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Sermones

Tema 11: El Tabernáculo

[11-31] El pectoral del juicio (Éxodo 28:15-30)

El pectoral del juicio
(Éxodo 28:15-30)
«Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa, lo harás conforme a la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y un palmo de ancho; y lo llenarás de pedrería en cuatro hileras de piedras; una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista; la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro. Y las piedras serán según los nombres de los hijos de Israel, doce según sus nombres; como grabaduras de sello cada una con su nombre, serán según las doce tribus. Harás también en el pectoral cordones de hechura de trenzas de oro fino. Y harás en el pectoral dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral. Y fijarás los dos cordones de oro en los dos anillos a los dos extremos del pectoral; y pondrás los dos extremos de los dos cordones sobre los dos engastes, y los fijarás a las hombreras del efod en su parte delantera. Harás también dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral, en su orilla que está al lado del efod hacia adentro. Harás asimismo los dos anillos de oro, los cuales fijarás en la parte delantera de las dos hombreras del efod, hacia abajo, delante de su juntura sobre el cinto del efod. Y juntarán el pectoral por sus anillos a los dos anillos del efod con un cordón de azul, para que esté sobre el cinto del efod, y no se separe el pectoral del efod. Y llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, cuando entre en el santuario, por memorial delante de Jehová continuamente. Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová».
 
 
Ahora pasemos nuestra atención al pectoral con el que el Sumo Sacerdote juzgaba al pueblo de Israel. El pasaje de arriba nos dice que el pectoral del juicio estaba hecho de un material doblado en un cuadrado. Este material estaba tejido artesanalmente de hilos de color oro, azul, púrpura y carmesí y de lino fino. En este material había doce piedras preciosas, tres en cada hilera en un total de cuatro hileras. Dios también le dijo a Moisés que pusiera el Urim y el Tumim en el pectoral del juicio. El Urim y el Tumim significan respectivamente luz y perfección. 
 
 

El criterio del juicio del Sumo Sacerdote

 
Como todos sabemos todo juicio va precedido de un examen detenido del caso con los criterios relaciones y con las leyes y regulaciones. Entonces, ¿según qué criterios juzgaba el Sumo Sacerdote a su pueblo? Tenía que juzgar a su pueblo según el Urim y el Tumim en su pectoral, es decir, según la luz y la perfección. La fe básica que le permitía juzgar correctamente era la fe en la verdad manifestada en los cinco hilos de los que estaba hecho el pectoral del juicio. En otras palabras, el juicio estaba basado en la fe en la verdad hecha de los hilos de color oro, azul, púrpura y carmesí y de lino fino torcido utilizados en el pectoral y así el Sumo Sacerdote podía juzgar a todo el pueblo de Israel. 
Dicho de otra manera, el criterio para juzgar del Sumo Sacerdote es la verdad, que es la luz y la perfección, manifestada en los hilos de color azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido utilizados en el pectoral. Al creer en la verdad manifestada en estos cinco hilos el Sumo Sacerdote podía tomar una decisión con autoridad por el resto del pueblo de Israel, ya tuvieran razón espiritualmente o no. 
El pectoral se ponía sobre el corazón del Sumo Sacerdote, y el Urim y el Tumim dentro. Esto implica que en el corazón del Sumo Sacerdote la verdad de la luz y la perfección estaban tan firmemente establecidas que siempre podía guiar al pueblo de Israel y juzgar si su fe era correcta, si ofrecía los sacrificios según el sistema establecido por Dios, y si seguía Sus mandamientos. 
Hoy en día, los sacerdotes reales de Dios también tienen que tener el mismo criterio y juzgar a la gente de esta era. Debemos llegar a la conclusión de que si la gente cree en la verdad manifestada en los cinco tipos de hilo utilizados en el pectoral, entonces pueden convertirse en la luz del mundo ante Dios, y si no creen, tendrán que ser condenados. 
Algunas personas no estarán de acuerdo con esta Palabra y dirán que hay muchas rutas diferentes para llegar al pico de un montaña. Los escaladores pueden decir: «La última vez tomaste la ruta más fácil, pero esta vez yo iré por la ruta del este, que es la más difícil de todas, y conquistaré esta montaña». Desde luego, cuando se trata del montañismo es posible que haya rutas alternativas. Pero cuando se trata de las cosas espirituales no se puede discutir o comprometer la verdad. El único criterio es el que Dios ha establecido. Para convertirnos en la luz del mundo ante Dios, no tenemos diferentes métodos para hacerlo, sino solo uno: es creer en la verdad brillante de la salvación manifestada en los hilos de color oro, azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido utilizados en el pectoral y en el efod, y así poder recibir la remisión de nuestros pecados y convertirnos en hijos de Dios.
No hay otra manera de convertirnos en la luz del mundo, sino creer que Dios ha borrado todos nuestros pecados y nos ha hecho justos con los hilos azul, púrpura y carmesí. Solo al creer en la verdad de los materiales utilizados en las vestiduras del Sumo Sacerdote los pecadores puede convertirse en justos y los imperfectos en perfectos. De la misma manera, cuando se juzga si hemos sido salvados por Dios o no, se nos juzga según la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que se ha convertido en la luz brillante de la verdad. 
Si de verdad queremos ser juzgados correctamente ante Dios, si vamos a ir al Cielo o al infierno, debemos tener la fe que cree en los materiales utilizados para hacer el pectoral del juicio. Para poder ver a los demás y distinguir si creen de todo corazón en la verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, primero debemos haber creído en el Evangelio del agua y el Espíritu. Lo que debemos entender es que la verdad manifestada en los hilos de color oro, azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido, es precisamente lo que nos permite realizar un juicio correcto sobre la remisión de los pecados. ¿Lo entienden ahora?
Entonces, ¿quién es el primero que puede realizar el juicio de correcto sobre la remisión de los pecados hoy en día? Jesucristo, el Sumo Sacerdote eterno del Cielo. Jesucristo tomó todos nuestros pecados sobre Su cuerpo mediante Su bautismo, y al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos nos ha librado para siempre de todos los pecados del mundo. Así que, quien crea en Jesucristo según esta verdad se puede convertir en un sacerdote real y puede tener el derecho de juzgar a la gente correctamente. Ahora los nacidos de nuevo tenemos el deber de juzgar a los que no han sido salvados según el criterio que Dios nos ha dado, el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos llevar a cabo esta tarea con fidelidad ante Jesucristo, el Juez Supremo. 
Hay algunas personas a las que no les gusta el veredicto de los sacerdotes espirituales. Se levantan contra nosotros diciendo: «¡No sois Dios! Sois solo hombres insuficientes como yo, ¿cómo podéis determinar si he recibido la remisión de mis pecados o no? El juicio correcto de los pecadores lo realiza solo Dios. ¿Quién creéis que sois? ¿Cómo os atrevéis a juzgar si he sido salvado o no? Solo Dios lo sabe. ¿Sois Dios? ¿Creéis que sois mejores que nadie?».
Pero la razón por la que las decisiones de los sacerdotes espirituales son correctas es que el Señor les ha dado este derecho. Cuando los sacerdotes de Dios determinan lo que es correcto y lo que es incorrecto, debemos creer en este juicio porque es el juicio correcto. Al igual que los médicos pueden diagnosticar las enfermedades de sus pacientes, los sacerdotes espirituales pueden examinar las almas y determinar si todavía tienen pecados o si son justas. 
Por la fe que cree en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido podemos convertirnos en estos sacerdotes espirituales. Los sacerdotes espirituales son los que han sido redimidos de todos sus pecados y han recibido al Espíritu Santo de Dios al creer en el Evangelio de la Verdad. Los que se han convertido en sacerdotes puede diferenciar a los justos de los pecadores. Como hemos recibido la remisión de los pecados al escuchar el Evangelio manifestado en los hilos azul, púrpura y carmesí y hemos creído en él, ahora podemos curar a los pecadores y llevarlos a Cristo. 
 
 
Tienen que ser valientes cuando la gente desafía su sacerdocio
 
Los pecadores, en sus propios pensamientos, también intentan reducir el poder del juicio justo de los justos. Sin embargo, puede que no sepamos que somos sacerdotes aunque hayamos nacido de nuevo. Cuando los nacidos de nuevo juzgamos a los demás, podemos pensar: «¿No estoy siendo arrogante? ¿No puede ser que esté equivocado?». Pero esto no está mal, porque solo los que se han convertido en sacerdotes de Dios espiritualmente pueden juzgar correctamente. Así que, los nacidos de nuevo tienen que ser valientes cuando los pecadores desafían su autoridad diciendo: «A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos» (Juan 20, 23). Los que se han convertido en sacerdotes espirituales pueden guiar a los demás con el Evangelio que les ha permitido recibir la remisión de los pecados. 
Por todo el mundo, hay muchos santos que han recibido la remisión de los pecados a través de nuestro ministerio literario cristiano. Junto con la remisión de los pecados, Dios les ha dado el poder del Espíritu Santo para que puedan diferenciar espiritualmente a los que han recibido la remisión de los pecados y los que no. Los que creen en los que nos dicen los hilos de color oro, azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido son los que tienen el poder de juzgar a los demás por fe. A través de estos sacerdotes, Dios ha salvado a la gente de sus pecados y de la condena. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en los hijos de Dios espiritualmente. 
Después de convertirnos en hijos de Dios, nos hemos convertido en sacerdotes espirituales, y por tanto tenemos el derecho de juzgar tanto a los que han recibido la remisión de los pecados como a los que no. Debemos decirles a los pecadores sin duda que están destinados a ir al infierno por sus pecados y que tienen que recibir la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Asimismo debemos juzgar a nuestros hermanos creyentes que ya han nacido de nuevo por el agua y el Espíritu, para poder llevarlos por el buen camino. 
No deben pensar que los que nos hemos convertido en sacerdotes espirituales no debemos juzgar a los pecadores que no han recibido la remisión de sus pecados. No deben pensar que es arrogante considerar pecadoras a estas personas. Por el contrario, como siempre llevamos el pectoral del juicio en nuestros pechos como sacerdotes espirituales, debemos cumplir con nuestro deber con más ganas. Debemos dejar todo lo demás de lado y sentenciar a los pecadores al infierno en nombre de Dios. Entonces estos pecadores reconocerán el juicio espiritual de los sacerdotes espirituales como el juicio de Dios, lo aceptarán, creerán en la gracia de Dios que redime los pecados y está manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido, y así serán salvados de sus pecados. Por eso un juicio de fe es un juicio correcto. 
Entonces, ¿con qué criterio podemos determinar si la gente ha recibido la remisión de los pecados o no? Podemos determinarlo basándonos en la fe que cree en los cinco hilos de color oro, azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido. Dicho de otra manera, los sacerdotes reales podemos juzgar a los demás en base al Evangelio del agua y el Espíritu: Jesucristo, el Hijo de Dios, tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz, fue enterrado y se levantó de entre los muertos, y así ha borrado todos nuestros pecados y ha cargado con la condena de los mismos. Los que creen en esta Verdad son los que han recibido la remisión de los pecados, y los que no creen en esto merecen ser condenados como pecadores. 
El criterio del juicio para los justos, es decir el que hayan vivido vidas espirituales sin valor o no, se basa en lo bien que hayan servido al Evangelio del agua y el Espíritu. Por cierto, para todos los juicios, la pregunta de si uno cree en el Evangelio del agua y el Espíritu o no es el criterio principal. Quien no crea en este Evangelio verdadero ante Dios seguirá siendo un pecador. Quien se deje fuera de su fe un solo hilo de los cuatro hilos del Antiguo Testamento, es decir el hilo azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido, seguirán sin poder salvados, ya que la salvación de Dios requiere la fe de esos cuatro hilos. 
Entre los cristianos de hoy en día hay muchos que dicen que han nacido de nuevo al creer en la sangre derramada en la Cruz solamente. Al juzgar la fe de estos cristianos que creen solamente en la sangre derramada en la Cruz, podemos concluir que su fe es insuficiente, ya que ha sido creada por ellos y se ha dejado fuera el hilo azul (el bautismo de Jesús). ¿Podrían Jesús haber tomado los pecados de la humanidad cuando murió en la Cruz? La razón por la que fue posible que Jesús fuese crucificado, derramase Su sangre y muriese en la Cruz era que primero había tomado todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. Si Jesús no hubiese sido bautizado por Juan, ¿cómo podrían habérsele pasado todos los pecados? Como nuestros pecados fueron pasados al cuerpo de Jesucristo a través de Su bautismo, Cristo pudo cargar con los pecados del mundo, ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir para completar nuestra salvación. 
Jesucristo fue crucificado porque había aceptado los pecados del mundo cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Pero si no hubiese sido por Su bautismo, ¿cómo podría haber aceptado nuestros pecados? ¿Quién podría haber sido colgado en la Cruz para cumplir la voluntad de Dios Padre? Si Jesús no hubiese aceptado nuestros pecados al ser bautizado, ¿cómo podría haber muerte en la Cruz? ¿No creen? Si Jesucristo no hubiese sido bautizado por Juan el Bautista, todos sus pecados seguirían intactos en sus corazones. Si el cuerpo de Jesucristo no hubiese tomado los pecados del mundo, ¿para qué tuvo que ser crucificado en nuestro lugar?
 
 
Preguntas que surgen del desconocimiento del Evangelio del agua y el Espíritu
 
Hay algunas personas que preguntan: «Si es verdad que Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautizado, entonces Jesús tuvo pecados en Su cuerpo, y si es así, ¿cómo puedo Jesús convertirse en el Salvador de los pecadores si era pecador?».
Esta es una pregunta bastante frustrante que surge del desconocimiento del Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús tomó los pecados de la humanidad sobre Su carne cuando fue bautizado. En otras palabras, no tomó los pecados del mundo en Su Espíritu. La naturaleza divina de Jesús siguió siendo completamente santa. Fue bautizado en Su carne y por tanto tomó todos los pecados del mundo sobre Su cuerpo. Como Jesús fue bautizado por Juan el Bautista pudo ser crucificado y condenado por todos los pecados, y pudo derramar Su sangre y morir en la Cruz. Jesús no cometió ningún pecado en este mundo (2 Corintios 5, 21). Pero como Jesucristo tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, los pecados del mundo se le pasaron a su Cuerpo. Si no hubiese sido así, Jesucristo nunca se habría convertido en nuestro Salvador. 
Lo que de verdad quiero decirles a estas personas ignorantes es que Jesús no tomó todos los pecados del mundo en la Cruz. Se lo voy a explicar otra vez: «Jesús tuvo que morir en la Cruz porque había cargado con los pecados del mundo cuando fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán». Si esto no fuese cierto, no habría habido ninguna otra oportunidad para que Jesús tomase los pecados del mundo. Aunque Jesús vino como Cordero de sacrificio para todos los pecadores, en realidad no tenía ningún pecado en Su corazón. Jesús no nació con pecados, sino que al ser bautizado por Juan el Bautista aceptó todos los pecados del mundo que fueron pasados a Su cuerpo. Así es como Jesús se convirtió en el sacrificio legal para todos los pecados del mundo. En otras palabras, Jesús tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado y entonces tuvo que derramar Su sangre y morir en la Cruz. Después de todo se levantó de entre los muertos y se convirtió en nuestros verdadero Salvador. Al hacer esto pagó toda la condena de los pecados. Por tanto, por la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, deben ser salvados de todos sus pecados si todavía tienen pecados en sus corazones. 
 
 

La historia del cristianismo corrupto

 
Durante el período de la Iglesia Primitiva los Apóstoles, como Pablo y Pedro, y los santos podían hacer de sacerdotes espirituales al creer en el bautismo de Jesús y la sangre derramada en la Cruz. Históricamente, después de este período y del período de los Padres de la Iglesia, la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu empezó a corromperse, y el Edicto de Milán en el 313 d.C. aceleró este proceso de decadencia. Creo que los pecadores cristianos de hoy en día provienen de esta corrupción. Desde entonces han aparecido una gran cantidad de cristianos nominales que dicen haber recibido la remisión de los pecados aunque solo creen en la sangre de la Cruz. Desde entonces hasta ahora, el Evangelio manifestado en los hilos azul, púrpura y carmesí no ha testificado y ha permanecido escondido. Es preocupante que haya tantos cristianos pecadores que consideran el cristianismo como cualquier otra religión del mundo. 
Cuando juzgamos a los cristianos de hoy en día según la fe que nos ha permitido convertirnos en sacerdotes espirituales, podemos ver que muchos de ellos no han entendido correctamente la salvación que les permite recibir la remisión de los pecados. Podemos ver que las declaraciones de fe de todas las denominaciones del cristianismo actual son similares. Solo se diferencian en el nombre de la denominación, Pero todas creen que se puede recibir la remisión de los pecados si se cree solamente en la sangre derramada en la Cruz. Pero sus corazones no han sido redimidos. Mientras siguen sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios, piensan que son buenos cristianos. Podemos ver que, aunque estas personas creen en Jesús como su Salvador, y creen en la sangre derramada en la Cruz, están obsesionadas con las oraciones de penitencia porque no conocen la Verdad que les permite recibir la remisión de sus pecados. En otras palabras, hay personas que intentan borrar sus pecados aunque no conocen el poder del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por eso estamos predicando ahora este verdadero Evangelio del agua y el Espíritu una vez más a todo el mundo. Como la gente de todo el mundo no conoce el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, nosotros reconocemos que debemos predicarle este Evangelio del agua y el Espíritu manifestado en los hilos azul, púrpura y carmesí utilizados en el Tabernáculo. Todos nosotros estamos predicando a la gente de este mundo que, como Jesús cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, pagó la condena de los pecados al ser crucificado y morir. Les debemos a estas personas que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu predicárselo. Por tanto, nos damos cuenta de la necesidad de darles la oportunidad de escuchar este Evangelio verdadero para que crean.
En algunos países, la historia de la fe cristiana data de hace 1000 ó 2000 años. Pero está claro que la mayoría de los cristianos no tienen un conocimiento claro del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando los juzgamos basándonos en la verdad del Evangelio manifestado en el Tabernáculo, hay muchos que deben creer en Jesús como Su Salvador desde cero. Lo que estoy intentando decir es que, aunque hayan creído en Jesús desde hace mucho tiempo, si todavía no han recibido la remisión de los pecados, debemos enseñarles a creer en Jesús de nuevo correctamente. Tenemos que enseñarles el Evangelio del agua y el Espíritu urgentemente. El Apóstol Pablo tenía el mismo plan que nosotros: «Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Corintios 9, 16). 
 
 

Jesucristo es Dios, quien vino en un cuerpo humano para salvar a todos los pecadores

 
Algunas personas, aunque creen que Jesús es el Hijo de Dios y su Salvador, no creen que Jesús sea Dios. No creen en el ministerio del hilo azul de Cristo. Estas personas serán destruidas porque no tienen en su corazón la fe que cree en toda la Verdad revelada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido y por tanto no ha recibido la remisión de sus pecados. Los que no creen de corazón que el Señor haya borrado todos sus pecados no tienen al Espíritu Santo en sus corazones porque no tienen la Palabra que da testimonio de que sus pecados han sido borrados. 
Cuando llamamos Señor a Jesús, la palabra Señor significa Maestro, y denota que Jesús es Dios. Este Hijo de Dios es el Dios verdadero. Para explicar este concepto a menudo utilizo la siguiente metáfora. Cuando los seres humanos conciben, dan a luz a otro ser humano. Cuando los perros dan a luz, tienen cachorros. Los pájaros tienen pájaros. En otras palabras, al igual que hay diferentes tipos y especies, Dios Padre ha tenido al único Hijo, que también es Dios (Salmos 2, 7). En realidad es igual que Dios en esencia (Filipenses 2, 6), pero se vació y se convirtió en un ser humano. Para salvarnos del pecado vino al mundo, fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y como nuestro verdadero Salvador nos ha dado la verdadera fe de salvación. 
Sin embargo, hay muchas personas que niegan que Jesús es Dios. En las escuelas enseñan que Jesús es uno de los Cuatro Sabios que aparecieron en la antigüedad. Esta noción está presente también en los Padres de la Iglesia. Aunque escucharon el Evangelio de sus predecesores de fe, algunos de ellos tuvieron tanta fe que confesaron su fe y fueron martirizados, pero otros negaron la divinidad de Jesús. Algunos de estos autores escribieron obras en las que afirmaban que Jesús es el Hijo de Dios pero no Dios mismo. 
Recientemente muchos teólogos han empezado a apoyar el pluralismo religioso. Dicen que la gente puede ser salvada de los pecados y entrar en el Cielo aunque crean en religiones diferentes al cristianismo. El catolicismo ha sido la primera denominación en declarar este credo públicamente. La razón por la que estos supuestos cristianos tienen este punto de vista es que ellos no creen que Jesús sea Dios y el Creador. Quieren creer en Él como está escrito en la Palabra, pero no pueden sostener su fe sobre sus enseñanzas falsas. Son hombres necios que construyen sus casas sobre la arena (Mateo 7, 26). Les encanta aprender cosas sobre otras religiones. Por ejemplo, algunas iglesias occidentales están practicando programas de meditación budista una vez por semana. Desde un punto de vista humanista, estos programas parecen bonitos y más progresistas. Pero quien no crea que Jesús es Dios no puede ser salvado del pecado. 
¿Y ustedes? ¿Cómo creen? Génesis 1, 1-3 dice: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz». Dios creó los cielos y la tierra a través de Su Palabra en el principio. La Palabra ha existido desde el principio, y esta Palabra es Dios. Por tanto, el mundo fue creado a través de Jesucristo, la encarnación de la Palabra (1 Juan 1, 1; Juan 1, 10). Esto significa que Jesucristo es Dios mismo, el Dios de la Palabra. Jesucristo es el Creador que hizo el universo y el Salvador que vino a salvarnos. Nosotros debemos creer que este Jesucristo es Dios mismo, quien dejó el trono de gloria del Cielo y vino personalmente a este mundo encarnado en un hombre. 
A través de Sus siervos, Dios mismo profetizó sobre la venida del Mesías, y según estas profecías el Salvador fue concebido en el cuerpo de la Virgen María y fue encarnado en un hombre. Es decir, Dios mismo fue concebido en la carne y nació de un cuerpo humano. Cuando cumplió los 30 años, como el Sumo Sacerdote del Cielo, tomó todos nuestros pecados y los pecados de toda la humanidad sobre Su cuerpo al ser bautizado. Entonces murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado perfectamente de todos nuestros pecados. En otras palabras, Jesús se ha convertido en nuestro Salvador verdadero y eterno. 
En Su esencia fundamental, Jesús es Dios, y es igual que Dios Padre. Para nosotros este Jesús, que es igual que Dios, es el mismo Dios. El Padre de Jesucristo es también Dios para nosotros, y también Jesucristo. ¿Por qué? Porque el mundo fue creado a través de Él, y por Él fueron creados los seres humanos. Dios dijo en Génesis 1, 26: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Cuando Dios creó al hombre en Su imagen, Jesucristo estaba ahí. Él es quien nos creó. Él es quien nos creó y nos salvó del pecado. Jesucristo, que vino para salvarnos, es nuestro Salvador. Como Jesucristo nos ha dado la salvación, y como es Dios, creemos que es el Señor de nuestra salvación. Por eso nosotros no debemos estar confundidos, sino que debemos creer en el Señor Dios que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu como el Salvador. 
Hay personas que siguen insistiendo que son hijas de Dios aunque tienen pecados en sus corazones. ¿Pueden ser el pueblo de Dios aunque sus corazones tengan pecados? ¿Pueden ir al Cielo aunque sus corazones tengan pecados? ¡Por supuesto que no! No importa que sean cristianos o no; si no han recibido la remisión de los pecados porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, ninguno de ellos puede entrar en el Cielo. Pero en las comunidades cristianas de todo el mundo hay muchas personas que tienen este tipo de fe. 
¿Quién debe predicar el verdadero y correcto Evangelio del agua y el Espíritu a estas personas? Nosotros, ustedes y yo, debemos realizar el juicio correcto por ellos y predicarles la verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. El Evangelio manifestado en el Tabernáculo no es el tipo de verdad que debería predicarse una o dos veces y dejarse en paz. Es la Verdad de la verdadera salvación que debe seguir siendo predicada hasta el día que nuestro Señor vuelva. 
¿Conocen este Evangelio del agua y el Espíritu que les permite recibir la remisión de los pecados? Si la gente tiene pecados, no puede ser hija de Dios. Deben tener la fe que cree en el Evangelio de la verdad de la salvación que está manifestado en los hilos azul, púrpura y carmesí utilizados en el Tabernáculo. Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el fin del mundo. ¿Estamos demasiado avergonzados para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu? En la antigüedad, cuando Dios les dijo a Sus siervos: «Salid y seguid profetizando», los siervos lo hacían. Así que cuando Dios le dijo a Isaías: «Profetiza desnudo», salió y profetizó desnudo (Isaías 20, 2-5). Solo cuando predicamos este Evangelio del agua y el Espíritu como está manifestado en el Tabernáculo a toda la gente, entonces puede escapar de la ira de Dios. Por eso todos debemos seguir predicando el Evangelio. 
¿Y ustedes? ¿Tienen sus corazones la Palabra de la fe que les da la verdadera salvación? Cuando la gente de todo el mundo no tiene la Palabra de la remisión de los pecados y sigue perteneciendo a Satanás, ¿cómo pueden quedarse quietos sin hacer nada? No pueden quedarse de brazos cruzados. Tenemos muchos colaboradores por todo el mundo. Ellos creen claramente en el Evangelio del agua y el Espíritu. Algunos de ellos nos han confesado que han sido perseguidos cuando han hablado del Evangelio del agua y el Espíritu a sus compañeros. Pero han sido valientes contra los enemigos del Evangelio del agua y el Espíritu diciendo: «No sois el pueblo de Dios porque todavía tenéis pecados en vuestros corazones. Estáis destinados a ir al infierno por vuestros pecados sucios y porque no creéis en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora nos os puedo llamar hermanos aunque me llaméis hermano porque ya no soy un pecador como vosotros».
Nosotros no les hemos enseñado a actuar así, pero el Espíritu Santo les enseña lo que tienen que hacer. No tienen que ser intimidados porque tienen el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones y porque constituye el criterio por el que tienen que juzgar a los demás. Esta habilidad de distinguir la remisión de los pecados de los demás la han recibido porque creen en el Evangelio de Verdad manifestado especialmente en el Tabernáculo. Debemos presentarnos ante Dios con la fe en la Verdad que representan los hilos azul, púrpura y carmesí, con los que el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados y nos ha hecho justos. 
 
 
Debemos corregir el criterio con el que medimos la salvación
 
La Palabra de Dios recibe el nombre de canon. La palabra canon deriva del término hebreo qaneh y del término griego kanon, que significan una medida. Cuando necesitamos medir algo, utilizamos una regla o una vara para medir correctamente. De esta manera, cuando necesitamos conocer el estado espiritual de una persona, es decir, saber si la persona ha nacido de nuevo o no, debemos investigar a esa persona con la regla de los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido. Al igual que un sastre utiliza su regla para medir la talla de sus clientes, nosotros debemos averiguar si una persona ha sido salvada de sus pecados o no. Para ello necesitamos la verdad manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido. En otras palabras, si nos basamos en esta Palabra de Dios podemos seleccionar todos los aspectos de la fe de esa persona y distinguir claramente lo que no cumple este criterio y lo que sí lo cumple. 
En particular, debemos inspeccionar nuestra fe con la regla de los hilos azul, púrpura y carmesí, es decir, el Evangelio del agua y el Espíritu. Si alguien cree en Jesús basándose solamente en los hilos púrpura y carmesí, su salvación no puede ser aprobada por Dios como los sacerdotes reales de Su Iglesia. Quien quiera recibir la remisión de sus pecados debe creer en toda la verdad de la salvación manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí. Todos debemos creer que Jesús vino al mundo para salvar a la humanidad del pecado, que tomó todos nuestros pecados al ser bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y así se ha convertido en nuestro verdadero Salvador. Todos nosotros debemos tener este criterio de juicio correcto. Debemos basarnos en la Palabra de Dios para que podamos decidir si la gente es justa o pecadora. No podemos basarnos en nuestro propio conocimiento y en nuestras emociones de manera posterior. Esta obra deben hacerla los sacerdotes espirituales y deben realizar el sacrificio del pecado por su pueblo. 
Ahora nosotros debemos juzgar a todo el mundo con el criterio correcto. El mismo criterio sirve para todo el mundo, para nuestros hijos, esposas, maridos, padres y madres, familia política y nietos. Debemos distinguir la fe de los demás con la Palabra de Dios. Los que se han convertido en sacerdotes deben utilizar la regla del juicio en los corazones de la gente. «¿Creen en la verdad de Jesús de los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido? Si creen, están salvados, pero si no creen, no están salvados». Deben juzgar correctamente. 
Si esto es lo que el Sumo Sacerdote hacía, entonces nosotros, los que nos hemos convertido en sacerdotes espirituales, debemos hacer lo mismo sin falta. Si no sabemos lo que tenemos que hacer como Sus sacerdotes, no podemos evitar ser reprendidos por Dios. Algunas personas dicen: «Así no se evangeliza. Se hace de esta otra manera. Si todos evangelizásemos como vosotros, ¿quién creería en Jesús?».
En Teología, hay un curso llamado el Arte del Evangelismo. Proporciona una guía para la evangelización. Hace tiempo todo el mundo en este campo solía referirse a la evangelización amistosa. Todavía se enseña que cuando se intenta evangelizar a alguien, primero hay que hacerse amigos de esa persona y después, poco a poco, llevarla a la iglesia. Tienen razón. También dicen que cuando la persona decide creer en Jesús debido a estos esfuerzos de evangelización, hacen que la persona repita la oración de recepción de Jesús para que Jesucristo entre en su corazón y sea salvada. 
Pero, ¿cuál es el resultado final de este enfoque? ¿Desaparecen los pecados de los nuevo conversos? No. Van a la Iglesia pero siguen teniendo pecados. En otras palabras, los nuevos conversos se han convertido simplemente en practicantes del cristianismo. Después de hacer que esta gente crea en Jesús, les hacen ofrecer diezmos u ofrendas de acción de gracias. Al final, aunque se han convertido en cristianos, no pueden escapar del juicio de Dios porque siguen teniendo pecados. 
Nos dicen que nuestro método de predicar el Evangelio es incorrecto: «¿Cómo pueden preguntarle a la gente si tiene pecados o no nada más conocerles? ¿Cómo pueden sacar a relucir la cuestión de la salvación tan pronto, y juzgar si están salvados o no, si casi ni los conocen?». Por supuesto, debemos considerar lo que dicen porque podemos herir los sentimientos de la persona que queremos salvar. Pero tarde o temprano tendremos que predicar el Evangelio a las personas con las que estamos en contacto. Por muy buenos amigos que seamos, como tenemos que predicarles el Evangelio, no podemos dejar escapar cualquier oportunidad de predicarlo por fe. ¿Por qué? Porque si no les hablamos de esta Verdad hasta el final, no estaremos predicando el Evangelio correctamente. 
Por tanto, debemos preguntarle a todo el mundo, ya sea al principio o al final de nuestra conversación con el propósito de evangelizar: «¿Tienen pecados en sus corazones?». Si la respuesta es positiva, debemos predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu. Por supuesto, a veces nos reprenden con agresividad. Pero como somos los sacerdotes espirituales debemos recordar que nuestro deber solemne es hacer sonar la trompeta del Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. 
 
 

Un Señor, un bautismo, y un Dios

 
Hemos sido redimidos de todos nuestros pecados, y el objetivo de nuestras vidas es predicar el Evangelio por todo el mundo. Como tenemos las mismas tareas que los evangelistas que predican el Evangelio del agua y el Espíritu, trabajamos juntos. ¿Por qué estamos haciendo esto? Porque creemos en el mismo Dios, hemos recibido la misma vida eterna, y disfrutaremos de la misma gloria. Todos somos diferentes los unos de los otros, cada uno tenemos nuestras propias personalidades y caracteres, pero la razón por la que nos separamos del resto y nos unimos mutuamente es para vivir solo por Dios. 
Dios ha puesto el pectoral del juicio sobre los corazones de los que se han convertido en los sacerdotes de hoy en día. El pectoral tenía que estar sujeto «y juntarán el pectoralpor sus anillos a los dos anillos del efod con un cordón de azul, para que esté sobre el cinto del efod, y no se separe el pectoral del efod» (Éxodo 28, 28). Esta frase hace hincapié una vez más en lo indispensable que es el bautismo de Jesús en todos los juicios que realizamos. Así que, el Apóstol Pablo también declaró la importancia del bautismo de Jesús diciendo: «Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo» (Efesios 4, 4-5).
Tenemos la responsabilidad de juzgar si las almas de las personas han sido salvadas o no basándonos en si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos predicar el Evangelio a los que no han recibido la remisión de los pecados y debemos darles reconocimiento y ayudarles a crecer en la fe. Cuando hemos sido redimidos de nuestros pecados, lo justo es que nos pongamos el pectoral del juicio espiritualmente, ¿o no es así? Dicho de otra manera, ¿es correcto que evitemos el juicio correcto de la salvación? No es correcto. Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo a todo el que no ha sido salvado todavía. 
 
 
Entonces, ¿somos perfectos en nuestra carne?
 
Cuando juzgamos a los pecadores, no estamos juzgando sus acciones. En realidad estamos juzgándoles con la luz de este verdadero Evangelio y con la justicia de Dios. ¿Qué es la verdadera luz para ellos? Convertirse en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu es la luz para ellos. Los hijos de Dios son la luz de este mundo. ¿Significa esto que los que han sido redimidos de los pecados completamente son perfectos en sus acciones? En sus corazones son perfectos, pero en su carne son completamente insuficientes. 
En nuestra carne todos somos egoístas, malvados, insuficientes y débiles, pero ante Dios somos Su pueblo perfecto. ¿Son hijos de Dios los que hacen obras insuficientes pero creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son los hijos de Dios cuya salvación es perfecta espiritualmente. En otras palabras, las obras de los que han recibido la remisión de los pecados al creer en los hilos azul, púrpura y carmesí no son perfectas, pero su salvación sí que es perfecta. Como nuestra fe que nos ha salvado es completa podemos estar en comunión los unos con los otros en la gracia de Dios. Como hemos tomado una decisión con la verdad exacta de los hilos azul, púrpura y carmesí, nuestra fe y nuestro juicio no pueden ser incorrectos. 
Dios nos ha dicho que pongamos este criterio de juicio sobre los corazones de los sacerdotes siempre. Debemos recibir a la gente del mundo con los brazos abiertos. Debemos recibir sus almas, orar por ellas, y predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso debemos llevar siempre el pectoral del juicio en nuestros corazones. Asimismo, hoy y mañana debemos juzgar siempre a los pecadores para poder predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu.
Espero sinceramente que esta verdad de la fe se encuentre en sus corazones. Si esta verdad está en sus corazones, entonces tienen el derecho de juzgar. Crean en esta Palabra de verdad. Juzguen según la Palabra de Dios y crean y prediquen siempre el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. 
Todos los días recueros el pectoral del juicio en mi corazón, juzgo todo ante Dios y sigo predicando el Evangelio. De hecho la repetición es un método muy efectivo de predicar el Evangelio. ¡Qué memoria tan mala tenemos! Los pedagogos insisten que la educación por repetición es la manera más efectiva y tradicional de educar. Un lingüista afirmó una vez que un bebé puede decir una palabra correctamente si la repite continuamente más de mil veces. De la misma manera, cuando predicamos continua y repetidamente la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, se graba en nuestros corazones. Yo he escrito esta Verdad del Evangelio una y otra vez para que cuando la gente lea mis libros pueda entender claramente la verdad de los hilos azul, púrpura y carmesí y del lino fino torcido, y crea en ella. Por eso seguimos predicando este Evangelio de Verdad. 
Hermanos y hermanas, los santos debemos confesar nuestra fe los unos a los otros. Cuando confesamos nuestra fe y compartimos la gracia de Dios, nuestros corazones están en comunión, y cualquier conocimiento equivocado o malentendido puede ser corregido y rectificado. A través de este método podemos crecer espiritualmente. Al crecer nuestra fe, nuestras vidas de fe siguen adelante. ¿Cuántas veces hemos estado equivocados? ¿Cuánto conocimiento equivocado teníamos? ¿Cuánto conocimiento era solo teórico? Todas las creencias que teníamos antes de conocer el Evangelio del agua y el Espíritu eran meramente teóricas. 
El Apóstol Pablo dijo que quien predique cualquier otro evangelio a parte del Evangelio que él predicaba estaba maldito (Gálatas 1, 9). Pablo también dijo que contaba todo lo que conocía a parte de la verdad de Dios como basura. Sin embargo, en el cristianismo actual, los que solo alardean de su conocimiento religioso sin valor se hacen poderosos. 
Como hemos sido salvados a través de los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido, tenemos comunión y podemos unir nuestros corazones. No estamos avergonzados de este Evangelio del agua y el Espíritu, porque es la Verdad que nos ha librado del castigo eterno del infierno. Pero no podemos evitar predicar el Evangelio de Verdad escondido en los hilos azul, púrpura y carmesí hasta el final del mundo sin dudarlo. Esta misión tenemos que llevarla a cabo urgentemente. 
Cuando encontré este Evangelio del agua y el Espíritu por primera vez y me di cuenta de que era la Verdad, me sorprendió mucho: «¡Esta es la Verdad! Pero no la había visto hasta ahora. ¿Conocen esta Verdad los cristianos de todo el mundo? ¿Hablan de ella los teólogos?». Me gustaría que hubiera habido algún teólogo que conociese esta Verdad y hablase de ella. Así que investigué todas las ramas teológicas del cristianismo para poder encontrar cualquier rastro del Evangelio del agua y el Espíritu, pero no lo pude encontrar. 
Así que la primera oración después de encontrar el Evangelio de Verdad fue la siguiente: «Señor, creo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Creo que tomaste todos mis pecados al ser bautizado, morir en la Cruz, levantarte de entre los muertos, y que así me has salvado. Pero Señor, la gente de todo el mundo no conoce esta Verdad todavía. Déjame predicar esta Verdad por todo el mundo. Permíteme predicar Tu Evangelio original tal y como es».
Para mí es una gran bendición haberles conocido, mis queridos colaboradores. Es mucho mejor conocer a unos pocos buscadores de la verdad, que buscan a Dios, para predicar la Verdad de los hilos azul, púrpura y carmesí y del lino fino entrelazado, y creer en Él y servirle juntos, que encontrar y enseñar a mil personas que no escuchan ni creen en la Palabra de Dios. Estoy tan agradecido a Dios porque todos ustedes conocen Su Palabra. 
En realidad hay pocas personas en el mundo que sean tan felices como nosotros. ¿Quién en este mundo tiene tantos hermanos y hermanas genuinos como nosotros? Todas estas cosas vienen del Dios de la verdad. Cuando Dios nos ha dado estas bendiciones tan valiosas, cuando Dios nos ha dado esta salvación tan valiosa, y cuando Dios nos ha confiado esta tarea del sacerdocio tan valiosa, ¿cómo no vamos a trabajar por Su Evangelio? ¿Cómo no vamos a juzgar a los pecadores? ¿Y cómo no vamos a predicar este Evangelio del agua y el Espíritu? Si estamos predicando el Evangelio, ¿cómo no vamos a separar a los que han recibido la remisión de los pecados de los que no? Del mismo modo en que Dios separó la oscuridad de la luz cuando creó los cielos y la tierra, nosotros separamos claramente a los justos de los pecadores. Dios no se complace cuando mezclamos la verdad con la mentira. Por eso dice: «No sembrarás tu viña con semillas diversas, no sea que se pierda todo, tanto la semilla que sembraste como el fruto de la viña. No ararás con buey y con asno juntamente. No vestirás ropa de lana y lino juntamente» (Deuteronomio 22, 9-11). Por eso debemos separar a los pecadores y juzgarlos claramente. 
Ahora es el momento de que los que han escuchado la Palabra de Dios crean en ella como la verdad aunque no sea su preferencia. Los que creen en la Palabra de Dios se convierten en la luz del mundo en Su gracia, pero los que no creen no pueden escapar de la oscuridad. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos convertirnos en Urim y Tumim, en decir en la luz y la perfección. Nos hemos convertido en los que han sido salvados completamente del pecado por Dios. 
¿Se han convertido completamente en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Ahora estamos haciendo las obras de los sacerdotes reales gracias a Jesucristo, que se ha convertido en el Rey de reyes de este mundo. Le doy gracias a Dios por darnos este Evangelio de salvación. Oro porque Dios nos permita llevar a cabo la función de sacerdote espiritual con éxito mientras vivamos en este mundo. 
¡Aleluya! Alabo a Dios para siempre.
 
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El TABERNÁCULO (III): Una Sombra del Evangelio del Agua y el Espíritu