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Sermones

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 13-3] El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró una buena semilla en su campo (Mateo 13, 24-30)

El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró una buena semilla en su campo(Mateo 13, 24-30)
«Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero».
 

Para difundir el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y dar buenos frutos que complazcan a Dios, necesitamos muchos obreros y suficientes medios económicos. Dios nos ha permitido dar muchos buenos frutos. Pero también sé que en los días que vendrán, nos dará más buenos frutos. Para que esto ocurra, todos debemos rezar a Dios, y sé que Él nos dará el poder de rezar para completar todas Sus obras.
Predicamos la salvación del Señor con fe. Todo lo que tenemos que hacer es difundir esta Verdad confiando en que Dios está trabajando con nosotros. Aunque todos nosotros intentamos hacer la obra que complace a Dios, es Dios quien trabaja con nosotros. Mientras caminamos con Dios y hacemos Su obra, nuestros corazones se hacen más dichosos, y al convertirnos en uno con el Señor, recibimos más bendiciones de Dios. No puedo dejar de dar gracias a nuestro Señor por todo lo que ha hecho por nosotros.
Mateo 13, 24 dice: «Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo».
En el pasaje de las Escrituras de hoy, Jesús explicó Su voluntad al dibujar otra analogía con un granjero para descubrirnos los misterios del Cielo. En los campos de los corazones de la gente de este mundo, ha sido sembrada la semilla de la vida.
Dios ha elegido los corazones de la gente de este mundo como el lugar donde obrar. Dijo que sembró buenas semillas en los corazones de esta gente que vive en este mundo. El propósito de Dios de sembrar la buena semilla en este mundo es el siguiente: convertirnos a los que habíamos caído en pecado, en Su pueblo, y vivir con nosotros para siempre en el Reino de los Cielos. Dios siempre quiere el fruto de la salvación de nosotros. Habiendo sembrado la Palabra de salvación en la tierra y en los corazones de la gente, el Señor estaba esperando que diéramos el fruto de la vida eterna. Pero cuando el grano germinó y produjo una cosecha, la cizaña apareció. Y esta cizaña estaba creciendo con el trigo.
 


Su enemigo vino y sembró cizaña entre el trigo


Mateo 13, 25-26 dice: «pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña».
Este pasaje nos dice que antes de que Dios sembrara el Evangelio del agua y el Espíritu en los corazones de la gente, el Diablo sembró falsos evangelios. Dios nos dice que en el corazón de todo el mundo, sin excepción, ha sembrado la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que nos libra de todo pecado. Las dos semillas, la buena y la cizaña, fueron sembradas en el campo de nuestros corazones.
Nuestro Señor sembró la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu en todo el mundo. Mientras Dios sembraba la buena semilla en esta tierra, el Diablo también estaba trabajando, pero su propósito era distinto. Su propósito era destruir a la gente, impidiéndoles que recibieran la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Como mucha gente no se dio cuenta de que el Evangelio del agua y el Espíritu sembrado era la buena semilla que Dios había sembrado en todos ellos, acabaron perdiéndolo y siguiendo a Satanás.
Así es como dos tipos de semillas cayeron en los corazones de la gente de este mundo, y como resultado, produjeron dos tipos de frutos. Estos eran el trigo y la cizaña. En los corazones de la gente, la buena semilla, que les convierte en el pueblo de Dios, y la falsa semilla, que los convierte en cizaña, han sido plantadas. Como consecuencia, dos tipos de semilla crecieron en este mundo.
Así que debemos llegar a un entendimiento profundo de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu desde el pasaje de Mateo 13, 27, que dice: «Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?».
El Señor dijo que esto ocurrió porque Satanás había sembrado cizaña en los corazones de la gente. Mis queridos hermanos, ¿cómo se sembró la cizaña en los corazones de la gente? Mientras el Señor sembraba la buena semilla, Satanás sembraba cizaña. Los siervos le preguntaron: «¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?». Pero el amo contestó: «No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo».
Cuando el Señor vio la gente de este mundo, vio que algunos de ellos, la semilla sembrada por Dios estaba creciendo bien. La verdad es que hay más cizaña que buenas semillas en el mundo. Viviendo junto con los justos están los que difunden los falsos evangelios que dañan las almas de la gente y que no pueden borrar sus pecados. Mis queridos hermanos, el Evangelio del agua y el Espíritu no es cizaña. Lo que el Señor quiso enseñar en esta parábola de la cizaña es que arrancarla podría dañar los corazones y las almas de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso no quiso dañar al trigo al intentar quitar la cizaña. El Señor sabía que había cizaña entre los justos, pero no quiso dañar el trigo por culpa de esta cizaña.
Por eso dijo: «Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero».
Cuando pensamos lo que el Señor nos está diciendo aquí, podemos ver que del mismo modo en que la semilla del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, ha sido sembrada en este mundo, también la cizaña de los pseudo-evangelios ha sido sembrada. Así que nos dice que es inevitable que dieran dos tipos de frutos. Pero debemos recordar lo que el Señor nos dijo, que no arrancásemos la cizaña, sino que la dejáramos crecer, no fuera que arrancásemos el trigo con la cizaña. Por eso el Señor nos dijo que difundiésemos el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el día en que juzgara a la cizaña.
Debemos darnos cuenta. En su debido tiempo, el Señor se encargará de la cizaña y la arrancará. Dijo que en los últimos días, enviará a Sus ángeles para recoger la cizaña y atarla en haces para quemarla, y recoger el trigo para llevarlo al Cielo.
Toda cosecha tiene un tiempo para la siega, y todo granjero trabaja duro para la siega. Es el granjero quien siega el campo, y aunque quema la cizaña, recogerá el trigo en su granero. La misma siega espiritual se cumplirá por la voluntad de nuestro Señor.
Al haber sembrado la buena semilla en este mundo, nuestro Señor quiere cosechar buenos frutos en todo momento. Pero el problema es que en este mundo, también hay quien da malos frutos en vez de buenos. ¡Qué maravilloso sería si no hubiera gente como la cizaña en este mundo! Pero la verdad es que hay mucha cizaña sembrada por el Diablo en este mundo. Así que Dios está advirtiendo a los que se han convertido en trigo: «Aunque Satanás ha sembrado cizaña, no intentéis arrancarla, sino que plantar el Evangelio del agua y el Espíritu en silencio y dad buenos frutos».
Es el Señor quien sembró el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de la salvación, en este mundo. Al mismo tiempo, el Diablo también sembró sus palabras de la cizaña utilizando el poder de las falsas religiones de este mundo. Debemos saber distinguir el verdadero Evangelio de los falsos. Entre los cristianos hay dos tipos de gente, unos son el trigo y otros la cizaña. El trigo cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero la cizaña no cree en el verdadero Evangelio.
Debido a que hay mucha cizaña además de trigo en la cristiandad de hoy, hay divisiones y diferencias doctrinales. Los cristianos se pelean los unos con los otros, afirmando que su propia confesión es el verdadero trigo y que las demás son la cizaña. Sin embargo, la manera de averiguar si la semilla que cayó en el campo de los corazones de la gente es buena o mala, es la siguiente: si sus pecados han sido borrados para siempre mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio en el que creen es la buena semilla. Pero si sus pecados continúan escritos en las tablas de sus corazones, por mucho que crean en su evangelio, este es la mala semilla, el evangelio falso. Mediante este criterio se distingue el verdadero Evangelio de los falsos.
Dicho de otra manera, el trigo y la cizaña se diferencian en que uno cree en el Evangelio del agua y el Espíritu o no. La buena semilla se refiere a la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios ha dado a la humanidad, mientras que la semilla de la cizaña se refiere a los pseudo-evangelios que son totalmente diferentes al verdadero Evangelio. Estos falsos profetas se pueden parecer al Evangelio del agua y el Espíritu, pero no pueden borrar los pecados de la gente, pero son suficientes para convertir a la gente en meros practicantes de una religión. Lo que es peor, sólo una poca gente conoce la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y cree en él. Así es como hay tanta cizaña en el mundo.
Dios nos está enseñando que en contraste con Su obra de sembrar el Evangelio del agua y el Espíritu, Satanás está sembrando cizaña. Dios ha hecho muchos obreros en el mundo, que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y desde el Antiguo Testamento hasta la época del Nuevo Testamento, e incluso en este mismo momento, Dios les ha hecho difundir el Evangelio del agua y el Espíritu. En este preciso instante, Dios está difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu a través de Sus siervos.
No cabe duda de que el Evangelio del agua y el Espíritu está siendo predicado. Sin embargo, también está claro que el evangelio de la cizaña está siendo propagado. Los que tienen corazones endurecidos no pueden creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que está siendo difundido, y además son sus enemigos. Al creer en el evangelio de la cizaña, mucha gente no reconoce la Verdad del agua y el Espíritu, y consecuentemente, se convierten en practicantes de la religión que están destinados a la destrucción.
La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu se encuentra en la buena semilla de Dios. Podemos ver que este Evangelio del agua y el Espíritu se llena de la Palabra de la salvación que está en consonancia con el sistema de expiación del Antiguo Testamento.
La gente del Antiguo Testamento, para ofrecer un sacrificio a Dios según el sistema que Él le había dado, tenía que preparar un animal para el sacrificio que no tuviera mancha, y tenían que pasar sus pecados imponiendo las manos sobre este animal, poner su sangre en los cuernos del altar de los holocaustos, y hacerlo todo como Dios lo había dicho.
Del mismo modo, Jesús vino a la tierra como el cordero que expía los pecados de la humanidad, fue bautizado con el propósito de aceptar todos los pecados del mundo sobre Sí mismo, llevó estos pecados a la Cruz, derramó Su sangre en ella, se levantó de entre los muertos, y así cumplió la salvación eterna del pecado para toda la humanidad. Si comparamos estos dos sacrificios, descubriremos cómo los misterios de la salvación de Dios en el sistema expiatorio del Antiguo Testamento se cumplen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Examinemos estos más detalladamente.
 

El Evangelio del agua y el Espíritu revelado en el Antiguo y Nuevo Testamento

El sistema expiatorio del Antiguo Testamento era un presagio de Jesucristo, el Hijo de Dios en el Nuevo Testamento. El que Jesucristo aceptara los pecados del mundo a través de Su bautismo es lo mismo que se hacía en el sistema expiatorio del Antiguo Testamento cuando la gente de Israel pasaba sus pecados al imponer las manos. A través del mismo método de imposición de manos que en el Antiguo Testamento, es decir Su bautismo, Jesús aceptó los pecados del mundo.
Por tanto, del mismo modo en que el animal expiatorio del Antiguo Testamento derramaba su sangre y moría, Jesús también tuvo que ser crucificado, derramar Su sangre y morir. De este modo, Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan, y derramó Su sangre y murió en la Cruz; podemos ver cómo el Antiguo y el Nuevo Testamento encajan perfectamente.
¿Han leído los libros sobre el Tabernáculo? Aunque mucha gente ha escrito libros sobre el Tabernáculo, nadie, aparte de los Apóstoles de los comienzos de la Iglesia, manifestó el verdadero conocimiento de la Verdad del Tabernáculo y su sistema. Todo lo que hay en el Tabernáculo y toda regulación de su sistema dan testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por ejemplo, en el sistema del Tabernáculo, «el hilo de color azul, púrpura y carmesí, y el lino torcido» se mencionan en repetidas ocasiones (Éxodo 27, 16). Las diez cortinas del Tabernáculo, el diseño artístico del querubín en el velo del Santísimo, el biombo delante de la puerta del Tabernáculo, el efod del Sumo Sacerdote y sus hombreras, laborada del juicio— todo esto era de hilo de color azul, púrpura y carmesí y de lino torcido. Todas estas regulaciones manifiestan la Verdad de Jesús como el verdadero Dios, que ha borrado todos los pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu.
El Evangelio del agua y el Espíritu es, por tanto, el Evangelio del poder que puede perdonar los pecados de todos. Esta Verdad es el poderoso Evangelio de Verdad que no debería ser revelado a cualquiera. Por eso Dios ha escondido esta Verdad de los practicantes de la religión.
Cuando los falsos profetas predican sus falsos evangelios, la gente normal suele aceptar estas doctrinas falsas en sus corazones. Escuchar estos falsos evangelios predicados por estos falsos profetas, aunque sólo un 90% de lo que dicen suene correcto, la gente les cree. En realidad, sólo los que piensan detenidamente les creen; la gente normal suele creer si un 80% suena correcto. Algunos incluso con menos, porque piensan que una cosa y la otra son lo mismo, aunque sólo tengan un 60% en común.
En este mundo, en el cristianismo de hoy en día, hay quien predica el Evangelio del agua y el Espíritu que complace al Señor, y hay quien predica el evangelio de la cizaña que no complace al Señor. El verdadero Evangelio es 100% veraz, y si algo no es 100% correcto, no es el verdadero Evangelio. El Señor dice que nadie puede evitar ir al infierno si queda un solo vestigio de pecado en su corazón. No importa que el evangelio de la cizaña sea similar al Evangelio del agua y el Espíritu, porque los pseudo-evangelios no pueden borrar los pecados de sus creyentes. Esto es lo que nos dice el Señor. Por eso nos dio esta parábola, para que pudiéramos diferenciar estas cosas; qué tipo de mundo es este, qué tipo de semilla se ha sembrado en los corazones de la gente, y cuál es la buena y la falsa semilla.
¿Qué nos está diciendo el Señor en el pasaje de hoy? Nos dijo que tanto el verdadero Evangelio y el evangelio de la cizaña han sido sembrados en este mundo. Dios sembró la buena semilla, pero el enemigo sembró la cizaña. Debemos escuchar con atención las palabras de los siervos del Señor que están predicando el verdadero Evangelio.
Mis queridos hermanos, ¿qué es la cizaña? La cizaña se refiere a los cristianos que todavía tienen pecados aunque profesen creer en Jesús. En otras palabras, son los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, que nos dio el Señor. La cizaña son los practicantes de la religión que creen en lo que quiera que les parezca adecuado para sus propias ideas.
Estos practicantes de la religión son los que no creen en la Palabra de Dios tal y como es, sino que añaden y quitan información según les conviene, creyendo en sus propias ideas. La fe de la cizaña de esta gente está basada en su propia voluntad. Su lema es: «Hagámoslo». Esta gente pertenece a varios movimientos religiosos.
Ellos creen en Jesucristo sólo en el plano religioso, diciendo: «Digamos que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en la sangre de la Cruz».
Estos creyentes dicen: «¿Qué debemos hacer con los pecados que cometemos después?». Y contestan: «No podemos estar seguros, pero vamos a asumir que Jesucristo borró todos los pecados que cometimos después. Aunque todavía tengamos pecado y nos sintamos incómodos, vamos a creer que Él ha borrado todos nuestros pecados».
Los falsos profetas consideran la fe cristiana como un mero movimiento religioso. «Como el Señor ha borrado los pecados del mundo en la Cruz, asumamos y creamos que también borró los pecados que cometemos diariamente después de haber creído en Jesús». Así se embarcan en su movimiento religioso, proclamando: «Al venir a este mundo y al ser crucificado, el Señor tomó los pecados del mundo y los borró de una sola vez. Por tanto, asumamos y creamos que no tenemos pecados en nuestros corazones». Su fe está llena de suposiciones. Dicen: «No discutamos, sino que asumamos que es así, y creámoslo». Sin embargo, esta fe y esta creencia no son la verdadera fe.
Los falsos maestros que tienen la fe de la cizaña testifican que han sido salvados al creer sólo en la sangre de la Cruz. Sin embargo, mientras sus seguidores continúan pecando y no pueden resolver el problema del pecado, preguntan a sus líderes cómo pueden encontrar la solución.
«Reverendo, he pecado una vez más y todavía soy un pecador. ¿Qué puedo hacer?».
Entonces, uno de los falsos líderes dice a la congregación: «Jesús ha lavado todos tus pecados con Su sangre en la Cruz, y si creéis, no tenéis nada de que preocuparos». Él afirma que como Jesús ha borrado todos los pecados al derramar Su sangre en la Cruz, todo lo que tienen que hacer es asumir que sus pecados han desaparecido.
Pero, ¿cómo puede alguien ser salvado de sus pecados con tan sólo asumir que han desaparecido? Esta fe es una tontería.
¿Borró Jesús nuestros pecados cuando fue crucificado? O, ¿fueron nuestros pecados pasados al cuerpo de Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista? ¿Pueden nuestros pecados ser borrados sólo al creer en la sangre de Jesús en la Cruz?¡No! No fue en la Cruz donde Jesús tomó los pecados de la humanidad.
Antes de que Jesús fuera crucificado, fue bautizado por Juan el Bautista para tomar todos los pecados del mundo sobre Sí mismo (Mateo 3, 13-15). Por tanto, nuestros pecados no pueden ser borrados con tan sólo creer en la sangre como nuestra salvación. Sin embargo, la mayoría de la cristiandad proclama esta fe como la más ortodoxa. Por eso mucha gente todavía tiene pecado en sus corazones aunque digan creer en Jesús.
Aún así sus líderes afirman que la congregación todavía tiene pecados porque no creen completamente en la sangre de Jesús. ¿Es así? ¿Pueden nuestros pecados ser borrados completamente si creemos sólo en la sangre de la Cruz? No.
Somos librados de nuestros pecados al creer en la Verdad de que nuestro Señor vino a la tierra, fue bautizado por Juan el Bautista para tomar todos los pecados del mundo sobre Sí mismo, fue crucificado y derramó Su sangre, se levantó de entre los muertos, y así ha borrado todos los pecados perfectamente. Esta fe es la correcta. Esta fe cree en la Verdad revelada en la Biblia.
¿Cuál de estos dos evangelios es correcto? ¿El Evangelio del agua y el Espíritu o el otro evangelio que dice: «Asumamos que Jesús ha borrado los pecados del mundo al ser crucificado y al derramar Su sangre en la Cruz»? A través de los movimientos religiosos, estos líderes guían a sus congregaciones a la servidumbre del pecado del mundo. Los que están del lado de esta cizaña, se han convertido en meros practicantes de la religión. Los que creen que nuestro Señor borró nuestros pecados en la Cruz, nunca reciben la remisión de sus pecados. Esto se debe a que no fue en la Cruz donde Jesús tomó todos los pecados del mundo.
Pero a pesar de esto, si la gente cree que Jesús borró los pecados del mundo en la Cruz, no cree en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, sino que sólo tienen una fe religiosa. Los practicantes de la religión de este mundo, crean o no en Jesús o en Buda, se encuentran bien si tienen paz y alegría en su corazón. Y cuando sienten que el pecado se acumula en sus corazones y sus conciencias están llenas de pecados, les da igual volverse pecadores una vez más. Por eso mucha gente, por mucho que profese que Jesús ha borrado sus pecados con Su sangre en la Cruz, ven como sus seguidores no se libran del pecado. Por supuesto, continúan intentando resolver este problema, pero sólo alcanzan la muerte al final.
Ahora, nuestro Señor les pregunta a los líderes religiosos de la cristiandad a través de la parábola del sembrador: «¿Cómo podéis explicar que haya cristianos que tengan pecado en el corazón aunque crean en Cristo?», la cizaña responde: «Jesús borró todos los pecados con Su sangre en la Cruz. También borró en la Cruz los pecados que cometemos después. Cree en esto. Todo está resuelto». Cuando la cizaña enseña a sus seguidores, les dice: «Creamos que Jesús borró todos nuestros pecados al derramar Su sangre en la Cruz». Pero, ¿es esta enseñanza correcta? No, es una falacia.
Mis queridos hermanos, sólo al ser bautizado por Juan el Bautista y al tomar sobre Sí mismo los pecados de todo el mundo, ser crucificado, y levantarse de entre los muertos, Jesús nos ha librado de todos los pecados del mundo. Este Evangelio, el Evangelio del agua y el Espíritu, es el único Evangelio verdadero. Pero la respuesta final que el evangelio de la cizaña puede dar es: «Vamos a asumir». En resumen, esta es una conclusión vacilante derivada de sus propias suposiciones de haber sido salvados.
En las comunidades cristianas, los que tienen la fe de la cizaña dicen a sus seguidores: «Como Jesús fue crucificado y murió en la Cruz, asumamos que ha borrado todos nuestros pecados con Su sangre. Creámoslo». Algunos de los seguidores se preguntarán: «Pastor, yo creo, pero mis pecados no pueden ser lavados mediante esta confesión. ¿Qué puedo hacer para ser librado de mis pecados?». Entonces, el pastor respondería: «Tienes que tener una fe más fuerte en Jesucristo. Cree de todo corazón que Él borró los pecados de la gente en la Cruz». Por eso sus oraciones de penitencia son una manera de recibir la remisión de los pecados diarios. Cuando los vean haciendo esto, deben diferenciar su fe y decir: «Vosotros sois la cizaña».
La Biblia proclama claramente que los pecados del mundo se pasaron a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y por eso Jesús llevó los pecados a la Cruz, derramó Su sangre y murió, se levantó de entre los muertos, y se convirtió en nuestro Salvador eterno (Mateo 3, 13-15; Juan, 1, 29; 19, 30). Si esto está tan claro, ¿por qué habrían de abandonar a Jesús por un evangelio diferente? (Gálatas 1, 6).
El Señor se ha convertido en el verdadero Salvador que tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Y fue a la Cruz, fue crucificado por los pecados del mundo y se levantó de entre los muertos. Al creer que todos los pecados, incluidos los que cometemos después de creer en Jesús, fueron pasados al Señor de una vez por todas cuando fue bautizado en el río Jordán, y que ha expiado todos estos pecados al ser juzgado en la Cruz, podemos nacer de nuevo. Esto se debe a que Jesús limpió todos los pecados del mundo a través de Su bautismo, y nuestros pecados fueron pasados a Él a través de Su bautismo. Así hemos sido salvados de nuestros pecados por la fe.
Por supuesto, podemos sentirnos culpables emocionalmente cuando pecamos en nuestra vida diaria. Sin embargo, sólo cometemos pecados por nuestra propia cuenta en este mundo. Pero el Señor nos ha librado de todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, y al derramar Su sangre en la Cruz. Al aceptar todos nuestros pecados del presente, el futuro y el pasado a través de Su bautismo, soportando el castigo por el pecado en la Cruz mientras llevaba todos los pecados del mundo a sus espaldas y muriendo en la Cruz, y levantándose de entre los muertos, Jesús se ha convertido en nuestro Salvador.
Aún así la cizaña no puede explicar esto, y solamente dice: «Asumamos y creamos que Jesús borró nuestros pecados personales». Esto es erróneo. Debemos darnos cuenta y grabar en nuestras mentes que los corazones de los que tienen la fe de la cizaña están confundidos. Cuando pienso en la cizaña, me viene a la mente: «Esta cizaña no tiene ni idea. No valen para nada».
Si alguien se licencia en Medicina, se hace médico y trata a muchos pacientes, debe saber perfectamente cómo tratar los problemas de salud y devolverles la salud. Si un médico no puede diagnosticar correctamente, y no puede recetar las medicinas correctas, ni siquiera operar, no puede llamarse doctor.
Si ustedes fueran médicos de verdad, ¿no examinarían a sus pacientes, les explicarían por qué se encuentran mal, cómo y dónde avanza la enfermedad, les darían la receta adecuada y el tratamiento correcto? Pero si no hicieran nada de esto, y simplemente les dijeran a sus pacientes: «Voy a asumir que ya le he tratado y sólo debe pensar que ya le he curado», ¿tendría algún sentido?
Los que creen sólo en la sangre de Jesús en la Cruz o en otras doctrinas diferentes al Evangelio del agua y el Espíritu, son como este médico. Espero que tengan claro que los que fingen haber recibido la remisión de los pecados sin creer en la Verdad, ni en la Palabra de Verdad, son la cizaña.
Para ellos, la cizaña del mundo, proclamo el Evangelio del agua y el Espíritu. Y les digo: «Si entendéis a Jesús y creéis en Él según vuestras propias ideas, como hacéis ahora, estáis convirtiéndoos en siervos de Satanás». Todo lo que debemos hacer es enseñar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu a todo aquel que esté atormentado por sus pecados. Podemos curar a estos pacientes y decir confiadamente: «Tus problemas pueden ser resueltos si crees en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu».
Pero la cizaña le dice a la gente: «Creamos de alguna manera en que Jesús perdonó nuestros pecados en la Cruz». Pero los que insisten ciegamente en su fe equivocada no son ni hijos de Dios, ni Sus siervos. Y Satanás obra en esta gente, usándola como instrumento para propagar el evangelio de la cizaña. Debemos diferenciar a los verdaderos profetas de los falsos para llegar hasta Dios. No estoy denunciando a otros sin razón, sino que estoy proclamando que el Evangelio del agua y el Espíritu es el único verdadero Evangelio que nos puede librar de nuestros pecados.
 


¿Quiénes son los que se han convertido en la cizaña ante Dios?


¿Qué es la cizaña? Aquellos de ustedes que sepan algo de agricultura deberían saber qué es la cizaña. Cuando un granjero siembra semillas de arroz en su campo, el grano germina y crece, pero también crece cizaña a su alrededor. El granjero no quería sembrar cizaña, ni la había plantado, pero aún así fue plantada en su campo.
La cizaña no es arroz. Incluso cuando pasa el tiempo, no se convierte en grano. La cizaña no es más que mala hierba. Tanto la cizaña como el arroz tienen tallos verdes cuando están creciendo. No es fácil distinguirlos cuando todavía están creciendo. Cuando ya han crecido un poco más, la cizaña parece más sana que el arroz. Es más alta que el arroz y tiene rayas blancas en la parte de atrás de sus hojas.
Es más tarde, durante la siega, cuando se puede distinguir el arroz de la cizaña, porque el arroz es una planta que da grano. Cuando el arroz da grano, se marchita por el peso del grano, pero la cizaña se mantiene erguida y es más alta y fuerte; pero cuando se ve lo que produce, no es más que mala hierba que no da nada comestible. Y aunque la cizaña se marchite, vuelve a crecer al año siguiente.
Lo que es peor, al alimentarse de los nutrientes que necesita el arroz, si hay demasiada cizaña, el arroz no puede crecer bien. Si el granjero fertiliza el campo y lo cuida bien, el arroz puede crecer bien, pero no tan sano como la cizaña. Si el granjero planta el arroz y lo deja, diciendo: «Me voy a la ciudad. Cuidaos. Creced a vuestro aire», cuando vuelva a la siega, habrá poco arroz y mucha cizaña por todo el campo.
Podemos ver que mucha gente era cizaña. Aunque todos parecen iguales, la cizaña es cizaña y el grano es grano. La verdadera cosecha y la cizaña son completamente diferentes. La cizaña es mala hierba. Por supuesto, hay algunos granos que, como no pueden beber suficientes nutrientes, sólo tienen cáscaras. Pero Dios los ama a todos. Si te conviertes en grano, Dios te amará, pero Jesús dijo que la cizaña será quemada, porque es dañina.
El Señor dijo: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo». Al escuchar esta parábola, debemos pensar en las iglesias de este mundo. Entonces, se darán cuenta de que el grano son aquellos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y que todos los que no creen en este Evangelio son cizaña. Mis queridos hermanos, a través de este pasaje, debemos darnos cuenta de lo que nos pasará si nos convertimos en cizaña en vez de grano; por tanto vuelvan a Dios y conviértanse en el grano creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús dijo claramente, en este pasaje, que la cizaña se atará en haces y se quemará.
También deberíamos ser capaces de reconocer que puede haber cizaña en la Iglesia de Dios. Si uno invoca el nombre de Jesús, le adora, cree en Él como su Salvador, y mora en la Iglesia de Dios, pero todavía tiene pecado en su corazón, es una cizaña. Si quieren saber si son cizaña o no, examínense cuidadosamente para ver si creen o no en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. Si alguien no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces tiene la fe de la cizaña ante Dios.
Por eso debemos conocer y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente para recibir la remisión de nuestros pecados. Pero desafortunadamente, todavía hay muchos cristianos como la cizaña en este mundo, que ni conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, ni creen en él. Estos cristianos son iguales que los no cristianos que no creen en Jesús como su Salvador. Por tanto, deben convertirse de los evangelios falsos, aprender el Evangelio del agua y el Espíritu, y creer en él con todo su corazón. Además, los que todavía tienen pecados en su corazón y no han sido librados de su estado de pecadores aunque creen en Jesús, deben convertirse de su fe doctrinal y creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu ahora para ser salvados de sus pecados.
 


Los que ahora son cizaña deben recibir la remisión de sus pecados creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu


En Mateo 5, 25-26, nuestro Señor dijo: «Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él por el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante».
Jesús dijo: «Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él por el camino». Aquí «tu adversario» se refiere a alguien que te ha demandado. El adversario que acusa al hombre ante Dios es el Diablo, y lo que hace que seas acusado es el pecado. Cuando hay pecado en sus corazones, este pecado les acusa ante Dios. «Todavía no has recibido la remisión de los pecados. Eres un pecador. Serás condenado en el futuro». Así, sus pecados presentarán cargos contra ustedes.
Por eso el Señor nos dijo que nos librásemos de tales acusaciones mientras vivimos en este mundo. Lo que debemos hacer mientras vivamos es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibir la remisión de los pecados en nuestros corazones. Recibir esta remisión de los pecados no puede retrasarse.
Nuestro Señor dijo: «no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel».
Si sus corazones tienen pecado, tendrán que ser condenados. Esto se debe a que el Señor dijo que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6, 23). Es sólo cuestión de tiempo que los pecadores sean condenados por sus pecados. Si tienen pecado en sus corazones, estos les llevarán al infierno. Por eso, al final, los pecadores serán encarcelados en el infierno y sufrirán la dolorosa muerte eterna.
Por tanto, debemos llevar en nuestros corazones lo que nuestro Señor nos dijo en Mateo 5, 26: «De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante». El Señor nos dijo que no saldríamos de la prisión hasta que paguemos hasta el último centavo por nuestros pecados.
¿Cómo podríamos ser librados de nuestros pecados sin un centavo? Esto es fácil. Si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado, seremos librados de nuestros pecados. Al creer en el verdadero Evangelio, podemos ser librados de nuestros pecados, hasta el último centavo. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu nuestros pecados han sido limpiados.
¿Han sido librados de sus pecados o no? Por supuesto que sí. Cuando creen en el Evangelio del agua y el Espíritu con sus corazones, no hay más pecado en ellos, ni un centavo. Pero dado el hecho de que serían echados al infierno si tuvieran un solo centavo de pecado, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y así ser librados de todos sus pecados. Aunque haya montañas de pecados a sus espaldas, aún pueden ser librados de ellos de una vez por todas al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Nuestro Señor ha sembrado la buena semilla en este mundo y el Diablo ha sembrado cizaña. Y ahora, ustedes y yo tenemos que considerar si somos el grano o la cizaña ante Dios. Si todavía tenemos pecados aunque creamos en Jesús, entonces, ahora mismo, debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y ser limpiados de todos nuestros pecados, hasta el último centavo. Esto es lo que nos dice nuestro Señor.
Por muy fervientemente que hayamos creído en Jesús ante Dios, y por muy fieles que hayamos sido, si tenemos un solo centavo de pecado, este nos llevará al Juez. El Señor nos dijo que la pena del pecado es la muerte y la condena del pecado es la maldición eterna. Dado esto, debemos darnos cuenta de que seremos echados al fuego si tenemos un solo centavo de pecado en nuestros corazones, entender que somos cizaña por el pecado, y dejar nuestra maldad.
Si siguen siendo cizaña, deben admitir: «He creído erróneamente hasta ahora. Como mis creencias estaban equivocadas, debo creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de ahora en adelante». Pero desafortunadamente, hay muchos cristianos tercos que insisten: «¿Van a acabar en el infierno todos estos cristianos sólo porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu? Yo he estudiado Teología ortodoxa, y he guiado a un gran número de almas hacia Jesucristo aunque no tenía ni idea del Evangelio del agua y el Espíritu. He experimentado muchas cosas cuando he rezado a Dios, he visto al Señor tantas veces en mis sueños, e incluso mis oraciones han sido respondidas muchas veces en la vida. ¿Cómo podéis tratarme como un pecador, sólo porque no creía en el Evangelio del agua y el Espíritu?». Dicen que aunque no conocían el Evangelio del agua y el Espíritu, han sido llenos del Espíritu Santo, y no pueden olvidar lo que experimentaron con su fe. ¿Puede Dios el Espíritu Santo vivir en el corazón de un pecador? Por supuesto que no. ¡Qué estúpidas y erróneas son estas creencias?
Jesús dijo: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo». Dios ha sembrado la buena semilla del verdadero Evangelio que da la remisión de los pecados en este mundo. Para recibir la remisión de nuestros pecados debemos creer en este Evangelio y en que nuestro Señor ha sembrado el Evangelio del poder, es decir, el Evangelio del agua y el Espíritu. El único Evangelio verdadero es el Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio tiene poder para borrar los pecados de la gente y dejarlos tan blancos como la nieve. Este Evangelio es el Evangelio que ha cumplido la profecía que se encuentra en Isaías 1, 18, que dice: «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana».
Si alguien no cree en este Evangelio del agua y el Espíritu, y piensa: «Me quedaré con mi fe. Aunque tenga pecados en mi corazón, sólo necesito ser santificado un poco más», debe escuchar y hacer lo que el Señor dijo: «De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante» (Mateo 5, 26). Tienen que darse cuanta de por qué Jesús contó estas parábolas. E incluso ahora, sigue pidiéndoles que conozcan el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, y que crean en él con todo su corazón.
En el pasaje de hoy, la cizaña se refiere a los que son esclavos del pecado. Son pecadores que no han nacido de nuevo porque no creen en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Es imperativo que nazcan de nuevo al recibir la remisión de los pecados.
Pasemos a Juan 3, 1-5: «Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios».
Nuestro Señor nos dice que nadie puede ver el Reino de Dios a menos que nazca de nuevo. Ningún pecador puede entrar en el Reino de Dios por culpa de sus pecados, y como no pueden entrar al Cielo, no pueden ver al Padre.
¿Cómo podemos nacer de nuevo? Nuestro Señor dice en Juan 3, 5: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios». Esto significa que sólo se puede entrar en el Reino de Dios cuando se nace del agua y el Espíritu. Debemos darnos cuenta de que la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la verdadera Palabra que hace posible que nazcamos de nuevo.
Y debemos recordar lo que el Señor dijo en Juan 8:32: «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Dicho de otra manera, esto significa que aquellos cuyos corazones estén llenos de pecado aunque crean en Jesús siguen siendo cizaña. Cualquiera que tenga un solo centavo de pecado en su corazón sigue siendo una cizaña espiritual. No ha nacido de nuevo, porque no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cómo puede una persona así nacer de nuevo? El Señor dijo que se puede nacer de nuevo por el agua y el Espíritu. El agua se refiere al bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista, porque a través del bautismo Jesucristo borró todos los pecados del mundo. Nuestro Señor es Jesucristo, el Salvador que cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado, murió en la Cruz cargando con todos ellos, se levantó de entre los muertos, y nos ha salvado de todos nuestros pecados.
El Espíritu Santo da testimonio de los ministerios que nuestro Señor cumplió cuando vino a la tierra (1 Juan 5, 6). El Espíritu Santo es el mismo que Dios Padre y Dios Hijo. Por eso, cuando creemos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, el Espíritu Santo desciende sobre nuestros corazones, y este Espíritu Santo testifica que nacemos de nuevo del agua y el Espíritu por la fe.
Dios el Espíritu Santo es nuestro Abogado. El Espíritu Santo testifica todo lo que el Padre y el Hijo han planificado y cumplido juntos según la Palabra de Dios escrita, y da testimonio de nuestra salvación y nos la garantiza cuando tenemos fe en la Verdad del Evangelio. El Espíritu Santo también da testimonio de que al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos entrar en el Reino de Dios. Da testimonio del hecho de que nuestro Señor, al ser bautizado, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos, ha borrado nuestros pecados completamente. Por tanto, debemos darnos cuenta de que para cumplir los planes de Dios Padre, Jesús nació en la tierra, fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y nos salvó de nuestros pecados; y de que el Espíritu Santo es Dios que testifica que el Señor nos ha salvado al tomar nuestros pecados sobre Sí mismo, al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos, y que es el mismo Espíritu Santo el que nos ayuda a creer en estas cosas.
Dicho de otra manera, el Espíritu Santo está testificando: «Dios os ha salvado de esta manera a través de Su Hijo. Jesús es Dios mismo y vuestro Salvador, y para ser más concretos, os ha salvado al ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Os ha salvado perfectamente al tomar vuestros pecados en Su bautismo, al ser crucificado y derramar Su sangre en vuestro lugar para ser condenado por vuestros pecados». Si tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones, deben contestar al Espíritu Santo con fe. El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad. Cuando leemos la Palabra de Dios y conocemos la Verdad a través de la Palabra, el Espíritu Santo garantiza nuestra salvación.
 

¿Cómo garantiza el Espíritu Santo nuestra salvación cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu?

El Espíritu Santo nos dice: «Tu fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es la fe correcta. Ahora estás sin pecado. ¿Por qué? Porque para quitar tus pecados, el Hijo de Dios nació en este mundo, fue bautizado y murió en la Cruz: el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista quitó todos tus pecados; Su muerte en la Cruz fue el sacrificio que hizo que Él pagara el precio de tus pecados en tu lugar; y la resurrección de Jesucristo se cumplió para darte una vida nueva. Para hacerte parte del pueblo de Dios, para que puedas entrar a Su Reino y vivir con Él para siempre, Dios vino a este mundo e hizo Su obra». Como el Espíritu Santo testifica esto, Jesús dice que no podemos ver ni entrar en el Reino de Dios a menos que nazcamos de nuevo del agua y el Espíritu.
¿Alguno de ustedes todavía tiene pecado en su corazón? Si alguien tiene un solo centavo de pecado en su corazón, sigue siendo esclavo del pecado, incluso si cree en Jesús, y por muchas oraciones de penitencia que rece, sus pecados no desaparecen. Así, aunque no haya conocido el Evangelio del agua y el Espíritu hasta ahora, debe conocerlo ahora, y creer en él como el verdadero Evangelio.
Los que escuchan el Evangelio del agua y el Espíritu y no creen en él, y se aferran a su propia fe, son esclavos del pecado. Piensan que es una de las muchas nuevas doctrinas, y por tanto la añaden a su antigua fe. Consecuentemente cuando cometen un pecado, este se añade a los otros pecados.
Pero los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no tienen pecado aunque sean insuficientes, porque creen en el Evangelio verdadero. ¿Por qué? Porque Jesús borró todos sus pecados y pagó por ellos. Esto se debe a que 2.000 años atrás, tomó nuestros pecados sobre Sí mismo, fue a la Cruz y murió allí, y se levantó de entre los muertos, salvándonos a todos. Al creer en esta Verdad podemos ser salvados de nuestros pecados con fe. Los que no creen deben creer.
Muchos de ustedes probablemente hayan oído el Evangelio del agua y el Espíritu y conozcan esta Palabra de Verdad. Para los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, lo que estoy diciendo puede sonar repetitivo, pero deben escucharlo de nuevo. El Señor dijo que no todo el que invoca el nombre de Dios y profesa creer en Jesús es el verdadero grano. Dijo que hay grano y cizaña en las iglesias.
El grano da cosecha y la cizaña da el fruto de la cizaña. El enemigo ha sembrado la cizaña, y a través de esta cizaña, da más cizaña. El Señor nos está diciendo que debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu sin falta.
 

Este mundo es el campo del Reino de Dios

El lugar donde Dios puede hacer Su obra es este mundo. Y en nuestros corazones puede sembrar la semilla del Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, al mismo tiempo, el Diablo también siembra malas semillas en nuestros corazones. Por eso debemos saber qué Evangelio ha sido sembrado en el campo de nuestros corazones. Si se dan cuenta de que la semilla de la cizaña ha sido sembrada en sus corazones, deben rebajar sus corazones ante el Evangelio del agua y el Espíritu y aprenderlo de nuevo. Y deben creer.
Los cuatro campos de los que Jesús habló en Su parábola del sembrador se refieren a cuatro condiciones típicas del corazón humano. Tras conocer la condición del campo de nuestros corazones, tenemos que averiguar si la buena semilla ha sido sembrada en el campo de nuestros corazones. Si nos damos cuenta de que tenemos pecado en nuestros corazones, esto significa que la cizaña ha sido plantada, y esta cizaña son los falsos evangelios. Debemos sacarla de nuestro corazón y tirarla con fe. Hay algunos pseudo-evangelios que se parecen al Evangelio del agua y el Espíritu, pero si no lo son 100%, son falsos. Si estos falsos evangelios han sido plantados en nuestro corazón, debemos sacarlos sin dudarlo, y plantar con fe el Evangelio del agua y el Espíritu en su lugar.
Deben darse cuenta de que en la mente de muchos cristianos que dicen creer en Jesús, hay mucha cizaña, es decir, falsos evangelios, han sido sembrados. Al mismo tiempo, deben darse cuenta de que entre ustedes, hay mucha gente en la que el ha sido plantado.
Nuestro Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo han sembrado la buena semilla en nosotros. Al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha permitido recibir la remisión de nuestros pecados. Él nos amó tanto, y Su amor se manifestó en el hecho de que Dios mismo se convirtió en hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nació en el mundo a través del cuerpo de la Virgen María. Dios mismo vino a este mundo encarnado en un hombre para salvar a la humanidad de sus pecados. El Creador se hizo humano por ese solo propósito. Según este propósito, nuestro Señor vino a la tierra, tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz como precio por tomar todos los pecados del mundo, se levantó de entre los muertos y se convirtió en nuestro Salvador. El propósito de nuestro Señor convertido en hombre era tomar todos nuestros pecados a través de Su bautismo.
Tras Su resurrección, en Su momento final en la tierra antes de ascender a los Cielos, Jesús dijo a Sus discípulos: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado» (Mateo 28, 19-20).
Mediante este mandamiento, Jesús nos dice: «Yo, el Hijo de Dios, tomé todos vuestros pecados, fui condenado en vuestro lugar y morí, y así os he salvado. Resucité de entre los muertos y me convertí en vuestro Salvador vivo. Por tanto, debéis proclamar este Evangelio por todo el mundo». Desde esta Gran Comisión, podemos ver qué importante son Su bautismo, Su muerte en la Cruz, y Su resurrección, y qué importante es esta fe en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Viendo todas estas cosas que el Hijo de Dios y Dios verdadero ha hecho por nosotros, debemos darnos cuenta de qué importante es esta fe.
Ahora estamos difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, que es el lugar donde Dios obra y el campo donde se siembran las semillas. Y estamos predicando el Evangelio de Su bautismo y derramamiento de sangre obedeciendo Su mandamiento. Ahora es el momento de que conozcan la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él.
El Apóstol Pablo profesó su fe en Romanos 8, 1-2: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús».
Incluso si profesan creer en Jesús como su Salvador, hay dos posibilidades: que vivan en Jesús ahora, o que estén fuera. Esto se refiere a la condición de que si hay o no pecado en sus corazones ahora mismo, y este es un asunto crucial para ustedes. Cuando pecan, si el pecado se agarra a sus corazones o no, también es una cuestión crucial. Dependiendo del resultado, si tienen o no pecados en Jesucristo, pueden averiguar si son cizaña o grano verdadero.
La fe que nos permite venir a Jesucristo es la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es porque entramos en el Reino de los Cielos, porque el poderoso Evangelio del agua y el Espíritu ha borrado todos sus pecados, hasta el último centavo.
Como está escrito: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8, 1), al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu no tenemos ningún pecado, y como no tenemos pecado, no hay condenación. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no tienen ya pecado gracias a su fe, y por tanto nunca más serán pecadores. Al estar sin pecado gracias a la fe ahora son justos.
La palabra «condenación» en este pasaje implica «ser condenado por tener pecados». Es para señalar que hay pecado en el corazón humano. Muchos cristianos, incluso después de creer en Jesús, dicen que son pecadores porque todavía tienen pecados en sus corazones. Pero la Biblia dice que no hay condenación en Jesucristo, lo que significa que la fe de los que dicen que aún tienen pecados es errónea.
«Soy un pecador. No soy hijo de Dios. No soy más que cizaña». Tener esta fe es desobedecer la justicia de Dios y no creer en ella. Por otro lado, el Apóstol Pablo declaró: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte».
¿Qué es esta ley de la muerte que el Señor mencionó? Es la Ley que señala los pecados de la gente y dice que hay condenación para estos pecados. ¿Cuál es la ley que condena y juzga los pecados de la gente y los lleva a la muerte? Es la Ley justa de Dios. La Ley revela y señala los pecados de la gente. La Ley justa de Dios señala el pecado ante Dios y cuántos pecados hemos cometido, y da un veredicto, diciendo: «Si has pecado, serás echado al infierno». Esta es la función de la Ley.
¿Cuál es la ley del Espíritu de vida? Esta se refiere a la ley de la salvación a través de la que el Hijo de Dios Padre ha borrado nuestros pecados. Mediante esta ley de salvación, nos hizo nacer de nuevo y recibir vida nueva, nos convierte en hijos de Dios y nos permite recibir la vida eterna.
La ley de la remisión de los pecados está en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. El Evangelio del agua y el Espíritu es la ley de salvación a través de la cual Jesús nos ha salvado de nuestros pecados al venir a la tierra, ser bautizado, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos. Está escrito: «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8, 2). Esto significa que el Evangelio del agua y el Espíritu nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Mi país, Corea, estuvo dominado por Japón durante 35 años. Para esclavizar al pueblo coreano para siempre, Japón obligó a los coreanos a cambiar sus nombres por nombres japoneses y a convertirse al sintoísmo. Las vidas de los coreanos eran miserables. Muchos coreanos fueron llevados al ejército japonés a la fuerza y obligados a luchar en la Segunda Guerra Mundial, y muchas vidas se perdieron.
Si Japón no hubiera sido vencido en la Segunda Guerra Mundial, los coreanos no hubieran recuperado su nación. Pero gracias a la victoria de los Aliados, los coreanos, junto con muchas otras naciones colonizadas, fueron librados de la tiranía del imperialismo japonés. El 15 de agosto de 1945, Japón se rindió a los Aliados, y ese día el colonialismo japonés fue expulsado de la Península Coreana.
Así, gracias a la obra justa de Jesús, la ley del Espíritu de vida en Jesucristo nos ha librado a todos de la ley del pecado y la muerte, del mismo modo en que Corea fue librada al final de la Segunda Guerra Mundial. Romanos 8, 3-4 dice: «Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu».
Lo que nos ha librado de la ley del pecado y la muerte es la ley del Espíritu de vida, pero lo que nos ha enseñado que el pecado nos echará al infierno es la Ley. Para librarnos de esta Ley, los requisitos de la Ley deben ser cumplidos. Por eso el Hijo de Dios se encarnó en un hombre, puso todos los pecados de la humanidad sobre Su cuerpo, y nos libró cumpliendo todos los requisitos de la Ley. Todos nuestros pecados se pasaron al cuerpo de Jesucristo.
Jesucristo tomó todos nuestros pecados sobre sí mismo al ser bautizado, fue a la Cruz donde fue condenado por ellos—por eso dijo «Consumado es» cuando murió—se levantó de entre los muertos y se convirtió en nuestro Salvador. Al convertirse en la propiciación de la humanidad, nuestro Señor, el Cordero de Dios, nos ha salvado de nuestros pecados, sin dejar ni uno, hasta el último centavo.
Por eso todo el que quiere convertirse en el verdadero grano debe creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y sólo creen en la sangre de la Cruz, deben creer ahora mismo en este Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Qué dijo Jesús? Dijo que cuando la gente se fue a dormir, el enemigo vino y sembró cizaña. Esto significa que mientras la gente seguía sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, Satanás hizo que sus siervos sembraran los falsos evangelios. Este evangelio falso es el evangelio de sólo la sangre de la Cruz.
Hay mucho de que hablar sobre los falsos y el verdadero Evangelio. Puedo explicar las diferencias entre los dos con todo detalle. Con la Palabra de Dios, puedo llegar hasta el fondo de la cuestión y puedo saber si alguien es un verdadero profeta o no. Al hacerlo puedo curar todo tipo de enfermedad espiritual. Lo he estado haciendo hasta hoy y lo seguiré haciendo. Al predicar el verdadero Evangelio puedo hacer que otros conozcan a los falsos profetas en el mismo instante en el que se les acerquen.
A veces me he sentido muy frustrado porque la gente no entiende. Sin embargo, como Jesús está esperando paciente la siega, es justo que nosotros también esperemos. Debemos predicar a las almas perdidas con paciencia, diciendo: «Este es el Evangelio del agua y el Espíritu. A través de la Palabra del agua y la sangre de Jesús has recibido la remisión de tus pecados de una vez por todas. Eres justo para siempre». Así son los que predican el Evangelio del agua y el Espíritu.
Espero y rezo porque crean en el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu, tengan fe en el verdadero grano, y sean puestos en el granero de Dios al final de los tiempos.