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Sermones

Tema 11: El Tabernáculo

[11-27] El propiciatorio (Éxodo 25:10-22)

El propiciatorio
(Éxodo 25:10-22)
«Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor. Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en sus cuatro esquinas; dos anillos a un lado de ella, y dos anillos al otro lado. Harás unas varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro. Y meterás las varas por los anillos a los lados del arca, para llevar el arca con ellas. Las varas quedarán en los anillos del arca; no se quitarán de ella. Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré. Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio. Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel».
 
 
El interior del Tabernáculo estaba dividido en dos partes principales: el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Entre estos dos lugares había un velo como separación, y el Arca del Testimonio estaba detrás de este velo dentro del Lugar Santísimo. La cubierta del Arca se conoce como el propiciatorio. 
 

El propiciatorio medía 2,5 codos

En la Biblia, un codos es la longitud desde la punta de la mano hasta el codo. Así que en el Antiguo Testamento un codos es aproximadamente 500 mm en la unidad métrica actual. Entonces, dos codos y medio, la longitud de el propiciatorio esta de 1 metro en la medida actual; su ancho y longitud eran de un codos y medio, es decir 750 mm. Debajo de esta  cubierta de la misericordia estaba el Arca del Testimonio, que también estaba hecha de madera de acacia y cubierta de oro puro. En ambos lados del propiciatorio había dos querubines con sus alas extendidas cubriendo la cubierta y con las caras mirando hacia la cubierta. Esta cubierta de la misericordia era donde Dios entregaba Su gracia. 
Dios nos dijo que nos encontraría aquí, en el propiciatorio. Dentro del Arca del Testimonio estaba la vara de Aarón, el recipiente de oro con el maná, y dos tablas de piedra con los Diez Mandamientos. En las cuatro esquinas de la cubierta había cuatro anillos para poder transportar el Arca del Testimonio. Para transportar el Arca había dos varas de madera de acacia recubiertas de oro que se ponían dentro de las anillos.
Una vez al año el Sumo Sacerdote llevaba la sangre de un animal sacrificado al Lugar Santísimo y la esparcía sobre el propiciatorio. Lo hacía porque mediante la imposición de manos, todos los pecados anuales de los israelitas habían sido pasados al animal. Por eso nuestro Señor dijo: «Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel» (Éxodo 25, 22). Esta era la promesa del Señor que iba a traer la remisión de los pecados a toda la humanidad. Así que, cuando afirmamos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, es muy importante que conozcamos el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento correctamente. 
Dios ordenó que cuando los sacerdotes moviesen el Arca del Testimonio tenían que tomarla por las varas a ambos lados del Arca. ¿Qué significa esto? Significa que Dios quiere que sirvamos y prediquemos la Verdad de Su salvación con nuestros cuerpos y corazones. También significa que Dios quiere que sirvamos al Señor en unidad en vez de hacerlo individualmente. Por eso Dios ordenó que tanto el propiciatorio, el pan de la proposición y el altar del incienso se transportaran con estas varas que iban dentro de las anillos en ambos lados de los objetos. Esto significa que debemos dedicar nuestros cuerpos y nuestros corazones a la predicación del Evangelio de Dios. En otras palabras, Dios nos está ordenando que dediquemos nuestros cuerpos y corazones a la predicación de la Verdad de salvación, y que prediquemos a todo el mundo que nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha hecho completamente justos. Por eso Dios ordenó a los israelitas que llevasen el Arca del Testimonio por estas varas. 
Hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dentro del Arca del Testimonio había una vasija de oro que contenía maná. Hablando espiritualmente este maná simboliza la Palabra de Dios. El Arca también contenía la vara de Aarón. Esta vara simboliza la resurrección de Jesús, el Señor de la vida. Por último, el Arca contenía dos tablas de piedra de la alianza inscritas con los Diez Mandamientos de Dios. Esto nos enseña que debemos servir a Dios de todo corazón al confiar en Su Palabra de todo corazón. 
 


El Señor dijo que nos encontraría en el propiciatorio


Hablando espiritualmente, el propiciatorio denota el Evangelio del agua y el Espíritu, donde el Señor viene a encontrarnos. El Señor mira hacia abajo entre los querubines de la cubierta y nos habla del Evangelio del agua y el Espíritu. Este propiciatorio nos habla espiritualmente de la remisión de los pecados. El Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre. Por eso podemos decir que el propiciatorio es el lugar donde nuestro Dios otorga Su gracia de salvación. En otras palabras, el propiciatorio implica nuestro perdón, y nos enseña que nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Y qué hay del pueblo de Israel? ¿Cómo borraba el Señor sus pecados? Lo hacía con la sangre esparcida sobre el propiciatorio, ya que era la sangre del animal sacrificado que había cargado con todos los pecados anuales del pueblo de Israel. El Día de la Expiación, el Sumo Sacerdote ponía las manos sobre la cabeza del animal y le pasaba todos los pecados anuales de los israelitas, y solo entonces le cortaba el cuello para sacarle la sangre. Entonces esta sangre se esparcía sobre el propiciatorio para borrar los pecados que los israelitas habían cometido durante un año. Este sistema de sacrificios que se practicaba durante el Antiguo Testamento habla de la justicia de Dios cumplida por el Evangelio del agua y el Espíritu en el Nuevo Testamento. Como Sumo Sacerdote celestial, Jesucristo nos ha salvado de todos nuestros pecados al ofrecernos Su cuerpo como propiciación para toda la humanidad. 
La puerta del Tabernáculo estaba hecha de hilos de color azul, púrpura y carmesí y de lino fino torcido como la puerta del atrio del Tabernáculo. El significado espiritual del hilo azul utilizado aquí es que Jesús cargó con todos sus pecados y los míos al ser bautizado por Juan el Bautista. En otras palabras, el hilo azul se refiere al hecho de que Jesús tomó todos los pecados del mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista. Como Jesucristo aceptó todos los pecados de este mundo a través de Su bautismo pudo ser crucificado y condenado por todos los pecados de la raza humana. Esta es la verdad del misterio escondido en la puerta del Tabernáculo. Nuestro Señor tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo y pagó la condena de los mismos en la Cruz. Por tanto, Dios Padre ahora quiere que todo el mundo crea de todo corazón en esta Verdad de que Su Hijo Jesús ha borrado todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Dios quiere que todos los santos que se han convertido en Su pueblo sirvan al Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, debemos darnos cuenta de esta voluntad de nuestro Dios y caminar según ella. Ahora que nos hemos convertido en los justos debemos darnos cuenta de lo que Dios quiere de nosotros. 
 


El hilo purpura utilizado en la puerta del Tabernáculo implica que Jesús es el Rey de reyes


Jesucristo es Dios y el Señor de la vida eterna (1 Juan 5, 20). En otras palabras, Dios nació como un Hombre para librarnos de todos los pecados del mundo. Dios nos prometió esto a través del profeta Isaías: «He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros» (Mateo 1, 23; Isaías 7, 14). Para salvar a todos los pecadores de todos nuestros pecados, Jesucristo abandonó el trono de la gloria del Cielo y vino al mundo a través del cuerpo de la Virgen María, tal y como Dios había prometido a través del profeta Isaías 700 años antes de que el Señor naciera en este mundo. Dios se convirtió en un hombre así y cargó con todos los pecados de todos los pecadores al ser bautizado, y así nos ha vestido con Su justicia a todos los que creemos en esta Verdad. 
 


El hilo carmesí utilizado en la puerta del Tabernáculo se refiere a la nueva vida que Jesús nos ha dado a través de Su sacrificio


Al cargar con todos los pecados de la humanidad para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús fue crucificado por nosotros. Fue clavado a la Cruz de manos y pies, y este castigo que el Señor sufrió fue el castigo que todo pecador como nosotros tenía que haber sufrido. En otras palabras, el Señor fue crucificado en nuestro lugar y así ha cargado con la condena de nuestros pecados en nuestro lugar. A través de estos tres ministerios de salvación profetizados por los hilos azul, púrpura y carmesí de la puerta del Tabernáculo, podemos entender la verdadera obra de salvación correctamente. Podemos ver que, como Su obra de salvación, Jesús cargó con todos los pecados de la raza humana para siempre, y que fue condenado por todos estos pecados. Por eso el Señor nos está pidiendo que prediquemos este bello Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Nos está pidiendo que sirvamos a este Evangelio. 
El Arca del Testimonio del Tabernáculo tenía una cubierta llamado propiciatorio. ¿A quién encuentra Dios en este propiciatorio del Arca del Testimonio? Solo encuentra a los que creen que todos sus pecados han sido pasados a Jesús, el Cordero de Dios, y que Él ha sido condenado por todos sus pecados. En otras palabras, en términos espirituales, Dios solo va a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando llegaba el Día de la Expiación, el Sumo Sacerdote pasaba los pecados del año de toda la población de Israel sobre la primera de dos cabras consagradas mediante la imposición de manos, y confesaba los pecados de todos los israelitas en su nombre. Al pasar los pecados de todo israelita cometidos durante todo el año a esta cabra mediante la imposición de manos, el Sumo Sacerdote tomaba la sangre de la cabra, la llevaba al Lugar Santísimo y la esparcía siete veces sobre el Arca del Testimonio. 
Así es como Dios se reunía con el pueblo de Israel durante el Antiguo Testamento. Hoy en día Dios se reúne con los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, que proclama que Jesús ha borrado todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista por nosotros. Por tanto, el Señor les dice a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu: «No tenéis pecados. He borrado todos vuestros pecados. Os he salvado de todos vuestros pecados». Dicho de otra manera, el Señor le da la gracia de Dios a todo el que cree en la justicia de Dios. La gracia de Dios se refiere a Su don. Se refiere al hecho de que Dios Padre ha cumplido Su justicia al pasar todos los pecados del mundo a Su Hijo. Esto significa que, como Jesús fue crucificado cuando cargaba con los pecados de este mundo, pagó la condena de nuestros pecados en nuestro lugar. Así es como el amor de Dios se reveló en el propiciatorio. 
Nuestro Señor, el Hijo de Dios, vino a este mundo encarnado en un hombre, aceptó los pecados de este mundo a través de Su bautismo, murió en la Cruz en nuestro lugar, se levantó de entre los muertos al tercer día, y ascendió al Cielo para sentarse a la derecha del trono de Dios Padre. La justicia de Dios es la que nos ha salvado de todos los pecados del mundo, y la gracia de Dios está en los que creen en esta justicia de Dios. «Sois Mi pueblo. Ya no sois pecadores. Os he salvado a todos. Mi amor por vosotros es tan grande que os he salvado por Mi propia voluntad. No solo los amo, sino que también os he demostrado Mi amor al cargar con todos vuestros pecados y entregar Mi vida por vosotros. Esta es la prueba de Mi amor, y os la he enseñado a todos».
 

¿Qué nos ha mostrado Dios a través de Su Palabra?

Cuando leemos la Palabra de Dios, podemos ver que, aunque Dios habla sobre nuestros pecados, también habla de cómo nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Después de prometernos nuestra salvación Dios ha borrado todos nuestros pecados para siempre tal y como lo ha prometido, y lo ha hecho a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu es la prueba de nuestra salvación escrita en la Biblia. El Evangelio del agua y el Espíritu está en la Palabra de Dios y por nuestra fe en él podemos ser salvados de todos los pecados. Por tanto, cuando nos presentamos ante nuestro Señor santo, podemos estar ante Él con el Evangelio del agua y el Espíritu, confiando en Su salvación revelada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido de la puerta del Tabernáculo. 
El Evangelio del agua y el Espíritu es el don del Señor para nosotros, y mientras creamos en este verdadero Evangelio, nuestro Señor vendrá a nosotros. Esto significa que el Señor va solamente a los que creen que vino al mundo para salvarles de los pecados del mundo, que cargó con sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, que ha sido condenado en la Cruz en su lugar, y que se levantó de entre los muertos para darles la vida eterna. Por tanto, Dios da Su gracia solo a los que creen en Su justicia. Dios les está diciendo: «Aunque erais meras criaturas, os he adoptado como Mi hijos e hijas. Ahora sois Mis hijos. Ya no sois los hijos del Diablo, ni meras criaturas. Sois Mi pueblo. He borrado vuestros pecados a través de la justicia de Mi Hijo Jesús. Por tanto, os he adoptado como Mi propia familia, y por vuestra fe en Mí, os habéis convertido en Mis hijos». Así Dios nos ha dado Su gracia de salvación a todos nosotros. 
 

Las varas que se insertaban en las anill os del Propiciatorio no deben quitarse

Es muy importante que recordemos que el propiciatorio tenía dos varas en ambos lados para poder transportar el Arca. Estas varas no debían quitarse del Arca nunca. Esto implica que todos los creyentes deben mantener su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu mientras lo sirven con todo su cuerpo y corazón. Sin embargo, el problema es que hay muchos cristianos que no solo se niegan a servir al Evangelio del agua y el Espíritu con todo su cuerpo y su corazón, sino que además no creen en este verdadero Evangelio. Aunque hay multitud de cristianos que dicen creer en Jesús, y muchos dicen haber nacido de nuevo, se consideran tan inteligentes que no están dispuestos a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios está reprendiendo a estos cristianos para que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Éxodo 25, 15 dice: «Las varas quedarán en los anillos del arca; no se quitarán de ella». Este pasaje nos enseña que tenemos que predicar el Evangelio del agua y el Espíritu tal y como es. En otras palabras, debemos predicar a todos los pecadores el misterio de los hilos azul, púrpura y carmesí de la puerta del Tabernáculo manifestado en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha salvado de los pecados del mundo. Dios le ordenó a Moisés que construyese el Tabernáculo tal y como se lo mostró, y esto implica que debemos creer en Jesús como dice la Palabra de Dios. A pesar de esto, hay demasiados cristianos hoy en día que afirman creer en Jesús a su manera y dejan el bautismo de Jesús fuera de su fe. 
La puerta del Tabernáculo estaba hecha de hilos de color azul, púrpura y carmesí y lino fino torcido. Esta puerta es la puerta de la salvación preparada por el Señor, y todos debemos entrar por ella al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu. El lino fino torcido se refiere a la Palabra de Dios. Dios les ha dado Su Palabra de profecía a Sus siervos durante más de 1500 años, y ha cumplido todas las profecías con Su cuerpo en el momento que consideró apropiado. En otras palabras, el Señor ha cumplido nuestra salvación para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, desafortunadamente hay demasiados cristianos en este mundo que ni creen en la Palabra de Dios ni la predican tal y como es. ¿Y ustedes? ¿Han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, deben predicar este Evangelio tal y como está escrito en la Palabra de Dios. 
 


La gracia de salvación que nuestro Señor nos ha dado es mayor que todas nuestras trasgresiones


La Biblia dice que de la misma manera en que muchos se hicieron pecadores por la ofensa de un hombre, muchos se han hecho justos por la justicia de un Hombre, Jesucristo, nuestro Señor. Por la ofensa de un hombre, Adán, ustedes fueron pecadores. En otras palabras, se convirtieron en pecadores automáticamente porque nacieron como descendientes de Adán. Como Adán y Eva pecaron contra Dios, todos nosotros nos convertimos en pecadores por naturaleza. 
Sin embargo, la gracia de Dios que Jesucristo nos ha dado es mucho mayor que todas nuestras trasgresiones juntas. Aunque hemos cometido muchos pecados en este mundo y seguiremos haciéndolo hasta que muramos, el Señor ha borrado por completo todos estos pecados para siempre con la justicia de Dios que Él cumplió. Nuestro Señor dejó el trono de gloria en el Cielo y vino a este mundo encarnado en un hombre; cargó con todos los pecados del mundo para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista; derramó Su sangre en la Cruz en nuestro lugar; y a través de esta obra de salvación nuestro Señor ha borrado todos los pecados que hemos cometido y cometeremos. Ha erradicado todos los posibles pecados, incluso los de los que no han nacido todavía y los que no han sido cometidos. Al venir a este mundo nuestro Señor nos ha hecho perfectos al borrar todos nuestros pecados con Su salvación manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí de la puerta del Tabernáculo. Por tanto, esta salvación que Jesucristo nos ha dado al borrar todos nuestros pecados en este mundo es mucho mayor que nuestros pecados y trasgresiones que hemos cometido y cometeremos por la ofensa de un hombre. Por eso estamos sin pecados gracias a nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 


Dios prometió encontrarnos en el propiciatorio


El Arca del Testimonio situada en el Lugar Santísimo tenía dos ángeles con las alas desplegadas mirando hacia el propiciatorio. ¿Qué podemos ver aquí? Sangre. ¿De quién es la sangre? En el Antiguo Testamento era la sangre del animal sacrificado para el perdón de los pecados. En el Nuevo Testamento es la sangre de Jesucristo. En otras palabras, la sangre que vemos en el propiciatorio es la sangre del Hijo de Dios Padre. Esta es la sangre del sacrificio que Jesús derramó en la Cruz después de cargar con todos nuestros pecados a través de Su bautismo. Gracias a este sacrificio, quien cree en el bautismo del Hijo de Dios y en Su sangre puede recibir la remisión de los pecados. Dios puede declarar que todos los que entienden y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no tienen pecados. Además puede hacerles Su pueblo. Esta es la verdad revelada en el propiciatorio. 
Cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos predicarlo tal y como está en escrito en la Biblia. Ninguno de nosotros debería predicar o servir al Evangelio del agua y el Espíritu de Dios de una manera deteriorada. Todo el mundo puede ser salvado si escucha el Evangelio del agua y el Espíritu predicado por nosotros y cree en él de todo corazón. Sin embargo, a pesar de esto, algunos cristianos nos ridiculizan diciendo que quien cree en Jesús está sin pecados aunque crea de cualquier manera. Así que afirman que no hay necesidad de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Pero, ¿hay alguien que esté sin pecados con tan solo creer en el nombre de Jesús de cualquier manera? ¿Desaparecen sus pecados solo al creer a ciegas que Jesús fue crucificado y condenado a morir en su lugar? ¡Por supuesto que no! Pero hay muchos cristianos hoy en día que creen en Jesús a ciegas ya que están contentos de oír que están sin pecados aunque no sea cierto. Es comprensible que muchos cristianos quieran tener este sentido de seguridad; después de todo, si estuviesen en prisión y el Gobierno les diese el indulto, ustedes también estarían contentos. Pero el problema es que ese indulto no es real. 
La Biblia dice claramente: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8, 32). ¿Cuál es la manera para que los seres humanos sean perdonados? ¿Cómo pueden recibir la vida eterna? Pueden recibir la remisión de los pecados y obtener la vida eterna solo si creen en la Verdad de la salvación manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí de la puerta del Tabernáculo, es decir, en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo los que creen en este verdadero Evangelio pueden convertirse en hijos de Dios. 
El Evangelio del agua y el Espíritu es el Evangelio de Dios, y todos tenemos el deber de predicar este verdadero Evangelio por fe. Ahora nos hemos convertido en los israelitas espirituales al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu debe servirse por dos o más personas en completa unidad. Cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos predicar la Verdad de la salvación en los hilos azul, púrpura y carmesí de la puerta del Tabernáculo. El Señor ha cumplido la justicia de Dios tal y como lo prometió. Esta justicia es el hecho de que Jesús ha borrado todos nuestros pecados y nos ha salvado a Sus creyentes al venir al mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz, levantarse de entre los muertos y ascender al Cielo. Debemos predicar este Evangelio del agua y el Espíritu tal y como es, y los que escuchan este Evangelio deben creer en él tal y como es para alcanzar su salvación. No puedo dejar de repetir lo importante que es que todos nosotros prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando predicamos este verdadero Evangelio el Espíritu Santo obra para dar la salvación a los que nos escuchan.
El Evangelio del agua y el Espíritu es nuestra salvación. Es nuestra propiciación. Dios ha borrado todos nuestros pecados para siempre mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y así es como se nos perdonaron todos nuestros pecados. Además, nuestro Señor no solo cargó con todos nuestros pecados, sino que además fue crucificado hasta morir en nuestro lugar, derramó Su sangre y cargó con la maldición con la que nosotros deberíamos haber cargado. Así es como Jesús nos ha salvado a todos y cada uno de nosotros de nuestros pecados y maldiciones. Esta es la salvación que Dios nos trajo, y este es Su amor. Por tanto, deben creer en esta Verdad de salvación tal y como es y predicarla por fe. 
Nuestro Señor es el Salvador de todos los que creer en Su justicia. Por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos ir ante Dios. Cuando estamos ante el propiciatorio y ofrecemos la sangre del sacrificio de nuestro Señor a Dios, debemos acercarnos por fe diciendo: «Dios, la sangre de Tu Hijo Jesucristo me ha salvado de todos mis pecados». Solo entonces Dios dice: «Sí, os he salvado. Mi amor por vosotros es tan grande que os he salvado». El Señor es nuestro Salvados. Nos ha concedido audiencia a todos los que nos acercamos a Él con fe en la justicia de Dios. Nos ha dado el derecho de convertirnos en hijos de Dios a todos los que aceptamos el Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros corazones. Dios nos ha librado de todas las maldiciones, de la condena, y de la destrucción. Nos ha convertido a los que creemos en personas sin pecado. Nos ha dado la felicidad eterna. Esta es la gracia de Dios revelada en el propiciatorio. 
Desde el propiciatorio Dios nos ha dado Su gracia de salvación. Por tanto, todos debemos presentarnos ante el trono de gracia confiando en la justicia de Dios. Por muchos pecados depravados que tengan, pueden recibir la remisión de todos sus pecados al creer en la Verdad de salvación revelada en los hilos azul, púrpura y carmesí de la puerta del Tabernáculo, es decir en el bautismo de Jesús, Su sangre y Su resurrección. Deben entrar en la presencia de Dios con fe, según la ley de salvación que Dios ha establecido con el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben ir a Dios confiando en Su justicia. Deben creer que el Señor vino a este mundo para salvar a todos los pecadores, que cargó con todos los pecados de la raza humana para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, y que fue condenado por todos sus pecados al morir en la Cruz en su lugar. Deben creer que el Señor tomó todos sus pecados para siempre al creer en Su bautismo realizado por Juan el Bautista, diciéndole al Señor: «Señor, creo en todo lo que has hecho por mí para salvarme de todos mis pecados». Solo cuando vayan a Dios por fe de esta manera podrán alcanzar su salvación. 
Si quieren creer en la justicia del Señor y recibir la remisión de los pecados, deben creer en la Verdad de salvación manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido de la puerta del Tabernáculo. Esto se debe a que la remisión de los pecados solo se consigue si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente. Si quieren conocer al Señor y recibir Sus bendiciones, si quieren ser felices, y si quieren volver a Dios y vivir con Él como Sus criaturas amadas, deben creer que el Señor aceptó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado hasta morir mientras cargaba con esos pecados del mundo, y que así nos ha salvado de todos nuestros pecados. Si tienen fe en esta Verdad de salvación y aceptan la salvación de Dios, serán perdonados. Es absolutamente importante que recordemos esto cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu.
Dios nos dice que el Evangelio del agua y el Espíritu es el único verdadero Evangelio que hay en la Biblia. Echen un vistazo a la mesa del pan de la proposición del Tabernáculo. El pan de la proposición se refiere a la Palabra de Dios. Así, solo cuando sus corazones tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu escrito en la Palabra de Dios, pueden recibir la remisión de los pecados. 
Sin embargo, ¿cómo están predicando la salvación los famosos predicadores de hoy en día? Predican que todos podemos ser salvados si creemos en Jesús como el Salvador de cualquier manera. Todos dicen que los que creen en la sangre de Jesús en la Cruz están salvados. Sin embargo, si creen en Jesús a ciegas así, ninguno de los pecados cometidos en sus vidas han desaparecido. La inmensa mayoría de los cristianos actuales tienen pecados en sus corazones. Como estos cristianos creen en Jesús a ciegas y se dejan fuera el bautismo que recibió de Juan el Bautista, es imposible que sus corazones estén completamente sin pecados. Esto se debe a que no han pasado sus pecados a Jesucristo. Por mucho que crean en Jesús no pueden borrar los pecados de sus corazones. Aunque todos digan creer en la sangre de Jesús en la Cruz, su condición espiritual sigue siendo la misma, ya que no conocen la Verdad de salvación revelada en el hilo azul de la puerta del Tabernáculo. En otras palabras, como estos cristianos equivocados no conocen el significado del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, sus pecados siguen intactos en sus corazones, y siguen siendo pecadores. 
Dios ha borrado nuestros pecados claramente con el agua, la sangre y el Espíritu (1 Juan 5, 6-8). Al cumplir la Palabra de la promesa de Dios con Su pura Palabra de la Verdad, Jesús nos ha salvados de manera infalible e indisputable. Dicho de otra manera, Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados para siempre a través de Su agua, Su sangre y el Espíritu manifestados en los hilos azul, púrpura y carmesí de la puerta del Tabernáculo. El Espíritu Santo es nuestro Dios. Lo que el Espíritu Santo testifica es que Jesús, el Dios verdadero, se convirtió en un Hombre, fue bautizado por Juan el Bautista, y derramó Su sangre en la Cruz para ser condenado por nuestros pecados en nuestro lugar. Así nos ha salvado a todos. Pero, a pesar de que Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, muchos cristianos siguen siendo pecadores por muy ardientemente que crean a ciegas en Jesús ya que se dejan fuera el bautismo que recibió de Juan el Bautista. 
Por tanto, es absolutamente indispensable que todos no solo creamos en Jesucristo según el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que también lo prediquemos como está escrito en las Escrituras a todo el mundo por fe, como hizo el Apóstol Pablo, quien dijo en 1 Corintios 15, 3-4: «Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras». Cuando Pablo dijo «Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras», las Escrituras se refieren al Antiguo Testamento, ya que el Nuevo Testamento no había sido completado en ese momento. Entonces Pablo estaba diciendo que Jesucristo había perdonado todos los pecados del mundo según el sacrificio del sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. Como Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, tuvo que derramar Su sangre en la Cruz hasta morir. 
Como el Señor cargó con nuestros pecados a través de Su bautismo, tuvo que ser crucificado hasta morir, y esta muerte en la Cruz pagó nuestra condena. Así es como Jesucristo se convirtió en nuestro Salvador al venir a este mundo. Por tanto, la remisión de los pecados descenderá sobre cualquiera que crea en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta salvación eterna ya ha llegado a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¡Aleluya!
 
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El TABERNÁCULO (III): Una Sombra del Evangelio del Agua y el Espíritu