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Sermones

Tema 18: Génesis

[Capítulo 5-4] Debemos ofrecer el sacrificio de la fe creyendo en la justicia de Dios (Génesis 5, 1-32)

Debemos ofrecer el sacrificio de la fe creyendo en la justicia de Dios(Génesis 5, 1-32)
«Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados. Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. Y fueron los días de Adán después que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió. Vivió Set ciento cinco años, y engendró a Enós. Y vivió Set, después que engendró a Enós, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió. Vivió Enós noventa años, y engendró a Cainán. Y vivió Enós, después que engendró a Cainán, ochocientos quince años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enós novecientos cinco años; y murió. Vivió Cainán setenta años, y engendró a Mahalaleel. Y vivió Cainán, después que engendró a Mahalaleel, ochocientos cuarenta años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Cainán novecientos diez años; y murió. Vivió Mahalaleel sesenta y cinco años, y engendró a Jared. Y vivió Mahalaleel, después que engendró a Jared, ochocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Mahalaleel ochocientos noventa y cinco años; y murió. Vivió Jared ciento sesenta y dos años, y engendró a Enoc. Y vivió Jared, después que engendró a Enoc, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Jared novecientos sesenta y dos años; y murió. Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. Vivió Matusalén ciento ochenta y siete años, y engendró a Lamec. Y vivió Matusalén, después que engendró a Lamec, setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas. Fueron, pues, todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años; y murió. Vivió Lamec ciento ochenta y dos años, y engendró un hijo; Y vivió Lamec, después que engendró a Noé, quinientos noventa y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo. Y vivió Lamec, después que engendró a Noé, quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Lamec setecientos setenta y siete años; y murió. Y siendo Noé de quinientos años, engendró a Sem, a Cam y a Jafet».
 
 
El pasaje de las Escrituras de Génesis, capítulo 8, presenta la genealogía de Adán, y aquí se menciona repetidamente cuánto vivió cierto hombre de fe y cuándo murió. El palabra vivir aquí es chayah en hebreo y a parte de su significado simple, esta palabra tiene varios otros significado, como por ejemplo “tener vida, seguir vivo, mantener vida, vivir prósperamente, vivir para siempre, avivar, estar vivo, restaurar la vida o salud.”
La genealogía de Adán es la genealogía de los justos. En otras palabras, cuando Dios creó a la humanidad, la creó para establecer el linaje de los justos. Por tanto, cuando la Biblia dice que nuestros antecesores de fe vivieron durante cierto tiempo y después murieron, y esto significa que volvieron a Dios después de pasar su fe a muchas almas. Dicho de otra manera, fueron a Dios después de restaurar las almas de la gente y devolverlas a la vida. Como esta palabra no se utiliza para referirse a que la gente nace en este mundo para comer y morir después de trabajar por su carne, la palabra hebrea chayah no debe utilizarse para gente carnal.
Adán es un hombre que encontró la gracia de Dios. Es el primer padre de la genealogía de la fe. De entre toda la raza humana, Adán es el hombre que recibió la gracia de salvación de Dios por primera vez. Entonces, ¿qué hizo durante 930 años? Como alguien que se vistió de la gracia de salvación al creer en Dios, pasó su vida enseñando esta fe a sus hijos. En otras palabras, fue a Dios después de practicar sus tareas sacerdotales. Así que a través del linaje de Adán, Dios se asegura de que la verdadera fe siga siendo predicada en este mundo. La fe de Adán, el primer hombre de fe, pasó a Set y después a Enós, Caián, Mahalalel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec y Noé, hasta que llegó a nosotros.
Excepto Enoc, todos estos predecesores de la fe vivieron más de 900 años de promedio. El hecho de que tuviesen hijos durante unos 800 años después de tener el primer hijo y después fueran al Señor significa que trabajaron como sacerdotes durante este período de tiempo. Entre ellos, Enoc vivió menos que nadie. Aunque solo vivió en este mundo durante 365 años, fue un hombre que caminó con Dios al creer en Su justicia. Su fe complació a Dios tanto que Dios no le dejó en esta tierra, sino que se lo llevó con Él. Así que Enoc se convirtió en el primer hombre que fue a Dios in morir. Y Noé es el representante de los antecesores de fe que nos trajo una gran fe a nosotros. Cuando Dios destruyó este mundo, nombró a Noé Su sacerdote.
Entonces, ¿cuáles son las tareas de un sacerdote? Al llevarle los pecados de la gente a Dios y ofrecer sacrificios de expiación, el sacerdote trabajaba para permitir que la gente recibiese la remisión de los pecados. En otras palabras, los sacerdotes del Antiguo Testamento eran los que ofrecían sacrificios por las almas de la gente para salvarlas del pecado y para que así pudiesen caminar con el Dios santo.
 
 

Este mundo está llenándose con el Evangelio del agua y el Espíritu

 
El primer mundo fue juzgado y destruido por agua en los días del diluvio de Noé. La Biblia dice que el agua era una sombra del bautismo de Jesús: «Los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo» (1 Pedro 3, 20-21). Al venir a este mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre hasta morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos de nuevo, el Señor ha traído la verdadera salvación a todos los que creen en esta Verdad del segundo mundo. Por tanto, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos sido salvados de todos nuestros pecados y nos convertimos en hijos de Dios.
La esperanza de vida media para nosotros es de 70 a 80 años. Pero aún así, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nacimos de nuevo por fe como nuestros antecesores de la fe, y queremos engendrar a los hijos de Dios hasta que vayamos con el Señor. Ahora estamos ejerciendo de verdaderos sacerdotes ante Dios y seguiremos ofreciéndole el sacrificio de la justicia. Nuestros antecesores espirituales heredaron la fe de Adán, el primer hombre de fe, y esta fe fue pasada a nosotros hasta Noé y Abraham. Ahora que hemos heredado esta verdadera fe para ser incluidos en su genealogía al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos ver si estamos predicando esta fe como sacerdotes de la justicia ante Dios.
¿Cómo se pasa la verdadera fe? Como la verdadera fe tiene como objeto el Evangelio del agua y el Espíritu, todo lo que tenemos que hacer es creer en este Evangelio de Verdad y predicarlo exactamente como es. Para borrar todos los pecados de la humanidad Jesús cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y ofreció el perfecto sacrificio de salvación al ser condenado por esos pecados. Así nos ha dado la remisión de los pecados a los que creemos en Su eterno sacrificio de expiación y nos ha confiado Su sacerdocio.
Por tanto, los que no han recibido la remisión de los pecados primero deben confesar sus pecados a Dios, creer en el Evangelio del agua y el Espíritu entregado por el Señor y ser redimidos del pecado. Si quieren convertirse en personas justas, deben hacer la siguiente confesión a Dios: “Señor, he cometido estos pecados. Nací en iniquidad y no puedo evitar pecar durante toda mi vida y acabar en el infierno. Señor, por favor, ten misericordia de mi y sálvame de mis pecados”. Después de esto, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios de todo corazón y recibir la remisión de los pecados. Entonces podrán convertirse en sacerdotes espirituales ante Dios, porque creen en la justicia del Evangelio del agua y el Espíritu.
A través de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en sacerdotes de fe. Los que hemos nacido de nuevo debemos realizar nuestras tareas de sacerdotes ante Dios por los pecadores del mundo. Los pecadores deben orar a Dios por el bien de los pecadores y confesar las iniquidades de esos pecadores ante Dios por ellos, pedirle que salve sus almas y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que hacen estas obras son aprobados por Dios como Sus verdaderos sacerdotes.
Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora como la Verdad de salvación no deben olvidar que se han convertido en sacerdotes ante Dios por fe. Estos sacerdotes fieles deben ser sacerdotes hasta el día en que vuelva el Señor a este mundo. Quien haya nacido de nuevo debe realizar sus tareas de sacerdocio creyendo en la justicia de Dios que se cumplió con el agua y la sangre de Jesús. Todos debemos hacer de sacerdotes confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el día en que volvamos a Dios.
De ahora en adelante, recuerden que nos hemos convertido en sacerdotes de fe espiritualmente. Desde el momento en que creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu y nacimos de nuevo de nuestro estado de pecadores, Dios nos asignó el sacerdocio como a los antecesores de la fe. Estos antecesores de la fe que aparecen en la genealogía de Adán en el capítulo 5 de Génesis vivieron durante mucho tiempo haciendo de sacerdotes antes de ir a Dios. De la misma manera, mientras vivimos en este mundo del Nuevo Testamento, debemos ejercer de sacerdotes por fe y después volver a Dios. Al darnos cuenta de que somos sacerdotes ante Dios, debemos llevar a cabo nuestras tareas de sacerdocio.
 
 

¿Entonces cuáles son las tareas específicas de los sacerdotes de la justicia?

 
Debemos examinar nuestras vidas de fe para ver cuáles son nuestras tareas de sacerdocio.
En primer lugar, mientras la puerta de la proclamación del Evangelio esté abierta, debemos orar por las amas que no han sido salvadas. “Señor, por favor, salva del pecado a todas esas almas que todavía están atrapadas en la prisión del pecado”. Esta es la tarea que debemos cumplir como sacerdotes. Los justos deben orar a Dios por los pecadores y esta es una de las tareas de los sacerdotes de hoy en día. Como ejemplo más concreto debemos orar por las almas de los que están en la clase del Evangelio en este campamento de formación de discípulos, y esta es una de las tareas de sacerdocio. Debemos orar por ellos de la siguiente manera: “Señor, por favor, salva a los que están tomando la clase del Evangelio en este campamento de formación de discípulos. Han pecado ante Ti y han incumplido la Ley, y también han pecado al no creer en Ti. Y también han pecado al cometer idolatría. Pero Señor, ten misericordia de estas almas y hazlas creer en el Evangelio del agua y el Espíritu por Tu gracia”.
De esta manera, debemos orar a Dios por los que no han nacido de nuevo. Debemos orar por ellos como si estuviesen orando a Dios directamente y debemos predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es lo que deben hacer los sacerdotes. Debemos aceptar este papel de sacerdotes, confesar sus pecados ante Dios en su lugar, y orarle para salvar a estas almas.
En segundo lugar, creer en la Verdad de que Jesús ha borrado los pecados de los pecadores con el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos predicarles este Evangelio. Debemos creer que Dios ha eliminado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y debemos contarles esta Verdad. Por eso ejercemos este papel de sacerdocio. Al creer en la justicia de Dios debemos cumplir estar tareas de sacerdocio. Sobretodo, debemos reconocer nuestra identidad como sacerdotes de Dios.
Si tienen clara su identidad como sacerdotes, y si cumplen este papel, podrán tolerar los errores de otras personas. En el Padrenuestro se dice:
“Perdona nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos lleves a la tentación,
Y líbranos del mal”. Incluso para los justos, no es fácil tolerar los errores de los demás cuando nos hacen daño. Aunque sabemos que tenemos que perdonar a los que nos hacen daño, en nuestros corazones es casi imposible hacerlo. ¿Por qué se repiten estos fenómenos? Esto se debe a que, aunque perdonamos a otros como el Señor nos perdona, no ofrecemos sacrificios de justicia para ellos más concretamente.
Los justos deben ofrecer el sacrificio de la justicia por los demás. Cuando alguien nos haga daño debemos recordar que Dios ha borrado los pecados de esa persona también. Si lo hacemos, podremos perdonar todos los pecados y males que nos hagan los demás porque todos los pecados de los seres humanos se han resuelto en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando ofrecemos el sacrificio de la fe por los que nos hacen daño, el odio que tenemos en nuestros corazones por ellos y las heridas serán sanados. Al ofrecer el sacrificio de la justicia de Dios nuestros corazones heridos serán sanados. Como el problema de los pecados de todo el mundo ha sido resuelto por la justicia de Dios encontrada den el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado, el verdadero amor se encuentra en la justicia de Dios.
Antes, cuando no conocíamos el Evangelio del agua y el Espíritu, no podíamos evitar odiarnos por nuestros pecados, pero ahora, en esta Verdad del Evangelio, podemos amarnos completamente y tolerar los errores de los demás. Por eso le llevamos los pecados de los demás al Señor, confesamos sus pecados, ofrecemos el sacrificio de fe a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y cumplimos las tareas de verdaderos sacerdotes. Lo hacemos al creer que el Señor ha borrado los pecados de todo el mundo con el agua y la sangre, podemos confirmar que los pecados de los demás también han sido resueltos. Así es como desaparece nuestro odio por los que han pecado contra nosotros. Por tanto, es una ofrenda maravillosa ofrecer el sacrificio de la justicia por los demás por fe. Y este es el sacrificio que todo el mundo que se ha convertido en un sacerdote debe hacer. A través de esto debemos tolerar a la gente, acercarnos sin reservas y vivir en la verdadera luz de la Palabra.
Además debemos ofrecer el sacrificio de la fe por nuestros pecados, creyendo en la Verdad. Entonces, debemos tolerar nuestras debilidades, porque la salvación que el Señor nos ha dado al venir a este mundo, ser bautizado y morir en la Cruz, está en nuestros corazones. Cuando ofrecemos el sacrificio de la fe, la condena de sus corazones y el dolor por sus errores o debilidades desaparecerán. Así que un sacerdote tiene que ofrecer el sacrificio de la fe por sí mismo, por sus hermanos y hermanas, por cada alma que no haya recibido la remisión de los pecados y por todas las naciones del mundo. Por eso los que se han convertido en sacerdotes al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu son personas muy bendecidas.
Hay muchas personas en este mundo que son obsesivas compulsivas o que sufren otras enfermedades mentales como depresión, y estas personas están atormentadas porque no pueden tolerarse a sí mismas. Así que abusan de sí mismas y algunos casos extremos se suicidas. Incluso para los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, es posible estar atados por sus pecados. En momentos así si no ofrecen el sacrificio de la fe confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu para afirmar que estos pecados fueron redimidos, abusarán de sí mismos y caerán en una depresión profunda. Es más que posible que estas cosas les ocurran a los justos.
Por tanto, los sacerdotes deben ofrecer el sacrificio de la fe todos los días por sí mismos y confirmar su fe. Nuestra labor básica es ofrecer el sacrificio de la justicia de nuestros hermanos y hermanas, y ofrecer el sacrificio de la salvación por fe por todos los que no han recibido la remisión de los pecados. Además, no debemos olvidarnos de ofrecer sacrificios por nosotros mismos.
Está escrito en la Biblia que Job primero ofrecía sacrificios por sí mismo, y entonces ofrecía holocaustos por cada uno de sus hijos. La gente de fe del Antiguo Testamento, como Noé, Abraham, Jacob y Samuel ofrecía sacrificios a Dios con una fe sólida en Su justicia. Los que ofrecen el sacrificio de fe a Dios pueden tener comunión con Él y por tanto son reforzados espiritualmente para vivir en la luz.
Al ofrecer el sacrificio de la justicia podemos ir a la presencia de Dios en cualquier momento. Mientras los justos viven en este mundo a veces sus corazones se oscurecen por varias razones y no pueden ir a Dios. Sin embargo, incluso cuando nuestros corazones estén confusos y llenos de oscuridad, si ofrecemos el sacrificio de la fe confiando en la justicia de Dios, nuestros corazones se llenarán de luz de inmediato. De esta manera, el hecho de que seamos sacerdotes y ofrezcamos el sacrificio de la justicia a Dios es una inmensa alegría, un maravilloso privilegio y una bendición extraordinaria. Por muy difíciles y duro que sean nuestros problemas, y por mucho que otros pequen por sus debilidades, debemos ofrecer el sacrificio de la justicia de Dios cada día. Si los justos llevamos estos pecados ante Dios y los confesamos por nosotros y por los demás, y ofrecemos estos sacrificios de fe creyendo que Jesucristo los ha perdonado, entonces nuestra relación espiritual con Dios será restaurada junto con nuestra relación con los hermanos y hermanas.
Cuando un sacerdote que cree en la justicia de Dios ofrece un sacrificio, debe haber una ofrenda. Esta ofrenda de justicia es Jesucristo, el Cordero de Dios. Al venir a este mundo como la ofrenda de sacrificio de toda la humanidad, Jesús ofreció la expiación eterna con el bautismo que recibió de Juan el bautista y la sangre que derramó en la Cruz. Debemos creer que Jesús ha cumplido a justicia de Dios al venir a este mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre hasta morir y levantarse de entre los muertos.
Para ofrecer el sacrificio de la justicia de Dios, primero debemos darnos cuenta de nuestros pecados. Debemos darnos cuenta de que si tenemos pecados, seremos arrojados al infierno y seremos castigados. Además, para pasar nuestros pecados completamente a la cabeza de la ofrenda del sacrificio, debemos poner nuestras manos de fe sobre la cabeza de la ofrenda y sacrificarla. Entonces tenemos que poner la sangre de la expiación en las tablas de nuestra conciencia y en el Libro del Juicio, de la misma manera en que la sangre del animal sacrificado en el Antiguo Testamento se ponía en los cuernos del altar de los holocaustos y el resto se derramaba y el sacrificio se quemaba. En otras palabras, de la misma manera en que los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecían sacrificios según el sistema de sacrificio, los que nos hemos convertido en justos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos ofrecer estos sacrificios.
Aunque intentemos vivir por fe ante Dios, mientras vivimos nuestras vidas, el polvo de los pecados empieza a acumularse en nuestros corazones enseguida. Así que cuando intentamos ir a Dios, a veces sentimos que nuestra conciencia no está limpia. En esos momentos debemos llevar nuestros fallos a Dios y admitir nuestras malas acciones, reconocer que son pecados y que no podemos evitar ser condenados por nuestros pecados y ser arrojados el infierno. Cuando ofrecemos a Dios nuestro sacrificio de fe al creer en Su amor, es decir, al creer que el Señor vino a este mundo a por criaturas desesperadas como nosotros, tomó todos los pecados del mundo de una sola vez al ser bautizado por Juan, y fue condenado por ellos en la Cruz, seremos liberados del pecado. Así, por muy insuficientes que seamos, seremos purificados por Dios y podremos ir ante Su trono con confianza, tener una relación con Él y recibir el poder espiritual y las bendiciones del Cielo.
Los jóvenes y ancianos, todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, son sacerdotes, y por tanto, como sacerdotes, si no ofrecemos el sacrificio justo de la fe todos los días, tendremos un problema espiritual. ¿Qué pasa si un sacerdote es holgazán? Si un sacerdote no ofrece sacrificios, está trayendo la oscuridad a sí mismo y a los demás en vez de hacer brillar la luz espiritual.
Nosotros no podemos evitar cometer muchos pecados mientras vivimos en este mundo. ¿Quién entre nosotros no se llena los pies de polvo mientras camina por el desierto descalzo o de carbón mientras trabaja en una mina? Por eso es inevitable cometer pecados mientras se viva en este mundo lleno de pecados. Ya cometamos pecados por odio o provocados por otra persona, por cualquier razón, no podemos cometer multitud de pecados en nuestras vidas.
¿Qué debemos hacer entonces? Como creemos en la justicia de Dios, debemos ofrecer el sacrificio de la fe todos los días. Al ofrecer el sacrificio de la justicia nuestros corazones están libres del pecado y podemos enfrentarnos a los demás fácilmente. Aunque una persona nos ofenda, como hemos hecho un sacrificio en su nombre, al saber que nuestro Señor ha borrado estos pecados, y como el problema del pecado ha sido resuelto espiritualmente, podemos enfrentarnos a esta persona en paz. Sin embargo, si los sacerdotes no ofrecemos el sacrificio de la justicia por los demás no podemos tratar con los demás en paz.
Además, un sacerdote puede predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo si ofrece sacrificios diarios. Para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu al mundo, primero debemos ofrecer el sacrificio de la justicia por todo el mundo. Si estas personas que no han recibido la remisión de los pecados de Dios todavía quieren recibirla, entonces antes de ir a buscarlas debemos llevar sus pecados ante Dios y ofrecer el sacrificio de la justicia por ellas. “Señor, esta persona ha cometido un pecado al no creer en Ti y levantarse contra Ti. Y continúa pecando. No reconoce Tu Ley ni Tu justicia. No reconoce Tu Palabra. Es muy arrogante ante Ti. Su alma no puede evitar ser arrojada al infierno. Señor, salva a esta alma”.
Tenemos que orar así y buscar al Señor. Cuando intentemos predicar el Evangelio a cualquier alma, primero debemos acercarnos afirmando y creyendo que el Señor ha borrado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. “Señor, creo en Ti. Creo que aunque este hombre sea un pecador depravado, has borrado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu”. De esta manera debemos ofrecer el sacrificio de la justicia por fe por otras personas primero, y después ir a buscarlas y predicarles el Evangelio. Como, los que somos sacerdotes de Dios, hemos ofrecido el sacrificio de la justicia por los demás, podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu con nuestra fe en la Verdad. Aunque digan: “Tengo tantos pecados que estoy avergonzado”, podemos aceptarlos. “No pasa nada. No importa. Todos somos como tú. Pero debes admitir que eres un pecador. La Palabra de Dios dice que todos somos así. Reconócelo. En vez de decidirte a no pecar más, reflexiona acerca de la Palabra de Dios y admite que has pecado. Y aunque estés destinado a ir al infierno, el Señor ha borrado tus pecados con el agua y el Espíritu”. Debemos compartir la Palabra de esta manera y llevar a otros a la fe. Como sacerdotes de Dios debemos encontrar a los pecadores y ofrecerles el sacrificio de la salvación con el Evangelio del agua y el Espíritu. Un sacerdote debe predicar el Evangelio del agua y el Espíritu todos los días, ofreciendo sacrificios a diario por sí mismo, por sus compañeros, por los que no han recibido la remisión de los pecados y por las almas que están destinadas a ir al infierno.
Mis queridos hermanos, después de nacer de nuevo, ¿cometemos pecados o no mientras vivimos nuestras vidas de fe? Somos más que capaces de pecar en cualquier momento. Incluso los que han recibido la remisión de los pecados pueden cometer pecados. A veces, mientras servimos al Evangelio dentro de la Iglesia, incluso los justos pueden ser ofendidos en su corazón tanto que no quieren ni ver a los santos y se desilusionan con la Iglesia de Dios. ¿Saben lo malvado que es el corazón human, tanto que uno es capaz de abandonar a Jesús si se siente ofendido? El corazón humano es más venenoso que una serpiente. Como podemos ir por el mal camino, debemos ofrecer por fe el sacrificio de la justicia por nosotros primero. Los que ofrecen el sacrificio de la justicia a Dios a menudo son personas espirituales, y los que ofrecen sacrificios muchas veces al día pueden predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo.
¿Y qué hay de nosotros? ¿Hemos ofrecido muchos sacrificios de justicia de Dios hasta ahora? ¿O no hemos ofrecido demasiados? ¿Han ofrecido algún sacrificio por sí mismos pero no han llevado los pecados de los demás ante Dios y no han ofrecido sacrificios en su nombre? Algunas personas justas no pueden ofrecer sacrificios por sí mismas ni por los demás. Esto se debe a que estamos viviendo en tiempos difíciles.
 
 

Un sacerdote espiritualmente recto ofrece su sacrificio de justicia por Sí mismo y después predica el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecían sacrificios regulares dos veces al día, por la mañana y por la tarde (Números 28, 1-8). Si nosotros llevamos nuestras insuficiencias y debilidades al creer en el Evangelio de la justicia a través del cual el Señor ha borrado todos nuestros pecados, y presentamos nuestra ofrenda de fe día y noche, recibiremos muchos beneficios espirituales y podremos correr hacia Dios. Dicho de otra manera, si ofrecen su sacrificio de fe tan a menudo como sea posible, si no cumplen sus funciones de sacerdocio, se convertirán en sacerdotes sin la plenitud del Espíritu. Entonces, ¿qué deben hacer para vivir una vida de fe llena del Espíritu? Deben ofrecer sacrificios a menudo. ¿Qué deben hacer para predicar el Evangelio bien? Presentar su ofrenda de justicia lo más a menudo posible.
Si nuestros corazones están llenos de oscuridad, y es difícil vivir espiritualmente aunque queramos hacerlo, todo es porque no hemos hecho el sacrificio de la fe con lealtad. No podemos llegar a ninguna otra conclusión. Si sus corazones están llenos de oscuridad y no tienen la plenitud del Espíritu, aunque amen a Dios de todo corazón y deseen servirle más, esto se debe a que no han ofrecido sacrificios de justicia frecuentemente. Es importante que los justos ofrezcan el sacrificio de la fe a Dios a diario, es decir la ofrenda de fe. Es absolutamente indispensable para todos los justos nacidos de nuevo.
Los antecesores de la fe que aparecen en el pasaje de las Escrituras de hoy eran sacerdotes excepcionales ante Dios. Empezando con Adán, hasta Set, Enós, Caián, Mahalalel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec y Noé, todos fueron sacerdotes espirituales. Y los que hemos heredado su fe también somos sacerdotes de Dios. El momento en que nacimos de nuevo para convertirnos en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos confió con este sacerdocio y por tanto tenemos la tarea de cumplir con este sacerdocio.
¿Qué hemos aprendido del pasaje de las Escrituras de hoy? Hemos aprendido que Dios nos ha hecho sacerdotes Suyos para hacer la obra de salvar a la humanidad. Con este pasaje nos hemos dado cuenta que los sacerdotes no se hacen a sí mismos, sino que son nombrados por Dios desde el principio, es decir, desde el primer hombre, Adán. Además, sabemos que Dios nos hizo nacer de nuevo como personas santas a Su imagen y nos nombró sacerdotes de Su justicia. Por tanto, no es extraño que nos hayamos convertido en personas justas y en sacerdotes de Dios en estos tiempos, y que nos hayamos dado cuenta de que esta es la intención de Dios desde el principio para bendecirnos.
No hay nada extraño en el hecho de que los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu sean sacerdotes de Dios. Antes, podía parecer como si los sacerdotes solo hubieran existido en el Antiguo Testamento, y que su sacerdocio no estuviese relacionado con nosotros, pero no es así. Los que nos damos cuenta de que: “Es un mandamiento de tradición que los que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu ejerzan de sacerdotes ante Dios. Así lo estableció Dios desde el principio, y es la Verdad inmovible. Ahora estamos en el lugar bendito”. Así que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu están benditos.
Mientras leemos el pasaje de las Escrituras de hoy, me he dado cuenta de lo siguiente: “¡Ah! ¡Qué cierto es! Los justos nacidos de nuevo son los sacerdotes de la justicia en este mundo y por tanto deben ofrecer sacrificios de fe a menudo por sí mismos, sus hermanos y hermanas y todo el mundo a quien prediquen el Evangelio. La amplitud de la predicación del Evangelio depende de lo a menudo que los sacerdotes ofrezcan el sacrificio de la justicia”. ¿No lo creen?
Entonces, ¿cómo debemos vivir nuestras vidas de fe? Debemos ofrecer el sacrificio de fe tan a menudo como sea posible para los pecadores del mundo y nosotros mismos. Nuestras vidas de fe deben estar llenas de luz y debemos poder caminar con Dios como Enoc.