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Sermones

Tema 23: Hebreos

[Capítulo 11-3] Para vivir por fe, debemos tener un propósito claro (Hebreos 11:1-12)

Para vivir por fe, debemos tener un propósito claro(Hebreos 11:1-12)
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.”
 
 
Les doy la bienvenida a todos. Acabamos de leer Hebreos 11:1-12 en el culto de esta tarde. Como todos saben, este pasaje habla de tener fe en Dios. El autor de la Epístola a los hebreos definió la fe de la siguiente manera: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Las palabras “la fe es la certeza de lo que se espera” significa que si creemos que Dios nos dará lo que esperamos, nos lo dará. Por eso, nuestros predecesores de la fe creyeron en Dios de todo corazón, aunque no le hayamos visto con nuestros ojos. 
Creyeron que Dios creó el universo entero y todo lo que hay en él con Su Palabra. Por eso pudieron confiar en Él, seguirle, vivir por fe y creer que tiene razón. Por eso Abel ofreció a Dios un sacrificio más excelente que el de su hermano Caín. Y por fe Enoc fue tomado sin ver la muerte. La Biblia dice que Abel y Enoc vivieron una vida que Dios aprobó. De la misma manera, Noé preparó un arca por fe al haber sido avisado por Dios de las cosas que no había visto y así no solo se salvó a sí mismo, sino también a su familia entera. Noé se convirtió en un obrero justo por fe. 
Cuando Abraham fue llamado por Dios, dejó su tierra confiando en Dios, aunque no sabía dónde iba. Asimismo, Abraham y sus herederos vivieron como nómadas en este mundo sabiendo que un día verían al Señor cara a cara. Asimismo, Abraham pasó su fe a sus descendientes, y por esta fe fue a los brazos del Señor. Su mujer Sara, quien era demasiado anciana para dar a luz, también creyó que la Palabra de Dios fue fiel, y por esta fe fue bendecida para tener tantos descendientes como estrellas hay en el cielo. 
 
 

¿En qué creyeron nuestros antecesores de la fe?

 
Nuestros antecesores de la fe creyeron que cualquier cosa que esperase se cumpliría si confiaban en Dios. Su fe, como la describe la Biblia, era la sustancia de las cosas esperadas. Si queremos vivir confiando en Dios como nuestros antecesores de la fe debemos tener claro el propósito de nuestra fe en nuestra mente. ¿Por qué es tan necesario esto? Porque la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por desgracia, muchos cristianos suelen pensar en la fe como algo ciego, como si Dios les fuese a contestar si creyesen en Él arbitrariamente sin propósito definido. 
Por el contrario, la verdadera gente de fe en la Biblia no solo creyó en Dios a ciegas, sino que tuvo un propósito claro para su fe. Sabían por qué creían en Dios. Por ejemplo, Enoc, un hombre de fe, hizo que su propósito en la vida fuese complacer a Dios. Tenía un propósito claro para su vida, es decir, vivir una vida buena ante Dios; y vivió por este propósito hasta que Dios se lo llevó. Por eso Dios le bendijo para no ver la muerte en este mundo y se lo llevó mientras estaba vivo. Dios hizo esto porque ama a los que le complacen. 
Aún más, como Enoc creyó que Dios se lo llevaría así, esto ocurrió según su fe. Dicho de otra manera, Enoc tenía un propósito claro para su fe. De la misma manera, el propósito de Abraham para su fe estaba claro. Cuando Abraham fue llamado por la Palabra de Dios, estaba viviendo cómodamente en su tierra natal. Pero Dios le dijo: 
“Vete de tu tierra 
y de tu parentela, 
y de la casa de tu padre, 
a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). Cuando Abraham escuchó esto, obedeció a Dios enseguida y empezó a caminar hacia la tierra que Dios le mostró y esto se convirtió en el propósito de su vida. Así que se fue de su tierra, dejó todas sus memorias y fue a la tierra que Dios le mostró. Abraham no sabía exactamente dónde iba, pero sabía que Dios había preparado un reino para él. Por eso hizo que el Reino de Dios fuese el propósito de su vida. Y con este propósito Abraham vivió una vida piadosa en este mundo que complacía a Dios. 
No terminaría nunca si empezase a dar testimonio de las vidas de nuestros antecesores de la fe ahora, pero quiero darles unos cuantos ejemplos mencionados en la lectura de las Escrituras de hoy. Sara, la mujer de Abraham, había sido infértil toda su vida, incluso antes de que Dios se le apareciese a Abraham y le dijese que le daría tantos descendientes como estrellas hay en el cielo. No solo era Abraham anciano, sino que no tenía descendencia y su mujer Sara era demasiado anciana para concebir un hijo. Era biológicamente imposible que Sara tuviese un hijo. No tenía esperanza de tener un hijo. Había abandonado la esperanza de tener hijos, no porque quisiera, sino porque su cuerpo era demasiado anciano. 
Sin embargo, cuando Dios se le apareció a Abraham y le prometió que le daría un hijo, Sara creyó en esta Palabra. El capítulo 18 de Génesis nos dice qué ocurrió cuando Sara escuchó esta promesa. Dios envió a Sus ángeles a Abraham, y mientras los ángeles le hablaban, Sara escuchó a uno de ellos decirle a Abraham que tendría un hijo el año siguiente. Al escuchar esto Sara se rió porque le parecía imposible. Por una parte, en su carne, Sara debió pensar que lo que el ángel estaba diciendo era ridículo, pero, por otra parte, debió estar muy contenta al escuchar esto. En cualquier caso, Sara se rió cuando oyó que tendría un hijo. El ángel le preguntó por qué se estaba riendo. Sara primero negó haberse reído, pero el ángel le dijo que se había reído y por eso llamó a su hijo Isaac. Al final, como Dios había prometido, alrededor del mismo tiempo al año siguiente Sara tuvo un hijo. Abraham ahora tenía un heredero, un hijo de la obediencia, de su mujer Sara. 
Aunque Sara pensó que era demasiado anciana para tener un hijo, Dios le dijo que podría tenerlo. Y en esta promesa de Dios, Sara encontró fuerzas para concebir y dio a luz a un hijo. ¿De dónde sacó estas fuerzas? Las sacó de su fe, de creer en la lealtad de Dios en Su promesa de darle un hijo. La Biblia nos dice que la verdadera fe se trata de confiar en Dios y Su Palabra. Sara tuvo a Isaac a tiempo porque creyó en lo que Dios le había dicho sin falta. 
Cuando Dios le dijo a Abraham que llevase a su hijo Isaac al Monte Moriá y lo sacrificase como holocausto, Abraham obedeció. Abraham confió en Dios tan completamente que, aunque hubiese matado a Isaac, estaba seguro de que Dios cumpliría Su promesa para darnos tantos descendientes como estrellas hay en el cielo. Como Abraham creyó en Dios y Su Palabra de todo corazón, no dudó en sacrificar a Isaac como holocausto. Y cuando estaba a punto de matar a Isaac, Dios le dijo: “¡Abraham, Abraham! No le pongas la mano encima a Isaac, porque ahora sé que Me amas más que a tu hijo. He preparado un carnero para que lo ofrezcas en vez de a tu hijo”. 
Abraham, un hombre de fe, tuvo multitud de descendientes de fe en este mundo que creyeron en Dios como él por fe. Por eso nosotros estamos aquí hoy. Al vivir nuestras vidas de fe, debemos tener una meta clara para nuestra fe. Debemos tener un propósito por el que creer en Dios. Debemos preguntarnos por qué propósito hemos vivido hasta ahora. Debemos desear vivir por la verdadera fe ante Dios y debemos vivir nuestras vidas por este propósito justo. Si nuestro propósito es bueno a los ojos de Dios, conseguirá este propósito por nosotros. Si oramos por este buen propósito y lo anhelamos, Dios nos responderá. Por eso es tan importante que todos nos demos cuenta del motivo claro de nuestras vidas de fe. 
 
 
De Abraham a Enoc y Noé, todos los que vivieron confiando en Dios siguieron un propósito claro 
 
El propósito de su fe era piadoso a los ojos de Dios. Si su meta no hubiese sido piadosa, Dios no habría caminado con ellos y no les habría dado lo que necesitaban, ni les habría ayudado. Dios conoce nuestros corazones y mentes completamente. Por tanto, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos tener una meta piadosa y movernos hacia ella con claridad y determinación. Por supuesto, somos débiles, y a veces vamos por el mal camino, o cuando nos caemos mientras buscamos nuestra meta piadosa, pero Dios nos conoce. 
Así, si de verdad queremos vivir con fe en Dios no solamente debemos recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que debemos tener una meta piadosa ante Él. Y debemos orar a Dios para que se cumpla el propósito piadoso que complacerá a Dios. Debemos pedirle ayuda para que nuestras metas justas se cumplan, y debemos confiar solo en Dios. Esta es la meta última para todo el que vive confiando en la justicia de Dios. Para los justos, en otras palabras, tener fe en la justicia de Dios es su meta en la vida. Por eso creen que Dios les permitirá vivir así. 
Como Abraham, yo también tengo muchas, muchas debilidades. A pesar de mis fallos tuve un propósito claro en mi vida una vez encontré la justicia del Señor y recibí la remisión de los pecados. Me pregunté a mí mismo: “Ahora que he recibido la remisión de los pecados, ¿cuál es mi propósito?”. La respuesta está clara. Mi objetivo en la vida era defender y propagar la fe en la justicia de Dios. El primer obstáculo con el que me encontré era mi salud deteriorada. No soy exactamente un hombre robusto cuando se trata de la salud. Pero gracias a la fuerza de Dios he podido vivir hasta este día. 
Cuando cumplí los 30 años, mi cuerpo había quedado arruinado por mis escapadas de juventud. Había sido joven e impaciente, no presté atención a mi salud, hice muchas cosas arriesgadas que destruyeron mi cuerpo y empujé mis límites físicos. Aun así, durante toda mi juventud, no presté mucha atención a mi salud, porque pensaba que no era tan mala. Pero cuando encontré la justicia del Señor mi salud empezó a preocuparme. 
Así que oré a Dios y le pedí que me diese salud, diciéndole: “Señor, por favor, dame salud. Soy tan frágil últimamente que tengo miedo de morir antes de completar Tu trabajo. Aunque no tengo miedo a la muerte, tengo miedo por Tu trabajo. ¿Qué le ocurriría a Tu trabajo si sigo así de frágil y no puedo hacer nada por Ti? Por favor, dame salud para hacer Tu obra”. Así, desde ese momento estar sano se convirtió en una de mis metas, no por mi propio bien, sino por el del Señor, para servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando establecí esta meta, oré constantemente con este objetivo en mente. Dios me ayudó y me bendijo de varias maneras, a través de doctores, medicina, dieta, etc. Esta es la única razón por la que mi salud no es tan mala como solía serlo. 
Dios me dio salud a Su debido tiempo. Cuando decidí hacer lo que complacía a Dios, es decir, predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, hice que una de mis metas fuese estar sano. Como resultado, solo pude estar sano hasta cierto punto, por lo menos lo suficientemente sano como para hacer la obra de Dios. Esto fue gracias a Dios, ya que Dios fue quién me devolvió la salud y me dio fuerzas para seguir adelante. Incluso hoy no tengo ninguna duda de que es Dios quien me bendice. 
Ahora que me han escuchado hablar sobre hacer que mi salud sea una prioridad, se preguntarán por qué soy tan egoísta. Pero lo hago por el Señor. Después de todo, no puedo servir al Señor si no tengo buena salud y por eso mi salud es mi prioridad en mis oraciones. Si fuera un hombre sano sin ningún problema de salud, podría haber tenido otra meta. 
Deben tener una meta en su vida que les ayude a predicar la justicia de Dios. ¿Qué tipo de meta deben tener ante Dios? Todos nosotros debemos tener una meta clara para hacer la obra de Dios. Como grupo, el objetivo de la Iglesia de Dios es predicar el Evangelio por todo el mundo, mientras que individualmente todos debemos tener una meta personal que nos acerque un paso más a esta meta. Cuando hacemos esto, podemos orar a Dios por fe y vivir por Su gloria. Como no estamos pidiendo a Dios nada malvado, sabemos que nos ayudará sin falta y contestará nuestras oraciones. Cuando tenemos esta fe inamovible, veremos el cumplimiento de la Palabra de Dios en nuestras vidas, ya que: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Dios se asegurará de que nuestros sueños se hagan realidad. Esta es una meta de fe justa. 
 
 
Si tienen mala salud, deben hacer que sea una prioridad restaurar su salud
 
Hemos estado sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu sin descanso durante mucho tiempo y muchos de nosotros hemos visto un deterioro en nuestra salud. ¿Cómo se sienten cuando tienen una enfermedad física? ¿No se preocupan? No solo no podemos servir al Señor cuando nuestra salud es mala, sino que además tenemos mucha incertidumbre acerca de nuestros futuros. Así que es normal que se preocupen. Por eso es tan importante para nosotros cuidar de nuestra salud. 
Si tenemos una salud mala, volver a tener salud debería ser una de nuestras metas al tener fe cuando nos guíe Dios y debemos confiar en que Dios nos dará salud. Todos nosotros debemos tener fe en la justicia de Dios y por esta fe debemos tener un propósito para nuestras vidas y orar a Dios por el mismo. 
 
 
Toda la gente de fe aprende por sus ancianos de fe
 
Aunque Moisés creció en Egipto como hijo adoptivo de una princesa egipcia, fue criado por su madre biológica y ella le enseñó a tener fe en Dios. Desde el momento en que un bebé es amamantado por su madre y durante toda su infancia, Moisés aprendió de su madre a tener fe en Dios y la escuchó constantemente decirle: “Eres un hebreo. Eres parte del pueblo de Dios. Dios les usará como instrumentos Suyos. El pueblo de Israel ha sido esclavizado en Egipto durante 430 años, pero a través de ustedes, Dios librará a esta nación de Egipto. Esta es la voluntad de Dios. Creo en esto. Así que deben ser fuertes, crecer sanos y salvos, estudiar mucho y aprender todo lo que puedan. Un día esto les servirá de mucho”. 
De esta manera, aunque Moisés fue adoptado por la hija del Faraón, todavía tuvo a su madre biológica cerca para cuidarlo y ella le enseñó todo acerca de la fe. Por supuesto, cuando Moisés creció su madre biológica no pudo seguir a su lado, pero hasta ese momento fue criado en la fe, aunque creciese en el palacio del Faraón como hijo adoptivo de la princesa egipcia. Más adelante, cuando Moisés se convirtió en un hombre joven, vio a un hebreo que estaba siendo maltratado por un egipcio y fue consumido por la ira al verlo y lo mató. Moisés enterró al egipcio muerto en la arena para esconder su asesinato, pero alguien lo había visto todo y empezaron a difundirse rumores sobre cómo Moisés se había puesto de lado de un hebreo y había matado a un egipcio y escondio su cuerpo muerto en la arena. Al final las noticias llegaron a oídos del Faraón. 
Asimismo, hubo todo tipo de rumores sobre Moisés y su lealtad, ya que se sabía que era un hebreo. Pero nadie se atrevía a hablar de esto abiertamente porque Moisés era el hijo adoptivo de la hija del Faraón. Sin embargo, ahora que Moisés se había puesto de lado de un compatriota hebreo y había matado a un egipcio, su lealtad estaba siendo cuestionada. El Faraón pensó que el comportamiento de Moisés era inaceptable y decidió ejecutarlo, y por eso Moisés huyó a la tierra de Miriam. ¿Por qué tomó este riesgo Moisés para ayudar a un hermano hebreo? ¿Por qué dejó su palacio privilegiado por una vida difícil y dura en una tierra extraña y distante? Porque no solo sabía en su corazón que pertenecía al pueblo de Dios, sino que también tenía un propósito claro para su vida, que era ayudar a su pueblo. 
Por eso, mientras estaba en el exilio, Moisés pudo seguir obedeciendo la voluntad de Dios. Como creyó en Dios y tuvo un propósito claro para su fe pudo abandonar los privilegios que había heredado como príncipe de Egipto. Sabiendo que pertenecía al pueblo de Dios, Moisés tuvo la meta en la vida de servir al Reino de Dios y por eso pudo soportar y superar todas las dificultades que le seguían. Cuando nuestro propósito está claro, nuestras oraciones están claras y podemos orar por fe sin cesar. 
 
 

Si nuestra meta en la vida está clara y es justa a los ojos de Dios, podemos orar a Dios sin cesar

 
Mis queridos hermanos, todos los que vivieron por fe en Dios, vivieron por el tipo de fe que le complacía a Dios. Sansón fue escogido por Dios aun cuando estaba en el vientre de su madre. Fue elegido por Dios. Pero ¿cómo fue su vida? Aunque Sansón fue escogido por Dios para ser líder de Israel, en algún momento perdió su meta en la vida y pasó por muchas dificultades. A pesar del hecho de que Sansón fue el líder escogido del pueblo de Israel, cayó en sus propias debilidades personales y no pudo cumplir su deber, y el resultado de su error fue sufrimiento inexplicable para Sansón y todo el pueblo de Israel. 
Sansón mismo fue capturado por los filisteos y le sacaron los dos ojos, mientras que los israelitas sufrieron la opresión de los filisteos. Aun así, Sansón se arrepintió en el último momento y oró a Dios en un templo filisteo: “Señor, devuélveme mi fuerza. Permíteme librar al pueblo de Israel de los filisteos”. Con esta oración, Sansón rompió los dos pilares del templo y este se derrumbó. 
Las Escrituras dicen que Sansón mató a muchos filisteos mientras moría, en vez de mientras estaba vivo. Como resultado, el pueblo de Israel fue liberado de la opresión de los filisteos. De esta manera, Dios escucha nuestras oraciones cuando tenemos un propósito claro. Y cuando tenemos el objetivo claro, debe complacer a Dios siguiendo Su voluntad, en vez de nuestros propios deseos. Cuando oramos a Dios por Su gloria de esta manera, Dios contestará nuestras oraciones sin falta. 
La mayoría de ustedes probablemente conoce al hermano Seongjing de la Iglesia de Chungju. Es el marido de la hermana de Miae. El hermano Seongjin, después de vivir una vida de fe, cayó en la tentación del mundo hace tiempo y acabó dejando la Iglesia. Después de dejar la Iglesia, compró un camión y montó un negocio de reparto, pero tuvo un accidente grave y perdió decenas de miles de dólares. Su situación financiera empeoró tanto que los recolectores de deudas empezaron a llamarle día tras día. Su madre tuvo que vender algunas propiedades a estas entidades de crédito. 
Incluso después de esto, Seongjin tuvo que recurrir a su madre cuando necesitaba dinero. Su madre estaba tan dolida y preocupada que lloraba todo el tiempo y no podía dormir ni comer. Pero, aunque estaba sobrecogida por el dolor, tenía un propósito para su fe ante Dios: Quería que su hijo volviese a la Iglesia, viviese una vida de fe de nuevo y sirviese al Señor. Así que, con este objetivo en mente, oró a todas horas. Cuando me la encontraba en uno de nuestros retiros espirituales, le preguntaba por su hijo y me decía que no había cambiado nada. Me pedía que orase por ella y por su hijo, así que orábamos juntos cogidos de la mano. 
Algunos de nuestros ministros no podían ni ver al hermano Seongjin, diciendo que no tenía remedio y que debíamos dejarlo estar. Sin embargo, aunque nadie creyese, su madre creyó de todo corazón que su hijo volvería a Dios sin falta y volvería a tener fe antes de que ella estuviese muerta. Después de algunos años, el hermano Seongjin se presentó en la Iglesia. Primero solo vino para ver qué pasaba, pero con el tiempo su corazón quedó convencido de que debía volver a la Iglesia. Al final se casó con la hermana Miae, una sierva de Dios fiel y ahora está viviendo una vida feliz y próspera en la Iglesia de Dios. 
Esto, queridos hermanos, es la verdadera fe. Si el propósito de nuestra fe está claro, y si este propósito es bueno a los ojos de Dios, escuchará nuestras oraciones y nos bendecirá para que consigamos este objetivo. Nos escuchará por nuestra fe. Esto es cierto. La misma lógica se aplica a la Iglesia de Dios. Como la Iglesia de Dios tiene un objetivo claro, hace posible que cumplamos ese objetivo. 
Cuando la Iglesia de Dios hace que sea su objetivo predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo; cuando deseamos que Dios lo cumpla; cuando creemos que lo cumplirá; y cuando le oramos por fe así, podemos ver cómo la obra de Dios se cumple ante nuestros ojos. Y seguiremos viendo cómo se cumple. Así, viviendo por fe en Dios, debemos fijar un objetivo claro que complazca a Dios y debemos orar por él. Así es como la gente de fe vive sus vidas. 
 
 

Cuando nuestro objetivo no está claro, nuestras oraciones no son incesantes 

 
Los enfermos no pueden ser sanados si su actitud es indiferente. Por supuesto, cuando creemos de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu entraremos en el Reino de los Cielos. ¿Hay alguien aquí que no esté seguro de si va a ir al Cielo? Si todavía no están seguros de si van a ir al Reino de los Cielos o no cuando mueran, debemos hablar después del culto de adoración, aunque tengamos que hablar toda la noche. Como hemos mencionado aquí, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu iremos al Reino de Dios tarde o temprano. 
Sin embargo, si ocurre algo desafortunado mientras estamos en este mundo, evitará que prediquemos el Evangelio. Por eso es importante que tengamos salud, hagamos nuestras tareas asignadas por Dios diligentemente hasta el día en que vuelva el Señor, vivamos por fe y tengamos un propósito claro en nuestras vidas de fe. Entonces Dios cumple nuestros objetivos. Cuando tenemos un objetivo claro podemos utilizar nuestra fe para este objetivo y orar a Dios por él y Dios también contesta nuestras oraciones y nos bendice para alcanzar ese objetivo. Así es como vivimos por fe. Y así es como vivieron todos los hombres y mujeres de fe. 
Como ustedes, también debo vivir una vida de fe con un objetivo claro. Tengo mucho que decir acerca de esto y por eso podría quedarme aquí de pie hablando toda la noche durante meses. Después de recibir la remisión de los pecados, dejé mi lugar de residencia y me fui a Sokchok. En aquel entonces, mis circunstancias personales eran tan difíciles que no podía hacer la obra de Dios. Así que le dije a Dios: “Señor, mírame. Mira lo miserable que soy. ¿Acaso no soy Tu siervo? ¿Por qué me haces pasar por tantas dificultades? Sabes que debo estar ocupado haciendo Tu obra, pero no puedo hacer nada ahora. ¿Por qué estoy aquí en Sokcho, en un pueblo de pescadores remoto? ¿Cómo voy a ajustarme a un pueblo tan pequeño cuando he vivido siempre en una ciudad grande? ¿Qué estoy haciendo en este lugar tan rural? No puedo hacer Tu obra aquí. Estoy avergonzado de mí mismo. Mira a todas estas personas tan altivas que me desprecian. ¿Cómo has podido arrastrarme hasta un lugar como este para pedirme que viva con esta gente? Estoy avergonzado”. 
Sin embargo, a pesar de las dificultades, todavía busqué la voluntad de Dios para mí. En aquel entonces estaba pasando por un momento muy difícil y sufriendo en cuerpo y espíritu. Había sido ministro en una iglesia grande hasta entonces, y estar en Sokcho me hizo sentir abandonado completamente. No podía entender qué hacía allí, así que busqué la voluntad de Dios para mí. Pensé: “He estado haciendo la obra de Dios con fidelidad hasta ahora, así que Dios debe tener alguna razón por ponerse en esta situación”. Cuando busqué el motivo por el que Dios me había mandado a Sokcho, me di cuenta de que no había nadie predicado por el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Mientras que había muchas personas predicando sobre la Cruz, no había ni una sola predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que le dije a Dios: “Señor, ¿por eso me has mandado aquí, para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, a la gente de aquí? Si esta es Tu voluntad, obedeceré. Predicaré el Evangelio del agua y el Espíritu a estas personas como Tú quieres”. De esta manera, me decidí a vivir así. Entonces oré a Dios: “Señor, predicaré el Evangelio del agua y el Espíritu a toda esta gente como Tú quieres que haga. Ayúdame, Señor, para que cumpla Tu voluntad”. 
Mis queridos hermanos, cuando nuestro propósito está claro, Dios cumple este propósito por nosotros. Cuando hice que mi objetivo fuese predicar el Evangelio, Dios me dio todo lo que necesitaba para alcanzar esta meta. Cuando necesitaba recursos económicos para predicar el Evangelio, oraba a Dios y me dio estos recursos; cuando necesitaba colaboradores para que la Iglesia de Dios creciese, le oraba y me enviaba trabajadores; cuando necesitaba aún más trabajadores para predicar el Evangelio al mundo, oraba a Dios, y me daba más trabajadores. De esta manera, cuando me ponía una meta clara para mi vida de fe, cuando oraba a Dios, me lo daba todo. Dios es así de fiel. 
Dios escucha y contesta las oraciones de los justos para que cumplan sus objetivos. Él es el verdadero Dios que he encontrado cuando estaba perdido. Este es el mismo Dios que encontraron los siervos en la Biblia. Incluso ahora, oro constantemente a Dios con un objetivo claro. Si necesitamos recursos financieros, oro a Dios para darnos todo el dinero que necesitemos para predicar el Evangelio. Como este mundo cada vez es más difícil, necesitamos aún más recursos económicos. Podemos predicar el Evangelio con energía cuando prosperamos y tenemos estabilidad económica. ¿Se predicaría con éxito el Evangelio del agua y el Espíritu si confiásemos solamente en nuestro trabajo duro? 
Intenten ir de casa a casa llamando a la puerta y vean si se puede predicar el Evangelio de esa manera. No se puede hacer así. Es mucho mejor predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a través de nuestro ministerio literario y hacer que nuestros libros sobre el Evangelio estén disponibles gratuitamente en todo el mundo. Como nuestros libros son gratuitos para todos, quien quiere, puede leerlos. Lo que ocurre después depende de esa persona. Si una persona está convencida de la veracidad del Evangelio del agua y el Espíritu, esta persona creerá en el Evangelio; si no está convencida, esta persona se negará a creer. Por nuestra parte, hemos cumplido nuestro deber ante Dios. 
Lo que ocurra después de esto, como ya he dicho, es responsabilidad de cada persona que escuche el Evangelio de nosotros. Si la gente cree, podrá ser salvada y recibir las bendiciones de Dios; si no cree, solo tendrá más maldiciones. La voluntad de Dios se cumplirá por todo el mundo. Sabemos por nuestras propias experiencias que, cuando trabajamos, así como un objetivo claro para nuestro ministerio, Dios nos ayudará sin falta. Así que debemos tener un objetivo claro para nuestras vidas de fe. 
Si son frágiles, o están enfermos, deben intentar estar sanos. Entonces Dios estará con ustedes y les abrirá el camino a la recuperación. Cuando tenemos una meta por Dios y vivimos con el objetivo claro que le complace, Dios estará con nosotros en cada paso, caminará con nosotros siempre y nos bendecirá a todos. Creo en esto de todo corazón. Les pido que crean en esto. Tengan una meta clara para sus vidas de fe, oren a Dios para que les ayude a alcanzarla y confíen de todo corazón que Dios les contestará. Entonces podrán ver que Dios contesta todas sus oraciones.