(Apocalipsis 22:1-21)
Apocalipsis 22:6-21 nos muestra la esperanza del Cielo. El capítulo 22, el capítulo de la conclusión del Libro del Apocalipsis, trata acerca de la confirmación de la fidelidad de las profecías de la Escritura y la invitación de Dios a la Nueva Jerusalén. Este capítulo nos dice que la Nueva Jerusalén es un regalo de Dios dado a los santos que han nacido de nuevo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu.
Dios hizo que los santos nacidos de nuevo le alabaran a Él en la Casa de Dios. Por esto yo estoy profundamente agradecido con el Señor. Las palabras no pueden expresar cuan agradecidos estamos por permitirnos ser los santos que, creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido perdonados de todos nuestros pecados ante el Señor. ¿Quién sobre esta tierra recibirá una bendición mayor que la que hemos recibido? ¡No hay nadie!
El pasaje principal de hoy es el último capítulo de Apocalipsis. En el Libro de Génesis, vemos a Dios haciendo todos los planos para la humanidad, y en el Libro del Apocalipsis, vemos a nuestro Señor realizando todos estos planes. La Palabra del Apocalipsis puede describirse como el proceso de destrucción de este mundo para cumplir todas las obras de Dios para la humanidad de acuerdo a Su diseño. A través de la Palabra del Apocalipsis, podemos ver el Reino del Cielo anticipadamente cómo lo revela Dios.
La Forma de la Ciudad de Dios y Su Jardín
El capítulo 21 habla de la Ciudad de Dios. Los versículos 17-21 nos dicen: «Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisolito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio».
Esta Palabra del Apocalipsis describe la Nueva Jerusalén que Dios dará a Su pueblo nacido de nuevo. Esta Ciudad de Jerusalén en el Cielo, se nos dice, está construida con doce clases de piedras preciosas, con doce puertas hechas de perlas.
Entonces, el capítulo 22 de la naturaleza encontrada en el jardín de la Ciudad de Jerusalén. El versículo 1 dice: «Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero». En la Ciudad de Dios, un río de cristal fluye a través de su jardín, así como en un principio Dios hizo fluir cuatro ríos en el Jardín del Edén. Dios nos dice que este es el río que los justos disfrutarán en el futuro.
El pasaje principal también nos dice que el árbol de la vida está en este jardín; que da doce clase de frutos, dando sus frutos cada mes; y que sus hojas son para la sanidad de las naciones. Me parece a mí que la naturaleza del Cielo es tal que no solo sus frutos son comidos, sino también sus hojas, ya que las hojas tienen poder sanador.
¡Las Bendiciones Recibidas por los Justos!
La Biblia nos dice que en la Ciudad de Dios: «No habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes». Nos dice que aquellos de nosotros que hemos sido perdonados de nuestros pecados reinarán por siempre con Dios quién nos ha salvado.
Aquellos cuyos pecados han sido borrados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu mientras están en la tierra no solo recibirán la bendición de que todos sus pecados desaparezcan, sino que también serán los hijos propios de Dios, tendrán muchos ángeles sirviéndoles cuando vayan al Reino de Dios, y reinarán con el Señor por siempre. El pasaje nos dice que los justos recibirán de Dios bendiciones tales como el estar ante el río de la vida y comiendo del fruto de la vida, y que como parte de estas bendiciones no habrá más enfermedad.
También nos dice que no necesitarán ni la luz de esta tierra ni la del sol, ya que en el Reino glorioso de Dios vivirán por siempre con Dios, quién es en Sí Mismo su luz. Los hijos de Dios que han recibido la remisión de sus pecados a través del evangelio del agua y el Espíritu, en otras palabras, vivirán como Dios. Esta es la bendición recibida por los justos.
El Apóstol Juan, uno de los doce discípulos de Jesús quién escribió el Libro del Apocalipsis, también escribió el Evangelio de Juan y las tres Epístolas del Nuevo Testamento–Primera, Segunda y Tercera de Juan. Él fue exiliado a la Isla de Patmos ya que rehusó reconocer al emperador Romano como a un dios. Durante este exilio, Dios envió Su ángel a Juan y le mostró lo que había de suceder sobre esta tierra, revelándole la destrucción del mundo y el lugar en donde los santos eventualmente entrarán y vivirán.
Si fuésemos a describir el Libro del Génesis como los planos de la creación, podríamos describir el Libro del Apocalipsis como el plano miniatura completado. Durante 4,000 años, nuestro Señor le ha dicho a la humanidad que Él haría desaparecer todos sus pecados a través de Jesucristo. Y en la era del Nuevo Testamento, cuando llegó el tiempo, Dios cumplió todas Sus promesas, que Él enviaría a Jesús el Salvador a esta tierra, que Él haría que Jesús fuera bautizado por Juan, y que Él haría desaparecer los pecados del mundo a través de la sangre de Cristo sobre la Cruz.
Cuando la humanidad cayó en el engaño del Demonio y fue atrapado en su destrucción debido al pecado, nuestro Señor prometió que Él nos liberaría de los pecados. Entonces, Él envió a Jesucristo, hizo que Él se bautizara y derramara Su sangre, y por lo tanto salvará a la humanidad perfectamente de sus pecados.
A través de la Palabra del Apocalipsis, Dios ha grabado en detalle la clase de gloria que les espera a aquellos que han recibido la remisión de sus pecados, y por otro lado la clase de juicio que les espera a los pecadores. En otras palabras, Dios nos dice que existen muchos que terminarán en el infierno aunque han afirmado creer en Él fielmente (Mateo 7:21-23).
Nuestro Señor ha salvado a los pecadores de sus pecados, y Él nos ha dicho que no sellemos la Palabra de las bendiciones que Él ha preparado para los justos.
¿Quiénes son Injustos e Inmundos?
El versículo 11 afirma: «El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía». ¿Quiénes son los “injustos” aquí? Los injustos no son otros que aquellos que no creen en el amor del evangelio del agua y el Espíritu dado por el Señor. Debido a que la gente comete pecado todo el tiempo, deben creer en el evangelio del agua y el Espíritu que el Señor les ha dado a ellos y por lo tanto vivir sus vidas glorificando a Dios. Debido a que solo Dios es el Único que debe recibir la gloria de la humanidad, y debido a que Él es el Único que nos ha vestido con la gracia de Su salvación, debemos todos vivir una vida que de toda la gloria a Dios. Aquellos que desobedecen a Dios son inmundos, ya que ellos no siempre creen en Su Palabra.
En Mateo 7:23, nuestro Señor le dijo a los religiosos que profesan creer en Él solo de labios: «Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Nuestro Señor los llamó “hacedores de maldad». Los reprendió porque esta gente cree en Jesús solo a través de sus obras, en lugar de creer en el evangelio del agua y el Espíritu con todo su corazón. La maldad es pecado, y el no creer en la Palabra de Dios con el corazón. Por lo tanto, cuando la gente practica la maldad ante Dios, significa que no creen en el amor y en la salvación del agua y el Espíritu que Dios les ha dado. Maldad no es otra cosa que cambiar la Palabra de Dios al capricho personal y creerlo arbitrariamente de la manera que cada quien quiere.
Aquellos que verdaderamente creen en Jesús deben aceptar cualquier cosa que Dios ha establecido como es. Nosotros creemos en Jesús, pero de ninguna forma esto nos permite alterar el Plan de Dios y la culminación de Su salvación. El mensaje del pasaje principal es que Dios dará vida eterna a aquellos que creen en Su salvación como está por si misma, pero enviará al infierno a aquellos que hacen cambios a la Ley de Dios y creen de cualquier manera que les acomoda a sus propios intereses.
«El que es injusto, sea injusto todavía». Esto nos dice que tal gente, en su necedad, no cree en la salvación puesta por Dios. Ellos son los injustos. Y es por eso que los pecadores son siempre injustos.
El pasaje continua, «y el que es inmundo, sea inmundo todavía». Esto se refiere a aquellos que, aunque son pecadores, y a pesar del hecho de que Jesús ha hecho desaparecer sus pecados con el agua y el Espíritu, no tienen ninguna intención de limpiar sus pecados con fe. Como tal, Dios los dejara solos, tal como están, a esta gente sin fe, y entonces los juzgará. Al darle la gente conciencia, Dios ha hecho posible que ellos reconozcan claramente el pecado en sus corazones. Y sin embargo ellos aún así no tienen la intención de lavar los pecados de sus corazones, ni de conocer el evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos dice que Él dejará a esta gente tal como está.
Proverbios 30:12 dice: «Hay generación limpia en su propia opinión, Si bien no se ha limpiado de su inmundicia». Los Cristianos religiosos de la actualidad ni siquiera desean ser limpiados de sus pecados. Sin embargo, Jesús, quién es Dios Mismo, vino a esta tierra a salvar a los pecadores, lavó todos sus pecados tomando los pecados de la humanidad sobre Sí Mismo con Su bautismo todo de una sola vez, fue juzgado una sola vez por estos pecados siendo crucificado, y por lo tanto ciertamente ha salvado del pecado a aquellos de nosotros que creemos.
A quienquiera que sepa y crea en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu con el cual Jesucristo ha salvado a los pecadores, nuestro Señor ha permitido a esta persona ser perdonado de todos sus pecados, a pesar de la clase de pecador que él / ella puedan ser. Y sin embargo existe gente que no ha recibido esta remisión del pecado a través de la fe. Este es el tipo de gente que ha resuelto por si mismo ni siquiera tratar de que sus pecados sean limpiados. Dios permitirá que se queden como están.
Esto es para cumplir la justicia de Dios. Es para mostrar que Dios es el Dios de la justicia. Esta gente será arrojada en el fuego de azufre que arde por siempre. Entonces se darán cuenta quién realmente es el Dios de la justicia. Aunque confiesan a Jesús como su Salvador, no solo están engañando su propia conciencia, sino que además están profanando la conciencia de otros. Debido a que han rechazado el evangelios del agua y el Espíritu, Dios les pagará de acuerdo a lo que han hecho. Cuando el día llegue, Dios traerá Su ira a aquellos que merecen Su ira.
Dar a Todos de Acuerdo a Su Obra
Existen dos clases de personas en esta tierra: aquellos que han conocido al Señor y aquellos que no. Nuestro Señor pagará a todos de acuerdo a su trabajo.
Nadie puede ser justificado por sí mismo, sino que la justificación viene por Jesús. Él tomó todos los pecados de la humanidad sobre Sí Mismo con Su bautismo de una sola vez, cargó los pecados del mundo a la Cruz, y en la Cruz encaró todo el juicio del pecado que la misma humanidad debería encarar. La humanidad podría ser justa creyendo esta verdad. Aquellos que creen en esta verdad son aquellos que han conocido al Señor.
Dios pide a aquellos que están sin pecado, que conocen y creen en esta verdad, que prediquen el evangelio sobre esta tierra y guarden Su santa Palabra mientras viven. Dios dice: «y el que es santo, santifíquese todavía». Debemos guardar esta orden en nuestros corazones, defender nuestra santa fe y siempre predicar el evangelio perfecto. ¿Por qué? Porque mucha gente en este mundo permanece en la ignorancia de este evangelio verdadero y como resultado su fe está mal.
Existen aquellos sobre esta tierra que incondicionalmente apoyan la doctrina de la santificación incremental. Aunque nuestro Señor ya ha hecho desaparecer los pecados de la humanidad, esta gente aún ora por el perdón de sus pecados cotidianos, aun lo hacen ahora. Al ofrecer sus oraciones de arrepentimiento diariamente, ellos tratan de limpiar sus pecados, para santificarse incrementalemente para que finalmente lleguen a ser los justos que ya no cometen más pecados, y así ser iguales a Jesús. Pero Jesucristo, el Hijo de Dios, es el Rey, el Profeta y el Sumo Sacerdote.
Los verdaderos siervos de Dios no solamente realizan su tarea de asegurarse que todos estén verdaderamente perdonados del pecado, sino que además guían a todos a la verdad como colaboradores de Dios. Los siervos de Dios son los que, a través de la Palabra escrita, tienen el conocimiento exacto de las cosas que acontecerán.
Los versículos 12-13 dicen: «He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último». Nuestro Señor ciertamente es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Primero y el Último. Debemos creer en todo lo que el Señor nos ha hablado en temor.
Nuestro Señor recompensará a los santos con bendiciones que son mucho más grandes que sus obras, ya que Él es glorioso y misericordioso. Quién nos ha salvado de todos nuestros pecados, y, como nos dice la Palabra del Apocalipsis, el Dios de poder y justicia, quién completará Su obra de salvación. Y este cumplimiento de la salvación, la cual vendrá pronto, es el permitir a los santos la gloriosa entrada en la Ciudad de la Nueva Jerusalén, la generosa y suficiente recompensa de nuestro Señor para sus obras.
Bienaventurados Los Que Lavan Sus Ropas
Continuando con el versículo 14, el pasaje principal nos dice: «Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad». Existe mucha gente que afirma, basados en este versículo, que la salvación viene por las obras–en otras palabras, por guardar Sus mandamientos.
Pero de hecho, “lavar sus ropas” significa creer en y guardar toda la Palabra de Dios escrita con fe. El Apóstol Juan escribió: «Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado» (1 Juan 3.23). Así que, cuando creemos en el verdadero evangelio del agua y el Espíritu, y nos entregamos nosotros mismos a predicar el evangelio para salvar a todas las almas perdidas por todas partes del mundo, estamos cumpliendo Sus mandamientos en Su presencia.
La verdad es que todos los pecados que cometemos durante toda nuestra vida ya han sido borrados a través del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. Después de este bautismo, la sangre de nuestro Señor sobre la Cruz, Su resurrección y Su ascensión nos han hecho nacer de nuevo y nos ha permitido vivir una nueva vida en Su verdad.
Siempre que caemos en pecado después de haber nacido de nuevo, debemos regresar a la Palabra de verdad que nos ha limpiado de todos nuestros pecados; darnos cuenta que nuestras raíces son tales que no podemos evitar el pecar; y, regresando una vez más a la fe del Río Jordán en donde nuestro Señor tomó todas nuestras debilidades, limitaciones y pecados, bautízate con el bautismo de Jesús y muere junto con Cristo quién murió en la Cruz. Cuando hacemos eso, finalmente podemos ser libres de los pecados cometidos después de haber nacido de nuevo, y ser lavados con pulcritud. Sosteniéndonos de la justicia de Dios reafirmando nuestra salvación eterna de expiación y agradeciéndole a Él por Su salvación perfecta y permanente.
Jesús ya ha lavado todos los pecados del mundo. El problema se encuentra en nuestra conciencia. Aunque nuestro Señor ya se ha encargado de los pecados del mundo con Su bautismo. Debido a que nosotros los seres humanos no nos damos cuenta de que el Señor así limpió todos nuestros pecados con Su bautismo y crucifixión, nuestra conciencia permanece perturbada por los pecados. Por lo tanto, somos aptos para sentir que aún existe pecado en nosotros, cuando de hecho todo lo que tenemos que hacer es tan solo creer que todos nuestros pecados realmente han sido lavados a través del evangelio del agua y el Espíritu dado por Jesucristo.
¿Si nuestros corazones han sido lastimados por nuestros pecados, con cual verdad, entonces, podemos sanar las heridas de éstos pecados?
Estas heridas, también, pueden ser todas sanadas creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu –esto es, creyendo que nuestro Señor tomó todos los pecados del mundo sobre Sí Mismo siendo bautizado por Juan en el Río Jordán, y que Él hizo desaparecer todos estos pecados cargándolos hasta la Cruz del Calvario y derramando Su sangre sobre ella. En otras palabras, los pecados de nuestras obras que cometemos después de recibir la remisión del pecado también pueden ser lavados cuando confirmamos una vez más nuestra fe en el evangelio que dice que Jesucristo ya ha limpiado todos nuestros pecados, incluyendo estos pecados de nuestras obras.
Los pecados de este mundo fueron lavados todos de una sola vez cuando Jesucristo recibió Su bautizo y cuando fue crucificado. Como tal, ni los pecados del mundo ni los pecados personales que cometemos necesitan ser lavados dos o tres veces, como si debieran ser lavados continuamente. Si alguien enseña que la remisión del pecado se adquiere poco a poco, entonces el evangelio que él / ella está predicando es un evangelio falso.
Dios ha hecho desaparecer los pecados del mundo de una sola vez. Hebreos 9:27 nos dice: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio». Así como morimos una vez debido al pecado, es la voluntad de Dios que también recibamos la remisión del pecado una sola vez. Viniendo a esta tierra, Jesucristo tomó todos nuestros pecados sobre Sí Mismo una vez, murió una vez y fue juzgado en nuestro lugar, también, una sola vez. Él no hizo todas estas cosas varias veces.
Cuando recibimos la remisión del pecado creyendo en Jesucristo con nuestros corazones, entonces, es correcto que nosotros creamos todo de una sola vez y recibamos la remisión eterna de todos nuestros pecados. Debido a que los pecados que cometemos a partir de entonces lastiman nuestros corazones de vez en cuando, todo lo que tenemos que hacer es ir ante la Palabra de esta salvación, el que nuestro Señor ha lavado nuestros pecados de una sola vez, ha limpiado y sanado nuestros manchados corazones con fe: “Señor, yo estoy tan lleno de limitaciones. He cometido pecado de nuevo. Yo he sido incapaz de vivir una vida completa de acuerdo a Tu voluntad. Pero cuando Tú fuiste bautizado por Juan en el Río Jordán y derramaste Tú sangre sobre la Cruz, ¿acaso no te encargaste de estos pecados míos también? ¡Aleluya! ¡Yo te alabo a Ti, Señor!”
Con tal fe, podemos reconfirmar nuestra remisión del pecado una vez más y dar gracias a Dios siempre. Este último capítulo del Apocalipsis nos dice que al ir ante Jesucristo, quién es el árbol de vida, y creyendo que el Señor ha lavado ya todos los pecados del mundo. Aquellos que han recibido la remisión del pecado se han ganado el derecho de entrar al Reino de Dios, la Santa Ciudad, a través de su fe.
Quienquiera entrar a la ciudad de Dios debe creer que Jesucristo expió los pecados de la humanidad eternamente recibiendo Su bautismo de una sola vez y derramando Su sangre. Aunque todos realizamos muchos actos limitados, creyendo en el bautismo y en la sangre de Jesucristo nuestro Salvador, nuestra fe puede ser aprobada por Dios como legitima, y todos podemos ir ante el árbol de la vida.
Solo creyendo en el bautismo y en la sangre de Cristo podemos tener el derecho de beber el agua de vida que fluye en la ciudad de la Nueva Jerusalén y a los frutos del árbol de vida. Debido a que el requisito para entrar en el Cielo y la Tierra Nuevos, la cual no es permitido que se le quite por nadie, esto solo viene del evangelio del agua y el Espíritu, debemos defender nuestra fe y también predicarla a muchos más. De la misma manera, la frase “lavar sus ropas” significa para nosotros vencer al mundo por fe –esto es, creer en y guardar el evangelio del agua y el Espíritu, y entregarnos nosotros mismos a predicar el verdadero evangelio por todo el mundo.
En Mateo 22, Jesús nos dice “la parábola del banquete de bodas.” La conclusión de esta parábola es que aquellos que no tienen puestos sus vestidos de bodas deben ser arrojados a las tinieblas de afuera (Mateo 22:11-13). ¿Cómo podemos usar nuestros vestido de bodas para participar en el cena de bodas del Cordero, y cuales son estos vestidos de bodas? Los vestidos de bodas que nos permiten entrar en la cena de bodas del Cordero es la justicia de Dios dada a nosotros a través del evangelio del agua y el Espíritu. ¿Crees en el evangelio del agua y el Espíritu? Si es así, entonces tú estas maravillosamente vestido en Su justicia para que puedas entrar en el Cielo como una novia sin mancha para el Hijo.
Nosotros, los nacidos de nuevo, también cometemos pecado cada día. Sin embargo, solo los justos que han sido perdonados de sus pecados debido a sus vestidos de justicia por la fe. Debido a que aquellos cuyos pecados no han sido perdonados no califican para lavar sus pecados, nunca serán capaces de limpiarse por si mismos de sus pecados con sus oraciones de arrepentimiento diario. Hemos sido salvados de los pecados del mundo creyendo en el Señor, todo fue posible conociendo y creyendo que el Señor ha lavado todos nuestros pecados del mundo viniendo a este mundo, siendo bautizado y derramando Su sangre.
En otras palabras, podemos confirmar que nuestros pecados ya han sido lavados solo en Su evangelio verdadero. Aquellos que han recibido la remisión del pecado de parte del Señor, a través de la Palabra del agua y la sangre también pueden tener la convicción de su salvación de los pecados que cometen mientras continúan con sus vidas.
Se debe a que nuestro Señor ha hecho desaparecer nuestros pecados de una sola vez, también podemos lavar los pecados que cometemos con nuestros propios actos, creyendo en esta salvación de expiación eterna. Si no fuera este el caso, si nuestro Señor no hubiese lavado todos los pecados de una sola vez, en otras palabras, ¿cómo podríamos llegar a estar sin mancha?
¿Como podríamos alguna vez entrar en la Santa Ciudad del Cielo? ¿Cómo podríamos alguna vez ir ante Jesucristo, el árbol de la vida? Creyendo en nuestro Señor quién ha hecho desaparecer todos nuestros pecados, podemos entrar al Reino del Cielo como el pueblo limpio y sin mancha; y siempre que pequemos en nuestras vidas, al ir ante nuestro Señor y confirmar que Él ha desaparecido estos pecados, también, nosotros podemos ser libres de todos esos pecados. Es por eso que yo te digo que solo los nacidos de nuevo tienen el privilegio de ser perdonados de sus pecados diarios por fe.
El Rey David cometió grandes pecados ante Dios, aunque
era un siervo de Dios. Él cometió adulterio con una mujer casada, y mató a su esposo quién era un fiel servidor. Si embargo él alabó a Dios por Su misericordioso perdón de la siguiente manera:
«Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada,
y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de
iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño» (Salmo 32:1-2).
¿Quién es ante Dios él más bienaventurado en este mundo? Los bendecidos no son ni más ni menos que aquellos de nosotros que hemos nacido de nuevo; quiénes han sido salvados; y quiénes, siempre que el pecado es cometido en sus vidas, miran al hecho de que el Señor ha hecho desaparecer todos sus pecados, van al arroyo de vida cada día, y lavan sus manchados corazones diariamente. Esto es rumiar sobre nuestra liberación y confirmar la enorme gracia de la salvación del Señor.
Solo los justos han recibido la remisión del pecado, haciendo integras sus limitaciones. Sus hechos son completos, y también lo son sus corazones. Así, habiéndose convertido en justos sin mancha, entonces podemos entrar en el Reino que Dios ha preparado para nosotros, el Reino del Cielo. Si tan solo nosotros aceptáramos lo que Jesucristo, la puerta de la salvación y el árbol de la vida, ha hecho por nosotros, Su poder nos sería revelado, y por lo tanto recibiríamos la remisión del pecado y entraríamos al Cielo.
Aquellos Que Van Ante el Árbol de la Vida
La razón por la que algunos de nosotros que hemos recibido la remisión del pecado siempre vamos ante el Señor es para confirmar que nuestro Señor ha hecho desaparecer todos nuestros pecados, para rumiar sobre la gracia de la salvación una vez más, para recordarlo, y alabar a Dios por ello, para que seamos más que capaces de entrar a Su Reino. Es por eso que predicamos el evangelio.
Una cantidad innumerable de Cristianos, incapaces de encontrase con los siervos de Dios que pueden guiarlos enseñándoles la Biblia correctamente, están atorados en su malentendido de la Palabra y de sus creencias equivocadas. Aún ahora, existe gente que está preocupada por sus actos, ofreciendo oraciones de arrepentimiento cada mañana y todo la noche. ¿Por qué hacen estas cosas? Porque ellos creen que haciendo esto, sus pecados serán perdonados. Y ellos creen esto debido a que se les han enseñado doctrinas erróneas. Pero estos son actos injustos ante Dios. Tal gente es digna de lástima que no conoce la justicia de Dios ni Su amor incondicional.
La Biblia no es algo que pueda ser tomada con ligereza, como si pudiera ser interpretada de cualquier manera que uno quiera. Y sin embargo debido a que la gente la ha interpretado, enseñado y creído en ella basados en sus propios pensamientos hechos por hombres, el resultado ha sido como lo mencionado anteriormente–esto es, permanecen ignorantes de la justicia y el amor de Dios. Cada pasaje de la Biblia tiene el significado exacto, y esto puede ser interpretado correctamente solo por los profetas que han recibido la remisión de los pecados.
El ir ante el árbol de la vida es para que nosotros creamos en el Señor mientras estamos en esta vida, para recordar cada día que nuestro Señor ha hecho desaparecer nuestros pecados, para alabarlo y para predicar este evangelio. Nosotros, los nacidos de nuevo, también debemos recordar que Él tomó nuestros pecados sobre Sí Mismo, para confirmar esta verdad cada día, para adorarlo con el gozo de la gratitud y para ir ante nuestro Señor.
Sin embargo, no es una exageración decir que los Cristianos por todo el mundo han mal interpretado este pasaje y erróneamente creen que pueden entrar en el Reino de Dios lavando sus pecados diariamente a través de las oraciones de arrepentimiento. Pero esto no es lo que el pasaje quiere decir.
Después de recibir la remisión del pecado, nuestros corazones pueden permanecer en paz confirmando que nuestro Señor ha hecho desaparecer todos los pecados que cometamos con nuestros actos. Confirmando la remisión de TODO nuestro pecado, ya no estamos atados al pecado. Esta es la manera de ir ante el árbol de vida en el Cielo.
La Escritura se encuentra en una dimensión totalmente diferente de los pensamientos hechos por hombre. Como tal, primero debemos aprender y escuchar la verdad de los siervos de Dios nacidos de nuevo.
Aquellos que Están Fuera de la Ciudad
El versículo 15 dice: «Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira». Esta Palabra se refiere a todos aquellos de los tiempos finales que no ha nacido de nuevo. Es simplemente sorprendente que nuestro Señor describiera a esta gente con tanta precisión.
Una característica de los perros es que regurgitan –esto es, que vomitan lo que han comido, lo comen de nuevo, y luego vomitan de nuevo y entonces una vez más comen lo que han vomitado. Nuestro Señor dice aquí que estos “perros” no podrán entrar en la Ciudad.
Entonces, ¿a quién se refiere al decir ‘perros’? Existe gente que se lamenta, “Señor, soy un pecador; por favor lava mis pecados,” y luego alaban a Dios cantando, “¡Yo he sido perdonado, tú has sido perdonado, todos henos sido perdonados!” Pero al siguiente momento esta gente se lamenta una vez más, “Señor, yo soy un pecador; si Tú me perdonaras una vez más, nunca pecare de nuevo.” Entonces cantan de nuevo, “¡Yo he sido perdonado por la sangre del Calvario!”
Esta gente va para adelante y para atrás, tanto, que nadie está seguro si realmente fueron perdonados o no. No son otros que esta clase de gente los “perros” de los que habla la Biblia. Los perros ladran todos los días. Ladran en la mañana, ladran en la tarde y ladran al anochecer. Esta gente no ladra exactamente, pero se lamentan por ser pecadores, aunque han sido perdonados de sus pecados. Ellos se convierten en justos en un minuto, y al siguiente se convierten en pecadores.
De esta manera, son como los perros que vomitan lo que tienen dentro y lo comen de nuevo, y entonces lo vomitan de nuevo para comerlo una vez más. En concreto, la Biblia se refiere como a “perros” a Cristianos que aún tienen pecado en su corazón.” Estos perros nunca podrán entrar al Cielo, deben permanecer fuera de la Ciudad.
Siguiente, “¿quiénes son los hechiceros?” Estos son los que aprovechándose de las emociones de los inocentes que asisten a la iglesia, les roban su dinero con su hablar dulce, y los que engañan a la gente con señales falsas y milagros afirmando sanar sus enfermedades. Debido a que todos toman el nombre de Dios en vano, no pueden entrar en la Santa Ciudad.
También, los fornicarios, los asesinos, los idolatras y quienquiera que ame y practique la mentira no puede entrar en la Ciudad. Cuando lleguen los tiempos finales, los perros y los hechiceros engañarán a la gente y el Anticristo surgirá. El Anticristo quién engaña a mucha gente con señales y milagros falsos, roba sus almas, se opone a Dios y busca exaltarse a sí mismo más alto que Dios y ser adorado, y todos sus seguidores nunca serán capaz de entrar a la Ciudad.
Como tal, si caemos en el engaño de aquellos que afirman que aún tenemos pecado, o si caemos en el engaño de las señales y los milagros que agitan nuestras emociones, terminaremos afuera de la Ciudad junto con el Anticristo y con Satanás, lamentándonos y crujiendo nuestros dientes, así como nos advierte la Palabra.
Los versículos 16-17 dicen: «‘Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.’ Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente».
¿Has recibido la remisión del pecado gratuitamente? A través del Espíritu Santo y de la Iglesia de Dios, nuestro Señor nos ha dado el evangelio del agua y el Espíritu que nos permite beber el agua de vida. Quienquiera que tenga hambre de la justicia de Dios, quienquiera que tenga sed de la Palabra de verdad, y quienquiera que desesperadamente desee recibir la remisión del pecado–a todo esta gente, Dios ha ofrecido vestirlos en Su misericordia y ha extendido Su invitación a Su Palabra, el agua de vida de Su salvación. Recibir la remisión del pecado es el único camino para responder a esta invitación al Cielo y la Tierra Nuevos en donde fluye el agua de vida.
¡Amén, Ven Señor Jesús!
El versículo 19 dice: «Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro». Ante Dios, no podemos creer de cualquier manera que deseemos basar nuestros propios pensamientos. Está escrito en la Palabra de Dios, todo lo que podemos decir es “si,” ya que si alguien dice “no” a la Palabra, nuestro Señor lo quitará a él o a ella, diciendo, “Tú no eres Mi hijo.” No podemos ni agregar ni quitar de nada de la Palabra de Dios, pero debemos creer en ella como está escrita.
Tomándonos de los siervos de Dios y creyendo en lo que el Espíritu Santo habla a través de la Iglesia de Dios ya que de eso se trata la verdadera fe. Sin embargo, mucha gente que ha excluido el evangelio del agua y el Espíritu de su fe, aún permanecen con pecado en sus corazones. Aún cuando la Palabra les dice repetidamente que solo aquellos que están sin pecado pueden entrar a la Santa Ciudad de Dios, dejan fuera de su fe el bautismo de Jesús, y en vez de eso le agregan su insistencia con actos tales como el dar oraciones de arrepentimiento y ofrendas materiales.
Aquellos que creen en Jesús como su Salvador deben ser capaces de confesar con su fe que todos los pecados de la humanidad fueron pasados sobre Jesús a través del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista en el Río Jordán. Si tú omites el bautismo de Jesús esencialmente abandonas tu propia fe. En otras palabras, si tú no crees en el evangelio del agua y el Espíritu, aún la sangre de la Cruz carece de significado, y la resurrección de Cristo también es irrelevante para ti. Solo aquellos que creen que Dios ha hecho desaparecer todos sus pecados gratuitamente son relevantes a la resurrección de Jesús, y solo ellos pueden gritar la venida Señor Jesús, como lo hace el Apóstol Juan en el versículo 20.
El versículo 20 dice: «El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús». Solo los justos pueden decir esto. Nuestro Señor regresará pronto a esta tierra, de acuerdo a las oraciones de los santos. Solo los justos, que han recibido la perfecta remisión del pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, se regocijarán y esperarán ansiosamente la pronta venida de nuestro Señor. Esto se debe a que aquellos que están preparados para recibir al Señor son solo aquellos que están vestidos en el vestido del evangelio del agua y el Espíritu –esto es, aquellos que están sin pecado.
Nuestro Señor está esperando por el día en que Él responderá a la espera de los justos, el día en que Él venga a esta tierra. Él nos recompensará con el Reino del Milenio, y nos vestirá, a los que somos justos, con Su enorme bendición de entrar al Cielo y a la Tierra Nuevos en donde fluye el agua de vida, esta espera por nuestro Señor ya no tarda mucho. Como tal, todo lo que podemos decir es, “Amén; sí, ven, Señor Jesús.” Y, con fe y acción de gracias, diligentemente anhelamos el regreso del Señor.
Finalmente, el versículo 21 dice: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén». El Apóstol Juan terminó el Libro del Apocalipsis con su última oración de bendición al final, con su corazón en espera de que todos crean en Jesús, sean salvos y entren en la ciudad de Dios.
Mis amados santos, el que hayamos sido salvados por Dios significa que Él nos ha amado, nos ha liberado de todos nuestros pecados y nos ha hecho Su pueblo. Por lo tanto, simplemente es maravilloso y damos gracias a Dios que nos ha hecho justos para que podamos entrar en Su Reino.
Este es el centro de lo que nos habla la Biblia. Para hacernos vivir por siempre, Dios ha permitido que tú y yo nazcamos de nuevo escuchando este evangelio verdadero, y Él nos ha liberado de todos nuestros pecados y de todo juicio. Yo alabo y doy gracias a nuestro Señor por Su salvación.
Es tan afortunado que hayamos recibido con seguridad la remisión de nuestros pecados. Todos somos gente que ha sido bendecida grandemente por Dios. Y nosotros somos Sus profetas. Como tal, debemos extender el evangelio de la remisión del pecado a todas aquellas almas que están por oír el evangelio, y también predicarles a ellos la Palabra del Apocalipsis, el cumplimiento del evangelio.
Yo espero y oro para que todos crean en Jesús, quién es el Creador, el Salvador y el Juez, y, cuando el tiempo final llegue, de esta manera entren al santo lugar del Cielo y la Tierra Nuevos dado por el Señor. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con todos ustedes.
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