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Sermones

Tema 18: Génesis

[Capítulo 3-18] Para recibir la verdadera remisión de los pecados, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu (Génesis 3, 1-24)

Para recibir la verdadera remisión de los pecados, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu(Génesis 3, 1-24)
«Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida».
 
 
Como muy bien sabemos, el capítulo 3 de Génesis describe cómo Satanás engañó a Adán y Eva para que comiesen del árbol del conocimiento del bien y del mal, aunque Dios les había dicho que si comían de él morirían. Cuando Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, el pasaje de las Escrituras de hoy dice: «Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales» (Génesis 3, 7). 
Está escrito aquí que después de caer en el pecado, Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos y se hicieron delantales de hojas de higuera. Junto con estas vestiduras de hojas de higuera que se hicieron Adán y Eva, el pasaje de las Escrituras de hoy también menciona otro tipo de vestidura, es decir túnicas de piel hechas por Dios, como está escrito en Génesis 3, 21: «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió». Debemos examinar estos dos tipos de túnicas. 
 
 
Las primeras vestiduras del hombre estaban hechas de hojas de higuera
 
Después de pecar, Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos. Estaban avergonzados y por eso se escondieron entre los árboles del jardín y se hicieron delantales de hojas de higuera para cubrirse. Estas vestiduras fueron creadas por el hombre caído. Dios creó a Adán del polvo y le dio el aliento de la vida en la nariz, e hizo a Eva de una de las costillas de Adán. Adán y Eva estaban desnudos desde el principio. Sin embargo, cuando desobedecieron a Dios y comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, sus ojos se abrieron y se dieron cuenta de que estaban desnudos. 
La Biblia dice: “Lo que no es de la fe es pecado” (Romanos 14, 23). Por tanto, el pecado más fundamental de la humanidad es no tener fe en la Palabra de Dios. En Génesis 2, Dios les dio a Adán y Eva el Jardín del Edén y les permitió disfrutar de todo, pero también le dijo a Adán: «Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2, 16-17). Sin embargo, Adán y Eva no creyeron en la Palabra de Dios, y por eso fueron engañados por Satanás y acabaron comiendo del fruto del árbol prohibido. Como no creyeron en la Palabra de Dios sinceramente, el pecado entró en el corazón de la humanidad. Como el pecado entró en el corazón de nuestros antecesores, se alejaron de Dios. Como Adán y Eva no creyeron en la Palabra de Dios todos los seres humanos se convirtieron en pecadores: Adán y Eva comieron del árbol prohibido del conocimiento del bien y del mal precisamente porque no creyeron en la Palabra de Dios y por eso el pecado entró en el corazón de la gente y se convirtieron en pecadores. 
Lo primero que ocurrió cuando Adán y Eva se convirtieron en pecadores es que sus ojos se abrieron. ¿Significa esto que antes de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal eran ciegos? ¿Implica esto no que veían que estaban desnudos? No, eso no es lo que significa; significa que Adán y Eva tuvieron su propio criterio del bien y del mal en vez del criterio de Dios. Antes de tener su propio criterio del bien y del mal, Adán y Eva no estaban avergonzados aunque estaban desnudos, pero cuando comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal por no creer en la Palabra de Dios, tuvieron su propio criterio del bien y del mal y esto les hizo estar avergonzados de su desnudez y preguntarse: “¿Por qué estamos desnudos? ¿Es normal llevar ropa?”. Aunque Dios no les había enseñado, estaban avergonzados de estar desnudos. Así que se hicieron vestiduras de hojas de higuera. Estas fueron las primeras vestiduras de la historia de la humanidad. 
Poco después de que Adán y Eva se hicieran vestiduras de hojas de parra y se escondiesen entre los árboles, Dios llamó a Adán diciendo: “Adán, ¿dónde estás?”. Entonces Adán contestó: “Aquí estoy, Señor. Estaba avergonzado y tenía miedo porque estaba desnudo y me escondí”. Dios ya sabía todo lo que había pasado. Sabía que Adán y Eva habían comido del árbol del conocimiento del bien y del mal por no creer en Su Palabra, y por eso Dios le dijo a Adán: “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿Quién te lo ha explicado?”. Adán dijo: “La mujer que me diste me dio de comer del fruto y cuando comí me di cuenta de que estaba desnudo y me avergoncé”. Entonces Dios le contestó a la mujer: “¿Por qué lo hiciste?”. Eva entonces dijo: “La serpiente insistió en que comiese y entonces comí”. 
Entonces Dios le dijo a la serpiente: “Así que has sido tú. Tú has corrompido a mis amados Adán y Eva. Les has llevado la vergüenza”. Así que Dios juzgó a la serpiente diciendo: 
«Por cuanto esto hiciste, 
maldita serás entre todas las bestias
y entre todos los animales del campo; 
sobre tu pecho andarás, 
y polvo comerás todos los días de tu vida» (Génesis 3, 14). Dios maldijo a la serpiente. Este pasaje sugiere que la serpiente no reptaba desde el principio. Dios maldijo a la serpiente para que reptase sobre su vientre y por eso deducimos que al principio se movía de forma diferente. 
Dios entonces siguió diciendo a la serpiente: 
«Y pondré enemistad 
entre ti y la mujer, 
y entre tu simiente y la simiente suya; 
ésta te herirá en la cabeza, 
y tú le herirás en el calcañar» (Génesis 3,15). 
Este es el primer Evangelio. Antes no había enemistad entre la serpiente y el hombre, pero ahora son enemigos. Esta enemistad continuaría durante generaciones, ya que Dios puso enemistad entre la serpiente y el hombre: «y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Génesis 3, 15). Cuando Adán y Eva no creyeron en la Palabra de Dios y cayeron en la tentación del Diablo y cometieron pecado, Dios prometió que la Simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. En otras palabras, esto significa que Dios vendría a este mundo encarnado en un hombre, nacería del cuerpo de una mujer como Hombre y heriría la cabeza de Satanás, es decir, destrozaría al Diablo. Dios estaba prometiendo aquí que haría imposible que Satanás engañase a la gente y quitaría el pecado del mundo que el Diablo había inyectado en la humanidad. Dios dijo aquí: “Herirás Su calcañar” (Génesis 3, 15) y este pasaje significa que Jesucristo cargaría con los pecados del mundo a través de Su bautismo y sería crucificado hasta morir. Este es el Evangelio primitivo. Y esta es la alianza del Evangelio. 
Hay dos tipos de vestiduras mencionados en el capítulo 3 de Génesis. Uno está hecho de hojas de higuera y el otro de piel. Después de pecar, Adán y Eva se hicieron vestiduras de hojas de higuera y se las pusieron para cubrir su vergüenza, pero estas vestiduras eran una creación humana. Por el contrario, las túnicas de piel fueron creadas por Dios personalmente, matando a un animal para pagar por los pecados de Adán y Eva y utilizando su piel para vestirles. A través de estos dos tipos de vestiduras podemos ver cómo Dios estaba prometiendo salvarnos del pecado a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y cómo nos ha salvado. 
Cuando se trata de nuestra salvación del pecado Dios está diciendo que no se puede alcanzar a través de nuestras vestiduras hechas de hojas de higuera. Dicho de otra manera, el que Adán y Eva hiciesen vestiduras de hojas de higuera significa, en términos espirituales, que el hombre intenta cumplir la Ley de Dios por su cuenta. Es una característica inherente de las hojas de higuera el que se marchiten a los pocos días. De la misma manera, para que los seres humanos reciban la remisión de los pecados cumpliendo la Ley, deben depender de sus propios esfuerzos para cumplir la Ley todos los días, pero nadie puede salvarse de los pecados del mundo de esta manera. ¿Qué ocurrirá si nos hacemos vestiduras de hojas de higuera cosidas? Como las vestiduras están hechas de hojas, se marchitarán y se secarán en poco tiempo. Pero a pesar de esto, Adán y Eva se hicieron vestiduras de hojas de higuera y se las pusieron. Estas vestiduras estaban destinadas a secarse y romperse en poco tiempo. Se habrían quedado desnudos de nuevo. Si se hubieran quedado enganchados en algunas ramas mientras caminaban por el bosque, las hojas se habrían roto y se habrían quedado expuestos. 
Solo después de pecar Adán y Eva se avergonzaron por sus pecados. Su desnudez implica su naturaleza pecadora y se avergonzaron porque sus pecados quedaron expuestos. De la misma manera, la Biblia dice en el Libro de Romanos que el objetivo de la Ley de Dios es permitirnos reconocer nuestros pecados. Y el Libro de Gálatas dice que los que están debajo de la Ley están bajo una maldición. Los que están debajo de la maldición de Dios son los que intentan cumplir la Ley todos los días para ser salvados de los pecados; y cuando no viven según la Ley y cometen pecados, intentan justificarse por la Ley ofreciendo sus oraciones de penitencia. La Biblia dice que estas personas están bajo la maldición de Dios y son los que se levantan contra Su justicia. 
¿Puede un ser humano cumplir la Ley de Dios? Algunas personas piensan que sí. Pero ¿nos dio Dios la Ley para que vayamos al Cielo si la cumplimos? No, no es así. Debemos preguntarnos si los que creen que irán al cielo observando la Ley tienen la fe correcta. La Biblia dice claramente: «Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado». (Romanos 3, 20). Y el Libro de Santiago también dice que aunque uno haya cumplido la Ley completamente, si no cumple aunque sea un estatuto de la Ley, es como si hubiera incumplido toda la Ley. En otras palabras, la Ley se nos dio para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados y fuésemos salvados por Jesús, y no para que intentásemos recibir la remisión de los pecados cumpliendo la Ley. 
Debemos darnos cuenta de que cuando Dios le dio la Ley a Moisés, también le mostró el sistema de sacrificios del Tabernáculo. En aquel entonces, el pueblo de Israel no tenía ni idea de lo difícil que sería cumplir la Ley que todos habían prometido cumplir cuando Dios se la reveló a través de Moisés, pero Dios sabía que pecarían, y también sabía que a través de la Ley sería imposible que los israelitas fueran perfectos y que recibieran la remisión de los pecados. Precisamente por este motivo Dios le enseñó el sistema de sacrificios del Tabernáculo a Moisés. Y por eso Dios le ordenó a Moisés que construyese el Tabernáculo. 
Como consecuencia, cada vez que el pueblo de Israel incumplía la Ley, tenía que ofrecer un sacrificio según los requisitos del sistema de sacrificios del Tabernáculo. Así que los israelitas pasaban sus pecados a un cordero o cabrito para ser sacrificado mediante la imposición de manos sobre la cabeza, después lo degollaban y le sacaban toda la sangre, ponían la sangre en los cuatro cuernos del altar de los holocaustos, cortaban la carne del animal en trozos y se la ofrecían a Dios, y por último se deshacían de las partes sucias fuera del campamento y las quemaban. A través de estas ofrendas le estaban diciendo a Dios: “Señor, aunque merezco morir por mis pecados, te estoy ofreciendo este animal en mi lugar. Me diste este sistema de sacrificios para salvarme y me prometiste que me salvarías de mis pecados si ofrecía un sacrificio, así que te estoy ofreciendo este animal como me has pedido”. De esta manera, el pueblo de Israel pudo obtener la remisión de los pecados. 
Sin embargo, los israelitas siguieron cometiendo pecados incluso después de ofrecer sacrificios. Así que Dios estableció otro sacrificio para limpiar sus pecados anuales para siempre. Cuando el sacrificio anual se ofrecía el Día de la Expiación, el Sumo Sacerdote nombrado por Dios pasaba los pecados de los israelitas mediante la imposición de manos sobre el animal, y así hizo posible que recibiesen la remisión de los pecados ante Dios y el hombre. 
Quiero repetir que el Nuevo Testamento dice en el Libro de Gálatas: «Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición» (Gálatas 3, 10). Dice que quien quiera estar sujeto a la Ley está pidiendo ser maldito. Está escrito en Gálatas 3, 10-12: «Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas». Dios está diciendo aquí que cualquiera que sea de las obras de la Ley está bajo maldición. Esto significa que quien intente esconder su vergüenza, ya sea espiritual o carnal, mediante vestiduras de hojas de higueras está bajo maldición. 
El rey David cometió adulterio al tomar a la mujer de Urías, uno de sus soldados bajo su mando. Después de levantarse de una siesta, David subió al tejado del palacio para dar una vuelta y desde allí vio a la mujer de Urías, Betsabé, bañándose. Encantado por su belleza, envió a sus hombres a que se la trajeran y se acostó con ella. No solo cometió adulterio el rey David, sino que además cometió asesinato al enviar a Urías a primera línea de batalla donde era más peligroso para que el enemigo lo matara. 
Entonces Dios señaló los pecados de David a través de Su siervo, el profeta Natán. Natán le dijo a David, “Había cierto hombre pobre que solo tenía un cordero. Para este hombre, su cordero era su amigo y su familia. Había otro hombre en su vecindario, un hombre rico que tenía muchos corderos. Cuando este hombre rico recibió una visita, tomó el único cordero que tenía el hombre pobre y se lo sirvió al visitante. Su majestad, hay un hombre así entre su pueblo”. David enfureció al escuchar a Natán y dijo: “¡Qué hombre tan malvado! El hombre rico tendría que haber matado a uno de sus muchos corderos para servir a su visitante. No puedo creer que haya un hombre tan malvado entre mi pueblo. No pararé hasta que sea castigado”. 
Entonces el profeta Natán le dijo a David: “Ese hombre rico sois vos. Aunque tenéis muchas concubinas, tomasteis la esposa de uno de los hombres que lucha por vuestro reino, la manchasteis e incluso matasteis al hombre para taparlo”. Al escuchar esto David confesó sus pecados a Dios inmediatamente: “Señor, he pecado ante Ti. Soy ese hombre”. Y cuando David confesó sus pecados, Natán le dijo: “Dios ya ha perdonado tus pecados”. 
Lo que debemos entender aquí es que David no solo cometió adulterio con la mujer de otro hombre ante Dios, sino que también cometió asesinato. Después de acostarse con Betsabé, David mintió a su marido e incluso orquestó su muerte. David deseaba tanto a Betsabé que la amó más que a Dios. Adoraba tanto a la mujer de Urías que estaba completamente enamorado y acabó cometiendo idolatría. Violó uno de los mandamientos contra el asesinato, contra el falso testimonio, contra tomar el nombre de Dios en vano y contra adorar a otros dioses. En resumen, David incumplió los Diez Mandamientos. 
Por supuesto, David lamentó sus pecados cuando se dio cuenta de ellos. Cuando pasamos a Salmos 51, está escrito que David se fue a la cama, se tapó con las sábanas y lloró tanto mientras lloraba que las sábanas se mojaron con sus lágrimas. Así que confesó: “He pecado contra Dios” y dijo: 
«He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve» (Salmos 51, 5-7). 
En otras palabras, David admitió a Dios honestamente que no podía evitar seguir pecando porque era su naturaleza. Y se dejó ser juzgado por Dios. Dios entonces declaró que todos los pecados de David habían sido eliminados. Lo que debemos entender es que David sabía que no podía hacernos justos a través de la Ley. Esto significa que si quieren ser salvados, es suficiente con decirle a Dios: “Señor, por favor, perdóname este pecado” pero tienen que admitir: “Soy un pecador horrible por naturaleza”. 
Se mencionan dos tipos de vestiduras en el capítulo 3 de Génesis, y Adán y Eva, vestidos con la Ley, se escondieron avergonzados. Esto implica que nadie puede ser perfecto cumpliendo la Ley. 
El no poder alcanzar la perfección cumpliendo la Ley está claro en el capítulo 4 de Génesis, donde se cuenta la historia de Caín y Abel. Está escrito en Génesis 4, 3-5: «Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante». Como podemos ver aquí, Caín y Abel ofrecieron sacrificios diferentes a Dios. 
 
 

La ofrenda de Caín consistía en el fruto de la tierra

 
 Caín llevó una ofrenda del fruto de la tierra al Señor Dios. La otra ofrenda realizada por Abel consistía del primogénito del rebaño y de su grasa. Sus padres, Adán y Eva tenían dos tipos de vestiduras, unas hechas de hojas de higuera y otras hechas de piel. De la misma manera, Abel y Caín ofrecieron dos tipos de ofrendas, una hecha del fruto de la tierra y otra del primogénito del rebaño y su grasa. Caín ofreció el fruto de la tierra y Abel el primogénito del rebaño y su grasa. 
La Biblia dice que Dios no aceptó a Caín ni a su ofrenda, pero aceptó a Abel y a su ofrenda. Entonces, ¿cuál fue la ofrenda de Caín que no fue aceptada por Dios? Era el fruto de la tierra. Literalmente, Caín había ofrecido el producto de la tierra. Por el contrario, Abel ofreció el primogénito de su rebaño y su grasa. ¿Cuál es la diferencia? Adán y Eva tenían vestiduras de hojas de higuera y túnicas de piel; de la misma manera Caín y Abel ofrecieron el fruto de la tierra y el primogénito de su rebaño y su grasa. ¿Cuál era la diferencia entre estos dos tipos de ofrendas? Las vestiduras de hojas de higuera que Adán y Eva llevaron estaban conectadas con la ofrenda de Caín hecha del fruto de la tierra, y las túnicas de piel que Dios hizo para Adán y Eva están relacionadas con las ofrendas de Abel hechas con el primogénito de su ganado y su grasa. La ofrenda de Caín del fruto de la tierra se hizo con su propio esfuerzo, sudor y dedicación. Sin embargo, la ofrenda de Abel hecha con el primogénito de su rebaño se hizo exactamente según el sistema de sacrificios de Dios. 
Como he mencionado, la ofrenda de Abel está relacionada con las túnicas de piel que Dios había hecho para Adán y Eva, y lo que diferencia la ofrenda de Caín de la de Abel es la presencia de sangre. Como dice Hebreos 9, 22: “Sin derramamiento de sangre no hay remisión”, una ofrenda con sangre es fundamentalmente diferente de una sin sangre. Estas ofrendas simbolizan dos tipos de fe que se encuentran entre los cristianos de hoy en día: Los que ofrecen el primer tipo intentan placar a Dios a través de su devoción ofreciendo oraciones de penitencia diligentemente, mientras que los que tienen el segundo tipo de ofrenda, aunque no pueden enfrentarse a Dios con sus propios méritos, se acercan a Dios creyendo que el Señor les ha salvado al venir a este mundo, ser bautizado y derramar Su sangre en la Cruz. La cuestión es: “¿Qué fe acepta Dios?”. 
 
 

La salvación ha venido por la gracia y no por la Ley

 
La ofrenda correcta que un pecador debe ofrecer a Dios es el primogénito del rebaño y su grasa. ¿Quién es el primogénito del rebaño? ¿Acaso no es Jesucristo? ¿Qué hizo Jesucristo cuando vino al mundo?
Está escrito en Mateo 3, 13-17: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia». 
Jesús fue concebido en el cuerpo de la Virgen María y nació en este mundo para salvar a Su pueblo de sus pecados. Y cuando cumplió los 30, fue a Juan el Bautista y fue bautizado por él, diciendo: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia”.
Al principio Juan el Bautista intentó parar a Jesús. Juan el Bautista era el más grande nacido de mujer (Mateo 11, 11). Dicho de otra manera, era el representante de toda la humanidad. Dios había prometido en el Libro de Malaquías que enviaría a Elías antes de la venida del gran y terrible día del Señor (Malaquías 4, 5), y Juan el Bautista era el siervo que Dios prometió enviar con el espíritu de Elías, que desempeñaría el papel de intercesor entre Dios y el hombre. Juan el Bautista era este siervo enviado al mundo por Dios. 
Dios había enviado a Juan el Bautista a este mundo seis meses antes que a Jesús, y cuando Jesús cumplió los 30 años, Juan el Bautista le bautizó. Jesús acudió a él cuando estaba bautizando al pueblo de Israel en el río Jordán. Entonces le dijo a Juan el Bautista: “Bautízame”. Juan el Bautista dijo: “¿Cómo voy a bautizarte cuando soy yo el que tiene que ser bautizado por Ti?”. Juan el Bautista y Jesús se reconocieron. Pero Jesús le dijo a Juan el Bautista: “Permíteme hacer ahora como te estoy diciendo. Cumpliremos toda justicia. Pásame todos los pecados a través del bautismo. En el Día de la Expiación, cuando el Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento confesaba los pecados de los israelitas y se los pasaba al animal del sacrificio mediante la imposición de manos sobre su cabeza, todos los pecados de todo el pueblo de Israel eran transferidos al animal. De la misma manera, tú debes pasarme todos los pecados del mundo a Mí de esta manera. Así que me tienes que bautizar”. Juan el Bautista obedeció a Jesús. 
Donde dice aquí: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia”, la palabra así significa que Jesús aceptaría todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista. Esto significa que Jesús no podía aceptar los pecados de la humanidad de otra manera que no fuese este bautismo. La palabra así es “οϋτως γάρ” (hoo’-tos gar) es griego, y significa de la manera más adecuada, por este método, y de ninguna otra manera. 
Jesús tuvo que venir a este mundo para borrar todos los pecados de Su pueblo. Al venir a este mundo para borrar los pecados del mundo, Jesús tuvo que hacer un sacrificio eterno según el sistema de sacrificios del Tabernáculo, en el que los pecados de los israelitas eran pasados a los animales del sacrificio mediante la imposición de manos sobre sus cabezas. Como este estatuto estaba establecido por Dios, Jesús tuvo que venir a este mundo exactamente como se prometió en el Antiguo Testamento, y según esta promesa tuvo que aceptar todos nuestros pecados al recibir el bautismo de la misma manera que la imposición de manos. Por eso Jesús fue bautizado por Juan el Bautista. Dios Padre estableció este método antes de la creación del universo. En otras palabras, Jesús tomó este método en obediencia porque era imposible aceptar todos los pecados sobre Su cuerpo mediante otro método. Y Jesús quiso hacerlo así. 
Jesús le dijo a Juan el Bautista: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia” (Mateo 3, 15). Al escuchar esto, Juan el Bautista lo permitió. Jesús fue bautizado y sumergido completamente en el agua y entonces salió del agua. Está escrito: «Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 16-17). Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, Dios Padre dijo: “Este es Mi Hijo amado. Es Mi Hijo amado que ha aceptado todos los pecados de la humanidad al ser bautizado. A través de Su bautismo, Mi Hijo ha aceptado todos los pecados de la humanidad en obediencia a Mi voluntad. Así ha cumplido toda justicia”. Aquí las palabras justicia en griego son “πάσαν δικαιοσύνην” (pasan dik-ah-yos-oo’-nayn), que significan “el estado más perfecto sin ningún defecto”. 
Esto significa que nuestro Señor vino al mundo para salvar a toda la raza humana de sus pecados, y nos ha salvado justamente. Aceptó todos los pecados de la humanidad justamente al bajar la cabeza ante Juan el Bautista y recibir el bautismo. Entró en el agua y salió de ella, lo primero simboliza Su muerte y lo segundo Su resurrección. De esta manera, Jesús luchó por nuestra salvación justamente y triunfó para conseguirla. 
Jesús nació en este mundo para borrar todos los pecados de la humanidad, pero durante los primeros 29 años vivió una vida privada sirviendo a Su familia. Cuando cumplió los 30, se manifestó públicamente y aceptó todos los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Tres años después, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos de nuevo y así nos ha salvado. Esto fue aprobado por Dios Padre. 
Entonces, ¿cuál es el significado de que Dios les hiciese túnicas de piel a Adán y Eva? Como Adán y Eva habían caído en el pecado por no creer en la Palabra de Dios, el primogénito del rebaño tenía que salvarles. El primogénito del rebaño se refiere a Jesucristo, el Hijo de Dios. Como dice la Biblia: “Dios amó tanto al mundo que entregó a Su único Hijo” (Juan 3, 16). Jesús, el único Hijo de Dios vino a este mundo como el primogénito del rebaño, es decir como nuestro Cordero del sacrificio. Cuando Jesucristo vino a este mundo, aceptó los pecados del mundo al ser bautizado para cargar con nuestros pecados, cargó con estos pecados del mundo a la Cruz y derramó Su sangre y murió en ella. Y se levantó de entre los muertos de nuevo, y este Jesús resucitado es el Hijo de Dios, el Creador de la raza humana y Dios mismo. 
El sacrificio de Abel era el primogénito de su rebaño y su grasa. Esto implica que Abel creyó que Jesucristo vendría a este mundo para salvarnos, cargar con nuestros pecados a través de Su bautismo, morir en la Cruz en nuestro lugar, levantarse de entre los muertos de nuevo y ascender al Cielo, y así salvó a la raza humana. Esto significa que nuestro Salvador no es un ser humano normal. 
Está escrito: «Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas» (Génesis 4, 4). Dios, el Espíritu Santo, vino a este mundo y nació como Jesucristo, y al venir como el Salvador, cargó con todos nuestros pecados a través de Su bautismo, cargó con los pecados del mundo hasta la Cruz, murió en ella, se levantó de entre los muertos y nos salvó de esta manera. Esta Persona no es otra que el Hijo de Dios que nos ha salvado. Es el Hijo de Dios, el Padre Todopoderoso, y es el Dios que nos creó. Es este Dios que nos ha creado y nos ha salvado de todos los pecados del mundo y de la destrucción. Y cuando no creíamos en la Palabra de Dios, caímos en el pecado y fuimos engañados por las artimañas de Satanás, y estábamos destinados a ser juzgados por Dios para morir e ir al infierno como castigo eterno por nuestros pecados de la misma manera en que el Diablo fue condenado; pero el Señor Jesús ha salvado a gente así. 
Dios no acepta la fe de los que intentan santificarse a sí mismos y alcanzar la salvación cumpliendo la Ley y ofreciendo oraciones de penitencia. Pero acepta la fe de los que, aunque ni tengan justicia propia, creen que Jesucristo les ha salvado perfectamente a través de Su agua y sangre. Al aceptar nuestros pecados y morir en la Cruz, Jesucristo se convirtió en el Cordero de Dios que tomó todos los pecados del mundo. Por tanto, la fe en esta Palabra de Dios es lo que nos libra del castigo de la muerte y el infierno. 
 
 

Al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús cargó con todos los pecados del mundo para siempre y los llevó a la Cruz

 
Jesús cargó con todos los pecados que hemos cometido y cometeremos en este mundo, y murió en la Cruz en nuestro lugar. A través de Su bautismo, nuestro Señor tomó todos los pecados que cometemos hasta que morimos, derramó Su sangre y murió en la Cruz en nuestro lugar, se levantó de entre los muertos para darnos una vida nueva, ascendió al Cielo para prepararlo para nosotros y nos prometió que cuando llegase el momento volvería para llevarnos al Cielo. Todas estas cosas las hizo nuestro Salvador, Jesucristo, que nos ha salvado con Su amor. Es el Hijo de Dios, el Salvador que nos creó y nos salvó de todas nuestras iniquidades y nuestros pecados. Habíamos caído en las artimañas del Diablo y estábamos muriendo, pero Jesús nos libró de las manos de Satanás y nos ha salvado de la muerte y las maldiciones que teníamos que sufrir por nuestros pecados. Jesucristo nos ha librado de los pecados del mundo. 
Así que la Biblia dice en Colosenses: «El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo» (Colosenses 1, 13). Nuestro Señor nos ha salvado de esta manera. Cuando creímos en este Señor y Salvador, fuimos salvados por fe. Dios nos ha vestido con la salvación por esta fe. No estaba contento con Adán y Eva porque se vistieron con hojas de higuera. 
La Biblia dice: «Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él» (Romanos 3, 20); «No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3, 10) y «Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta» (Romanos 3, 12-13). Aunque no esté claro si vivimos para comer o comemos para vivir, ¿acaso no comemos de todas formas? Por eso la Biblia dice: «Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan» (Romanos 3, 13). No hay nadie que haga el bien. El hombre no tiene justicia. Dios miró para buscar si había alguien que cumpliese la Ley, pero no había nadie justo. Por supuesto siempre hay gente que intenta cumplir la Ley. Pero lo que entristece a Dios es que la gente no se da cuenta de sus límites inherentes, es decir, no reconocen que son simplemente incapaces de cumplir la Ley. Pero por su ignorancia siguen intentando cumplir la Ley. 
Dios tuvo compasión de la humanidad y envió a Jesucristo, Su Único Hijo a este mundo hace 2000 años, porque está escrito: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Y al venir a este mundo, Jesús fue bautizado para cargar con todos los pecados del mundo y derramó Su sangre en la Cruz para pagar el precio de todos ellos en nuestro lugar. 
Todos los pecados pertenecen a los pecados del mundo, ya sean originales o personales. Todos los pecados están incluidos en los pecados del mundo. ¿Cometemos pecados en algún otro sitio que el mundo? No, por supuesto que no. Así que todos nuestros pecados están incluidos en los pecados del mundo. Jesús cargó con los pecados del mundo que hemos cometido desde el momento en que nacimos y los que cometeremos hasta nuestra muerte, sin importar qué edad tenemos cuando los cometemos. De esta manera, al venir a este mundo y ser bautizado para siempre, nuestro Señor cumplió toda la justicia. Al aceptar todos los pecados del mundo a través de Su bautismo y al eliminarlos todos nos ha salvado de todos nuestros pecados. 
No podemos ser salvados al cumplir la Ley porque nadie puede cumplirla por completo. Dios nos ha enseñado esta verdad a través de Su Palabra. Por tanto, quien intente cumplir la Ley por su cuenta está desafiando a Dios y pidiendo estar bajo la maldición. Estas personas se reúnen todos los días y oran: “Señor, por favor, perdona nuestros pecados”, ¿pero puede alguien recibir la remisión de los pecados ofreciendo del fruto de la tierra? Solo porque rueguen a Dios que les perdone, lloren y decidan no pecar de nuevo, ¿estará Dios impresionado por eso? ¿Aceptará el fruto de la tierra solo porque lo ofrezcamos con toda nuestra devoción? 
Mis queridos hermanos, los sacrificios que Dios acepta con gozo son los que se hacen con el primogénito del rebaño y su gordura. Cuando se hace esta ofrenda, Dios la acepta con placer. Esto nos enseña el tipo de fe que debemos tener ante Dios. Nuestra fe debe ser como la de Abel. Debe estar puesta en la Palabra de Dios. 
¿Todavía piensan que si tienen suficiente devoción podrán conmover a Dios? Quizás el Diablo u otro ser humano se conmuevan por su piedad y devoción. Pero Dios no se conmueve por su propia piedad. Aunque Dios nos ama a todos, nos ama a través de la Ley justa que ha establecido. Nos está diciendo: “He establecido la Ley y mataré a quien no la cumpla. Sin embargo, antes enviaré a Jesucristo por vuestro bien, porque tengo piedad de vosotros. ¿Vais a creer en Él o no? Si creéis, seréis salvados”. Si creemos en lo que Jesús ha hecho por nosotros, recibiremos el Espíritu Santo de Dios para convertirnos en hijos Suyos. Pero si no creemos, nos rechazará. Esto se debe a que es justo y misericordioso. 
¿Qué hizo Caín cuando su ofrenda fue rechazada? Se enfadó con Dios como está escrito: «Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante». Estaba tan enojado que su cara cambió. El Señor Dios entonces le dijo: “¿Por qué estás enojado conmigo? ¿Y por qué decae tu semblante? Si haces bien, ¿no serás aceptado? Y si no haces bien, el pecado está a las puertas de tu corazón. Y te desea, pero debes vencerle. Si hubieses traído un sacrificio correcto con fe, ¿no habría sido aceptado?”. Si Caín se hubiese presentado ante Dios con la fe correcta, no habría sido rechazado. 
Como Dios había salvado a Adán y Eva al hacerles túnicas de piel y los vistió con las túnicas, les hablaron a sus hijos acerca de la salvación misericordiosa de Dios. El hecho de que Abel, el hermano de Caín, llevase una ofrenda del primogénito y de su gordura muestra que sus padres les habían enseñado. Adán y Eva seguramente les habrían dicho: “Cuando cometáis pecados, ofreced un animal a Dios por fe. En el pasado, como no creímos en la Palabra de Dios, hicimos algo que no debíamos haber hecho y caímos en el pecado como consecuencia. Pero para salvarnos del pecado, Dios mató a un animal, nos hizo túnicas de piel y nos vistió con estas túnicas. Esta es la ofrenda que Dios quiere de vosotros, y debéis hacer este sacrificio. Como Dios es justo, nos juzga sin falta si pecamos. Pero como Dios nos ama, nos dio los sacrificios animales en este mundo para librarnos del pecado. Hemos sacrificado animales y se los hemos ofrecido a Dios y vosotros debéis hacer lo mismo”. 
Sin embargo, Caín insistió en hacer las cosas a su manera hasta el final, pensando: “¡Qué tontería! Lo que importa es que sea sincero. Si ofrezco sacrificio con devoción Dios se conmoverá tanto que cambiará Su ley de salvación y me salvará”. Así que Caín alteró las reglas y requisitos de la salvación y ofreció un montón de productos de la tierra en una piedra grande diciéndole a Dios: “Señor, acepta este sacrificio”. Por el contrario, Abel sacrificó a un cordero primogénito del rebaño, lo puso en una piedra pequeña y se lo ofreció a Dios. Dios aceptó a Abel y su ofrenda pero rechazó a Caín y su ofrenda. 
Cuando Adán y Eva tuvieron a su segundo hijo le llamaron Abel que significa literalmente “aliento”, “vanidad” o “como una niebla pasajera”. Abel ofreció a Dios lo que sus padres le habían enseñado porque sabía que no tenía fuerzas y poder. Y Dios aceptó su sacrificio. 
Pero Caín se enojó, pensando: “Si Dios fuese justo, debería saber cuánto más he trabajado que mi hermano. ¿Qué tipo de dios es?”. Mientras Caín apretaba el puño enojado, su hermano temblaba de miedo. Dios se le apareció a Caín y le dijo: “Si hubieses hecho bien, ¿no tendrías por qué enfadarte? ¿Acaso no estás enojado porque no has hecho bien? Si no haces bien, el pecado está a las puertas. Y pecarás de nuevo. Te deseará el pecado, pero debes dominarlo. No te dejes llevar por tus deseos y pensamientos. Debes creer en Mí y en Mí Palabra que tus padres te han enseñado como tu hermano, en vez de hacer lo que quieras”. 
Pero la Biblia dice que después de este incidente Caín habló con su hermano Abel. Parece que Caín amenazó a Abel. Quizás le dijo: “De ahora en adelante haz lo que yo hago cuando ofrezcas sacrificios a Dios”. Pero Abel no escuchó a Caín y por eso cuando estaban en el campo: “Caín se levantó contra Abel, su hermano y lo mató”. Caín acabó matando a su propio hermano. Así que Dios le había dicho: “El pecado está a las puertas de tu corazón. ¿Cómo vas a ser justo cuando eres un obrador de iniquidad que comete pecados como asesinatos, hurtos, fornicación, pensamientos malvados, insensatez y orgullo?”. Dios le dijo a Caín que era un pecador. Pero Caín no lo admitió. Por eso acabó matando a Abel. 
Pero todo no acabó aquí. Dios apareció ante Caín de nuevo, como está escrito: «Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra» (Génesis 4, 9-12)
Caín subestimó a Dios, Dios es invisible a los ojos. Como Dios no es visible, Caín pensó que Dios no lo sabría. Dicho de otra manera, Caín no creyó en Dios e ignoró la Verdad. No sabía que era un Dios invisible y no se dio cuenta de lo grande que era el dominio invisible de Dios. El dominio de Dios es inmenso, incluyendo lo visible y lo desconocido para el hombre, pero Caín desconocía completamente el mundo invisible porque no creyó en Dios. 
 
 
Dios reveló los pecados de Caín
 
Dios señaló los pecados de Caín diciendo: “La voz de tu hermano me llama desde el suelo. ¿Has matado a tu hermano y lo has enterrado en la tierra? ¿Acaso no está la tierra llena de la sangre de tu hermano? ¿Acaso no tiene tu corazón el pecado de matar a tu hermano? ¿No has cometido el pecado de no creer en Mí? ¿No tienes el pecado de asesinato, incredulidad, adulterio y hurto?”. También le dijo a Caín: “Si no crees serás un fugitivo y un vagabundo en la tierra. Vivirás una vida maldita sin poder asentarte y vivir feliz en un sitio, y siempre serás perseguido por tus pecados”. Esto significa que los que no creen en Dios están destinados a vagar como Satanás hace antes de ir al infierno. Esto significa que serán malditos. 
Caín le dijo al Señor Dios: “Mi castigo es más de lo que puedo soportar. Hoy me has apartado de la cara de la tierra, me esconderé de Tu cara; seré un fugitivo y un vagabundo en la tierra y quien me encuentre me matará”. El Señor Dios le dijo: “Eso no ocurrirá. Quien mate a Caín será vengado siete veces” y puso una marca en Caín para que nadie lo matase. 
Dios les dijo a los seres humanos: “Desde vuestro nacimiento sois una raza de pecadores”. Pero la gente no cree la Palabra de Dios. No creen que nacieron en este mundo como obradores de iniquidad. Y no creen que hayan cometido pecados atroces ante Dios y el hombre. Piensan que han cometido solo pecados pequeños. Y piensan que pueden evitar cometer más pecados si lo intentan, y que pueden ser personas decentes si se esfuerzan. Los que no creen en la Palabra de Dios cometen muchos pecados en sus vidas, pero admiten que tienen demasiados pecados solo cuando son ancianos. Estas personas admiten a Dios que son obradoras de iniquidad cuando rompen alguna regla secular, van a la cárcel, sus obras son publicadas en periódicos y sus pecados quedan expuestos ante el mundo. Y solo entonces son atormentadas por estos pecados y se dan cuenta de que serán destruidas por sus pecados. Pero Jesucristo no vino al mundo y les salvó por Su agua y sangre solo por esos pecados revelados, sino por sus pecados fundamentales. 
Algunas personas han ofrecido el primogénito del rebaño y su gordura a Dios por fe, creyendo que el Hijo de Dios las amó tanto que vino a este mundo, cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado, y las salvó al morir en la Cruz, y estas personas han sido salvadas por esta fe. Pero hay muchas personas que se niegan a creer en esta Verdad hasta el final. 
Caín dijo aquí: “Seré un fugitivo y un vagabundo en la tierra y quien me encuentre me matará”. La Biblia también dice: “Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león” (Proverbios 28, 1). Cualquiera que tenga pecados será un fugitivo aunque nadie le persiga. En contraste con los que no tienen pecados, los que son valientes como leones, los pecadores siempre se sienten como si alguien les estuviese persiguiendo. Un criminal fugitivo se esconde con miedo cuando ve a un policía. Los pecadores son fugitivos en sus corazones, preguntándose una y otra vez: “¿Y si alguien me persigue? ¿Ha venido este hombre a arrestarme?”. Si no reciben la remisión de los pecados, siempre se sentirán inseguros rodeados de miedo por sus pecados. Aunque sus pecados no sean visibles para los demás y no los conozcan, como Dios los ha escrito en su corazón, no pueden escapar de la culpa. 
Debemos creer en esta salvación, en que Jesucristo nos ha salvado a través de Su agua y sangre; debemos creer en la Palabra del primogénito del rebaño y su gordura. Si creen en esta Verdad, recibirán la bendición de la salvación, pero si no lo hacen tendrán que esconderse constantemente. Y serán perseguidos. Pero Dios nos ha dado la salvación a todos los que teníamos miedo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Está escrito: «Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2, 3-4). Dios está diciendo a todos los pecadores: “Quiero que todos sean salvados”. Está escrito: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Dios ha salvado a todo el mundo sin excepción. Toda la raza humana puede ser salvada de todos los pecados al creer en el bautismo de Jesucristo y Su sangre derramada en la Cruz. Dios quiere que sean salvados por esta fe y que entren en Su presencia. 
Dios no juzga a los seres humanos porque todo el mundo cometa pecados, sino porque la gente no cree en la justicia de Jesucristo. Por supuesto, hay muchos cristianos por todo el mundo, pero la mayoría no cree en Jesús según la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio a través del que Cristo ha salvado ha todos los seres humanos para siempre. Estos cristianos son iguales que los que no creen en Jesús, aunque ellos sí confiesen creer en Jesús como su Salvador. Estos cristianos nominales abandonarán a Dios. Y Dios les juzgará por sus pecados y merecerán ser castigados. Solo Dios es el Juez. Sin embargo, Dios todavía sigue dando Su salvación a todo el mundo. 
Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, cargó con todos los pecados del mundo para siempre. Tomó todos y cada uno de los pecados, sin dejar ni uno solo. Aunque no sabemos cuando va a terminar este mundo, Jesús cargó con todos los pecados de todo el mundo que vivirá hasta el final. Jesucristo ha borrado todos los pecados cometidos por todo el mundo que fue creado a imagen de Dios, desde Adán hasta la última persona que quede al final de este mundo. Al venir a este mundo y ser bautizado nuestro Señor cargó con todos los pecados del mundo y los eliminó. Y cargó con toda la condena del pecado en la Cruz. Así es como Jesús nos ha salvado. Por tanto, ahora la gente no está destinada a ir al infierno y ser condenada por sus pecados o debilidades, sino por no creer en Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Caín cometió un asesinato. Sin embargo, Dios puso una marca en Caín para que nadie le matase, diciéndole: “Quien te mate será castigo siete veces más”. Lo que Dios le dio a Caín fue la marca de la salvación. A cada ser humano, incluyendo a ustedes y a mí, Dios le ha dado la marca de la salvación. Esta marca de salvación es la Palabra de la Verdad de que Jesús vino a este mundo, aceptó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado a los 30 años. El bautismo de Jesús es la marca de la salvación que ha borrado los pecados del mundo (1 Pedro 3, 21). Sin embargo, Caín se apartó del Señor Dios y vivió en la tierra de Nod al Oriente del Jardín del Edén. 
Caín se negó a creer en Dios hasta el final, y de la misma manera que Caín, muchas personas se niegan completamente a creer en el Evangelio verdadero aunque se haya predicado muchas veces. En vez de creer, incluso en este momento están ocupados haciéndose vestiduras de hojas de higuera para cubrir su vergüenza durante unos días, una semana o un mes. Siguen haciéndose estas vestiduras de hojas de higuera. Y ofrecen estos harapos a Dios diciendo: “Señor, has eliminado mis pecados con estas vestiduras. Creo en esto. ¿Acaso no es maravilloso?”. 
Incluso ahora, hay muchas personas que no creen en Dios como Caín. Aunque Dios no les haya dado la marca de la salvación, aunque Jesús haya venido a este mundo por esta marca de salvación, y aunque la Biblia diga claramente: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva” (1 Pedro 3, 21), Algunas personas todavía no creen en esto. Creer que Jesús nos ha salvado a través de Su palabra y sangre no conlleva quitar la suciedad de la carne, pero nos permite responder ante Dios con una buena conciencia y entrar en Su presencia con fe. Un verdadero creyente puede decir con confianza: “Creo que Dios me ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Puedo acercarme a Dios con una conciencia limpia por mi fe porque creo que Dios me ha salvado”. 
Dios nos ha dado la marca de la salvación. Jesucristo fue crucificado para pagar la condena de nuestros pecados, derramó la sangre para morir en nuestro lugar y entregó Su vida por nosotros. Y fue bautizado para cargar con todos nuestros pecados y eliminarlos. 
 
 

Hay dos tipos de cristianos

 
Entre los cristianos de hoy en día hay personas que intentan vivir sus vidas de fe ofreciendo sus propias oraciones de penitencia todos los días, y hay cristianos que han sido salvados al creer en Jesús según la Palabra de Dios. Estos últimos creen en la Palabra de Dios, creen que cuando Jesús vino a este mundo, cargó con todos los pecados de la humanidad sobre Su cuerpo al ser bautizado para borrar sus pecados, morir en la Cruz y ser salvados de su muerte, maldiciones y el juicio. 
Por el contrario, los que no creen en la Palabra de Dios se cubren con vestiduras de hojas de parra incluso ahora. Intentar ser santificados ofreciendo oraciones de penitencia es lo mismo que ofrecer el fruto de la tierra. 
Estos cristianos piensan que están complaciendo a Dios cuando ofrecen mucho dinero a sus respectivas iglesias. Así que se sienten obligados a ofrecer sobres gruesos llenos de dinero a sus iglesias y de pedir préstamos para contribuir a la construcción de edificios para iglesias que cuestan hasta veinte millones de dólares. 
Sus pastores les dicen: “Si cada uno de nosotros ofrecemos $10.000, podremos construir una iglesia con tan solo 100 miembros. ¿Acaso no pueden ofrecerle $10.000 a Dios? Nos gastamos entre $50.000 y $100.000 en nuestros negocios de este mundo y a veces somos avales para préstamos de otras personas. ¿Por qué podemos avalar los préstamos de otros no solo por $10.000, sino también por $100.000 si es por Dios? ¿Acaso no vamos a respetar las obligaciones de los demás? Podemos tomar un préstamo como avales, ofrecer este dinero a Dios, abrir una cuenta de ahorros y pagar la deuda poco a poco durante toda nuestra vida. Digan amén si podemos hacer esto”.
Entonces la congregación dice: “¡Amén!”.
“Entonces los que donen $10.000 que se pongan aquí y los que donen $100.000 que se pongan en esta otra parte”. 
Toda la congregación se separa de esta manera y se les presiona para que ofrezcan dinero. Y además sus pastores les dicen: “Si no honras tu promesa de donación serán maldito por Dios”. Esto es lo que está pasando en muchas iglesias. Para la gente normal $10.000 es mucho dinero, ¿dónde van a encontrar ese dinero? Necesitan pedir un préstamo y avalarse los unos a los otros por todo el dinero que se necesita para construir una iglesia enorme. Muchos cristianos se han arruinado de esta manera. 
¿Qué demuestra esto? Demuestra que esta fe está hecha de hojas de parra. Esto es ofrecer el fruto de la tierra a Dios. Si uno vive su vida de fe con ignorancia, su fe es en vano por muy devotos que sean. 
Mis queridos hermanos, la fe que Dios acepta con placer es una fe que cree en Jesucristo, quien nos amó tanto que vino a este mundo para salvarnos, fue bautizado, cargó con los pecados del mundo, fue condenado en la Cruz y se levantó de entre los muertos por el poder de Dios Padre para devolvernos a la vida. ¿Creen que este Jesús que nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu está sentado ahora a la derecha del trono de Dios Padre?
La fe que complace a Dios es la fe que cree en la salvación de Jesucristo. La fe que Dios detesta es la que intenta alcanzar la santificación por los esfuerzos humanos, ofreciendo oraciones de penitencia. Viendo cuántas personas están intentando vivir con virtud, Dios dijo que las aborrecía y las comparó a tumbas lavadas con cal, y las llamó raza de víboras. Fingir ser santo con la Biblia debajo del brazo como un fariseo no es tener la fe verdadera. 
¿Cómo nos ha salvado Jesús de todos los pecados? Cuando Jesús vino a este mundo, fue bautizado por Juan el Bautista y crucificado para salvarnos de los pecados. ¿Por qué fue bautizado? Fue bautizado para aceptar todos los pecados que cometemos durante toda nuestra vida, y dejarnos sin pecados. Para salvarnos de nuestros pecados Jesús vino a este mundo y fue bautizado hace 2.000 años. Para salvarnos a los que naceríamos 2.000 después y cometeríamos pecados y seríamos arrojados al infierno después de morir, nuestro Señor vino a este mundo hace 2.000 años y aceptó todos nuestros pecados cuando fue bautizado por Juan el Bautista a los 30 años. Dios les da la salvación a los que creen que nuestro Señor cargó con nuestros pecados, que por Su amor cargó con todos los pecados y los eliminó al ser bautizado, y que así nos ha dejado sin pecados. La salvación se alcanza solo por los que creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y los que no creen en esta Verdad del Evangelio no pueden entrar en el Cielo ni ser salvados. 
En el pasaje de las Escrituras de hoy está escrito: «Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida» (Génesis 3, 22-24)
Al juzgar a Adán y Eva por comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, Dios dijo: “He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal”. Esto significa que hemos conocido el bien y el mal como el Dios Trinitario, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esto no es bueno. Significa que hemos conocido el criterio del bien y del mal. En otras palabras, hemos juzgado a Dios y le hemos desafiado según nuestros propios pensamientos. 
Dios también dijo: “Ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis 3, 22). Recuerden que Dios había puesto el árbol de la vida en el Jardín del Edén. Adán y Eva podían comer de este árbol, pero no del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios les había dicho que podían comer de todos los árboles del Jardín excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y si comían de ese árbol morirían. Adán y Eva deberían haber obedecido a Dios y haberle dicho: “Sí, Señor, creemos en Ti. Moriremos si comemos de este árbol”. No tendrían ni que haber mirado el árbol del conocimiento del bien y del mal. Todo lo que tenían que hacer era no comer del árbol, pero no creyeron en la Palabra de Dios que decía que morirían y comieron del árbol. Así que cayeron en el pecado y Dios los expulsó del Jardín del Edén para que no obtuviesen la vida eterna en este estado de pecadores. Sin embargo, incluso Adán y Eva pudieron recibir la remisión de los pecados al creer en Jesucristo. 
 
 

¿Saben qué es una espada en llamas?

 
Dios expulsó a Adán para que arase el suelo del que fue sacado. Y puso a dos querubines, es decir ángeles, en el Oriente del Jardín del Edén y puso una espada en llamas para vigilar el árbol de la vida. 
¿Saben qué es una espada en llamas? Es una espada, pero tiene fuego. Una espada en llamas y unos ángeles vigilaban el Jardín del Edén y lo guardaban en todas direcciones. Esto significa que la espada en llamas giraba en todas direcciones para guardar el cielo, para que nadie intente entrar cumpliendo la Ley, es decir, protege el Cielo de los que, a pesar de creer en Jesús, intentan salvarse comiendo del árbol del conocimiento del bien y del mal, alcanzar la santificación mediante sus oraciones de penitencia, y entrar en el Cielo como personas sin pecado que viven con virtud. Pero nadie puede pasar de la espada en llamas. 
¿Puede alguien pasar por la Ley de Dios? No es posible. Dios le ha dado la Ley a todo el mundo, incluyendo a los que no son cristianos. La conciencia de cada persona ejerce el papel de la Ley (Romanos 2, 15). En otras palabras, su propia conciencia es su ley, acusándoles constantemente de sus pecados. Esto significa que nadie puede entrar al Cielo cumpliendo la Ley con sus acciones. Solo al creer en la Palabra de Dios se puede entrar al Cielo, convertirse en un hijo de Dios, ser salvado del pecado y recibir la vida eterna. 
Por eso, queridos hermanos, debemos creer en la Palabra de Dios. Jesucristo fue bautizado por nosotros. Cuando hablo de este bautismo, muchos cristianos dicen que una persona puede ser salvada al creer en la Cruz. Pero no es así. Leamos 1 Pedro 3, 21: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo». Este es un mensaje muy importante; después de todo el Apóstol Pedro no lo escribió porque quiso. 
La Biblia dice que uno puede ver y entrar en el Reino de Dios solo cuando nace de nuevo del agua y el Espíritu (Juan 3, 3-5). Y acabamos de leer: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» (1 Pedro 3, 21). La Biblia también dice: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos» (Gálatas 3, 27). No solo los cuatro Evangelios, sino también el Libro de Romanos, Gálatas, Hechos, Colosenses, Tito y Hebreo hablan del bautismo de Jesús. Un pecador puede recibir la remisión de los pecados al creer en esta Palabra de Dios proclamando que Jesús aceptó todos nuestros pecados al ser bautizado. 
¿Qué limpia la suciedad de este mundo? El agua. No se limpia con fuego. El fuego solo deja cenizas negras. Pero cuando se lava con agua, se limpia. Cuando Dios hace llover, toda la suciedad va a parar al mar. Así, gracias al agua el mundo se limpia de nuevo. 
Sus almas y la mías se limpian al creer en la Palabra de que Jesús fue bautizado por nosotros cuando vino a este mundo. Está escrito: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó» (Mateo 3, 15-16). ¿Qué significa el bautismo? Significa que Jesucristo ha eliminado nuestros pecados. ¿Cómo? Al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad y aceptar todos los pecados del mundo, así es como Jesús ha eliminado nuestros pecados. 
La palabra bautismo significa ser lavado, ser enterrado y ser transferido. ¿Cómo fueron eliminados nuestros pecados cuando Jesús fue bautizado? Nuestros corazones fueron limpiados del pecado porque todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesús a través de Su bautismo según la ley establecida de Dios. Como Juan puso las manos sobre Jesús por toda la humanidad, todos los pecados de la humanidad fueron pasados a Juan el Bautista. Y como todos nuestros pecados fueron eliminados, estamos limpios. Cuando teníamos pecados estábamos sucios, pero como todos nuestros pecados han sido pasados a Jesús a través de Juan el Bautista, ahora estamos limpios. Todos los pecados del mundo que cometen hasta que mueren fueron transferidos a Jesús a través de Su bautismo. Ya cometan pecados con su corazón o sus acciones, queriendo o sin querer, abiertamente o a escondidas, todos sus pecados fueron pasados. Precisamente porque todos los pecados fueron pasados a Jesús, han sido limpiados. Y como nuestros pecados fueron pasados a Jesús, cargó con ellos y derramó Su sangre en la Cruz. 
Jesús nunca cometió ningún pecado mientras vivía en este mundo. Es el Hijo de Dios, Dios mismo, el Creador y el Salvador que nos ha salvado. No tuvo ninguna debilidad. Pero aún así, el Señor tuvo que ser crucificado cuando vino a este mundo, y la razón es que había cargado con nuestros pecados al ser bautizado. Como nuestros pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús, fue crucificado en nuestro lugar. Por eso el bautismo de Jesús es quien nos salva como está escrito: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» (1 Pedro 3, 21). Esto se debe a que Jesús fue bautizado con agua. 
Sin embargo, hay muchas personas que no creen en la Palabra de Dios como Caín. La gente intenta establecer su propia justicia como Caín y se niega a creer en la Palabra de Dios para que sus pecados no queden expuestos. Después de que Caín se levantase contra su hermano Abel y lo matase, Dios le dijo a Caín: “La sangre de tu hermano me llama desde el suelo. ¿No saben que en su corazón han pecado?”. Caín entonces admitió sus pecados y al ver lo devastado que estaba, Dios le dio la marca de la salvación. Pero a pesar de esto Caín no creyó en Dios y se fue. 
Dios le ha dado la salvación a todo el mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Todo el que crea en el Evangelio del agua y el Espíritu será salvado por Dios, pero quien no crea en este Evangelio será arrojado al infierno por no creer. ¿Y qué hay de ustedes? ¿Creen en el Evangelio del agua y del Espíritu? La fe legalista solo les llevará directamente al infierno. La fe en la Palabra de Dios es la única fe que salva. 
Mis queridos hermanos, ¿cómo están viviendo sus vidas de fe hoy en día? ¿Acaso no siguen ofreciendo sus oraciones de penitencia con lágrimas, intentando impresionar a Dios al ofrecer piadosamente el fruto de la tierra para que su fe sea aprobada? Esta fe es una fe falsa incitada por Satanás. El Diablo nos dice: “¿Qué hacéis bien? ¿Qué virtudes tenéis? Mirad qué malditos estáis”. Satanás intenta que sigamos mirando nuestros pecados y debilidades. Al hacer esto, nos hace desesperar por nuestras insuficiencias y hacer que intentemos hacer buenas obras para cubrir nuestras debilidades desesperados. 
Pero no podemos ser aprobados por Dios de esta manera. Dios envió a nuestro Señor a este mundo e hizo que fuese bautizado y derramase Su sangre diciéndonos: “No podéis salvaros, así que os salvaré”. 
Está escrito: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados» (Isaías 53, 5). ¿Por qué fue crucificado Jesús? Porque aceptó todos los pecados de la humanidad, los suyos y los míos, al ser bautizado en este mundo. Por eso Jesús derramó Su sangre en la Cruz, se levantó de entre los muertos y ascendió a la mano derecha del trono de Dios Padre. Para salvarnos Jesús vino a este mundo, fue bautizado y murió en la Cruz. Para salvarnos Jesús vino a este mundo y nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. 
No sean insensatos mirando sus debilidades todos los días, engañados por el Diablo. Cuando vean sus insuficiencias, admitan esas debilidades ante Dios y piensen en la salvación del Señor diciendo: “Señor, soy tan insuficiente que he cometido pecados de esta manera”. Todos cometemos muchos pecados en nuestras vidas. Cuando esto ocurre, deben admitir sus pecados a Dios y mirar hacia el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor les ha dado. Confirmen su salvación una vez más con la Palabra, diciendo: “El Señor vino a este mundo y recibió el bautismo para salvarme, y como todos los pecados fueron pasados en ese momento, estoy seguro de que todos mis pecados también fueron pasados”. 
Mis queridos hermanos, todos los pecados del mundo fueron pasado a Jesús. Sus pecados y los míos fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado. Los pecados de sus hijos fueron pasados también. Y los pecados de sus descendientes también fueron pasados. Aunque no sepamos cuándo va a terminar este mundo, todos los pecados de todo el mundo que ha vivido y vivirá en la tierra fueron pasados a Jesucristo sin excepción. Por esta ley de salvación de Dios, gracias a Jesucristo, hemos conseguido nuestra salvación. Les pido que piensen en la justicia de la Palabra de Dios. Dios envió a nuestro Salvador, y al creer en lo que este Salvador ha hecho por nosotros hemos sido salvados de los pecados. Esta es la Verdad de salvación. 
Nunca debemos vivir con una fe legalista. La sombra de la salvación es el bautismo de Jesús y Su crucifixión constituye la condena de nuestros pecados. Jesús dijo en la Biblia: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14, 6). Nuestro Señor es la Verdad. Es el camino al Cielo. 
Cuando nuestro Señor vino a este mundo, ¿cómo nos salvó de los pecados del mundo? ¿Acaso no nos salvó al nacer en este mundo, cargar con todos los pecados de la humanidad a los 30 años a través de Su bautismo, llevarlos a la Cruz, ser crucificado hasta la muerte, y así borrar nuestros pecados? ¿Acaso no se levantó de entre los muertos y ascendió al Cielo para sentarse a la derecha del trono de Dios Padre? Así es exactamente como Cristo nos ha salvado. Está totalmente claro. 
¿Puede alguien ser salvado al creer en la sangre de la Cruz solamente? No, es imposible. Ya sea la salvación, nacer de nuevo o recibir el Espíritu Santo, nada se puede conseguir orando. El Espíritu Santo es un don para los redimidos. El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo también nos hace hijos de Dios. 
Mis queridos hermanos, deben dibujar la línea de la salvación claramente. La Biblia dice: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» (1 Pedro 3, 21). ¿Creen en esto? El bautismo de Jesús es el símbolo de la salvación porque aceptó todos nuestros pecados al ser bautizado. Y como Jesús fue condenado en nuestro lugar al morir en la Cruz, ya no tenemos que ser condenados porque hemos sido salvados al creer en el bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz. Como creemos en esto estamos sin pecados, aunque seamos insuficientes y cometamos pecados mientras vivimos en este mundo. 
Creo en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Y ustedes? ¿También creen en este Evangelio auténtico? Todos creemos en el Evangelio del agua y del Espíritu y le doy gracias a Dios por esta bendición tan grande. Por fe hemos sido salvados de todos nuestros pecados. Dios ha hecho que solo los que creen en Su Palabra puedan vivir en el Cielo. Ha determinado que solo se pueda entrar al Reino de los Cielos si se cree en Su Palabra. Dios puso una espada en llamas en el Cielo y juzgará a los que intenten entrar en él sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Si no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús ha cumplido es imposible no tener pecados. Si creen que pueden estar sin pecados de cualquier manera sin creer en el bautismo de Jesús, su fe está equivocada completamente. Solo los santos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden entrar en el Cielo. La remisión de los pecados solo la reciben los que creen en la Palabra del bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz. ¿Hay alguien entre ustedes que todavía no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si son así, les pido que crean en esta Verdad. Les pido que crean porque no queda mucho tiempo. ¿Tienen méritos propios y por eso no necesitan creer en este Evangelio? No, por supuesto que no. La única cosa sensata que pueden hacer es creer en el Evangelio. 
El Señor nos ha salvado de los pecados, y también salvó a Caín del pecado. Sin embargo, Caín no aceptó esta salvación, abandonó a Dios y vivió en la tierra de Nod. La tierra de Nod estaba maldita. Su nombre significa literalmente vagar, lo que implica separación de Dios. Los que dejan a Dios se convierten en fugitivos por sus pecados, y si alguien va a verlos, salen corriendo y se esconden, pensando que les van a matar. De esta manera, los que han abandonado a Dios sin creer están destinados a ser vagabundos en sus corazones y a vagar sin fin. 
Por el contrario, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son valientes como un león. Aunque sus acciones sean insuficientes ante Dios, no tienen vergüenza porque no tienen pecados. Sus corazones aman a Dios y tienen fe en Él. Y tienen el deseo de seguir al Señor. Anhelan hacer la obra del Señor y servirle. De hecho, en nuestros corazones todos amamos al Señor profundamente. 
Sin embargo, todavía hay muchos cristianos en este mundo que viven con una fe legalista. ¿Lo sabían? Pero al mismo tiempo, el Evangelio del agua y el Espíritu se está predicando a todo el mundo, y muchos de estos cristianos confusos volverán a la verdadera fe. Y cuando la oveja perdida se encuentre, deberán mantener la fe que tienen ahora y seguir creyendo en la Palabra de Dios tal y como es. Entonces no tendrán motivos para sentirse inseguros cuando vuelva el Señor. Le doy gracias al Señor por Su gracia, por salvarnos de todos nuestros pecados a través del agua y el Espíritu y por hacernos el pueblo de Dios.