(Juan 6, 31-59)
«Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum».
Jesús bendijo los panes de cebada y dos peces que acabaron siendo el almuerzo de 5000 hombres y más de 10.000 personas en total, incluyendo mujeres y niños. Jesús bendijo un almuerzo, lo multiplicó y alimentó a la multitud que le seguía. Por tanto, los judíos siguieron a Jesús en multitudes. Los hambrientos y los pobres le seguían en multitudes. Jesús sanó a los enfermos aquí y allá, y redimió a los pecadores. Jesús les dijo a las multitudes que le seguían: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre».
Podemos ver a través del pasaje de las Escrituras de hoy que la gente buscaba a Jesús para recibir el pan que da la vida eterna si se come una sola vez, y no la comida que se estropea. El Señor dijo: «Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo». Sin embargo, le pedían continuamente a Jesús el pan que viene del cielo. Cuando la gente le pedía a Jesús el pan que viene del cielo, Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás».
El Señor dijo en Juan 6, 37-40: «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».
Jesús habló acerca de la vida eterna pero la gente no tenía ningún interés en ella. La gente quería la comida para saciar su hambre, pero Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida y todos los que coman de este pan tendrán vida eterna». El Señor dijo que la gente recibiría la salvación y la vida eterna si comiese de Él.
Jesús nos dice que comamos Su carne y bebamos Su sangre
Lo que quiero decir aquí es que Jesús se entregó a nosotros como podemos ver en Juan 6, 33: «Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo». El pasaje de las Escrituras de hoy puede parecer complicado, pero puede resumirse simplemente diciendo que Jesús nos dio la vida eterna al entregar Su carne y Su sangre. Por eso Jesús dijo en el versículo 51: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo». Jesús dijo que es el pan de vida. Jesús dijo que este pan no es un pan muerto, sino que es el pan de vida que da la vida eterna a quien lo come. Él dice: «y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo».
Jesús nos dio Su carne para que comiésemos esa carne y recibiésemos la vida eterna. El que Jesús nos diese Su carne nos dice cuánto nos amó y cómo ha tomado nuestros pecados perfectamente sobre Su carne. Jesús nos dio Su carne. Cuando amamos a alguien de verdad podemos sacrificarnos por esa persona. De la misma manera, Jesús vino a este mundo y nos dio Su carne por completo. Jesús fue bautizado en Su carne por nuestra salvación y tomó todos nuestros pecados. Por eso Jesús nos dio la verdadera remisión de los pecados y nos hizo recibir una vida nueva. Ahora pienso en lo mucho que Jesús nos amó por habernos dado Su carne y Su sangre.
El que el Señor nos diese Su carne significa que se entregó a Sí mismo por completo. Jesucristo nos dio Su carne porque nos amó mucho. Así que pienso en esto. Estoy muy agradecido porque Jesús vino a este mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, tomó nuestros pecados sobre Sí mismo, derramó Su sangre y murió en la Cruz, y después resucitó y se convirtió en nuestro Salvador. Sin embargo, mi corazón aún está más agradecido por el hecho de que Jesús entregó Su carne por Su amor por nosotros. El que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista, muriese en la Cruz, y fuese resucitado de entre los muertos para darnos Su carne, es la prueba de que Jesús nos salvó de los pecados del mundo y del juicio del pecado. Estoy muy agradecido por el Amor que Jesús nos ha dado. Creo y doy gracias por el hecho de que el Señor sacrificó Su propia carne y sangre y nos salvó del pecado.
¿Cómo pudo Jesús darnos Su carne y salvarnos si no nos ama? Jesús entregó Su propia carne por aquellos a los que amaba de verdad. Jesús nos salvó al tomar todos los pecados del mundo sobre Su carne al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre en la Cruz, y ser resucitado de entre los muertos. Esta obra de Dios de darnos Su carne es la representación del verdadero amor. Jesús nos amó tanto que nos dio la perfecta salvación y la vida eterna. Así que si ese no es el amor de Dios, ¿qué es?
El Señor dijo en Juan 6, 51: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo». Jesús dice continuamente que nos dio Su carne. Jesús dice que no es el pan muerto y que es el pan de vida del Cielo y el pan aquí denota la carne de Jesús. Jesús dejó la gloria del Cielo y vino al mundo encarnado en un hombre a través del cuerpo de una mujer, y entregó Su propia carne en el río Jordán y en el Monte del Calvario para nuestra salvación por la remisión de los pecados.
Jesús nos dice repetidamente que comamos Su carne. Nos dice: «Os he dado Mi cuerpo para salvaros de la muerte y daros una vida nueva. Por tanto, comed Mi carne». Esto significa que el Señor no nos dejará morir si creemos que el Señor nos dio Su carne y cargó con todos nuestros pecados para salvarnos de los pecados del mundo. Por eso el Señor dice que Su carne es la comida que nos da vida nueva. Esto nos dice que el Señor vino en la carne de un hombre y fue bautizado por Juan el bautista para cargar con todos nuestros pecados. El que Jesús entregase Su carne significa que nos ha salvado al ser bautizado por Juan el Bautista y al morir en la Cruz. El que Jesús cargase con todos nuestros pecados al ser bautizado en la carne significa que nos amó de verdad. Esto es lo que el pasaje nos dice.
Está escrito en Juan 6, 52-53: «Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Los judíos contendían entre sí por lo que Jesús dijo. Decían entre sí: «Hemos experimentado un milagro con dos peces y cinco panes que han alimentado a 5.000 personas hasta saciarlas. ¿Tiene sentido que nos diga que comamos Su carne?». No podían entender lo que Jesús dijo: «y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo». Como esos judíos, ahora hay personas que escuchan esta Palabra de Dios y no entienden lo que dice.
Cuando vemos el Libro de Génesis, Dios vio que no era bueno que Adán estuviese solo, así que hizo que Adán se durmiese, tomó una de sus costillas e hizo a la mujer. Dios hizo a la mujer y se la llevó a Adán, que estaba encantado: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Génesis 2, 23). ¿Qué significa esta Palabra? Significa que Dios hizo a la Iglesia de Dios a través de Jesucristo. En esta Palabra la mujer representa a la Iglesia y el hombre representa a Jesucristo. Jesucristo vino a este mundo como el Salvador de la humanidad encarnado en un hombre como Adán, el primer hombre, hizo la Iglesia de Dios con Su carne y sangre. Jesús cargó con todos los pecados de la humanidad al entregar Su carne y recibir el bautismo de Juan el Bautista en Su cuerpo. Después se levantó de entre los muertos e hizo que los que creen en Él sean hijos de Dios. Las Escrituras dicen que la mujer representa la Iglesia de Dios porque Jesús nos hizo hijos de Dios a través de Su cuerpo y sangre. Dios nos salvó de esta manera, nos estableció como Su Iglesia, y ama a la Iglesia de Dios como el novio ama a su novia.
Debemos entender la Palabra del Señor espiritualmente, pero hay muchas personas que no la entienden así. Incluso en el pasaje de las Escrituras de hoy vemos como se provocó mucha conmoción cuando la multitud escuchó al Señor decir: «y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo». Esto significa que la gente se quejó porque no entendía lo que Jesús quería decir con comer Su carne para recibir la vida eterna. Por tanto, se produjo gran conmoción entre los judíos. «¿Qué está diciendo? No lo entiendo. ¿Cómo puede una persona darnos su carne para comer? ¿Cómo puede decir que nos está dando Su carne? ¿Y cómo puede decirnos que comamos de esa carne que nos da?». Jesús dijo esto repetidamente porque los judíos no podían entender lo que Jesús quería decir.
Entonces Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». El Señor está diciendo que una persona tiene que comer Su carne para recibir la vida eterna. Solo podemos recibir la vida eterna si comemos la carne del Señor. Debemos comer y beber la carne y la sangre del Hijo del Hombre. Esta comida es indispensable. Los que no comen ni beben la carne y sangre de Jesús con fe no pueden recibir la vida eterna. Una persona no tiene vida si no come la carne de Jesús y no bebe Su sangre. Debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre si queremos recibir una vida nueva y eterna y no tener nunca sed. Debemos comer la carne y beber la sangre de Jesús.
¿Cómo podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre?
Muchos cristianos son esclavos de la perspectiva ritualista y por eso dicen: «Solamente hay una manera de comer y beber la sangre y la carne de Jesús». Pero Jesús partió el pan durante la Última Cena en Pascua y dijo: «Este es mi cuerpo entregado por vosotros. Tomad y comer» y asimismo pasó la copa de vino y dijo: «Esta es Mi sangre entregada por vosotros. Bebed y haced esto en memoria mía». Sin embargo, muchas personas interpretan esta Palabra literalmente y realizan un ritual de comunión grandioso donde comen y beben pan y vino. Ellos creen que reciben la vida eterna porque están comiendo la carne y bebiendo la sangre de Jesús. Sin embargo, no podemos tomar la comunión como si fuera un ritual si de verdad queremos comer la carne y beber la sangre de Jesús.
¿Qué significa beber la sangre de Jesús? Comer la carne y beber la sangre de Jesús al creer en la Verdad de salvación que dice que Jesús vino al mundo y fue bautizado por Juan el Bautista en Su cuerpo cuando tenía 30 años, y así recibió los pecados de la humanidad. La persona que cree que Jesús tomó sobre Sí mismo los pecados de la humanidad para siempre ha comido la carne de Jesús. Jesús nos está diciendo que comamos Su carne y esto significa que deben creer que Jesús tomó todos sus pecados sobre Sí mismo cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Por tanto, no comemos la carne de Jesús al creer en la teoría de la transustanciación, que afirma que el pan se convierte en la carne de Jesús cuando los sacerdotes lo bendicen para la Sagrada Comunión. Como Jesús nos amó, nos dio Su cuerpo y fue bautizado por Juan el Bautista para tomar todos nuestros pecados y derramó Su sangre en la Cruz para borrar todos los pecados del mundo. Jesús tomó el pan y el vino y realizó la comunión en la Pascua simbólicamente para conmemorarlo.
La Pascua significa «pasar». La noche que los israelitas salieron de Egipto, el mensajero de la muerte fue por toda la tierra de Egipto matando a los primogénitos. Sin embargo, el mensajero de la muerte pasó de lado las casas de los israelitas que tenían la sangre del cordero de la Pascua puesta en el poste de la puerta. Esto significa que la muerte no visita a la persona que cree en esto y esa persona vive eternamente porque ha recibido la remisión de los pecados en su corazón y ha recibido la vida eterna porque Jesús vino al mundo en la era del Nuevo Testamento, tomó todos nuestros pecados sobre Su carne al ser bautizado por Juan el Bautista, y murió para salvarnos de todos los pecados. Aunque la persona muera, su cuerpo será resucitado cuando vuelva el Señor y disfrutará de la vida eterna con el Señor para siempre. El Señor está hablando de esto. Jesús nos ha salvado al darnos Su cuerpo, al tomar nuestros pecados sobre Su cuerpo, morir en la Cruz y ser resucitado de entre los muertos porque nos ama tanto. El Señor nos dijo que realizásemos la comunión para conmemorar Su obra justa que nos salvó, nos amó, eliminó todos nuestros pecados y nos dio la vida eterna.
Por eso Jesús dijo repetidamente que debemos comer Su carne. «Soy el pan de vida. Soy el pan del Cielo. Soy el pan de vida enviado por el Padre. El verdadero pan es Mi carne que el Padre ha enviado para hacer que toda la gente del mundo reciba la vida eterna. Es Mi cuerpo. Vine a este mundo encarnado en un hombre para salvaros al recibir el bautismo de Juan el Bautista y al tomar todos vuestros pecados sobre Mí mismo para siempre y al morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Mi carne ha tomado todos vuestros pecados. Vosotros recibís la remisión de los pecados al creer en esto, al comer mi carne. Recibís la remisión de los pecados y os convertís en hijos de Dios. Recibís la vida eterna». El Señor estaba hablando de esto.
¿Estamos salvados aunque no comamos de la carne de Jesús?
No podemos recibir la salvación si no comemos y bebemos de la carne y la sangre de Jesús con fe. El Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado no es un curso opcional en el que podemos decidir creer o no. En la universidad, cada departamento tiene clases obligatorias y opcionales en su programa. Las clases obligatorias son las que se deben completar para graduarse. Si no se completan las clases opcionales, aún se puede graduar. Solo hay que obtener un número de créditos en otra clase. Pero el Evangelio del agua y el Espíritu es la sustancia indispensable en la que debemos creer. No podemos recibir la salvación si no creemos en esto.
Todos los cristianos creen en Jesucristo, el Hijo de Dios, como Salvador de la humanidad. Sin embargo, el problema es que la mayoría de los cristianos tratan el Evangelio del agua y el Espíritu como un elemento opcional en su fe. El hecho de que Jesús vino a este mundo encarnado en un hombre, tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, fue clavado a la Cruz y murió y después resucitó de entre los muertos para salvarnos no es algo que podamos escoger creer o no creer como si fuera una clase optativa. Esto es algo que debemos creer para comer la carne y beber la sangre de Jesús al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Pienso en esto y creo que Jesús me salvó del pecado y creo que Jesús nos dio el Evangelio del agua y el Espíritu a toda la humanidad. Ustedes también pueden creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no creen todavía, espero que crean ahora. Jesús nació en este mundo encarnado en un hombre a través del cuerpo de María y vivió hasta los 33 antes de ir al Cielo. Mientras Jesús estaba en este mundo, tomó todos nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para salvarnos de los pecados del mundo. Jesús nos amó mucho. Jesús nos amó tanto que entregó Su cuerpo por nosotros. Creo que esta es la prueba de que Jesús nos amó. Doy gracias a Dios aún más por dar Su cuerpo a Juan el Bautista para recibir el bautismo. ¿Acaso ustedes no entregarían su cuerpo por alguien si le amasen tanto?
Algunas personas se convierten en luchadores por la patria para salvar y liberar a su nación de los opresores e invierten todo su dinero y sus cuerpos por la causa. Hay ejemplos de personas que murieron después de invertirlo todo en sus países. Algunas personas a veces entregan sus cuerpos para salvar a alguien que se está ahogando en el agua porque sienten compasión por la persona, y a veces acaban ahogándose. Hay algunas personas que saltan en las vías del tren para salvar a un niño aunque sepan que van a morir al hacerlo.
Jesús, el único Hijo de Dios Padre, quien gobierna toda la creación y recibe gloria en Su existencia, vino al mundo encarnado en un hombre para salvar a todo el mundo que ha sido creado en la imagen de Dios, y entregó Su cuerpo a los 30 a Juan el Bautista para que le bautizase. Por supuesto, el Señor fue bautizado por Juan el Bautista y esto significa que Jesús entregó Su cuerpo por nosotros. Al hacerlo Jesús tomó los pecados sobre Su cuerpo. Después fue clavado en la Cruz. Jesús entregó Su cuerpo a las llamas del fuego porque nos amó tanto. Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y después fue a la Cruz. Para salvarnos, el Señor tomó el yugo de todos los pecadores, le quitaron la ropa y así fue avergonzado y sufrió el dolor de ser clavado en la Cruz cruelmente y de derramar toda la sangre del corazón y morir para luego resucitar de entre los muertos. Por tanto, el signo de la salvación es el bautismo y la sangre de Jesús.
1 Pedro 3, 21 dice: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva». Hemos recibido la salvación de los pecados a través de la carne y la sangre de Jesús. La prueba del amor que Jesús tuvo por nosotros es la carne y la sangre que entregó por nosotros. El Señor nos ha salvado de los pecados del mundo.
Cuando pienso en esto no puedo evitar dar gracias por Su amor ante la presencia de Dios. Siente el amor de Dios aún más por la humanidad y por mí. El que Jesús entregase Su cuerpo por la remisión de nuestros pecados, para darnos nueva vida y hacernos vivir para siempre, para hacernos recibir todas las bendiciones del Reino de los Cielos, es el verdadero amor de Dios por nosotros. Hemos recibido la salvación por eso y damos gracias.
Por tanto, debemos tener la verdadera fe en el Evangelio del agua y el Espíritu si queremos comer y beber la carne y la sangre de Jesús. Él dice que no tenemos vida si no comemos ni bebemos la carne y la sangre de Jesús, y que tenemos vida si comemos y bebemos Su carne y Su sangre. Nosotros comemos la carne y bebemos la sangre de Jesús por fe. Debemos comer y beber la carne y la sangre de Jesús. Si creemos en Jesús, si de verdad queremos recibir la remisión de los pecados, si queremos ser hijos de Dios, si sabemos que merecemos ir al infierno por nuestros pecados, y si queremos recibir la vida nueva y vivir eternamente, debemos comer y beber la carne y la sangre de Jesús por fe. Debemos comer de esta carne si es lo que Jesús quiere. La gente come la carne de Jesús y bebe Su sangre por fe y recibe una vida nueva y eterna. Sin embargo, los que no comen ni beben la carne y la sangre de Jesús no tienen verdadera vida y solo les espera la maldición eterna.
¿Cuál es la Verdad que deben conocer los que desean obtener la vida eterna de Dios?
Todo el mundo quiere vivir eternamente. Los seres humanos quieren vivir eternamente. Algunas personas escogen la muerte porque piensan que es más fácil morir que sufrir. Digamos que una persona que ustedes conocen muere. Cuando piensan en esa persona muerta, no pueden suprimir su tristeza porque la persona ha muerto y no pueden pasar tiempo con ella. Esperamos vivir más tiempo y vivir mejor. Lo que hace que los humanos sufran es la muerte. Por eso cuando miramos un cadáver nos damos cuenta de que lo que deseamos es la vida eterna.
Estaría contento con que pudiesen vivir para siempre y ser resucitados después de morir para vivir eternamente en el Reino de los Cielos. Aunque no hayan cumplido todos sus sueños en este mundo, espero que vayan a un lugar maravilloso después de la muerte y disfruten de una vida completa con autoridad. Espero que disfruten de la libertad y del gozo completos y de la satisfacción y belleza en un lugar en el que no hay enfermedades ni dolor, no hay muerte ni maldición, en el que no estará el Diablo ni habrá personas malvadas. Espero que vivan para siempre en un lugar que tiene bendiciones sagradas y una tierra fértil y bendita. Este es nuestro deseo para todas las personas que han muerto. Deseamos la vida eterna. Este es el objetivo más importante de cualquier persona.
Por eso lo que más desean los seres humanos es deshacerse de sus pecados. Debemos comer la carne y beber la sangre de Jesús por fe porque ha borrado todos nuestros pecados al venir a este mundo, ser bautizado, morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. La carne de Jesús significa el hecho de que Jesús tomó sobre Sí mismo todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Por eso debemos creer en que el Señor tomó todos nuestros pecados y que Jesús nos dio vida nueva al cargar con los pecados del mundo, al ser clavado en la Cruz, derramar Su sangre hasta morir y resucitar de entre los muertos. Recibimos la vida eterna cuando creemos en esta Verdad. Debemos comer y beber la carne y la sangre de Jesús por fe. Los que comen por fe reciben la vida eterna y los que no creen no pueden recibirla.
Por eso el Señor dijo: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo». Con este pasaje el Señor nos habla específicamente acerca de Su carne. Jesús está diciendo que debemos creer en la Verdad de que tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado en Su carne y nos dejó sin pecados; de que tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo para siempre a través de Su bautismo y los llevó a la Cruz; que fue clavado en la Cruz y derramó toda Su sangre; y que murió y fue resucitado para darnos nueva vida y la remisión de los pecados. La gente que cree en esta Verdad ha recibido la vida eterna. Por tanto, nosotros podemos recibir la remisión de los pecados si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, y podemos recibir la vida eterna al comer y beber la carne y la sangre de Jesús. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, que se está predicando ahora por todo el mundo, hemos recibido la remisión de los pecados para siempre por fe. Pero los que no han comido la carne de Jesús por fe no han recibido la remisión de los pecados todavía. ¿Ha dicho Jesús que está bien solo beber la sangre? Debemos comer la carne y beber la sangre de Jesús.
Ustedes saldrían corriendo si les dijese: «Os voy a dar mi carne. Comedla». Dirían: «Está sucia. Cómetela tú. ¿Quién se va a comer tu sangre? Un caníbal come carne humana pero, ¿quién más haría eso?». Pero debemos comer la carne de Jesús con fe espiritual. Debemos comer la carne de Jesús para recibir la remisión de todos nuestros pecados. Ustedes pueden recibir la remisión de los pecados si comen la carne de Jesús. Como todos nuestros pecados han sido transferidos a Jesús, podemos deshacernos de todos los pecados si creemos en esto. Esta es la remisión de los pecados. Recibimos una vida nueva si comemos y bebemos la carne y la sangre de Jesús por fe. Esto se debe a que la sangre es la vida de la carne.
El Señor tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado por Juan el Bautista, y cargó con todos los pecados del mundo, murió en la Cruz, resucitó de entre los muertos y se convirtió en nuestro Salvador. Por tanto, recibimos la remisión de todos nuestros pecados y la vida eterna si creemos en el amor por el que Jesucristo, el Salvador, se sacrificó y vino por la sangre y la carne. ¿Creen en esto? Por eso les estoy pidiendo que coman y beban la carne y la sangre de Jesús.
Jesús dijo que devolvería a la vida el último día a los que comiesen y bebiesen la carne y la sangre de Jesús
Juan 6, 54-55 dice: « El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».
Nuestras almas viven para siempre, pero nuestra carne muere una vez. Jesús dijo que devolvería a la vida a los que comen la carne y beben la sangre de Jesús en el último día. Esto significa que el Señor nos devolverá a la vida el último día. En ese momento volveremos a vivir y disfrutaremos de la vida eterna con Dios. El Señor dijo: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Recibimos la vida nueva al comer y beber la carne y la sangre de Jesús.
Los justos que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu comemos la carne de Jesús a menudo en este mundo y vemos nuestros errores y debilidades. Los que se han convertido en justos comen la carne de Jesús tan a menudo como sea posible. Aunque parezca que no están comiendo, automáticamente comen la carne de Jesús cuando tienen debilidades y pensamientos malos y caen en el pecado. Así es como los justos viven. Confiesan: «El Señor tomó todos mis pecados sobre Sí mismo al ser bautizado». A menudo comemos la carne de Jesús espiritual e intencionadamente. Por eso Jesús dijo: «Mi carne es verdadera comida». No estamos hambrientos espiritualmente y tenemos poder porque comemos la carne de Jesús a menudo y podemos vivir con la plenitud espiritual y tener fuerza en nuestros corazones. Nosotros comemos la carne de Jesús tan a menudo como podemos. Por eso Jesús dijo que Su carne es verdadera comida. ¿Cuál es la verdadera comida para todas las almas humanas? Jesús tomó todos los pecados sobre Su carne a través de Su bautismo.
Jesús nos amó tanto que entregó Su cuerpo por nosotros, cargó con nuestros pecados sobre Sí mismo y murió en la Cruz. Por tanto, la sangre y la carne de Jesús que nos han salvado para siempre del pecado y del juicio a través de Su muerte y resurrección son la verdadera comida para nuestras almas. Al comer el Evangelio del agua y el Espíritu ahora, es decir, al creer que Jesús tomó nuestros pecados sobre Su cuerpo, nunca tendremos hambre y estaremos siempre llenos.
Yo también como y bebo la carne y la sangre de Jesús. Lo hago al tiempo en que hago la obra del Señor. También tengo fallos espirituales. Aunque tengo tantos fallos, puedo mantener mi vida porque como y bebo la carne y la sangre de Jesús a menudo. Sigo viviendo aunque mi cuerpo sufra dificultades. Ustedes también mantienen sus vidas porque comen de la carne de Jesús todos los días. El pan de vida significa que debemos comer de esta carne continuamente, no solo una vez, mientras vivamos en este mundo. El Señor nos dio el pan de cada día y comemos la comida necesaria todos los días. ¿Qué estamos comiendo como alimento para nuestras mentes? Comemos la carne de Jesús todos los días. Comemos todos los días la salvación que Jesús nos ha dado al recibir el bautismo de Juan el Bautista y al tomar los pecados sobre Su cuerpo. Podemos seguir viviendo en vez de morir porque comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre todos los días y no solo después de haber recibido la remisión de los pecados.
Miremos el Padre Nuestro:
«Padre nuestro que estás en los Cielos,
santificado sea Tu nombre.
Venga a nosotros Tu Reino.
Hágase tu voluntad
así en la tierra como en el Cielo,
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Y perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación.
Pero líbranos del mal.
Porque Tuyo es el Reino y el poder y la gloria por siempre».
¿Cuál es nuestro pan de cada día? Jesús nos dio Su cuerpo porque nos amó tanto. Por eso recibió el bautismo de Juan el Bautista para tomar todos los pecados sobre Sí mismo. Este es nuestro pan de vida. La carne de Jesús y Su sangre son el pan de nuestra fe y el pan de nuestra verdadera vida y salvación.
Dice que Su sangre es la verdadera bebida para nosotros. Una persona que muere por el pecado recibe un corazón nuevo cuando come y bebe de la carne y sangre de Jesús y recibe una vida nueva. Una persona muere si su sangre no circula. La sangre circula en un cuerpo que está vivo. Los que creen que el Señor fue bautizado para cargar con todos sus pecados, que murió en la Cruz y resucitó de entre los muertos, han recibido una vida nueva. Nos hemos convertido en personas que han recibido la remisión de los pecados al comer y beber de la carne y la sangre de Jesús.
¿Qué ocurre al final con una persona que ha comido y bebido la carne y la sangre de Jesús?
Esta persona vive en el Señor por fe. El Señor también vive en esa persona. Juan 6, 56-57 dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí».
Ahora los que comen y beben de la carne y la sangre de Jesús se convierten en una sola persona con Jesucristo. El Señor vive en nosotros y nosotros en el Señor. Al final nos convertimos en un cuerpo con Cristo. Este es el destino de los que han comido y bebido la sangre y la carne de Jesús. Esta es la bendición que Dios nos ha dado a todos los nacidos de nuevo. El Señor dijo que cuando recibimos la remisión de los pecados vivimos en el Señor y el Señor en nosotros. Esto es recibir la remisión de los pecados al comer de la carne y la sangre de Jesús, y así es como podemos recibir el Espíritu Santo como don.
Nuestro Señor Santo vive en nosotros porque todos hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso está escrito en Juan 6, 58-59: «Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum». Jesús enseñó esta Palabra en la sinagoga. Jesús reunió a los judíos en la sinagoga y les enseñó como hacemos nosotros en las reuniones de culto en la Iglesia actualmente. Esta Palabra no es algo que Jesús murmurase para Sí mismo, sino que es lo que explicó públicamente en la sinagoga que estaba llena de judíos. Jesús dijo: «Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente».
Yo soy una persona que ha comido la carne del Señor y ha bebido Su sangre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes también han comido la carne del Señor y han bebido Su sangre por fe. Por tanto, ahora el Señor vive en nosotros. Ahora el Señor y nosotros somos uno. Nos hemos convertido en la gente que ha recibido la remisión de los pecados y la vida eterna.
Cuando hacemos el servicio de la comunión, no lo hacemos de manera ritualista. Tampoco debemos recibir el bautismo de manera ritualista. Debemos ir más allá de la comunión ritualista y tomarla con fe entendiendo la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu manifestada en este ritual. La carne de Jesús y Su Sangre nos dan la remisión de los pecados y una vida nueva. La carne de Jesús es Su cuerpo, que significa que Jesús ha tomado todos nuestros pecados sobre Su cuerpo a través de Su bautismo. La carne de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz indican las obras justas de Jesús que recibió el bautismo de Juan el Bautista, murió en la Cruz y fue resucitado de entre los muertos. Esto nos está diciendo que Jesús nos limpió de los pecados, nos dio la vida nueva y eterna al tomar nuestros pecados sobre Su cuerpo, al morir en la Cruz y al resucitar de entre los muertos.
Así es como los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu reciben la remisión de los pecados y la vida eterna. Los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu vivirán eternamente. De la misma manera en que una persona que ha aprobado el Examen Nacional para Practicantes de Medicina obtiene una licencia médica, una persona nacida de nuevo obtiene la licencia para vivir eternamente. Esta persona ha sido escogida entre muchas personas del mundo para recibir la bendición de la vida eterna de Dios. Nadie nos puede quitar la remisión de los pecados ni la vida eterna porque es la bendición que Dios nos ha dado a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso estamos contentos. Por eso debemos compartir fielmente este Evangelio del agua y el Espíritu con todo el mundo hasta el día en que vuelva el Señor, hasta el fin del mundo. Debemos predicar a las personas: «Comed la carne de Jesús. Bebed la sangre de Jesús. Comed la carne de Jesús y bebed Su sangre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu».
Dicen que las hermanas en la Iglesia han preparado mucha comida porque es mi cumpleaños. Habrá comida deliciosa pero no sé qué han preparado exactamente. Sin embargo, la carne de Jesús es diferente al pan del cuerpo. Jesús entregó Su cuerpo por nosotros y fue bautizado y clavado en la Cruz hasta morir, y después resucitó de entre los muertos porque nos ama.
Pienso una vez más en el hecho de que el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo al entregar Su cuerpo y que nos ha dado nueva vida y vida eterna. Doy gracias por el amor que Dios Padre y Jesucristo nos han dado. Me pregunto una y otra vez acerca del amor que Jesús nos ha dado, no solo con Sus palabras sino con Su cuerpo. Quiero iluminarles todos los días acerca del amor que Jesús nos ha dado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Le doy gracias a Dios.
Conmemoramos la carne y la sangre de Jesús cuando realizamos la Sagrada Comunión, y quiero que crean que durante esta ceremonia que Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, que fue clavado a la Cruz, y que resucitó de entre los muertos para borrar todos nuestros pecados. Debemos recordar que Jesús fue bautizado y derramó Su sangre para darnos la remisión de los pecados y la vida eterna. Jesús entregó Su cuerpo para que el Señor viviera en nosotros y nosotros en Él.
Quiero que ustedes reciban la remisión de los pecados y la bendición de la vida eterna al creer en esto. Quiero que disfruten de la vida eterna y que no mueran al comer y beber de la carne y la sangre de Jesús por fe.