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Sermones

Tema 11: El Tabernáculo

[11-12] El Velo y las Columnas del Lugar Santo (Éxodo 26:31-37)

El Velo y las Columnas del Lugar Santo
(Éxodo 26:31-37)
«También harás un velo de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; será hecho de obra primorosa, con querubines; y lo pondrás sobre cuatro columnas de madera de acacia cubiertas de oro; sus capiteles de oro, sobre basas de plata. Y pondrás el velo debajo de los corchetes, y meterás allí, del velo adentro, el arca del testimonio; y aquel velo os hará separación entre el lugar santo y el santísimo. Pondrás el propiciatorio sobre el arca del testimonio en el lugar santísimo. Y pondrás la mesa fuera del velo, y el candelero enfrente de la mesa al lado sur del tabernáculo; y pondrás la mesa al lado del norte. Harás para la puerta del tabernáculo una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de recamador. Y harás para la cortina cinco columnas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro, con sus capiteles de oro; y fundirás cinco basas de bronce para ellas».
 


El Lugar Santo

 
El lugar Santo
Me gustaría meditar acerca de los significados espirituales contenidos en las columnas del  Lugar Santo y en los colores de su velo. El Tabernáculo que estamos considerando aquí media 13.5 m de largo y 4.5 m de ancho, y estaba dividido en dos cuartos llamados el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Dentro del Lugar Santo, había un candelero, la mesa de los panes y el altar del incienso, mientras que dentro del Lugar Santísimo, estaban colocados el arca del Testimonio y el trono de la misericordia.
El Tabernáculo, que consistía del Lugar Santo y del Lugar Santísimo, estaba rodeado por todos lados de madrea de acacia que median 70 cm de ancho y 4.5 m de altura. Y en la puerta del Tabernáculo, estaban colocados cinco columnas  de madera de acacia cubiertos con oro. La misma puerta, por la cual uno entraba al tabernáculo desde los atrios exteriores, era hecha de un velo tejido de lino fino torcido, azul, púrpura y carmesí.
En los atrios exteriores del Tabernáculo, había  sesenta columnas de pie, cada uno media 2.25 m de altura. La puerta de los atrios, que estaban colocados al este, también estaba tejida de lino fino torcido,azul, púrpura y carmesí, y solo pasando a través de esta puerta de los atrios exteriores alguien podía entrar a los atrios del Tabernáculo. En estos atrios del Tabernáculo se encontraban el altar del holocausto y la fuente de bronce.
Pasando por estas dos, uno podía entonces llegar a la puerta del Tabernáculo, que media tanto como 4.5 m de altura. Esta puerta del Tabernáculo tenía  cinco columnas, cuyas bases eran hechas de bronce. Como la puerta de los atrios del Tabernáculo, la puerta del Tabernáculo también era hecha de un velo tejido de lino fino torcido, azul, púrpura y carmesí y colgaba de ganchos de oro colocados en la parte superior de las cinco columnas. Este velo era la división que separaba el interior y el exterior del Tabernáculo. 
 

Lo que Tenemos que Considerar Primero son Las columnas  de la Puerta del Tabernáculo

Las cinco columnas de la puerta del Tabernáculo median 4.5 m de altura. Sobre estas columnas, un velo tejido de los cuatro hilos azul, púrpura y carmesí, y del lino fino torcido eran colocados.
Primero que nada, enfoquémonos en el hecho de que los cinco columnas de la puerta del Tabernáculo median 4.5 m de altura. ¿Cuál es el significado de esto? Significa que Dios Mismo dio un gran pago de sacrificio para borrar nuestros pecados y convertirnos en Sus hijos. Debido a que tú y yo básicamente somos seres insuficientes y débiles, vivimos en este mundo cometiendo muchas transgresiones. Debido a que tú y yo somos los peores pecadores que no pueden evitar cometer pecados cada momento en este mundo, tenemos muchos defectos y transgresiones. Estas columnas de la puerta del Tabernáculo nos muestran que para liberarnos de tales defectos y pecados del mundo, Dios sacrificó a Su Hijo Unigénito, Jesucristo, como la paga por nuestros pecados, y así ciertamente Él nos ha liberado de todos los pecados del mundo.
En otras palabras, por nuestros defectos y pecados cometidos en este mundo Jesucristo dio Su propio cuerpo como ofrenda sacrificada ante Dios y dio la paga por estos pecados del mundo más que excesivamente, por lo tanto nos salvó. Si una persona cometía una trasgresión, y pecaba sin intención en lo que respecta a las santas cosas del Señor, entonces tenía que traer un carnero como ofrenda por la trasgresión, y tenia que agregar un quinto y darlo a los sacerdotes (Levítico 5:15-16). Esto significa que Jesucristo se dio a sí Mismo para salvarte a ti y a mí de nuestros pecados y así dio el pago de nuestros pecados mas que en exceso. Nuestro Señor vino a esta tierra para borrar nuestros pecados y se dio a sí Mismo como nuestra ofrenda por la trasgresión de estos pecados nuestros.
Las ofrendas de la Biblia, tales como las ofrendas quemadas, las ofrendas por el pecado y las ofrendas de paz, fueron dadas para que la gente que pecaba pudiera desaparecer sus pecados imponiendo sus manos sobre las ofrendas sacrificadas y de esta manera pasar sus pecados sobre ellas. De tales ofrendas, la ofrenda por la transgresión era una en la que la ofrenda sacrificada era dada para borrar los defectos de uno. Esta ofrenda por la transgresión era dada cuando alguien dañaba a otro por negligencia, para compensar a la victima y restaurar la relación. Y la ofrenda por la transgresión involucraba agregar el 20 por ciento por restitución a la suma total incluyendo mulatas y reparaciones. Este era el requisito básico de la ofrenda por la trasgresión. Era una ofrenda que era dada con el propósito especifico de expiar los defectos de uno cuando se dañaba a alguien más (Levítico 5:14; 6:7).
¿Tú y yo estamos apartados del pecado? ¿Acaso no vivimos todas nuestras vidas mientras pecamos? No podemos evitarlo, ya que tú y yo somos descendientes de Adán. Nosotros mismos sabemos cuantas limitaciones tenemos y como vivimos nuestras vidas mientras que cometemos muchos pecados. ¿Cuántas maldades hemos cometido los unos en contra de los otros y en contra de Dios? Solo se debe a que somos muy lentos e insuficientes para reconocer estas maldades como pecados que con frecuencia nos olvidamos de ellas mientras vivimos nuestras vidas. Pero tú y yo no podemos evitar el reconocer ante Dios que hemos cometido muchas transgresiones en contra de los demás y contra Dios, que simplemente somos pecadores ante Dios.
Para liberar a tales pecadores de todos sus pecados, Dios quiso enviar a Jesucristo como su propia ofrenda por sus transgresiones. Haciendo que Jesucristo llevara la condenación de nuestros pecados a través del precio de Su sacrificio, Dios nos ha dado el regalo de la salvación. Cuándo Dios padre envió a Su Hijo a esta tierra e hizo que Él fuera bautizado y crucificado, todo para salvarnos de todos nuestros pecados y convertirnos en Su propio Pueblo, ¿cómo podemos compararnos con la hermosura de este sacrificio? Para salvarnos a nosotros los pecadores de todos nuestros pecados, nuestro Señor fue sacrificado para dar todo el pago de estos pecados, y de esa manera nos salvó de los pecados del mundo. ¿Cómo puede ser esto cualquier otra cosa que la sorprendente gracia de Dios? ¿Qué tan profundo, ancho o elevado es el amor de Dios? El mismo hecho de que las columnas de la puerta del Tabernáculo eran tan elevados 4.5 m nos habla acerca del amor de Dios hacia nosotros a través de Jesucristo. 
Para liberar a tales seres tan inútiles de la condenación del pecado, nuestro Señor nos ha salvado a través de Su propio sacrificio – le doy gracias a Él por esta verdad. Cuándo no podíamos evitar el estar destinados al infierno por el castigo de nuestros pecados, y cuando el Señor dio Su propio cuerpo por nosotros para salvarnos de estos nuestros pecados, ¿cómo es posible no darle gracias a Él? ¡Nosotros damos gracias a Él! Al ser bautizado por Juan, Jesús tomó nuestros pecados sobre Su precioso cuerpo, dio la paga por nuestros pecados con la sangre de la Cruz, y de esta manera nos salvó de todos nuestros pecados y de la condenación. Por lo tanto, solo podemos darle gracias a Él con nuestra fe en este evangelio. Este es el significado profundo de la salvación contenida en las columnas de la puerta del Tabernáculo.
Cada uno de las cinco columnas de la puerta del Tabernáculo media 4.5 m de altura. El número “5” implica la gracia de Dios en la Biblia. Por lo tanto, el que haya habido cinco columnas implica el regalo de la salvación que Dios nos ha dado. Al amarnos y revestirnos en el amor de Su salvación, Dios hizo que nada nos faltara y que llegáramos a ser Su propio pueblo. En la Biblia, el oro se refiere a la fe que cree en Dios quién nos ha salvado a través de los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido. En otras palabras, al decir oro la Biblia habla de la “fe” que cree de todo corazón en la verdad de que el mismo Dios vino a esta tierra, tomó nuestros pecados al ser bautizado, murió sobre la Cruz, se levanto de entre los muertos, y de esta manera nos ha justificado completamente. Es por eso que las columnas del  Lugar Santo estaban recubiertos de oro.
El que las bases de las columnas de la puerta del Tabernáculo estuvieran hechas de bronce manifiesta que el Señor, siendo condenado vicariamente, nos ha salvado, a nosotros que verdaderamente no podíamos evitar el estar destinados al infierno debido a nuestros pecados, a través de Su bautismo y de la sangre sobre la Cruz. Debido a que estábamos llenos de defectos, habíamos sido seres humanos inútiles quienes realmente no merecíamos mas que ser puestos a muerte, y sin embargo para convertirnos en Su propio pueblo, el Dios santo y absoluto sé sacrificó a Sí Mismo, quien vale mucho más que nosotros, y así nos hizo hijos de Dios padre. Es por ello que el oro se refiere a la fe que cree en esta verdad. Es así como debemos entender los colores de la puerta del Tabernáculo, también debemos meditar sobre eso, dar gracias por ello y creer desde el centro de nuestro corazón.
 

Las Bases de Bronce de las Columnas del Tabernáculo

En el Tabernáculo, solo las bases de las columnas  de la puerta eran hechas de bronce. Esto significa que sobre esta tierra tú y yo cometimos muchos pecados en contra de los demás y en contra de Dios, y que por lo tanto era inevitable el ser condenado por estos pecados. La verdad escondida en estas bases de bronce nos hace pensar acerca del altar de la ofrenda quemada. La primer cosa que los pecadores encontraban cuando pasaban por los atrios del Tabernáculo a través de su puerta era este altar de la ofrenda quemada donde se daban tales ofrendas quemadas.
La palabra “altar” aquí tiene el significado de “ascender.” El altar de la ofrenda quemada se refiere nada más y nada menos que a la verdad de que Jesucristo fue bautizado y luego sacrificado vicariamente sobre la Cruz en lugar de todos nosotros los pecadores. El altar del holocausto era el lugar en donde las ofrendas que habían aceptado los pecados por medio de la imposición de manos eran puestas a muerte como el castigo por estos pecados. Los Sacerdotes colocaban la sangre de estas ofrendas del sacrificio sobre los cuernos del altar del holocausto, derramaban el resto de la sangre sobre el piso, y quemaban por fuego su carne sobre el altar. Era el lugar de muerte en donde las ofrendas cargadas de pecados eran matadas.
El altar del holocausto era colocado entre la puerta de los atrios del Tabernáculo y el Tabernáculo mismo. Como tal, quienquiera que deseara entrar en el Tabernáculo tenia que pasar primero a través del altar de la ofrenda quemada. Por lo tanto, si no se pasaba a través del altar del holocausto era imposible entrar en el Tabernáculo. Es obvio que el altar del holocausto es precisamente la sombra del bautismo y la Cruz de Jesucristo. Y el bautismo de nuestro Señor y la Cruz es lo que da la remisión por las iniquidades de todos los pecadores que vienen ante Dios.
Como tal, sin antes traer sus pecados y sin detenerse en el altar del holocausto, y sin recordar que la ofrenda del sacrificio los ha salvado de sus pecados tomando sobre si estos pecados a través de la imposición de manos y derramando su sangre del sacrificio en este lugar, ningún pecador puede ir ante Dios. Esta fe es la manera de ir ante Dios, y al mismo tiempo es lo que nos guía a la bendición de la remisión de nuestros pecados y de llevar el castigo del pecado (esto es, morir al pecado).
Cuando el pueblo de Israel traía una ofrenda para la remisión de sus pecados. Ellos primero pasaban sus pecados a la ofrenda imponiendo sus manos sobre su cabeza, la mataban y sacaban la sangre del sacrificio, y luego ponían esta sangre sobre los cuernos del altar del holocausto y derramaban la sangre restante en la base del altar. El piso bajo el altar del holocausto era tierra. Aquí la tierra se refiere a los corazones de los seres humanos. Como tal, nos dice que los pecadores recibían la remisión del pecado creyendo en sus corazones que la ofrenda del sacrificio aceptaba sus pecados y moría en lugar de ellos, todo de acuerdo a la ley de la salvación. Los cuernos del altar del holocausto nos hablan espiritualmente de los pecados que estaban escritos en el Libro del Juicio.
Los pecadores del tiempo del Antiguo Testamento podían recibir la remisión de sus pecados creyendo en el hecho de que ellos habían impuesto sus manos sobre la cabeza de la ofrenda del sacrificio y de esta manera pasaban sus pecados sobre ella, y que esta ofrenda después se derramaba su sangre sobre el altar del holocausto. Si no hubiese habido la imposición de las manos, y la muerte, y la quema de la ofrenda del sacrificio, lo cual hacia posible que los pecadores expiaran sus pecados, el camino para que ellos pudieran ir ante Dios hubiera sido bloqueado, y ni hubiese habido forma de que tuvieran la capacidad de ir ante el santo Dios. En concreto, no había otra verdad excepto este sistema del sacrificio que les permitía a ellos ir ante Dios.
De esta manera, sin nuestra fe en el bautismo de Jesucristo, Su muerte y Su sacrificio expiatorio, no hay forma de que recibamos la remisión de nuestros pecados y poder ir ante Dios. No importa que la gente de Israel hubiera traído a los sacerdotes el cordero más hermoso, perfecto y simpático, si sus manos no hubieran sido impuestas sobre su cabeza, y si por lo tanto no hubieran sido aceptados sus pecados, y si no hubiera derramado su sangre y muerto, entonces esto de ninguna manera hubiera tenido ningún efecto.
En lo que respecta a nuestra fe, si nosotros no creemos que el bautismo que Jesucristo recibió de Juan y en la preciosa sangre que Él derramó sobre la Cruz ha remitido todos nuestros pecados, entonces no podemos decir que hemos recibido la perfecta remisión de los mismos. El bautismo que Jesús recibió y Su muerte sobre la Cruz claramente está entre los pecadores y Dios padre, y ellos se han convertido en los factores que interceden y que salvan a los pecadores de sus iniquidades.
El altar del holocausto es un modelo que contiene el plan de la salvación que el Mismo Dios Todopoderoso en el Cielo preparó y cumplió en Jesucristo. Moisés construyó el Tabernáculo de acuerdo al método de salvación y al plan que Dios le había mostrado sobre el Monte Sinaí. Cuando miramos en la Biblia, podemos ver que esta instrucción fue dada repetidamente. Como afirma Éxodo 25:40: «Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte».
La gente pudo hacer una Cruz y colgar a Jesucristo sobre ella, pero más allá de esto, no pudieron hacer más. Pudieron atarlo de las manos y arrastrarlo hasta el Calvario. Lo crucificaron ya que no sabían lo que estaban haciendo ante Dios. Los pecadores pudieron llegar así de lejos porque estas cosas debían ser cumplidas todo de acuerdo a la providencia que Dios ya había planeado. Sin embargo, es Jesucristo quién ha salvado a todos los pecadores a través de Su bautismo y la sangre sobre la Cruz de una sola vez, al ser bautizado por Juan el Bautista y de esta manera tomó todos los pecados del mundo, lavándolos todos de inmediato, y derramando Su sangre sobre la Cruz.
Como tal, antes de la muerte del Señor Jesucristo sobre la Cruz, Su bautismo recibido de Juan fue el evento más critico y absolutamente indispensable para nuestra salvación. Que Él llevara los pecados y su condenación fue determinada por Dios aún antes de la creación. En Juan 3, Jesús le dijo a Nicodemo que este es el evangelio del agua y el Espíritu. Por lo tanto, el bautismo de Jesús y la Cruz son la providencia que Dios planea y determina de antemano en Jesucristo.
El Mismo Jesús dijo: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Y sobre el bautismo de Jesús, Pedro también dijo: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» (1 Pedro 3:21). También está escrito en el Libros de los Hechos: «A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole» (Hechos 2:23).
El bautismo que Jesús recibió y la sangre de la Cruz fue cumplida por el propósito y plan del Dios Todopoderoso. Como tal, y debido a que nadie puede entrar en el Reino de Dios sin aceptar y sin creer esta verdad en sus corazones, debemos darnos cuenta que Dios demanda de nosotros fe, y debemos tenerla. Sin la fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu, nadie puede ser salvo. Y si Jesús no hubiese decidido, de Su propia voluntad, el ser bautizado por Juan, el entregarse a Sí Mismo en manos de los pecadores, y el derramar Su sangre sobre la Cruz, entonces los pecadores nunca hubiesen sido capaces de crucificarlo. Jesús no fue influenciado por otros para ir al Calvario, sino que totalmente de Su voluntad Él tomó los pecados del mundo siendo bautizado, derramó Su sangre sobre la Cruz, y de esta manera ha salvado a los pecadores de todos sus pecados.
Isaías 53:7 afirma: «Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca». Por lo tanto, el bautismo del Señor Jesucristo y Su muerte sobre la Cruz salió totalmente de Su propia voluntad y a través de ello Él ha salvado, de una sola vez, a aquellos que creen en Su bautismo y en la sangre de la Cruz de todos sus pecados. Sobre estas obras del Señor, el autor del Libro de Hebreos también escribió: «Pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado» (Hebreos 9:26).
En el altar del holocausto que nos muestra la sombra del bautismo de Cristo y Su muerte sobre la Cruz, realmente podemos ser testigos del regalo espiritual de la salvación del Cielo. La muerta de la ofrenda del sacrificio en el altar del holocausto implicaba nada más y nada menos que el mismo bautismo y muerte de Jesús que fue requerido debido a los pecados de todos. En el Antiguo Testamento, los pecadores expiaron sus iniquidades a través de su ofrenda del sacrificio que tomó sus pecados con la imposición de sus manos y moría en lugar de ellos. De la misma manera, en el Nuevo Testamento, antes de que mataran al Hijo de Dios las manos de los crueles en el Calvario, primeramente Él tomó los pecados del mundo siendo bautizado por Juan, y se debe a esto que Jesús tuvo que ser crucificado, derramar Su sangre y morir.
Como tal, Dios planea y predestinó a Jesús a que se le impusieran manos y fuera crucificado a muerte, todo para traer paz entre estos asesinos que mataron a Su Hijo y Él Mismo. Dios planeo la ley de la salvación constituida por la imposición de manos y la muerte, y de acuerdo a esta ley, Él permitió que el pueblo de Israel recibiera la remisión de sus pecados dándole a Él ofrendas de sacrificio.
En otras palabras, Dios Mismo sé convirtió en la ofrenda de paz únicamente para salvar a los pecadores. ¡Cuán inmensurable y profunda, sabia y justa es esta salvación de Dios! Su sabiduría y verdad son sorpresivamente maravillosas, simplemente incomprensible para nosotros. ¿Quién siquiera puede imaginar Su providencia de salvación constituida por la imposición de manos y el derramamiento de sangre manifestada en el altar de la ofrenda quemada? Cómo Pablo, todo lo que podemos hacer es maravillarnos: «¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!» (Romanos 11:33). El evangelio del agua, la sangre y el Espíritu es el único evangelio justo con el cual Dios ha salvado a los pecadores a la perfección.
 

Los Cuernos del Altar del holocausto
 
El Altar de los Holocaustos
En cada una de las cuatro esquinas del altar del holocausto colocado en el atrio del Tabernáculo, los cuernos de bronce estaban pegados. En la Biblia, estos cuernos muestran el juicio del pecado (Jeremías 17:1, Apocalipsis 20:11-15). Esto nos muestra que el evangelio de la Cruz está basado sobre el bautismo que Jesús recibió. Por lo tanto, el Apóstol Pablo dijo: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego» (Romanos 1:16). También en 1 Corintios 1:18 está escrito: «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios».
Aquellos cuernos del altar de la ofrenda quemada declaran claramente que que el justo juicio y la salvación de Dios hansido completados totalmente a través de Su bautismo, Su muerte sobre la Cruz y Su resurección.
 

Las Dos Varas Puestas en los Aros del Altar del Holocausto

Todos los utensilios del Tabernáculo que fueron construidos en el desierto eran movibles. Este era un método que se acomodaba a la naturaleza de vida nómada del pueblo de Israel. Tuvieron que vagar en el desierto hasta que se asentaron en la tierra de Canaàn. Debido a que su vida de peregrinaje continuó mientras pasaban a través del desierto, Dios dijo que prepararan dos varas que entraran en los aros del altar de la ofrenda quemada, para que sus sacerdotes pudieran cargar el altar cuando Dios ordenara al pueblo de Israel que siguiera adelante.
Como afirma Éxodo 27:6-7: «Harás también varas para el altar, varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de bronce. Y las varas se meterán por los anillos, y estarán aquellas varas a ambos lados del altar cuando sea llevado». Mientras dos varas se colocaban a través de los cuatro aros de bronce del altar de la ofrenda quemada sobre ambos lados. Los Levitas la podían llevar sobre sus hombros y transportarla cuando el pueblo de Israel se ponía en marcha. El altar del holocausto manifiesta el bautismo de Cristo y la Cruz. Como tal, así como los Levitas levantaban el altar del holocausto con sus dos varas y la cargaban en el desierto, el evangelio de Su bautismo y la Cruz es esparcido por Sus siervos por todo el desierto de este mundo.
Otro asunto que debemos examinar antes de continuar es el hecho de que había dos varas que permitían a los Israelitas mover el altar del holocausto. De la misma manera, el evangelio del agua y el Espíritu también se compone de dos partes. Uno es el bautismo que Cristo recibió de Juan, y la otra es el castigo que el Señor Jesucristo soporta en la Cruz. Cuando estos están unidos, la salvación de la remisión del pecado se completa. El altar del holocausto tenía dos varas. Puesto de otra manera, tenia asideras. Una vara no era suficiente, ya que con una sola vara, el altar podía tener balance cuando se movía.
De esta manera, el evangelio del agua y el Espíritu está constituido de dos partes. Estas son el bautismo que Jesucristo recibió de Juan y Su derramamiento de sangre sobre la Cruz. En otras palabras, el bautismo de Jesús y Su muerte sobre la Cruz son elementos que se complementan mutuamente y que unidos constituyen la justa verdad. El bautismo y la sangre de Jesús han completado con toda justicia la remisión del pecado de los pecadores. De estos dos (el bautismo de Jesús y Su muerte sobre la Cruz), si se ignora uno, entonces da lo mismo ignorar el otro. No puede haber salvación sin el bautismo de Cristo y sin el derramamiento de Su sangre.
Desde luego, Su resurrección también es importante. Sin la resurrección de Cristo, Su muerte hubiese sido en vano, sin tener ningún resultado en lo absoluto. Si fuésemos a creer solamente en un Cristo muerto, entonces Él no tendría la capacidad de salvar a nadie, ni siquiera a Él Mismo. Pero Cristo, quién fue bautizado, sangra a muerte sobre la Cruz y venció a la muerte para vivir de nuevo se ha convertido en el verdadero Salvador para aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu y vienen ante Dios. Y Él también se ha convertido en su Protector y en el Señor de su salvación.
El solo proclamar la muerte de Cristo sin Su resurrección seria tan solo una contradicción y una imposición. Y sin la resurrección de Cristo, Su Cruz hubiera sido tan solo una falla de Dios, también hubiese convertido a Jesús en un insignificante criminal. No solo esto, además hubiese convertido a Dios en un mentiroso, resultando en una burla de la Palabra de la Biblia. Ya que Jesús fue bautizado por Juan, murió en la Cruz, se levanto de entre los muertos y por lo tanto se convirtió en el verdadero Salvador de aquellos que creen en Él.
El evangelio que deja fuera de todo el bautismo de Jesús, el cual están siguiendo muchos Cristianos en la actualidad, traiciona a Dios, engaña a la gente y guía a sus almas al infierno. Y creer en tal evangelio es ignorar y rechazar la Palabra de la verdad eterna de Dios. Los falsos profetas que están enseñando solamente la Cruz de Cristo están convirtiendo al Cristianismo en una de las muchas religiones del mundo. Esta es una de las razones del porque el evangelio que ellos están siguiendo es totalmente diferente del verdadero evangelio del agua y el Espíritu.
El Cristianismo es la única religión que cree en el único Dios y en el Cristo vivo. Sin embargo, aun mientras que parece estar por encima de las otras religiones del mundo y se proclama a sí misma como la única verdad, si tan solo expone su creencia monoteísta y deja fuera la fe en el evangelio del agua y el Espíritu, entonces no es una fe de amor y verdad, sino una religión arrogante.
 

La Ubicación del Altar del Holocausto

Aquí, consideremos una vez más la ubicación del altar del holocausto la cual estaba en los atrios del Tabernáculo. De todos los accesorios del Tabernáculo, el altar holocausto era él más grande. También era el primero de los instrumentos del Tabernáculo al cual llegaban los sacerdotes en secuencia cuando deseaban entrar al Lugar Santo para adorar. El altar del holocausto  es el punto de inicio de fe en Dios, y requiere que la gente siga Su fórmula para encontrarse con Él. En otras palabras, el altar del holocausto pone de manifiesto la verdad de que la gente debe resolver el problema de todos sus pecados convirtiéndose en creyentes en vez de en incrédulos, ya que el no creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan y en la Cruz impide que cualquiera vaya ente el Dios vivo. 
Es por creer en el bautismo y muerte del Hijo de Dios que somos salvos de nuestros pecados, no por incredulidad. Hemos sido salvados de nuestros pecados y recibido vida nueva solo creyendo en el bautismo y el derramamiento de la sangre del Hijo de Dios. Debido a que este mismo evangelio del agua y el Espíritu es tan importante, fundamental, y con la mayor perfección, debemos continuar y meditar repetidamente sobre ello en nuestros corazones. Debemos reconocer este evangelio y creerlo. Debemos creer en nuestros corazones que estábamos destinados al infierno, y también debemos creer, junto con esta fe, que el Señor tomó todos nuestros pecados al ser bautizados y llevó la condenación de nuestros pecados derramando Su sangre sobre la Cruz.
Junto con este altar del holocausto. El  que las bases de las columnas de la puerta del Tabernáculo haya estado hecho de bronce nos dice que debemos admitir el hecho de que todos merecíamos, debido a nuestros defectos, ser arrojados al infierno. Y de acuerdo al juicio de Dios, que declara que “la paga del pecado es muerte,” está claro que todos estábamos destinados al infierno por nuestros pecados. 
Sin embargo para salvar a seres tan bajos como nosotros, quienes en realidad debían de ir al infierno, por el juicio de todos nuestros pecados, nuestro Señor se hizo carne y vino a esta tierra, tomó los pecados de la humanidad sobre Su propio cuerpo al ser bautizado, cargó los pecados del mundo a la Cruz, fue condenado derramando Su sangre, y por lo tanto nos ha salvado perfectamente a ti y a mi de nuestros pecados y condenación. Solo aquellos que creen en esta verdad pueden unirse a la Iglesia de Dios y convertirse en Su pueblo. La cortina y las columnas de la puerta del Tabernáculo nos muestran que solo aquellos que tienen esta fe pueden convertirse en el pueblo de Dios y entrar a Su Reino.
 


Debemos Creer en la Verdad Manifestada en los Cuatro Colores de la Cortina-Puerta del Tabernáculo

 
La Entrada del Atrio
¿Crees que el Señor nos ha salvado al venir a esta tierra a través de Sus ministerios de los hilos azul, púrpura y carmesí, y lino fino torcido? El hilo púrpura significa que Jesús es el Mismo Dios, el hilo azul significa que Jesús, Dios Mismo, se hizo hombre y tomó nuestros pecados siendo bautizado en esta tierra; y el hilo carmesí significa que Jesucristo, quién así aceptó todos nuestros pecados, y sacrificó Su preciado cuerpo al ser crucificado. Es de importancia critica para nosotros creer que el Jesús bautizado y resucitado sé levantó de entre los muertos y que de esta manera nos ha salvado a ti y a mí a la perfección.
Solo aquellos que verdaderamente creen en esta verdad pueden convertirse en obreros de la Iglesia de Dios. Los columnas de la puerta del  Tabernáculo se refieren a los obreros. Nos muestran que solo aquellos que creen de esta manera son el pueblo de Dios, y que solo tales personas pueden ser usados por Dios como Sus obreros y columnas.
El blanco, el lino fino torcido nos dice que aquellos que se han convertido en el pueblo de Dios, los justos, son aquellos que verdaderamente no tienen pecado en sus corazones. Los justos son aquellos que han recibido la remisión de sus pecados creyendo en la verdad de los hilos azul, púrpura y carmesí. Nuestro Señor vino a esta tierra y ha salvado a todos los pecadores a través del bautismo que Él recibió de Juan y en la sangre de Su Cruz. Ya que el Señor nos ha salvado dando Su preciada vida, solo podemos creer en Él quien vino por el agua y la sangre (1 Juan 5:6).
El hilo púrpura se refiere al hecho de que Jesús es el Rey de reyes. En otras palabras, debemos creer que el Señor nos ha salvado, a quienes tenemos bajezas y manchas, dando Su preciada vida, y que, por lo tanto, Él nos ha convertido en el pueblo de Dios. Ahora, si tan solo creemos en esta verdad en nuestros corazones, entonces por nuestra fe en la salvación perfecta, todos podemos llegar a ser los justos sin mancha. Para que tengamos tal fe, debemos dar gracias a Dios por darnos este regalo de la fe.
De hecho, el que haya llegado a creer en esta verdad, es en sí mismo, un regalo de Dios. Nuestra salvación del pecado también es un regalo de Dios. ¿Acaso Dios no nos ha liberado de nuestros pecados dando Su preciada vida, que es mucho más digna que la nuestra? Debido a que Jesús fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y por lo tanto nos ha dado el regalo de la salvación y el regalo de ser el pueblo de Dios. En lo que se refiere a la salvación, no hay ninguna obra nuestra. No hay nada que nosotros podamos hacer, sino tan solo creer en Jesucristo, quién vino por los hilos azul, púrpura y carmesí. Este es el regalo de la salvación para nosotros.
La fe en Jesús comienza con el pensamiento de “sí estamos o no destinados al infierno.” ¿Por qué? Porqué cuando reconocemos y admitimos por primera vez nuestra verdadera naturaleza pecaminosa, no puede evitar creer en la verdad de que Jesús se convirtió en nuestra propia ofrenda por nuestras transgresiones pecaminosas. El que pueda ser salvo es posible, aun cuando continuamos pecando, por el regalo de la salvación dado por nuestro Señor quien sé sacrificó a Sí Mismo por nosotros. ¿Hemos sido salvados por solo creer en Él? De este modo, ¿hemos llegado a ser el pueblo de Dios? ¿Realmente tenemos tal fe? ¿Podemos confesar que nuestra salvación es regalo de Dios y no por nuestras obras? ¿Realmente admitimos que estábamos destinados a ir al infierno antes de creer en el regalo de salvación dado por Dios? Debemos examinar estos temas una vez más.
 


El Tabernáculo es Un Retrato Detallado de Jesucristo


La verdad manifestada en el Tabernáculo sella las bocas de los falsos profetas. Cuando abrimos la Palabra del Tabernáculo y hablamos de él ante ellos, su decepción se revela totalmente.
Las columnas de la puerta del Tabernáculo estaban todos recubiertos con oro. Esto muestra que en ninguna parte del Tabernáculo se muestran trazos humanos. Todo en el Tabernáculo estaba recubierto con oro. Las columnas de su puerta estaban recubiertos con oro y la cubierta sobre las columnas también estaba recubierta de oro. Sin embargo, las bases de las columnas estaban hechas de bronce. Esto nos dice que debido a nuestros pecados y defectos, tú y yo estábamos destinados a ir al infierno. ¿No es esto verdad? ¿No es esto realmente el caso? ¿Realmente crees que tú también estabas destinado a ir al infierno debido a tus defectos y pecados cometidos diariamente? El que estuvieses destinado a ir al infierno por tus pecados es un justo juicio dado por Dios. Entonces, ¿admites este juicio? ¡Debes de hacerlo! Esto no es meramente conocimiento, sino que debes aceptarlo creyendo en ello.
La Biblia dice: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos 10:10). Cuando reconocemos en nuestro corazón que estábamos destinados al infierno, y cuando creemos en la verdad de que el Señor nos ha salvado dándonos el regalo de la salvación completado por Su obra manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí, entonces podemos entrar y vivir en el Lugar Santo. Creemos que el Señor vino a esta tierra, que Él, quién es mucho más digno que nosotros, tomó nuestros pecados al ser bautizado, que Él derramó Su sangre y murió sobre la Cruz, y al hacerlo Él ha lavado todos nuestros pecados y nos ha salvado de nuestra condenación. Al salvarnos a través de los hilos azul, púrpura y carmesí, el Señor nos ha justificado.
Verdaderamente debemos creer en esto en el centro de nuestro corazón. Solo aquellos que creen en esta verdad en el centro de su corazón pueden llegar a ser el pueblo de Dios y ser Sus obreros. El aceptar esta verdad como uno de los pensamientos hechos por hombres no es la verdadera fe. “¡Oh, así que el Tabernáculo tenía este significado. Frecuentemente escuche acerca de los hilos azul, púrpura y carmesí en mi iglesia, y así es que su significado puede ser interpretado de esa manera!”. Aunque hasta ahora hayas creído de esta manera en la verdad solo en tus pensamientos, ahora es el tiempo en que debes creer sinceramente en tu corazón en el evangelio del agua y el Espíritu.
Las bases de las columnas de la puerta del Tabernáculo fueron hechas de bronce. Pero, para las cinco columnas de la puerta del Tabernáculo solo se usaron bases de bronce; en  contraste, las columnas del velo del Lugar Santísimo, no tenían bronce, sino que estos cuatro columnas estaban totalmente hechos de plata. En la Biblia, la plata muestra el regalo y la gracia de Dios, mientras que el oro muestra la verdadera fe que cree desde el centro del corazón. Por otro lado, el bronce denota el juicio por el pecado. ¿Acaso no estábamos todos destinados a ser juzgados por Dios por nuestros pecados? Cada uno de nosotros tenia que ser juzgado por nuestros pecados y por nuestros defectos ante Dios y ante la gente. ¿No es esto cierto? No estoy diciendo que solo tú eras así. Sino, que yo mismo admito que estaba en igual situación. En lo que a mí respecta, reconozco totalmente que estuve destinado a ser juzgado por Él por mis defectos y que de acuerdo a Su Ley, yo también estaba destinado a ir al infierno debido a mis pecados. Yo admito sin dudas esto.
Por personas como yo, el Señor vino a esta tierra. Él vino en semejanza de hombre. Tomó todos mis pecados sobre Su propio cuerpo al ser bautizado, llevó toda la condenación de mis pecados muriendo sobre la Cruz, y se ha convertido en mi perfecto Salvador al levantarse de entre los muertos. Esto es lo que yo creo. Y cuando yo creo esto, en mi salvación planeada por Dios la cual fue totalmente completada aún antes de la creación. Fue completada mientras que creo en esto desde el centro de mi corazón.
De la misma manera sucede en tú corazón. Creyendo en esta verdad, tu salvación, la cual Dios planeo en Jesucristo aun antes de la fundación de este mundo también se completa en tu corazón. El plan de Dios de convertirte en Su pueblo se cumple cuando tú crees en este plan desde el centro de tu corazón. Es por creer en tu corazón que esta verdad tiene que estar en el centro. La salvación no es lograda por nuestros pensamientos carnales. La salvación no llega por ninguna doctrina teológica. Mas bien, solo viene por fe en la verdad.
 


Esta Salvación fue Planeada en Jesucristo aún Antes de la Creación


La salvación es un regalo que nos ha sido dado en Jesucristo a través de Su bautismo y de la sangre de la Cruz. Esta salvación en realidad fue cumplida sobre esta tierra aproximadamente hace 2,000 años. Y nadie esta excluido de este regalo de la salvación, ya que Jesús cumplió el plan de la salvación de Dios para borrar los pecados de todos. Como tal, aquellos que creen en esta salvación en el centro de su corazón han llegado a ser hijos de Dios. Todos sus pecados han sido borrados, blancos como la nieve, y todos ellos han recibido su salvación gratuitamente.
Sin embargo hay mucha gente en este mundo que no ha recibido la remisión del pecado. ¿Quién es esta gente? Son aquellos que no creen en la verdad aunque la conocen. Aquellos que no han confesado en el centro de su corazón que están destinados a ir al infierno y aquellos que no han reconocido el evangelio del agua, la sangre y el Espíritu – tal gente nada tiene que ver con el Señor.
La salvación de Dios es dada solo aquellos que conocen su propia naturaleza pecaminosa y reconocen que están destinados a ser condenados y a ser arrojados al infierno debido a sus pecados. ¿En donde se levantaban los cinco columnas de  la puerta del Tabernáculo, los cuales estaban tejidos con los hilos azules, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido? Estaban levantados sobre bases de bronce. Tú y yo estábamos destinados a ir al infierno debido a nuestros pecados. Solo cuando admitimos este hecho puede nuestra salvación ser levantada sobre la base de este reconocimiento. «Porque de tal manera amó Dios al mundo», por ti y por mí, el Señor vino a esta tierra, fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre sobre la Cruz y fue sacrificado y de esta manera nos ha dado la salvación de nuestros pecados.
Como tal, tú y yo debemos creer verdaderamente en el evangelio del agua y el Espíritu en el centro de nuestros corazones. Por lo menos una vez, nuestros corazones deben reconocer, “Verdaderamente estaba destinado a ir al infierno, y sin embargo el Señor me ha salvado a través del agua y el Espíritu.” Entonces, debemos creer en nuestros corazones que somos salvos. Como afirma Romanos 10:10: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».
Debemos creer verdaderamente en nuestra salvación en el centro de nuestros corazones y confesarlo con nuestras bocas: “El Señor me ha salvado a través de los hilos azul, púrpura y carmesí. Yo tenía que ser arrojado en el infierno y tenia que ser condenado, pero el Señor ha lavado mis pecados por mí, tomó mi iniquidad, quitó toda la condenación por mí y de esta manera me ha salvado totalmente. Él me ha hecho un hijo de Dios de un modo perfecto.” De esta manera, debemos creer en el centro de nuestros corazones y confesarlo con nuestras bocas. ¿Crees? 
¿Tú, de casualidad, aún no admites el hecho de que estabas destinado a ir al infierno, aún cuando crees en la verdad de los hilos azul, púrpura y carmesí, y aún mientras crees que el Señor nos ha salvado de esta manera? La Biblia dice: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). La verdadera fe es creer que aunque todos pecamos y por lo tanto todos estábamos destinados a ir al infierno, el Señor vino a esta tierra, fue bautizado, murió sobre la Cruz, se levantó de entre los muertos, y así nos hizo perfectamente justos.
¿Es sorprendente esta salvación? ¿Acaso no es simplemente maravillosa? El Tabernáculo no fue hecho como se quiso, sino que fue construido con detalles elaborados de acuerdo a la Palabra de Dios. A través del Tabernáculo, Dios nos dijo anticipada y detalladamente que Él nos salvaría dando Su preciada vida. Él nos dice, a través del Tabernáculo, que Jesús nos ha dado una salvación preciosa al ser bautizado y morir sobre la Cruz, y lo que tenemos que hacer es creer en esto en el centro de nuestros corazones. ¿Quién puede darte salvación por amor a ti? Tú puedes ser salvo creyendo en Jesucristo quién vino en semejanza de hombre igual que nosotros.
Si alguien tomara tus pecados y fuera condenado vicariamente en lugar tuyo, tendrías razones de sobra para estar agradecido, pero el Señor Jesús quién es un millón de veces más noble y rico que nosotros, realizo Su precioso sacrificio por amor a nosotros - ¿Cuan maravilloso es esto? ¿Acaso no es un regalo preciado el hecho de que el Señor exaltado nos ha dado salvación con Sus hilos azul, púrpura y carmesí? ¿Cuan invaluable es este regalo? ¿Cómo podemos creerlo en nuestros corazones?
Es por eso que todos los que admiten su pecaminosidad deben creer en esta verdad. Aquellos que están calificados para creer en esta verdad son los que admiten que no pueden evitar el ser arrojados al infierno. Solo aquellos que reconocen que verdaderamente son pecadores, y que ciertamente estaban destinados para ir al infierno, califican para creer en la preciosa salvación de Dios, así como para recibirla por fe. Y aquellos que creen en la verdad en su corazón pueden llegar a ser los obreros de la Iglesia de Dios.
Solo somos seres miserables que no tienen nada de que jactarse, aún cuando nos comparemos nosotros mismos con aquellos que han llegado a ser famosos en este mundo aún con sus habilidades marginales. Cuando esta es la situación, ¿cómo podemos atrevernos a jactarnos de nosotros mismos ante el Dios santo, perfecto y omnipotente? Todo lo que podemos hacer ante Él es admitir solamente que el Señor nos ha salvado ya que nosotros no podíamos evitar el morir debido a nuestros defectos. 
La Biblia nos dice: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23). Ciertamente, teníamos que dar la paga de muerte debido a nuestros pecados, pero debido a que nuestro Señor nos ha salvado, a quienes estábamos destinados a ir al infierno, ahora podemos entrar al Cielo por esta fe. Si sacamos esta fe, estamos destinados por centésima vez al infierno. ¿No es esta la realidad? Claro que lo es. Todos merecemos ir al infierno.
Pero debido al Señor exaltado que con inimaginable amor vino a esta tierra, fue bautizado y derramó Su sangre y fue condenado sobre la Cruz, ahora hemos escapado de nuestro certero destino del infierno. Debido a que el Señor ha dado Su preciada vida por amor a nosotros, es que hemos recibido la remisión del pecado. Cuando esta es la situación, ¿cómo podemos no creer que el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados de una sola vez, y que por lo tanto, Él nos ha dado este regalo de salvación? ¿Cómo puedes no creer en esto? Al igual que las columnas  para la puerta del Tabernáculo estaban recubiertos con oro, así también nosotros debemos envolvernos completa y totalmente en fe. Debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu en el centro de nuestro corazón. Sin creer en el centro de nuestro corazón en este verdadero evangelio, no podemos ir ante Dios.
Es por fe que podemos ser verdaderamente pecadores destinados al infierno. Es también por fe que podemos llegar a ser justos ante Dios. En otras palabras, es por fe que los pecadores pueden recibir la remisión de sus pecados – creyendo que el Señor nos ha salvado a través de Su agua y sangre. Es así como se cumple la Palabra de nuestro Señor: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9:27).
Una vez, cuando nacimos en este mundo, ya estábamos destinados a la condenación por nuestros pecados. Sin embargo, Dios nos ha dado el regalo de la salvación a través de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, creyendo en el evangelio del agua y el espíritu en el centro de nuestro corazón, hemos sido capacitados para ser hijos de Dios. Dios nos ha dado Su amor incondicional de la salvación a todo el que cree. Pero Él juzgará y condenará por el pecado de la incredulidad a aquellos que no creen en este evangelio (Juan 3:16-18). 
 

Debemos Creer en Estos Dos Hechos de la Salvación

Habíamos sido pecadores que estábamos destinados a la condenación y a ser puestos a muerte por nuestros pecados, pero creyendo en la salvación de los hilos azul, púrpura y carmesí, y  en el lino fino tejido que Dios ha planeado y dado a nosotros, hemos recibido la remisión de nuestros pecados. Verdaderamente debemos confesar a Dios, “Yo en verdad estoy destinado a ir al infierno,” y también debemos confesar, “Pero, yo creo que el Señor me ha salvado a través del agua y la sangre.” Debemos creer en el evangelio del agua, la sangre y el Espíritu; esto es, en la verdad de los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido. Es por creer en esta verdad en el centro de nuestro corazón que ha sido salvado. Es por creer en el evangelio que somos salvos.
Hemos sido salvos por creer en el evangelio del agua y el Espíritu. La gente puede convertirse en el propio pueblo de Dios solo cuando cree que el Señor la ha salvado a través de los hilos azul, púrpura y carmesí, y del lino fino torcido ya que todos los seres humanos estábamos destinados al infierno. ¿Crees? Solo la fe en los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido es la verdadera fe.
Este es el significado espiritual manifestado en la puerta del Tabernáculo. ¿Crees? Cuando la gente llega a creer en su corazón en la verdad, entonces pueden hablar correctamente acerca de la fe verdadera. La verdadera fe no es tan solo confesarla con los labios sin creer en el corazón, sino que es confesar la propia fe con la boca mientras que al mismo tiempo se cree en la verdad en el centro del corazón. Todos ustedes deben creer en la salvación de los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido que te ha salvado eternamente.
No podemos agradecer a Dios lo suficiente, no importa que tanto le sirvamos. Entonces, ¿cómo podemos olvidarnos de nuestra salvación? ¿Cómo podemos olvidarnos de que el Señor te ha salvado a ti y a mí, a quienes no podían evitar ir al infierno por nuestros pecados? ¿Cómo podemos olvidar el evangelio del agua y el Espíritu cuando nuestros defectos son revelados cada día? ¿Cómo podemos ignorar este evangelio cuando no hay otra forma de ser salvo sino solo a través de este mismo evangelio? Nosotros siempre estamos agradecidos. Nosotros siempre estamos gozándonos. No podemos hacer otra cosa más que alabarle a Él. 
Aquellos que no conocen esta verdad dicen que Dios hizo a los seres humanos solamente como a unos juguetes y que se divierte con ellos. Estando en contra de Dios, dicen, “Dios debe estar aburrido, Él hizo de nosotros Sus juguetes y esta jugando con nosotros. Él sabia que pecaría, y sin embargo Él solo nos mira cometiendo pecados y cómo dice que ha salvado a los pecadores. ¿Acaso no esta Él jugando con nosotros? Él nos hace, y luego solo juega con nosotros como a Él le place. Entonces, ¿acaso Dios no nos hizo como Sus juguetes?” Innumerables personas piensan de esta manera. Ellos llevan resentimiento contra Dios, diciendo que si realmente Él los amara, debería habernos creado como seres perfectos, en lugar de crearlos como pecadores insuficientes. Existe mucha gente que no conoce el corazón de Dios y lo acusan señalándolo a Él.
 

Somos Criaturas Hechas por Dios

Al igual que las plantas y los animales, también los seres humanos son criaturas creadas por Dios. Aún antes de que Él nos creara, Dios había decidido en Jesucristo Su Hijo convertirnos en Su propio pueblo y permitirnos ser parte de Su gloria, y es para este propósito que Dios nos creo. El propósito de la creación para los seres humanos era distinto del de las otras criaturas. Entonces, ¿cuál era ese otro propósito para el cual Dios creó a la gente? Fue que vivieran por siempre en Su Reino en toda gloria y esplendor, no como las plantas y los animales que son hechos simplemente para alabar la gloria de Dios. El propósito de la creación de los seres humanos por parte de Dios fue el permitirles conocer sus propias naturalezas pecadoras, reconocer y creer en el Salvador el Señor de la creación, quién los ha salvado, y de esta manera llegar a ser completos y entrar en el futuro en el Reino de Dios.
Dios no nos hizo como juguetes o robots, sino que Él nos hizo para que llegáramos a ser Sus hijos reconociendo al Creador, creer en el Salvador y que naciéramos de nuevo de nuevo a través del evangelio del agua y el Espíritu. Así que, siguiendo este propósito de nuestra creación, recibiremos y disfrutaremos la gloria. Aunque sobre esta tierra nos sacrificamos nosotros mismos para servir a otras almas con el evangelio, en el Reino de Dios, seremos servidos. ¿Cuál crees tú que fue el propósito fundamental de Dios para la humanidad? Fue para capacitar a los seres humanos disfrutar el esplendor y la gloria de Dios por siempre. El propósito de Dios al crear a los seres humanos fue el de hacerlos Su pueblo y permitirles tomar parte de Su propio esplendor y gloria.
¿Por qué nacimos? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿De donde venimos y hacia donde vamos? Tales preguntas filosóficas todavía no han sido contestadas, así que la gente continua angustiada tratando de resolver el problema. Sin conocer su propio futuro, alguna gente recurre a brujos y a adivinadores. Todo esto es el resultado de la falla humana en reconocer al mismísimo Dios que nos creó y el de creer en la salvación que Él nos ha dado.
Sin embargo, para convertirnos en Sus propios hijos, Dios nos hizo diferentes de todas las demás criaturas. Y Él nos ha salvado a través del agua y el Espíritu, habiendo planeado nuestra salvación aún antes de la creación con los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino tejido. Al salvarnos con la ley de la salvación manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí, Dios ciertamente ha cumplido Su propósito para con nosotros.
Por lo tanto, ahora debemos conocer y creer en este propósito de Dios que es darnos vida eterna en Jesucristo. Si no sabemos esto, entonces, el misterio de la vida quedaría sin resolverse para siempre. ¿Por qué nacimos en este mundo? ¿Por qué debemos vivir? ¿Por qué debemos comer? ¿Por qué debemos vivir fielmente? ¿Cómo podemos resolver el problema de la vida y de la muerte, o del envejecimiento y de la enfermedad? ¿Por qué es tan trágica la vida? ¿Por qué es tan dolorosa la vida? Tales preguntas pueden encontrar respuesta de Dios a través del evangelio del agua y la sangre que nos ha salvado en Jesucristo.
Dios nos permitió nacer en esta tierra y ha puesto esperanza en nosotros por el Reino de Dios en medio de la dificultad y el cansancio de nuestras vidas, para qué Él nos salvara a ti y a mí de todos nuestros pecados, quienes estábamos destinados al infierno, para que recibiéramos vida eterna. Cuando creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, el misterio de la vida se resuelve totalmente.
 

Dios Tiene un Plan Espléndido y Maravilloso Para Ti y Para Mí

Así como Dios lo planeo, Él envió a Su Hijo Jesucristo a esta tierra, pasó todos nuestros pecados sobre Su preciado cuerpo haciendo que Él se bautizara, lo condenaran y lo mataran por amor a nosotros y por lo tanto, así nos salvó de todos nuestros pecados, de la condenación y de las maldiciones, a nosotros quienes encaraban la destrucción eterna. Ahora, debemos creer en esta verdad y debemos dar nuestra gratitud a Dios por trasladarnos del inevitable destino de destrucción al Reino del Hijo de Dios, y por permitirnos disfrutar de la vida eterna. La verdad de la salvación de Dios, en otras palabras, es el evangelio del agua y el Espíritu, el cual se manifiesta en la cortina que cuelga sobre la puerta del Tabernáculo tejida con los hilos azules, púrpura y carmesí, y en el fino hilo tejido.
Las bases de bronce  de las columnas de la puerta del Tabernáculo nos muestran nuestra naturaleza pecadora fundamental, y por lo tanto nos permite creer en el evangelio del agua y la sangre de Jesús. Las columnas de la puerta del Tabernáculo y la cortina tejida de hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido manifiestan la misericordia de Dios que nos ha salvado, a los que estábamos destinados a ir al infierno, de nuestra condenación a través del precioso sacrificio de Jesucristo. Así, creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, yo he sido salvo de todos mis pecados. ¿También tú crees de esta manera?
¿Crees en la verdad manifestada en el Tabernáculo? Tú y yo somos muy afortunados. Es verdaderamente una gran bendición, ya que aunque hay gente que se dirige derechito al infierno, hemos encontrado la verdad y ahora vivimos en Jesucristo. Ciertamente éramos inútiles y sin valor en este mundo, en donde, habiendo nacido en el, no podíamos evitar el pecar y el estar destinados al infierno, vivir vidas cobardes y ser arrojados al infierno. Pero aún así, nuestro Señor vino a esta tierra, fue bautizado, murió sobre la Cruz, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado eternamente de nuestros pecados. No podemos evitar el estar sorprendidos por el hecho de que no solamente ya no tenemos nada que ver con el infierno, sino que además hemos sido capacitados para hacer obras valiosas, útiles y justas.
Aquellos que pueden entrar al Lugar Santo son los que han recibido la remisión de sus pecados de una sola vez y para siempre. Nuestro Señor no solo borró nuestros pecados pasados, sino que por ser bautizado, Él tomó todos los pecados de toda nuestra vida. Por lo tanto, solo aquellos que creen en la salvación así completada de una sola vez son los que tienen la fe sacerdotal, y solo tal gente puede entrar al Lugar Santo.
Estrictamente hablando, de acuerdo al sistema del Tabernáculo, los sacerdotes comunes no podían entrar al Lugar Santísimo, sino que solo el Sumo Sacerdote podía hacerlo. Y el eterno Sumo Sacerdote no es otro que Jesucristo. Solo aquellos que creen que Jesucristo nos ha salvado de esta manera pueden entrar en la Casa de Dios, aún al Lugar Santísimo juntamente con Jesucristo.
«Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura» (Hebreos 10:18-22). Aquellos que se reconocen a sí mismos como malvados que están destinados al infierno y reciben la remisión de todos sus pecados siendo limpiados con agua pura (el bautismo de Jesús) y por la sangre de Jesús pueden entrar al Reino de Dios para habitar con Él por siempre.
No se debe a que nos arrepentimos de nuestros pecados diariamente el que estos hayan sido limpiados, sino que se debe a que Él borró todos nuestros pecados por siempre, así el Señor vino a esta tierra, tomó nuestros pecados del mundo de una sola vez siendo bautizado, y fue condenado sobre la Cruz. “Porqué así conviene que se cumpla toda justicia.” Jesús fue bautizado y tomó todos los pecados de la humanidad de una vez por todas, cargó estos pecados del mundo a la Cruz y murió sobre ella, y se levantó de entre los muertos, de esta manera nos salvó para siempre de una sola vez. Solo aquellos que creen en esta verdad en el mismo centro de su corazón pueden entrar al Lugar Santo. Recibimos la remisión de nuestros pecados de una sola vez creyendo que nuestro Señor nos ha salvado de una sola vez, y que Él se hizo cargo de todos los pecados de toda nuestra vida y de todo el universo.
¿Crees que el Señor tomó nuestros pecados de una sola vez al ser bautizado? Y ¿crees que Él llevó sobre Sus hombros los pecados del mundo, que murió sobre la Cruz, y que de esta manera se convirtió en nuestro perfecto Salvador todo de una sola vez? A través de Sus 33 años de vida, nuestro Señor ha borrado todos los pecados del mundo para siempre. Él ha hecho que desaparezcan todos, sin dejar una sola mancha. Yo creo esto en el centro de mi corazón. Yo creo que cuando Él fue bautizado tomó los pecados del mundo de una vez y para siempre, que Él llevó la condenación de todos mis pecados de una vez por todas derramando Su sangre sobre la Cruz, y que Él se ha convertido en mi perfecto Salvador levantándose de entre los muertos y viviendo de nuevo para todos. Es por esta fe que yo he sido salvado de todos mis pecados. 
Creyendo en esto, todos podemos entrar al Reino del Cielo, y mientras estamos viviendo en esta tierra, debemos meditar en esta fe cada día. ¿Por qué? Porque el Señor tomó aun los pecados que cometeremos. Pero cada vez que pecamos, debemos confesar. Y debemos creer en el centro de nuestros corazones que el Señor tomó aún esos pecados con Su bautismo. Debemos reconocer que el Señor sé encargó de los pecados del mundo creyendo una vez más. ¿Por qué? Porque si no rumiamos sobre el evangelio del agua y el Espíritu una y otra vez, nuestros corazones se profanarán. Debido a que el Señor quitó aún los pecados que todavía no cometemos, siempre que nuestras debilidades se revelan, debemos dar gracias a Él con nuestra fe en Sus ministerios de los hilos azules, púrpura y carmesí.
Todos debemos creer que el Señor vino a esta tierra y tomó nuestros pecados de una vez por todas. De una vez por todas, todos nuestros pecados fueron pasados sobre Jesucristo. Ya que Él aceptó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo. Así como Jesucristo nos ha dado una salvación eterna siendo bautizado y muriendo sobre la Cruz, debemos creer en esta verdad firmemente y con bravura. Nuestro Señor Jesús dice que podemos tomar el Reino de Dios con nuestra firme creencia en Su bautismo recibido de Juan. Jesús dijo: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11:12). Es por esta fe que hemos sido remitidos de todos nuestros pecados de los defectos de nuestros cuerpos, pensamientos, mentes y carne. Creyendo que nuestro Señor tomó todos estos pecados con Su bautismo y que llevó toda la condenación de los pecados, debemos ser salvos de todos nuestros pecados para tomar el Reino de Dios.
No importa que tan insuficiente puedas ser, si tienes esta fe, eres gente de fe. Aunque eres insuficiente, el Señor te ha salvado perfectamente y por lo tanto debes creerlo. Así como nuestro Señor vive por siempre, así es nuestra perfecta salvación. Todo lo que hacemos es creer en nuestra salvación que Jesucristo nos ha dado. ¡Es verdad! Hemos sido salvados creyendo en Él en nuestro corazón.
Debido a que nuestro Señor es nuestro perfecto Salvador, Él ha resuelto todos los problemas de nuestros pecados. ¿Crees que nuestro Señor fue bautizado, derramó Su sangre sobre la Cruz, murió una vez, se levantó de entre los muertos, y por lo tanto nos ha dado salvación eterna? ¿Cuan maravillosa es esta salvación? Aunque somos insuficientes en nuestras obras, aún así podemos entrar en el Reino de Dios creyendo en esta verdad. Es por fe que seremos capaces de entrar en el Reino de Dios y disfrutar toda la gloriosa majestad y esplendor de Dios. Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu califican para disfrutarlo. Pero sin esta fe, nadie puede poner un pie en el Reino de Dios.
La verdad que nos ha salvado a través de los hilos azules, púrpura y carmesí, y del lino fino tejido fue planeado por Dios en Jesucristo aún antes de la creación. Mientras que Dios determinó salvarnos, Él vino a este mundo, fue bautizado y tomó nuestros pecados de una vez por todas, cargó los pecados del mundo hasta la Cruz y fue condenado todo de una sola vez, murió una sola vez, se levantó de entre los muertos una sola vez, y de esta manera nos ha dado eterna salvación. Esta es nuestra salvación hecha de Sus ministerios de los hilos azules, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido, y debemos creer en esta salvación. Solo entonces llegamos a ser el perfecto pueblo de Dios por fe. Solo entonces llegamos a ser obreros de Dios por fe. Entraremos en el perfecto Reino de Dios y viviremos por siempre.
El Dios perfecto nos ha salvado perfectamente, pero aún somos insuficientes cada día, ya que nuestra carne es insuficiente. Pero, ¿cómo es esto? Cuándo el Señor fue totalmente bautizado, ¿realmente tomó nuestros pecados o no? ¡Claro que sí! Debido a que nuestro Señor tomó nuestros pecados con Su bautismo, reconocemos que todos nuestros pecados ciertamente fueron pasados a Él con Su bautismo. ¿Reconoces que tus pecados fueron realmente pasados sobre Jesús? Por hacer esto, Jesús cargó nuestros pecados del mundo a la Cruz, fue crucificado, y de esta manera cumplió totalmente el plan de salvación de Dios. Aunque somos insuficientes, podemos entrar al Reino de Dios creyendo. ¿Creyendo en que? Podemos entrar al Reino de Dios creyendo en Sus ministerios de los hilos azules, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido.
Después de que hemos recibido la remisión del pecado, son los insuficientes quienes tienen buena fe y están haciendo bien en la Iglesia. La Iglesia de Dios no es un lugar en donde los fuertes reinan, sino que es donde los insuficientes reinan por fe. ¿ Por qué? Porque en la Iglesia de Dios, aún podemos seguir al Señor por fe solo cuando sabemos que somos insuficientes. Es un lugar en donde se cuida y se atienden las heridas. El Cielo es un lugar en donde un bebe “el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora” (Isaías 11:8) y no será mordido, el paraíso sobre esta tierra es ni más ni menos que la Iglesia de Dios. Este es el sorprendente misterio de la Iglesia de Dios.
Es por fe que podemos entrar en el Reino de Dios. Es el violento de una fe firme quien toma el Reino del Cielo. ¿Crees en esta verdad en tu corazón? Yo, también, creo, y por esto doy gracias a Dios.
Y se debe a que estoy agradecido con Dios el que yo este sirviendo a este evangelio, yo vivo para esta verdad y sirvo al evangelio, ya que hay aún mucha gente que no conocen la verdad de los hilos azul, púrpura y carmesí. Pero ahora mismo, haciendo a un lado la pregunta de sí otros sirven o no a este evangelio, lo que se necesita primeramente es que tú mismo creas en el.
Yo espero y creo que todos ustedes crean en la verdad de que Jesús te ha salvado de tus pecados de una vez por todas, y así seas salvo de todos tus pecados.
 
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El TABERNÁCULO: Un Retrato Detallado de Jesucristo (II)