(Lucas 23, 26-49)
«Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará? Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas».
¿Qué dice el Señor que ganarán si aguantan hasta el final?
La gente se refiere comúnmente a Jesús como el Rey de la Justicia, el Rey de reyes. Hoy, quiero compartir algunas palabras con ustedes acerca del tema: “Nuestro Señor es el Rey de la Justicia”.
Cuando miramos el pasaje de las Escrituras de hoy, podemos ser testigos de la escena en la que Jesús cargaba con la Cruz en el Gólgota para recibir la pena de muerte. Había una gran multitud de personas que se lamentaban y lloraban siguiendo a Jesús cuando llevaba la Cruz a cuestas por Gólgota. Lloraban y se golpeaban el pecho lamentándose. También vemos todo tipo de escenas, como la del hombre de Cirene que fue a Jerusalén en aquel entonces y le llevó a la Cruz a Jesús mientras le seguía.
Mientras Jesús cargaba con la Cruz de madera hasta Gólgota, había muchas mujeres que le seguían y lloraban lamentándose. Sin embargo, Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos». Nuestro Señor dijo: «Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron». Estaba diciendo que cuando lleguen los últimos tiempos, habrá bendiciones para las mujeres que no puedan concebir, es decir, la gente que no tenga hijos y no tenga que criarlos. ¿Qué significa esto? Jesús dijo esto porque sabía que habría terribles tribulaciones para la gente que viva en los últimos días.
Es cierto. Incluso cuando cargaba con la Cruz hasta Gólgota, nuestro Señor se preocupaba por nosotros y nos dijo lo que ocurriría en los últimos días. Nos habló de este sufrimiento que la gente pasará cuando suenen las siete trompetas y caigan las calamidades de las sietes copas. ¿Qué tipo de cosas pasarán en los últimos días? El universo se moverá, los cielos, los cuerpos celestiales de las estrellas, serán sacudidos y todo el mundo será destruido. En ese entonces nuestro Señor volverá al mundo de nuevo y juzgará a los que no hayan nacido de nuevo. Por tanto, el Señor habló de esta Palabra para hacernos pensar en ese tiempo y prepararnos. Estaba diciendo: “No tengáis pena de Mí porque esté llevando esta Cruz de madera al Gólgota. Os lamentáis porque pensáis que soy muy joven o que no me merezco esto. Pero no debéis llorar por Mí, sino que debéis llorar por vosotros y por vuestros hijos en el futuro”.
¿Por qué dijo esto el Señor? El Señor dijo: “Si no recibís la salvación en el futuro, sufriréis más que llevar la Cruz hasta el Gólgota y ser clavados a la Cruz como yo. Recibiréis el sufrimiento eterno que es millones de veces peor que el sufrimiento de la Cruz, la muere que reciba, las burlas, y la tribulación”. El Señor nos habló así del fin de los tiempos por esta razón. Jesús, que fue crucificado para salvarnos, nos habló de cómo comportarnos en el futuro incluso hasta Su último suspiro.
El Señor nunca cometió ningún pecado que mereciese la muerte en la Cruz. No tenía pecados ni faltas. Los israelitas de aquel entonces dijeron: “Jesús es el Rey de los judíos. Jesús es el Rey de Israel. Es el Rey” y le adoraron como el Rey. Los líderes religiosos de Israel le consideraron una persona peligrosa porque el pueblo lo adoraba como Rey, y por eso odiaron a Jesús. Jesús estaba recibiendo la pena en la Cruz porque los líderes religiosos y los líderes políticos como los fariseos, los altos sacerdotes y los escribas odiaron a Jesús. Es cierto. Aunque Jesús no tenía pecados, cargó con la Cruz hasta el Gólgota por el odio, envidia y las falsas acusaciones de los fervientes líderes religiosos, irónicamente. Sin embargo, acusaron falsamente a Jesús, ¿pero no pudo probar Jesús Su inocencia. No es cierto. Sin embargo, el Señor recibió la pena exactamente según las acusaciones y fue clavado a la Cruz.
Nuestro Señor no tenía ningún pecado
Jesús nunca robó un trozo de pan y nunca utilizó insultos como yo. Nuestro Señor nunca hizo nada malo que le hiciera culpable, y nunca cometió ni tan siquiera un pequeño pecado. Pero, a pesar de esto, Jesús recibió la pena en la Cruz, que era la pena que los pecadores más horribles recibían en aquel tiempo, y cargó con la Cruz hasta Gólgota.
Entonces, ¿por qué cargó Jesús con la Cruz? Nuestro Señor tenía suficiente poder. Si el Señor hubiese querido demostrar Su inocencia, podría haber evitado morir en la Cruz e incluso hubiese castigado a todos los que hubiesen querido hacerle mal, los que se hubiese burlado de Él, escupido en Él. Jesús es Dios y siempre tiene suficiente poder para mostrar a través de la Palabra: “Soy el Dios que creó todo el universo. Soy el Creador” y que puede revelar esto ante sus ojos para hacer que se arrodillen ante Él. Sin embargo, a pesar de esto, Jesús cargó con la Cruz callado y sufrió la pena. Jesús no hizo nada malo y tenía el poder de rechazar la pena injusta, pero cargó con este sufrimiento de la gente que no tenía poder. Por supuesto, sabemos claramente que el Señor hizo esto por nosotros.
Por tanto, llamamos al Señor, quien sufrió por este sacrificio para salvarnos, Rey de la justicia o Rey de la obra justa y el amor. Por muy virtuosa que sea una persona en este mundo, no puede haber nadie que se siente y sufra injustamente aunque no haya hecho nada malo. Aunque recibiésemos el sufrimiento injusto, no lo haríamos si tuviésemos poder. Piensen en esto durante un momento. Si alguien nos acusase falsamente y nos hiciese daño aunque no hubiésemos hecho nada malo, a mí me saldría del corazón un fuego imparable y lucharía contra la persona insistiendo en mi inocencia. Le diría: “No he hecho nada de lo que me acusas. No te perdonaré por difundir rumores falsos y por hacerme daño. Vas a pagar por eso”. Se lo dejaría muy claro y le diría a todo el mundo que no había hecho nada malo y que no había ningún motivo para hacerme daño. Además, disiparía toda la persecución y las críticas injustas y restauraría mi ego demostrando mi inocencia. Quiero decir que no hay ninguna persona justa que aguantase falsas acusaciones por muy débil que fuera.
Por supuesto, hay muchas personas en este mundo que entregarían sus vidas por una buena causa. Miren a Sócrates, un gran filósofo al que la gente del mundo admira. Bebió un vaso lleno de veneno para mostrar a la gente la importancia de obedecer la Ley. Murió por un credo filosófico que dice: “Una ley es una ley, por muy indeseable que sea”. Sin embargo, ¿por qué lo hizo? Porque no podía demostrar su justicia de ninguna otra manera.
Incluso entre la gente corriente, hay algunas personas que se meterían en un edificio en llamas para salvar a la gente y acabarían aplastadas por el techo del edificio; y hay personas que saltarían al agua para salvar a una persona que se estuviese ahogando y acabarían ahogándose después de salvar a la víctima porque no les quedarían fuerzas para salvarse a sí mismas. La gente del mundo se considera justa e intenta recordar su espíritu de sacrificio.
Sin embargo, esta gente no muere porque tenga que hacer la justicia mediante un sacrificio. Muere porque no tiene el poder de salvarse a sí misma después de salvar a otra gente. Por supuesto, son personas justas. La opción de salvar a otras personas es justa. Sin embargo, aunque sus acciones sean correctas o justas, lo que está claro es que mueren porque no tienen el poder de salvar su propia vida al mismo tiempo. ¿Qué significa que incluso Sócrates bebió veneno para probar su justicia pero luego no resucitó? La gente de los ejemplos anteriores no hubieran muerto así si hubiesen tenido el poder de levantar el techo que se les venía encima y tirarlo a un lado para salvar a gente como Superman.
Hay algo que hace que Jesús sea diferente de la gente que se sacrificó por causas buenas, y es que Jesús es el Dios Omnipotente. ¿Es nuestro Jesús alguien que sufrió tratamiento injusto porque no tenía poder? La razón por la que el Señor sufrió en la Cruz sin quejarse es que había recibido los pecados del mundo en el río Jordán a través del bautismo que Juan el Bautista le dio. Esto significa que el Señor recibió la pena en nuestro lugar porque había recibido todas las iniquidades y pecados del mundo a través del bautismo y cargó con la Cruz hasta el Gólgota para borrar nuestros pecados. Es cierto. El Señor no sufrió injustamente porque no tuviese poder. Para poder salvarnos de todos los pecados del mundo, el Señor recibió el castigo en la Cruz aunque tenía poder infinito. No había ninguna razón para recibir el castigo en la Cruz, pero recibió los pecados del mundo. Sin embargo, el Señor recibió el bautismo para cumplir toda la justicia de Dios, y no utilizó Su poder, y simplemente sufrió en la Cruz para cumplir la obra justa.
Podemos pensar correctamente en el castigo de la Cruz porque sabemos exactamente que nuestro Señor tomó todos los pecados del mundo sobre Sí mismo al recibir el bautismo y que tuvo que recibir la pena en la Cruz por nuestra salvación. Sin embargo, supongamos que estábamos en la situación de Jesucristo. Si fuésemos Jesús, ¿podríamos haber aguantado esta pena sin resistirnos sufriendo injustamente como Jesús? ¿De verdad podríamos haber sufrido esa crueldad aunque tuviésemos que salvar a la humanidad de esa manera? Seguramente habríamos intentado escapar. Y por tanto, habríamos insistido en nuestra inocencia y habríamos intentado librarnos de esta acusación falsa. Nos habríamos librado de las falsas acusaciones enseguida y habríamos probado nuestra inocencia e intentado escapar de la pena si hubiésemos tenido poder suficiente.
En ocasiones tenemos muchas dificultades mientras vivimos en este mundo. En ocasiones sufrimos por el Evangelio y a causa del Evangelio, pero a veces sufrimos injustamente o por ignorancia a manos de lo que no han nacido de nuevo. ¿Cómo nos sentimos en esos momentos? ¿Acaso no nos sentimos como si tuviésemos fuego en nuestros corazones? Se encienden fuegos del tamaño de una bomba en nuestros corazones y estamos dispuestos a lanzarnos en cualquier momento, y entonces cuando alguien nos provoca explotamos y nadie puede evitarlo. Por supuesto, esto le pasa a las personas que tienen un carácter explosivo como yo, pero incluso la gente tranquila también explota cuando la ira que tiene dentro se hace insoportable.
Sin embargo, nuestro Señor no hizo esto. El Señor es verdaderamente justo, no como nosotros. La Palabra más bendita que me da esperanza en mi corazón es la Palabra que nuestro Señor dijo en la Cruz al ladrón que estaba colgado a Su lado. Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso».
El no vivir eternamente en el mundo que está lleno de confusión, tormentos e injusticia nos haría felices, pero el Señor nos dijo que nos dejaría vivir en un lugar lleno de amor y gozo, un lugar lleno de paz y sin preocupaciones, un lugar lleno de gozo sin maldad. Estoy contento de que podamos vivir en un lugar con el Señor. El Paraíso es así. El Paraíso es un lugar donde podemos amar a todo el mundo, sea quien sea. Quiero que vengan conmigo a vivir con el Señor eternamente en este Paraíso. Espero que podamos vivir bien y compartir nuestro amor los unos con los otros en ese mundo lleno de gloria y gozo. No solo quiero vivir en ese Paraíso, sino que también quiero tener esa felicidad y gozo imaginándonos en este lugar ahora. ¡Qué maravilloso sería vivir en este Paraíso ahora? Entonces, no estaríamos enfadados los unos con los otros ni lucharíamos como hacemos ahora en este mundo. Espero la venida del Paraíso prometido que es diferente a este mundo en el que vivimos, lleno de peligros y de preocupaciones por posibles guerras.
Este mundo parece estar lleno de amenazas de guerras
Las naciones poderosas oprimen a las naciones más débiles y las naciones débiles amenazan con armas nucleares para afianzar su posición. Hay rumores de guerra en todas las partes del mundo y desastres naturales en todas partes. El mundo está desolado. Estamos en un mundo horrible y confuso en el que no podemos decir nada sinceramente aunque queramos. ¿Qué maravilloso será cuando el mundo pacífico del Señor venga, un mundo diferente a este? Estoy muy contento cuando pienso en que los nacidos de nuevo vivirán en un mundo maravilloso en el futuro. Estoy muy agradecido al Señor por poder vivir en el Paraíso en el futuro.
Aún así, este mundo es muy confuso y complejo. Hacer la obra justa es difícil y duro. Hay demasiados enemigos. Hay gente que se levanta contra Jesús hoy en día. En aquel entonces había personas que entregaron a Jesús para que fuese crucificado y algunas lo clavaron personalmente en la Cruz y lo mataron al clavarle una lanza, y otras siguieron a Jesús hasta la Cruz en Gólgota y se burlaron de Él. Uno de los dos ladrones que fueron clavados en las cruces al lado de Jesús le dijo: «Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros», y se burló de Jesús junto con los demás que le escupieron. Los que se levantan contra el Evangelio todavía lo hacen en este mundo.
Este mundo está lleno de guerras, desastres naturales y personas malvadas, un mundo lleno de injusticias, en vez de justicia. Parece natural que esperemos el Paraíso gobernado por el Señor mientras vivimos en este mundo, el Paraíso del que habló el Señor en la Cruz con el criminal: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso». El Paraíso que nuestro Señor nos prometió, es decir el Reino del Señor, está lleno de las mejores cosas, como amor, gozo, tranquilidad, paz y paciencia. El Paraíso está lleno de justicia, benevolencia y gozo, y en él no existe el mal. Solo hay justicia. Cuando pienso en que el Reino del Señor está lleno de cosas buenas, quiero ir allí cuanto antes. Espero que todos vayamos allí.
El Señor es el Rey de la justicia. Por tanto, el Señor recibió la pena de la Cruz para borrar todos nuestros pecados aunque nunca cometió ningún pecado. El Señor recibió el bautismo por todo el mundo y cargó con la carga de la maldición sobre Sí mismo en la Cruz. ¿Recibió el Señor la pena de la Cruz porque no tenía suficiente poder? No, Jesús tenía poder para mostrarles y librarse de la incriminación injusta porque era el Dios Todopoderoso, pero no lo utilizó y no rompió la caña herida, sino que tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo hasta que utilizó la justicia para vencer. Es cierto. El Señor recibió el juicio en la Cruz por nuestros pecados y el sufrimiento horrible. Y se convirtió en nuestro Salvador verdadero al ser resucitado de entre los muertos. Por eso el Señor es el Rey de la justicia por nosotros.
No hay nadie o ninguna criatura que haya hecho algo más justo que nuestro Señor. No hay nada que sea tan justo como Jesús. ¿Quién se dejaría perseguir de esa manera aunque tuviese poder? ¿Quién haría una cosa así? ¿Quién en el mundo se dejaría perseguir si fuera un rey poderoso? ¿Qué rey permitiría algo así? ¿Qué líder entregaría su autoridad real y bajaría de su trono aunque tuviera poder suficiente? Pero, históricamente, cuanto más poder tenían los reyes del mundo, más se aferraban a su poder real y su autoridad, y más oprimían y perseguían a la gente para mantener el poder.
Sin embargo, el Señor es diferente. Aunque el Señor tenía gran poder, no utilizó Su autoridad y se entregó como sacrificio para toda la humanidad, como medio de la justicia, por nosotros. Esto significa que entregó Su cuerpo por completo para salvarnos con Su bautismo y Su sangre. Por eso nuestro Señor es el Rey de la justicia, el Rey de la paz, el Rey del amor, y el verdadero Dios de la salvación por toda la gente que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, incluyéndonos a nosotros. ¿Creen en esto?
Este mundo es difícil y duro. Hay una oscuridad enorme que cubre toda la tierra y el universo mientras se espera que el Señor vuelva. Sé que no estamos viviendo cómodamente en este mundo desolado. Los corazones de la gente están endurecidos. Están sedientos de sangre por su propio beneficio y de mal. La gente de esta era no está sedienta de justicia o de bien, y sus corazones se han convertido en almas oscuras que tienen sed de maldad solamente. No pueden soportar las pequeñas dificultades ni interferir con los demás. Aman el dinero más que a Dios y aman el engaño más que la Verdad, y por eso el mundo ha negado el poder de la verdad aunque tenga apariencia de bondad (2 Timoteo 3, 5). Esta Palabra está escrita en la Primera y Segunda Epístola de Timoteo, pero podemos ver que la realidad que vemos con nuestros ojos es así aunque no se mencione.
Estamos siendo utilizados como conductos de la justicia en un mundo confuso. Aunque seamos débiles e insuficientes físicamente, por lo menos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos haciendo la obra justa ahora. Es cierto. Aunque seamos insuficientes, estamos haciendo, paso a paso, la obra de entregar la salvación de Dios, el amor de Jesucristo, el Rey de la justicia, y la paz a todo el mundo. Estamos haciendo la obra de la justicia definitivamente aunque seamos insuficientes. Muchas personas están encontrando el Evangelio y recibiendo la salvación a través de la obra de la justicia que estamos haciendo. Aunque parezca poco a nuestros ojos, entre 200 y 300 personas al día en diferentes países están solicitando nuestros libros electrónicos. Seguiremos haciendo la obra de distribuir libros electrónicos e impresos gratuitos para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo.
Estamos haciendo este tipo de obra. Hacemos esta obra por nuestro Señor. Y amamos a nuestros hermanos y hermanas gracias a Jesús. Amamos a nuestros amigos y a la gente de todo el mundo gracias a Jesús. Hacemos la obra de dar testimonio del Evangelio a todo el mundo gracias a Jesús. Hacemos la obra de dar testimonio del agua y el Espíritu a todo el mundo gracias a Jesús. No hacemos esta obra porque seamos buenos, sino que nos entregamos como instrumentos de la justicia ante la presencia del Señor con fe aunque seamos débiles porque Jesús es el Rey de la justicia y porque nos viste con la justicia y nos da amor y paz.
El Evangelio se está predicando por todo el mundo a través del ministerio de Internet y literario que estamos haciendo
Si 100 personas en el mundo reciben y leen nuestros libros electrónicos cada día, 3.000 personas reciben y leen nuestros libros cada mes. Y serían 36.000 personas al año. Si cada persona recibe el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente, entonces habrá recibido la salvación. Si cada nacido de nuevo predica el Evangelio a otra persona cada mes entonces 100 millones de personas lo recibirán en un año. Entonces el Evangelio será predicado a 200 millones de personas en dos años. Esta es la era en la que el Evangelio se predica rápidamente.
El Evangelio se está predicando ahora a través de nuestra devoción. Sin embargo, en proporción a la predicación del Evangelio, nuestra vida está muy ocupada. Como dice el Señor: “Todo el que desee vivir en Cristo Jesús, será perseguido”, no hay muchas personas que quieran recibir esta justicia y hacer la obra justa con nosotros aunque queramos compartir la justicia del Señor con ellas. Algunas personas dicen que han recibido la remisión de los pecados después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y dicen que pueden hacer la obra del Evangelio con nosotros. Pero nos piden dinero enseguida. No sé si aman el dinero más que a Jesús, pero hay muchas personas que nos piden dinero sin ningún interés en predicar el Evangelio.
Aunque seamos insuficientes queremos servir al Señor y predicar este Evangelio. Este es nuestro objetivo. Sin embargo, los corazones de las demás personas son muy diferentes a los nuestros. Por tanto, a veces nuestro amor por otras personas del mundo se enfría. Esto significa que nuestro amor por la gente se enfriará como dijo el Señor: «Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará» (Mateo 24, 12). Nuestro corazón benevolente se hace más pequeño cuando vemos a personas que llevan a cabo acciones malvadas para llenar sus bolsillos utilizando la justicia de Dios como pretexto y vemos que las personas que están exclusivamente interesadas en cosas materiales en vez de hacer la obra justa. Nuestros corazones mueren constantemente cuando ven estas cosas.
Como el Rey de la justicia, nuestro Señor nos dio la justicia de Dios
Aunque seamos insuficientes, podemos hacer la obra de la justicia porque el Señor nos ha dado Su justicia. Deseamos vivir con justicia en este mundo aunque seamos insuficientes porque Jesús tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo a través del bautismo, murió en la Cruz y no salvó al resucitar de entre los muertos. Así que quiero predicar el Evangelio de la justicia. ¿Ustedes también quieren?
Hoy en día estamos publicando nuevos libros en inglés, en coreano y ediciones en varios idiomas. Cuando estos libros llegan a nuestra Iglesia, ustedes pueden llevárselos a sus casas cuando quieran. Pueden guardarlos en las estanterías y leerlos todo el tiempo. Estos libros son muy valiosos para nuestras almas.
La mayoría de los cristianos caen en el engaño del Diablo. Murmuran y dicen que están hablando en lenguas, y dan palmadas, dan vueltas, lloran y gritan; entienden este comportamiento extraño como la obra del Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque Satanás, el Diablo, el mentiroso, ha engañado a estas personas. Los libros que estamos publicando ahora hablan de cómo Satanás, el Diablo, nos engaña y nos desvía de la verdad, y de cómo nos hemos convertido en nacidos de nuevo a través del agua y el Espíritu.
No tenemos nada justo en nuestra carne. Sin embargo, podemos hacer la obra justa a través de la fe en el Señor. Por tanto, debemos unir nuestras fuerzas y hacer la obra del Señor aunque seamos insuficientes.
Cuando cazamos luciérnagas y las metemos en botellas, dan luz como una vela. Por eso, aunque nuestra fe individual sea pequeña, sé que será suficiente para iluminar todo el mundo si ponemos nuestra fe junta. El mundo es tan caótico y oscuro ahora. Sé que hay muchas personas que reconocerán la luz y la seguirán en este mundo oscuro aunque nuestra luz individual sea pequeña. Sé que mucha gente en todo el mundo descubrirá nuestra luz y encontrará al Señor. ¿Creen también esto ustedes? Debemos vivir con esta fe.
En realidad, no tenemos nada justo en nuestros cuerpos físicos, pero podemos hacer la obra justa y vivir con justicia a través del Espíritu Santo porque Él vive en nuestros corazones. Debemos vivir con justicia hasta el día en que vuelva el Señor. Debemos hacer la obra justa para que la gente del mundo escuche el Evangelio y reciba la vida eterna después de conocer al Señor. Debemos hacer la obra justa para que puedan recibir la remisión de los pecados en sus corazones y para que todos nosotros podamos encontrarnos con el Señor sin vergüenza cuando el Señor venga al mundo. Como el Señor dijo a uno de los ladrones: “Estarás conmigo en el Paraíso”, debemos predicar las buenas noticias de que quién crea en el Señor entrará en el Paraíso. El Reino del Señor, aunque no tenga justicia propia en su carne. Hagamos la obra justa y vayamos al Señor.
Aunque nuestra carne es demasiado insuficiente, creer en la justicia de Dios es vivir con justicia. Este mundo es tan terrible e injusto que la gente no quiere hacer la obra justa. Consideran que una persona que practica la justicia es idiota o insensata. Vivimos en unos tiempos en los que la gente se separa de los nacidos de nuevo que sirven la justicia de Dios por fe. Sin embargo, debemos vivir como discípulos del Señor, el Rey de la justicia, aunque estemos en medio del mundo. Debemos hacer la obra justa y vivimos dando testimonio de la justicia de Cristo por todo el mundo aunque seamos insuficientes. Quiero decir que debemos vivir con fe y después ir ante el Señor.
Todavía hay personas en el mundo que son esclavas del pecado y mueren por sus pecados porque no conocen la justicia de Cristo. Debemos saber claramente que hay personas que mueren por la opresión del Diablo. Hay muchas personas así. Hay muchas personas así por todo el mundo, en África, Europa, América y Asia. Somos personas que tienen mucho trabajo que hacer porque hay muchas personas que han sido engañadas por Satanás.
Nuestro Señor es el Rey de la justicia y vive en nuestros corazones como Rey. El Señor siempre vive en nuestros corazones como el Rey de la justicia. Por tanto, no podemos evitar ser Sus siervos. No podemos evitar hacer la obra justa. Predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo es la obra justa para nosotros. Debemos vivir la vida de predicar el Evangelio como predicadores a la gente que no tendría ninguna posibilidad de conocer el Evangelio del agua y el Espíritu. Somos personas cuyo destino ha sido determinado por Jesús. Dios nos ha llamado para tener esta fe.
Por lo menos hemos recibido la remisión de los pecados, pero hay muchas personas que ni siquiera conocen la existencia de este Evangelio. Hay miles de millones de personas en este mundo que no saben que el Señor ha borrado todos los pecados del mundo, que el Señor los tomó sobre Sí mismo a través de Su bautismo. Debemos recordar esto y tener fe en nuestros corazones como personas justas que aguantan las dificultades cuando predican el Evangelio. Quiero que sean personas justas que pueden soportar la persecución por la justicia de Dios, sufrir por la justicia, e incluso pasar hambre y sed por la justicia, y debemos convertirnos en los justos que tienen hambre de la obra justa. Aunque no tengamos mucho hambre en la carne, debemos tener hambre y sed de la obra justa espiritualmente.
En realidad, ya nos hemos convertido en este tipo de personas por fe. Sin embargo, debemos trabajar mucho más en el futuro. Es muy difícil predicar el Evangelio en este mundo oscuro y sucio, un mundo precario como si estuviese a manos de Satanás. Somos como corredores de una maratón que han corrido 42,195 km y están cansados. La maratón se suele llamar la flor de los Juegos Olímpicos. Sabrían lo que significa si hubiesen visto una maratón el último día de los Juegos Olímpicos. Como saben, los corredores de la maratón corren 42,195 km para completar la carrera. A lo largo de toda la carrera no caminan. Corren y luchan por la victoria. Podríamos decir que pasa el punto crítico de la carrera en el kilómetro 20. Se dice que un corredor de maratón, en cierto momento, experimenta un dolor que es como si le estuviesen cortando el estómago si corre 20 km a un paso normal. Cuando llegan a ese momento crítico, la respiración se vuelve difícil, la boca empieza a echar espuma. Sin embargo, cuando pasan ese momento difícil y siguen corriendo, pueden correr sin dificultad durante un rato.
Seguramente ustedes han pasado por momentos críticos más de una sirviendo al Señor. Aunque sabemos que la obra de servir al Señor y predicar el Evangelio es justa, a veces es dura y frustrante. Ahora podemos ver la meta después de pasar algunos puntos críticos. Los corredores de la maratón que corren la parte final de la carrera suelen empezar a correr más rápido que al principio. Corren utilizando todas sus fuerzas hasta que tienen cerca la victoria. Ahora estamos en ese momento donde debemos correr con todas nuestras fuerzas como los corredores de maratones. Los corredores que entrenan sin cesar durante todo el año para correr una maratón pueden superar los límites de su carne y pueden llevar la corona de laureles.
Servir al Señor y predicar el Evangelio es así. Superamos nuestras debilidades e insuficiencias y damos todas nuestras fuerzas por la justicia del Señor y cumplimos todas las cosas que debemos cumplir en este mundo sucio e injusto y al final llegamos al Paraíso donde viviremos con Él en paz. Esta es la obra que debemos hacer y este es el Paraíso donde la justicia del Señor nos guía.
Mientras predicamos el Evangelio un par de años más, estoy seguro de que verán muchos desastres naturales por todo el mundo de vez en cuando. Parece que el mundo se está volviendo más malvado. Les estoy diciendo esto porque creo que debemos hacer la obra mientras las cosas no estén tan mal. Estoy intentando hacer esta obra diligentemente ahora. Después de terminar nuestras tareas podemos descansar, pero ahora debemos trabajar sin cesar. Solo podremos descansar cuando terminemos de trabajar y lleguemos al final de la carrera. Por tanto, debemos trabajar diligentemente mientras no haya muchos problemas en el mundo y nuestro país, Corea del Sur, sea el número uno en distribución de conexiones a Internet de alta velocidad entre los países de la OCED. Entonces, podremos predicar el Evangelio por todo el mundo con los libros electrónicos y de papel.
¿Creen que podríamos predicar el Evangelio en un tiempo en el que hubiese grandes inundaciones y terremotos? ¿Podrían seguir con la obra de predicar el Evangelio en un país donde haya tormentas de nieve y la gente se muera de frío? No. ¿Cómo podríamos predicar el Evangelio si estuviésemos rodeados de nieve en medio de un desastre natural? ¿Quién querría escuchar el Evangelio en este mundo y quién se sentaría junto al ordenador para descargarse libros electrónicos, y quién estaría interesado en la obra espiritual? Por tanto, creo que debemos predicar el Evangelio mientras tengamos esta sabiduría, mientras estemos cómodos físicamente y podamos pensar en cosas espirituales. Creo que debemos hacer esta obra ahora.
Todo momento es tan valioso y debemos predicar el Evangelio cuanto antes. Ahora debemos darnos prisa por predicar el Evangelio por todo el mundo. Y cuando no podamos predicarlo por todo el mundo se lo predicaremos a nuestras familias. Y entonces, les daremos todas las oportunidades para recibir la remisión de todos los pecados.
Le pertenecemos al Señor, el Rey de la justicia
No lamenten este mundo solo porque sea injusto. Especialmente en estos momentos, debemos correr juntos hacia la justicia que se nos ha dado por el camino del Evangelio. Debemos orar por el Evangelio, mantener nuestra fe juntos, esperar y buscar el Reino del Señor, y debemos vivir con la esperanza de llegar allí. No debemos pensar que podemos vivir durantes miles de años en este mundo. El Señor dijo: “Benditas las que sean infértiles en los últimos días, los vientres que no dieron a luz y los pechos que nunca criaron”. Esto se debe a que las montañas serán derribadas y todo tipo de catástrofes cubrirán el mundo entero cuando caiga fuego y granizo y haya muchos terremotos. Las estrellas de los cielos oscuros de la Vía Láctea se caerán sobre la tierra. Cuando leemos el Libro del Apocalipsis, vemos que las estrellas caerán sobre la tierra. El Señor dijo que 1/3 de las estrellas caerán sobre el mar en un solo día y que los peces morirán. También está escrito: «El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas» (Apocalipsis 8, 10-11). Sé que Dios nos está diciendo esto porque ocurrirán desastres increíbles delante de nuestros ojos.
Queridos santos, El Señor es verdaderamente el Rey de la justicia. No hay nadie en este mundo que sea más justo que nuestro Señor. No hay ningún dios como nuestro Dios y nadie entre los seres humanos que sea como Él. ¿Quién no disfrutaría de tanto poder aunque tuviese poder, y se sacrificaría por la gente que ha creado, le daría amor y salvaría de la muerte y la condena para llevarle al Paraíso del Reino eterno? Solo el Señor es así. El Señor es nuestro Salvador que nos ha salvado. Para nosotros solo hay un Señor. Hemos recibido la salvación y la vida eterna a través del Señor solamente.
Está escrito en la Biblia: «Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró».
Aquí el velo del Templo se partió por la mitad cuando Jesús murió. El velo del Templo que estaba completamente bien se partió por la mitad. ¿Por qué se partió el velo del Templo? El velo del Templo se partió porque Jesús vino a este mundo y fue bautizado y cargó con los pecados del mundo hasta la Cruz y murió al ser crucificado para que todo el mundo pudiese entrar en el Reino de Dios al creer en Jesucristo.
Piensen en la función del Templo. El Templo era el lugar donde los israelitas confesaban sus pecados y recibían la remisión de los pecados a través de los sacrificios. El velo del Templo se partió en dos. Esto se debe a que todos nuestros pecados fueron eliminados y ya no se necesitaba recibir la remisión de los pecados en el Templo gracias a la muerte de Jesús en la Cruz. Esto significa que Jesús rompió el muro que separaba a Dios y a los hombres al salvarnos de todos los pecados de la humanidad con Su bautismo y sangre. Además, significa que Dios nos vistió con la justicia de Dios y nos hizo hijos Suyos. ¡Qué maravilloso es el Señor por hacer esta obra maravillosa y justa! Quiero que todo el mundo conozca la justicia que nuestro Señor cumplió, como dicen las Escrituras: «Verdaderamente este hombre era justo» (Lucas 23, 47).
Aunque no podemos comparar a nuestro Señor con los seres humanos, nuestro Señor es aún más justo que los bomberos que muestran un espíritu de sacrificio para entrar en un incendio y salvar a otras personas. Muchas personas derraman lágrimas por esos bomberos y participan en campañas para ayudar a su familia y los recuerdan con cariño. Celebran conciertos para recaudar fondo y hacen todo lo posible para que su sacrificio sea conocido por todo el mundo.
Sin embargo, no es nuestra misión hacer que esta gente sea conocida. Nuestra misión es hablarle a todo el mundo acerca del Señor y exaltarle y alabarle eternamente. Debemos predicar al mundo entero el amor y la salvación del Señor que nos ha salvado de nuestros pecados al eliminarlos, el Señor que no ejerció Su poder, sino que se rebajó y nos amó eternamente. Quiero que conozcamos al Señor después de vivir con fe. Nuestro tiempo en este mundo es efímero. Nuestro Señor vendrá en poco tiempo. ¿Lo saben?
Cuanto más precario es el mundo, más sabiduría debemos tener y debemos levantarnos contra Satanás, el Diablo, con fe. Cuando tengamos sentimientos negativos en nuestros corazones y Satanás nos ataque, debemos decirle: “Satanás, te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que te alejes de mí”. Solo entonces, Satanás no podrá oprimir nuestras almas. De lo contrario, Satanás oprimirá nuestras almas porque siempre nos mete miedo en nuestros corazones y amenaza a nuestras almas. Solo hay una manera de vencer todos los miedos a Satanás y el Diablo y los enemigos. Debemos decir: “En el nombre de Jesucristo, apártate de mí, Satanás, Diablo”. ¿Por qué? Porque Jesucristo ha vencido a Satanás y no puede hacer nada ante la presencia de Jesucristo. Por tanto, debemos ordenarle que se vaya en el nombre de Jesucristo.
Debemos vencer a Satanás, el Diablo, con el nombre de Jesucristo y dar a conocer el amor de Jesucristo a la gente del mundo venciendo al Diablo con la fe que cree en el Señor. Debemos predicar al mundo entero la salvación que el Señor nos ha dado al borrar todos los pecados porque amó al mundo. Debemos vivir por fe y presentarnos ante Dios con fe. Hasta entonces debemos aferrarnos a la justicia del Señor, alardear de la justicia del Señor, y esperar el Paraíso que el Señor nos ha prometido. Debemos regocijarnos, superar las tribulaciones y esperar el Reino de Dios con esperanza.
Como dicen las Escrituras: “Y ahora está la fe, la esperanza, el amor, y de estos tres el mayor es el amor”, nuestro Señor nos trata con amor y nos hace hijos de Dios. La consecuencia de este amor es la esperanza. Por tanto, debemos esperar el Reino de Dios con esperanza en nuestros corazones. Además, debemos predicar el Evangelio con esta fe mientras vivimos en este mundo. Dios ha borrado todos nuestros pecados para darnos Su Reino. Nos ha salvado. Por tanto, debemos esperar que el Reino de Dios venga con fe.
En el futuro cercano, conoceremos al Señor. Veremos con nuestros propios ojos todo lo que dicen las Escrituras. Veremos cómo Su Palabra se cumple porque es la Verdad. Ese día no está lejos.
Esto no significa que debamos quedarnos parados sin hacer nada, sino que debemos predicar el Evangelio aún más y equiparnos con fe, y debemos equiparnos con la Palabra y vivir con esperanza para entrar en el Reino del Señor. Mientras vemos como este mundo se viene abajo, no debemos deprimirnos y debemos dejar atrás nuestros pensamientos negativos diciendo: “En el nombre de Jesús, aléjate de mí, Satanás”. Debemos esperar el que el Señor nos dé el Reino de Dios con fe y esperar ese Reino que está lleno de justicia y amor y gozo. ¿Lo entienden?
Todos los que hemos nacido de nuevo a través del agua y el Espíritu con esta fe. Debemos encontrarnos con el Señor después de vivir con fe. Debemos aguantar un poco más. No tardará mucho. Por eso es más difícil. Pero de todas formas, debemos aguantar un poco más haciendo la obra del Evangelio. Debemos cumplir la misión de predicar el Evangelio con todas nuestras fuerzas. Deberíamos descansar y disfrutar, pero entonces no habría nadie para hacer esta obra. Hay muy pocas personas que quieran hacer esta obra. De hecho, no hay nadie en este mundo que quiera hacer la obra del Señor aparte de nosotros por mucho que busque, aunque mire en todo el mundo. Es cierto. No hay nadi en este mundo que quiere hacer la obra del Evangelio con nosotros.
El Señor nos ha dado la bendición más grande y nos ha confiado la obra más grande. Y tiene grandes esperanzas para nosotros y nos quiere dar el don más grande. Aunque nuestros hombres estén cargados, podemos hacerlo todo con fe si lo hacemos con el Señor. Aunque la obra de la justicia sea demasiado difícil, debemos dar gracias al Señor porque la esperanza de días maravillosos vendrá en el futuro.