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Sermones

Tema 26: Levítico

[26-1] ¿Qué es el verdadero Evangelio? < Levítico 1:1-9 >

< Levítico 1:1-9 >
“Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová. Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya. Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y desollará el holocausto, y lo dividirá en sus piezas. Y los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar, y compondrán la leña sobre el fuego. Luego los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas, la cabeza y la grosura de los intestinos, sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar; y lavará con agua los intestinos y las piernas, y el sacerdote hará arder todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová”.
 
 
Esta tarde me gustaría responder la siguiente pregunta: “¿Qué es el Evangelio?”. Hace tres días llegué a Seúl y hoy he ido de compras. Quizás por eso mi vista está un poco nublada, porque he visto muchas cosas. 
Cuando era un niño escuché que había que pagar para mirar los rascacielos de Seúl, así que nunca me paraba delante de ningún edificio alto. Por supuesto, alguien me había tomado el pelo, pero era un niño inocente y me lo tomé en serio. Así que nunca me paraba a mirar ningún edificio alto. Tenía miedo de que alguien viniese a pedirme dinero diciendo: “¿Hasta qué planta has mirado? ¿Saben cuánto cuesta mirar un solo piso?”. Pronto me di cuenta de que no había que pagar dinero para mirar los rascacielos. Así que miré el edificio más alto de Seúl entonces, que se llamaba Edificio 63 por el número de plantas que tenía y conté todas las plantas hasta la última. Me mareé intentando contarlos todos. Sin embargo, en mi corazón, estaba claro que el Señor había eliminado todos mis pecados. Esta tarde me gustaría que centrásemos nuestras mentes y corazones en Dios y considerásemos juntos qué es el verdadero Evangelio. 
En estos últimos días encontramos a muchas personas que creen en Jesús como su Salvador. Y también sabemos que muchas de ellas predican solo el camino de la Cruz de Jesús para la salvación. Como resultado, muchas personas dicen que están sin pecados gracias a esta fe. Sin embargo, el problema es que sus pecados siguen intactos en sus corazones a pesar de creer en Jesús como su Salvador. Muchos cristianos creen que, aunque pasaron su pecado original a Jesús al creer en Él como su Salvador, sus pecados personales siguen intactos en sus corazones. El problema más grave para los cristianos de hoy en día es que, aunque creen en Jesús, sus corazones siguen teniendo pecados. Entonces ¿es correcto que los cristianos tengan un corazón pecador, aunque crean en Jesús? No, por supuesto que no. Si alguno de ellos sigue teniendo pecados en sus corazones incluso después de creer en Jesús, está claro que la fe de esa persona en Jesús es incorrecta. Puedo dar testimonio de esta situación grave basándome solo en las Escrituras. Hoy me gustaría hablar de por qué toda esta gente cree en Jesús incorrectamente. Así que, para ello me gustaría explicarles el verdadero Evangelio. 
Estoy seguro de que todos saben que hay otras frases típicas que los cristianos utilizan tanto como el Evangelio. Probablemente no haya ninguno entre ustedes que no conozca el significado de esta palabra, Evangelio. Entonces ¿qué es el Evangelio? Muchas iglesias y pastores en este mundo celebran reuniones de resurgimiento y las anuncian por todas partes. El Señor nos pidió que predicásemos el Evangelio por todo el mundo. Así que, los líderes cristianos celebran reuniones de resurgimiento para transformar sus ciudades respectivas en lugares santos. 
Buscan la santificación de la ciudad y les piden a sus seguidores que evangelicen a sus ciudadanos. Una vez vi un anuncio de una reunión de resurgimiento que decía: “Llevemos a esta ciudad a la estación de Cristo”. Prácticamente todos los líderes cristianos de hoy en día les piden a sus seguidores que prediquen el Evangelio de Cristo y que extiendan el Reino de Cristo hasta los confines de la tierra y traigan la estación verde de Cristo, etc., para convertir a los que no creen. Sin embargo, la pregunta es que si los que dicen estas cosas saben lo que significa predicar el Evangelio como los siervos de Dios que lo predicaron antes. Por desgracia, solo hay un puñado de personas que están predicando el Evangelio con un conocimiento claro de su verdadero significado. Aunque hay muchos cristianos hoy en día, pocos conocen el significado de la palabra “el Evangelio” cuando la usan. 
Cuando leemos Mateo 7:21 vemos que Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. ¿Qué quiso decir Jesús aquí con el que hace la voluntad de Mi Padre? Dios Padre hizo algo al enviar a Su Hijo a este mundo y esto es el Evangelio. La obra que el Señor hizo para salvar a la humanidad de los pecados es el Evangelio, pero pocas personas creen en esta obra correctamente. Entonces ¿quiénes son los que hacen la voluntad de Dios Padre? Son los que creen de corazón que Dios Padre ha eliminado todos los pecados de este mundo para siempre al enviar a Su Hijo a este mundo y predican el Evangelio. Al planear Su voluntad, Dios Padre ha salvado a la humanidad de sus pecados al enviar a Su Hijo con el Espíritu Santo. Así nos ha dado a nuestros corazones la convicción de nuestra salvación. Quien crea en esto y predique esta salvación hará la voluntad de Dios Padre. La voluntad del Padre es que los seres humanos creen en Jesús como su Salvador y que sus corazones no tengan pecados. Por desgracia muchas personas no saben esto. Por tanto, es muy importante que entendamos el origen etimológico del verdadero Evangelio.
 

La Palabra “Evangelio” es “euangenion” en griego
 
Esta palabra significa buenas noticias. También está relacionada con la palabra dunamis, que significa dinamita. Cuando volvemos al Antiguo Testamento vemos que el pueblo de Israel libró muchas batallas. Israel fue invadido una y otra vez por sus vecinos. En uno de esos casos Siria invadió a Samaria con su ejército masivo y asedió la ciudad. Como el ejército invasor era tan poderoso, los israelitas no se atrevieron a abrir la puerta de la ciudad para encontrarse con el ejército sirio en un campo abierto. Así que se quedaron en la ciudad y se empezaron a quedar sin comida y temblaron de miedo. La situación dentro de la ciudad era cada vez peor y al final no había nada de comer. Rodeados por el ejército sirio, se quedaron sin provisiones y si dicho ejército no se retiraba, no habría manera de recibir más provisiones para sobrevivir. 
Cuando pasamos a 2 Reyes 6:24-33 y 7:1-20 en el Antiguo Testamento, leemos acerca de los cuatro leprosos en la entrada a Samaria. Aunque había guerra en su tierra natal, estos leprosos no podían entrar en la ciudad para refugiarse. Eran mendigos, expulsados de la ciudad y viviendo con las sobras de los demás. 
Estos cuatro leprosos estaban aislados del resto de sus compatriotas y también pasaron hambre durante esta hambruna. Se habían quedado sin comida por completo y pensaron que era inútil quedarse donde estaban porque se morirían. Así que, pensando que iban a morir de hambre o a manos de los sirios, decidieron rendirse ante el ejército sirio y arriesgarse. Se fueron despacio al campamento sirio esperando que sus vidas fueran perdonadas para conseguir algo de comida. Sin embargo, cuando llegaron al campamento enemigo vieron que los sirios habían huido y no había nadie allí. Así que los leprosos fueron al campamento y llenaron sus estómagos hambrientos primero, pero pronto se dieron cuenta de que, si no llevaban estas noticias maravillosas a Samaria, serían castigados. Así que volvieron a llevar las buenas noticias a Samaria. 
La gente dentro de la ciudad, hambrienta y temblando de miedo por creer estar rodeada por los enemigos y sin saber cuándo moriría, se llenó de gozo al escuchar las buenas noticias que trajeron estos leprosos; y al escuchar estas noticias salieron y se llevaron todo lo que los sirios habían dejado cuando huyeron y se acabó el hambre. Este es el Evangelio, las buenas noticias y la dinamita de la que habla la Biblia. 
Todo el mundo que vive en este mundo tiene pecados en sus corazones y morirá seguro por sus pecados. Pero, al enviar a Su Hijo a este mundo, Dios ha eliminado los pecados de la gente con el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cómo no va a ser esto una buena noticia? Por eso el Evangelio se llama las Buenas Noticias. El poder del Evangelio es como dinamita. Como seres humanos, todos teníamos pecados a los ojos de Dios y por tanto teníamos que ser arrojados al infierno para pagar la condena de nuestros pecados; sin embargo, Dios Padre ha eliminado todas nuestras iniquidades, todas y cada una de ellas, al enviar a Su Hijo al mundo. Este es el Evangelio y las Buenas Noticias. 
Con el asedio del ejército sirio en Samaria, todo el mundo en esa ciudad se estaba muriendo de hambre, pero Dios llevó el sonido de un gran ejército a los sirios, y al escucharlo tuvieron mucho miedo y huyeron. Esta era la obra de Dios, porque la Biblia dice: “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Dios había llevado un sonido ensordecedor del ejército celestial al campo de batalla. Hizo que los sirios escucharan el sonido de un gran ejército con carruajes y caballos, provocando tal miedo en ellos que huyeron, dejándolo todo atrás. Cuando los sirios escucharon el sonido de muchos carruajes y caballos acercándose, era tan poderoso el sonido que pensaron para sí mismos: “Israel debe haber formado una alianza con otros países para atacarnos”. Así que huyeron para salvarse, dejando todas sus pertenencias en el campamento. 
En aquel entonces, la gente de Samaria estaba muriendo de hambre, pero gracias a la obra especial de Dios, se vistieron de Su gracia para vivir de nuevo. ¿Cómo ocurrió esto? Ocurrió gracias al sonido ensordecedor que causó Dios. Dios había hecho que los sirios tuvieran miedo al escuchar este sonido y abandonasen su asedio y se fueran a su tierra. Gracias a Dios, la gente de Samaria había ganado la guerra sin luchar ni una sola batalla. Esto todo fue gracias a la obra de Dios y la victoria en esta guerra fue una bendición para la gente que vivía en Samaria. Habían sido salvados de una muerte segura, del hambre, la miseria y las maldiciones que habían pasado. Este es el Evangelio. 
¿Qué es el Evangelio? Es euangelion en griego y significa dinamita. El Evangelio tiene un poder explosivo, como la dinamita que puede derrumbar un edificio antiguo dejando una montaña de escombros. Así de poderoso es el Evangelio. Algunos de ustedes pueden estar pensando: “¿Quién no sabe para que se utiliza la verdadera dinamita? No hay nada nuevo. No es el único que lo sabe. Yo también lo sé”. Pero les hablo de la dinamita por una razón. 
Lo que quiero decir es que hay muchas personas en este mundo que cometen pecados innumerables y cuando Jesús vino a este mundo eliminó todos estos pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre en la Cruz. El problema es que, a pesar de esto, muchas personas todavía tienen pecados, aunque crean en Jesús. ¿Qué sugiere este problema? Muestra que muchos cristianos no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque digan creer en Jesús como su Salvador. Lo que es tan trágico es que, aunque la palabra Evangelio se escuche a menudo hoy en día, pocas personas conocen su significado. 
El sermón de hoy explica qué es el Evangelio. Si todavía tienen pecados en sus corazones, aunque digan creer en Jesús como su Salvador, esto significa que el Evangelio en el que creen ahora no es el Evangelio del agua y el Espíritu. Las Escrituras incluyen el Antiguo y Nuevo Testamento y es la vara con la que medimos la salvación. Es la base de la remisión de nuestros pecados. En otras palabras, lo que las Escrituras dicen que Dios ha hecho para salvarnos de los pecados es la base de nuestra salvación. La obra de salvación que Dios ha hecho para salvarnos de nuestros pecados está escrita en Su Palabra, es decir, en las Escrituras, y por eso podemos averiguar cómo se ha cumplido nuestra salvación en la Biblia. Debemos leer las Escrituras detenidamente paso a paso. 
Tengo una historia graciosa que contarles, así que antes de empezar, voy a contársela.
 

Una parábola acerca del conocimiento
 
Un joven del campo fue a una gran ciudad para recibir educación y después de recibir un doctorado en filosofía volvió triunfante a su pueblo. Se había ido de su pueblo cuando era joven, pero cuando volvió tenía más de treinta años. Por eso no es sorprendente que muchas de las personas que conocía de joven hubiesen envejecido y algunas incluso tuvieran el pelo blanco. Pero para llegar a su pueblo tenía que cruzar un río en barca. El propietario de la barca era un hombre anciano al que este hombre conocía desde su infancia. Así que le saludó amablemente y cuando le preguntó qué había estado haciendo todos esos años, le dijo al anciano que había ido a estudiar a la ciudad y que volvía a casa después de completar sus estudios y recibir un doctorado en filosofía. Este hombre anciano le dio la enhorabuena y le ofreció llevarle a la otra orilla del río en su barca. 
El joven subió a la barca y el anciano empezó a remar. Mientras el anciano remaba, el anciano pensó: “Es maravilloso que un joven de nuestro pueblo haya conseguido un doctorado en la gran ciudad. Todo el pueblo debería celebrarlo”. Entonces, el joven doctor le dijo: “¿Sabe algo sobre filosofía?”. “No, no sé nada sobre filosofía”, dijo el anciano. El joven doctor contestó: “Si no sabe nada de filosofía, su vida está un cuarto muerta”. Al escuchar esto, el anciano se sorprendió y se ofendió. Pensó para sí mismo: “¿Qué tontería es esta? Así que este joven tiene un doctorado en filosofía, pero eso no le da derecho a insultarme así”. A pesar de sentirse insultado, el anciano mantuvo la calma y no dijo nada. 
Después de un tiempo, el doctor le preguntó de nuevo: “¿Sabe algo de literatura?”. El anciano no tenía nada más que una barca durante toda su vida, así que no sabía nada de literatura. El joven le dijo: “Es muy triste vivir en un ambiente tan maravilloso y no saber nada de literatura. Si no sabe de literatura, está medio muerto”. Al escuchar esto, el anciano se enojó y pensó para sí mismo: “¡Qué imbécil Te conocía cuando eras un niño pequeño que se meaba en los pantalones! Ahora me estás diciendo que estoy medio muerto si no sé de literatura. ¡Qué arrogante eres!”. El joven era muy orgulloso y actuaba con arrogancia por tener un doctorado. Pero, el hombre anciano aguantó los insultos, aunque no tenía ningún buen sentimiento hacia el joven. 
Se tragó los insultos en silencio y siguió remando. El joven tenía otra pregunta: “¿Sabe de astronomía? ¿Tiene algún conocimiento de astronomía?”. El anciano dijo: “No, no sé nada de astronomía. Como tienes tantos estudios, parece que están alardeando de tu conocimiento. Pero yo no sé nada de literatura, nada de filosofía y nada de astronomía. No sé nada, así que deja de hacerme preguntas”. “¡Qué pena que no sepa nada de astronomía! Su vida está tres cuartos muerta”, dijo el joven doctor. Esta vez el anciano se enojó mucho y empezó a remar erráticamente enojado pensando: “¡Basta ya! Debería darle un palo con mi remo. ¡No lo aguanto más! ¡Me está haciendo parecer un tonto!”.
De repente se oyó un ruido y la barca se paró. Había chocado con una roca y el agua estaba entrando por una grieta. En ese momento, el anciano le dijo al joven doctor: “¿Sabes nadar?”. “No, no sé nadar”, dijo el joven. “Ah, ¿no? Entonces estás prácticamente muerto. Estás solo. Yo me voy”. 
Esta historia tiene una moraleja. ¿De qué nos sirve saberlo todo sobre filosofía, literatura y astronomía si nos estamos ahogando? Todo se acabará si morimos. Si no saben nadar, se ahogarán si se caen al río. Por mucho que sepan sobre filosofía, literatura y astronomía, ¿de qué les serviría este conocimiento si se estuviesen ahogando en un río? Necesitan una barca para cruzar un río bravo, y si se caen al agua tienen que saber nadar para sobrevivir. 
Muchos cristianos modernos son como el joven doctor de la historia. Sus barcas son su educación, pero, aunque tengan un doctorado en teología, filosofía o literatura, ¿de qué les sirve si no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y no pueden creer en él? Seguirán siendo pecadores a pesar de creer en Jesús. No podrán escapar de sus pecados, aunque crean en Jesús. Esta es la razón por la que intentan a toda costa eliminar sus pecados personales a través de sus esfuerzos en vano. 
Los muchos pastores y teólogos activos en las comunidades cristianas de hoy en día son incapaces de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu que tiene el poder de eliminar sus los pecados y todos los pecados de sus muchos seguidores. Como no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu que contiene la justicia de Dios, no pueden resolver el problema del pecado para sus congregaciones con la dinamita de este Evangelio. No importa cuántos estudios tengan estos pastores. Aunque tengan un doctorado en teología, literatura, filosofía o astronomía, si no pueden declarar a su congregación que el Señor ha eliminado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, no sirven de nada a sus pecadores. Los que van a las iglesias de esta gente acabarán en el infierno seguramente, porque todavía tienen pecados en sus corazones, aunque creen en Jesús. Aunque estos cristianos crean en Jesús, su fe es incorrecta. Aunque vayan a la iglesia sin falta, sean voluntarios, respeten a sus pastores y ofrezcan muchas donaciones, no les sirve de nada. 
Es absolutamente importante que vayan a una iglesia donde el Evangelio del agua y el Espíritu se enseñe claramente, aunque sea liderada por un pastor que no sepa mucho acerca de cosas seculares. Sin embargo, por desgracia, hay muchas iglesias hoy en día que no pueden enseñar la remisión de los pecados correctamente a través del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿De qué sirven 100 millones de iglesias en este mundo si pocas de ellas están enseñando el Evangelio del agua y el Espíritu? Esto es como tener multitud de doctores y ninguno de ellos puede sanar a los enfermos. ¿De qué sirve tener muchos doctores entonces? Por tanto, es absolutamente indispensable aprender acerca del Evangelio del agua y el Espíritu, predicar este Evangelio a todos los enfermos espirituales y eliminar sus pecados perfectamente. 
En el pasado, durante la Guerra de Corea, hubo tanto desplazamiento de habitantes que todas las ciudades grandes de Corea estaban llenas de barrios de chabolas con refugiados. Muchos trabajadores de asistencia internacional vinieron a Corea para ayudar a esta nación en la miseria. Algunos de estos extranjeros cuyos vuelos llegaban de noche se quedaban sorprendidos al ver muchos edificios altos. Habían oído hablar de la pobreza extrema en Corea y de cómo todo el mundo se moría de hambre, así que se preguntaban cómo un país tan pobre podía tener tantos rascacielos. Pero, cuando se levantaban al día siguiente y salían del hotel, veían que lo que pensaban que eran rascacielos, eran en realidad barrios de chabolas por todas las colinas. Las luces que habían visto desde el avión venían de estos barrios de chabolas, no de rascacielos. En el pasado, cuando Corea era un país pobre, había barrios de chabolas por todas las colinas, así que por la noche parecían rascacielos. 
Ahora que hay muchos rascacielos en Corea, los extranjeros la llaman la Nueva Jerusalén. El protestantismo ha florecido en Corea, tanto que sus líderes ahora dicen que Corea tiene la responsabilidad de evangelizar al mundo. Hay muchos edificios por todo el mundo, pero como el Evangelio del agua y el Espíritu no está siendo predicado en la mayoría de países, no sirven de nada. Por todo el mundo encontramos millones de cristianos diciendo creer en Jesús como su Salvador, pero la inmensa mayoría tiene pecados en sus corazones, aunque sean devotos y vayan a reuniones de oraciones siempre. Entre los muchos cristianos y naciones de este mundo, se dice que Corea tiene a los creyentes más apasionados. También se dice que nadie va a las reuniones de oración tanto como los cristianos coreanos. 
Corea es el único país donde las iglesias oran en público sobre ofrendas de acción de gracias y diezmos ofrecidos por la congregación. En Corea es común que un pastor anuncie públicamente durante el culto qué miembro ha ofrecido qué y por qué razón, y entonces ore específicamente por estos miembros en público. Mientras que es loable que los creyentes den gracias a Dios, lleva mucho tiempo mencionar a todos los que hacen una ofrenda de acción de gracias. ¿Cómo va a tener el pastor tiempo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu entonces? Lo que quiero decir es que todas las iglesias y todos los pastores deben predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a la congregación en primer lugar, pero esto no ocurre. He mencionado unas cuantas cosas acerca de las iglesias en Corea para resaltar esto. 
Como he mencionado antes, los cristianos coreanos van a las reuniones de oración sin perderse una. Suelen llorar fácilmente mientras adoran a Dios. No es una exageración decir que, entre todos los cristianos del mundo, los cristianos coreanos son los más llorones. Pueden llenar un mar de lágrimas durante un culto. ¿Por qué tienen estos cristianos sus pecados intactos en sus corazones sin poder recibir la remisión de los pecados cuando han orado tanto durante el culto y han ofrecido oraciones de penitencia con tanta piedad? Si ustedes son como este tipo de cristianos, ¿de qué sirve ir a la iglesia? Puede que hayan aprendido bajo un gran pastor, pero ¿de qué les sirve si siguen teniendo pecados en sus corazones? 
¿Es este fenómeno espiritual único en Corea o es algo que esté sucediendo por todo el mundo? Es un fenómeno mundial. La decadencia espiritual que está plagando la comunidad cristiana en Corea también está ocurriendo por todo el mundo, que es la prueba de que Satanás está engañando a muchas personas con sus mentiras. Ninguno de nosotros debe sucumbir a estas creencias falsas que Satanás está ofreciendo ni debe dejarse engañar por él. Para asegurarnos de esto, les pido que lean en la Palabra escrita que la justicia de Dios está revelada en el Evangelio del agua y el Espíritu, y espero y oro que se den cuenta de esto para recibir muchas bendiciones que Dios les está ofreciendo. 
Está bien no saber nada de filosofía. ¿Qué importa si no sabemos nada de filosofía? Todavía podemos pensar claramente y defender nuestra posición perfectamente. ¿Qué importa que no sepamos de literatura? Mientras que quizás no podamos expresar nuestros pensamientos tan bien como novelistas o poetas, todos podemos apreciar la literatura cuando nos encontramos una buena historia o un poema hermoso. Aunque no puedan expresar sus pensamientos de manera tan hermosa como un poeta, esto no debería ser un obstáculo para sus vidas. No tienen que ir a la universidad para apreciar la literatura o hacerse preguntas filosóficas sobre la vida. Pueden aprender esto mientras aran el campo. Aunque el trabajo es duro para todo el mundo, no es solo una manera de ganarse la vida, sino también una manera de darle sentido a sus vidas y apreciar su belleza. 
Para sus vidas, el trabajo tiene mucho más significado que cualquier literatura o filosofía que puedan aprender en la escuela. Aunque no puedan expresar sus pensamientos por escrito, esto no significa que no sepan de literatura. ¿Qué hay de la astronomía? ¿Piensan que no saben absolutamente nada de astronomía? Estoy seguro de que cuando éramos niños, muchos de nosotros mirábamos al cielo en una noche de verano y contábamos las estrellas hasta que nos quedábamos dormidos. Muchos de nosotros probablemente conocemos un par de constelaciones, como la Osa Mayor. Así que sí que sabemos algo de astronomía. Además, nadie tiene que ser un experto en astronomía para llevar una vida de fe. Después de todo, el joven doctor de la historia que les he contado, después de alardear tanto de su conocimiento e insultar al anciano por su ignorancia, no pudo hacer nada con lo que sabía de literatura y filosofía cuando la barca estaba hundiéndose y estaba a punto de ahogarse. 
¿Qué le habría pasado si el anciano no le hubiese salvado? Se habría ahogado. De la misma manera en que deben saber cómo nadar para sobrevivir en el agua, para recibir nuestra salvación, debemos conocer el Evangelio de la justicia de Dios revelado por la Palabra de Dios, el Evangelio del agua y el Espíritu. Y debemos creer en este Evangelio. Todo lo que tenemos que hacer es mirar los dos Testamentos de la Biblia, averiguar exactamente cómo Dios ha establecido la remisión de los pecados y lo que es Su justicia, y creer en las Escrituras tal y como son. Podemos alcanzar nuestra salvación si creemos en lo que las Escrituras dicen sobre la justicia de la salvación a través de la que Dios nos ha salvado de los pecados del mundo y cómo Dios ha establecido las leyes de la salvación. Si se están ahogando, todo lo que importa es salir del peligro de cualquier manera, sea como sea, aunque tengamos que nadar estilo perro. Algunas personas se ríen de la gente que nada como un perro y dicen que no es elegante, pero este es un lujo que solo se permiten los que no están a punto de ahogarse.
 

Pasemos al pasaje de las Escrituras de Levítico 1:1-9 
 
Examinemos los estatutos y la ley de la salvación establecidos por Dios. La palabra Leví significa unidad. Entre los doce hijos de Jacob había uno llamado Leví, y su nombre significaba unidad. Las Escrituras dicen que los que han sido salvados de todos sus pecados al unirse a la justicia de Dios son Su pueblo. El Libro de Levítico establece el método por el que Dios ha eliminado todos los pecados de la humanidad. 
Está escrito en Levítico 1:1-4: “Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová. Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya”. Después de llamar a Moisés, Dios empezó a hablarle de los requisitos del sistema de sacrificios que debían seguir los israelitas. El Libro de Levítico contiene la Ley de Dios que Dios le dio a Moisés cuando lo llamó en el Monte de Sinaí. 
Dios le dio al pueblo de Israel no menos de 613 estatutos y mandamientos. Este número de mandamientos ha sido verificado por expertos bíblicos. Pero ¿puede un ser humano cumplir estos 613 mandamientos de Dios a la perfección? Si no es posible, ¿para qué nos dio Dios la Ley? Dios le dio la Ley a la humanidad para que la gente se diese cuenta de sus pecados y le hizo saber que debía ir a Jesucristo para ser salvada de sus pecados. 
En Éxodo 25 Dios habló al pueblo de Israel a través de Moisés para construir el Tabernáculo para habitar allí. Después de pedirle a Moisés que construyese Su Tabernáculo, Dios le dijo al pueblo de Israel que fuese a Él y recibiese la remisión de los pecados por fe a través del sistema de sacrificios, instituido para ellos. El Libro de Levítico habla de cómo el pueblo de Israel debía acercarse a Dios, qué tipo de sacrificios debía ofrecer y cómo debía recibir la remisión de los pecados por fe. 
Levítico 1:4 dice: “Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya”. Está claramente escrito que, cuando un pecador ponía las manos encima del animal que iba a sacrificar, sus pecados eran pasados a este animal y esta es la expiación. Significa que, si un pecador ponía las manos sobre un animal como especificaba Dios, sus pecados eran pasados al sacrificio. En otras palabras, cuando el pueblo de Israel ofrecía un sacrificio según los requisitos del sistema de sacrificios establecido por Dios, sus pecados eran pasados al animal. Sus pecados eran retirados y pasados a un animal, que podía ser una oveja o un toro. 
Cuando el pueblo de Israel violaba cualquiera de las Leyes establecidas por Dios, cometía un pecado, pero cuando ponía las manos sobre el sacrificio, todos sus pecados eran pasados a este animal. Esta era la ley de salvación que Dios había establecido en la era del Antiguo Testamento. Este era el estatuto que Dios había establecido para salvar a los seres humanos de sus pecados. Era una norma establecida por Dios. Por tanto, durante el Antiguo Testamento cualquiera podía recibir la remisión de los pecados al creer en los estatutos establecidos por Dios. 
Incluso los sacerdotes, que eran los líderes del pueblo de Israel en los días del Antiguo Testamento, si no vivían según la Ley de Dios y pecaban contra Él, tenían que llevar un toro, oveja o cabra puros, pasarle los pecados mediante la imposición de manos y sacrificar al animal. Quien buscaba la remisión de los pecados tenía que admitir sus pecados y confesarlos primero. Cuando la persona que pecaba contra Dios ponía las manos sobre la cabeza del animal y confesaba sus pecados diciendo: “Señor, he cometido estos pecados. He adorado a otros dioses”, los pecados de esta persona eran pasados al animal y por eso no tenía que morir. El animal del sacrificio, por otro lado, tenía que morir por el pecador. Esa persona entonces le cortaba el cuello al animal y le daba la sangre al sacerdote. Entonces el sacerdote ponía parte de la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos y arrojaba el resto de la sangre en el suelo junto al altar de los holocaustos. 
Después de esparcir la sangre en los cuatro rincones del altar, el sacerdote cortaba al animal en trozos, los ponía en el altar con la cabeza y la grasa y se lo ofrecía todo a Dios quemándolo. Esto era un holocausto. Las Escrituras dicen que el olor de la carne quemada del animal era un aroma dulce que complacía a Dios. Esta era la ley de salvación que Dios había establecido para los pecadores para eliminar sus pecados. Para recibir la remisión de los pecados, todo el mundo tenía que ofrecer un animal a Dios por sus pecados y este sacrificio tenía que ser ofrecido según las reglas establecidas por Dios. 
Cuando alguien pecaba contra otra persona, ¿cómo se eliminaban sus pecados? Se eliminaban mediante el sistema de sacrificios establecido por Dios, quien después de establecer Su Ley de salvación, ordenó que, quien ofreciese un sacrificio justo según la Ley de Dios, podía recibir la remisión de los pecados. Esta era la gran misericordia de Dios reservada para los seres humanos. Dios permitió que cualquiera recibiese la remisión de los pecados si ofrecía un sacrificio por fe según los requisitos del sistema de sacrificios de Dios.
 

La remisión de los pecados para los sacerdotes
 
¿Cómo prometió Dios que eliminaría los pecados de los sacerdotes cuando pecaran? Pasemos a Levítico 4:1-4: “Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová. Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya”. Dios dijo que, si un pecador pecaba, tenía que llevar un toro joven perfecto. Cuando el sacerdote llevaba un toro puro y lo sacrificaba en el Tabernáculo, era absolutamente indispensable que le pusiese las manos en la cabeza primero. Dios ordenó claramente que el sacerdote pusiese las manos sobre el animal y se lo ofreciese a Dios. 
Los sacerdotes eran los únicos descendientes de Aarón y si cualquiera de ellos pecaba y traía culpa al pueblo, Dios le pedía que ofreciese un animal por sus pecados y al hacerlo tenía que ofrecer sin falta un toro puro según las reglas establecidas por Dios. Y Dios dijo que el sacerdote tenía que pasar sus pecados al animal mediante la imposición de manos sin falta. Solo entonces se podía pagar el precio de los pecados con la muerte del animal. Así que podemos ver claramente que la ley de Dios de la salvación estaba construida sobre principios justos. 
Para que un sacerdote recibiese la remisión de los pecados, lo primero que tenía que hacer era poner las manos sobre la cabeza del toro. Esto se hacía para pasar todos los pecados al animal. En las Escrituras, la imposición de manos tiene el siguiente significado espiritual: “ser pasado” o “ser transferido” y “ser enterrado”. Incluso hoy en día, si permiten que una persona poseída ponga las manos sobre sus cabezas y ore por ustedes, los demonios que tiene dentro pueden ser pasados a ustedes. Esto sucede a menudo en denominaciones carismáticas y en los centros de oraciones que no son más que sectas. Hace mucho tiempo, el Hermano Bochun Kim fue a un centro de oración y cuando el director le puso las manos en la cabeza, sus ojos se iluminaron. Esto es la prueba de que el director estaba poseído por un demonio. ¿Por qué se le iluminaron los ojos al Hermano Kim? ¿Es un robot? Algo le pasa a un ser humano si se le iluminan los ojos. Esta es la prueba de que el director de este establecimiento estaba poseído y que el espíritu malvado había pasado al hermano mediante la imposición de manos. 
Para que un sacerdote fuese salvado de sus pecados, tenía que escoger un animal puro como lo estableció Dios y después pasarle sus pecados mediante la imposición de manos. Después, el sacerdote tenía que sacarle la sangre a este animal, poner algo de sangre en los cuernos del altar de los holocaustos y arrojar el resto en el suelo. 
Oró de la siguiente manera: “Señor, he pecado y he traído culpa al pueblo de Israel. Ahora estoy poniendo las manos sobre este animal y pasándole mis pecados. Aunque debo morir por mis pecados, según Tu Ley, has preparado un sacrificio para cargar con mis pecados. Gracias por este sacrificio, Señor. En vez de morir, ahora he traído un toro puro y le he pasado todos mis pecados mediante la imposición de manos según Tus estatutos, y ahora he recibido la remisión de los pecados. Y ahora aquí está la sangre del animal que ha muerto en mi lugar”. Después de esto, el sacerdote cortaba la carne del animal en trozos, los ponía en el altar de los holocaustos y se los ofrecía a Dios al quemarlos según los requisitos del sistema de sacrificios especificado por Dios. Así el sacerdote terminaba de ofrecer su sacrificio para la remisión de los pecados. 
El décimo día del séptimo mes, cuando el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio del Día de la Expiación para el pueblo, sacrificaba un toro por los pecados de su casa primero según los requisitos del sistema de sacrificios establecido por Dios. Por este sacrificio, el sumo sacerdote ponía la sangre del animal en los cuernos del altar del incienso dentro del Lugar Santo y después esparcía el resto sobre el Arca del Testimonio, conocido también como el propiciatorio. El número Siete es el número de Dios. Ese día, el sumo sacerdote podía confirmar ante Dios que sus pecados y los pecados de su casa habían desaparecido, diciéndole a Dios: “Señor, aunque tenía que vivir por mis pecados, este sacrificio cargó con mis pecados, derramó su sangre y murió en mi lugar. Mira esta sangre, Señor”. 
De la misma manera, las ofrendas que les damos a Dios deben ofrecerse según los requisitos del sistema de sacrificios como especificó Dios. No hay ninguna otra manera. La remisión de nuestros pecados se cumplió como Dios lo estableció para los pecadores. Los sacerdotes podían confirmar que no había más pecados en sus corazones cuando podían decirle a Dios: “Señor, he ofrecido mi sacrificio según Tus reglas. Este animal ha muerto en mi lugar. Mira esta sangre”. Así es como los sacerdotes podían tener la seguridad en sus corazones de que habían recibido la remisión de los pecados. 
Mis queridos hermanos, la remisión de sus pecados no depende de cómo se sienten cualquier día, sino que su salvación se completa cuando la justicia de Dios y Su amor misericordioso llegan a su conocimiento, su conciencia. La remisión de los pecados no es algo emocional solamente. Tampoco es algo que se sienta en la conciencia. Lo que es más importante que sus propias emociones y conciencias es el cumplimiento del amor justo de Dios, del que se obtiene la remisión de los pecados. Recibir la remisión de los pecados no es un asunto emocional. La verdadera remisión de los pecados se recibe en el corazón. 
La remisión de los pecados no es viable si su conciencia sigue teniendo culpa. ¿Qué les ocurriría a sus corazones si siguiesen así? Si tienen pecados en sus corazones tendrán que pagar el precio del pecado. En otras palabras, tendrán que buscar algún tipo de sacrificio por sus pecados. Por el contrario, si el precio de sus pecados se ha pagado con el sacrificio de otra persona, su conciencia estará limpia y su corazón estará libre de pecados. Por eso Dios estableció que, si un sacerdote pecaba, tenía que llevarle un toro puro, ponerle las manos sobre la cabeza, cortarle el cuello y sacarle la sangre y rociar esta sangre sobre el Lugar Santo de Dios siete veces. Esto implica que Dios puede decir que estamos sin pecados solo si ofrecemos un sacrificio por nuestros pecados y la prueba ante Dios de que este sacrificio había muerto en nuestro lugar. 
La Biblia dice que el sacerdote también tenía que poner la sangre del sacrificio en los cuernos del altar de incienso. Todos los sacerdotes ofrecen oraciones de intercesión por su pueblo. Está escrito: “Y el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová; y echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión” (Levítico 4:7). El que el sacerdote pusiese la sangre del sacrificio en los cuernos del altar de incienso implica que los sacerdotes oraban por el pueblo de Israel. Este altar de incienso es un altar de oraciones. Dios les pidió a los sacerdotes que pusiesen la sangre del sacrificio en los cuernos del altar de oración. Esto implica que, cuando oramos a Dios, es absolutamente indispensable tener la convicción de que, al pasar nuestros pecados al sacrificio, esta ofrenda derramó su sangre y murió. Solo entonces podemos ir ante Dios y orarle. 
Podemos ir ante Dios y pedirle ayuda solo si estamos convencidos de que nuestros pecados fueron pasados a nuestra ofrenda y este animal murió por nosotros. De lo contrario, nuestros corazones no pueden acercarse al Dios santo. Sin esta convicción no podemos orar a Dios correctamente. Estaremos atascados al principio de nuestras oraciones, llamando al Padre, pero sin saber qué más decir en nuestra oración. Así que, como el sacerdote era alguien que oraba en nombre del pueblo como su representante, y si el sacerdote pecaba y traía culpa al pueblo, tenía que llevar una ofrenda a Dios como precio por su pecado, poner las manos sobre el animal, le sacaba la sangre y ofrecía su sangre a Dios. Como he mencionado muchas veces, todo esto fue establecido por Dios con Sus reglas. Al creer según los estatutos de Dios hemos recibido la remisión de los pecados. 
Está escrito en Levítico 4:11-12: “Y la piel del becerro, y toda su carne, con su cabeza, sus piernas, sus intestinos y su estiércol, en fin, todo el becerro sacará fuera del campamento a un lugar limpio, donde se echan las cenizas, y lo quemará al fuego sobre la leña; en donde se echan las cenizas será quemado”. Dios dijo que había que quitarle la piel al animal de la ofrenda, cortarle la carne en trozos, quitarle las partes sucias y entrañas y echarlas fuera del campamento y quemarlas. El lugar donde se quemaban las partes impuras estaba al norte del Tabernáculo. Las partes impuras del sacrificio se llevaban allí para quemarlas, mientras que la grasa se ponía en el altar de los holocaustos y se quemaba allí. Con la grasa del animal sacrificado quemada y humeando, Dios dice: “Sí, este animal ha muerto en tu lugar. La grasa aquí se refiere al Espíritu Santo. Y la grasa del sacrificio implica que, gracias al Espíritu Santo, hemos recibido la remisión de los pecados al ofrecer nuestro sacrificio a Dios según los requisitos del sistema de sacrificios como especificó la Palabra de Dios por fe. 
Por desgracia, muchos ministros en las comunidades cristianas de hoy en día intentan enseñar sin saber cómo Jesucristo se ha encargado de sus pecados. Estos esfuerzos no salen de la fe en la justicia de Dios, sino de las creencias fantasiosas creadas por su imaginación.
 

La remisión de los pecados para toda la congregación
 
El sistema de sacrificios instituido por Dios también tenía una provisión para toda la congregación de Israel para que, cuando el pueblo de Israel pecase colectivamente, pudiese eliminar sus pecados también. Pasemos a Levítico 4:13-21: “Si toda la congregación de Israel hubiere errado, y el yerro estuviere oculto a los ojos del pueblo, y hubieren hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y fueren culpables; luego que llegue a ser conocido el pecado que cometieren, la congregación ofrecerá un becerro por expiación, y lo traerán delante del tabernáculo de reunión. Y los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro delante de Jehová, y en presencia de Jehová degollarán aquel becerro. Y el sacerdote ungido meterá de la sangre del becerro en el tabernáculo de reunión, y mojará el sacerdote su dedo en la misma sangre, y rociará siete veces delante de Jehová hacia el velo. Y de aquella sangre pondrá sobre los cuernos del altar que está delante de Jehová en el tabernáculo de reunión, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y le quitará toda la grosura y la hará arder sobre el altar. Y hará de aquel becerro como hizo con el becerro de la expiación; lo mismo hará de él; así hará el sacerdote expiación por ellos, y obtendrán perdón. Y sacará el becerro fuera del campamento, y lo quemará como quemó el primer becerro; expiación es por la congregación”.
Cuando toda la congregación de Israel pecaba, ¿cómo podía recibir la remisión de los pecados? El sistema de sacrificios tenía una disposición para los pecados colectivos también, es decir, Dios había instituido una manera específica para que todo el pueblo de Israel recibiese la remisión de los pecados cuando pecaba colectivamente como un grupo. Está escrito aquí que, cuando toda la congregación de Israel pecaba contra Dios, la asamblea debía ofrecer un toro joven por este pecado y llevar al toro ante el Tabernáculo de la Reunión. Los ancianos de la congregación tenían que poner las manos sobre el toro ante el Señor y el toro tenía que morir. 
En primer lugar, cuando un sacerdote pecaba, ponía las manos sobre su sacrificio. Por el contrario, cuando toda la congregación pecaba, en vez de hacer que todos y cada uno de los miembros pusiesen las manos sobre el sacrificio, un número específico de ancianos lo hacía como representación y pasaba los pecados mediante la imposición de manos para hacer el sacrificio ante Dios con los mismos requisitos del sistema de sacrificios que tenían que seguir los sacerdotes. Así es como toda la congregación de Israel recibió la remisión de los pecados colectivos. 
La imposición de manos sobre la cabeza de un animal iba acompañada de la confesión de la congregación sobre el sacrificio, diciendo: “Señor, hemos pecado juntos. Hemos cometido idolatría, hemos hecho daño a otros y hemos hecho estas cosas colectivamente”. ¿Qué ocurría cuando los ancianos quitaban las manos de la cabeza del sacrificio después de esto? ¿Qué he dicho que significa la imposición de manos? Significa pasar o transferir, y así los pecados de toda la congregación fueron pasados al animal. ¿Dónde iban los pecados de la congregación cuando los ancianos ponían las manos sobre la cabeza del animal y la levantaban? Eran pasados al toro y descansaban en su cabeza. La congregación tenía que entregar al toro que había aceptado sus pecados así y ofrecérselo a Dios formalmente como su sacrificio. 
La sangre de este animal tenía que ponerse en un recipiente sin falta. Cuando esta sangre del sacrificio era ofrecida a Dios, toda la congregación recibía la remisión de los pecados. Este sacrificio tenía que realizarse de la misma manera en que los sacerdotes ofrecían su sacrificio cuando pecaban. Como habían hecho por ellos mismos, los sacerdotes tenían que ofrecer el sacrificio de Dios al rociar su sangre y después quemar su carne para la remisión de los pecados de toda la congregación. Los ancianos de la congregación tenían que poner las manos sobre el sacrificio primero y entonces el sacerdote tenía que cortarle el cuello al animal y sacarle la sangre, rociarla sobre el propiciatorio siete veces, poner esta sangre en los cuernos del altar y el resto en el suelo. Cuando el sacerdote metía el dedo en la sangre del sacrificio, la rociaba siete veces ante el propiciatorio y arrojaba el resto de la sangre sobre la base del altar de los holocaustos en el Tabernáculo, toda la congregación recibía la expiación y sus pecados eran perdonados. 
Cuando los sacerdotes pecaban, tenían que poner las manos sobre el sacrificio, sacarle la sangre, rociar la sangre y quemar la carne del sacrificio, todo esto tenían que hacerlo los sacerdotes. Por el contrario, cuando la congregación entera pecaba, los ancianos de la congregación salían y pasaban sus pecados mediante la imposición de manos sobre el animal y los sacerdotes hacían el resto del procedimiento del sacrificio. Todos los rituales de sacrificio que seguían los hacían los sacerdotes, desde sacar la sangre del animal hasta rociarla en el propiciatorio, ponerla en los cuernos del altar del incienso, extraer los riñones y la grasa y quemarlo en el altar de los holocaustos. Cuando los sacerdotes hacían el sacrificio en nombre de toda la congregación, todos recibían la remisión de los pecados por fe.
 

La remisión de los pecados para los gobernantes
 
El sistema de sacrificios tenía otra disposición específica para que los gobernantes recibiesen la remisión de los pecados. Está escrito en Levítico 4:22-24: “Cuando pecare un jefe, e hiciere por yerro algo contra alguno de todos los mandamientos de Jehová su Dios sobre cosas que no se han de hacer, y pecare; luego que conociere su pecado que cometió, presentará por su ofrenda un macho cabrío sin defecto. Y pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío, y lo degollará en el lugar donde se degüella el holocausto, delante de Jehová; es expiación”. ¿Quiénes eran los gobernantes? La nación de Israel estaba compuesta de doce tribus descendientes de los doce hijos de Jacob. El representante de cada una de estas doce tribus era un gobernante. La Biblia dice que cuando un gobernante pecaba contra Dios tenía que ofrecer un macho cabrío. Para este sacrificio particular, el animal utilizado era un macho cabrío en vez de un toro. 
La Biblia dice que, cuando un gobernante pecaba, tenía que poner las manos sobre un macho cabrío, como está escrito: “Y pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío, y lo degollará en el lugar donde se degüella el holocausto, delante de Jehová; es expiación” (Levítico 4:24). Cuando el gobernante llevaba un macho cabrío puro, le ponía las manos sobre la cabeza y lo mataba, los pecados del gobernante eran eliminados al ser pasados al macho cabrío. Entonces los sacerdotes hacían el resto del sacrificio y los pecados del gobernante era eliminados. 
Las Escrituras dicen en Levítico 4:25-26: “Y con su dedo el sacerdote tomará de la sangre de la expiación, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, y quemará toda su grosura sobre el altar, como la grosura del sacrificio de paz; así el sacerdote hará por él la expiación de su pecado, y tendrá perdón”. Como está escrito aquí, aunque el gobernante pusiese las manos sobre el animal del sacrificio y lo matase para sacarle la sangre, el resto del procedimiento del sacrificio era administrado por los sacerdotes. Pero, por el contrario, cuando los sacerdotes pecaban tenían que poner las manos sobre el animal del sacrificio. Como ocurrió con los ancianos de la congregación, cuando el gobernante pasaba sus pecados al animal mediante la imposición de manos sobre su cabeza, los sacerdotes hacían el resto de los rituales. Así es como la gente del Antiguo Testamento recibió la remisión de los pecados. 
 

Sacrificios para la gente común
 
Ahora veamos cómo la gente común eliminaba sus pecados cuando los cometía. Está escrito en Levítico 4:27-30: “Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto. Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar”.
Cuando la gente común pecaba ¿cómo eliminaba sus pecados? Estas personas no eran ni gobernantes, ni sacerdotes, ni representantes de la congregación, ni ancianos; simplemente personas comunes. ¿Cómo y con qué tipo de sacrificio recibía el pueblo de Israel la remisión de los pecados cuando pecaba contra Dios? Está escrito: “Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió”. Mientras vivimos nuestras vidas, ¿no pecamos? Por supuesto que sí. Aunque hayamos pensado que estábamos haciendo lo correcto, con el paso del tiempo, nos damos cuenta de que estábamos pecando a los ojos de Dios. Y así la gente comete muchos pecados sin querer. 
Como he dicho en el culto de la mañana, el corazón humano está lleno de pecados por naturaleza, nadie puede evitar pecar sin querer, aunque lo intente, porque todo el mundo nació con pecados y vive en el mundo con pecados. De la misma manera en que un peral da peras y un manzano da manzanas, como todos los seres humanos nacieron en este mundo como pecadores, no podían evitar cometer todo tipo de pecados. Como descendientes de Adán, todos fuimos concebidos en pecado y nacimos del vientre de nuestras madres en iniquidad y así todos los seres humanos pecan en sus vidas sin darse cuenta. Por eso la gente comete pecados y transgresiones. 
¿Qué dijo Dios que la gente común de Israel debía hacer cuando se diera cuenta que había violado cualquier de los mandamientos de la Ley de Dios que establecía lo que debía y no debía hacer? Dios dijo: “Luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto”. De hecho, la Biblia proporciona una descripción más detallada del sacrificio ofrecido por la gente común para eliminar sus pecados. 
Cuando una persona del pueblo pecaba y se daba cuenta de que no había vivido según los mandamientos de Dios, de que sus acciones les habían hecho ir por el mal camino, que lo que pensaba que era algo bueno era en realidad un pecado, que había violado la Ley de Dios y que era un pecador, primero tenía que llevar a una cabra hembra pura a los sacerdotes. Al ofrecer esta cabra hembra como sacrificio a Dios, la persona tenía que pasarle sus pecados al animal mediante la imposición de manos sobre la cabeza como hacían los sacerdotes y ancianos. ¿Se acuerda alguien de lo que significa la imposición de manos? Por la Ley de Dios el pueblo de Israel podía pasar sus pecados a la cabeza del animal. Significa “ser pasado”. 
Levítico 1:4 dice: “Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya”. Si, por casualidad, cualquier persona común pecaba contra Dios y ofrecía un animal a Dios sin la imposición de manos sobre su cabeza primero, esta persona no podía ser redimida de sus pecados, aunque la sangre del animal llenase mil mares. Todos los pecadores tenían que llevar una ofrenda por sus pecados y pasarle estos pecados al animal mediante la imposición de manos sobre su cabeza. Antes de pasarle el animal del sacrificio al sacerdote, era absolutamente necesario que el pecador pasase sus pecados a ese animal mediante la imposición de manos sobre su cabeza según los requisitos del sistema de sacrificios establecido por Dios. Entonces los sacerdotes tenían que sacar la sangre del animal y realizar el resto de los rituales y solo entonces el pecador podía recibir la remisión de los pecados de Dios y volver a su casa en paz. 
La imposición de manos la realizaba la gente común por sí misma, mientras que los sacerdotes eran los que mataban al animal en el altar de los holocaustos. El animal era sacrificado por el pecador para morir por sus pecados. Este animal cargaba con los pecados del pecador y moría en su lugar. En el Libro de Levítico en el Antiguo Testamento, parece que el objetivo principal por el que el pueblo de Israel tenía ganado era para utilizarlo para los sacrificios por sus pecados. Está escrito que, si alguien mataba a una cabra u oveja en otra ciudad, debía ser condenado por derramamiento de sangre como asesino. Entre los animales limpios, como las ovejas y cabras, los animales puros eran utilizados por el pueblo de Israel para recibir la remisión de sus pecados. Ofrecían estos animales a Dios como expiación de sus pecados. Pasaron sus pecados a los animales mediante la imposición de manos y los animales morían y eran condenados ante Dios sin falta. Dios había permitido que el pueblo de Israel utilizase su ganado, como ovejas y cabras, para resolver el problema de sus pecados. 
 

Volvamos a examinar la imposición de manos
 
La imposición de manos es extremadamente importante y por eso debemos volverla a examinar para asegurarnos de que sabemos cómo el pueblo de Israel pasó sus pecados al animal del sacrificio. Levítico 1:4 dice: “Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya”. Dios le pidió a Moisés y al pueblo de Israel que pusiesen las manos sobre los sacrificios diciendo: “Debéis poner las manos sobre el sacrificio animal sin falta. Si no ponéis las manos sobre la cabeza de un animal, será completamente imposible que os redima de vuestros pecados. Recordad esto siempre”. Este era el estatuto establecido por Dios en el sistema de sacrificios, a través del cual el pueblo de Israel podía recibir la remisión de los pecados. 
Para resumir, cuando una persona común pecaba, tenía que poner las manos sobre el animal del sacrificio y entregárselo al sacerdote. Entonces el sacerdote tenía que poner la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos. Para los sacerdotes, los gobernantes y la congregación, la sangre se ponía en los cuernos del altar del incienso. Esto se hacía porque era el deber de los líderes orar a Dios. Por eso la sangre del sacrificio se ponía en el altar del incienso. Los sacerdotes tenían el deber de orar por la gente. Para que estos sacerdotes orasen a Dios, era absolutamente imprescindible que creyesen en la remisión de los pecados ante Dios. Hoy en día nosotros somos los verdaderos sacerdotes. Así que, para orar a nuestro Dios, debemos tener en nuestros corazones la convicción de haber recibido la remisión de los pecados. Solo podemos orar si estamos convencidos con una conciencia clara de cómo nuestros pecados fueron eliminados por Dios. Ninguno de nosotros debería decir que todos nuestros pecados fueron eliminados solamente por la Cruz de Jesús. Para que nuestros pecados sean eliminados, debemos creer sin falta que Juan puso las manos sobre la cabeza de Jesús antes de ser condenado en la Cruz. Solo entonces podemos orar a Dios sin dudar con una conciencia limpia. 
Dios ordenó que el sumo sacerdote completase la redención en los cuernos del altar del incienso. El altar del incienso es donde el sumo sacerdote oraba a Dios y en los cuernos de este altar Dios ordenó que el sumo sacerdote realizase la expiación. Esto se hacía el décimo día del séptimo mes del Día de la Expiación, y cuando se había terminado, todos los pecados anuales del pueblo de Israel fueron eliminados para siempre, y así podían ir ante la presencia de Dios con una conciencia limpia. La remisión de nuestros pecados no es algo que recibamos a diario. Mientras que el sistema de sacrificios permitía al pueblo de Israel recibir la remisión de los pecados a diario, cuando pasamos a Levítico 16, vemos que hay una disposición para la remisión de los pecados anuales también. El sacrificio del Día de la Expiación era una sombra de la remisión eterna de los pecados para todos nosotros. De la misma manera en que el pueblo de Israel recibía la remisión de los pecados anuales a través del sacrificio del Día de la Expiación en el Antiguo Testamento, Jesucristo hizo un sacrificio eterno para nosotros en el Nuevo Testamento. De la misma manera en que el pueblo de Israel ponía las manos sobre los sacrificios en el Antiguo Testamento, Juan el Bautista puso las manos sobre la cabeza de Jesús antes de ser bautizado. Este es el principio del sistema de sacrificios establecido por Dios. 
Está escrito en Levítico 4:30-31: “Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová; así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado”. Cuando una persona común pasaba el animal del sacrificio al sacerdote después de haberle puesto las manos encima, el sacerdote lo mataba y le sacaba la sangre y la ponía en los cuernos del altar de los holocaustos. El altar de los holocaustos es donde el animal del sacrificio era ofrecido a Dios quemándolo. Dicho de otra manera, es el lugar del juicio de los pecadores. 
 

Los cuatro cuernos del altar de los holocaustos
 
Los cuernos del altar de los holocaustos simbolizan el Libro de los Hechos que aparece en el Apocalipsis. El Reino de los Cielos tiene el Libro de los Hechos, mientras que el corazón humano tiene el Libro de la conciencia. Así, cuando cometen cualquier pecado, está escrito en dos sitios sin falta, es decir, en la tabla de su corazón y en el Libro de los Hechos de Dios. Por tanto, la remisión de los pecados debe ser recibida en ambos sitios, ante Dios y en su corazón. Solo si están completamente convencidos de que han recibido la redención en ambos sitios pueden recibir la perfecta remisión de los pecados. Si dicen arbitrariamente que han recibido la remisión de los pecados, no la han recibido. Por eso el sacerdote tenía que poner la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos.
Apocalipsis 20:12 dice: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. Cuando por fin nos presentemos ante Dios en Su Trono Blanco del Juicio, veremos dos libros: el Libro de la Vida y el Libro de los Hechos. Los que han recibido la remisión de los pecados, los que son justos por fe en este mundo y los que no tienen pecados en sus corazones ante Dios y en su conciencia verán sus nombres escritos en el Libro de la Vida. Por el contrario, los que tienen corazones llenos de pecados incluso después de creer en Jesús no han recibido la remisión de los pecados y por tanto sus nombres estarán escritos en el Libro de Hechos. Todos los pecados cometidos por estas personas estarán escritos en el Libro de los Hechos. Por tanto, ningún pecador puede decir ser justo cuando se presenta ante Dios. Mientras que estos cristianos pecadores dicen ser justos según las doctrinas de sus denominaciones, cuando se presentan ante Dios o le oren no pueden decir que son justos. 
Por el contrario, los que se han convertido en justos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden decir con confianza cuando se presenten ante Dios: “Padre, estoy ante Tu presencia. Has eliminado todos mis pecados. ¡Aleluya! Gracias, Señor. De la misma manera en que eliminaste los pecados anuales de todo el pueblo de Israel para siempre, has eliminado todos los pecados eternos de este mundo para siempre al ser bautizado. Creo en Tu justicia. Creo en la remisión de mis pecados exactamente como la has decretado. Al ser bautizado por Juan el Bautista cargaste con todos mis pecados para siempre”. Cuando oramos a Dios, podemos hablar con confianza a nuestro Padre en oración. 
Aunque tengamos muchas debilidades, estamos contentos por el hecho de que Jesucristo ha eliminado todos los pecados de este mundo para siempre mediante Su bautismo y el derramamiento y al estar convencidos completamente de lo que Dios ha hecho por nosotros, podemos orarle con confianza. Cuando los justos oran, oran por todo con completa seguridad de su salvación y la remisión de los pecados, ya oren por sí mismos, por los demás o por cualquier otra causa. Lo mismo ocurre con los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Mis queridos hermanos, Dios ordenó al pueblo de Israel que pusiese la sangre del animal en los cuernos del altar de incienso. Estos cuernos del altar de los holocaustos simbolizan el Libro del Juicio. Como los pecados de todo el mundo están escritos en el Libro de Juicio, Dios ordenó en el Antiguo Testamento que la sangre del sacrificio se pusiese en los cuernos del altar de los holocaustos, para que aprobase a los que pusiesen la sangre del sacrificio en estos cuernos por fe como personas sin pecados. El Antiguo Testamento dice que la vida de la carne se encuentra en la sangre, como está escrito: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona” (Levítico 17:11). 
El versículo 14 también dice: “Porque la vida de toda carne es su sangre; por tanto, he dicho a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la comiere será cortado”. Dios dice claramente aquí que la vida de la carne está en la sangre. Por eso, quien fuese un pecador a los ojos de Dios tenía que llevarle un sacrificio animal como especificó Dios y le tenía que pasar todos sus pecados mediante la imposición de manos. El sacerdote entonces podía realizar el sacrificio en nombre del pecador para eliminar sus pecados, sacarle la sangre y ponerla en los cuernos del altar de los sacrificios en nombre del pecador. 
Poner la sangre del sacrificio en los cuernos del altar de los holocaustos era como ponerla por fe en el Libro de los Hechos del que se habla en el Apocalipsis, demostrando que el precio del pecado se había pagado completamente. El pecador podía decirle a Dios: “Mira, Señor, mira esta sangre. Con la imposición de mis manos sobre este animal y el derramamiento de sangre, todo el precio del pecado se ha pagado porque Tu Ley declara que el precio del pecado es la muerte”. Por esta razón la sangre del sacrificio se ponía en los cuernos del altar de los holocaustos para la gente común.
Como el animal había aceptado las iniquidades del pecador a través de la imposición de manos y había derramado su sangre hasta morir en su lugar, desde ese momento Dios no podía condenarle por sus pecados. Esta es la razón por la que decimos que Dios es el Dios de la justicia. Aunque Dios es estricto, hizo posible que dijésemos que es el Dios justo de la misericordia. Esto es porque Dios ama a todo el mundo. Por derecho, Dios tuvo que destruir a todo el mundo que tuviera pecados. Dios no pudo evitar destruir a todo el mundo que tuviese pecados. 
Sin embargo, a través de Su sistema de sacrificios Dios pudo eliminar los pecados de todo el mundo. Aunque la gente no pueda tolerar los pecados de otras personas en su manera humana, como Dios es santo, no puede excusar a un pecador. El Dios santo debe destruir a quien tenga pecados. Pero, como Dios amó tanto a la humanidad, estableció una manera para que pasasen sus pecados a un sacrificio animal y dejasen que este animal fuese condenado en su lugar, librando a los que caminaron por fe de sus pecados. En resumen, Dios salvó a los pecadores a través de Su ley justa. 
Por eso Dios ordenó en la era del Antiguo Testamento que, después de que la sangre del sacrificio se ponía en los cuernos del altar de los holocaustos, el resto de la sangre debía arrojarse sobre la base del altar. El suelo del Tabernáculo estaba hecho de arena y polvo. En la Biblia, el polvo a veces se refiere a los corazones humanos. La frase “del polvo al polvo” se utiliza para describir la vida. El sacerdote arrojaba la sangre del sacrificio sobre el suelo del Tabernáculo. ¿Pueden imaginar lo sangriento que estaba el suelo del Tabernáculo en los días del Antiguo Testamento? La sangre de todos los sacrificios animales seguramente corría como un río y el olor sería insoportable. 
El patio del Tabernáculo, donde estaba el altar de los holocaustos, no era un lugar hermoso. Estaba lleno del olor a sangre, humo y carne quemada, todo de los animales sacrificados allí y quemados para ser condenados por el pecado. En la cara norte del tabernáculo, los sacerdotes estaban quemando las partes sucias como la piel y las vísceras, mientras que en el altar de los holocaustos se quemaba la grasa, los riñones y los trozos de carne. Así que el lugar debía estar lleno del olor de la carne quemada y de humo. El hecho de que los animales sacrificados fueran quemados de esta manera significa la condena del pecado. Los animales que se reservaban para estos sacrificios eran quemados sin falta. 
Cuando se miraba la sangre de los sacrificios en el Tabernáculo, se podía ver que se había matado a un animal en lugar de alguien. Un pecador ponía las manos sobre un animal y ese animal tenía que derramar su sangre y morir en lugar del pecador. Los sacerdotes que trabajaban en el Tabernáculo hacían el resto de los rituales de los sacrificios en nombre de los pecadores. Sin embargo, los pecadores tenían que poner las manos sobre el animal del sacrificio sin falta. Quien pecaba tenía que ofrecer uno de cuatro sacrificios, dependiendo de si la persona que pecaba era una persona común, parte de la congregación entera, un gobernante o un sacerdote. Solo en caso de que toda la congregación pecase los ancianos ponían las manos sobre el animal del sacrificio como representantes suyos; para el resto de sacrificios, los que pecaban tenían que pasar sus pecados sobre el sacrificio animal mediante la imposición de manos sobre su cabeza. 
¿Qué significa esto? Creemos en toda la Palabra de Dios y Dios nos dice que estemos de acuerdo completamente con la obra justa que Jesucristo completó cuando vino a este mundo y que creamos de todo corazón. Aunque Jesús murió en la Cruz, Su muerte no habría tenido sentido si no hubiese sido bautizado por Juan el Bautista. En el Antiguo Testamento Dios pudo salvar a todos los pecadores de sus iniquidades cuando ponían las manos sobre animales puros en el Tabernáculo, y estos animales derramaban su sangre y morían. La imposición de manos de los pecadores sobre el sacrificio animal no era en vano. Por tanto, antes de que Jesucristo fuese crucificado era imperativo que recibiese el bautismo de Juan el Bautista, que era equivalente a la imposición de manos del Antiguo Testamento. Dios no aceptaba ningún sacrificio que no hubiese recibido la imposición de manos. Las Escrituras dicen que Dios aceptó el sacrificio con placer cuando venía con la imposición de manos. 
Por tanto, el Antiguo Testamento dice que los sacerdotes tenían que facilitar la expiación para los pecadores y así serían perdonados. Es absolutamente importante que recordemos que la condena de los pecados no la pagamos nosotros, sino por nuestro sumo sacerdote en nuestro lugar. Lo único que tienen que hacer como pecadores es pasar sus pecados al sacrificio sin falta a través de la imposición de manos. El resto lo terminaba el sumo sacerdote por los pecadores. Es muy importante entender esto. 
Pecamos porque somos débiles, pero todavía podemos creer en Jesús y en los estatutos encontrados en la Palabra de Dios y podemos seguir el sistema de sacrificios de Dios. Esto es lo que tenemos que hacer a pesar de nuestras debilidades. El que Dios pagase la condena de nuestros pecados al sacrificarse, el que el Señor fuese bautizado personalmente por Juan el Bautista, el que fuese crucificado y derramase Su sangre en la Cruz, y el que se levantase de entre los muertos es lo que el Señor hizo por nosotros. Como pecadores todo lo que podemos hacer es pasar nuestros pecados al sacrificio mediante la imposición de manos. No tenemos la opción de matar al sacrificio o derramar su sangre. 
La Biblia dice que el precio del pecado es la muerte y por eso todos los pecadores tenían que morir. Por eso las Escrituras dicen: “Así que el sacerdote realizará la expiación por ellos, y les serán perdonados los pecados”. ¿Cómo de importante es el papel del sumo sacerdote entonces? Sin el sumo sacerdote, los pecadores no podían recibir la remisión de los pecados. Estaban destinados a la destrucción sin el sumo sacerdote. 
Por esta razón, Dios llamó a Aarón, el hermano de Moisés, y le nombró sumo sacerdote. Cuando Dios libró al pueblo de Israel de Egipto, Aarón cumplió la función de portavoz de su hermano Moisés. Moisés recibió la Ley de Dios y habló al pueblo de Israel en Su nombre, mientras que Aarón cumplió la función de sacerdote para eliminar sus pecados. Solo Aarón y sus descendientes podían convertirse en sumos sacerdotes. Es absolutamente importante que entiendan claramente que solo los descendientes de Aarón podían ser sumos sacerdotes. Hoy hemos cubierto hasta los sacrificios ofrecidos por la gente común.