(Cantar de los Cantares 2:1-7)
“Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.”
Empecemos leyendo Cantar de los Cantares 2:1-2. “Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles. Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas”. ¿Cuál es el objeto del amor del que habla nuestro Señor? La persona amada se refiere a los obreros de Dios que trabajan en Su viña.
Somos los amados de Dios
Los versículos que hemos leído están hablando de los verdaderos obreros de Dios. Así que la manera apropiada de interpretar el pasaje de las Escrituras de hoy es leerlo como un diálogo entre el Señor y los obreros de Dios. Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy que los santos de Dios y los obreros son objetos de Su amor. La Biblia dice que, a los ojos de Dios, Sus obreros son las rosas de Sarón y los lirios de los valles. Esto significa que, aunque los obreros de Dios sufran en sus vidas por Su obra, el Evangelio se predica aún más por su sacrificio. Como sabemos, hay muchas personsa que nacen en este mundo todos los días, pero entre estas personas están los obreros especiales de Dios que se han vestido de Su amor especial.
Sarón es un nombre geográfico que se refiere a un plano de Israel. Hay un himno titulado “Jesús, la Rosa de Sarón”. Las flores que florecían en los campos y los valles de Sarón era muy especiales. Por eso Dios describió a Sus obreros como las rosas y los lirios de Sarón. El significado espiritual es el siguiente. Nuestro Señor nos ama y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Ahora estamos haciendo la obra de Dios. ¿Qué tipo de personas somos? Todos somos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y estamos haciendo la obra de Dios y somos como rosas y lirios de Sarón ante el Señor. Así es como Dios nos ve a los que predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, a veces podemos sentirnos vacíos en nuestros corazones. Podemos perder nuestros corazones en momentos así y podemos sentirnos desalentados por nuestras debilidades. Pero podemos renovar nuestras fuerzas cuando pensamos en el hecho de que Dios nos considera como rosas de Sarón y lirios de los valles. Como estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, somos más hermosos a los ojos de Dios. Y estamos infinitamente agradecidos a Dios por escogernos como Sus amados. Estamos llenos del amor del Señor porque Dios nos ha hecho objetos de Su amor al salvarnos y escogernos a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Así que no debemos olvidar el hecho de que somos los amados de Dios y debemos dejarnos animar por esto. Dios nos está diciendo a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ama a todos.
Es absolutamente importante darnos cuenta de quiénes somos exactamente, entendiendo que hemos sido escogidos por Dios y amados por Él. ¿Quiénes somos a los ojos de Dios? Aunque a menudo caigamos en la desesperación cuando vemos nuestras debilidades, por lo menos nos hemos convertido en los amados del Señor. Dios nos considera Sus amados. Debemos darnos cuenta de esto claramente al llevar a cabo nuestras vidas de fe. Cuando pensamos en el amor de Dios y confiamos en él, podemos sentir como nuestros corazones se vuelven cálidos. Aunquw nuestra obra a veces no va bien y sufrimos como resultado, todavía estamos muy contentos porque estamos haciendo la obra del Señor en Su presencia. Los justos que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu somos personas muy felices.
Como creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu estamos muy agradecidos a Dios por habernos convertido en Sus amados. Es maravilloso que Dios nos haya escogido como objetos de Su amor especial y nos haya salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Quiénes somos para merecer este amor? Lo recibimos por la gracia de Dios y no tenemos palabras suficientes para expresar lo agradecidos que estamos.
Aunque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu todavía hay muchas personas que se levantan en contra de la justicia de Dios. Hay tantas que es imposible contarlas. Es justo que las personas que no creen en la justicia de Dios sean condenadas por sus pecados y sean destruidas en los últimos días. Nosotros también hemos pertenecido a este tipo de personas malditas en algún momento, pero ahora hemos sido escogidos como amados de Dios y hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. No podemos evitar darle gracias a Dios por esto. Es un milagro que nos hayamos vestido de amor de Dios en este mundo. Debemos darle toda la gloria a Dios por bendecirnos para recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y convertirnos en Sus amados hijos. Es una bendición maravillosa que podamos vivir como personas amadas por Dios y no ser separados de Su amor.
Así que no es por las cosas del mundo que estamos viviendo nuestras vidas, sino por las cosas de la justicia de Dios. Está escrito: “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas.” (Hebreos 13:9). Gracias a Dios estamos llenos de gozo. Es maravilloso centrar nuestros corazones por la gracia de Dios. Nuestros corazones no están centrados en las cosas del mundo. Nuestros corazones no reciben gozo por la comida del mundo, sino que es la gracia del amor de Dios lo que establece nuestros corazones. Estoy muy contento porque Dios nos ama a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y nos hemos convertido en amados de Dios. Es maravilloso que podamos darle gracias a Dios por esta fe. No tenemos suficientes palabras para expresar lo felices que somos porque Dios nos haya escogido, a los obreros de Dios y santos, como objetos de Su amor.
De esta manera, el Cantar de los Cantares tiene mucho que decir acerca de la relación entre Dios y Sus obreros. Lo que Dios está diciendo en el Cantar de los Cantares se lo dijo a los obreros de Dios que están plantados en Su campo. Por tanto, puedo asegurarles que todos los que estamos haciendo la obra de Dios en Su Iglesia nos hemos convertido en objetos del amor de Dios a Sus ojos.
¿De quién podemos recibir el agua eterna para nuestros corazones?
Pasemos a Cantar de los Cantares 2:3. “Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes.” El tercer versículo aquí implica cómo los obreros de Dios ven al Señor. Gracias al Señor y Su justicia los obreros de Dios pueden reconfortar sus corazones. ¿Cómo pudieron los obreros de Dios encontrar la justicia del Señor? ¿Y cómo pudieron beber el agua eterna para sus corazones del Señor? Pudimos beber el agua eterna ofrecida por el Señor porque creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios.
Por eso la mujer sulamita dijo: “Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes. Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar” (Cantar de los Cantares 2:3). Este pasaje significa que, al recibir la remisión de los pecados ofrecida por el Señor, hemos podido beber el agua eterna y vivir en la Iglesia de Dios. El Señor es quien nos da el agua eterna y esto es gracias al Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué tipo de fruto nos ha dado Dios a los justos que hacemos Su obra? Les ha dado el fruto de la salvación. Así que, para nosotros el Señor es como un manzano entre los árboles silvestres. Al vivir en la Palabra del Señor de la justicia por fe hemos saciado la sed de nuestros corazones gracias al fruto de la justicia que el Señor nos ha dado.
¿Han visto alguna vez un manzano mientras paseaban por el bosque? ¿Cómo se sentirían si se encontrasen un manzano? Los manzanos no solo son hermosos, sino que también dan frutos sabrosos. Los manzanos que crecen en el bosque son aún más dulces y frescos. Por eso la mujer sulamita dijo: “Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes. Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar.”
Tenemos gozo gracias al Evangelio del agua y el Espíritu que nos dio el Señor a través del Espíritu Santo y Su Palabra. Mientras vivimos nuestras vidas en este mundo, podremos encontrar al Señor y recibir la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y ahora estamos viviendo como los redimidos. Asimismo, estamos viviendo como obreros de Dios en Su Iglesia y gracias al Señor podemos encontrar consuelo para nuestros corazones y nuestras vidas. De hecho, no tendríamos ningún gozo si no fuese por la justicia de nuestro Señor; pero como el Señor nos ha dado la verdadera fe, hemos recibido la bendición de la vida eterna.
Entonces, ¿quién es el Señor para todos los santos y obreros de Dios, tanto hombres como mujeres? Así que, para nosotros el Señor es como un manzano entre los árboles silvestres. El Señor es nuestro Salvador indispensable, como un oasis en el desierto. Es indispensable para nosotros y todos le necesitamos. Gracias al Señor estamos llenos de gozo, porque no solo nos ha encontrado con el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que también nos ha dado la bendición de la vida eterna. Nuestro Señor vino a buscarnos con el Evangelio del agua y el Espíritu y gracias a esto podemos encontrar la justicia del Señor por fe. Debemos darnos cuenta de lo grande que es esta bendición. El mundo está lleno de problemas y podemos tener muchas preocupaciones, pero debemos pensar en la justicia del Señor y el amor que nos ha dado, confiar en Él y vivir por fe de esta manera.
No deberíamos pensar en nuestro Señor como alguien que simplemente nos pide que hagamos la obra de Dios. Si dejamos que nuestros pensamientos se extravíen, seremos arruinados en cuerpo y espíritu. Cuando nuestros pensamientos se extravían, podemos arrepentirnos de haber recibido la remisión de los pecados tan pronto, o sentir que Dios nos pide demasiado al hacer Su obra. El Señor no es alguien que simplemente nos obligue a trabajar sin ningún motivo. Por el contrario, el Señor nos está dando mucho trabajo que hacer para que nuestros corazones no se extravíen. Si no hacemos la obra de Dios, nuestros corazones se perderán y acabarán ahogados por los pensamientos de la carne. Por eso eso es tan importante que sigamos haciendo la obra de Dios. De lo contrario podríamos extraviarnos en nuestros pensamientos erróneos.
¿Quién es el Señor para nosotros? ¿Qué significa Él para nosotros? ¿Es nuestro Amado? ¿Es de verdad la fuente de todas nuestras bendiciones? ¿O sienten que el Señor no es eso para ustedes? Cuando pensamos en el amor del Señor y Su justicia detenidamente, nos sentimos obligados a darle gracias porque nos damos cuenta de lo que realmente significa para nosotros. De esta manera, debemos pensar en el amor del Señor y la justicia profundamente y darle gracias y gloria porque la merece. No sé cómo hacer más hincapié en esto.
Al invitarnos a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu a Su banquete de la justicia, el Señor nos está vistiendo con Su amor. No solo esto, sino que el Señor también nos está ofreciendo todo tipo de manjares en Su banquete para que no podamos evitar darle gracias. Está escrito en el Cantar de los Cantares 2:4: “Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor.”
Nuestro señor es gozo para los justos y es nuestra fuerza. Es nuestro gozo, nuestra fuerza, nuestro poder, nuestra bendición y nuestro amor. Esto es lo que el Señor significa para nosotros. ¿No están de acuerdo? El Señor nos ha invitado al Banquete del Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha bendecido para que disfrutemos del amor de Dios todo lo que queramos. Cuando la Biblia dice que su bandera sobre mí fue amor, significa que el amor del Señor y Su justicia son la fuente de nuestras fuerzas. En otras palabras, el amor justo del Señor es una gran bendición y una gran fuente de fuerzas para todos nosotros.
Como el Señor nos amó, pudimos recibir Su salvación de la justicia y gracias al amor del Señor nuestras almas reciben muchas más fuerzas. Hemos sido salvados de nuestros pecados porque el Señor nos ama y por eso estamos tan agradecidos. Así que, cuando leemos la Palabra de Dios, podemos entender el amor del Señor y este amor nos da fuerzas. Y por eso nos hemos dado cuenta de lo que nuestro Señor quiere de nosotros. Como el Señor nos amó primero y sigue amándonos, no podemos evitar obedecer Su voluntad por este amor. Por esta razón precisamente estamos predicando el amor del Señor.
Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Esto es lo que Dios nos dijo. Dios nos amó de verdad y por este amor estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. De esta manera, el amor justo de Dios nos da más fuerzas que nada. Gracias al amor del señor estamos viviendo nuestras vidas en este mundo, dedicándonos al Evangelio del agua y el Espíritu. No podríamos haberlo hecho sin el amor de Jesús.
Somos las esposas de Cristo
Aunque soy un hombre, espiritualmente hablando, soy una esposa de Jesucristo. Puede que se pregunten cómo puedo considerarme una esposa si soy un hombre, pero en realidad, quien cree en el Evangelio del agua y el Espíritu es una esposa de Jesucristo. Cuando encontré la justicia del Señor, estuve orgulloso del hecho de que soy la esposa de Cristo. Estoy seguro de que soy una esposa espiritual de Cristo. Esto se debe a que me he casado con Jesucristo espiritualmente.
Así que no dudo que seamos las esposas amadas del Señor. De la misma manera en que una esposa encuentra fuerzas y gozo en el amor de su esposo, nosotros también encontramos nuestras fuerzas y gozo en Jesucristo, nuestro Esposo. No tengo suficientes palabras para expresar lo agradecido que estoy porque el Señor nos ha hecho Sus esposas. El Señor no solo nos ha dado Sus bendiciones celestiales a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que nos ha bendecido para entrar y vivir en Su Reino.
El Señor es nuestro consuelo
Pasemos a Cantar de los Cantares 2:5-6. “Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor. Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace.”
Encontramos consuelo en las cosas que nuestro Señor ha hecho por nosotros. De hecho, cuando los obreros de Dios sirven y predican el Evangelio del agua y el Espíritu encuentran consuelo en sus corazones. Cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, escuchamos esta Palabra del Evangelio y escuchamos a nuestros hermanos y hermanas dando sus testimonios de salvación, encontramos consuelo y apoyo.
Nuestros corazones se encuentran mejor gracias al Señor. Nuestros corazones encuentran consuelo en lo que el Señor ha hecho por nosotros. Así es como nuestros corazones se renuevan y reciben fuerzas. Todo gracias a la obra del Señor. Recibimos consuelo por la remisión de nuestros pecados porque el Señor nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye Su justicia. El hecho de que hayamos recibido la remisión de los pecados del Señor nos da consuelo. Es un gran consuelo que nuestro Señor viniese a este mundo y eliminase todos nuestros pecados. El Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio con el que el Señor ha erradicado todos nuestros pecados, es lo que consuela nuestros pecados. No podemos estar suficientemente agradecidos a Dios por esta maravillosa bendición.
Cuando nuestros corazones están debilitados, debemos recordar que el Señor nos da fuerzas a través de la Iglesia de Dios. Recibimos fuerzas cuando pensamos en lo que nuestro Señor ha hecho por nosotros y en lo que hará por nosotros en el futuro. El Señor es quien nos cuida, nos consuela y trabaja en nuestras vidas, como dijo la Biblia: “Porque estoy enferma de amor. Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace” (Cantar de los Cantares 2:5-6).
En resumen, gracias al amor del Señor podemos vivir nuestras vidas. Si no fuese por el amor del Señor, sería simplemente imposible vivir nuestras vidas. Aunque hayamos recibido la remisión de los pecados, no podemos vivir una vida justa si vivimos sin la ayuda del Señor. ¿Cuál es la relación entre el Señor y nosotros? Es una relación definida por amor. Así es como Dios nos ama. Y nosotros también le amamos mucho. Como los santos y siervos de Dios en Su Iglesia aman al Señor, el Señor también nos recibe en Sus brazos y nos protege. Por eso es tan consolador para nuestros corazones leer el Cantar de los Cantares.
Mientras hacemos la obra de Dios, a veces nos sentimos como si las cosas no fuesen bien. No siempre sale todo bien cuando hacemos la obra de Dios. Tampoco es cierto que el resultado de nuestro trabajo siempre sea proporcional a nuestros esfuerzos. Sin embargo, debemos seguir haciendo la obra de Dios.
Cuando me siento cansado y estoy sufriendo pienso en el amor de Dios manifestado en el Cantar de los Cantares. Siempre que hago eso mis fuerzas se renuevan al recordar cómo el Señor me amó tanto, cómo sigue amándome tanto y cómo me amará siempre. Mi corazón se consuela cuando pienso en lo que el Señor ha hecho por mí y lo que cumplirá a través de la Iglesia de Dios. El Señor es nuestra fuerza y Su amor les da a nuestros corazones las fuerzas para seguir con nuestras vidas. Gracias al amor del Señor nuestros corazones están renovados y refrescados.
No podríamos seguir viviendo sin el amor del Señor. Una esposa vive en el amor de su esposo. ¿Puede una mujer por su cuenta sin el amor de su marido? Si el Señor nos dijese: “No necesito a un ingrato como tú. No vales para nada y estaría mejor sin ti”, entonces esto significaría que tenemos un problema espiritual serio. Esto puede pasar con nuestras relaciones humanos. Esto se debe a que todos los seres humanos son egoístas sin excepción, así que es natural que la gente se pelee todo el tiempo. Sin embargo, cuando se trata de nuestra relación con el Señor, no debería haber ningún mal sentimiento. El Señor es nuestro Esposo y nosotros somos Sus esposas. Si las esposas se olvidan del amor que el Esposo tiene por nosotros, acabarán perdiendo la fe.
Pero la gente de este mundo que vive del pan de la carne solo, los trabajadores de la Iglesia de Dios viven en el amor de Dios. Hablando estrictamente, existimos porque Dios nos ama, gracias a este amor. Si Dios dejase de amarnos, sería imposible tener esperanza. No tendríamos gozo y nuestras vidas no tendrían esperanzas. Cuando pensamos en la obra justa de Dios, debemos recordar que Dios nos ama completamente. Por eso nos ha salvado a los creyentes al ser bautizado por Juan el Bautista y morir en la Cruz, para borrar nuestros pecados. Dios nos amó mucho. Y todavía nos ama. Dios nos ama a todos infinitamente. Como el Señor nos ama tanto nuestros corazones pueden recibir fuerzas. Nos ha bendecido para que descansemos nuestras cabezas en Sus brazos. Nos está abrazando con Su mano derecha, nos está amando, consolando y dándonos fuerzas. Por eso podemos vivir nuestras vidas ahora. Por esta razón estamos tan agradecidos a Dios por Su amor. Debemos darnos cuenta aquí lo grande que es la bendición de que Dios nos permitiese nacer en este mundo y vestirnos de Su amor.
Nacieron para ser amados
Hay una canción cristiana en Corea titulada “Naciste para ser amado.” Dios nos ama a todos los seres humanos. Nosotros somos los objetos del amor de Dios. De toda la gente que vive en este mundo, nosotros nos hemos convertido en los amados de Dios y nosotros somos los que han sido vestidos en el amor especial de Dios, de la misma manera en que el Cantar de los Cantares nos describe como rosas de Sarón y lirios del valle. Antes éramos simplemente espinos ante el Señor, pero ahora nos hemos convertido en las rosas y lirios de Sarón. Así que no podemos evitar amar al Señor también como el Señor que nos da todas las fuerzas, nos ayuda, nos apoya y consuela nuestros corazones. Nos está abrazando en Sus brazos llenos de amor.
Entonces, ¿quién es el Señor de todos los siervos de Dios, Sus obreros y santos? Es nuestro Ayudante que nos ama; es el que ha eliminado todos nuestros pecados; es el que nos ha bendecido y recibido; y es el que nos está guiando hacia la felicidad eterna. El Señor nos ama de tantas maneras que no podríamos ni nombrarlas todas. Nuestro Señor nos está guiando hasta Su Reino eterno. Nos ha salvado a todos, nos ama a todos y nos está bendiciendo a todos abundantemente.
Por desgracia, este amor justo de Dios se hace pesado para los que se niegan a aceptarlo en su corazón. Si alguien culpa al Señor por cualquier cosa es porque esta persona no se da cuenta completamente del amor de Dios. Esto se debe a que no se da cuenta de cuánto le ama el Señor. De la misma manera, la gente de este mundo que sufre bajo el yugo de sus pecados es miserable porque no se da cuenta de que el Señor la ama. Si quieren saber que el Señor les ama, entonces no habrá suficientes días para darle alabanzas y gracias.
Por tanto, es muy importante que recordemos lo que el Señor ha hecho por nosotros, ya que así es como nuestros corazones reciben gozo y le dan gracias a Dios. Dios interviene en nuestras vidas constantemente para ayudarnos. Nos da fuerzas, refresca nuestros corazones, nos consuela cuando estamos cansados de trabajas y nos bendice de manera maravillosa. El Señor nos ama de todo corazón.
Está escrito en el Cantar de los Cantares 2:7: “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera.” El Señor puede dejarnos solos. Puede escoger no despertarnos si no queremos ser despertados. Se puede decir que, si no amamos al Señor, Él no nos obliga a amarle, pero esto no es lo que quiero decir ahora; no debemos despertar al Señor si eso no es lo que quiere. En nuestras vidas de fe, intentamos mover al Señor para que haga lo que queramos.
Por supuesto que está bien que le pidamos al Señor que escuche nuestras oraciones y nos dé lo que necesitamos. Pero no nos contesta porque le molestemos. Nos da lo que le pedimos porque nos ama voluntariamente y quiere darnos Su amor puro. Esto significa que el amor del Señor no depende de nuestros esfuerzos. El Señor nos ama unilateralmente hagamos lo que hagamos, y Su amor no se consigue con los méritos propios.
El Señor es quien nos amó primero. Como el Señor nos ama, nos hemos vestido de Su amor. Los que están viviendo una vida de fe equivocada intentan hacer cosas por su cuenta para hacer que el Señor les ame. Pero estoy está mal. ¿Puede alguien obligar al Señor a amarle? No, por supuesto que no. No podemos hacer esto por nuestra cuenta, pero el Señor nos ama si nos ama primero.
Si el Señor nos amase para que le dejásemos en paz, esto no sería amor verdadero. El Señor nos ama porque le resultamos dignos de amor y hermosos. Solo porque nos ama de esta manera, podemos encontrar el amor verdadero. Por supuesto que debemos ser objetos del amor del Señor. Estrictamente hablando, en el amor unilateral del Señor está el amor verdadero. No debemos hacer nada por nuestra cuenta para obtener este amor por nuestros esfuerzos.
Para terminar este sermón, quiero repetir que somos amados por el Señor porque Él nos quiere amar; nos hemos vestido de Su amor porque el Señor nos ama; y así es como somos tan valiosos para Él. No solo somos preciosos para el Señor, sino que seguimos siendo amados por Él. El Señor nos ama infinitamente. Somos los amados de Dios para siempre. Recuerden esto cuando estén confundidos por su identidad. Recuerden que todos los santos de la Iglesia de Dios y todos los obreros que hacen la obra de Dios son Sus amados. Así que debemos darnos cuenta de quiénes somos, entender el amor del Señor, saber que Dios nos ama a todos los que servimos al Evangelio en la Iglesia y vivir por fe en este amor del Señor.Esta tarde seguiremos en el versículo 8.