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Sermones

Tema 26: Levítico

[26-6] La muerte que Jesús sufrió en la Cruz (Levítico 4:13-21)

La muerte que Jesús sufrió en la Cruz(Levítico 4:13-21)
“Si toda la congregación de Israel hubiere errado, y el yerro estuviere oculto a los ojos del pueblo, y hubieren hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y fueren culpables; luego que llegue a ser conocido el pecado que cometieren, la congregación ofrecerá un becerro por expiación, y lo traerán delante del tabernáculo de reunión. Y los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro delante de Jehová, y en presencia de Jehová degollarán aquel becerro. Y el sacerdote ungido meterá de la sangre del becerro en el tabernáculo de reunión, y mojará el sacerdote su dedo en la misma sangre, y rociará siete veces delante de Jehová hacia el velo. Y de aquella sangre pondrá sobre los cuernos del altar que está delante de Jehová en el tabernáculo de reunión, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y le quitará toda la grosura y la hará arder sobre el altar. Y hará de aquel becerro como hizo con el becerro de la expiación; lo mismo hará de él; así hará el sacerdote expiación por ellos, y obtendrán perdón. Y sacará el becerro fuera del campamento, y lo quemará como quemó el primer becerro; expiación es por la congregación”.
 
 
Sean bienvenidos todos. Hoy me gustaría compartir la Palabra sobre cómo la gente del Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados de Dios al ofrecer un tipo de sacrificio específico. Cuando leemos el Libro de Levítico podemos ver que es muy difícil de entender. El Libro de Levítico habla con todo detalle sobre cómo la gente del Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados. Si la gente del Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados según la Palabra del sistema de sacrificios, entonces sé que todos los que vivimos ahora podemos recibir la remisión de los pecados al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. 
En el pasaje de las Escrituras de hoy sacado de Levítico 4:13-21 está escrito cómo el pueblo de Israel recibía la remisión de los pecados cuando pecaba contra Dios en conjunto. Cuando el pueblo de Israel pecaba contra Dios colectivamente, y cuando se daba cuenta de su pecado, tenía que ofrecer un toro como sacrificio por su pecado. Para ser redimido de su pecado, el pueblo de Israel seleccionaba a un hombre y lo nombraba líder de la congregación. Y este líder pasaba los pecados del pueblo de Israel al poner las manos sobre la cabeza del sacrificio animal. En otras palabras, un representante del pueblo de Israel pasaba los pecados a un toro puro como sacrificio.
 

Lo que debemos saber acerca del sistema de sacrificios
 
Es muy importante que conozcamos la Palabra de Dios. Para resumir el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento en términos simples, el Sumo Sacerdote actuaba como representante de la congregación de Israel y pasaba los pecados a una cabra viva mediante la imposición de manos sobre su cabeza; entonces le sacaba la sangre a la cabra cortándole el cuello, llevaba parte de la sangre al Lugar Santísimo y la rociaba siete veces sobre el propiciatorio; entonces ponía un poco de sangre en el Altar del Incienso. Asimismo, el Sumo Sacerdote también arrojaba el resto de la sangre debajo del Altar de los Holocaustos. Después de esto, la carne del toro era cortada en trozos y quemada en el Altar de los Holocaustos y se la ofrecía a Dios. Así es como el pueblo de Israel recibía la remisión de los pecados cuando pecaba. Hoy me gustaría hablar de este sistema de sacrificios a través del cual el pueblo de Israel era redimido de sus pecados al pasar sus pecados al sacrificio mediante la imposición de manos. 
En las Escrituras podemos ver cómo se recibe la remisión de los pecados. Para que un pecador recibiese la remisión de los pecados, primero tenía que pasarle los pecados al sacrificio mediante la imposición de manos sobre la cabeza sin falta. La ofrenda que nos permite pasar y transferir todos estos pecados a un sacrificio animal es la ofrenda del pecado. Quiero explicarles lo que significa esta ofrenda. 
Una ofrenda de pecado es una ofrenda que otorga la expiación de los pecados. Cuando queremos recibir la remisión de los pecados de Dios hay que pagar un precio, y este precio se paga ofreciendo un animal en vez de morir nosotros. En otras palabras, la ofrenda del pecado significa que otra cosa se sacrifica para la expiación de los pecados de una persona, al matar animales como corderos, cabras o toros. Por eso se le llama la ofrenda del pecado. Como ejemplo, para que un pecador no tuviese que morir por sus pecados, se los pasaba a un toro y el toro pagaba por ellos al ser matado en lugar del pecador para pagar el precio del pecado. Es muy importante que entiendan esto correctamente, porque solo entonces podrán creer en la Palabra a medida que se la explico.
 


Varias ofrendas tenían el objetivo de cumplir la Ley

 
Además de estas ofrendas del pecado, hay varias ofrendas como los holocaustos y las ofrendas de paz. Hay un atributo común en todas las ofrendas diferentes, y es que todas requieren que los pecadores pasen sus pecados a un sacrificio animal. Esto se debe a que las ofrendas a Dios se hacen para que el pecador no tenga que morir. Dicho de otra manera, en vez de matar al pecador, el animal es el que muere. Esta era la justicia de Dios y Su salvación justa. Todos saben que hay 613 mandamientos en la Ley de Dios, ¿verdad? También saben que son incapaces de cumplir esos mandamientos, ¿verdad? Pero aun así intentan cumplirlos, ¿no es así? Es absolutamente obligatorio que cumplan estas leyes de Dios. 
Si no podemos cumplir esta Ley, debemos morir por ello. Por tanto, la conclusión a la que debemos llegar aquí es simple y clara: si no cumplimos la Ley de Dios, no tenemos otra opción que morir. Sin embargo, aunque Dios tenga que matarnos a los pecadores que no pueden cumplir Su Ley, nos amó tanto que no pudo hacerlo y por esta razón Dios cumplió la salvación de la redención, del agua y el Espíritu, al aceptar un sacrificio vivo en nuestro lugar. Dios es justo y absoluto. Es perfecto. Su Palabra es la Verdad absoluta que se cumple sin falta. 
A través de Moisés Dios hizo una promesa al pueblo de Israel con sangre. Y el pueblo de Israel prometió cumplir la Ley de Dios. Dios le dijo a Moisés que llamase a los hijos de Israel. Y al proclamar Su Ley al pueblo de Israel, Dios hizo que la congregación de Israel matase un toro y rociase su sangre diciendo: “Os he dado Mi Ley y habéis prometido cumplirla. Si no la cumplís, tendréis que morir, de la misma manera en que la sangre de este toro ha sido derramada cuando lo habéis matado”. Sin embargo, al mismo tiempo Dios sabía de antemano que el pueblo de Israel era incapaz de cumplir la Ley, y aun así Dios amó a Israel. Por tanto, en vez de matar al pueblo de Israel, Dios hizo que preparase un sacrificio en su lugar. Esta es la ley justa de la salvación de Dios. La clave aquí es entender que ningún pecado puede ser redimido sin pagar su precio por completo. 
El pecado es completamente intolerable para Dios. El precio del pecado es la muerte. Esto significa que el pecado solo se elimina solo si se paga el precio con la muerte; no es algo que se pueda perdonar sin pagar el precio. Como pensamos en Dios como el Dios del amor, es muy fácil caer en la trampa de pensar que cuando pecamos contra Dios Él nos perdonará sin pedir nada a cambio. Pero, en realidad, Dios nunca perdona a ningún pecador libremente y pide un precio sin falta, porque es perfecto, santo y justo. Dicho de otra manera, como Dios no miente, como Dios es santo y como Dios no tiene pecados y no tolera los pecados, debe hacer que los pecadores mueran. 
Sin embargo, detrás de la ira de Dios contra el pecado está Su amor justo, Su amor de salvación. Como podemos ver en las Escrituras, este amor de salvación se nos ha manifestado a través del sacrificio hecho por Jesucristo, es decir, lo que nos ha revelado Dios Padre al pasar todos los pecados de todos los humanos a Jesucristo a través de Su bautismo, que es una forma de imposición de manos, al matarlo y al limpiarlos a través de su muerte expiatoria. Se lo voy a explicar con un ejemplo de la vida diaria. 
Digamos que no tuvieran dinero y comprasen comida en una tienda a cuenta. ¿Podrían pagar su cuenta solo diciendo al tendero que ya la habían pagado sin pagar el dinero que le deben? No, por supuesto que no. No pueden pagar sus deudas con palabras solamente y no es aceptable para su acreedor. Todas las deudas deben pagarse en realidad para ser saldadas. Si no pueden pagarlas, alguien debe pagarlas por ustedes. Esto es lo justo. Dios es así de justo. Y el hombre también tiene este sentido de justicia. Como los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios y según Su deseo, nosotros también deseamos justicia. 
Como se muestra en el pasaje de las Escrituras de hoy, la gente del Antiguo Testamento recibió de Dios un sistema para eliminar los pecados. Cuando el Sumo Sacerdote pasaba todos los pecados del pueblo de Israel al sacrificio animal como su representante, lo mataba, le sacaba la sangre y quemaba la carne como sacrificio a Dios, Dios aceptaba esta ofrenda y redimía los pecados del pueblo de Israel.
 


La muerte que Jesús sufrió en la Cruz 

 
Si la remisión de los pecados se recibía así en el Antiguo Testamento, entonces los que estamos viviendo en el Nuevo Testamento deberíamos recibir la remisión de los pecados por el mismo principio. Pero ¿tenemos algún toro o cordero que podamos ofrecer? Que yo sepa, ninguno de nosotros tiene ganado. Sin embargo, aunque no tengamos ningún cordero, toro o cabra, tenemos que ofrecer algo a Dios como nuestro sacrificio. ¿Entonces quién vino a este mundo como expiación de nuestros pecados? Es Jesús. Como el toro del pasaje de las Escrituras de hoy, Jesús tuvo que aceptar todos los pecados del mundo, incluyendo los suyos y los míos, y tuvo que morir como nuestro sacrificio a Dios, de la misma manera en que el toro tenía que derramar su sangre y morir. Por eso Jesús vino a este mundo. 
Al venir a este mundo, cuando Jesús cumplió los 30 años, fue bautizado por Juan el Bautista en el Río Jordán. Cuando leemos Mateo 3:15 y siguientes versículos, vemos que Jesús fue bautizado. Al ser bautizado por el representante de la humanidad, llamado Juan el Bautista (Mateo 11:11), Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad. Aceptó todos los pecados de toda la humanidad desde el principio del mundo hasta el final, sin dejar ninguno. Y al hacer esto Jesús se convirtió en el sacrificio para todos los pecadores, para todos nosotros, como el toro del pasaje de las Escrituras de hoy. 
Aunque teníamos que morir por nuestros pecados, Jesús cargó con todos ellos a través de Su bautismo. Cuando leemos Mateo 3:15 en el texto griego original, dice: “Αποκριθεις δε ο ιησους ειπεν προς αυτον αφες αρτι ουτως γαρ πρεπον εστιν ημιν πληρωσαι πασαν δικαιοσυνην τοτε αφιησιν αυτον”. Debemos prestar atención a las palabras “ουτως” y “πασαν δικαιοσυνην”. La palabra “ουτως” (hutos) significa “de esta manera”, “más adecuada” o “de ninguna otra manera”. Y las palabras “πασαν δικαιοσυνην” (pasan dik-ah-yos-oo’-nayn) significan en el estado más puro que no tiene ningún defecto. Por tanto, este versículo significa que Jesús tomó todos los pecados de la humanidad irreversiblemente sobre Sí mismo de la manera más adecuada, mediante Su Bautismo, el cual recibió de Juan el Bautista. Quiero repetir una vez que Jesús fue bautizado por nosotros para cargar con todos nuestros pecados. 
Algunos de ustedes han escuchado esta Palabra bendita de que Jesús tomó todos los pecados del mundo desde el principio hasta el fin, mientras que otros la están escuchando ahora por primera vez. Pero, ya sea la primera vez que están escuchando esto o la hayan escuchado varias veces, es la Verdad claramente escrita en las Escrituras. 
Mateo 3:15 dice claramente que Jesús cumplió toda la justicia cuando fue bautizado, es decir, que ha eliminado todos los pecados del mundo al ser bautizado. Entonces murió crucificado. Como leemos en el pasaje de las Escrituras, para que el toro muriese en lugar del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, tenía que aceptar todos sus pecados en primer lugar. Pero ¿tenía pecados este toro? ¿Conocía la Ley de Dios? No, por supuesto que no. Solo los seres humanos conocen el pecado; no es algo que conozcan los animales. Por tanto, el toro no tenía ninguna razón para morir. 
Cuando he mencionado hace poco, como los seres humanos nacieron en este mundo a imagen y semejanza de Dios y tienen Su carácter santo, pueden darse cuenta de sus pecados cuando no cumplen la Ley de Dios. Por eso hay tantas personas que intentan que sus pecados sean redimidos orando a Dios. Para compensar los pecados que cometieron, algunas personas hacen buenas obras como voluntarias en residencias de la tercera edad, ayudando a los pobres u ofreciendo muchas donaciones a sus iglesias, todo en el nombre de Dios. hacen estas cosas porque piensan que Dios así ignorará sus pecados. Mientras que sus intenciones son buenas, su método es incorrecto. 
Nuestros pecados no desaparecen solo porque hagamos buenas obras por otras personas u oremos todo el día. El precio de nuestros pecados debe ser pagado sin falta. Para pagar el precio de nuestros pecados según la ley de Dios, los pecadores deben morir. Si este requisito fuese cumplido ahora, no habría nadie vivo en este mundo. Pero las personas del mundo todavía están vivas. Espiritualmente hablando, todo el mundo está muerto por sus pecados. Esta es la razón por la que Jesús fue bautizado en el Río Jordán, para librarnos de la condena de nuestros pecados. Jesús fue crucificado hasta morir por nosotros. Derramó Su sangre en la Cruz como el toro del sacrificio del Antiguo Testamento derramaba su sangre cuando le cortaban el cuello. 
Cuando cometemos cualquier pecado, nos sentimos miserables en nuestros corazones. Cuando pecamos contra Dios, sentimos que no queremos vivir en este mundo. Como el precio del pecado es la muerte nos sentimos tan deprimidos. Esto se debe a que la Ley que Dios nos dio hace miles de años todavía es aplicable a nuestros corazones completamente. Por eso debemos ser salvados al creer en el bautismo de Jesús y Su sangre. 
Para los que creen en Jesús, es una bendición maravillosa que Jesús muriese en la Cruz. Podrían preguntarse qué hay de bueno en que Jesús sufriese una muerte tan maldita en la Cruz, pero, aun así, muchos de ustedes todavía llevan una cruz alrededor de su cuello. ¿Qué tiene de especial la Cruz que la llevan alrededor del cuello? La crucifixión era uno de los castigos capitales más crueles reservado solo para los peores criminales. Así que, ¿qué tiene de especial la Cruz de Jesús que llevan alrededor del cuello? La llevan porque Jesús murió en la Cruz en su lugar, aunque fueran ustedes los que tenían que morir por sus pecados, y porque están muy agradecidos por eso; y por eso es una bendición maravillosa que Jesús muriese por ustedes. 
La gente no debe morir porque cometan muchos pecados. La ley justa de Dios pide que cualquiera que cometa pecados, aunque sea el más pequeño de los pecados, debe morir por el precio de este pecado. Hace poco cantamos un himno titulado En el Calvario. Me encanta este himno. Me encanta porque Jesús murió por nosotros. ¿Acaso no pecamos todos? ¿Acaso no peca todo el mundo por igual, cristianos y no cristianos? Por su naturaleza fundamental, el ser humano no puede evitar pecar constantemente. Está en su naturaleza pecar cuando están despiertos. Hoy les estoy hablando de la muerte que Jesús sufrió en la Cruz en nuestro lugar. 
Nosotros y toda la gente de este mundo cometemos multitud de pecados, pero nosotros estamos contentos de que Jesús muriese en la Cruz. Algunas personas pensarán: “Jesús murió en la Cruz sin preguntarnos nada, ¿por qué me tiene que importar? ¿Por qué debo dar las gracias?”. Sin embargo, sé que, cuando Jesús murió en la Cruz, murió en mi lugar. Aunque creo en Jesús, como soy débil, no puedo evitar pecar mientras vivo en este mundo, y aunque estos pecados míos sean pequeños, cuando los cometo mi conciencia está dolorida. Por eso estoy tan agradecido porque Jesús me ha salvado al morir en mi lugar en vez de matarme. Cuando tenemos esta fe en que Jesús murió por nuestros pecados, podemos orar a Dios con acción de gracias. 
Todos creen en Jesús, ¿verdad? Y todos oran a Dios, ¿verdad? Pero ¿les resulta siempre fácil orar? A veces no es tan fácil orar. ¿Hay pecados en sus corazones? El corazón de todo el mundo tiene el deseo de pecar. ¿Hay algún pecado grabado en sus corazones que no puedan olvidar y que no desaparece? Algunos lo negarán. Sin embargo, aunque los seres humanos son más que capaces de calmar su propia conciencia y esconder sus preocupaciones, si tienen pecados a los ojos de Dios no pueden esconderlos. 
Está escrito en Jeremías 17:1, “El pecado de Judá está escrito con una pluma de hierro, con la punta de un diamante, en las tablas de los corazones y en los cuernos del altar”. Dios está diciendo aquí que escribe los pecados de todo el mundo en las tablas de los corazones y en el Libro del Juicio de Dios. Por eso muchas personas todavía tienen pecados en sus corazones incluso después de creer en Jesús. No es solo un dicho. Incluso después de creer en Jesús, multitud de cristianos siguen siendo pecadores. Es cierto que todo el mundo peca constantemente, pero el hecho de que los pecados de tantos cristianos sigan en sus corazones todo el tiempo significa que su fe es incorrecta, porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Si alguien cree en Jesús de verdad, esta persona debe estar llena de paz, como dice un himno: “Tengo paz como un río, tengo paz como un río, tengo paz como un río en mi alma”. Pero, en vez de tener paz como un río, multitud de cristianos están atados a sus pecados pesados. Por tanto, Dios expone los pecados de la gente para que no se escondan en sus pecados. Al exponer nuestros pecados, Dios está apuntando claramente que hay pecados en sus corazones y que los pecados están escritos en dos tablas. Dios nos está pidiendo que admitamos nuestros pecados ante Él. Y Dios está pidiendo que crean en que fue bautizado y crucificado hasta morir por ustedes. 
A menudo pensamos simplemente que cualquier mala acción que cometamos contra otro ser humano es lo que constituye el pecado. Pero esto es incorrecto e indica que uno no sabe lo que es el pecado. Podemos darnos cuenta de nuestros pecados ante Dios solo cuando nos damos cuenta de que no hemos vivido según la Palabra de Dios como está escrita en la Biblia. 
Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy: “luego que llegue a ser conocido el pecado que cometieren” (Levítico 4:14). Este pasaje implica que primero deben darse cuenta de los pecados que han cometido contra Dios, y solo después de esto podrán recibir la remisión de los pecados al creer en Jesús. Cuando los que no creen hacen algo malo, como meterse en una pelea, piensan que han cometido un pequeño error en vez de pensar que han cometido un pecado. Piensan que sus acciones son simples errores y no pecados. Sin embargo, cuando la gente aprende acerca de la Palabra de Dios y cree en Jesús, se da cuenta de sus pecados. Para algunas personas, esto tarda bastante tiempo desde que empiezan a creer en Jesús. De hecho, muchas personas solo se reconocen a sí mismas como pecadoras después de creer en Jesús. 
De esta manera, a muchas personas les cuesta mucho tiempo creyendo en Jesús para admitir a Dios sinceramente que son pecadoras y alcanzar su salvación al creer en Dios sinceramente. Esta es la razón por la que el Apóstol Pablo tardó tanto en nacer de nuevo, y lo mismo ocurre con los siervos de Dios en la actualidad, muchos de los cuales no nacieron de nuevo hasta que pasaron diez o veinte años desde que creyeron en Jesús. En algunos casos, no nacieron de nuevo hasta después de haber acabado su formación en el seminario y haber sido ordenados como pastores. Así que, aunque hayan creído en Jesús durante mucho tiempo, no hay nada de lo que estar avergonzados, aunque se hayan dado cuenta de sus pecados hace poco y hayan empezado a creer en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, y por tanto hayan recibido la remisión de los pecados recientemente. Por el contrario, esto es algo de lo que estar orgulloso. 
De hecho, yo nací de nuevo solo después de que hubiesen pasado diez años desde que creí en Jesús, cuando estaba cerca de completar mis estudios en el seminario. Pero me considero muy afortunado por haber nacido de nuevo, aunque fuera tarde. Si no hubiese nacido de nuevo, me habría convertido en un farsante defraudando a la gente para ganarme la vida. ¿Cómo podría haber predicado la Palabra, cuando habría sido un pecador si no hubiese nacido de nuevo? Así que, quiero aprovechar esta oportunidad para darles la siguiente advertencia: por mucho que hayan creído en Jesús, vean cuánto saben de verdad acerca de Jesús y si entienden correctamente la Palabra y creen en ella.
 


Reciba la remisión de los pecados a través de su fe

 
Les pido siempre que reciban la remisión de los pecados. Esto se debe a que la remisión de los pecados es el mayor don que Dios nos ha dado a los seres humanos. Antes de venir a la Iglesia de Dios, no sabían que Jesús había tomado todos sus pecados al ser bautizado en el Río Jordán. ¿Hay alguien aquí que ya supiera esto? Las iglesias del mundo solo enseñan que Jesús fue bautizado para demostrar su humildad, para demostrar que vivió en este mundo como cualquier otro ser humano. Sin embargo, esto es ignorar la Palabra de Dios. Pasemos a la Palabra de Dios un momento. 
Leamos Mateo 3:13-17 juntos: “Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.
La palabra entonces en el versículo 13 se refiere a cuando Jesús cumplió 30 años. Después de pasar tiempo cerca del Mar de Galilea, Jesús entró en el Río Jordán y se presentó ante Juan el Bautista para ser bautizado por él. Seguramente se sorprendió porque le contestó a Jesús: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”. Sin embargo, Jesús le dijo: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia”. Como Jesús reprendió a Juan el Bautista con dureza, él le obedeció y le bautizó. 
¿Conocen el significado del bautismo que Jesús recibió? Algunos de ustedes probablemente estén pensando que la inmersión de Jesús en el agua simboliza Su muerte, mientras que su emergencia simboliza Su resurrección. ¿Saben algo más sobre el bautismo de Jesús? A partir de este momento, la mayoría de cristianos piensan que el bautismo simboliza crear una nueva persona. Cuando fui bautizado, oré a Dios para que eliminase todos mis pecados antes de sumergirme en el agua. Sin embargo, no sabía en ese momento qué significaba pasar mis pecados durante el bautismo.
 

La importancia de la Palabra de Dios
 
¿Qué es más importante: la palabra del hombre o la Palabra escrita de Dios? Tengo una pregunta aquí, pero primero leamos Mateo 3:15: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia. Y entonces se lo permitió”. Amén.
Sin embargo, Jesús dijo claramente: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia”. Entonces, es muy importante para nosotros prestar atención a lo que Jesús mencionó aquí. Donde está escrito “conviene así que cumplamos toda justicia”, Jesús estaba diciendo que era adecuado para Él ser bautizado por Juan el Bautista, que Juan el Bautista le bautizase y que cumpliesen toda la justicia. Quiero explicar lo que significa la palabra “así”. Esta palabra es “πασαν δικαιοσυνην” (pasan dik-ah-yos-oo’-nayn) en griego. Se refiere a la manera de cumplir toda justicia, y esta manera es el bautismo de Jesús. Jesús tuvo que venir a este mundo para eliminar los pecados de todos los pecadores del mundo. Al venir por este motivo, fue a ser bautizado por Juan el Bautista. Recibir el bautismo de Juan el Bautista era la única manera de salvar a todo el mundo de sus pecados. Esto se debe a que, al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús aceptó todos los pecados del mundo al pasárselos a Jesús. 
Pasemos a Levítico 4:13-21 en el Antiguo Testamento. Cuando los pecados del pueblo de Israel eran pasados al toro, ¿había imposición de manos o no? Está escrito que se ponían las manos en la cabeza del toro sin falta. Esta imposición de manos significa, en primer lugar, “ser pasado”, en segundo lugar “ser transferido y plantado”, y en tercer lugar “ser enterrado”. Cuando el sumo sacerdote, que representaba al pueblo de Israel, confesaba sus pecados y ponía las manos sobre la cabeza del toro el día de la expiación, a través de sus manos se pasaban todos los pecados del pueblo de Israel al toro. Por eso el toro tenía que morir, porque cargaba con todos los pecados. Y por eso la imposición de manos implica enterrar. 
En el Nuevo Testamento, el bautismo implica ser sumergido en agua. Asimismo, el significado del bautismo es el mismo que la imposición de manos que acabo de mencionar, que es: “ser lavado” o “ser enterrado” y “ser pasado”. En otras palabras, la imposición de manos en el Antiguo Testamento y el bautismo mencionado en el Nuevo Testamento tienen el mismo significado. La función del toro que era sacrificado en el Antiguo Testamento es la misma que la de Jesús, el Cordero de Dios en el Nuevo Testamento. 
El Libro de Levítico explica el sistema de sacrificios. Leví era uno de los doce hijos de Jacob. La palabra Leví significa unidad. Se refiere a una unión, como la antigua Unión Soviética, que fue creada como unión de varias naciones y etnias. Así que, las Escrituras, especialmente el Libro de Levítico, nos explican cómo los seres humanos pueden convertirse en uno con el Dios santo a través del sistema de sacrificios. 
Aunque Dios es santo, los seres humanos no son santos por culpa de sus pecados. Por tanto, es absolutamente indispensable que haya una ofrenda del pecado entre la humanidad y Dios. Para eliminar los pecados de la humanidad, es necesaria una ofrenda, y esta ofrenda tenía que ser un animal puro como una cabra y un toro. Al hacer que el Sumo Sacerdote pusiese las manos sobre el sacrificio animal y lo matase en vez de hacer que muriese el pueblo de Israel, Dios hizo posible que se uniesen a Él. A través de este sistema de sacrificios del Tabernáculo, Dios eliminó todos los pecados del pueblo de Israel limpiándolos todos. Dios no solo eliminó sus pecados diarios, sino que el décimo día del séptimo mes, Dios también eliminaba los pecados anuales a través de las ofrendas del Día de la Expiación. 
Cuando leemos Levítico 16:21-22, vemos cómo el sumo sacerdote pasaba todos los pecados anuales del pueblo de Israel a una de dos cabras mediante la imposición de manos sobre la cabeza de la cabra. La primera cabra era matada en el Tabernáculo y su sangre se derramaba sobre el propiciatorio y su carne se cortaba y ofrecía a Dios como holocausto. La otra cabra, después de aceptar todos los pecados del pueblo de Israel mediante la imposición de manos, era llevada al desierto para morir por estos pecados. En el Antiguo Testamento, Dios hizo que el pueblo de Israel fuese la única nación sin pecados en todo el mundo a través del sistema de sacrificios. 
Pasemos a Levítico 16:21-22: “En sartén se preparará con aceite; frita la traerás, y los pedazos cocidos de la ofrenda ofrecerás en olor grato a Jehová. Y el sacerdote que en lugar de Aarón fuere ungido de entre sus hijos, hará igual ofrenda. Es estatuto perpetuo de Jehová; toda ella será quemada”. Amén.
Está escrito que Aarón tenía que poner ambas manos sobre la cabeza de la cabra viva, confesar todas las iniquidades de los hijos de Israel y todas las transgresiones cometidas por ellos y tenían que pasarlas a la cabeza de la cabra. Aarón era el hermano mayor de Moisés. También era el sumo sacerdote y confesó todos los pecados del pueblo de Israel mediante la imposición de manos sobre la cabeza de la cabra mientras la gente le miraba. Les he explicado que la imposición de manos significa “ser pasado”, ¿no es así? El sumo sacerdote ponía las manos sobre la cabeza de una cabra y por eso los pecados del pueblo de Israel eran pasados a la cabra. Así, el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados a través del sacrificio del Día de la Expiación ofrecido el décimo día del séptimo mes todos los años. Eran redimidos de todos sus pecados anuales de esta manera. 
Después de que el sumo sacerdote pusiese las manos sobre la cabra confesando todos los pecados de Israel y pasándoselos al animal, esta cabra era llevada al desierto. Todo el pueblo de Israel veía cómo la cabra era llevada al desierto. Cuando veían a la cabra desaparecer en el horizonte, suspiraban aliviados y contentos. Sabían que la cabra se había ido con sus pecados pesados y por eso lo celebraban y alababan a Dios. Es muy importante no pensar en la carga del pecado de la misma manera en que pensamos en otras cargas. El peso del pecado lo determina Dios y todos los pecados, grandes o pequeños, son iguales. Por eso hay una Ley establecida por Dios para eliminar los pecados de la humanidad. La imposición de manos significa ser lavado, ser pasado y ser enterrado. Lo que las Escrituras dicen es lo más importante. 
Pasemos a Mateo 3:15 de nuevo. Las Escrituras dicen que, como Jesús fue bautizado, todos nuestros pecados fueron pasados a Él para que desapareciesen. También está escrito en la Epístola a los Romanos: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe” (Romanos 1:17). La justicia de Dios aquí significa que Dios ha hecho lo más correcto. ¿Cómo? Lo ha hecho al pasarle los pecados de la humanidad a Su Hijo Jesús a través del bautismo y hacer que Su Hijo cargase con todos estos pecados y fuese condenado por ellos. Esta es la justicia de Dios, es decir, la cosa correcta que hizo Dios. Por tanto, al creer en el bautismo que Jesús recibió, podemos eliminar todos los pecados de nuestros corazones. 
Jesús ha cumplido la justicia de Dios al ser bautizado. Ha eliminado todos nuestros pecados. Por eso precisamente Jesús le dijo a Juan el Bautista cuando estaba siendo bautizado que la justicia de Dios se cumpliría: “Porque conviene así que cumplamos toda justicia”. ¿Entienden ahora qué significa este pasaje? ¿Creen que, cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista de esta manera, todos los pecados de la humanidad, incluyendo los nuestros, fueron pasados a Jesús? Esto es lo que creo. Sé que todos mis pecados fueron pasados a Jesús en ese momento. Todos sus pecados fueron pasados a Jesús en ese momento también. Fueron pasados hace alrededor de 1,900 años en el pasado. Al cargar con todos nuestros pecados mediante Su bautismo hace 1,900 años, Jesús los eliminó y nos salvó y ahora estamos escuchando esta Verdad después de 1,900 años. Ya crean en esta Palabra de la Verdad que están escuchando o no depende de ustedes. Si creen de corazón, serán salvados. 
La justicia de Dios consiste en que amó a los seres humanos y los dejó sin pecados. En Romanos 10:3 Dios reprendió a los judíos diciendo: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”. Debemos creer en la justicia de Dios, que es este Evangelio con el que Dios eliminó todos nuestros pecados al ser bautizado y murió en la Cruz en nuestro lugar. Debemos creer en estas buenas noticias. Jesús pudo morir en la Cruz y ser enterrado porque había aceptado todos nuestros pecados al ser bautizado en el Río Jordán. El Río Jordán es el río de la muerte. El río desemboca en el Mar Muerto. Como Jesús aceptó todos nuestros pecados en este Río Jordán y los eliminó, todos los que creen en esta salvación pueden ir al Cielo. Sin embargo, quien no crea en lo que ocurrió en el Río Jordán, es decir, la Verdad de que todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesús a través de Su bautismo irá al infierno. 
Pasemos a Hebreos 9:27: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. De esta manera, las Escrituras dicen que todo el mundo debe ser juzgado, y para evitar este juicio hay que nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Al ser bautizado, Jesús cargó con todos los pecados del mundo, incluyendo los nuestros; entonces derramó Su sangre y murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos al tercer día. Es el Espíritu Santo y Dios mismo. Los que creen que Jesús es su Salvador y su Dios irán al Cielo. Estas personas son las que nacen de nuevo del agua y el Espíritu. 
¿Entienden ahora que Jesús fue bautizado por todos los pecadores? ¿Se dan cuenta ahora de que todos sus pecados fueron pasados a Jesús? Al creer en este Evangelio del bautismo y la Cruz de Jesús de corazón, pueden pasar todos sus pecados a Dios en este mismo instante. Estas no son mis propias palabras. Simplemente estoy predicando la Palabra de Dios exactamente como está escrita en las Escrituras. Les pido que crean. 
 

“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)
 
¿Entonces tienen pecados en sus corazones o no? No tienen pecados. Todos los pecados que hemos cometido hasta ahora han sido pasados a Jesús, ¿no es cierto? Todos han sido pasados. Entonces ¿qué hay de los pecados que han cometido hoy o los que cometerán en el futuro hasta el último día de su vida? ¿Han sido pasados estos pecados a Jesús? Sí, han sido pasados. Si creemos en esta verdad, ¿no somos santos también? Sí, ahora somos santos. Sin embargo, no hemos sido santificados al no pecar, sino al creer en esta Verdad de que estamos sin pecados y somos justos. En otras palabras, no tenemos pecados porque Jesús los eliminó. 
Pasemos a Juan 1:29: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Refiriéndose a Jesús, Juan el Bautista dio testimonio de Jesús aquí, testificando claramente a todo el mundo que era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Entonces, Juan el Bautista dio testimonio de nuevo en el versículo 36: “Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios”. Al venir a este mundo para eliminar sus pecados y los míos, Jesús aceptó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en el Río Jordán, y por tanto predicó el Evangelio del Cielo durante tres años. 
El Señor dijo que es el camino, la verdad y la vida y que nadie puede ir al Padre si no es a través de Él. Como dice el capítulo 6 de Juan, el Señor también dijo que es el pan de vida del Cielo y que, quien coma este pan, podrá ser salvado y recibir la vida eterna. Dijo que es más grande que Moisés, quien les dio el maná al pueblo de Israel y Jesús también dijo que ha salvado a todos los pecadores al aceptar sus pecados a través de Su bautismo y al entregar Su cuerpo en la Cruz. Nos pide que creamos en lo que ha hecho por nosotros y para ello explicó que debemos recibir la remisión de los pecados y ser justos y no tener pecados por esta fe. 
Jesús eliminó todos los pecados del mundo. ¿Entonces tienen pecados en sus corazones o no? No tienen pecados. Por eso las Escrituras dicen que quien crea en Jesús será salvado, como está escrito: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Como solo Jesús aceptó todos nuestros pecados a través de Su bautismo y murió en la Cruz en nuestro lugar, solo los que creen en Jesús son salvados. ¿Cuántos pecados tomó Jesús cuando cargó con todos los pecados del mundo? Eliminó todos y cada uno de los pecados que se han cometido y se cometerán desde el principio hasta el final de este mundo. Este mundo acabará un día, y Jesús eliminó los pecados que se han cometido hasta el final. Como Jesús eliminó todos los pecados para siempre Juan el Bautista dio testimonio de Jesús como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Es imposible contar todos los pecados que Jesús eliminó. 
Nuestro Señor eliminó todos los pecados que todos los seres humanos cometen durante todas sus vidas, por muchos o pocos años que vivan. Y al aceptar estas noticias de Dios en nuestros corazones, nos hemos convertido en los hijos del Reino de los Cielos. Leamos Hebreos 9:11-15 juntos: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna”.
¿Creen en la Palabra de Dios? Las Escrituras dicen aquí que Cristo ha conseguido una expiación eterna para nosotros. Esto significa que Jesús nos ha salvado para siempre perfectamente al tomar todos nuestros pecados a través de Su bautismo y derramamiento de sangre en la Cruz. Leamos Hebreos 10:9-18 juntos: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”.
¿Creen ahora sin duda que Jesús ha eliminado los pecados al ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos? ¿Hay alguna necesidad de recibir la remisión de los pecados de Dios? No, por supuesto que no. Aunque solo es cuestión de tiempo que sigamos sirviendo a Dios, no hay necesidad de rogarle de nuevo para que perdone nuestros pecados. Ahora, todos los que hemos recibido la remisión de los pecados debemos servir a Dios solo. Debemos vivir por este Evangelio. Al haber escuchado este Evangelio y creído en él, ya no son pecadores, sino que son justos. 
De ahora en adelante debemos reunir nuestras fuerzas para predicar estas buenas noticias del Reino de los Cielos a los que todavía no conocen el Evangelio. Así que les pido que prediquen esta Palabra que les estoy predicando a todas las personas de su alrededor que todavía no hayan escuchado esta Palabra bendita. Entonces debemos convertirnos en obreros de Dios. Deben ser Sus testigos. ¿Cómo de agradecidos estamos porque Jesús muriese por nosotros en la Cruz y cargase con todos nuestros pecados al ser bautizado en el Río Jordán? Jesús está ahora sentado a la derecha del trono de Dios y está vivo para siempre. Si aceptan en su corazón que este Jesús eliminó todos sus pecados, es decir, aceptando el Evangelio del agua y el Espíritu Jesús vivirá en su corazón. Así es como deben recibir el Espíritu Santo (Hechos 2:38-39). 
¿Entonces tienen pecados? No, por supuesto que no. ¿Quién he dicho que vive en los corazones de los que no tienen pecados? El Espíritu Santo vive en sus corazones. El Espíritu Santo vive en los corazones de todos los que aceptan las buenas noticias del Cielo, las noticias de la salvación, diciéndoles: “Sois Mis hijos. Sois Míos. Sois Mi pueblo”. Esta es la manera de recibir la remisión de los pecados y al Espíritu Santo al mismo tiempo. 
Quien diga haber recibido la remisión de los pecados sin aceptar este Evangelio es un mentiroso. Por nuestra naturaleza no podemos evitar pecar mientras vivimos en este mundo. Como nosotros somos así y como deberíamos haber muerto por todos nuestros pecados, estoy más que agradecido a Jesús por morir en nuestro lugar. Por eso creo solo en Jesús. Jesús nos ha salvado a través del agua y el Espíritu, Su bautismo y Su sangre en la Cruz, y creyendo en Jesús solamente y aferrándome solo a Él, le doy gloria a Dios. Espero que estén haciendo lo mismo. Una vez más, le doy gracias y gloria a Dios por salvarnos de todos nuestros pecados, por salvar a todo el mundo. ¡Aleluya!