertos. Hablando claro, Jesucristo es el Salvador, el Creador, el Juez, y Dios mismo. Como Jesucristo es Dios mismo y como entregó Su vida por nuestra salvación, cuando oramos a este Señor que nos ha salvado, nos contesta de manera íntima y compasiva. A veces tenemos que pedirle ayuda a Dios Padre también. 
 
 

¿Qué función tiene el Espíritu Santo?

 
¿Quién es el Espíritu Santo entonces? El Espíritu Santo es nuestro Ayudante. Cuando oramos a Jesús y Dios Padre, el Espíritu Santo nos lleva por el buen camino y conoce el corazón de Dios Padre. Esto no significa que el Espíritu Santo sea menos que el Señor Jesús o el Padre, sino que significa que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman y nos ayudan desde Sus lugares respectivos. En otras palabras, cada Persona del Dios Trinitario tiene una función distinta. De estas tres Personas de Dios, el Padre planeó nuestra salvación, Jesús la implementó y el Espíritu Santo nos está ayudando ahora. 
Dios Padre envió a Su Hijo a este mundo para ser bautizado por Juan el Bautista, y según la voluntad del Padre, Jesús completó nuestra salvación y la remisión de nuestros pecados al ser bautizado, derramar Su sangre y levantarse de entre los muertos. Entonces ascendió a los Cielos. Después de esto, el Espíritu Santo fue enviado al mundo en lugar de Jesús. Como el Espíritu Santo mora en los corazones de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, les ayuda a entender la Palabra de Dios, a pensar en lo que Dios Padre y el Hijo han hecho por ellos, y a creer en esta obra de salvación. Así que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen diferentes funciones. Cuando le pedimos ayuda al Padre, pensamos en Jesús, que nos ha salvado de los pecados del mundo; y cuando oramos a Jesús obtenemos la misma respuesta a nuestra oración. Por tanto, deben darse cuenta de que sus oraciones son contestadas cuando oran a Dios Padre en el nombre de Jesucristo y cuando oran al Hijo. Tenemos que recordar cuando oramos que Dios responde nuestras oraciones ya oremos al Padre o al Hijo Jesús. 
Podemos orar a Dios Padre o a Su Hijo Jesús. Es lo mismo si oran a Dios Padre y no es incorrecto orar a Jesucristo en Su nombre. Lo importante es que debemos orar constantemente, siempre que nos sea posible. Ya oremos al Padre o al Hijo, estamos orando al mismo Dios. Jesús es igualmente divino. El Hijo nos ha salvado de los pecados del mundo y Su naturaleza divina es la misma que la del Padre. Por eso debemos estar estrechamente unidos a Jesús como Dios Padre. 
Como Jesús es nuestro Dios Salvador, es correcto que le oremos. Cuando oramos decimos al final de la oración: «Oramos en el nombre del Señor Jesucristo» y lo hacemos porque Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Por qué oramos en el nombre de Jesús? Porque nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Hemos orado en el nombre de Jesús porque es nuestro Dios y Salvador; porque Jesús nos creó, es el Salvador que ha borrado nuestros pecados y es el Señor que nos ha devuelto a la vida. Por eso cuando oramos en el nombre de Jesucristo podemos estar en Su presencia, y al confiar en Su obra de salvación, podemos ir con confianza ante Dios Padre. Esta fe es absolutamente indispensable. 
Esta fe debe ser entendida claramente y todos debemos tenerla. Hay muchas veces en nuestras vidas de fe en las que nos encontramos confinados por nuestras debilidades. A veces estamos demasiado cansados de la obra de Dios y estamos demasiado frustrados y exasperados para continuar. Llegamos a los límites de las fuerzas de nuestra carne y sentimos que seguir viviendo es demasiado difícil. En momentos como estos, si nos unimos al Señor y le oramos por fe para recibir Su ayuda, podremos seguir viviendo por fe porque el Señor nos dará fuerzas.
 
 

Cuando le pedimos ayuda en el Señor en nuestras oraciones, debemos estar unidos al Señor por fe

 
La Biblia dice en Gálatas 2: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». Muchos cristianos pueden recitar este versículo de memoria. A veces incluso cantan alabanzas con este versículo. Pero aunque oran y alaban así, a veces viven una vida de fe separada de Jesús. Aunque todos los cristianos deberían orar al Señor, que ha borrado todo los pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, y la fe de todos los cristianos debería estar unida con el Señor cuando le piden ayuda, muchos cristianos no tienen esta fe. 
Algunos cristianos no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y confiesan solamente con sus labios: «He sido crucificado con Cristo». Pero no han podido unirse con el Señor. Están viviendo separados del Señor. Tenemos que entender que Jesús fue condenado y crucificado por nuestros pecados porque cargó con ellos al ser bautizado. En otras palabras, cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado antes de ser crucificado por nosotros. Así que al creer en esta Verdad, que el Señor cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y después fue crucificado en nuestro lugar, nosotros somos crucificados con el Señor. Como el Señor se levantó de entre lo muertos, nosotros también hemos vuelto a la vida por fe. En resumen, gracias a nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos muerto una vez y hemos vuelto a vivir. 
Está escrito en Génesis: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz» (Génesis 1, 1-3). Jesucristo es el Dios que creó los cielos y la tierra. Como Dios hizo al hombre del polvo de la tierra y le dio el aliento de la vida en la nariz, y entonces el hombre se convirtió en una criatura viva y en un ser inmortal. El Señor se convirtió en Dios para todas las criaturas. También está escrito: «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1, 3). La Biblia dice que todo en el mundo fue creado por Él. Dice que nada podría haber existido sin Jesucristo, el Padre y el Espíritu Santo, que constituyen el Dios Trinitario. 
El nombre Jesús significa Salvador y el nombre Cristo significa Rey de reyes. Esto significa que Jesucristo es el Dios Absoluto. Para salvarnos del pecado, el Dios Supremo vino al mundo encarnado en un hombre y nos ha salvado según Su voluntad. Él es el Dios que nos creó e hizo todas las cosas, y es el Dios que contesta nuestras oraciones cuando le pedimos ayuda. 
Todos debemos tener la fe que está unida a Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Yo también, a veces, me encuentro con mis límites en mi vida de fe. Me encuentro con muchas cosas que están fuera de mi alcance y a veces soy demasiado débil para seguir. También hay veces que veo lo incapaz que soy de ayudar a mis hermanos y hermanas, y como no hay nada que pueda hacer por mi cuenta. En estos momentos le pido ayuda al Señor. Como creo que he muerto con Cristo y he vuelto a la vida con Él, con esta fe unida, le pido ayuda al Señor y confío en Él. El Señor es mi Dios, mi Padre y mi Salvador, y cada vez que confío en Él y le pido ayuda, puedo superar los malos momentos. 
Esto es cierto incluso ahora. Hay muchas cosas que tengo que hacer y a veces llego a los límites de mis fuerzas, pero siempre supero los obstáculos al creer que he muerto con Cristo. Este mundo está lleno de dificultades que no puedo superar solo, ¿y qué hago cuando paso por dificultades? Las supero al creer que he muerto con Cristo y que he vuelto a la vida con Él. Esto se debe a que creo que Cristo resucitó de entre los muertos. El Señor se levantó de entre los muertos para devolvernos a la vida a los que creemos en Jesucristo. En otras palabras, como creo que he sido devuelto a la vida con Cristo, y me he unido al Señor por esta fe, el Dios Todopoderoso puede resolver todos mis problemas y por tanto no hay ningún problema al que no me pueda enfrentar. 
Ninguno de nosotros puede vivir por fe separado de Jesucristo. Vivimos nuestra fe al unirnos con Jesucristo. Ya queramos ser salvados o recibir la ayuda de Dios, todo nos llega por Jesucristo, y es este Dios el que nos ayuda.
 
 

La verdadera fe consiste en confiar plenamente en el Señor

 
Mientras viven sus vidas de fe es absolutamente indispensable entender lo importante que es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando empezamos a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, solo sabíamos que estábamos sin pecados. Pero al seguir viviendo con fe debemos darnos cuenta de que no solo no tenemos pecados, sino que nuestra carne y nuestras emociones han sido crucificadas. 
¿Sangró Jesús cuando fue crucificado? ¿Acaso no morimos si derramamos toda nuestra sangre? Cuando Jesucristo fue crucificado, nosotros también fuimos crucificados. Jesucristo se levantó de entre los muertos al tercer día. Ese día nosotros también volvimos a la vida con Jesucristo. Él había venido al mundo por nosotros y había tomado nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista. El Señor había cargado con todos nuestros pecados y fue crucificado hasta la muerte en nuestro lugar para pagar la condena de nuestros pecados. Se levantó de entre los muertos para hacernos inmortales. Este es el Evangelio del agua y el Espíritu, mis queridos hermanos. Hemos sido crucificados con Cristo y ahora estamos vivos con Él. Nosotros debemos tener este tipo de fe en nuestros corazones. 
Confiar completamente en Jesucristo es reconocer que nuestros pasados han muerto con Cristo y que nos hemos levantado de entre los muertos a través de la resurrección de Jesús, todo por nuestra fe en Cristo. A través del bautismo que recibió de Juan, Jesucristo cargó con los pecados del mundo y entró y salió del agua. Cuando se sumergió en el agua estaba denotando Su muerte, y cuando salió de ella denotó Su resurrección. Creer que Jesús fue bautizado y murió en la Cruz por nosotros y que se levantó de entre los muertos para devolvernos a la vida es la fe por la que estamos unidos con Cristo. Por esta fe podemos unirnos con Cristo para caminar y vivir con Él. Todos debemos profundizar nuestra fe al unirnos con Jesucristo en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Está escrito: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gálatas 2, 20). Hace mucho tiempo entendí este pasaje, creí en él y lo prediqué. Lo prediqué cada vez que estaba en un momento difícil o en tentación. Cuando vivimos nuestras vidas de fe, tarde o temprano habrá algún momento en el que nuestras fuerzas físicas se acaben. Si continuamos siguiendo al Señor confiando en nuestra fuerza física heredada, nuestras posesiones materiales, circunstancias o sabiduría, se nos acabarán estas cosas y no podremos seguir al Señor. Nuestras fuerzas, salud, riqueza y conocimiento se acaban.
¿Cómo podemos seguir a Jesús cuando estas cosas se acaban? Cuando no nos quedan fuerzas, ¿podemos seguir a Dios como nos lo ordenó? Si seguimos a Dios con nuestro pasado y seguimos igual, acabaremos más agotados y no podremos seguir a Dios. Aunque nuestros corazones quieran hacerlo, como nuestra carne es débil, no podemos seguir a Dios. Si intentan seguir a Cristo confiando en sus propias fuerzas basándose en sus circunstancias heredades, posesiones materiales, conocimiento o salud, no podrán seguirle hasta el final. Los insensatos acabarán abandonando sus vidas de fe. 
Algunas personas, aunque crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, todavía dicen: «Aunque he sido salvado, no puedo hacer el resto. No puedo vivir con fe correctamente. Así que abandono». En momentos como este, necesitan fe en que fueron crucificados con Cristo. Cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, recibió los pecados del mundo y Cristo los llevó a la Cruz y pagó la condena al ser crucificado. En ese momento no solo murió Cristo, sino que nosotros también morimos, y cuando resucitó al tercer día, nosotros también volvimos a vivir. Cuando creemos que Jesucristo es el Salvador que nos ha salvado de todos nuestros pecados, y cuando creemos que es el Dios que siempre contesta nuestras oraciones, podemos vivir por fe unidos al Señor. De la misma manera en que Jesucristo vive para siempre, nuestros cuerpos serán resucitados y disfrutaremos de la felicidad eterna con Él. Creer en esto es tener fe, y esta es la verdadera fe. 
Puede que hayan recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero si no se dan cuenta de que han sido crucificados con Jesucristo, no pueden vivir por fe. ¿Qué ocurrirá si nuestro pasado no muere? Que no podremos vivir con fe. Después de todo, ¿cómo podemos vivir con fe si no hemos sido crucificados con Cristo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Esto significaría que seguimos viviendo en el pasado y no podemos separarnos de nuestro pasado ni nuestros antiguos amigos. 
Desde un punto de vista espiritual, si se han unido con Cristo por fe, entonces mi pasado está muerto. Si mi pasado está muerto, ¿son mis antiguos amigos verdaderos amigos? Siento decirlo pero no son amigos verdaderos porque he muerto con Cristo. Puede que ellos sigan creyendo que son mis amigos cuando me miran, pero en realidad no lo son porque mi pasado ha muerto y me he convertido en un hombre nuevo. 
El Apóstol Pablo dijo: «Las cosas viejas han pasado, ahora todo es nuevo». Nuestros pasados están muertos y ahora somos criaturas nuevas. Pero aunque somos criaturas nuevas, no podemos vivir como criaturas nuevas. ¿Qué dijo Dios? Dijo: 
«Vete de tu tierra 
y de tu parentela, 
y de la casa de tu padre, 
a la tierra que te mostraré» (Génesis 12, 1). ¿Por qué dijo eso? Porque, aunque se han convertido en una nueva criatura, si se quedan en su ciudad, sus antiguos amigos le seguirán tratando igual y no reconocerán que han nacido de nuevo y se han convertido en personas nuevas. Por eso Dios dijo: 
«Vete de tu tierra 
y de tu parentela, 
y de la casa de tu padre». Esto es lo que Dios le dijo a Abraham, y Abraham obedeció la Palabra de Dios. Como Abraham debemos creer que somos criaturas nuevas, vivir por fe unidos al Señor y seguir al Señor todos los días con Su ayuda. 
 
 
Jesús es nuestro mejor amigo
 
Como estamos viviendo confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu, si nuestras amistades son un obstáculo para nosotros debemos dejar de asociarnos con ellas sin dudarlo. En el momento en que nacemos de nuevo del agua y el Espíritu, los pecadores ya no son nuestros amigos. Puede que se pregunten cómo pueden abandonar a sus mejores amigos. Pero los que han nacido de nuevo ya no tienen los mismos amigos. Yo también tenía muchos amigos antes de nacer de nuevo. Todos los jóvenes y viejos de mi ciudad eran mis amigos. Cuando estaba con los niños, eran mis amigos, y cuando estaba con jóvenes eran mis amigos. Era tan sociable que todo el mundo me consideraba divertido. Sin embargo, cuando empecé a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibí la remisión de mis pecados, empecé a vivir en Jesucristo y todo lo antiguo pasó. 
Jesucristo es nuestro Dios, pero al mismo tiempo es nuestro amigo más cercano. Después de todo nos ha salvado de la muerte, el pecado, la destrucción y las maldiciones. ¿Hay algún otro amigo tan sincero como Él? Un verdadero amigo debería estar dispuesto a entregar su vida por ustedes. ¿Cómo puede alguien que les abandona a la primera oportunidad ser su verdadero amigo? Jesucristo es nuestro amigo. Es nuestro amigo eterno. Es el amigo que entregó Su vida por nosotros. Es el amigo fiel y nuestro Dios que cargó con nuestros pecados, murió en nuestro lugar y se levantó de entre los muertos por Su propio poder para devolvernos a la vida. 
Nuestra fe debe estar unida con el Señor y debemos vivir por esta fe. Mis queridos hermanos, han vivido hasta ahora confiando en Cristo, ¿pero se están quedando sin fuerzas? Entonces pídanle ayuda a Jesús, su amigo. Debemos confiarle a Jesús lo que no podamos hacer solos por fe. Entonces podemos seguir al Señor hasta el final. Podemos vivir una vida bendita. La Biblia dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4, 13). Podemos hacerlo todo a través del Señor, nuestro amigo más fiel al que podemos encontrar en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Mis queridos hermanos, han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿no es así? Nosotros creemos en esto. ¿Acaso solamente fue bautizado? ¿No murió perdonando todos nuestros pecados? No, no es así. También entregó Su vida por nosotros para salvarnos. Como es nuestro amigo eterno, todo lo que le pedimos nos lo da. El Señor dijo: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré» (Juan 14, 13). Creo que hagan lo que hagan, ya estén atendiendo sus negocios o viviendo en este mundo, todo lo deben hacer unidos a Cristo. 
 
 
El poder de Dios Todopoderoso no tiene límites
 
He predicado en muchas ocasiones sobre cómo Dios nos ha salvado, y lo grande que es Su poder. ¿Hay algo que no podamos conseguir si Dios dice que lo hará? ¿Acaso no estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu gracias a que Dios nos está ayudando? Si miramos a través de los ojos de la fe y confiamos en Dios, podemos ver qué tipo de obra se está haciendo en cada país. Con tiempo podremos ver la obra de Dios en todas partes con nuestros propios ojos. 
¿Qué ocurrió cuando Dios dijo que hubiera luz y que la tierra diera todo tipo de plantas con semilla y árboles que dan fruto? Que las plantas y los árboles, desde los manzanos a los perales y las palmeras, crecieron. Lo que Dios dijo en aquel entonces todavía tiene poder para dar plantas y árboles y para que sigan saliendo de la tierra y empujando a las rocas. La hierba sigue creciendo cuando el Señor lo dice. Como las plantas se congelan en invierno, se pisan todo el tiempo, y a menudo se quedan enterradas debajo del cemento, deberían estar muertas, pero aún así siguen creciendo.
La siguiente historia ocurrió en China cuando se desmanteló un santuario muy antiguo y se volvió a construir en un lugar más alto ya que estaba a punto de quedar sumergido en el agua porque estaban construyendo un dique. Mientras lo desmantelaban, los trabajadores encontraron en este sitio histórico grano almacenado en una jarra de arcilla. Cuando lo investigaron más de cerca, descubrieron que el grano tenía más de 3,000 años. Lo que es aún más increíble es que aunque el grano tenía tanto tiempo y estaba demasiado seco, cuando se le echó agua, volvió a revivir. 
Entonces lo que dijo Dios al principio de dejar que la tierra diera plantas, sigue todavía en efecto y por eso todo crece. ¿Acaso no parece que las plantas y la hierba están muertas en invierno y de repente todo vuelve a la vida para mostrar su resistencia? Este es el poder de Dios. Es el poder del Dios Jesús que fue bautizado por mí y por ustedes. Este Dios es nuestro amigo. Como la Palabra que Él nos dio tiene poder, incluso ahora está obrando por nuestra fe. Y como sigue vivo, nos ayuda a los que buscamos Su ayuda. Al creer en este Dios hemos recibido la remisión de los pecados, y cuando creímos completamente y fuimos unidos a él, pudimos ver Sus obras maravillosas.
La Biblia dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4, 13). ¿No sería un desastre que fracasásemos en nuestro ministerio por nuestra falta de fuerzas? Por esto precisamente el Señor nos da fuerzas. Mis queridos hermanos, cuando están demasiado cansados, cuando pierden la esperanza y la vida ya no es emocionante para ustedes, busquen al Señor, confíen en Él y dejen que sus corazones estén unidos a Él. Entonces vivirán una vida bendita para encontrar nueva esperanza, recibir fuerzas, conseguir el gozo del corazón y ser restaurados una vez más. Jesucristo, Dios mismo, nos da esas bendiciones. Él es nuestro amigo, y nuestro Dios. Al confiar en el Señor podemos vivir nuestras vidas. 
Oramos a nuestro Señor Jesús. Al orar a este Dios amable que nos ha salvado, nos ayudará. ¿Creen en esto? Deben tener esta fe.
No debemos creer en Jesús como nuestro Salvador solo de manera formal, sin el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando llega el día del Señor, puede que vayan a la Iglesia con la Biblia en la mano, saluden a todo el mundo y adoren con fervor gritando: «Aleluya al Dios santo y misericordioso de gracia». Pero cuando vuelven a casa, ¿acaso no dejan la Biblia a un lado y siguen persiguiendo las cosas del mundo al tiempo en que su amor ferviente por Dios desaparece?
Aunque sus circunstancias hagan difícil la tarea de ir a la Iglesia de Dios tan frecuentemente como ustedes querrían, su fe debería estar unida con el Señor. Su corazón debe creer en Él, confesando: «El Señor es mi Salvador, y fue bautizado por mí y entró en el agua y salió de ella. Es mi amigo». Nuestro Señor es nuestro amigo y nuestro Dios que extiende Sus manos amistosamente cuando le pedimos ayuda. Debemos tener esta fe unida. Hoy en día estamos viviendo con esta fe en que el Señor nos da fuerzas. 
Mis queridos hermanos, tenemos una misión en el mundo con nuestro ministerio literario. Estamos distribuyendo libros cristianos electrónicos e impresos que contienen el Evangelio del agua y el Espíritu. Me gustaría publicar un comentario sobre Romanos para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todos los cristianos del mundo y hacer que crean en él. Hace 400 años comenzó la teología protestante en el mundo. Y ustedes tienen lo qué es el verdadero Evangelio de salvación y creen en él a través del Evangelio del agua y el Espíritu escrito en la Biblia, en vez de creer en doctrinas y credos falsos. 
Cuando decide publicar un comentario sobre Romanos, pensé que tendría que clarificar sus pasajes con exégesis para que no se convirtiese en un libro dogmático que propagase mis propias ideas. Pensé que una exposición clara y razonable de la Biblia era necesaria para ayudar a los cristianos perdidos y hacerlos volver a la Verdad del Evangelio. No hay razón por la que no podamos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo porque haya algunos pasajes que sean difíciles de entender para algunas personas, no quiere decir que no podamos explicarlos. Cuando abrimos la Biblia, podemos explicar cada versículo correctamente. No hay ningún pasaje que no podamos explicar. ¿Por qué? Porque la Biblia es la Palabra de Dios. Como Él está en nuestros corazones como el Espíritu Santo, podemos explicar cada Palabra de Dios. 
De alguna manera, predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo parece muy simple si lo hacemos por fe. Esto se debe a que si escribimos algunos libros y los compartimos con la gente, todo el mundo puede conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, y los que se rinden ante él por fe están salvados. Si alguien no se rinde a la Palabra de Dios, esa persona no se está rindiendo ante Dios.
¿Se negarían a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu aunque este verdadero Evangelio esté disponible? Si dejan su voluntad terca a un lado y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, recibirán la vida eterna. 
Ahora es cuando vivimos por fe unidos a Jesucristo y por eso lo tenemos todo. El Señor es el Cristo y nos ha salvado de todos los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y es el Dios que nos ayuda. ¿Creen que el Dios que nos ayuda siempre que le pedimos ayuda es Jesús, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu?
 
 
El que es Todopoderoso y amable nos ayuda
 
Como Jesucristo nos ayuda, nosotros vivimos por Su poder, ayer, hoy y mañana. Les pido que se den cuenta de esto. Y les pido que tengan fe verdadera. La fe verdadera es la que está unida con el Señor. Consiste en vivir por fe confiando en Cristo en vez de en sus propias fuerzas. Vivimos por nuestra fe al creer que Jesús cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, que fue crucificado hasta morir para ser condenado en nuestro lugar, y que se levantó de entre los muertos al tercer día para devolvernos a la vida, que está vivo y que nos ofrece Su ayuda a todos los que la buscan. En resumen, vivimos confiando en Cristo y esta es la fe que nos permite estar unidos a Él. 
Hasta ahora quizás han tenido una fe que está un poco distanciada de Jesús. Pero ahora deben tener la fe que está unida a Dios. El que deban unirse a Dios por fe significa que deben estar unidos a la Iglesia. Puedo decirles esto directamente y sin ambigüedades a todos los que saben que unirse a la Iglesia es unirse a Dios. Cuando creemos en la Palabra de Dios de corazón y vivimos unidos a Su Iglesia, Dios nos ayuda. Unirse con el ministerio de la Iglesia de Dios para predicar el Evangelio es unirse a Dios. Todos deben entenderlo. Solo cuando estamos unidos con Cristo por fe podemos darnos cuenta de que lo que está haciendo la Iglesia de Dios es la obra de Dios y de que la vida de fe correcta se vive cuando creemos en esto. 
Mis queridos hermanos, debemos vivir por fe unidos a Jesucristo. Dejen que su fe esté unida con Jesucristo. Pueden unirse a Él de corazón y creer en Él de corazón. Vivan por su fe unida. Entonces Dios les dará poder y fuerza, gracia abundante, muchas bendiciones y gran poder y fuerzas; les reforzará el corazón. Esto es algo reservado solo para los que están unidos al Señor. El que no esté unido al Señor está viviendo por sus propias fuerzas, y por tanto, cuando se queda sin fuerzas no puede evitar estar maldito y ser destruido. 
Mis queridos hermanos, no confíen solamente en sus fuerzas, y confíen en Cristo. Únanse a Él. ¿Han unido sus corazones con Cristo? Aunque se queden cortos en sus acciones, por lo menos en sus corazones deben estar unidos con el Señor. Yo no soy diferente. Yo también lucho contra muchas dificultades y obstáculos, pero les estoy hablando de esta manera porque yo estoy unido con Cristo y la Iglesia.
Recientemente he estado intentando ponerme en forma y mejorar mi salud. Así que le oro a Dios: «Por favor, Señor, renuévame. No puedo ser tan débil siempre. Por favor, restaura mi salud y dame fuerzas para sentirme con tanta energía como en mi juventud». Oro así porque la salud es muy indispensable para servir al Evangelio. Así que todas las mañanas me levanto, doy unas cuantas vueltas corriendo a un campo de deportes, y gracias a Dios mi salud ha mejorado mucho.
Aunque tengo muchas debilidades, como creo en el Señor, Él es mi fuerza, y me da más poder. Me ayuda todos los días. Como ustedes son el pueblo de Dios, nuestro Señor también les da fuerzas todos los días. 
Creo que Dios les está ayudando en todos los aspectos de sus vidas, ya estén pasando por momentos difíciles o tengan debilidades, Él está resolviendo sus problemas. Le doy gracias a Dios por todo esto. Este es el Dios en el que creemos. 
¡Alabado sea el Señor!