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Sermones

Tema 21: Evangelio de Marcos

[Capítulo 15-2] ¿Creen que Jesucristo es el verdadero Dios? (Marcos 15, 16-41)

¿Creen que Jesucristo es el verdadero Dios?(Marcos 15, 16-41)
«Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la compañía. Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle. Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz. Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó. Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. Era la hora tercera cuando le crucificaron. Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos. Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban. Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías. Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén».
 
 

¿Creen que Jesucristo es Dios?

 
¡Saludos a todos! Me gustaría compartir una buena noticia antes de mi sermón. He oído que el número de almas que han recibido la salvación a través de nuestros libros espirituales está aumentando en el extranjero. Dios hizo esta promesa a Abraham: «Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos» (Génesis 22, 16-17). Sé que esta promesa se está cumpliendo para nosotros. 
No estoy seguro de cuántos habitantes tenía el mundo en tiempos de Abraham, pero lo cierto es que serían muchos menos que hoy en día. Antes del Diluvio la gente solía vivir mucho más tiempo, pero a medida que pasó el tiempo la gente empezó a morir más joven a causa de enfermedades. Por ejemplo, los grandes reyes como los faraones y los héroes de guerra como Alejandro Magno con salud y condiciones físicas excelentes, murieron jóvenes. En aquel entonces no había suficientes personas para cumplir la promesa aunque todas recibiesen la remisión de los pecados. Hoy en día podemos ver la promesa de Dios con Abraham de que sus descendientes serían tantos como las estrellas del cielo. 
En el Libro del Apocalipsis se profetiza que una gran multitud que nadie podrá contar aparecerá vestida con túnicas blancas para alabar al Cordero (Apocalipsis 7, 9). Estas personas simbolizan a los que han recibido la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. En realidad esta gran multitud de personas está recibiendo la remisión de los pecados ahora. Le doy gracias a Dios porque hay tantas personas que están recibiendo la remisión de los pecados y porque la obra de salvación se está llevando a cabo. Creo que esto seguirá ocurriendo por todo el mundo. También sé que esta gran obra de Dios se llevará a cabo como en la Iglesia Primitiva. 
 
 

Estamos recibiendo buenas noticias desde todos los rincones del mundo

 
En la actualidad el número de visitantes de nuestra página Web ha llegado a los cinco mil y parece que el número seguirá aumentando hasta diez mil, cincuenta mil e incluso cien mil al día. ¿Parece imposible? Será verdad si tienen fe. Me pregunto si saben quién era Hitler. Era un megalomaniaco. Hay muchas personas que tienen estas enfermedades mentales. ¿Creen que predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo es megalomanía? No lo es. Lo que hacemos es por fe y no megalomanía. Trabajamos por el Evangelio del agua y el Espíritu por fe y obedecemos la Palabra al creer en las promesas de Dios. El Señor dijo que muchas personas recibirán la remisión de los pecados en el fin de los tiempos. Si los que trabajamos por la voluntad de Dios somos considerados megalomaniacos, entonces somos los peores megalomaniacos de todos, ya que Él nos ordenó que predicásemos este Evangelio. Pase lo que pase, seguiremos haciendo todo lo que podamos para predicar el Evangelio, creyendo en su Palabra de todo corazón. Creo que Dios estará con nosotros en este ministerio. 
Ahora vamos a leer el pasaje de las Escrituras de hoy. En este pasaje, los soldados romanos llevaron a Jesús al Pretorio, lo vistieron de púrpura y le pusieron una corona de espinos en la cabeza. Mientras los soldados se preparaban para crucificar a Jesús, se burlaban de Él diciendo: «Salve, Rey de los judíos». Entonces le pegaron en la cabeza con una vara y le escupieron y le adoraron hincando la rodilla. Y cuando terminaron de burlarse de Él, le quitaron las vestiduras, le pusieron su túnica, y lo llevaron a crucificar (Marcos 15, 18-20). 
 
 

En realidad pensamos en el dolor de Jesús cada vez que escuchamos la historia de la Cruz

 
Solemos pensar: «¿Cuánto sufrió en la Cruz?». A veces nos sentimos incómodos comiendo cuando pensamos en Jesús crucificado y por eso no podemos digerir la comida. Otras veces nos sentimos reconfortados por la Cruz cuando sentimos dolor. Estos sentimientos de empatía y de agradecimiento vienen y van. 
Sin embargo, debemos pensar en esto. ¿Creen que Jesús apreciaría cómo nos sentimos? ¿Creen que Jesús se sentiría complacido con el hecho de que sentimos su dolor y nos deprimimos cuando pensamos en su dolor? ¿Nos daría las gracias por sentirnos mejor cuando sufrimos si pensamos que nuestro dolor no es comparable con el dolor que Jesús sufrió en la Cruz? Por supuesto, cuando leemos acerca de la Pasión, experimentamos muchos tipos de dolor y tristeza que vienen y van. Quiero que dejen de lado esos sentimientos ahora para poder compartir el pasaje de las Escrituras de hoy con ustedes. 
Jesús fue entregado a los soldados romanos, fue desnudado y vestido con una túnica púrpura. Dios Padre preparó a Jesús para esta crucifixión. Entonces le gritaron: «¿No decías ser el Rey de los judíos? Entonces te has rebelado contra el César». Estaban acusando a Jesús falsamente de rebelión y lo sentenciaron a muerte. Para sentenciarlo a muerte tenían que buscar un crimen específico; y este crimen era llamarse el Rey de los judíos, que era rebelión contra el Imperio Romano desde el punto de vista de los soldados romanos. 
Queridos hermanos, aquí hay algo muy importante. Cuando imaginamos el sufrimiento de Jesús antes de su crucifixión, tenemos que especular. ¿Qué cosas sufrió? Antes de ser crucificado, se burlaron de Él, le mostraron odio, le vistieron con una túnica púrpura, le abofetearon, le escupieron, le pusieron una corona de espinos, y le pegaron en la cabeza con una vara. El color púrpura es el color de los reyes. Los soldados romanos se burlaron de Jesús con la corona de espinos y le llamaron Rey de los judíos. Está escrito: «Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias». «¿De verdad eres el Rey de los judíos? ¿Eres el verdadero rey de tu pueblo? ¿Por qué no tienes poder si eres rey?». La gente odiaba a Jesús y se burlaba de Él. Después de burlarse de Él todo lo que quisieron, lo llevaron a la Cruz. 
Mientras escuchan este mensaje sobre la Pasión, debemos sentirnos agradecidos, pero hay algo que debemos saber por encima de todas las cosas. Debemos saber que Jesús, que fue humillado, es el Hijo de Dios y el Rey de todos los reyes, quien creó el universo. Aunque era el verdadero Dios, soportó todo tipo de insultos para salvar a su pueblo. Debemos recordar que Jesús es el verdadero Dios y debemos meditar acerca del sufrimiento de Jesús en la Cruz. 
Jesús probó con su Palabra, que es el Hijo de Dios y Dios mismo. En Juan 8, dijo a la mujer que fue sorprendida cometiendo adulterio: «Yo tampoco te condeno». También le dijo a la multitud que estaba a punto de lapidarla: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra» (Juan 8, 7). También dijo: «Yo soy la luz del mundo. El que Me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8, 12). 
Cuando los fariseos le dijeron: «Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy» (Juan 8, 14). «Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre» (Juan 8, 16). ¿Qué más dijo? «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo» (Juan 8, 23). «Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada» (Juan 8, 28-29). También dijo: «Yo nací de arriba, pero vosotros nacisteis de abajo. Sois esclavos del pecado, pero Yo soy el Hijo de Dios. Yo creé el universo. Antes de Abraham, YO SOY» (Juan 8, 58). 
 
 

Sí, Jesús declaró ser Dios

 
En Juan 9 Jesús curó a un hombre ciego en sábado. Entonces los fariseos le insultaron diciendo: «Este Hombre no es de Dios porque no cumple el sábado». Pero el Señor dijo que es el dueño del sábado y el mismo Dios, quien nos dio el sábado. Y en Juan 10 se llamó a si mismo la puerta de las ovejas y el Pastor. Él dijo que es Dios y nuestro Pastor y Salvador de todos. «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Juan 10, 11). Dio testimonio con estas palabras de que es el verdadero Dios que nos creó y vino a este mundo para salvarnos de todos nuestros pecados. 
El Señor nos enseña a orar. ¿A quién dijo Jesús que debemos orar? Nos dijo que debemos orarle a Él. Dijo: «Si pedís cualquier cosa en mi nombre, lo haré» (Juan 14, 14). Nosotros sabíamos cómo orar a Dios, pero no a Jesús. El Señor prometió que si oramos en su nombre, lo cumplirá por nosotros. Si alguien les dijese esto, lo considerarían un megalomaniaco. Sin embargo, Jesús es Dios, quien vino al mundo encarnado en un hombre durante un período de tiempo para salvarnos de nuestros pecados, así que orar a Jesús es lo mismo que orar a Dios. Nuestro Señor Jesús es el Dios todopoderoso que escucha y contesta nuestras oraciones. 
 
 

Llamamos Maestro a Jesús

 
Jesús es nuestro Maestro. Él es nuestro Maestro que nos creó y nos salvó de todos nuestros pecados. Se convirtió en nuestro Pastor mediante el Evangelio del agua y el Espíritu y nos dio la vida eterna. El Señor nos recompensa cuando hacemos el bien; nacimos en este mundo por el Señor, recibimos la remisión de los pecados por Él, y hemos recibido la salvación perfecta a través de Él. 
Como nuestro Señor es Dios tomó los pecados de toda la humanidad sobre Sí mismo y tuvo que morir en la Cruz. Morir y resucitar para salvarnos es todo lo que tuvo que hacer. Desafortunadamente, no le prestamos mucha atención a esta verdad, sino que nos sentimos tristes por Jesús solamente por la crucifixión. Es más importante saber quién es Jesús y confiar en Él. Lo que el Señor quiere no es empatía, sino respuestas exactas a las siguientes preguntas y fe: «Por vosotros he sido bautizado, he cargado con los pecados del mundo, he muerto en la Cruz y me he levantado de entre los muertos. ¿Quién creéis que soy? ¿Creéis que soy Dios? ¿Me reconocéis como el Creador del universo y el Rey de reyes?». 
Cuando nuestro Señor estaba siendo crucificado, no pidió que le reconociesen lo que estaba haciendo. Pero dijo muchas otras cosas antes de ser crucificado. El Señor nos dijo esto: «Yo estoy con el Padre, aunque doy testimonio de mi mismo, mi testimonio es cierto, mi padre está conmigo, y hago lo que Él me pide. También tengo poder para juzgar. He venido a juzgar este mundo. Por supuesto, no he venido a juzgar al mundo pero a salvarlo. Pero tengo que juzgar a los ciegos espirituales. He venido a darle la salvación a los que creen en mi y a juzgar a los que no reconocen que soy el Salvador y Dios». 
Lo que el Señor quiere de nosotros es que creamos que Jesús es nuestro Salvador y nuestro Dios. Quiere que creamos en Él y le demos gracias como nuestro Maestro, que siempre nos ama, nos protege y nos guía. No quiso que sintiésemos empatía por su crucifixión. Quiso que nos diésemos cuenta de que sufrió por nosotros, murió y se levantó de entre los muertos para salvarnos. Él es Dios, que quiere que reconozcamos que es Dios y que cargó con nuestros pecados a través de su bautismo. 
El Señor derramó su sangre en la Cruz y dijo: «Tengo sed» (Juan 19, 28). Mientras pensamos en esto no podemos evitar sentir empatía humana, pensando: «¡Qué dolor tan grande sufrió Jesús!». Pero presten atención a lo que dijo después: «¡Está terminado!». Dijo que había completado nuestra salvación. Nuestro Señor tomó todos nuestros pecados a través de su bautismo, así que tuvo que pagar el precio de los pecados. Por eso llevó la Cruz a cuestas y tuvo que morir en ella. Era parte de su plan para salvarnos completamente a través de su muerte y resurrección. Nunca quiso que sintiésemos empatía por Él. Quiere que nos demos cuenta de esto a través de la crucifixión. 
 
 

El Señor quiere que entendamos esta Verdad

 
La Verdad es que el Señor es Dios y nuestro Salvador que recibió el bautismo y recibió el castigo para salvarnos entregándose en la Cruz por esta razón. Como es Dios, sufrió todo este dolor y humillación para liberarnos de los pecados. Está escrito: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53, 5). El Señor lo hizo por nosotros. Debemos saber que Jesucristo vino a este mundo, fue bautizado, se entregó como sacrificio en la Cruz y a través de todo esto nos libró del dolor y la condena, y por eso debemos darle gracias a Jesús por lo que ha hecho por nosotros. 
Les estoy diciendo de nuevo que el Señor no quiere empatía. Lo que quiere de nosotros es que sepamos que es el Hijo de Dios y el Creador Dios que creó el universo y todo lo que hay en él. Debemos reconocer que este Dios hizo estas cosas para salvarnos de los pecados. Se sentiría defraudado si nos centrásemos solamente en la crucifixión y no reconociésemos que es el Salvador. Si un mendigo va a un rico y le dice: «Debes sentirte mal por tener que pagar tantos impuestos este año» entonces el hombre rico se puede sentir ofendido. No hace mucho el Departamento de Justicia de los EE.UU. impuso una multa antimonopolio de 300 millones de dólares a Samsung en Corea. Fue la segunda mayor multa antimonopolio de la historia. Cuando escuchamos la noticia estábamos preocupados, pero ¿pueden averiguar qué dijo la empresa? «Son solo 300 millones. Los tenemos preparados. Sabíamos que iba a pasar así que estábamos preparados». Si visitan al presidente de Samsung para mostrarle su preocupación, les dirá que se metan en sus asuntos. 
Hermanos y hermanas, si solo hablamos de su crucifixión con empatía, el Señor nos reprenderá diciendo: «Tuve que hacer esto para salvaros. Os pido que sepáis quién soy y que creáis en Mí. Y quiero que recibáis la remisión de los pecados y la vida eterna». El Jesús crucificado es Dios, quien vino al mundo temporalmente para cargar con todos nuestros pecados, ser bautizado por Juan el Bautista, sufrir todo tipo de humillaciones e insultos antes de ser bautizado y morir en la Cruz. Esta es la Verdad por la que hemos sido salvados. Si no entendemos esta Verdad y no creemos en lo que ocurrió, el Señor dirá: «Habéis leído la Biblia y habéis creído en mi en vano». 
Nosotros no somos los que tenemos empatía. Somos los que hemos recibido su favor. ¿Quién piensan que es Jesús y cómo confían en Él? ¿Saben que Jesús es el Creador del universo entero e incluso de lo que no se vé? ¿Creen en esto? Si no tienen esta fe, no son diferentes a los que simplemente simpatizan con Jesús por su crucifixión. Jesús, aunque es Dios Creador, vino al mundo y pasó por un sufrimiento terrible de manos de su propia gente para poder salvarla de sus pecados. Nuestra tarea no es apiadarnos de Él, sino creer en quién es. 
 
 

¿Qué odia más que nada nuestro Señor? 

 
La fe que no cree que Jesús es el Salvador, el Hijo de Dios que es el verdadero Dios igual que el Padre no es la verdadera fe. Cuando ve que la gente no cree, se le parte el corazón. Hay muchas personas así, incluso las había cuando Jesús estuvo en la tierra. Cuando Jesús dijo: «Antes de Abraham, YO SOY», la gente le cuestionó diciendo: «¿Estás de broma? ¿Cómo puedes existir antes que Abraham que vivió hace miles de años?». Persiguieron a Jesús diciendo que estaba poseído por demonios. 
Nuestro Señor también nos dice a todos los cristianos que es Dios una y otra vez. Si no reconocemos que es Dios, no somos mejores que los que perseguían a Jesús en Sus días. Esta fe no es verdadera. Si no pensamos que Jesús es Dios y no sabemos que vino al mundo encarnado en un hombre, que fue bautizado, tomó los pecados del mundo y murió en la Cruz, entonces creemos en Jesús en vano. Solo si conocemos su origen, podemos entender lo que hizo por nosotros. Nuestro Señor hizo todas estas cosas para librarnos del juicio eterno y de la condena y para darnos vida eterna y bendiciones. Debemos saber esto correctamente y creer. 
Si no tienen este conocimiento, deben aprenderlo de nuevo. ¿Cuántas veces les he dicho que Jesús es Dios? Si pudiésemos decir sinceramente: «Pedid cualquier cosa en mi nombre, y os lo daré» seríamos Dios. Sin embargo, ¿pueden decirlo? No podemos decirlo porque no podemos hacerlo. Cualquier persona puede mentir acerca de sus habilidades, pero nadie puede decirlas en voz alta. Aunque lo hagan, pronto se verá que son mentirosos porque no pueden hacer todo lo que les pidamos. 
Está escrito: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra» (Génesis 1,1). «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1, 3). Nada fue creado sin Jesús. Jesús es el Dios verdadero (1 Juan 5, 20). Él no solo es Dios, sino también nuestro Salvador y Pastor. Es el verdadero Dios que nos da la vida eterna y es el Consejero poderoso que puede resolver nuestro problema de los pecados y la condena. Jesús es el verdadero Dios para nosotros. Espero que crean en esto desde lo más profundo de su corazón. 
Con este conocimiento, debemos leer la Biblia, confiar en Jesús y orarle. Esta es la verdadera vida de fe. La fe es confianza plena en Él sabiendo lo que ha hecho por nosotros. Por otro lado, la religión es lo que la gente ha inventado en sus mentes para depender de ello. Es una fantasía creada en sus mentes. La diferencia entre la verdadera fe y la religión es enorme. 
¿Qué dice Buda? «Llegad a ser como Buda. Libraros de las obsesiones mundanas. Sed como dios. Dejad vuestros deseos. Alcanzad la vida eterna por vuestra cuenta. Haced todo lo que podáis». El punto central de esta religión es que hay que hacerlo todo por uno mismo. «¿Se sienten mal por su codicia? Dejen su codicia. ¿Están enterrados en sus pensamientos? Dejen sus pensamientos. ¿Tienen mucha agonía? Dejen su agonía. ¿Quieren dejar su cuerpo físico? Háganlo. ¿Quieren vivir en un lugar mejor y nacer en un lugar mejor? Hagan el bien siempre». Todo lo que dicen es que la gente debe hacer el bien. 
Pero ¿qué dijo Jesús? «Pedid cualquier cosa en mi nombre, y lo haré. Confiad en Mí. Os salvaré de todos vuestros pecados. Soy vuestro Salvador y Pastor». Esto es lo que separa la verdadera fe de la religión. Tenemos que recordar esto. Hermanos y hermanas, ¿creen en el Señor con la verdadera fe? 
Jesús es Dios y el Creador. Jesús significa Salvador y Cristo significa el Rey ungido, es decir el Dios Creador. Jesús no es solo nuestro Salvador, sino también Dios. Jesús nos creó. ¿Saben que Jesús lo creó todo en este mundo? ¿Creen en esto? Debemos saber y creer en esto pase lo que pase. 
Leamos el pasaje de hoy de nuevo. 
La gente crucificó a Jesús. Jesús fue crucificado con dos ladrones, uno a cada lado. Uno de ellos se burló de Jesús. 
«He oído que has salvado a otros. Entonces sálvate a ti mismo». 
Pero el otro le reprendió y dijo: «Hemos recibido el castigo justo por nuestras acciones, pero este Hombre no ha hecho nada malo. Es el Hijo de Dios». Entonces le dijo a Jesús: «Señor, recuérdame cuando vengas en Tu Reino» (Lucas 23, 42). 
Entonces Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lucas 23, 43). 
Hermanos y hermanas, ¿por qué creen que Jesús fue crucificado con dos criminales? Esto nos demuestra que hay personas que no le reconocen, sino que se burlan de Él, mientras que hay otras personas que sí lo reconocen. Debemos saber que Jesús es el verdadero Dios que vino a este mundo, cargó con nuestros pecados a través de su bautismo, pasó todo tipo de burlas de camino a la Cruz para salvarnos del juicio eterno, la destrucción y la maldición, y así llevarnos a la vida eterna y las bendiciones infinitas del Cielo a través de la remisión de los pecados. Debemos creer en esto. 
Lo que debemos tener siempre presente es la fe en Jesucristo y que debemos conocer el Evangelio del agua y el Espíritu para reconocer quién es Jesús. Debemos conocer su Ser fundamental, la razón por la que vino al mundo, y la razón por la que fue bautizado antes de morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. En otras palabras, debemos entender sus pensamientos, planes y objetivos. Después de esto debemos creer en lo que averiguamos acerca de Él. Esto es lo más importante de nuestra fe. 
El bautismo y la crucifixión son importantes, pero aún es más importante saber que Jesús es Dios, quien vino a este mundo para salvar a su gente y darle vida eterna. El Señor visita a pecadores como nosotros y llama a la puerta de nuestros corazones: «Soy vuestro Señor y he venido a salvaros. Vine como un hombre, fui bautizado, cargué con todos vuestros pecados, morí en la Cruz y me levanté de entre los muertos. Soy vuestro Pastor. Soy vuestro Dios». Jesús llama a la puerta de nuestros corazones. 
Ahora debemos abrir las puertas de nuestros corazones y reconocer que Él es Dios, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu para salvar a su pueblo. Tenemos que creer de esta manera. Esto tiene que ver con nuestra propia vida. La Pascua está cerca. «Como Jesús resucitó, debemos ayudar a gente de nuestro vecindario» y la gente hará este tipo de cosas. 
Sin embargo, esto no es todo. Jesús vino a salvarnos. Jesús se complace cada vez que un alma es salvada. Ayudar a los necesitados no es algo malo, pero lo que Jesús quiere que hagamos no es esto. Su intención era salvarnos de todos nuestros pecados y llevarnos a la vida eterna. Por tanto debemos tener esta meta en nuestra vida de fe. 
La Biblia dice que muchas personas lloraron cuando vieron a Jesús cargando con la Cruz hacia Gólgota. Algunas de estas personas sintieron mucha tristeza y dolor cuando escucharon a Jesús expresar su dolor; otras personas intentaron llevar la Cruz por Él, o le llevaron agua. Pero el Señor les dijo a todos: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos» (Lucas 23, 28). 
El Señor vino a cumplir su misión y la completó. Jesús fue ridiculizado, desnudado, vestido de color púrpura y golpeado en la cabeza con una vara. Le escupieron en la cara, se burlaron de Él, le azotaron y le hicieron reverencias diciendo: «Rey de reyes, Rey de los judíos, sálvate a Ti mismo». El Señor ni siquiera abrió la boca, sino que les dejó que le llevaran a la Cruz donde derramó su sangre. Jesús sintió mucho dolor y gritó: «Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani?». (Marcos 15, 34). Poco después entregó Su espíritu diciendo: «Está terminado». 
Queridos hermanos, aunque Jesús es el Dios que creó el universo y todo lo que hay en él, obedeció a Dios Padre, se vistió de ser humano y completó la salvación de su pueblo. Después de terminar esta misión, se levantó de entre los muertos por el poder de Dios. El Señor nos ha mostrado lo que significa su obra justa a través de la Palabra escrita. 
Debemos creer que Jesús es Dios, nuestro Creador, nuestro Salvador y nuestro Pastor. El Señor nos dice que debemos creer que es el Señor de todas las bendiciones eternas. Nos pide a todos los seres humanos que creamos que vino a este mundo a través de su bautismo y su Pasión. A los que ya creen en esto les pide que crean que lo que hizo en el mundo es importante, gratificante y valioso. Jesús es Dios y vino a este mundo para salvarnos del pecado y cargar con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y morir en la Cruz. El Señor Dios nos salvó de los pecados y nos ha librado del juicio eterno y la destrucción. El Señor nos bendijo de esta manera. Lo que hizo en este mundo lo hizo porque es Dios. Si no fuese Dios sería una persona más. 
Hace unos años, un estudiante coreano en Tokio fue atropellado por un tren cuando intentaba salvar a una mujer japonesa que estaba a punto de ser arrollada por ese tren. Este muchacho fue muy valiente. Sin embargo, incluso este acto de valor no puede compararse con lo que Jesús hizo por nosotros. Lo que la gente hace por los demás puede ser maravilloso, pero lo que Dios hizo es aún más valioso y justo. Es más valioso que cualquier otra cosa que podamos hacer, porque Dios Todopoderoso vino al mundo por sus criaturas, la humanidad, y fue bautizado, azotado, sufrió mucho, se entregó para ser crucificado y se levantó de entre los muertos para salvarnos. Por eso creemos en Él. Dios es maravilloso, es el Creador que se convirtió en una criatura, murió por los hombres y resucitó de entre los muertos para eliminar los pecados de la humanidad. ¿Hay algo más maravilloso en este mundo?
Lo que el Señor ha hecho se ha convertido en el símbolo del amor. La Cruz que se lleva como colgante es un símbolo de amor. Es el símbolo del amor que Dios tiene por nosotros. Espero que la gente de este mundo crea en esto para complacer a Dios, ser reconocida por su fe, recibir su favor y la remisión de los pecados y la salvación, y disfrutar de todas las bendiciones maravillosas de su Creador. Esta es la razón por la que Dios vino a nosotros. Estoy seguro de que lo aceptarán por fe. 
Si Jesús, que es Dios, no hubiese hecho esto por nosotros, no podría estar aquí hoy predicándoles. Si fuera evangelista del General Sunshin Lee, un admirante coreano legendario que venció a toda la flota japonesa durante la invasión japonesa de Corea de 1592, podría predicar sobre él durante un año como mucho. Predicaría apasionadamente acerca de su cuerpo, su sistema de valores, su valor, sabiduría, etc. Pero les garantizo que no podría predicar sobre ningún ser humano durante más de un año, ya que las vidas humanas son limitadas. Por otro lado, siempre tenemos cosas de las que alardear acerca de lo que Jesús, el verdadero Dios, hizo por nosotros cuando vino al mundo. Hay más de diez trillones de cosas de las que hablar, como está escrito: «Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén» (Juan 21, 23). 
Gracias a Dios por fe. El Señor entregó su alma a Dios diciendo: «Está terminado» (Juan 19, 30). Averigüemos qué ocurrió después en los versículos 38 y 39. «Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (Marcos 15, 37-39). 
Como dice el pasaje anterior, el velo grueso del Templo, que estaba lejos del lugar donde Jesús fue crucificado, se partió en dos de arriba hasta abajo. El velo era tan grueso que no podía partirse ni con cuatro caballos sanos tirando de cada lado. Este velo se partió en el momento en que Jesús dio su último suspiro. 
¿Qué significa esto? Significa que Jesús vino al mundo para salvar a la raza humana y lo cumplió. Creó una manera para que todo el mundo recibiese la remisión de los pecados, y abrió la puerta del Cielo a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que creen en Jesucristo, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y los que creen en Jesucristo como el Salvador, pueden entrar en el Cielo ahora. Esto se debe a que han recibido la remisión de los pecados. Creo en esto. 
Incluso el centurión que estaba delante de Jesús y le vio morir puso su fe en Jesús y dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». La gente suele gritar y maldecir hasta el último momento antes de morir. Pero Jesús no lo hizo. Algunas personas que vieron los últimos momentos de Jesús, entre ellas su madre María, la hermana de su madre, María, la mujer de Clopas y María Magdalena dijeron: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». 
Este es un suceso histórico. El Dios altísimo bajó a la tierra para salvarnos. Jesús murió en la Cruz y se levantó al tercer día para completar nuestra salvación. Los domingos venimos a adorarle porque es el día en que Jesús resucitó: «♪Se levantó. Se levantó, ♫Aleluya, Cristo se levantó♪». Como dice la letra de este himno de Pascua, Jesús se pudo levantar de entre los muertos después de completar su obra de salvación porque es el Maestro de la vida. Así es como se convirtió en el Salvador perfecto para nosotros. Y le doy gracias al Dios altísimo, nuestro Señor. Así que vamos a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. ¡Aleluya!