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Sermones

Tema 19: Efesios

[Capítulo 2-2] ¿Estamos viviendo con gratitud al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu? (Efesios 2, 1-7)

¿Estamos viviendo con gratitud al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu?(Efesios 2, 1-7)
«Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús».
 
 
En la era del Antiguo Testamento, todo el pueblo de Israel se reunía en el Tabernáculo una vez al año durante la Pascua y ofrecía un sacrificio de expiación a Dios. El sacrificio de la Pascua era el más importante para el pueblo de Israel. Durante esta festividad, el pueblo de Israel se reunía alrededor del Tabernáculo, la Casa de Dios, y se presentaba ante el Señor al ofrecer un sacrificio de expiación. A través de este sacrificio de la Pascua, el pueblo de Israel se podía acercar a Dios y podía vivir confiando en Su misericordia.
En esta era presente del Nuevo Testamento estamos ofreciendo sacrificios de fe a Dios al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu. Para hacer nuestras tareas de sacerdocio para predicar este verdadero Evangelio por todo el mundo, estamos constantemente aprendiendo bajo la tutela de la Iglesia de Dios. Un buen ejemplo de esto es el campamento de entrenamiento para discípulos que realizamos dos veces al año: una en verano y otra en invierno.
Hoy en día, todos los santos y siervos de Dios que viven en este planeta están librando una batalla espiritual constante contra Satanás. Estas guerras espirituales se libran para salvar a muchas personas del pecado. El Señor se complace en librar estas batallas espirituales junto a Sus obreros para salvar a cuantas más almas posibles.
Sin embargo, mientras luchamos en la guerra de Dios, a veces nos cansamos más que cuando luchamos en el mundo. Sin embargo, podemos seguir luchando contra Satanás al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Hemos recibido la remisión de los pecados de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero si no lo servimos, acabaremos luchando contra la justicia de Dios por adorar a ídolos. A no ser que sigamos luchando espiritualmente contra Satanás malgastaremos nuestras vidas.
Así que estamos más agradecidos a Dios por permitirnos luchar esta guerra espiritual. Jesucristo, nuestro Salvador, nos ha hecho hacer la obra más justa en este mundo, y todos damos gracias a Dios por esta bendición. Dios no nos deja solos mientras hacemos esta obra, sino que nos hace unirnos. Le doy gracias a Dios por bendecidnos para hacer Su obra con Su Iglesia y dar frutos espirituales abundantes.
 
 

El ministerio de Dios que se está cumpliendo a través de nuestro ministerio literario

 
Debemos darnos cuenta de que Dios quiere que cumplamos Su plan a través de todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, mientras hacemos la obra justa de Dios, es imperativo entender claramente el plan de Dios por nosotros. Así que debemos confiar en Dios y obrar lealmente hasta el día en que Su obra se haya completado. Al habernos dado el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios está contento de obrar a través de nosotros para llevar a muchas almas a nacer de nuevo.
Hemos publicado algunos libros con sermones sobre Romanos. Nuestra oración más sincera es que los cristianos en este mundo progresen espiritualmente al leer estos libros. Espero que cada vez más personas crezcan espiritualmente leyendo estos libros. Esto se debe a que muchos cristianos hoy en día no tienen la fe correcta debido a las doctrinas erróneas del cristianismo moderno. Queremos que todos ellos escapen de estas doctrinas erróneas, se den cuenta de lo que es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y reciban la vida eterna. Por esta razón quiero cubrir toda la Biblia y dar testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu que está revelado en ambos Testamentos.
Como la mayoría de los cristianos actuales siguen sin conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, puede ser difícil para ellos entender mi serie de sermones sobre Romanos cuando la leen por primera vez. Sin embargo, si siguen leyéndola una y otra vez podrán entender de qué trata y reconocer el Evangelio del agua y el Espíritu al final. Cuando se den cuenta del Evangelio del agua y el Espíritu, del que habla la Palabra de Dios, también podrán darse cuenta de cómo Dios les ha salvado de todos los pecados del mundo. Por tanto, si quieren descubrir la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, deberían leer la serie de sermones sobre Romanos y orar a Dios para que les libre de sus pensamientos confusos. Espero y oro por que muchos cristianos se beneficien de estos libros de sermones sobre Romanos.
Aunque no estoy seguro de cuánto nos queda para publicar estos libros, cuando pienso en esto ante Dios, me parece que tenemos que seguir haciendo esta obra mientras vivamos en este mundo. Está claro que la voluntad del Señor se cumplirá solo si hacemos esto. Como hemos hecho tan poco por la obra de Dios, creo que debemos trabajar mucho más para el retorno del Señor. Siento que debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en este mundo aún más para el retorno de nuestro Señor en este mundo. Solo entonces podrá Dios bendecirnos por servir a la obra de Su Evangelio.
Todo lo que es falso e incierto se vendrá abajo cuando el Señor vuelva a la tierra. Aunque el cristianismo de hoy en día parece que vaya bien solo en apariencia, ya que cada vez se construyen iglesias más grandes para ser admiradas por la gente, estos edificios son la versión moderna de la Torre de Babel. Todas estas personas se vendrán abajo, y solo los que crean en la justicia de Dios serán resucitados para disfrutar de la vida eterna en el Reino del Señor. Oro por que el Evangelio del agua y el Espíritu sea difundido pronto por todo el mundo completamente antes de que el Señor se nos lleve.
 
 

Todos los que estábamos bajo el dominio de los ángeles caídos

 
Acabos de leer Efesios 2, 1-7. La Biblia dice en Efesios 2, 1: «Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados». También está escrito que «y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo» (Efesios 2, 4-5). La Biblia dice que Dios ha obrado en nosotros a través del Evangelio del agua y el Espíritu para predicar las riquezas de Su salvación por todo el mundo y mostrárselas a todas las generaciones futuras. Todas estas cosas fueron completadas según el plan de Dios.
El Señor dijo que nos ha liberado y nos ha devuelto a la vida cuando estábamos destinados a morir por todos los pecados y faltas del mundo. A través del bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista, Él cargó con todos los pecados para siempre, tomando no solo todos los pecados heredados, sino también los pecados que cometemos y cometeremos durante toda nuestra vida. Entonces fue condenado por todos estos pecados en la Cruz en nuestro lugar; y así nos ha salvado de todos los pecados a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Así es como hemos sido salvados de todos nuestros pecados a través de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Está escrito que «siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Efesios 2, 2). En nuestro pasado, todos éramos hijos de la ira por naturaleza a los ojos de Dios, viviendo como esclavos del Diablo. Antes de que Jesucristo viviese en este mundo, éramos esclavos del Diablo, prisioneros de la ira de Dios destinados a ser destruidos para siempre. Esto es lo que el Señor nos dijo, y nos enseñó que todos estábamos destinados a la destrucción para siempre sin ninguna excepción. El que fuésemos hijos de la ira por naturaleza a los ojos de Dios, significa fundamentalmente que estábamos viviendo como esclavos del Diablo. Todos nosotros debemos admitirlo.
Entonces, ¿quién es el Diablo? Es el enemigo de Dios que se levanta contra Su justicia, es decir, Satanás. Pueden preguntarse: «Como Dios es Todopoderoso, puede destruir a Satanás. ¿Por qué le deja vivir?» Hay una razón por la que Dios ha dejado que Satanás y sus seguidores sigan en este mundo durante un período corto, y esa razón es la de revelar la justicia de Dios, Su misericordia y Su justicia. El Señor nos ha salvado a todos los que creemos en la justicia de Dios de todos los pecados, pero al mismo tiempo nos ha dado libre albedrío para que decidamos creer en la justicia de Dios o no. Dios no nos hizo como robots o seres mecánicos, sino seres con voluntad propia. Por eso el Señor quiso revelar Su poder y manifestar la misericordia de Dios, Su justicia y Su amor a través de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, para que todo el mundo reciba la vida eterna al creer en la justicia de Dios con gratitud.
Había un ángel llamado Lucifer, a quien Dios le dio un puesto alto entre los ángeles. Lucifer estaba a cargo de muchos otros ángeles y sabía que por encima de él solo estaba Dios, y por eso se rebeló contra Él e intentó usurparle el trono. Este ángel pensó que se convertiría en el ser más exaltado si se libraba de Dios. Esta ambición errónea le hizo querer ser un dio y reinar sobre los demás ángeles. Por eso Lucifer acabó retando la autoridad de Dios. Pero Dios le dijo a este ángel: «¿Serás exaltado hasta el Cielo? No, serás arrojado al Hades». Así que Dios creó un lugar para encarcelar a Lucifer y a sus seguidores. Este lugar es el infierno. Del mismo modo en que Lucifer, el Diablo, está destinado a ser castigado por Dios por sus pecados, nosotros también podemos tener el mismo destino que los que pertenecen al Diablo.
El Apóstol Pablo nos dijo: «Siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Efesios 2, 2). El Diablo incita a la gente a que siga la maldición de este mundo y se levante contra Dios, y hace todo lo posible por atormentarla si no escucha sus palabras. Esto es lo que el Diablo hace por naturaleza. Refiriéndose a Satanás, Pablo dijo que era el espíritu que ahora opera en los hijos de la desobediencia (Efesios 2, 2). Debemos darnos cuenta de que el espíritu que obra en los corazones de los que se levantan contra la justicia de Dios es Satanás. De hecho, antes de nacer de nuevo, servimos a Satanás como sus esclavos, bajo su control. En aquel entonces, estábamos atados por nuestros pensamientos carnales.
Sin embargo, como nosotros creemos en la justicia de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu, somos los hijos santos de Dios. ¿Son ustedes hijos del Diablo o hijos de Dios? Todos nosotros, los que creíamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos ahora hijos de Dios, tal y como dice la Biblia: «Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados» (Efesios 2, 1). Sin embargo, nuestros corazones, pensamientos y acciones no son perfectos a los ojos de Dios. Así que estamos destinados a cometer pecados durante toda nuestra vida. Por eso Dios dijo que estábamos muertos por nuestros pecados y faltas. Ahora somos los que han muerto con Jesucristo por sus pecados y faltas y han vuelto a la vida con Jesucristo. Dios ha hecho que estas personas como nosotros sean Sus hijos a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Hay dos tipos de personas en este mundo: los hijos de Dios y los hijos del Diablo. Estos dos tipos de personas no eran diferentes antes de encontrar el Evangelio del agua y el Espíritu. Todo el mundo fue creado a imagen de Dios. Pero los que se negaron a borrar sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios recibieron la ira de Dios, y esta gente vive como esclava del Diablo sufriendo. Dios no había abandonado a esta gente que sufre, sino que les había dado el verdadero Evangelio para salvarla de todos sus pecados. Este Evangelio es el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios ha salvado a todos los pecadores a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Pero muchas personas han rechazado el verdadero amor de Dios, solo para vivir con más sufrimiento y acabar sufriendo la ira de Dios.
El Señor dijo: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9, 27). De la misma manera en que mediante el poder de Dios los pecadores destinados a morir por sus pecados han sido salvados y pueden ir al Cielo, mediante el juicio justo de Dios enviará al infierno a los que no admitan sus pecados y se nieguen a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces son hijos del Diablo. Por eso recibirán la ira de Dios. Dios dijo que quien se levante contra Él, recibirá Su ira para siempre. Como seres humanos, estábamos todos destinados a recibir la ira de Dios desde que nacimos, pero por Su misericordia, Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios tuvo tanta compasión por nosotros que decidió librarnos de todos los pecados del mundo por Su gran misericordia. Por naturaleza, todos teníamos que enfrentarnos a la ira de Dios sin excepción, y esto era una maldición de dimensiones impensables.
Sin embargo, aunque hay muchas personas que dicen creer en Jesús, pocas de ellas se han convertido en hijos de Dios al entender Su justicia y creer en ella a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Muchas personas en este mundo piensan: «¿No tengo que creer solamente en Jesús para ser redimido de todos mis pecados? ¿No dijo el Señor que quien confiase en el nombre del Señor se salvaría? La salvación es fácil de conseguir, especialmente porque hay muchos cristianos en este mundo que dicen creer en Jesús». Sin embargo, los que han escapado de la ira de Dios son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo alguien que no tiene pecados en su conciencia puede librarse de la ira de Dios. Sin embargo, a pesar de esto, muy pocas personas se han convertido en hijos de Dios con una conciencia clara al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque hay muchos cristianos que dicen creer en Jesús como su Salvador. Aunque pocas personas conocen la justicia de Dios y creen en ella, estas personas son los verdaderos hijos de Dios que han alcanzado su salvación.
 
 

El Señor nos ha librado del poder de la oscuridad

 
Está escrito en Colosenses 1, 13: «El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo». Por tanto, el que hayamos sido salvados de todos nuestros pecados significa que hemos sido librados del poder de las tinieblas y del reino de las tinieblas, es decir del poder del Diablo.
¿Saben lo maravilloso que es habernos convertido en hijos de Dios? El que se hayan convertido en hijos de Dios o sigan bajo el poder de las tinieblas es muy diferente. Los que están bajo el poder del Diablo no pueden escaparse del poder de las tinieblas aunque crean en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos dio el Señor. A no ser que se libren de los pensamientos malvados, no pueden ni entender que la Palabra del Evangelio es la Verdad de la salvación de Dios por mucho que la oigan. Sin la justicia de Jesucristo, su estatus de hijos de las tinieblas no puede cambiarse. Por el contrario, Dios ha trasladado a todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu del poder de las tinieblas al Reino de Su Hijo.
¿Cómo nos trata Dios ahora que hemos escapado del poder de las tinieblas y nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Como nos hemos convertido en hijos e hijas de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, las bendiciones que se derivan de esto son enormes.
Aunque habíamos sido encarcelados por los pecados de este mundo, ahora hemos sido salvados al escuchar y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Dicho de otra manera, hemos sido librados del poder de las tinieblas. La Biblia dice que Dios nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de Su Hijo. Esto significa que, como hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones y nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en la justicia divina de Jesucristo, ahora hemos sido trasladados al Reino de Dios. Si los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en hijos de Dios por esta fe, entonces nuestro estatus ha cambiado. En otras palabras, aunque vivíamos oprimidos por nuestros pecados, ahora nos hemos convertido en hijos e hijas de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto hemos pasado del reino de las tinieblas al Reino de Dios. En resumen, todos los que somos hijos e hijas de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en ciudadanos del Reino de los Cielos. Si somos hijos e hijas de Dios, entonces somos hijos del Rey de reyes.
Qué gran cambio. El que los pecadores ahora sean justos es una gran transformación. No es la apariencia externa la que ha cambiado, sino nuestros corazones. Aunque el color de nuestra piel sea el mismo, y nuestros cuerpos no hayan cambiado, y aunque tengamos que trabajar más por el Señor, el Evangelio del agua y el Espíritu está en nuestros corazones y nos ha cambiado completamente.
De hecho, cuando nos miramos a nosotros mismos, podemos ver claramente que todos éramos cobardes por naturaleza en nuestra carne. Esto se debe a que antes de nacer de nuevo, estábamos destinados a ser esclavos hasta la muerte por nuestros pecados. ¿Cómo pudo gente tan maldita como nosotros pensar en servir al Dios santo y Su Evangelio del agua y el Espíritu? Esto empezó porque creímos en este Evangelio del agua y el Espíritu y así hemos obtenido este honor por ser hijos de Dios.
Mientras vivimos nuestras vidas de fe en este mundo, a veces nos encontramos con pecadores que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué vemos cuando hablamos con ellos? Vemos que esta gente alardea de cosas carnales y de su fortuna y estatus social. Pero ¿cómo tratan a estas personas los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? Para nosotros estas personas son estúpidas. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no se dejan engañar por doctrinas cristianas falsas. Cuando nos encontramos con pecadores que alardean de cosas carnales, los tratamos con educación, pero por dentro los despreciamos. Por muy ricos y poderosos que sean, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu los despreciamos. Aunque no lo expresemos, en nuestros corazones estamos orgullosos de ser hijos de Dios. Esto se debe a que nuestros corazones han cambiado. No se debe a que seamos arrogantes, sino a que el estándar con el que miramos al mundo ha cambiado.
Los que experimentan de primera mano el nacer de nuevo de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden tener amistad real con los que no han nacido de nuevo. Nadie que sepa que su estatus ha cambiado puede considerar que sus antiguas amistades son sus amigos ahora. Cuando nacemos de nuevo, no podemos ser amigos de nuestras antiguas amistades, aunque fueron nuestros mejores amigos. Esto se debe a que nuestros antiguos amigos piensan de manera diferente a nosotros. Si quieren seguir sus amigos, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, porque solo entonces pueden tener una conversación que valga la pena. Es cierto que, cuando nos encontramos con nuestros antiguos amigos, al principio estamos contentos. Pero cuando hablamos con ellos durante un rato, enseguida nos damos cuenta de que tenemos muy poco en común con ellos y que no hay nada de que hablar. Por eso, nos encontramos en una situación en la que queremos irnos y decir adiós con educación.
Ahora que nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estamos obligados a llevar a cabo la obra de Dios diligentemente. Nuestra labor en este mundo se acabará pronto, y cuando venga ese momento, todos iremos al Reino del Señor. Sin embargo, mientras estemos en este mundo, tenemos la llamada de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo hasta el día en que vayamos al Cielo y vivamos allí como seres perfectos. Tenemos esta llamada porque Dios nos ha trasladado del poder de la oscuridad al Reino de Su Hijo.
Dios nos ha librado de todos los pecados a través de Su justicia y Su amor. Él ha borrado todos nuestros pecados para siempre por Su compasión por nosotros. Así es como Dios nos ha hecho hijos Suyos. Ahora que nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en Su justicia, Dios nos está utilizando como instrumentos preciosos para difundir Su don de salvación por todo el mundo. Al haber roto nuestras mentes carnales, ahora vivimos por la justicia de Dios para predicar el Evangelio del Señor. Del mismo modo en que Jesucristo se sometió a Dios Padre, nosotros debemos obedecerle de todo corazón.
De hecho, aunque el estatus de Jesús era igual que el de Su Padre, Él dejó Su estatus divino durante un tiempo y vino al mundo como un Siervo encarnado en la misma imagen que nosotros. Jesucristo había venido al mundo en la imagen del mundo para salvar a muchas almas de sus pecados. Él tomó todos los pecados de la raza humana al ser bautizado, cargó con toda la condena de nuestros pecados en la Cruz, y así nos ha salvado a todos. Por eso estamos viviendo según el plan que Jesucristo preparó para nosotros. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no solo hemos escapado de la ira de Dios, sino que también podemos vivir una vida justa como Jesús. ¡Qué vida más bendita tenemos!
 
 

¿Quién nos gobernaba en el pasado?

 
Antes de conocer a Dios nuestras vidas estaban gobernadas por el Diablo. Pero ahora nos hemos convertido en hijos de Dios y en gente justa al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, es más que posible vivir por fe y merecer ser llamados hijos de Dios. Por muchos fallos que tengan los hijos de Dios, cuando los comparamos con la gente del mundo, son personas nobles que pueden vivir por la justicia de Dios. Cuando pensamos en cómo Dios nos está usando a pesar de nuestras debilidades carnales, estamos inundados por la gratitud y por eso estamos haciendo la obra de Dios con más lealtad. No hay palabras para expresar lo agradecidos que estamos por convertirnos en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Aunque vivimos por el Señor, es cierto que a veces sufrimos y lo pasamos mal. Pero hay una razón por la que seguimos viviendo por el Señor a pesar de los problemas. Estamos trabajando muy duro como siervos de Dios para predicar el Evangelio de Su justicia y difundir el amor de Dios y Su gracia abundante a muchas personas. Estamos sirviendo al Evangelio diligentemente por la justicia de Dios a pesar de todas las dificultades. Por la misma razón el Apóstol Pablo vivió dedicado enteramente al Señor. Ahora que hemos conocido al Señor, estamos haciendo todo lo que podemos para servir al Señor, dedicando todas nuestras fuerzas y corazones a Dios junto con Sus siervos, y esto también lo hacemos por el bien del Evangelio.
No nos gastamos nuestras posesiones materiales en nosotros, sino que usamos lo que el Señor nos ha dado para las almas que no han nacido de nuevo. Creo que Dios nos dará más recursos materiales en los años siguientes, para que podamos gastarlos por el Evangelio hasta el día en que vuelva el Señor. Le doy gracias a Dios por bendecidnos para gastar nuestras riquezas en Su obra. Está escrito: «Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2, 7). Para cumplir Su justicia Dios ha obrado en nuestras vidas. Para cumplir esta justicia de Dios nosotros estamos trabajando duro.
No servimos al Evangelio del agua y el Espíritu porque seamos inferiores a los demás en los talentos que tenemos. Dicho de otra manera, no estamos dedicándonos a la obra del Señor porque no tengamos la habilidad de sobrevivir en esta sociedad, sino que estamos sirviendo al Señor para predicar Su Evangelio contra todo obstáculo porque esta es la obra valiosa de Dios. Servimos al Señor porque es la obra más preciosa que podemos hacer como nacidos de nuevo. Por esta labor, todos nosotros nos sentaremos en el Cielo y disfrutaremos de grandes bendiciones con Jesucristo. Pero hasta ese día, nuestra llamada es predicar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso ahora, hay todavía mucha gente que no conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que les puede bendecir para ser trasladados del poder de las tinieblas al Reino del Hijo de Dios. Para predicar esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu a esta gente estamos trabajando muy duro. Hagamos lo que hagamos, ya bebamos o comamos, lo hacemos todo por la gloria de Dios.
Ustedes y yo hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero esto no es todo lo que hay. Debemos dar un paso más adelante y dedicar nuestras vidas a presentar el Reino de Dios a todo el mundo. Debemos vivir por fe, confiando en que Dios nos traerá el Cielo. Debemos darnos cuenta de que la razón por la que vivimos en el mundo es predicar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu a todos los que no la conocen, y debemos vivir por este objetivo. Sería un gran error perder este objetivo en nuestras vidas y pensar: «Como he recibido la remisión de los pecados al creer en Jesús, ya no tengo que hacer nada».
Si viviésemos en el Reino de Dios sin hacer nada a pesar de habernos convertido en hijos de Dios por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, perderemos demasiadas bendiciones de Dios. Hubiese sido mejor que esta gente no hubiese nacido. Deben entender por qué Jesús dijo sobre Judas lo siguiente: «Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido» (Mateo 26, 24). Por supuesto, Dios nos felicitará si predicamos Su justicia después de haber recibido la remisión de los pecados, pero los que no cooperen con Su obra justa, oirán a Dios decir: «Hubiera sido mejor que no hubieseis creído en el Evangelio del agua y el Espíritu». Si algunas personas no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu porque nunca lo han oído, este no es un problema grave porque todavía tienen la oportunidad de escucharlo. Pero si alguien no trabaja para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque crea en él, hablando espiritualmente esta persona es como Judas. En otras palabras, el Señor nos renegará si solo buscamos las cosas carnales en vez de querer hacer la obra del Espíritu después de haber sido salvados del pecado.
Les pido que no malgasten sus vidas ante Dios porque se arrepentirán de haberlo hecho. Espero que ninguno de nosotros escuche estas palabras de Dios: «Hubiera sido mejor que no hubieses nacido». Como somos hijos de Dios, no podemos permitirnos defraudarle. Aunque tenemos muchas debilidades, debemos estar unidos por fe y vivir en la justicia del Señor, quien nos da fuerzas.
La Biblia dice: «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8, 6). Si uno solo piensa solo en cosas carnales, entonces será destruido. Incluso los que han recibido la remisión de los pecados, si solo piensan en las cosas carnales, pueden llegar a convertirse en siervos del Diablo y ser gobernados por el espíritu que obra en los hijos de la desobediencia. Así que debemos confiar en la Palabra de Dios, unir nuestros corazones con la Iglesia de Dios y Sus siervos, y seguir al Espíritu Santo. Cuando hacemos todo esto, podremos ayudar a los demás. Nadie puede ser obligado a vivir este tipo de vida, sino que debe vivirse de manera natural cuando se cree en la justicia de Dios se sigue.
Mis queridos hermanos, ¿están luchando por vivir por la justicia de Dios? Dios nos ha dicho que estamos sufriendo por esta justicia para predicarla por todo el mundo. Aunque estemos cansados en la carne, debemos vivir por la obra justa que nos trae la vida eterna a todos las almas. En vez de insistir egoístamente en nuestros propios pensamientos que se desvían de los pensamientos de Dios, debemos unirnos a la voluntad de Dios y a Su mente y seguirle por fe. No debemos seguir nuestra carne pensando: «Tengo mis propias ideas y mis objetivos en la vida». Debemos hacer que el objetivo de Dios sea nuestro objetivo, aceptar Su voluntad, unirnos a Dios por fe y vivir por fe, siempre caminando con el Señor tanto en lo bueno como en lo malo. Solo entonces podremos convertirnos en siervos justos a los ojos de Dios.
Sin embargo, la triste realidad es que algunos de nosotros seguimos viviendo por nuestra propia carne aunque hayamos recibido la remisión de los pecados y nos hayamos quedado sin pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas personas están viviendo sus vidas para asegurarse la prosperidad carnal, pero no predican el Evangelio del agua y el Espíritu ni lo sirven. Nunca deberían vivir este tipo de vida. Dios no les bendecirá si viven este tipo de vida. Por el contrario, si viven por la justicia de Dios, Él contestará todas sus plegarias de manera silenciosa, como el rocío que humedece el campo. Dios nos ha prometido a todos darnos Su gracia en nuestras vidas. Así que si vivimos por la justicia de Dios primero, Él se encargará de darnos todo lo que necesitamos. Pero si vivimos de la manera contraria, Dios no estará con nosotros, porque está escrito: «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres» (Mateo 5, 13). Nunca deberíamos permitir convertirnos en gente tan inútil en este mundo o en la Iglesia de Dios. Pero si seguimos nuestros deseos carnales, acabaremos siendo inútiles.
¿Y ustedes? Están sus corazones buscando la prosperidad de este mundo? ¿Es su objetivo en esta vida conseguir la prosperidad carnal? Si es así, les pido que revisen su objetivo en Jesucristo según la voluntad de Dios. Les pido que se decidan a vivir para la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces Dios cumplirá el objetivo de sus vidas.
Si solo quieren conseguir los objetivos de su carne en vez de los objetivos de Dios, entonces tendrán que morir espiritualmente. Cuando se vayan de la Iglesia de Dios, no podrán escuchar la Palabra de Dios y entonces su mente se llenará de pensamientos malvados. ¿Qué les ocurrirá si viven en el mundo? Que acabarán haciendo todo tipo de cosas carnales, ya que no estarán sirviendo el Evangelio del agua y el Espíritu aunque estén sin pecados. No hay ningún tipo de vida más inútil que esta. Hablando espiritualmente, no solo morirá nuestra fe, sino que acabaremos matando las almas de nuestras familias y de todo el mundo de nuestro alrededor.
 
 

Para hacer la obra justa, ¿con qué debemos tener cuidado?

 
Cuando Jesús nació en este mundo, el rey Herodes se enteró de que el Salvador de la humanidad y el Rey de reyes había nacido, y por eso ordenó a sus soldados que matasen a todo niño menor de 2 años en todo Belén. Así, si han pasado menos de dos años desde que recibieron la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, deben tener cuidado con las tentaciones y persecuciones de Satanás. El mejor momento para que el Diablo les ataque son los primero dos años después de recibir la remisión de los pecados. Ese es el momento en que su fe es inmadura, y es el momento adecuado para que el Diablo intente atacarles.
Más adelante, cuando ya hayan vivido por fe durante cinco o diez años después de haber recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, puede que tropiecen a causa de su orgullo y vayan por el mal camino. Sin embrago, como probablemente su fe ya haya crecido, no caerán tan fácilmente que cuando su fe era inmadura. Así que, si han pasado menos de dos años desde que nacieron de nuevo, deberían tener cuidado, porque entonces serán vulnerables para seguir su carne y acabarán aparándose de la justicia de Dios por no haber podido vencer su mente carnal.
Por tanto, es absolutamente imperativo que se deshagan de sus pensamientos por fe. La sustancia de su mente es más importante que nada. Aunque no podamos verlo con los ojos carnales, todo el mundo tiene su propia mente. Así que deben deshacerse de su mente malvada de la carne por fe porque les intentará llevar por el mal camino.
¿Qué ocurre cuando se deshacen de su mente carnal? Que sienten un dolor horrible. El dolor será tan grande que les hará llorar. No solo perderán el apetito, sino que también el sueño a veces. Pero por muy doloroso que sea, deben deshacerse de todos los pensamientos de la carne por su fe. Todo el mundo debe hacerlo.
Algunas personas se preguntarán: «¿Y usted? ¿Se ha deshecho de su voluntad?» Yo también he roto mi voluntad una y otra vez. Como soy un hombre muy terco, no puedo seguir al Señor a no ser que me deshaga de mi mente carnal ante Dios. Si no lo hubiera hecho, no podría haberles conocido. Pero ahora estoy delante de ustedes porque me he deshecho de mi mente carnal muchas veces.
Ahora intentamos vivir por todo el mundo que sigue teniendo pecados y que va a ir al infierno. Para conseguir esto, es necesario deshacernos de nuestras mentes malvadas una y otra vez. Es un gran error pensar que solo tienen que deshacerse de su mente carnal una vez. En realidad, tienen que hacer esto cientos de veces hasta que sean completamente obedientes a Su Señor Dios.
Yo mismo he tenido que ocuparme de mi mente carnal terca muchas veces. A menudo le decía a Dios: «Señor, voy a dejar mi fe. ¿No crees que ya he hecho suficiente? ¿Qué he hecho mal para tener que ser perseguido tantas veces por predicar Tu justicia? Sé que apruebas mi ministerio, pero muchas personas no reconocen Tu justicia. También sé que tengo que deshacerme de mi mente carnal para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a esta gente. Pero estoy cansado, y quiero vivir como me dé la gana». Sin embargo, cuando intentaba vivir como quería, Dios me paraba y me hacía darme cuenta de que estaba mal seguir mis deseos contra Su voluntad. Así que tuve que regañarme a mí mismo por ser tan impaciente, deshacerme de mi voluntad de nuevo, y seguir viviendo en obediencia a la voluntad de Dios diciendo: «Señor, aunque solo salve a un alma más durante el resto de mi vida, sé que Te complacerás. Así que seguiré predicando el Evangelio del agua y el Espíritu pase lo que pase, aunque solo salve a una alma pecadora de ahora en adelante. Pero limpiaré esa alma y te la entregaré». Este era mi deseo. Era el objetivo de mi vida predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque solo se lo predicase a una sola alma durante toda mi vida.
Mi objetivo no era simplemente aumentar el número de miembros de la congregación. Por el contrario, la promesa que le hice a Dios era la siguiente: «Señor, aunque sea solo una persona, me aseguraré de que esta persona reciba la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y la llevaré a Ti». Así que cuando conocí al Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu y empecé mi ministerio, solía hacer reuniones de adoración solo, oraba, predicaba y cantaba alabanzas solo porque no había nadie que viniese a mi iglesia.
Era bastante común que yo predicase en una iglesia vacía diciendo: «¿Cómo están ustedes, hermanos y hermanas? Hoy vamos a leer el capítulo 25 de Mateo. Aquí en este capítulo, la Biblia habla del fin de los tiempos y del juicio espiritual a través de la parábola de las diez vírgenes. Podemos aprender muchas lecciones aquí». Así, solía predicar solo, orar solo, trabajar solo, y hacerlo todo solo para construir la Iglesia de Dios poco a poco desde la nada. Como no había feligreses, tuvo que arreglármelas para conseguir dinero. Así que trabajé muy duro para ganar dinero, y lo poco que ganaba, se lo ofrecía a la Iglesia diciendo a Dios: «Señor, trabajo ocho horas al día para ganar dinero y servir a Tu Evangelio. Tu siervo ha ganado este dinero humillándose ante los que no han nacido de nuevo. ¿Cómo debo utilizar el dinero? ¿En qué otra cosa aparte de Tu obra justa puedo gastarlo? Te lo doy todo a Ti».
A pesar de todas las dificultades que experimenté en mi ministerio, Dios escuchó mis oraciones en Su tiempo y me permitió predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu a ustedes. Les he predicado este Evangelio del agua y el Espíritu por la voluntad de Dios. Después de que Dios me refinara durante muchos años, empecé a dar Su fruto santo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios estuvo conmigo desde el principio en todo momento, y por eso pude predicar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Al refinar mi corazón en primer lugar, Dios me dijo que sirviese a Su justicia. Entonces me dio todo lo que necesité para predicar este Evangelio. Puedo decir esto con toda confianza. No son mis propias palabras las que utilizo, sino la verdad absoluta que se ha confirmado una y otra vez. Es mi fe en la justicia de Dios la que me ha llevado hasta aquí. El Evangelio que les estoy predicando es el Evangelio del agua y el Espíritu. Si nos unimos con la justicia de Dios, Él nos llevará por el camino de la paz y nos bendecirá a todos.
Sin embargo, mis queridos hermanos, estas bendiciones de Dios no se les dan sin refinar su fe antes. En la actualidad, una denominación bastante famosa habla de la doctrina de las tres bendiciones, y saca su inspiración de 3 Juan 1, 2: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma». Los líderes de esta denominación les dicen a sus seguidores que, quien done grandes cantidades de dinero a su iglesia, recibirá mucho, y quien done poco dinero, recibirá poco.
Sin embargo esto no es lo que dice la Palabra de Dios. La Palabra de Verdad dice: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6, 33). Este pasaje nos enseña que debemos decidirnos a vivir por la justicia de Dios primero, porque desde ese momento nuestros corazones serán refinados hasta que podamos predicar el Evangelio de Verdad a todo el mundo de nuestro alrededor. Solo después de decidirnos a servir Dios, Él nos da todo lo que necesitamos. Si Dios nos bendijera aunque nuestros corazones no estuviesen predicados, acabaríamos yendo por el mal camino de la carne, y por eso Dios no nos da en primer lugar la prosperidad carnal.
Cuando vine por primera vez a esta ciudad siguiendo a Dios, solía ir en bici a todas partes. Pero un día me robaron la bici. Esta bici había sido mi único medio de transporte, y por eso cuando me la robaron no solo me resultó incómodo, sino que además me enfadó mucho. Por coincidencia, casi al mismo tiempo, un ministro de una iglesia vecina vino a buscarme y discutimos apasionadamente porque estaba en contra de la Palabra de Dios. Además, por si fuera poco, este pastor se alegró de mi desgracia y cuando se iba me dijo sarcásticamente: «¿No sería maravilloso que tuvieras un coche?» Yo ya estaba bastante enfadado por el robo de mi bici, pero ahora encima tenía que aguantar este comentario. Después de todo, yo ya sabía que me sería útil tener un coche. Pero la Iglesia en aquel momento estaba en una situación bastante difícil y no tenía dinero ni para pagar el alquiler del edificio donde nos reuníamos, ni siquiera teníamos miembros para ayudar a colgar los carteles de nuestras reuniones. La Iglesia pasó por estos momentos tan difíciles.
Pero, ¿cómo esta nuestra Iglesia ahora? ¿Cómo ha obrado Dios en nosotros? Nos ha dado abundantes bendiciones. ¿Cómo explicamos nuestra prosperidad? ¿Creen que nuestros méritos propios la han hecho prosperar? ¿Creen que me respetan porque soy virtuoso? No, en realidad hemos vivido juntos para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y por eso Dios nos ha bendecido en cuerpo y espíritu. Asimismo Dios ha permitido las circunstancias ideales para que sirvamos el Evangelio del agua y el Espíritu.
El pasaje de las Escrituras de hoy dice: «Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2, 7). Aquí el Apóstol Pablo nos está enseñando que Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados. Dios nos ha sentado a Su lado y nos bendice para que recibamos toda Su gloria y esplendor celestial. Nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de Su Hijo, y por eso ha cambiado nuestro estatus. Para darnos estas bendiciones Dios me ha permitido predicar este Evangelio. En otras palabras, Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados antes que a nadie y nos ha puesto en este mundo para que predicásemos el Evangelio del agua y el Espíritu a todas las generaciones venideras.
¿Por qué entonces intentan los cristianos memorizar pasajes de las Escrituras? Incluso tienen que recitar algunos versículos de la Biblia para poder comer durante las conferencias bíblicas. ¿Nos ha dado Dios Su Palabra para que la memoricemos para comer sin entenderla? No, Dios nos ha dado Su Palabra para darnos la remisión de los pecados, y para que prediquemos este Evangelio por todo el mundo. Por eso amamos tanto la Palabra de Dios y predicamos este Evangelio. De hecho, el Apóstol Pablo dedicó toda su vida a esta tarea, y nosotros vivimos con lealtad por este mismo objetivo. Como ustedes también creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, es absolutamente imperativo que participen en el ministerio de Dios.
Soy consciente de que a menudo no les he prestado demasiada atención a mis necesidades carnales. Como mi único interés es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, suelo pasar el tiempo con la gente relacionada con mi ministerio y mantengo una buena relación con ellos. Así que sé que a veces ustedes se sientes dejados de lado. Puede que piensen: «El Pastor Jong solo se preocupa de su trabajo y parece que no le importo». Pero les pido que no piensen así. Me importa mucho que vivan como obreros de Dios. Todos ustedes son muy importantes para mí, y les aprecio a todos. Ustedes hacen por mí lo que yo no puedo conseguir, y yo hago lo que ustedes no pueden hacer, por lo que todos nosotros estamos sirviendo al Evangelio juntos.
Sus cuerpos están compuestos de diferentes miembros y órganos, desde la cabeza al cuello, los brazos y las piernas. ¿Qué pasaría si su cuerpo tuviese una cabeza sin cuello? Sin el cuello no pueden mover la cabeza. También resulta inútil tener cuello si no se tiene cabeza. Lo mismo ocurre con todas las partes del cuerpo. Sin brazos los hombros no sirven de nada, y sin dedos las manos no pueden coger objetos. Todas las partes del cuerpo son indispensables. Desde la columna vertical hasta los músculos, las caderas, las piernas, e incluso los dedos de los pies, todas las partes del cuerpo son necesarias y no se pueden olvidar. Así, la Iglesia es el cuerpo del Señor, y nosotros estamos sirviendo al Señor y a Su Evangelio en la Iglesia como miembros, por lo que somos importantes.
Todos estamos ocupados con las tareas que se nos han asignado. Yo estoy ocupado con mi tarea, y ustedes con las suyas. Sin embargo, aunque todos tenemos tareas diferentes, deseo lo mismo para todos: que Dios les bendiga. Hay un límite dentro del cual les puedo tratar bien en términos carnales. Las cosas carnales son completamente inútiles para cumplir la voluntad de Dios. Aunque no pueda ayudarles personalmente cada vez que tienen un problema, oro por todos ustedes y le pido a Dios: «Señor, por favor, ayuda a todos nuestros santos en estos tiempos difíciles. Todos necesitan Tu ayuda». Solo cuando Dios les ayuda ustedes pueden superar sus problemas. Como yo soy tan humano como ustedes, ¿creen que mi ayuda les sería útil? Además, cuando les ayudo, mi naturaleza humana me hace alardear de que les he ayudado. Este problema lo tienen todos los humanos por naturaleza. Por eso somos tan insignificantes por naturaleza.
A pesar de lo insignificantes que somos, hemos sido salvados de todos nuestros pecados por Dios, y ahora vivimos para predicar Su Evangelio. Cuando unimos nuestras fuerzas, trabajamos cada uno en su tarea asignada para servir al Evangelio por el bien de la gente que no lo conoce y por el bien de las generaciones futuras. Juntos, todos participamos en esta obra como podemos, y si hay algo que no podemos conseguir por nuestra cuenta, oramos a Dios para que nos ayuda. Y cuando recibimos fuerzas de Dios, servimos al Señor fielmente todo lo que podemos. Las oraciones son absolutamente indispensables para conseguirlo así como pedirle al Señor que nos ayude y bendiga para unir nuestras fuerzas y así conseguir nuestros objetivos. Así, debemos unir nuestras fuerzas y trabajar juntos como si fuésemos uno, para que Dios pueda juzgar a los seguidores del Diablo y cumplir todas las promesas hechas a Su pueblo.
Por supuesto sabemos muy bien que no es fácil unir nuestros corazones y fuerzas para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, aunque es difícil vivir por el Señor, estamos contentos de hacerlo. Es cierto que, aunque nuestros corazones están contentos por vivir por el Señor, es una tarea dura que nos cansa físicamente. Pero, como creemos que el Señor traerá el Reino de los Cielos en Su tiempo, podemos renovar nuestras fuerzas y dedicamos nuestras vidas a Su obra.
Esta mañana he leído un mensaje de un pastor en Perú que me decía que ha sido salvado de todos sus pecados. Después de recibir los tres primeros volúmenes de nuestros libros sobre el Evangelio, leyó el primero. Aunque este pastor solo leyó uno de nuestros libros, pudo darse cuenta de que había vivido una vida religiosa en vez de una vida de fe. Todos los problemas de su corazón acabaron cuando leyó un solo libro. Cuando alguien que ha estudiado la Biblia en profundidad lee uno de nuestros libros, esta persona se da cuenta de que su fe era incorrecta, y por eso puede recibir la remisión de los pecados para siempre.
Normalmente tenemos problemas cuando tratamos con alguien que tiene una fe ciega o un conocimiento de Jesús vago. Por mucho que le enseñemos la Palabra de Dios a esta persona, no está dispuesta a escucharla ni quiere creer en ella. Pero los que han estudiado la Biblia diligentemente, nos dan las gracias por compartir nuestros libros, diciendo: «No conozco su Misión mucho, pero estoy agradecido por que hayan compartido este libro tan maravilloso conmigo, por enseñarme la Verdad de salvación e iluminarme».
Mis queridos hermanos, como hemos unido todas nuestras fuerzas para hacer la obra del Evangelio del agua y el Espíritu, ahora recibimos noticias buenas. Aunque todos tenemos problemas, debemos unir nuestros corazones con la obra justa en nuestras vidas. La gente así es la gente justa de verdad.
Cuando Corea estaba colonizada por Japón, muchos lucharon por la independencia y arriesgaron sus vidas por la nación. En Corea se les llama los «luchadores justos». Este honor lo recibe una persona que haya arriesgado su vida por un bien mayor y haya dedicado su vida a una causa justa. Todas estas personas que dedicaron sus vidas a una causa justa son respetadas en todo el mundo.
Cuando nacemos en este mundo, todos debemos vivir por la causa justa. Esta es la llamada que todo ser humano debe contestar. Así es como debemos vivir nuestras vidas aunque no hayamos nacido de nuevo. Sería aún peor no vivir por la obra justa a pesar de haber nacido de nuevo. Dios no dejaría a esta gente en paz. Como ustedes han recibido la remisión de los pecados, ¿cómo pueden vivir sin llevar a cabo esta obra justa? Por muchos fallos que tengan, pueden dedicar su vida al Señor y vivir por Él. No digan que no pueden llevar a cabo la obra del Señor porque no tienen el talento suficiente. ¿Por qué iba a ser este un problema? Si sus propias habilidades fuesen lo que no les permitiese llevar a cabo la obra del Señor, Dios les habría encargado esta obra a los más listos. Pero, ¿creen que esta gente haría la obra de Dios con lealtad? No. Cuando Dios dice: «Predicad Mi Evangelio de esta manera», esta gente dice: «Señor, no creo que eso funcione. ¿Por qué no lo hago a mi manera?» Esta gente está llena de méritos humanos, y confía en sus propios pensamientos más que en la Palabra de Dios. Dios odia a esta gente y nunca les confía Su obra.
¿A quién llama Dios para que haga Su obra? Él llama y utiliza como instrumentos Suyos a los que creen en Su justicia a pesar de sus fallos, porque sus corazones han sido redimidos de los pecados, y creen que Dios ha borrado sus pecados y tienen al Espíritu Santo en sus corazones. Es decir, Dios llama a la gente como nosotros y nos utiliza como instrumentos Suyos.
Dios nos ha confiado Su gran Comisión para que prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta obra es tan grande que incluso los ángeles desearían poder hacerla, pero Dios nos la ha confiado a nosotros. Así que le doy gracias a Dios por esta maravillosa bendición. Nuestro Señor nos está diciendo a todos nosotros: «¿Vais a hacer esta obra por Mí? ¿Vais a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo? Se qué no sois fuertes, pero estaré con vosotros en todo momento. Podéis publicar libros sobre el Evangelio para predicarlo. ¿Lo vais a hacer por Mí?»
Mis queridos hermanos, como hemos contestado a esta llamada con un sí, ahora estamos haciendo la obra del Evangelio en completa obediencia a la Palabra de Dios. Al haber desechado nuestros deseos carnales, estamos haciendo la obra justa de Dios en obediencia a Su Palabra. Por tanto Dios nos ha dad sabiduría inmensa. Un buen ejemplo de esta sabiduría está indicado en la manera en que hemos estado predicando el Evangelio, mediante la distribución de libros por Internet. Gracias a este ministerio literario, muchas personas han recibido la remisión de sus pecados al leer nuestros libros, y nos han enviado cartas de agradecimiento por compartir por primera vez esta maravillosa Verdad. Estas personas están tan contentas y agradecidas que nos llena de gozo y estamos agradecidos por que Dios nos haya confiado esta obra.
Recientemente, gracias a los adolescentes que participan en nuestro ministerio en la Iglesia, el Evangelio se está predicando más rápidamente. Hoy en día estamos viendo como gente de todo el mundo recibe la remisión de los pecados a través de nuestro ministerio literario. Últimamente hemos tenido muchas visitas de Tailandia en nuestra página Web de gente que solicita nuestros libros. Algunos días, hay más visitas de Tailandia que de Estados Unidos. Esto es bastante sorprendente. Como Tailandia es un país dominado por el budismo, nos llena de satisfacción ver que tenemos tantas visitas desde Tailandia en nuestra página Web.
Mis queridos hermanos, Dios nos ha confiado esta obra valiosa a nosotros. Si de verdad creen que Dios nos ha confiado esta obra, entonces deben dedicarse por completo a esta obra justa de todas las maneras posibles a pesar de sus errores. Como Dios volverá al mundo pronto, todos debemos servir al Evangelio en Su Iglesia hasta el día en que Dios nos dé el Reino que nos prometió. Si la vuelta del Señor se retrasa, recibirán más bendiciones que las que han recibido hasta ahora; y si el Señor vuelve antes, les recompensará con Su gran bendición. ¡Amén!