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Sermones

Tema 25: El Cantar de los Cantares

[25-12] Vacíen sus corazones a menudo si quieren recibir el amor del Señor (Cantar de los Cantares 7:1-13)

Vacíen sus corazones a menudo si quieren recibir el amor del Señor(Cantar de los Cantares 7:1-13)
“¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, 
Oh hija de príncipe! 
Los contornos de tus muslos son como joyas, 
Obra de mano de excelente maestro. 
Tu ombligo como una taza redonda 
Que no le falta bebida. 
Tu vientre como montón de trigo 
Cercado de lirios. 
Tus dos pechos, como gemelos de gacela. 
Tu cuello, como torre de marfil; 
Tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim; 
Tu nariz, como la torre del Líbano, 
Que mira hacia Damasco. 
Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo; 
Y el cabello de tu cabeza,
como la púrpura del rey 
Suspendida en los corredores.
¡Qué hermosa eres, y cuán suave, 
Oh amor deleitoso! 
Tu estatura es semejante a la palmera, 
Y tus pechos a los racimos. 
Yo dije: Subiré a la palmera, 
Asiré sus ramas. 
Deja que tus pechos sean como racimos de vid, 
Y el olor de tu boca como de manzanas,
Y tu paladar como el buen vino, 
Que se entra a mi amado suavemente, 
Y hace hablar los labios de los viejos. 
Yo soy de mi amado, 
Y conmigo tiene su contentamiento. 
Ven, oh amado mío, salgamos al campo, 
Moremos en las aldeas.
Levantémonos de mañana a las viñas; 
Veamos si brotan las vides, si están en cierne, 
Si han florecido los granados; 
Allí te daré mis amores. 
Las mandrágoras han dado olor, 
Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, 
Nuevas y añejas, que, para ti,
oh amado mío, he guardado.”
 
 

¿Nos hemos unido con el corazón para vivir por fe?

 
Todos los que estamos aquí reunidos acabamos de leer el Cantar de los Cantares 7. Este pasaje hace un trabajo excelente describiendo cuánto nos ama el Señor a Sus obreros. Aunque el Señor nos amó tanto que se ofreció a Sí mismo para ser nuestro perfecto sacrificio, aveces no cumplimos las expectativas de este amor cuando trabajamos por el Señor. Así que nos sentimos obligados a confesar nuestras debilidades y profesar nuestra fe ante la justicia del Señor. Aunque somos dignos de amor y preciosos a los ojos del Señor, también tenemos el deber de complacerle. Por eso estamos haciendo la obra del Señor.
Debemos pensar en si nuestros corazones están contentos de hacer la obra del Señor o no. Ahora mismo estamos viviendo confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu y si esto es cierto, todos estamos más que cualificados para convertirnos en obreros de Dios. El Señor nos ama a todos, pero la cuestión es si de verdad le amamos nosotros. ¿Están haciendo la obra del Señor con gozo por su fe en la justicia de Dios? Debemos hacernos estas preguntas. Aunque hayamos recibido la remisión de los pecados, tenemos muchas debilidades y estas debilidades se revelan más claramente cuando no unimos nuestros corazones con el Señor. Entonces, ¿cuándo no nos unimos al Señor?
Esto ocurre cuando empezamos a amar las cosas del mundo más que al Señor. Aunque el Señor nos ha amado con Su justicia, hay momentos en que no respondemos bien a Su amor. Esto se debe a que todavía estamos en nuestra carne y la seguimos. ¿Por qué seguimos lo que quiere la carne cuando está claro que el Señor es nuestro Dios indispensable? ¿Por qué les falta lealtad a nuestros corazones cuando el Señor nos ha salvado de todos los pecados del mundo y nos ha convertido en hijos Suyos? ¿Por qué nuestros corazones no tienen el amor ardiente por el Señor, o lo que es peor por qué están fríos como las cenizas quemadas? Esto se debe a que hay demasiadas cosas del mundo dentro de nuestros corazones y mentes.
Si no tenemos pasión por el Señor es porque en nuestros corazones amamos menos la justicia del Señor. Esto puede pasar, aunque en realidad no hay nada digno de nuestro amor fuera de la justicia del Señor. Pero, sin darnos cuenta, muchas cosas del mundo entrarán en nuestros corazones y se plantarán allí firmemente. El deseo de las cosas del mundo puede quedarse en nuestros corazones fácilmente, a medida en que los placeres del mundo van entrando. Sin embargo, lo único que puede cautivar nuestros corazones hasta el final es el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que, cuando las cosas del mundo entran en nuestros corazones y no vivimos por la justicia del Señor, la justicia de Dios solo durará poco tiempo.
 
 

¿Por qué siguen sin ser salvados los que aún tiene pecados?

 
Consideremos esta pregunta primero. Nuestros corazones no tienen sitio para que entre esta justicia del Señor. No hay espacio en sus corazones para la justicia del Señor. Esto se debe a que el pecado reina en sus corazones. Hoy, incluso cuando la gente que se encuentra en el Evangelio del agua y el Espíritu a través de nuestros libros impresos, muchos lo rechazan porque sus corazones están llenos de pecados. Los corazones de la mayoría de personas están llenos de pecados. Están gobernados por el pecado y lo sirven como su rey, buscan las riquezas, la fama y el poder. Todo esto se debe a que sus corazones están gobernados por el pecado.
Quien viva con un corazón pecador seguirá siendo un esclavo del pecado para siempre. Pero, nuestro Señor sigue viniendo a buscarnos, aunque seamos pecadores. El problema es que la mayoría de estos pecadores siguen pensando que la justicia del Señor no tiene nada que ver con ellos. En realidad, lo que cada pecador necesita absolutamente es el amor y la justicia de Dios. A pesar de esto, cuando los pecadores escuchan la justicia del señor por primera vez, la mayoría de ellos no pueden creer en ella de todo corazón. Esto se debe a que piensan que lo que el Señor ha hecho por ellos por amor no tiene nada que ver con ellos. Así que el Señor dijo en el Nuevo Testamento que está buscando a los que trabajan duro y están cansados. Y también dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).
Mis queridos hermanos, solo cuando las cosas del mundo no pueden gobernar los corazones de los pecadores, la justicia del Señor empieza a reinar en sus corazones. Cuando no encontramos la felicidad con las cosas del mundo nos damos cuenta finalmente de lo grande que es la justicia del Señor. Entonces entendemos que todas las cosas del mundo no son nada comparadas con la justicia del Señor. Cuando llegamos a un profundo entendimiento de la justicia del Señor podemos entender el significado verdadero de la salvación. Entonces nuestros corazones buscan solo la justicia del Señor. Entonces nuestros corazones creen en la justicia del Señor cuando escuchan hablar de ella. Y entonces la justicia del Señor nos da la verdadera salvación a los pecadores.
Cuando los pecadores escuchan que el Señor les ha salvado para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu, alcanzan su verdadera salvación al creer en esta Verdad con sus corazones. En ese momento pueden entender la justicia de Dios y darle gracias al Señor por Su amor con una fe absoluta. Sin embargo, si el corazón de un pecador no es pobre, la voluntad de Dios no se cumplirá, aunque la justicia del Señor nos haya salvado de todos nuestros pecados. Por tanto, solo después de recibir la remisión de los pecados creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos darnos cuenta de que habíamos sido pecadores.
Si solo queremos las riquezas de la carne, su fama, su poder, acabaremos traicionando el amor del Señor y Su justicia. Para los justos, la prosperidad material se obtiene predicando la justicia de Dios. Hay bendiciones mayores que se reciben al creer en la Palabra de Dios. Pero hay personas que, a pesar de haber creído en la justicia del Señor de corazón, todavía siguen a su carne. Como las mentes de estas personas están preocupadas con la necesidad de amasar riquezas, obtener poder o encontrar la fama, acaban abandonando los mandamientos del Señor.
Si alguien quiere convertirse en la sal que ha perdido su gusto, todo lo que tiene que hacer esta persona es desobedecer los mandamientos del Señor para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. La sal sin gusto no puede seguir al Señor. Aún es peor, estas personas no pueden seguir a la justicia del Señor, aunque quieran. No están cualificadas. Si los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu constituye la justicia de Dios no siguen la justicia del Señor por fe, al final estarán destinados a ser siervos de Satanás.
Al final acabarán convirtiéndose en personas como los siervos de la parábola del siervo de Jesús que recibe un talento. Estas personas piensan que el Señor es un obstáculo en sus vidas. Como piensan que el Señor es un mísero y un usurero, acaban convirtiendo al Señor en un Dios malvado. Cuando esto ocurre, en vez de servir a la justicia del Señor, blasfemas Su obra. Estas personas acaban culpando al Señor y abandonándolo. Por tanto, es imperativo que creamos en la justicia del Señor de corazón y sigamos Sus mandamientos.
Todos sabemos que necesitamos vaciar la basura por lo menos una vez al día, especialmente cuando hay restos de comida o empezaría a oler muy mal. De la misma manera, también debemos librarnos de las transgresiones de basura que entran en nuestros corazones por los menos una vez a la semana con fe en la justicia del Señor. Como todos sabemos, la basura tiene que vaciarse una vez al día para asegurarse de que la casa no huele. Antes de creer en el Señor, debemos abandonar la codicia de la carne porque solo entonces podremos seguir la justicia del Señor.
Las cosas del mundo pueden convertirnos a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu en personas que no tienen nada que ver con el Señor. En otras palabras, nuestra codicia por el mundo que siempre está presente puede hacernos caer en los pecados del mundo. Pero las cosas del mundo no pueden traernos paz a los corazones. Debemos darnos cuenta de que la justicia del Señor constituye nuestra salvación y debemos creer en esto y seguirla con gratitud. Al encontrarnos con la justicia del Señor hemos sido salvados de nuestros pecados.
 
 

Sin embargo, nuestro problema es que seguimos estando tentados por las cosas del mundo incluso después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Esto ocurre porque, incluso los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu siguen viviendo en nuestra carne como todo el mundo Todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu seguimos siendo humanos y por tanto la codicia de la carne sigue estando en nuestros corazones. Sin embargo, al poner nuestra fe en la justicia del Señor podemos vencer estas tentaciones que permiten que las cosas del mundo entren en nuestros corazones. Solo entonces servimos a la justicia del Señor, la seguimos y recibimos las bendiciones de Dios. Esto se debe a que no podemos conversar con el Señor si nuestros corazones están llenos de demasiadas cosas del mundo y por tanto debemos asegurarnos de que seguimos pensando en la justicia del Señor.
Los justos, cuyos corazones están cautivados por las cosas del mundo, no pueden entender la obra de Dios, aunque se la expliquemos. Al igual en que un hombre completamente enamorado está ciego, los justos que se enamoran de las cosas del mundo pueden estar ciegos a la voluntad del Señor. Como siguen siendo humanos, acaban viviendo una vida que no tiene nada que ver con la justicia del Señor. Estas personas no pueden escuchar la justicia del Señor. El dinero es algo que todo el mundo necesita. Sin embargo, El Señor dijo: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Nadie puede encontrar satisfacción en las cosas del mundo; sino que una vida completa puede vivirse solo cuando se puede fe en la Palabra que procede de la boca de Dios y la justicia del Señor.
Para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu de manera eficaz por todo el mundo, es cierto que necesitamos dinero. Hoy en día no hay manera de predicar el Evangelio sin recursos financieros. Pero, aunque tengamos todo el dinero del mundo, si no creemos en la Palabra de Dios primero, no podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

Recientemente hemos descubierto a un mentiroso impostor en la Iglesia de Dios que se opone al ministerio del Evangelio

 
Recientemente hemos descubierto que cierto pastor en nuestra iglesia ha estado obstruyendo nuestro ministerio del Evangelio para obstaculizar la voluntad de Dios. Este problema se nos ha presentado con una decisión difícil. No podemos perdonar el error de este hombre. Esto se debe a que Dios es un Dios justo y no perdona a nadie si no se arrepiente de sus pecados. Podríamos haber mostrado algo de tolerancia a este pastor, pensando que es humano como todos, pero estaba obstruyendo la obra de Dios deliberadamente y por eso debe pagar el precio de sus acciones. Esto se debe a que el pecado de este pastor no se cometió contra el hombre, sino contra Dios. ¿Por qué hizo el pastor lo que hizo? Pensemos en su error.
De hecho, debemos tomar esta oportunidad para reflexionar sobre nuestra situación. ¿Por qué hizo el pastor lo que hizo? ¿Por qué escogió la fama del mundo, las riquezas y el poder de la justicia del Señor? ¿De verdad consiguió riqueza y poder en este mundo al oponerse a la obra del Señor? No, no fue así. Las cosas de este mundo se convirtieron en un ídolo para él y se arruinó. Satanás lo arruinó y su propia avaricia reinó en su corazón. Como estaba lleno de avaricia buscando la fama y el poder del mundo, la justicia del Señor no pudo reinar en su corazón. Y como no pudo vaciar su corazón de avaricia, acabó levantándose contra el Señor de la gloria.
Estas cosas ocurrieron a pesar del hecho de que, si hubiese servido a la justicia del Señor, todas las cosas del mundo que buscaba habrían llegado a su debido tiempo. Aunque sabemos muy bien que el Señor es más valioso que cualquier cosa del mundo, este pastor no se dio cuenta de ello. Lo que le preocupaba no era la justicia del Señor, sino la avaricia de este mundo. Por eso fue por el mal camino. Asimismo, no solo se arruinó este pastor, sino que muchas personas del mundo también le siguieron.
Incluso para nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, seguimos al Señor a menudo y queremos abandonar, y esto suele ocurrir por los deseos de la carne. ¿Por qué cae la gente en la tentación? Esto se debe a que piensan que hay menos gozo en seguir a la justicia del Señor que en seguir al mundo. ¿Por qué piensan que esto es así? Esto se debe a que piensan que el gozo de seguir al mundo es mayor que el gozo de seguir a la justicia del Señor. ¿Qué explica esto? Para algunas de estas personas, esto se debe a que se sienten cansados de seguir a la justicia del Señor. ¿Por qué se sienten así?
Cuando miramos dentro de sus corazones, podemos ver que están llenos de deseos de este mundo, más que de amor por la justicia del Señor. Esto se debe a que estas personas no responden a la justicia del Señor, aunque les haya salvado. Esto se debe a que sus corazones están centrados en otra cosa que no es el amor del Señor. Por eso el Señor nos dijo que quitásemos la suciedad de nuestros corazones. Por tanto, es demasiado importante que vaciemos nuestros corazones tanto como sea posible de la suciedad que se acumula en nuestros corazones.
Dicho de otra manera, aunque los justos debemos quitar la suciedad que se acumula en nuestros corazones, de la misma manera en que sacamos la basura de nuestras casas. Solo entonces podemos responder al amor del Señor, por el que nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu, con una vida de fe. Si vivimos creyendo en la justicia de Dios, responderemos a Su amor, y si respondemos a Su amor, podremos vivir como siervos Suyos y participar en Su gloria.
El Señor nos dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22). “Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas” (Mateo 6:23). Esto significa que nadie puede conocer al Señor si su corazón está en tinieblas. Si sus corazones están llenos de tinieblas, no podrán reconocer la justicia del Señor, aunque la encuentren. Por tanto, es muy importante que miremos dentro de nuestros corazones de vez en cuando, los examinemos y los vaciemos tan a menudo como sea posible. Mientras vivimos nuestras vidas, como somos humanos, las cosas del mundo pueden entrar en nuestros corazones. Por eso es imperativo que vaciemos nuestros corazones a menudo.
Después de todo, las cosas del mundo que han entrado en nuestros corazones no son más valiosas que el Señor o Su justicia. Si confiamos en la justicia del Señor, podemos asegurarnos de que nuestra relación con el Señor está en el buen camino. Solo porque los deseos del mundo han entrado en nuestros corazones y como los dejamos entrar para satisfacer nuestros deseos, esto no significa que podamos encontrar la verdadera felicidad. Nosotros conocemos nuestros corazones mejor que nadie. Así que debemos vaciar nuestros corazones tan a menudo como sea posible.
Sigamos examinando el Cantar de los Cantares 7. Es una canción de amor que expresa el amor de Dios por Sus obreros. Como podemos ver en el pasaje de las Escrituras de hoy, hay muchos pasajes en los que Dios elogia a Sus obreros.
 
 
Dios elogia los pies de Sus siervos
 
Está escrito en el Cantar de los Cantares 7:1: “¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias”, Dios está elogiando los pies de los siervos en sus sandalias. El Señor empezó elogiando los pies de los siervos. No suelo pensar mucho en mis pies y mucho menos en que sea hermosos, pero el Señor habló de nuestros pies muy a menudo. Aquí el Señor elogió a los siervos de Dios exclamando acerca de la belleza de sus pies. ¿Por qué elogió Dios sus pies? Dios elogió los pies de Sus obreros porque con esos pies están predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso Dios dijo en Isaías 52:7: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas”.
 
 
Dios elogia los muslos de Sus siervos
 
El Cantar de los Cantares 7:1 dice: “Los contornos de tus muslos son como joyas, Obra de mano de excelente maestro”. Los muslos aquí se refieren a la fuerza de dedicarse a la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu. Los músculos que forman los muslos simbolizan la fuerza. Si interpretásemos este pasaje según el criterio de belleza que prevalece en esta era, diríamos que es un elogio equivocado. Pero eso no es lo que significa. Esto significa que, en la Iglesia de Dios, si dedicamos todas nuestras fuerzas a servir y predicar la justicia del Señor, seremos bendecidos por Dios.
En los últimos Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Vancouver, una mujer coreana Sangha Lee ganó la medalla de oro en una carrera de patinaje. Tenía los muslos muy gruesos, tanto que solía avergonzarse de ellos, pero los medios coreanos los llamaron los muslos de oro, porque gracias a las fuerzas de sus muslos ganó la medalla de oro. De esta manera, el Señor también elogia nuestros muslos. Esto se debe a que nos hemos dedicado a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la obra de Dios. Llevar a cabo la obra del Evangelio sin cesar es algo digno de elogio. Así que, nuestras hermanas con piernas delgadas no tienen nada de lo que alardear, mientras que nuestras hermanas con piernas gruesas no tienen nada de lo que avergonzarse. Es bueno tener las piernas gruesas. Solo cuando tenemos piernas fuertes podemos darle fuerte a la pelota y estar de pie durante mucho tiempo. El Señor elogia nuestro trabajo de predicar el Evangelio. También elogia nuestro corazón firme.
 
 

El Señor elogia a los que tienen un corazón firme

 
El Cantar de los Cantares 7:2 dice: “Tu vientre como montón de trigo cercado de lirios”. El Señor dice que los obreros de Dios que hacen Su obra con pasión son dignos de ser elogiados. Como estamos trabajando sin cesar para predicar el Evangelio, a los ojos del Señor todo lo que hacemos con nuestro cuerpo es encomendable, desde nuestros cuellos a nuestros ojos, nuestras narices, cabezas y nuestro pelo. En otras palabras, es hermoso a los ojos de Dios que los miembros de Su Iglesia estén sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor dijo en el Cantar de los Cantares 7:6: “¡Qué hermosa eres, y cuán suave, Oh amor deleitoso!”. Aquí, el Señor está exclamando lo mucho que se complace con los miembros de la Iglesia de Dios. Está expresando Su corazón diciendo: “¡Me complaces!”.
¿Por qué se complace el Señor con nosotros? Porque los obreros de Dios y el Evangelio al que están sirviendo son hermosos a los ojos del Señor. En otras palabras, somos hermosos a los ojos de Dios porque tenemos pasión por Su obra. Y como los siervos de Dios y el Señor están enamorados, su relación espiritual de amor se mantiene.
 
 

Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son siervos de Dios que viven en la justicia del Señor y Su amor

 
Parece que estamos unidos al corazón del Señor de la justicia en nuestras vidas. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos sido salvados de nuestros pecados para siempre. El que nos hayamos convertido en obreros de Dios significa que nos hemos unido con la justicia del Señor, corazón con corazón. Pasemos al versículo 10: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío”.
Dios bendice y ama a los justos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como somos dignos de amor para el Señor, incluso entregó su vida por nosotros y nos hizo obreros Suyos. Como respuesta al amor del Señor, nos hemos prestado voluntarios para vivir como obreros de Dios. Ahora creemos en la justicia de Dios como nuestra salvación. Podemos amar al Señor hasta el final solo si creemos en Su justicia y la predicamos.
Mis queridos hermanos, debemos reconocer que no todo lo que entra en nuestros corazones es bueno. Si miran dentro de sus corazones, se darán cuenta de que no todo lo que ven allí es bueno. ¿Qué pasaría si siguiésemos las cosas del mundo? Seríamos inútiles para el Señor y la gente de este mundo. Ante Dios, debemos llenar nuestros corazones con Su Palabra. Solo si nuestros corazones están llenos de la Palabra de Dios podemos seguir la justicia del Señor.
Si nuestros corazones están llenos de las cosas del mundo y de tinieblas, no podemos ver la justicia del Señor y por eso no podemos seguir al Señor tampoco. El Señor nos ha hecho obreros de Dios para bendecirnos a todos. Estas cosas no son posibles sin el plan de Dios. Como muchas personas son ciegas espiritualmente, no podemos ver las bendiciones de Dios.
 
 
El líder espiritual en la Iglesia de Dios quiere que prosperemos en cuerpo y espíritu
 
Los líderes de su iglesia están ahí para asegurarse de que están a salvo en cuerpo y espíritu. No están ahí para mandarles. Sería desafortunado que no se dieran cuenta de esto. ¿Sienten que es pesado tener un líder? Algunas personas pueden pensar: “Si no fuera por los líderes de la Iglesia, yo sería el líder. Sería el rey y no habría líderes”. Si una persona así se convierte en líder en la Iglesia, estas personas intentarán engañar al pueblo de Dios. Los que se han convertido en líderes de la Iglesia deben guiar a su gente que el Señor les ha confiado. Tienen el deber de fe de proteger a sus seguidores de la fe. Los líderes de la Iglesia deben proteger a sus seguidores en todo, desde sus vidas hasta su seguridad y deben proteger a la congregación de los malvados. Los líderes espirituales deben librar una batalla espiritual contra los enemigos del pueblo de Dios.
Sin embargo, el problema es que los líderes que no han nacido de nuevo no tienen esta habilidad. Como están preocupados con satisfacer nuestra avaricia carnal, no tienen poder espiritual. Están salivando por sus congregaciones, pensando para sí mismos: “Es porque esta persona no puede ser un líder. Si no fuera por ese líder de la iglesia, podría hacer lo que quisiese. Podría camelar a la congregación para que me diera todas sus posesiones. Podría ser rico, podría mandar a toda esta gente en la Iglesia como mis siervos y podría vivir como un rey”. En la Iglesia de Dios, simplemente tener un pensamiento así es un pecado grave.
Sin embargo, no somos tontos. ¿Les parecen necios los que son parte del pueblo de Dios? ¡Por supuesto que no! Mis queridos hermanos, el hecho de que haya verdaderos líderes en la Iglesia de Dios es una gran bendición para los santos. Estos líderes están ahí por su propio bien. Son los siervos de Dios. Los líderes de la Iglesia son el don de Dios para ustedes. Son las bendiciones de Dios. Los líderes de su iglesia les están guiando para prepararles para los días de la tribulación, porque pronto estarán rodeados de problemas.
 
 

Como personas que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, tenemos el Espíritu Santo en sus corazones

 
Como el Señor nos ama a través del Evangelio del agua y el Espíritu, los creyentes hemos respondido a Su amor. A través de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu el Señor predica el Evangelio por todo el mundo. Quiere trabajar con nosotros. Así que les pido que vivan con los líderes de su iglesia y cumplan la voluntad de Dios en este mundo.
El Señor está con nosotros. Está con la Iglesia de Dios. El Señor quiere que trabajemos en su corazón y el mío. Debemos amar a este Señor en nuestros corazones y seguirle, pero como a veces no hacemos esto, nos sentimos solo y lejos del Señor. Pero, en realidad, el Señor está siempre con nosotros y quiere que los obreros de Dios prediquen el Evangelio en este mundo.
Pasemos al pasaje de las Escrituras una vez más antes de terminar: “Y conmigo tiene su contentamiento. Ven, oh amado mío, salgamos al campo, Moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; Veamos si brotan las vides, si están en cierne, Si han florecido los granados. Allí te daré mis amores. Las mandrágoras han dado olor, Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, Nuevas y añejas, que, para ti, oh amado mío, he guardado.” Amén.
Dios nos dijo esto a nosotros. Está escrito en el Cantar de los Cantares 7:11: “Ven, oh amado mío, salgamos al campo, Moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; Veamos si brotan las vides, si están en cierne, Si han florecido los granados. Allí te daré mis amores.”
¿A quién ama el Señor? En primer lugar, a todos los que conocen la voluntad de Dios y la siguen. Cuando nos damos cuenta de que el Señor quiere que prediquemos el Evangelio por todo el mundo, y cuando ponemos nuestros corazones en esta tarea, el Señor nos ama aún más. En otras palabras, el Señor ha hecho posible que demos testimonio con nuestra experiencia de que nos está ayudando y trabajando con nosotros. Los que están dedicados completamente a la obra de Dios pueden darse cuenta, desde su propia experiencia, de cuánto les ayuda Dios, cuánto les ama y cómo está siempre presente para ellos. Por el contrario, los que no han hecho la obra del Señor, no pueden experimentar las bendiciones de Dios, aunque hayan recibido la remisión de los pecados.
El Señor no solo nos ha salvado por Su amor, sino que nos ha encomendado la obra de Dios. Cuando hay amor verdadero entre el Señor y nosotros, podemos participar en la obra de Dios con Él. El Señor está ofreciéndonos bendiciones maravillosas, nuevas y antiguas. Refiriéndose a estas bendiciones, nos dijo: “que, para ti, oh amado mío, he guardado.” El Señor nos dará todo lo que necesitamos en Su tiempo. Esta es la voluntad de Dios. Ahora, para poder tener comunión con Dios, debemos responder a Su amor en nuestras vidas. Debemos amarle como Él nos ama. Cuando llevamos a cabo Su obra, Dios viven con nosotros y nos ayuda.
Pronto el Señor volverá a este mundo. Pero no volverá hasta que terminemos de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Debemos estar llenos de fe en la Palabra de Dios. Así que les pido que se dediquen a sus vidas de fe, dándose cuenta de que ahora es el momento de hacer la obra de Dios. Puede que piensen que cualquiera puede predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, pero no es así. Solo los que siguen la voluntad de Dios y solo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, pueden predicar el Evangelio en el mundo. No todo el mundo puede hacer esta obra. No todo el mundo puede hacer la obra de Dios.Al darse cuenta de esto, debemos unirnos por nuestra fe en la justicia de Dios y vivir por fe en la Palabra de Dios. El Señor nos ama a todos por igual. Quiere darnos a todas las fuerzas para hacer la valiosa obra de Dios. Así que todos debemos responder a esta Palabra de Dios y vivir por fe.