(Hebreos 9:27-28)“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.”
La gente cuyas almas están enfermas
Le doy gracias a nuestro Señor por habernos salvado de todos nuestros pecados. Todo el mundo tiene un cuerpo y un alma, que es el hombre interior. Pero la gente solo mira al exterior y determina si una persona es justa o no de esa manera. Sin embargo, la Biblia dice que los seres humanos son esencialmente los que han sido creados a imagen de Dios. Nos dice que todos los seres humanos tienen alma, es decir, un hombre interior. Además de la carne que puede verse por fuera, los seres humanos tienen alma dentro. El autor del Libro de Hebreos separa al ser humano en varias partes: espíritu, alma y carne. Y esto significa que es ser humano es un ser espiritual, no solo un ser carnal.
Así, la gente puede dividirse en dos grupos. Un tipo de personas está formado por las que tienen almas enfermas y otro por las que tienen un cuerpo enfermo. Así, con toda la gente con la que nos encontramos, en vez de acercarnos a ellos según su apariencia externa, debemos aprender a percibir su hombre interior. Cuando conocemos a diferentes personas, lo más importante es establecer es ver si tienen el alma enferma o si su alma ha sido sanada de la enfermedad del pecado.
Para todas las personas, solo porque la persona sea sana por fuera, no significa que por dentro esté sana. Los seres humanos tienen un hombre interior y solo cuando este hombre interior está sano, la persona entera puede estar sana. Todas las personas pueden decir que están sanas, pero solo cuando han encontrado a Jesús, el Salvador, podrán sanarse. Si el hombre interior está enfermo, por muy sano, capaz, inteligente y hermoso que sea el hombre exterior, todo será en vano. Este tipo de persona lo perderá todo. Si el hombre interior de una persona está enfermo, esa persona está enferma.
Sin embargo, si el hombre exterior está enfermo y el hombre interior está sano y se ha convertido en una persona justa después de conocer a Jesús y haber recibido la remisión de los pecados, esa persona está sana. Los seres humanos pueden dividirse en dos grupos: los que tienen almas enfermas y los que han sido sanados a pesar de estar enfermos. Dicho de otra manera, cuando miramos a la gente, debemos ver si el hombre interior ha recibido la salvación de los pecados. En vez de mirar solo al hombre exterior, debemos ver si el hombre interior está sano.
Así que, cuando conocemos a gente nueva, podemos percibir su estado espiritual a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Entre las muchas personas que conocemos, hay algunas que se suicidan a pesar de tener todos los requisitos para ser felices desde un punto de vista carnal. Se dice que los países avanzados tienen una tasa de suicidio alta especialmente entre los jóvenes. Incluso en Corea podemos ver que la tasa de suicidio entre los jóvenes es la más alta. La razón por la que la gente se suicida es que el hombre interior está enfermo. Esto se llama la “enfermedad del alma”. Si alguien tiene una enfermedad en su corazón, entonces esa persona tiene la enfermedad del pecado. Por esta razón, debemos aprender a percibir el hombre interior cuando conocemos a personas nuevas.
Dios mira nuestro hombre interior
Miramos la apariencia externa de la gente, pero Dios mira la apariencia interior. Así, todos debemos tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu por el que podemos recibir la remisión de los pecados en nuestros corazones. Hay muchas personas en este mundo que están enfermas espiritualmente. Cuando los justos miramos a estas personas, ¿cómo debemos mirarlas? Debemos verlas distinguiéndolas entre los que están enfermos y los que no. Solo cuando hacemos esto por el Espíritu Santo, podemos darle el Evangelio del agua y el Espíritu a esta gente.
¿Cómo es posible entregar el Evangelio del agua y el Espíritu a alguien que no esté enfermo en su corazón? Jesús nos dice: “Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32). Si queremos predicar el Evangelio a las almas, primero debemos averiguar si son almas enfermas o no. Y cuando se haya determinado si están enfermas, debemos empezar a compartir el Evangelio con ellas.
Aunque tengan todos los requisitos para ser felices, estén sanos físicamente y sean inteligentes, son personas enfermas. Debemos tratarlas como pacientes espirituales. Son las personas a las que debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Los seres humanos tenemos una enfermedad porque tenemos al hombre interior en nosotros. ¿Qué es esta enfermedad? Es el pecado. El pecado que hace que el hombre interior esté muy enfermo, se marchite y muera. Sabiendo que el hombre interior está enfermo, a través del Evangelio del agua y el Espíritu podemos predicar el Evangelio de la Verdad.
La gente que se ha convertido en gente justa podrá conocer a muchas más personas enfermas además de las que haya conocido recientemente. Cuando los justos conocen a estas personas, les predicarán el Evangelio del agua y el Espíritu. A veces envidiamos a los enfermos. Esto se debe a que muchos enfermos viven una vida más feliz que la de los justos. En vez de predicarles el Evangelio, a veces les tenemos envidia. La razón es que hemos estado mirando su apariencia externa en vez de mirar a su hombre interior. Por esta razón debemos tener ojos espirituales. Debemos aprender a reconocer a las almas que están muriendo por sus pecados. Como el alma, que es el hombre interior, está enferma, son pecadores. Todas las personas con pecados en sus corazones están enfermas ante Dios.
Debemos buscar y encontrar a los que están muriendo por sus pecados en este mundo. Y entonces debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Pero ¿podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los que tienen que ver su propia imagen? Incluso Jesús dijo que los enfermos son los que necesitan un médico. La gente puede estar bien desde una perspectiva carnal, pero si no se han reconocido como pecadores ante Dios, ¿cómo van a sentir que necesitan el Evangelio del agua y el Espíritu? Así, debemos escoger a los que tienen que escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu. Somos los que deben seguir viviendo con estas percepciones. Primero, deben saber que el hombre está enfermo en su alma para vivir una vida verdadera de evangelistas. Hebreos 9:27 dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.
Todo el mundo nace una vez y muere una vez. Y todos los pecadores serán juzgados por sus pecados. Los pecadores sufrirán la ira terrible de Dios y el fuego del infierno. Tuvimos que encontrar a las amas que estaban muriendo por sus pecados y predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu por el que nuestro Señor ha eliminado nuestros pecados. He dicho que todo el mundo muere una vez. Desde una perspectiva humana, nacer y morir una vez es un principio que no falla. ¿Por qué mueren los seres humanos? ¿Por qué se convierten en pecadores los seres humanos? La Biblia dice claramente que, como nuestros antecesores pecaron ante Dios, todos los seres humanos se convirtieron en pecados porque heredaron todos esos pecados. Como los seres humanos se han convertido en pecadores, tendrán que morir una vez, lo quieran o no.
¿Cómo pudimos convertirnos en miembros de esta iglesia e Hijos de Dios?
La razón es que el amor de Dios nos convenció mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos dio, a los que estábamos enfermos con el pecado, el Evangelio del agua y el Espíritu a través del cual podemos convertirnos en Sus hijos. Entonces, ¿es porque seamos más fieles que los demás? Si no es así, ¿es porque tememos a Dios? Tampoco. Entonces, ¿nos permitió convertirnos en hijos de Dios porque estemos haciendo muchas obras justas ante Dios? No, por supuesto que no. ¿Es porque hay muchas personas en este mundo que hacen buenas obras desde una perspectiva carnal que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu? No, por supuesto que no.
Entonces, ¿qué nos permite librarnos de nuestros pecados? Como hemos aceptado la Palabra del Evangelio de agua y el Espíritu en nuestros corazones por fe. Y al hacer esto, hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones. El Apóstol Juan confiesa que pudimos convertirnos en hijos de Dios por el amor incondicional de Dios. Dios dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1). Este amor de Dios se refiere al amor incondicional hacia los pecadores. Nuestra salvación fue posible porque Dios nos ha amado a todos los que habíamos sido pecadores.
Por el amor del Señor que nos da constantemente, todos pudimos recibir la remisión de los pecados para siempre y también pudimos convertirnos en el pueblo de Dios. El amor por el que el Señor nos ama es el mismo amor por el que Dios Padre ama a Su Hijo. Aunque el Padre Santo, el Hijo Santo y el Espíritu Santo estén con los que creen en el amor de Dios, el amor de Dios Padre se nos mostró claramente a través de Jesucristo. Porque Dios Padre nos amó tanto a través de Su Hijo Jesucristo, ese amor es el amor agape del Dios Trinitario. Por la fe que cree en el amor agape de Dios pudimos convertirnos en el pueblo de Dios.
Ahora, ¿qué tipo de existencia teníamos ante Dios?
La verdad es que éramos seres corruptos fundamentalmente ante Dios. Teníamos que ser destruidos por nuestros pecados. En Jeremías 17:9 leemos: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Y en Romanos 3:10 se dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno”. No hay ni una sola persona que no cometa pecados. Romanos 3:23 dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. De esta manera, cuando estábamos llenos de pecados y corruptos, Dios nos salvó de nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos convirtió en Sus hijos para que pudiésemos vestirnos de Su amor incondicional de salvación. Como Dios quiso vestirnos con este amor, nos hemos convertido en Sus hijos, llevando el amor de Dios y creyendo en Su justicia.
Por tanto, debemos guardar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que da testimonio de esto en nuestros corazones por fe. Debemos recordar que, aunque seamos obradores de iniquidad, pudimos recibir la remisión de los pecados porque el Señor nos ha salvado de todos los pecados del mundo mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que ha hecho para nosotros. Ahora no debemos fingir ser espirituales ante Dios sin conocernos a nosotros mismos. Nos hemos convertido en hijos de Dios por la gracia de Dios a pesar de no poder esperar Su amor. Esta gracia ha sido posible gracias a nuestra fe en el amor agape incondicional de Dios. Y por eso, Dios nos ha convertido en hijos Suyos a los que hemos sido salvados de todos los pecados, y nos ha hecho vivir nuestras vidas de ahora en adelante como personas más agradecidas a Dios con mucha fe.
Ante Dios, ¿somos como Esaú o como Jacob desde una perspectiva espiritual?
Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu somos como Jacob y no Esaú. Dios nos amó a todos igualmente y no nos odió. Así, recibimos la remisión de los pecados por fe, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que es la justicia de Dios, en vez de alardear de nuestra grandeza. Todos debemos ser como Jacob y no como Esaú, como está escrito en el Antiguo Testamento.
Debemos darnos cuenta de que, incluso dentro del amor agape de Dios, la gente que es como Esaú no puede ser salvada. Estas personas llegan a la destrucción porque se niegan a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es el amor grande de Dios. Lo que debemos entender es que la razón por la que Esaú no fuese redimido por Dios no es que Dios no le amase, sino que la gente como Esaú rechaza el amor de Dios. Dios vistió a la gente con el amor de la remisión de los pecados que elimina todos los pecados, aunque sean como Esaú. Pero, al final, como no creyeron en el amor de Dios de todo corazón, están en una situación en la que no pueden evitar el juicio del pecado.
Es difícil que los que son como Caín o Esaú acepten el amor de Dios porque tienen sus propias virtudes. Esto se debe a que tienen su propia justicia, su propio sentido del juicio y un corazón que confía en sus propias buenas obras. Por esta razón, no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de manera pura, que es el amor de Dios y el Evangelio que limpia los pecados de sus corazones, y por eso siguen siendo pecadores.
El Apóstol Juan habló a los santos sobre lo que creyó que era el amor de Dios, diciendo: “Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1). El Apóstol Juan se convirtió en un hijo de Dios al haber sido vestido con el amor del Padre y la salvación de todos los pecados. Lo que esto significa es que, nosotros también debemos conocer y creer en el amor de la salvación. Sin embargo, como la gente en este mundo no conoce el gran amor de Dios Padre a través de Jesucristo, ha llegado a un momento en que persigue a los que creemos en ese amor.
La gente de este mundo puede vivir día a día sin darse cuenta de que Dios Padre nos ha salvado del pecado del mundo con el poder del Evangelio del agua y el Espíritu a través de Jesucristo. Así, como la gente del mundo no entiende correctamente lo diferente que somos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden comprender lo valioso que es el Evangelio del agua y el Espíritu que les estamos predicando y por eso no pueden creer en él. Y por esa razón, la gente del mundo no puede evitar saber que la gente justa que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu es simplemente muy diferente.
Serán las personas que cometerán el pecado de perseguirnos en el futuro. Dicho de otra manera, la razón por la que no saben quién es Jesucristo es que no pueden reconocer a los que estamos vestidos del amor de Dios. Para nosotros, Jesucristo es el Hijo de Dios, el Creador, el Maestro en quien creemos, y el Salvador que nos ha salvado de todos los pecados del mundo y la destrucción eterna.
La gente del mundo reconoce a los que se han convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y por eso, se levantarán contra nosotros y se convertirán en enemigos de Jesucristo. Si viésemos el mundo desde el punto de vista del Evangelio del agua y el Espíritu, podríamos ver que los enemigos de Jesucristo son numerosos. Asimismo, el Señor siempre nos ha recordado que estos anticristos son los que intentan engañarnos constantemente.
No debemos convertirnos en enemigos de Jesucristo al no tener fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu ante Dios. ¿Qué convierte a la gente en enemiga de Jesucristo? La gente se convierte en enemiga de Jesucristo, no porque sus obras sean incompletas ante Dios, sino porque dicen tener fe, sin saber quién es Jesucristo y porque no se dan cuenta de que Jesucristo es el Salvador que nos ha salvado de todos los pecados del mundo, mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Asimismo, aunque alguien conozca el Evangelio del agua y el Espíritu, se convierte en enemigo de Jesucristo por no creer de corazón.
Jesucristo es el Hijo de Dios. Es Dios para nosotros y es nuestro Salvador. Pero muchas personas están convirtiéndose en enemigas de Dios por no creer en esta verdad. Y por eso, estoy agradecido por habernos convertido en personas que están agradecidas ante el Señor, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, por el que ha eliminado nuestros pecados. Los enemigos de Jesucristo son los que no creen en esta Verdad, de que Jesús es Dios y nos ha librado de nuestros pecados al venir a este mundo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu.