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Sermones

Tema 24: SERMONES PARA LOS QUE SE HAN CONVERTIDO EN NUESTROS COLABORADORES

[24-50] Recuerden y crean en el amor de Dios (Génesis 22, 1-13)

(Génesis 22, 1-13)
«Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo».
 
 
Dios le dijo a Abraham: «Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré». Dios ordenó que el hijo de Abraham fuese ofrecido como sacrificio. Le dijo a Abraham, a quien amó, que ofreciese a su amado hijo que había tenido a los cien años como holocausto. ¿Qué hizo Abraham, nuestro padre de la fe, cuando escuchó esta Palabra de Dios? Intentó matarlo y ofrecerlo a Dios Padre como se lo había dicho. Justo antes de ofrecer a su hijo, Dios le dijo que no lo matase. Pero en su corazón era como si hubiera matado a su hijo y se lo hubiera ofrecido. A través de la Palabra de Dios, ¿qué lección nos está intentando enseñar Dios? Dios está revelando lo que quiere de nosotros y es que tengamos la fe que cree en la justicia de Dios.
“Mata a tu hijo y ofrécelo como sacrificio”. ¿Qué significa esta Palabra que Dios le dio a Abraham? Significa que Dios quiere recibir nuestros corazones y que nuestra fe crea en la Palabra de Dios. Esto es cierto. Dios quiere tener nuestros corazones y nuestra fe que cree en la Palabra de la justicia de Dios. Abraham siguió la Palabra de la justicia de Dios con fe completa y era alguien que obedecía la Palabra de Dios por fe. Por tanto, el hecho de que Dios le pidiese a Abraham que ofreciese su hijo como holocausto muestra que Dios estaba probando su corazón. Esto significa que Dios quiso todo el corazón de Abraham. Y, de la misma manera en que Dios quiso esto de Abraham, Dios quiere que nuestros corazones y nuestra fe crean en la Palabra de Dios también.
 
 

¿Qué quiere Dios de nosotros?

 
Dios quiere que tengamos la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia de Dios, en nuestros corazones. Dios no quiere aceptar nuestras obras o cualquier otra cosa, solo quiere nuestros corazones. También quiere que la fe que cree en la justicia de Dios esté en nuestros corazones. ¿Qué más quiere Dios de nosotros? Como Dios había ordenado a Abraham que ofreciese a su hijo como holocausto, Dios quiere que tengamos fe en la justicia de Su Hijo Jesucristo.
Dios Padre quiso que eliminásemos los pecados de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu para siempre para salvarnos al cumplir la justicia de Dios al entregarnos a Su Hijo Jesucristo para nuestra salvación. Hemos sido salvados para siempre por la fe que cree en la justicia de Jesucristo. La justicia del Señor nos ha hecho, a los justos, que estemos limpios de todos los pecados. Cometemos muchos pecados, pero el Señor los eliminó para siempre al hacer que pusiésemos nuestros pecados sobre Él cuando fue bautizado por Juan el Bautista y al morir en la Cruz derramando Su sangre. A través de esta justicia de Dios, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu tenemos almas puras sin pecados.
De esta manera, Dios Padre ha eliminado todos nuestros pecados al hacer que Jesucristo tomase todos nuestros pecados a través de Su bautismo y al hacer que Su hijo fuese sacrificado. Sin embargo, hay una cosa que Dios todavía quiere de nosotros. Nos pide que tengamos un corazón que crea completamente en la justicia de Dios. Desea que recibamos un corazón completo. ¿Qué quiere Dios de nuestras vidas espirituales? Dios nos está diciendo: “He eliminado todos vuestros pecados para siempre a través de Mi Hijo. No tenéis ningún pecado ahora. He eliminado todos vuestros pecados, ¿me amáis? ¿Me seguís? ¿Me entregáis vuestros corazones completamente?”. ¿Qué quiere Dios decir con esto? Significa que Dios no quiere que hagamos buenas obras, sino que quiere lo que es más valioso para nosotros: nuestros corazones completos.
 
 
¿Por qué quiere Dios que tengamos en nuestros corazones la fe que cree en la justicia de Dios?
 
¿Por qué quiere que la fe que cree en la justicia de Dios esté en nuestros corazones? La razón es que Dios nos ha dado Su corazón y Su amor a nosotros. Y como nos ha dado Su corazón primero, Dios quiere que le demos nuestros corazones a Él. Lo que es más importante para nosotros, los que estamos agradecidos por la gracia de Dios que nos dio la remisión de los pecados, no es que mostremos algún logro meritorio de lo que hemos hecho por el Señor, sino que lo que Dios desea es nuestra fe que cree en la justicia de Dios y todo lo que tenemos en Cristo. En realidad, Dios quiere que le demos nuestros corazones de fe. Él nos dice: “He eliminado todos vuestros pecados a través de Mi justicia para siempre. ¿Dónde están vuestros corazones ahora mismo?”.
Queridos hermanos, si hay algo que es más importante para nosotros como seres humanos, ¿qué es? Nuestra vida. Pero, aunque nuestra vida es muy valiosa para nosotros, lo que es más importante es nuestra vida. Y, Dios quiere recibir este corazón de fe, que es lo más valioso para nosotros. Dios quiere que recibamos nuestro corazón, que da gracias por Su gracia y que proclama: “Dios ha hecho que esté sin pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu. Me ha salvado de todos mis pecados. El Señor me ha convertido en una persona sin pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu verdadero”. De esta manera, Dios desea claramente recibir nuestros corazones, que le dan gracias constantemente.
En realidad, en nuestras vidas espirituales, lo más importante es entregarle nuestros corazones a Dios cuando nos presentamos ante Él. ¿Cómo reaccionaría Dios si fuésemos ante Él con méritos del pasado, obras posesiones o frutos de la tierra con que hemos servido a Dios hasta ahora diciendo: “¿Es esto suficiente?”. Dios no recibirá nada de nosotros. Esta fe solo se basa en nuestra justicia y por eso no es más que orgullo ante Dios.
¿Quién es la gente que ama a Dios y le complace más? Nuestro Dios se complace más con los que contemplan la profundidad de Su gracia, con los que tienen un corazón agradecido por la gracia que ha borrado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y a los que sirven al Señor con un corazón de gratitud. Debemos tomar un momento para pensar en lo que le hemos dado a Dios mientras hemos crecido en nuestra vida espiritual. Debemos darnos cuenta de la gracia de Dios. Lo que Dios quiere de nosotros no es nada más que recibir nuestros corazones que están agradecidos por Su gracia. Esto es cierto. Aunque somos débiles e insuficientes, cuando le servimos con corazón agradecidos, proclamamos el Evangelio del agua y el Espíritu, servimos a la Iglesia y hacemos todo con acción de gracias por Su gracia que nos ha salvado, Dios nos aceptará y estará complacido con nuestros corazones.
 
 

¿Cómo de agradecidos están a Dios?

 
Queridos hermanos, debemos pensar en lo agradecimos que estamos en nuestras vidas por la gracia de salvación por la que Dios eliminó todos nuestros pecados para siempre. Hemos recibido la remisión de los pecados claramente a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia del Señor. Así que, al vivir nuestras vidas, contemplamos la gracia de Dios. Como somos siempre insuficientes y cada vez reconocemos nuestras debilidades, nos acordamos de la justicia de Dios. Dios ha borrado todos nuestros pecados para siempre a través de Su bautismo y derramamiento de sangre. Seguimos necesitando esta justicia de Dios. Así se nos recuerda que debemos estar agradecidos al Señor una vez más. Como hemos recibido la remisión de nuestros pecados para siempre, todo esto significa que debemos estar agradecidos solo una vez. Al vivir nuestras vidas enteras, cuando reconocemos nuestras debilidades, debemos vivir con un corazón que siempre está agradecido al Señor en la fe que cree en la justicia de Dios.
Queridos hermanos, escuchen esto. No debemos olvidar la justicia de Dios que nos ha salvado de todos nuestros pecados para siempre. Al vivir nuestras vidas, debemos vivir con un corazón que da gracias al Señor pensando en la gracia de nuestra salvación maravillosa. La Biblia dice que la gente con debilidades y la gente que pecaba más, daba más gracias a Dios por Su justicia. Cometemos pecados en nuestras vidas, con nuestras acciones o con nuestros corazones. Como hemos recibido la remisión de los pecados de Dios, no es correcto decir: “Todavía tengo pecados”, sino que debemos decir: “Tengo pecados”. Sin embargo, debemos recordar que el Señor ha eliminado por Su justicia todos nuestros pecados personales que cometemos constantemente. Y, como somos seres tan débiles que no pueden seguir cometiendo pecados continuamente, debemos saber que, a través de la fe en la justicia de Dios, podemos tener un corazón que sigue dando gracias a Dios.
Queridos hermanos, ¿son completas sus acciones? Como no tienen pecados en sus corazones, ustedes están completos por la fe. Pero, ¿son sus obras perfectas? No. Nunca somos perfectos en nuestras obras. Somos insuficientes en nuestras obras, pero el Señor ya los ha engendrado por el bautismo que recibió en el río Jordán. De esta manera, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu creamos en esto. Entonces, ¿debemos dar gracias por el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿O no debemos dar gracias? Damos gracias por el hecho de que nuestro Señor ha cargado con todos nuestros pecados personales que cometemos porque somos débiles y frágiles.
Somos los justos que han recibido la remisión de los pecados, pero podemos apartarnos de Dios por agonizar por todos los pecados que cometemos con nuestros corazones o acciones en nuestras vidas. Esto ocurrirá si no tenemos fe en la justicia de Dios. Pero, al recordar una vez más que nuestro Señor ha cargado con todos nuestros pecados para siempre a través de Su bautismo, podemos respirar tranquilos gracias al Señor. Sí, podemos. Siempre podemos recordar y estar agradecidos por la Verdad de la salvación por la que Dios nos ha dejado sin pecados; que el Señor nos ha salvado de todos los pecados que cometemos a diario porque somos insuficientes; y que nos ha librado de todos estos pecados. Dios quiere que demos gracias por Su gracia, que le sirvamos y le sigamos.
En el pasaje de las Escrituras, Dios probó a Abraham. Le ordenó: “Abraham ofrece a tu hijo Isaac como un holocausto”. Queridos hermanos, piensen en esto. Este hijo de Abraham, que se llamaba Isaac, era el hijo que Dios le había prometido incondicionalmente. Y le dio este hijo a Abraham veinte años después de habérselo prometido cuando tenía 100 años. Pero, ¿qué cosa más extraña sería el que le pidiese que ofreciese a este hijo como sacrificio a Dios? Sin embargo, esta fue una prueba del corazón y fe de Abraham que no trataba de quitarle a su hijo. Dios probó el corazón de Abraham diciendo: “Te he amado y te he bendecido. Te he hecho el padre de todas las naciones y bendecido al hacerte justo. He dicho que los que te bendigan serán bendecidos y los que te maldigan serán malditos. Sin embargo, en cuanto a las bendiciones que te he dado, ¿de verdad dejas que vivan en tu corazón y crees en ellas? ¿Puedes dar todo lo que tienes sin pensarlo dos veces si te lo pido? ¿De verdad tienes un corazón agradecido?”.
Abraham, que escuchó la Palabra de Dios, se levantó temprano por la mañana, puso una silla sobre el burro y se fue de viaje con su hijo Isaac con la leña para el holocausto. Y, Abraham fue a una de las montañas de la tierra de Moriah como Dios le dijo, amontonó la leña, le ató las manos a su hijo y se dispuso a matar a su único hijo. Leamos este pasaje de las Escrituras. Abraham no dudó ni se demoró. En absoluto.
¿Qué sería de nosotros si esto nos pasase? Si Dios nos dijese que matásemos a nuestros hijos como sacrificio, ¿no sería esto difícil para nosotros? Por supuesto, como Dios no está complacido con el sacrificio de un ser humano, hay personas de fe que confían en Dios y ofrecen sacrificios que Dios requiere sabiendo que son una prueba. Aunque esto sea así, estoy seguro de que tienen alguna duda en sus corazones. Pero, Abraham dejó de lado sus pensamientos y lo preparó todo rápidamente.
Abraham creyó sin dudar en la promesa de Dios. Pensó para sí mismo: “Dios me ha dicho que ofreciese a mi hijo como holocausto. Pero, Dios ha dicho claramente que haría que mis descendientes fueran tantos como los granos de arena en la playa y las estrellas del cielo, todo a través de este hijo. Creo que Dios cumplirá Su promesa. Estoy seguro de esto”. Abraham tenía esta fe inamovible en Dios. Aunque hubiese matado a su hijo, Abraham creyó que Dios lo resucitaría y cumpliría la Palabra de promesa tal y como se la dio (Hebreos 11, 19). De esta manera Dios probó a Abraham, pero la fe de Abraham era firme. Tenía una fe segura. Y por esto, para ofrecer a su hijo como holocausto a Dios, puso madera en el altar de piedra y ató allí a su hijo.
Cuando leemos el pasaje de las Escrituras de hoy, vemos que su hijo Isaac no se resistió demasiado. Y por eso vemos que el padre y el hijo eran iguales. Al final, cuando Abraham estaba a punto de matar a su hijo, Dios le dijo: “Abraham, Abraham. No pongas la mano sobre tu hijo. Ahora conozco tus intenciones. Como me has entregado a tu hijo amado y me lo has ofrecido, conozco tu corazón. Ahora sé que me quieres de verdad”. Sí, Dios probó la fe de Abraham.
Queridos hermanos, nuestra fe debe ser como la de Abraham. Su fe era lo bastante fuerte como para entregar a su hijo sin dudar un momento a Dios si eso es lo que Dios quería. Entonces, ¿de dónde creen que vino la fe de Abraham? Esta fe viene de la seguridad de que “Dios me ha salvado de todos mis pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, ha eliminado mis pecados y es el Dios que los ha borrado todos también”.
 
 
¿Cómo podemos servir y seguir a Dios?
 
Solo los que creen que Dios ha eliminado todos nuestros pecados mediante Su justicia y están agradecidos por esa gracia pueden servir a Dios completamente y seguirle. Solo los que creemos que Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados a través de Su justicia y estamos agradecidos por esta salvación podemos darle lo que es más valioso para nosotros a Dios Padre. ¿De dónde viene la fuerza de nuestro amor por Dios? Viene de la fe que cree en la justicia de Dios y el amor que Dios nos ha dado. La fuerza para amar a Dios sale de nosotros cuando tenemos esta fe que cree en la justicia de Dios. ¿Creen que tenemos algo que merezca la aprobación de Dios? Aunque hayamos recibido mucha experiencia espiritual o madurez, debemos servir a Dios y seguirle con un corazón que da gracias por la gracia de la salvación por la que nos ha salvado perfectamente de nuestros pecados. La persona que tiene este corazón ante Dios será bendecida por Él. El Libro de Romanos dice: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8, 28). Solo la persona que ama a Dios puede darle la más preciada de sus posesiones a Dios como hizo Abraham.
Si queremos ser como Abraham, solo hay una cosa que podemos hacer. Debemos confiar en el hecho de que Jesucristo ha cargado con todos nuestros pecados para siempre a través del bautismo que ha recibido de Juan el Bautista y al morir en la Cruz. Solo la persona que está agradecida por la gracia de la salvación por la que Dios le ha salvado a través de la fe en la justicia de Jesucristo puede vivir una vida espiritual bendita como Abraham. En realidad, la fuerza que tenemos para amar a Dios viene de un corazón que da gracias por la gracia de la salvación que Dios nos ha dado.
 
 

La fuerza para amar a Dios viene de la fe que cree que todos nuestros pecados fueron eliminados por la justicia de Dios

 
Queridos hermanos, ¿tienen pecados? ¿O no tienen pecados? ¿Tomó Jesucristo todos los pecados que han cometido y a cometerán través de Su bautismo? ¿O no los tomó? Este pecado, ese pecado y los demás pecados, cuando miramos nuestras vidas, hemos dejado un rastro de pecados que no se acaba. Sin embargo, el Hijo de Dios, Jesucristo, que es el Dios Todopoderoso, ha eliminado todos esos pecados completamente. Jesucristo hizo que el siervo escogido le bautizase y, a través de este bautismo en el río Jordán, cargó con esos pecados sucios para siempre. Y por tanto, a través de esta obra de salvación completa, hemos creído y nos hemos convertido en justos sin pecados.
¿Han puesto sus pecados sobre Jesucristo para siempre mediante Su bautismo? ¿O no? Nuestro Señor ha tomado todos sus pecados, que son tan numerosos como los granos de arena en la playa, al ser bautizado por Juan el Bautista y los ha pagado en la Cruz. Nuestros pecados fueron pasados al Señor para siempre. A través de Jesucristo, nos hemos convertido en personas santas de fe sin pecados para siempre. Queridos hermanos, escuchen esto. Gracias a la gracia del Señor podemos estar sin pecados. El Señor ha cargado con todos nuestros pecados para siempre a través de Su bautismo y quien cree en Él está sin pecados. Si Jesucristo no hubiese tomado todos nuestros pecados, seríamos personas sucias hasta ahora. Pero, ¿cómo es la verdadera justicia de Dios? El Señor ha tomado todos nuestros pecados para siempre a través de Su justicia. Pero, como los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos sin pecados y nuestros corazones están limpios, nos hemos convertido en personas que pueden hacer todo lo que Dios le ha ordenado como hizo Abraham. Estamos agradecidos a Dios, así que estamos receptivos y estamos contentos de hacer lo que Dios nos pide. Y por eso podemos servir a Dios perfectamente.
 
 

Debemos confirmar de nuevo el hecho de que nuestros pecados han sido pasados a Jesucristo de una vez por todas

 
Queridos hermanos, somos personas que han recibido la remisión de los pecados para siempre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, de la misma manera en que Jesús lavó los pies de Pedro para recordarle que sus pecados personales habían sido eliminados, debemos confirmar en nuestros corazones el hecho de que Jesucristo ha eliminado todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Debemos examinar detenidamente en nuestros corazones el hecho de que Jesús ha tomado todos nuestros pecados para siempre a través de Su bautismo y Su derramamiento de sangre. Así es como podemos ser libres del pecado en nuestros corazones. El Señor ha eliminado todos nuestros pecados y derramado Su sangre a través de la obra justa de salvación, pero si no nos aseguramos de que nuestros pecados han sido pasados a Jesucristo para siempre, aunque hayamos recibido la remisión de los pecados claramente, no podemos evitar que nuestros corazones sigan teniendo la incertidumbre de un pecador. ¿No es esto cierto?
Por tanto, debemos examinar todos nuestros pecados y ver si han sido pasados a Jesucristo al ser bautizado por Juan el Bautista. Solo entonces nuestros pecados serán completamente eliminados y podremos servir a la justicia de Dios vigorosamente y con alegría a los que están sin pecados. Dios ha eliminado todos los pecados de la humanidad, incluyendo los pecados de los que nacerán en el futuro. Por ejemplo, ahora estamos en el año 1995, y han pasado 1995 años desde que Jesús vino al mundo. Jesús cargó con todos nuestros pecados cuando fue bautizado a los treinta años. Así, Jesús eliminó todos los pecados del mundo, empezando con Adán hasta el fin del mundo hace 1995 años a través de Su bautismo.
Por su parte, Dios hizo que pasásemos nuestros pecados sobre Su Hijo a través de Su bautismo y Su justicia. Pero, la mayoría de los seres humanos no han hecho la obra de poner sus pecados sobre Jesucristo. Dios, por Su parte, ha erradicado todos nuestros pecados y ha abierto las puertas del Cielo. Y ha permitido que quien no tenga pecados pueda entrar por esas puertas.
Entonces, ¿qué debemos hacer los seres humanos? Debemos aceptar que todos nuestros pecados han sido pasados a Jesucristo a través de Su bautismo. Pero esto solo es posible de aceptar cuando hay verdadera fe en nuestros corazones. Es importante que hagamos esto. Creer que éramos pecadores y creer que todos nuestros pecados, que eran tan numerosos como los granos de arena en la playa, fueron pasados a Jesucristo es lo que necesitamos hacer los seres humanos. Debemos vivir nuestras vidas de fe en este mundo confirmando a diario que todos nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo. Y cada vez que hacemos esto, debemos darle gracias a Jesús de todo corazón por cargar con todos nuestros pecados. Sí, esto es cierto. Debemos ser las personas que siempre están agradecidas por el hecho de que Dios nos ha salvado completamente. Siempre somos insuficientes y débiles y por eso debemos darle gracias a Dios. Estoy diciendo que nuestras debilidades y faltas son la razón por la que podemos darle gracias a Dios y alabarle. Por el contrario, si no fuésemos insuficientes o débiles y fuésemos perfectos, no habríamos pecado y no tendríamos que dar gracias ni alabanza a Dios por quitarnos todos los pecados.
 
 

Pudimos darle gracias al Señor aún más porque somos seres humanos débiles

 
Queridos hermanos, escuchen esto. Como los seres humanos somos débiles y vivimos en la carne, podemos darle gracias al Señor por eliminar nuestras debilidades. A través de nuestras debilidades, que son la razón por la que damos gracias al Señor, debemos darle gracias. Queridos hermanos, ¿no es esto cierto?
Dios dijo que sentía empatía por las debilidades de nuestra carne humana (Hebreos 4, 15). Como nuestro Señor vino a este mundo encarnado en un hombre, fue tentado con comida y honor como nosotros y por eso nos entiende. Nuestro Señor, que experimentó la debilidad de la carne, ha cargado con todos nuestros pecados que cometemos por la fragilidad de nuestra carne. Así nos ha salvado. Ahora lo que debemos hacer nosotros es creer que todos nuestros pecados han sido pasados a Jesucristo.
Debemos creer en esto y le damos gracias a Dios de corazón. Al vivir nuestras vidas, cuando nuestras debilidades han quedado expuestas y cometemos pecados, ¿qué debemos hacer? Debemos recordar nuestra fe en que estos pecados nuestros ya fueron pasados a Jesús y así darle gracias al Señor una vez más. Pensamos: “Si Dios no hubiese cargado con todos los pecados, seguiría siendo una persona con pecados” y por eso damos gracias al Señor por cargar con todos nuestros pecados. Dicho de otra manera, cuando nuestras debilidades son reveladas podemos darle gracias al Señor una vez más, y con la fe de que no tenemos ningún pecado, nuestros corazones querrán hacer la obra justa que Dios nos pide que hagamos.
 
 
¿Cuándo reconocemos que tememos a Dios?
 
Cuando nos damos cuenta de que no tenemos pecados y de que estamos limpios, podemos servir a Dios como hizo Abraham. ¿Cuándo confiamos en Dios como nuestro Dios y empezamos a amarle, darle gracias y temerle? Esto es posible solo cuando tenemos la fe que cree en Dios. Si no tenemos esta fe que cree en Dios, será imposible que le temamos.
En el pasaje de las Escrituras de hoy, Dios le dijo a Abraham que ofreciese a su hijo como holocausto. Queridos hermanos, piensen en esto. Aunque fuese una orden de Dios, ¿cómo iba a matar y ofrecer a su hijo a Dios? Sin embargo, Abraham, nuestro padre en la fe, creyó que Dios cumpliría lo que había dicho definitivamente. Creyó que la Palabra de Dios es la verdad que no cambia y permanece para siempre. Dios le hizo una promesa a Abraham hace mucho tiempo. Le dijo: “A través de tu hijo, tu semilla, haré que tus descendientes sean tantos como las estrellas del cielo”. Abraham creyó en esto. Creyó que, aunque su hijo muriese, Dios lo resucitaría de nuevo para que su descendencia continuase, y por eso pudo ofrecer a su hijo a Dios sin dudarlo. Cuando Abraham buscó a Dios con esta fe completa, Dios dijo: “Ahora sé que me temes”. Dios aceptó y alabó a Abraham, quien tenía una fe completa.
Abraham obedeció a Dios cuando le pidió que ofreciese a su hijo como holocausto. ¿De dónde viene este comportamiento tan obediente? De la fe que cree en Dios. Esta obra justa no sale de cualquier obra de la fe, sino de una fe que hay dentro del corazón de cada persona. Abraham creyó en la Palabra de Dios tal y como es. ¿Creemos nosotros en la Palabra de Dios que eliminó todos nuestros pecados y que ha preparado el Cielo para nosotros tal y como nos la dio? Si es así, entonces somos las personas de fe como Abraham que son aprobadas y alabadas por Dios. En realidad, la fe de Abraham que creyó en Dios produce la acción de ofrecer al hijo más amado a Dios. ¿Qué significa esto? Significa que Abraham pudo hacer algo así porque creyó en Dios. Esto también es cierto de nosotros. Todas nuestras acciones justas salen de nuestra fe en Dios.
 
 

Oro para que se conviertan en personas de fe como Abraham

 
Solo hay una manera de convertirse en personas de fe como Abraham. La fe en que Dios tomó todos mis pecados, la fe en que Dios es mi Padre y mi Salvador, la fe así da obras como las de Abraham, y a través de estas obras, nos convertimos en personas bendecidas ante Dios. Dios siempre quiere tener nuestros corazones de fe. En realidad, Dios quiere que tengamos fe completa en nuestros corazones. Dios no quiere las buenas obras que hemos hecho hasta ahora, sino que quiere que digamos que sí a las siguientes preguntas: “¿Todavía creen en Mí? ¿Creen que he eliminado todos sus pecados como su Salvador? ¿Tienen un corazón que da gracias y creen en las promesas que les he hecho?”. A estas preguntas, debemos contestar: “Sí, creo en Tu Palabra y creo en Ti”. Por tanto, debemos tener un corazón obediente, con gratitud y reverencia ante Dios. Dios quiere que tengamos un corazón que le ama y le obedece. Incluso en este momento, Dios nos está probando como hizo con Abraham.
De vez en cuando nos damos cuenta de que Dios nos está probando en varios aspectos de nuestras vidas. A través de estas pruebas, Dios nos está preguntando: “¿Me amáis? ¿De verdad Me amáis y creéis en Mí?”. Debemos responder: “Señor, sabes que te amo”. Solo podemos contestar esto cuando confiamos por completo en Dios y le seguimos como hizo Abraham.
Cuando Dios nos prueba, debemos pasar la prueba con un corazón agradecido. Les pido que den sus corazones y su fe a Dios. Y, con su corazón y por fe, les pido que sirvan al Señor. Sigan a Dios de esta manera. Entonces sé que Dios les dirá lo mismo que le dijo a Abraham: “Ahora sé que me amas y me temes”. Y cuando tenemos este tipo de fe, Dios nos da las bendiciones que le dio a Abraham.
Por tanto, debemos ser las personas de fe que creen completamente en Dios. Cuando nos presentamos ante Dios, debemos estar ante Él como personas de fe. No debemos presentarnos ante Él con nuestras propias obras, diciendo: “He hecho esto y lo otro por ti, y haré esto otro en el futuro”. Debemos presentarnos ante Dios tan solo por fe diciendo: “Creo en lo siguiente. Eres mi Dios, mi Señor y mi Cristo. Señor, has borrado todos mis pecados y eres mi Señor que me ha dejado sin pecados. Eres el Señor que me ha hecho hijo Suyo. Eres el Señor que ha preparado el Cielo para mí. No puedo evitar amarte. Aunque soy débil, te amo. Acéptame y dime lo que quieres decirme. Como siervo tuyo, te escucharé y obedeceré. Y, sé que soy Tu siervo. Aunque soy débil, debes confiarme Tu obra. Te serviré”.
Sí, esto es cierto. Debemos presentarnos ante Dios como personas de fe. No debemos presentarnos ante Dios con nuestras obras, sino con nuestra fe. Debemos presentarnos ante Él como personas de fe. Cuando estamos ante Dios por fe, como Abraham hizo con la verdadera fe en Dios, podemos hacer las obras justas como Abraham. Cuando glorificamos a Dios y le seguimos de corazón, seremos aprobados por Dios y recibiremos las bendiciones que Dios nos da. Ante todo, debemos creer que Dios ha eliminado nuestros pecados. Debemos darle gracias porque nuestros pecados han sido pasados a Jesucristo y porque ahora estamos limpios.
Sí, debemos tener un corazón que le dé gracias al Señor. Debemos darle gracias al Señor y siempre creer en Dios cuando le seguimos. Esta es la fe bendita de Abraham que fue aprobada por Dios.