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Tema 6: Herejía

[6-2] ¿Quiénes son los herejes ante Dios? (1 Reyes 11, 1-13)

¿Quiénes son los herejes ante Dios?(1 Reyes 11, 1-13)
«Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo que le mandó Jehová. Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo. Sin embargo, no lo haré en tus días, por amor a David tu padre; lo romperé de la mano de tu hijo. Pero no romperé todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, la cual yo he elegido».
 

Hoy me gustaría tratar la siguiente pregunta como el tema principal: ¿Cómo ha surgido esta herejía colectiva en la Iglesia del Nuevo Testamento?
Cuando pasamos al Antiguo Testamento, podemos ver que el pueblo de Israel podía encontrar a Dios a través de sus antecesores de la fe. En otras palabras, los israelitas podían encontrar a Dios a través de Su Ley, que fue entregada a Moisés, y a través de los profetas. Y según el sistema de sacrificios, podían borrar sus pecados a través de los sacrificios que se ofrecían en el Tabernáculo. Por tanto, el amor de Dios y Su salvación de la remisión de los pecados, que se manifestaron a través del Tabernáculo y su sistema de sacrificios, eran muy importantes para ellos, ya que constituían la Verdad indispensable en la que debían creer para conseguir la vida y la salvación. Por tanto, para el pueblo de Israel, el sistema de sacrificios, manifestado en el Tabernáculo e instituido para su justa salvación, era tan valioso como la vida misma. 
El pueblo de Israel, que había heredado la fe de Abraham, siguió teniendo fe en Dios como su Salvador hasta los días del rey David. Sin embargo, desde los días de Salomón, el hijo del rey David, el pueblo de Israel empezó a servir a ídolos contra la voluntad de Dios, y así se separó de la Verdad y la justicia de Dios. En aquel entonces, por culpa del pecado de idolatría cometido por el rey Salomón, Dios separó a 10 tribus de entre las 12 tribus de Israel y se las entregó a Jeroboam. Entonces Israel quedó dividido en dos reinos. Sin embargo, Jeroboam, el primer rey del rey del norte, temía que su pueblo volviera al reino del sur, donde estaba el Templo, y para evitarlo, hizo dos becerros de oro para que la gente los adorará en vez de Dios, y además cambió el sistema de sacrificios instituido por Dios. Como resultado, el reino del norte de Israel se convirtió en una nación que practicaba una herejía colectiva y servía a ídolos. 
Así es como tanto el reino del norte como el del sur, cometieron el pecado de la herejía, y a través de la obra de Satanás, su fe en esta idolatría se pasó de generación en generación hasta los cristianos de la era del Nuevo Testamento. En otras palabras, al hacer que los cristianos de hoy en día sirvan a ídolos, Satanás los ha convertido en herejes colectivos. El pueblo de Israel ha caído en el pecado de la idolatría, y como este pecado ha prevalecido en el cristianismo de hoy en día, incluso los que creen en el amor de Dios están malditos. Así comenzó la herejía colectiva en tiempos de Jeroboam, y ha seguido prosperando y creciendo en el cristianismo de hoy en día, pero muy pocos cristianos se dan cuenta de esto.
 


¿Por qué se convirtió Israel en una nación hereje?

 
¿Por qué se cayó en la herejía el pueblo de Israel? Por culpa de los pecados de un hombre, Salomón. El rey Salomón fue el primer rey de los israelitas que tomó a mujeres extranjeras como esposas y que aceptó los ídolos que ellas adoraban. Como Salomón se casó con mujeres gentiles y las amó, estas mujeres apartaron su corazón de Dios Jehová y le hicieron servir a sus ídolos. Y como el rey de Israel servía a estos ídolos, su pueblo también los adoró. El resultado fue que los israelitas construyeron altares en lugares altos por toda la nación, y adoró a estos ídolos. Los sacrificios que ofrecían a los ídolos eran similares a los rituales de los chamanes, que consisten en adorar y arrodillarse ante objetos inanimados. Pero Dios se le apareció al rey Salomón dos veces y le ordenó: «No sigas a otros dioses. Si sirves a ídolos, partiré tu reino en dos y le daré una parte a otro rey». Pero Salomón no escuchó este aviso y el reino de Israel fue dividido en dos, norte y sur, tal y como Dios lo había dicho.
Como consecuencia de todo esto, surgió una herejía en Israel, durante los días de Roboam y Jeroboam. Esto está descrito en 1 Reyes 12, 25-33: «Entonces reedificó Jeroboam a Siquem en el monte de Efraín, y habitó en ella; y saliendo de allí, reedificó a Penuel. Y dijo Jeroboam en su corazón: Ahora se volverá el reino a la casa de David, si este pueblo subiere a ofrecer sacrificios en la casa de Jehová en Jerusalén; porque el corazón de este pueblo se volverá a su señor Roboam rey de Judá, y me matarán a mí, y se volverán a Roboam rey de Judá. Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto fue causa de pecado; porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan. Hizo también casas sobre los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví. Entonces instituyó Jeroboam fiesta solemne en el mes octavo, a los quince días del mes, conforme a la fiesta solemne que se celebraba en Judá; y sacrificó sobre un altar. Así hizo en Bet-el, ofreciendo sacrificios a los becerros que había hecho. Ordenó también en Bet-el sacerdotes para los lugares altos que él había fabricado. Sacrificó, pues, sobre el altar que él había hecho en Bet-el, a los quince días del mes octavo, el mes que él había inventado de su propio corazón; e hizo fiesta a los hijos de Israel, y subió al altar para quemar incienso».
Por culpa de los pecados del rey Salomón, Dios dividió a la nación de Israel en dos reinos en tiempos de Roboam, Que era el hijo de Salomón y que le sucedió en el trono de Israel. Cuando asumió el trono, el pueblo le pidió que les redujera la carga de los trabajos forzados. Su padre, el rey Salomón, había obligado a los israelitas a realizar trabajos forzados durante 7 años para construir el Templo de Jehová, y durante otros 13 años para construir su palacio. Esto significa que Salomón forzó a su pueblo a trabajar durante 20 años para construir el Templo y el palacio. Por eso la gente le suplicó al rey Roboam que les librase de tal carga.
Sin embargo, después de escuchar sus súplicas, el rey Roboam contestó con dureza: «Mi padre os cargó de pesado yugo, mas yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones». Como resultado, diez de las tribus de Israel abandonaron al rey Roboam, y coronaron al rey Jeroboam como su nuevo rey, y establecieron otro reino en el norte. La nación de Israel había sido un solo Estado, pero ahora estaba dividida en dos reinos. El reino de Israel del norte estaba gobernado por Jeroboam, y el reino de Judá en el sur estaba gobernado por Roboam. Por supuesto, la gente que seguía siendo fiel a Roboam se quedó en el reino del sur. Pero solo dos tribus siguieron a Roboam, la tribu de Judá y la de Benjamín. Pero Jeroboam, por el contrario, se convirtió en rey casi por accidente, como producto de la idolatría de Salomón y el castigo de Dios por este pecado. Jeroboam debería haber aprendido la lección de Salomón, y podría haber evitado caer en el pecado de Salomón, haber vuelto a los brazos de Dios y haberle servido. Pero lo que hizo fue guiar al reino del norte a una herejía colectiva.
Por culpa del pecado de idolatría de Salomón, Jeroboam se convirtió en rey de Israel. Esto debería haber sido una advertencia, pero en realidad, se obsesionó con sus deseos de mantener su poder, defender su honor y proteger su trono. Cuando se acercó el Día de la Expiación, el décimo día del séptimo mes, pensó que la gente del reino del norte podría ir a Jerusalén para ofrecer sacrificios, y así poder derrocar al rey del sur. Jeroboam estaba preocupado pensando: «Quizás el pueblo de Israel volverá al rey Roboam en el sur y me matará». Así que al final ideó un plan malvado. La solución fue reemplazar a Dios con becerros de oro. Pensó: «Ahora puedo librarme de la ley de Dios, y mi pueblo no tendrá que ir a Jerusalén. En vez de creer en el Dios de Israel según Su ley, me inventaré otra religión que adora a ídolos. Entonces mi pueblo me adorará como su único rey». Con este plan en mente, creó dos becerros de oro. Entonces colocó uno en Betel, y el otro en Dan, y le dijo a su pueblo: «Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto» (1 Reyes 12, 27-29). 
Jeroboam también cambió el Día de la Expiación al decimoquinto día del octavo mes. Originalmente, el día en que se celebraba este sacrificio era el décimo día del séptimo mes. El decimoquinto día del octavo mes había luna llena, y entonces hizo que el pueblo de Israel ofreciese un sacrificio a los becerros de oro.
Este es el pecado que Jeroboam cometió y que convirtió a su pueblo en herejes a los ojos de Dios. No solo cambió el sistema de sacrificios de Dios y las fiestas, sino que también cambió los estatutos del sacerdocio (1 Reyes 12, 31-33). Por eso, Jeroboam fue el que inició la idolatría. 
Jeroboam nombró sacerdotes a gente normal, que no pertenecía a la tribu de Leví y les hizo ofrecer sacrificios. Originalmente, solo los levitas podían ser sacerdotes ante Dios, y solo los descendientes de Aarón podían ser Sumos Sacerdotes, pero el rey Jeroboam nombraba a cualquier hombre que quisiera ser sacerdote. Así que el rey Jeroboam lo cambió todo. La Biblia dice que por esto se convirtió en el líder de todos los herejes. Desde entonces surgió una herejía colectiva en tiempos del Antiguo Testamento, y esta tradición ha continuado hasta la Iglesia del Nuevo Testamento, causando mucho daño al cristianismo.
Mucho antes de esto, Caín se había convertido en un hereje por no creer en la Palabra de Dios, pero ahora todo el pueblo de Israel era hereje. Por culpa de Salomón y de Jeroboam, el pueblo de Israel se convirtió en una nación de idolatría. Este pasaje de 1 Reyes, nos proporciona la respuesta a la pregunta de por qué el cristianismo de hoy en día ha sido reducido a una organización religiosa hereje. En el Antiguo Testamento, el plan malvado de Jeroboam llevó al pueblo de Israel a caer en la herejía. Del mismo modo, el cristianismo de hoy en día, por culpa de la obra de Satanás y los deseos egoístas de los líderes cristianos, los que quieren creer en Jesús han caído en una herejía colectiva.
Los ministros cristianos quieren atraer al mayor número de gente posible, pero como consideran que la adoración no es suficiente para atraer a la gente a sus iglesias, se inventan planes malvados. Estas artimañas de la carne incluyen hacer hincapié en los dones místicos del cristianismo y en los bienes materiales. Para ello afirman: «Si alguien cree en Jesús tiene garantizadas las bendiciones materiales, la salud física y la felicidad de su familia». Esto se utiliza como un instrumento para aumentar el número de fieles. Así que la gente del mundo, cree en estos sermones y empieza a creer en el cristianismo. Y las iglesias son cada vez más grandes. Por eso, por fuera el cristianismo parece haber resurgido, pero por dentro se ha convertido en una herejía en la que sus seguidores sirven a becerros de oro como si fueran el Señor. Por tanto, los líderes cristianos deben darse cuenta de que están sirviendo a becerros de oro, y deben acudir a la justicia de Dios al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu lo antes posible. El cristianismo actual debe cambiar, porque se ha convertido en una herejía colectiva que adora a becerros de oro ante Dios.
Para poder encontrar la causa que explique el surgimiento de esta herejía colectiva, es muy útil examinar cómo Jeroboam cometió este pecado. Al examinar sus pecados, podemos darnos cuenta de por qué surgió la herejía, y podemos entender por qué en esta época el cristianismo ha quedado reducido a una herejía colectiva que adora a becerros de oro. 
 


Para salvar a todo el mundo del pecado y de la herejía colectiva, Dios envió a Su Hijo Jesucristo al mundo

 
El nombre del Hijo de Dios es Jesucristo. Jesús nació en el mundo encarnado en un cuerpo humano a través de la Virgen María, y cuando cumplió los 30 años, fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. Este bautismo le permitió tomar los pecados del mundo. A través de este método, es decir del bautismo, el Señor cargó con los pecados de la humanidad en este mundo y los borró. Cuando Jesús fue bautizado por Juan, todos nuestros pecados humanos fueron pasados a Jesús, y por tanto, gracias a este bautismo y a Su sangre derramada en la Cruz, nuestros pecados han sido borrados.
Todo cristiano y todo ser humano debe entender esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en ella. Al creer en esta Verdad podemos librarnos de los pecados del mundo. Por tanto, todos debemos conocer a Jesucristo y creer en Él como nuestro Salvador, que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es absolutamente indispensable. Durante 3 años, Jesús dio testimonio de Sí mismo como Salvador, y al final fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir. Pero se levantó de entre los muertos al tercer día, y así ha salvado a todos los cristianos y a toda la raza humana. Jesucristo es nuestro verdadero Salvador. Dios Padre quiso salvar a la humanidad justamente al enviar a Su Hijo al mundo, y según su voluntad Jesús nos salvó a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, el Señor nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por eso está escrito en 1 Juan 5, 4-8: «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan».
Este pasaje significa que Dios Padre ha salvado a la humanidad al enviar a Su Hijo al mundo, es decir a través del agua, la sangre y el Espíritu. Dicho de otra manera, el Señor nació en este mundo para salvarnos de nuestros pecados, de la destrucción y de las maldiciones, y por eso cargó con los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Y como pagó el precio de esos pecados al ser crucificado y derramar Su sangre, cualquiera que crea en esta Verdad puede librarse de sus pecados por fe. Ya no hay condena por nuestros pecados, porque Jesucristo fue bautizado y derramó Su sangre en la Cruz en nuestro lugar. Dicho de otra manera, esta Verdad es la Verdad del agua, la sangre y el Espíritu. Al venir al mundo y establecer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, Jesús nos ha salvado. Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados a los que creemos en este Evangelio de Verdad.
Esta Verdad, el Evangelio del agua y el Espíritu, viene por completo del Dios de la Trinidad. El plan perfecto de salvación de Dios para la humanidad era enviar a Su Hijo Jesucristo, hacer que tomara los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, y borrarlos. El Señor ha borrado todos nuestros pecados con el agua y la sangre. Este es el Evangelio de la Verdad, que el Señor vino por el agua y la sangre y nos ha salvado de los pecados del mundo.
Así el Apóstol Pablo dijo en 1 Pedro 3, 21: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva». Esto significa que el Señor nos ha salvado de todos los pecados de esta manera, es decir, a través de Su bautismo. Todos los Apóstoles y los santos de la Iglesia Primitiva creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu. Tanto el Apóstol Pablo y Pedro como el Apóstol Santiago o Juan, recibieron la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y todos ellos predicaron este Evangelio del agua y el Espíritu a multitud de personas. Así es como se alcanza la salvación, al creer en el mismo Evangelio del agua y el Espíritu.
Aunque los Apóstoles en tiempos de la Iglesia Primitiva creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu, los cristianos de hoy en día creen en becerros de oro creados por ellos mismos, en vez de creer en Dios, Tal y como hizo el rey Jeroboam. 
Como viven por sus propios deseos carnales como si fueran sus dioses, se han convertido en herejes, y por culpa de su avaricia el cristianismo está corrupto y no es más que una herejía. Los líderes cristianos de hoy en día han hecho becerros de oro para que sean su Dios, y predican en multitud de ocasiones directa o indirectamente para mantener el honor y la autoridad de sus tareas sagradas que asumieron cuando fueron ordenados. Aunque esté escrito en la Palabra de Dios que Dios nos ha salvado de los pecados del mundo para siempre a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, no creen en esta Palabra y por eso la cambian. Del mismo modo en que el rey Jeroboam cambió el Día de la Expiación del décimo día del séptimo mes al decimoquinto día del octavo mes, ellos también han cambiado el Evangelio de salvación. ¿Por qué ha sustituido la humanidad a Dios por becerros de oro? Porque los líderes cristianos han desechado cualquier creencia que no les sea útil para hacer fortuna, como si se tratase de un trapo viejo.
¿Han recibido los cristianos de hoy la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado? No. Por sus propias ideas creen que han recibido la remisión de los pecados al creer en la sangre derramada en la Cruz solamente. Pero este tipo de fe es una perversión del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios os ha dado. El verdadero Evangelio es el Evangelio del agua y el Espíritu, no el evangelio que solo proclama la sangre derramada en la Cruz. Defender solamente la sangre derramada en la Cruz es defender una falsa doctrina.
Los cristianos de hoy en día no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Como solo creen en la sangre derramada en la Cruz como el verdadero Evangelio, aunque crean en becerros de oro en vez de creer en Dios, no se dan cuenta de que son herejes. En otras palabras, aunque están sirviendo a becerros de oro como Dios, no tienen ni idea de lo que están haciendo mal. Toda la gente ignorante del cristianismo que cree en becerros de oro como su Señor, está cometiendo una herejía.
En la era del Antiguo Testamento, Jeroboam nombraba sacerdote a cualquier persona que lo dejara. Del mismo modo, en esta era también, cualquiera puede ser un ministro con tal solo la aprobación de un seminario o de su denominación. Cuando algunos cristianos fracasan en sus negocios, piensan que era la voluntad de Dios para ellos y que les está llamando para ser Sus siervos. Así que empiezan a ir a un seminario cuando ya son mayores para convertirse en ministros. Algunos cristianos jóvenes acuden a un seminario de Teología simplemente porque sus notas no son lo bastante buenas como para ir a una universidad secular. Dicho de otra manera, esta gente no tiene otro remedio que ir a un seminario cristiano.
En la era del Antiguo Testamento, solo los descendientes de Leví podían ser sacerdotes según la ley. Pero a pesar de esto, Jeroboam nombraba a gente normal para ser sacerdotes. Del mismo modo, en nuestros tiempos, cualquiera puede ser un ministro, aunque tenga pecados en su corazón; todo lo que necesita es la aprobación de sus profesores de Teología y de los pastores de su denominación. Los líderes cristianos están cometiendo el mismo pecado que Jeroboam. Para expandir la influencia de sus denominaciones, ordenan ministros a cualquiera que se gradúa en un seminario. Pero ¿es esto correcto? ¿Confesar que Jesús es el Salvador es lo único que se necesita para ser ordenado, aunque se tengan pecados en el corazón? El hecho de que haya personas que sean ordenadas incondicionalmente aunque no hayan recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, se debe a que tanto los que son ordenados como los que ordenan están ciegos espiritualmente. Cuando entienden esto, pueden ver que muchos cristianos están cometiendo el mismo pecado que Jeroboam cometió en el Antiguo Testamento. El cristianismo de hoy en día ha abandonado a Dios y está adorando a becerros de oro en Su lugar, y como resultado se ha convertido en una herejía.
Del mismo modo en que el reino de Israel se había convertido en una nación de idolatría colectiva por las artimañas malvadas de Jeroboam, el cristianismo de hoy en día se está convirtiendo en una herejía colectiva por la codicia de sus líderes. Todo el que estaba sometido al rey Jeroboam se convirtió en un hereje. Del mismo modo, los pecadores de hoy en día que son prisioneros de las doctrinas cristianas han caído en la herejía colectiva. ¿Cómo cayó el cristianismo en esta herejía? Esto ocurrió porque multitud de pastores y creyentes y muchos de los que se llaman siervos de Dios en todo el mundo, no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, ni creen en él y por tanto no lo predican ante Dios. ¿Por qué se están convirtiendo los cristianos en herejes ante Dios? Porque han seguido los pasos de Jeroboam, que creyó en becerros de oro como su Dios y que cometió el mismo pecado.
Todos debemos conocer la Verdad de salvación. Según la Biblia, ¿cómo borró Jesucristo los pecados de la humanidad? Él tomó nuestros pecados a través de Su bautismo en el río Jordán y pagó el precio de estos pecados con Su sangre en la Cruz. Cuando el Señor vino al mundo, cargó con los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, los borró al ser crucificado hasta morir y se levantó de entre los muertos y así nos salvó a todos los que creemos en esta Verdad. Debemos entender el Evangelio del agua y el Espíritu, creer en él y predicarlo. Si, por el contrario, creen solo en la sangre derramada en la Cruz, en vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo se pueden erradicar los pecados de los corazones de la gente?
Por eso en la Iglesia de Dios, solo los que han recibido la remisión de los pecados pueden ser ministros. Entre los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Iglesia de Dios hace obreros de Dios a los que quieren servir al Evangelio. Por el contrario, los que sirven a becerros de oro como dioses están dispuestos a ordenar a cualquier persona para ser ministros de Dios, aunque no hayan recibido la remisión de los pecados nombran a cualquier persona ministro o evangelista por tan solo haberse graduado en un seminario, tener un diploma o pertenecer a una denominación en concreto, y por creer en las doctrinas que ellos defienden. Esta es la prueba de que el cristianismo está adorando a becerros de oro. Por culpa de este tipo de fe el cristianismo ha sido reducido a una herejía colectiva. 
 

El materialismo reina en el cristianismo
 
Muchos pastores aman el dinero, pero no todos. Algunos pastores solo predican para ganar dinero, construir iglesias más grandes y mejores salarios. Fingen predicar para hacer que más gente crea en Jesús y para llevarlos al Reino de Dios, pero en realidad el fruto de su ministerio no es nada más que la adoración a becerros de oro. ¿No es cierto? Se interesan mucho en qué denominación es más grande, qué iglesia paga mejores salarios, y cuál recibe mayores ofrendas. Estos pastores opinan que un ministro con un buen salario es un pastor competente, mientras que un pastor en una iglesia pequeña con un salario menos es incompetente espiritualmente.
Dicho de otra manera, los pastores de hoy en día también están sirviendo a becerros de oro. Los seglares también piensan que si alguien está bendecido materialmente y prospera en este mundo, es un hombre de fe; pero si alguien no está bendecido espiritualmente, se debe a que no tiene fe. Como resultado, a medida que pasa el tiempo desde que los cristianos empiezan a creer en Jesús, peores son, y sus corazones son más duros e idolatras. Así que el objeto de su fe no es Dios, sino los becerros de oro. Por supuesto, todavía siguen invocando el nombre de Dios y orar en su nombre, pero solo quieren a Dios para ganar dinero, que es lo que aman de verdad. Por eso hay muchos ancianos y diáconos que, después de servir a los becerros de oro, van a prisión. No estoy regañándoles por sus accione, sino que estoy diciendo que cómo han reemplazado a Dios con becerros de oro, y han confiado en ellos, ahora están en la cárcel.
Hoy en día, muchos líderes cristianos no dudan en ordenar a personas que ni siquiera creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y que por tanto no han recibido la remisión de los pecados, y que adoran a becerros de oro creados por ellos. Mucha gente cree que cualquiera puede ser pastor si se gradúa en un seminario. Pero para que un pastor pueda cumplir sus funciones, que consisten en borrar los pecados de los demás, por lo menos se le debe hacer una pregunta:
«¿Cree en el Evangelio del agua y el Espíritu?». En otras palabras, solo alguien que no tenga pecados por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debe ser ordenado ministro de Dios.
Por tanto, incluso de ahora en adelante, los líderes cristianos deberían preguntarle a cualquier aspirante a ministro: «¿Está salvado?».
«Sí».
«¿Entonces conoce el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Y ha sido salvado al creer en este verdadero Evangelio?».
«Profesor, no conozco el Evangelio del agua y el Espíritu».
«Entonces, ¿cómo puede querer ser un pastor de Dios? ¿Acaso quiere servir a los becerros de oro que usted se ha inventado? Esto no es nada más que seguir sus deseos carnales. Y esta idea ha salido de sus deseos mundanos». Así quien no esté cualificado no debe ser ordenado pastor.
En vez de llevar a la gente por el mal camino para que adoren a becerros de oro, debemos predicar el verdadero Evangelio, el Evangelio del agua y el Espíritu, y hacer que reciban la remisión de sus pecados. Pero los profesores de los seminarios no les preguntan a sus alumnos si creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, ni quieren escuchar el testimonio de salvación de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que confiesa cómo Dios ha borrado sus pecados. Cuando los siervos de Dios escuchan el testimonio de salvación de alguien, pueden averiguar si esa persona tiene pecados en su corazón y si está sirviendo a becerros de oro ante Dios. 
Para los justos que han sido salvados de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, sus testimonios de salvación son iguales, porque han alcanzado la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. El testimonio de salvación en sí mismo no cambia según la persona. Para todos los cristianos, solo hay un testimonio de su salvación del pecado: que han sido redimidos de todos sus pecados al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. Esto significa que no hay otra manera de conseguir la remisión de los pecados si no es al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. La remisión de sus pecados no se consigue adorando a becerros de oro, sino que se alcanza mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. No importa cuándo escucharon el Evangelio del agua y el Espíritu por primera vez, porque si creen en este Evangelio de todo corazón, podrán recibir la remisión de sus pecados. No puede haber ningún otro testimonio de salvación ante Dios. Los becerros de oro no borran nuestros pecados, sino que es Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, quien nos ha salvado a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, nos ha hecho el pueblo de Dios y nos ha convertido en Sus obreros. Por tanto, creer en esta Verdad, dar gracias a Dios por ella y dar testimonio de la misma, es la manera de alcanzar la salvación.
Por tanto, quien mantiene los pecados en su corazón y rechaza el Evangelio del agua y el Espíritu, no está cualificado para convertirse en un pastor, y mucho menos para ser un santo. Aunque ser insuficiente en las obras de uno mismo no es motivo para no poder ser pastor, si se tienen pecados en el corazón, no se puede ser pastor. No hay nadie en este mundo que no sea insuficiente en sus acciones. Sin embargo, hay gente que no tiene pecados porque cree en Jesús, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, y hay gente que cree solo en la sangre derramada en la Cruz, cuyos corazones todavía están llenos de pecados. Esta gente que vive en un Evangelio falso, y cuyos corazones están esclavizados por el pecado, no pueden convertirse en ministros. Además no solo no pueden escapar de la maldición, sino que además acaban llevando a la congregación a la muerte. 
Estos falsos ministros, que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu o no creen en él aunque lo conozcan, están sirviendo a becerros de oro, y así es cómo han llevado a multitud de cristianos a caer en la herejía al propagar sus falsas doctrinas cristianas. Aunque la gente siga doctrinas cristianas y solo crea en la sangre derramada en la Cruz, tal y como lo predica el cristianismo, en realidad sus corazones seguirán teniendo pecados y creerán en becerros de oro en vez de temer a Dios de verdad. Los cristianos de hoy en día piensan que creen en Dios con sinceridad aunque adoren a becerros de oro. Aunque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, piensan que pueden ser salvados si creen en el Señor a ciegas. Así muchos pastores piensan que como creen en Jesús, han sido salvados aunque tengan pecados.
Sin embargo, el Evangelio del que habla la Biblia es el Evangelio del agua y el Espíritu que trae la remisión de los pecados al corazón. La Biblia deja claro que la remisión de los pecados se recibe en la conciencia solo si se cree en este Evangelio. Si pasamos a 1 Pedro 3, 21, leemos: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo». Esto significa que el bautismo de Jesús es la prueba definitiva de nuestra salvación, que Jesús cargó con nuestros pecados al ser bautizado. El que el Señor viniera al mundo para salvarnos de la destrucción y del pecado pudo ocurrir gracias al bautismo. Como nuestro Señor tomó los pecados a través del bautismo, tuvo que morir en la Cruz, y después se levantó de entre los muertos para salvarnos. Por eso el Apóstol Pedro dijo: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo». Cuando se dice aquí «no quitando las inmundicias de la carne», significa que cuando se recibe la remisión de los pecados, el cuerpo no deja de cometer pecados, sino que la conciencia está limpia.
Quien ha sido salvado está debe responder ante Dios. Si quieren ser salvados de sus pecados, deben recibir la remisión de sus pecados en su conciencia. ¿Tienen pecados los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu ante Dios? No, no tienen pecados. ¿Por qué no? Porque el Señor tomó sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista cuando vino al mundo, y por tanto todos sus pecados se pasaron a Jesús. Yo también he sido salvado por fe, porque el Señor aceptó todos mis pecados a través de Su bautismo, los llevó a la Cruz, derramó Su sangre en ella, y se levantó de entre los muertos. En otras palabras, como creo que el Señor vino al mundo por mí, cargó con mis pecados al ser bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos de nuevo, y me ha salvado, mi conciencia está libre de pecado y he conseguido mi salvación. La Biblia dice que la verdadera salvación es la «la aspiración de una buena conciencia hacia Dios». Quien creen en el Evangelio del agua y el Espíritu puede ser salvados de los pecados de su conciencia. Aunque nuestra carne todavía sigue siendo insuficiente y débil, nuestras conciencias han sido salvadas por fe. Por eso nuestra salvación se llama la salvación del alma.
Mis queridos hermanos, no hay nadie en este mundo que no cometa errores y pecados con su carne. Incluso los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, seguimos cometiendo pecados. La Biblia dice que la salvación no quita la suciedad de la carne. ¿Creen que nuestra salvación del pecado se alcanzó quitando la suciedad de nuestra carne para siempre para que nuestra carne no cometa pecados nunca más? ¿Quieren ser salvados para ser santificados en la carne? ¿Creen en Jesús como su Salvador para alejarse de sus vicios, del alcohol y el tabaco? No, esa no es la razón por la que creen en Jesús.
Creen en Jesús porque quieren tener una buena conciencia hacia Dios. La Biblia menciona la buena conciencia aquí porque nuestros corazones han sido redimidos de nuestros pecados, porque el Señor nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Todos estábamos desesperados, destinados al infierno por nuestros pecados, pero nuestro Señor nos ha salvado al venir al mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, y morir en la Cruz. Así que si no creemos en esta Verdad, en que el Señor nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, es el peor pecado de todos. Pero cuando aceptamos esta Verdad con toda nuestra inocencia, y conseguimos nuestra salvación, nuestra conciencia está limpia. Como el Señor nos ha salvado perfectamente, si no creemos en Él, nuestra conciencia es malvada.
Mis queridos hermanos, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos redimidos de todos nuestros pecados. Nuestros cuerpos humanos se descompondrán cuando muramos. Sin embargo, cuando el Señor vuelva, nuestros cuerpos resucitarán. Aunque resucitaremos en cuerpos imperecederos, mientras vivimos en este mundo, no podemos evitar seguir pecando en nuestra carne, porque la carne es insuficiente, aunque creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu y hayamos recibido la remisión de los pecados. Por eso el Apóstol Pedro dijo: «No quitando las inmundicias de la carne». En otras palabras, Pedro estaba diciendo: «No hemos sido salvados para dejar de cometer pecados con nuestros cuerpos. Como la carne es débil, estamos destinados a cometer pecados hasta el día en que muramos. Pero esto es irrelevante para nuestra salvación. Nuestras almas han sido salvadas para que podamos ir a Dios con una buena conciencia. Dios ha borrado todos nuestros pecados».
Eso es cierto. Quien tiene pecado en su corazón no puede ser pastor, ni evangelista, ni diácono, ni siquiera un santo, de hecho, no puede asumir ningún cargo dentro de la iglesia. Cualquier persona cuyo corazón tenga pecado está fuera de Cristo (Romanos 8, 1). No es una persona que haya ido a Cristo. Por eso la gente debe estar salvada en la conciencia primero.
Hace poco, estaba en un taxi y hablé con el conductor. El conductor parecía un buen cristiano, ya que tenía algunos folletos sobre el Evangelio en su taxi. Así que sin decirle que era pastor, le pregunté: «¿Cómo está su conciencia? ¿Está sin pecado?».
Entonces me dijo: «¿Cómo puede estar la conciencia libre de pecado?». Pero aún así el afirmaba estar salvado, aunque tenía pecados en su corazón, porque creía en Jesús. Así que le pregunté: «¿Cómo fuiste salvado?». Entonces el conductor recitó Romanos 10, 10 para demostrar que estaba salvado: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».
Sin embargo este pasaje no significa lo que el conductor pensaba. Todo el capítulo 10 de Romanos fue escrito por el Apóstol Pablo para el pueblo de Israel, que estaba al corriente del sistema de sacrificios y por tanto sabía que el Mesías tenía que morir después de tomar los pecados del mundo a través de la imposición de manos del representante del pueblo. Así es cómo uno de los ladrones que fue crucificado con Jesús pudo ser salvado por fe. Los israelitas tenían el conocimiento básico de la salvación del pecado.
El verdadero significado de Romanos 10, 10 es que podemos ser justos y estar salvados del pecado si creemos de corazón en la justicia de Dios que Jesús cumplió con el Evangelio del agua y el Espíritu, y si lo confesamos con la boca. Solo por creer en ciertas doctrinas cristianas con el corazón, no significa que estemos salvados si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Mis queridos hermanos, solo los que han sido salvados de los pecados de sus conciencias al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden ser salvados por Dios. ¿Y qué hay de ustedes? ¿Ha sido su conciencia salvada de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Cómo fueron salvados? ¿Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿O mediante sus propias acciones justas? Recibieron la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces, ¿qué es la fe? Creer en la justa salvación del Señor, en que nos ha salvado al venir al mundo, recibir Su bautismo, y ser crucificado hasta morir. Esta es la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Los cristianos en la era de la Iglesia Primitiva creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu y predicaron este Evangelio. El Nuevo Testamento es la Palabra que se escribió durante la era de la Iglesia Primitiva. Los creyentes de aquella época fueron salvados en sus conciencias al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Mantuvieron su fe en este Evangelio aunque fueron perseguidos. Sin embargo, en el año 313 d.C., cuando el emperador Constantino I del Imperio Romanos, decretó el Edicto de Milán y concedió la libertad religiosa, mucha gente empezó a creer en el cristianismo. Según algunos documentos históricos, alrededor del año 312 d.C., Constantino I tuvo sufrió una afrenta con su adversario Maxentio en la lucha por el poder. En aquel entonces, Maxentio ostentaba una superioridad militar sobre Constantino I. La noche anterior a la confrontación política, Constantino I tuvo una visión, en la que se le decía que pusiera «el signo del Dios Celestial» en los escudos de sus soldados antes de la batalla. Constantino así lo hizo y ganó la batalla. Cuando fue coronado emperador, unificó el Imperio Romano Occidental y Oriental y legalizó el cristianismo.
Sin embargo, este hombre, acabó cometiendo el mismo pecado que Jeroboam. Como emperador de Roma, se hizo líder del cristianismo. Convocó el primer Concilio de Nicea y presidió la conferencia. No era solo el líder del impero, sino que también era líder del cristianismo. Así que desde entonces, el cristianismo se convirtió en una religión mundana, que al final quedó reducida a una herejía colectiva.
¿Cómo se ha convertido el cristianismo en una herejía colectiva? Porque sus líderes sirvieron a becerros de oto como Jeroboam. Como los líderes cristianos han reemplazado a Dios con sus becerros, el cristianismo se ha convertido en una religión mundana que adora a estos ídolos inanimados. En las comunidades cristianas de hoy en día, cualquiera puede convertirse en un sacerdote si se gradúa en un seminario y afirma las doctrinas que defiende su denominación, aunque no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu, e incluso si su corazón todavía tiene pecados. Solo con estudiar en un seminario, pagar las tasas y graduarse con los créditos necesarios, cualquiera puede ser ordenado pastor y predicar, aunque su corazón todavía tenga pecados. Por eso el cristianismo de hoy en día se ha convertido en una herejía colectiva que adora becerros de oro. Aunque se tenga pecados en el corazón, si se pueden enseñar doctrinas cristianas con cierta competencia, se puede ser un ministro. Estos pastores están cometiendo el mismo pecado que Jeroboam cometió en el Antiguo Testamento.
A pesar del hecho de que el cristianismo se ha convertido en una herejía, los cristianos no se dan cuenta de que están sirviendo a becerros de oro. Los cristianos de hoy piensan: «En realidad la verdadera salvación se puede encontrar en las doctrinas cristianos» y están convencidos de que no están sirviendo a becerros de oro. Pero esto no es cierto. La Verdad el Evangelio del agua y el Espíritu no se encuentra en ninguna de las doctrinas cristiana. En vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el cristianismo de hoy en día está sirviendo a becerros de oro, y por tanto, mientras sigan en esta religión, no podrán evitar creer en doctrinas inútiles. ¿No es así? Como los cristianos no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, no han recibido la remisión de los pecados en sus conciencias, y como no tienen al Espíritu Santo en sus corazones, no entienden ni predican el Evangelio de Verdad. Por eso los cristianos que no han nacido de nuevo no pueden evitar creer en becerros de oro porque están intoxicados y cegados por las doctrinas cristianas. 
Yo también era así antes. Pero los pecados de mi conciencia me hicieron pensar: «Creer en esto no es correcto». Sin embargo, durante un tiempo, seguí atormentado por los pecados de mi corazón y no podía hacer nada más que ofrecer oraciones de penitencia con lágrimas en los ojos. Pero aún así Dios me encontró a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Este fue el mayor milagro que me ha ocurrido. Estoy predicando la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu por su bien y el bien de todo el mundo. No me fue fácil predicar esta Verdad. Deben darse cuenta de que predicar la Palabra de Verdad no es fácil. Si no conociese la Biblia no la historia del cristianismo y sus doctrinas, no podría apuntar a esta herejía colectiva y las falsas doctrinas, ni podría predicar exclusivamente que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad.
Muchos de los pastores y misioneros de hoy en día piensan que sus pecados han sido perdonados en sus conciencias al creer solamente en la sangre derramada en la Cruz, aunque no conozcan el Evangelio del agua y el Espíritu. ¡Están muy equivocados! Este es el fenómeno que está llevando al cristianismo hacia la herejía colectiva, y lo está convirtiendo en una reunión de herejes. Por tanto los cristianos deben darse cuenta de esto y volver al Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben volver a la Palabra de Dios que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, y deben hacer que Dios tenga gozo en su corazón. Los cristianos de hoy en día deben conocer la Palabra de Dios, escucharla con sus oídos, aprenderla, creer en ella, y ser salvados de todos sus pecados. Ustedes deben creer ahora en el Evangelio del agua y el Espíritu y dejar que su conciencia quede limpia de pecado.
Por tanto, los líderes cristianos no deben ordenar a cualquiera para ser ministros. Es un gran error ordenar a alguien porque se haya graduado en un seminario. Hoy en día vivimos en una sociedad tan competitiva que no es fácil tener éxito saliendo de una universidad mediocre Así que algunas personas, cuando piensan en el futuro incierto y no encuentran el trabajo adecuado, creen que es mejor ir a un seminario y hacerse ministros. Aunque tengan pecados en su corazón, pueden predicar si se han graduado en un seminario. Pueden predicar si sacan sermones de algún libro doctrinal cristiano, y hacen alarde de su conocimiento plagiando los comentarios de otros autores. Así se convierten en siervos respetables de Dios en sus comunidades cristianas y prosperan. Viven con un título como reverendo. El precio de la gasolina sube, pero ¿creen que ellos se preocupan de esto? No, porque la iglesia paga la gasolina. La iglesia también paga todo tipo de gastos, desde las tasas escolares de sus hijos, hasta los libros y las dietas y viajes. Y además la iglesia también les paga un sueldo sustancioso. Yo no visito a ningún miembro de mi iglesia a domicilio, pero es bastante común que cuando un pastor visita a un feligrés, este le de una cantidad de dinero. Así que se dice que si el salario de un pastor es de 10.000 dólares al mes, el dinero que gana en negro es más de 10.000 dólares. Esto ocurre porque los miembros de la iglesia reciben la aprobación de su fe si favorecen a sus pastores más que a Dios. 
¿Alguno de ustedes quiere ser pastor en una iglesia del mundo? En el momento en que lo sean, caerán en el pecado de Jeroboam y Dios les maldecirá. Dios no dejará en pie a ninguno de estos falsos profetas, sino que los hará morir a todos porque han cometido el mismo pecado que Jeroboam. Todo el pueblo de Israel que siguió este pecado acabó cometiendo el pecado de idolatría. Aunque Dios les había dicho: «No sigáis el camino de Jeroboam», ellos siguieron los pasos de Jeroboam, practicaron la misma iniquidad, cometieron su pecado y por eso Dios los condenó y ellos murieron. 
Los que no creen que el Señor nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu son herejes. Esta gente que no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, son herejes. El Señor dijo: «Seréis, pues, santos, porque yo soy santo» (Levítico 11, 45). También dijo: «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación» (1 Tesalonicenses 4, 3). Aunque no podemos ser santos en nuestras acciones, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestra conciencia puede ser santa. ¿Es la voluntad de Dios que tengamos pecados aunque creamos en Jesús? No, no es Su voluntad. Aquellos cuyos pecados siguen teniendo pecados aunque digan creer en Jesús, son herejes. 
Si contamos a los católicos y a los protestantes juntos, constituyen 1500 millones de cristianos, pero casi todos ellos han caído en la herejía. Pero a pesar de esto, siguen sin saber qué es la herejía y cómo ellos mismos son herejes. Hoy en día, los cristianos en general consideran herejes a cualquier persona u organización cuyas creencias son ligeramente diferentes a las doctrinas de su propia denominación. Por el contrario, la Biblia dice que un hereje es alguien que se ha condenado a sí mismo aunque cree en Jesús. 
Pablo dijo en Tito 3, 10-11: «Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, 3:11 sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio». Un hombre divisivo, es decir, un hereje, no ha recibido la remisión de sus pecados, y por tanto se condena a sí mismo por ser un pecador, porque su corazón está lleno de pecados. En otras palabras, esta gente admite que son pecadores aunque crean en Jesús y dicen: «Señor, aunque creo en Ti, confieso que soy un pecador ante Ti. No puedo evitar ser un pecador». Dicen esto porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y aunque lo conozcan por casualidad, no creen en él. Por eso dicen: «Era un pecados antes de creer en el Señor, y todavía sigo siendo un pecador después de creer en Él. Antes de creer en el Señor, era un verdadero pecador, pero ahora que creo en Él, soy un pecador salvado». Aunque confiesan su fe según sus doctrinas, diciendo: «He sido salvado de mis pecados a través de la sangre de Jesús», sus pecados siguen intactos en sus corazones y por eso se describen a sí mismos como pecadores salvados o cristianos pecadores. Mis queridos hermanos, el cristianismo de hoy en día adora a becerros de oro y cree en doctrinas extrañas inventadas por el hombre. Esto es la prueba de que el cristianismo se ha convertido en una herejía colectiva. 
Los herejes de hoy en día en el cristianismo son los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y adoran a becerros de oro. Cualquiera que haya caído en el pecado de Jeroboam es un hereje. La inmensa mayoría de los cristianos de esta época han caído en la idolatría y adorar a becerros de oro. Pero no se dan cuenta de que han caído en la herejía, y la razón es que todos se han convertido en herejes. En otras palabras, como casi ningún cristiano conoce el Evangelio del agua y el Espíritu, y como casi todos los cristianos viven sin recibir la remisión de sus pecados, siguen siendo herejes y piensan que lo que creen es lo correcto.
Si un pastor enseña de una manera incorrecta, toda su congregación acaba creyendo así. La razón por la que muchos cristianos están destinados al infierno y no pueden borrar sus pecados es que están sirviendo becerros de oro del cristianismo. Por tanto, para escapar de esta herejía, nadie debe rechazar el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. 
Muchas personas siguen reteniendo los pecados en sus corazones. ¿Puede esta gente ir al Cielo por creer en Jesús? ¿Pueden evitar el juicio de Dios? No, si se tienen pecados en el corazón, Dios nos arroja al infierno, ya profesemos ser cristianos o no. Cuando se les pregunta a algunos cristianos: «Si tienes pecado, ¿vas al Cielo o al infierno?», muchos de ellos dicen que van al infierno. Cuando se examinan a sí mismos, admiten que están destinados al infierno. Sin embargo, no intentan erradicar los pecados al creer en el verdadero Evangelio que estamos predicando.
Si miran en su conciencia y encuentran pecados aquí, entonces tienen un problema grave. Pero los que conocen y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque sean demasiado débiles para evitar cometer pecados, pueden afirmar en sus conciencias que no tienen pecados, porque creen en este Evangelio de Verdad. Pueden decir con una conciencia limpia: «No tengo ningún pecado en absoluto. El Señor me ha salvado, no tengo pecados. Gracias, Señor». Por eso el poder del Evangelio es tan maravilloso. Y por eso estamos agradecidos al Señor. Los que han recibido la remisión de los pecados pueden levantar la voz hacia el Señor para alabarle a Él y a Su gracia. El poder del Evangelio del agua y el Espíritu es enorme. Nos ha librado de todos nuestros pecados y nos ha salvado. Este Evangelio del agua y el Espíritu nos ha librado de todas las maldiciones. Nos ha salvado de la destrucción. Por eso estamos tan agradecidos. Su poder es maravilloso. 
La mayoría de cristianos del mundo, tanto católicos como protestantes, afirman en su ignorancia que han sido salvados de sus pecados al creer en la pasión de Jesús, en la sangre que derramó en la Cruz. Incluso los sacerdotes católicos dicen que podemos ser salvados si creemos en la sangre de Jesús. ¿Cómo puede solamente la sangre de Jesús salvarnos? Como el Señor ha cargado con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, los llevó a la Cruz y fue condenado por ello al derramar Su sangre, al creer en esta Verdad hemos sido salvados de nuestros pecados. En vez de creer a ciegas que el Señor nos ha salvado con tan solo ser crucificado, es lo mismo que servir a becerros de oro. Si ahora creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, pueden ser salvados de todos los pecados para siempre.
En las comunidades cristianas de hoy en día, los que siguen siendo pecadores, aunque crean en Jesús, se han convertido en herejes ante Dios pero no se dan cuenta de ello. Sin embargo, cuando se acerque el fin de los tiempos, mucha gente creerá en el Evangelio del agua y el Espíritu y volverá a Dios. En los próximos años, muchos cristianos creerán en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado y volverán a Él. Después del fin de la Iglesia Primitiva, una gran multitud de cristianos se lanzó a la herejía colectiva al creer en los becerros de oro, pero ahora, los cristianos conocerán el Evangelio del agua y el Espíritu y creerán en él, y así volverán al Señor. 
Cuando se acerque el fin de los tiempos, la gente de todo el mundo que sirve a becerros de oro creerá en el Evangelio del agua y el Espíritu en masa. Cuando unos pocos empiecen a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, muchos seguirán sus pasos y creerán en este Evangelio. Durante todo este tiempo, los cristianos han confundido a los becerros de oro con dioses y han creído en ellos hasta ahora y por eso deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y alcanzar su verdadera salvación.
¿Hay pecados en sus corazones o en el mío? No, como ustedes y yo creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no hay pecados en nuestros corazones. Mi conciencia está completamente libre de pecado. Aunque mis acciones sean insuficientes y de vez en cuando maldiga a alguien, aún así no tengo pecados en mi conciencia. ¿Cómo está su conciencia? ¿Está también libre de pecado? Por supuesto que sí. Entonces, ¿quiénes son los que tienen la conciencia limpia? ¿Quién puede decir que está libre de pecado aparte de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? Aparte de ustedes y yo y todos los colaboradores de todo el mundo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿quién puede mirar a su conciencia y decir que no tiene pecado? Solo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden decir con la conciencia limpia que no tienen pecados.
Este Evangelio del agua y el Espíritu es el Evangelio de poder a través del que nos ha salvado el Señor. El poder de la salvación viene a los que creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso la Biblia dice: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree», y también dice: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1, 16-17). Los nacidos de nuevo viven por la fe y creen que el señor ha borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu para siempre. Al conocer al Señor y creer en Su salvación, somos justos, porque Dios nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
El Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, tiene el poder de la dinamita para hacer que nuestros pecados sean destruidos. Si dejamos de engañar a nuestras conciencias y admitimos nuestros pecados, debemos enseñar el Evangelio del agua y el Espíritu, y hacer que la gente crea en él. Al venir al mundo y tomar nuestros pecados a través del bautismo, el Señor ha salvado a todos los que creen en esta Verdad. Por tanto, si alguien quiere ser salvado, debe entender correctamente cómo Jesús le ha salvado antes de creer, es decir, debe darse cuenta de que el Señor le ha salvado al aceptar sus pecados individuales en cuando Juan le bautizó, al morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos. Quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu puede estar sin pecado y tener una conciencia limpia ante Dios. Este es el poder del Evangelio. El Evangelio es como la dinamita. Si alguien cree en él, todos los pecados cometidos en toda la vida desaparecen para siempre, del mismo modo en que la dinamita puede derrumbar un edificio entero.
Si alguien escucha la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y cree en ella, recibirá el poder de salvación de Dios. Todos los pecados que se habían acumulado en su corazón desaparecerán y estará sin pecado. Quien cree en el Evangelio del agua y el Espíritu verá como sus pecados desaparecen por completo. Así es como una persona está sin pecado con una conciencia limpia ante Dios. Y así es como podemos convertirnos en obreros de la justicia de Dios.
Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ahora hemos arrojado de la presencia de Dios a esos becerros de oro. Todos esperamos y oramos porque los cristianos de todo el mundo también dejen de servir a corderos de oro, crean en el Evangelio del agua y el Espíritu y vuelvan a los brazos de Dios. Le doy gracias a Dios por utilizarnos para este ministerio tan valioso.