(Hebreos 5, 1-14)
«Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:
‘Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.’ Como también dice en otro lugar: ‘Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.’
Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal».
Hebreos 5 explica el Sumo Sacerdote de la tierra y el Sumo Sacerdote del Cielo comparando los dos. El Sumo Sacerdote era nombrado entre los descendientes de Levi para ofrecer sacrificios a Dios y eliminar los pecados de su pueblo. Incluso este Sumo Sacerdote de la tierra nombrado por Dios tenía muchas debilidades, porque era humano y por tanto imperfecto. Por tanto, el Sumo Sacerdote tenía compasión de su pueblo por sus debilidades y ofrecía sacrificios en su nombre, porque él también era débil.
Leamos el pasaje de las Escrituras de hoy comparando el Antiguo con el Nuevo Testamento. Durante el Antiguo Testamento, solo los descendientes de Aarón podían convertirse en Sumos Sacerdotes, pero estos descendientes de Aarón tenían muchas debilidades carnales como todo el mundo. El papel del Sumo Sacerdote durante los días del Antiguo Testamento era el de intercesor entre Dios y el pueblo de Israel. De alguna manera, esto es similar al papel de un agente inmobiliario que hace de mediador entre el comprador y el vendedor, ya que el deber del Sumo Sacerdote era el de hacer de puente entre Dios y Su pueblo para reconciliarlos. Por eso el Sumo Sacerdote ofrecía sacrificios de redención por el pueblo de Israel durante el Día de la Expiación. En este Día de la Expiación, que era el décimo día del séptimo mes, el Sumo Sacerdote mediaba entre Dios y el pueblo de Israel ofreciendo sacrificios de expiación.
En el mismo sentido, el papel de los sacerdotes espirituales en esta era presente del Nuevo Testamento es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Estos sacerdotes terrenales son también débiles en la carne y por tanto saben lo que se siente al ser pecadores y pueden curarlos de todas sus iniquidades al predicar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, es así porque los sacerdotes espirituales del Nuevo Testamento también son débiles y por eso pueden llevar todos los pecadores del mundo a Dios, ofrecer un sacrificio de intercesión por la expiación con compasión y así pueden ayudar a todo el mundo a alcanzar su salvación de todos los pecados. Estos sacerdotes espirituales hacen posible que la multitud de pecadores que viven en este mundo conozcan la justicia de Dios, crean en ella y sean salvados de todos sus pecados. De la misma manera en que el Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento cumplió este sacerdocio por el pueblo de Israel, en esta era los justos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu también pueden cumplir este sacerdocio por los pecadores de hoy en día, porque pueden llevarlos por el camino de la salvación al predicarles este Evangelio verdadero. Estos pecadores pueden recibir la remisión de los pecados por fe y obtener la vida eterna si escuchan el Evangelio de salvación, que ha derivado del sistema de sacrificios que Dios había instituido para la remisión de los pecados de Su pueblo. Esta obra es una obra justa que puede salvar a todos los que creen en la salvación justa de Dios y el juicio por todos los pecados. Gracias a esta obra todo el mundo puede ser salvado de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y Dios ha nombrado a los nacidos de nuevo Sus sacerdotes espirituales para confiarnos esta obra.
Está escrito en Hebreos 5, 2-3: «Para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados». Este pasaje está hablando del Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento. Nos dice que el Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento no ofrecía sacrificios solo por los pecadores, sino que primero tenía que ofrecer sacrificios por sus propios pecados cometidos por sus debilidades. En otras palabras, todo Sumo Sacerdote tenía que ofrecer sacrificios por sí mismo y por su casa primero, y entonces podía ofrecer sacrificios de expiación por su pueblo.
De la misma manera nosotros debemos ser redimidos de todos nuestros pecados primero al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu antes de poder ofrecer sacrificios para eliminar los pecados de los demás. Esta es una lección extremadamente importante para todos los santos justos. Nos enseña que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en sacerdotes fieles de Dios en este mundo. Y esto fue posible solo porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu antes que los demás, Dios nos ha permitido predicar el camino de la salvación a todo el mundo, desde los que siguen nuestros pasos a los que siguen sin conocer este camino. Como ahora creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos decir a todo el mundo que siguen sin conocer este Evangelio que tenemos la Verdad que hará posible que recibamos le remisión de los pecados.
Asimismo, Hebreos 5, 2 nos recuerda que todos cometemos pecados contra Dios, porque todos somos humanos. Nos enseña que, aunque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos caer en nuestras debilidades porque todavía tenemos muchas debilidades a los ojos de Dios. En momentos como este podemos darle gracias a nuestro Señor por el hecho de que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos limpios a pesar de nuestras debilidades. Por tanto, aunque no hay nadie en este mundo que sea completamente perfecto en la carne, somos perfectos a los ojos de Dios porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. No hay suficientes palabras para expresar lo agradecido que estoy de poder decir esto con confianza.
Mientras vivimos nuestras vidas en este mundo, todos los que conocemos la justicia de Dios estamos siempre predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a los que no conocen este Evangelio. Sin embargo, aunque hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, es muy importante que recordemos que lo que Dios quiere de nosotros es el sacrificio de fe, un sacrificio ofrecido al creer en la justicia de Dios. A través del Evangelio del agua y el Espíritu, hemos encontrado la Verdad que nos permite alcanzar la verdadera salvación. Todo el mundo debe ser salvado y recibir nueva vida al creer en la justicia de Dios.
Un cargo seleccionado por Dios
Hebreos 5, 4 dice que no todo el mundo puede convertirse en un Sumo Sacerdote, como está escrito: «Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón». Por supuesto, este pasaje se refiere no solamente a Aarón, el Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento, sino también a Jesucristo.
Incluso el cargo de Sumo Sacerdote terrenal es un cargo extremadamente honorable y por eso no lo puede ocupar cualquier persona. Aquí, las Escrituras nos dicen claramente que solo los que son llamados por Dios, como Aarón, pueden ocupar este cargo. Esta es la providencia de la salvación que Dios administra a través de Sus sacerdotes. Dios hace esta obra a través de los sacerdotes que ha establecido. En el Antiguo Testamento, Dios asignó el sacerdocio solamente a los levitas, una de las doce tribus de Israel; y entre los levitas, solo los descendientes de Aarón podían asumir el cargo de Sumo Sacerdote. Es muy importante recordar aquí que Juan el Bautista en el Nuevo Testamento era descendiente de Aarón del Antiguo Testamento.
Esto corresponde con los requisitos del sistema de sacrificios establecido por Dios, que nos recuerda que Dios es quien nos dio la Ley de la salvación que incluye todas las reglas de la salvación, y es también quien las ejecuta. Dios no solo definió y explicó el pecado a través de Su Ley, sino que también estableció la Ley de la salvación y la ejecutó a través de Sus Sumos Sacerdotes. En el Antiguo Testamento, a través de los descendientes de Aarón que eran Sumos Sacerdotes, Dios ejecutaba la ley de salvación, mientras que en el Nuevo Testamento, a través de Juan el Bautista y Jesucristo, el Sumo Sacerdote del Cielo, Dios cumplió la salvación para siempre, dándonos la vida eterna y la remisión de los pecados a todos los que creemos en esta Verdad y la seguimos. Si Dios ha establecido la ley de la salvación que requiere que todo el mundo que vive en este mundo reciba la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces todos los que siguen sin ser salvados deben obedecer esta voluntad de Dios ahora, confiar en Él y ser salvados al creer en este Evangelio de Dios. Esto se debe a que la ley de salvación establecida por Dios es permanente y nunca cambiará si Dios no la cambia. La Verdad de Dios no puede cambiarse por mucho que los humanos la interpretemos de diferentes maneras.
En el Antiguo Testamento, solo los levitas podían convertirse en Sumos Sacerdotes ante la presencia de Dios, pero en el Nuevo Testamento, Dios confió esta obra a Jesucristo. Aarón y sus descendientes asumieron este cargo de Sumo Sacerdotes solo porque Dios se lo ordenó. Esto es igual en el Nuevo Testamento también, porque es Dios Padre quien decidió que Jesucristo debía cargar con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista.
Si Dios ha establecido esta ley de salvación con el Evangelio del agua y el Espíritu y ha decidido salvar a la raza humana de todos sus pecados a través de este Evangelio, entonces debemos aceptarlo y creer así. Los que son sacerdotes en este mundo son los que obedecen la voluntad de Dios. Y esta obra de Dios puede llevarse a cabo solo por alguien que crea de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es también porque es la voluntad de Dios Padre que seamos sacerdotes en este mundo, es decir, ahora que hemos recibido la remisión de los pecados para siempre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha confiado este sacerdocio. Aunque no somos Sumos Sacerdotes del Antiguo Testamento, somos los sacerdotes espirituales en esta era del Nuevo Testamento llamados por la justicia de Jesucristo y el Espíritu Santo.
En otras palabras, nos convertimos en siervos de Dios en este mundo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu que contiene la justicia de Dios. Por eso estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todos los pecadores en este mundo y apoyando este ministerio del Evangelio para que todos los pecadores reciban la remisión de sus pecados. Este Evangelio del agua y el Espíritu predicado por nosotros constituye el estándar absoluto de la salvación para todos los pecadores. Por tanto, como se nos ha encomendado la tarea tan importante de predicar el Evangelio, debemos darnos cuenta de que tenemos el cargo más honorable y valioso espiritualmente a los ojos de Dios. Debemos entender y creer en la voluntad de Dios y Su providencia revelada en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Debemos entender la voluntad de Dios y Su providencia a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos entender la Palabra de Dios en nuestras mentes y debemos caminar por nuestra fe en la justicia de Dios. De lo contrario, todas nuestras creencias son simplemente incorrectas. Si la Palabra de Dios nos ha hablado del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos tomarlo como el verdadero Evangelio y aceptarlo en nuestros corazones.
Por supuesto, el problema es que hay todavía muchas personas que se niegan a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón y por eso muchas personas siguen siendo pecadoras. Hablando espiritualmente, estas personas son insensatas e ignorantes. Así que, para que estas personas sean liberadas de sus pecados, deben creer que Jesucristo, el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos, cargó con todos los pecados de la raza humana al ser bautizado por Juan el Bautista.
Está escrito en Hebreos 5, 5-6: «Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: ‘Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy.’ Como también dice en otro lugar: ‘Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec’».
Este pasaje nos enseña que Jesucristo no solo vino a este mundo a cumplir Su sacerdocio como Sumo Sacerdote del Reino del Cielo, sino que lo hizo para obedecer la voluntad de Dios Padre. Dicho de otra manera, lo hizo para obedecer la volunta de Dios Padre. Dicho de otra manera, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista porque Dios Padre hizo a Su Hijo el Sumo Sacerdote del Cielo para cumplir la obra de salvación que salvaría a todo el mundo de sus pecados.
Lo mismo ocurre con todos los que vienen a la New Life Mission School y están asistiendo a las clases. Esto también se debe a que Dios les ha llamado para que hagan Su obra y sirvan a Su Iglesia. De la misma manera estamos apoyando el ministerio del Evangelio porque Dios nos ha confiado esta tarea. La Mission School está a cargo de la Iglesia de Dios y no puede ir a ella cualquier persona, y mucho menos un pecador. Deben darse cuenta de que ustedes, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, pueden ser sacerdotes espirituales en este mundo, y que están en esta Mission School para ello. Incluso Jesucristo no asumió el cargó de Sumo Sacerdote en este mundo por Su propio voluntad, sino que lo hizo en obediencia a la voluntad de Dios Padre; Obedeció a Su Padre para cargar con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y así cumplió toda la justicia de Dios. Dios Padre hizo a Jesús cargar con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista.
De la misma manera Dios Padre nos ha llamado a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu para hacer Su obra. Por tanto, debemos entender sin dudar que Jesucristo nos hizo perfectos a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu al venir a este mundo, cargar con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre hasta morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Esto es lo que debemos entender y creer.
Hemos sido llamados al sacerdocio gracias a la obediencia de Jesucristo a Dios Padre
Cuando leemos Hebreos 5, 7 y en adelante, vemos que las Escrituras dicen que Jesucristo sufrió mucho en este mundo en obediencia a Dios Padre, y como resultado se convirtió en el Señor de la salvación eterna e cualquiera que crea en Su justicia. Al enviar a Jesucristo a este mundo, Dios Padre hizo que fuese el Sumo Sacerdote, haciéndole cumplir la justicia de Dios. Y como Jesucristo obedeció la voluntad del Padre para cumplir esto, pudo borrar todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista. Podemos ver aquí que, al ser bautizado, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos el Señor nos ha salvado para siempre en estos tiempos presentes a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Imaginen qué ocurriría si Jesús, el Hijo de Dios, hubiese desobedecido a Dios Padre. ¿Qué habría ocurrido si Jesús le hubiese dicho al Padre: “No quiero ser bautizado por Juan el bautista, no voy a obedecer Tu voluntad”? Si esto hubiese pasado, habría sido imposible ser salvados de todos nuestros pecados. Jesucristo aprendió obediencia por todas las cosas que sufrió como se lo pidió Dios Padre, y por tanto se pudo convertir en el Señor de la salvación eterna para nosotros. Para convertirnos en hijos de Dios, debemos obedecer al Evangelio del agua y el Espíritu y seguirlo por fe. Debemos someternos al Evangelio del agua y el Espíritu confiando en la justicia de Dios. En vez de mirar a nuestro alrededor para ver qué hacen los demás, debemos seguir con dedicación la justicia de Dios por fe. A través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos darnos cuenta de qué es la verdadera justicia de Dios y seguirla en completa obediencia.
Tengo que repetir constantemente lo importante que es que todos entendamos la justicia de Dios y sigamos al Señor. El conocimiento de la justicia de Dios es absolutamente indispensable, y con este conocimiento debemos trabajar diligentemente como siervos de Dios para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando se trata de servir la justicia de Dios, lo que más importa es nuestra sinceridad. Si simplemente hacemos las cosas sin pensar sirviendo al Señor, nos preocupamos de lo que piensan los demás de nosotros, o intentamos satisfacer nuestros deseos carnales en vez de obedecer la voluntad de Dios de todo corazón, entonces no valdríamos para nada en la Iglesia de Dios. Para predicar la Verdad que constituye la justicia de Dios, debemos confiar en esta justicia de Dios y seguirla de todo corazón. Cuando hacemos la obra de Dios, debemos confiar en Dios y aprender Su voluntad primero. Aunque hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, algunos de nosotros todavía no saben como obedecer la voluntad de Dios por fe con un corazón sincero. Esto se debe a que estamos demasiado acostumbrados a las cosas del mundo, muchas de las cuales no requieren sinceridad y están llenas de decepción. Así que después de nacer de nuevo es muy difícil ser fieles a Dios de todo corazón.
Hay una expresión en griego que dice “Coram Deo”, que literalmente significa “ante la cara de Dios”. Esto implica que cuando hacemos algo, lo hacemos ante Dios de corazón y con fe. Pero algunos de nuestros ministros jóvenes no lo entienden completamente. No se dan cuenta de que han llegado donde están gracias a sus predecesores de la fe que les han ayudado de todo corazón, les han guiado con devoción y los han amado sinceramente.
Pasemos a Hebreos 5, 12: «Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido»
Cuando pasa tiempo suficiente desde que creímos en la justicia de Dios, todos nosotros nos convertiremos en maestros. Por ejemplo, nuestra escuela dominical la enseñan miembros antiguos de la Iglesia cuya fe ha madurado. Esto implica que cuando crezcan en su fe y tengan más experiencia mientras hacemos la obra de Dios, a su debido tiempo se les confiará un cargo más alto en la Iglesia de Dios. Esto puede ocurrirle a cualquiera en la Iglesia de Dios siempre que sus vidas de fe sean rectas.
¿Cuál es la fe elemental de la Palabra de Dios? ¿Quiénes son jóvenes en la fe? ¿Quién debe enseñar a estos santos espiritualmente inmaduros? Hay muchos santos aquí que siguen sin hacer la obra de Dios por fe y que encuentran difícil alimentarse de la Palabra de Dios. Hay demasiada gente que no puede hacer que la Palabra de Dios sea su pan espiritual. Esto se nota más aún entre los que tienen una fe infantil. Los que tienen una fe infantil deben aprender de sus predecesores de fe. Así que, los que tienen una fe inmadura necesitan leche, pero los que tienen una fe madura se alimentan de la carne de la Palabra de Dios por fe en sus vidas diarias (1 Corintios 3, 2).
Cuando nos encontramos con algún problema, debemos utilizar nuestros sentidos para averiguar cuál es la voluntad de Dios para nosotros. Es muy importante utilizar nuestros sentidos de fe para juzgar correctamente y tomar la decisión adecuada. Pero el pueblo de Israel no tenía buen juicio y por eso el autor de la Epístola de Hebreos dijo que su fe todavía era demasiado inmadura. Y como su fe era demasiado infantil, también les pidió que confiasen en el liderazgo de los líderes de su iglesia que conocían lo que la Palabra de Dios estaba diciendo. Por tanto, aquellos que tienen una fe inmadura deben emular a sus predecesores de la fe y aprender de ellos para vivir su fe en sus vidas diarias. Solo entonces podemos crecer para tener una fe madura.
Incluso los siervos de Dios en el Antiguo Testamento tenían que ser refinado y formados sin cesar hasta que se convertían en gente de fe. Dios tuvo que hablarle a Abraham y guiarle constantemente. Como Dios le habló a Abraham y le dijo que se fuese de Ur de los Caldeos, Abraham se fue de su tierra en obediencia. En realidad, Abraham siguió la Palabra de Dios aunque no sabía exactamente dónde iba a ir. Dios le dijo que se fuese sin decirle adónde iba. Pero a pesar de esto Abraham fue donde Dios le dijo que fuese y allí donde vivió Abraham, siguió adorándole, orando, buscando Su instrucción y obedeciéndole de todo corazón. Por eso Abraham se convirtió en el padre de fe distinguido que confió en la Palabra de Dios y la siguió de todo corazón. Y por eso la fe de Abraham se considera tan grande incluso hoy en día.
Por el contrario, muchos cristianos confusos hoy en día siguen la voluntad de su carne en vez de creer en la Palabra de Dios, y justifican este comportamiento con todo tipo de excusas increíbles. Esto es completamente incorrecto. Es absolutamente indispensable que dejemos de lado los pensamientos arrogantes de la carne y creamos en la Palabra de Dios de todo corazón. A pesar de lo difíciles que sean nuestras circunstancias, debemos confiar en la Palabra de Dios de todo corazón y seguirla con toda obediencia. Y para eso, debemos aprender a tener la verdadera fe de nuestros predecesores espirituales.
¿Cómo debemos comportarnos como siervos de Dios?
Una de las características que distinguen a los predecesores de fe en nuestra Iglesia de los que tienen una fe inmadura es el hecho de que no solo creyeron en la justicia de Dios antes, sino que también sus deseos espirituales son muy profundos. Así que no han hecho afirmaciones que no estén fundadas en la Biblia que causan problemas en las comunidades cristianas actuales, tales como la noción de que todos los cristianos son perfectos porque han muerto en Cristo. Por desgracia, incluso algunos de nuestros trabajadores han sido influenciados por esta enseñanza incorrecta, y como resultado, estaban predicando nociones incorrectas a sus hermanos santos. Incluso dijeron que no podían cometer pecados porque ya habían muerto con Jesucristo. Pero fueron regañados por la Iglesia por sus falsas enseñanzas.
Aunque nos hemos convertido en personas sin pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la justicia de Dios, esto no significa que nuestra carne haya sido perfeccionada para no cometer pecados nunca más. En otras palabras, aunque estamos sin pecados, no somos completamente perfectos como para no cometer pecados. Por el contrario, seguimos viviendo en la carne y por tanto no podemos evitar cometer pecados en nuestras vidas. Sin embargo, como estamos sin pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos darle gracias a Dios aún más por Su justicia. Aunque es completamente cierto que no tenemos pecados gracias a nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, las acciones de nuestra carne están lejos de la gloria de Dios. Por tanto, todos los que creemos en la justicia de Dios de todo corazón debemos darnos cuenta de que nuestra carne sigue siendo débil y debemos confiar en la justicia del Señor. Y debemos guiar espiritualmente y correctamente a los que siguen siendo jóvenes para que vayan a la Verdad.
Algunos cristianos afirman que la perfecta salvación no se puede alcanzar si no somos crucificados con Jesucristo, pero esto no es cierto. El que tengamos la verdadera salvación no depende de si confesamos haber sido crucificados con Jesucristo, Sino que la salvación perfecta solo se alcanza porque el Señor cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y entregar Su vida por nosotros en la Cruz. Por eso quien cree en la justicia de Dios ha muerto con Cristo y se ha levantado de entre los muertos con Cristo. Sin embargo, el problema es que algunos de nuestros santos, cuya fe es todavía demasiado débil, pueden ir por el mal camino guiados por estos falsos profetas y caer en la confusión. Esto ocurre porque estos santos no escuchan a sus líderes en la Iglesia de Dios aunque hayan estado en la Iglesia durante mucho tiempo.
El hecho de que hayamos muerto en Cristo ha dejado aún más claro que cuando reconocemos en nuestras vidas de fe que hemos sido crucificados hasta morir cuando Cristo fue crucificado. Cuando pensamos que es difícil negar nuestros pensamientos carnales, debemos reconocer la verdad de que hemos muerto con Jesucristo. Después de todo, ¿cómo puede alguien que ha muerto con Cristo insistir en hacer las cosas a su manera? Por tanto, todos debemos seguir dejándonos guiar por nuestros predecesores de la fe al confiar en la Palabra de Dios. Si permiten ser prisioneros de sus propios pensamientos, verán que es muy difícil obedecer y seguir a sus predecesores de fe. En momentos como este, es absolutamente indispensable creer que han muerto con Cristo. Deben negar sus propios pensamientos y seguir la justicia del Señor diciendo: “¿Por qué voy a ser tan terco cuando ya he muerto con Cristo?”. Solo al creer en la justicia de Jesucristo podemos seguirle. Debemos tener presente siempre el hecho de que hemos muerto en Cristo y hemos vuelto a la vida con Cristo. Y debemos recordar que esto solo es posible cuando creemos que fuimos bautizados con Jesucristo cuando el Señor fue bautizado por Juan el Bautista.
Aunque vivan una vida de fe correcta ahora y sigan la justicia del Señor, es posible que confíen en sus pensamientos carnales demasiado y acaben rechazando la voluntad del Señor. Cuando se encuentren en esta situación, deben admitir que han muerto en Cristo con Él. En otras palabras, cuando sufren al seguir al Señor por sus deseos y pensamientos carnales, deben negarlos. Negarse es absolutamente necesario cuando su mente se siente atraída más hacia sus pensamientos carnales que a la justicia de Dios.
Servir al Señor no significa necesariamente vivir una vida de fe perfecta. De hecho, cuanto más sirven a la justicia del Señor, más se exponen las faltas de su carne. Puede que no hayan vivido esto ustedes mismos porque todavía están estudiando en la Mission School. Pero cuando se les confía la obra de Dios en el campo de las misiones, se dan cuenta de que cuanto más trabajo se les confía, más se exponen sus fallos. Cuando la tarea que se les confía es pequeña, es fácil hacerla, y por eso puede que no sea necesario negar sus propios pensamientos. Sin embargo, cuando se les confía una tarea extremadamente importante y pesada que está por encima de sus capacidades, estarán cansados y frustrados y la maldad de su carne quedará expuesta. En otras palabras, sus debilidades quedarán expuestas más y más a medida que lleven a cabo esta tarea difícil. Si tienen poco trabajo no tendrán problemas para completar sus tareas, pero si se les confía una tarea difícil, les pesará más y por tanto sus debilidades quedarán aún más expuestas. Será imposible esconder la maldad de su carne porque cuando se dedican a la obra que Dios les ha confiado, se quedarán sin virtudes y fuerzas en poco tiempo.
Por esa razón la Biblia dice: «pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez» (Hebreos 5, 14). Este pasaje significa que solo los que creen en la Palabra de Dios de la justicia pueden alimentarse de ella. La Palabra de Dios es algo que alguien usa como alimento y experimenta por fe solamente. Por tanto, es muy importante que todos pensemos en lo que Dios ha hecho por nosotros y lo apliquemos a nuestras vidas de fe en vez de considerarlo mera curiosidad espiritual.
De la misma manera en que necesitábamos un Sumo Sacerdote en este mundo, también necesitamos un Sumo Sacerdote en el Reino de los Cielos. Esto es lo que Dios ha establecido. El Sumo Sacerdote celestial y el Sumo Sacerdote terrenal tenían que conocerse; uno de ellos tenía que bautizar y el otro ser bautizado; y la justicia de Dios tenía que cumplirse así. Solo entonces nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo para ser erradicados, para que pudiésemos recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no fuese así, es decir, si el papel del Sumo Sacerdote no se cumpliese, entonces nuestra salvación no se cumpliría. No podemos alcanzar nuestra salvación si no escuchamos el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos dio y creemos en esta salvación y la aceptamos en nuestros corazones, porque esta salvación nos la ha dado Dios mismo.
Muchas personas hoy en día no piensan mucho en el bautismo de Jesús, Su muerte y Su resurrección. Incluso la mayoría de cristianos no toman en consideración lo que Jesús ha hecho por ellos aunque digan creer en Él. El bautismo que Juan el Bautista le dio a Jesús en este mundo era la obra de Dios, pero muchos cristianos confusos ignoran esto como si fuese insignificante. Sin embargo, es precisamente al ser bautizado por Juan el Bautista que Jesús cumplió la justicia de Dios y esta obra no debe ignorarse. No cualquier persona podía convertirse en Sumo Sacerdote en esta tierra, sino que había que ser llamado por Dios Padre sin falta. De la misma manera, Jesús fue llamado por Dios Padre para cargar con todos los pecados de la raza humana al ser bautizado por Juan el Bautista. Dios Padre había confiado esta obra tan importante a Su Hijo y a Juan el Bautista. Por tanto, los que creen en la justicia de Dios según Su Palabra son los que tienen la fe correcta, y estas personas tienen una gran fe. Esta es la gente de fe.
Por el contrario, los que dicen tener una visión mientras oran o dicen haber visto a Dios en un sueño no son la gente verdadera de fe. De hecho, en vez de estar inspirados por la Palabra de Dios, estas personas están bajo el dominio del Diablo. Aunque Dios a veces se reveló directamente a Sus siervos dura en el Antiguo Testamento, ya no hace esto en estos tiempos del Nuevo Testamento. Por supuesto, durante la Iglesia Primitiva, cuando el Nuevo Testamento se estaba escribiendo todavía, Dios se reveló directamente a los Apóstoles, pero cuando el Nuevo Testamento se completó, dejó de manifestarse directamente. Ahora, a través de Su Palabra escrita Dios se nos revela. De hecho, Dios dijo que maldeciría a cualquiera que añadiese o quitase algo de Su Palabra. Aunque la revelación de Dios era necesaria para que las Escrituras se escribiesen, y cuando se completó esta tarea, las Escrituras se convirtieron en la autoridad final y por tanto nuestro entendimiento y fe debe estar de acuerdo con esta Palabra de Dios escrita en los 66 libros de las Escrituras. Esta es la fe correcta. Y por eso debemos ir donde la Palabra de Dios vaya y parar donde pare.
La gente de fe que cree en la justicia de Dios puede utilizar sus sentidos espirituales de la fe y ser refinada. Sin embargo, el problema es que algunos santos en la Iglesia no han sido refinados lo suficiente y por tanto tienden a caer en la confusión. Como estos santos no han sido refinados para reforzar su fe, son espiritualmente inmaduros como niños. Si son así, lo primero que deben hacer es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu con todo su corazón, servirlo con todo su corazón y confiar en la justicia de Dios y seguirla con todo su corazón. Solo cuando dan un paso pequeño así y siguen caminando con Dios podrán convertirse en grandes personas de fe al final. De lo contrario, si entienden la Palabra de Dios y la siguen según sus pensamientos carnales, en vez de creer en ella y seguirla de todo corazón, acabarán como Judas. En la Biblia, Dios dijo a través del Evangelio del agua y el Espíritu que hemos muerto en Cristo y hemos resucitado con Cristo, y por tanto, todos nosotros debemos prestar atención a este Evangelio y aprender acerca de la fe correcta. La Verdad de que todos los santos nacidos de nuevo han muerto en Cristo la conocemos todo, pero si algunos de nosotros nos acabamos de dar cuenta de esto ahora, somos espiritualmente inmaduros como niños pequeños.
Incluso el germen más pequeño puede ponernos enfermos si entra en nuestro cuerpo. De la misma manera, también es dañino para la Iglesia de Dios que una sola persona que no cree en la justicia de Dios esté en ella. Por tanto es extremadamente importante encontrar a esas personas y enseñarles correctamente. No puede haber ninguna excepción; nosotros debemos creer en Dios según la Palabra escrita. Debemos seguir la Palabra de Dios por fe y unirnos con nuestros predecesores de fe. Si no estamos en unión completa con la Iglesia de Dios y sus líderes, no podemos vivir por la justicia de Dios. Para ponerlo de otra manera, ninguno de nosotros puede conseguir misiones en el mundo solo. ¿Podríamos hacer la obra de Dios solos? Por supuesto que podríamos hacer una pequeña parte, pero no podríamos hacerla toda solos. Y por eso todos debemos juntar nuestra fe y nuestras fuerzas para hacer la obra de Dios en unidad.
Aunque no parezca que hayamos conseguido mucho por las misiones del mundo, hemos conseguido mucho en la predicación del Evangelio por todo el mundo. El hecho de que estén en la Mission School demuestra que están dedicados a esta llamada, pero no es suficiente escuchar la Palabra de Dios con sus oídos solamente. Deben aceptar la Palabra de Dios en su corazón y seguirla de todo corazón. Si no lo hacen, será completamente inútil terminar el curso entero de la Mission School. Aunque escriban todo lo que se les ha enseñado en la Mission School, hay un límite en lo útil que puede ser esto. Mientras que sus apuntes les pueden servir algún día, por lo menos cuando se trata de escuchar la Palabra de Dios, es más importante aceptar esta Palabra de Dios en sus corazones.
No me canso de repetir lo importante que es que caminen confiando en Dios y Su justicia. Por tanto, es absolutamente necesario que acepten la Palabra de Dios en sus corazones. En la Epístola a los Hebreos el Señor habló de los ángeles, de Sí mismo y del Sumo Sacerdote y ustedes deben pensar por qué el Señor considera que estas cosas son indispensables en sus vidas de fe en vez de considerarlas nociones hipotéticas. Entonces deben aplicar las enseñanzas del Señor a sus vidas de fe diarias. Solo entonces podrán darse cuenta de lo importante que es reforzar su fe, creer en la Palabra de Dios de todo corazón, en vez de conocerla solo con sus cabezas, entender completamente el papel indispensable de Juan el Bautista, y entender la obra de salvación que Jesús ha hecho por ustedes para borrar sus pecados. Entonces se darán cuenta de que no solo han recibido la remisión de los pecados, sino que también de que tienen el deber de vivir sus vidas de fe sinceramente confiando en la justicia de Dios.
Espero y oro por que Dios nos dé esta fe bendita a todos nosotros.