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Sermones

Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 3] Admitan que son pecadores y después... (Lucas 3, 1-17)

Admitan que son pecadores y después...(Lucas 3, 1-17)
«En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados; Y verá toda carne la salvación de Dios. Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego. Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario. Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará».
 
 

Nuestra salvación se ha cumplido a través de Jesucristo en la historia del mundo

 
Hoy me gustaría compartir con ustedes el pasaje de las Escrituras desde el versículo 1 al 17 en el capítulo 3 del Evangelio de Lucas. Según este pasaje, la historia de Jesucristo se desempeñó en la historia del mundo. La historia de Jesucristo no se originó en un mito antiguo o una historia inventada. Empezó en la Palabra de Dios y en Sus profecías con un contexto histórico claro. La prueba está en Lucas, uno de los discípulos de Jesús, que escribió en Lucas 3, 1-2, «Siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto». Aquí Lucas recoge la Palabra de Dios en orden cronológico. Está escrito que la Palabra de Dios le llegó a Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto, mientras Anás y Caifás eran sumos sacerdotes.
La historia de Jesucristo, incluyendo Su nacimiento, no se comunicó oralmente como las leyendas. La historia de Jesucristo se basa en verdadera historia y Su obra empezó en la historia. Jesús vino al mundo para hacer Su obra mientras Poncio Pilato era gobernador de Judea y Herodes era el tetrarca de Galilea.
Por tanto, no debemos tratar la Palabra de Dios como un cuento y un mito religioso. Los mitos se escribieron para glorificar a una familia o un país. Se dice que el antepasado de los Parks en Corea salió de un huevo grande, y esto es un mito. Hay muchos mitos parecidos. Fueron inventados para mistificar a los antepasados y darse alabanza.
 
 

Jesucristo existió en la historia del mundo

 
Cuando observamos la historia de Judea en tiempos del nacimiento de Jesucristo, vemos que era una colonia de Roma. Israel estaba bajo el dominio del Imperio Romano. Dios puso a César Tiberio como emperador romano y a Pilatos como gobernador de Judea cuando Jesucristo y Juan el Bautista cumplieron el ministerio de la salvación humana. En aquel entonces, Juan el Bautista ya estaba haciendo su ministerio y Jesucristo se estaba preparando para salvar al mundo de sus pecados. Nuestro Señor vino al mundo para salvar a la gente de sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
El escritor de Ben Hur quería cuestionar la admiración que siente todo el mundo por Jesucristo y probar que era una figura ficticia que se originó en mitos judíos sin base alguna. Quiso salvar a todo el mundo de esta ficción. Después de viajar por el mundo con arqueólogos y de invertir su propio dinero para investigar el período de tiempo en el que vivió Jesucristo, encontró muchas pruebas del Jesús histórico y al final acabó arrodillándose ante Dios reconociendo que Jesús está vivo y que es el Salvador de todos los seres humanos. Empezó esta investigación para desmentir las historias de la Biblia, pero acabó arrodillándose ante Jesús y confesando su fe en Él.
Por eso la Biblia es el Libro de la Verdad que recoge la historia de Jesús dentro de la historia del mundo. La Biblia nos está diciendo que Jesucristo es el Salvador, que vino en la historia de la raza humana. Por eso Lucas 3, 2 dice: «y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto». Zacarías es un descendiente del Sumo Sacerdote Aarón. El que la palabra de Dios viniese a Juan el Bautista significa que alcanzó la edad en la que podía ser Sumo Sacerdote en este mundo. Por eso Juan, el hijo de Zacarías, fue por toda la región del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de los pecados.
 
 
¿Qué dice Lucas acerca de Juan el Bautista?
 
Lucas presenta a Juan el Bautista citando el Libro de Isaías: «Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Enderezad sus sendas.
Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y collado;
Los caminos torcidos serán enderezados,
Y los caminos ásperos allanados;
Y verá toda carne la salvación de Dios».
Lucas 3:4-6 dice que Juan el Bautista fue por toda la región del Jordán y predicó el bautismo del arrepentimiento de los pecados para la remisión de los pecados. «Arrepentíos, víboras» y bautizó a la gente para el arrepentimiento. El arrepentimiento consiste en dejar de hacer el mal. «Vas por el mal camino. Te has separado de Dios y sirves a ídolos y por eso te estás alejando de Dios cada vez más. Si sigues caminando por el mal camino y no te arrepientes, acabarás pereciendo. Vuelve a la verdad. Vuelve al camino de Dios». Su mensaje era como este.
El Profeta Isaías dijo: «Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Enderezad sus sendas.
Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y collado».
¿De qué estaba hablando? Estaba profetizando acerca de la venida de Cristo. En otras palabras, Juan el Bautista les dijo a los israelitas que se arrepintiesen y que fuesen lavados de sus pecados al citar la profecía de Isaías. A través del bautismo del arrepentimiento de Juan el Bautista y del Evangelio del agua y el Espíritu, toda la raza humana tenía que separarse del mal y eliminar sus pecados. De ahora en adelante quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu recibe la salvación de los pecados y se convierte en el pueblo de Dios.
Todas las personas han nacido de Adán y viven según sus instintos que hacen nacer el pecado. Sin embargo, en el mundo hay muchas clases diferentes. India, por ejemplo, tiene un sistema de castas. Y en Corea, en el pasado, dominaba el confucianismo. Según este sistema de creencias, el hombre es el cielo y la mujer es la tierra. La gente de una clase alta era tratada con mucho respeto, pero la gente de clase baja era ignorada.
Sin embargo, Jesucristo lo cambió todo. Vino para borrar los pecados de la raza humana y ahora todo el mundo puede arrepentirse y recibir la salvación al creer en Jesucristo como su Salvador. Quien reciba la remisión de los pecados puede convertirse en el pueblo de Dios. Esta es la verdad de la que habla la Biblia. «Y toda carne verá la salvación de Dios» (Lucas 3, 6). Antes de que Jesucristo viniese al mundo, los humildes eran siempre humildes y los exaltados siempre eran exaltados. Pero todo el mundo puede ser salvado cuando cree en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

El cristianismo abolió la noción del confucianismo de que el hombre es el cielo y la mujer la tierra

 
Sin embargo, todavía hay personas que creen en estas doctrinas. ¿Es cierto? ¿Acaso las mujeres no son seres humanos? Son iguales. Prestan más atención a los detalles. Las mujeres parecen más débiles por fuera, pero en realidad sus instintos maternos las hacen más fuertes que los hombres. La mayoría de los hombres mueren si no comen durante diez días. Las mujeres pueden sobrevivir sin comida durante diez días y algunas incluso durante cuarenta días. Algunos cristianos beben solo agua y pueden sobrevivir cuarenta días de ayuno, lo que parece imposible desde el punto de vista científico. La gente muere si no come durante cuarenta días.
De todas formas, esta ideología de un sistema de clases quedó abolida cuando vino el Señor. En otras palabras, la llegada del Señor las hizo quedar obsoletas. Así es como toda carne verá la salvación de Dios. Hermanos y hermanas, antes de que el Señor viniese a este mundo, Juan el Bautista nació. Juan el Bautista vino al mundo antes que Jesús y predicó el bautismo del arrepentimiento como testifica el Antiguo Testamento.
La prueba de su arrepentimiento era ser bautizados por Juan el Bautista. Entonces, ¿qué significa el bautismo de Jesús? Con él se pasaron todos los pecados del mundo al cuerpo de Jesús para siempre. Por otro lado, la gente se bautizaba como una profesión de fe para simbolizar que se había arrepentido de sus pecados y de que volvía a Dios. Por tanto, según Lucas 3, 7-9, Juan el Bautista gritaba a la gente: «¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego».
¿Les gustaría que les llamasen generación de víboras? Lo que predicamos nosotros es mucho más moderado que el mensaje de Juan. Él habló de lo que es más fundamental. Nosotros somos fundamentalmente una generación de víboras. Entre todas las serpientes venenosas, las víboras son las más peligrosas. «Generación de víboras. Hijos de Satanás. Arrepentíos». Así apuntó el problema más fundamental.
De hecho, los que no nacen de nuevo, están gobernados por espíritus malvados y no son diferentes espiritualmente que las víboras. Así que debemos tener cuidado. Parecen humanos pero en sus corazones son esclavos del mal. Juan les dijo a los judíos: «Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre». Tenían que arrepentirse y no volver a estar bajo la maldición. Tenían que volver a Dios.
Juan el Bautista dijo: «Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego». Les estaba diciendo que abandonasen sus ídolos, dejasen de oprimir a los demás, de gobernarles y de robar y que se arrepintiesen del mal y volviesen a Dios. El verdadero arrepentimiento no consiste en tener remordimientos y expresarlos verbalmente. Esto no tiene mucho sentido. Cuando Juan el Bautista dijo: «Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego», la gente le preguntó diciendo: «¿Qué debemos hacer entonces?» (Lucas 3, 9-10).
Leamos los versículos 10-14 de Lucas 3. «Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario» (Lucas 3, 10-14).
Hermanos y hermanas, quien quiera volver a Dios debería dejar de hacer el mal. «El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo». Los que dicen creer en Dios, siguen haciendo cosas malvadas como oprimir a otras personas o asesinar y no son verdaderos creyentes de Dios.
Cuando la gente nace de nuevo, puede seguir siendo histérica, pero ya no hace el mal porque ha perdido el veneno que tenía en su corazón. Pero a estas personas tienen momentos emocionales. Lo que dice el Señor es todo correcto. No solo habló de estas cosas, sino que también nos permitió dejar el mal que había en nuestros corazones y volver a Dios. Así que quien vuelve al Señor tiene que compartir su ropa con los que no tienen nada. ¿Practican estas cosas ustedes? También tenemos que hacer lo mismo con la comida.
«Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado». Estaba diciendo que no tenían que cobrar extra a la gente y guardarse el dinero. «También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario». Los soldados solían tomar las posesiones de las personas cuando querían. Juan el Bautista les dijo que tenían que contentarse con su salario y no intimidar a la gente.
Hermanos y hermanas, Juan el Bautista es muy grande. No hay ningún otro profeta en la historia de Israel tan poderoso como él. La gente empezó a pensar que era el poderoso Mesías del que hablaba el Antiguo Testamento.
La mayoría de los siervos de Dios entregaban mensajes de Dios, pero Juan el Bautista estaba reprendiendo a la gente: «Arrepentíos, generación de víboras» en cuanto empezó su ministerio. De todas formas, Juan el Bautista predicó el bautismo del arrepentimiento de los pecados diciendo: «Arrepentíos, generación de víboras y volved a Dios». Esto hizo pensar a la gente que era el Mesías. Lucas 3, 15: «Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo». «No ha habido ningún profeta como Juan en el pasado. Debe ser el Mesías». Mientras la gente susurraba estas palabras, Juan el Bautista oyó lo que decían.
Así que les contestó en Lucas 3, 16-17: «Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará».
Dijo: «Yo os bautizo con agua, y este bautismo es para que os arrepintáis y volváis a Dios y dejéis de servir a ídolos gentiles y de caminar por el mal camino. Pero una Persona que es mayor que yo va a venir, cuyas sandalias no puedo desatar».
 
 

Juan el Bautista da testimonio de Jesús

 
Juan el Bautista declaró: «No merezco ni desatarle las sandalias. Soy un mero hombre, pero otro Hombre con mayor habilidad vendrá después de mí; y Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en la mano y limpiará Su era para recoger el trigo en Su granero; pero quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Os bautizará con el Espíritu Santo y fuego».
El bautismo tiene el significado de lavar y se dice que Jesucristo nos lavó con el Espíritu Santo y con fuego. Aquí bautizar con el Espíritu Santo se refiere a lo que ocurre en los corazones de los creyentes cuando creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y reciben la remisión de los pecados. Dios nos da el Espíritu Santo como un don y pone un sello en los corazones de los que recibieron la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, los que creen que el Señor eliminó sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu reciben el Espíritu Santo como un don. Por eso no podemos sentir con nuestros sentidos aunque el Espíritu Santo haya entrado en nuestros corazones.
Pero el Espíritu Santo en nuestros corazones nos convierte en el pueblo de Dios. Así que los que creemos en la justicia de Dios somos cristianos. Dios nos da el Espíritu Santo a los que pertenecemos a Cristo y les da el fuego a los que no pertenecen a Él. El fuego se refiere al juicio. Nuestro Señor amó tanto al mundo que vino al mundo, tomó nuestros pecados, murió en la Cruz y resucitó de entre los muertos. Sin embargo, los que no creen en esto serán bautizados con fuego. Por eso Jesús dijo que bautizaría a las personas con el Espíritu Santo y fuego. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, son adoptados como hijos de Dios y son bendecidos, pero los que no creen serán castigados con fuego. Esto es lo que significa bautizar con el Espíritu Santo y fuego. Los que reciben el Espíritu Santo creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y son personas felices. Por otro lado, los que reciben fuego de Dios son personas malditas.
Lucas 3, 17 dice: «Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará». Cuando todas las personas estaban bajo el juicio por sus pecados, Jesucristo vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos para salvarnos para siempre. Jesucristo nos da el Espíritu Santo, la vida eterna y otras bendiciones a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu; y castiga con el fuego a los que no creen en Él.
«Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero». En el pasado, la gente solía poner el grano en un mortero de piedra antes de trillarlo con un mayal, y de aventarlo hacia arriba y abajo; y así el trigo se quedaba abajo y la paja se volaba. El Señor recogerá el grano en Su granero y quemará la paja con un fuego que nunca se apaga. El Señor es el Juez de todos los pecadores. El Señor es el Salvador que nos salvó a todos de los pecados del mundo, el Creador, el Dios que nos ama siempre y el Pastor que nos guía siempre con amor. Pero los que hacen a Dios un mentiroso, le consideran malvado y no creen en Él, serán castigados por el Juez. El Hombre a quien Juan el Bautista presentó como más poderoso que él era Jesucristo. Es el Juez que nos salvará a todos los creyentes y hará que todos los creyentes sean iguales; pero castigará a los que no creen con un fuego que nunca se apaga. Por tanto, creer en Jesucristo no es una opción, sino que todo el mundo debe creer en Jesucristo.
 
 

¿Quién es Jesucristo?

 
Jesucristo es el Creador, quien creó el universo entero. La Creación consiste en crear algo de la nada. Jesucristo es el Creador del universo. Es el Creador del hombre. Cuando las personas dejaron a Dios por sus pecados y debilidades, Jesús, el Creador tuvo que venir al mundo encarnado en un hombre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios mismo se vistió de la carne humana y vino al mundo para salvarnos. Nos ha salvado al tomar todos nuestros pecados para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, al morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. El Señor nos ha salvado de esta manera completa y bien planeada, y nos ha ordenado que prediquemos el Evangelio.
Esta es la razón por la que Juan el Bautista gritó: «Arrepentíos, generación de víboras!. Arrepentíos y volved a Dios. Dejad de hacer el mal y volved a Dios». Recibir la remisión de los pecados es imposible para los que fingen creer en la justicia de Jesús y se aprovechan de los demás con mentiras. No pueden recibir la redención de los pecados porque no admiten su maldad. Los que no reconocen sus pecados y el juicio inminente de Dios por sus pecados no pueden recibir la remisión de los pecados porque no conocen sus pecados. Aunque el Señor limpió nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, van al infierno porque no admiten sus pecados. Van al infierno por su arrogancia y no admiten los pecados y la Ley de Dios. Algunas personas son tan tercas que no aceptan a Jesucristo como su Salvador aunque conozcan a Jesucristo, quien vino por el agua y el Espíritu. Creen en Jesús, pero la salvación no echa raíces en sus corazones. ¿Por qué? Porque no están preparados. Tienen que admitir que van a ir al infierno porque no reconocen sus pecados o deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero no lo hacen.
Dios le dio a todo el mundo una conciencia que nos recuerda nuestros pecados ante Dios. Nos dice: «Estás condenado al infierno». Aunque no conozcamos completamente la Ley de Dios o la Palabra de Verdad, nuestra conciencia nos dice que estamos destinados al infierno. Pero hay personas que no tienen ni un gramo de conciencia. ¿Cómo pueden recibir la remisión de los pecados si no admiten sus pecados mientras dicen creer en la justicia de Dios? No piensan que son pecadores. Por eso hay tantas personas que creen en Jesús como su Salvador y escuchan el Evangelio del agua y el Espíritu, pero no pueden recibir la remisión de los pecados porque no saben que son pecadores.
Hermanos y hermanas, aquí está la diferencia entre los que han recibido la remisión de los pecados y lo que no. Escuchan el mismo mensaje del Evangelio del agua y el Espíritu al mismo tiempo, pero algunas personas creen en el Evangelio y reciben la remisión de los pecados, pero otras personas no están preparadas en sus corazones y no pueden recibir la remisión de los pecados. Juan el Bautista dijo: «Arrepentíos, generación de víboras» pero algunos de nosotros no sabemos que somos una generación de víboras porque no creemos en la Palabra de Dios. Pero debemos saber que somos una generación de víboras como dijo Juan el Bautista.
Los descendientes de Adán y Eva nacimos como pecadores por los pecados cometidos por Adán y Eva. La Biblia dice que todos los hombres se convierten en pecadores a través del pecado de un hombre (Romanos 5, 18). Todo el mundo nace con doce tipos de pecados diferentes y sigue cometiendo pecados horribles durante el resto de su vida. Debemos admitirlo. Somos seres humanos que no pueden evitar cometer pecados. Cometemos pecados durante todas nuestras vidas.
Por tanto, debemos saber que iremos al infierno por los pecados de nuestros ancestros y por nuestros propios pecados. Debemos reconocer este hecho. Debemos admitir que deberíamos ir al infierno como nuestros antecesores. ¿Es cierto o no? Es absolutamente correcto. Pueden recibir la remisión de los pecados y el Espíritu Santo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Hermanos y hermanas, quiero que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero aún así hay muchas personas que dicen: «No voy a ir al infierno. ¿Qué pecados merecen que vaya al infierno? No soy el tipo de persona que va al infierno». Estas personas irán al infierno aunque conozcan a Jesús, o aunque alguien ponga a Jesús delante de sus ojos. ¿Por qué? Porque no admiten sus pecados y piensan que no tienen pecados aunque sus pecados sigan intactos. Por eso no pueden recibir la remisión de los pecados aunque crean en Jesús como su Salvador y en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cómo pueden ser salvados si dicen que no tienen pecados ante el Señor y que no van a ir al infierno? ¿Están de acuerdo? ¿Cómo pueden salvar a una persona de ahogarse si no está en el agua? ¿Cómo puede alguien sacarla del agua? ¿Creen que necesita un salvador? No, no lo necesita.
Por eso debemos saber nuestros pecados ante Dios y admitir primero que vamos a ir al infierno por nuestros pecados. El Evangelista Byungki Ahn me dijo una vez antes de nacer de nuevo que solía orar en el taxi para no morir en un accidente de coche porque sabía que iría al infierno por sus pecados si moría entonces. Esta es la correcta actitud que debemos tener en el corazón.
Antes de recibir la remisión de los pecados, solía pensar también que iría al infierno. Comparado con otras personas tampoco estaba en una situación tan mala. Sabía que iría al infierno por mis pecados y lo admitía ante Dios. Fui a la iglesia por primera vez para pedirle a Dios que perdonase mis pecados porque sabía que iría al infierno. Estaba muriendo de tuberculosis, así que tenía que resolver el problema de mis pecados antes de morir. En aquel entonces no sabía mucho acerca de Jesús. Solamente sabía que murió en la Cruz para salvar a los pecadores. Aunque no sabía cómo orar, dije esta oración en el santuario: «Jesús, he oído que eliminarás mis pecados si creo en Ti. Creo ahora. Voy a morir y creo en Ti antes de morir, Por favor, elimina los pecados de mis corazones. No te estoy pidiendo una vida gloriosa en el Cielo después de mi muerte, solo quiero que elimines mis pecados».
Así es como puse mi primer pie en una iglesia. Desde entonces fui aprendiendo gradualmente acerca de la Palabra de Dios y sobre Su Ley, y me convertí en un verdadero pecador. Diez años después, pude entender la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y recibí la remisión de los pecados al creer en el verdadero Evangelio.
El Señor es Dios quien nos da el Espíritu santo a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero al mismo tiempo, es el Dios que castiga a los que no creen en Él. Por esta razón, en Lucas 3, 1-17, Lucas está hablando de quién es el Señor, quién es Juan el Bautista y cómo debemos creer en el Señor.
Hermanos y hermanas, debemos abandonar el mal camino, pero no es fácil. Aún así debemos tener el corazón que se arrepiente y admite que está equivocado. Tenemos que tener el corazón que sabe que estamos haciendo algo malo y el corazón que quiere volver a Dios. Si tenemos una mente que abusa de los demás, debemos arrepentirnos. ¿Me entienden? Debemos creer en Jesucristo como nuestro Salvador, porque tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo y de Su muerte en la Cruz. Esta es la única manera de recibir el Espíritu Santo. Esta es la manera de convertirnos en hijos de Dios. Recibiremos la vida eterna. Viviremos para siempre y disfrutaremos de bendiciones eternas.
 
 

Por eso debemos enseñar a la gente acerca de sus pecados antes de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Debemos enseñar a la gente que el precio del pecado es la muerte. El precio es algo que se recibe a cambio de una cosa que se ha hecho. Si han trabajado durante un día, recibirán un salario como precio por su trabajo. El precio del pecado es la muerte. Esto significa que la gente se enfrenta a la muerte espiritual y el juicio del fuego. Debemos saber esto y reconocerlo. Dios nos dijo esto. Dios nos dijo que el precio del pecado es la muerte y que la ley trae ira (Romanos 4, 15; 6, 23).
Sin embargo, también dijo: «El don gratuito de Dios es la vida eterna». Seguro que conocen el pasaje de Juan 3, 16 que dice: «Porque Dios amó tanto al mundo que entregó a Su único Hijo para que quien crea en Él no muera, sino que tenga la vida eterna». Hermanos y hermanas, debemos confiar en el amor de Dios. No teníamos más remedio que ir al infierno, pero el Señor tuvo compasión de nosotros. Como estábamos a punto de sufrir la maldición eterna, Dios tuvo compasión de nosotros y nos salvó de la condena y los pecados.
El Señor vino a este mundo para los que estaban malditos bajo la maldición eterna: fue bautizado para cargar con nuestros pecados; fue castigado y crucificado por nosotros; y se levantó de entre los muertos. Tomó todo el dolor que teníamos que sufrir y pagó el precio para salvarnos. El Señor nos está diciendo esto. Nosotros debemos creer en esto. La llegada del Señor a este mundo, el bautismo del arrepentimiento de Juan el Bautista, y la salvación del Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu son para nosotros. Son para todos los hombres y mujeres del mundo.
Hermanos y hermanas, por favor, repitan después de mí. «El Señor ha venido por mí. Vino al mundo para salvarnos de los pecados y del castigo. Estaba destinado a ir al infierno. Pero el Señor me ha salvado».
«Estaba a punto de ir al infierno pero el Señor me salvó con el Evangelio del agua y el Espíritu. Creo. Creo en que el Señor me ama. Gracias, Señor». ¿Por qué estamos repitiendo esto como si estuviésemos en la escuela? La razón es que debemos recordar esto por fe. Desde un punto de vista espiritual, somos tan pequeños como niños de la escuela primaria. Somos como niños chiquitos o bebés en el mundo espiritual.
El Señor nos ha salvado con el agua y la sangre y es el que bautiza a la raza humana con el Espíritu Santo y fuego. Es Dios quien bautiza a los creyentes con el Espíritu Santo y a los no creyentes con fuego. Le doy gracias a Dios por esto.