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Sermones

Tema 17: La relacion entre el ministerio de Jesus y el de Juan el Bautista

[Capítulo 17-5] Disfrutemos con gozo la gloria de Dios (Juan 1, 1-14)

Disfrutemos con gozo la gloria de Dios(Juan 1, 1-14)
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad».


El Evangelio de Juan, los tres Libros de Juan (1 Juan, 2 Juan y 3 Juan) y el Libro del Apocalipsis son las Escrituras que escribió el Apóstol Juan. A través de estas Escrituras podemos ver cómo era la fe del Apóstol Juan y la de los demás discípulos de Jesús. El Apóstol Juan creyó que Jesús era el Dios que creó el universo entero y a los seres humanos, y que Dios era su Salvador y el de toda la humanidad. Debemos tener este tipo de fe. 
Algunas personas creen que la Biblia fue escrita por hombre y niegan su autenticidad y veracidad. Pero los hombres que escribieron la Biblia no son sus autores, sino escritores. Ellos simplemente transcribieron la Palabra de Dios. Si juntamos el Antiguo y el Nuevo Testamento hay alrededor de 3800 ejemplos en los que se utiliza la expresión «Dios dijo». En toda la Biblia hay testimonio de que los escritores no dejaron escritas sus propias experiencias o pensamientos, sino que transcribieron lo que Dios les dijo y apuntaron lo que Él les mandó. La Biblia se escribió en un período de tiempo muy extenso, de unos 1600 años, empezando en el año 1500 a.C., que fue hace unos 3500, hasta el año 100 d.C. La Biblia fue escrita por 40 personas diferentes de lugares diferentes: la Península del Sinaí, Israel, Babilonia, varias regiones de Asia Menor, Roma, pequeñas islas del Mediterráneo, etc. Asimismo, los autores procedían de diferentes clases sociales, algunos eran maestros, profetas, generales, reyes, agricultores, pescadores, médicos, recolector de impuestos, y otras profesiones. En este mundo sólo hay un volumen escrito por gente de tan diversa procedencia durante un período de tiempo tan largo, y ese libro es la Biblia.
Lo que es aún más sorprendente es que a pesar de que la Biblia fue escrita por gente tan distinta durante un período de tiempo tan extenso, su contenido se centra siempre en Jesús. Esto demuestra que la Biblia es la Palabra de Dios que Él nos ha dado, y que es la Verdad escrita por Sus siervos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En otras palabras, la Biblia no recoge las palabras de unos hombres que decidieron escribir sus pensamientos, sino que es la Palabra de Dios que nos viene de la mano del hombre pero que está inspirada por el Espíritu Santo. Es absolutamente indispensable que entendamos cómo fue escrita la Biblia y que creamos que la Palabra de las Escrituras es la Palabra de Dios. La verdadera fe en Dios empieza cuando creemos que todas las Palabras de la Biblia son la Palabra de Dios.


Jesús creó los cielos y la tierra


En el pasaje de las Escrituras de hoy, el Apóstol Pablo nos habla por fe citando la Palabra de Dios del capítulo primero de Génesis. Nos habla de la esencia de Jesucristo: «Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1, 2-3). Desde el principio, en el mismo instante en el que Dios Padre decidió crear el universo, Jesucristo Su Hijo fue el Creador. Este pasaje declarado por el Apóstol Juan deja claro que Jesús es Dios desde el principio. Por eso dijo que no había nada que se hubiera creado espontáneamente sin Jesús. En otras palabras, al tiempo en que Jesucristo es nuestro Salvador, como es Dios mismo, también es el Creador del universo y todo lo que hay en él. Cuando se creó el mundo, se creó tal y como lo dijo el Creador, Jesucristo que es Dios.
Pasemos a Génesis 1, 1-5: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día» (Génesis 1, 1-5). Así es como Jesús creó los cielos y la tierra. El universo no apareció espontáneamente como dice la teoría de la evolución, sino que fue creado por la poderosa Palabra de Jesucristo.
La teoría de la evolución es una noción hipotética que dice que una sola célula existió espontáneamente un día y gradualmente se convirtió en una forma de vida. Pero ¿cómo puede aparecer vida de repente y espontáneamente de la nada? Sólo Dios puede crear vida.
Volvamos a Génesis 1, 2. Antes de que Dios crease los cielos y la tierra, la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo. Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. El Espíritu de Dios se refiere al Espíritu Santo. Significa que como el corazón de los pecadores estaba desordenado y lleno de confusión y desorden, el Espíritu Santo no podía descender a ese corazón.


Dios envía la luz de la vida a este mundo caótico


Está escrito: «Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas» (Génesis 1, 3-4). Aunque este pasaje explica la formación del universo y su resultado, también implica que Jesucristo vendría al mundo para salvarnos de los pecados del mundo. En el principio, Jesucristo envió la luz de las bendiciones al mundo que hasta entonces estaba dominado por las tinieblas. Entonces la luz apareció con tan sólo una Palabra que ordenaba que hubiera luz en este mundo caótico.
La tierra vacía y desordenada se refiere al planeta Tierra en el que vivimos. En términos espirituales se refiere a nuestros corazones. Significa que desde el momento en que nacimos en este mundo, nuestros corazones estaban desordenados, vacíos y oscuros. En otras palabras, todos nacimos como pecadores. Aunque nuestro Señor creó este universo bello, los corazones humanos se quedaron vacíos y confusos por culpa de Satanás. El universo no tenía estrellas y no había nada en él (ni plantas, ni árboles, ni frutos). Sólo reinaba la oscuridad y la confusión. Esta oscuridad se refiere a los corazones de las personas, que nacen como descendientes de Adán. El corazón humano y el mundo estaban gobernados por la confusión y la oscuridad, pero cuando Dios dijo: «Que sea la luz», la luz de la salvación llegó a nuestros corazones y Dios vio que la luz era buena. 
Dios separó la luz de las tinieblas y llamó a la luz día y a las tinieblas noche, y la tarde y la mañana hicieron el primer día. Dios Padre tardó seis días en crear el universo y durante todo este tiempo lo hizo con Su Hijo Jesucristo. Jesucristo es quien vino al mundo como un Hombre para salvarnos de los pecados del mundo: Él aceptó nuestros pecados en Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista, pagó la condena de nuestros pecados en nuestro lugar, se levantó de entre los muertos y así ha iluminado nuestros corazones con la verdadera luz de la salvación. A través del Evangelio del agua y el Espíritu, Jesucristo nos ha hecho a los que creemos en Él el pueblo de Dios. Él es el Rey de reyes y nuestro Salvador. Jesucristo ha salvado a este mundo del pecado.


Debemos tener la fe correcta y saber que Jesús es Dios


No debemos pensar que Jesucristo es una criatura como nosotros. Ni debemos compararle con Buda, Confucio, Mencio o Sócrates, que vivieron en este mundo durante poco tiempo. Es indispensable darnos cuenta de que Jesucristo es el Dios que creó el universo y todo lo que hay en él. Él, que nos creó, nos hizo nacer del útero materno y crecer; Él, que gobierna nuestra vida y muerte, que es el Alfa y la Omega, que nos ha dado las bendiciones del perdón de los pecados y que nos ha permitido disfrutar del eterno gozo en el Cielo; Él es Jesucristo que es Dios mismo. Nuestra fe debe estar fundada en el reconocimiento de que el Señor es Dios que gobierna sobre las bendiciones y maldiciones del hombre.
La fe del Apóstol Juan entendía y creía en Jesús correctamente. Él creía que Jesucristo estaba con Dios Padre desde el principio, que este universo y todo lo que hay en él fue creado por Jesús y que todos los pecadores reciben la remisión de los pecados al creer en Él, que vino por el agua y el Espíritu. Esta fe del Apóstol Juan es absolutamente indispensable para nosotros hoy en día. Jesucristo es el Dios que creó el universo y todas las cosas y es nuestro Maestro. Deben entender que Jesucristo es quien hizo que todos naciésemos en este mundo. Asimismo, deben creer por su bien que Él tomó sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así ha borrado nuestros pecados. Conocer a Jesucristo y creer que es el Creador y el Salvador de la humanidad es lo que significa la verdadera fe. Así es como debemos entender quién es el Señor y como debemos creer en Él de todo corazón.
Ha habido muchos sabios en el mundo. Algunos tuvieron grandes ideas y otros dieron sus vidas para cumplir sus nobles ideales. Sin embargo, estas personas no son divinas ni son salvadores. Por mucho que hayan conseguido, al final sólo fueron meras criaturas a los ojos de Dios y no trajeron ningún beneficio fundamental a nuestras almas. Puede que trajeran alguna satisfacción temporal a la gente del mundo, pero no nos dieron la bendición eterna de la salvación, ni pudieron darnos las riquezas gloriosas del Reino de los Cielos. El Apóstol Juan demuestra que Jesucristo es el único Salvador de la humanidad. Jesucristo hizo el mundo y no hay nada que Él no crease. La Biblia nos ha mostrado una vez más que la fe más correcta consiste en creer que Jesucristo es el Salvador.


¿Quién creó este universo y todas las cosas?


¿Quién nos creó a ustedes y a mí y nos concibió en el vientre materno? ¿Quién nos hizo nacer y crecer en este mundo? ¿Y quién gobierna en nuestra próxima vida? ¿Quién nos ha dado las bendiciones de la salvación y quién determina nuestro futuro? Jesús. Jesucristo es el Salvador de la humanidad. El nombre Jesucristo significa Salvador de la humanidad. El nombre Jesucristo significa Salvador y Rey de reyes. Jesucristo es el Señor y Rey de todo el universo y de todos los ejércitos. Él es el único Dios que ha borrado nuestros pecados y transgresiones y nos ha dado la vida en la carne y la vida eterna del alma. Debemos reconocer a Jesucristo como el Dios de la creación y el Salvador de la humanidad, y debemos creer en esto.
El Apóstol Juan creyó que Jesucristo era Dios y el Salvador, Hijo de Dios. ¿Nosotros también creemos así? Si no sabían que Jesucristo es el único Creador y el Salvador, entonces de ahora en adelante deben creerlo. No sólo ustedes, sino también el mundo entero. El Apóstol Juan dijo en Juan 1, 4: «En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres». Cuando Dios dijo que fuera la luz en este mundo oscuro, la luz existió y la obra misteriosa de la vida se creó en este planeta. Si el Sol desapareciese y no hubiese más luz, todo ser vivo moriría poco después de que la oscuridad descendiera. Entonces se preguntarán: «¿Pueden las criaturas de las profundidades del mar vivir sin luz?». No, no pueden. Esas criaturas no pueden sobrevivir sin la cadena alimenticia, es decir sin las criaturas del ecosistema que necesitan luz solar para vivir. Todas estas criaturas no podrían haber existido si no hubiera sido por la Palabra de Jesucristo. Cuando la luz se hace y las tinieblas retroceden por la Palabra de Jesucristo, surge nueva vida, pero cuando la luz de Jesucristo retrocede y sólo prevalece la oscuridad, sólo queda la muerte. 
Así que cuando Jesucristo, que es Dios, hizo el universo y todo lo que hay en él, dijo que hubiera luz y la luz apareció de las tinieblas y surgió nueva vida por Su bendición. Del mismo modo en que Jesucristo dio nueva vida donde sólo había oscuridad, también nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu y así hemos recibido la verdadera salvación. Así, mientras la luz que Dios hizo en Génesis se refiere a la primera luz creada al principio del mundo, también se refiere a la luz de la salvación que hemos recibido al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.


¿Conocen el verdadero propósito por el cual se escribió la Biblia?


Aunque la Biblia contiene hechos históricos y verdades científicas, estos no son los temas centrales. El verdadero propósito por el cual se escribió la Biblia es el destacar los pecados de las almas, explicar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y así traer la salvación a los que creen en la Verdad para poder convertirse en el pueblo de Dios. Está escrito: «La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella» (Juan 1, 5). Jesús habló de la Verdad ayer, está hablando de la Verdad hoy y continuará hablando de ella en el futuro. Pero a pesar de ello muchas personas no conocen a Dios correctamente. Dicen una serie de excusas como: «Bueno, Dios existe, pero…». Saben que hay un Creador, pero no pueden creer en Él ni aceptar la Verdad que se les ha dado. Hacen esto, aunque Jesucristo esté vivo y dándonos la luz del Evangelio de salvación que gobierna el orden natural de las cosas. Todo el universo existe y está vivo gracias a que Dios lo mantiene. Pero muchas personas no saben quién es Dios ni cuál es su relación con Él. Así que no sólo no pueden comprender la Verdad de la salvación que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que intentan juzgar a Dios basándose en sus pensamientos humanos y diciendo que todo empezó con el agua.
Sin embargo, mis queridos hermanos, la verdad de la salvación que Jesucristo nos ha dado está clara. Todas las cosas vienen de Jesucristo y todas las cosas deben volver al Creador al final para que sean salvadas o juzgadas por Él, y para que sean bendecidas o malditas por Él. Pero la gente no se da cuenta de esto. No tienen ni idea de lo grande que es la salvación del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús cumplió, ni cómo este amor ha recaído sobre nosotros en abundancia gracias a la Verdad del Evangelio, ni siquiera saben cómo Cristo nos ha salvado y nos ha revestido de Su amor. Así que era necesario que surgieran maestros que enseñasen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu a los que no lo conocían. Moisés escuchó la voz de Dios y Él lo levantó, y Moisés enseñó la Verdad de Dios al pueblo de Israel. De este modo necesitamos a un maestro así.
Seis meses antes de que Jesús naciera en este mundo, Dios Padre envió a un hombre llamado Juan el Bautista para que la gente se diera cuenta a través de él de quién era Jesucristo y lo que Él hizo por ellos. Aunque no conocíamos a Jesucristo, que es Dios, gracias al testimonio de Juan el Bautista pudimos comprender la Verdad y nos dimos cuenta de quién era Jesucristo. Esto es lo que hizo en el mundo. Así que Él ha revelado el amor y la misericordia de Dios y nos ha dado la salvación a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.


Juan el Bautista, un hombre enviado por Dios 


En Juan 1, 6-7 está escrito: «Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él». Como ya saben, el Apóstol Juan y Juan el Bautista son dos personas diferentes. Además, el nombre del escritor del Evangelio de Marcos también era Juan (Hechos de los Apóstoles 12, 12), y así podemos ver que Juan era un nombre muy común en aquellos días. Es muy común que personas diferentes tengan el mismo nombre, como Juan, Roberto, Juana, etc. Aunque ambos tenían el mismo nombre, la Biblia llama a uno Juan el Bautista porque es quien bautizó a Jesús. A parte de compartir el mismo nombre, Juan el Bautista no es la misma persona que el Apóstol Juan, que fue llamado por Jesucristo para ser uno de Sus discípulos y que dio testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu.
Está escrito: «Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz» (Juan 1, 7). Juan el Bautista fue enviado al mundo antes que Jesús y dio testimonio de la Luz. ¿Qué significa la Luz? Del mismo modo en que la luz solar es indispensable para que todo ser viviente crezca, Jesucristo es la Luz que gobierna toda vida y que salva a todo el mundo. La función de Juan el Bautista era dar testimonio de esta Luz. Aunque Jesucristo es Dios, vino personalmente al mundo y borró todos los pecados de nosotros que estábamos viviendo en pecado. Como Jesucristo aceptó todos nuestros pecados mediante Su bautismo y murió en la Cruz en nuestro lugar por estos pecados, Él es la Luz que nos ha dado vida nueva. El papel de Juan el Bautista era dar testimonio del ministerio de Jesús. Dios dio testimonio de toda la obra de salvación de Jesucristo y de cómo tomó los pecados del mundo mediante el bautismo y cómo murió en la Cruz cargando con estos pecados. Por eso cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador no podemos tener verdadera fe si dejamos de lado el papel de Juan el Bautista.
Sin embargo, muchas personas creen que Juan el Bautista es un fracaso. Piensan: «Bueno, sólo vino 6 meses antes que Jesús». Pero si piensan así no podrán conocer a Jesucristo que vino por el agua y el Espíritu. Para creer correctamente en Jesucristo que vino por el agua y el Espíritu deben escuchar el testimonio del bautismo de Juan el Bautista. Si este testimonio es correcto, deben creer en él. Por eso Juan el Bautista es una figura extremadamente importante. El Apóstol Juan, que escribió el Evangelio de Juan, pudo conocer a Jesucristo gracias al testimonio de Juan el Bautista. Se dio cuenta de que Jesucristo era el Mesías que su pueblo había estado esperando y pudo comprender el verdadero significado del bautismo de Jesús y Su muerte en la Cruz. Puesto que incluso el Apóstol Juan, un discípulo de Jesús, conoció a Jesús y creyó en Él gracias al testimonio de Juan el Bautista, ¿no es más importante este testimonio para nosotros? Si ignoramos el papel de Juan el Bautista, es imposible que conozcamos al Señor, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin creer en el testimonio del bautismo de Juan el Bautista, la salvación es incluso más difícil de alcanzar que el que un camello pase por el ojo de una aguja y que un rico entre en el Reino de los Cielos. Quien no cree en el testimonio de Juan el Bautista no puede encontrar el Evangelio del agua y el Espíritu.


Juan el Bautista dio testimonio de la Luz


¿Quién es la Luz? Jesucristo, que vino por el agua y el Espíritu. ¿Quién es la verdadera Luz de la salvación de sus almas? De nuevo es Jesucristo, que vino por el agua y el Espíritu. Juan el Bautista dio testimonio de este Jesucristo. Sin embargo, el pueblo de Israel por aquel entonces no creyó. Aunque el mundo fue creado por Jesús, Su pueblo no lo recibió cuando vino al mundo. Incluso cuando habían estado esperando al Mesías, cuado el Salvador vino, no creyeron en Él porque no le reconocieron. Juan el Bautista les había dicho: «Él es el Cordero de Dios. El Hijo de Dios que quitó nuestros pecados como el cordero del Antiguo Testamento y que nos ha convertido en el pueblo de Dios y ha cumplido el Reino de los Cielos. Él es el Salvador de la humanidad. El Mesías que hemos estado esperando. Es el descendiente de Abraham que viene de la tribu de Judá, uno de los 12 hijos de Jacob. Es el Rey que vendrá en Su tiempo».
Pero a pesar de esto el pueblo de Israel no creyó. ¿Por qué no? Porque juzgaron a Jesús en términos carnales con sus ojos humanos. Como una raíz en suelo seco, había poco atractivo en la apariencia física de Jesús. Él fue descrito como una raíz en suelo seco (Isaías 53, 2). ¿Entonces cómo era Jesús? Se cree que podría haber sido alto y muy delgado. Cuando vemos imágenes de Jesucristo siendo interrogado en la corte de Pilato, nos sorprende lo demacrada que está Su cara. Alguien tan esquelético no tiene ningún atractivo. Jesús era así.
Jesús nació en Belén tal y como se profetizó y fue criado en Nazaret, después tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista cuando tenía 30 años para cumplir toda la justicia de Dios según la Palabra.
Sin embargo, el pueblo de Israel no creyó en Jesús. No creyó, aunque Juan el Bautista diera testimonio de ambos: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Jesús había venido al mundo, pero el pueblo de Israel, Su propio pueblo, no lo recibió.
Sin embargo, el Apóstol Juan siguió diciendo: «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1, 12-13). Este pasaje es uno de los versículos de la Biblia favoritos que los cristianos memorizan: «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1, 12). Juan el Bautista dio testimonio de que Jesucristo, la Luz, vino al mundo, cargó con nuestros pecados de una vez al ser bautizado, cargó con todos esos pecados hasta la Cruz, fue crucificado, derramó Su sangre, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado de todos los pecados del mundo. El Apóstol Juan también dijo que a los que reciben a Jesucristo en sus corazones, al que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios Padre les ha dado el privilegio de convertirse en Sus hijos. En otras palabras, Dios Padre ha dado este privilegio a los que creen en Jesucristo, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Debemos creer que el Señor no es sólo el Salvador de la nación de Israel, sino el Salvador de toda la raza humana. Juan el Bautista dio testimonio del bautismo de Jesucristo, Su sangre en la Cruz, Su muerte y Su resurrección. Por tanto, por fe, todos en este mundo deben aceptar esto en su corazón. El derecho a convertirse en hijos de Dios se concede a los que creen en Jesucristo, que fue crucificado mientras cargaba con los pecados del mundo que tomó en Su bautismo. Por lo tanto, debemos aceptar esta verdadera Luz de salvación.
Jesucristo aceptó nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. El bautismo que Jesús describió en Mateo 3, 13-17 es lo que trasladó nuestros pecados a Jesucristo, y Él los llevó a la Cruz. Debemos darnos cuenta y creer que, para tomar nuestros pecados, Jesús fue bautizado en el río Jordán antes de ser crucificado. Después de que Jesús cargara con los pecados del mundo al ser bautizado, derramó Su sangre en la Cruz y se levantó de entre los muertos de nuevo para pagar así la condena en nuestro lugar. Por eso ustedes pueden alcanzar la salvación si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, en que Cristo les ha salvado de esta manera. Deben recibir a Jesucristo, la Luz de salvación, en sus corazones y entender correctamente el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben aceptarle en sus corazones. Recuerden que es a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu a los que Dios les da el derecho de convertirse en Sus hijos.


¿Han recibido a Jesucristo como Su Salvador?


¿Creen en su corazón que Jesús es el Rey de reyes y su Salvador? Él es al mismo tiempo nuestro Rey y nuestro Profeta, así como el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos. El Señor vino al mundo encarnado en un hombre, cargó con los pecados de la humanidad sobre Su propio cuerpo y no sobre un animal, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en nuestro verdadero Salvador. Se ha convertido en el Salvador de todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. A los que creen, el Señor les ha dado el derecho a convertirse en hijos de Dios. Yo creo en esta Verdad. ¿Ustedes también creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Han aceptado el Evangelio del agua y el Espíritu?
¿Quiénes son los que aceptan el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón? La gente que recibe este Evangelio en sus corazones y los que admiten que sus pensamientos son corruptos y aceptan la Palabra de Jesucristo. Debemos creer que Jesús nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu al venir al mundo; que Él es Dios y el Señor de la vida que creó el universo y todo lo que hay en él; que Él nos concibió en el seno materno y nos hizo nacer en este mundo; y que nos ha librado de la muerte al cargar con nuestros pecados mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y Su muerte en la Cruz. Si alguien no reconoce esto o no lo desea conocer, no cree en la Verdad. Estas personas sólo escuchan con sus oídos y ven con sus ojos, y nunca con sus corazones.
Si todavía no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque esté claro, entonces tienen un gran problema. No podrán obtener el perdón de los pecados de Dios y por lo tanto estarán malditos. ¿Alguno de ustedes piensa que una maldición de Dios no es nada? Por ejemplo, en inglés se utiliza mucho una blasfemia que traducida significa «Dios maldiga esto o lo otro» y se considera una de las peores blasfemias. ¿Qué esperanza se puede tener si Dios nos maldice? Ninguna. La persona que recibe una maldición de Dios está perdida y no puede vivir en este mundo. Todo el mundo necesita las bendiciones de Dios para vivir. A veces puede que otras personas nos odien, pero nunca iremos al infierno por eso. Sin embargo, si Dios nos maldice, estaremos tan hundidos en esta vida que no podremos soportarlo.
Si los hombres le odian a causa de Dios, este odio se convertirá en bendición, pero si los hombres les alaban y Dios les odia, irán directos a su perdición. ¿Quieren que Dios les maldiga y perder lo poco que puedan tener ahora? Si no quieren que les ocurra esto, deben creer en la Palabra de Dios del Evangelio del agua y el Espíritu. Deben creer con todo su corazón que Jesucristo, la Luz, les ama y que les ha salvado de todos sus pecados. Sólo podrán estar bendecidos si aceptan esta Palabra de Verdad y creer en que Jesucristo, que hizo el universo y todo lo que hay en él, es su Señor, el Mesías que les ha salvado. 
La Biblia dice: «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1, 12). ¿Y ustedes? ¿Han recibido la potestad de ser hijos de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu? Dios les dará este privilegio en cuanto crean en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de corazón. Quien cree en la salvación de Jesucristo, en Su poder y en Su amor, es hijo de Dios. A través del poder del Evangelio del agua y el Espíritu nos convertimos en hijos de Dios. Si nos hemos convertido en hijos de Dios por fe, tenemos la autoridad de Dios. Incluso en el mundo secular, los hijos de los poderosos disfrutan de privilegios considerables. Dado que Dios es nuestro Padre, ¿hay algún derecho del que no podamos disfrutar? Por supuesto que no. Por lo tanto, es extremadamente importante recibir a Jesús.
¿A quién han recibido? ¿A quién han recibido con gozo? Si un desconocido les visita, ¿acogen a esa persona con gozo? No. Pero si un conocido les visita, ¿acaso no le reciben con los brazos abiertos? Por supuesto que sí. Jesucristo ha borrado sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y les ha hecho hijos de Dios para que reciban tanto las bendiciones terrenales como las celestiales. ¿Entonces no aceptarían a Jesús? ¿Hay alguna razón por la que duden en recibir a Jesucristo en sus corazones cuando Él es Dios y les ama? Les pido a todos que reciban a Jesucristo con gozo a través del Evangelio del agua y el Espíritu y que lo hagan creyendo en este Evangelio.


Organicen sus vidas con Jesucristo

Aunque algunas personas en este mundo entienden a Jesucristo y le reciben con gozo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, hay otras muchas personas que no tienen interés alguno en esta Verdad y que no aceptan a Jesús. Hay un proverbio en Corea que dice: «La sal de la cocina sólo tiene gusto salado cuando se usa al cocinar». Por lo tanto, cuando escuchan la Palabra de Dios que dice que Jesús ha borrado nuestros pecados para convertirnos en hijos de Dios, deben llevar esta Palabra a sus corazones y creer en ella. Jesucristo nos ha dado todas las bendiciones de la tierra y del Cielo, pero sólo cuando le reconocemos como nuestro Salvador y le aceptamos en nuestros corazones, estas bendiciones se hacen realidad en nosotros. Si no le reciben en su corazón, nunca podrán recibir estas bendiciones.
Para ilustrar esta cuestión imaginemos que alguien está defendiendo un castillo y es la única persona en esta tarea. Cuando llegan los invasores, no habrá manera de pararlos si son más fuertes que él, por mucho que lo intente. Al final le echarán del castillo, lo perderá todo y le destruirán. Por eso no debemos organizar nuestras vidas para nosotros solamente, sino que debemos vivir con Jesucristo. Para ello debemos aceparle en nuestros corazones.
No son los ignorantes los que creen en Jesucristo, sino las personas inteligentes. Así que les pido que crean en el bautismo de Jesús y en Su sangre derramada en la Cruz, que Él es Dios y el Salvador y así le acepten en sus corazones. Recuerden que las bendiciones eternas de Dios les están esperando si aceptan a Cristo en sus corazones. Quien no cree en esto es un ignorante.
El antiguo Imperio Inca es famoso por el oro y la plata en abundancia. Estos dos metales eran tan abundantes que los europeos se quedaron atónicos cuando descubrieron este imperio. Pero, a pesar de alardear de una cultura rica, cuando los españoles invadieron el Imperio Inca, éste cayó ante tan sólo 200 tropas. Como los incas nunca habían estado en contacto con la civilización occidental, se quedaron fascinados con los españoles y les recibieron con los brazos abiertos. En sus viajes por el Imperio Inca, los españoles vieron que el imperio estaba lleno de oro, plata y otras piedras preciosas. Era natural que sus corazones se llenaran de codicia. Aunque el Imperio Inca era una civilización muy avanzada, al final se derrumbó ante las armas de los españoles. Esto se debe a que los incas no apreciaban el valor del oro y hacían que ellos se adueñaran, aunque fuera tan valioso. El oro no es más que una piedra inútil si no se conoce su valor verdadero. Incluso si se tiene oro para vivir una vida llena de lujos, si no se conoce su valor, no vale para nada.
¿Qué ocurriría si no le diesen valor al oro? Que lo perderían todo y sus enemigos se lo quedarían. Supongo que no querrán ser maldecidos y morir por su ignorancia al no poder distinguir a las tropas amigas de las enemigas como hicieron los incas. Deben recordar que si no aprecian su propia alma y no se dan cuenta de la joya que es el Evangelio del agua y el Espíritu de Jesucristo, estarán dirigiéndose hacia la destrucción como el Imperio Inca que desapareció de la faz de la tierra a pesar de tener una civilización muy avanzada.
Para salvarnos del pecado, Jesucristo vino al mundo encarnado en un hombre, tomó sobre Sí mismo sus pecados al ser bautizado por Juan, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en su verdadero Salvador. Si a pesar de esto no aceptan en su corazón a Jesucristo, que les da tantos beneficios a sus almas, y simplemente se quedan mirándole como si no tuviera ninguna importancia en sus vidas, en vez de ser benditos, serán malditos. Deben darse cuenta de quién está a su lado, y deben abrir sus corazones a su aliado que está cerca de ustedes para ayudarles. Si aceptan a cualquiera, puede que se den cuenta pronto de que se ha convertido en su enemigo, y que saca su espada contra ustedes para robarles todo. Los que no creen en Dios son una raza de víboras. ¿Y ustedes? ¿Se han convertido en hijos del Reino de Dios al creer en Jesús de todo corazón? Es absolutamente indispensable que se den cuenta de que los que no creen en Dios son sus enemigos y que, aunque deben predicarles la Palabra y esperarles, no deben comprometerse con ellos.
Mientras predicamos la Palabra de Dios a veces me enfado con justicia porque hay muchos líderes cristianos que no creen en Dios. Esta gente alardea de sus credenciales y sus estudios, su estatus social y todos sus privilegios mundanos, pero no tienen ni idea de que todo eso no vale para nada al final y que sólo son basura a los ojos de Dios. Mis queridos hermanos, creer en Jesucristo es la cosa más noble que puede hacer un ser humano. Sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu de Jesús, ¿de qué se puede alardear? Alardear de poderes mundanos sin conocer a Jesús es una tontería.
Mis queridos hermanos, creer en Jesucristo no significa simplemente reconocerle y aceptarle como el Salvador para obtener bendiciones terrenales. La única manera de recibir el perdón de los pecados y convertirnos en hijos de Dios es aceptar a Jesucristo, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu como nuestro Salvador. Aquellos cuyas oraciones son contestadas en la tierra son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sólo ellos pueden recibir las bendiciones de Dios y pueden encontrar Su gracia y gloria. Los que han recibido a Jesucristo en sus corazones saben que Él, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, es quien nos da la salvación. Ahora debemos entender esta Verdad y aceptar a Jesús como el Ser Supremo en nuestros corazones.
El derecho a convertirnos en hijos de Dios no se obtiene por herencia carnal, ni por provocar emociones humanas. Tampoco se obtiene por una tradición religiosa familiar o por decir: «Como mis padres creyeron, yo también creo en Jesús». La Biblia dice que los hijos de Dios son aquellos que han nacido de nuevo, no de la sangre ni de la voluntad de la carne o del hombre (Juan 1, 13), sino por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu (Juan 3, 5).
No deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu por el bien de otra persona, sino por su propio bien. No pueden decir: «De acuerdo, yo también creo en Jesús y voy a la iglesia». En realidad, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón, por su propia voluntad. Deben creer que Jesús, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, es su Salvador.


Los que han nacido de nuevo del agua y el Espíritu disfrutarán de la gloria de Dios

Nacer de nuevo de Dios significa lo siguiente: Dios Padre amó tanto al mundo que envió a Su Hijo al mundo, y a través del Evangelio del agua y el Espíritu nos ha salvado de los pecados del mundo. Cuando creen en este Jesucristo que vino de Dios Padre como su Salvador, nacen de nuevo como hijos de Dios. Así es cómo Dios les bendice. Jesucristo prometió que vendría al mundo como descendiente de una mujer y se convertiría en nuestro Salvador (Génesis 3, 15). Según esta promesa, vino al mundo y cumplió Su Palabra.
El que Jesús naciera de Dios significa que es Dios encarnado en un hombre. En otras palabras, el Dios santo nació en este mundo siendo un hombre. En la Palabra de Dios hemos conocido a este Jesucristo y nos hemos dado cuenta de que es el Hijo de Dios y de que, a través de Su Hijo, Dios Padre nos ha dado el don de la salvación para convertirnos en Sus hijos. Todo esto ha sucedido porque el Evangelio del agua y el Espíritu nos ha salvado. A través de Su Palabra Dios nos permite saber que esta salvación no es falsa, sino que es la Verdad, y nos ha permitido creer en ella. 
No puedo predicar nada más que el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué sentido tendría que hablase de algo que no es verdad mientras estoy ante ustedes? Si hiciera eso, estaría maldito. Incluso me dirían: «¡Baje del púlpito! ¡Pare de predicar!». Si les estuviese predicando otra cosa que no fuese la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, me lo podrían decir.
Mis queridos hermanos, ustedes son expertos en todo menos en la Palabra de Dios. Cada uno de ustedes tiene un talento para hacer algo, desde hacer las tareas de la casa hasta dar clases en la universidad, el arte, la filosofía, la educación, la reparación de automóviles, etc. Así todos somos expertos en algún área secular, pero lo más importante es que debemos convertirnos en expertos de la fe, que creen en la Palabra de Dios, que nos ha llegado por el Evangelio del agua y el Espíritu.
Espero y oro para que todos ustedes acepten el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones con gozo, reciban las bendiciones de Dios con gozo, vivan con gozo y puedan estar en pie ante Dios en el último día. En resumen, debemos recibir el perdón de los pecados y disfrutar de la gloria de Dios en nuestras vidas. Recibamos las bendiciones de la salvación que nos ha llegado por el Evangelio del agua y el Espíritu. Queridos hermanos, ¿creen en este Evangelio? Doy gracias a Dios con mi fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.