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Sermones

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 4-9] Muchos más creyeron por la palabra de Jesús (Juan 4, 27-42)

(Juan 4, 27-42)
«En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo».
 
 
Hoy me gustaría compartir la Palabra del Evangelio de Juan 4, 27-42 con ustedes. El Señor, que salió de Judea y entró en la tierra de Samaria, se encontró con una mujer en el pozo. ¿Quién era esta mujer samaritana que el Señor conoció? No estaba satisfecha aunque había tenido cinco maridos antes, y no estaba satisfecha con el sexto marido que tenía ahora, ya que estaba viviendo una vida miserable. Era una mujer espiritualmente sedienta que no encontraba satisfacción en la vida aunque lo intentara.
Esta mujer finalmente conoció a Jesús el Salvador aquí. Se relevó completamente a través de Jesús. Finalmente vio lo sucia que era y se dio cuenta del tipo de persona que era ante la presencia de Dios y deseó el agua que calmaría su sed para siempre. Nuestro Señor Jesús le dio el agua que emana para siempre a esta mujer que siempre tenía hambre y sed.
 
 

¿Están sedientos espiritualmente?

 
¿Quién es Jesús? ¿Es una figura histórica que aparece en obras biográficas o es un profeta como Elías? Si no es así, ¿es un personaje inventado por la imaginación de los seres humanos? No es así. Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador de la humanidad, y el Dios Todopoderoso que nos da la salvación.
Lean lo que dice Juan 4, 29: «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?», y la Palabra en Juan 1, 1: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios». La Palabra de Dios nos dice que Jesús lo sabe todo sobre nosotros porque Jesús es Dios y es nuestro Señor y Creador. Es nuestro Señor y Creador que nos hizo y nos habla precisamente sobre nosotros. Solo Él lo sabe todo sobre nosotros.
Por eso Mateo 10, 30 dice que sabe incluso el número de pelos en nuestra cabeza. ¿Saben cuántos pelos tienen? ¿Pueden contarlos? No, no pueden. Sin embargo, nuestro Señor lo sabe. Jesús, quien creó a toda la humanidad, nos conoce de la misma manera que conocía el pasado de esta mujer samaritana. Jesús, quien lo sabe todo sobre nosotros, le dijo a la mujer samaritana todo lo que había hecho hasta ese momento. Le habló de sus circunstancias, de que siempre estaba sedienta espiritualmente con su corazón y no podía estar satisfecha en este mundo. Asimismo le dijo que tenía que beber el agua de la vida eterna para satisfacer su sed espiritual.
Los judíos y los samaritanos tenían una mala relación entre ellos en aquel momento y no se hablaban mutuamente Pero Jesús amó a los seres humanos sin tener en cuenta las barreras raciales. Dijo que quién creyese en Él y le conociese recibiría la vida eterna, y por eso el Señor le dio la luz de la salvación a esta mujer samaritana humilde que quería que le diera una vida nueva. Pero Jesús no le dio a la mujer el agua que calmaría su sed desde el principio. Antes de darle ese agua, le dijo que fuera a buscar a su marido. ¿Sentía el Señor curiosidad por ver la cara de su marido? No. Le dijo esto para que la mujer samaritana se diese cuenta de quién era. Pero la mujer le dijo que no tenía marido y evitó darle una respuesta más completa.
Era vergonzoso para ella decir con sus propios labios a un extranjero que había tenido muchos maridos, ya que no conocía a Jesús en ese momento. Pero Jesús no lo dejó estar y le habló francamente sobre su pasado: «Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad». Después de escuchar esto, la mujer se dio cuenta finalmente de que Jesús no era una persona corriente. Por tanto, antes de que el Señor le diese el pan de vida y el agua de la vida eterna a la mujer, el Señor le recordó a la mujer: «Eres pecadora. No puedes conseguir la satisfacción espiritual por culpa de tus pecados».
Esto es también lo que ocurre con nosotros. Primero debemos reconocer el hecho de que somos pecadores como esta mujer para poder recibir la remisión de los pecados ante la presencia de Dios y recibir el agua de la vida eterna. Debemos saber que somos una masa de pecados para poder recibir la verdadera salvación al creer en el Señor, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu.
Los discípulos de Jesús volvieron con comida en este momento en el que el Señor estaba hablando con la mujer samaritana. Le dieron la comida al Señor, pero les dijo: «Yo tengo comida para comer de la que no sabéis nada» y no comió. Entonces los discípulos pensaron que alguien le había dado de comer. Pero Jesús les dijo a los discípulos que pensaban así lo siguiente: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra». Intentó explicarles a Sus discípulos la verdad de que «la comida espiritual para las personas que han recibido la salvación es predicar el Evangelio» Ahora que Jesús le había dado la salvación a la mujer samaritana, esta tenía la comida espiritual de Jesús para llenarla, y les estaba diciendo a los discípulos que se apresurasen y buscasen la comida espiritual, no solo la comida para la carne.
¿Cuándo estamos llenos los justos que hemos nacido de nuevo? Por supuesto, nuestro estómago está lleno físicamente cuando comemos comida buena. Pero toda la comida buena que comemos se digiere en pocas horas y después se echa del cuerpo por los excrementos. La gente que ha predicado el Evangelio probablemente sabrá qué es estar lleno espiritualmente. ¿Qué sintieron en el momento en que compartieron el Evangelio del agua y el Espíritu con una persona que estaba luchando contra el problema del pecado y vio a la persona recibir la salvación y tener la esperanza del Reino de los Cielos eterno? Es cierto. Como el Señor nos dijo aquí, la satisfacción que viene de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu que se nos ha confiado nos da un gozo y una satisfacción mayores que la satisfacción que sentimos cuando comemos comida para nuestros cuerpos.
El Señor todopoderoso también sintió satisfacción mientras hacía la obra de la salvación. Los discípulos estaban hambrientos físicamente, pero nuestro Señor estaba predicando el Evangelio porque nuestro Señor siempre tenía hambre espiritualmente. Finalmente se llenó cuando la verdadera comida se produjo en Su corazón cuando cumplió la tarea que el Padre le había confiado. Los justos que seguimos al Señor somos de la misma manera. Tenemos una profunda satisfacción en el corazón cuando hacemos los libros de evangelización y celebramos exhibición de libros y otras obras del Señor para predicar el Evangelio. Yo también siento esto muchas veces. No me preocupo mucho, aunque no haya nada de comer en el refrigerador y no tengamos dinero. Por supuesto, no hay nada malo con tener mucha comida. Aunque no tengo nada, también estoy muy contento y mi estómago está mucho más lleno cuando conozco a un alma que tiene pecados y comparto el Evangelio con esa persona. Estoy muy contento cuando la persona recibe la remisión de los pecados y cuando veo que se convierte en un hijo de Dios recto.
Cuanto más trabajamos por el Señor, más llenos estamos espiritualmente. Del mismo modo en que una vaca tiene varios estómagos, todos los justos tienen dos estómagos: el estómago físico y el estómago espiritual. El estómago espiritual se llena solo cuando estamos haciendo la obra del Señor. La mayoría de la gente no lo sabe e intenta llenas su estómago físico solamente. Estas personas me preguntan por qué estoy tratando este tema como si fuera importante, pero la verdad es que estoy muy hambriento espiritualmente.
Por tanto, quiero establecer la Iglesia de Dios en China y compartir el Evangelio del Señor allí. Dicen que las puertas de Corea del Norte se abrirán el año que viene. Mi plan es imprimir muchos libros para compartir el Evangelio con ellos entonces. Quiero distribuirlos a nuestra gente de Corea del Norte. La gente que encuentra nuestro Evangelio ora en su dialecto regional: «Padre nuestro celestial, gracias». Sería bueno escuchar estas oraciones en Corea del Norte. Estoy lleno espiritualmente solo con pensarlo. Tengo muchas ganas de que llegue ese día.
El Señor dio testimonio a la mujer samaritana y se sintió lleno en su estómago espiritual. Por eso no quiso comer nada cuando Sus discípulos le llevaron comida para la carne. Dijo: «Mi corazón está lleno cuando cumplo la obra que Mi Padre me ha encomendado», e hizo que los discípulos se diesen cuenta de que el hambre espiritual es más importante que el hambre físico. Los justos debemos ser así también. Debemos conseguir el alimento espiritual al hacer la obra del Señor de la misma manera en que nuestro Señor recibió satisfacción en Su corazón al hacer la obra de Dios.
Dios nos dio el Espíritu Santo cuando recibimos la salvación de los pecados. Este Espíritu Santo siente satisfacción y plenitud solo cuando comemos comida espiritual. Esto significa que estamos muy contentos y satisfechos cuando hacemos la obra de Dios y le servimos con lealtad. Esta es la comida espiritual que la gente del mundo no puede entender. La gente del mundo está satisfecha cuando come pan para la carne, pero nosotros, los justos estamos llenos y satisfechos solo cuando hacemos la obra espiritual. Esto se debe a que el Señor de la salvación está en nuestros corazones. El Señor que está en nuestros corazones está contento y satisfecho cuando hacemos la obra del Señor porque el Señor, que vivió en este mundo durante 33 años, ahora vive en nuestros corazones como el Espíritu Santo y porque el Señor se manifiesta en nuestros corazones cuando recibimos la remisión de los pecados.
 
 

¿Son ricos espiritualmente?

 
Por otro lado, ¿cómo es la gente del mundo que no hace la obra del Señor? Pueden decir que son pobres espiritualmente porque no reciben ningún alimento espiritual. No tienen gozo o satisfacción hagan lo que hagan. Viven todos los días esclavos de las cosas que perecen.
Gálatas 6, 8 dice: «Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna». La gente que no hace la obra del Señor y solo busca la comida para el cuerpo, solo recogerá la corrupción de su carne (Gálatas 6, 8). Pero la gente que hace la obra del Señor por el Espíritu Santo es diferente. Recibe almas nacidas de nuevo que no morirán como fruto.
Por eso el corazón de la persona que sirve al Señor es muy rico. Su corazón es rico y las bendiciones de Dios se acumulan porque siempre está de lado de Dios, y por tanto su carne es rica naturalmente. Quizás este sea el secreto para hacerse rico. Es difícil ser rico aunque se compren billetes de la lotería todas las semanas. Pero podemos ser ricos material y espiritualmente si servimos al Señor con lealtad.
¿Qué satisfacción hay en un edificio de una iglesia por muy grande que sea? Los edificios enormes y magnificentes no pueden darnos satisfacción si en ellos no se predica el Evangelio del agua y el Espíritu a las almas perdidas, y no se comparte el pan del corazón con la gente. Es más bendito y gratificante que una sola alma crea en el Evangelio del agua y el Espíritu y reciba la remisión de los pecados que construir 100 edificios de iglesias enormes.
Cuando la gente consigue la salvación a través de la predicación del Evangelio, el Espíritu Santo dentro de nuestros corazones está contento porque la voluntad del Señor se ha cumplido. La remisión de los pecados de un alma es algo por lo que regocijarse, no solo nosotros, sino también en el Cielo. Las Escrituras dicen: «Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!» (Lucas 15, 7). La salvación de un pecador de los pecados es más deseada en el Cielo aunque queden noventa y nuevo personas justas por su cuenta. Esta es la voluntad del Señor, la esperanza y lo que agrada más al Espíritu Santo que está en nuestros corazones. Asimismo la razón por la que nuestros corazones están tan frustrados y heridos y llenos de compasión cuando vemos a la gente que se levanta contra el Evangelio es porque esta es la obra que nuestro Señor no quiere.
Hechos de los Apóstoles 2, 38-39: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare». Esto significa que el Espíritu Santo vive en el corazón como un don cuando entendemos y creemos que Jesucristo tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado. ¿Cómo vivirá esta gente que ha recibido al Espíritu Santo en sus corazones? Serán felices por el Espíritu Santo. Vivirán con bendiciones y felicidad.
¿Aceptan ahora que todos sus pecados fueron transferidos a Jesucristo cuando vino al mundo y fue bautizado? Los que creen en esto han recibido al Espíritu Santo. Nuestro Señor tomó todos nuestros pecados al ser bautizado en el río Jordán y sufrió el juicio por los pecados en la Cruz. Hemos recibido la perfecta remisión de los pecados al creer en esto. Hemos recibido la remisión de los pecados porque nuestros pecados han sido transferidos al Señor y ha muerto por nosotros, ya que fue juzgado en nuestro lugar. Crean en esto. Recibirán al Espíritu Santo como don del Señor en el momento en que crean en la remisión de los pecados.
El Espíritu Santo no se manifiesta a Sí mismo solo porque digamos en alto: «¡Señor! ¡Espíritu Santo!» como algunas personas creen. El Espíritu Santo es el Espíritu Divino. El Espíritu de Dios es el Espíritu de Jesucristo. Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo son el mismo Dios. El Espíritu Santo no va y viene cuando le saludamos. El Espíritu Santo es el Ser valioso que vive en los corazones de los que creen que el Señor les ha salvado completamente del problema del pecado a través del Evangelio del agua y el Espíritu; los corazones de los que han recibido la remisión de los pecados al creer en la Verdad. El Señor pone el sello del Espíritu Santo en los corazones de la gente que ha recibido la remisión de los pecados. El Espíritu Santo puede entrar en esos corazones perfectamente y morar en ellos porque no hay pecados. El Espíritu Santo puede vivir en esos corazones sin traumatizarse, porque no hay pecados.
Sin embargo, el Espíritu Santo no puede ir a los corazones de la gente que todavía tiene pecados en sus corazones. La gente que cree en Jesús falsamente no entiende que el Espíritu Santo entra y sale de sus corazones. Sin embargo, no es así. El Espíritu Santo no puede morar en los corazones cuando hay pecado, y es imposible que el Espíritu Santo entre en esos corazones. El Espíritu Santo no entra en ustedes cuando le piden que lo haga y so sale cuando le dicen que salga. El Espíritu Santo no es nuestro siervo. El Espíritu Santo es el don que el Señor nos da junto con la vida eterna a las personas que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
El Espíritu Santo es el don de Dios. El Espíritu Santo viene como el don de Dios en la gente que ha recibido la remisión de los pecados. Por tanto, debemos recibir la remisión de los pecados perfectamente al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Espíritu Santo puede vivir en nosotros solamente si creemos en el hecho de que nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados. Es una gran gracia y bendición recibir la remisión de los pecados porque hemos recibido el don valioso del Señor. Las Escrituras dicen que no hay condena para los que tienen el Espíritu de Cristo y sí hay condena para los que no tienen el Espíritu de Cristo.
Sin embargo, hay muchas personas que creen en el Señor sin haber recibido al Espíritu Santo en sus corazones. Hay muchos cristianos que son falsos y muchos que creen de manera incorrecta. Dicen que hablan en lenguas y murmuran palabras que no se pueden entender. Sin embargo, el Espíritu Santo nunca hace estas cosas. El Espíritu Santo no es un Ser que diga palabras que no puede entender.
Nuestro Señor vino a este mundo y borró los pecados de todas las almas y les dio el don del Espíritu Santo a sus corazones. El Señor quiere que prediquemos esta Verdad al mundo, de la misma manera en que Él le dijo esta Verdad personalmente a la mujer samaritana, porque es el verdadero pan de vida. Nosotros debemos llenar nuestras almas con el alimento espiritual que el Señor nos ha dado al compartir el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo en vez de buscar alimento espiritual.
Miremos el pasaje de las Escrituras de nuevo. Juan 4, 35-38 dice: «No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores».
El Señor dijo esto acerca de la gente que predica el Evangelio. Miramos su significado con más detalle. Hay un campo grande en el que se han plantado cosechas. La gente pensaba que por lo menos habría cuatro meses más antes de la cosecha, pero cuando abrieron los ojos y vieron el campo se dieron cuenta que el tiempo de la cosecha ya había llegado.
¿Qué significa esto? Cuando predicamos el Evangelio, a veces escogemos un día para predicarlo y salvar a un alma según nuestros propios cálculos en vez de preguntarle a Dios primero. Juzgamos por nosotros mismos y decimos: «Esta persona no está lista todavía. Creo que necesito esperar un poco más», a pesar de que esa persona está lista para ser cosechada. El pago de la cosecha ya se ha realizado y solo tienen que recogerla, pero pensaron desde su perspectiva carnal y decidieron que quedaba más tiempo. Por eso no pudieron recoger la cosecha.
Dios ha planeado la salvación de la humanidad en el Evangelio del agua y el Espíritu. Puso el plan en marcha a través de Jesucristo y el Espíritu Santo lo garantizó. Dios prometió esta salvación al escribirla en todas las Escrituras.
Sin embargo, no hicimos nada. Los siervos de Dios que vivieron en generaciones pasadas intentaron proteger la Biblia, que es la Palabra de Dios. Durante los 1600 años en los que las Escrituras fueron escritas, hubo muchos que intentaron destruirlas, e incluso hubo un rey en Israel que quemó la Palabra de Dios. Pero los siervos de Dios escucharon la voz de Dios y la escribieron de nuevo y se la dieron a los israelitas. Trabajaron muy duro para proteger la Palabra de Dios. Los que vivimos en este mundo ahora no hemos hecho mucho comparado con eso. Hemos recibido la salvación por nada.
 
 

Ahora es la hora de hacer algo por el Señor

 
Hacer la obra de Dios no es difícil. Solo tenemos que recoger el trabajo que el Señor ha hecho. Debemos compartir el Evangelio del agua y el Espíritu a todas las almas de nuestro alrededor, encontrar a las almas que quieran dar fruto, y cosecharlas. Entonces el que coseche y el que haya trabajado duro se regocijarán juntos. El Señor dijo: «Otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores». No hay mucho que hacer que sea tan especial. Todo lo que tenemos que hacer es predicar la obra que Jesús y los profetas ya han hecho. Quiero que sepan que esta es nuestra comida y misión espirituales.
¿Cuál es el Evangelio de la Verdad? La palabra griega euaggelion significa Evangelio, que a su vez significa buenas noticias. ¿Cuál es la buena noticia para nosotros? Que el Señor ha borrado todos los pecados del mundo. Tenemos que predicar la buena noticia que el Señor cumplió hace mucho tiempo. El Señor dijo: «Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega» (Juan 4, 36). Como dice esta Palabra, hemos recibido nuestra paga. Por tanto estamos muy contentos si hacemos la obra de recoger la cosecha de la obra que Dios ha hecho por fe.
Miren lo contento que estoy yo. Estoy muy bendecido porque he recibido la remisión de los pecados a través del Señor, y solo tengo que hacer la obra de compartir esta experiencia. Nosotros estamos muy felices y estamos llenos espiritualmente cuando cosechamos la obra que el Señor ha hecho en Su lugar. El Señor, que tiene mucho amor, se regocija en nuestra cosecha y nos dice que hemos hecho bien aunque sea la obra que ya ha hecho.
Tendríamos que ofrecer oraciones de penitencia todos los días si tuviésemos que recibir la remisión de los pecados a través de las mismas. Sin embargo, esta salvación es imperfecta. ¿Cómo podemos los seres insuficientes recordar todos los detalles del mal que hemos hecho? Seguramente hay muchos más pecados que hemos olvidado. Además, tendríamos que ir al infierno por habernos olvidado de esos pecados y no podernos haber arrepentido de ellos. ¡Qué cosa más terrible e imperfecta! Sin embargo, Dios no nos salvó de esa manera.
Leamos la Palabra en Juan 4, 39-42: «Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo».
Debemos entender la Palabra importante que nos está diciendo el Señor aquí. El Señor dice que la mujer samaritana que recibió la salvación del Señor dejó la tinaja de agua y fue a su aldea. Le dijo a todo el mundo: «¡Mirad! Hay una persona que me ha dicho todo sobre mí misma. Es el Salvador. ¡Venid a verle!». Reunió a la gente de esta manera y se la llevó al Señor. Entonces, el Señor les habló personalmente y muchos creyeron Su Palabra y recibieron la remisión de los pecados. La mujer samaritana hizo la obra de reunir a la gente y llevarla ante la presencia del Señor, y esos samaritanos recibieron la salvación a través de la Palabra que el Señor les habló personalmente.
Sé que esto es lo que debemos hacer también. Debemos traer a las almas que no han recibido la salvación ante la presencia del Señor. Debemos hacer que escuchen Su Palabra. Muchas personas recibirán la salvación a través de la Palabra del Señor si hacen esto. No podemos salvar a las almas por mucho que hablemos y por muy convincentes que seamos.
Nunca podríamos predicar el Evangelio correctamente con nuestra propia sabiduría carnal. Otras almas reciben la verdadera remisión de los pecados y la salvación a través de la Palabra cuando hablamos solo con la Palabra escrita. Miremos el versículo 42. Dice: «Y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo».
La mujer samaritana se dio cuenta de que el Señor era el Salvador de este mundo al escuchar la Palabra de nuestro Señor personalmente. ¿Podemos predicar el Evangelio hablando bien o a través de la reputación de una denominación cuando predicamos el Evangelio del Señor? No, no podemos. Es posible solo a través de la Palabra del Señor que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Primero debemos desarrollar buenas relaciones humanas y entonces podremos compartir el Evangelio del agua y el Espíritu con la Palabra de Dios. Entonces podremos decir: «¡Mirad! La Palabra dice que Él cargó con todos los pecados del mundo. ¡Mirad! ¿Acaso no dice que es justo que toda la justicia se cumpliese en el río Jordán? ¿Acaso toda la justicia no se refiere a borrar todos los pecados?».
Recibimos todos los pecados en nuestros corazones cuando escuchamos con fe la Palabra de Dios, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Los pecados desaparecen. ¿Por qué? Porque el Evangelio del agua y el Espíritu es la Palabra de Dios que tiene ese poder.
Por tanto, debemos hacer la obra de compartir la Palabra de Dios por fe. No estamos borrando sus pecados ahora. Solo estamos predicando la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu a través de la que el Señor borró todos los pecados del mundo hace mucho tiempo. El poder del espíritu malvado sale de la gente cuando escucha la Palabra sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Reconoce claramente la mente que está confusa. La Palabra con poder otorga orden espiritual. Estoy diciendo que nos hace entender la Verdad real de la salvación y Su justicia.
Por tanto, debemos predicar siempre con la Palabra de Dios cuando prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente. Solo entonces la gente podrá recibir la remisión de los pecados y convertirse en obreros de la justicia cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cómo llegamos a creer en la justicia de Dios? ¿Creímos en ella a través de las doctrinas del cristianismo? Creímos en ella a través de la Palabra del Señor del Evangelio del agua y el Espíritu que está en la Biblia. Esta es la Palabra de Verdad que nunca cambia. La gente que predica y cree en la Palabra de Dios es la misma que hace mucho tiempo recibió la remisión de los pecados. La gente no puede recibir la verdadera remisión de los pecados en sus corazones a través de las doctrinas del cristianismo que predominan hoy en día. Es imposible convertirse en una persona nacida de nuevo a través de la fe que cree en lo que le dicta el corazón. Podemos recibir la remisión de los pecados solo al creer en la Palabra de Dios que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, y podemos compartir la remisión de los pecados a los demás solo cuando compartimos el Evangelio con la Palabra. Debemos conocer el método de predicar el Evangelio claramente.
¿Sienten la presión de predicar porque no saben hablar bien? Ya hablen bien o no es de poca importancia. El que las almas reciban la remisión de los pecados o no depende de lo bien que se conozca la Palabra del Señor y lo mucho que se crea en ella, y lo correctamente que se dé testimonio de la Palabra. Lo más importante en la predicación es entender la Palabra correctamente y creer en ella correctamente. Se decide en ese momento.
Hoy estamos aprendiendo el método de dar testimonio y qué es la verdadera satisfacción en nuestros corazones a través del Evangelio de Juan 4. Hay satisfacción cuando hacemos la obra del Señor y le servimos con el corazón. Podemos dar testimonio de la bendición de la remisión de los pecados a otras almas cuando damos testimonio con la Palabra escrita; no con nuestras propias palabras. Debemos ser este tipo de gente.
Deben deshacerse de la idea de que no pueden compartir el Evangelio bien porque hace poco tiempo que nacieron de nuevo. Cuando comparten la Palabra que les dio la remisión de los pecados tal y como es, la persona que la escuche también recibirá la remisión de los pecados naturalmente. Cuando una persona les ataque y no tengan una respuesta, entonces deben ir a la Iglesia de Dios de nuevo y aprender. Entonces llegará el momento en que podrán compartir la Palabra de Dios perfectamente, y la persona que oiga su testimonio recibirá la remisión de los pecados como nosotros. Sin embargo, no podemos compartir la remisión de los pecados si no entendemos la Palabra correctamente.
Algunas personas piensan que los pecados del mundo de los que se habla en la Palabra, «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo», son los pecados que hemos cometido hasta ahora. Otras personas dicen que el Señor tomó nuestro pecado original pero no los pecados personales. Entonces, ¿cuál es la Verdad? La Verdad es que nuestro Señor tomó nuestros pecados completamente. Ya no somos pecadores.
Por tanto, la mayoría de los cristianos son pecadores por mucho que crean si no entienden el verdadero significado del bautismo de Jesús. No pueden evitar ser pecadores aunque hayan creído durante 100 años. Hay muchas personas extrañas. Algunos dicen que siguen siendo pecadores aunque han creído desde que estaban en el vientre de sus madres.
¿Qué significa esto? Es la prueba de que no han recibido la remisión de los pecados si dicen que son pecadores. Habrían recibido la remisión de los pecados y estarían llenos espiritualmente si hubiesen creído correctamente. Por tanto, debemos entender la Palabra de Dios correctamente. Habrá un resurgimiento espiritual en las almas de otras personas solo cuando compartamos el Evangelio con el conocimiento correcto de la Palabra de Dios. Quiero que recuerden esto. ¡Aleluya!