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Sermones

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 21] El Señor nos ama (Juan 21:1-20)

El Señor nos ama(Juan 21:1-20)
«Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar. Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos. Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar. Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió. Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor. Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos. Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme. Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?»
 
 

Dios nos amó

 
Dios creó el universo y todo lo que hay en él, y entonces creó a los seres humanos a Su imagen y semejanza. Creó a los seres humanos después de haber creado un ambiente seguro y cómodo para ellos. Les dio toda la creación a los seres humanos y dijo: «Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (Génesis 1:28).
¿Por qué creen que el Dios omnisciente y omnipotente creó todo lo que hay en el universo antes de crear a los seres humanos? Hizo esto porque sabía que la gente interferiría con Su obra. ¿Y por que creen que les dio todo a los seres humanos? Porque ama a la humanidad tanto. ¿Por qué creen que Dios nos ama tanto?
Pasemos al Libro de Génesis 1:27: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó». Si leemos este pasaje detenidamente, veremos que Dios creó a los seres humanos a Su imagen. Aunque nos creó a Su imagen, no debemos pensar que nos creó a Su imagen exterior. La Biblia dice que Dios es Espíritu (Juan 4:24). Y el que Dios nos crease a Su imagen significa que nos hizo seres espirituales. Un ser espiritual es un ser que puede disfrutar de la gloria eterna con Dios porque es un ser divino como Dios que puede vivir eternamente. Y esta es la razón por la que Dios creó a los seres humanos. En otras palabras, Dios creó a los seres humanos como seres que pueden vivir con Dios para siempre. Y por eso nos creó a Su imagen.
Las personas son más felices cuando tienen hijos que se parecen a los progenitores. Ustedes habrán visto a padres que se ponen muy contentos cuando les dicen que sus bebés se parecen a ellos. Si en vez de eso dijeran que el bebé se parece al vecino, los padres no estarían contentos. No dejarían que la persona que hizo el comentario entrara en su casa porque estarían enfadados. Por eso para los padres, los hijos son lo más preciado porque sus vidas están unidas. El amor de los padres por los hijos es infinito y les darían todo lo que les pidieran sin pensarlo dos veces. ¿Ama Dios a la gente por esta misma razón? No. Debemos saber que Dios nos ama porque nos creó a Su imagen en todos los sentidos. Dios quiere que todos los humanos, que fueron creado a Su imagen, vivan con Él para siempre en el Cielo. Al saber esto, ¿pueden imaginar lo grande que es Su amor?
A veces la gente no le puede dar lo que quiere a sus hijos, pero nuestro Dios puede darles a Sus hijos todo lo que quieren. ¿De verdad saben por qué Dios hizo a los seres humanos a Su imagen? Lo hizo para darles todo lo que hay en el Cielo, para permitir que la gente viviese eternamente como Dios y disfrutase de toda la gloria del Cielo con Él para siempre. Por eso, los seres humanos fueron creado a la imagen de Dios para recibir las bendiciones de Dios; pero, ¿no sería insensato buscar las cosas carnales viviendo solo unos setenta años en este mundo?
Siempre debemos pensar sobre el origen de nuestras vidas. Pero desafortunadamente hay muchas personas que viven sin entender por qué han sido creadas, de dónde vienen, y adónde van. Por eso esta gente debe conocer a Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu por fe sin falta. Este tipo de gente debe encontrar a Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu sin falta. Y deben saber por qué han sido creados, por qué Dios les creó, y dónde irán en el futuro. Cuando se encuentran las respuestas a estas preguntas, se puede sentir el amor de Dios.
 
 

La gente sigue yendo de un lado a otro sin conocer la justicia de Dios

 
Una vida de fe sin saber que Dios nos ama no tiene ningún sentido. Esto también es cierto de los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque viven con fe no tienen ninguna satisfacción porque siempre les falta algo. Además esta gente vive una vida de fe basada en formalidades. En resumen, no son más que santurrones. Por esta razón debemos saber sin falta que Dios nos ama. Debemos saber sin falta que Dios nos ha dado Su amor eterno desde el principio, y que todavía nos ama. Dios quiere que sepamos esto. Nos ha hablado de Su amor en la Biblia.
Dios ama mucho a los seres humanos, Su creación, que no son más que bestias, y por eso Salmo 144 dice:
«Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses,
O el hijo de hombre, para que lo estimes?
El hombre es semejante a la vanidad;
Sus días son como la sombra que pasa» (Salmos 144:3-4)
Como Dios nos ama a todos, hizo que Su único Hijo fuese bautizado por Juan el Bautista y muriese en la Cruz para que nuestras almas no sufriesen la destrucción y tuviesen la vida eterna. El pasaje de las Escrituras que dice que Dios amó al mundo significa que Dios ama a todas las personas del mundo. Incluso aunque estuviese solo en este mundo, Jesús seguramente habría venido a salvarme. Debemos entender que Dios nos ama igualmente, tanto a una sola persona como al mundo entero. Un solo ser humano no puede amar a cientos o miles de personas. Como los seres humanos son imperfectos, nadie puede recordarlo todo.
Pero para Dios amar a una sola persona y a toda la población del mundo, que es más de 6000 millones de personas, es lo mismo. No hay nada en el universo que Dios no sepa, porque Dios cuenta el número de estrellas y las nombre (147:4), y los pelos de nuestras cabezas también (Mateo 10:30).
Incluso antes de nacer en este mundo, Dios lo sabía todo sobre nosotros. Envió a Su único Hijo para que pudiésemos obtener la vida eterna y no tuviésemos que morir porque sabía que estábamos destinados a ir al infierno por este pecado terrible. Por este motivo, Dios nos ha dado la vida eterna a los que creen en Su gracia. Y el amor de Dios se trata de esto.
Los padres aman a sus hijos incluso cuando todavía están en el seno materno. «Cariño, cuando tengamos el bebé, ¿cómo lo vamos a llamar? Si es un niño lo llamaremos así, pero si es una niña la llamaremos así. Vamos a preparan mantitas y ropa para el bebé, y cuando el bebé crezca, ¿a qué universidad irá? Creo que la mejor manera de criar al bebé es esta». Siguen planeando y preparando el futuro del bebé. Pero el bebé dentro del vientre de la madre no conoce a sus padres y no saben cuánto le aman. Pero a pesar de esto los padres aman al bebé.
De la misma manera, aunque no conocíamos a Dios, Él nos amó. Por muchos pecados que tengamos, Dios nos amará siempre. La razón por la que Dios nos amó tanto es porque dentro de cada uno de nosotros hay un alma que fue creada según un plan y un objetivo de Dios. No hay ninguna razón.
Aunque los niños no sean tan bien parecidos como otros niños y sean traviesos, los padres aún los aman. Cuando un niño está a punto de morir por una enfermedad grave, los padres se preocupan. Incluso cuando un niño está discapacitado los padres aún aman al niño y tienen compasión por él. Por muchos pecados que tengamos, Dios no quiere que ninguna alma vaya al infierno. A Dios no les gusta el pecado, pero ama a los seres humanos. Aunque los seres humanos sean inútiles y sus vidas sean como una sombra, siguen teniendo un alma. A los ojos de Dios, todas las almas son preciadas. «Porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza» (Isaías 49:5). Yo sé que no soy especial a los ojos de los demás, o que soy incluso menos especial. Pero Dios me ve como una persona gloriosa.
Sin embargo, si no conocemos la razón por la que Dios ha creado en todos nosotros un alma que ama tanto, seremos destruidos por ser como animales. Debemos esforzarnos por encontrar a Dios entre nuestras vidas ocupadas sin falta al darnos cuenta de esta verdad.
Es igual en nuestras vidas de fe. Incluso después de haber nacido de nuevo debemos seguir conociendo el amor de Dios. Esto se debe a que nuestra fe no es una fe religiosa vacía y absurda creada por la gente. El Dios en el que creemos es el verdadero Dios vivo y eterno. Es cierto que nos creó del polvo de la tierra y que nos dio el aliento de la vida e incluso ahora está a nuestro lado y cuida de nosotros. Por este motivo debemos vivir una vida de fe real en vez de creer ciegamente en una religión.
A veces, cuando estamos ocupados con nuestros asuntos y nos concentramos únicamente en una cosa, nuestros corazones también están fijados en esa cosa y podemos olvidarnos de que Dios está en nuestras vidas, que está vivo, y que tenemos que responder ante Dios. Cuando esto ocurre, empezamos a vivir una vida de fe templada como si no hubiésemos recibido el amor de Dios, quien nos avisó que esto podría ocurrir. En el Libro del Apocalipsis 3, 16 dice lo siguiente: «Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». Por tanto, mientras vivimos nuestra fe debemos sentir el amor de Dios y debemos escuchar ese amor a través de Su Palabra. Y cuando meditamos sobre ese tipo de amor que Dios nos da todos los días, no podemos vivir una vida de fe tibia.
 
 

Nuestra vida de fe es real

 
Ahora estamos adorando a Dios. Estamos viviendo y trabajando para Dios. Estamos sirviendo a Dios y predicando el Evangelio ante Dios. Este no es solo un argumento falso sino un hecho real. Deben darse cuenta de esto.
Cuando nos presentamos ante Dios y nos vemos tal y como somos, solemos pensar en lo que estamos haciendo ante Dios y en qué tipo de gracia y amor hemos sido vestidos por Dios. Esto significa que debemos pensar en qué tipo de amor y gracia vivimos. Entonces debemos darnos cuenta de que ahora mismo tenemos que responder ante Dios porque nos ha dado gracia y paz. Si reflexionamos sobre nuestras vidas, podemos reconocer que Dios nos ama. Cuando pensamos en nuestro pasado de vez en cuando y recordamos cuando éramos pecadores porque no habíamos conocido al Señor, podemos ver cuánto nos ama Dios y cómo nos ha guiado a lo largo de nuestras vidas. Y así nos damos cuenta de que somos seres gloriosos antes Dios y de que Dios nos ama.
A menudo nos olvidamos de que debemos responder ante Dios. Las palabras griegas ‘coram deo’ significan ante la cara de Dios y esto quiere decir que recibimos nuestra salvación y vivimos por fe ante Dios. Pero a pesar de esto nos olvidamos de esto a menudo. Los discípulos de Jesús también entendieron que Dios les amaba. Por eso vivieron para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo conocido al convertirse en siervos de Dios después de que Jesús ascendiese a los Cielos. Después de vivir así los discípulos ascendieron al Reino de los Cielos antes que nosotros y ahora mismo viven en el Cielo con el Señor.
Después de completar la obra de redimir los pecados de la humanidad al recibir el bautismo de Juan el Bautista en el río Jordán, Jesús fue crucificado. Pero antes de morir Jesús les dijo a Sus discípulos que resucitaría en tres días, y ellos solo tenían que esperar con fe la resurrección. Pero aunque Sus discípulos habían oído acerca de la resurrección muchas veces con estas palabras: «Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos» (Juan 20:9), no pudieron entender el verdadero significado de las mismas. Y como está escrito en Marcos 16, cuando María Magdalena les contó a los discípulos que el Señor había resucitado, los discípulos no la creyeron al principio. Solo creyeron después de ver al Jesús resucitado, y Tomás solo pudo creer cuando Jesús le mostró las marcas de las lanzas en el costado y las manos. Entonces Jesús dijo: «Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron» (Juan 20:29).
Estas son las Palabras de Jesús. Aunque no podemos conocer personalmente a Jesús ahora mismo, creemos en Su existencia. Conocemos a Jesús a través de la Biblia, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y vivimos con la esperanza del Cielo, donde le conoceremos cara a cara. Es muy fácil creer en las cosas que podemos ver y tocar, pero es difícil creer en cosas que no podemos ver. Y por eso Jesús dijo que estamos más bendecidos que los que solo creen si ven a Jesús con sus propios ojos. Jesús nos está dando bendiciones infinitas a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al tomar los pecados del mundo cuando fue bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre antes de morir en la Cruz, Jesús nos ha dado un gran amor.
 
 
Los discípulos de Jesús vieron a Jesús una vez más
 
El pasaje de las Escrituras de hoy nos habla de la ocasión en que Jesús se apareció a siete de los discípulos, incluyendo Pedro, en el mar de Tiberias. La Biblia dice que nuestros cuerpos serán convertidos en cuerpos espirituales cuando Jesucristo regrese. Podemos imaginarnos, pensando en la vez que Jesús se apareció resucitado a Sus discípulos, cómo serán nuestros cuerpos después de resucitar. Como podemos cuando Tomás vio y tocó a Jesús, el cuerpo resucitado consistirá de carne y huesos y podrá verse y tocarse. Cuando Jesús se les apareció a los discípulos en el mar de Tiberias, comió con ellos, y en Su cuerpo tenía las cicatrices de la crucifixión. Así que podremos ver un cuerpo resucitado que no será diferente al nuestro en apariencia. Sin embargo, como los discípulos no reconocieron a Jesús en ocasiones después de resucitar y como Jesús podía traspasar paredes y puertas, podemos inferir que nuestros cuerpos serán espirituales y diferentes en algunos aspectos a los cuerpos que tenemos ahora.
El cuerpo y el alma resucitan para vivir eternamente. Para los que han nacido de nuevo al recibir la remisión de los pecados porque creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, esta resurrección es motivo de gozo porque vivirán eternamente con Jesús en el Cielo. Este gozo no puede compararse con nada más en este mundo.
A los que nos hemos convertido en justos como Jesús nos espera esta resurrección. Pero la resurrección de los pecadores es diferente. Para los que no han nacido de nuevo la resurrección es horrible. Como he mencionado anteriormente, la resurrección de los justos es maravillosa porque les permite vivir para siempre con el Señor en el Paraíso, pero para los pecadores la resurrección es algo temible porque sus cuerpos y sus almas serán arrojados al fuego del infierno que nunca se extingue. ¿En qué resurrección participarán ustedes? ¿En la resurrección de los justos o en la de los pecadores?
Los discípulos trabajaron toda la noche para pescar algo, pero no pescaron nada. Pero entonces Jesús se les apareció al amanecer y les dijo que arrojaran la red en la otra parte de la barca y entonces pescaron 153 peces grandes. Seguramente les resulte familiar esta escena. Tienen razón. Cuando Pedro y sus compañeros pescadores, Jacob y Juan, conocieron a Jesús por primera vez, algo similar ocurrió. Y ese día, aunque trabajaron toda la noche para pescar y no pudieron pescar nada, con unas pocas palabras pudieron pescar una gran cantidad de peces. Pedro dijo: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red» (Lucas 5:5) cuando Jesús les dijo que arrojaran la red en la otra parte de la barca. La salvación es algo que los seres humanos no pueden conseguir con sus esfuerzos solamente, pero que puede recibirse con una sola Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Por eso debemos vivir confiando en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, en vez de confiar en nuestros esfuerzos o pensamientos. Al hacer esto los nacidos de nuevo podemos pescar muchos peces.
 
 
Jesús se apareció por tercera vez y cuestionó a Pedro
 
El Evangelio de Juan 21 nos muestra la resurrección de Jesús y la conversación que tuvo con Pedro. Esta escena no aparece en ningún otro Evangelio, y por tanto podemos decir que este capítulo es muy importante. El contenido de la conversación consistió en un interrogatorio de Jesús a Pedro, quien le había negado tres veces, y después Jesús le encargó una misión que debía llevar a acabo mientras seguía al Señor.
Pedro era el más apasionado de todos los discípulos. Siempre era el primero en hacer la obra del Señor y siempre decía que no abandonaría a Jesús. Pero vemos que Pedro, que había estado demasiado confiado, estaba más preocupado por su propio bien. Y como Jesús profetizó, agonizó después de haberse dado cuenta de que había negado tres veces a Jesús: «Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba» (Marcos 14:72). Negó al Señor treces veces, aunque prometió que nunca le negaría, y por eso sus remordimientos debieron ser insoportables.
Jesús se le apareció a Pedro. Si Jesús hubiese sido una persona corriente se habría enojado y habría dicho: «¿Por qué me traicionaste?» y le habría cogido del cuello. Pero Jesús no lo hizo, sino que le dijo: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?». Confirmó que había mucho amor por el Señor en el corazón de Pedro. Entonces Pedro contestó: «Sí, Señor, sabes que te amo». Esta afirmación quería decir: «¿Cómo voy a decir delante de Ti que no te amo si Tú me has amado tanto?». El Señor le contestó: «Apacienta mis ovejas», y entonces le puso a cargo de Sus ovejas.
Y entonces preguntó una vez más: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?». Entonces Pedro le contestó con la misma respuesta. Jesús le encargó Sus ovejas a Pedro diciendo: «Apacienta mis ovejas». Y entonces volvió a preguntar: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?».
Está escrito en la Biblia que Pedro estaba triste porque Jesús le preguntó de nuevo aunque pensaba que ya no se lo preguntaría más. El corazón de Pedro debió sentirse muy pesado, de la misma manera en que cualquier persona que ha hecho algo malo y se siente mal por ello no sabe qué hacer cuando la otra persona le trata bien en vez de mostrarle resentimiento. Quizás le hubiera gustado más que Jesús hubiese estado enojado y le hubiese pegado. Por eso Pedro le contestó con gran sentimiento: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo».
Así que cuando Jesús le encargó una misión diciendo: «Apacienta mis ovejas», entabló una relación espiritual íntima con él. Pedro no tuvo más remedio que contestar de la misma manera en cada pregunta. Pedro había meditado sobre el hecho de que Jesús había eliminado sus pecados con Su bautismo y derramamiento de sangre, que constituye la gran Verdad de salvación. Después de esto Pedro predicó la justicia de Jesús en vez de su propia justicia. Y después de haber predicado el Evangelio del agua y el Espíritu, fue martirizado como Jesús lo había profetizado, y así ascendió al seno del Señor.
Al cuestionar a Pedro, quien le había negado tres veces, Jesús confirmó Su amor por Pedro. Antes Pedro había seguido a Jesús solo por su propio fervor, pero después de experimentar este gran amor de Jesús de manera personal, con la fuerza de este amor pudo predicar el Evangelio e incluso ser martirizado. Nosotros nos hemos dado cuenta del amor de Jesús a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto no tenemos más remedio que dar testimonio de Jesús hasta que muramos con la fuerza del Evangelio del agua y el Espíritu. Las preguntas que Jesús le hizo a Pedro son las mismas preguntas que nos hace a nosotros.
 
 
Dios nos ha dado la misma confesión que Pedro
 
Pedro confesó: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo». Nos ha dado esta confesión por el Evangelio del agua y el Espíritu. Nos hemos convertido en las personas que no pueden evitar amar al Señor, no porque le hayamos amado primero, sino porque Él nos amó primero por el agua y la sangre y nos ha mostrado ese amor personalmente. Por tanto nosotros amamos al Señor más que las demás personas del mundo. Esto se debe a que el Señor nos amó primero por el Evangelio del agua y el Espíritu. Como el Señor nos ha dado amor, nos hemos convertido en personas que aman al Señor más que a nada y nadie en el mundo.
Queridos hermanos, nuestro Señor nos ha convertido en personas que saben cuál es el verdadero Evangelio; y nos ha dado Su amor. Creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y amamos al Señor más que a nada en el mundo. Nadie en este mundo merece nuestro amor más que el Señor. ¿No es cierto? Sí, aunque hay muchas personas en este mundo, nadie merece nuestro amor más que el Señor porque nos ha vestido con el amor de Dios por el Evangelio del agua y el Espíritu. A veces amamos el mundo y a las personas que tenemos cerca, pero volvemos a la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu porque el Señor nos amó primero.
Como Pedro confesó: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo», cuando Jesús le preguntó: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?», nosotros también hacemos esta confesión ante Dios. Y le damos gracias a Jesús por habernos amado después de haber sido bautizado por Juan el Bautista y haber muerto en la Cruz. Su amor por nosotros sigue estando en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es una salvación y un amor que nunca terminan.
Los seres humanos son egoístas. La gente solo ama si es amada. La gente no ama solo porque se le obligue a amar. La gente ama porque le gusta amar.
Pero nosotros amamos a Dios. No le amamos por obligación. Y no le amamos porque nos lo haya pedido. Amamos a Dios porque nos ha amado primero mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Si Dios no nos hubiese amado por el Evangelio del agua y el Espíritu, no le habríamos amado. Aunque queramos amarle, no podemos hacerlo por culpa de los pecados que hay en nuestros corazones. ¿Es cierto o no? Es cierto.
Jesús les dio la salvación a Pedro y a los demás discípulos a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Al recibir Su bautismo de Juan el Bautista y al llevar la Cruz a Sus espaldas, Jesús pagó el precio de la muerte, que es el precio de los pecados, incluyendo los pecados de Pedro que negó a Jesús diciendo que no lo conocía. Así que los discípulos de Jesús pudieron amarle. La confesión de Pedro: «Sí, sabes que te amo más que estos», debe ser nuestra confesión. Debemos entender esto y amar al Señor. Y debemos vivir nuestras vidas cumpliendo la misión que el Señor nos dio.
Cuando Dios creó a la humanidad al principio, nos creó con amor. Nos creó para amarnos durante toda la eternidad, y a través de Jesucristo dio testimonio de este amor personalmente. Hemos recibido la remisión de los pecados al darnos cuenta de su amor mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, hemos recibido la remisión de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cómo no vamos a amar a Jesús? Si el Señor no nos hubiese salvado por el Evangelio del agua y el Espíritu y no hubiese borrado nuestros pecados, ¿podríamos amar al Señor? No podríamos amar al Señor. Como Dios nos amó primero, podemos amar al Señor más que el resto del mundo.
 
 
Amamos al Señor porque Él nos amó primero
 
No podemos evitar al Señor porque nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu. Como el Señor ha borrado todos nuestros pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu para siempre, no podemos evitar amar al Señor. Por tanto, podemos confesar: «Señor, sabes que te amo». Nuestros corazones están llenos de este amor de salvación que Dios nos ha dado, y con este amor nosotros amamos al Señor diciendo: «Señor, te amo más que estas personas».
Podemos amar al Señor porque nos ha dado Su amor infinito. Hemos recibido el amor del Señor. Hemos podido recibir este amor porque Dios nos ha dado este amor de misericordia primero. Ahora mismo estamos viviendo nuestras vidas con la fuerza del amor por el que nos dio la remisión de los pecados. Si el Señor no nos amase, no podríamos seguir viviendo.
Dios dijo que el hombre no vive solo de pan, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. La Palabra de Dios es la Palabra que sale de la boca de Dios, quien dijo: «Os he dado la vida eterna, y he puesto mi amor en vuestros corazones». Como Dios nos dio Su amor en nuestros corazones, hemos podido recibirlo y podemos vivir por fe a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 
Tenemos el amor de Dios
 
Si no conocemos el amor de Dios que nos llegó por el Evangelio del agua y el Espíritu, no tendremos fuerzas para seguir viviendo. Dios nos salvó de todos nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, y además nos ama. Y cuando entendemos esto podemos empezar a sentir el amor de Dios en nuestros corazones. Cuando apreciamos la gracia de Dios que tenemos en nuestros corazones, podemos vivir en este mundo por la fuerza de este amor. Por eso podemos vivir por la fuerza del amor de Dios. No vivimos por ningún otro tipo de fuerza.
En el campo hay flores que crecen sin que nadie las cuide. Esto es posible porque Dios envía la lluvia en cada estación y hace que crezcan con la temperatura y la luz solar adecuadas. Dios cuida de estas flores con Sus manos. Si hace esto por las flores, ¿cuánto más lo hará por los seres humanos? Dios nos lo da todo en abundancia, y no esconde nada. Cuando residimos en el amor de Dios recibimos la buena lluvia de la gracia de Dios, crecemos con salud y fe, y damos muchos frutos de fe. Dios nos ha dado Su amor verdadero para que vivamos por fe. Y así podemos confesar la misma fe que la de Pedro. Podemos decir: «Hay alguien a quien amo más que nadie. Es el Señor. Como me dio amor mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, no puedo evitar amarle».
El Señor lo sabe todo sobre nosotros. Incluso antes de que Pedro admitiese su amor por el Señor, Jesús ya sabía que Pedro le amaba. Como el Señor me ama así, sabe que Su amor está en mi corazón y que no puedo evitar amar al Señor más que a nadie. Nadie más lo sabe, pero el Señor lo sabe. ¿Acaso no me amó el Señor aunque sabía todos los pecados que cometería en el futuro? ¿Acaso no me dio Su amor? Sé que el Señor me ama hasta el final; el Señor me ha amado hasta ahora y seguirá amándome en el futuro. Por tanto, no puedo abandonar mi amor por el Señor. Yo también amo al Señor. Y el Señor sabe que le amo.
Jesús conocía perfectamente a Pedro. Sabía que Pedro le amaba. Aunque Sus discípulos estaban pescando en ese momento, Jesús sabía que Sus discípulos le amaban. Pedro y los demás discípulos sabían que Jesús había ido a verlos porque les amaba. Como el Señor amaba a Sus discípulos, fue a verlos cuando estaban temblando de miedo encerrados en una casa, y cuando estaban intentando convencer a Tomás. Aunque los discípulos habían perdido la esperanza como si nunca hubiesen experimentado Su amor, y aunque se fueron a pescar porque necesitaban comida, vestidos y un techo bajo el que dormir, y aunque estaban actuando como personas del mundo, el Señor les amó hasta el final. Los demás discípulos los sabían:
«Sabes que te amo más que estos».
«Apacienta Mis ovejas».
Jesús les confió los corderos de Dios a los que Jesús ama más que a nadie, conocen el amor de Jesús y han recibido este amor a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Esto significa que Jesús nos confía Su obra a los que amamos a Jesús más que nada en el mundo. Por eso Pedro dijo: «Sí, Señor, sabes que te amo». Jesús le respondió tres veces: «Apacienta Mis ovejas. Alimenta a Mis ovejas. Guíalas». Pedro sabía que Dios vino a verle porque le amaba. Sabía que no había ninguna razón por la que Jesús hubiera ido a verles si no les amase. Sabía que el Señor les amaba y por eso fue a verles de nuevo. Por esta razón Pedro creyó en Él.
 
 
Dios ama a todos los que han recibido la remisión de los pecados
 
Dios nos da Su amor a todos los seres humanos. Dios sigue dando Su amor sin cesar. Como Dios nos ama, nos ha dado la vida eterna y el amor que nos permite ser salvados de la destrucción eterna. Como está escrito en Salmos: «Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?» (Salmos 8:4), Dios nos da su amor y por eso no podemos evitar estar agradecidos.
Jesús también nos ha dado el amor de Dios. E incluso ahora sigue dándonos Su amor. Nunca nos abandonará. Por muy débiles que seamos, nunca nos dejará. En el momento en que nuestro Señor estaba siendo bautizado por Juan el Bautista tomó sobre Sí mismo nuestras trasgresiones. Y después de haber recibido todos nuestros pecados y trasgresiones, nuestro Señor nos ha salvado completamente de nuestros pecados al ser crucificado. Algunas personas mueren por accidente cuando intentan salvar a otras personas, pero es muy difícil encontrar personas dispuestas a morir por otras, ya que morir por otra persona no es fácil. Pero nuestro Jesús nos amó por el Evangelio del agua y el Espíritu. En vez de resentirnos, cargó con todos nuestros pecados a Sus espaldas cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y voluntariamente sufrió un dolor extremo en Su carne y piel cuando fue azotado y clavado a la Cruz con clavos afilados. No hay amor en este mundo que pueda compararse con el amor de Jesús.
Dios nos dio el verdadero amor de salvación. Hemos recibido el amor verdadero y genuino de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ama y como hemos recibido Su amor incondicional podemos amar a Dios. Esta es la relación que tenemos con Dios. Esta relación está basada en el amor y nuestra fe permite que tengamos esta relación con un amor perfecto. Por tanto, no podemos perder ni abandonar el amor de Dios. Aunque podemos ser derrotados por nuestro egoísmo a veces, nos hemos convertido en personas que pueden confesar: «Amamos al Señor más que nada en este mundo». Esto es posible gracias a que el Señor nos dio Su amor de salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Estamos haciendo la obra del Señor porque el Señor nos confió Su obra. Y alimentar a las ovejas del Señor mientras le seguimos es el amor que el Señor nos dio.
Queridos hermanos, debemos darnos cuenta del amor que Dios nos ha dado. Desde el momento en que Dios creó la humanidad formó al hombre del polvo de la tierra con sinceridad para vivir con nosotros para siempre. Esto significa que nos creó como objetos de Su amor. Desde el momento en que Dios creó al hombre del polvo de la tierra y le dio el aliento de la vida en la nariz, tenía el plan de darnos Su amor.
Dios bajó a este mundo en la forma de un ser humano para salvarnos porque no teníamos más remedio que pecar por nuestras debilidades e ir al infierno por nuestros pecados. Sabía muy bien que no podríamos eliminar esos pecados por nuestra cuenta. Jesucristo fue quien vino para eliminar nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Como nuestro Salvador, Jesús vino y eliminó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, pagó el precio de todos los pecados en la Cruz y nos libró de ellos. Así Dios eliminó todos nuestros pecados con Su gran amor y nos dio la vida eterna. Nos hizo objetos de Su amor. Creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y pertenecemos a Cristo (Romanos 1:6). Los que están vestidos con el amor de Dios se convierten en uno con Cristo, después de haber recibido la gracia de Dios.
Dios nos mostró Su amor a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos limpió a los que pertenecemos a Cristo al salvarnos, a los que no podemos evitar pecar por culpa de nuestras debilidades, a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en hijos de Dios revestidos de su amor. Hemos nacido de nuevo y pertenecemos a Dios. Solo los que creen en el amor de Dios pueden convertirse en el pueblo de Dios. Queridos hermanos, a través del amor de Dios nos hemos convertido en uno con Cristo. Como Dios nos ha dado tanto amor, ahora podemos vivir una vida de fe con este amor.
 
 
Le damos gracias al Dios de la Verdad
 
Más que nada en este mundo, debemos estar agradecido porque Dios nos ama. De la misma manera en que Dios fue a ver a Sus discípulos porque les amaba, interviene en nuestras vidas porque nos ama aún más. Aunque somos débiles el Señor viene y nos pregunta: «¿Me amas más que estos?». Nos dice repetidamente que nos ama a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, debemos dar gracias al Señor.
Queridos hermanos, contestemos la pregunta del Señor.
Jesús ahora mismo nos está preguntando: «¿Me amas más que estos?».
«Sabes que te amo, Señor. ¿No me has amado Tú? No puedo evitar amarte, Señor».
 «Apaciente mis ovejas».
Contestemos lo mismo a la pregunta: «¿Me amas más que estos?».
«Señor, sabes que te amo».
Después de negar a Jesús, Pedro se arrepintió y se convirtió en el líder de los discípulos. Entonces dio testimonio a la gente de la salvación, la gracia y el amor de Dios mediante el Evangelio del agua y el Espíritu (1 Pedro 3:21). De la misma manera en que Pedro se presentó ante Dios después de haber vivido como un buen siervo ante Dios, debemos hacer lo mismo. Debemos confesar con confianza nuestra fe diciendo: «Sí, Señor, sabes que te amo más que estos» y debemos predicar el amor del Señor por todas partes. Como tenemos el Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros corazones, tenemos un corazón que ama al Señor, nuestro Salvador, más que a nada o nadie. Le doy gracias al Señor por darnos este amor.
Damos gracias a Dios. Estoy muy agradecido y contento por el amor que nos ha dado. No nos damos cuenta de lo débiles que somos. Somos tan débiles que no podemos evitar caernos a menudo. Sin embargo, como este amor de Dios que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos estar firme, y con el poder del amor de Dios podemos vencer y seguir viviendo. Estoy agradecido a Dios porque puedo seguir al Señor mediante el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios.
¡Aleluya! Te amo, Señor.