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Sermoni

Tema 9: Romanos

[Capítulo7-2] La Clave de la Fe de Pablo: Unido con Cristo después de haber muerto al pecado (Romanos 7:1-4)

(Romanos 7:1-4)
“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que este vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras este vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varon, será llamada adultera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.”
 

¿Alguna vez has visto un paquete de hilo hecho bolas? Si intentas entender este capitulo sin conocer la verdad del bautismo de Jesús, en el cual creía el apóstol Pablo, tu fe solo quedará en un estado de mayor confusión que antes.
Pablo dice en este capitulo que todos son expresamente pecaminosos ante la ley de Dios, uno puede ir a Jesucristo y nacer de nuevo después de tener una muerte espiritual.
 


La verdad que Pablo llegó a entender


Romanos 7:7 afirma, “¿Qué diremos,pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera.Pero yo no conocí el pecado sino por la ley.” Pablo continua, “por que tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: ‘No codiciaras.’” Más aún, agrega, “Mas el pecado, tomando ocacion por el mandamiento, produjo en mí toda codicia.” Pablo entendió que él había estado violando todos los 613 mandamientos de Dios. En otras palabras, él no era más que una masa de pecado, que no haría otra cosa que cometer pecado, ya que era descendiente del primer hombre Adán, fue traído en iniquidad y fue concebido en pecado por su madre.
Todos los que nacen en este mundo pecan, comenzando desde su nacimiento hasta el día en que mueren. Por lo tanto, son incapaces de guardar los mandamientos de Dios. ¿Cómo pueden estas masas de pecado guardar todos los 613 mandamientos y la ley de Dios? Solo cuando admitimos que somos pecadores ante la ley de Dios podemos ir a Jesucristo, la justicia de Dios, y llegar al entendimiento de que finalmente podemos ser liberados del pecado a través de Cristo Jesús. Jesucristo llego a ser la justicia de Dios. Él nos trajo esta justicia de Dios a través de su bautismo por Juan y su sangre en la cruz. Por lo tanto, todos debemos conocer y creer en la justicia de Dios. La razón por la cual debemos creer en Jesús es porque esta justicia de Dios se encuentra en él.
¿Conoces y crees en la justicia de Dios? La justicia de Dios es el secreto que esta escondido en el evangelio del agua y el Espíritu. Este secreto esta totalmente contendido en el bautismo que Jesús recibió de Juan en el río Jordán. ¿Quieres conocer este secreto? Si quieres creer esta verdad, obtendrás esta justicia de Dios a través de tu fe.
Antes de que llegáramos a conocer la ley de Dios y los mandamientos, parecía que no éramos pecadores, aunque habíamos cometido pecados diariamente. Pero, después que comenzamos a ir a la iglesia, llegamos a entender que de hecho éramos grandes pecadores, y que alcanzaríamos una muerte espiritual debido a los pecados revelados en nosotros. Así, para guiar almas a Jesucristo, el apóstol Pablo recordó sus días pasados cuando creía falsamente, habiendo malinterpretado la ley de Dios y sus mandamientos.
Aquí hay un ejemplo que te ayudará a entender el papel de la ley de Dios. Estoy sosteniendo la Biblia ahora mismo. Si escondo algo de gran importancia entre las hojas de esta Biblia diciendo, “Nunca trates de buscar en este libro lo que esta escondido en él,” y después dejarla aquí sobre la mesa por un rato, ¿como reaccionarias? En el momento en el que escuches mis palabras, sentirás el deseo de encontrar lo que esta escondido en esa Biblia y como resultado de esta curiosidad, violaras mi instrucción. En el mismo instante en que te preguntes que puede haber escondido en esa Biblia, no tendrás otra opción que averiguarlo. Pero, si yo no te hubiera prohibido mirar dentro de la Biblia, nunca habrías sentido la tentación. De la misma manera, cuando Dios nos ordeno, los pecados que han estado latentes en nosotros se manifestarán de acuerdo a las circunstancias.
La ley que Dios ha dado a la humanidad tiene el papel de revelar el pecado en el corazón de la gente. Él no nos los dio para que los guardáramos y los siguiéramos; en lugar, la ley fue dada a nosotros para revelar nuestros pecados y así hacernos pecadores. Todos moriremos si no vamos a Jesucristo y creemos en la justicia de Dios que es encontrada en el bautismo que Jesús recibió de Juan y en la sangre que él derramó sobre la cruz. Debemos tener en mente que el papel de la ley es traernos a Cristo y ayudarnos a creer en la justicia de Dios a través de él.
Es por eso que el apóstol Pablo testifico, “Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto” (Romanos 7:8). A través de la ley de Dios, el apóstol Pablo nos mostró lo que son los fundamentos básicos del pecado. Él confesó que en estos fundamentos había sido un pecador, pero que llegó a tener vida eterna creyendo en la justicia de Dios dada por Jesucristo.
 

Lamento y Fe de Pablo

Pablo dijo esto, “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” (Romanos 7:24).
Pablo reconoció el hecho de que aunque él, quien poseía la justicia de Dios, continuaba pecando, y que como tal, la justicia de Dios era aún más urgentemente necesitada, no solo para él, sino también para el resto de la humanidad.
Debemos obtener la justicia de Dios, conociendo correctamente los secretos escondidos en el bautismo que Jesús recibió y creyendo en ello. Tú y yo debemos conocer y creer en la justicia de Dios encontrada en el bautismo de Cristo y su sangre sobre la cruz. Solo entonces nuestra alma y carne, que no tienen otra opción que pecar, serán liberadas de nuestros pecados. No debemos olvidar el hecho de que el bautismo de Cristo y su sangre sobre la cruz completaron la justicia de Dios.
Aquellos que no conocen la justicia de Dios solo pueden permanecer como pecadores al final, no importa lo duro que traten de guardar su ley. Debemos entender que la ley de Dios no nos fue dada para guardarla. Pero los legalistas no se dan cuenta que el secreto de la redención descansa en el “bautismo” que Jesús recibió, junto con su sangre sobre la cruz. Como resultado de esto, malinterpretaron la ley de Dios, pensando que les fue dada para obedecerla y continúan viviendo en confusión. Pero nosotros debemos reconocer nuestros pecados a través de la ley y vivir por nuestra fe en la justicia de Dios. No debemos ponernos en contra de esta justicia de Dios y perseguir nuestra propia justicia. En su lugar, debemos creer en la justicia de Dios cumplida por el bautismo de Cristo y su sangre sobre la cruz. Lo necesitamos, en otras palabras, aprendamos a dar gracias a nuestro Señor, quien ha cumplido la justicia de Dios.
Es por eso que Pablo, mirando a su propia carne, inicialmente clamó, “¡Miserable de mí!,” pero dio gracias a Dios a través de Jesucristo. La razón por la que Pablo hizo esta confesión fue porque entre más pecó, el bautismo de Jesús y su sangre completó la justicia de Dios de una manera total. Nosotros, también, somos capaces de gritar de júbilo y victoria, ya que hemos sido salvados por nuestra fe en Jesucristo, aún cuando nosotros también vivimos vidas difíciles entre la ley de la carne y la de la justicia de Dios. La fe que Pablo tenía era una que creía en el bautismo de Jesucristo y en su sangre sobre la cruz. Así es como Pablo llego a habitar en su fe en la justicia de Dios, y creyendo en esta justicia de Dios, él pudo llegar a ser uno que ofrecía alabanzas a él.
En Romanos capitulo 7, Pablo habla acerca de su miserable estado en los tiempos anteriores, en contraste con su posterior fe victoriosa en la justicia de Dios. La victoria de la fe de Pablo se debía a su fe en la justicia de Dios.
“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que este vive?” (Romanos 7:1).
El clímax del capítulo 7 se encuentra en los versículos 24 y 25. Pablo escribió, “¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”
En Romanos capitulo 6, Pablo habló acerca de la fe que nos guía a ser sepultados y resucitados con Cristo. Uniéndonos con su bautismo y su muerte sobre la cruz, podemos obtener esta fe.
Pablo se dio cuenta de que era un hombre miserable, cuya carne era tan insuficiente que él rompió la ley de Dios, no solamente antes de conocer a Cristo, sino que siguió rompiéndola aún después de su encuentro con Jesús. Así él se lamento, “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Entonces él concluyó que podía ser liberado del cuerpo de muerte creyendo en la justicia de Dios, diciendo, “¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” Pablo fue liberado de los pecados de la carne y de la mente creyendo en la justicia de Dios a través de Cristo y siendo unido con él.
La confesión final de Pablo fue, “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con mas con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7:25). Y en el principio del capítulo 8, confesó, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).
Originalmente existían dos leyes dadas por Dios: la ley del pecado y de la muerte, y la del Espíritu de vida. La ley del Espíritu de vida salvó a Pablo de la ley del pecado y de la muerte. Quería decir que por creer en el bautismo de Jesús y su muerte sobre la cruz, la cual quitó todos sus pecados, él se unió con Jesús y fue salvado de todos sus pecados. Todos debemos tener la fe que nos une con el bautismo del Señor y su muerte sobre la cruz.
Pablo confesó en Romanos capitulo 7 que previamente él estaba listo para ser condenado bajo la ley, pero a través de Jesucristo, llegó a ser liberado de su condenación. Como tal, él podía servir a Dios a través del Espíritu Santo, quien habitaba en él.
 


La verdad que Pablo reconoció


Pablo confesó, “¿Que, diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley” (Romanos 7:7). Él no hubiera conocido la codicia si la ley no dijera, “No codiciaras.” Pablo explicó la relación entre la ley y el pecado, diciendo, “Mas el pecado,tomando ocasion por mandamiento, produjo en mí toda codicia.” Esto significa que los corazones humanos fundamentalmente están llenos de pecado. Desde el momento en que la gente es concebida en la matriz de sus madres, son concebidos en pecado, y nacerán con las doce clases de pecados.
Las doce clases de pecado son adulterio, fornicación, homicidio, robo, codicia, maldad, engaño, lujuria, blasfemia, envidia, orgullo e insensatez. Todos cometen estos pecados hasta el día en que mueren. ¿Cómo puede alguien en el mundo obedecer la ley y los mandamientos de Dios cuando él/ella nacen en este mundo con estas doce clases de pecados? En el mismo momento en el que oímos las palabras de la ley y los mandamientos que nos dicen lo que “debemos” o “no debemos hacer,” el pecado comienza a actuar en nosotros.
Cuando no conocíamos la ley y los mandamientos de Dios, los pecados de nuestro interior estaban calladamente dormidos. Pero después de oír los mandamientos, que nos dicen lo que debemos y no debemos hacer, estos pecados salieron y nos hicieron pecar aún más.
Quienquiera que no haya nacido de nuevo o no crea y entienda la verdad del agua y el Espíritu tiene pecado en él. Este pecado, habiéndose activado por las palabras de los mandamientos, produce entonces más pecado. La ley, la cual le dice a la gente que hacer y que no hacer, es como un entrenador que trata de domar al pecado. Sin embargo, el pecado va en contra de los mandamientos de Dios, los pecados dentro de su corazón son activados, guiando a él/ella a cometer aún más pecados.
Podemos darnos cuenta a través de los diez mandamientos que tenemos pecado en nosotros. Por lo tanto, el papel de la ley es revelar el pecado dentro de nuestros corazones, haciendo que nos demos cuenta que los mandamientos de Dios son santos y despertarnos a nuestra pecaminosidad. En nuestros fundamentos, nacemos codiciando todo lo que Dios ha creado, incluyendo propiedades o socios que no son nuestros. Así, el mandamiento que afirma, “No codiciaras,” nos dice que nacemos pecadores y estábamos destinados a ir al infierno desde el día en que nacimos. También nos muestra la imperiosa necesidad de un Salvador, quien cumplió la justicia de Dios.
Es por eso que Pablo confesó que el pecado se aprovecho del mandamiento para producir en él toda clase de malos deseos. Pablo se dio cuenta de que había sido un gran pecador que rompió los buenos mandamientos de Dios, porque originalmente nació pecador y que tenía pecado antes de creer en la justicia de Dios.
Cuando miramos el capitulo 7, descubrimos que el apóstol Pablo era muy espiritual, tenía un conocimiento extensivo de la Biblia y tenía un gran entendimiento y experiencias espirituales. Él sabía, claramente, a través de la ley que existía pecado dentro de él, el cual con los mandamientos produjeron toda clase de malos deseos. Llegó a conocer que la ley de Dios tenía el papel de revelar los pecados dentro de él. Cuando estos pecados revivían, confesó también que el mandamiento, que era para traer vida, a él le trajo muerte.
¿Cómo es tu Fe? ¿Es cómo la de Pablo? ¿Acaso no existen pecados en tu corazón creas en Jesús o no? Si es así, quiere decir que aún no conoces la justicia de Dios, no has recibido el Espíritu Santo y eres un pecador que esta destinado a ir al infierno para ser juzgado por tus propios pecados. ¿Reconoces estos hechos? Si es así, entonces cree en el evangelio del agua y el Espíritu, en el cual la justicia de Dios es revelada. Serás salvo de todos tus pecados, gana la justicia de Dios y has que el espíritu Santo venga sobre ti. Debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu.
 


El pecado, tomando ocasión por el mandamiento, Engaño a Pablo


El apóstol Pablo dijo, “Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resulto para muerte, porque el pecado, tomando ocasión por del mandamiento, me engañó, y por él me mató” (Romanos 7:10-11). El pecado, en otras palabras, engañó a Pablo aprovechándose del mandamiento. Pablo creía en que el mandamiento era bueno y justo, y sin embargo las doce clases de pecado estaban vivas y ulceraban su corazón. Esto quería decir que él había sido engañado por él pecado y no podía entender el propósito de los mandamientos de Dios.
Primero, Pablo pensó que Dios dio la ley para que la obedeciera. Pero después, se dio cuenta que la ley no fue dada para obedecerla, sino para rebelar los pecados en el interior de la gente, junto con la santidad de Dios y para hacer que los incrédulos sean juzgados por Dios. Así es como Pablo pensó que fue engañado por el pecado, ya que él no entendía los mandamientos y la ley correctamente. La mayoría de la gente en la actualidad está engañada de la misma manera.
Debemos darnos cuenta que la razón por la cual Dios nos dio los mandamientos y la ley no fue para que nosotros la obedeciéramos, sino para que nos diéramos cuenta de nuestros propios pecados y alcanzar la justicia de Dios, creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Pero ya que tratamos de vivir de acuerdo a la ley con nuestros pecados, terminamos mostrando nuestra naturaleza pecadora.
Así, un pecador se da cuenta a través de la ley, que aunque la ley es santa, él/ella no tienen ni el poder ni la capacidad de vivir una vida santa. En ese momento, él/ella llega a ser un pecador que no tiene otra opción que la de ir al infierno por la ley. Pero los pecadores que no creen en el evangelio del agua y el Espíritu continúan pensando que Dios les dio la ley para que la obedecieran. Continúan tratando de obedecer la ley, pero se engañarán a si mismos y caerán en la destrucción al final.
Aquellos que no han nacido de nuevo, permaneciendo en la ignorancia de la justicia de Dios, cometen pecados y después tratan de ser perdonados, ofreciendo oraciones de arrepentimiento. Al final, sin embargo, llegan a darse cuenta que malinterpretaron el propósito de la ley de Dios y se han engañado a sí mismos. El pecado, aprovechándose de ellos, los ha engañado. La ley de Dios es santa, pero los pecados dentro de ellos los guían a la muerte.
Pablo dijo, “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. Entonces, ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado,llegara a ser sobremanera pecaminoso” (Romanos 7:12-13). Aquellos que entienden esta verdad se dan cuenta de su necesidad de la justicia de Dios, y así, creen que el evangelio del agua y el Espíritu es la verdadera realidad. Una persona que cree en el evangelio del agua y el Espíritu, también cree en la justicia de Dios. Seamos liberados de todos nuestros pecados y alcancemos la santidad de Dios creyendo en su justicia. Deseo que todos ustedes sean bendecidos por este evangelio.
 

¿Como estaban la mente y la carne de Pablo?

Pablo estaba lleno del Espíritu y tenía un profundo entendimiento de la Palabra de Dios. Sin embargo, habló de su carne en las siguientes palabras: “Porque sabemos que la Ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Pablo hablo de su carne en las siguientes palabras: “Porque sabemos que la ley es espiritual;mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:14-17). Él dijo que cometió pecado porque era carnal por naturaleza. Y ya que era carnal, se vio a sí mismo persiguiendo los deseos de la carne, aunque quería hacer lo bueno.
Así Pablo se dio cuenta de que, “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7:22-23). Es por eso que se lamentaba de su carne, gritando, “¡Miserable de mí!” (Romanos 7:24). Aún después de que Pablo nació de nuevo, estaba decepcionado porque el mal estaba dentro de él, se estaba refiriendo a su carne, aunque quería hacer el bien. Cuando Pablo dijo que el mal estaba presente dentro de él, se refería a su propia carne. Vio otra ley en sus miembros, luchando contra la ley del Espíritu, haciéndolo perder en su carne, y guiándolo a cometer pecados. Él solo podía admitir que no le quedaba otra opción que estar sujeto a juicio, ya que vio que su carne, para pecar, tomaba control sobre él. Ya que Pablo, también, tenía carne, se lamentaba sobre los pecados que se levantaban de su carne.
Es por eso que Pablo declaró, “¡Miserable de mí!” Pero, también agradeció a Jesucristo por cumplir la justicia de Dios. Esto se debía a que él creía que Jesús vino a la tierra, fue bautizado y fue crucificado para dar perdón de pecados a toda la humanidad. Podía agradecer a Dios de corazón, ya que él tenía la fe que lo unía con el bautismo y la sangre de Jesucristo.
Pablo sabía que cuando Juan bautizo a Jesús, todos sus pecados, así como los pecados del mundo, fueron pasados sobre Jesús de una vez y para siempre. También sabía que cuando Jesús murió en la cruz, también nosotros morimos. Debemos, por lo tanto, tener una fe unificada en la verdad del agua y el Espíritu. ¿Esta tu corazón unido con el bautismo y la sangre de Jesucristo? ¿Acaso tú, en otras palabras has unido tu corazón con el evangelio del agua y el Espíritu, el cual cumplió la justicia de Dios? Debemos tener nuestra fe unida en el bautismo que nuestro Señor recibió de Juan y en la sangre que derramó en la cruz. Es muy importante para nosotros tener una fe unificada, ya que uniéndose con el evangelio del agua y el Espíritu, es unirse con la justicia del Señor.
Romanos 6:3 afirma, “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte.?” Esto quiere decir que por creer en el bautismo de Jesús, hemos sido bautizados con él, queriendo decir que hemos llegado a unirnos en la muerte de nuestro Señor. Esto es, siendo bautizados en unidad a través de la fe, fuimos espiritualmente bautizados en su muerte. Estar unido con el Señor es estar unidos con su bautismo y morir en unión con su muerte.
Debemos, por lo tanto, creer y unirnos con el bautismo de Jesús y su muerte sobre la cruz que han cumplido la justicia de Dios. Si tú aún no crees en el evangelio del agua y el Espíritu, el cual contiene la justicia de Dios, no estas unido con el bautismo de Jesús y con su muerte. Y es en este evangelio en el que la justicia de Dios ha sido revelada.
Si nuestros corazones no se unen al bautismo de Jesús y a su muerte sobre la cruz, nuestra fe es meramente teórica e inútil. Únete con el bautismo de Jesús y con su sangre sobre la cruz y cree en ellas. Así es como debemos de creer. Una fe teórica es inútil. ¿De que sirve una Buena casa, por ejemplo, si no es tuya? Para apoderarnos de la justicia de Dios, debemos saber que el propósito del bautismo de Jesús fue para lavar nuestros pecados y que su muerte sobre la cruz fue por la muerte de nuestra carne. A través de nuestra fe en la justicia de Dios por nuestro Señor, debemos ser redimidos de una vez y para siempre y caminar en novedad de vida.
Así, a través de tú fe unida con el bautismo de Jesús y su sangre sobre la cruz, la justicia de Dios llegará a ser tuya. Debemos unirnos con el bautismo y muerte de Jesús, ya que si no lo hacemos, nuestra fe no significará nada.
“¡Miserable de mí! ¿Quien me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). Esto no solo es el lamento de Pablo, sino también el tuyo y el mío, así como también el de todos aquellos que todavía están separados de Cristo. Aquel que nos liberará de esta pena es Jesús, y solo podrá ser resuelto cuando creamos al Señor. Quien fue bautizado, crucificado y resucitado por nosotros.
Pablo dijo, “¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” Esto muestra que Pablo se unió con el Señor. Debemos creer que si nos unimos y tenemos fe en que el Señor nos salvó de nuestros pecados a través de su bautismo y sangre, seremos perdonados y recibiremos vida eterna. Todos tus pecados serán pasados sobre Jesucristo cuando creas en su bautismo con un corazón unido. Habrás muerto y serás resucitado con él, después de adquirir una fe en unión con su muerte sobre la cruz.
Jesús comenzó su ministerio sobre la tierra a la edad de treinta. Lo primero que él hizo en su misión fue lavar nuestros pecados, siendo bautizado por Juan el Bautista. ¿Por qué fue bautizado? Fue para que él cargara todos los pecados de la humanidad. Por lo tanto, cuando nosotros unimos nuestros corazones con la justicia de Dios, realizada por Jesús, todos nuestros pecados realmente fueron pasados sobre Jesús a través de su bautismo. Todos nuestros pecados fueron transferidos a Jesús y lavados de una vez y para siempre.
Nuestro Señor realmente vino a este mundo y fue bautizado para llevar todos nuestros pecados y a morir para dar la paga. Jesús dijo a Juan poco antes de que fuera bautizado, “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15). “Toda justicia” se refiere a que Jesús recibiera el bautismo, el cual lavó todos los pecados de la humanidad, que estaba destinada a ir al infierno, y también a su muerte y resurrección. ¿Cuál es la justicia de Dios? De acuerdo a las promesas de Dios en el Antiguo Testamento, el bautismo y la muerte de Jesús sobre la cruz, la cuál salvó a todos los pecadores, es su justicia. La razón por la que Jesús vino a la tierra en semejanza de hombre y recibiera el bautismo fue para tomar todos los pecados de la humanidad sobre él y lavarlos.
¿Por qué Juan bautizó a Jesús? Fue para cumplir la justicia de Dios, tomando todos los pecados de la humanidad. Nosotros quienes fuimos bautizados en Cristo Jesús, también fuimos bautizados en su muerte y ahora caminamos en nueva vida, ya él fue levantado de entre los muertos. Tener fe en la justicia de Dios es creer y unir nuestros corazones con el bautismo de Jesús, su muerte sobre la cruz y su resurrección. Es muy importante que nosotros creamos que Jesús tomo todos nuestros pecados sobre sí mismo cuando fue bautizado. Fuimos sepultados con él cuando murió sobre la cruz, ya que nosotros estábamos unidos con él a través de su bautismo. Es crucial que nosotros unamos nuestros corazones con el Señor, creyendo en la justicia de Dios, aún después de haber sido liberados de todos nuestros pecados. Podemos dar gracias a Dios porque hemos muerto con Cristo cuando murió en la cruz, ya que él había tomado todos nuestros pecados a través de su bautismo.
Unirse con Jesús por fe es necesario, aún después de obtener la justicia de Dios a través de nuestra redención. Después de recibir el regalo de la redención, puede deteriorar en un mero convencionalismo. Pero, si unimos nuestros corazones con la justicia del Señor, nuestros corazones vivirán con Dios, aún vivimos con él, pero si no, entonces llegaremos a ser irrelevantes para él. Si no nos unimos con Dios el Señor y solo permanecemos como espectadores para él, como si estuviéramos admirando el jardín del vecino, llegaremos a ser irrelevantes para Dios, al estar separados de él. Por lo tanto, debemos unirnos con la palabra del Señor y con la justicia de Dios en fe.
 

Si tenemos la fe de unirnos con el bautismo de Jesús y su muerte sobre la cruz, somos los Cristianos que están unidos con el Señor

Creer en la justicia de Dios es unirnos con el Señor y tener la fe para reconocer su justicia. Cada aspecto de nuestras vidas debe estar unido con la justicia de Dios. Así es como debemos vivir. Si no nos unimos con su justicia, nos convertiremos en esclavos de nuestra carne y moriremos, pero en el mismo momento en que nos unimos con la justicia de Dios, todos nuestros pecados serán perdonados. Solo cuando unimos nuestros corazones con la justicia del Señor es que nos hacemos siervos de Dios. Todas las obras de Dios se volverán pertinentes a nosotros, y, como tal, todas sus obras y poder serán nuestras. Sin embargo, si no nos unimos con él, permaneceremos irrelevantes a su justicia.
Estamos enfermos y débiles en la carne, así como lo estaba Pablo, así que debemos unir nuestros corazones con la justicia de Dios. Debemos unirnos y creer que Jesús fue bautizado por Juan y crucificado para salvarnos de nuestros pecados. Esta es la clase de fe que agrada a Dios y trae bendiciones a nuestros cuerpos y almas. Si creemos en las obras del Señor con nuestro corazón unido en fe, todas las bendiciones prometidas del cielo también serán nuestras. Es por eso que debemos estar unidos con él.
Por otro lado, si no unimos nuestros corazones con la justicia de Dios, no estaremos sirviéndolo a él. Aquellos cristianos que no unan sus corazones con la justicia de Dios son porque aman más los valores mundanos que cualquier otra cosa. No son diferentes de los incrédulos del mundo. Se llegan a dar cuenta del valor de la justicia de Dios solo cuando sus posesiones, las cuales aman tanto como sus propias vidas, le son quitadas. Lo material no tiene el valor o el poder para tomar el control de la vida de la gente. Solo la justicia del Señor nos puede dar el perdón de pecados. La vida eterna y las bendiciones. Lo material no vale nuestra vida. Debemos darnos cuenta que si nos unimos con la justicia del Señor, nosotros, así como nuestros vecinos, vivirán.
Nuestros corazones deben estar unidos en la justicia del Señor. Debemos vivir por fe y unidos nuestros corazones con Cristo. La fe que esta unida con la justicia de Cristo es hermosa. Lo que finalmente dice Pablo en el capitulo 7 es que debemos vivir nuestras vidas espirituales en unión con el Señor.
¿Alguna vez has visto a alguien que ha llegado a ser siervo de Dios sin que su corazón este unido con su justicia? ¡No hay ninguno! ¿Alguna vez has visto a alguien que reconoce el evangelio del agua y el Espíritu como la condición necesaria para el perdón de los pecados sin estar unido a la justicia de Dios? No existe uno. No importa que tanto sepamos acerca de la Biblia, nuestra fe será inútil a menos que estemos pegados a la justicia de Dios y creamos que por el bautismo de Jesús y su sangre sobre la cruz, podemos ser liberados de todos nuestros pecados.
Aún si una vez recibimos el perdón de los pecados y asistimos a la iglesia, si no estamos unidos con su justicia, somos pecadores que no tienen parte en los planes de Dios. Aunque decimos que creemos en Dios, seremos separados del Señor si no estamos unidos con su justicia. Debemos estar unidos con la justicia de Dios si hemos de ser consolados, ayudados y guiados por Cristo.
¿Has recibido la justicia de Dios y el perdón de todos tus pecados por creer en el evangelio del agua y el Espíritu? ¿Sirves, como lo hizo Pablo, a la ley de Dios con tu mente, mientras que tu carne sirves a la ley del pecado todos los días? Debemos estar unidos a la justicia de Dios todo el tiempo. ¿Qué pasará si no nos unimos con la justicia de Dios? Seremos destruidos. Pero aquellos que están unidos con la justicia de Dios llevarán vidas que están unidas con la iglesia de Dios.
Creer en la justicia de Dios quiere decir estar unido a la iglesia y a los siervos de Dios. Podemos continuar viviendo por fe solo cuando estamos unidos a la justicia de Dios todos los días. Aquellos que son perdonados de sus pecados por creer en su justicia deben estar unidos con la iglesia todos los días. Ya que la carne siempre quiere servir a la ley del pecado, siempre debemos meditar en la ley de Dios y vivir por fe. Podemos estar unidos con el Señor si continuamos meditando y enfocándonos en la justicia de Dios.
Nosotros, quienes creemos en la justicia de Dios, debemos unirnos con la iglesia y con los siervos de Dios diariamente. Para hacer eso, siempre tenemos que recordar la justicia de Dios. Tenemos que pensar en la iglesia de Dios y unirnos a ella todos los días. Debemos meditar en el hecho de que el señor fue bautizado para llevar todos nuestros pecados en lugar nuestro. Cuando estamos unidos a esta fe y a la justicia de Dios, tendremos la paz de Dios y serás renovado y se te dará poder de él.
Únete con la justicia de Dios. Entonces, encontraras nuevas fuerzas. Ahora, únete con el bautismo de Jesús en la justicia de Dios. Tus pecados te serán todos quitados. Une tu corazón con la muerte de Cristo sobre la cruz. Tú, también, morirás con él. Únete con su resurrección. Tú, también, vivirás de nuevo. En pocas palabras, cuando te unes con Cristo en tu corazón, morirás y resucitaras con Cristo, y así llegaras a ser liberado de todos tus pecados.
¿Que pasa si no nos unimos con Cristo? Podemos estar confundidos y preguntar, ¿Por qué fue bautizado Jesús? La única diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es que las primeras platicas hablan acerca de “la imposición de manos” y las segundas acerca del bautismo. Así que, ¿Por qué tanto escándalo? Una fe orientada por el conocimiento o una fe teórica no es una fe real, y eventualmente llevará a los creyentes a desviarse de Dios.
Aquellos que creen de tal manera son como un estudiante que solo acepta el conocimiento de sus maestros. Si el alumno realmente respetará a sus maestros, también aprendería de su noble carácter, liderazgo o sus grandes personalidades. No debemos aceptar la Palabra de Dios tan solo como otro pedazo de conocimiento, sino debemos aprender de la personalidad, amor, misericordia y justicia de Dios con nuestros corazones. Debemos deshacernos de la idea de tratar de aprender su palabra tan solo como conocimiento, y unirnos con su justicia. Estar unido a la justicia de Dios guía a los creyentes a obtener la verdadera vida. ¡Únete con el Señor! Una fe unida es la fe verdadera. Una fe orientada por el conocimiento y por la teoría no es una fe unida, sino una fe vacía.
“La misericordia de Dios” como es cantada en un himno, “es un océano divino, una inundación sin limites y sin fondo.” Cuando nuestros corazones están unidos con la misericordia de Dios, existirá una paz sin límites, sin fondo como la misericordia de Dios que nos ha dado su justicia. Pero una fe orientada por el conocimiento y la teoría que no esta unida a Dios es como agua poco profunda. Si el mar es poco profundo, hace espuma fácilmente, pero el magnifico flujo de las olas azules, en donde el agua es muy profunda, es indescriptible. Pero en agua poco profunda, cuando las olas golpean la costa, coagulan, se rompen, hacen espuma y se amontonan como en un desastre. La fe de aquellos que no están unidos con la justicia de Dios es como estas olas en agua poco profunda.
Los corazones de aquellos que están unidos con la Palabra de Dios son profundos, centrados alrededor del Señor, firmes e inamovibles en todas circunstancias. Sus corazones se mueven hacia la voluntad del Altísimo. Pero aquellos cuyos corazones no están unidos a su justicia se agitan fácilmente, al menor problema.
Debemos tener una fe que esta unida con el Señor. Debemos estar unidos a la Palabra de Dios. No debemos ser movidos por asuntos triviales. Aquellos que están unidos con el Señor han sido bautizados con Cristo, y se levantaron de nuevo con Cristo de la muerte. Ya que no pertenecemos más al mundo, debemos unirnos con la justicia de Dios para agradarlo a él, quien nos ha aceptado como los siervos de justicia.
Si nos unimos con la justicia de Dios, siempre estaremos en paz, felices, y llenos de fuerza, porque la fuerza de Dios se hace nuestra. Con su poder y bendiciones hechas nuestras, viviremos bendecidos grandemente. Si estamos unidos al bautismo de Jesús y a su muerte en la cruz por fe, Todo su poder será nuestro.
Une tu corazón con el Señor. Si te unes con el Señor, también estarás unido con la iglesia de Dios. Y aquellos que están unidos con la iglesia de Dios se unirán los unos con los otros, haciendo, en su comunión, sus obras y creciendo juntos en su fe en su Palabra.
Sin embargo, si no unimos nuestros corazones con Cristo lo perderemos todo. Aún si nuestra fe es tan pequeña como semillas de mostaza, el Señor ya ha perdonado todos nuestros pecados de una vez y para siempre. Debemos estar unidos a esta verdad todos los días, a pesar de nuestras debilidades. Solo una fe unida te permitirá vivir y dar gracias a Dios a través de Jesucristo.
Cuando nos unimos con la justicia del Señor, encontramos nueva fuerza y nuestros corazones se afirman. Nuestros corazones llegan a ser justificados cuando nos unimos con la Palabra de Dios. Es imposible obtener la determinación de servir al Señor siguiendo nuestras propias mentes. Cuando nos unimos con el bautismo de Jesús, su cruz y resurrección, nuestra fe crecerá y permanecerá firme en la Escritura.
Debemos unir nuestros corazones con el Señor. Solo la fe que está unida con él es la fe verdadera; aquello que no está unido con él, es una fe falsa.
Damos gracias al Señor por permitirnos unir nuestra fe con el Señor, dándonos el bautismo de Jesús y su sangre sobre la cruz. Debemos unir nuestro corazón con él a partir de este día y hasta el final, cuando nos encontremos de nuevo con el Señor. Unámonos con él.
Necesitamos unir nuestros corazones con Dios ya que somos débiles ante él. Pablo también estaba unido con Dios y fue liberado de sus pecados. Él llegó a ser un precioso siervo de Dios, que predicaba el evangelio por todo el mundo, conociendo y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu dado por Jesucristo, la justicia de Dios. Debido a que somos débiles, sirviendo a la ley de Dios con nuestras mentes, pero a la ley del pecado con nuestra carne, solo podemos vivir uniéndonos con el Señor.
¿Has aprendido acerca de la fe que se une con la justicia de Dios? ¿Esta tu fe unida al bautismo de Jesús? Ahora es el tiempo de que tengas una fe unida que cree en el bautismo y la sangre de Jesús. Aquellos de ustedes cuya fe no esta unida con la justicia de Dios ha fallado en su fe, en su salvación y en sus vidas.
Por lo tanto, la justicia del Señor es el requisito indispensable para su liberación. Estar unido con el Señor es la bendición que lleva a todos nosotros a recibir el perdón de pecados y llegar a ser hijos de Dios. Recibe la justicia de Dios, uniéndote y creyendo en su justicia. La justicia de Dios, entonces, será tuya y la voluntad de Dios de bendecirte estará siempre contigo.
 

¡Gracias a Dios por Jesucristo!

El apóstol Pablo dijo que él daba gracias a Dios a través de Jesucristo. Él daba gracias por la justicia de Dios recibida por fe a través de Jesucristo. Aún después de que Pablo creyó en la justicia de Dios, no pudo sino servir a Dios con la ley de su mente y con la ley del pecado con su carne. Pero ya que creía en la justicia de Dios con todo su corazón, este no tenía pecado.
Pablo confesó que ya estaba condenado por la ley de la justicia de Dios. También dijo que aquellos que estaban enfrentando la ira de Dios y el castigo de su Ley aún podrían ser capaces de dar el fruto de la salvación, creyendo en la justicia de Dios en sus corazones. En los corazones de los que han nacido de nuevo, existen deseos del Espíritu Santo así como los deseos de la carne. Pero una persona que no ha nacido de nuevo, solo tiene los deseos de la carne. Por lo tanto, los pecadores solo desean pecar y lo que es más, a través de sus instintos naturales intentan embellecer sus pecados a los ojos de los demás.
Los diáconos y los ancianos que no han nacido de nuevo normalmente dicen, “Deseo vivir virtuosamente, pero no se porque es tan difícil.” Debemos considerar el porque no pueden evitar el vivir de esta manera. Esto se debe a que son pecadores que no han recibido la salvación por creer en la justicia de Dios. En sus corazones existe el pecado porque la justicia de Dios no se encuentra en ellos. Pero en los corazones de los que han nacido de nuevo se encuentran ambos, la justicia de Dios y el Espíritu Santo, pero no el pecado.
Cuando Pablo tenía pecado en su corazón, se lamentó, “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Sin embargo, Pablo dijo inmediatamente, “¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” (Romanos 7:25). Esto quiere decir que él recibió la salvación de todos sus pecados por creer en Jesucristo, quien ha cumplido la justicia de Dios.
Lo que Pablo estaba tratando de decir en el capitulo 7 es que anteriormente, cuando era un religioso que no había nacido de nuevo, no sabía el papel que la ley tenía. Pero dijo que el que lo había liberado de ese estado de miseria, causado por el pecado, fue Jesucristo, quien cumplió la justicia de Dios. Quienquiera que crea que Jesucristo cumplió la justicia de Dios para liberarnos del pecado será salvo.
Aquellos que creen en la justicia de Dios sirven a la ley de Dios con la mente, pero sirven a la ley del pecado con la carne. Su carne aún se inclina hacia el pecado ya que aún no ha sido cambiada, aunque han nacido de nuevo. La carne desea el pecado, pero la mente, que cree en la justicia de Dios, pone su voluntad para seguir la justicia de Dios. Por otro lado, aquellos que no han recibido el perdón de los pecados serán guiados por ambos, su mente y su carne para solo cometer pecado, ya que en los fundamentos de su corazón se encuentra el pecado. Pero aquellos que conocen y creen en la justicia de Dios viven por su justicia.
Damos gracias a Dios a través de Jesucristo, ya que Cristo cumplió la justicia de Dios. Gracias sean al Señor por darnos su justicia y guiarnos a creer en ella.
 
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La justicia de Dios es revelada en Romanos - Nuestro Señor Quien Llego a Ser la Justicia de Dios (II)