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Sermones

Tema 19: Efesios

[Capítulo 2-5] Debemos reconocer la autoridad y la gracia de Dios en nuestra vida de fe (Efesios 2, 1-22)

Debemos reconocer la autoridad y la gracia de Dios en nuestra vida de fe(Efesios 2, 1-22)
«Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu».
 
 
El capítulo 2 de Génesis nos demuestra que Dios le dio un descanso real al hombre. Asimismo le dio el Jardín del Edén. Dios quiso estar con el hombre y morar con él.
Debemos prestar especial atención a que en el centro del Jardín del Edén estaba el árbol de la vida junto con el árbol del conocimiento del bien y del mal. Esto significa que debían comer del árbol de la vida confiando en la Palabra de Dios, quien les dijo que no comiesen del árbol del conocimiento del bien y del mal, y esto debía recordarles la realidad espiritual de que no debían retar a Dios. Él dijo una vez: «Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2, 17). Por este motivo podemos admitir que el árbol del conocimiento del bien y del mal fue situado allí por Dios para toda la raza humana. Desde la perspectiva humana no tenía mucho sentido, pero a los ojos de Dios el árbol tenía un gran significado. Era un árbol esencial en el plan maestro de Dios para revelar Su justicia. Sin embargo, a los ojos del hombre, podemos preguntarnos lo siguiente: «¿Por qué creó Dios el árbol del conocimiento del bien y del mal? Creo que habría sido mejor que no lo hubiese creado». Lo creó porque Dios quería que reconociésemos Su autoridad.
Efesios 2, 1 dice: «Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo» y «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe». En la Palabra de Dios debemos entender la dispensación profunda de Dios. Por tanto está escrito: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efesios 2, 8).
Efesios 2, 9-10 dice: «No por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas». También está escrito: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios» (Efesios 2, 14-19). Según este pasaje de las Escrituras, a través de la fe en la Palabra de Dios podemos recibir la remisión de los pecados y convertirnos en hijos de Dios.
 
 

Por fe en la Palabra de Dios hemos sido salvados de los pecados del mundo

 
Nos hemos convertido en hijos de Dios, no al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, sino al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos dio. Por tanto hemos obtenido una vida nueva al creer en la Palabra de Dios justa y al ser librados de todos nuestros pecados. No importa lo que diga la gente, porque nuestra fe está puesta en el Evangelio del agua y el Espíritu y hemos sido salvados de todos nuestros pecados gracias a la Palabra de Dios que vive en nosotros. En otras palabras, lo que reside en nosotros es el Espíritu Santo. Él da testimonio de lo siguiente: «Habéis sido salvados de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora sois santos de Dios». El Espíritu Santo, el Espíritu del Hijo de Dios, está en nuestros corazones y nos ha permitido llamar a Dios Padre «Abba Padre». Esto se debe a que nos ha librado de los pecados del mundo. El pueblo de Dios, que ha sido librado del poder de la oscuridad, puede tener una vida nueva ahora.
Antes de conocer y creer en la justicia de Jesucristo, éramos desconocidos para Cristo y estábamos sujetos a la condena por nuestros pecados. Solíamos ser gentiles en el Reino de Dios. Originalmente nuestro cuerpo físico estaba fuera de Jesucristo y no éramos descendientes de Abraham genealógicamente. Estábamos fuera de la alianza de Dios y de Su gracia. Sin embargo, Dios nos libro con la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Para salvarnos de los pecados del mundo Jesucristo tomó todos nuestros pecados mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y nos libró del juicio por nuestros pecados al entregarse en la Cruz. Así cumplió nuestra salvación para siempre al levantarse de entre los muertos y sentarse a la derecha del trono de Dios, quien nos ha dado la herencia como bendición a los que creemos en el bendito Evangelio del agua y el Espíritu. Así es como nos pudimos convertir en hijos de Dios por fe en la justicia de Jesucristo. Hemos conseguido la vida eterna por fe en la Palabra de Dios.
No hemos sido salvados por nuestras propias obras. Los mandamientos por los que nos hemos dado cuenta de nuestros pecados no pueden darnos la salvación de los pecados del mundo. Éramos personas perdidas que no podían cumplir los mandamientos de Dios a la perfección. A través de los mandamientos de Dios nos hemos dado cuenta de nuestros pecados y hemos recibido la salvación para siempre al creer en la justicia de Jesucristo. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en ciudadanos del Reino de Dios de esta manera. Somos la prueba de que cualquiera puede convertirse en hijo de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso antes de recibir la salvación de todos nuestros pecados y convertirnos en hijos de Dios, podemos mantener nuestra fe correcta. Seguimos viviendo con fe en que Jesús borró todos nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu cuando tuvo que morir por nuestros pecados y transgresiones. En otras palabras, llegamos a vivir como hijos de Dios por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia de Jesucristo.
Debemos mantenernos firmes en esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu en estos últimos días, ya que solo podemos ser salvados por esta fe. Hemos sido salvados por el Evangelio del agua y el Espíritu y por la fe en que Dios nos ha redimido de nuestros pecados. Por tanto debemos tener la convicción de que hemos sido salvados de los pecados del mundo sin tener en cuenta nuestras obras meritorias. De esta manera podemos estar firmes en la gracia de la salvación de Dios. Debemos vivir por la fe en que nos hemos convertido en el pueblo de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cuál es nuestra obligación ahora que nos hemos convertido en hijos de Dios? Predicar el Evangelio de la gracia de Dios, el Evangelio del agua y el Espíritu, a través del que hemos sido salvados. Nuestra misión es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Ahora debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora debemos vivir para salvar a otras almas de sus pecados en vez de vivir por las obras de nuestra carne en este mundo.
A menudo estamos liados con nuestro comportamiento malvado y atrapados por la debilidad de otras personas. Sin embargo no conseguimos la salvación por nuestras buenas obras. Solo la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu puede darnos la verdadera salvación. La única razón por la que Dios nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu es para darnos una vida nueva. En otras palabras, hemos recibido la salvación al creer en la justicia de Jesucristo. No hemos recibido la salvación añadiendo nuestras buenas obras a la fe en la sangre solamente. Si hubiésemos intentado obtener nuestra salvación por nuestras buenas obras, habríamos fracasado.
Entonces ¿cómo pueden decir que han sido librados de todos sus pecados? No pueden hacer esto por su propia cuenta. Así es como Dios nos avisó desde el principio de Su creación. Aunque Dios dijo: «Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás», los cristianos están intentando añadir sus buenas obras a su fe. Nosotros también luchamos por revivir nuestras almas moribundas que habían estado intentando alcanzar nuestra salvación mediante una fe legalista. Pero debemos saber que cuando dependemos de nuestras buenas obras, morimos seguro. La Ley existe para ayudarnos a darnos cuenta de nuestros pecados, pero no puede borrar los pecados de nadie.
Cuando Dios dijo que no debíamos comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal en el capítulo 2 del Génesis, quiso decir que no debíamos establecer nuestros criterios sobre el bien y el mal por encima de los criterios de Dios. Solo Dios puede hablar del bien y del mal. Lo que es bueno a los ojos de Dios es absolutamente virtuoso. Si Dios dice que algo es bueno, es bueno; si dice que algo es malo, es malo. No podemos juzgar entre el bien y el mal con nuestra propia conciencia. Por eso Dios nos dijo que no comiésemos del fruto del árbol del bien y del mal. Esto también significa que debemos reconocer la Palabra de Dios, el Ser Absoluto. Dios quiso que aceptásemos por fe que Dios nos había dado el descanso del Cielo como un regalo. Añadir nuestras buenas obras no hace que los pecadores sean justos ante Dios.
 
 

Nuestra salvación fue predestinada en Jesucristo

 
El Apóstol Pablo dijo en Efesios 1, 4: «según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor». Dios Padre nos hizo santos y sin pecad en Su Hijo Jesucristo a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Espiritualmente hablando, nos concedió la remisión de los pecados y la vida eterna al hacernos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora que hemos recibido la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, todo lo que tenemos que hacer es predicar el verdadero Evangelio. Solo debemos disfrutar la paz en nuestros corazones y predicar las bendiciones de Dios a los demás por fe.
La salvación de Dios y todo lo que tendremos en el Cielo son dones de Dios, quien nos escogió en Jesucristo de antemano para que pudiésemos vivir en el Reino eterno de los Cielos. ¿Qué significa predestinado? En el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos predestinó para darnos el verdadero descanso al dejarnos sin pecados. Dicho de otra manera, nos predestinó a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu a entrar en el Reino de los Cielos y vivir allí para siempre. Por tanto debemos tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y la sangre de Jesucristo. Debemos tener fe en que Dios nos ha dado todas las cosas buenas de arriba (Santiago 1, 17). Incluso antes de la fundación del mundo, Dios nos creó y preparó el Reino de Dios para que viviésemos allí. Incluso antes de crear el universo, nos predestinó a toda la raza humana a ser salvada en Jesucristo. Él nos ha salvado de todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

¿Cuál es el resultado de ser salvados de todos nuestros pecados?

 
Se nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu como don de salvación, y como resultado podemos alabar la gloria del Cielo como hijos de Dios. El Señor nos ha permitido alabar la justicia de Dios y vivir una vida que le glorifique. Por eso Dios nos ha salvado de todos los pecados del mundo.
Está escrito: «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1, 7). ¿Han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Se han convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Han vivido una vida perfecta desde que han recibido la salvación de todos sus pecados por fe? No, esto no es posible. Hay una diferencia entre: «No vivimos así aunque si podemos» y «No podemos vivir así». Como sabemos que no tenemos la habilidad de vivir una vida perfecta, Dios nos ha dicho que dependamos en Su justicia. Él sabía que no podemos vivir una vida perfecta y por tanto nos pidió que vivamos por fe. En otras palabras, no alcanzamos nuestra salvación por nuestros méritos, sino que podemos alcanzar nuestra salvación por fe.
Hemos sido salvados para siempre al creer en la justicia de Dios. Es decir hemos sido incrustados en la base de los apóstoles y profetas. Incluso los discípulos de Jesús fueron salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. No añadieron sus propias obras ni un 0,1% para ser salvados. Los Apóstoles no hablaron de tareas legalistas como: «Haced el bien. Vivir con virtud. Cumplid los mandamientos». Asimismo creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu. Gracias a ellos hemos sido salvados de nuestros pecados y hemos construido sobre la misma fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesucristo se ha convertido en la piedra angular de nuestra salvación. El Mediador Jesús se convirtió en la piedra angular que nos une a Dios.
Puede que no entiendan lo que es una piedra angular. Hoy en día se utiliza cemento como elemento de unión en los cimientos de un edificio, y por eso no saben lo que es una piedra angular. Hoy en día, gracias al cemento, no son necesarias las piedras angulares. Sin embargo, en aquel entonces no había casas que tuviesen cimientos de cemento. La gente excavaba en el suelo y ponía una piedra enorme en cada esquina, y sobre esas piedras ponían pilares de madera o de piedra. Por tanto, las piedras angulares conectaban todo el edificio. Por eso las piedras angulares eran las partes más importantes de la construcción. Si van al campo encontrarán algunas casas construidas sobre piedras angulares. La ciudad de Chuncheon también tiene muchas casas antiguas; la gente pone rocas grandes y luego conecta pilares sobre estas piedras angulares cuando construyen casas tradicionales. Así que cuando tienen que mover el marco de la casa, se necesitan bastantes personas para mover los cuatro pilares que descansan sobre las piedras angulares.
De esta manera, el Mediador Jesús está conectando a los seres humanos con Dios. La Biblia nos dice que Jesucristo se convirtió en la piedra angular principal. Gracias a la redención, Jesucristo cumplió Sus obras justas y nosotros recibimos la salvación por fe. Hablando en términos de construcción, nosotros estamos todos conectados los unos a los otros. Los que fueron salvados anteriormente y los que fueron salvados más tarde encajan y forman el templo santo del Señor. Los que han recibido la remisión de los pecados y están en Dios, y los que no han recibido la salvación todavía, se juntarán y serán conectados con el Reino de los Cielos. De hecho, Dios vive en los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

Reconozcan la autoridad de Dios

 
Lo que deben aprender primero en la Iglesia de Dios es a reconocer la autoridad de Dios. Debemos aceptar la autoridad que Dios nos ha dado. Cuando la gente recibe la remisión de los pecados, odia el tratamiento discriminatorio. Los que han recibido la remisión de los pecados quieren tratar a los demás en relaciones humanas horizontales.
Sin embargo, Dios es el Dios del orden. Este Dios del orden nos dijo en el Antiguo Testamento: «Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2, 17). Dios es el Dios Absoluto para nosotros. Por tanto lo que Dios dice que es bueno es bueno, y lo que Dios dice que es malo, es malo.
Esto significa que debemos aceptar la autoridad de Dios. Quien haya recibido la salvación de los pecados debe reconocer la autoridad de Dios. Para ser más concreto, ya hayan sido salvados o no, todos deben someterse a la autoridad de Dios. Si no se someten a la autoridad de Dios, no podrán ser salvados de los pecados. ¿Creen que la Biblia es la Palabra de Dios? ¿Creen que Dios ha cumplido nuestra salvación tal y como está escrito en la Biblia? Si reconocen la autoridad de Dios, pueden creer en esta Palabra de Dios y recibir la salvación de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
De lo contrario no recibirán la salvación, aunque Dios vino al mundo y nos salvó con el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cómo puede alguien que desprecia la autoridad de Dios recibir la salvación? No admitir la autoridad de Dios significa negar la existencia de Dios, y por tanto no se puede recibir la salvación que se concedió a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Estas personas no pueden ser libradas de sus pecados aunque vivan otra vida desde el principio. Por tanto, debemos someternos a la autoridad de Dios. Los que se someten a la autoridad de Dios pueden recibir la salvación de todos sus pecados y las bendiciones de Dios por fe. Asimismo pueden vivir su fe con tranquilidad. Siempre y cuando recibamos la salvación de nuestros pecados por fe, nos convertiremos en sacerdotes reales (1 Pedro 2, 9). El primer libro de Pedro dice que somos sacerdotes reales. Así que cualquier santo nacido de nuevo puede acercarse con tranquilidad al Dios santo.
Por cierto, ¿tienen todos los santos el mismo estatus después de haber recibido la salvación de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu? No. Se dice que hay reyes y ministros en el Reino de los Cielos. Existe una autoridad espiritual estricta. Hay un orden espiritual que Dios ha establecido en Su Iglesia. En resumen, debemos aceptar este orden establecido por Dios. Cuando nos sometemos al orden de Dios, vivir por fe es fácil. Cuando se someten a sus predecesores de la fe, tienen autoridad sobre los que vienen detrás de ustedes.
Supongamos que hay una persona que acaba de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si esta persona hace lo que quiere y no escucha a sus predecesores, ¿no se sentirían ofendidos? Se sentirían muy incómodos. Si trajesen sus ideas del mundo a la Iglesia y juzgasen a sus predecesores de la fe con los estándares del mundo diciendo lo que está bien y lo que está mal, ¿estarían haciendo lo correcto? No. ¿No piensan que esta gente es absurda? Del mismo modo, ¿qué ocurriría si despreciasen la hermandad espiritual que tienen con sus predecesores? ¿Podemos ustedes y yo ser maestros? Si todos intentamos enseñar y nadie quiere aprender, habrá una batalla espiritual.
Lo que Dios estableció en primer lugar para toda la raza humana fue la Ley, para que nos enseñase qué es el pecado. Nos enseñó la verdad de que por la Ley no podemos ser salvados, sino solo darnos cuenta de nuestros pecados. Entonces nos enseñó cómo recibir la salvación por fe en la justicia de Jesucristo.
Anteriormente Dios estableció Su autoridad: «YO SOY QUIEN SOY. Soy el Ser Absoluto. Mi Palabra es la verdad. Cuando declaro que algo es bueno, es bueno; y cuando digo que algo es malo, es malo. Vosotros no sois buenos, sino malos. Debéis reconocer Mi autoridad. Yo soy vuestro Dios. Yo soy Jehová». Dios nos ha dicho esto.
Por tanto vivir por fe después de recibir la remisión de los pecados significa reconocer la autoridad de Dios. Por eso debemos reconocer la autoridad que Dios ha establecido. Dios nos permite vivir en orden en la Iglesia de Dios. Si admitimos el orden establecido en la Iglesia de Dios, Él nos exalta. Nuestra salvación se cumple mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, es decir el Evangelio de Dios. Hemos recibido la salvación y la vida eterna al creer en este Evangelio de Dios. Nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en el agua y la sangre que Jesús nos dio.
Nuestra salvación no se nos da por nuestras obras. Es el don de Dios. Así es como los que han creído en el Evangelio del agua y el Espíritu encajan juntos para formar el Reino de Dios. Estamos viviendo nuestra fe juntos bajo la autoridad de Dios. Así que cuando entran en la Iglesia de Dios, hay hermanos y hermanas que han recibido la remisión de los pecados antes que ustedes. Deben aprender de ellos y tener hermandad con ellos. Deben dejarse guiar por ellos. Espero que no les juzguen según sus ideas humanísticas diciendo: «¿Eres más inteligente que yo? ¿De qué estás tan orgulloso? ¿Por qué intentas enseñarme y criticar todo lo que hago? Me gustó ser salvado de mis pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero no puedo vivir una vida de fe con mi autoestima herida».
Sabiendo que pensarían así, Dios dijo que es el Dios del orden. Por esta razón Dios dijo: «Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás». Esto significa que no deben retar a los predecesores de la fe con su propia justicia. En otras palabras, Dios nos ordenó que nos sometiésemos a Su autoridad.
Piensen cuánto han trabajado los predecesores de la fe en la Iglesia. Todos ustedes, amados siervos y santos de Dios, ¿cuánto han trabajado en la Iglesia desde que recibieron la salvación del pecado? ¿Cuánto tiempo han soportado el cansancio y las situaciones horribles dentro de la Iglesia? Todos somos iguales desde la perspectiva física, pero desde la espiritual, vemos que hay una jerarquía. En la Iglesia de Dios hay un orden espiritual.
Sin embargo, las iglesias del mundo dan posiciones de prestigio a los ricos o a los dirigentes de grandes compañías. Algunos profesores o doctores son ordenados diáconos o ancianos. Aunque solo sean cristianos nominales reciben altos cargos en sus iglesias si son tolerables. Echen un vistazo a esta gente. Puede que no estén familiarizados con esta farsa, pero yo sí.
Esta jerarquía no proviene de Dios. Esta jerarquía proviene del hombre. No es correcto. Por el contrario, los santos de la Iglesia de Dios deben respetar la jerarquía dentro de la Iglesia y vivir una vida de fe correcta. La Biblia dice que la Iglesia de Dios no debe ordenar a ninguna persona carnal para ocupar un cargo honorable. Queridos hermanos cristianos, si han recibido la salvación de sus pecados, no deben menospreciar a sus predecesores de la fe. Deben vivir en la Iglesia de Dios después de haber recibido la salvación del pecado porque han negado sus pensamientos carnales constantemente. No pueden vivir en la iglesia de Dios si no siguen la jerarquía de Dios.
Si alguien recibió la salvación y sirvió al Señor en la Iglesia de Dios un año antes que ustedes, reconózcanle como un predecesor. Intenten quedarse en la Iglesia de Dios. Verán lo duro que es someterse a los predecesores de la fe y hacer todo lo que la Iglesia les pide. Pero ¿pueden ignorar el orden? No. Someterse a la autoridad de Dios les ha permitido vivir en la Iglesia de Dios, así que no deben ignorarla. Si han sido miembros de la Iglesia de Dios durante mucho tiempo y tienen una fe fuerte, podrán entender lo que les estoy diciendo. Los últimos vendrán después de ustedes, pero los que fueron salvados antes son sus predecesores y deben respetarles.
Hay santos que acaban de ser salvados pero están siendo formados para convertirse en siervos de Dios. Algunas personas les envidian y no les obedecen diciendo: «¡Vaya! Ese hombre no era mejor que yo hace tres meses, pero de repente se levantó y empezó a ser formado para ser un siervo de Dios. Esto hace que me resulte raro hablar con Él. Ahora está intentando enseñarme y me reta. En realidad está gobernándome. Esto no es aceptable».
 
 

La autoridad establecida por Dios

 
Si Dios les exalta en Su Iglesia, serán exaltados automáticamente. Pero ¿significa esto que pueden abusar de su autoridad y gobernar sobre los que vienen después de ustedes? En realidad los líderes de la Iglesia son los que sirven al Evangelio de la justicia de Dios más y no son insolentes. Deben reconocer esto. Deben aceptar la jerarquía que Dios ha establecido. De esta manera, vivir sus vidas de fe es pan comido. «Como Dios ordenó a mis predecesores así, es cuestión de tiempo someterme a ellos. Así que, cuando hago lo que me dicen que haga, obedezco a Dios. Lo hago porque confío en Dios y le sigo». Esta es la fe correcta ante Dios. Mientras algo sea correcto a los ojos de Dios, es correcto someterse y hacer lo que se nos dice.
Sin embargo es muy difícil someterse a alguien cuando piensan que están siendo gobernados por un ser humano y no por Dios. En nuestros ojos, todos tenemos algo de lo que estar orgullosos aunque seamos muy insuficientes. Por supuesto todos los seres humanos nacen iguales y nadie es originalmente mejor que nadie. Todo el mundo es igual. Así que deberíamos tener relaciones horizontales con los demás considerándonos físicamente. Pero en el mundo espiritual todas las relaciones son jerárquicas. Nuestra vida de fe debe estar sometida a esta verdad. ¿Lo entienden?
No desobedezcan el orden espiritual que Dios ha establecido. Especialmente aquellos de ustedes que son ancianos no hablen de su edad en la Iglesia. «¡Vaya, vaya! Este joven está intentando enseñarme. Soy mucho mayor que tú. ¿Cuánto crees que sabes y cuánto has estudiado la Biblia para menospreciarme? ¡Vaya! He sido muy paciente, pero me estás poniendo nervioso. No te he dicho nada, pero sinceramente, he vivido varias generaciones y cuando tenía tu edad hizo esto y lo otro. Soy mucho mejor que tú, excepto por el hecho de que recibí mi salvación más tarde que tú». Así es como el ego sale a relucir.
El primer capítulo de Génesis habla de la creación del universo, mientras que el segundo habla de cómo Dios nos lo dio todo. Dios nos lo dio todo menos el fruto prohibido. Dios dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás». En otras palabras, Dios nos está diciendo: «No Me retéis con vuestros juicios carnales. Someteos a Mi autoridad. Moriréis cuando comáis del árbol del conocimiento del bien y del mal. Aunque os crea a Mi imagen y semejanza y planeé convertiros en Mis hijos a vosotros y vuestra descendencia a través de Mi Hijo, moriréis el día en que comáis del árbol del conocimiento del bien y del mal, sin importar la razón por la que lo hagáis».
Pero el hombre creado por Dios comió del árbol del conocimiento del bien y del mal. Como resultado surgió la muerte espiritual y corporal, ¿no es así? Sí. Sin embargo, ¿acaso no envió Dios a Jesucristo? ¿Acaso no nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu? Sin embargo, deben saber que morirán si comen del árbol del conocimiento del bien y del mal después de haber sido salvados de sus pecados. Esto es cierto para todo el mundo. Si alardean de su fuerza física, su conocimiento de experiencias pasadas, morirán en cuerpo y en espíritu. Por eso debemos recordar que tenemos que someternos a la autoridad de Dios. Si aceptan la autoridad de Dios en sus corazones, no se enfadarán aunque se les trate de manera dura por una causa espiritual. Deben someterse a la jerarquía en la Iglesia de Dios por su propio bien, porque si lo hacen aprenderán mucho, crecerán espiritualmente, y recibirán bendiciones abundantes de Dios. La vida de fe es así. ¿Lo entienden? ¿Creen? Adolescentes, ¿vosotros también creéis?
Todos somos iguales ante Dios. Los líderes solo guiamos a los santos de acuerdo con lo que Dios nos permite hacer. Por tanto, si piensan que les hemos menospreciado, en realidad no hemos hecho nada injusto. Nadie les ha ignorado como hombre, pero Dios les está intentando enseñar a través de sus líderes y predecesores en Su Iglesia. No deben sentirse ofendidos porque todos están aprendiendo de Dios.
Lo único que nos queda por hacer como hijos de Dios es vivir por fe después de haber recibido la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Lo único que tenemos que hacer es buenas obras por fe. Esta es nuestra única tarea.
Jesucristo tomó todas nuestras maldiciones sobre Sí mismo, al igual que Rebeca hizo por su hijo pequeño Jacob. Ella le dijo a Jacob: «Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y vé y tráemelos» (Génesis 27, 13). De esta manera resolvió todos los problemas del pecado. Gracias a la gracia de Dios hemos recibido la salvación de nuestros pecados. Debemos aferrarnos a esta gracia de salvación hasta que vuelva nuestro Señor. Especialmente en estos últimos días, debemos aferrarnos a nuestra fe. Como esta es la última era y nos acercamos la final, vivimos por fe en un mundo lleno de violencia, maldad y lujuria. Por esta razón nadie, ya haya nacido de nuevo o no, debe alardear de sus obras. Tanto los justos como los pecadores no tienen nada de lo que alardear.
Está escrito: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2, 10). Nos hemos convertido en Sus obreros al creer en la justicia de Jesucristo. Solo porque creemos en la salvación de la justicia de Dios podemos hacer estas buenas obras. El Señor nos ha confiado estas buenas obras a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Vivimos el resto de nuestras vidas por fe en la justicia de Dios. ¿Creen en la justicia de Dios? ¿Han recibido su salvación por la gracia de Dios? ¿Reconocen la autoridad de Dios? ¿Para quién se someten a Dios? Reconocemos la autoridad de Dios por nuestro bien. Hemos recibido nuestra salvación gracias a la autoridad de Dios y Su justicia.