(Juan 3, 22-36)«Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba. Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados. Porque Juan no había sido aún encarcelado. Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación. Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él. Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él».
El papel de Juan el Bautista que bautizó a Jesús y el objetivo del bautismo
Muchas personas no saben por qué Jesús vino al mundo y fue bautizado por Juan el Bautista. Pero debemos entender el objetivo del bautismo que Jesús recibió, debemos conocer a Juan el Bautista que bautizó a Jesús, y la relación entre estas dos personas. Por lo tanto, me gustaría examinar el contexto y el objetivo del bautismo de Jesús que recibió de Juan el Bautista en el río Jordán a través de estos versículos relevantes de las Escrituras. Y para ello debemos ir al Evangelio de Mateo y estudiar a Juan el Bautista, que bautizó a Jesús.
La escena de Juan el Bautista bautizando a la gente aparece en el capítulo 3 del Evangelio de Mateo, versículos 1-12. En el capítulo 3, versículo 3 del Evangelio de Mateo está escrito: «Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Y el versículo 11 dice: «Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego».
Juan el Bautista vivió una vida diferente a la de los demás al salir al desierto vestido con ropajes de piel de camello y al comer langostas salvajes y miel. Denunció los pecados de los israelitas. Les dijo que volviesen a Dios y abandonasen el pecado de adorar ídolos. «Arrepentíos. Preparad el camino al Señor». El mensaje de Juan iba dirigido a los israelitas para que dejasen de adorar a ídolos extranjeros y para que se preparasen para recibir al Mesías porque Jesucristo era el Salvador de toda la humanidad que vendría a este mundo.
Juan el Bautista era el siervo de Dios que fue enviado al mundo 6 meses antes que Jesús. Él sabía que el Salvador, el Mesías, cargaría con todos los pecados del mundo mediante el bautismo y que los haría desaparecer. Por lo tanto, predicaba a mucha gente para que escapasen de la vida del pecado que estaba separada de Dios y volviesen a Él al creer en Jesucristo. Y muchas personas escucharon este mensaje, confesaron sus pecados y fueron bautizados en penitencia por Juan el Bautista en el río Jordán. Había dos objetivos en el bautismo administrado por Juan el Bautista. El primer objetivo era hacer que la gente reconociese sus pecados y se arrepintiese. Y el segundo, y más importante, era hacer que recibiesen la remisión de los pecados al creer en Jesucristo, el Salvador.
Pero muchas personas sólo querían recibir el bautismo con un fin pasajero, sin entender correctamente el objetivo de Juan el Bautista. Había muchos fariseos y saduceos en aquel entonces. Juan el Bautista les dijo: «Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras» (Mateo 3, 7-9). Juan el Bautista les decía a los políticos, a los adoradores de ídolos y a los que no creían en Dios: «No adoréis a ídolos y creed en Jesús de todo corazón para que haga desaparecer todos vuestros pecados de una vez por todas mediante su muerte».
¿Qué significa el verdadero arrepentimiento? El verdadero arrepentimiento consiste en volver a Dios y alejarse del mal camino por el que van los que no creen correctamente. También consiste en aceptar el Evangelio de la remisión de los pecados que Jesús nos ha dado. Juan el Bautista cumplió el papel de hacer volver a los israelitas del mal camino y hacer que se arrepintiesen sinceramente ante Dios. Además, él vio de antemano que Jesús tomaría los pecados del mundo mediante el bautismo. Por eso dijo que debemos recibir la salvación de todos los pecados al creer en Jesús como nuestro salvador. Esto es lo más importante que Juan el Bautista gritó en el desierto.
¿Creen que el Bautismo que Jesús recibió es el bautismo mediante el cual tomó todos nuestros pecados?
Lo primero que hizo Jesús en Su ministerio público fue ser bautizado por Juan el Bautista para poder tomar todos los pecados del mundo sobre Sí mismo. Y las puertas del Cielo se abrieron el día en que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para el perdón de los pecados. En ese momento comenzó el Evangelio del Cielo que dice que hemos sido salvados al creer en Jesús como nuestro Salvador. Por tanto, podemos decir que la vida pública de Jesús empezó con Su bautismo. Y la escena en la que Jesús es bautizado, en Mateo 3, 15, recuerda al método utilizado en el Antiguo Testamento para pasar los pecados mediante la imposición de manos (Levítico 4, 27-31; 1, 2-3).
Cada Palabra del Antiguo y Nuevo Testamento tiene su par, como está escrito en Isaías 34, 16: «Inquirid en el libro de Jehová, y leed si faltó alguno de ellos; ninguno faltó con su compañera; porque su boca mandó, y los reunió su mismo Espíritu». El Sumo Sacerdote pasó los pecados del pueblo al cordero mediante la imposición de manos sobre el sacrificio a Dios en el Antiguo Testamento. Su correspondiente sacrificio en el Nuevo Testamento es Jesús, que tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, que era el representante de la humanidad y descendiente de Aarón, el Sumo Sacerdote. La obra de salvación que Jesús cumplió a través del Evangelio del agua y el Espíritu era la voluntad de Dios que se había previsto en el Antiguo Testamento. Como ya he dicho, el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, transfirió los pecados de un día o incluso un año al animal a través de la imposición de manos. La gente que había cometido esos pecados recibía la remisión de los pecados cuando el animal derramaba su sangre y moría en su lugar. Del mismo modo, Jesús vino al mundo al principio del Nuevo Testamento y cumplió la Palabra al tomar los pecados de toda la humanidad sobre Sí mismo como se había profetizado en Isaías 53, 1-7, al recibir el bautismo de Juan el Bautista en lugar de todos los pecadores.
¿Entonces que tipo de persona era Juan el Bautista, que bautizó a Jesús? Juan el Bautista era descendiente de Aarón y fue elegido como el último Sumo Sacerdote y se convirtió en el representante de la humanidad que Dios envió al mundo. Asimismo, era el siervo de Dios que fue enviado al mundo 6 meses antes de Jesús para dar testimonio de la Verdad de que Jesucristo vendría al mundo para tomar nuestros pecados a través de Su bautismo.
Todos nuestros pecados fueron transferidos a Jesús de una vez mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista en el año 30 d.C. El camino de la remisión de los pecados se abrió con esta obra. Debemos volver a Jesús, que es el Señor del Evangelio de la remisión de los pecados y debemos hacer desaparecer nuestros pecados al creer en Jesús, que fue bautizado en Su carne para salvar a los pecadores.
El verdadero antecedente de la remisión de los pecados era la imposición de manos en el Antiguo Testamento que simboliza el bautismo de Jesús en el Nuevo Testamento
Examinemos más de cerca el bautismo de Jesús que borró los pecados del mundo. Aquí el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista significa «ser lavado, enterrado o pasar». Como implica el significado de la palabra, el que Jesús recibiese el bautismo de Juan el Bautista significa que recibió los pecados del mundo de una vez por todas. Por tanto, significa: «Todos los pecados del mundo fueron transferidos a Jesús». A través de este bautismo, todos nuestros pecados se pasaron a Jesús y la humanidad pudo recibir la remisión de los pecados. Para reiterar lo anterior diré que los pecados del mundo fueron transferidos a Jesús y Él pagó el precio del pecado en nuestro lugar al morir en la Cruz porque Jesús fue bautizado para tomar los pecados, y así nos dio la bendición de la remisión de los pecados a los que creemos en esta Verdad.
El bautismo de Juan el Bautista era el bautismo de la remisión de los pecados que se realizó de la misma manera que la imposición de manos en el Antiguo Testamento. La imposición de manos en el Antiguo Testamento hace referencia al hecho de que Jesucristo vino al mundo y borró los pecados del mundo de una vez por todas al ser bautizado. Juan el Bautista dio testimonio del hecho de que Jesús era el Salvador al bautizar a Jesús para transferirle los pecados del mundo, y Jesús pudo salvarnos a todos de nuestros pecados al tomar los pecados de la humanidad en Su cuerpo mediante el bautismo en forma de imposición de manos. Del mismo modo en que el Sumo Sacerdote en el Antiguo Testamento imponía sus manos sobre la cabeza del cordero el Día de la Expiación, Juan el Bautista impuso sus manos sobre la cabeza de Jesús en el Nuevo Testamento y le bautizó para transferirle los pecados del mundo.
Cuando Jesús salió del agua después de haber sido sumergido y cuando Su bautismo se acabó, se escuchó una voz de Dios Padre desde el Cielo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17). Dios Padre dio testimonio del Evangelio de la remisión de los pecados de esta manera. Todas las Palabras de profecía, el Evangelio del agua y el Espíritu, se han cumplido a través del bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz.
El Nuevo Testamento da testimonio de esto a través de la Palabra. La profecía del Antiguo Testamento que dice que Jesucristo tomaría todos nuestros pecados se cumple en el Nuevo Testamento mediante la llegada de Jesús a este mundo y el bautismo que recibió para quitar el pecado del mundo. La Palabra de Dios da testimonio del hecho de que el bautismo que Juan el Bautista le dio a Jesús era el bautismo del perdón de los pecados que transfirió los pecados de todo el mundo, y también del hecho de que este era el bautismo del perdón de los pecados que cumplió la justicia de Dios al quitar el pecado de la humanidad de una vez.
En Mateo 3, 15, leamos lo que Jesús dijo cuando fue bautizado. Está escrito: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Las palabras porque así se corresponden con el griego ‘οϋτως γάρ (hutos gar)’, que significa «de esta manera» o «esta es la única manera». Esto demuestra que Jesús tomó los pecados de la humanidad de la manera más adecuada e irreversible a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Por tanto, significa que el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista era «el método exclusivo más adecuado y apropiado para la remisión de los pecados del mundo». Las Escrituras hablan de la Palabra del verdadero Evangelio del agua y el Espíritu.
Los cristianos llevan a cabo dos tipos de bautismo: el bautismo por inmersión y el bautismo por efusión. El bautismo por efusión, que es la forma simplificada del bautismo, no tiene nada que ver con el bautismo mediante el que Jesús quitó los pecados del mundo. La palabra ‘bautismo’ significa en esencia «borrar los pecados». Pero la forma simplificada del bautismo de nuestro tiempo sólo significa que la persona que lo recibe se ha convertido en un cristiano bautizado. Jesús tomó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo. El bautismo simplificado no es el mismo que el que Jesús recibió en el río Jordán, y está situado en una dimensión completamente diferente. Como en el Antiguo Testamento, el verdadero bautismo transfería los pecados del pueblo al animal expiatorio mediante la imposición de manos sobre su cabeza, y así nuestro Señor tomó los pecados del mundo de una vez por todas al recibir el bautismo mediante la imposición de manos de Juan el Bautista.
Jesús recibió este bautismo de Juan el Bautista y cumplió la justicia al ser clavado en la Cruz con los pecados del mundo. Los discípulos de Jesús que creen en esto les decían a los judíos: «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio» (Hechos de los Apóstoles 3, 19). La manera en que la humanidad puede estar sin pecado es a través de la fe en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y Su sangre derramada en la Cruz. Jesús, el Salvador, fue al río Jordán, fue bautizado y tomó los pecados de la humanidad sobre Sí mismo de una vez por todas a través del bautismo. Por tanto, las Escrituras dicen que nacemos de nuevo al recibir la salvación del pecado al creer en el bautismo mediante el que Jesús tomó todos los pecados de la humanidad y la sangre derramada en la Cruz que pagó el juicio del pecado.
La Palabra de Mateo 3, 13-17 dice: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».
En el Antiguo Testamento la gente transfería sus pecados al animal expiatorio mediante la imposición de manos, y en el Nuevo Testamento, Jesús tomó todos los pecados de la humanidad de una sola vez al ser bautizado por Juan el Bautista. En Mateo 3, 15 está escrito: «Porque así conviene que cumplamos toda justicia». Esto significa que Jesús cumplió la justicia de Dios al recibir el bautismo que borró los pecados del mundo. Así nos ha dado la salvación de la remisión de los pecados.
El capítulo 1 de Lucas dice que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era un sacerdote de la división de Abías, nieto de Aarón. ¿Por qué envió Dios a Juan el Bautista, un descendiente de Aarón, a este mundo? Dios envió a Juan como el que transferiría los pecados del mundo a Jesús. Toda Palabra en las Escrituras tiene su parte correspondiente (Isaías 34, 16). Levítico 16, 29-30 habla del ritual del Día de la Expiación. En aquel entonces, dedicaban un día al año y Aarón, el Sumo Sacerdote, que era el representante de los israelitas, imponía sus manos sobre el sacrificio para pasarle todos los pecados del pueblo.
Para que Jesús ofreciese el eterno sacrificio según el sistema expiatorio, se necesitaba una persona que representara a la humanidad como Aarón lo hizo en el Antiguo Testamento, y para cumplir esta función, Dios envió a Juan el Bautista a la familia del Sumo Sacerdote Aarón 6 meses antes de que naciese Jesús. Juan el Bautista, que vino a este mundo según el llamado de Dios, gritó: «Arrepentíos, obradores de iniquidad» y dijo: «El Mesías ha venido. Los que no se arrepientan de adorar a ídolos serán arrojados al infierno».
Hechos de los Apóstoles 3, 19 dice: «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio». Incluso aquí, los discípulos de Dios hablan del bautismo de la remisión de los pecados, de que los días de refrigerio a través de la remisión de los pecados en el corazón se cumplirán ante el Señor si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que creen en el bautismo de la remisión de los pecados recibirán la salvación y la vida eterna al transferir sus pecados a Jesús, ya que Juan el Bautista llevó a cabo el bautismo que transfirió los pecados del mundo a Jesús. La gente recibe la remisión de los pecados de una sola vez al creer en el bautismo y la sangre de Jesús que perdonaron los pecados del mundo.
Volvamos a la escena en la que Jesús recibe el bautismo de Juan el Bautista en Mateo 3, 14-16, donde podemos ver cómo Jesús se acerca a Juan el Bautista y le dice: «Bautízame». Entonces Juan el Bautista se negó diciendo: «¿Cómo puedo bautizarte yo a Ti? ¿Cómo vienes a Mí? Yo soy el que necesita ser bautizado por Ti». Juan el Bautista, que sabía quién era Jesús, no podía entender por qué una persona humilde como él tenía que bautizar a Jesús al principio. Pero al final, Juan el Bautista bautizó a Jesús para pasarle los pecados del mundo porque se dio cuenta de cuál era el objetivo de la obra que Jesús quería llevar a cabo a través del bautismo. La salvación del perdón de los pecados de la humanidad se cumplió gracias a esto. Este es el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu.
Juan el Bautista le dijo a Jesús en Mateo 3, 14: «Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» pero Juan el Bautista tenía que bautizar a Jesús y hacer que tomase los pecados del mundo para cumplir lo profetizado en el Antiguo Testamento. Por lo tanto, Jesús pudo tomar los pecados del mundo sobre Sí mismo y convertirse en el verdadero Salvador del mundo. Todos los pecados del mundo desaparecieron a través del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista.
Jesús era el Hijo de Dios, pero no vino a este mundo para ser rey del mundo, sino que vino para tomar los pecados del mundo al recibir el bautismo sobre Su carne para salvar a los pecadores del mundo. Así es como Jesús se convirtió en el Salvador que nos salvó de los pecados del mundo. Quiero que crean que para que Jesús nos pudiese salvar, primero tuvo que ser bautizado por Juan el Bautista para tomar los pecados del mundo y después tuvo que ir a la Cruz. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista era la prueba de la remisión de los pecados que cargó con toda la responsabilidad de los pecados de la humanidad. Del mismo modo en que Dios entregó la Ley en el Antiguo Testamento y en que los pecados del pueblo se pasaban mediante la imposición de manos a animales, los pecados del mundo fueron transferidos a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y así hemos recibido la bendición de la remisión de los pecados a través de la fe.
Jesús tuvo que cumplir la promesa de Dios de tomar los pecados del mundo al ser bautizado por Juan, el representante de la humanidad. Incluso las Escrituras dan testimonio del hecho de que el bautismo que Jesús recibió en el Nuevo Testamento era el «bautismo para transferir los pecados» que correspondía a la imposición de manos del Antiguo Testamento. Todo el mundo puede ser librado de sus pecados si cree que el bautismo y la sangre de Jesús derramada en la Cruz constituyen la Verdad de la remisión de los pecados. Entender esta Verdad es la manera de recibir la salvación de los pecados. No hay otra manera.
El bautismo de la remisión de los pecados que Jesús recibió
En el capítulo 3 de Mateo podemos ver cómo Juan el Bautista se negaba a bautizar a Jesús. Juan dijo: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?». Jesús le respondió: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia».
Esta Palabra significa lo siguiente si la examinamos en profundidad: «Juan el Bautista, debo tomar los pecados del mundo sobre Mí mismo a través de tu bautismo para que la gente de este mundo reciba la remisión de sus pecados de una vez por todas al creer en Mi bautismo y en la sangre que derramaré. Por tanto, déjame hacerlo ahora». Después de pasar por este proceso, Jesucristo recibió el «bautismo de la remisión de los pecados» de Juan el Bautista y el Evangelio de la remisión de los pecados empezó en ese momento. Todos los pecados del mundo pasaron a la cabeza de Jesucristo cuando Juan el Bautista le bautizó. Y todos los que creen en la remisión de los pecados a través del agua y el Espíritu que Jesús llevó a cabo, se convierten en hijos de Dios Padre porque Jesús, que tomó nuestros pecados, murió en la Cruz en nuestro lugar y ahora se sienta a la derecha del trono de Dios Padre. El Evangelio del agua y el Espíritu empezó cuando Jesucristo vino al mundo y recibió el bautismo para tomar los pecados del mundo sobre Sí mismo de esta manera.
El Apóstol Pablo dice en Gálatas 3, 27: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos». Además, otras muchas secciones de las Escrituras dan testimonio del bautismo de la remisión de los pecados. Debemos creer que el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz constituyen el Evangelio de la remisión de los pecados que nos hace nacer de nuevo a través del agua y el Espíritu.
«Déjame hacerlo ahora»
En Mateo 3, 15, el Señor dijo: «Porque así conviene que cumplamos toda justicia». Aquí «toda justicia» se refiere al bautismo de Jesús que hace que todo el mundo esté sin pecado al tomarlos todos sobre Sí mismo. Las Escrituras hablan del bautismo de la remisión de los pecados que Jesús recibió y se refieren a él como la justicia de Dios.
Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús al bautizarle mediante la imposición de manos de la misma manera en que se pasaban los pecados al animal expiatorio en el Antiguo Testamento. Juan el Bautista, que fue enviado al mundo como sacerdote representante de la humanidad, cumplió la Palabra de la Alianza al pasar los pecados del mundo a Jesús (Levítico 16 y 17), y a través de esto, los pecados del mundo fueron pasados a la cabeza de Jesús tal y como Dios lo planeó. Quiero que acepten la Verdad de que todos sus pecados fueron pasados a Jesús.
El bautismo que pasó los pecados del mundo mediante la imposición de manos sobre la cabeza de Jesús era el bautismo para la salvación de Dios. Jesús nos rescató a todos los que creemos en el bautismo y la sangre de Jesús y nos salvó a todos de los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista para recibir los pecados de la humanidad.
En ese momento se abrieron los cielos
Mateo 3, 16-17: «Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».
Las puertas del Cielo se abrieron cuando Jesús fue bautizado para recibir los pecados del mundo y así encargarse de ellos de la manera apropiada. Por lo tanto, mucha gente recibió la gracia de poder entrar en el Reino de los Cielos a través del bautismo de Jesús que tomó los pecados del mundo, y a través de Su sangre derramada en la Cruz. Jesús cumplió el Evangelio de la remisión de los pecados que Dios prometió en Su Palabra en el Antiguo Testamento durante miles de años, al recibir el bautismo en el río Jordán en el Nuevo Testamento. Todos los pecados del mundo fueron pasados a la carne de Jesús en el momento en que fue bautizado por Juan el Bautista. Esto significa que todos los pecados del mundo fueron perdonados según la voluntad de Dios Padre. Por eso toda la humanidad recibió la salvación de los pecados del mundo.
Jesús, que tomó los pecados del mundo, cargó con todos ellos y fue a la Cruz en el Gólgota para pagar el precio del pecado, aunque no tuviera pecado original. Durante los 3 años de Su vida pública después de recibir el bautismo, predicó el Evangelio que explicaba cómo Él tomó los pecados del mundo mediante Su bautismo. Él predicó el Evangelio de la Verdad a todos los pecadores por todas partes sobre el bautismo que quitó los pecados y la sangre derramada en la Cruz. Decía: «Ten animo,hijo, tus pecados te son perdonados». En Juan 8, 11, Jesús dijo a la mujer que fue sorprendida cometiendo adulterio: «Ni yo te condeno». Esto significa que no pudo condenarla porque ya había cargado con todos los pecados de adulterio. Esto implica que Jesús, que tomó todos nuestros pecados, era el Único que sería juzgado por los pecados del mundo. Durante los 3 años de su ministerio público, Jesús dijo a los pecadores que estaban desesperados y afligidos por sus pecados que sus pecados habían sido perdonados. Esto se debe a que Él era el Salvador que recibió los pecados del mundo a través del bautismo.
Jesús, que tomó los pecados del mundo en Su cuerpo a través del bautismo, tuvo que ser juzgado por esos pecados en la Cruz. Jesús pensó en el dolor que soportaría en la Cruz mientras le decía al Padre: «Padre, si es posible haz pasar este cáliz. Aunque he tomado todos los pecados del mundo al ser bautizado, ¿hay otra manera de borrarlos a parte de Mi muerte?».
Como he dicho en la introducción de este sermón, el bautismo de Jesús equivalía al ritual de la imposición de manos durante la época del Antiguo Testamento. Como siempre degollaban al animal del sacrificio que tomaba los pecados mediante la imposición de manos y ofrecían su sangre. Como sacrificio en el Antiguo Testamento, Jesús tuvo que tomar los pecados de la humanidad mediante el bautismo de la misma manera en que se imponían las manos y por eso tuvo que derramar Su sangre como sacrificio. Jesús sabía esto desde el principio, pero también sabía lo horrible que sería pagar la condena en la Cruz porque tenía un cuerpo como el resto de los humanos. Jesús oró hasta que el sudor se convirtió en sangre a causa del miedo y la preocupación por el sufrimiento que había de pasar, pero aún así no se echó atrás. Así que oró de nuevo y dijo: «Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad» (Mateo 26, 42). Entonces bebió de la copa del castigo de la Cruz en obediencia. Jesús, que tomó todos los pecados del mundo a través del bautismo, pagó el precio del pecado al morir en la Cruz de esta manera y así perdonó a la humanidad por todos los pecados y salvó a los que creen en el Evangelio del agua, la sangre y el Espíritu, que borró los pecados del mundo.
Jesús tuvo que morir en la Cruz en nuestro lugar porque había sido bautizado. Como dicen las Escrituras: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6, 23), Jesús murió en nuestro lugar y así no tuvimos que pagar el precio del pecado, que es la muerte. Dios cumplió la salvación a través de Jesús, la Palabra de la alianza para la gente que cree en Dios. Asimismo, prometió que enviaría al Salvador que tomaría los pecados del mundo a través del bautismo con imposición de manos, y que pagaría la pena del pecado en la Cruz en nuestro lugar según la voluntad de Dios. Por eso Jesús dijo: «Abba, Padre, hágase no mi voluntad, sino la Tuya».
Desde el punto de vista de Satanás, el Diablo, éste fue vencido por la muerte de Jesús porque el pecado de la humanidad fue borrado y el camino de la salvación se abrió. Si los pecados de la humanidad no hubiesen sido borrados, todos los humanos tendríamos que ir al infierno. Eso es lo que Satanás quería.
Por eso el Diablo estaba cerca de Jesús e intentaba tentarle para que no muriera en la Cruz. Pero Jesús no dudó y completó la salvación. Y así también se cumplió la Palabra que Dios le dijo a Satanás en Génesis 3, 15:
«Y pondré enemistad
entre ti y la mujer,
y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza,
y tú le herirás en el calcañar».
Todos los seres humanos somos descendientes de Adán, del primer hombre, pero Jesús sólo es descendiente de una mujer porque nació de María sin la intervención de un hombre y nació mediante la concepción del Espíritu Santo. Jesús paró la obra del Diablo al salvar a la humanidad. Por lo tanto, hirió la cabeza de Satanás.
La profecía de que Jesús nos salvaría aparece en el Libro de Números en el Antiguo Testamento. Se refiere a lo sucedido cuando Moisés oró a Dios para que salvase a los israelitas que habían sido mordidos por las serpientes de fuego por quejarse de Dios mientras vivían en el duro desierto. Dios contestó la oración de Moisés y le dijo: «Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá» (Números 21, 8). Moisés les contó lo que Dios había dicho a los israelitas que estaban muriendo de dolor por la mordedura de serpiente. Les dijo: «¡Atención, israelitas! Mirad a la serpiente de bronce encima de esa asta. Miradla y viviréis». Entonces los que creyeron y miraron a la serpiente de bronce que había sobre el asta, fueron librados del pecado de haberse quejado a Dios y recibieron la salvación. Este acontecimiento revela la Palabra de Dios que dice que el Señor ya ha juzgado a Satanás y ha resuelto el problema de su veneno a través de la obra justa de Jesús, es decir, Su bautismo y la muerte en la Cruz. Y este acontecimiento también era la profecía de Jesús que debía venir al mundo y recibir el bautismo para la remisión de los pecados y pagar la pena de nuestros pecados.
Ahora han escuchado que «los que miran hacia el bautismo de la remisión de los pecados que Jesús recibió para tomar los pecados del mundo y la sangre que derramó en la Cruz con fe, serán librados de la pena del pecado». El verdadero Evangelio que el Señor nos ha dado es el que dice: «Debemos creer en el Señor que vino a este mundo y tomó los pecados mediante su bautismo, que derramó Su sangre en la Cruz por el precio de estos pecados, y que resucitó de entre los muertos para salvarnos perfectamente y para que recibiésemos la salvación de todos los pecados».
Vivirán si lo miran
Entre los que fueron mordidos por una serpiente por quejarse a Dios en el Libro de Números, los que escucharon a Moisés y miraron a la serpiente de bronce que estaba en el asta pudieron curarse completamente por fe. Por eso la gente que cree hoy en día en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz puede curarse completamente del pecado en un instante; pero los que no creen en esto no pueden recibir la salvación de los pecados como los que no creyeron en la Palabra de Dios y no miraron la serpiente de bronce y que por tanto murieron a causa del veneno de la mordedura.
La Palabra de Juan 3, 16 dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo» y la Palabra de Juan 3, 14 dice: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado», y según estos versículos Jesucristo, que tomó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo, tuvo que ser clavado en la Cruz para hacer desaparecer por completo nuestros pecados. Y los que creen en esto se convierten en hijos de Dios y van al Reino de los Cielos. Jesús fue bautizado por Juan el Bautista de esta manera y derramó Su sangre, murió en la Cruz cuando cargaba con los pecados del mundo para después resucitar al tercer día. Todo el mundo puede recibir la salvación si miran con fe a Jesús, que nos salvó a través del bautismo de la remisión de los pecados y de la sangre en la Cruz.
Juan el Bautista dijo que sus discípulos daban testimonio de que: «Yo no soy el Cristo. No soy el Señor ni el verdadero Salvador, Cristo es el Salvador. Yo sólo soy uno de Sus siervos que fue enviado antes que Él. Soy el siervo de Dios que transferirá los pecados del mundo a Jesús y Jesús es el novio». Juan el Bautista también dijo: «El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3, 29-30). Y Jesús se convirtió en nuestro verdadero Señor de acuerdo con este testimonio. Juan el Bautista bautizó a Jesús y transfirió todos nuestros pecados sobre la cabeza de Jesús y los que creen en Jesús, quien recibió los pecados y pagó su precio con Su muerte, reciben la salvación de los pecados y alcanzan las bendiciones de la vida eterna. Dios nos dio el Evangelio del bautismo y la sangre del Señor que hace que todos los pecadores se conviertan en justos por fe. Gracias a este Evangelio, todos los que creen en el bautismo de Jesús que quitó los pecados del mundo y en Su sangre derramada en la Cruz, reciben la salvación. Deben recibir la perfecta remisión de los pecados si creen en este Evangelio de corazón.
Se puede ofrecer una verdadera oración si se cree en el bautismo de Jesús que limpia los pecados del mundo
Incluso los siervos de Dios no pueden orar por cualquier persona o bautizarla. Sólo pueden hacer esto si esa persona cree en el bautismo de la remisión de los pecados y en la sangre derramada en la Cruz como prueba de su fe. Cuando un ministro bautiza a un santo nacido de nuevo que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, primero pone las manos sobre la cabeza del santo y ora de la siguiente manera: «Dios, Te pido que bendigas a este hermano (o hermana) en cuerpo y en espíritu, para que él (o ella) sirva con lealtad durante toda su vida». Esta oración sólo tiene efecto si tanto el ministro como el que recibe el bautismo creen en el Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús.
Pero, ¿por qué razón se bautiza la gente? El bautismo simboliza que mis pecados se transfirieron a Jesús a través de Su bautismo y que he muerto con Él cuando murió en la Cruz, y he resucitado con Él. Por tanto, nuestro bautismo es similar al de Jesús y por eso confesamos que hemos sido salvados completamente al creer en el bautismo de Jesús y en la sangre que derramó en la Cruz. La ceremonia del bautismo se realiza por un motivo. Los que creen que el bautismo de Jesús perdonó sus pecados, pueden ser bautizados en el nombre de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto se debe a que han sido salvados de todos los pecados del mundo. El verdadero objetivo del ritual del bautismo es la confirmación de haberse convertido en nuevas criaturas. En 2 Corintios 5, 17 está escrito: «De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas».
La vida de fe después de haber recibido la remisión de los pecados debe consistir en seguir todo lo escrito en la Palabra de Dios. No debemos vivir nuestra fe según nuestras emociones, ya que estas cambian con frecuencia. La verdadera fe se basa en nuestra convicción de que Jesús tomó nuestros pecados a través del bautismo de la remisión de los pecados. A través del bautismo de Juan el Bautista, Jesús borró nuestros pecados que eran numerosos y Jesús pagó la pena del pecado en la Cruz. Y durante los 3 años antes de ser crucificado, predicó el Evangelio como Cordero de Dios y dio testimonio del hecho de que era Dios al hacer la obra de Dios Padre. Debemos creer de corazón que nuestro Señor tomó todos nuestros pecados a través del bautismo de la remisión de los pecados y debemos vivir día a día confirmando esto a través de las Escrituras.
Aunque hayamos nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, podemos pensar: «¿Cómo puedo estar sin pecado si sigo pecando todos los días?» si vivimos en la carne. Por lo tanto, los que han recibido la remisión de los pecados deben librarse de su pensamiento subjetivo al creer en la Palabra de Dios y deben servir al Evangelio del agua y el Espíritu en este mundo. Esta es la vida de la gente que ha recibido el perdón de los pecados y esta es la verdadera fe.
Juan el Bautista declaró que Jesús, que borró los pecados del mundo, es el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29), y que cargó con todos los pecados que cometeremos mañana, así como los que hemos cometido hasta ahora. Tal y como él dio testimonio, todos los pecados con los que nacimos del vientre de nuestras madres, y todos los pecados grandes y pequeños que hemos cometido en este mundo desde que nacimos, fueron transferidos a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Debemos verificar el bautismo de la remisión de los pecados que Jesús recibió mediante las Escrituras y aplicar este Evangelio a nuestras vidas diarias. Y debemos creer que no sólo transferimos a Jesucristo los pecados que hemos cometido, sino que también los que cometemos durante toda nuestra vida. Los pecados que hemos cometido desde que nacimos y los que cometeremos en el futuro fueron transferidos a Jesús cuando fue bautizado hace 2000 años. Este es el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu que se revela en la Palabra de Dios. Este es el verdadero Evangelio del Cielo. Debemos entender este Evangelio y creer en él. Creer en esto es la verdadera fe y la bendición de la salvación.
El Evangelio de Juan 1, 29 da testimonio de Jesús de la siguiente manera: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Y las Escrituras también dicen: «Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz» (Juan 3, 32-33). Los que creen en el bautismo del perdón de los pecados y la sangre de la Cruz como la Verdad reciben la salvación de los pecados del mundo. Pero los que no conocen el hecho de que sus pecados han sido transferidos a Jesús mediante Su bautismo y no creen en él, siguen cometiendo pecados continuamente y por lo tanto están a las puertas del infierno. Como mucha gente todavía no conoce la Verdad del bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, los falsos profetas les engañan y por lo tanto tienen una fe incorrecta.
Ellos piensan que tienen pecados incluso después de creer en Jesús, y si ustedes creen de esta manera, han sido engañados por Satanás. El Diablo les dice: «¿Cómo es posible no tener pecados si pecáis todos los días?». Pero, aunque se conviertan en personas con pecado según la sabiduría de la carne, pueden recibir la remisión de los pecados si creen en la Palabra de Dios que se manifiesta a través del Evangelio del agua y el Espíritu. El Diablo es muy ingenioso y engaña a la gente sin fe diciendo: «Sois pecadores porque pecáis todos los días». Pero podemos superar la tentación del Diablo si estamos sin pecado al creer en el bautismo y la sangre de Jesús. ¿Todavía creen que son pecadores, aunque crean en Jesús? Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu no tenemos pecados. Jesús los hizo desaparecer a través de Su bautismo y Su sangre.
En realidad, no podemos decir que no tenemos pecados si pensamos en las cosas que hacemos mientras vivimos en este mundo. Pero hemos recibido la remisión de los pecados al creer en Su salvación a través del Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús. Podemos saber que no tenemos pecados cuando creemos correctamente en el bautismo de Jesús del perdón de los pecados y de Su sangre derramada en la Cruz. Hay una canción que dice: «He recibido la remisión de los pecados. Tú has recibido la remisión de los pecados gracias al bautismo de Jesús. Yo tengo salvación. Tú tienes salvación». Queremos compartir el Evangelio con gozo y alegría en nuestros corazones. El Espíritu Santo nos guía de esta manera.
Quiero reiterar el hecho de que la persona que ha nacido de nuevo no tiene pecados gracias al bautismo de la remisión de los pecados y al mérito de la sangre. Nuestros corazones estaban esclavizados por culpa de los pecados antes de conocer el bautismo de la remisión de los pecados, pero ¿cómo podemos tener pecados si creemos que todos los pecados fueron transferidos a Jesús mediante su bautismo? Romanos 8, 1 dice: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu», y por eso quiero que sepan que no hay pecado en nosotros.
La Palabra de Dios confirma la salvación de Jesús diciendo: «Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré» (Hebreos 10,16). Podemos darnos cuenta de que no tenemos pecados cuando pensamos en el bautismo que Jesús recibió y en la sangre que derramó en la Cruz, y el Evangelio que Dios creó para salvarnos de nuestros pecados se hace todavía más valioso. La verdadera vida espiritual se vive mediante la fe en la Palabra de Dios y en el Evangelio del agua y el Espíritu.
La persona que cree en el bautismo de Jesús del perdón de los pecados y en Su sangre derramada en la Cruz no puede volver a convertirse en un pecador
Los que creen en el bautismo que Jesús recibió y en Su sangre derramada en la Cruz no tienen pecados. Cuando yo no creía en el Evangelio del agua y el Espíritu, los pecados de mi corazón no desaparecían, aunque ofreciera oraciones de penitencia. Pero un día, tras comprender el Evangelio del bautismo del perdón de los pecados de Jesús y en Su sangre derramada en la Cruz, me di cuenta de que mis pecados habían desaparecido. Algunos ven nuestra transformación y nos preguntan: «¿Cómo se ha hecho su corazón tan limpio?». Y cuando decimos: «Es porque no tengo pecados en mi corazón», ellos dicen: «Entonces podéis pecar todo lo que queráis».
Nosotros les contestamos de la siguiente manera: «No digáis eso. Aunque los seres humanos sean criaturas que no pueden evitar pecar, Jesús ha borrado todos sus pecados mediante Su bautismo del perdón de los pecados. Yo no tengo pecados porque creo en esto. Por eso deseo servir al Evangelio en la Iglesia, tal y como Dios dijo que hiciésemos en Romanos 6. Deseo hacer la obra justa porque no tengo pecados en mi corazón. La obra de Dios consiste en creer y predicar el poder del bautismo del perdón de los pecados de Jesús y Su sangre, y por lo tanto, debemos predicar el Evangelio del bautismo del perdón de los pecados y de la salvación a todo el mundo. Nunca seremos pecadores de nuevo si creemos en Jesús, que es el Señor del bautismo del perdón de los pecados. Debemos creer en la salvación del bautismo del perdón de los pecados y en la sangre del Hijo de Dios y seguir teniendo esta fe. Estoy muy agradecido. He recibido la salvación. Ahora pertenezco al pueblo de Dios. Soy una persona justa. ¡Aleluya!». ¿Pueden imaginarse la felicidad de Dios cuando escucha estas palabras?
Las Escrituras dicen: «Qué, pues, diremos ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6, 1-2). Y también dicen: «¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que, así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia» (Romanos 6, 15-19).
¿Quién recibe el Espíritu Santo de Dios?
Los que reciben las bendiciones celestiales son los que han recibido la salvación de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio del bautismo de Jesús y Su sangre. Hechos de los Apóstoles 2, 38-39 habla de cómo la gente recibía el Espíritu Santo: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare». Ser bautizado en el nombre de Jesucristo significa creer que Él tomó todos nuestros pecados y recibir el perdón de los pecados por fe.
Recibimos el Espíritu Santo que Dios nos da como un regalo cuando creemos en el bautismo de Jesús que quitó los pecados del mundo y en Su sangre derramada en la Cruz. El Espíritu Santo desciende a nuestros corazones en el momento en que creemos en el bautismo y la sangre de Jesús de corazón. El Espíritu de Dios viene a los corazones de los nacidos de nuevo cuando entienden que sus pecados han sido transferidos a Jesucristo a través de Su bautismo y que la condena de esos pecados ha desaparecido gracias a la pena que Jesús pagó en la Cruz. Por lo tanto, el Espíritu Santo da testimonio y dice que estamos haciendo lo correcto cuando creemos en el bautismo y la sangre de Jesús como Palabra de salvación. El Espíritu Santo da testimonio a nuestros corazones de que no tenemos pecados: «¡Muy bien! No tienes pecados. Crees que Jesús fue bautizado para borrar todos tus pecados y que la Persona que derramó Su sangre en la Cruz era el Hijo de Dios».
Ahora debemos creer de corazón la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que dice que Jesús fue bautizado para el perdón de los pecados y que nos ha salvado al morir en la Cruz en nuestro lugar. Entonces podemos saber que el Espíritu de Dios vive en los corazones de los que creen en el bautismo de la remisión de los pecados y en la sangre derramada en la Cruz. Doy gracias a Dios por permitirme creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. ¡Aleluya!