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Tema 21: Evangelio de Marcos

[Capítulo 11-3] Vivan por fe para complacer a Dios (Marcos 11, 11-14, 20-24)

Vivan por fe para complacer a Dios(Marcos 11, 11-14)
«Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos».
 
(Marcos 11, 20-24)
«Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá». 
 
 
Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Marcos 11, 20-24). Como dice este pasaje, Dios quiere que tengan fe en Él. Dios nos pide que tengamos fe en nuestros corazones. 
Dependiendo de si sus corazones tienen fe en Dios o no, seremos bendecidos por Dios o abandonados por Él. Si nuestros corazones tienen fe en Dios, no solo podemos ser salvados de nuestros pecados por Dios, sino que además seremos librados del Diablo, nuestros deseos se cumplirán, y recibiremos todas sus bendiciones. Dios nos pide que todo el mundo tenga fe en Él. La cuestión más crítica es tener fe en Dios. 
 
 

¿Por qué maldijo el Señor a la higuera?

 
Cuando nuestro Señor fue de Betania a Jerusalén, vio una higuera en la distancia, y tuvo hambre, por lo que fue a la higuera para tomar algunos higos. Pero cuando el Señor llegó allí el higo no tenía frutos. Está escrito aquí en la Biblia que el árbol no tenía frutos porque “no era la estación para los higos” (Marcos 11, 13). Pero a pesar de esto, nuestro Señor le dijo a este árbol: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti» (Marcos 11, 14). 
Probablemente no crean que nuestro Señor hubiese cometido un error aquí, o que no supiese si era la estación de los higos o no. Las higueras suelen dar fruto y ser cosechadas desde la mitad del verano hasta el final del otoño. Su fruto es muy nutritivo y sabroso. Las higueras son muy comunes en países como Japón e Israel, pero aquí en Corea no vemos muchas, ya que las consideramos árboles prohibidos y no nos gusta tenerlos en nuestros jardines. Las hojas de las higueras son muy grandes y anchas y tienen forma de mano grande. 
Volviendo al pasaje de las Escrituras de hoy, cuando nuestro Señor fue a la higuera, vio que no tenía fruto. El Señor maldijo a la higuera diciendo: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti» (Marcos 11, 14). Más adelante, quizás la mañana siguiente, los discípulos vieron que la higuera se había marchitado hasta las raíces. 
¿Qué tipo de corazón quiere Dios que tengamos? Quiere que nuestros corazones tengan fe en su justicia. Nuestros corazones deben tener fe en la justicia de Dios. Dios nos dijo que maldeciría a los que no tuviesen fe en su justicia, de la misma manera en que maldijo a la higuera en el pasaje de las Escrituras de hoy. El Señor nos ha salvado a través de la justicia de Dios, y nos está diciendo que maldecirá a los que se nieguen a creer en esta salvación. Esto significa que el estar bendecidos o maldecidos por Dios depende de si nuestros corazones tienen o no fe en la justicia de Dios. 
Estamos benditos por Dios cuando creemos en su justicia. Lo que debemos entender aquí es que es absolutamente indispensable para tener fe en que Jesús ha salvado a todo el mundo de los pecados al encarnarse en un hombre, cargar con los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, y derramar su sangre en la Cruz. Solo cuando tenemos esta fe podemos ser salvados y recibir la vida eterna. Solo al creer en este Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado podemos convertirnos en sus hijos. 
 
 

Ahora que hemos sido salvados de todos los pecados de este mundo, debemos vivir por fe

 
Dios quiere que creamos en su justicia y la prediquemos de todo corazón. Nuestro Señor dijo en Marcos 11, 22-24: «Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá». 
Orar a Dios es pedirle ayuda. Se trata de contarle nuestros deseos a Dios. Y como nuestro mayor deseo es vivir por el Señor, todos debemos orarle así: «Señor, quiero vivir una vida justa. Quiero vivir como tu testigo. Quiero trabajar por tu justicia y recibir tus bendiciones durante toda mi vida». Cuando le contamos nuestros deseos a Dios y le pedimos ayuda, Él nos escuchará y contestará todas nuestras oraciones. Dios se complace en contestar todas nuestras peticiones cuando creemos en Su justicia y la predicamos. 
Ahora que hemos sido salvados de nuestros pecados por fe, ¿cómo debemos vivir el resto de nuestras vidas? ¿Cómo debemos vivir nuestras vidas ahora que hemos sido librados de los pecados del mundo? La respuesta es simple y obvia: debemos vivir por fe. Para ello debemos escuchar la Palabra de Dios en su Iglesia, porque la Biblia dice: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10, 17). Por tanto es muy importante ir a la Iglesia de Dios y escuchar su Palabra. Solo entonces surge la fe en Dios. Aunque hemos sido salvados de nuestros pecados, no sabríamos qué hacer si no hubiésemos escuchado o entendido la justa Palabra de Dios. El Señor nos dijo: «Buscad primero el Reino y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura» (Mateo 6, 33). Por tanto, todos nosotros debemos buscar primero el Reino de Dios y su justicia. Y esta vida de fe se vive cuando oramos para que el Evangelio del agua y el Espíritu se predique por todo el mundo. 
¿De verdad quieren vivir con las bendiciones de Dios haciendo la obra del Evangelio que complace a Dios? Entonces deben orar primero por el Reino de Dios y su justicia. El Señor nos dijo claramente aquí: «Os digo que lo que pidáis en oración, creed que lo recibiréis, y lo tendréis» (Marcos 11, 24). El Señor les está diciendo que deben creer que recibiremos todo lo que pidamos cuando oremos. 
 
 

¿Qué quiere Dios de nosotros? 

 
Dios no quiere solo que pulamos nuestra apariencia exterior para que parezcamos piadosos y santos ante los demás. No quiere que vayamos a la iglesia por obligación, y no le importa qué puesto tengamos en la iglesia o en qué seminario nos hayamos graduado. Estas son cosas superficiales que no le importan. 
¿Entonces qué busca Dios? Dios mira si nuestros corazones tienen fe en su justicia o no. El Señor ha cumplido la obra de salvación con su agua y sangre para librarnos de todos nuestros pecados. Por tanto, la pregunta que debemos hacernos es si creemos que el Señor nos ha librado de nuestros pecados para siempre. Dicho de otra manera, el Señor nos está preguntando si hemos recibido la remisión de nuestros pecados y nos hemos convertido en justos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, el problema es que hay demasiados cristianos hoy en día que siguen teniendo pecados aunque digan creer en Jesús. Sus corazones siguen teniendo pecados. Y estos cristianos nominales no son los santos a los ojos de Dios, porque tienen pecados en sus corazones a pesar de profesar creer en Jesús. 
A Dios no le importa cuánto tiempo hayan sido cristianos, ni qué grande sea la iglesia a la que hayan ido en este mundo, o cuánto crean que han hecho la obra de Dios. Lo único que le importa a Dios es si han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la justicia de Dios, y si han vivido para predicar Su justicia. Esto se debe a que, si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no solo es imposible recibir la remisión de los pecados por muy piadosamente que hayan vivido, sino que además es imposible deshacerse de la mano de Satanás. Estas personas siempre serán pecadoras por mucho que vayan a la iglesia y por mucho que digan creer en Jesús. Estos cristianos nominales eran pecadores antes de creer en Jesús como su Salvador, y siguen siendo pecadores incluso después de creer en Jesús. Todo lo que les espera en el futuro son las maldiciones de Dios. 
Por tanto, si son cristianos así, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el verdadero Evangelio a través del que el Señor les ha salvado. Si creen en esta Palabra de salvación que Dios les ha dado en su corazón, se convertirán en hijos Suyos. Pero si, por otro lado, han creído en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón, se han convertido en personas justas. Todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos sin pecados. No importa si tienen conocimiento de la Biblia o no, porque si sus corazones tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, no tienen pecados. Nosotros somos este tipo de cristianos que creen que Jesús vino por el Evangelio del agua y el Espíritu para salvar a los pecadores de todos nuestros pecados. El señor no vino para salvar a los que se creen justos, sino a los pecadores, y nosotros creemos en esta salvación que constituye la justicia de nuestro Señor. 
La justicia del Señor es el hecho de que cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y fue condenado en la Cruz en nuestro lugar. De esta manera, del modo más adecuado, el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados. Aceptó todos los pecados de la raza humana al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de toda la humanidad, y derramó su sangre en la Cruz en nuestro lugar. Y se levantó de entre los muertos. El Señor está ahora sentado a la derecha del trono de Dios Padre. 
La cuestión para nosotros es si creemos o no de todo corazón que el Señor nos ha salvado de esta manera. Si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón, serán salvados, pero si no creen en este verdadero Evangelio de corazón, seguirán siendo pecadores para siempre. Por mucho que conozcan la Biblia o muy santos que pretendan ser, si no creen en Jesucristo, quien vino por el agua y la sangre, serán como la higuera sin fruto mencionada en el pasaje de las Escrituras de hoy que no tenía nada más que hojas abundantes. 
 
 

Jesús cargó con todos nuestros pecados a través del bautismo recibido de Juan el Bautista

 
Esta tarde he tenido la oportunidad de ver la película Ben-Hur en la televisión. Esta película describe el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, a través del cuerpo de la Virgen María en un cuerpo humano. Cuando Jesús nació, tres reyes magos del Este fueron a buscarlo guiados por su estrella, y le ofrecieron, oro, incienso y mirra. Los pastores que había en el campo también fueron a ver a Jesús e hicieron sonar sus trompetas para celebrar el nacimiento del Rey. 
El protagonista de esta película es un noble judío llamado Ben-Hur que vivió en tiempos de Jesús cuando Israel era una colonia del Imperio Romano. Ben-Hur tenía un amigo de la infancia llamado Messala, un ciudadano romano que vuelve a Israel como comandante de una brigada romana. Ben-Hur está contento de ver a su amigo y le invita a su casa para cenar. Pero la hermana de Ben-Hur está enamorada de Messala, quien la ve de una manera diferente ahora que es comandante. Aunque Messala ha perdido interés en la hermana de Ben-Hur, ella todavía le muestra afecto. 
Más adelante, mientras la familia de Ben-Hur está viendo el desfile de bienvenida para el gobernador romano desde el tejado, se cae una baldosa de la casa y asusta al caballo del gobernador que lo tira de su lomo. Ben-Hur es culpado por este accidente y es destinado a las galeras como esclavo mientras el resto de su familia va a la cárcel. Messala, su amigo, es el que lo manda a las galeras. Ben-Hur cree en Dios, mientras que su amigo cree en los dioses romanos, y este es el punto importante de la película. 
Mientras Ben-Hur está muriendo de sed de camino a las galeras, un joven se le acerca y le da agua. Este joven es Jesucristo. En aquel entonces Jesús estaba en este mundo. En otras palabras, el escritor de Ben-Hur centró su historia en tiempos de Jesús. Después de pasar tres años en las galeras como esclavo, Ben-Hur salva al comandante de la flota romana durante una batalla y este comandante lo adopta. Como resultado, Ben-Hur es librado de la esclavitud y vuelve a Judea, y al final de la película se venga de Messala al vencerle en una carrera de carros en la que Messala muere aplastado. 
Mientras tanto la madre y las hermanas de Ben-Hur contraen la lepra en la cárcel sucia y húmeda en la que estaban retenidas. Pero cuando ven a Jesús ser crucificado su lepra es sanada. Esto nos muestra que Jesús ha borrado todos los pecados de la raza humana al venir a este mundo, ser bautizado por Juan el Bautista cuando tenía 30 años, y morir en la Cruz a los 33. En la Biblia, la lepra representa los pecados. El que la madre y las hermanas de Ben-Hur fuesen curadas de la lepra en el momento en que Jesús murió, implica que sus pecados fueron redimidos a través de Su bautismo y su sangre derramada en la Cruz. 
Esta película está basada en la novela del mismo título escrita por Lewis Wallace, y que tiene como subtítulo “Una historia de Cristo.” Hay una historia interesante detrás de esta novela. Wallace intentó demostrar que Jesús era un mero producto de la imaginación de los seres humanos y decía que no era un personaje real y que los que creen en Él están equivocados. Para probar su idea, Wallace realizó muchas investigaciones, pero después de revisar todas las pruebas históricas y arqueológicas, no tuvo más remedio que arrodillarse y confesar: «Jesús, eres mi Salvador y mi Maestro». En vez de probar que Jesucristo era un personaje ficticio, Wallace escribió su novela Ben-Hur centrada en tiempos de Jesús para demostrar que Jesucristo borró todos los pecados de la humanidad, y que es el verdadero Salvador de la humanidad. Dicho de otra manera, a través de esta historia de un noble israelita durante la colonización romana, Wallace quiso contar la historia de Jesucristo y proclamarle Salvador de todos los pecadores. 
Mis queridos hermanos, Jesucristo es nuestro Salvador. Dios mismo vino a este mundo como nuestro Salvador. Jesucristo es Dios. El nombre de Jesús significa el Salvador, y el nombre de Cristo significa Rey de reyes. Esto significa que Dios mismo, el Rey de reyes y el Creador del universo, vino a este mundo encarnado en un hombre. El Rey de reyes y Dios mismo vino personalmente a este mundo como nuestro Salvador. Y nos ha salvado a través de su agua y sangre. ¿Cómo consiguió esto el Señor? Lo consiguió al ser bautizado a los 30 años, derramar su sangre en la Cruz, entregar su vida, y comprarnos con el precio de su propia sangre. 
Jesús borró todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Cargó con todos nuestros pecados para siempre a través de su bautismo, y los borró completamente. Por eso Jesús fue crucificado hasta morir. Cuando fue crucificado un soldado romano le perforó el costado con una lanza para comprobar si había muerto. Entonces de su costado salió una mezcla de agua y sangre (Juan 19, 34). Así la Biblia nos enseña con todo detalle que el Señor nos ha salvado a través de su agua y sangre. 
Jesús, el Hijo de Dios, vino a este mundo y nos salvó no solo con palabras, sino con acción, cargando con todos nuestros pecados con su bautismo. El Señor nos ha salvado al cargar con todos nuestros pecados a través de su bautismo. Y al cargar con todos los pecados de la humanidad, fue condenado en nuestro lugar para pagar el precio de todos nuestros pecados con su propia vida. La Biblia dice que como Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista y fue crucificado, pudo librarnos de todos nuestros pecados. Los que creen en esta Verdad son los que creen en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu completamente. Solo estas personas que creen en la Palabra de Dios completamente pueden ser libradas de los pecados del mundo. 
 
 

¿Tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones? 

 
¿De verdad creen en esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu? Dios quiere que todas las higueras den fruto. Dicho de otra manera, Dios quiere que tengan fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, su Palabra, en sus corazones. El Señor está preguntando si tienen pecados. ¿Tenemos pecados los verdaderos creyentes de su Palabra? No, no tenemos pecados. 
Entonces, ¿cómo nos ha salvado el Señor de nuestros pecados? Nos ha salvado al venir a este mundo, cargar con todos los pecados al ser bautizado por Juan el Bautista mediante la imposición de manos del Antiguo Testamento, y ser condenado a morir en la Cruz por nosotros. Solo al creer en esta Verdad nuestro corazón puede estar sin pecados. El no tener pecados es el fruto de la fe verdadera. Y esta fe es la que el Señor nos pide. El profeta Isaías dijo: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53, 5). Aunque Jesucristo nunca cometió ningún pecado, como cargó con todos nuestros pecados en el río Jordán a través de su bautismo, tuvo que morir en la Cruz. 
¿Cuál es la Verdad de salvación? El Evangelio que proclama que el Señor nos salvó a través de su agua, su sangre y el Espíritu. Al creer en este Evangelio de Verdad podemos llegar a la verdadera salvación. ¿Creen en esta Verdad con todo su corazón? La Biblia dice claramente: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos 10, 10). El que tengan esta verdadera fe o no depende de si creen o no en el Evangelio del agua y el Espíritu; y esta fe es lo que determina si reciben la salvación o la destrucción eterna. Su fe no debería ser como la de la higuera que no tenía nada más que hojas densas, sino que debe ser sincera. La cuestión es si tienen o no fe en el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones. Y podrán ser salvados solamente si creen en este Evangelio del agua y el Espíritu de corazón; de lo contrario no podrán alcanzar la salvación. 
Cuando mi corazón tiene problemas, busco la voluntad de Dios. Entonces me doy cuenta de que el Señor me está diciendo que predique el Evangelio del agua y el Espíritu a pesar de mis dificultades. Sin embargo no estoy predicando este Evangelio por mis propios esfuerzos, y la gente no recibe la remisión de los pecados por mi trabajo solamente. No debo pensar que estoy haciendo la obra de Dios gracias a la ayuda de otras personas. Por tanto, hay muchos trabajadores que me ayudan a predicar el Evangelio, pero Dios ha planeado dar la salvación a todo el mundo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, hemos estado predicando el Evangelio en todas partes, tanto en casa como en el extranjero, y creemos que gracias al plan de Dios hemos podido predicarlo hasta este momento. 
Ahora que hemos sido salvados de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, lo primero que hay que hacer ante Dios es unirse con su Iglesia por fe. Deben estar preparados para seguir a la Iglesia de Dios, aunque algunas de sus enseñanzas sean diferentes a las que conocían anteriormente. Esto requiere que se unan a la Iglesia de Dios. Y todos ustedes deben desear convertirse en obreros de la justicia ante Dios. Como han recibido la remisión de los pecados al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu, deben intentar convertirse en obreros que predican este verdadero Evangelio a los demás. 
 
 

¿Cómo deben vivir los santos salvados? 

 
Ahora que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo debemos vivir? Aunque hemos sido salvados de los pecados y no tenemos pecados, todavía nos preocupamos de cómo vivir en este mundo. Cuando teníamos pecados, solíamos confesarlos ante Dios para que nos perdonase, pero ahora que no tenemos más pecados, no necesitamos ofrecer oraciones de penitencia. Así que la única preocupación que debemos tener es cómo vivir en el mundo. Sin embargo, antes de preocuparnos por esto, debemos buscar el Reino de Dios y su justicia. Por fe debemos hacer todo lo que le complace a Dios. 
¿Qué le complace a Dios? Dios se complace cuando servimos al Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cómo debemos servir al Evangelio del agua y el Espíritu? Para servir a este Evangelio primero debemos unir nuestros corazones con la Iglesia de Dios y unir nuestros esfuerzos. Hasta ahora seguramente habrán ofrecido oraciones de penitencia todos los días intentando ser salvados de sus pecados en vano, pero de ahora en adelante deben vivir confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu y haciendo la obra de Dios en sus vidas. Esta es la vida que toda persona justa debe vivir. Nuestro Señor ha vencido al mundo. Ha vencido al Diablo. Por tanto, nosotros también podemos vencer al Diablo si creemos en la justicia del Señor. El Diablo no puede vencernos. Mientras creamos en la justicia de Dios, Satanás no puede obrar en nuestras vidas. Aunque Satanás intente asustarnos y amenazarnos, siempre podemos levantarnos contra Él por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y reprenderle diciendo: «Satanás, te ordeno en el nombre de Jesucristo que te alejes de mí». 
El Señor dijo: «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho» (Santiago 5, 16). Cuando los que creemos en la justicia de Dios oramos sin cesar, podemos ver como toda la obra de Dios se cumple ante nuestros ojos gracias a nuestra fe. ¿Cómo quieren vivir? Estoy seguro de que quieren vivir para complacer a Dios. ¿Quieren vivir para la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Quieren dedicar toda su vida para predicar el Evangelio? Si es así, deben mantener su fe a toda costa. 
Todos nosotros debemos defender la fe que complace al Señor. Y debemos orar por fe, pidiendo al Señor que nos permita vivir una buena vida aunque no lo merezcamos. Dios nos dará todo lo que le pidamos siempre que le parezca bien. Dios contestará todas nuestras oraciones si creemos que su voluntad es buena. La Palabra de Dios dice que si tenemos fe como la semilla de mostaza, si le decimos a una montaña que se aparte y se tire al mar, lo hará. 
¿Y ustedes? ¿Tienen esta fe tan pequeña como la semilla de mostaza en su corazón como Dios quiere? Nuestro Señor dijo que si tenemos esta fe tan pequeña como una semilla de mostaza, podremos mover montañas. Una semilla de mostaza es tan pequeña que a penas se puede ver y puede volarse fácilmente con el viento. Es así de pequeña. Sin embargo, aunque nuestra fe sea así de pequeña, Dios contestará todas nuestras peticiones siempre y cuando oremos según su voluntad en vez de nuestra voluntad. 
Aunque mi fe no sea perfecta, creo en la justicia del Señor. Y estoy seguro de que ustedes también creen en la justicia del Señor. Por tanto, aunque no lo demostremos con demasiadas emociones, si oramos a Dios de todo corazón por una buena causa, Dios contestará nuestras oraciones y cumplirá todos nuestros sueños. Esta es la fe indispensable para todos los santos. Como hemos sido salvados por fe, de ahora en adelante debemos vivir por fe para complacer a Dios. Todos debemos vivir para complacer a Dios, orar a Dios para que nos bendiga para vivir así, y creer que Dios nos ayudará a vivir así. Debemos confiar en Dios y esperar su ayuda por fe. ¿Creen en Dios? Si es así, tengan un sueño que le complazca en sus corazones. Hacer la obra de la voluntad de Dios no se hace dependiendo de nuestras circunstancias, sino que se hace por fe. 
La Biblia dice que la fe es la sustancia de las cosas que se esperan (Hebreos 11, 1). Esto significa que si tienen esperanza en sus corazones, deben pedirle a Dios lo que quieran en oración y esperar pacientemente por fe, y entonces Dios hará lo que le hayan pedido. 
¿Qué tipo de esperanza tenemos? Todos debemos tener una esperanza justa ante Dios. Quien haya sido salvado debe tener un sueño que merezca la pena ante Dios. José era un soñador. Un día José vio en un sueño diez ramas de trigo levantadas y postrándose ante su rama. Entonces les contó este sueño a su padre y sus hermanos. Sus hermanos se ofendieron y se preguntaron si creía que ellos se tendrían que arrodillar ante él cuando en realidad era más joven que los demás. Entonces vendieron a José a unos mercaderes viajantes sin decírselo a su padre. 
¿Pero qué pasó con el sueño de José? ¿Se hizo realidad? Se hizo realidad al final y se convirtió en el gobernador de la tierra de Egipto. Cuando hubo una hambruna grave en Egipto y en las zonas vecinas, los hermanos de José fueron a Egipto a comprar grano y se arrodillaron ante él porque era el gobernador de Egipto. Su sueño se hizo realidad. 
Como José, todas las personas salvadas deberían tener un buen sueño. Cuando nací de nuevo solía soñar con predicar el Evangelio por todo el mundo. Antes de nacer de nuevo, creía solamente en la sangre derramada en la Cruz y por tanto seguía siendo un pecador. Sin embargo, conocí el Evangelio del agua y el Espíritu a través de la Palabra de Dios escrita y creí en él con todo mi corazón. Después de nacer de nuevo, lo primero que le pedí a Dios en mis oraciones fue que me permitiera predicar su Evangelio. Así que le dije a Dios en mis oraciones: «Señor, la gente de todo el mundo no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu verdadero. Dame fuerzas y abre el camino para poder predicar el Evangelio por todo el mundo». 
¿Cómo podría haber orado así si no hubiera sido salvado? ¿Qué fe y qué poder tenía entonces? Pero tenía tanta ambición por el Señor que, en cuanto fui salvado, lo primero que hice fue pedirle a Dios que me permitiese predicar su Evangelio por todo el mundo. Y Dios ha cumplido mi sueño. 
¿Y ustedes? ¿Cuál fue la primera esperanza que surgió cuando fueron salvados de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Quisieron hacer la obra de Dios, recibir sus bendiciones y vivir por una buena causa? ¿O quisieron vivir una vida cómoda para satisfacer su propia carne? ¿Cuál es el sueño de sus corazones? 
Deben tener un sueño bello y bueno, aunque crean que es imposible en sus circunstancias actuales. Deben creer en Dios de la manera adecuada. Deben tener esperanza ante Dios. Quien no tiene sueños es un hombre muerto. Todas las personas salvadas deben confiar en Dios y buscar la ayuda de Dios, en vez de mirar sus propias circunstancias. Deberían pedirle a Dios que cumpla sus sueños, orando: «Señor, soy un hombre justo porque creo en Ti. Bendíceme, Señor, para que sirva al Evangelio del agua y el Espíritu con todo mi corazón». Entonces serán bendecidos en cuerpo y espíritu. 
¿Qué tipo de obra quieren hacer durante el resto de sus vidas? ¿Quieren vivir para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu? No digan que van a predicar el Evangelio solo si se lo permiten sus circunstancias. Díganle a Dios cómo quieren vivir el resto de sus vidas. Y oren a Dios para que les ayude a vivir el tipo de vida que quieren vivir. Por tanto, crean que Dios les contestará sin falta. Esta es la verdadera fe. 
La fe de la que habló nuestro Señor en el pasaje de las Escrituras de hoy es esta fe. Nuestro Señor quiere que todos tengamos este tipo de fe dentro de nuestros corazones. Si vamos a la iglesia como si fuese una tradición y oramos a Dios para que nos dé prosperidad material, entonces seremos como la higuera que solo tenía hojas pero no fruto, y nuestra fe estará muerta. Los que van a la iglesia y tienen pecados morirán; de hecho si van a la iglesia sin recibir la remisión de los pecados, se arruinarán. Incluso podrán llegar a estar poseídos por un demonio si van a la iglesia sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
 
 

Satanás, nuestro enemigo

 
Me gustaría compartir mi testimonio personal sobre cómo estuve poseído por un demonio. En el pasado, cuando no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu, estaba poseído por un demonio. Este demonio solía susurrar en mi oído y acusarme de mis pecados sin cesar. No me gustaba nada esto, pero no podía escapar del demonio. Me seguía a todas partes y me atormentaba con acusaciones una y otra vez. Incluso cuando le decía que me dejase, no me dejaba. Este demonio me condenaba cada vez que cometía errores por culpa de mi debilidad. Al final mi condición me deterioró tanto que me cansé de todo, tenía miedo de encontrarme con cualquier persona, y no podía orarle a Dios cuando lo intentaba. Mi vida era miserable. El demonio intentó hacer que me suicidase. Susurró en mis oídos que sería mejor que me suicidase en vez de vivir una vida tan miserable. 
Nadie conoce mis pecados ni mis debilidades, ni siquiera las personas que están más cercanas a mí. ¿Quién las conoce entonces? Yo las conozco bien, y el Diablo también las conoce bien. Así que el Diablo me llevó loco acusándome de mis pecados. Cuando escuché el Evangelio del agua y el Espíritu, el Diablo me siguió visitando y atormentándome. Un día decidí luchar con él. Me decidí a luchar contra el Diablo sin importarme lo que me pasara. Antes solía aceptar lo que Satanás decía cuando me acusaba. Cuando el Diablo me lanzaba alguna acusación, yo la solía aceptar, pero un día me negué a aceptarlas. Aunque no podía ver a Satanás con mis ojos, me estaba volviendo loco en mi mente. Así que me subí a una montaña cercana decidido a luchar contra Satanás de una vez. Así que allí le dije al Diablo: «Hoy voy a oponerme a ti para siempre. Si pierdo me tiraré por este acantilado, pero si tu pierdes me tendrás que dejar para siempre. Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con mis pecados y derramó su sangre en la Cruz por mí. Fue condenado y murió por mis pecados. Por tanto no tengo pecados. Así que te ordeno que te alejes de mí en el nombre del Señor Jesucristo». 
En ese momento el Diablo se rindió y me dejó. Creí en la Palabra del Señor que decía que ha borrado mis pecados con su sangre y agua. Por tanto había recibido la remisión de mis pecados. Cuando creí en esta Palabra ningún diablo podía hacerme nada. Ya no quedaban pecados en mi corazón. ¿Quién podía entrar en este corazón sin pecados? 
El Espíritu Santo había entrado en mi corazón y vivía en él. Y el Espíritu Santo siempre da testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu, diciendo: «Sí, estás sin pecados. Jesús fue bautizado por ti. Fue crucificado hasta morir y condenado por ti. Todos tus pecados fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado y por tanto ya no tienes pecados». Por eso el Espíritu Santo dentro de mi corazón da testimonio del Evangelio testificando que mi fe es correcta. 
Cuando nacen de nuevo les da dolor de cabeza escuchar sermones predicados por personas que no han nacido de nuevo. Si lo hacen caerán en la confusión una vez más. Aunque Satanás ya no puede entrar en sus corazones, aún puede atormentarnos desde fuera. Por eso la Iglesia de Dios es indispensable para ustedes, ya que la fe puede salir de la Iglesia de Dios cuando escuchan la verdadera Palabra de Dios, y pueden levantarse contra Satanás para vencerle de una vez. El Diablo ya no puede entrar en nosotros. Aunque hemos nacido de nuevo Satanás todavía puede llevarnos a los falsos profetas para que no podamos alimentarnos de la verdadera Palabra de Dios. El Diablo puede hacernos esto. Aunque no nos puede llevar al infierno, puede sacarnos de la Iglesia y causarnos muchos problemas y sufrimiento. 
Esta es la razón por la que debemos vivir en la Iglesia de Dios, donde los nacidos de nuevo de Dios se reúnen para adorarle. En esta Iglesia de Dios todo líder, todo pastor, todo evangelista y santo ha nacido de nuevo. Cuando una persona que no ha nacido de nuevo entra en la Iglesia, el Evangelio del agua y el Espíritu se le predica a esta persona para que nazca de nuevo. La Iglesia de Dios es absolutamente indispensable para los que han nacido de nuevo. Deben predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a sus familiares y orar a Dios para que los salve. Entonces Dios obrará en ustedes. Todo lo que tienen que hacer es predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Mis queridos hermanos, ahora que han nacido de nuevo al creer en la Palabra, si viven en la Iglesia de Dios y escuchan su Palabra detenidamente, su fe crecerá y no solo serán liberados de la opresión de Satanás, sino que además recibirán las bendiciones de Dios. Cuando su alma crezca en la Palabra de Dios y en su santa Iglesia, ofrecerán su vida entera al Evangelio de Dios, recibirán bendiciones abundantes de Dios y serán librados del yugo del Diablo. 
Sin embargo, si siguen sentándose en una iglesia cuyos miembros no han nacido de nuevo después de haber sido salvados, leen libros escritos por autores que no han nacido de nuevo, o escuchan sermones predicados por falsos profetas, caerán en la confusión de nuevo y tendrán muchos problemas. Sus mentes se confundirán, de la misma manera en que la tierra estaba vacía y sin forma, y las tinieblas cubrían el abismo antes de que Dios creara la luz en este universo (Génesis 1, 2). No podrán distinguir la Verdad de las mentiras. 
¿Han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿De verdad creen en este Evangelio? Si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, todos debemos tener un sueño bello a los ojos de Dios y pedirle que nos ayude a vivir con justicia. Y debemos creer sin falta que Dios contestará nuestras oraciones y peticiones. Si creemos en Dios todo lo que le pidamos se hará realidad. No todas nuestras oraciones serán contestadas enseguida, pero si esperamos pacientemente Dios contestará nuestras oraciones a su tiempo. Si tenemos un sueño bueno en nuestros corazones y oramos a Dios para que cumpla este sueño confiando que lo hará, Dios contestará nuestras oraciones a su debido tiempo. Quizás tardará un mes, varios meses, o incluso un año, pero Dios nos contestará. Así es como Dios obra en nuestras vidas. 
Muchos falsos profetas que no han nacido de nuevo dicen que si ofrecen mucho dinero a Dios serán bendecidos y serán ricos. Pero esto es mentira. Si no creen en Dios de corazón, no tendrán nada que ver con Dios. Deben creer en Dios de todo corazón. 
¿Cómo deben creer en Dios entonces? ¿De verdad creen de todo corazón que Jesucristo es el Salvador que les ha librado a través de su agua y sangre? Cuando creemos en este Salvador de todo corazón, Dios viene a nosotros y nos pide que demos el fruto de la salvación, de la misma manera en que Jesús fue a la higuera para tomar frutos. Entonces podemos mostrarle nuestra fe diciendo: «Aquí está, Señor. Conozco Tu Palabra y creo en ella de todo corazón. Aquí está mi fe». El Señor nos dirá entonces: «Veo que tu fe te ha salvado, pero ¿tienes fe en que contestaré todas tus oraciones?». Entonces le podemos decir: «Sí, Señor, tengo esta fe aunque sea tan pequeña como una semilla de mostaza». Podemos ofrecerle esta fe al Señor como nuestro fruto. 
Una higuera no da un solo fruto, sino que cada rama da frutos. Pero, al contrario que muchos otros árboles frutales que dan fruto después de florecer, la higuera da fruto directamente del capullo antes de florecer, de hecho, aunque los higos parecen frutos, en realidad son un sépalo que lleva flores pequeñas dentro. Podemos ver pequeñas semillas cuando los higos maduran y los partimos por la mitad. Así que cuando comemos higos en realidad estamos comiendo un sépalo con semillas. 
Detrás de nuestra iglesia solía haber una higuera. Si le quitábamos una rama y la plantábamos en nuestro jardín, echaba raíces y salía un árbol nuevo. Es así de fácil plantar una higuera; todo lo que tienen que hacer es tomar una rama y plantarla en el suelo y así saldrá una higuera. Los higos son sabrosos y dulces y crecen bien incluso hasta finales del otoño, de manera que se pueden recoger higos una y otra vez del mismo árbol. Estoy intentando enseñarles una lección y es que necesitan renovar su fe continuamente. Deberían tener nueva esperanza en su corazón cada día, mostrarle esta esperanza a Dios, pedirle ayuda y creer que Dios contestará sus oraciones para cumplir esta esperanza. Y deben siempre mantener esta fe. 
Veremos como nuestros sueños se hacen realidad gracias a Dios. Todos seremos bendecidos. Esto es de lo que se trata la vida de fe. Aunque hayan nacido de nuevo, no piensen que este es el final de su viaje buscando la verdad. Después de todo, deben tener un sueño en sus corazones. Estoy seguro que todos tienen un sueño, ya sea material o espiritual, y estoy seguro de que todos quieren vivir una vida justa y recibir muchas bendiciones de Dios. Cuéntenle estos sueños a Dios. Oren a Dios y pídanle ayuda. Crean que Dios cumplirá sus sueños y vivan su fe unidos con la Iglesia. Dios les dará todo lo que necesiten en abundancia su debido tiempo. 
Hoy tenemos aquí muchas personas diferentes y les pido que tengan un sueño. Dios se complace cuando nuestros corazones tienen fe en Él. Por eso debemos confiar en Él, orarle y creer que esta oración será contestada. Cuando tenemos esta fe inamovible Dios nos contestará sin falta, ya que le complace contestar nuestras oraciones por nuestra fe. ¿Creen en esto? Yo también creo. 
¿Cómo quieren vivir el resto de sus vidas? ¿Quieren servir a Dios en sus vidas como obreros justos? Si es así, de ahora en adelante no deben vivir para servir al Diablo o a las personas de este mundo, sino que deben desear servir a Dios, predicar su Evangelio y recibir sus bendiciones en cuerpo y espíritu como siervos Suyos. ¿Quieren vivir así? Si sus corazones desean tener este tipo de vida Dios les bendecirá para que puedan vivir así. 
Oren a Dios y cuéntenle lo que quieren, porque así se cumplirán sus sueños y esperanzas. Tomen todos sus deseos y oren. Así podrán vivir el tipo de vida que quieren vivir por fe. 
¡Aleluya! ¡Alabado sea Dios!