Search

Sermones

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 7-4] Solo podemos entrar en el Cielo cuando conocemos y creemos en la voluntad de Dios Padre (Mateo 7:21-27)

Solo podemos entrar en el Cielo cuando conocemos y creemos en la voluntad de Dios Padre(Mateo 7:21-27)
«Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina».
 

En el pasaje de las Escrituras de arriba, nuestro Señor dijo: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos». El Señor dijo aquí que no todo el que afirma creer en Él podrá entrar en el Cielo, donde está Él, sino que solo los que hacen la voluntad del Padre podrán entrar en el Cielo. En el último día del juicio, cuando muchos que hayan creído en Jesús protesten y digan: “¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”, nuestro Señor no podrá decirles otra cosa que: “Obrasteis iniquidad, y por eso nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, obradores de iniquidad!”.
Nuestro Señor nos dijo a todos nosotros: «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina» (Mateo 7:24-27). Así, Jesús dijo que los que escuchan la Palabra de nuestro Señor y creen en ella y la obedecen, son como el hombre sabio cuya casa de fe está construida sobre la roca; mientras que los que no lo hacen están destinados a ver derrumbarse su fe.
Lo que nuestro Señor nos está diciendo aquí es que los bienaventurados son los que escuchan Su Palabra con sus oídos y creen en ella con sus corazones, y así son salvados de todos sus pecados y hacen la voluntad de Dios Padre. Por otra parte, si alguien escucha la Palabra del Señor y aún así no cree en ella con su corazón, entonces su vida de fe es en vano.
Los que escuchan la Palabra de nuestro Señor y viven sus vidas con fe, son como el hombre que construyó su casa sobre la roca. ¿Han sido salvados de todos sus pecados al creer en esta Palabra de Dios, el Evangelio del agua y el Espíritu? Los que han sido redimidos de sus pecados de una vez por todas al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu llegan a vivir sus vidas haciendo la voluntad del Padre con esta fe anclada en la Palabra de Dios. Esta gente no solo difunde el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, sino que también llegan a amar a sus hermanos y hermanas de fe. En otras palabras, como creen en este Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios, quieren demostrar su verdadera fe mediante acciones.
Nuestro Señor nos dijo a todos nosotros: “Sed los que creen en la Palabra y practicadla”. Aunque hay muchos cristianos en este mundo que afirman creer en Jesús, pocos de ellos han sido limpiados de sus pecados y dejados blancos como la nieve, ni se han convertido en justos al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, todavía hay gente que ha recibido la remisión de los pecados al escuchar y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que ha defendido su fe y la ha puesto en práctica. Y hay cada vez más gente que llega darse cuenta que el Evangelio del agua y el Espíritu es el verdadero Evangelio.
Pero si alguien cree en este Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón, debe predicarlo a otros. Los que, en cambio, no difunden este Evangelio del agua y el Espíritu verán como su fe se derrumba. Aún así hay gente que solo dice con sus labios que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, cuando en realidad no cree en él con sus corazones y por tanto no puede demostrar su fe mediante sus acciones.
Esta gente predica que falsos evangelios son ciertos. No pueden evitar predicar de este modo porque no tienen la fe que cree realmente en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero no podemos predicar otro Evangelio que el Evangelio del agua y el Espíritu, porque solo este Evangelio es el verdadero.
 


Debemos creer en el poder del agua y el Espíritu


Nuestro Señor dijo: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos». En otras palabras, los que realmente creen que el Evangelio del agua y el Espíritu es el verdadero Evangelio, dan testimonio de él a otros. Por tanto, los que no difunden el Evangelio del agua y el Espíritu a otros, no tienen ninguna buena obra en ellos, ni hacen la voluntad de Dios Padre, y así serán rechazados por nuestro Señor. Al final, su fe acaba viniéndose abajo. Como los pecados de esta gente permanecen en sus corazones, siguen siendo pecadores aunque afirmen creer en Jesús. Por mucho entusiasmo que hayan puesto en sus vidas de fe, no son más que pecadores. Ya que no creen realmente en el Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden demostrar las verdaderas obras de su fe. Por tanto, no pueden evitar ser abandonados por nuestro Señor en el último día.
¿Qué les produce sufrimiento a los justos que han sido redimidos de sus pecados? Sus corazones están heridos cuando ven gente que, aunque afirman creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no creen de verdad que solo este Evangelio es la verdad, ni lo difunden como tal. ¿Por qué? Porque esto hace surgir serias dudas sobre si creen o no de todo corazón en el Evangelio, como ellos dicen. Todos nosotros debemos conocer y creer en el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu como es. Debo recordarles una vez más lo que nuestro Señor dijo aquí: los que no creen en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, es decir, los que no hacen la voluntad de Su Padre, no pueden entrar en el Cielo.
Por eso nuestro Señor declaró: «Apartaos de mí, hacedores de maldad» a todos aquellos que afirman creer en Jesús como el Salvador y aún así no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ni lo predican. Si de verdad creyeran que todo el Evangelio del agua y el Espíritu es el verdadero Evangelio, lo hubieran predicado según esta verdad. La razón por la que ni creen en él ni lo predican es que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu como el amor eterno de Dios.
Como no creen de verdad en Jesús según la Palabra y la ley de salvación del Señor, no tienen ninguna obra que demuestre que han vivido según la voluntad del Padre. Podrían decir: “¿No profetizamos en el nombre del Señor, arrojamos los demonios en Su nombre e hicimos muchos milagros en nombre Suyo?”. Pero al final, no creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu, y solo hicieron falsos milagros.
Nuestro Señor preguntará a esta gente que ha obrado iniquidad en vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, “¿Qué habéis hecho por mí? ¿Hicisteis milagros y señales? Aparte de esto, ¿creísteis de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu que os había dado? ¿Y vivisteis vuestras vidas según esta fe? ¿Creísteis realmente que Yo tomé sobre Mí mismo todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan, que derramé Mi sangre en la Cruz por vosotros, y que esta era la única salvación que borró todos los pecados del mundo? No hicisteis nada de esto, y aún así ¿cuántas veces obrasteis iniquidad al invocar Mi nombre? Sé perfectamente que blasfemasteis haciendo falsos milagros en Mi nombre. ¡Así que apartaos de Mí!”.
 


No nos debemos dejar engañar por mentirosos


En todo el mundo, hay muchos que hacen milagros y señales en el nombre de Jesús. En las iglesias dirigidas por esta gente, el objetivo principal de sus cultos es solo hacer milagros. ¿Por qué buscan tanto las señales durante esta hora cuando el Evangelio del agua y el Espíritu debe ser predicado con todo detalle, y cuando todos lo que la congregación debe hacer es responder con fe? Nos debemos dar cuenta que los que hacen muchos falsos milagros son los que están poseídos por demonios. En otras palabras, los que están poseídos por espíritus malignos engañan a sus seguidores al hacerles creer que hacen milagros y señales, y así sacarles más dinero para las ofrendas. Esta es precisamente la obra de los siervos de Satanás. Todos esos milagros no son nada más que un espectáculo ilusionista. Por eso Jesús dijo que cuando esta gente le dice: “¿No hemos arrojado demonios en Tu nombre?”, Él les confesará que nunca los conoció. En este último día, el Señor echará a todos los que tienen pecado, sin excepción.
Los demonios no pueden ser vistos con los ojos de los nacidos de nuevo. Pero los que no han nacido de nuevo pueden oír a los demonios y ver sus imágenes. Esto se debe a que hay pecados en sus corazones. En los corazones de esta gente pecadora, los espíritus malignos pueden entrar y obrar en ellos libremente. Así, los que están poseídos por demonios pueden entrar en contacto con demonios fácilmente. Es en los que todavía tienen pecados intactos, en los que los demonios obran y dan sus frutos malignos.
Lo que la gente debe hacer, en vez de buscar falsos milagros, es creer que Jesús tomó todos sus pecados al ser bautizado por Juan, y que pagó la condena de sus pecados con Su propia sangre. Lejos de participar en la obra de los demonios, debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y dedicar todas nuestras fuerzas a difundirlo. Debido a que Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y pagó la condena del pecado en la Cruz, hemos sido salvados de todos nuestros pecados y dejados sin pecado a través de la fe. Como el Señor ha limpiado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, los que creen en él quedan limpios, y por tanto los espíritus malignos no pueden vivir en sus corazones. Para los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, no hay obra de Satanás en absoluto.
Por eso nuestro Señor dijo: “El que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos”. Lo que debemos tener en cuenta es cuál es exactamente la voluntad del Padre. La voluntad del Padre es que seamos salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu: Jesucristo, nuestro Salvador, ha borrado todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y crucificado hasta morir en la Cruz. Esta fe es la fe que cree según la voluntad del Padre. En otras palabras nuestro Padre, Dios, ha limpiado todos nuestros pecados al enviarnos a Su Hijo, hacer que aceptara los pecados del mundo al ser bautizado, y hacerle derramar Su sangre en la Cruz.
Cuando creemos en esta verdad, podemos ser limpiados de todos nuestros pecados y entrar en el Reino eterno de Dios para vivir felices para siempre. Nosotros, los justos, viviremos allí juntos y felices para siempre. El Señor nos ha salvado de nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Para nosotros, creer en Jesús como el Salvador a través del Evangelio del agua y el Espíritu, es creer según la voluntad de Dios Padre y hacer Su voluntad.
Aún así hay muchos que, al negarse a creer en esto, no pueden escapar de sus pecados aunque crean en Jesús como su Salvador, y así, al final son rechazados y destruidos por causa de sus pecados. En otras palabras, son abandonados porque no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu como la verdad hasta el final. Como no creen en este Evangelio del agua y el Espíritu y por eso no son capaces de hacer la voluntad del Padre con fe, cuando llegue el último día, su fe, que han construido con sus propios pensamientos, se vendrá abajo y se destruirá. Es porque esta gente no cree en la Palabra de Dios del Evangelio del agua y el Espíritu, que son rechazados por él el último día. Lo mismo se puede aplicar a ustedes: si rechazan el Evangelio del agua y el Espíritu ahora, ustedes mismos serán rechazados por Dios más tarde.
Nuestro Señor dijo que los ángeles vendrán al final de los tiempos, separarán a los impíos de los justos, y los arrojarán al horno de fuego (Mateo 13:49-50). Hermanos y hermanas, ¿quiénes son los impíos entre los justos? Nuestro Señor nos ha dicho clara y explícitamente que nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Pero a pesar de ello, todavía hay quien no cree en este Evangelio, quien no sólo se compromete con el mundo, sino que también se pone de su parte. Los impíos son esta gente.
Hermanos y hermanas, no hay dos Evangelios verdaderos. Tampoco Jesús es dos, sino que solo hay un Jesús. No hay otra manera de que podamos entrar en el Cielo, sino creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio con el que Jesús nos redimió de todos nuestros pecados. Este Evangelio del agua y el Espíritu ha borrado todos sus pecados.
Deben darse cuenta de que si creen en esta verdad, el camino se abrirá para que vivan según la voluntad de Dios Padre. El Evangelio del agua y el Espíritu les permitirá reconocer cuál es realmente la voluntad de Dios Padre.