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Sermones

Tema 14: La Primera Epístola de Juan

[Capítulo 2-3] ¿Estas Viviendo en el Mandamiento de Dios? (1 Juan 2:7-11)

¿Estas Viviendo en el Mandamiento de Dios(1 Juan 2:7-11)
“Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.” 
 

El Apóstol Juan era alguien que había alcanzado un profundo entendimiento del amor de Dios. Él era el discípulo más amado por nuestro Señor, el Hijo de Dios, él fue el que sintió este amor del Señor más profundamente, y quién dio un testimonio contundente de este amor por nosotros. Este Señor dejó Su trono de gloria y vino a esta tierra para salvarnos de todos los pecados del mundo.
El Apóstol Juan creía que el Señor vino a esta tierra encarnado en semejanza de hombre para salvar a toda la humanidad de sus pecados, y que Él personalmente llevó el sufrimiento, las maldiciones, el desprecio, los insultos, la muerte y la condenación por el pecado que sé supone debíamos llevar nosotros. Y debido a que Juan así creía esta Verdad de la salvación que Jesús le había dado a él, él pudo ser salvo de todos sus pecados.
El Apóstol Juan sabía muy bien cuan agradecido debía estar por su salvación del pecado, y cuan grande era el amor de nuestro Señor. Juan sabía, en otras palabras, cuan grande sacrificio el Señor hizo para salvarlo, y cuan profundamente Él lo había amado. Se debe a que él conocía el amor de Jesús tan bien que él escribió esta Epístola de amor hacia todos los santos.
Aparte del Evangelio de Juan y sus tres Epístolas de 1, 2 y 3 Juan, el Apóstol Juan también escribió el Libro del Apocalipsis. Fue a él a quién Jesús sé reveló a Sí Mismo mayormente. Fue a través del Apóstol Juan, por encima de todos los discípulos, que Dios pudo decirnos más acerca de cuanto nos ama Él. Esto nos da testimonio del hecho que el Apóstol tenía el mayor conocimiento del amor de Dios. Así, Juan es llamado el “Apóstol del amor.” Debido a que Juan fue aquel que conoció el amor de del Señor más que cualquier otro, también él dio el mayor testimonio de este amor.
Realmente no es una exageración ver 1 Juan como el “Libro del amor.” Normalmente nos referimos a 1 Corintios 13 como el “capitulo del amor.” Este capitulo, desde luego, también habla mucho acerca del amor. Pero él que dio testimonio del amor de Jesús en todos sus muchos aspectos es este Apóstol Juan, ya que él sabía muy bien cuanto amaba Jesús a Sus santos.
 


Juan Fue Alguien que Dio Testimonio del Amor del Señor


El Apóstol Juan fue alguien que habló acerca del amor del Señor. En 1 Juan 4:18-20, él dijo, “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”
De acuerdo a lo que él ha dicho aquí, que no hay temor en el amor, Juan dijo que aquellos que verdaderamente conocen el amor de Dios y han recibido este amor no sé acercan a Dios con temor, sino en gozo verdadero, y que ellos también aman a sus hermanos y hermanas que han llegado a ser el pueblo de Dios. Esto se debe a que todos hemos sido vestidos con el amor de Dios.
Es por ello que él declaró, “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”
De esta manera, el tema principal de 1 Juan es el “amor de Dios,” y Juan concluye que la cristalización del amor de Dios es el evangelio del agua y el Espíritu. Él trata con estos dos temas en turno en esta Epístola, y finalmente en el capitulo 5, él explica lo que es el evangelio del agua y el Espíritu, “Lo que habéis oído desde el principio” (1 Juan 2:24).

¿Que nos dice el nuevo mandamiento de Dios?
Habla del amor de Dios, y nos dice que vivamos en este amor.

1 Juan 2:8 dice, “Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.” Antes de nacer de nuevo, éramos pecadores que no conocíamos la salvación y no habíamos recibido la remisión de nuestros pecados; no conocíamos ni a Dios ni la Verdad; no éramos gente de Dios, sino hijos de las tinieblas; y meramente éramos semillas de hacedores de maldad. Por lo tanto, no podíamos amarnos los unos a los otros en la Verdad. Si aquellos que permanecieron como los hijos de las tinieblas y no han venido a la luz de la Verdad se aman los unos a los otros, se ocupan los unos de los oros, y no fueron egoístas y se entregaron los unos a los otros, esto sería poco usual y extraño. Hablando honestamente, estos actos fueron únicamente hipocresía.
Sin embargo, hemos llegado a conocer que las tinieblas han pasado y la luz verdadera ha resplandecido sobre nosotros, y hemos llegado ser los hijos de Dios que han recibido Su verdadero amor y verdadera salvación. Nadie más que tú y yo que hemos nacido de nuevo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, somos los hijos de Dios. ¿Cómo podemos, entonces, como hijos de luz, odiarnos los unos a los oros? Aquellos que se odian los unos a los otros terminaran como mentirosos ante Dios. Si ciertamente llegamos a ser el pueblo de Dios, entonces el odio jamás podrá levantarse en nuestros corazones.
Mientras que podamos mencionar los errores de cada uno, los pasos falsos a atención, reprendernos los unos a los otros por estas fallas, y exhortar y ayudarnos unos a otros a arrepentirnos, es un pecado para nosotros el odiarnos fundamentalmente los unos a los otros desde nuestros corazones, alejarnos los unos a los otros, reprochar y juzgarnos los unos a los otros.
En nuestra familia de los nacidos de nuevo, en otras palabras, podemos tener temporalmente sentimientos enfermos hacia los demás, pero realmente no podemos odiar a nuestros hermanos y hermanas, al pueblo de Dios y a Sus siervos, desde lo profundo de nuestros corazones. Aún el mundo tiene un eslogan: “Condena la ofensa, pero ten misericordia del ofensor.” Este dicho, desde luego, originado de la tendencia de todos de hacer justicia por nuestra propia mano, cuando de hecho la corte es la única legalidad para los crímenes seculares.
Si ciertamente conocemos y creemos en la verdadera luz de Dios, si ciertamente hemos sido perfectamente remitidos de todos nuestros pecados conociendo y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, si sabemos que Dios ha borrado todos nuestros pecados, y si también conoces y crees en este amor de Dios que te ha salvado, entonces verdaderamente no podremos odiarnos los unos a los otros. Por lo tanto, si alguien odia a sus hermanos y hermanas en su corazón, entonces él es un mentiroso ante Dios.
Aún antes de que naciéramos de nuevo, Dios nos había dado el mandamiento del amor. Dios nos había ordenado no hacer obras perversas, sino hacer obras virtuosas. De acuerdo a Sus mandamientos, tenemos que hacer estas cosas ante Él y ante el pueblo–esto es, tenemos que obedecer lo que Él nos ordena hacer: “No tendrás otros dioses ante Mí. Solo adora, ama y hónralo a Él. Honra a tu padre y a tu madre, no mataras, no cometerás adulterio, no robaras, no darás falso testimonio contra tu prójimo.”
Aunque Dios nos dijo claramente que tenemos que vivir bajo estos mandamientos, hemos fallado en hacerlo. Fundamentalmente somos incapaces de vivir así. Pero el Apóstol Juan nos dice una vez más, “Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra” (1 Juan 2:7-8). Aquí nos está recordando una vez más que Dios nos ha dicho que nos amemos los unos a los otros.

¿Cual es el mayor tema en que la Biblia se enfoca?
Es el amor de Dios.

El amor de Dios por nosotros es así: Nuestro Señor vino a esta tierra y ha borrado todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu. Este amor, que Dios tiene por nosotros, es el amor más grande y fundamental que nos permite tener un verdadero amor por otros. Gracias a ese amor, podemos tener toda clase de amor –el amor que los pastores tienen por los santos, el amor que nuestros hermanos y hermanas tienen por Dios, el amor que tenemos por nuestros pastores y por nuestros hermanos y hermanas. Esto no es el amor carnal sino el amor espiritual, ya que todos se originan del más grande amor de Dios por nosotros.
Es en este amor de Dios, en el evangelio del agua y el Espíritu, que experimentamos estas cosas. La verdadera comunión es encontrada solamente en este amor espiritual. Ya que nuestra propia existencia solo se hace posible en el amor de Dios, se debe a este amor de Dios que podemos comer, beber, reír, hablar, respirar y seguir con nuestras vidas. Se debe a que el amor de Dios es tan abundante que podemos respirar sobre esta tierra y sentir este amor. En este amor de Dios, hemos recibido las bendiciones espirituales del Cielo. Debido a que Jesús Mismo nos amó, en otras palabras, tú y yo hemos llegado a ser los propios hijos de Dios que ahora estamos viviendo en paz.
Es por eso que aún más nos debemos amar los unos a los otros. Todas las amonestaciones y reprensiones de Dios están esencialmente basadas en Su amor. Así que cuando vemos a los hermanos y hermanas más débiles, llegamos a tener mayor compasión y un amor más profundo por ellos. Pero aquellos cuyos corazones se han endurecido ante Dios son reprendidos más duramente en Su amor.
Para tal gente, es el amor de Dios por nosotros que reprende más fuerte, los regaña, y hasta los castiga para que sus corazones se vuelvan hacia Él. El dejarlos solos, aún mientras es obvio que se dirigen hacia un abismo, no es el amor de Dios. Más bien, el amor de Dios es evitar que se dirijan hacia su propia destrucción por cualquier forma posible. Necesitas darte cuenta que para señalar los errores de nuestros compañeros creyentes en Cristo no quiere decir causarles sufrimiento, sino que es para mostrarles el amor de Dios.
Un corazón que se ocupa de los demás –esto es lo que es el amor. Cuando alguien le dice a los demás bienvenido con sus labios, pero su corazón está lleno con enemistad e intenciones maliciosas, entonces él no está en el amor de Dios. El ser amable con un motivo oscuro y externo no puede ser llamado el amor de Dios. Cuando tal persona, que habló como si estuviera dispuesto a hacer cualquier cosa por nosotros, y en vez de eso termina robándonos todo lo que tenemos y huye, no decimos que el fraude fue cometido solamente en el momento en que huyó, sino en el mismo instante en que puso la trampa para embaucarnos.
Interesarnos los unos por los otros desde el fondo de nuestro corazón es lo que implica el amor de Dios. Es de nuestro corazón desde donde el amor fluye. Si nuestro corazón tiene intenciones maliciosas, entonces tales intenciones no son reveladas a través de nuestros actos, aún así son todas fraudulentas.
El Señor dijo, “Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” (1 Corintios 12:24-25). Esto significa que Él ha colocado a tales miembros débiles que no pueden vivir sino únicamente por Su amor como los más preciados miembros de Su Iglesia. Debemos tener interés por todo el pueblo de Dios, y debemos orar por todos aquellos que están por nacer de nuevo.
Debemos orar por la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, por nuestros hermanos y hermanas, y por los siervos de Dios. Todas estas oraciones vienen del amor de Dios. Oramos por estas cosas debido a que cuando los santos luchan en cuerpo y en espíritu, ambos, esto también es una bendición para nosotros los siervos de Dios. 
Ya que es un gozo para Dios que Su pueblo haga lo correcto, en ambos, el cuerpo y el espíritu, y de esta manera también oramos con gozo por ellos. También, debido a que el gozo de nuestros hermanos y hermanas no es otra cosa que el verdadero gozo de nuestra Iglesia, oramos por ellos con los mejores deseos desde el fondo de nuestro corazón. Todas estas cosas deben ser cumplidas por fe en el amor de Dios. Sin este amor de Dios, nada de lo que hacemos tiene ningún significado.
No deseo que ningún miembro de la familia de Dios sé desvié. Nunca, nunca deseo que esto pase. Es por que algunas veces trato de exhortarlos a que regresen, aún si requiere que los reprenda duramente. No deseo que te lastimes, sufras o te pierdas, que vagues y llores. Todo lo que deseo es que tu alma prospere. ¿Por qué? Porque los amó mucho a todos ustedes. Cuando es tiempo en que yo consuele sus adoloridos corazones, ciertamente es lo que hago, pero cuando este no es el caso, es mi dura reprensión que proviene de un corazón amoroso. Al igual que Dios te ama, tus lideres espirituales también te aman siempre.
Necesitas darte cuenta que si no te agrada escuchar lo que tus lideres espirituales te dicen, pensando que solo te están sermoneando, o si piensas que están enojados contigo, y solo deseas cubrir tus oídos, en realidad estas rechazando el amor de Dios. Si tus pastores no tienen amor por ti en sus corazones, no te reprenderán, ni te pondrán atención. Lo opuesto del amor es la indiferencia. Cuando no amamos a alguien, no le decimos nada, simplemente nos damos la vuelta con indiferencia.
Creyendo en la Verdad de la salvación que Dios nos ha otorgado en Su amor, ahora hemos llegado a ser nuevas criaturas. Es por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu por lo que vivimos. Por lo tanto, aquellos de entre nuestros hermanos y hermanas cuyos corazones están heridos deben ser curados de estas heridas. Aquellos cuyos corazones son arrogantes deben tener sus corazones en humildad; aquellos que están sobreabundando deben ser disminuidos, y aquellos que son insuficientes deben ser llenados. Todos nosotros de esta manera debemos ser hechos nuevos en el amor de Jesucristo, debemos ser hechos nuevos, no perpetuar nuestra vieja naturaleza.
Debemos vivir en el amor de Dios, al creer en este amor y practicarlo. Es en el amor de Dios que debemos vivir nuestras vidas de fe, teniendo fe en toda Su Palabra. ¿Cuál es el mayor mandamiento en Cristo? Es el amor. Esta sola palabra llamada amor es el mayor mandamiento de todos.
El amor de Dios por nosotros es tan fuerte que nada ni nadie puede separarnos de Su amor. Escrito está, “Porque fuerte es como la muerte el amor; Duros como el Seol los celos” (Cantar de los cantares 8:6). Había alguien que, cuando aquellos a quienes amaba fueron engañados por Satanás y cerca de la muerte, mostró Su amor por ellos dando Su propia vida –este alguien no es otro que Jesús. Jesús nos amó, y sin embargo, engañados por Satanás, hemos caído en pecado, y hemos estado sufriendo y muriendo. Pero para salvarnos, a quienes estábamos temblando en los limites del Hades, Jesús no dudó en encarar la muerte de Su cuerpo. Este el mismísimo amor que Dios tiene por nosotros. Nada más que este amor incondicional que Dios nos ha dado, el amor con el cual Él dio Su vida para salvarnos, eso es amor verdadero.

¿Pueden aquellos que han llegado a ser el justo pueblo creyendo en la luz de la Verdad continuar habitando y viviendo en tinieblas?
No, no pueden.

El Apóstol Juan dijo en 1 Juan 2:9-10, “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.” Queridos compañeros creyentes, la Biblia señala claramente aquí que aquellos que afirman habitar entre los justos y que viven en la luz, pero odian a sus hermanos –esto es, aquellos que dicen que conocen y creen que Dios los ha liberado de nuestros pecados y nos traído a vida, pero odian a sus hermanos- han morado en tinieblas hasta ahora. Aquel que odia a sus hermanos desde el fondo de su corazón es alguien que aún vive en tinieblas. Juan dijo aquí que son aquellos los que aman a sus hermanos verdaderamente los que habitan en la luz, y que no hay causa de tropiezo en ellos. Si, por otro lado, tú y yo realmente odiamos a nuestros hermanos en nuestro corazón, entonces nuestras conciencias se sienten incomodas. Pero si no odiamos a nadie en nuestro corazón, entonces no habrá ese sentimiento de incomodidad.
Digamos aquí que uno de nuestros hermanos, hermanas, o los siervos de Dios nos hicieran algo malo. Si esto incita la ira en nuestro corazón, llevándonos a odiar a esta persona con todo nuestro corazón, abominarlo y tenerlo en nuestro desprecio, entonces hay algo seriamente mal en nosotros. Si un corazón tan lleno de odio es lo que realmente se encuentra en nuestro corazón como nacidos de nuevo, debes darte cuenta aquí que tú corazón está en el lugar equivocado. Se debe a que odias a alguien en tu corazón, estas molesto con él y lo detestas por lo que tienes un mal sentimiento contra él. Llegamos a sentirnos incómodos ante Dios y aún con nosotros mismos. Puesto de otra manera, sentimos culpabilidad en nuestras conciencias.
“Yo lo odio a él porque él me odió primero, y ¿qué he hecho mal aquí?” La gente de este mundo puede pensar así y justificarse a sí mismos de este modo, pero para aquellos de nosotros que creemos en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, esto no es aceptable, debido a que somos la luz de la Verdad. Debido a que hemos sido iluminados con la verdadera luz, y debido a que hemos sido remitidos de innumerables pecados más allá de cualquier descripción, simplemente no podemos vivir en tinieblas. Los justos están caminado en la luz, y no hay causa de tropiezo en sus corazones.
Sin embargo, el Apóstol Juan también dijo, “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.” Aquellos que odian a sus hermanos, en otras palabras, aún continúan viviendo en tinieblas. Juan dijo aquí que tal gente camina en tinieblas y no sabe a donde se dirigen. Aquellos que están en tinieblas no saben que están destinados a hacer malos juicios, ya que no distinguen lo bueno de lo malo.
En ocasiones, tú y yo, que hemos llegado a ser justos, podemos encontrarnos a nosotros mismos en tinieblas. Debido a que Dios ha enviado Su luz de la Verdad sobre nosotros, por fe hemos llegado a ser la luz verdadera, el pueblo propio de Dios, justos y santos sin pecado. Por lo tanto, cuando encontramos una causa para tropiezo en nuestro corazón, realmente debemos darnos cuenta de nuestros errores e ir ante Dios en fe. ¿Cómo podríamos continuar habitando en tinieblas?
Si realmente odiamos a alguien en nuestro corazón, esto llega a ser una causa para nuestro tropiezo y una mala acción ante Dios, y si fallamos en darnos cuenta que está mal que nosotros odiemos y continuemos alimentando odio en nuestros corazones, llegaremos a estar espiritualmente ciegos. Incapaces de discernir lo bueno de lo malo, entonces terminaremos en graves mentiras y finalmente nos convertiremos en siervos del Demonio.
Así que no debemos dejar que el odio se cuelgue en nuestros corazones por más de un día, no debemos habitar en pecado, sino que en vez de eso debemos remover todo el remanente de tinieblas confesándolos en fe. Solo cuando vivamos así teniendo esta fe pura en nuestro corazón podremos vivir nuestras vidas ante Dios como Su pura y resplandeciente luz.
¿Se han alejado las tinieblas de nosotros o no? Claro que sí. La luz verdadera ahora ha resplandecido sobre nosotros. Así que para nosotros, “las cosas viejas pasaron” (2 Corintios 5:17). Ya hemos escapado de nuestro destino de maldición. Debido a que Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados, nos ha dado vida nueva, y nos ha revivido, y debido a que creemos en todo esto, hemos llegado a ser Su pueblo propio y hemos recibido vida eterna.
Cómo gente que ha recibido vida eterna, entonces, ¿en donde debemos habitar? Debemos habitar en la luz de la Verdad que conoce a Dios. Nuestros corazones deben habitar en la luz de la salvación. Debemos habitar en la luz del amor de Dios. Dios ciertamente nos ha salvado de esta manera a través del evangelio del agua y el Espíritu, y Él nos ha iluminado con la luz de la Verdad. Al salvarnos perfectamente de todos nuestros pecados, en otras palabras, Él nos ha convertido en Su luz. Así que si se nos dice que no habitemos en la luz de la Verdad, debemos habitar en esta luz, mostrar esta luz verdadera en cada lugar y esquina de este mundo, y vivir nuestras vidas por fe. Es el amor de Dios que Él nos habló a nosotros a través del Apóstol Juan.
Cuando el Apóstol Juan dice, “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis,” lo que quiere que entendamos es que no cometamos el pecado de no creer en el evangelio del agua y el Espíritu.
Este pasaje es particularmente relevante para todos los Cristianos. Aquellos que dicen que habitan en el Cristianismo pero no creen en el evangelio del agua y el Espíritu y no han descubierto la verdadera luz de la salvación. Ante Dios, tal gente continua habitando en tinieblas, no en la luz, ya que no han sido iluminados con la luz verdadera.
Tal gente es aquella que trata de recibir la remisión de sus pecados cada día ofreciendo sus oraciones de arrepentimiento. Están tratando de seguir a Dios siguiendo sus doctrinas mentirosas. Pero nadie puede entender el evangelio del agua y el Espíritu a través de sus oraciones de arrepentimiento, ni a través de las enseñanzas de la doctrina de la santificación incremental. Aquellos que tratan de entender la Palabra de Dios basados en sus propios pensamientos, en otras palabras, simplemente no pueden recibir la remisión de sus pecados.

¿Cómo deben vivir los justos?
Los justos deben vivir amándose los unos a los otros.

Después de recibir la remisión de nuestros pecados, ¿cómo están nuestras vidas espirituales? Aquellos cuyos pecados han sido remitidos habitan en el evangelio del agua y el Espíritu, también aman a todas las almas. En otras palabras, debido a que hemos sido remitidos de todos nuestros pecados, amamos a nuestros hermanos y hermanas cuyos pecados también han sido remitidos, y en este amor tenemos comunión los unos con los otros y nos apreciamos los unos a los otros como los co-propietarios de una vida nueva. Y no almacenamos odio en nuestro corazón, ni tenemos malas intenciones hacia los demás.
Sí, por casualidad, tales mentes sé levantan, entonces primero debemos pensar en la luz de Dios, considerar a la gente con la cual estamos tratando si ha recibido la remisión de sus pecados o no, y entonces decidir como tratarlos. Somos más que capaces de examinarnos a nosotros mismos y a los demás, sacar nuestro odio, y amarnos los unos a los otros en el amor de Dios. Ya que nuestro Señor ha borrado no solo mis pecados sino además los pecados de todos nuestros hermanos y hermanas, y los pecados de todos los seres humanos, solo es correcto que nos amemos los unos a los otros creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Realmente debemos amarnos los unos a los otros creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Realmente debemos amarnos unos a otros mientras vivimos nuestras vidas. Este es el mensaje que el Apóstol Juan está dando a todos aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cómo están nuestras vidas de fe? ¿En donde están habitando nuestros corazones ahora? ¿Alguna vez has odiado a alguien con todo tú corazón, hasta desear matarlo? Si es así, entonces tu corazón está colocado en el lugar equivocado. Cuándo el Señor ya ha limpiado todos tus pecados, ¿por qué se aferran a los pecados de los demás los unos a los otros? Aunque nuestros pecados fueron tan rojos como la sangre y tantos como la arena del desierto, nuestro Señor los ha lavado todos a través del evangelio del agua y el Espíritu y ha vuelto nuestros corazones tan blancos como la nieve. Cuándo la situación es así, y si ciertamente has sido completamente remitido de todos tus pecados creyendo esto, ¿no deberían sus corazones, ahora que están limpios, aborrecer las tinieblas?
Cuándo nuestro Señor ha borrado tantos pecados que teníamos, todos esos pecados eran tan espesos como nubes tormentosas y oscuras, ¿cómo podemos tomarnos de estos pecados que Dios ya ha desaparecido, continuar almacenando ira, pecando, y habitando en tinieblas? Desde el mismo instante en que Dios borró todos nuestros pecados y nos convirtió en Sus hijos, ya no tenemos que vivir en tinieblas. Ya que Él ha borrado todos nuestros pecados, en otras palabras, nosotros, también, debemos confesar nuestras malas acciones los unos a los otros, reprendernos los unos a los otros por tales malas acciones, y también disculparnos los unos a los otros, pero fundamentalmente debemos hacer a un lado la maldad del corazón.
De casualidad, mis compañeros Cristianos, ¿existe alguien entre ustedes que aún continué rechinando sus dientes en odio? ¿Existe alguien que siempre esté cargando un corazón con odio? ¿Acaso alguien piensa, “Cuando tenga la oportunidad, ciertamente tendré mi venganza?” Si existe tal persona, esta persona no es alguien que ha venido a Cristo. Tal gente no solamente está espiritualmente ciega, sino que sé está engañando a sí misma y mintiéndose. Ellos mismos están atrapados. Si realmente vienes a Cristo y has sido iluminado con la luz verdadera, podrás odiar el pecado, pero no odiaras al pecador. ¿No es verdad esto? ¡Claro que lo es!
Debemos escuchar cuidadosamente lo que el Apóstol Juan nos dijo. En 1 Juan 1:5, él dijo, “Dios es luz.” ¿Dios es luz o no? En esta luz, ¿existen puntos negros en algunas ocasiones, o solo está llena de luz? Es totalmente luz. Entonces esto significa que nuestros corazones como creyentes, también están totalmente llenos con luz. ¿Hay puntos negros en esta luz? ¡No, no hay ninguno! ¿Acaso Dios ha dejado unos pecados atrás, en lugar de borrarlos todos, o los ha hecho desaparecer completamente? Nuestro Señor ciertamente los borró perfectamente, y de esta manera no tenemos ningún pecado.
Es por ello que nosotros los justos, como la gente vestida con el amor de Dios por fe, debemos amarnos y apreciarnos los unos a los otros, y el porque debe resplandecer la luz de la Verdad a aquellos que, no conociendo aún está Verdad, no han venido a Jesucristo, y también abrazarlos en nuestros brazos. Por lo menos entre nosotros, los que hemos recibido la remisión del pecados, debemos siempre recordar que nuestros compañeros creyentes son nuestra raza, nuestra familia, nuestra gente, nuestros hermanos y hermanas. Tales pensamientos, tal fe, y tales corazones siempre deben acompañarnos mientras vivimos nuestras vidas.
En una ocasión, Jesús les preguntó a aquellos que estaban sentados alrededor de Él, “Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3:33-35).
¿Qué, entonces, es esta “voluntad del Padre?” La misma frase se usa en la oración del Señor: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Se debe a que Él para salvarnos de todos nuestros pecados a través de la propiciación de Su Hijo Unigénito, Jesucristo. Es para salvar almas de su muerte eterna, como está escrito en la Biblia, “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero” (Juan 6:39). Por lo tanto, somos la familia del Señor siempre que estemos dedicándonos nosotros mismos al evangelio del agua y el Espíritu.
El Señor nos ha guiado, a quiénes solo tenían tinieblas, a la luz, salvándonos totalmente de nuestros pecados. Jesucristo, concebido en la matriz de la Virgen María, nació en esta tierra; cuándo Él cumplió 30, Él tomó los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista; y al morir sobre la Cruz y levantarse de entre los muertos, Él nos ha iluminado con la luz perfecta. Él nos ha dado perfecta salvación. Al creer en esta Verdad, hemos sido perfectamente salvados, y por consiguiente nos convertimos en los hijos de Dios que hacen Su voluntad. Aquellos que creen de esta manera son nuestra familia.
Tú y yo no podemos evitar continuar pecando durante el curso de toda nuestra vida. Pero nuestro Señor vino a esta tierra hace más de 2,000 años, y cuando Él cumplió 30, Él completamente tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan. A la edad de 33, Él entregó Su cuerpo y murió sobre la Cruz, sé levantó de entre los muertos en tres días, y por consiguiente nos ha dado vida en perfección. Él nos ha lavado de todos nuestros pecados, nos ha liberado de toda la condenación, y perfectamente nos ha salvado. Y Él nos ha dado vida nueva. Por lo tanto, tú y yo ahora debemos vivir nuestras vidas en esta luz.
Santos compañeros, ¿pueden la luz y las tinieblas unirse una con otra, juntarse, o existir en armonía y de acuerdo lado a lado? La luz y las tinieblas no pueden coexistir juntas. ¿Por qué? Porque aún cuando la más pequeña cantidad de luz alumbra en la oscuridad, toda sé convierte en luz. Toma el edificio de tu iglesia como ejemplo. En las noches, cuando la oscuridad desciende, con la luz apagada, todo el edificio de la iglesia está envuelto en tinieblas, pero cuando se enciende la luz, una vez más todo el edificio es iluminado y todas las tinieblas se desvanecen.
Si hemos llegado a ser uno con Jesucristo, entonces también somos la luz, ya que Jesucristo Mismo es luz. Si creemos que Él nos ha salvado perfectamente, también somos luz debido a esta fe. Ya no somos tinieblas, “las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Debido a que somos luz, debemos vivir esta vida de luz por fe.
¿Realmente te has unido con Jesucristo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu? Si es así, entonces, ¿eres luz o tinieblas? Tú eres luz. La Luz aún continua siendo luz, aunque seas insuficiente en tus obras. Si has tenido algo en contra de un compañero santo y entonces te diste cuenta que has cometido pecado ante Dios como un hijo de luz, entonces la luz que casi fue enterrada en las tinieblas resplandece aun con más intensidad.
Cuando Dios ya ha borrado todos nuestros pecados, ¿cual es la necesidad de que nos aferremos a ellos? Cuando Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado, y completó Su salvación llevando toda nuestra condenación sobre la Cruz, ¿cómo podemos nosotros, como hermanos y hermanas de fe y los siervos de Dios, tener algo en contra de los demás por las más ligeras malas acciones y rechinar nuestros dientes contra ellos? ¿Cómo podemos tener está clase de tinieblas con nosotros?
Cuando tales tinieblas nos visitan, inmediatamente debemos confesar que tenemos estas tinieblas, debemos admitir nuestras malas acciones ante Dios, habitar en luz y mirar al hecho que Jesucristo tomó aún estos pecados cuando Él fue bautizado en el Río Jordán, y meditar sobre esta Verdad. Debido a que Jesús llevó todos nuestros pecados al recibir este bautismo, y a que cargó los pecados del mundo hasta la Cruz para ser crucificado, y de esta manera cumplir toda la justicia de Dios, siempre podremos habitar en la luz perfecta. Nuestros corazones se iluminan cuando nuevamente rumiamos sobre la Verdad de qué Jesús nos ha salvado perfectamente al aceptar todos nuestros pecados a través de Su bautismo, cargándolos todos, y llevando toda nuestra condenación por nosotros. Entonces, debemos agradecer a Dios con nuestra fe por permitirnos vivir la clase de vida que nuevamente hace que nos toleremos los unos a los otros, nos apreciemos los unos a los otros en nuestro corazón, y nos amemos los unos a los otros. Esta es la vida de luz de la que está hablando el Apóstol Juan.
Debido a que nosotros los seres humanos somos insuficientes, es muy probable que nos dañemos unos a otros, pero si somos incapaces de tolerar esto, y en vez de ello convertimos tales errores en defectos que atacar y almacenamos odio unos contra otros en todo tiempo, entonces esto no es la vida apropiada de fe. Si, de casualidad, sus corazones son así, entonces piensa acerca de cómo Dios ha borrado todos tus pecados, como Él te ha salvado de todos tus pecados. Aún si hubo malas acciones que nos hemos hecho unos a otros, cuando también el Señor ha borrado esos pecados, ¿cómo podemos juzgarnos unos a otros? Si sus corazones están heridos, entonces todo lo que tienes que hacer es decirlo y explicar el porque, y entonces la otra persona solo tiene que admitir su mala acción y disculparse.
Todos nosotros debemos conocer la Verdad del agua y del Espíritu que nos ha permitido nacer de nuevo. Yo doy gracias al Señor por permitirme conocer esta Verdad. Aquellos que aún no conocen la Verdad de este evangelio del agua y el Espíritu deben escuchar y aprender de aquellos que saben, y de esta manera venir a la luz de la Verdad.
Una cosa que me gustaría decir claramente aquí es que los seres humanos son seres humanos. No puede existir ninguna duda en cuanto a que todos son seres humanos que no pueden evitar desobedecer siempre a Dios, burlarse de Su voluntad y cometer malas acciones contra Él. Sin embargo, el Señor aún nos muestra Su misericordia por nosotros, los hacedores de maldad, diciendo, “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (Romanos 11:32). Se debe a que nuestro Señor tuvo compasión de tal gente como nosotros por lo que Él nos ha iluminado con la luz de la Verdad. Se debe a que Dios nos amó por lo que Él nos ha salvado. Nuestro Señor finalmente nos dice que Él nos hizo seres débiles para que pudiéramos ser salvos.
No debes ver tus propios pensamientos y tus propias obras, sino que debes ver al Señor. No solamente en tu propio conocimiento, sino escucha cuidadosamente lo que la Biblia realmente te está diciendo. La verdadera salvación vendrá a tu corazón y será plantada. Cuando toda la confusión que ha plagado tu mente sea removida, te darás cuenta que Dios ciertamente es el Salvador que te ha salvado de todos tus pecados. Y cuando creas que Dios te ha salvado de todos tus pecados, podrás unirte con el Señor, y también con Su Iglesia en tal fe. Creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, hemos llegado a ser un cuerpo con Dios, y por consiguiente Su propio pueblo. Dios ya te ha dado tales bendiciones.
Pero si existe alguien que aún no ha recibido estas bendiciones de Dios que Él ha concedido a través del evangelio del agua y el Espíritu, entonces es mi esperanza y oración que tal gente crea y venga al evangelio del agua y el Espíritu dado por Dios.